JAIME BAIMSS TOMO V IH JAIME BALMES Obras Completas BIBLIOTECA I) E AUTORES CRISTIANOS BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCION DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA LA COMISION DE DICHA PONTIFICIA UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELACION CON LA B. A. C. ESTA INTEGRADA EN EL AÑO 1950 POR LOS SEÑORES SIGUIENTES: PRESIDENTE Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado Viejo. O. P., Obispo de Salamanca y Gran Can- ciller de la Pontificia Universidad. vicepresidente: limo. Sr. Dr. Gregorio Ai.as- truey, Rector Magnífico vocales: r. p. Dr. Aurelio Yanguas, S. L, De- cano de la Facultad de Teología; Reverendo P. Dr. Fr. Sabino Alonso, O. P., Decano de la Facultad de Derecho; R. P. Dr. Fr. Jesús Val- buena, O. P., Decano d'e la Facultad de Filoso- fía; R. P. Dr. Fr. Alberto Colunga, O. P., Ca- tedrático de Sagrada Escritura; Reverendo Padre Dr. Bernardino Llorca, S. I., Catedrático de Historia Eclesiástica. secretario : M. I. Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Profesor. LA EDITORIAL CATOLICA, S. A. — Apartado 466 MADRID ■ MCML JAIME BALMES W Obras C BRAS COMPLETAS TOMO V I I BIOGRAFIAS - MISCELANEA PRIMEROS ESCRITOS - POESIAS INDICES Edición de la Biblioteca de Autores Cristianos, dirigida por la fundación balmesiana de bar- celona, según la ordenada y anotada por el P. Casanovas, S. I. BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS NTHTT , OBSTAT: Dr. Andrés de Lucas. Censor. IMPRIMATUR : | José María Ob. aux. y Vic. gral. Madrid, 16 de diciembre de 2950. INDICE GENERAL Págs- BIOGRAFIAS PnÓIOGO DE LA EDICIÓN «BALMESIANA» 3 O'Connell 5 O'Connell es la Irlanda. — Su nacimiento, infancia y educa ción primera. — O'Connell, ahogado. — El Acta de Unión y la supresión del parlamento irlandés. — Creciente popularidad de O'Connell, adquirida en su bufete. — Causas de las agita- ciones de Irlanda. — O'Connell las regularizó. — Su elocuencia. Su ironía. — Su generosidad. — Su duelo con d'Esterre. — Su re- ligiosidad— Su buen humor. — La gran Asociación de Irlan- da (1823). — Medios e influencia con que cuenta. — Kl bilí de emane pación de los católicos (1829). — Su discusión en la cámara de los Comunes y en la de los Lores. — Su elección primera por el condado de Clare como individuo de la cá- mara de los Comunes. — No es admitido en el parlamento y su elección es anulada. — Nuevamente elegido en 1830 y vi- ¡vendo el bilí de emancipación de los católicos ingresa en el parlamento. — La variabilidad aparente de su política. — Sus ataques al partido tory. — Carácter excusable de la dema- gogia de O'Connell por su rectitud y pureza de miras. — O'Con- nell detiene la revolución. — La aristocracia inglesa se ve amenazada. — O'Connell y los carlistas. — La revolución po- sible de Irlanda y sus probables efectos. I-os hombres eminentes de la Francia se hallan colocados en mejor posición para ejercer influjo en los demás países. Nacimiento y primera educación de Ravignan — Ravignan abogado y substituto de procurador del Rey en el Tr.bunal del Sena. — Su renuncia y entrada en el Seminario de San Sulpicio.— Carta que le dirigió el procurador del Rey M. Rel- iará.— Su entrada posterior en el Instituto de los jesuítas. Ravignan profesor de estudios eclesiásticos. — Si primera conferencia en Nuestra Señora de París el 12 de febrero de 1837. — Segunda conferencia el 19. — El asombroso concur- ro a sus sermones. Mariana 44 Mariana lúe uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo — Su obscuro nacimiento. — Su entrada en la Compa- ñía de Jesús. — Mariana en el Colegio Romano, en Sicilia y en la Universidad de París. — Se traslada a Toledo a los trein- ta y siete años. — Es nombrado censor en la cuestión de la Poliglota de Amberes, en la que se discutía el arresto de su director. Arias Montano. — Su juicio favorable al conjunto de la obra. — Primera edición de su Historia fie España en lengua latina (1595). — Traducción por él mismo al rastclla- El abate de Ravignan 32 VI ÍNDICE GENERAL Págs. no (1601).— Polémica de Mantuano sobre esta obra. — Im- parcialidad y estilo del P. Mariana. — Su libro De Rege el Regís Institutione (1">99). — La cuestión de si es lícito el ti- ranicidio.— Sus libros De inutatione monetae y De mortc et inmortalitate, impresos en Colonia. — Proceso, prisión y libertad del P. .Mariana.— Su muerte en 1623.— Ojeada sobre S u carácter e intenciones. El doctor Newman Narración curiosa y edificante. Providencia.- -Lección severa Espartero Artículo I o- -Espartero como hombre y como general ... 67 Situación de España. — Espartero, Crifctina y Don Carlos. — Ca- rácter del grandor personal de Espartero. — «Calidades per- sonales de Espartero.» — Reflexiones sobre la humildad de su cuna. — Su valor. — Diferencia entre el valor de un soldado y el de un, general. — Escasez de sus talentos. — Dureza de co- razón que manifestó en el mando. — «Espartero, general.» Medios que empleó para encumbrarse. — Su destreza para aprovecharse de todas las situaciones. — Su mérito en la ba- talla de Luchana. — Documentos justificativos. — Expedición de Don Carlos. — Conducta de Espartero con respecto a ella. Plan de guerra. — La combinación de los tres ejércitos. — Ac- ciones ile Mámales y Guardamino. — Título de duque de la Victoria. — Felicitación al Gobierno por la supresión del Guirigay. — Documento justificativo — Abrazo en las Cortes de 183'.). — Conducta de Espartero con respecto a Cabrera. Conclusión de la guerra Artículo 2 o — Espartero ambicionando la Regencia 85 Elementos políticos de Barcelona. — Viaje de las Reinas a esta capital. — Descripción de la entrada de Espartero en Barcelo- na el día 13 de junio de 1840.— Motín del 18 de julio. — Sus causas. — Responsabilidad que pesa sobre Espartero. — Timidez de Espartero. — Errores que se eoniet.cron con respecto a él. Diferentes especies de asonadas y distinta conducta que en ellas debe seguirse. — Eos moderados y Espartero. — Notables palabras del señor Martínez de la Rosa. — Conducta de Ingla- terra.— Hechos y documentos justificativos. — La presidencia sin cartera. — Un folleto notable. — Abdicación de la Reina Gobernadora. — Instalación del ministerio-regencia en Madrid. Espartero. — Cronrwell. — Napoleón. — El intrigante y (1 hom- bre de Estabal:viesiana» 779 Efemérides baímeaianas 783 Efemérides históricas 795 Indic? alfabético de nombres y cosas 833 Catálogo bibliográfico 1011 Indice sinóptico de los ocho volúmenes 1014 Biografías PROLOGO DE LA EDICION WB ALMESI ANA" Balmes tuvo siempre una predilección por la biografía. Los primeros libros que, niño aún, devoró en la Biblioteca Episcopal de Vich fueron los Diccionarios biográficos, de los cuales hay en ella muchas y muy bellas ediciones. El mismo, en medio de la extremada pobreza de su casa, compró un grande diccionario de hombres célebres en nueve tomos. No es extraño, pues, que también tuviera marcada apti- tud para escribir biografías. Los caracteres que pinta en El Criterio son de una perfección artística verdaderamente ejemplar. Aprovechó las ocasiones que se le ofrecieron para escribir trabajos más amplios en este género, que son indu- dablemente dignos de figurar entre los mejores escritos bal- mesianos. Por esta razón nos ha parecido conveniente agrupar en un volumen los cinco esbozos siguientes, encabezados con el título de Biografías. || O'Connell* Sumario- — O'Connell es la Irlanda. Su nacimiento, infancia y edu- cación primera. O'Connell, abogado. El Acta de Unión y la supresión del parlamento irlandés. Creciente popularidad de O'Connell, adquirida en su bufete. Causas de las agitaciones de Irlanda. O'Connell las regularizó. Su elocuencia. Su ironía. Su generosidad Su duelo con D'Esterre. Su religiosidad. Su buen humor. La gran Asociación de Irlanda (1823). Medios e influencia con que cuenta. El bilí de emancipación de los cató- licos (1829). Su discusión en la cámara de los Comunes y en la de los Lores. Su elección primera por el condado de Clare como individuo de la cámara de los Comunes. No es admitido en el parlamento y su elección es anulada. Nuevamente elegido en 1830, y vigiendo el bilí de emancipación de los católicos in- gresa en el parlamento. La variabilidad aparente de su política. Sus ataques al partido tory. Carácter excusable de la demagogia de O'Connell por su rectitud y pureza de miras. O'Connell de- tiene la revolución. La aristocracia inglesa se ve amenazada. O'Connell y los cartistas. La revolución posible de Irlanda y sus probables efectos. O'Connell es la Irlanda: he aquí el verdadero punto de vista para apreciar en su justo valor a ese hombre célebre ; para estimar debidamente las colosales dimensiones de esa figura gigantesca, de ese tribuno monstruo, que ha logrado fundar y afirmar un trono de diamante sobre el movedizo * [Nota bibliográfica. — Esta biografía (Balmes mismo le da este nombre en una carta) fué publicada en La Civilización en el cua- derno 4.°, correspondiente a la segunda quincena de septiembre de 1841 (vol. I, pág. 145). Quedaron de ella tan satisfechos, así Bal- mes como sus compañeros de redacción Roca y Ferrer, que deter- minaron decorarla con un retrato del héroe pagando ellos la plan- cha, tiraje y papel. Fué traducida al inglés, y corrió por Irlanda con gran fortuna. No se hizo otra edición. El sumario que sigue lo hemos hecho nosotros. Nota histórica. — O'Connell nació en Carhen (condado de Kerry) el 6 de agosto de 1775. Los principales hechos de su vida pública van referidos en el presente artículo. Su opinión contraria a los le- vantamientos armados disminuyó en los postreros años su popula- ridad. Murió en Génova el 15 de mayo de 1847.] 6 BIOGRAFÍAS [12, 9-11] cimiento de la popularidad. O'Connell es la Irlanda: es la personificación de un pueblo de siete millones, oprimido por || espacio de largos siglos, sufriendo la miseria más ho- rrorosa que imaginarse pueda, arrastrando una existencia de infortunio, de calamidad, de dolores sin ejemplo. O'Connell es la Irlanda católica, aplastada durante tres siglos bajo la planta de hierro de la aristocracia protestante, implacable en sus odios contra el catolicismo, insaciable en su sed de oro y de mando, recelosa, suspicaz, tiránica, como poder cul- pable atormentado por el remordimiento. O'Connell es la Irlanda: su voz de trueno es la voz de un gran pueblo que dice basta; basta de injusticia y de opresión, basta de violen- cia y esclavitud, basta de desnudez y de hambre ; es la voz de un gran pueblo que se remueve como las olas del océano al comenzar la borrasca, que brama como el lejano huracán esparciendo en su carrera la desolación y el espanto, que muge como subterráneo fragor, indicio del terremoto que hace bambolear cual leves cañas los torreones y alcázares. Si no le miráis así, no comprenderéis a ese hombre extraor- dinario, a ese Hércules de la política, que, infatigable e in- vencible como el Hércules- de la fábula, lucha hace trein- ta años con la aristocracia más astuta y poderosa que se vió jamás sobre la tierra. Si no le contempláis rodeado de millones de hombres cubiertos de andrajos y transidos de hambre, clamando por el remedio de sus males, con des- pecho, con furor y hasta con desesperación, no comprende- réis esa extraña mezcolanza de entusiasmo religioso y de exaltación democrática, de dignidad y de grosería, de gene rosidad y de virulencia, de rasgos sublimes y de dicterios vulgares, de palabras tiernas y sentidas, y del más cruel sar- casmo; no comprenderéis || al grande agitador, como le lla- man los whigs, al rey mendigo, como le apellidan los torys, al libertador, como le aclama con frenético entusiasmo el pueblo irlandés l. || 1 Como al publicar en nuestra Revista algunas biografías de personajes célebres, mayormente contemporáneos, no nos propone- mos ofrecer a nuestros lectores artículos de puro esparcimiento y recreo, sino dar a conocer aquellos hombres en quienes se perso- nifica un país o una época, logrando de esta manera nuestro prin- cipal objeto, que es el examen y aclaración de las altas cuestiones sociales y políticas, nos será preciso acompañar las biografías con algunas notas históricas que ilustren y expliquen la verdadera si- tuación del personaje cuya vida y hechos describamos. Al principiar la biografía de O'Connell hemos pintado con negros colores la si- tuación de Irlanda, situación lamentable donde hemos dicho que se debía buscar el origen de muchas de las extrañezas y excesos de su fogoso tribuno; y bajo este punto de vista presentaremos a O'Con- nell tal como nosotros le concebimos, sin atenernos a lo que pueda haber dicho en pro ni en contra la exageración o el espíritu de par- tido. Pero con la mira de que a su vez no se nos tache también de [12, 12-13] O'CONNELL 7 Nació Daniel O'Connell en el año de 1774, en Carhen, condado de Kerry, en la provincia de Munster. Su país natal es montañoso y de aspecto salvaje: digna cuna del hombre de hierro, no quebrantado todavía con sesenta años de la existencia más agitada y borrascosa, en medio de trabajos y fatigas sin cuento. Era su padre Morgan O'Connell, labra- dor, que, con título de arriendo, cultivaba la tierra que ha- bía sido de sus mayores, y perteneciente a la sazón al colegio protestante de Dublín. A pesar de la situación lamentable en que se hallaban los católicos de Irlanda, || la educación e instrucción de O'Connell no fueron descuidadas, pues que su padre no carecía de algunos medios para proporcionár- selas. La vida de un hombre se explica muchas veces por las primeras impresiones que recibió en su infancia ; y por cier- exagerados en lo que hemos dicho de la miseria de Irlanda, copiare- mos las palabras de un ilustre viajero, testigo ocular de los horro- rosos padecimientos de ese infortunado país. Es M. de Beaumont, en su obra titulada L'Irlande social, politique et religieuse, publicada en París en 1839. «Nada existe más infeliz, dice Beaumont, que esa multitud da «labradores que pululando sobre el terreno, y pegados a él como »la lepra, aumentan en miseria a proporción que se multiplican; «llegando al extremo de que siendo la población de ocho millones »de habitantes se cuente el asombroso número de 2.600.000 pobres. «Todo el país, en todas partes, bajo todos aspectos, en todos los «instantes del día, se ve cubierto de miseria, Je esa miseria desnuda «y hambrienta, ociosa y vagamunda, que mendiga sin cesar, que se «os presenta al llegar a las costas de Irlanda, que no se aparta ja- «más de vuestra vista, ya en el aspecto del pobre cubierto de an- «drajos, ya en las facciones del desgraciado enfermo, que os cuenta «sus dolencias y os muestra sus llagas. Por todas partes os veréis «acompañado, perseguido, con gemidos, con llantos, con quejidos do- «lientes, que si no os mueven a piedad, os importunarán y llenarán «de espanto. No parece sino que esta miseria es inherente al suelo «y que es uno de sus productos. Cual una de esas plagas endémicas «que corrompen la atmósfera, marchita todo cuanto toca. Hasta el «mismo rico, en medio de sus goces, no puede substraerse a la mise- aria del pobre; se le pega tenazmente como roña, y son vanos todos «sus esfuerzos para sacudírsela. «Como todos son pobres, se nutren con el alimento menos caro «del país, que son las patatas; pero no se crea que sean todos tan «dichosos que puedan comerlas en abundancia : los que pueden co- «merlas tres veces al día se tienen ya por privilegiados ; los hay que «sólo las comen dos veces, muchos una sola vez, y no son pocos los «que pasan uno y dos días sin tomar alimento.» Recuerden nuestros lectores que esa horrorosa miseria es en la Irlanda, en uno de los países más fecundos, más variados y pintores- cos de Europa, y vea si no es fundada la indignación, si no es excu- sable el despecho del desgraciado irlandés, que, merced a un sistema de opresión y de codicia, se ve precisado a morir de hambre en un país donde podría vivir acomodado y venturoso. En la crisis actual de Inglaterra, y que tanta influencia tendrá sobre la política gene- ral de Europa, es muy importante conocer a fondo la cuestión de Irlanda, que será, a no dudarlo, uno de los principales embarazos con que tendrá que luchar el ministerio Peel. 8 BIOGRAFÍAS [12, 13-14] to que en los primeros años de O'Connell encontraremos el germen de su espíritu agitador y de su odio implacable con- tra la aristocracia protestante. Cabalmente la época de su nacimiento y niñez fué una de las más desastrosas para la Irlanda. Merced a la miseria, a la opresión, a la desapiada- da exacción del diezmo que el católico irlandés se ve forza- do a pagar al clero protestante, es decir, a los ministros de una secta que detesta, hubo en 1761, en la provincia de Munster, la sublevación de los white-bois, niveladores o mo- zos blancos: sublevación terrible, en que una muchedumbre hambrienta, furibunda, abrasada de sed de venganza, reco- rría la Irlanda, degollando los rebaños de sus opresores, in- vadiendo las casas de los particulares, derribando las cercas de las dehesas, quemando haciendas y entregándose a todo linaje de excesos y atrocidades. Por espacio de quince años duró la insurrección ; porque, si bien sofocada a trechos con la fuerza de las armas y el horror de los patíbulos, volvía siempre a rebrotar, hasta que en 1775 se presentó todavía más terrible en los llamados right-bois, defensores del dere- cho, que, sucesores de los mozos blancos, desolaron la Irlanda y particularmente el condado de Kerry, patria de O'Connell. Ya se deja entender lo que oiría el niño O'Connell sobre la insurrección de los defensores del derecho; \\ mayormente perteneciendo a una familia originaria de la raza irlandesa- milesiana, y cuyos ascendientes se habían distinguido en las guerras de la invasión anglo-normanda, defendiendo con te- són y bizarría la independencia de su patria. Oiría sin duda la insurrección disculpada y excusada por la desesperación a que se veían reducidos los pobres paisanos que, en no pa- gando en el día prefijado el canon bienal, eran lanzados sin compasión de la miserable choza que servía de abrigo a su familia ; que al volver desnudos y hambrientos a su campo para desenterrar algunas patatas con que alimentarse, eran arrojados por los soldados; y para llevar a colmo la miseria y la desesperación de esos infelices, hasta se llegaba a la barbarie de revolver el terreno y quemarles su choza, arre- batándoles así toda esperanza, echándolos con sus familias a morir de hambre en el camino real. 2 || 2 La insurrección ha sido tan frecuente en Irlanda, que en cier- tas épocas ha llegado a ser como su estado normal. Sobre este par- ticular se hallan curiosas noticias en un artículo titulado Historia insurreccional de Irlanda (Local Disturbances in Ireland) desde principios del siglo XVIII, que se publicó años pasados en un núme- ro de la Revista Española. Allí se ve que el origen de las insurrec- ciones y de los crímenes estaba en la miseria, en la horrorosa mi- seria que agotaba todo sufrimiento y producía la desesperación. Pero, a más de los datos que se encuentran en el escrito citado y que se refieren a época más remota, todavía pueden presentarse otros más recientes y más fijos. [12, 15-16] O'CONNELL 9 La primera educación de O'Connell fué encomendada a un anciano sacerdote católico, a uno de esos sacerdotes irlan- deses que abrigan en su pecho el más ardiente amor a su religión y el más acendrado patriotismo. Pobres, perseguidos, víctimas del odio protestante, sucesores de mártires, no tie- nen otro consuelo que aliviar el infortunio de sus compatri- cios, prodigándoles los auxilios de la religión y haciéndoles entrever la esperanza de mejores días para la Irlanda. El niño O'Connell, oon su inquietud incesante, || su agitación violenta, su comprensión viva, su corazón sensible y ardien- te, escucharía con los ojos arrasados de lágrimas los padeci- mientos de su patria, concebiría una aversión profunda a sus opresores, y, presintiendo el inmenso porvenir que le aguardaba, revolvería en su mente la libertad de Irlanda, como una ilusión encantadora, y diría con lengua balbu- ciente lo mismo que dice ahora al cabo de sesenta años : «Si un día sonara la hora del combate de la Irlanda contra la Inglaterra, yo me hallaría entre los combatientes en pri- mera fila» 3. En 183'5 se propuso el gobierno inglés formar cabal concepto da la verdadera situación de Irlanda, y al efecto ordenó una informa- ción o pesquisa general. Los comisarios dirigieron a sus correspon- sales en cada parroquia la siguiente pregunta : «¿Tenéis noticia de que en los últimos tres años hayan acaecido algunas muertes causadas por la necesidad?» Del examen practicado para satisfacer a esta pregunta resultó: que habían muerto una infinidad de personas por la falta de ali- mento; que de éstas, las unas habían muerto de pura hambre, otras cuya muerte había sido acelerada por la misma causa, otras habían perecido por una larga extenuación y otras, en fin, de enfermedad y de hambre a la vez. De la misma pesquisa resultaron otros datos a cual más tristes. En Connaught la población agrícola carece de trabajo seis meses al año, y hay una parroquia donde sólo le tienen un mes en todo el año; y en las poblaciones más felices nada tienen que hacer por lo menos tres meses. En un folleto publicado en Dublín en 1787 se encuentra un esta- do demostrativo del déficit anual en que se halla el labrador irlan- dés para cubrir sus necesidades más precisas; y comparando lo que gana con lo que tiene que pagar por el arrendamiento de su choza, campo destinado a patatas, diezmos, etc., resulta que indis- pensablemente una porción considerable había de morir de hambre. Los datos recogidos en la información de que estamos hablando con- firman esta triste verdad, presentando una prueba irrecusable en el precio de los jornales. Para que la suerte del labrador fuese no diremos acomodada, pero solamente tolerable, el jornal debería ser de 10 penny, cosa de 30 cuartos; y por lo común no pasa de cua- tro penny (12 cuartos), cuando llega al máximum es de seis penny (18 cuartos), pero a veces baja hasta dos (seis cuartos). Añádase a esto lo que hemos observado sobre la falta de trabajo y que para cada palmo de terreno hay cien pretendientes, y véase si es conce- bible una miseria más horrorosa. 3 Los sacerdotes católicos de Irlanda han sido mirados por los protestantes como promovedores de desórdenes. No tratamos de en- trar en un examen detallado sobre este particular, lo que además de 10 BIOGRAFÍAS [12, 16-18] A la época de que hablamos estaban prohibidos los cole- gios católicos en Inglaterra, en Escocia e Irlanda ; y así es que, al llegar a la edad de entrar en un colegio, encontróse O'Connell en la misma dura alternativa en que tenía a todos los jóvenes católicos || la intolerancia protestante: o abjurar el catolicismo, o ir a buscar la instrucción en tierra extran- jera. No quiso el padre de O'Connell ni que su hijo abjurase su religión ni que creciese en la ignorancia ; y así le envió al continente para ser instruido en el colegio de los Padres Dominicos de Lovaina. Estuvo allí algún tiempo, hasta que pasó al colegio de los Jesuítas de Saint-Omer, donde conti- nuó sus estudios por espacio de dos años. Su alma inquieta y ardiente no se avenía bien con la sujeción del colegio, y así es que cuentan que no era de los más distinguidos en el estudio ; y no sería tampoco de los más aplicados, cuando parece que a menudo andaba revuelto con sus colegas, re- partiendo sendas puñadas. Así es que dejó también la ca- rrera eclesiástica, a la que le destinaban sus padres, siguió la del derecho, y, vuelto a su patria, se recibió de aboga- do en 1798. Las circunstancias en que comenzaba su carrera en el mundo el joven O'Connell no podían ser más fatales. La Irlanda se había sublevado repetidas veces, pero la insurrec- ción había sido sofocada : los cadalsos continuaban vengan- do a la Inglaterra ofendida, y la opresión pesaba sobre la infortunada Irlanda con su mano de hierro. Para mayor des- gracia, se cerró al joven O'Connell hasta la esperanza de figurar en el parlamento irlandés; verificándose en aquella época el Acta de Unión, merced al oro derramado a manos llenas por el ministerio Pitt. O'Connell, que sentiría ya se- guramente sus gigantescas fuerzas de tribuno, veía con des- pecho el Acta de Unión, pues que, suprimido el parlamento propio, no le quedaba a la Irlanda un órgano de expresión legal. || Así es que en una reunión de abogados de Dublín, convocada para protestar contra el Acta de Unión, se distin- inútil sería también imposible; pero sí que se puede asegurar que lo que se ha dicho de los sacerdotes irlandeses, generalmente ha- blando, es una calumnia. Simpatizan, es verdad, con el pueblo, pro- curan aliviarle, no desperdician ocasión para mejorar la suerte de su patria, pero procuran también calmar la indignación del pueblo para que no se propase a cometer desmanes. En la insurrección de 1775, lejos de provocar el movimiento y de tomar parte en él, se le opusieron, aun a riesgo de perder su popularidad. Los insurgentes llegaron a irritarse contra ellos y hasta asesinaron a muchos. Por lo demás, si algunos sacerdotes se hubiesen excedido algu- na vez, ¿no serían algún tanto disculpables por las violencias, pri- vaciones y miseria de que han sido víctimas ellos y sus compatri- cios? ¿Se quería que fueran insensibles a los males de su patria? ¿Ignórase acaso que el patriotismo crece a medida que se aumenta la opresión que se esfuerza en extinguirle? [12, 18-19] OCONNELL 11 guió el joven O'Connell por su vigorosa oposición a la des- aparición del parlamento, y por su lenguaje atrevido y vio- lento contra la tiranía de los ingleses. Al cabo de cuarenta años todavía recuerda O'Connell aquella época con emoción profunda. En un banquete que le dieron los amigos de la re- vocación del Acta, en el día 30 del próximo pasado agosto, pronunció un largo discurso sobre este asunto, y decía: «Miembro del antiguo parlamento de Irlanda, recuerdo to- davía mi estreno oratorio y la emoción que se había apode- rado de mí en aquel momento solemne. Los principios de entonces son todavía mis principios de ahora ; mi cuerpo ha sentido sin duda la influencia de los años, mi alma no.» El hecho, sin embargo, llegó a consumarse, y O'Connell quedó condenado a encerrar su inmensa actividad en el círculo del foro. Aquella alma impaciente, ¡quién se lo dijera!, había de esperar para figurar de nuevo en un parlamento, nada me- nos que hasta 1830. Curioso es sobremanera observar a O'Connell en sus ta- reas de abogado, y ver cómo sabe explotar su posición civil, para granjearse una popularidad inmensa y asentar el pe- destal de su poderío político. Es notable que la misma into- lerancia del protestantismo inglés, las medidas de rigor ho- rnadas contra los católicos, el sistema de exclusivismo que contra ellos había establecido, declarándolos indignos de todo empleo civil y militar, privándolos de todo derecho, su- jetándolos a una legislación injusta y cruel, y no considerán- dolos más que como ilotas, este mismo sistema ¡| de injusti- cia y tiranía contribuyó a que O'Connell pudiese, en medio de las ocupaciones del foro, asentar las bases de aquella pre- potencia que un día había de dar tanto que entender a la opresora metrópoli. La calidad de .católico rodeaba al joven abogado de nu- merosas trabas; pero, merced a su talento, a su elocuencia, a su actividad prodigiosa, a su laboriosidad infatigable, llama vivamente la atención pública e inspira una confianza tal, que se halla desde luego rodeado de una numerosa clientela. Alto de estatura, de formas atléticas, robusto de salud, de rostro colorado, de ojos centelleantes con la llama del genio, parece ya destinado para ser un día el libertador de Irlan- da ; y los pobres irlandeses se agolpan a pedirle los auxilios de su saber y elocuencia, mirándole como su protector, como su amparo, para substraerse a la intrincada red de leyes sus- picaces y crueles que les salen al paso por todas partes. Alienta la confianza de los clientes con su semblante ama- ble, su mirada benévola y aquella sonrisa que jamás se apar- ta de sus labios ; y mezclando sagazmente en todas las discusiones del foro la causa de la Irlanda, pasando de las consideraciones del objeto particular que le ocupa a consi- 12 BIOGRAFÍAS [12, 19-21] deraciones generales sobre la causa de la justicia y de la humanidad, funda para sí una tribuna política y empieza a ponerse en posesión del derecho de ventilar con entera liber- tad todo linaje de cuestiones. Así, personificando en el más obscuro de sus clientes la Irlanda entera, hablando sin cesar del Acta de Unión y de la tiranía inglesa, transformaba in- sensiblemente al abogado en hombre político, || y la silla de jurisconsulto en tribuna de arengas. Del bufete a las salas de los tribunales, del tribunal a los banquetes, a las reuniones numerosas ; allí improvisando elo- cuentes discursos, entusiasmando al pueblo con su palabra abrasadora, o divirtiéndole con sus salidas graciosas y fami- liares, siempre incansable, siempre con la Irlanda en los la- bios, siempre concentrando en su persona todas las simpa- tías y manteniendo el país en un estado de agitación ince- sante, he aquí la vida de O'Connell abogado, he aquí cómo se forma su elevada reputación, cómo se cimenta y se ex- tiende su popularidad, tan grande y al propio tiempo tan duradera, que no tenemos un ejemplo semejante en la his- toria antigua ni moderna 4. || Sería un error el decir que O'Connell haya sido quien ha puesto la Irlanda en estado de agitación, quien ha amonto- nado los combustibles que un día pueden acarrear una con- 4 La legislación injusta y cruel que regia en Irlanda contribuyó sobremanera a la elevación de O'Connell. Para dar a nuestros lec- tores una idea de la barbarie de la opresión inglesa citaremos algu- nos hechos. Ningún católico podía poseer un caballo cuyo valor excediese de cinco libras esterlinas, unos 476 reales. Si contravenía el católico a esta ley llena de suspicacia y extravagancia, cualquier protestante estaba autorizado para apoderarse del caballo, pagan lo al católico las cinco libras esterlinas, aunque el valor fuera de 50. Ya se deja suponer a cuántas tropelías debía de abrir la puerta una legislación semejante. Los católicos no sólo eran incapaces de todo cargo civil y mili- tar, sino también de poseer ninguna propiedad territorial; por ma- nera que el gobierno inglés, no contento con los despojos practica- dos contra los católicos, repartiendo las tierras confiscadas entre los protestantes por vía de recompensa, había también tomado sus me- didas para que los católicos no pudiesen elevarse jamás a la esfera de propietarios, es decir, a la de personas influyentes. Los sacerdotes católicos, ministros de una religión considerada como un crimen ante la ley, eran mirados con extrema suspicacia y perseguidos de muerte. Dejando aparte las crueldades cometidas en tiempo de Cromwell y otras épocas de persecución, podremos re- cordar un hecho reciente, sucedido en 1787: tanto más notable cuanto la iniquidad dimanó del mismo Gobierno. Shechie, sacerdote católico, fué perseguido judicialmente de orden del Gobierno como promovedor de desórdenes. Todo su crimen consistía en haberse compadecido de los pobres labradores y dádoles algunos consejos y socorros; y así es que fué declarado inocente por el primer juicio de jurados. Sus perseguidores, viendo que se les escapaba la presa, hicieron que se le abriese otro proceso que, dirigido con manifiesta iniquidad, dió por resultado contra el desgraciado sacerdote la pena [12, 21-23] O'CONNELL 13 flagración espantosa ; las frecuentes insurrecciones que aso- laban aquel país antes de nacer O'Connell, y las que se repi- tieron y costaron tantos torrentes de sangre, antes que él tuviese edad para ejercer ninguna influencia, prueban bien a las claras que no es él quien ha comunicado a su patria esa inquietud que no le deja descanso. No: la agitación de Irlan- da procede de su profundo malestar, de su espantosa miseria, del cansancio de sufrir la esclavitud y las exacciones a que la condenara el protestantismo inglés arrastrado por su odio al catolicismo y azuzado por su codicia. La obra de O'Con- nell, lo que honra sobremanera su talento, lo que ha mejora- do la suerte política de Irlanda, y que || quizás un día mejo- rará su estado social, es el haber regularizado la agitación, es el haber destruido, o al menos atenuado en gran parte, las insurrecciones parciales, que sólo servían para desolar el país y hacerle caer de nuevo bajo un yugo más pesado; es el haber concentrado las miras de los irlandeses hacia ciertos puntos determinados ; no es precisamente el haberles hecho sentir con viva fuerza el ultraje de la violencia y esclavitud particulares, sino el haber dado a los sentimientos más gran- dor, más designio, imprimiéndoles un sello a la vez religioso y político, creando de esta manera un verdadero espíritu nacional. Bajo este punto de vista, la persona de O'Connell, que ha sido como el resorte del gran movimiento, ha hecho a la Irlanda un beneficio, beneficio que quizás un día costará a la Inglaterra lágrimas de sangre. Esta era su misión, y menester es confesar que reunía en un grado eminente las calidades necesarias para cumplirla. Su voz es clara, fuerte, sonora y armoniosa ; su gesto nada elegante ni gracioso, pero lleno de brío y energía, y hasta con alguna extravagancia muy a propósito para cautivar el ánimo de la muchedumbre. Ora tira hacia delante la cabeza y extiende el brazo derecho, ora le retira, cruzándolos ambos sobre el pecho ; a veces alarga desmesuradamente el cuello y como que hace visajes. Su lenguaje es rico, brillante, varia- do, como efusión de una fantasía fecunda, de un corazón que se abandona sin reserva a sus impulsos generosos. Unid todo esto con una grande elevación de miras, con una penetra- ción superior, con un torrente tal de pensamientos robustos que, según la expresiva frase de Shiel, no tiene || mantillas para cubrirlos ; añadid que nada tiene de refinamiento, nada de artificioso; la naturaleza en su grandor, en su sencillez, capital. Se le había imputado un asesinato; pero algunos años después cuidó la Providencia de que se manifestase la inocencia del ajusticiado. Bridge, que se suponía muerto a manos de los mozos blancos acaudillados por el desgraciado Shechie, vivía aún muchos anos después del suplicio de éste, v se presentó públicamente en Irlanda. 14 BIOGRAFÍAS [12, 23-24] la causa de la justicia, de la humanidad, la suerte de su amada patria, de la infortunada Irlanda ; imaginad este con- junto y concebiréis la elocuencia de O'Connell, esa elocuen- cia ora tierna y patética, ora imponente y sublime, ora llena de elevación y majestad, ora descendiendo a la vulgaridad y al insulto, ora pintando con grandes rasgos escenas gran- diosas, ora atacando con ironía cruel, con desapiadado sar- casmo a una clase o a un individuo ; entonces concebiréis esa elocuencia siempre popular, siempre aplaudida, siempre arrastrando a una muchedumbre inmensa, que le sigue por todas partes, que le aclama, que le idolatra, que correría fu- riosa a las armas el día en que él dijese que ha sonado la hora. Quéjanse algunos de su ironía cruel, de su sarcasmo pun- zante, de sus invectivas violentas, de sus apodos indecentes ; pero es menester recordar lo que hemos dicho al principio: O'Connell es la Irlanda, la Irlanda que ha sufrido largos si- glos, que sufre todavía de un modo que nosotros no podemos concebir, y que, por consiguiente, no es extraño que se ex- prese con un lenguaje virulento y de fuego. Además, y en obsequio de la justicia, es menester adver- tir que O'Connell no ataca jamás sin ser provocado, y que si ha cubierto de lodo a la aristocracia inglesa en sus fogosas declamaciones, ésta a su vez no se ha demostrado muy co- medida con su adversario. Si los torys no tienen reparo en llamarle saltimbanquis sin pudor, mendigo sin vergüenza, perro || arisco que debería estar con cadena, no debe tampoco parecer tan extraño que él tenga la singular humorada de llamar a algunos lores viejas con pantalones, a otro cabeza de jabalí y así por este tenor. Sin duda que sería de desear que el orador no se abandonase a semejantes excesos; pero seamos justos y reconozcamos que hay ciertas posiciones en que es muy fácil excederse; y que O'Connell, acosado como se ha visto por la aristocracia inglesa, no es extraño que se haya desembarazado de ella, echando mano del primer ins- trumento que se le haya ofrecido 5. || s Los demagogos de los otros países excusarían en vano sus de- clamaciones y excesos con el ejemplo de O'Connell; la miseria y la opresión de que se lamenta O'Connell es una horrible verdad, así como lo que se pondera en otras partes es una impudente mentira. ¿Dónde se halla, en España por ejemplo, esa aristocracia opulenta y cruel que viva de la sangre del pobre y le deje morir de hambre? ¿Dónde se halla un clero que perciba el diezmo de un pueblo de religión diferente de la del ministro perceptor? Cuando se cjuiera imitar a O'Connell es preciso estar en su lugar, es preciso que el viajero que recorre la España pueda decir lo que el viajero que recorre la Irlanda. Oigamos de nuevo al ya citado Beaumont: «¿Referiié todo lo »que he visto? No. Infortunios hay superiores a la humanidad y que »la lengua no encuentra palabras para expresarlos. Si referir qui- [12. 25-26] O'CONNELL 15 Por lo demás, la generosidad de O'Connell nadie la puede poner en disputa, y para dar una idea de ella vamos a referir lo que sucedió en su desafío con D'Esterre. Asistía O'Con- nell en Dublín a una de aquellas grandes reuniones en que su voz atronadora se levanta y dirige a su voluntad las pa- siones populares cual Neptuno las olas del Océano ; y como en su arrebatada peroración no suele poner gran cuidado en limitar la violencia del ataque, vínole a la mano la corpora- ción municipal de aquella ciudad, y la echó el apodo de mendiga. Un abogado llamado D'Esterre, individuo de la mu- nicipalidad, se dió por ofendido personalmente y quiso exi- gir de O'Connell una satisfacción, enviándole cartel de desa- fío. O'Connell no quiso aceptar, y para satisfacer a su ad- versario le declaró que no había tenido intención de insultar personalmente a nadie. D'Esterre no se dió por satisfecho, || insistió en exigir el desafío ; y cuando no, amenizaba a O'Connell con un bofetón. Tamaña insolencia irritó a los amigos de O'Connell, le instaron a que aceptase, y O'Con- nell, que no es nada cobarde, se resolvió por fin a tomar por árbitro las armas. Escogióse la pistola, y el enemigo de O'Connell quedó muerto en el acto. Fué tal la impresión que causó a O'Con- nell la desgracia de su adversario, que al instante se fué con todos los testigos a la iglesia y allí juró solemnemente no batirse jamás, voto que ha cumplido fielmente. Pero no »siese las escenas de luto y desolación de que he sido testigo, los »ayes y gritos de desesperación que han sonado a mis oídos, lo que »ofrece de doloroso la voz de una pobre madre que no tiene para »sus hijos hambrientos un pedazo de pan; si en medio de tan e;,- »pantosa miseria hubiese de pintar la insultante opulencia de qu; ¡♦hacen los ricos público alarde; la inmensidad de sus dominios «adonde ha conducido la mano del hombre abundantes aguas, donde »se ofrecen valles y colinas artificiales ; la magnificencia de sus pa- lacios sostenidos por columnas de los más bellos mármoles de la «Grecia y de la Italia, resplandecientes con el oro de la América y «lujosamente ataviados con las sedas de Francia y los tejidos de la «India : la espléndida morada de los criados, la habitación todavía «más rica destinada a los caballos, todas las maravillas del arte, to- ados los inventos de la industria, todos los caprichos de la vanidad «acumulados en estos lugares donde el dueño ni residir se digna, «donde sólo se presenta de vez en cuando ; la vida indolente y fas- «tuosa de este rico, que hasta ignora las miserias que causa, que «no las ha visto siquiera, que no las cree, y que, sin embargo, ex- «trae de los sudores del pobre cien mil duros de renta ; en quien cada «goce insensato, cada gasto superfluo representa la ruina y la mise- «ria de un desgraciado ; y que da cada día a sus perros el alimento »de cien familias, y que, sin embargo, deja perecer de hambre a «los desgraciados que con su sudor le procuran esa vida de lujo y «orgullo ; en este caso, si hubiese yo de repetir las siniestras impre- «siones que experimenté con tamaños contrastes, y las terribles «cuestiones que a mi mente se ofrecían, la pluma me caería de la «mano, me faltarían las fuerzas para continuar mi tarea.» ¿Hay algo de semejante entre nosotros? ¿Lo hubo jamás? 16 BIOGRAFÍAS [12, 26-28} paró aquí ; sino que, viendo el desamparo de la viuda dé D'Esterre, ofrecióle una pensión equivalente a lo que se calculó que ganaba el difunto marido : poco menos de 15.000 reales. Verdad es que la municipalidad de Dublín, por cuyo honor había muerto D'Esterre, no quiso permitir que la viu- da aceptase nada de O'Connell, y le señaló una pensión de sus propios fondos ; pero por esto no dejó de ser muy sincera y caballerosa la oferta del generoso vencedor. Ya que hemos tocado un punto de la conducta de O'Con- nell que se roza con sus ideas religiosas, diremos sobre ellas cuatro palabras. O'Connell es un tribuno, es un demagogo; pero es religioso, es católico ; y cuando se atiende a sus ideas políticas y a su conducta es menester no perder de vista esta circunstancia tan importante. Los radicales franceses, bien conocidos en su mayor parte por sus ideas irreligiosas o an- ticatólicas, simpatizan poco con O'Connell, que no se olvida nunca de considerar el catolicismo como la base de la res- tauración de la Irlanda ; que no se avergüenza del apodo de papista con que le || apellidan los protestantes; y que si bien une sus esfuerzos a los de los radicales ingleses, es para de- rribar la Iglesia protestante, para socavar la aristocracia y acelerar un cambio de cosas en que saliera gananciosa la Irlanda. Por esto algunos de los radicales franceses, que to- davía no aciertan a olvidar la democracia tal como la conci- biera Rousseau, y que con sus ideas de libertad llevan casi siempre más o menos enlazadas las viejas preocupaciones irreligiosas de la escuela de Voltaire, dicen que O'Connell es un espíritu estrecho, de pocos alcances, servido por mag- níficos órganos y con la cabeza imbuida de viejas preocupa- ciones de secta. ¡O'Connell un espíritu estrecho... él, que ha comprendido su posición política y religiosa mejor que nin- gún hombre del mundo! ¡O'Connell de pocos alcances... él, que ha organizado en una especie de insurrección legal y per- manente a un pueblo de siete millones, que ha hecho cara y ha humillado a la aristocracia más poderosa y más sagaz que recuerda la historia!... ¡Sólo servido por órganos magní- ficos... él, que dispone del corazón de sus oyentes con un hechizo irresistible, cuya palabra remueve y agita un inmen- so auditorio como una chispa eléctrica o un agente galváni- co ; que si quiere hace vibrar las cuerdas más delicadas del corazón, que ccn períodos breves y pastosos encanta el oído de un concurso de cuarenta mil almas; él, cuyo lenguaje es extremadamente conciso, porque toda la abundancia de sus palabras le bastan apenas para acanalar su raudal de pen- samientos! ¡El lleno de viejas preocupaciones de secta!... Y ¿por qué? ¿Porque es católico, porque conserva la reli- gión de sus padres, porque conserva || aquella creencia, úni- co consuelo que ha quedado a la desgraciada Irlanda? [12, 28-29] O'CONNELL 17 Por sus mismas ideas religiosas puede explicarse la fide- lidad con que ha cumplido su voto de no aceptar jamás otro desafío ; sin que sea necesario achacarle que se atrinchera tras su voto para insultar a mansalva. Sabida es la severi- dad de las doctrinas y preceptos católicos con respecto al duelo; ¿qué extraño, pues, que O'Connell, de cuya sinceri- dad de creencias nadie duda, haya querido observar religio- samente un voto, confirmado además con sagrados preceptos y ligado con un recuerdo doloroso? Pero digan lo que quieran la mayor parte de los radicales franceses, ni los torys ni los whigs, ni los mismos radicales ingleses, que le tienden la mano con alguna desconfianza ; poco le importa a O'Connell: la Irlanda le aclama por su libertador, allí tiene un verdadero trono ; y si la reina Vic- toria manda en la Gran Bretaña, dista mucho de hacer en sus dominios tan ampliamente su voluntad cual O'Connell lo verifica en Irlanda. Ni los insultos, ni los apodos, ni los contratiempos, nada le abate, ni le entristece : se asegura que tiene la fortuna de mirar siempre las cosas por el lado alegre, y que abriga una fe tan viva en el triunfo de la causa de la justicia y de la humanidad, que jamás desconfía un momento. En su misma ironía y sarcasmo, y en los expedientes de que echa mano para salir de pasos apurados, se conoce que tiene un fondo inagotable de buen humor. Como es calvo y lleva una peluca no muy disimulada, hallándose un día en una de aquellas grandes reuniones que son el elemento pro- pio de su || alma tempestuosa, uno de. los concurrentes le llamó calvo. ¿Qué hace O'Connell? Se quita al instante la peluca y se queda con la calva en presencia de todo el audi- torio, con aquella sonrisita que no se aparta jamás de sus labios, y con un semblante bañado de satisfacción y amabi- lidad. El auditorio se puso loco de entusiasmo y con ruido- sos aplausos confundió al insolente, mientras O'Connell con ambas manos se calaba de nuevo y con pausa su triunfante peluca. Disputaba un día con un adversario que por desgra- cia era cojo ; atacando éste a O'Connell se dejó decir : «Mi lenguaje es severo, pero justo.» «Sí, como vuestras piernas», replicó con viveza O'Connell. f Pero volvamos a la política, verdadera vida de nuestro héroe. La obra maestra de O'Connell, la gran palanca que le sirve para multiplicar inmensamente sus fuerzas, es la grande Asociación de Irlanda, que se llamó Asociación Ca- tólica en 1829, Asociación General de la Irlanda en 1837 ; que en 1839 tomó el nombre de Sociedad de los Precursores y que actualmente se apellida Asociación Nacional. La Ir- landa, desde el Acta de Unión, no tiene parlamento propio; y los ingleses sin duda se harán de rogar para otorgárselo, 2 18 BIOGRAFÍAS [12, 29-31] y quizás arrostrarán cualquier peligro antes que restable- cerle. Pero menester es confesar que la Asociación Nacional, tal como la tiene organizada O'Connell, suple la falta del parlamento ; y si a la muerte de este hombre célebre en- contrase la Irlanda un digno sucesor, tal vez esta asociación sería mejor arma que un parlamento, para ir quebrantando los anillos de la cadena con que la tiene oprimida la Ingla- terra. Declarada asociación || ilegal, se la ha disuelto va- rias veces, pero en vano: siempre ha vuelto a renacer la misma, bien que cambiado el nombre ; y los mismos peligros que la amenazan, la misma falta de legalidad quizás la ha- cen más popular, menos accesible a la corrupción, más a propósito para escapar de los tiros de la refinada astucia del gabinete de San-James, que no lo fuera un parlamento legal. Por lo demás, y aunque establecida sin formas legales, es admirable su regularidad. Tiene su junta central que puede considerarse como un verdadero gobierno ; su presu- puesto, su tesoro, sus periódicos, que son como sus gacetas oficiales ; en fin, nada le falta. Carece, es verdad, de la facul- tad de hacer leyes obligatorias, pues no tendría tampoco medios coercitivos para hacerlas ejecutar; pero ¿qué le im- porta esta falta, si toda la Irlanda obedece sus insinuaciones como leyes? Tampoco posee la facultad legal de imponer contribuciones, pero, sin embargo, la cuota de sus reparti- mientos se cobra con harto mayor facilidad, y se paga con mucho más gusto que los impuestos votados por el parla- mento inglés. La sola existencia de esta asociación, de orga- nización admirable, de profundo arraigo en el país, y que ejerce una influencia sin límites, manifiesta el talento de O'Connell, y el alto beneficio que ha dispensado a su patria convirtiendo en oposición semilegal lo que antes eran insu- rrecciones armadas, y trocando en agitación política, en re- uniones animadas y ruidosas las antiguas escenas de incen- dios y de sangre. Y no se crea que por esta mudanza haya perdido la Irlan- da nada de su fuerza y energía ; al contrario, || se le han aumentado todavía más, en una proporción muy grande ; porque reunidas las fuerzas antes diseminadas, centralizada en la junta principal toda la vida política, regularizado el movimiento y dirigido por manos hábiles y experimentadas, se ha conseguido levantar más y más el espíritu público, dar- le el sentimiento de su fuerza, crear una opinión nacional distraer al pueblo de insurrecciones desastrosas y sin nin- gún provecho, y de este modo se ha obtenido de la aristocra- cia inglesa, sin sangre ni trastornos, lo que no se había po- dido obtener jamás con la fuerza de las armas. De la pre- visión y tino con que fué creada y organizada la Asociación, [12, 31-33] O'CONNELL 19 de cuán profundamente sabe conocer O'Connell las necesi- dades y circunstancias de su país, de cuánto es su arte de adaptarse a éstas para satisfacer aquéllas, son prueba irre- cusable los prodigiosos resultados que había dado la Aso- ciación a poco tiempo de su establecimiento. Escasamente ha- bían transcurrido seis años desde que, reunidos veinte indi- viduos en la fonda de Dempsey, en Dublín, se ocupaban de su fundación, realizando el proyecto concebido y concerta- do por O'Connell y Shiel, y ya la Asociación se había ex- tendido de tal manera, era tal su influencia y poderío, que obligaba a la aristocracia inglesa a abandonar su envejecido sistema de la opresión de los católicos. Era en 1829, y Wel- lington y Peel presentaban a las cámaras el bilí de emanci- pación de los católicos ; lo hacían a su pesar, pero era una necesidad indeclinable, era preciso ceder 6. || La medida de la emancipación de los católicos no debe ser mirada como una concesión generosa de la aristocracia inglesa, sino como un paso forzado que no se podía diferir más, atendida la actitud imponente que iba tomando la Ir- landa, removida por la gran palanca de la Asociación. Esta palanca la movía principalmente O'Connell, y su influencia y popularidad, cada día crecientes, acabaron por llevar a Wellington a la cámara de los Lores y a Peel a la de los Co- munes a declarar que era ya imposible resistir más. «El es- tado de Irlanda se ha agravado, decía Peel el 5 de marzo de 1829, al presentar a la cámara de los Comunes el proyecto de emancipación; las reclamaciones son cada día más ur- gentes y apremiadoras, ¿no vale más otorgar de buen grado lo que quizás un día nos veríamos precisados a conceder por necesidad?» La Irlanda, la Asociación, O'Connell era lo que inspiraba a Peel tantos temores y lo que había producido su cambio de opinión con respecto a la emancipación de los católicos. El origen de esta medida, es decir, la necesidad, se mani- festó todavía más en la cámara de los Lores. || Allí la oposi- ción fué terrible, como era de esperar, pero nada se consi- guió. O'Connell estaba al otro lado del estrecho, al frente de 6 Hasta el origen de la Asociación parece tener algo de extra- ordinario. Shiel y O'Connell se encontraron casualmente en casa de un amigo común, en las montañas de Wicklow. Con la entrevista, y con aquellos sentimientos que inspira a dos adversarios la pre- sencia de un amigo que está dispensándoles hospitalidad, bien pron- to se reconciliaron O'Connell y Shiel, que estaban antes algo reñi- dos; y allí mismo concibieron la gigantesca idea de la Asociación. Al hablar de O'Connell es menester hacer justicia al talento y pa- triotismo de su compañero Shiel, quien no sólo le ha servido mucho para levantar del suelo al partido católico por medio de la Asocia- ción, sino que con su admirable elocuencia, casi rival de la de O'Connell, ha contribuido sobremanera, así en el parlamento como en las reuniones populares, al triunfo de la causa de Irlanda. 20 BIOGRAFÍAS [12, 33-341 siete millones de almas, en actitud imponente, como un ge- neral al frente de su ejército, y que aguarda la respuesta de un parlamentario para obrar en consecuencia ; y a este argumento no le encontraba solución la cámara de los Lores. En vano el arzobispo de York y el obispo de Durham, teme- rosos del golpe que amenazaba a la Iglesia protestante, com- baten el bilí de emancipación porque no deja a la Iglesia establecida las suficientes garantías ; en vano se esfuerza lord Eldon en suscitar obstáculos, alarmando la conciencia de los lores con el recuerdo del juramento que prestan sus señorías, en que declaran que las prácticas de la Iglesia ro- mana son idólatras; todo es en vano: ni el gobierno ni la cámara podían olvidar las significativas escenas de la elec- ción de Clare. Ya que hemos pronunciado este nombre, quizás no des- agradará a nuestros lectores el que les demos noticia del ruidoso suceso que acabamos de mentar, porque al paso que retrata al vivo la popularidad de O'Connell y la fuerza de la Asociación, sirve a fijar el momento decisivo en que princi- piaron la derrota de la aristocracia inglesa y la libertad de Irlanda. A la época de que hablamos (en 1828) estaban los católi- cos privados de ejercer cargos civiles y militares ; pero para entrar de miembro de la cámara de los Comunes tenían, además, otro embarazo, que era el que todo diputado antes de ocupar su puesto en la cámara debía prestar juramento a la Supremacía protestante; o, en otros términos, al supremo poder || del rey de Inglaterra en materias eclesiásticas. Es decir, que O'Connell encontraba dos barreras antes de en- trar en la cámara: la una el ser católico, que por consi- guiente podía acarrear la anulación del acta electoral, y des- pués la del juramento ; porque es bien claro que O'Connell no quería reconocer la Supremacía protestante, pues que en tal caso se hubiera separado de Roma y dejado de ser cató- lico, haciendo así traición a su conciencia y perdiendo de un golpe toda la popularidad en su patria. A pesar de ta- mañas dificultades, O'Connell no se arredró, y ofreciéndose la oportunidad de las elecciones del condado de Clare se pre- sentó como candidato en competencia con Fitz-Gerald. El golpe era atrevido, pero no podía ser más acertado. Triunfan- do O'Connell en las elecciones, se ponía a la cámara inglesa en un conflicto muy duro; porque, o había de luchar abier- tamente con el pueblo irlandés, rechazando al nuevo elegi- do, o había de abrir un camino de conciliación. Es decir, que había de reformar la legislación relativa a los católicos, había de emanciparlos. La Asociación tomó sus medidas, la Irlanda se puso en agitación y la Inglaterra fijó sus miradas sobre lo que iba a [12. 34-36] O CONNELL 21 suceder en aquella escena. Sale O'Connell de Dublin acom- pañado de otros jefes católicos, y a su paso todo se pone en movimiento; su tránsito es un continuado triunfo, el entu- siasmo llega a su colmo. Los pueblos de la carrera se ilumi- nan como por encanto, una muchedumbre inmensa se agolpa para verle de cerca, los párrocos salen a recibirle como si fuera una autoridad de primer orden, y le dirigen afectuosas y entusiastas alocuciones. || O'Connell entra en las iglesias, asiste al santo sacrificio, y al salir dirige a la muchedumbre su palabra infiamadora. «¡La redención de la Irlanda se acer- ca!», exclama con acento prof ético, y el pueblo se agita como la selva azotada por el huracán, levántanse al cielo millares de brazos y es interrumpido a cada paso con estrepitosos aplausos. Todos los que pueden ponerse en camino acuden a Ennis, o para tomar parte en la elección o para presenciar- la ; y los que no pueden siguen con ávidos ojos a la triun- fante comitiva, invocando sobre ella la bendición del cielo. Llega, por fin, O'Connell ; amanece el día de la elección. Una muchedumbre inmensa se agolpa por todas partes ; lle- gan los electores con los sacerdotes al frente, con las ban- deras en alto, en medio del más estrepitoso mido de aclama- ciones, de alaridos y al son de las gaitas y de todo linaje de instrumentos. No es posible concebir la alegría de aquel pueblo sencillo, tan cansado de padecer y embriagado a la sazón de entusiasmo y de esperanza. Todos los resortes se habían puesto en movimiento. Los amigos de O'Connell, los miembros de la Asociación, arengaban a los electores ; el religioso carmelita, el P. Lestrange, se empleaba con ardien- te celo para sostener la decisión de la muchedumbre, y el P. Maguire, franciscano, hombre de mucha influencia en Ir- landa por sus sermones y por una ventajosa controversia sostenida en Dublín contra un ministro protestante, arenga- ba también al pueblo para alentarle y enardecerle. No tenía que habérselas O'Connell con un adversario poco temible. Fitz-Gerald, aunque protestante, no dejaba de ser estimado en Irlanda, a causa de mostrarse |¡ en política favo- rable a los católicos, lo que en lenguaje irlandés es sinónimo de hombre de bien. Tenía además relaciones abundantes, y en el discurso pronunciado antes de la elección supo intere- sar el á nimo de los electores con la memoria de los servicios prestados al país por él y su familia, y conmovió el corazón del auditorio cuando con voz trémula y los ojos arrasados de lágrimas recordó que su anciano padre, hombre muy vene- rado en el país, estaba a la sazón enfermo y en las agonías de la muerte. Pero ¿qué podía la palabra de Fitz-Gerald contra k pa- labra de O'Connell? Apenas comenzó su discurso el grande agitador, se borraron todas las impresiones producidas por el 22 BIOGRAFÍAS [12, 36-38) discurso de su adversario. El auditorio se olvidó bien pronto del protestante honrado, de la familia benéfica y del ancia- no moribundo; la muchedumbre recibía las palabras de O'Connell como la tierra sedienta los raudales de lluvia ; el orador, tocando todos los resortes del corazón, conmovía el auditorio con todo linaje de sentimientos; al mover de su brazo nervudo y de sus espaldas atléticas, al girar de su vista vibrante, al sonido de su voz robusta, sonora, rápida como un torrente, el auditorio, o se agitaba como impulsado por un movimiento mágico, o se quedaba profundamente silencioso, quieto, como petrificado, como herido de un rayo ; y cuando el orador conoció que habían vibrado ya todas las cuerdas del corazón calló, y en pos del estrepitoso hurra para O'Con- nell, que se levantó por todas partes, quedó elegido por una mayoría de mil setenta y cinco votos. Vencida la primera dificultad quedaba la segunda, || no menos embarazosa y que parecía insuperable. Bien lo sabía O'Connell, bien sabía que negándose a prestar el juramenta protestante no se le permitiría sentarse en los escaños del parlamento ; pero la osada empresa se había comenzado, y comenzado bien ; y era menester llevarla a cabo. De todos modos estaba resuelto O'Connell a reclamar su puesto de diputado, pero los acontecimientos marchaban aprisa, pues que entre tanto se aprobó en las cámaras inglesas el bilí de emancipación de los católicos, merced en buena parte a la ruidosa elección de Clare. ¿Qué lograba O'Connell presen- tándose a reclamar su puesto en la cámara de los Comunes, y arrostrando una negativa segura? Mucho, muchísimo; porque, provocando una escena en que se le veía salir de la cámara por no querer prestar el juramento, interesaba en su favor a todos los hombres amantes de las convicciones sin- ceras y de la firmeza de ánimo en defenderlas, ponía en abierta lucha a la Inglaterra con Irlanda, enardecía el espí- ritu público del país, presentaba en escena al derecho lu- chando cuerpo a cuerpo con la ley ; en su persona y en la del presidente de la cámara se personificaba vivamente la Ir- landa católica oprimida por la Inglaterra protestante: es decir, que desacreditaba la ley, manifestaba a la luz del día su injusticia y tiranía, la hacía imposible. Preséntase O'Connell en la sala del parlamento ; la ley de emancipación se había votado ya, pero como él había sido elegido antes, el presidente, fundado en que la ley no podía tener efecto retroactivo, le exige el juramento. O'Connell se niega a prestarle ; el presidente le intima que se retire, y O'Connell se || retira seguido por la vista de un inmenso concurso que no se sacia de contemplarle. Así, aunque dero- gada ya de antemano la ley opresiva, acabó O'Connell de hacerla pedazos, asegurando el completo triunfo y desarrollo [12, 38-39] O'CONNELL 23 del sistema de libertad que había empezado a recabar en favor de los católicos. Anulada su elección, vuelve a Irlanda a pedir de nuevo los sufragios de los electores de Clare. Ningún triunfador del mundo se vió jamás rodeado de ma- yor entusiasmo. Figúrense nuestros lectores a O'Connell atra- vesando la Irlanda en un coche descubierto, escoltado por más de cuarenta mil personas, saliéndole los pueblos al en- cuentro embriagados de contento y de esperanza, arrojando flores al libertador y colmándole de bendiciones; figúrense, si pueden, a la tumultuosa comitiva entrando en Clare a la una de la noche, rodeado el carro triunfal de hachas, de pal- mas, en medio del bullicio de toda la población del condado, entre el estrépito de las aclamaciones y de las músicas; a los hombres levantando sus brazos y sus picas, las mujeres agitando sus pañuelos y alzando en alto a sus niños para mostrarles al libertador; y figúrense sobre todo a O'Connell, en pie sobre su carro triunfal, exaltada su alma con el gran- dor del espectáculo y con la embriaguez del triunfo, cente- lleando en su rostro y en sus ojos las emociones tiernas, los sentimientos generosos, el ardor tempestuoso que a porfía agitan su pecho ; contemplen su fisonomía realzada por el resplandor de las antorchas, sus gestos irregulares por la agi- tación y el movimiento y arengando entre tanto a la multi- tud, dominando con su voz el estrépito que le rodea ; figú- rensele empleando aquella || elocuencia a la vez elevada y familiar, a la vez aterradora y tierna, a la vez enérgica y blanda, con que sabe remover el corazón de las masas ; figúrense, si pueden, este cuadro y vean si les presenta la his- toria otro más grandioso e interesante. Nadie se atrevió a competir con O'Connell ; y a la verdad que era excusado. Después de tanto triunfo, hasta las formas hubieran podido ahorrarse. Aquella segunda elección produ- jo en O'Connell una emoción profunda ; y en el discurso di- rigido a la inmensa muchedumbre que le rodeaba, se elevó su elocuencia a un punto en que nada tenía que envidiar a los más ilustres oradores antiguos y modernos. Creemos que los lectores nos agradecerán el que les presentemos una breve muestra ; he aquí cómo terminaba su discurso dirigido a un auditorio de cuarenta mil almas : «En presencia de mi Dios, y con el más profundo sentimiento de la responsabi- lidad que consigo llevan los solemnes deberes que por dos veces me habéis impuesto, irlandeses, yo los acepto ; y la se- guridad que tengo de cumplirlos Ja fundo, no en mis fuer- zas, sino en las vuestras. Los hombres de Clare saben que la sola base de la libertad es la religión ; habéis triunfado, pero vuestro triunfo es debido a que la voz que se levanta en fa- vor de la patria se había exhalado de antemano en plegarias al Señor. Los cánticos de libertad se oyen ya en nuestras 24 BIOGRAFÍAS [18, 39-41] verdes campiñas, recorren las colinas, han llenado los valles, murmullan en las ondas de nuestros ríos ; y nuestros torren- tes responden con voz de trueno a los ecos de nuestras mon- tañas : ¡La Irlanda es libre!» || Entró O'Connell en la cámaxa de los Comunes en marzo de 1830; y en su nueva posición ha sabido conservar el alto concepto que antes se había adquirido. Su elocuencia, más propia para las reuniones populares que para una asamblea de fríos políticos, se ha mantenido, no obstante, en su eleva- da reputación; y el tribuno de Irlanda ha sabido manifes- tarse también como distinguido orador parlamentario. Con- servando en la cámara aquella superioridad que le granjean sus talentos, su elocuencia y la energía de su carácter, es el caudillo único del partido irlandés; y su voto es el voto de todos los diputados irlandeses. Por esto se ha llamado a esta fracción de la cámara la cola de O'Connell. Seguirle en su vida pública desde que entró en la cámara sería trazar la historia de las vicisitudes políticas de la Gran Bretaña ; porque es imposible dar un paso, ni en las discu- siones más importantes ni en las crisis ministeriales, sin en- contrarse con O'Connell ; con ese O'Connell que persigue, que acosa a todos los partidos que se suceden en el poder, que no les deja descanso hasta haberles arrancado una con- cesión, o haberlos derribado del mando. Largo, sería el entrar en pormenores sobre la vida pública de O'Connell en los últimos once años ; y además fuera inútil, porque su historia es demasiado conocida. Así, nos limitaremos a señalar en ge- neral el rumbo de su política, presentando además algunas reflexiones que, sin 'dar sobrada extensión a nuestro trabajo, no carecerán quizás de provecho. Se ha dicho que la política de O'Connell ha sido variable ; esto es verdad hasta cierto punto, y no |j depende de otra causa sino de la misma fijeza del pensamiento, única guía de su conducta. La mejora de la suerte de Irlanda: éste es su norte, y a él se dirige por el camino que le parece más conveniente. Se modera o se exalta ; forma alianza con un ministerio o le declara guerra a muerte ; demuestra simpa- tías por un partido o rompe bruscamente con él y le ataca sin miramiento : todo es cuestión de circunstancias, y éstas subordinadas siempre al interés de Irlanda. ¿Las circuns- tancias reclaman templanza? El ímpetu del orador se mode- ra, su lenguaje es pacífico, sus consejos rebosan de pruden- cia ; en las reuniones populares, en los banquetes, en el par- lamento emplea aquel género de elocuencia que amansa las pasiones populares, que sólo tiene fuerza para mantenerlas en el grado de calor y de movimiento necesarios para pre- servar de la flojedad y descuido. ¿Amenaza el peligro? El río que corría pacíficamente por el hondo cauce con sosegado [12, 41-43] OCONNELL 25 murmullo se hincha, se levanta, espuma contra las rocas que le encajonan y se desborda con estrepitoso bramido. ¿Creéis que en su alianza con el partido whig había per- dido O'Connell su primitiva energía, o que los años habían enfriado su corazón? Os engañabais: el león dormía, y a su primer rugido tembló el ministerio tory, aun antes de tomar las riendas del mando. Era en la sesión del 27 del pasado agosto, y el viejo tribuno rompía ya las hostilidades con el futuro ministerio Peel, haciéndolo con todo el arte de que es capaz su talento amaestrado con tan larga experiencia y con todo el brío y energía de su corazón fogoso. Las leyes so- bre cereales habían sido |] el principal tropiezo del ministerio whig; quiere O'Connell concitar contra el ministerio tory las pasiones de la clase menesterosa y hácelo presentando la cuestión bajo su aspecto más crudo e irritante. «La cuestión, dice el sagaz orador, no puede ser más sencilla: trátase de si el pueblo ha de comer el pan barato o caro ; si se quiere que viva o que muera.» Ataca en seguida al partido tory con toda la vehemencia de un joven de treinta años, y manifiesta los temores que le atormentan con respecto a la suerte de la Irlanda ; pero tomando nuevo aliento a la vista del peligro, termina su discurso con las siguientes palabras, que produ- cen en la cámara una sensación profunda: «Jamás ministe- rio alguno se habrá visto rodeado de mayores peligros ; sean cuales fueren los ministros, los invito a pesar bien en su áni- mo la verdad siguiente: el hombre reducido a la extremi- dad aprovecha la ocasión de Dios; tarde o temprano será preciso hacer justicia a la Irlanda.» La vehemencia con que ataca O'Connell a los torys se explica fácilmente considerando que no todos los hombres de este partido son tan templados como Peel, y que a la som- bra del nuevo ministerio esperan los protestantes más faná- ticos empezar de nuevo su conducta reaccionaria contra los católicos. Sabido es que uno de los principales embarazos con que tiene que luchár la prudencia y firmeza de Peel es la exaltación de algunos de sus partidarios ; y aunque no dudamos que este hombre ilustre sabrá mantenerse en el sis- tema de moderación que ha anunciado en su famoso dis- curso, no debe admirarnos que se ponga en actitud hostil contra el nuevo ministerio el hombre || sobre quien gravita la responsabilidad de los intereses de Irlanda. Si duros y violentos nos parecen sus ataques, debemos también recor- dar que son en gran parte provocados por ese partido furio- so que declama todavía contra el catolicismo con toda la fogosidad y virulencia que pudo hacerlo el mismo Lutero. ¿Quiérese que la Irlanda se mantenga en calmosa indiferen- cia cuando todavía oye decir «que el catolicismo es la reli- gión del diablo, que sus sacerdotes no tienen más honradez 26 BIOGRAFÍAS [12, 43-44] que los de Mahoma, que no son más puros que los del pa- ganismo, que son tan inhumanos como los de Jaggernaut»? ¿Cuándo uno de los nuevos ministros, el lord Canciller, lord Lyndhurst, se ha mostrado tan ciego enemigo de los irlan- deses llamándolos «extranjeros por la sangre, por la lengua y por la religión»? Sin duda que ningún hombre sensato aprobará el lenguaje virulento y hasta injusto de O'Connell, cuando atacando a los torys les echa en cara nada menos que el feo borrón de traidores a su reina, y cuando proclama la libertad civil y religiosa con una exageración que no po- dría ser de provecho ni a la misma Irlanda ; pero unos ex- cesos se explican por otros excesos, y cuando la provocación es tan irritante no es extraño que el ataque sea también des- medido y violento 7. A pesar de los excesos que hemos reconocido en || O'Con- nell, y que somos los primeros en desaprobar, no puede ne- garse que su demagogia ofrece un carácter que hace sumo honor a la rectitud y pureza de sus miras, y que muestra so- bremanera lo saludable de la influencia del catolicismo; carácter sobre el que no sabemos que se haya llamado to- davía la atención, sin embargo de que presenta un contras- te rnuy notable entre O'Connell y los demás tribunos anti- guos y modernos, y entre el catolicismo y todas las sectas, ya religiosas, ya filosóficas. Jamás pueblo alguno se quejó con más razón que el pue- blo de Irlanda ; jamás hombre alguno alcanzó popularidad tan grande y duradera como O'Connell; jamás se amontona- ron más combustibles para una conflagración espantosa; sin erríbargo, y a pesar de tantos años como lleva ya la lucha, a pesar de que bastaría que O'Connell gritase «a Zas armas», todavía se conserva en paz la Irlanda, todavía no ha reven- tado la revolución. Recórrase la historia antigua y moderna, y es bien seguro que no se encontrará un ejemplo semejante. Los demagogos no se han contentado jamás con meros dis- cursos; cuando se han sentido con bastante influencia sobre el pueblo, cuando han visto que la revolución sería popular y encontraría apoyo en las masas, han pasado siempre a vías de hecho ; y el poder, atacado primero con discursos, lo ha sido en seguida con las armas. En Irlanda al contrario: a 7 Hablando el Times, periódico tory, de los insultos dirigidos por los protestantes a los católicos, dice: «Semejante lenguaje es insensato y profano; y excita un verdadero disgusto en las perso- nas juiciosas. Los agitadores de la asociación protestante han hecho más papistas que protestantes... ¿Cómo puede menos de irritarse hasta el último extremo el carácter impetuoso de los irlandeses al ver que los ministros de la Iglesia establecida agotan el diccionario de taberna para insultar lo más sagrado que hay a los ojos de los católicos?» [12, 44-46] O'CONNELL 27 medida que se ha creado un gran centro de agitación política y religiosa en la || Asociación Nacional, las insurrecciones parciales se han disminuido notablemente; y se ha visto el extraordinario fenómeno de siete millones de hombres opri- midos y hambrientos, limitándose por espacio de muchos años a quejas y amenazas. Recientes son las guerras civiles provocadas por los protestantes, recientes son las revolucio- nes promovidas por los llamados filósofos; y por cierto que no pueden presentarnos ejemplo de tanta paciencia y longa- nimidad. Léase la historia y se verá que tanto el protestan- tismo como la filosofía para acudir a las armas sólo han es- perado ser fuertes ; para ambos nunca ha sido cuestión de moralidad, sino de oportunidad. Consignamos este hecho notable, que en nuestro juicio es el resultado natural de haberse combinado en Irlanda el ele- mento democrático con el religioso-católico, y de que la fo- gosidad del primero ha sido templada y detenida por el es- píritu pacífico y prudente del segundo. En efecto, la norma de conducta del catolicismo en la civilización de los pueblos es ésta : reformar sin destruir ; regenerar, pero contando con la acción del tiempo, nunca con trastornos, nunca con baños de sangre. No obstante, y a pesar de la influencia amansadora del catolicismo, no nos hacemos ilusiones sobre la verdadera si- tuación de las cosas; y mucho dudamos que el animado drama en que ha figurado O'Connell como el principal per- sonaje pueda llegar a un desenlace pacífico. En el porvenir de Irlanda hay la revolución. Los católicos están emancipa- dos, disfrutan de los mismos derechos civiles y políticos que los protestantes; pero la cuestión no está toda aquí; la || cuestión de Irlanda es más profunda, afecta el corazón de la sociedad, como que está íntimamente enlazada con el siste- ma de propiedad territorial. La cuestión de Irlanda es cues- tión de pan: cerca de tres millones de mendigos con dos millones más de miserables poco menos desgraciados que los primeros, en un pueblo cuyos propietarios cuentan su renta anual por millones, es un problema demasiado grave para las fuerzas humanas; la política del hombre no alcanza a resolverle pacíficamente ; sólo nos falta saber cuándo sona- rá la hora en los arcanos de la Providencia, o, para valemos de las proféticas palabras de O'Connell, cuándo vendrá la ocasión de Dios. Cuando llegase esta hora sería un inmenso beneficio para la Irlanda el que tuviese a su frente a un hombre como O'Connell ; que si tal dicha pudiera caber a ese desgraciado país, no sería perdido el sacrificio que hicie- ra, soportando por algún tiempo más la pingüe renta con 28 BIOGRAFÍAS [12, 46-48] que todos los años asegura la subsistencia, el decoro y el esplendor de su tribuno rey 8. || Las clases, como los individuos, expían sus crímenes ; y la aristocracia inglesa, que, según la expresión de sir Francis Burdett, ha dejado en Irlanda una huella sangrienta, se ve amenazada de recibir el castigo. Con las expoliaciones y con un sistema opresor y cruel ha llegado a arraigar en Ir- landa el pauperismo, como una lepra incurable ; pero el pauperismo se ha pegado también a la Inglaterra y progre- sando de un modo espantoso amenaza su porvenir con funes- tas catástrofes. Su actual crisis es más bien social que polí- tica, porque no se trata ya de la abolición de privilegios más o menos honoríficos, o de extensión de derechos que garanti- cen más o menos influencia ; la cuestión se ha colocado en un terreno resbaladizo, altamente peligroso, donde toman parte muy fácilmente las pasiones de la clase más numero- sa. Cuando lord Russell para conservar el poder y O'Connell para atacar a los torys han || dicho que la cuestión estaba en si el pueblo había de tener el pan barato o caro, pueden estar seguros de ser entendidos por todas partes y de excitar en las clases menesterosas simpatías vivísimas. La aristocracia inglesa se ha lamentado amargamente de O'Connell ; pero se ha olvidado de que la muerte de su temi- ble adversario, que sería una calamidad para la Irlanda, qui- zás lo fuera también para la Inglaterra. En efecto: supón- gase que muere O'Connell y que, heredando algún otro más 8 El verdadero rey de Irlanda no podía estar sin su lista civil; y en efecto, el pueblo irlandés paga todos los años a O'Connell una crecida suma para que pueda alternar dignamente con los aristó- cratas ingleses. El hecho es digno de ser contado. Si bien no puede decirse que O'Connell fuese rico, no obstante su padre le había dejado lo necesario para vivir acomodadamente; y habiendo heredado de un tío suyo bienes de alguna considera- ción, y ejerciendo la profesión de abogado, que por sí sola le propor- cionaba crecido lucro, podía sostener su posición particular con de- cencia y hasta con esplendor. Pero consagrado enteramente a la causa de Irlanda, ha tenido que abandonar su profesión y descuidar sus intereses; y así es que para que pudiera mantenerse en su alta posición política ha sido menester que se le ayudase con un crecido subsidio. El pueblo irlandés se le ofrece con mucho gusto, llegando al extremo de que hasta los mendigos, al recibir la limosna, sepa- ran una parte de ella para la renta de O'Connell. Ha sucedido a varios viajeros que, dando algunas monedas a un mendigo, le han visto poner alguna cosa aparte, diciendo: «Esto para la renta de O'Connell.» Hasta los monacillos de las iglesias recogen para este objeto; y gracias a la buena voluntad del pueblo se reúne cada año una suma muy crecida. En 1835 pasó de 514 000 francos. Esto da motivo a los torys para llamarle el rey mendigo; paro hecha la cosa con tanta publicidad, con tan buena voluntad de parte del pueblo, y mediando la necesidad evidente en un hombre que hace tantos viajes, de tantas relaciones y que ocupa una posición en que son indispensables crecidos gastos, no vemos que resulte al honor de O'Connell ni mengua ni desdoro. [12, 48-50] O'CONNELL 29 o menos parte de su popularidad, no se contentase con in- vectivas y amenazas, sino que, prevaliéndose de la eferves- cencia de los ánimos en alguna de aquellas situaciones críti- cas que tan a menudo se ofrecen en un país como la Irlanda, provocase una revolución, ¿qué podría suceder? La Ingla- terra ha sofocado muchas insurrecciones, pero no le fuera tan fácil ahogar una revolución. Antes había el hambre, la desesperación, la sed de venganza; ahora mediarían también estas causas, pero secundadas por el espíritu nacio- nal creado por O'Connell, dirigidas por la Asociación, que tan vastas y profundas relaciones tiene en el país ; antes te- nía que habérselas la Inglaterra con obscuros conspiradores, ahora se encontraría con revolucionarios entendidos, con hombres amaestrados en los debates, en los manejos de la carrera política. Lo que antes eran bandas de insurgentes podría convertirse en cuerpos de ejército, y las nocturnas reuniones de los conjurados en imponente asamblea na- cional. Todos los revolucionarios de Inglaterra tienen la vista fija en Irlanda, todos la consideran como la || gran palanca que ha de ejercer la principal fuerza en el movimiento trastor- nador. Léanse los discursos de los carlistas pronunciados en las turbulentas reuniones en que procuran inflamar el áni- mo de la muchedumbre: la mejora del estado de Irlanda, la revocación de la unión, la alianza con la Irlanda, claman a voz en grito ; y no siempre se encontrarán hombres tan ín- tegros como O'Connell que rechacen con loable franqueza tamañas ofertas. La conducta de O'Connell ha sido en estas circunstancias muy noble y consecuente. Nunca ha tenido reparo en prestarse a ciertas avenencias que, sin comprome- ter sus principios, pudiesen ser provechosas a su patria ; pero al presente se trataba de que el pueblo irlandés se aliase con hombres de principios irreligiosos, y el honrado y reli- gioso tribuno no ha querido permitirlo. He aquí sus palabras en un discurso que pronunció en una reunión tenida en Du- blín a principios del corriente mes: «M. Hayes, en una re- unión tenida poco ha en Cork, recomendó al pueblo la alian- za con los cartistas, que quieren abreviar la duración del parlamento y dar más extensión al derecho electoral. Por lo que a mí toca, rechazo esta moción ; no quiero asociarme con los cartistas, porque soy el enemigo de la fuerza. No quiero ni la cooperación ni el socorro de parte de unos hombres cu- yas declamaciones antirreligiosas me inspiran un profundo desagrado. El pueblo irlandés es moral y religioso, y no ne- cesita semejantes auxiliares. La conciencia de los cartistas está manchada con demasiados crímenes para que pueda yo jamás aceptarlos como aliados.» En otra reunión numerosa tenida en Londres el || 30 del 30 BIOGRAFÍAS [12, 50-51] pasado agosto, después de haber pintado con los más negros colores la injusticia y crueldad de que por tanto tiempo ha sido víctima la Irlanda, y de haber manifestado su firme pro- pósito de trabajar incansable para obtener la revocación del acta de unión, decía estas notables palabras : «Para hacer cesar la esclavitud y restablecer la independencia nacional no debemos apelar a la violencia ni a la efusión de sangre ; lo proclamo aquí ; la mejora de nuestras instituciones no po- demos obtenerla sino por medios virtuosos.» Hombres que al comenzar la oposición contra un ministerio del cual nada se prometen de bueno se expresan, no obstante, con un lengua- je tan noble y templado, son acreedores a la estimación ge- neral y merecen que se les toleren con indulgencia los exce- sos a que los arrastra su posición difícil y resbaladiza. Lo repetimos : el día en que baje a la tumba el adalid de Irlanda, el día en que se vea a un pueblo inmenso llorando inconsolable sobre las cenizas de su libertador, el día en que haya desaparecido de la arena ese adversario tan temible a la aristocracia inglesa, este día podrá ser el principio de una nueva dirección del espíritu público en Irlanda y de gravísimas complicaciones para el Reino Unido. La demo- cracia es un elemento difícil de conservarse en su pureza: está siempre en inminente peligro de ser extraviado por in- tenciones pérfidas, de ser corrompido por pasiones bastardas. La revocación de la unión va haciéndose cada día más popu- lar ; en las actuales circunstancias un parlamento irlandés se convertiría desde luego en asamblea constituyente, || y la revolución política llevaría por necesario resultado una re- volución social de las más profundas. ¿Y quién asegura que en medio de la tempestad pudiera hacerse oír la voz del ca- tolicismo y que no fuesen desoídas sus severas doctrinas so- bre el respeto que se debe a la propiedad? Una revolución en Irlanda gravitaría precisamente hacia ese punto fatal: la violación de la ■projñedad; es decir, que tendría uno de los caracteres más terribles que puede presentar una revo- lución. La Inglaterra conoce estas verdades, y se opondrá con todas sus fuerzas a que se dé el primer paso en la peligrosa pendiente. Con los trastornos que hemos indicado se vería gravemente comprometida su tranquilidad interior, de suyo ya bastante amenazada por funestos gérmenes que se van desarrollando, y además dejaría de ser inaccesible a los ata- ques de las potencias del continente. ¿Conseguirá llegar salva a puerto en medio de tantos escollos? Este es un se- creto de la Providencia ; pero si la orgullosa Babilonia pe- reció, si Roma fué aplastada bajo la planta de los bárbaros, la reina de los mares podría también tener señalado un momento fatal en los decretos del Eterno. Una revolución [12, 51-52] O CONNELL 31 podría desarrollar más y más los numerosos gérmenes de muerte que abriga en su seno y llevarla a la disolución ; y una expedición afortunada conducida por un nuevo Hoche y apoyada en la Irlanda podría quizás manifestar que el enorme coloso tiene los pies de barro. Entonces, cuando ven- drían los viajeros del Oriente y del Ocaso, del Aquilón y del Sur, a contemplar el abatimiento de la altiva Albión, pasa- rían a Irlanda a visitar el || sepulcro de O'Connell, y dirían : «Aquí yace el hombre que pregará la caída del coloso; O'Con- nell no pensaba ser más que el libertador de Irlanda, y fué el vengador del mundo.)) \\ El abate de Ra vignan * Sumario. — Los hombres eminentes de la Francia se hallan colocados en mejor posición para ejercer influjo en los demás países. Na- cimiento y primera educación de Ravignan. Ravignan, aboga- do y substituto de procurador del Rey en el Tribunal del Sena. Su renuncia y entrada en el Seminario de San Sulpicio. Carta que le dirigió el procurador del Rey M. Bellard. Su entrada posterior en el Instituto de los jesuítas. Ravignan, profesor de estudios eclesiásticos. Su primera conferencia en Nuestra Señora de París el 12 de febrero de 1837. Segunda conferencia el 19 El asombroso concurso a sus sermones. Nada de cuanto puede influir sobre los destinos de la Francia debe ser indiferente a los ojos de un observador de las sociedades modernas, porque lo que tiene acción sobre aquélla lo tiene sobre éstas. Así es de la mayor importancia el fijar la atención sobre los grandes hombres que descue- llan en este país, porque, aun suponiéndolos de dimensiones más pequeñas que los hombres eminentes de otros países. * [Nota bibliográfica. — Estos apuntes (así los llama Balmes» fueron fechados en París el día 28 de mayo de 1842 y publicados en La Civilización, cuaderno 21, correspondiente a la primera quincena de julio del mismo año (vol. II, pág. 403). Al llegar Balmes a París en su primer viaje encontró al P. Ravignan en la plenitud de su apostolado apologético en la cátedra de Nuestra Señora, y asistió con grande afán a sus conferencias, encontrando allí lo más granado de la sociedad francesa de Chateaubriand para abajo. Fué introdu- cido también al trato familiar con el insigne jesuíta. Con esto que- da explicado el calor de simpatía que respiran estas páginas. En el mismo cuaderno de La Civilización (págs. 417 y siguientes), don Joaquín Roca y Cornet extracta y comenta algunas de las conferen- cias de este ciclo, que ya era el quinto. No se hizo otra edición. El sumario que sigue lo hemos hecho nosotros. Nota histórica. — El P. Gustavo Javier Lacroix de Ravignan na- ció en Bayona el día 1.° de diciembre de 1795. En 1814 sentó plaza de voluntario realista, llegando al grado de lugarteniente de caba- llería. Después siguió la magistratura, hasta que el día 2 de no- viembre de 1822 entró en la Compañía de Jesús. Terminada la ca- rrera enseñó dos años teología. El 1838 empezó sus conferencias en Muestra Señora de París, que duraron hasta 1846, en que cayó en- fermo. Murió en París el día 26 de febrere de 1856 ] [12, 55-57] EL ABATE DE RAVIGNAN 33 se hallan indudablemente colocados en una posición más a propósito, sea para el bien, sea para el mal. Sin entrar aho- ra en investigaciones sobre el conjunto de causas morales y aun físicas que contribuyen a la producción de semejante fenómeno, causas en cuyo señalamiento andarían muy dis- cordes las opiniones, |¡ menester es confesar un hecho que salta a los ojos de todo el mundo, cual es que la nación fran- cesa tiene algo de más comunicativo que las demás de Euro- pa. Esto ni es un título de superioridad ni tampoco es siem- pre una ventaja; no juzgo el hecho, no hago más que con- signarlo. Pero lo cierto es que si una idea, si una institución se han de generalizar, si han de extenderse por todo el mun- do, es necesario que vayan a Francia a buscar, por decirlo así, el sello de cosmopolitismo; cuando se hayan difundido por la Francia pueden estar seguras de su propagación por el universo. Para este efecto no sirven tanto ni la altanera seriedad del inglés, ni la meditabunda flema del alemán, ni la sesuda gravedad del español ; necesítase algo de aquella flexibilidad, de aquella ligereza, de aquella prontitud y vi- vacidad que caracterizan el genio francés; a veces hasta conviene aquel entusiasmo que en otros países se calificaría de atolondramiento y que, no obstante, es uno de los vehícu- los más seguros y eficaces de una propagación rápida y ex- tensa. Cuando digo esto, que es como un preámbulo de la grave materia que me va a ocupar, no tengo la insensata preten- sión de explicar por causas naturales los prodigios de la gra- cia en los grandes senderos marcados por la Providencia para el progreso del catolicismo. Semejante pretensión esta- ría en desacuerdo con mis creencias, pues que convertiría la obra de Dios en obra de la mano de los hombres. Pero ¿por qué no me ha de ser permitido hacer observar la sabiduría de Dios en escoger por foco de una regeneración religiosa y social el mismo país que || medio siglo antes lo fuera de im- piedad y de ateísmo? ¿Por qué dejaríamos de admirar los altos designios del Eterno en hacer servir para el bien las mismas calidades que sirvieron para el mal? ¿No es esto, por ventura, lo mismo que en cierta manera ha reconocido el Vicario de Jesucristo, dejando que continuase en Francia el centro directivo de la Obra de la Propagación de la Fe, que tantos y tan pingües frutos ha producido en la viña del Señor? La gracia no destruye la naturaleza: Dios en la pro- fundidad de sus arcanos se vale de las causas naturales para contribuir a los efectos sobrenaturales, porque, como centro infinito de luz y de vida, fecunda con su palabra omnipo- tente la naturaleza, como fecundó en el principio de los tiempos el caos y la nada. Estas reflexiones eran indispensables para comprender en 3 34 BIOGRAFÍAS [12, 57-59] toda su extensión la importancia del objeto que nos va a ocupar, y para que se conociese que los grandes hombres suscitados en Francia por la diestra del Excelso para la de- fensa y esplendor de la religión católica son como otras tan- tas lumbreras colocadas sobre el candelabro para la ilumi- nación del mundo. Así debemos esperarlo cuando vemos que la patria de Voltaire es también la patria de Ravignan. Este nombre ilustre es ya conocido en España, pero qui- zás no lo sea lo bastante para excitar todo el interés a que se ha hecho acreedor. No me propongo escribir una biogra- fía cumplida, sino consignar algunos apuntes, por si en algo pudiesen interesar la curiosidad de los lectores. Aún más: el escribir esta biografía no fuera posible tampoco, por || la sencilla razón de que faltan noticias detalladas sobre la vida del hombre que es su objeto. Difícil se hace de creer que un hombre de celebridad europea sea casi desconocido del pú- blico en lo tocante a las particularidades de su persona ; y, no obstante, nada hay más cierto ; bastando decir que en la biografía del clero contemporáneo que se está publicando en esta capital se encuentran muy escasas noticias sobre los por- menores de la vida de este hombre extraordinario. ¡Tanto es el retiro en que vive! ¡Tanto el cuidado que emplea su humildad en ocultarse de los ojos de los hombres! La exis- tencia de Ravignan pasaría desapercibida como un grano de arena en la inmensidad del océano si, no apareciendo de vez en cuando en la cátedra de la verdad como un ángel del cie- lo para anunciar la palabra del Señor, no fijase por algunos momentos la atención de un mundo ligero y corrompido, atrayéndole como por encanto alrededor de su humilde per- sona, teniéndole suspenso de sus labios con el hechizo de su palabra, y arrancándole un homenaje a la verdad con la irresistible fuerza de su lógica elocuente. M. de Ravignan nació en Bayona en 1795. Sus primeros años nada ofrecen de particular, y por ahora no se cuentan de él ninguna de aquellas anécdotas interesantes de que, con más o menos fundamento y verosimilitud, suele com- placerse la admiración pública en rodear la cuna de los gran- des hombres. Sin embargo, no puedo pasar por alto una par- ticularidad que conviene notar como de alta importancia para demostrar una verdad muy sabida por cierto, pero no bastante atendida, cual es la influencia || de las madres en los destinos de sus hijos. La respetable madre de M. de Ra- vignan era una mujer sobremanera piadosa que procuraba educar a sus hijos en el santo temor de Dios y en la práctica de las virtudes cristianas. Así, después de haberse observado ya la influencia que tuvieron la madre de Voltaire y la de lord Byron podrá también notarse la que ejerció la madre de M. de Ravignan. Es preciso no olvidarlo: a la formación [12, 59-60] EL ABATE DE RAVIGNAN 35 del homlbre intelectual y moral contribuyen un sinnúmero de causas cuya influencia es tanto mayor cuanto es más con- tinua y cuanto más encuentra nuestro entendimiento des- provisto de ideas y nuestro corazón más tierno para recibir todo linaje de impresiones. Y he aquí por qué las madres son las que forman principalmente al hombre ; he aquí por qué no pocas veces debe buscarse en ellas una de las princi- pales causas de la dirección que toma en la carrera de la vida. Pero volvamos a nuestro objeto. Por más escasos que sean los pormenores que se tienen de la vida de M. de Ravignan, sábese, sin embargo, que en su primera juventud y mientras seguía sus estudios de abo- gado conservaba en su corazón la enseñanza recibida en la casa de sus padres, y lo que es más, procuraba ponerla en práctica, no queriendo que quedase estéril como semilla arrojada en terreno pedregoso. Todos los que tuvieron el gusto de conocerle cuando seguía sus estudios recuerdan to- davía con placer la noble sencillez, los modales apacibles, la interesante modestia que formaban el adorno de sus ele- vados talentos, que se iban desenvolviendo cada día más con su aplicación asidua y constante. Concluida su carrera, y habiendo obtenido el || diploma de licenciado en derecho, re- cibióse de abogado en París, y empezó a ejercer su profe- sión con aquel lustre que habían prometido sus felices dis- posiciones. El abogado de veintidós años, que empezaba a granjearse una nombradla brillante, que se veía respetado de cuantos le rodeaban, que colocado en París miraba abier- ta ante sus ojos la doble carrera de la magistratura y de la política, ¿quién dijera que pudiese abrigar ñi el más remoto pensamiento de abandonar el mundo, de vestirse una humil- de sotana y de consagrar el resto de sus días al Señor en la obscuridad del más profundo retiro? Crece todavía de punto la admiración cuando se sabe que, lejos de frustrársele las bellas esperanzas de un brillante porvenir, se le fueron confirmando cada día más, y que apenas se había presentado en la escena del mundo, las dis- tinciones y los honores venían a favorecerle a porfía. A la edad de veintitrés años fué nombrado consejero auditor, y no tenía más que veintiocho cuando ocupaba ya el distin- guido puesto de substituto de procurador del Rey en el Tri- bunal del Sena. En ambos casos portóse de tal suerte que no desmintió las esperanzas que se habían fundado mucho an- tes en las bellas disposiciones de su espíritu; y cuantos le conocían no abrigaban la menor duda de que el joven juris- consulto iba a encumbrarse rápidamente a los primeros pues- tos de la magistratura. Habría pasado un año desde su nombramiento para subs- tituto de procurador del Rey, cuando la gracia había llevado 36 BIOGRAFÍAS [12, 60-62] a complemento la admirable obra que había de desconcertar los livianos pensamientos de un mundo que no conoce otro brillo que || el esplendor de una gloria pasajera, ni otros go- ces que los que alcanza a proporcionar un pedazo de oro. Difundióse de repente entre los amigos y conocidos de M. de Ravignan una noticia que los dejó fríos de asombro. El joven magistrado había hecho renuncia de su destino y había entrado en el Seminario. Su justificación y delicadeza en el ejercicio de sus funciones judiciales, la severa morali- dad de su conducta privada, su estricto cumplimiento de los deberes religiosos, manifestaban ciertamente desde mucho tiempo que M. de Ravignan abrigaba en su mente algo de más grave y elevado de lo que suele acompañar a edad tan temprana y a posición tan halagüeña; pero de aquí a re- nunciar completamente todas las ilusiones de un brillante porvenir, de aquí a entrar en un Seminario y a sepultarse en el retiro para meditar y orar, había una distancia inmen- sa, y pocos hubieran creído que M. de Ravignan la hubiese salvado tan pronto. Hízolo sin embargo, y no alcanzaron a apartarle de su propósito todas las reconvenciones que le dirigieron hasta personas muy sabias y religiosas. He aquí lo que le escribía el procurador del Rey, M. Bellard, contes- tando a la carta en que le había enviado su renuncia, junto con la noticia de su resolución: «Mi querido Ravignan: Si yo, lo mismo que vos, no estuviese desengañado de las ilu- siones humanas, vuestra carta me hubiera afligido profun- damente, y sentiría sobremanera para mí y para el mundo la pérdida de un joven que prometía ser el ornamento de la magistratura y dispensar al país señalados servicios. Sen- tiría vivamente que vos mismo pusieseis tan pronto fin a una carrera empezada || con tan brillantes auspicios y que, lisonjeando noblemente vuestro orgullo, os hubiera ofrecido mil ocasiones de ser útil a la religión, a la sociedad y al Rey, con la profesión de las buenas doctrinas y con una ilustrada distribución de la justicia. Pero por más que me sienta in- clinado a aplaudiros, por el disgusto que me inspira el es- pectáculo de demencia y perversidad a que asisto, creo, sin embargo, que debo en conciencia elevarme sobre esta espe- cie de egoísmo que me lleva más bien a envidiar vuestra re- solución que no a desaprobarla, e invitaros, mi querido Ra- vignan, a que meditéis de nuevo sobre ella. Pensad que es muy grave, que va a imponeros deberes muy austeros, mu- chas privaciones sobrehumanas, y que es menester que os veáis bien seguro de plegaros a ellos hoy, mañana, muchos años, para siempre, vuestra vida entera, sin quejas y sobre todo sin arrepentimiento. »Por lo que a vos toca, si estáis seguro de vuestra perse- verancia, os considero muy feliz en salir de ese tumultuoso [12, 62-64] EL ABATE DE RAVIGNAN 37 teatro, donde siento yo con demasiada frecuencia el tedio de la vida, para no apreciar en su justo valor la dulce paz del alma de que debe de gozar el que, favorecido de Dios, es capaz de vivir lejos de esa desenfrenada escena de pasio- nes, de crímenes y de locura tales, que no creo se haya visto jamás cosa igual en ninguna época. Pero ¿no sería posible que en vuestra resolución cupiera también alguna parte al egoísmo? A buen seguro que, conquistando una posición di- chosa en que escaparéis a todos los peligros, habréis sacado buen partido de las ventajas de la sociedad humana ; pero ¿estáis bien seguro de || que no sacrificáis a vuestro gusto algunos deberes? »Yo venero en el fondo de mi alma a los héroes de la religión que se consagran a esta vida de perfección y de continuos sacrificios, en la que pueden hacer tanto bien a sí mismos y a los demás, con tal que no tengan otras miras que las del cielo y de la caridad; pero un heroísmo semejan- te sólo puede dimanar de la gracia del Todopoderoso, pues que si el héroe da un paso atrás, si vuelve a ser hombre, queda todavía menos que hombre. Mi tierna y sincera amis- tad, mi querido Ravignan, es quien me sugiere esas refle- xiones ; meditadlas bien ; es posible que vuestra empresa espante demasiado mi imaginación, porque no me siento como vos capaz de acometerla ; como quiera, mi afección paternal me obliga a expresarme con tanta libertad. No combato vuestro designio, sólo os invito a que le maduréis bien ; el empeño no está contraído aún, pero si lo fuere al- gún día, yo sólo procuraré afirmaros en él, ansiando viva- mente que en el nuevo estado hagáis tanto bien como podéis hacer en el que vais a dejar.» Reflexiones tan graves y sentidas de parte de un amigo, y de un amigo tan respetable como M. Bellard, uno de los magistrados más distinguidos que hayan honrado la Fran- cia, natural era que produjesen en el ánimo del joven Ra- vignan una impresión profunda. Iba a dejar el mundo, iba a renunciar una carrera brillante para entregarse en la obscuridad del santuario a la oración y al retiro ; y si des- pués no tuviera bastantes fuerzas para proseguir el penoso camino que iba a emprender, ¿qué dirá el mundo?, ¿cómo le será posible soportar la maligna sonrisa de la disipación || y del vicio, que se gozarán en la derrota que en cierto modo sufriría el espíritu de abnegación cristiana? Así es que la sensible alma del joven Ravignan se encontró vivamente afectada al leer las paternales advertencias de un hombre que le amonestaba, con toda la efusión de su alma, de la gra- vedad del empeño que iba a contraer. Pero la gracia del Todopoderoso alcanza infinitamente más allá de las fuerzas humanas. Confirmándose, pues, M. de Ravignan en su pri- 38 BIOGRAFÍAS [12, 64-65] mera resolución, entró en el Seminario de San Sulpicio. Permaneció allí un año y, pasado éste, abrazó el Instituto de los jesuítas. Los curiosos se han ocupado en averiguar las causas de este último paso, entrando, con esta ocasión, en cotejos y en conjeturas de que se abstendrá el que escribe estas líneas. En asuntos de esta clase es necesario mantenerse en pru- dente reserva ; éstos son secretos del interesado y nadie puede lisonjearse de aclararlos con visos de probabilidad. Mejor diremos, son secretos de la Providencia, que hace del hombre lo que quiere conforme a sus insondables designios. Sea de esto lo que fuere, lo cierto es que la Compañía de Jesús pudo aplaudirse por adquisición tan preciosa; y se ve por aquí que la Compañía, salida de sus ruinas, conserva todavía el don que de antes la había distinguido, y es el con- tar entre sus miembros hombres eminentes. El marqués de Pombal y el conde de Aranda no pensaban a buen seguro que en el primer tercio del siglo xix hubiesen de realizarse hechos semejantes. ¡Es tan escasa la previsión del hombre! ... Pero volvamos al intento. Ya se deja suponer que el ilustre substituto de || procura- dor del Rey, trocado en novicio de jesuítas, debía de excitar la curiosidad del público y particularmente de cuantos te- nían proporción de verle de cerca. Pero M. de Ravignan no había entrado en los jesuítas para captarse vana celebridad ; su abnegación no era la de los filósofos antiguos, que se ocul- taban para ser buscados ; era una abnegación enteramente cristiana, que abraza la cruz y sigue a Jesucristo. Así es que, presentando el modelo de las virtudes de un verdade- ro religioso, procuró ocultarse cuanto le fué posible. Y esto con sinceridad, con espíritu de humildad cristiana, dejando a la Providencia el cuidado de ponerle algún día cual luz sobre el candelabro. Rígido observante de las reglas de su Instituto, como el menor de sus hermanos, parecía haberse olvidado completa- mente de que había vivido en el mundo ocupando una posi- ción distinguida. Así es que, al paso que excitaba la admira- ción de todos, se granjeaba también su afectuoso aprecio, adquiriendo al propio tiempo sobre sus compañeros aquel as- cendiente suave y decisivo que sólo puede nacer de una su- perioridad formada de un talento elevado, de una índole amable y de una virtud acrisolada. Nombrado admonitor al cabo de poco tiempo de su entrada en el noviciado, aprove- chó sus felices disposiciones para contribuir al bien de sus hermanos, ejerciendo sus funciones cual era de esperar de su prudencia y de su celo. Su mejor consejero era la ora- ción; allí iba a beber las santas inspiraciones, no sólo para la dirección de su conducta, sino también por lo que le in- [12, 65-67] EL ABATE DE RAVIGNAN 39 cumbía de la de los otros. Al pie de la cruz aprendía || el sublime enlace de la prudencia de la serpiente con la senci- llez de la paloma. La verdadera sabiduría, aquella sabiduría que reconoce por principio el temor de Dios y que está destinada por la Providencia para producir frutos de salud, no entra en un alma malévola, según la expresión del sagrado texto ; seme- jante luz no se alberga en el entendimiento cuando no está puro el corazón. Por esta causa se preparaba M. de Ravi- gnan con el ejercicio de todas las virtudes, antes de acome- ter la difícil tarea de los estudios eclesiásticos, que debían habilitarle para el ejercicio del santo ministerio. Pero cuan- do llegó la hora de empezar su obra se dedicó a esa clase de estudios con todo aquel ardor de que es capaz un alma gran- de que, guiada por una inspiración sublime, se adelanta ge- nerosa hacia el cumplimiento de un alto destino. La Sagrada Escritura, los Santos Padres, los concilios, la historia ecle- siástica formaban el objeto de sus asiduos trabajos, mostran- do en su nueva tarea la misma laboriosidad, el mismo ardor, la misma constancia que había manifestado en el estudio de la jurisprudencia. Que los jesuítas tuvieron en M. de Ravi- gnan un alumno muy aprovechado, y que al ser promovido a profesor se 'granjeó el aprecio y la admiración de sus dis- cípulos, inútil es decirlo, y los lectores lo habrán adivinado desde que le habrán visto entrar en la Compañía. Voy, pues, a fijar la atención sobre el punto de vista bajo el cual ha considerado el P. Ravignan sus estudios eclesiásticos, y cuál ha sido la dirección que ha creído conveniente darles. El dogma de la Iglesia católica es inmutable, porque [| este dogma es la verdad, y la verdad es siempre la misma. La moral de la Iglesia es también inmutable, porque esta moral es el dogma aplicado a los actos humanos, y así es que está también comprendida en el dogma. Depósito sagrado que la Iglesia ha recibido de Jesucristo y que ella no puede enajenar ni mutilar; depósito que ha de comunicar incesan- temente a los fieles transmitiéndole de generación en genera- ción hasta la consumación de los siglos. Por esta causa la Iglesia no puede transigir en materias de dogma ni de mo- ral, y los doctores y los oradores católicos no pueden, sin ab- dicar de este carácter, enseñar a los pueblos otra doctrina que la misma que se ha enseñado desde el principio de la Iglesia. Esto es muy cierto, pero también lo es que la mis- ma doctrina es susceptible de exposiciones muy diferentes, sobre todo cuando se trata de hacerla plausible a los ojos de la razón y de acomodarla a la capacidad y aun al gusto de cada época. San Cipriano, San Agustín, San Juan Damas- ceno, Santo Tomás de Aquino, todos son doctores católicos, todos explican y apoyan la doctrina de la Iglesia, pero, no 40 BIOGRAFÍAS [12, 67-691 obstante, la diferencia entre sus escritos es incontestable, no sólo por lo que toca al estilo, que es propio de cada época y de cada autor, sí que también con respecto a las razones que alegan y al punto de vista bajo el cual presentan la verdad de la doctrina de la Iglesia. Andando el tiempo han ido apa- reciendo otros doctores insignes que han consagrado su vida a la defensa de la fe católica, y en todos se ha podido obser- var el mismo sistema de conducta, esto es, de acomodarse a las necesidades y al gusto de cada época, y no transigien- do || en puntos de dogma, no haciendo al error concesiones sacrilegas, pero sí empleando en pro de la causa de la ver- dad todos los medios que se empleaban de la parte opuesta en apoyo del error. Infiérese de aquí la necesidad que tienen también los escritores y oradores de nuestro tiempo de imitar la con- ducta de sus predecesores, y que, por tanto, deben procurar colocarse en el verdadero punto de vista para apreciar debi- damente el espíritu y las tendencias del siglo en que viven, conociendo los elementos que abriga, así buenos como ma- los: aquéllos para aprovecharlos en la ocasión oportuna, és- tos para que no se ignore dónde debe aplicarse el remedio. He aquí lo que ha procurado hacer M. de Ravignan. ¿Que- réis persuadiros de la exactitud de esta observación? Leed los temas sobre que giran sus discursos, ved las proposicio- nes que asienta, las razones en que las apoya, y notaréis que él ha comprendido el espíritu del siglo y que conoce de qué manera debe lucharse contra ese espíritu con las armas del espíritu de Dios. En su primera conferencia, tenida en 12 de febrero de 1837, ya manifestó el orador su alta penetración cuando se propuso examinar las dos cuestiones siguientes: ¿Cuáles son los elementos favorables al catolicismo que abriga la so- ciedad actual? ¿Cuáles son los contrarios? He aquí dos cues- tiones grandes, inmensas, a la par que difíciles y delicadas : cuestiones sobre que debe fijarse la primera mirada del es- critor y del orador cristiano, pues que de ellas depende nada menos que el acierto en la elección del camino que ha de seguir; cuestiones que no pueden ¡| resolverse por el mero estudio de la historia, porque la historia de lo presente no existe aún, y lo que pasa a nuestros ojos es muy diferente de lo que vieron nuestros mayores ; cuestión que demanda nada menos que una atenta observación de los hechos que nos rodean, una apreciación tranquila de los acontecimientos que se verifican, sin exagerar ni el bien ni el mal, sin trans- formar en realidades lo que no es más que un temor o un deseo. Cuestiones hay que honran, no diremos a quien las resuelve, sino a quien solamente las propone ; porque una de las pruebas de la superioridad es colocarse de golpe en el [12, 69-71] EL ABATE DE RAVIGNAN 41 verdadero punto de vista para la contemplación de los ob- jetos. En su segunda conferencia, tenida en 19 del propio mes, asentó M. de Ravignan esta proposición: El dogma del pe- cado original es la verdadera base de la filosofía de la his- toria. Proposición digna de ser como el punto de partida, de seguir inmediatamente a la propuesta en la conferencia an- tecedente en que el orador se había como preguntado: ¿Dónde estoy? ¿Qué camino debo seguir para llegar al tér- mino que me propongo? El anhelo, o si se quiere el prurito de este siglo, es el de las investigaciones filosófico-históricas. Hay en esto, sin duda, algo de hueco, como en todo lo que pertenece a una época en extremo ligera y movediza, pero en el fondo se descubre un desengaño, fruto de dolorosos escarmientos, un deseo inspirado por necesidades apremiado- ras, un profundo sentimiento del vacío que abrigan en su corazón la sociedad y la ciencia. Sin duda que desde la cá- tedra del Espíritu Santo no se debe halagar las tendencias y el gusto del siglo en lo que tengan de frivolo || y de noci- vo; pero ¿por qué el orador que se encuentra con un audi- torio que no respira otro ambiente que el de la época no de- berá colocarse al nivel de sus oyentes, trayendo las verdades católicas al terreno donde puedan ser examinadas y desen- vueltas del modo más a propósito para que, haciéndose pri- mero plausibles y agradables al espíritu, produzcan con el tiempo pingües frutos? Así ha considerado M. de Ravignan su posición de pre- dicador evangélico en presencia de un siglo que, sumergido en la incredulidad legada por el anterior, está sediento, sin embargo, de encontrar la verdad y se afana en buscarla en los inextricables laberintos de la filosofía. Salirle al paso en medio de este mismo laberinto, presentarle el hilo miste- rioso para sacarle de él y conducirle por suaves senderos a los brazos de la religión, he aquí lo que debe hacer un ora- dor cristiano que se encuentra en presencia de lo que se llama gran mundo y que con razón o sin ella presume de ilustrado. Y no se crea que M. de Ravignan procure deslum- hrarle con la ostentación personal ; no se crea que olvide que uno de los milagros del Altísimo en la conservación y pro- pagación de la fe cristiana es confundir lo fuerte con lo dé- bil; no lo olvida por cierto el hombre que vive en el más profundo retiro, que sale de su humilde celda y se endereza al pulpito sin otros auxiliares que un entendimiento lleno de luz, que un corazón rebosante de caridad y de celo, y alentado con la esperanza en la omnipotencia de Dios, en cuyas manos están los corazones de todos los hombres. Y, sin embargo de esta sencillez apostólica, logra reunir en torno de su || cátedra lo más escogido de la capital, viéndose, 42 BIOGRAFÍAS [12, 71-72] junto con los obispos y el nuncio del Papa, Chateaubriand, Hannequin, Berryer, Lamartine, Cofarelli, Dupin y Guizot. Sin duda que el asombroso concurso que asiste a los ser- mones y conferencias de M. de Ravignan es debido, en parte, a la curiosidad que excita naturalmente un orador distin- guido ; pero, sin nacernos ilusiones sobre la verdadera situa- ción de las cosas y sin pretender atribuir al espíritu religio- so lo que pertenece a la curiosidad y a la moda, menester es confesar que hay en el fondo algo de sólido y consolador y que las palabras del nuevo apóstol no caen todas en terre- no estéril. Más de mil ochocientos hombres, la mayor parte jóvenes, recibieron la sagrada comunión en los ejercicios que se hicieron en la iglesia de Nuestra Señora de París, en la última cuaresma, bajo la dirección del P. Ravignan; este hecho, por sí solo, dice más que todos los comentarios. Es sumamente consolador el ver que la religión vuelve a recobrar su ascendiente sobre los espíritus, y lo es todavía más cuando esto se verifica con respecto a jóvenes pertene- cientes a aquellas carreras que forman los hombres destina- dos a ser dueños un día de los destinos de la sociedad. De esta clase eran en su mayor parte los jóvenes de que acabo de hablar, cursantes de leyes, de medicina, alumnos de la es- cuela politécnica, de la normal, literatos, empleados en las administraciones públicas, en una palabra, un escogido con- junto que, desparramado dentro pocos años por toda la so- ciedad francesa, y ocupando una posición influyente, no po- drá menos de ser muy || útil a la extensión y arraigo de las creencias y prácticas religiosas. No me extiendo más sobre este particular porque no me propongo tocarlo sino por lo que tiene relación con M. de Ravignan ; fácil me será, sin embargo, presentar sobre este asunto detalles muy interesantes, porque, hallándome en el mismo terreno de los hechos y en posición bastante favora- ble para examinarlos de cerca, podré consignar algunos taii preciosos como poco conocidos con respecto al movimiento religioso que se realiza en París en un círculo escogido de jóvenes. Este número no >es, por cierto, tan crecido todavía como fuera de desear ; pero aumentándose como se aumenta de continuo y en una dirección no sólo de fe, sino también de piedad, ofrece a los ojos del observador un verdadero mi- lagro de la gracia. Según todas las apariencias, una buena parte está reser- vada a M. de Ravignan en el adelanto y la consumación de la grande obra de la Providencia ; y sin duda que ya en este mundo Dios quiere recompensar abnegación tan sublime con los inefables consuelos que le proporcionará la contempla- ción del fruto de sus palabras. Luego de haber entrado en la Compañía quiso M. de Ravignan desasirse de todos sus bie- [12, 72-73] EL ABATE DE RAVIGNAN 43 nes, y cuando el escribano hubo extendido el acta que los transmitía a sus herederos naturales se dice que exclamó : «Gracias a Dios, ya no tengo nada, ya soy Ubre» ; pero en él se han verificado al pie de la letra las palabras del divino Maestro, de que quien deja por Dios todas las cosas recibe el céntuplo de lo que ha dejado. Cuanto más pobre y más humilde se || presenta, más grande parece a los ojos de to- dos; y su completo desasimiento de las cosas terrenas hace más fecunda su palabra que todo el fausto y ostentación de que pudieran rodearle las grandezas humanas. || Mariana Sumario. — Mariana fué uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo. Su obscuro nacimiento. Su entrada en la Compañía de Jesús. Mariana en el Colegio Romano, en Sicilia y en la Uni- versidad de París. Se traslada a Toledo a los treinta y siete años. Es nombrado censor en la cuestión de la Poliglota de Am- beres, en la que se discutía el arresto de su director Arias Mon- tano. Su juicio favorable al conjunto de la obra. Primera edición de su Historia de España en lengua latina (1595). Traducción por él mismo al castellano (1601). Polémica de Mantuano sobre esta obra. Imparcialidad y estilo del P. Mariana. Su libro De Rege ét Regis Institutione (1599). La cuestión de si es lícito el tirani- cidio. Sus libros De mutatione monetae y De morte et immorta- lite, impresos en Colonia. Proceso, prisión y libertad del P. Ma- riana. Su muerte en 1623. Ojeada sobre su carácter e inten- ciones. En Mariana todos conocen al historiador, muchos no co- nocen al hombre ; el autor de la Historia de España es céle- bre entre nacionales y extranjeros, pero muchos de éstos y no pocos de aquéllos están lejos de pensar que el jesuíta de Toledo haya sido uno de los hombres más extraordinarios de su tiempo. Y no es porque no se halle escrita su vida, ni porque sus obras yazgan en la obscuridad ; al contrario, se ha tenido el cuidado de escribir la vida de este hombre ilustre con mucha diligencia y notable esmero, y en cuanto a sus obras forman todavía nuestra lectura cotidiana. || ¿Qué * [Nota bibliográfica. — Estando Balmes en París el año 1842 fué pronto conocido y admirado de los principales apologistas y de la juventud fervorosa que se educaba en la lucha religiosa. Uno de los núcleos más vivos era la Cofradía de San Pablo, formada por escritores jóvenes, que publicaban la Revue Critique et Littéraire. Estos acudieron a Balmes pidiéndole un trabajo para su revista, y él escribió el presente artículo sobre Mariana, que luego tradujo al castellano y envió a La Civilización correspondiente a la primera quincena de noviembre del mismo año (vol. III, pág. 193). Ponderan los biógrafos que Balmes redactó esta biografía sin tener libro al- guno. Balmes llevaba a Mariana en el corazón, porque le era pro- fundamente simpático, pero además había leído largamente sus li- bros, de los cuales quedan todavía entre sus papeles nueve folios de citas y referencias. No se hizo otra edición. El siguiente sumario es nuestro.] [12. 78-79J MARIANA 45 falta, pues, para conocerle debidamente? Falta, en nuestro entender, la cabal apreciación del conjunto de sus cualida- des, de su talento, de su carácter, de su espíritu de altanera independencia, calidades que le crearon una posición par- ticular y le mantuvieron en ella durante su dilatada carrera. No nos proponemos hacer esta apreciación, cosa que exigiría más tiempo y que no podría encerrarse en los límites de un artículo ; sin embargo, como dicho escritor es una de las figuras más interesantes de nuestra historia literaria, vamos a trazar algunos de sus rasgos, siquiera para comunicar a los demás las impresiones que hemos sentido al pararnos no pocas veces a contemplarla. Además que Mariana es una de nuestras glorias y el recordar su nombre es recordar uno de los más bellos títulos de nuestra pasada grandeza. ¡La España ha caído en tanto abatimiento, es tan desgraciada, y los desgraciados toman tanto gusto en alimentarse de re- cuerdo ! Por de pronto es bien singular el conjunto que se nos ofrece en Mariana: consumado teólogo, latinista perfecto, profundo conocedor del griego y de las lenguas orientales, literato brillante, estimable economista, político de elevada previsión ; he aquí su cabeza ; añadid una vida irreprensible, una moral severa, un corazón que no conoce las ficciones, in- capaz de lisonja, que late vivamente al solo nombre de li- bertad, como el de los fieros republicanos de Grecia y Roma, una voz firme, intrépida, que se levanta contra todo linaje de abusos, sin consideraciones a los grandes, sin temblar cuando se dirige a los reyes; y considerad que todo esto se halla reunido en un hombre || que vive en una pequeña celda de los Jesuítas de Toledo, y tendréis ciertamente un conjunto de calidades y circunstancias que rara vez concu- rren en una misma persona. > La reputación de Mariana no se debió al lustre de su fa- milia ; tuvo la desgracia de no poder señalar sus padres, desgracia que no obscureció la gloria de su carrera ; de na- die necesitaba : su fuerza estaba en su cabeza, la hidalguía en su corazón. Echósele en cara que había nacido de un ex- tranjero: esto no es verdad; como quiera, entre los que re- cordaron al ilustre escritor su nacimiento oculto deseáramos no encontrar un nombre tan esclarecido como el de don Antonio Hurtado de Mendoza. Nadie ignora que los padres de Mariana eran españoles y que nació en Talavera, diócesis de Toledo, en 1536. El recordaría seguramente lo que debió a su país natal cuando aprovechó la ocasión de dejarnos una descripción hermosa de Talavera y sus alrededores. Siéntese en el fondo del carácter del ilustre escritor cier- ta agrura que parece deslizarse en sus obras, comunicando a muchos pasajes un dejo sentido y acerbo : quizás pueda 46 BIOGRAFÍAS [12, 79-81] esto atribuirse a aquellas gotas de amargura que se derra- man en el corazón de un niño cuyo llanto no fuera jamás acallado con las caricias de la ternura maternal. Quien no tiene familia menester es que sienta en su corazón un pro- fundo vacío ; desde el momento que conoce su existencia se encuentra solo, abandonado, despegado de todo el mundo: esto ha de producir naturalmente una reacción. El infortu- nado se repliega sobre sí mismo y se endurece contra todo. El escritor tenía ya setenta || y tres años, y el recuerdo de su nacimiento resonaba quizás tristemente en su alma cuan- do, dirigiéndose al papa Paulo V, se apellidaba infimae con- ditionis homo. No diremos al lector que Mariana mostró desde luego las disposiciones más felices ; bien lo dará por supuesto aunque no se lo diga ; sin embargo, observaremos que a la edad de diecisiete años debía de prometer mucho, pues que, habiendo a la sazón entrado en la Compañía de Jesús, cuéntase que el santo Fundador recibió esta noticia con satisfacción muy particular, enviándole desde Roma su bendición. Hizo sus estudios con mucho lustre, y se entregó al trabajo con aque- lla decisión que podía esperarse de su carácter de hierro. La filosofía y teología de las escuelas no bastaban a su avidez de aprender, quizás no satisfacían cumplidamente su espí- ritu ; así es que, al propio tiempo que estudiaba con ardor esta ciencia, no olvidaba ocuparse en las lenguas y en la li- teratura. El joven teólogo no tenía más que veinticuatro años; pero ya no podía temer que se le hiciese el cargo que Melohor Cano dirigía a algunos teólogos de su tiempo, di- ciéndoles que para combatir con los herejes no tenían otras armas que largas cañas, arundines lorigas. Por lo que toca a su moral severa y a su irreprensible conducta, pudo apren- derlas en excelente escuela ; pasó su noviciado bajo la di- rección de San Francisco de Borja. Los jesuítas, que entendían en materia de hombres y ta- lentos, no se habían equivocado sobre las brillantes disposi- ciones del joven estudiante; y así es que, cuando en tiempo del general Laine fundaron el || Colegio Romano proponién- dose reunir allí la flor de los talentos de la Compañía, fija- ron los ojos en Mariana, nombrándole profesor a la edad de veinticuatro años. Se ha dicho que entre sus discípulos contó al célebre Belarmino ; lo que hay de cierto es que, mien- tras nuestro profesor enseñaba teología en Roma, el insigne controversista seguía el curso de filosofía en el mismo Cole- gio. Consérvase un interesante pasaje en que Mariana se complace en recordar al cardenal aquellos tiempos felices que echaba menos todavía en su vejez. «Quisiera, le dice, solazar un poco mi espíritu con la memoria de las cosas pa- sadas ; permítasele ese recuerdo a un anciano.» Nombra en [12, 81-83] MARIANA 47 seguida a Parra, Ledesma, Toledo, que después fué carde- nal ; Perera, Acosta, ai matemático Clavio, a Bautista, pro- fesor de hebreo ; al valenciano Esteve, maestro de griego ; a Organtino, que murió en el Japón, y por fin al insigne Mal- donado, y luego exclama : « ¡ Oh qué tiempos, qué hombres ! Yo los recuerdo con frecuencia, y ese recuerdo fortifica mi corazón.» La salud de Mariana se alteró notablemente en Roma, o a causa del clima, o bien por el excesivo trabajo de las ta- reas de su cátedra : quizás contribuyeron las dos cosas ; y asi parece creerlo él mismo cuando dice: «El trabajo exce- sivo de enseñar, y el clima malsano, sobre todo para los ex- tranjeros como yo, debilitaron desde un principio mis fuer- zas.» Precisado a salir de Roma, pasó a Sicilia, donde enseñó una temporada, hasta que fué llamado a la Universidad de París. En ese vasto teatro confirmó la justicia de su repu- tación, siendo de ello la mejor prueba el gran número de discípulos que acudían a sus lecciones. [| Allí fué donde su- cedió aquel hecho extraño que bien merece recordarse por retratar el espíritu de la época. Uno de los estudiantes más aplicados llegó un día demasiado tarde, y no pudo entrar para oír la explicación del profesor. ¿Qué hace el estudian- te? Vuelve atrás a toda prisa, va en busca de una escalera, la arrima a la pared y sube a la ventana, colocándose de suerte que pudiese oír la lección. Mariana advierte el raro expediente del alumno, interrumpe su discurso, dale una mirada y le dirige aquellas palabras del Evangelio: «Quien no entra por la puerta es un ladrón. — Sí, señor, replicó con viveza el estudiante, para robar vuestra doctrina.» Bien se deja entender que si el profesor de la Universi- dad de París hubiese deseado figurar en el mundo, ora conti- nuando su enseñanza en las más distinguidas escuelas de Europa, ora elevándose a los más altos rangos de su Orden, la posición que había conquistado le hubiera ofrecido en abundancia los medios de satisfacer su ambición. Su nom- bradla, establecida ya muy sólidamente, se iba ensanchando cada día más y más, y ligado en amistad con los hombres más distinguidos de su siglo no hubiera escaseado de apoyo para levantarse a los puestos más importantes. Pero su genio pensador, su carácter indomable, su deseo de independencia se avenían mejor con la soledad, con la obscuridad misma, donde podía entregarse sin reserva a la meditación y al es- tudio. Esto explicaría quizás por qué a la edad de treinta y siete años se resolvió a dejar París, donde podía prometerse un porvenir tan lisonjero, bien que mediaba otra causa po- derosa que le obligaba a volver a su patria. El || clima de las márgenes del Sena no era menos contrario a su salud que el de las orillas del Tíber; una grave enfermedad, que le 48 BIOGRAFÍAS [12, 83-84] forzó a interrumpir todos sus trabajos, le dió a conocer la necesidad de respirar el aire de su país natal, y así, después de una ausencia de trece años, volvió a España y se fijó en Toledo. Esta ciudad no yacía entonces en el abatimiento en que ahora se encuentra ; descendía, sí, la dolorosa pendiente que la llevaba, de un rango tan elevado entre las ciudades, a no ser más que un recuerdo ; pero no estaba todavía tan lejos de la cumbre de su gloria, que no se la rodease de consideración y respeto. La antigua corte de los reyes era a la sazón una reina viuda, cuya belleza se ha marchitado con los años, pero en cuyo semblante se descubren aún los ras- gos que recuerdan la diadema. Por esta causa no se hallaba mal en Toledo el profesor de Roma y París ; su espíritu po- día vivir en una esfera en que no le faltaban los medios de nutrirse y de derramarse ; tal vez encontraba allí las ven- tajas de la corte sin sufrir sus inconvenientes. La abundan- cia de libros, el trato con personas instruidas, no le faltaban en una población donde existían tribunales superiores, un clero rico y numeroso, comunidades religiosas en un estado brillante, familias ilustres y tantos restos de una antigua grandeza que el tiempo no había consumido, que el soplo de las revoluciones no había dispersado. El alto mérito de Mariana fué apreciado cual merecía ; no se presentaba un negocio grave y espinoso que no fuera enviado a su consulta ; y sabida es la confianza que le dis- pensaba el cardenal de Quiroga, arzobispo de Toledo, quien se aprovechaba de sus luces || en los negocios más importan- tes. Una prueba de la reputación que disfrutaba Mariana fué el nombrarle censor en la ruidosa cuestión de la Poliglota de Amberes, llamada Biblia Regia o Filipina, del nombre de Felipe II, que fomentó y sostuvo la empresa. Nadie ignora cuán graves cargos se hacían al insigne Arias Montano, que había dirigido la edición por orden expresa del monarca. El texto, los prefacios, los comentarios, todo era objeto de la crítica más dura ; la fe del ilustre sabio se había hecho sos- pechosa para algunos ; acusábanle de haber bebido en las fuentes de los rabinos y de los herejes, y aun se llegaba a decir que se inclinaba al judaismo. Por más predilección que mereciese a Felipe II Arias Montano, las acusaciones eran tan graves y la disputa se había empeñado de tal suerte, que fué preciso fijar en ella la atención y tomar decidida- mente un partido, para saber si había de continuar o no la circulación de la nueva Biblia. Instruyóse el debido expe- diente con la idea de sacar en claro la justicia o sinrazón de las inculpaciones dirigidas contra Montano ; pero los ánimos se hallaban tan exaltados con el calor de la disputa, que no era fácil tarea distinguir entre la voz del celo y el grito de la envidia. Además, para resolver una cuestión se- [12, 84-86] MARIANA 49 mejante no bastaba una consulta de teólogos que no cono- ciesen más que la Vulgata; el negocio pedía por juez compe- tente un hombre versado en las lenguas contenidas en la Poliglota, instruido en la ciencia de los rabinos, conocedor de los antiguos padres de la Iglesia, que además reuniese la erudición necesaria para formar paralelo entre la nueva edición y las antiguas, y dotado por fin || de una comprensión bastante para abarcar y profundizar la cuestión en todas sus ramificaciones, y de un juicio maduro, prudente, y sobre todo firme e imparcial, para no dejarse doblegar ni arrastrar por las pasiones o intereses de partido. Las miradas se fijaron sobre Mariana, el resultado justificó la elección. Bien se alcanza con cuánto ardor se entregaría a su ta- rea, no sólo para sostenerse con dignidad en presencia de los contendientes, sino para hacer frente, si necesario fuese, a un hombre cuya fama rayaba tan alto como Arias Montano. Al cabo de dos años la censura salió a luz, y fué tan aplaudi- da que, habiendo llegado a Roma la noticia de su mérito, el papa Gregorio XIII deseó verla y pidió una copia, que en efecto le fué enviada. Los límites del artículo no permiten entrar en sus pormenores sobre el contenido de la censura ; pues aun cuando nos contentásemos con el extracto que de ella se encuentra en la Vida de Mariana, que precede a su Historia de España en la edición de Valencia publicada en el último tercio del pasado siglo, llenaríamos con exceso el espacio de este número. Bastará decir que, sin disimu- lar lo que le pareció reprensible en la edición de Montano, dió un juicio favorable a la totalidad de la obra ; siendo de notar que la Poliglota continuó circulando, cortándose por la autoridad de un solo hombre una cuestión que al parecer debía de haber ocupado una numerosa junta. Un documento como éste debía haberse impreso a su debido tiempo y no dejarle expuesto a perderse: a fines del pasado siglo el ma- nuscrito se había hecho muy raro y costaba ya dificultad el procurárselo. || Algunos han dicho que los jesuítas se habían entrometido en el negocio y que se habían esforzado en doblegar contra Montano la rectitud del censor. No ignoramos que Montano no era amigo de los jesuítas ; pero no vemos que puedan producirse documentos fehacientes de la supuesta intriga. Al menos el autor de este artículo no los conoce, y mando se quiere hacer un mérito a la imparcialidad de Mariana, di- ciendo que todo el ascendiente de su Orden no alcanzó a torcerla, nos inclinamos a creer que hay aquí más bien el prurito de inculpar a los jesuítas que el interés por el jesuí- ta. Hay quien funda semejante cargo diciendo que Mariana sabía anticipadamente su nombramiento para la censura, pues, como él mismo dice, se preparaba de antemano a desempe- 50 BIOGRAFÍAS [13, 86-88] ñarla ; pero esto en nuestro juicio nada prueba ; pues que es claro que antes del nombramiento oficial debieron de me- diar algunas pláticas en que se hablaría de la persona que se consideraba más a propósito, y que entre los sabios capaces de corresponder a tan distinguida confianza se designaría a Mariana. Este, por otra parte, conocía sus fuerzas y no sería extraño que pensase que al fin el negocio había de parar en sus manos. Si, como quieren suponer algunos, el nombra- miento de Mariana fué procurado por intrigas de los jesuí- tas, no mostraron mucha habilidad designando a un hombre cuyo inflexible carácter bien habían podido conocer y de quien debía constarles que nada podían esperar. En 1595 publicó la primera edición de su Historia de Es- paña; escribióla en latín por dos razones: primera, porque ésta era la costumbre de la época ; segunda, para facilitar su circulación en el extranjero ; || pues, como él mismo nos dice, había conocido en sus viajes que las demás naciones tenían vivos deseos de saber la historia de un pueblo que se había levantado a tan alto punto de esplendor y pujanza. La primera edición no contenía más que veinticinco libros; pero, queriendo comprender la historia del reinado de Fer- nando el Católico y de Isabel, añadió otros cinco, que se pu- blicaron en las ediciones siguientes. Tradújola él mismo en castellano y la dió a luz en Toledo en 1601. La Historia de España es un glorioso monumento que aseguró al autor la inmortalidad, por más que digan críticos descontentadi- zos que salen ahora protestando contra el fallo de los siglos. No nos es dable hacer en este lugar ni la apología ni la críti- ca de la Historia de Mariana ; no pertenece a aquella clase de obras que se juzgan de paso, como se leen caminando; diremos, sin embargo, dos palabras sobre ello, pues que sería extraño consagrar un artículo al autor y pasar por alto su obra maestra. Severos cargos se han hecho al historiador por lo que toca al fondo de la obra ; y nadie ignora que no son de hoy, como lo acredita la acalorada polémica de Mantuano, en vida del mismo autor. Pero si se quiere juzgar con imparcialidad es necesario colocar la cuestión en el verdadero terreno, y no discutir si Mariana bebió o no siempre en manantiales pu- ros, si fué extraviado por su nimia deferencia a los escritores que le habían precedido, ni tampoco si desde su tiempo se han aclarado varios puntos de nuestra historia, poniendo de manifiesto las equivocaciones del historiador ; lo que con- viene hacer es colocarse en el puesto de Mariana y examinar si hizo todo lo que hacer || podía, atendidos los medios que tenía a la mano. No le faltaron ni detenido estudio de la materia, ni un juicio severo, ni una imparcialidad inflexi- ble ; es decir, que reunió las principales calidades del histo- [12, 88-89] MARIANA 51 riador; lo demás no debe achacarse a él, sino al atraso de su tiempo. Sabido es que él mismo confiesa que algunas ve- ces había caído en error, y que señala la causa de ello en haber fiado en demasía en la autoridad de los antiguos cro- nistas. «Y aun por seguirlos habremos alguna vez tropezado, yerro digno de perdón, por hollar en las pisadas de los que nos iban delante.» (Prólogo dirigido al rey.) En su respuesta a Mantuano dice expresamente que su intención no había sido formar una historia, sino únicamente poner en buen or- den y estilo lo que habían recogido los otros. Quería levan- tar un edificio cuyos materiales tomaba prestados. Si el autor no tuvo otra intención, menester es confesar que ex- cedió en mucho el fin que se había propuesto, dado que nadie puede negar a su obra el mérito de una verdadera historia. Sea cual fuere el juicio que sobre ella se forme, nunca se dirá que no sea algo más que una colección bien ordenada. Por muy modesta que fuese la idea del autor, no dejó de satisfacerle sobremanera cuando la vió ejecutada : «La gran- deza de España conservará esta obra», dice en su prólogo, y la España no ha desmentido su pronóstico. Hasta se inclina uno fácilmente a perdonarle esa jactancia : un mérito muy alto se conoce a sí mismo, y no siempre tiene la superiori- dad necesaria para hacer el sacrificio de callar. Oímos con demasiada frecuencia aquello de exegi monumentum oere perennius de Horacio. |; Por lo que toca a la imparcialidad, una de las calidades más indispensables y más raras en los historiadores, Maria- na la poseyó en alto grado ; y de él no puede decirse, como de tantos otros, que al escribir la historia de su patria bien se conocía que estaba hablando de su madre. Al contrario, fué en esta parte tan severo, que hirió vivamente el orgullo nacional ; y con esta ocasión se le dijo que su odio contra España mostraba a las claras su origen extranjero. Hasta llegó a discutirse en el seno del Congreso si convendría su- primir una obra que mancillaba el honor de la nación ; la Providencia, que vela sobre nuestra patria, apartó segura- mente de tan desatentada medida a los buenos consejeros. El estilo y el lenguaje de Mariana no están exentos de defectos: expresóse a veces de una manera sobrado cortada y afecta en demasía el género sentencioso ; su habla, por hermosa que sea, no es siempre tan sonora y corriente cual demanda el genio de la lengua. Gusta mucho de las palabras anticuadas, lo que hizo decir muy felizmente a Saavedra : «que así como otros se tiñen las barbas para parecer mozos, así él para hacerse viejo». Ya se ha observado en defensa de Mariana que estos defectos, sobre todo lo tocante a las sentencias, eran más bien de la época que suyos: Tácito era un autor de moda. Quizás las cosas estaban en buen punto, 52 BIOGRAFÍAS [12, 89-91] si la gravedad de aquellos tiempos pudiese comunicársenos algo a nosotros, para neutralizar la excesiva ligereza que, por desgracia, se nos va pegando de una nación vecina. To- davía puede hacerse otra reflexión en favor de Mariana por lo perteneciente al estilo : su Historia fué escrita en || latín ; temeroso de que no cayese en manos de algún mal traductor la puso él mismo en español, y claro es que el lenguaje debía resentirse algún tanto del molde en que por primera vez se había vaciado la obra, y que la imitación de los au- tores latinos debía resultar más sensible. Seguramente no fuera muy difícil descubrir en diferentes pasajes de la obra castellana el dejo de la latina. El carácter grave y severo de Mariana le inclinaba al estilo sentencioso y al lenguaje an- ticuado ; parece que se hallaba mal con todo lo que le rodea- ba ; echaba menos los tiempos pasados ; priscae gravitatis exemplum, como dice él mismo. Por esto le gusta el arcaís- mo, por esto procura dar a su estilo un aire anticuado, y le agrada vestir el traje del siglo xiv. Sea como fuere, el len- guaje de Mariana puede servir de modelo ; y hasta es digno de elogio el autor, por haberse opuesto ya de antemano al prurito de desnaturalizar nuestra lengua con la introducción de palabras extranjeras y dejando sin uso el riquísimo cau- dal de voces que, aprovechadas cual conviene, podrían darle decidida superioridad sobre los demás idiomas de Europa. No se crea que el autor de la Historia de España desconocie- se esta calidad de su lenguaje, ni dejase de prever la crítica que por esta razón podría dirigírsele. Todo cuanto se diga sobre el particular lo adelantó él mismo con las siguientes palabras: «Algunos vocablos antiguos se pegaron de las orónicas de España, de que usamos por ser más significativos y propios, por variar el lenguaje y por lo que en razón de estilo escriben Cicerón y Quintiliano.» Llegamos al famoso libro De Rege et Regis Institutione. | quemado en París por la mano del verdugo, de orden del parlamento ; preciso es confesar que esta corporación no se alarmó sin motivo ; un país donde habían sido asesinados en pocos años dos reyes debía naturalmente temblar a la lectura de algunos capítulos de dicha obra. Estremecimiento causan las páginas donde resuelve la cuestión de si es lícito matar al tirano ; en la manera con que habla de Jacobo Cle- ment bien se echa de ver que no miraba en el asesino aquel monstruo de que nos habla Carlos de Valois cuando, refi- riéndonos que le había encontrado al dirigirse al palacio del rey para ejecutar su formidable proyecto, dice que la natu- raleza le había hecho de tan mala catadura, que su rostro parecía más bien de un demonio que de hombre. A los ojos de Mariana se presentaba como un héroe que da la muerte y la recibe para libertar su patria. ¿Qué pensaremos 112. 91-93] MARIANA 58 de Mariana? La respuesta no es difícil ; hay épocas de vérti- go que trastornan las cabezas, y aquélla lo era. Por cierto que el autor no está solo en el negocio. Cuando se supo en París la nueva de la muerte del rey, madama de Montpen- sier, en coche, con su madre madama de Nemours, andaba de calle en calle gritando : «Buena noticia, amigos míos, buena noticia : el tirano es muerto, ya no hay en Francia Enrique de Valois.» Nadie ignora lo que en seguida se prac- ticó en París ; el término fué digno del principio. Las simpa- tías de España estaban en contra de Enrique III ; por consi- guiente, nada extraño es que el espíritu del escritor se re- sintiese de la atmósfera que le rodeaba. No quiero decir por esto que sus doctrinas sean el fruto de un momento de arre- bato; al || contrario, basta leer la obra para advertir que sus máximas están ligadas con su teoría sobre el poder, y que las defiende con profunda convicción. Verdad es que, al abordar de frente la terrible dificultad, se exalta su ánimo como si quisiera tomar aliento para salvarla ; pero no es la exaltación lo que les sugiere las doctrinas, antes bien son éstas lo que le enardece y exalta. Es lamentable, por cierto, que Mariana no haya tratado la cuestión con más tino y que haya sacado tan formidables consecuencias de sus principios sobre el poder; sin la doctrina del tiranicidio su libro fuera en verdad muy democrático ; pero a lo menos no espantaría al lector con el siniestro reflejo de un puñal que hiere. En dicha obra se encuentran lecciones de que pueden aprove- charse los reyes y los demás gobernantes ; feliz el autor si no hubiese dado a su enseñanza una sanción tan terrible. Una particularidad se halla en dicha obra, digna de no ser pasada por alto. El autor se pregunta si es lícito matar al tirano por medio del veneno, y resuelve que no; quizás se trasluce aquí un ra9go de su carácter, quizás deseaba que quien tenía bastante audacia para matar tuviese la fortale- za de morir. Esto podría parecer un freno para los asesinos ; desgraciadamente la Historia y la experiencia de cada día nos muestran que ese freno no basta. El alma de Mariana, su índole inflexible, su carácter alti- vo, se pintan en su obra. Complácese en recordar a los reyes que han recibido del pueblo su autoridad y que deben valer- se de ella con mucha templanza, singulari modestia; que de- ben mandar a sus súbditos, no como a esclavos, sino como a hombres || libres; y que, habiendo recibido del pueblo su poder, deben procurar toda su vida conservar esa buena vo- luntad de sus vasallos. Et qui a populo potestatem accepit id vn primis, curae habet. ut per totam vitam volentibus impe- ret. Un análisis de este libro daría lugar a muchas y graves consideraciones. Es bien notable que una obra tal pudiese publicarse en 54 BIOGRAFÍAS [12, 93-94] España con todas las condiciones requeridas. La edición de Toledo lleva el privilegio otorgado por el rey, la aprobación del P. Fr. Pedro de Oña, provincial de los mercenarios de Madrid, y es dedicada al rey Felipe III. Advertiré, de paso, que el autor de la vida de Mariana que precede la edición de Valencia de la Historia de España se equivocó afirmando que este libro se había publicado en vida de Felipe II ; ver- dad es que fué compuesto en el reinado de este príncipe, por insinuación de Loaisa, preceptor a la sazón del heredero de la corona, después Felipe III, pero cuando el libro salió a luz Felipe II ya no existía. El título de la obra es : De Rege et Regís Institutione ad Philippum III, libri 3. La impresión es de Toledo en 1599. Esta tolerancia será inconcebible para aquellos que no conocen nuestra historia política y literaria sino por medio de los autores que no saben escribir una página sin hacernos erizar los cabellos con las hogueras de la inquisición y el sombrío despotismo de los monarcas; para quien haya me- ditado fríamente sobre el espíritu de aquella época, califican- do con imparcialidad los hombres y las cosas, el fenómeno no es tan inexplicable. Creerán quizás algunos que se toleró la obra de Mariana por sostenerse en ella ¡| el partido de la Liga ; pero entonces la Liga había dejado de existir, y ade- más el autor habla en general y no se concreta a la Francia sino para ofrecer un ejemplo que, por ser tan reciente y ruidoso, le viene a la mano. De seguro que otros pensarán que Mariana se guardó muy bien de decir una palabra con- tra los reyes de España, o de asentar nada que tendiese a limitar su absolutismo ; pues muy al contrario, si habla recio contra los reyes de Francia, no tiene mucho miramiento con los de España. Al tratar de las contribuciones, punto siempre muy delicado y quisquilloso, se expresa con atrevi- miento increíble: no quiere que el derecho de las Cortes sea meramente nominal, reprueba severamente los hechos que conducían a la pérdida de la libertad y se queja sin ro- deos de que se nos quisiese importar de Francia la costum- bre de imponer los reyes los tributos de la autoridad pro- pia, sin el consentimiento de la nación. «Cuando menos, di- rían otros, el clero debe ser muy bien tratado en esta obra, y el autor habrá conseguido la tolerancia, obligándose a no decir la menor palabra que pudiese desagradar a esa clase entonces tan poderosa.» Nada de esto ; cuando se le ofrece la ocasión habla del uso que debe hacerse de los bienes ecle- siásticos con entera libertad ; y donde le parece ver un abu- so le condena sin consideración a nadie. Esto nos pinta Ma- riana ; pero también nos retrata la España. El atrevido escritor tocaba al término de su larga carrera sin haber sufrido ninguno de aquellos grandes infortunios [12, 94-96] MARIANA que son comúnmente el patrimonio de los grandes hombres y que dan a su mérito más || esplendor y realce. Había cum- plido setenta y dos años, y su alma de fuego, que abrigaba todavía el ardor de la juventud, no podía estar tranquila y meditaba la publicación de otras obras. El fogoso anciano no se hallaba en disposición de emprender largos viajes para llevar a imprimir fuera de España escritos que le habían de acarrear la enemistad de los poderosos ; conocía, además, que si éstos llegaban a tener noticia del contenido de los nuevos escritos, impedirían su publicación en España. ¿Qué hace, pues? Dispone las cosas de manera que la edición se haga en Colonia, quedando satisfecho que salieran a luz, sin curarse de las consecuencias que podían acarrearle. Perma- nece tranquilamente en Toledo, y, resuelto a no desconocer su obra, aguarda impávido que estalle sobre su cabeza la cólera de los magnates. «Lo que a otros hubiera asustado, dice el intrépido viejo, a mí me incita y alienta. ¿Qué hay que hacer? Este es mi genio.» Quot altos terrere potuisset. me magis ad conandum incitavit. Quid facías? Ita est inge- nium. En tiempo de Felipe III hízose una mudanza en la mone- da, aumentando la cantidad de la de vellón, que por otra parte era de ley inferior a lo que correspondía. Los resulta- dos fueron los que son siempre que los gobiernos se aven- turan a esas desastrosas medidas ; la moneda crece nomi- nalmente, pero permanece la misma en realidad: la ley le señala un valor más alto de lo justo, pero los interesados ele- van en la misma proporción los precios, reduciendo de esta manera la estimación del dinero y esforzándose a establecer el debido equilibrio. De esto dimana la alteración de todos los valores, el trastorno en las relaciones || mercantiles, el desorden, la desconfianza y, por consiguiente, la miseria del pueblo. Mariana había sido testigo de esos males, y en el libro De mutatioTie monetae levanta su voz con el valor acos- tumbrado. En su libro De morte et immortalitate habló tam- bién con su natural osadía; y así es que el gobierno se dió por ofendido y se trató de formarle causa. Ya se deja supo- ner que su obra De Rege et Regís Institutione debía de ha- ber llamado la atención en España y excitado mayores rece- los desde que el parlamento de París le había condenado con tanta severidad. Este conjunto de causas decidieron la formación del proceso, y el autor fué preso en septiembre de 1609 y conducido al convento de San Francisco, de Ma- drid. No cabe en los estrechos límites de un artículo hacer la historia de este proceso; basta decir que el reo contestó a todos los cargos con su acostumbrada firmeza, y que si bien recordó a los jueces sus antiguos servicios en pro de la religión y de las letras y hasta su avanzada edad, sin em- 56 BIOGRAFÍAS [12, 96-98] bargo no hizo traición a sus sentimientos, y se confesó pala- dinamente autor de los escritos que se le atribuían. Es nota- ble que uno de los cargos consistía en que Mariana había echado en cara a los procuradores a Cortes el ser hombres viles, livianos y venales, que sólo cuidaban de alcanzar la gracia del rey, sin pensar en los intereses del pueblo ; el acusado respondió osadamente ser verdad que había dicho todo esto, y, lejos de excusarse, añadió que así se deoía pú- blicamente, sobre todo en Toledo, lugar de su residencia. No deja de ser peregrino encontrarse con un jesuíta que aboga por la causa del pueblo contra el rey || y contra los procuradores a Cortes. Como quiera, ahí está la historia que depone de la verdad del hecho, y a buen seguro que, si en aquellos tiempos hubiese tenido la España sus procura- dores a Cortes del temple del jesuíta, el poder de los priva- dos hubiese encontrado un freno, y no es poco lo que hubie- ra ganado la nación en bienestar y en gloria. Es digno de notarse cuán adelante llevaba su previsión política el reli- gioso de Toledo. En nuestros días se ha hecho la observación de que una de las causas de la decadencia de las antiguas Cortes de Castilla fué el haber sido excluido de ellas, en tiempo de Carlos V, la nobleza y el clero, medida que a pri- mera vista podría parecer muy favorable a la democracia, pero que en realidad preparaba su abatimiento, quitando de en medio el principal obstáculo formado por las clases aris- tocráticas. Un paso semejante debía halagar naturalmente el ánimo de Mariana, poco adicto de suyo a distinciones de ran- go-; no obstante, su entendimiento dominó en esta parte su corazón ; y en su libro De Rege et Regis Institutione pronos- tica que el abatimiento de la aristocracia ahogará la libertad. Durante el proceso, el embajador de España en Roma, conde de Castro, seguía muy activamente una negociación para obtener que se condenasen las obras del acusado. El conde había recibido la orden de pedir al Papa los ejempla- res existentes, para entregarlos a las llamas; pero antes de entablar oficialmente la demanda se dirigió al auditor de la Rota, don Francisco de la Peña, pidiéndole sus luces y conse- jos. En la respuesta de don Francisco de la Peña se nota que a Mariana no le faltaban simpatías en Roma y que || no se quería agravar la penosa situación del afligido anciano. Recogiéronse al fin los libros, bien que, según parece, el em- bajador desistió de pedirlos al Papa para quemarlos, movido sin duda de las reflexiones que le había hecho sobre este particular don Francisco de la Peña, diciéndole que el Papa no accedería a la demanda. No debe pasarse por alto una de las razones sentadas por don Francisco de la Peña de la in- dulgencia con que era favorecido en Roma el acusado, a sa- ber, la pureza de su vida y su conducta sin tacha. Después [12, 98-99] MARIANA 57 de un año de prisión 1 fué puesto en libertad, y volviendo a su retiro de Toledo publicó, a la edad de ochenta y tres años, sus Escolios sobre el Viejo y Nuevo Testamento, y murió en 16 de febrero de 1623, edad de ochenta y siete años. Antes de concluir detengámonos un momento a dar una ojeada sobre el carácter y demás calidades de este hombre singular. Descúbrese en todas sus obras un espíritu elevado, pero profundamente religioso. Acabamos de recordar la pu- reza y severidad de sus costumbres ; y por lo que toca a sus funestas doctrinas sobre una gravísima materia es preciso confesar que, al través de un tono atrevido y fogoso, y que no asienta muy bien a su profesión y estado, se manifiesta, no obstante, una intención recta, un ardiente celo por el bien de los reyes y de las naciones. Echase de ver que no escribía sus obras como folletos incendiarios, sino con la mira de que sirviesen de remedios cáusticos, o para atajar el mal o para evitarle si fuera posible. Los desórdenes y calamidades del tiempo de la Liga atribuíalos Mariana a Enrique III ; por esta causa se expresa con tanta dureza y exaltación, || y en cuanto a España, al ver el ascendiente que iban tomando los privados y esa dejadez en que se sumía el gobierno, y que por desgracia se hizo hereditaria, levantábase su pecho con generosa indignación, temiendo, no sin motivo, que así se obscurecía nuestra gloria, se enflaquecía nuestra pujanza y vendría al suelo toda nuestra grandeza. «Grandes males nos amenazan», decía ; desgraciadamente su previsión no ha sa- lido fallida, porque si bien es verdad que la revolución nos ha causado grandes desastres, tampoco lo es menos que los reyes no cuidaron siempre cual debían el magnífico patrimo- nio que a sus descendientes legaron Fernando e Isabel. El reinado de Carlos II, último vástago de la raza austríaca, y los de Carlos IV y Fernando VII no nos han dejado recuer- dos muy gratos. Mariana asistía al comienzo de esta deca- dencia, creía ver sus causas y señalaba los preservativos. Formado su espíritu en el estudio de los grandes aconteci- mientos nacionales, no podía sufrir las pequeñas intrigas de palacio, ni las tortuosas y mezquinas miras de ambiciosos cortesanos ; quería que el trono salido de Covadonga se asentase sobre cimientos sólidos y anchurosos : la religión, la justicia, las libertades antiguas. Imaginábase en sus bellos sueños que el trono de Pelayo no debía ser ocupado por in- dignos sucesores, y la indignación latía en su pecho al ver que el impuro aliento de una corte corrompida y aduladora comenzaba a empañar la diadema de Isabel de Castilla. Por esto gritaba con fuerza, a veces con arrebato, levantando su voz más alto de lo que convenía al reposo del escritor y al 1 [Prisión]. Misión dice la edición «balmesiana». 58 BIOGRAFÍAS [12, 99-100] bien del público: así lo reconoce él mismo escribiendo al cardenal |( Belarmino. Sin más armas que su pluma, sin más apoyo que el testimonio de su conciencia, llegó a for- marse una especie de poder tribunicio, muy exactamente ex- presado por el famoso dicho del presidente del Consejo de Castilla, don Francisco de Contreres, cuando, al saber la muerte de Mariana, exclamó : «Hoy ha perdido el freno nues- tro Consejo.» || El doctor Newmaa, el puseísmo y una retractación extraordinaria * Sumario. — Narración curiosa y edificante. Admirables designios de la Providencia. Lección severa para algunos escritores católicos. Repetidas veces hemos llamado la atención de nuestros lectores sobre la revolución religiosa que se está verificando en Inglaterra, cayendo más y más en descrédito la Iglesia establecida y aumentándose las tendencias hacia el catolicis- mo. Sabido es que el célebre doctor Pusey, teólogo de Ox- ford y sabio distinguido, ha dado el nombre a una escuela que, sin condenar decididamente el anglicanismo, le abre sin cesar profundas heridas ; así como de otra parte va hacien- do, en cierto modo, la apología de la Iglesia católica, sin que se resuelva a entrar en su seno. Al lado de Pusey figura un escritor que se ha señalado sobremanera en promover el desarrollo de esas doctrinas que tanto se aproximan al ca- tolicismo ; teólogo de la misma Universidad, y ejerciendo con sus escritos poderosa influencia sobre el clero anglicano. se encuentra en excelente posición para servir de instrumen- to || a la Providencia el día que la infinita bondad de Dios se digne conducir de nuevo al redil las ovejas extraviadas. Este doctor se llama Newman, y acaba de ofrecer a la Inglaterra y a la Europa un espectáculo tan singular, que nos atreveríamos a decir que carece de ejemplo. En un tra- * [Nota bibliográfica. — Este artículo es fruto del viaje que Bal- mes hizo de París a Inglaterra desde el día 29 de junio hasta el día 19 de julio de 1842. Fué publicado en el cuaderno 4.° de La So- ciedad, que lleva la fecha de 15 de abril de 1843 (vol. I, pág. 181). Admira la penetración apologética con que Balmes se adelanta a las doctrinas de su tiempo, y la seguridad con que previo la completa conversión del gran Newman. Pocos meses después de publicarse este escrito, en septiembre del mismo año 1843, Newman renunció la parroquia anglicana de Santa María de Oriel. El día 9 de octu- bre de 1845 fué recibido en la Iglesia católica y fundó en Edgbaston una casa del Oratorio de San Felipe Neri. El año 1879 León XIII le dió el capelo cardenalicio. Murió en 1890, a la edad de ochenta y nueve años. No se hizo otra edición. El sumario es de Balmes.] 60 BIOGRAFÍAS [12, 104-105] bajo que tiene por título Lira Apostólica había llamado a la Iglesia romana Iglesia perdida; en una obra sobre los arria- nos había hablado de la apostasía papal; en otra titulada Tracts for The Times declaraba que Roma era hereje, que había apostatado en la época del Concilio de Trento, que la comunión romana se había ligado para siempre con la causa del Anticristo, que había substituido la mentira a la verdad de Dios y que era menester huir de ella como de una peste. Las expresiones que se acaban de leer no las había soltado el autor en sus más recientes publicaciones, dadas a luz con más conocimiento de causa y con más espíritu de justicia en favor de la verdad. Sin embargo, lo que había dicho en los últimos años en favor del catolicismo no ha sido bastante para apaciguar su conciencia con respecto a lo que se había permitido en los anteriores; y así ha creído de su deber bo- rrarlas de sus obras en cuanto le es posible, destruyendo de esta suerte el mal efecto que pudieron causar en el ánimo de los lectores. Para esto ha apelado al medio más sencillo y expedito, y al mismo tiempo muy honroso a la rectitud de sus intenciones, publicando en los periódicos una solemne retractación de cuanto había dicho. Conócese que el doctor Newman sentía no leves escrúpu- los al permitirse tan destempladas expresiones || contra la Iglesia romana ; y es curioso el oírle cuando nos explica con cándida sencillez lo que a la sazón estaba pasando en su espíritu : «Si me preguntáis cómo puede permitirse un sim- ple individuo pensar y mucho menos publicar semejantes co- sas sobre una comunión tan antigua, tan extendida y que ha producido tantos santos, responderé con el mismo lenguaje de que me valía entonces para mí mismo cuando me decía : «Las palabras que yo publico no son mías, yo no hago más que seguir las opiniones de los teólogos de mi Iglesia, quie- nes, sin exceptuar ni aun Los más distinguidos y más sabios, han hablado siempre contra Roma en términos extremada- mente violentos ; yo deseo adoptar su sistema ; cuando repi- to lo que ellos han dicho estoy en toda seguridad, pues que en nuestra posición el abrazar sus miras es cosa poco menos que necesaria. »Tengo también, continúa el doctor Newman, razones para temer que este lenguaje pueda ser atribuido en gran parte a un carácter ardiente y a la esperanza de ver mi conducta aprobada por personas que respeto. Además, quería al mis- mo tiempo ponerme a cubierto de la nota de romanismo.» Las palabras que preceden no necesitan comentarios, mayormente cuando se sabe que este hombre no se ha con- vertido todavía al catolicismo ; mientras hace estas confesio- nes tan consoladoras oírnosle que dice que no entiende por esto retractar lo que ha escrito en defensa de la Iglesia an- [12, 105-107 J EL DOCTOR NEWMAN 61 glicana. Tal vez nos engañemos, pero nos parece columbrar aquí algunos indicios de vastos designios de la Providencia. Los enemigos del catolicismo, siguiendo su acostumbrado || sistema de difamación y de calumnia, se empeñan en pre- sentar los triunfos de la religión verdadera como resultados de sórdidas intrigas o efectos de un fanatismo desatentado. Si la Inglaterra se hubiese convertido repentinamente hu- biérase dicho, a no dudarlo, que no mediaba en ello el dedo de Dios, que no debía atribuirse a la gracia el prodigioso acontecimiento, sino que era necesario buscar su origen en miras y combinaciones políticas que, con más o menos es- peciosidad, se hubieran indicado desde luego, dejando al porvenir la aclaración de lo demás que se habría supuesto oculto en las sombras. La Providencia ha querido que las co- sas marchasen por otro sendero : se hubieran atribuido las conversiones a la influencia política, y Dios ha mantenido tan separados estos extremos, que, lejos de aliarse, han vivi- do enemistados. Se hubiera dicho que el cambio se había verificado por medio de sorpresa, que los ánimos no habían podido prepararse, que el tiempo no había madurado las co- sas, y que, por tanto, las nuevas convicciones se resentirían de la precipitación con que habían sido concebidas; y Dios ha querido que el tiempo demandado transcurriese en abun- dancia ; que, después de siglos de error y de fanática exalta- ción, comenzase la saludable mudanza, primero calmándose los ánimos, cediendo de su primitiva irritación, examinando con menos parcialidad e injusticia la causa de los católicos, y llamando al tribunal de una razón ilustrada las calumnias de .que se los agobiaba ; que en seguida se pasasen a inves- tigar los motivos que se habían tenido para separarse de la Iglesia romana, y que se palpase la sinrazón de un cisma que || sólo han podido sostener las imposturas de los intere- sados en prolongarle ; y que, en fin, ora por abiertas conver- siones, ora por confesiones más o menos explícitas, se an- duviese propagando la doctrina católica, preparándose el afortunado día en que, según la expresión de un grande es- critor, la Inglaterra se hará católica, y, deshecho también el cisma de Oriente, la Europa asistirá al tedéum que se can tará en Santa Sofía. Ved lo que está indicando la célebre Universidad de Ox- ford, lo que nos está diciendo la escuela de Pusey, lo que nos está revelando la notable retractación del doctor New- man. Las palabras, las ingenuas confesiones del distinguidc. escritor nos hacen asistir a una conversión sosegada, lenta, en que la Providencia se complace en manifestar la transfor- mación que se va realizando en los espíritus con el auxilio de las luces y de la gracia. En efecto: notamos en primer lugar qué el doctor Newman, al escribir sus invectivas con- 62 BIOGRAFÍAS [12, 107-109] tra la Iglesia católica, al llamarla Iglesia perdida, apóstata y de la cual era necesario huir como de una peste, siente ya en el fondo de su alma una voz que está clamando contra tanta injusticia ; puede apenas sosegar su espíritu agitado por un vivo remordimiento, viéndose precisado a apoyarle en la autoridad de los hombres más distinguidos de la Igle- sia anglieana, quienes al hablar de la Iglesia católica se han expresado con la mayor violencia. Es decir, que el doctor no se sentía ya con bastantes fuerzas para atacar por sí solo la Iglesia romana, ya no estaba seguro de lo mismo que de- cía, sus convicciones eran tan débiles que habían menester el sostén de la || autoridad ajena. Además, ya no procedían de lo íntimo del alma, ya no eran la expresión del pensa- miento, eran un medio para congraciarse con las personas a quienes respetaba y para precaver la tacha de romanismo. Malo como era semejante proceder, anunciaba, no obstante, que la obstinación no tenía asiento en el ánimo del escritor, que sus ojos comenzaban a abrirse, que la luz de la verdad descendía del cielo sobre su ¿abeza ; y que Dios, al permi- tir su extravío, no quería, sin embargo, dejarle en aquella horrible tranquilidad que, disfrutada en medio del mal, es señal funesta de que el nombre del culpable está borrado del libro de la vida. La retractación que acaba de hacer el doctor Newman de las proposiciones vertidas contra la Iglesia católica, tiene más peso en la actualidad que si lo hubiese verificado des- pués de su conversión que con tan fundados motivos espe- ramos. Si un paso semejante lo hubiese dado después de abrazada decididamente la fe de la Iglesia romana, sería una consecuencia muy legítima de su cambio de religión, y qui- zás no ofrecería tan abundante pábulo de serias reflexiones a los que están observando la marcha de los espíritus. Un hombre que se acabe de hacer católico, natural es que ma- nifieste profundo respeto a la verdadera Iglesia y que re- pruebe lo que antes había aprobado. Pero un protestante que, permaneciendo todavía en su falsa secta, retracta lo que ha dicho contra la Iglesia católica, y lo retracta de una manera pública y solemne, es el espectáculo más raro que en este género pueda ofrecerse, es una clarísima señal de que la verdad se va abriendo paso al través || de todos los obstáculos, y que la Providencia va adelantando su ad- mirable obra por caminos incomprensibles al hombre. Y esta resolución del doctor Newman es de tanta más importancia cuanto que, atendida la situación de los espíri- tus en Inglaterra, no podrá menos de acarrearle un diluvio de insultos y sarcasmos por parte de los protestantes, que, vivamente alarmados del progreso del catolicismo en aquel país y de las buenas tendencias que se manifiestan en la [12, 109-111] EL DOCTOR NEW MAN 63 escuela puseísta, claman con la mayor violencia contra los males que están amenazando a la Iglesia anglicana. Se ha trabado ya una ardiente lucha sobre este punto; y los es- critos contra los católicos y los puseístas se derraman con gran profusión para atajar la corriente de las sanas ideas, que de tal modo perturba el reposo de los discípulos del error. Entre los muchos folletos publicados últimamente se nota uno que merece ser copiado por lo que dice y por lo que deja entender. Lo insertaremos tal como lo hemos visto en los periódicos extranjeros: «Miembros de la Iglesia: lla- mamos seriamente vuestra atención sobre una confesión he- cha recientemente con respecto al verdadero objeto que se propone el partido cismático, que de algún tiempo a esta parte ha perturbado y dividido de una manera tan lamen- table la Iglesia nacional.» Este manifiesto se encuentra en el British Critic, núm. 59, pág. 45. Helo aquí : «Nosotros debemos separarnos más y más de los princi- pios, si tal nombre merecen, de la Reforma inglesa.» «El que lee, entienda; en vano se para la red a la vista de las aves.» || Continúa el celo protestante recomendando la circulación de dicho folleto, el que se halla de venta en todas las libre- rías de Londres, a razón de un chelín cada cien ejemplares, para hacer frente de esta manera, y a favor de la baratura, a las tentativas de los agitadores eclesiásticos, que no se aver- güenzan de comer el pan de la Iglesia protestante mientras trabajan por arruinarla. Manifestando finalmente en cuán- to apuro se halla la causa del error, exclama el autor del fo- lleto: «Dios, en su misericordia, conserve entre nosotros la verdadera religión protestante.» Echase de ver la indignación con que se levantarán con- tra el doctor Newman los sostenedores del anglicanismo y que agotarán el diccionario de injurias de la rencorosa Re- forma, para presentarle a los ojos del público con los más negros colores. Pero Dios, cuya gracia le ha dado fuerza bastante para dar en el camino de la verdad un paso tan costoso, se la otorgará también para sufrir con resignación los insultos que se le prodiguen, preparando poco a poco su espíritu para que se decida de una vez a abrazar la fe de esa santa Iglesia a cuyo seno el Señor le está llamando con tan patentes señales. Entre los que participan de las ideas puseístas, la resolución del doctor Newman ha encontrado muy lisonjera acogida, y hasta se añade que ese acto tan recomendable hallará bien pronto imitadores. Ya que la infi- nita misericordia sufre tan benignamente las dilaciones, y la indecisión de esas ovejas extraviadas, sufrámoslo también nosotros; aguardemos con paciencia el día de bendición en que brillará con toda claridad a sus ojos la luz divina, y en- tre tanto oremos por ellos, como están orando los |¡ católicos 64 BIOGRAFÍAS [12, 111-112] de aquel país y de otras partes para que el Señor se digne consolar su Iglesia con la conversión de tantos desgraciados, tanto más dignos de compasión cuanto han nacido en un reino envuelto en las tinieblas del error, y donde las pre- ocupaciones contra la fe católica habían echado más profun- das raíces. No preguntemos por qué tarda tanto el cumpli- miento de nuestros deseos y esperanza: ¿qué es el hombre para pedir cuenta a Dios? La retractación del doctor Newman nos ofrece un modelo que debieran imitar todos los católicos que, habiéndose des- lizado en algún error o permitido expresiones malsonantes, han podido escandalizar a los sencillos, poniendo quizás en peligro su fe o disminuyendo el respeto que deben profesar a la Iglesia. Si Newman, todavía protestante, que declara expresamente no ser su ánimo el cambiar de comunión, re- prueba de una manera pública y solemne las expresiones vertidas contra la Iglesia romana, no porque esté ya adhe- rido a ella, sino por conceptuar injustos los cargos que le había hecho, y calumniosas las calificaciones con que la había ofendido, ¿con cuánta más razón deberán los verda- deros católicos proceder con mucho cuidado en desfigurar la historia eclesiástica, desencadenándose contra los Sumos Pontífices y contra la Sede Romana o contra el cuerpo del Episcopado en general? Por desgracia no siempre se anda en estas materias con el tiento debido ; y libros existen de auto- res que se apellidan católicos, y a quienes nosotros no ne- garemos tampoco este título hasta que la Iglesia se lo haya también negado, que se expresan con tanta desenvoltura en estas materias, que difícilmente || pudiera creerse que fuera autor católico quien no ha reparado en consignar semejantes palabras en sus escritos. Y no pretendemos por esto que al examinar la historia de la Iglesia se proceda con parciali- dad, ni se dispensen elogios a quien no los merezca, o se trate con excesiva indulgencia al que de ella se haya hecho indigno por su conducta ; pero sí es bien claro que, al tra- tarse ciertos puntos delicados, no asienta bien a un hombre que se apellida hijo de la Iglesia el desatarse en invectivas contra este o aquel Pontífice, esta o aquella clase. Conviene recordar que sin faltar en nada a la verdad histórica, sin torcer la rectitud del juicio y hasta sin escasear el corres- pondiente vituperio de las malas acciones, cabe emplear cier- to lenguaje en que se trasluzcan a un mismo tiempo el amor de la verdad y el celo de la justicia, hermanados con el cui- dado de conservar el decoro y buen nombre de la Iglesia ; cabe emplear cierto lenguaje en que se conozca que al na- rrar los excesos, al exponerlos a la reprobación pública, se cumple con un deber doloroso, como el hijo que se ve pre- cisado a confesar la ignominia de su padre. Los que conocen [15, 112-114J EL DOCTOR NEWMAN 65 estas materias juzgarán si es oportuno lo que acabamos de indicar. El curso de los acontecimientos ha puesto demasia- do en claro los resultados de semejante conducta para que sea excusable nadie que en adelante la siga. Hubo un tiem- po en que algunos católicos poco avisados, o seducidos qui- zás por el prurito de hablar con entera libertad manifes- tando un espíritu superior a las preocupaciones vulgares e inaccesible a la lisonja, pudieron creer que no era mucho el daño que ocasionaban dando a luz escritos que [| sin repa- ro habrían podido adoptar como suyos los protestantes y los incrédulos. Pero en la actualidad la situación se ha aclarado de tal manera, se ha manifestado con tanta evidencia cuál era el blanco de los que aplaudían estrepitosamente estas publicaciones, que la falta de circunspección es un verdade- ro delito a los ojos de Dios. Es ya muy consolador para un ánimo fiel y piadoso el observar que se van convenciendo de estas verdades todos los hombres de intenciones leales y sinceras. Fíjese la aten- ción sobre el lenguaje de los escritores católicos y se notará que se van desviando del errado camino de insistir demasia- do sobre ciertos puntos en los que les parecía desahogar inocentemente su celo, cuando en realidad contribuían al descrédito de las instituciones más augustas, y por tanto da- ñaban gravísimamente los intereses de la fe católica. Antes de los horrorosos acontecimientos presenciados en revolucio- nes recientes habían llegado las cosas a un punto escandalo- so, siendo difícil de concebir cómo se había apoderado de los ánimos tan funesto prurito de exageración y maledi- cencia. Es menester desengañarse ; si se declama mucho contra los Papas, al fin se vendrán a suscitar dudas sobre la legiti- midad del Vicariato que ejercen : si se habla incesantemen- te contra sus pretendidas usurpaciones temporales y espiri- tuales, al fin se llegará a poner en cuestión su primado de jurisdicción y de honor. No ignoramos lo que a esto stiele res- ponderse, no desconocemos que los vicios y las faltas de un Papa nada tiene que ver con el pontificado ; pero tampoco se nos oculta que cuando las cosas se llevan hasta cierto ¡| punto hay distinciones que es más fácil hacerlas de palabra que de corazón, y que cuando nos hayamos acostumbrado a mirar a una serie de hombres con aversión y desprecio, se nos hará difícil el acatarlos como vicarios de Jesucristo. Cuando ocurra calificar los procedimientos de este o aquel Papa, cuando sea menester designar y condenar un abuso que en este o aquel tiempo se hubiere introducido, quien sienta que su pluma destila amarga hiél, quien llevado por el celo indiscreto se exalte en demasía y se deje arrastrar a expresiones exageradas, recuerde que un protestante nos ha 5 66 BIOGRAFÍAS [12, 114] dado el ejemplo del respeto con que debe hablarse de la Igle- sia, y que no sólo no ha tenido reparo en desaprobar su an- terior conducta, sino que antes bien ha llegado a exponer- nos con la mayor sencillez los motivos que le hacían obrar de aquella suerte, sin callar ni aun aquellos en cuya ocultación se interesaba vivamente su amor propio. Al reflexionar so- bre la elocuente y saludable reflexión que resulta de hecho tan singular como el que hemos consignado, ocúrrenos natu- ralmente aquella profunda sentencia de San Agustín, a sa- ber: que Dios es tan bueno, que no permitiría el mal si del mismo mal no pudiera sacar un bien. || Espartero* ARTICULO 1.° Espartero como hombre y como general Sumario.— Situación de España. Espartare Cristina y Don Carlos. Carácter del grandor personal de Espartero. Calidades persona- les de Espartero. Reflexiones sobre la humildad de su cuna. Su valor. Diferencia entre el valor de un soldado y el de un gene- ral. Escasez de sus talentos. Dureza di corazón que manifestó en el mando. Espartero, general. Medios que empleó para en- cumbrarse. Su destreza para aprovecharse de todas las situacio- nes. Su mérito en la batalla de Luchana. Documentos justifica- tivos. Expedición de Don Carlos. Conducta de Espartero con respecto a ella. Plan de guerra. La combinación de los tres ejércitos. Acciones de Ramales y Guardamino. Título de du- que de la Victoria. Felicitación al Gobierno por la supresión del Guirigay. Documento justificativo. Abrazo en las Cortes de 183'9. Conducta de Espartero con respecto a Cabrera. Con- clusión de la guerra. Cayó Espartero, y con su caída entramos en una nueva fase de la revolución, fase que, por desgracia, no ha termi- nado aún. Inciertos y perdidos en la confusión que nos en- vuelve desde la muerte de Fernando, consolámonos los es- pañoles con maldecir el banco de arena o el puntiagudo escollo cuya proximidad puso en inminente riesgo a la com- * [Nota bibliográfica.— El año 1843 Balmes salió dos veces de Barcelona, agitada por la revuelta centralista o de la jamancia. La primera fué del 5 al 14 de agosto. Durante estos días estuvo refu- giado en el Prat de Dalt de San Felíu de Codines, donde escribió la mayor parte de este estudio, o sea los seis primeros artículos ; el séptimo debió redactarlo» en enero o febrero de 1844. Era. materia candente por la reciente caída de Espartero, a quien Balmes com- batió siempre hasta llegar al vilipendio. Dudó mucho si lo publica- ría en un folleto separado, pero luego se decidió a estamparlo en La Sociedad, porque le pareció daría interés de actualidad a su re- vista. Salió en los cuadernos 13, 14, 15, 16 y 17, fechados respecti- vamente a 21 y 30 de diciembre de 1843, 17 y 29 de enero y 1.° de febrero de 1844 (vol. II, págs. 3, 49, 97, 106, 137, 145 y 213). 68 BIOGRAFÍAS [12, 117-119] batida nave ; || olvidando los nuevos peligros que vamos a correr, sólo fijamos la vista en el que acabamos de evitar. Las proscripciones y emigraciones se suceden con espanto- sa rapidez; pocos recuerdan el día de ayer, para conjeturar sobre el día de mañana ; parece que una venda fatal tiene cubiertos los ojos de los que figuran en la escena política, para que no vean la cadena que los arrastra a la sima donde sus antecesores se hundieron. Espartero, que había empuja- do a Don Carlos hasta la frontera de Francia y acompañado a la Reina Madre al embarcadero de Valencia, no pensaba que estuviese tan cerca su precipitada fuga hacia el navio Malabar. Al empuñar las riendas del gobierno, todavía le era posi- ble a Espartero hacer olvidar los medios de que echara mano para encumbrarse ; que las naciones, como los individuos, inclínanse fácilmente a disimular lo reprensible en obsequio de lo beneficioso. O no comprendió su posición, o quizás se aventuró a comprometerla con la esperanza de elevarla. Cuando, alejándose de las playas españolas, estaba apenas recobrado del temor que le infundieran los jinetes de Con- cha, y veía centelleando en la orilla las vencedoras es- padas, sin duda que debió de recordar tristemente su des- atentada conducta, y dar una mirada de indignación a los miserables consejeros que por espacio de cinco años habían turbado la nación, urdiendo las pérfidas intrigas que al fin habían de llegar a desenlace tan desastroso y humillante. No insultamos al infortunio ; sólo indicamos su origen. Cuan- do los culpables están sometidos a solemne expiación; los miramos bajo la mano de la justicia divina; allí cesa |l la acción del hombre. Pero la historia y la filosofía tienen sus derechos ; aquélla narra los sucesos, ésta los examina. Espartero carece de grandor personal ; pero su nombre está vinculado con grandes acontecimientos, por cuyo moti- vo ocupará un lugar en la historia. Esto es para él una des- Alguna modificación hemos introducido. Hemos uniformado los títulos en que había alguna diferencia material. Al sumario del artículo 4.° hemos añadido el epígrafe su manifiesto, porque de otra manera carecía de sentido el epígrafe siguiente. Finalmente hemos descompuesto en dos el artículo 6.°, dejando al primero el título an- tiguo y tomando para el segundo el epígrafe del sumario se pre- para la resistencia. Con este desdoblamiento el artículo 7.° pasa a ser 8.°. Hemos hecho esto porque la materia parece pedirlo y porque creemos, que Balmes hizo aquella acumulación por exigencias ma- teriales de la confección de la revista. Para las referencias de he- chos y personas el lector podrá servirse de las Efemérides históricas del volumen XXXIII. La edición de esta biografía se ha repetido muchas veces, des- pués de la muerte de Balmes, en las ediciones de La Sociedad, pero no entró en los Escritos politicos. Por lo tanto, hemos tomado como típica la primera edición de la revista. Los sumarios son de Balmes.] [12, 119-120] ESPARTERO 69 gracia. La gloria no es sinónimo de fama. Quien ha figura- do en los sucesos y mostrádose indigno de su posición no aparece en los cuadros históricos sino como expuesto a la censura pública. Calidades personales de Espartero Se ha echado en cara a Espartero su nacimiento humil- de ; a los ojos de la razón esto no significa nada. Al contra- rio, si el ex regente hubiese manifestado con sus obras que la fortuna no le había elevado sin merecerlo, la misma obs- curidad de la cuna fuera un bello timbre de su gloria. ¿De qué le sirve al imbécil el lustre de su alcurnia? ¿Para qué necesita un grande hombre los títulos de sus mayores? La nobleza que no está sostenida por las cualidades personales del que la posee es un nombre vano ; los méritos de nues- tros antepasados no son nuestros, y sólo se nos aplicarán si los imitamos. El hombre de humilde cuna que se eleva a en- cumbrados puestos, por solas sus prendas, será tanto más digno de loa cuanto no ha tenido en su apoyo ni el favor que dispensa el mundo a los vástagos de ilustre prosapia, ni los medios de instrucción y educación que proporcionan las grandes riquezas; en tal caso la humildad || del nacimiento más bien debiera ser excusa de algunas faltas que cargo para agravarlas. La vida privada de Espartero ha sido atacada también, señalándose el medio poco decoroso con que había mejorado su fortuna. No sabiendo hasta qué punto sea esto verdad, nos abstendremos de comentarios; mayormente cuando la historia y la experiencia nos enseñan que los que medran en el torbellino de las revoluciones y en el estrépito de los com- bates no siempre se distinguen por una conducta muy ajus- tada. Como los hombres públicos son juzgados por lo que hacen en público, si Espartero hubiese merecido bien de la patria poco se cuidaran la generación presente ni las veni- deras de su afición al juego. Desgraciadamente, tanto los con- temporáneos como la posteridad suelen ser indulgentes en demasía con los que llevan a cabo empresas grandes, por más que sean injustas y desastrosas. ¿No vemos otorgado el título de héroes a los devastadores de la tierra? Pocos re- cuerdan la severa pero exacta sentencia de San Agustín: «Faltando la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes la- trocinios?» Mucho menos se repara en los vicios particula- res; no embargante que estos vicios son a menudo el origen de faltas de gobierno y de calamidades públicas. Pero el hombre resiste con dificultad al prestigio de lo grande y es- plendoroso ; la misma tempestad que tala los campos y pone 70 BIOGRAFÍAS [12, 120-122] en peligro las vidas es contada con pavoroso entusiasmo por las víctimas de su furor. Olvídanse por un momento las des- gracias y riesgos pasados, con el recuerdo de la negrura de las nubes, de la aterradora calma que precedió la tormenta, del deslumbrante || resplandor de los relámpagos, del vivo estallido de los truenos, de su estrepitoso y prolongado re- tumbar. ¿Era valiente? No le negaremos esta calidad; pero tam- poco nos resolvemos a otorgársela sin hacer alguna distin- ción. Si de su valor hubiésemos de juzgar por su conducta en la noche del 7 de octubre, y durante los dos meses del pronunciamiento que le ha derribado, menester es confesar que el fallo no le sería favorable. A decir verdad, hacemos poco caso de las cargas a la cabeza de la escolta y de uno que otro acto de arrojo ; lo principal de los sucesos lo sabía- mos por conducto del mismo interesado: ¿qué pensaremos de los partes después de haber visto los manifiestos? Nada decidimos sobre el particular ; a los jefes que le vieron de cerca cuando subalterno, y a los subalternos que pudieron observarlo cuando jefe, toca el apreciar su valor ; actos aislados, y en circunstancias muy críticas, no revelan la existencia de una calidad. La piedra más común arroja tal vez alguna chispa si se la hiere con viveza. Los muros de Valencia y Sevilla le presentaron hermosa ocasión para mostrar su arrojo ; y cuando Narváez marchando sobre Ma- drid y Concha persiguiéndole hasta la orilla del mar no des- pertaron en su alma el antiguo valor, lícito es sospechar que no debió de ser tanto como se nos quiso dar a entender en pomposas relaciones. Quizás no sería aventurado decir que Espartero tenía el valor de un soldado, que no le faltaba el suficiente arrojó para echarse sobre la boca de un cañón, y que, sin embargo, carecía del valor propio de general y mucho más de quien se halla al frente de una nación || de catorce millones. Estos dos valores nada tienen de semejante; el primero está en la sangre, en el corazón ; el segundo es inseparable del sen- timiento de la propia capacidad, de la ojeada vasta y pene- trante que comprende la situación, que ve los medios más a propósito para dominarla. Al soldado intrépido que mar- cha sin alterarse a una muerte segura elevadlo de repente a un puesto importante : dudará, vacilará, consultará ; poco antes no conocía el miedo, pero ahora lo sentirá por primera vez, para sí y para sus subordinados. El hombre cuya capacidad es inferior a su posición no sabe qué hacerse en ella ; y por lo mismo es indeciso, irre- soluto, tímido. Si es general en jefe, maniobrará de suerte que no pueda comprometerse a trances peligrosos, mientras [12, 122-124] ESPARTERO 71 a esto no le obligue la indeclinable fuerza de circunstancias imperiosas ; si se halla al frente del poder, tomará por pen- samientos de gobierno los recursos de la intriga. La luz del día le será aborrecible ; necesitará ocultar su miseria en la obscuridad ; dejará que las cosas vayan siguiendo su curso ; y, no sintiéndose con fuerzas propias, lo esperará todo de los favores de la fortuna. En ofreciéndose una crisis complica- da no acertará a obrar en ningún sentido, se quedará como atontado : parecerá cobarde, y más bien será indeciso. La escasez de talentos de Espartero no ofrece la duda que su valor: es negocio que ha pasado, por decirlo así, a estado de cosa juzgada. A pesar de su elevación, no se ha remontado nunca la fama de su capacidad ; cuando general la manifestó limitada; pero la nulidad del regente ha dejado muy atrás la || cortedad del caudillo. Tanta era la evidencia del hecho, que lo han reconocido sus mismos partidarios, y si bien es probable que durante la prosperidad se alegra- rían de esta circunstancia que les facilitaba el hacer servir de instrumento y juguete al mismo a quien afectaban acatar, no lo es menos que en los momentos de apuro se llenarían de despecho al ver que tan lastimosamente representaba su papel el malaventurado protagonista. Cuantos han hablado con Espartero confiesan que no han visto en él sino un hombre muy común, y esto debe de ser verdad, supuesto que no pudo deslumbrar a los observado- res, ni el prestigio de la elevación ni el grandor de los re- cuerdos. Es cierto que para juzgar a un personaje no siem- pre es suficiente una entrevista ; pero si no basta para cali- ficar con exactitud, al menos hace vislumbrar. Sobre todo en momentos críticos, en circunstancias solemnes, el talento brilla, o cuando menos chispea. En este suelo clásico de generosidad y desprendimiento las calidades del corazón pueden suplir en buena parte los defectos de la cabeza ; desgraciadamente la pequeñez de alcances de Espartero tenía un digno compañero en la estre- chez y dureza de su corazón. De bronce nos dijo que lo te- nía, en uno de sus últimos manifiestos ; y de bronce lo ha mostrado, no para arrostrar el peligro, sino para causar fría- mente el daño. La palabra perdón no la acertaron a pronun- ciar sus labios. ¿Qué sentimientos se abrigarían en el pecho de quien fusila a su gallardo compañero de armas, y des- pués de ocho días de la insurrección, cuando los arranques de cólera debían estar || ya sofocados por la conmiseración, avivada con los recuerdos de la amistad y de los servicios? ¡Ligera, ligera por cierto ha sido la expiación de quien pudo hacerse sordo a las súplicas de todo Madrid, a la mediación de los mismos adversarios del infortunado general, que, he- ridos y desde el lecho de muerte, imploraban clemencia ! 72 BIOGRAFÍAS [12, 124-125] Los bombardeos de Barcelona y Sevilla han venido a ma- nifestar que quien tan inhumanamente sacrificaba a los in- dividuos sabía con no menos crueldad destruir los pueblos en masa. Espartero, general Espartero escaló la regencia sin méritos para obtenerla ni capacidad para desempeñarla ; y así no es de extrañar que adelantase en su carrera con más rapidez de lo que era justo. Si carecía de talentos, poseía el arte de intrigar, la calma necesaria para esperar el curso de los acontecimien- tos y el secreto de explotar en su favor los merecimientos ajenos. Hasta que llegó al mando en jefe del ejército no sa- bemos que manifestase en ninguna ocasión las prendas de un gran general. Si unas veces fué afortunado, otras experi- mentó dolorosos reveses. Se le dispensaron con frecuencia lisonjeros elogios, mas en esto corrió parejas con los demás jefes, a quienes así el general como el gobierno no escasea- ban las recomendaciones y los premios. Tal era la situación de los negocios públicos, tanto era el tiento que convenía em- plear con la mira de que el enemigo no pasase de la igualdad a la preponderancia, que ambos partidos beligerantes |¡ apro- vechaban con afán todo cuanto podía servirles, y se afana- ban en crear reputaciones, por más que no debieran durar sino en muy escaso tiempo. De éstas han quedado en pie las adquiridas con justicia, indemnizándolas la opinión pública de los desdenes de la ingratitud y de los sufrimientos del in- fortunio ; pero, ¡ cuántas y cuántas otras se han hundido en el polvo para no levantarse jamás! Una de las principales operaciones que se encomendaron a Espartero antes de obtener el mando en jefe fué la perse- cución de Gómez ; pero Gómez atravesó el reino de Astu- rias, penetró en Galicia, ocupó poblaciones importantes, re- volvió sobre Castilla, y cuando acabábamos de leer pompo- sos partes en que se suponía que la división expedicionaria había sufrido fuertes descalabros, la vimos internarse hasta el corazón de España, destruir completamente la columna de López en Jadraque, marchar en dirección de Valencia, y con aliento bastante para pasearse por Andalucía y Extre- madura, a pesar del desastre de Villarrobledo. El general Es- partero había a la sazón caído enfermo, y entregado el man- do a Alaix ; pero los resultados de la campaña indicaban que no fué muy bien principiada. Ignoramos si la enfermedad sería muy grave; pero lo cierto es que vino muy a tiempo. Con ella logró Espartero dos objetos: precaver los peligros de mala fortuna que afligió a otros generales durante las co- rrerías de la expedición carlista, y hallarse a las inmediacio- [12, 125-127] ESPARTERO 73 nes del cuartel general para ocupar el mando que dejaba va- cante el malogrado Córdoba. A poco de ascendido a general en jefe fuéle propicia || la fortuna en el levantamiento del sitio de Bilbao ; pero es de notar que, habiendo comenzado el fuego a las cuatro de la tarde, no se presentó Espartero en el campo de batalla has- ta cerca la una de la madrugada, pues que se hallaba impo- sibilitado de hacerlo a causa de alguna indisposición. No se halló, pues, en la refriega en los momentos de más porfiado combate, cuando convenía desplegar el plan de operaciones y quebrantar el brío de las fuerzas sitiadoras. Ofreció la ba- talla de Luchana una de aquellas escenas de valor y cons- tancia que caracterizan al soldado español: españoles pelea- ban de una y otra parte, y fué necesario todo el furor de los elementos para que el sol no los encontrase todavía en en- carnizada lucha. ¿Hasta qué punto influyeron en la victoria el valor y la habilidad del general de la Reina? Lo ignora- mos: sólo, sí, diremos que aquellos laureles fueron horrible- mente costosos, que la sangre corrió con espantosa abundan- cia, que al día siguiente el general vencedor sentía amarga- do el triunfo por la pérdida de tantos valientes, y derramaba lágrimas sobre su tumba, y que la nación, conmovida y an- gustiada, celebró solemnes exequias por los que habían pe- recido en la sangrienta batalla. Tanta efusión de sangre indica bastante claro que la victoria se debió más bien al tenaz arrojo del soldado que a la pericia del caudillo. El tí- tulo de conde de Luchana fuera sin duda más glorioso si recordase hábiles combinaciones y maniobras que hubiesen ahorrado llanto y luto a millares de familias. No puede negarse que en aquella memorable batalla se llevaron a cabo operaciones muy osadas; pero || leyendo con atención el parte dado por el mismo Espartero, encontra- mos que la gloria que resulta de las principales maniobras no corresponde al general en jefe. Oráa, el barón de Meer y otros habían merecido tanto y más que él ser agraciados con el título de conde de Luchana. Al comenzar las difíciles y arriesgadas operaciones para el paso del río y restable- cimiento del puente, no las dirigía Espartero, sino Oráa Es 1 «Los reconocimientos que había practicado varias veces a cos- ta de acciones formales sobre las lineas enemigas a la derecha e iz- quierda del Nervión, formando puentes para los diferentes pasos del ejército, me convencieron de que el restablecimiento del de Luchana era el único, aunque arriesgado, medio de salvar a la heroica Bilbao y a su bizarra guarnición. Para ello acampé últimamente en la lla- nura de Alzaga y en los montes de Aspe y Arriaga a la derecha del expresado río. empleando algunos días y venciendo infinitas dificul- !ades_ para conducir la artillería y establecer las baterías inglesas y españolas que habían de proteger tan atrevida operación. »E1 señalado 24 dispuse qu; la brigada del coronel don Baudilii 74 BIOGRAFÍAS [12, 127-128] preciso no perder de vista tan n table || circunstancia para no privar de su gloria al respetable general, a quien en los últimos tiempos le hemos visto alejado del suelo patrio, des- tinándole a un mando que no parecía muy a propósito para su quebrantada salud y edad muy avanzada. Formidable era el trance en que las ocho compañías de cazadores se embarcaron en lanchas para saltar en la orilla enemiga ; fueron necesarios actos dJ. mayor arrojo, y a la vista de un adversario a quien por cierto no faltaban la in- teligencia y el valor ; mas no era tampoco Espartero ni quien ejecutaba ni quien dirigía 2. || Mayol, que se hallaba acantonada en Sestao, pasase la ría de Ga- lindo por un puente de pontones, que estableció con admirable pron- titud frente del Desierto la marina real inglesa, auxiliando también a esta fuerza con media batería de lomo servida por individuos de la misma nación. La orden que tuvo fué de situarse en la altura que da frente a la desembocadura de la ría de Azua, y de colocar tira- dores en la torre arruinada de Luchana y en las casas que están cerca de la ría de Burceña. El objeto era llamar la atención del enemigo por la izquierda del Nervión para que disminuyese las fuerzas que tenía sobre las líneas de mi proyectado ataque, y para que al mismo tiempo protegiese el paso de la expedición que había dispuesto a fin de echar el puente de Luchana. Difícil y temeraria empresa, a la vista del enemigo, que se hallaba fortificado a la parte opuesta de la cortadura de un arco del puente de más de cuarenta pies de diámetro; posesionado de varias casas inmediatas a él, y colocado en zanjas y parapetos diestramente establecidos, con la protección de una batería a cincuenta pasos sobre el camino, y de otra en la falda del monte de Cabras. Pero yo contaba con soldados intrépidos que ardían en deseo de sacrificarse por salvar a sus compañeros de armas, y no dudé el acometerla fiando su di- rección al general don Marcelino Oráa, jefe de la plana mayor geni- ral de este ejército, por hallarme yo enfermo.)) (Gaceta de Madrid del 23 de enero de 1837.) 2 «Ocho compañías de cazadores fueron destinadas para la atre- vida empresa: la 1.a y 2.a del primer regimiento de la Guardia Real; la 1» y 2a del de Soria; la I a y 2.a del de Borbón, estas seis de la 2.a división ; la del tercer batallón de Zaragoza y la del segundo del 4.° ligero. También fué destinado al embarque el teniente de artillería don Manuel Alvarez Maldonado, con algunos artilleros para servir las piezas que se contaba tomar al enemigo, como así lo verificó. Esta valiente columna de cazadores, al mando del co- mandante del regimiento infantería de Soria don Sebastián Uliba- rrena y del de Zaragoza don Francisco Jurado, muertos gloriosa- mente, debían a las cuatro de la tarde embarcarse en lanchas para saltar en la orilla enemiga, apoderarse de sus obras y proteger la rehabilitación del puente. En el momento de la ejecución se pronun- ció de una manera espantosa el temporal que ya reinaba. La nieve y el granizo, acompañado del huracán, bastaban para intimidar el es- píritu más fuerte. Nuestros cazadores, superiores a todo, dieron las primeras muestras de su ardimiento con frecuentes vivas y aclama- ciones precursoras de la victoria. Majestuoso fué el acto de zarpar las lanchas guiadas v escoltadas por las trincaduras de la marina nacional, al mando del brigadier don Manuel de Cañas y de su se- gundo el brigadier don José Morales. En el mismo instante redobla- ron el fuego todas nuestras baterías, y los tiradores de la derecha e izquierda del Nervión. En breve se situaron las trincaduras en dis- [12, 129-130] ESPARTERO 75 Desembarcados los cazadores en la orilla opuesta, y due- ños de las posiciones enemigas, se rehabilitó el puente, pasa- ron al otro lado las tropas de la Reina, con orden de apode- rarse del mortte de San Pablo ; quien las conducía a la sazón era el barón de Meer 3. Encarnizóse entonces la refriega ; la sangre corría a to- rrentes en ambas filas ; pero las tropas de la Reina || se ha- llaron en tan grave conflicto, que sólo pudieron salvarse con la decisión y pericia de los que las mandaban. En el prolon- gado y sangriento choque recibió el barón de Meer una he- rida que le forzó a retirarse del campo *. Las maniobras continuaban, el fuego y la furia de los •elementos diezmaban horriblemente el ejército ; eran más de las doce de la noche, y el general en jefe no se había posición de proteger con sus fuegos el desembarco de nuestros va- lientes, que, arrostrando el de fusilería y despreciando el de cañón, saltaron animosamente en tierra vitoreando entusiasmados a la Reina y a la libertad. «Aterrado el enemigo con tanto arrojo, y sorprendido con tan inesperado ataque, fué de cortos momentos su resistencia, dando lugar con su fuga a que los bizarros cazadores se posesionasen de las fortificaciones del puente, de los parapetos de las casas inmedia- tas y de las baterías del camino y monte de Cabras. Dignos del ma- yor elogio son, Excmo. Sr., todos los que realizaron el atrevido asalto; pero lo merece particularmente el capitán de fragata don Francisco Armero, quien, a pesar de hallarse herido, fué el primero que puso el pie sobre la batería enemiga, apoderándose de una de sus piezas.» (Id.) 3 «Agravado por mis males en aquella tarde, continuó dirigien- do las operaciones el general Oráa. Los materiales para el puente estaban prevenidos. Nuestros activos ingenieros lo formaron pronta- mente y con solidez. Los marineros ingleses, dirigidos por su digno comandante don Guillermo Lapidge, formaron otro de pontones con admirable celeridad, en tanto que el primer batallón de Soria mar- chaba embarcado en refuerzo de los cazadores. Las mismas lanchas que los habían conducido tuvieron que volver para llevar este bata- llón. Y el general barón de Meer, comandante general de la biza- rra 2.a división, pudo, a beneficio de aquellos habilitados pasos, tras- ladarla al otro lado de la ría con orden de apoderarse del monte de San Pablo.» (Id.) 1 «Los enemigos, habiendo vuelto de su sorpresa, y reforzados considerablemente, descendieron de la eminente cordillera de Ban- deras, tomando posición en los parapetos y otros puntos, dominando la altura que habían ganado nuestras tropas. La batalla se empeñó entonces con encarnizamiento. Una batería enemiga, colocada so- bre el flanco derecho a retaguardia de las fuerzas rebeldes, causaba estragos en las nuestras. A pecho descubiarto recibían nuestros va- lientes el hierro y el plomo. Las cargas a la bayoneta fueron repe- tidas de una y otra parte; pero ni los enemigos pudieron ser des- alojados, ni la valiente 2.a división pudo ser lanzada del cerro, cuya defensa fué encomendada a su heroico esfuerzo. Centenares de he- ridos llenaron los hospitales de sangre ; el campo estaba sembrado de cadáveres, y en el sangriento, en el prolongado choque, había sido ya herido el general barón de Meer, y posteriormente contuso el brigadier don Froilán Méndez Vigo, que había quedado mandando la división.» (Id.) 76 BIOGRAFÍAS [12, 130-132] presentado todavía. Estamos seguros que se lo impedían sus males, agravados en aquella tarde ; pero sea como fuere, la historia no debe olvidar que, habiendo durado once horas la acción, no se encontró Espartero en el campo sino por es- pacio de tres y media ; y que, por fin, al darse las cargas a la bayoneta que decidieron la victoria, si Espartero con- ducía una columna, marchaba al frente de la otra el general Oráa 5. || Extenuado el ejército con aquella costosa victoria, perma- neció inactivo en Bilbao por espacio de tres meses, hasta que se movió hacia el centro de las provincias para la famo- sa combinación de los tres cuerpos que, atacando a un tiem- po por tres puntos diferentes, || debía preparar un golpe decisivo. No fuera justo acusar a Espartero del mal éxito de un plan que, si bien podía ser realizable tratándose de atacar 5 «Sin embargo del estado en que me hallaba, temiendo que un revés malograse las ventajas obtenidas por la tarde, di orden al ge- neral don Rafael Ceballos Escalera para que hiciese marchar rápi- damente al punto del combate la 1.a brigada de su división, y que siguiese él al mismo con la otra ; mandando también un ayudante de campo a reunir lanchas, pasarlas al Desierto y seguir en busca de la brigada Mayol, con orden de que, dejando sólo un batallón en las posiciones, pasase con los otros dos al lugar del combate, atravesando la ría de Galindo por el puente de pontones, y la de Bilbao en las lanchas, pues el temporal había deshecho el gran puente de quechemarines. Pero no pudiendo resistir al deseo de im- ponerme personalmente del estado de la batalla, e impaciente por las horas de continuado fuego, monté a caballo entre doce y una de la noche, y me presenté en la altura de San Pablo en ocasión en que fué conveniente y necesaria mi presencia. Defendía la posición el coronel don Antonio Valderrama, comandante de la Guardia Real de infantería, con un valor admirable, después de las sensibles ba- jas que había sufrido la brillante 2.a división que entonces estaba a su cargo. El fuego continuó algún tiempo produciendo los mismos estragos, porque la mucha nieve hacía percibir los objetos; mas ha- biendo llegado la brigada del valiente coronel Minuisir, en virtud di la orden que di al general Escalera, determiné atacar decidida- mente al enemigo para ganar la cordillera de Banderas y apoderar- me de los parapetos y de su batería. Merecedor es dicho coronel de la gratitud de la patria por la serenidad con que se condujo for- mando los cuerpos después del paso de un terrible desfiladero. El soldado, al escuchar mi voz, cobró nuevo aliento; sus aclamaciones fueron el augur del más completo triunfo, y puesto a la cabeza de la primera columna, verificándolo a la de otra el general Oráa, se dio la más brillante ca^-i a la bayoneta, siguiendo las aclamaciones de entusiasmo acompasadas del paso de ataque, arrollando al ene- migo hasta la culminante altura, y lanzándolo en desorden por el descenso de la parte opuesta, en dirección de los pueblos de Azua, Herandio y Derio, quedando en nuestro poder la batería que tenían en la cúspide. Desde entonces todo cedió al esfuerzo de estas biza- rras tropas que instantáneamente se hicieron dueñas del punto forti- ficado de Banderas. Once horas duró tan sangrienta lucha, la mayor parte de ellas de noche, con un frío insoportable, y sin que la nieve cesase de caer en tal abundancia, que sepultó muchos de los cadáveres, así nuestros como enemigos.» (Id.) [12, 132-133] ESPARTERO 77 un simple ejército, era en extremo descabellado teniendo que habérselas con uno que estaba apoyado por el país. Pero desde luego salta a los ojos que el general en jefe no debía emprender semejante operación, y que por más vivas que fuesen las instancias con que le apremiase el gobierno para emprender un ataque decisivo, era de su obligación resistir- se a cometer tamaña imprudencia, presentando, si hubiese sido necesaria, la renuncia de su puesto, antes que empeñar- se en una combinación que fué muy desastrosa para el ejér- cito invasor y que todavía hubiera podido serlo mucho más. Ora Espartero concibiese el plan, ora lo adoptase concebido por otros, manifestó bien a las claras que no conocía el ca- rácter de aquella guerra ; y si penetrado de sus inconve- nientes se prestó a ejecutarlo, no mostró la firmeza que en semejantes circunstancias debe tener un general en jefe. El, que lo era del ejército del Norte, podía siempre contar con mucha consideración de parte del gabinete de Madrid, por motivo de la alta importancia que había tomado la lucha en Navarra y Provincias Vascongadas ; siempre que el general hubiese manifestado que una operación era muy arriesgada, y que || con ella se iba a comprometer la causa, es bien se- guro que las instancias habrían cesado, o hubieran perdido de su tono imperativo. En todo caso, los deberes de un gene- ral en jefe son de una esfera superior a los de un subalter- no ; entre la obediencia ciega y la resistencia abierta se le ofrece siempre un medio decoroso: sacrificar los atractivos de la ambición a los deberes del honor. La dura lección que se acababa de recibir hizo que se cam- biase el plan de operaciones y que, abandonando la idea de los ataques combinados, se adaptase el sistema de reunir la mayor parte de las fuerzas y dirigirlas de un golpe sobre un punto importante. Resolvióse, pues, el ataque de la línea de Hernani. Pero es de notar que, si bien Espartero se apode- ró de ella sin mucho trabajo, fué por coincidir su operación con la salida de la expedición de Don Carlos, con lo cual quedaba la línea, si no abandonada, al menos muy desguar- necida. Como quiera, formaremos concepto sobre la imprevisión con que, por aquel tiempo, eran dirigidas las operaciones, considerando que cabalmente se emprendía un ataque contra el norte de las provincias al mismo tiempo que el enemigo, con numeroso y escogido ejército, se encaminaba hacia el Alto Aragón, amenazando dar un golpe decisivo a Cataluña, que a la sazón se hallaba muy desmantelada. Si la prudencia y habilidad del barón de Meer, auxiliadas con el arrojo del general León, no hubieran quebrantado algún tanto el ímpe- tu del ejército carlista en las campos de Gra, si en el centro de Cataluña se hubiesen repetido las escenas de Huesca y 78 BIOGRAFÍAS [12, 1 33-1 35 J Barbastro, en pocos || días habría caído en poder de Don Carlos la mayor parte del Principado ; y el ejército que, después de la batalla de Gra, del hambre de Solsona y del revés de Chiva, conservó todavía bastantes fuerzas para hacer frente a las de Oráa, Espartero y Buerens, derrotar cumplidamente a éste y marchar sobre la capital, es proba- ble que no se hubiera detenido con débiles tapias si, salien- do de Cataluña victorioso y bien abastecido, hubiese podido marchar en derechura hacia Madrid. Por cierto que no son necesarios conocimientos militares para entender que no convenía entretenerse en operaciones secundarias, cuando el enemigo estaba preparándose a inten- tarlas decisivas. Se hubieran prevenido gravísimos riesgos y evitado considerables pérdidas, si al acometer Don Carlos su empresa se hubiesen hallado las tropas de la Reina ocu- pando los puntos convenientes para recibir con ventaja al ejército invasor. Fué preciso marchar a ocuparlos a toda prisa, según lo demandaba la urgencia del peligro y lo per- mitían las circunstancias, corriendo entre tanto el trono de Isabel tan terribles azares, que no se alcanza cómo de ellos salió bien parado, sino atendiendo a la mala dirección que presidió a los negocios de Don Carlos desde la muerte de Zumalacárregui. Es curioso observar la conducta de Espartero en aquella campaña : fuese plan, fuese casualidad, lo cierto es que nun- ca tuvo con el ejército expedicionario una batalla formal. Iribarren, Meer, Oráa, Buerens, todos midieron sus fuerzas con el enemigo, con buena o mala fortuna ; sólo Espartero, general en jefe, y llevando a sus inmediatas órdenes tropas escogidas, || maniobró de tal manera que no se vió nunca empeñado en un lance decisivo. Diráse que el enemigo le huía el cuerpo ; pero cuando atravesó por el centro de la Península no parece que debiera de ser tan difícil precisarle a pelear, y lo que lograron los subalternos no había de ser imposible al jefe. Además que un ejército tan numeroso, y que amenaza la capital de la monarquía, no se escurre y desbanda a manera de pelotones de somatén. ¿Sería aven- turado sospechar que Espartero, siguiendo su sistema fa- vorito, dejó para los otros los compromisos y riesgos, reser- vándose recoger el fruto si es que llegara a sazón? Para aclarar estas dudas veamos lo que nos indican los aconte- cimientos sucesivos. Vueltos a las provincias del Norte los ejércitos belige- rantes, castiga Espartero los asesinatos de Sarsfiel y Esca- lera. Aquellas escenas, a la par grandiosas y terribles, con- tribuyeron de una manera muy particular al realce de su nombre, restableciendo y afirmando la disciplina, tan rela- jada por las revueltas civiles y las mismas circunstancias de [12, 135-137] ESPARTERO 79 la guerra. Con tan justa severidad se afianzó en su puesto el general en jefe, y labró la mayor parte de su afortunado porvenir. Mas no se empaña el elogio por haberse enlazado en la acción aplaudida los intereses de quien lo merece con los derechos de la justicia y con la conveniencia pública. En adelante redújose el plan de campaña de Espartero a mantenerse en la defensiva, cubriendo la línea de fortifica- ciones que circuían el país enemigo, y esperando que algu- na nueva tentativa de invasión llevase a las fuerzas de Don Carlos a operar en terreno || para ellas menos ventajoso. Este sistema de guerra, si bien fastidioso y estéril, era el único posible, atendido el espíritu y la posición del país, los numerosos y aguerridos batallones que lo defendían ; pero adoptándole Espartero no hizo más que seguir lo que le ha- bía enseñado el general Córdoba, con la práctica y por es- crito. La experiencia de la guerra con los franceses, la del año 22, y sobre todo los desastrosos principios de la presen- te, estaban confirmando la opinión del ilustre caudillo ; pero leída su famosa Memoria, adquirían los hechos tal grado de evidencia, que era preciso cerrase los ojos quien quisiese resistir a la fuerza de la verdad. Si el ejército de la Reina se hubiese desviado de este sistema, hubiéranse repetido las escenas de las Amezcuas, y quizás fueran todavía más ca- lamitosas; porque si bien estaba mejor organizado y disci- plinado que en tiempo de Valdés, en cambio, los batallones de Don Carlos eran más numerosos, contaban con más for- tificaciones y otros medios de defensa, habían adquirido la convicción de que ocupaban posiciones inexpugnables y ha- brían sabido aprovechar mejor la victoria que no se hizo en aquella desastrosa retirada. El mismo Zumalacárregui no estuvo a la sazón bastante penetrado de la fuerza' propia y de la debilidad de su enemigo. Después de larga inacción, sólo interrumpida por sucesos de escasa importancia, hiciéronse grandes preparativos para dar otro golpe que, si no fuera decisivo, inclinara un tanto la balanza a favor del ejército de la Reina. Estella, Morella y Solsona debían ser atacadas a un tiempo. Solsona fué to- mada por || el barón de Meer ; Oráa sufrió un descalabro en el asalto de Morella, y se vió precisado a retirarse ; Esparte- ro, que tan grandes y ruidosos preparativos había hecho para atacar a Estella, no atacó. De esta suerte quedó desvirtuado el general del ejército de Aragón y Valencia, cuya reputa- ción militar podía servir de estorbo al del Norte; y no co- rrió escaso riesgo de la misma suerte el de Cataluña, cuya fama iba creciendo hasta un punto que debía de infundir recelos a la ambición desapoderada. Los dos generales que operaron no contaban con fuerzas y recursos bastantes para acometer sus respectivas empre- 80 BIOGRAFÍAS [lí, 137-139] sas ; las acometieron, sin embargo, uno con próspera, otro con adversa fortuna; ¿por qué no desempeñó Espartero la parte que le cabía? ¿No fuera lícito sospechar que entonces como antes trató de eludir compromisos, manteniéndose en expectativa, y no poniendo en peligro ese mando que tan caro le era y que tan ambiciosos proyectos le inspiraba? Además que no fué pequeño triunfo el deshacerse de un general tan entendido como Oráa, y cuya severa probidad no infundiría muchas esperanzas de que, con el tiempo, se- cundase designios villanos. Por lo tocante al barón de Meer, bien pronto debía llegarle su turno ; y entonces Espartero, cuya imperativa influencia habría hecho ya desaparecer el ejército de reserva comenzado a organizar por Narváez, que- daba sin rivales temibles, único dueño de la situación, pu- diendo ensayar sus fuerzas sobre la Corte que tan ciegamen- te se había entregado en sus manos. Elevado al ministerio el general Alaix, íntimo allegado || de Espartero, fué una es- pecie de inauguración del poder del general en jefe. Cabal- mente el nuevo ministro se encargó de su alto puesto inme- diatamente después de haber sufrido un encuentro desgracia- do : esta circunstancia, que por cierto no era muy favora- ble al prestigio del secretario del despacho, no podía ser desagradable a quien lo hacía nombrar; cuanto menos bri- llase la persona de Alaix, tanto más resaltaba la preponde- rancia de quien lo enviara. Nada diremos del mérito de las acciones de Ramales y Guardamino ; a ellas debió Espartero el título de duque de la Victoria ; observaremos, no obstante, que no habían trans- currido dos meses desde los fusilamientos de Estella, y que a la vuelta de tres el jefe del ejército enemigo se entregó a Espartero, con todos los batallones que le fué posible reunir. Entre tales sucesos no asienta muy bien el título de duque de la Victoria. Como quiera, sería de desear que el general Maroto, que tan escaso fruto reportó de las negociaciones, franquease los secretos de su cartera a los que intentasen escribir la historia. Es sensible que un acontecimiento tan trascendental como el de Vergara esté envuelto todavía en densa obscuridad ; Maroto llegó al término de su carrera mi- litar y política el día que se abrazó con Espartero, y a éste le cupo la misma suerte al embarcarse en el Puerto de San- ta María ; perteneciendo ambos personajes a la historia, fuera muy del caso que vieran la luz documentos que no podrían menos de ilustrarla. Las revelaciones de Aviraneta podrían aclararse con las de Maroto. No sabemos si la políti- ca inglesa tendrá interés en que se guarde el secreto ; pero en tal || caso existe un nuevo motivo para avivar la curio- sidad. Luego del abrazo de Vergara comenzó el puritanismo cons- [12, 139-140] ESPARTERO 81 titucional de Espartero ; desde entonces ya no fué el gene- ral que, celoso del orden público, felicita al gobierno por haber dado un golpe anticonstitucional al Guirigay 6 ; es un parlamentario || rígido que nada quiere hacer sin el consentimiento de las Cortes, es un fiel observador de los principios liberales, aun cuando por ellos debiera encenderse de nuevo la guerra ; la Constitución y nada más que la Cons- titución ; el héroe de las cien batallas, en el momento de hallarse en el apogeo de su prestigio y poderío, se siente 6 Insertamos a continuación el siguiente notable documento en el cual no escasea Espartero las más duras calificaciones al mismo partido a quien luego aduló con tanta afectación. Extraña coinci- dencia; la comunicación es de fecha 18 de julio de 1839; en 18 de julio de 1840 tuvieron lugar los acontecimientos de Barcelona. Oficio que pasó el general en jefe del ejército del Norte al señor ministro de la Guerra, felicitando al gobierno por la energía que desplegó al suspender la publicación del periódico exaltado El Guirigay. «Excmo. Sr. Habiendo llegado a mi noticia que el gobierno de Su Majestad acordó se suspendiese la publicación del periódico titu- lado El Guirigay, a consecuencia de haberse atrevido sus redacto- res a dirigir infames y bajas injurias a la augusta Reina Goberna- dora, procuré la adquisición del número de dicho periódico que contenía tan inaudito ultraje, y su lectura ha producido en mi áni- mo la justa indignación que no puede menos de excitar tan escan- daloso desacato. »Yo faltaría, Excmo. Sr., a uno de mis primeros deberes si en esta ocasión guardase silencio y no elevase mi voz para hacer par- tícipe de mis sentimientos al gobierno de Su Majestad, al ejército y al público. Mi manifestación será franca y sincera, aun cuando los perversos que se complacen en la ruina de esta desventurada patria quieran atribuir torcidas intenciones y bastardos fines a lo que es un celo puro y deseo ardiente de su prosperidad. »La mayoría de los españoles, que desea ver afianzada la Cons- titución que nos rige, y con ella el trono legítimo de Isabel II, de- plorará como yo esa perniciosa licencia, ese desenfreno de la mi- serable pandilla que, escudada de la libertad di imprenta, desgarra y escarnece hasta lo más sagrado con sus furibundos ataques, em- ponzoñadas máximas y anárquicas contestaciones. Esa despreciable fracción de hombres inmorales que, proclamándose defensores del pueblo, todo lo atropellan para llegar a sus reprobados fines y su- mirlo en mayores desgracias, no puede tener otra más justa califi- cación que la de traidora a la noble causa que maliciosamente apa- renta defender. Esta clase de hombres sin títulos que recomienden sus personas, sin propiedad que asegure la buena fe de sus exage- radas máximas, sin compromisos y sin virtudes reconocidas por he- chos consumados, quieren arrastrar y someter a su tiránico yugo a la masa general de los españoles que sostienen el Estado o le de- fienden, exponiendo todos los días su existencia. La libertad de es- cribir y de publicar las ideas debe protegerse cuando no perjudica a la salud de la patria. A esta salud deben ceder todas las conside- raciones; y las leyes, por más justas y convenientes que se creyeran al recibir su sanción, -tienen que quedar de hecho suspendidas cuan- do el bien de la patria lo reclama. »La nación española, tal vez la primara de la culta Europa que reconoció sus derechos y las ventajas del gobierno representativo. 6 82 BIOGRAFÍAS [12, 140-142] acometido de los escrúpulos constitucionales || de una mane- ra tan delicada y ejemplar, que deja edificados y confun- didos a los más ardientes liberales. Un abrazo en Vergara terminó una era ; un abrazo en las Cortes inauguró otra. El primer abrazo arrojó de la Península a Don Carlos; el se- gundo abrazo señalaba a Cristina el camino de || Valencia ; ¡cosa notable!, fervientes reconciliaciones, nuevos abrazos, condujeron a Espartero a bordo del Malabar... Nuestros lectores no habrán olvidado que en octubre de 1839 tuvo lugar en las Cortes una escena tan ruidosa como tierna. Pronunció el señor Olózaga un largo discurso en que manifestó algunas sospechas sobre el ministerio, no sólo por el modo con que se había formado, sino también por la conducta que observaba. Mediaron contestaciones, acaloróse el debate ; pero al fin. merced a declaraciones con- fia sido constantemente presa de la esclavitud; y las transiciones favorables que, como aureola de su felicidad, se lian reproducido en el siglo presente, fueron combatidas para volver al depresivo estado que imprime el despotismo. «Las opiniones se dividen, queriendo cada cual según su prisma de observación señalar las causas exclusivas de la perdida libertad ; pero yo encuentro en esa misma división una esencialísima que puede hasta en el día hacer se malogren tantos sacrificios y sangre vertida por consolidar nuestras instituciones. La experiencia de clásicos errores no ha servido de maestra: y ni aun el terrible des- engaño de que algún periódico como El Zurriago, de triste recuer- do, era el instrumento asalariado para encender la discordia y en- tronizar el despotismo, sirve de lección para alzar un grito unáni- me que repruebe y proscriba a todo el que pronuncie el desorden con escritos incendiarios y toda máxima que perjudique en lo más mínimo al pronto y seguro triunfo de la causa que defendemos. »Si fueran necesarias pruebas para convencer del daño que la ocasionan los escritos alarmantes y calumniosos, bastaría el exa- men de los boletines rebeldes, atestados de copias di lo mucho que publican algunos periódicos poco circunspectos o guiados del espí- ritu de partido. Pero lo que no podía concebirse ni esperarse era el remarcable escándalo de verse públicamente ultrajada la sagrada e inviolable persona de la Reina Gobernadora ; y si el gobierno, en las críticas circunstancias en que se encuentra la nación, no hubiese prescindido de consideraciones que podrían tener lugar en un esta- do normal, atajando el escándalo que comprometía el orden y pre- cipitaba la causa, habría, a mi modo de ver, comprendido mal sus deberes respecto de la dignidad de la corona y las facultades que le concede el artículo 45 de la Constitución jurada. «Como general en jefe de este ejército creo conveniente felicitar tan oportuna determinación, y no aventuro nada asegurando a Vuestra Excelencia que éstos son los sentimientos de todos los in- dividuos que están a mis órdenes, tan dispuestos a combatir a los rebeldes como a toda clase de enemigos de la Constitución y del trono legítimo de Isabel II, sea la que quiera la máscara con que se encubran. Dígnese Vuestra Excelencia admitir esta expresión pura y sincera de mis sentimientos, que hago pública, por creer así contribuyo al bien de mi patria y de mi Reina. Dios guarde a Vuest a Excelencia muchos años. Cuartel general de Amurrio. 18 de julio de 1839. — Excmo. Sr. — El duque de la Victoria.— Excmo. Sr. Se- cretario de Estado y del Despacho de la Guerra.» [12, 142-143] ESPARTERO 83 ciliadoras y amistosas, se abrazaron el señor Olózaga y el señor Alaix, imitando en seguida el ejemplo los demás dipu- tados y ministros, en medio de los aplausos de las galerías. Los mismos que se abrazaban no sabían lo que significaba aquel abrazo. El poder militar, cada día más pujante, y que amenazaba invadirlo todo, se aliaba entonces con un partido a quien antes tratara con la dureza que acabamos de ver. Esto auguraba a la infeliz España males sin cuento. Con no menos gracia que verdad dijo a la sazón el festivo Abena- mar, hablando de la que él apellida escena tierna y lagri- mosa. «Lloraban los diputados, lloraban las galerías, lloró la mesa y los bancos, lloró del trono la silla, los taquígrafos lloraban y lloraban las cuartillas, y por llorar, toda España a su tiempo Horaria.» Pacificadas completamente las provincias del Norte, la opinión pública creía estar ya viendo al general || de los ejércitos reunidos cuál se arrojaba con la velocidad del rayo sobre Cabrera y en seguida sobre el conde de España, apro- vechando la terrible impresión que en las fuerzas carlistas de Aragón y Cataluña acababan de producir los colosales sucesos del Norte. Por más fuerte que se quiera suponer a Cabrera, encastillado en Morella y Cantavieja, ¿quién podía pensar que se emplearían ocho meses en desalojarle del país? ¡Y cuánto aparato! ¡Cuántos preparativos para el si- tio! Las cartas del cuartel general y el manifiesto del Mas de las Matas bien claro indicaban que Espartero no perdía el tiempo y que su inacción militar ocultaba la actividad de las intrigas que debían comenzar a desembozarse en Barce- lona para llegar al triste desenlace de las playas de Valencia. Ignoramos si hay algo de verdad en lo que se ha dicho sobre inteligencia entre Espartero y Cabrera; no ha faltado quien sospechara que este último había cedido a las propo- siciones del general enemigo, y que su paso por Cataluña no fué sino para llevarse a Francia los batallones de Cata- luña. Sea como fuere, no deseamos que se nos achaque que nos hemos propuesto rebajar en todos los acontecimientos el mérito de Espartero ; y así nos abstendremos de formar juicio sobre aquellos hechos, no teniendo a la vista datos suficientes. La enfermedad de Cabrera sobrevino también en ocasión muy oportuna para los designios del afortunado jefe de los ejércitos reunidos ; y la conducta observada en Berga por el caudillo carlista fué. cuando menos, algún tanto mis- teriosa. Para abandonar la plaza y marchar precipitadamen- 84 BIOGRAFÍAS [12, 143-145] te || al extranjero al presentarse las guerrillas del enemigo, no necesitaba Cabrera hacer a sus subordinados tan animo- sas promesas, y divertirlos con festivas y bulliciosas demos- traciones. Fuese convicción de la inutilidad de la resistencia, fuese otro el motivo, lo cierto es que los sucesos manifes- taron que Cabrera, al atravesar el Ebro, no tenia inten- ción ce pelear más. Nada sucedió que pudiera hacerle cam- b'ar de plan, porque la fuga de Segarra, general de los car- listas ce Cataluña, más bien le dejaba el terreno despejado que no se lo embarazaba. La prueba más clara de que po- día contar con la decisión de todos los batallones catalanes la tenía en que el caudillo que meditaba proyectos de transacción tuvo que escaparse solo, sin poder llevar consigo ni una escolta ce cuatro caballos, y con gravísimo riesgo de la vida. Añádase a esto que Espartero le dejó libre a Cabre- ra el paso del Ebro, no obstante de que, al parecer, le inte- resaba cerrárselo para impedir su reunión con las fuerzas de Cataluña, mayormente cuando, tomados los fuertes, le era muy fácil destruirlo en pocos días, contando como contaba con un ejército tan imponente, y teniendo en su apoyo el irresistible curso de tantos y tan prósperos acontecimientos. Nos abstenemos de juzgar ; pero consignamos los hechos por si pueden arrojar alguna luz. La lentitud de operaciones, que tan beneficiosa fué a Es- partero, podía ser muy fatal a la causa de la Reina ; porque no habiendo desistido Don Carlos de su pretensión, antes continuando con empeño en alentar a sus defensores, podía acontecer muy bien que se encendiese de nuevo la guerra civil en las provincias || donde se había logrado sofocarla, y se aplazara para mucho más tarde su decisiva terminación. Es indudable que con los sucesos de las provincias del Norte la causa carlista había sufrido una pérdida irreparable ; pero también lo es que las fuerzas de Aragón y Cataluña no eran para despreciadas; y que si se hubiesen visto apoyadas por una nueva insurrección en Navarra, por poco considerable que hubiera sido, se habría hecho muy difícil el hacerles abandonar el campo. La fuerza moral del suceso de Vergara, que en septiembre de 1839 era irresistible, había perdido ya mucho en febrero de 1840 ; y sabido es que en todas las guerras, mayormente en las civiles, la fuerza moral es a me- nudo más decisiva que la realidad de los hechos. Más de treinta batallones le quedaban todavía a Don Carlos des- pués de la defección de Maroto ; y, sin embargo, no resistió a la aterradora fuerza moral de tamaño acontecimiento ; pero es bien seguro que si en la primavera de 1840 se hubiesen visto de nuevo en campaña una docena de batallones nava- rros, habrían cobrado tal ánimo los defensores de este prín- cipe, que la guerra civil no habría terminado aquel año. Las [12. 145-147] ESPARTERO 85 mismas circunstancias que se miran como muy difíciles en la caída de una causa, cuando en ella ha empezado a cundir el desaliento, son consideradas como muy ventajosas en los momentos de esperanza. Así, quien debía salvar el trono de Isabel lo exponía con su lentitud a nuevos y gravísimos pe- ligros. || ARTICULO 2.° Espartero ambicionando la regencia Sumario. — Elementos políticos de Barcelona. Viaje de las reinas a esta capital. Descripción de la entrada de Espartero en Barce- lona el día 13 de junio de 1840. Motín del 18 de julio. Sus cau- sas. Responsabilidad que pesa sobre Espartero. Timidez de Es- partero. Errores que se cometieron con respecto a él. Diferen- tes especies de asonadas y distinta conducta que en ellas debe seguirse. Los moderados y Espartero. Notables palabras del señor Martínez de la Rosa. Conducta de Inglaterra. Hechos y documentos justificativos. La presidencia sin cartera. Un folle- to notable. Abdicación de la Reina Gobernadora. Instalación del ministerio-regencia en Madrid. Espartero. Cromwell. Na- poleón. El intrigante y el hombre de Estado. Camarilla de Es- partero. Cuestión sobre la regencia. Espartero es elegido re- gente único. Carácter de la regencia única. Lo que dirá la historia. Fuéronsele redondeando a Espartero los negocios de tal manera que, en el momento de concluir la guerra civil, se halló con unas Cortes insultadas por la prensa y el popula- cho, con un ministerio heterogéneo, más bien tolerado que no sostenido por los cuerpos colegisladores ; con las reales personas a larga distancia de Madrid, puestas a discreción del general de los ejércitos reunidos, en un lugar donde se habían || despertado y avivado todos los elementos que po- dían contrariar a la Augusta Gobernadora, y en el cual se hallaba falta de personas que en tan críticos momentos pu- dieran aconsejarla. Barcelona, ciudad rica y populosa, célebre por su flore- ciente industria, cuenta en su seno una escogida porción de hombres distinguidos por sus conocimientos ; pero como ciu- dad subalterna y principalmente dedicada a las tareas fa- briles escasea de elemento político ; porque si bien se ha hecho famosa por sus frecuentes revueltas, efecto de dife- rentes causas que no es oportuno explicar, esto prueba lo mismo que acabamos de decir, supuesto que la mayor parte de ellas se han realizado contra la voluntad de la mayoría de la población. Lo que indica que ésta carece de la habili- 86 BIOGRAFÍAS [12, 147-149] dad necesaria para lograr que prevalezcan en el orden políti- co los elementos que de cierto dominan en el social. De aquí ha dimanado que Barcelona se hallase en una situación anómala que no han podido comprender los que no la hayan estudiado de cerca ; habiéndose visto caer en gravísimas equivocaciones no sólo al general Seoane, sino también a otros jueces más competentes. Conocida es la discordancia en que se hallaban el gobier- no de Castro y el cuartel general; no siéndolo menos las duras demostraciones que la Reina Gobernadora había teni- do que soportar procedentes -de aquellos que simpatizaban con las opiniones afectadas por Espartero. Si en algunos la oposición al gobierno procedía de particular afición a un sis- tema más lato y de la creencia de que se había infringido la Constitución y se abrigaban planes contra la existencia || de ella, en Espartero dimanaba de ambiciosos designios, de- signios que se manifestaron desde luego con toda evidencia, y que últimamente habían llegado a tal extremo, que han provocado la más explícita reprobación de parte de los mis- mos que más contribuyeron a encumbrarle. La entrada de Espartero en Barcelona el día 13 de julio de 1840 reveló a todos los hombres observadores lo que po- día esperarse del desinterés y abnegación del que deseaba retirarse a desoansar en el hogar doméstico, contentándose con ejercer las modestas funciones de alcalde de un pueblo de segundo orden : los generales que nada ambicionan no se complacen en recibir una estrepitosa ovación, cuyo cla- moreo debía afligir a la angustiada señora, que había tenido que devorar una serie de penosas humillaciones. Marchaba el ostentoso general, con el brillante y nume- roso séquito de su estado mayor y escolta, recogiendo con avidez las aclamaciones de la incauta multitud. Adelantá- base buen trecho a su acompañamiento, y estrechado su ca- ballo por el considerable número de jornaleros que se habían apiñado alrededor, podía apenas andar, siendo levantado en alto en brazos de los circunstantes. Allí era de ver cómo, ol- vidado de su dignidad, se dejaba manosear por los mismos hombres a quienes dos años después fusilaba bárbaramente en la explanada, después de haber incendiado las fábricas en que se libraba la subsistencia de aquellos desgraciados. Con extraños y afanosos gestos dirigíase el general a los bal- cones atestados de curiosos, y como que les suplicaba contri- buyesen también por su parte al brillo y solemnidad de la ovación. || Bien pudo advertir que no toda Barcelona estaba alucinada ; y en la severidad de muchos rostros bien debió de leer que en presencia de una señora y de una Reina no era ésta la conducta propia de un militar y de un caballero. «La tranquilidad, dijo, no será turbada por nada ni por [12, 149-150] ESPARTERO 87 nadie», y el día siguiente de su entrada se ponía ya en rui- doso desacuerdo con la Reina Gobernadora, y presentaba una renuncia que significaba pronunciamiento. En la noche del 18 de julio, estando él dentro de Barcelona, él, que acau- dillaba un ejército de cien mil hombres, él, que tenía a la sazón en el casco de la ciudad y en sus cercanías fuerzas muy numerosas, él, que para sostener el orden estaba apo- yado por la milicia obra del barón de Meer, a su presencia, bajo los balcones de su alojamiento, estalló un motín que clamaba: ¡Viva Espartero! ¡Abajo el Ministerio! Estos hechos son públicos, notorios, en ellos no cabe discrepancia para amigos ni enemigos del movimiento ; conócenlos así los que estaban en Barcelona como los que se hallaban a larga dis- tancia. Ellos bastan para formar concepto sobre el origen y el objeto de la asonada : ni consienten réplica ni necesitan comentario. Pero si los hechos son evidentes y palpables para todo el mundo, ofreciéronse, no obstante, con más feos colores a los ojos de los que pudieron presenciarlos: en obsequio del ejér- cito cuyo buen nombre no alcanzan a mancillar los extravíos de algunos pocos, en obsequio del ejército, repetimos, con- viene correr un velo que cubra lo que cubrir no pudieron las tinieblas de aquella noche. No, no culpemos al pueblo, no culpemos || al ayuntamiento, no culpemos a los clubs ; que no descargue Espartero su responsabilidad sobre ningu- na persona, sobre ninguna corporación, sobre ninguna socie- dad secreta, sobre ningún partido : los hechos hablan ; el impulso partió del punto a que debían confluir los provechos del movimiento. Que no había pensamiento fijo, ni voluntad decidida, ni resolución tomada, sino en el cuartel general, lo prueba un hecho que nadie puede contradecir: de todas las asonadas de alguna gravedad que se han verificado en Barcelona desde 1834, ninguna hubo menos numerosa que la de la noche del 18 de julio. Espartero no habrá olvidado sin duda que, hallándose en palacio hablando con la Reina Go- bernadora sobre los medios de sosegar el alboroto, poco faltó si el reducido número no desapareció completamente, mar- chándose cada cual por su lado y dejando sin objeto ni pre- texto la misión del general tribuno. Además, ¿quién de cuantos nos hallábamos en esta capital ignora una multitud de vergonzosos pormenores? Cayó el ministerio, como no podía menos de suceder, y desde entonces quedó Espartero enteramente dueño de la situación. Algunos ilusos que no se imaginaban que la cues- tión fuese todavía de regencia, fácilmente podían echar de ver que desde el 18 de julio el verdadero regente no era ya Cristina, sino el general de los ejércitos reunidos. Ya que de ilusos hablamos, preciso es fijar un momento la atención 88 BIOGRAFÍAS [12, 150-152] en el ministerio Castro y en el partiólo que se hallaba ame- nazado de muerte. ¿Veían la tempestad que estaba pronto a descargar sobre sus cabezas? Parece que así debía de ser, su- puesto que no se necesitaba || prever, sino ver. Y siendo así, ¿qué precauciones se tomaron? Sancionáronse los famosos decretos después de la entrada de Espartero, lo que prueba una de dos cosas: o que el ministerio se lisonjeó con la idea de que el general no abrigaba ulteriores designios, lo que habría sido incomprensible ceguera, o bien que se tenían es- peranzas de contrastar la resistencia. Esto último parecían indicar unas palabras que se dijo haber proferido el minis- tro Castro: «Ya sabemos que el cuartel general está en contra...», pues entonces, ¿con qué contáis para neutralizar su poderosa influencia? ¿Tenéis combinado algún plan con alguno de los generales subalternos, de gran prestigio en el ejército, y de cuya decisión y lealtad no podéis dudar? ¿Es- táis prevenidos para el caso de una renuncia? ¿Qué instruc- ciones habéis comunicado a esos caudillos que mandan nu- merosas tropas, que no temen a Espartero porque abrigan el sentimiento de la propia superioridad, que reprueban su conducta rastrera y desleal, que son capaces de hacerle fren- te en todo evento, que aun en los últimos extremos ofrecen sus espadas a la Reina, que un año después se levantan en las provincias y en Madrid, corriendo intrépidos a una muer- te segura? Si la situación os pareció desesperada, ¿por qué la arrostrasteis? ¿Temíais los pronunciamientos? Pero ¿no veis que, a pesar de la asonada de Barcelona, no estalló el movimiento en Madrid hasta el 1.° de septiembre, y que sus caudillos andaban inciertos y desalentados, viendo la reserva del que, queriendo incitarlos, no se atrevía a declararse abiertamente, siguiendo su favorito sistema de dejar hacer, || y de explotar en provecho propio y sin riesgo los compromi- sos y peligros ajenos? 1 ¿No veis que, si no tiene bastante grandeza de alma para resignarse al cumplimiento de sus deberes, carece de la osadía necesaria para quebrantarlos 1 La conducta de Espartero fué tan tímida, que al estallar el pronunciamiento de Madrid todavía ignoraban los sublevados cuáles eran a punto fijo las intenciones del general. El comunicado de Linage, los sucesos de Barcelona y otros hechos nada equívocos no dejaban duda de que Espartero se decidía por los pronunciados; sin embargo, él continuaba en su sistema favorito de cautelosa re- serva, y se abstenía de dar pasos que pudieran comprometerle en demasía. Véase en prueba de esta verdad lo que decía en las Cortes el señor Cortina en la sesión del 5 : «Yo contribuí, como he indicado antes, a la revolución de 1.° de septiembre; yo estuve en una junta de los comandantes de la mili- cia de Madrid a que fui citado, y los comandantes de la milicia no sólo no estaban de acuerdo con el duque de la Victoria, sino que ignoraban completamente cuál era su opinión. Algunos señores que me escuchan, que me desmientan si pueden.» [12, 152-1541 ESPARTERO 89 sin rebozo y consumar su atentado? Quizás nos engañemos; pero estamos en la convicción de que un golpe atrevido de- cidiera entonces la cuestión, cayendo el ambicioso general con tanta mengua como ha sucumbido el regente. Ahora es- taba más desacreditado, es cierto ; faltábale el apoyo de mu- chos que entonces le eran afectos, es verdad ; pero, en cam- bio, era ya un poder establecido, siempre muy difícil de de- rribar ; había creado intereses que se identificaban con los suyos ; existían clubs organizados que le sostenían por todos los medios imaginables ; cuando entonces empuñaban las riendas del mando la viuda del Rey y la madre de la Reina ocupaban muchos de los puestos importantes || resueltos de- fensores del sistema establecido; y, por fin, la masa del par- tido progresista estaba muy lejos de hallarse formalmente comprometida, y no pensaba todavía en quitar la regencia a la excelsa señora que la había obtenido durante siete años. Hubiéralo pensado mucho Espartero antes de declarar- se en abierta insurrección ; y entre los expresos mandatos de la Reina Gobernadora y los manifiestos del general en jefe, el ejército habría escogido sin duda el camino de la lealtad y del honor. Si el ministerio estuvo en inacción no mostró tampoco mucha energía el partido que servía de blanco al ataque. Vió con inquietud y zozobra la salida de las reales personas, es- tuvo mirando cómo se desplegaban los ambiciosos proyectos del general en jefe, y con los brazos cruzados asistió al des- enlace del trágico drama, no permitiéndose otros actos que algunas sentidas quejas a manera de consuelo y desahogo. «La prudencia, se dirá, aconsejaba esta conducta; no conve nía irritar al enemigo, precipitando los acontecimientos con indiscretas provocaciones.» Dado que de prudencia se trata, y que tan a menudo se encarece esta virtud cuando se tienen a la vista tormentas políticas, diremos nuestro humilde pa- recer sobre esta delicada materia. Las revueltas y sacudi- mientos que tienden a destruir el orden existente los divi- dimos en dos clases: unos que proceden de las pasiones po- pulares conmovidas y exaltadas, otros que dimanan de un plan premeditado. En lo tocante a las primeras, importa no llevar la firmeza hasta el extremo ; es necesario a veces que en los momentos críticos y de grande efervescencia la autori- dad disimule, || tolere, ceje un tanto, y a veces hasta será muy prudente que desista de sus intentos. La razón de esto es muy sencilla. La obstinada resistencia provoca mayor ím- petu ; cuando, al contrario, si se deja pasar el primer arran- que, el calor mengua, los ánimos se calman, los amotinados se fatigan de la asonada, los negocios particulares llaman de nuevo y distraen a una gran parte de los sublevados, y lo que hoy es un borrascoso tumulto, dispuesto a lanzarse a los ma- 90 BIOGRAFÍAS [12, 154-155] yores excesos y arrostrar todo linaje de peligros, será ma- ñana un pueblo sosegado, tranquilo, que reconocerá su sin- razón, o demandará por medios pacíficos lo que entiende que es un derecho, que se someterá gustoso al consejo de varones prudentes y acatará de nuevo la ley y la autoridad de los magistrados. Tales solían ser las asonadas que ocu- rrían en tiempo del antiguo sistema, y en que los gobernan- tes y aun los mismos reyes en persona no se desdeñaban de acomodar su conducta a la regla que hemos indicado. Pero cuando se trata, no de pasiones, sino de designios concebidos con toda la calma de la fría razón, y que se van poniendo en planta con maquiavélicas intrigas; cuando los tumultos populares no son más que un fantasma con que se intenta amedrentar ; cuando el movimiento no presenta nin- guno de aquellos caracteres con que se da a conocer la im- ponente oleada de la verdadera multitud, entonces el disimu- lar, el callar, es favorecer los designios del enemigo ; el cejar es alentarle a que prosiga con más osadía su intento hasta conseguir la victoria. Ninguna manifestación de parte del gobierno ni de las Cortes hubiera || llevado más allá los acontecimientos que a un cambio de regencia y universal destitución de empleados; no deseaba más el ambicioso gene- ral que elevarse al mando supremo y asegurarse en él colo- cando en los destinos públicos a los interesados en sostenerlo. Se creyó que convenía abandonar el campo sin pelear; pero confiésese al menos que, a consecuencia de aquel paso, la nación y el trono han corrido en el último período funes- tos azares; si la nación no se ha visto entregada a dura tira- nía, si el trono no ha sucumbido, débese a la hidalguía y de- nuedo que caracterizan al pueblo español, débese al pro- fundo arraigo del sentimiento monárquico, débese al escaso talento del hombre afortunado que no ha sabido comprender su posición y explotar para su ensalzamiento y gloria los muchos elementos de que podía disponer. Respetamos como el que más los sentimientos de abne- gación y desinterés; pero lo que es una virtud en los sim- ples particulares, puede a veces ser culpable debilidad en los hombres públicos; quien ha contribuido a crear situaciones nuevas, y desea mandar cuando vengan las épocas bonanci- bles, es menester que eche el pecho al agua si se presentan borrascosas2. || 2 Cuando esto decimos no intentamos echar la culpa a todos los hombres del nombrado partido; sabemos que algunos se porta- ron con una intrepidez muy digna de alabanza ; pero no debieron de hacerlo todos así, ya que Su Majestad la Reina Cristina, en su manifiesto de Marsella de 8 de noviembre de 1840, al paso que hizo justicia a los primeros, se permitió con respecto a los otros una indicación bastante grave. [12, 156-157] ESPARTERO 91 A propósito de los acontecimientos del año 40, bien mere- ce un recuerdo la política observada por el gabinete inglés. Terminada la guerra civil, creyó la Inglaterra que era lle- gado el momento de dar un golpe decisivo para asegurar su influencia en la Península. Desesperanzada de alcanzarlo mientras ocupase la regencia la viuda de Fernando, resolvió trabar alianza con el Soldado de fortuna, haciéndole servir a un || tiempo para derribar a la Augusta Gobernadora y des- truir la influencia francesa. No concebían los ministros in- gleses que su protegido estuviese tan escaso de las dotes necesarias para representar su papel, y por lo mismo debie- «Mi constancia en resistir lo que no me permitían aceptar ni mis deberes ni mis juramentos, ni los más caros intereses de la monar- quía, ha traído sobre esta flaca mujer que hoy os dirige su voz, un tesoro de tribulaciones tal, que no puedan expresarlo los vocablos de ninguna lengua humana. Bien lo recordaréis, españoles: yo he llevado mi infortunio de ciudad en ciudad, recogiendo la befa y el baldón por el camino, porque Dios, por uno de sus decretos, que son para los hombres un arcano, había permitido que la iniquidad y la ingratitud prevalecieran. Por esto sin duda se habían alentado los pocos que me aborrecían, hasta el punto de escarnecerme; y se ha- bían acobardado los muchos que me amaban, hasta el punto de no ofrecerme, en testimonio de su amor, sino un compasivo silencio. Algunos hubo que me ofrecieron su espada ; pero no acepté su oferta, prefiriendo yo ser sola mártir a verme condenada un día a leer un nuevo martirologio de la lealtad española. Pude encender la guerra civil; pero no debía encenderla la que acababa de daros una paz como la apetecía su corazón, paz cimentada en el olvido de lo pasado: por eso se apartaron de pensamiento tan horrible mis ojos maternales, diciéndome a mí propia que, cuando los hijos son ingratos, debe una madre padecer hasta morir; pero no debe en- cender la guerra entre sus hijos » El señor Martínez de la Rosa, en su discurso de 11 del corriente diciembre, hablaba sobre este asunto en los términos siguientes: «Si en una ocasión señalada no acudimos en defensa del trono, cuando veíamos venir los peligros que le amenazaban, no fué por falta de previsión ni por falta de aliento ; nuestro respeto religioso al trono fué quien nos ató las manos y nos entregó como víctimas ante un soldado ingrato que no se presentó como un ambicioso au- daz, a la luz del día, no ; se arrastró lisonjero por las gradas del trono, para mirarlo después con ojos codiciosos. No faltó previsión, y puesto que se han citado hechos para hacer cada cual su apología, yo voy a citar uno que hace años le tengo pesando sobre mi alma. El año de 1838, cuando el ministerio del señor conde de Ofalia, em- pezó el general Espartero a quererse entrometer en la administra- ción del Estado ; empezó a mostrar enemiga contra dos ministros que hoy se sientan en estos bancos. Su Majestad se sirvió consultar al ministerio amenazado, a algunas personas del nuevo que pudiera formarse, y a otras que tenían la honra de ser consejeros honora- rios de Estado. Entré yo en este número, y con la franqueza que acostumbro (porque nunca adulo a los poderosos ni soy cortesano en los palacios ni en las plazas) voté que se mantuviera" el ministerio, porque yo no reconocía más regla para que un gabinete se retirara sino la voluntad de Su Majestad y las mayorías parlamentarias. Voté por que al general Espartero, por los medios convenientes, se le hicieran concebir estas ideas sin herir su susceptibilidad; pero que si hacía dimisión, y aun cuando sublevara el ejército, se le ad- 92 BIOGRAFÍAS [12, 157-159] ron de considerarle seguro en el mando durante la minoría de la Reina ; previendo, además, que al cumplir los catorce años la augusta Niña no faltarían pretextos para prolongar la regencia, |¡ si es que acontecimientos imprevistos no hu- biesen ya levantado más alto al que debía servirles de ins- trumento. Sólo así puede explicarse la protección que le dispensaran, favoreciéndole con altas consideraciones al mis- mo tiempo que la Europa presenciaba con escándalo las es- cenas de Barcelona. Dejemos aparte los numerosos indicios que manifiestan la mano de la Inglaterra en el encumbra- miento de Espartero ; hechos hay que no necesitan comen- tarios, siendo uno de los más notables el haber sido con- decorado con la gran cruz de la orden militar del Baño, cabalmente en los momentos críticos en que, hallándose en abierto desacuerdo con Su Majestad la Reina Gobernadora, parecía natural que la Inglaterra esperase al menos el des- enlace de los acontecimientos. El motín de Barcelona tuvo lugar en 18 de julio, y las comunicaciones del duque de Sus- sex y de lord Palmerston son del 11 de agosto ; es decir, que cuando toda la prensa de España y de Europa se ocupaba de las ocurrencias de la capital del Principado y de los sín- tomas por cierto bien alarmantes que se notaban en el resto de la Península, cuando éste era el principal negocio que llamaba la atención de la política por las gravísimas conse- cuencias que no podía menos de traer, entonces echa la In- glaterra su voto en la balanza, haciendo al general ambicio- so una manifestación en extremo lisonjera, que le asegurase del beneplácito de una gran potencia y que, por tanto, le ani- mase a proseguir con más brío en la carrera comenzada. La significación política de este paso no podía ser más explícita ; tanto el duque de Sussex como lord || Palmerston tuvieron buen cuidado de hacérselo entender así a Esparte- ro, explayándose en sus comunicaciones respectivas, en con- sideraciones políticas que no eran ciertamente de aquel lu- gar. Allí se le dice a Espartero que la Reina de la Gran Bretaña aprecia y aprueba su conducta ; que el gobierno de Su Majestad Británica contempla con admiración su carrera mitiera ; porque para mí había una cosa superior a todo, y era la dignidad y el decoro de la potestad real. Y dije más; no obrar así es lo mismo que si Su Majestad la Reina arrojara Dor la ventana la corona de su Augusta Hija... Esta fué la expresión de que me valí: díganlo los señores que me oyeron, que todos viven, menos uno.» Nos complacemos en hacer la debida justicia a la firmeza mani- festada por el ilustre diputado; ojalá que en 1840 todos los hombres que veían claro el porvenir se hubiesen resuelto a hacerle frente con la generosa osadía que lo hizo en la indicada ocasión el señor Martínez de la Rosa. Es probable que no hubiéramos tenido que pasar tres años tan funestos. [12, 159-160] ESPARTERO 93 militar y política; que su nombre es pronunciado siempre con elogio en aquel país, que en todas sus acciones públicas se reconocen los frutos de un súbdito fiel, de un patriota verdadero, de un buen caballero y de un general tan hábil como distinguido ; y que, con aquel acto, la Reina Victoria se proponía nada menos que confirmar la buena inteligencia entre dos naciones que deben quererse y respetarse 3. || Vean nuestros lectores si todo esto, dicho en Inglaterra cuando se tenía ya allí perfecto conocimiento de los sucesos y se había podido meditar sobre ellos, véase si prueba que el ensalzamiento de Espartero era muy del agrado del ga- binete de San-James. Se nos objetará que la comunicación de lord John Rus- •1 «El duque de Sussex al duque de la Victoria. — Palacio de Ken- sington, 11 de agosto de 1840 — Señor duque. — Habiendo recibido ór- denes de Su Majestad la Reina de la Gran Bretaña, mi sobrina, para transmitir a Vuestra Excelencia, por mano del coronel Wilde. las condecoraciones de la Gran Cruz de la muy honrosa orden militar del Baño, en prueba de su augusto aprecio hacia vuestra persona, como también de su aprobación por la leal conducta que habéis mostrado hacia vuestra Soberana Su Majestad Católica, y por ha- beros consagrado enteramente a vuestra Patria, me apresuro, con placer extremo, a ejecutar esta comisión tan honrosa como agrada- ble para mí, en calidad de Gran Maestre interino. No puedo me- nos, señor duque, de aprovecharme de una coyuntura tan agrada- ble para manifestar a Vuestra Excelencia mi mayor consideración, como también la admiración con que el Gobierno de Su Majestad Británica mira vuestra carrera tanto militar como política. Vuestro nombre siempre se pronuncia con elogio en este país, donde se cree reconocer en todas vuestras acciones públicas (que son bien numerosas) los frutos de un súbdito fiel, de un patriota verdadero, de un buen caballero y de un general tan hábil como distinguido. Habéis combatido, señor duque, por el Trono de España, por la Constitución que habéis jurado defender y por la libertad di vues- tro país; en fin, habéis combatido para conquistar la paz interior, y por este medio habéis contribuido a asegurar la paz general de Europa, y creo, como lo deseo, que lo habéis conseguido con una lu- cha tan importante como gloriosa. — Con esta convicción, y animada de los sentimientos más amistosos hacia Su Majestad la Reina Isa- bel, como también hacia la nación española, la Reina Victoria de Inglaterra envía a Vuestra Excelencia el cordón distinguido (que yo tengo el placer de transmitiros), creyendo por este acto de su benevolencia conferir a un general distinguido, a un buen patriota, confirmar la buena inteligencia entre dos naciones que deben res- petarse y quererse, y añadir por este medio un nuevo lustre a la orden militar de su país, que cuenta ya tantos hombres distinguidos en el número de sus miembros, haciendo inscribir en su libro el nombre del duque de la Victoria y de Morella. — Haciendo los votos más sinceros por vuestra felicidad y gloria, como también por la conservación de la salud y de la vida de Vuestra Excelencia, tan importantes para los intereses de vuestra Soberana como preciosos para vuestra valerosa nación; y deseando podáis gozar por muchos años de esta prueba pública del alto aprecio en que la Reina da Inglaterra tiene vuestros servicios, como igualmente de todas las distinciones con que os ha honrado vuestra misma Soberana (con aclamación general de vuestros compatriotas), distinciones que no 94 BIOGRAFÍAS [12, 160-162] sell es de fecha 16 de julio, y, por consiguiente, anterior a los sucesos de Barcelona; pero a esto responderemos: 1." No damos importancia a la condecoración, sino a los términos con que fué comunicada, |¡ y estos términos eran del 11 de agosto. 2.° La comunicación del lord John Russell, aunque sea del 16 de julio, no debió de ser transmitida desde luego, pues es notable que la contestación de Espartero es del 25 de agosto ; y coincidiendo esta fecha con la de las contestacio- nes al duque de Sussex y a lord Palmerston, es probable que todos los pliegos no saldrían de Londres hasta después del 11 de agosto. Lord Palmerston se muestra muy celoso de que la España siga una política independiente y española; y todos recorda- mos que en el lema adoptado por las juntas y por el mismo Espartero figuraba la independencia nacional4. || El gabinete francés, fiel a su sistema de socorrer a sus aliados con solas simpatías, apresuróse a combatir la política inglesa, manifestando cariñoso afecto al poder que expiraba. solamente habéis merecido, sino ganado; tengo el placer de ofre- cerme, señor duque, de Vuestra Excelencia el más apasionado y sincero admirador y amigo. — Augusto Federico, duque de Sussex.» 1 El lord Palmerston al duque de la Victoria: «Oficinas de Ne- gocios Extranjeros, 11 de agosto de 1840. — Señor duque. — Hallándo- se los reglamentos de la Orden del Baño anejos al ministerio del lord John Russell, corresponde a él y no a mí el comunicaros que Su Majestad se ha dignado conferiros aquella muy honrosa y dis- tinguida Orden. Pero me ha cabido en suerte, como encargado de la dirección de las relaciones extranjeras de Inglaterra, participar oficialmente de las transacciones en el curso de las cuales habéis prestado tan grandes servicios y adquirido la elevada reputación que han inclinado a Su Majestad a desear que vuestro nombre se añadiese a la lista de los hombres eminentes a quienes se ha con- ferido la Orden del Baño ; y creo, por lo tanto, que consideraréis muy natural que os dirija algunos renglones para manifestar el pla- cer que me causa el motivo que conduce al coronel Wilde a Barce- lona.— Mis deseos han sido que la influencia de Inglaterra se exten- diese a ayudar al pueblo español en los esfuerzos que ha hecho por conseguir constitucionalmente su felicidad doméstica como también la prosperidad nacional ; he deseado ver a España ocupar el nuevo lugar que la corresponde entre las primeras potencias de Europa y seguir una política independiente y española; porque estoy persua- dido que el poder y la prosperidad de España constitucional serán un elemento más de seguridad para la paz general de Europa, y de- ben contribuir a promover el progreso de la civilización por todo el mundo. — Estoy igualmente convencido de que a medida que los verdaderos intereses de la España dirijan su política, deben estre- charse más los vínculos que la unen con la Inglaterra, porque nues- tros dos países se hallan ligados por intereses recíprocos tan impor- tantes como numerosos — Con la más cordial satisfacción, por lo tan- to, he visto el triunfo completo y final de la causa de Su Majestad la Reina Isabel; y por lo mismo me regocijo de que se me haya pro- porcionado esta ocasión de ofreceros, señor duque, las expresiones de mi aprecio hacia la persona de Vuestra Excelencia; pues que por vuestra perseverancia en las dificultades más extraordinarias, por la pericia y tino de vuestros planes, por el acierto y valor [12, 162-163] ESPARTERO 95 Vino el embajador, llegó a Barcelona en el acto que arras- traban por las calles el ensangrentado cadáver de Balmes, colocóse al lado de la Reina, siguióla a Valencia, y asistió al triste desenlace que con sardónica sonrisa contempló gozosa su rival la Inglaterra. El embajador francés vino a llevar el duelo de la causa por la cual se interesaba. Ahora, que el pueblo español ha triunfado solo, enteramente solo, no fal- tará algún ministro de allende el Pirineo que hable de pre- visiones cumplidas y quizás de firmeza y energía que esta- ban en reserva por si hubiese sonado la hora del peligro ; bien podrá ser así, mas como en estas materias cada cual tiene el derecho de opinar como mejor le agradare, nos in- clinamos a creer que si Espartero no hubiese contado con otros enemigos que el gobierno francés, si no || hubiese teni- do que habérselas con un pueblo como el español, habría podido establecer en la Península el sistema del Dey de Argel, sin que los españoles recibieran más auxilio que los desventurados polacos: simpatías en los discursos de aper- tura de las cámaras, afectuosos recuerdos en los discursos de contestación. Que la nación y el gobierno no olviden estas verdades ; en lo sucesivo puede sernos muy útil su recuerdo. Como era imposible que previese Espartero la resolución de la Reina Gobernadora, y no siendo prudente, ni tampoco muy conforme con la timidez que le distingue, el aventu- rarse a un golpe atrevido, tuvo la idea de colocarse al lado de Su Majestad después de haberla hecho pasar por una serie de humillaciones ; y ya fuera con el título de corregen- te, ya con el de presidente sin cartera, andar socavando y desmoronando el poder que le hacía sombra, hasta que el curso de los acontecimientos le deparase ocasión oportuna para obtener el mando supremo, sin asociado de ninguna clase. Las indicaciones que comenzaron a circular con res- pecto a la necesidad de nombrar corregentes anunciaban con claridad bastante el proyecto que meditaba, siendo muy no- table que mucho antes del decreto de la Reina en que nom- braba a Espartero presidente del Consejo de ministros, man- dando que no se encargase de ningún despacho en particu- lar, se imprimió en Zaragoza un folleto que proponía esta medida como muy conducente para salvar la libertad y el país5. || que habéis mostrado al ejecutarlos, y sobre todo por vuestra mo- deración y generosidad en la victoria, habéis contribuido tan pode- rosamente al logro de un resultado tan grande como glorioso. — Ten- go la honra de ser, señor duque, vuestro muy fiel servidor. — Pal- merston, ministro de Negocios Extranjeros.» 5 El notable folleto a que aludimos se titula : Manifestación de- clamatoria contra el despotismo ministerial, e indicación del medio de contenerle. No lleva nombre de autor, y al fin de él se encuen- tra: Zaragoza. Imprenta de D. F. A. M. y C. 1840. Está escrito con 96 BIOGRAFÍAS [12, 164-165] Esta presidencia que levantaba a Espartero a una esfera superior a la de ministro era una especie de corregencia dis- frazada ; no podremos decir si en este paso cedió la Reina a insinuaciones que directa o indirectamente || procediesen grandes apariencias de espíritu de imparcialidad; el estilo es muy sosegado; pero el autor se propone nada menos que desacreditar a todos los hombres públicos y a todos los partidos; cita porción de hechos singulares, pretende tener datos seguros en que apoyarlos, y se refiere más de una vez a lo que consta en las secretarías de Estado. Después de haber hecho una reseña de los ministerios que se han sucedido desde 1834, achacándoles a todos gravísimos cargos, concluye proponiendo un remedio peregrino, que consistía en la creación de una nueva magistratura, cuyo carácter y tendencias adivinarán fácilmente nuestros lectores. Transcribiremos el final de dicho folleto, porque, atendida la época en que salió a luz, lo con- sideramos de algún interés : «Fíjese ahora, pues, detenidamente la consideración sobre los efectos y consecuencias que ha producido el despotismo y arbitra- riedad ministerial, ejercida con tanto desprecio de los pueblos, de todas las clases y con descrédito y mengua de las respetables pre- rrogativas de la corona, y se verá que el descontento de los prime- ros va llegando a su colmo, que casi no hay clase ni persona que no se halle por algún concepto agraviada, los españoles todos recarga- dos por exorbitantes pechos y contribuciones, los que dependen del Estado y las infelices viudas y huérfanos sin percibir su legítimo haber, no hay persona que no tenga motivos de queja y de descon- fiar de esas ostentosas y fementidas promesas con que se procura artificiosamente persuadirnos de que va a ser feliz nuestra futura suerte, cuando sólo ellos son los únicos que medran y progresan Semejante conducta por parte de los gobernantes no ha servido has- ta ahora más que para desconceptuar la apreciable forma del go- bierno representativo, que en realidad no ha existido hasta al pre- sente en España, ni es posible que exista mientras se consienta que el poder ejecutivo sea en manos de los ministros un comodín que sólo tenga valor en el juego de sus intereses o afecciones particu- lares. «Conviene también tener presente que ya son más los vicios y abusos establecidos desde el año 34 acá, que los que nos habían dejado el príncipe de la Paz y el inmoral e ignorante Calomarde. y que aquél sufrió los golpes del látigo de un calesero valenciano en Aranjuez, y éste se vió precisado a escaparse vestido de fraile francisco. Recuerden también los que han ejercido y pretenden ejer- cer despóticamente algún ministerio, que ya han comido por dos ve- ces el pan de lágrimas en sus emigraciones, habiendo sido aún más amargo el qua comieron los que no desampararon su patria y per- manecieron bajo el férreo yugo del gobierno absoluto, cuyo re- cuerdo no dudamos convencerá a todos que es forzoso, procediendo de buena fe, convenir en que no es posible que bajo tanto desorden y desconcierto, en que no sólo no se castiga el crimen, sino que se ve distinguido y condecorado en las mismas personas que lo cometie- ron, pueda estar secura y seguir su curso la nave del Estado. »Así es que hace seis años que en vez de avanzar en su viaje ha retrocedido, alejándose siempre del punto de su destino, consu- miendo en él entre tanto sus víveres y el aparejo de su maniobra. Deteriorada en todos conceptos, está expuesta a sucumbir al menor temporal, de que no podrá libertarla el piloto, porque, aterrorizado éste con la mala fe de ¿us marineros, desconfía de la exactitud y puntualidad en sus maniobras, que dejan de ordinario y cuando más se necesita, su trabajo para atender a la pesca o al despacho [18, 165-166] ESPARTERO 97 del interesado ; pero lo cierto es que con él abdicó parte de la regencia. No debía contentarse, empero, el ambicioso sol- dado con tamaño allanamiento ; los acontecimientos se ha- bían || adelantado mucho; la ambición podía llevar más allá del contrabando, bajo cuya tácita condición parece que entraron al servicio de este buque. «Dejemos la alegoría. Cuando se trata de dar fuerza y vigor a la corona es más útil y eficaz la indicación de los medios positivos que la vacía elocuencia de un discurso fraseológico. Los hechos siem- pre convencen más que las palabras ; así vemos que, habiéndose em- pleado éstas con artimaña para persuadir a los españoles que sería- mos felices bajo el Estatuto, después bajo la Constitución y última- mente bajo el programa de paz, orden y justicia, creemos más en los males y desgracias que se nos han causado y que hemos sufrido por la inobservancia de estas leyes y principios, que en los bienes y ventajas con tanta seguridad ofrecidas, sin que hasta ahora haya- mos visto una sola realizada. »E1 mal, como se ha observado, no consiste en las leyes y sí únicamente en los infractores de ellas, y en los abusos y demasías de los gobernantes, empleados y encargados de su protección y de- fensa, como lo han presenciado y experimentado los mismos pue- blos, a los cuales ya es tiempo de presentarles la esperanza de al- gún consuelo, que no quede sólo en palabras, y sí que lo reciban tan real y verdaderamente como ansiosamente apetecen. »Un gobierno justo que cumpla y haga ejecutar estrictamente la Constitución y las leyes ; un gobierno enérgico y vigoroso que dé el sabio y prudente movimiento que necesitan todas las ruedas de esta gran máquina, y, por último, un gobierno inexorable y severo que contenga con mano fuerte la ambición y petulancia de esa in- munda y corrompida chusma que tanto tiempo hace se está enri- queciendo a costa de la nación. He aquí, honrados compatriotas, el único arbitrio que nos queda para ahuyentar esa densa nube de males y desgracias que todo hombre sensato ve venir sobre nues- tras cabezas. Los que hasta aquí hemos tolerado con tanta resigna- ción y sufrimiento, todos han provenido, como queda demostrado, del abuso que en el espacio de seis años han hecho casi todos los ministros, de la confianza con que los había honrado la corona : autorizados con tan respetable nombre, han dispuesto de todo de un modo tan injusto y tan inmoral como, por desgracia, hemos vis- to confirmado en estos últimos días, con el doble pesar de haber visto también a la mayoría del Congreso oponerse a los justos cla- mores de la minoría que con sobrada razón pretendía que las Cor- tes entrasen en el conocimiento de tanto desorden. «Urgente es, pues, libertar a la nación toda de un estado tan degradante en que tantos millones de individuos se ven sometidos al capricho de seis hombres que de ordinario no han sido los más buenos ni los más capaces de gobernarnos: ténganse siempre dis- tantes del trono y de la intervención en el alto gobierno a las per- sonas que han señalado su vida pública con semejantes defectos. «Para que Su Majestad la Reina Gobernadora pueda realizar unas medidas tan justas y de las cuales penden la salvación de España y la seguridad del trono de su excelsa hija, necesita poner al frente de los ministros un individuo de alta categoría, de acre- ditada propiedad, y que en los distintos gobiernos y cargos que haya desempeñado, sus providencias siempre hayan llevado consigo el sello de la razón y la justicia, y manifestado en la administración de ésta conocimientos sobresalientes en la milicia, en la política y economía, sin haberse adherido nunca a los principios de partido alguno, y cumplido siempre exactamente las órdenes del supremo 7 98 BIOGRAFÍAS [12, 166-168] sus esperanzas. Marcha a Madrid, organizase el ministerio, la infortunada Reina se ve agobiada con nuevas exigencias, conoce que se la quiere hacer representar || un papel que acabe de humillarla y abatirla ; y en tan angustioso apuro prefiere resignarse al doloroso sacrificio de abandonar el mando, de separarse de sus hijas, entregando el sagrado de- pósito || a manos de la ingratitud ; pero dirigiendo a la na- ción sentidas palabras para que no estuviese desprevenida la lealtad. ¡Qué conducta más fea y miserable la observada por Es- partero en el curso de este negocio! Ni un pensamiento grande, ni un paso atrevido, ni un compromiso arrostrado de frente, una renuncia, un motín en las tinieblas de la noche, una serie de obscuras intrigas en dos meses de inacción en Barcelona, un. escandaloso manifiesto después que los pro- nunciados de Madrid habían dado ya la cara, excitaciones gobierno sin haber faltado nunca a la Constitución ni a las leyes. Un hombre de tales circunstancias y adornado de tantas virtudes es el único que puede cooperar con la Reina Gobernadora a sacar- nos del gran conflicto y peligro a que nos ha traído la desenfrenada inmoralidad e ignorancia de cien ministros que hasta ahora han desgobernado la España en esta tercera época constitucional. »Su Majestad la Reina Gobernadora, en uso de su regia autori- dad y alta prerrogativa, puede elegir y nombrar a este personaje presidente del Consejo de ministros sin despacho de secretaría al- guna. «Autorizado únicamente para la dirección y gobierno de esa pri- mera corporación del Estado, obligará a sus individuos a que cada uno dé exacta cuenta de sus respectivos negocios al Consejo, y acor- dados por votos queden éstos registrados en su correspondiente libro para que, confrontada después con ellos la resolución que obtenga de Su Majestad el ministro proponente, pueda conocer si éste ha procedido en justicia o abusado de la confianza de la corona. Adver- tida la Reina por el presidente de alguna falta notable cometida por alguno de los ministros, no sólo deberá despedirlo, sino sujetar- lo a ser juzgado por el tribunal competente. »E1 presidente que indicamos tiene la gran ventaja de conocer a muchos españoles de mérito y conocimientos, de quienes tanto nece- sita el servicio público entregado en el día a manos ineptas y_ al- gunas impuras. Sólo la ocupación de tan útiles brazos cerrará la puerta a la intriga y borrará la idea del influjo de la camarilla en la resolución de asuntos de intereses pecuniarios y propuestas de altos empleos cosa que tiene irritada sobremanera la opinión pú- blica. «Resta sólo ahora buscar y llamar a un hombre que tanto inte- resa a la nación y al trono. El vive y existe lleno de reputación y gloria adquirida con sus buenas acciones y servicios; proporcióne- sele, pues, la ocasión de continuar éstos en favor de una patria que tanto los necesita y reclama. »E1 gobierno constitucional de la Reina Gobernadora, fortificado y vigorizado con un medio tan sencillo, es el único del cual po- demos esperar el remedio de los males pasados, evitar las desgra- cias con que nos abruma el pretendido Consejo de Estado, que, compuesto, como es natural, de algunos ex ministros o individuos de la aristocracia, sólo aspiran al goce de grandes sueldos y a un- cirnos al carro de su dominante despotismo.» [12, 168-170] ESPARTERO 99 a la insubordinación militar en cuanto podía serle favora- ble; pero siempre timidez, siempre irresolución, siempre embozo ; en todo pequeñez de espíritu, mezquindad de sen- timientos; en todo la infracción del || deber sin la imponen- te audacia que distinguir suele a los hombres de genio que ambicionan el mando de la república. El, o sus menguados consejeros, habrían leído en alguna parte que para escalar el poder en tiempos revueltos es ne- cesario granjearse popularidad, vociferar las libertades pú- blicas, hacerse el defensor de los oprimidos, clamar contra los desmanes de los gobernantes, anatematizar la tiranía y ocultar profundamente el deseo de mando ; y hacíalo así ; pero ¿de qué manera? Como actor de comedia, repitiendo eternamente las palabras de soldado español, patria, liber- tad, siempre con la misma combinación, siempre con los mis- mos términos, sin un pensamiento nuevo, sin una inspira- ción feliz, sin un rasgo que mereciera referirse, sin nada que pudiera producir entusiasmo, ni siquiera excitar interés. Llegado a Madrid, presidente del ministerio-regencia, re- gente ya en la realidad, cruza de nuevo los brazos, y a true- que de no aventurar lo adquirido y de no comprometer su porvenir, satisface todo linaje de pasiones e intereses que le ofrezcan apoyo, deja que continúe el desgobierno, que cunda la anarquía ; y cuando tomar debiera con mano firme el timón del Estado, abandona la combatida nave a merced de las olas, sin comprender lo que su nueva posición recla- maba, lo que exigen su interés y su gloria. No tardó la pren- sa en pagarle con la misma moneda que a la augusta pros- crita ; pero él se resigna flemáticamente a su destino, y como expuesto a la vergüenza pública consiente que se le prodi- guen los más bajos denuestos y que con cien y cien extra- vagantes || caricaturas se le haga objeto de desprecio y bur- la. No obran así los dictadores, no fué ésta la conducta de Cromwell y Napoleón. Ya que con inconcebible necedad tra- ducíais literalmente los discursos del capitán del siglo, de- bíais también estudiar los primeros pasos de su consulado. ¿Era el respeto a la ley lo que os detenía? No; que bien su- pisteis pisarla cuando os tuvo cuenta ; lo que os detenía era el sentimiento de vuestra debilidad, ese sentimiento que no abandona jamás a los hombres pequeños, por grande que sea su vanidad y orgullo; era que no sabíais qué hacer en la posición a que os acababais de encumbrar, era que confun- disteis el fiero orgullo del mando con las delicias y la vani- dad de espléndidos salones, era que tomabais la rastrera li- sonja por la respetuosa obediencia, que imaginabais que el incienso de vuestros servidores era el acatamiento de la na- ción ; erais bastante pequeño para ser vano y fastuoso, mas no erais bastante grande para abrigar una ambición eleva- 100 BIOGRAFÍAS [12, 170-1721 da. Por esto no imitabais a los hombres insignes que solían distinguirse por la sencillez y desaliño del traje ; necesita- bais el ostentoso uniforme, las cruces, las condecoraciones; porque una voz secreta os decía en el fondo del alma que no podíais medrar por lo que valíais, sino por lo que des- lumhraseis. ¡Ah! ¿Quién os engañó para que no os retira- seis a tiempo, para que al concluir la guerra no entraseis en la vida privada? Llevarais al hogar doméstico el recuerdo de Luchana y Vergara, dijérase que habíais puesto fin a una guerra de siete años, y que en el apogeo de vuestro poderío habíais sido bastante generoso y desinteresado para aban- donar el || terreno de la ambición, para presentar caballero- samente a vuestra Reina una espada vencedora, para resig- nar un mando en que acaudillabais a cien mil combatientes ; y en obsequio de vuestra hidalguía los contemporáneos y la posteridad quizás os expidieran títulos que estabais lejos de merecer. La travesui'a del intrigante nada tiene de común con el talento del hombre de Estado ; aquélla no escaseaba en la camarilla de Espartero y quizás hasta cierto punto la poseía también él mismo ; pero la capacidad política fué cosa desco- nocida para él y sus consejeros. Cuando la famosa disputa sobre la conveniencia de nombrar regencia única o trina, Espartero, que vió tomar a la discusión un aspecto grave en demasía, y que por medios honrosos nada había sabido ha- cer para que se sintiese la necesidad de dejarle mandar solo, acudió al peligro apelando a los recursos que tenía de cos- tumbre: un comunicado cuya letra afectaba sumisión y des- prendimiento, pero cuyo sentido envolvía una grave amena- za. Así, después de seis meses en que había podido merecer y obtener sin contradicción la regencia única, por un medio digno y glorioso, cual era gobernar, no supo alcanzarla de otra manera que intrigando; pues como intriga debe figurar también el insidioso comunicado que incluía el amago de la solapada renuncia. Cuando Cromwell amenazaba lo hacía ce- rrando el parlamento, haciendo despejar la sala de sesiones; cuando Napoleón amenazaba lo hacía a la cabeza de sus gra- naderos y obligando a los diputados a buscar los caminos más cortos para evacuar el local de las deliberaciones y sal- varse con la fuga. || No negaremos que la posición de los partidarios de la regencia trina fuese a la sazón un tanto peligrosa ; cierto prestigio más bien de los acontecimientos que de los actos rodeaba todavía al candidato de la única ; pero mucho du- damos que, si sus adversarios tuvieran más unión y firmeza, se hubiese él aventurado a un golpe decisivo. Quizás ya en mayo de 1841 se habría manifestado en toda su pobreza el hombre de Albacete. [12, 172-173] ESPARTERO 101 Como quiera, fué nombrado Espartero regente único, y la necesidad de gobierno, de orden, inspiraba todavía a no pocos la lisonjera esperanza de que, llegado al codiciado puesto el ambicioso soldado, procuraría inaugurar una era que hiciese olvidar su origen y comenzase a labrar la ven- tura de esta nación infortunada. ¡Vanas ilusiones que las ca- lidades personales del regente no debían ya permitir y que sus primeros pasos vinieron bien pronto a disipar! ¡Qué ocasión más bella para adquirir glorioso renombre! No era necesario ni alto genio militar, ni político, ni administrati- vo ; bastaban talento claro, intención leal y carácter justi- ciero y firme. Todos los partidos tenían un profundo senti- miento de su debilidad : el carlista acababa de perder cuan- to poseía ; el moderado era víctima del pronunciamiento, y el progresista, llamando en su auxilio al jefe de los ejérci- tos, se había creado una posición que no le permitía rebe- larse contra su protector. Una palabra que hubiese indicado el conocimiento de las verdaderas necesidades de la nación, y sincero deseo de satisfacerlas, un acto en que se hubiese manifestado energía y tesón, fueran entonces más que sufi- cientes para rodear al |[ poder de inmenso prestigio y gran- jearle las mayores simpatías. Para desgracia de España y mengua propia no conoció Espartero su posición, no com- prendió lo que valía y podía, haciendo su ambición estéril nos trajo dos años de malestar, de terribles insurrecciones, y se preparó el camino de vergonzoso destierro. Cuando un historiador desee caracterizar en breves pala- bras la regencia única dirá: «Nombrado regente el general Espartero, estuvo muchos días sin saber cómo organizar un ministerio; y al fin salió con el nombramiento de seis hom- bres medianos, cuyo único pensamiento de gobierno fué presentarse humildemente a las Cortes nacidas de la revo- lución implorando apoyo.» Y el lector entendido que tales principios verá en un militar regente cerrará buenamente el libro, dando por leída la historia de su mando y adivinan- do sin dificultad el desenlace del Puerto de Santa María. |¡ 102 BIOGRAFÍAS [12, 174-175] ARTICULO 3.° Espartero y la dictadura Sumario. — Si era posible la dictadura en España. Condiciones que se necesitan para la dictadura de una nación. Ausencia del re- presentante de la legitimidad. Disolución social y política que impida el establecimiento de un gobierno regular por los trámi- tes ordinarios. Que la nación donde se entronice la dictadura, o se halle en completo aislamiento con respecto a las naciones extranjeras, o en posición militar muy poderosa. Genio guerre- ro y político en la persona del dictador. Pruebas de esta doctri- na y su aplicación en España. Ya que hemos llegado a la época de la regencia única conviene hacer alto en esa importante fase de la vida pú- blica de Espartero, en ese momento crítico que decidió de su porvenir y que mostró la cumplida medida de sus alcan- ces. Comparemos lo que hizo con lo que pudo y debió hacer. En primer lugar: ¿érale posible imitar a César, Crom- well o Napoleón? Estamos convencidos que no : las circuns- tancias en que él se hallaba eran muy diferentes ; ni el ge- nio de esos hombres le hubiera bastado para semejante em- presa. Con lo cual se comprenderá que no le exigimos cosas irrealizables, y que al censurar su conducta no nos com- placemos en || achacarle cargos infundados, mostrándole como inferior a su posición por haber dejado de ejecutar lo que conceptuamos imposible. Todas las grandes revoluciones nos presentan un desenla- ce bastante análogo: después de larga temporada de anar- quía viene el despotismo, ora para establecerse definitiva- mente en el país, ora para servir de transición a un régimen templado y suave. Así los miembros dislocados o rotos, para recobrar su movimiento natural necesitan estar sujetos mu- chos días con apretada ligadura. Las lecciones de la razón y de la historia hacían creer que la revolución española no podría eximirse de esta ley ; y al ver en 1840 encumbrarse al mando supremo al jefe de la fuerza armada, naturalmente debió de ocurrir el pensamiento de que íbamos a entrar en el período del vigor gubernativo. De aquí dimanó que, a pe- sar de los antecedentes que debían desvanecer la ilusión, todavía la opinión pública se mantuvo unos momentos en inquieta expectativa ; primero, después de la abdicación de Valencia, y en seguida, después del nombramiento de la re- gencia única. Lo que acontecería, nadie se atrevía a pronos- ticarlo ; pero muchos eran los que creyeron que tomarían los acontecimientos un rumbo muy diferente. Los nombres [12, 175-177] ESPARTERO 103 de César, Cromwell y Napoleón salían involuntariamente de algunas bocas, no obstante la inmensa desemejanza que se palpaba entre aquellos personajes y nuestro protagonista. Ya llevamos indicado que le fuera imposible a Espartero establecer una verdadera dictadura, y vamos a demostrarlo a la luz de la historia. Si mucho || no nos hemos engañado en el estudio de ésta, necesítanse para el efecto cuatro con- diciones: 1.a, ausencia del representante de la legitimidad: 2.a, disolución social y política, que impida el establecimien "to y sostén de un gobierno regular por los trámites ordina- rios ; 3.a, que la nación donde el fenómeno se verifica, o se halle en completo aislamiento con respecto a las naciones ex- tranjeras, o en posición militar muy poderosa ; 4.a, genio guerrero y político en la persona del dictador. Ausencia del representante de la legitimidad. — El poder dictatorial propiamente dicho expresa la absorción de todos los poderes, la suspensión de todas las leyes, un gobierno eminentemente discrecional. Los títulos populares con que suele disfrazarse sólo sirven a ensanchar los límites de sus facultades ; personificación de esa formidable soberanía que no se ejerce sino moviendo tempestades, que no habla sino con el bramido del trueno, no tolera resistencia, ni consiente restricciones ; a sus ojos la ley es una palabra vana, un pe- dazo de papel, no conoce más ley ni se acomoda a otra re- gla que a lo que apellida la salud del pueblo. «¿Por qué no tomasteis el título de rey, y os contentasteis con el de pro- tector?», le preguntaron un día a Cromwell. «Porque, res- pondió, todo el mundo sabe hasta dónde se extienden las facultades de un rey, y nadie sabe hasta dónde llegan las de un protector.» Una potestad discrecional, que no reconoce límites, difícilmente puede existir teniendo a su lado la le- gitimidad: la sola presencia de ésta es una verdadera res- tricción. Habrá tal vez poderosa privanza, mas no dictadura. Solo después del suplicio de || Carlos I ocupó el puesto su- premo el Protector; y cuando Napoleón alcanzó el poder so- berano había caído en un cadalso la cabeza de Luis XVI, y proscritos vagaban por tierras extrañas todos los príncipes de la real familia. Mientras una nación ha sido bastante juiciosa para conservar siquiera un tierno vástago de la san- gre de sus monarcas, no ha sonado todavía la hora fatal en que, hecho imposible el imperio de la ley, se hace necesario el imperio del hombre. Disolución social y política que impida el establecimiento Oe un gobierno regular por los trámites ordinarios.— Estu- diando la época en que se entronizó en Roma la dictadura echase de ver que aquella república no tenía otro medio dé salvación que echarse en brazos de un soldado. La anarquía de las ideas, la corrupción de las costumbres, el desbordamien- 104 BIOGRAFÍAS [12, 177-179] to de las ambiciones, la venalidad de las masas, habían des- montado e inutilizado completamente la máquina política. Era imposible que continuase funcionando ; y los mismos acontecimientos, con su irresistible tendencia al despotismo, manifestaban que había llegado a ser necesario. Sólo era pre- ciso regularizarlo, pues de hecho ya existía; al menos dándole estabilidad y fijeza se podía conseguir que fuera menos vio- lento y perseguidor. Lo que en tiempos anteriores era una necesidad pasajera había pasado a ser una necesidad per- manente : antes se establecía una dictadura temporal, ahora debía ser perpetua. El profundo sacudimiento que recibiera la nación inglesa con las innovaciones religiosas, el espíritu revolucionario que le comunicó el despotismo no menos revolucionario de Enri- que VIII, cambiando profundamente ¡| la organización social sin más ley que su capricho, sin más regla que la llamada salud del pueblo y salvación del Estado, el fanatismo de sec- ta promovido por el furor de leer e interpretar la Biblia con solas las luces del espíritu privado, habían hundido a la na- ción inglesa en un abismo de que le era imposible salir. Vol- cado el trono, decapitado el monarca, flotaba la infortunada sociedad a merced de la locura y del crimen ; y en medio de sus tremendas calamidades no veía medio de restañar la sangre que corría a torrentes y de lograr que cesase el in- sensato afán de derribar todavía más, cuando por todas par- tes estaba el terreno cubierto de ruinas. Los partidos políti- cos nacidos en el seno de la revolución pregonaban, cada cual por su lado, la seguridad de los remedios con que se proponían curar el daño ; pero tan pronto como ensayaban su obra sentía la nación y sentían ellos propios su completa impotencia. Allí, como en todas partes, eran demasiado dé- biles para gobernar, siendo demasiado fuertes para hacer imposible que otros gobernasen. Sólo del exceso del mal de- bía nacer el remedio : la sociedad no podía perecer ; sus in- tereses estaban sin amparo, no había quien los defendiese ; ansiaban por una protección, por más negro que fuera su origen y duras sus condiciones. Un hombre de vasta capaci- dad, de corazón osado, de brazo de hierro, le ofreció esta pro- tección, la sociedad no vaciló en aceptar y encumbróse el Protector. En pos de un siglo de corrupción cortesana y de doctrinas anárquicas e impías desencadenóse sobre la Francia la revo- lución más colosal que presenciara el || mundo. El trono ha- bía venido al suelo con estrepitoso fracaso ; la diadema y el cetro estaban salpicados con la sangre de la real familia y eran pisoteados por desenfrenada plebe. Fundábanse de con- tinuo nuevas instituciones, alzábanse al mando supremo nue- vos hombres; pero todo temblaba en el momento de levan- 112, 179-180] ESPARTERO 105 tarse, todo se hundía un instante después. La anarquía en lo interior, el enemigo en las fronteras ; imposible la paz, peli- grosa la guerra ; anhelo de orden y manía revolucionaria ; la postración que sigue al delirio y la inquietud de la fiebre ; he aquí la situación de la Francia después de diez años de re- volución. Un soldado de genio y fortuna, que se había in- mortalizado en las campañas de Italia, que había paseado su gloriosa nombradía por los arenales de la Siria y los már- genes del Nilo hasta el pie de las gigantescas pirámides, se le presenta y le dice : «Yo te daré orden y gloria ; tú me da- rás tus hijos y tu libertad» ; y la Francia le dió sus hijos y humilló su cerviz; y el general Bonaparte fué desde luego primer cónsul, y en seguida emperador. Que la nación donde se entroniza la dictadura, o se halle en completo aislamiento con respecto a las naciones extran- jeras, o en posición militar muy poderosa. — La independen- cía de un gobierno es condición indispensable para su presti- gio ; si ésta le falta a la dictadura no podrá llenar su misión, porque la legitimidad y legalidad que no tiene ha menester suplirla mostrándose a los ojos de los pueblos con aterradora fuerza, con imponente grandor. Y el gobierno no es respeta- do en el extranjero si no lo es la nación ; si ésta no es in- dependiente, no lo será tampoco || el gobierno. La España, y ¿por qué ocultarlo?, la España no se halla en esta situación, ni se hallaba tampoco al terminar la guerra civil. Eran de- masiado escandalosas nuestras discordias intestinas, eran de- masiado públicos los apuros del erario, demasiado palpable nuestra desorganización política y administrativa, demasia- do chocante la completa falta de marina en una posición peninsular, para que pudiéramos lisonjearnos de no estar más o menos sometidos a influencias extrañas. Además, ¿cómo era dable blasonar de independencia, cuando tan recien- temente pelearan en nuestro suelo legiones inglesas, france- sas y portuguesas ; cuando el gobierno había solicitado repe- tidas veces la cooperación ; cuando en las cámaras de Fran- cia servía de eterno tema a los debates parlamentarios, y hasta de caballo de batalla a los partidos, la cuestión de si se había de intervenir o no en España? Llegada la nación a tan doloroso abatimiento, ¿podíamos pensar en una de aque- llas grandes dictaduras en que un soldado, terrible personi- ficación de un pueblo poderoso, hace temblar el mundo con la fama de su nombre? Vano es prometerse la independencia contando con la neutralidad de los vecinos: la no intervención es una pala- bra vana ; la diplomacia la emplea, no para expresar lo que genuinamente significa, sino para dar a entender que ella quiere substituirse a la guerra, que con negociaciones y pro- tocolos pretende suplir las batallas campales. Por lo demás, 106 BIOGRAFÍAS [12, 180-182] nadie deja de procurar intervenir en aquello que le intere- sa; y fuera muy singular que este interés no existiese tra- tándose de una nación envuelta en disturbios || civiles, los cuales, según sea su desenlace, pueden traer resultados de la mayor trascendencia. En circunstancias críticas, es para los individuos la mejor garantía de independencia la firmeza de carácter apoyada por la riqueza ; para los Estados lo es un espíritu nacional, fiero y brioso, que cuenta con grandes re- cursos y temible pujanza. Genio guerrero y político en la persona del dictador. — La dictadura sólo puede ejercerla un militar: la inteligencia y el carácter por sí solos son insuficientes para dominar si- tuaciones difíciles; es necesaria una espada. El brazo sin cabeza es fuerza brutal; pero la cabeza sin brazo es puro pensamiento, y en el mundo no reina el pensamiento solo. Cuando los más ardientes partidarios de la revolución abo- gaban por la regencia trina andaban guiados por un instinto muy certero, pues que, no queriendo un poder demasiado fuerte y no siéndoles posible excluir el elemento militar, tra- taban al menos de mezclarle con otros que le templasen y en- flaqueciesen; pero cuando, perdida la votación y precisados a dar sus sufragios a una persona sola, favorecían en crecido número a Argüelles con este acto, que pudiera creerse de des- esperación y despique, manifestaron admirablemente el ins- tinto revolucionario: la revolución buscaba un servidor, no un amo. Mas la revolución temiendo a Espartero le hacía dema- siado honor ; el secreto de destruir su fuerza consistía en po- nerla a prueba : no pocos abogados formados en el retiro de su bufete habrían mostrado más energía y tesón que el hombre criado en la crudeza de los campamentos y los peli- gros de las batallas. |l La espada es necesaria, mas no bastante para llenar las funciones de la dictadura. Es preciso genio militar, pensa- miento organizador al aprestar los ejércitos a la pelea, eléc- trico al conducirlos al combate, penetrante, vivo, certero, en el momento decisivo para la victoria. El entusiasmo del sol- dado, aquel entusiasmo que le hace marchar a la muerte vi- toreando al caudillo que le guía, que nace de la ilimitada confianza en las aventajadas cualidades del jefe, inspira una ciega obediencia a sus mandatos, coloca a éste en una situación prepotente y dominadora, le hace temible a los enemigos interiores y exteriores, le concilia el respeto y ad- miración de sus conciudadanos, colocándole en la altura con- veniente para que pueda ejercer sin rivales la suprema ma- gistratura. Una cilatada carrera militar llena de honrosos servicios, una conducta sin mancha, largo tiempo de obtener elevados puestos en el ejército, no son suficientes a formar una reputación apta para la dictadura: es necesaria incon- [12, 182-184] ESPARTERO 107 testable superioridad sobre todos los demás jefes militares, es necesario el genio propiamente dicho, el genio que con su brillo deslumbrante y fascinador legitima en cierto modo la usurpación y encubre la negrura de la tiranía con el es- plendente manto de la gloria. Los pueblos no se resignan a la obediencia de un poder ilegítimo y arbitrario sino bajo condiciones que los indemnicen de la injusticia, y no lleven consigo el baldón de la ignominia ; y esta indemnización no puede encontrarse cuando el poder no es capaz de grandes y provechosos pensamientos que suplan la ausencia de la ley ; y esta ignominia existiera si la completa abdicación de la libertad, si la || sumisión a una potestad discrecional no es- tuviese acompañada del grandor que a la nación comunica el tener a su frente un héroe insigne, si los pueblos preci- sados, por decirlo así, a someterse a la ordenanza no creye- ran militar bajo una enseña vencedora. La gloria militar deslumhra ; pero nunca el mando del ejército debe confundirse con la magistratura suprema; la organización política de un país jamás puede tener por base la ordenanza militar. Por cuyo motivo, a más del genio gue- rrero, ha menester el dictador el genio político, calidad rara que en pocos se encuentra y que difícilmente se aviene con los talentos y las inclinaciones de un soldado.' En un país trabajado por las revoluciones, una capacidad común no basta para gobernar, porque todos los medios ordinarios se han he- cho inútiles; todos los resortes están gastados; la máquina está desmontada y rotas buena parte de sus piezas; es nece- saria una ojeada vasta, penetrante, que abarque el conjunto, que alcance el conocimiento de cada una de sus partes, que se interne hasta el corazón de la sociedad, para que, descu- briendo el mal en su raíz, se aplique a ella el remedio. Des- truido el gobierno antiguo y subvertido el orden legal, con- tinúa por algún tiempo el frenesí revolucionario, y por de pronto no todos sienten como conviene la necesidad de llenar el hondo vacío. Pero las calamidades públicas, los desastres continuados, las asonadas sin término, la inquietud y desaso- siego en que la sociedad se agita, hacen entender, a no tar- dar, que es preciso, indispensable, crear un poder, establecer un gobierno. Entonces acuden en tropel los empiristas con sus remedios seguros.. || sus formas legales, su milagrosa pa- nacea, los años pasan, los males se aumentan, la nación se desengaña, el descontento crece; y, desvanecidas las ilusio- nes y aburridos los ánimos, la nación se entrega sin reserva enurVaonOS del Primero Que le ofrece garantías de orden y es- tabilidad. Entonces ha sonado la hora de la dictadura; los puebios la aceptan aunque sea ilegítima, y hasta previendo que ella a su vez será también transitoria; dichosos si en tan aciagas circunstancias pueden dar en una combinación 108 BIOGRAFÍAS [12, 184-186] feliz donde se encuentre la fuerza en manos de la legiti- midad... En España, en 1840, el trono había perdido de su pujanza y esplendor, mas no había caído ; había desorganización so- cial y política, mas no disolución; el establecimiento de un gobierno regular por los trámites ordinarios era difícil, mas no imposible ; la nación ni se hallaba en completo aislamien- to con respecto a las extranjeras, ni era muy poderosa; y, sobre todo, el hombre que se halló en oportunidad de domi- nar la situación carecía enteramente de genio militar y po- lítico. Por esto fué imposible la dictadura ; por esto no se verificó en España lo que en Francia e Inglaterra. Si Espartero hubiese comprendido su posición, si hubiese conocido bien el límite de su fuerzas y tenido bastante gran- deza de alma para someterse a lo que reclamaban sus debe- res, cabíale todavía un papel bello, decoroso, brillante ; una especie de dictadura que cubriera de lustre su persona, real- zara el esplendor de la diadema y restituyera el sosiego a la nación. Toda vez que el trono no estaba vacante, y que | estaba ocupado por una huérfana de pocos años, podíase co- locar a su lado como su adalid más decidido y pundonoroso. Sin descender a la arena de los partidos podía imponerles respeto a todos ; aquella espada cuyo temple respetaban no pocos podía, sin desenvainarse, prestar a la Reina y al país importantes servicios. Se necesitaba fortalecer el trono, y él llevaba a su alrededor un ejército de cien mil hombres que, desembarazado de las atenciones de la guerra, se podía con- vertir en defensor de las leyes ; y las facciones anárquicas se hubieran anonadado, y el orden hubiera renacido, y quizás sin nuevos disturbios recobrárase la nación de tantos que- brantos y desastres. Entonces Espartero representara el pa- pel que más entusiasmo excita entre los españoles: el de un soldado leal a una Reina niña, el de un caballero que defiende a una augusta señora. Jamás se desperdició más bella ocasión para labrarse con facilidad un nombre ilustre ; jamás se malogró mejor opor- tunidad de conservar y ensanchar la gloria ganada anterior- mente, y de darle una apariencia de grandor y solidez de que en realidad carecía ; jamás se reunieron más estrecha- mente los intereses de una nación y de un hombre, si éste hubiese sabido enfrenar su desmesurada ambición y consa- grarse al bien y sosiego de su patria. Lleno de riquezas, de honores y condecoraciones, ocupando el primer puesto de la milicia española, lisonjeado por los partidos, tratado con la mayor consideración por la misma Reina, ¿qué más podía desear el soldado de fortuna? ¿Acaso era pequeña satisfac- ción para un pecho noble la de afianzar el orden público, in- timidar || las facciones, poner coto a las exigencias de los [12, 186] ESPARTERO 109 partidos, sostener y afirmar el trono, y contribuir eficazmen- te a la inauguración de una era de reorganización y de ver- dadero gobierno? La lealtad, los sentimientos generosos, los más sagrados deberes, sus propios intereses, todo se combi- naba para indicar a Espartero el camino que debía seguir; todo le amonestaba para que se pusiese en guarda contra los dañosos consejos de sus aduladores, contra las peligrosas ins- piraciones de la ambición propia. No era capaz de elevarse a tanta altura el que, sin estre- mecerse, hacía conducir al suplicio a sus más bravos cámara- das : aveníase mejor con sus ideas y sentimientos el oficio de conspirador ; y encumbrado al mando supremo creyó to- davía que gobernar era conspirar. Sus más ardientes defen- sores de otro tiempo, los hombres que más contribuyeron a ensalzarle, estos mismos nos han dicho lo que encontraron en su ídolo ; ellos nos han hecho espantosas revelaciones al propio tiempo que, levantándose contra él, lo echaban al suelo y lo nacían pedazos. Que no lo olviden los militares pundonorosos ; todavía hay leyes que escudar y una huérfa- na inocente que defender ; la pequeñez de Espartero ha de- jado todavía lugar a que aparezcan en la escena figuras grandiosas y brillantes ; las ambiciones legítimas tienen abierto un hermoso campo donde el deber anda hermanado con la gloria ; la turbación de los tiempos no dejará de brin- dar con oportunas ocasiones a los pechos generosos. || 110 BIOGRAFÍAS [12, 187-188J ARTICULO 4.° Espartero gobernando Sumario. — La Regencia provisional en sus relaciones con los parti- dos, con el Trono y la nación. Errores de la Regencia provisio- nal. Su manifiesto. Lo muy impolítico da este documento. Sus ataques al partido moderado. Sus indecorosas alusiones al Tro- no. Espartero y la religión. Negocio del vicegerente de la Nun- ciatura apostólica, don José Ramírez de Arellano. Sinrazón e injusticia del gobierno en este grave negocio. Documentos justi- ficativos. Conducta de Espartero con el Papa. Alocución del Sumo Pontífice en el consistorio secreto de 1.° de marzo de 1841. Manifiesto del gobierno del 30 de julio del mismo año. Sus re- criminaciones contra el Sumo Pontífice. Trata al Papa de una manera indecente Calumnia sus intenciones. Negocio de la «Obra de la Propagación de la Fe». Documento justificativo Proyectos cismáticos. Indicios que de largo tiempo andaban re- velando intenciones siniestras. Documentos justificativos. Pro- yecto del señor Alonso sobre jurisdicción eclesiástica presentado en la sesión de diputados en 31 de diciembre de 1842. Su expo- sición y sus artículos Otro proyecto del señor Alonso presen- tado en la sesión de 10 de enero de 1842. Su carácter cismático. Espartero y Napoleón comparados entre sí con respecto a la Iglesia. Notables palabras de Napoleón en Santa Elena. Dife- rencia entre la España y la Francia con respecto a la posibilidad de un cisma. Conducta de Bonaparte sobre este particular. No- table pasaje de Botta en su Historia de Italia. || La Regencia provisional en sus relaciones con los partidos, con el Trono y la nación Después del triunfo de septiembre, el primer pensamien- to que debía ocurrir, no diremos a un hombre de genio extra- ordinario, pero ni siquiera de talento medianamente previ- sor, era el de hacer olvidar los sucesos anteriores, tender sobre ellos un velo, logrando de esta suerte ocultar su ilegi- timidad, y sobre todo preparar los ánimos a la reconcilia- ción y a la calma. Este sistema debía comenzar a plantearlo el presidente de la Regencia provisional y llevarlo a cabo el regente único. Veamos cómo se llenó este objeto. El primer acto de la Regencia provisional fué una serie de recriminaciones las más duras, una tea de discordia arrojada en medio de la na- ción para que las pasiones, ya tan encendidas, se inflamasen todavía más y llegasen al colmo de la exasperación y del furor. [12, 188-190] ESPARTERO 111 Ya que se había derrocado a un partido numeroso, que contaba en su seno reputaciones ilustres, ya que los venci- dos se hallaban a la sazón bajo la mano de las juntas, o es- condidos, o buscando un asilo en países extranjeros, natu- ral parecía que el gobierno supremo los tratase con alguna consideración e indulgencia, o disminuyendo la gravedad de los cargos que se les dirigían, o salvando la intención si se querían condenar los actos. La Regencia provisional, a cuya cabeza se hallaba Espartero, y que estaba personificada en el jefe de los ejércitos, tomó el camino ¡| directamente opuesto ; buscó las palabras más duras para añadir aflicción al afligido, para hacer más humillante su derrota, para con- citar contra él las pasiones revolucionarias. Véase cómo se expresaba en su famoso manifiesto de Madrid del 2 de no- viembre de 1840: «A nadie parecía ya posible que la nación se salvase de la red en que la tenían envuelta los enemigos de sus dere- chos: ocupados tenían todos los resortes y medios de go- bierno, dominando exclusivamente en los cuerpos legislati- vos por medio de mayorías facticias artificiosamente combi- nadas; entregados los ministerios a ciegos esclavos suyos, y lo que era aún más triste, seducido y enconado a fuerza de sugestiones insidiosas el poder supremo del Estado. Ya los españoles veían venir el momento de repetirse el escándalo del año 14 ; y por descanso de siete años de fatigas y de com- bates, y por recompensa a su constancia, a su fidelidad y servicios, contemplábanse atados otra vez al yugo de la ser- vidumbre con los lazos formados por su misma lealtad. »Pero al ver amenazada de muerte la Constitución en que la España tenía cifrada la estabilidad de su fortuna, el pue- blo de Madrid exclamó denodadamente: Eso no, y se arrojó a la arena para defender ileso el cepósito de su libertad. Eso no, repitieron las provincias y el ejército, respondiendo bizarramente a aquel noble llamamiento ; y a una voz los españoles todos que aman la paz, el decoro y el bien de su país dijeron resueltamente: Eso no. Puestos así, de una par- te la ley fundamental con la nación e itera alrededor, y de la otra el gobierno con sus consejos y proyectos \{ infelices, el gobierno se estremeció de verse solo, y, abandonando el campo que ya no podía mantener, dejó a la nación libre y a la Constitución vencedora.» Cuando se debía procurar la reconciliación de los parti- dos se echa un guante al derribado, se le declara perjuro, se le precisa a salir a la palestra, ya que no con las armas, al menos para defenderse de las imputaciones que le hace el mismo gobierno. ¿Cómo quería Espartero conservar su dig- nidad si empezaba calumniando, hasta el punto de precisar 112 BIOGRAFÍAS [12, 190-192] a los agraviados a que le desmintiesen con una ruidosa pro- testa? 1 || Hasta el mismo Bonaparte se ocupó en los primeros días de su gobierno de anudar las relaciones con las demás po- tencias ; Espartero comenzó dirigiéndoles una amenaza tan innecesaria como impotente. «Las naciones todas, decía la Regencia, respetan a un pue- blo que, después de haberse dado una ley fundamental, cabe sostenerla contra las oscilaciones e inquietudes de dentro, y está resuelta a repeler armada y unida en masa los ama- gos y las amenazas de afuera.» Nada hay en aquel malaventurado escrito que pudiese excitar el entusiasmo ni aun las simpatías de los españoles, porque, si bien se hace en él un recuerdo de la gloriosa gue- rra de la independencia, se hiere || vivamente la susceptibi- lidad monárquica de este gran pueblo, que, ya que sabe su- frir con sensata longanimidad las flaquezas de sus reyes, no puede menos de llevar muy a mal que se remuevan y se ex- 1 «Manifestación. — Los que suscriben, individuos que han sido del último Congreso de diputados, y que han acostumbrado a votar con su mayoría, no habían creído hasta ahora oportuno contestar a los diversos cargos y acusaciones que les han dirigido algunas juntas y corporaciones populares en sus alocuciones y manifiestos. Seguros con el testimonio de su conciencia, y mirando aquellas acu- saciones o como desahogos del espíritu de partido, o como recursos y medios necesarios de propia justificación, aguardaban tranquilos el juicio del país y el fallo imparcial de la posteridad. Pero han creído ahora de su obligación romper el silencio, al ver que el Consejo de ministros que ha nombrado Su Majestad la augusta Rei- na Doña María Cristina de Borbón, y con arreglo al artículo 58 de la Constitución, gobierna provisionalmente el reino hasta el nom- bramiento de la Regencia, ha estampado en un manifiesto, que ha dirigido a los españoles, las cláusulas siguientes : «A nadie parecía ya posible que la nación se salvase de la red en que la tenían envuelta los enemigos de sus derechos: ocupados tenían todos los resortes y medios de gobierno, dominando exclusi- vamente en los cuerpos legislativos por medio de mayorías facti- cias artificiosamente combinadas; entregados los ministerios a cie- gos esclavos suyos, y lo que es aún más triste, seducido y enconado el poder supremo del Estado. Ya los españoles veían venir el mo- mento de repetirse el escándalo del año 14, y por descanso de siete años de fatigas y de combates, y por recompensa a su constancia, a su fidelidad y servicios, contemplábanse atados otra vez al yugo de la servidumbre con los lazos formados por su misma lealtad.» »Las acusaciones en este párrafo contenidas son graves. Lo son en sí mismas, y lo son por emanar del gobierno que a nombre de Su Majestad la Reina está rigiendo la monarquía. Los que suscriben declaran bajo su honor, por lo que a ellos toca, que son de todo punto falsas; y creen que no deben permitir que su silencio pueda en ningún tiempo alegarse como prueba de unas aserciones que no se fundan en ninguna otra. Por lo mismo, protestan ante los co- legios electorales que los han nombrado, protestan ante la nación y protestan a Id faz del mundo entero contra semejantes imputacio- nes, seguros de que ni el Consejo de ministros ni nadie, ni ahora [12, 192-193] ESPARTERO 113 pongan al ludibrio público, cenizas augustas. La severidad de la historia impone al escritor deberes penosos, obligándo- le a consignar hechos que caen como negra mancha sobre el rostro de elevados personajes; pero nunca, jamás, fué lí- cito a un gobierno supremo, hablando a la nación, recordar las escenas lamentables que deslustraron un día el regio al- cázar. ¡Qué intención conducía la pluma del autor del ma- nifiesto cuando decía! : «Treinta y tres años ha que en estos mismos días se dió la señal a las agitaciones que nos combaten con el desorden y las pasiones que hervían en la familia real, antes ocultas en los lares domésticos, y estallando entonces de pronto y ma- nifestándose al público con una violencia y un escándalo nunca vistos entre nosotros. El heredero del trono acusado de parricida |l por su padre: ¡el monarca destronado cinco meses después por su hijo!»... Colocados a las gradas del trono, ejerciendo el poder en nombre de la augusta hija de cien reyes, ¿era conveniente, er^ decoroso, era siquiera to- lerable que recordarais el desorden y pasiones que hervían en la jamilia real, y las violencias y escándalos nunca vis- tos? ¿Tan poco respeto nos inspiraba la augusta huérfana, que en su presencia, y ejerciendo sus veces, le echasen en cara que su padre destronó a su abuelo y que fué por éste acusado de parricida? ¿No os habíais cebado bastante con el infortunio de la esposa, que debieseis presentar al mundo a su difunto esposo como el mayor de los criminales? No, no era éste ciertamente el camino para concillaros la benevo- lencia del pueblo español, que en grado tan eminente posee las dotes de amor a sus reyes, de respeto y generosa hidal- guía con todo linaje de infortunios. ni nunca, podrá presentar la más ligera prueba de tan graves como gratuitas e inconcebibles acusaciones. Madrid, 6 de noviembre de 1840. »Pablo Ayala y Moría, ex diputado por Jaén. Mariano Roca To- gores, ex diputado por Murcia. Diego López Ballesteros, ex diputa- do por Pontevedra. Pedro José Pidal, ex diputado por Oviedo. J- El duque de Gor, ex diputado por Granada. Alejandro Mon, ex dipu- tado por Oviedo. Juan Pablo Rived, ex diputado por Navarra. Ra- món López Vasquez, ex diputado por Pontevedra. Juan Palarea ex diputado por Murcia. Florencio García Goyena, ex diputado por Na- varra. José Muñoz de San Pedro, ex diputado por Cáceres. Fran- cisco Tamés Hevia, ex diputado por Oviedo. Francisco García Hidal- go, ex diputado por Almería. Rafael Díaz Arguelles, ex diputado por Oviedo. Rufino García Carrasco, ex diputado por Cáceres. Juan Mo- desto de la Mota, ex diputado por Albacete. Diego de Alvear, ex diputado por Córdoba. Joaquín Eugenio de Castro, ex diputado por Orense. Diego Medrano, ex diputado por Ciudad Real. Gregorio Pé- rez Aloe, ex diputado por Badajoz. Luis Armero, ex diputado por Pontevedra. Francisco Curado, ex diputado por Jaén. Miguel Joven de Salas, ex diputado por Canarias. Antonio de los Ríos, ex diputa- do por Córdoba. Juan Fernández del Pino, ex diputado por Málaga.» 8 114 BIOGRAFÍAS [12, 193-195] Espartero y la religión Negocio del vicegerente de la Nunciatura La nueva situación le ofrecía a Espartero una excelente oportunidad para atraerse muchos partidarios, supuesto que, habiendo tanto que reparar y ordenar, bastábale dedicarse a un punto cualquiera de estas reparaciones y arreglos para que desde luego se hubiese creído que trataba de inaugurar una era de gobierno. Hasta se le hubiera disimulado cierta timidez e irresolución en acometer la gloriosa empresa, || atribuyéndolo a consideraciones que la fuerza de las circuns- tancias le imponía con respecto a la revolución, y a la polí- tica previsora y cuerda que andaba preparando lentamente el camino para llegar al punto deseado. La exacerbación a que habían sido conducidas las cues- tiones religiosas por las desacertadas e injustas medidas de los gobiernos anteriores, y sobre todo por los atropellamien- tos y desmanes a que se habían arrojado las juntas en el pronunciamiento de septiembre, brindaban al jefe del nue- vo gobierno con hermosísima ocasión para que sin ladearse a ningún partido, ni infringir la Constitución, sin que se le pudiese tachar de reacción, se atrajese las simpatías de todos los hombres religiosos y mereciese la aprobación y asenti- miento de los sensatos, cualesquiera que fueran sus opiniones sobre tan graves materias. Creyóse que tomando el camino directamente opuesto se afianzaba la situación creada por el pronunciamiento, lisonjeando las pasiones revoluciona- rias ; y en realidad no se logró contener a éstas, y además se presentó de tan mal aspecto el nuevo gobierno a los ojos de la inmensa mayoría de los españoles, que ya se hacía muy difícil rehabilitarlo para lo sucesivo en el tribunal de la opinión pública. El vicegerente de la Nunciatura apostólica, don José Ra- mírez de Arellano, no pudo mirar con indiferencia los aten- tados cometidos por las juntas contra las cosas y las perso- nas eclesiásticas, y en cumplimiento de su deber dirigió, con fecha 5 de noviembre de 1840, una atenta comunicación al excelentísimo señor secretario del Despacho del Estado, en que se lamentaba || en términos sentidos, pero muy mesu- rados, de que la Junta de Madrid hubiese suspendido a don Manuel Ribote. don Julián Piñera y don Félix José Reinoso, jueces del Tribunal de la Rota, a don Antonio Ramírez de Arellano, de abreviador interino, y aun al mismo comuni- cante, de la fiscalía de la Nunciatura ; bien que hacía notar el señor vicegerente que, en cuanto a esto último, no había [12, 195-196] ESPARTERO 115 podido surtir efecto la providencia de la Junta, porque ha- cía Veintiún meses que él había cesado en el ejercicio de las funciones de fiscal, por ser éstas incompatibles con las de la vicegerencia, añadiendo que las desempeñaba don José Ma- nuel Gallego, ministro honorario del Tribunal de la Rota. Las razones alegadas por el señor de Arellano no tienen réplica, siendo además reparable que procuró salvar la bue- na fe de la misma Junta atribuyendo su providencia a que no estaría enterada del modo y forma con que existía en estos reinos el mencionado tribunal. «La Junta, sin duda, al dictar una medida semejante, dice la citada comunicación, debió creer de buena fe que estaba sujeta a sus determinaciones civiles, porque nada tiene de extraño que no supiesen los individuos que la componen que el Tribunal de la Rota existe en estos reinos y en la capital de la monarquía en virtud de una ley canónica. En efecto, un breve de nuestro santísimo Padre Clemente X, de feliz recordación, su fecha 26 de marzo de 1771, le creó motu pro- prio. Los jueces que le han de componer no son de nombra- miento real: se reservó Su Santidad hacerlo a presentación dei Rey de España, como también se reservó las plazas de asesor, auditor del Nuncio, de fiscal !| de la Nunciatura y de la Rota, y la de abreviador, recayendo en personas que sean del agrado y aceptación de Su Majestad. Como de nombra-' miento de Su Santidad, y del rango que ocupan en el orden jerárquico de la Iglesia son inamovibles, no pueden reempla- zarse por la potestad civil, y vacan sólo por muerte, ascenso, renuncia o deposición canónica, que no puede efectuarse le- galmente sin formación de causa y por sentencia que me- rezca ejecución. »E1 tribunal es apostólico ; sus jueces lo son igualmente ;. ejercen la autoridad pontificia, conocen de causas puramen- te eclesiásticas, en nada se mezclan en las atribuciones civi- les, y no tienen influencia alguna en el orden político. Es muy importante que desempeñen sus cargos para que no padezca retraso la pronta administración de justicia ; pues ha quedado uno en cada sala de las dos que componen el tribunal, y me prometo de la rectitud de Vuestra Excelenra que, elevándolo a conocimiento de la Regencia del Reino, se dictará la oportuna medida para que se levante la suspen- sión y concurran todos los individuos al exacto desempeño de sus respectivos cargos.» Estas palabras son la mejor contestación al tremendo dic- tamen de los fiscales don José Alonso y don Joaquín María López, que provocó la consulta del Tribunal Supremo de Justicia de 26 de diciembre de 1840. conforme al cual la Regencia provisional del Reino expidió el decreto de 29 del propio mes y año, de que nos ocuparemos más abajo. 116 BIOGRAFÍAS [12, 196-198] Cumplidos los deberes que le imponía la vicegerencia, no pudo el señor de Arellano abstenerse de hacer al ministro una comedida reclamación contra || los destierros, confina- mientos y deposiciones que se habían permitido varias Juntas. «Yo quisiera, dice, dispensarme de angustiar más el co- razón católico de Vuestra Excelencia con los hechos a que han avanzado otras Juntas, porque no tocan inmediatamen- te al ministerio del cargo de Vuestra Excelencia ; pero esta vicegerencia no tiene otro conducto para entenderse con la Regencia del Reino. La de Cáceres ha desterrado y confina- do a su propio reverendo obispo ; las de Granada, La Coruña, Málaga, Ciudad Real y otras han depuesto al deán, digni- dades, canónigos de las santas iglesias, de las colegiatas, cu- ras y demás ministros del Santuario, y han puesto otros en su lugar. Si estos hechos fuesen de los que pudieran tolerar- se y llorarse en secreto, callaría ; pero es harto obvio a Vuestra Excelencia que se ha invadido el territorio de la Iglesia y se ha trastornado el orden que Dios ha establecido para gobernarla ; pues que establecer sus ministros, desti- tuirlos o suspenderlos, con causa, es potestad que la compe- te exclusivamente. El subordinar la potestad de los pastores, jueces y demás ministros en cuanto a su ejercicio y sus fun- ciones a la potestad temporal, es lo mismo que no reconocer- la. Vuestra Excelencia no ignora que se ha tomado un camino intransitable, en el que los hombres verdaderamente católi- cos están persuadidos que la Regencia le reparará librando a los fieles del cisma en que indefectiblemente se caería, si se intentase que se caminase por él ; porque los beneficios to- dos que están conferidos con título perpetuo por medio de la colación que se dió a los agraciados no pueden ser suspen- sos ni destituidos sino por sus legítimos obispos, y con for- mación de causa, sin que || mientras vivan, no mediando ésta, puedan recibir otros misión alguna legítima. Es muy clara la materia para que me detenga en alegar razones : es- tán al alcance de la Regencia, y por lo mismo confío en su catolicismo y me prometo una contestación satisfactoria, tri- butando entre tanto a Su Excelencia los respetos de la más alta consideración.» Si no hubiesen pesado en el ánimo de la Regencia las ra- zones canónicas alegadas por el vicegerente, debía, cuando menos por motivos de humanidad, atender a reclamaciones tan justas; pero obraba en las altas regiones del poder un espíritu mezquino y revolucionario, y así se prefirió hacer ne- gocio ruidoso y emplear oomo tea de discordia lo mismo que servir pudiera para calmar los ánimos y tranquilizar las con- ciencias. Apresurábase el gobierno a adoptar todo cuanto podía herir la susceptibilidad religiosa de los españoles ; [12, 198-200] ESPARTERO 117 pues que en los primeros momentos de su establecimiento en la capital, cuando al parecer debían llamarle la atención tantos y tan graves negocios, se ocupaba, no obstante, en to- mar bajo su protección a un gobernador eclesiástico, que había emitido en actos judiciales proposiciones que el cabil- do de la catedral había creído dignas de censura, y denun- ciándolas en consecuencia a la autoridad eclesiástica por re- dolentes et sapientes haeresim. La Regencia provisional, no obstante hallarse encausado dicho señor, mandó por con- ducto de la secretaría de Gracia y Justicia que se encargase del gobierno eclesiástico, lo que movió otra comunicación del señor don José Ramírez de Arellano, de fecha 20 del propio mes, donde exponía, con el debido comedimiento, las razones que |l imposibilitaban al pretendido gobernador para que pudiese encargarse del gobierno de la diócesis2. Tan desatentadamente se había empeñado la Regencia provisional en llevar a cabo su malhadado sistema, que al parecer andaba buscando todos los medios de perturbar las conciencias. Con fecha 14 del || mismo noviembre expidióse un decreto por la secretaría de la Gobernación, establecien- do veinticuatro parroquias en la Corte, y acompañando el acto innovador con doctrinas anticatólicas, o cuando menos susceptibles de muy mal sentido. Así lo evidenció el mismo 2 «Vicegerencia de la Nunciatura apostólica. — Excelentísimo se- ñor.— El decreto de la Regencia provisional del Reino expedido por la secretaría de Gracia y Justicia en 1.° del corriente, para que don Valentín Ortigosa se encargue del gobierno eclesiástico del obispa- do de Málaga, no puede surtir otro efecto canónico que turbar las conciencias de aquellos fieles, hacer nulos todos sus actos y causar males espirituales sin cuento en aquel territorio. Don Valentín Or- tigosa no tiene misión ni puede recibirla para gobernar la diócesis de Málaga, porque lo prohiben los sagrados cánones y las determi- naciones pontificias. La diócesis de Málaga tiene un vicario capitu- lar canónicamente electo, y la Iglesia no permite que otro se intru- se obstinadamente sin que experimente su reprobación. Ha emitido en actos judiciales proposiciones que el cabildo de Málaga ha creído que no están exentas de censura, y las ha denunciado a la autori- dad eclesiástica en concepto de tenerlas por redolentes et sapientes haeresim. Está encausado por lo mismo, y censuradas en su contra según tengo entendido; no es posible, pues, que se admita como doctor y maestro al que no enseña doctrina pura según entiende el que tiene en sí radicalmente la jurisdicción en Sede Vacante. Son demasiado públicos los antecedentes en esta línea de don Valentín Ortigosa, y la prensa periódica se ha ocupado de ellos con repeti- ción. Me parece que no pueden ser desconocidos a los individuos que componen la Regencia, y por lo mismo me prometo de su sabi- duría que lo tomarán en consideración, y acordarán la correspon- diente medida para que no ejerza acto alguno en un territorio para el que no se halla enviado por la Iglesia, única que puede dar ju- risdicción en las materias de su competencia. — Dios guarde a Vues- tra Excelencia muchos años. Madrid, 20 de noviembre de 1840. — Ex- celentísimo señor. — José Ramírez de Arellano. — Excelentísimo señor primer secretario de Estado y del Despacho.» 118 BIOGRAFÍAS [12, 200-202] vicegerente en otra comunicación que, con fecha de 17 del mismo mes, dirigió al excelentísimo señor primer secretario de Estado y del Despacho, en la cual probaba que el men- cionado decreto era contrario a los sagrados cánones, y que de ninguna manera podía surtir efecto, ya por la incompe- tencia de la potestad civil, ya también por la situación par- ticular en que se hallaba el Arzobispado 3. || Como un desacierto conduce a otro, se había empeorado en pocos días la situación de la Regencia con respecto a los negocios eclesiásticos. Así es que cuando en 5 de noviembre podía hacer un acto de justicia y de humanidad, sin verse precisada a revocar sus propios decretos y sólo atendiendo a las reclamaciones del vicegerente para que se reparasen los desmanes de las juntas, ahora por las comunicaciones de 17 y de 20 de noviembre se ve más y más estrechada por el señor Ramírez de Arellano, y en la alternativa de retroce- der o lanzarse a un escandaloso rompimiento. No era difícil adivinar que se adoptaría el último extremo, dado que se andaba a caza de ocasiones en que se pudiera lucir el lujo de persecución religiosa. || No se hizo esperar mucho la mal- hadada resolución, pues que al día siguiente de la comuni- 3 « Vi ceger encía de la Nunciatura apostólica. — Excelentísimo se- ñor.— El decreto de la Regencia provisional del Reino expedido por la Secretaría de la Gobernación en 14 del corriente, estableciendo veinticuatro parroquias en esta Corte, por estar persuadido de que el asunto de divisiones territoriales en lo eclesiástico es de disciplina externa y de la legítima competencia de la potestad civil, me impo- ne el deber, como vicegerente de la Nunciatura apostólica en estos Reinos, de hacer presente a Vuestra Excelencia para que se sirva elevarlo a conocimiento de la Regencia del Reino, que esta propo- sición puede ser susceptible de diversos sentidos, pues si sólo abra- za la facultad de hacer presente a los reverendos obispos lo con- veniente que será distribuir de este u otro modo el territorio pa- rroquial dejando a su autoridad la determinación que conceptúe necesaria, conforme a lo prescrito por los sagrados cánones, es cierta y está fuera del alcance de toda censura ; pero si en ella se quiere dar a entender que la disciplina exterior de la Iglesia es de la com- petencia legítima de la potestad civil, de modo que ésta pueda mu- darla y establecerla como mejor le pareciere, es doctrina que está condenada, y no es lícito a los católicos profesarla. »La demarcación de las parroquias de esta capital está hecha por la autoridad eclesiástica como de su competencia ; las de todas las diócesis del Reino lo están por sus reverendos obispos como ob- jeto de su jurisdicción, y a éstos atribuye el Concilio de Trcnto la autoridad de variarla. «Jesucristo, al tiempo que instituyó su Iglesia, concedió a los apóstoles y a sus sucesores una potestad independiente de toda otra, que ha sido reconocida unánimemente por todos los padres con Osio y San Atanasio, cuando previnieron a los emperadores que no se mezclasen en los asuntos eclesiásticos. »La división de los partidos para la jurisdicción civil de ningún modo sirve de regla para fijar la extensión y límites de la juris- dicción eclesiástica: dice San Ignacio I que no se ha tenido por conveniente que la Iglesia de Dios se sujete a las mudanzas intro- [12, 202-203] ESPARTERO 119 cación del señor Ramírez de Arellano, relativa a don Va- lentín Ortigosa, se notició al vicegerente, en términos secos y desabridos, que la Regencia provisional del Reino había acordado pasar el negocio al Tribunal Supremo de Justicia, previniendo a dicho señor que no se le admitiría ninguna otra comunicación hasta que, oído el Tribunal, se tomase la resolución conveniente \ Cuando la Regencia provisional determinó dar este paso lo hizo sin duda con previsión de todo lo que había de su- ceder ; siendo notable que no se pasaron al Tribunal Supre- mo todas las comunicaciones del vicegerente, sino la relativa al negocio del señor don Valentín Ortigosa, como deseando concentrar la atención sobre lo que podía dar lugar a más amplias consideraciones en el dictamen fiscal, con respecto a gravísimos puntos de dogma y disciplina. || El negocio tuvo el lamentable resultado que desde un principio era fácil prever; opinaron los fiscales, como se su- pone, contra la conducta del vicegerente, calificándola con los términos más duros, no salvando siquiera su intención, y hasta achacándole mala fe y hostilidad bastante evidente al gobierno, o sea a la Regencia. El Tribunal, de conformidad con sus fiscales, y adoptando las razones en que éstos se fundaban, propuso a la Regencia las medidas que se adopta- ron en el decreto de 29 de diciembre, llevando todavía más allá que los fiscales la animosidad contra el vicegerente. Es- tos, al proponer el extrañamiento del Reino y ocupación de temporalidades, lo hacían con cierta t'midez, indicando que ducidas por necesidad en el gobierno civil, pues que los honores y divisiones eclesiásticas no dependen de las que tenga a bien esta- blecer el Emperador por sus intereses. »En la actualidad en este Arzobispado nada puede hacerse aún por la autoridad eclesiástica, porque se halla vacante la Silla, y, según prescribe el Concilio de Trento citado, en este estado nada puede innovarse. »E1 infrascrito se promete da la bondad de Vuestra Excelencia que influirá en el ánimo de la Regencia provisional del Reino para que se aclare en favor de la potestad de la Iglesia el verdadero sentido de la proposición citada ; y que se mande que se espere a que se llene la Silla para tratar asunto tan importante cual corres- ponde, que no dudo será conforme a los deseos del Gobierno. — Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Madrid, 17 de noviem- bre de 1840. — Excelentísimo señor. — José Ramírez de Arellano. — Ex- celentísimo señor primer secretario de Estado y del Despacho.» 4 «limo. Sr : La Regencia provisional del Reino ha acordado pasar al Tribunal Supremo de Justicia la comunicación de V. S. I. de fecha de ayer, juntamente con el expediente relativo a la autoriza- ción de V. S. I. para ejercer la Vicegerencia, a fin de que dé su dictamen; resolviendo, además, que, hasta que oído el Tribunal se tome la resolución conveniente, no se admita ninguna otra comuni- cación de V. S. I. Lo que de orden de la misma Regencia digo a j lah para su conocimiento — Dios, etc.— Palacio, 21 de noviembre de 1840.— Al vicegerente de la Nunciatura apostólica.» 120 BIOGRAFÍAS [12, 203-204] quizás sería bastante que se le reprendiera y desaprobara su conducta en términos enérgicos y conminatorios, haciéndole entender que se le impondrían aquellas penas si por cual- quier medio o concepto volviese a impugnar las resoluciones del gobierno ; mas el Tribunal propuso a secas que el señor Ramírez de Arellano fuese extrañado de estos reinos y ocu- padas sus temporalidades. La Regencia adoptó en todas sus partes la consulta del Tribunal Supremo, y en su consecuen- cia expidió el famoso decreto en que se mandaba cesar al señor de Arellano en la vicegerencia, se aprobaba en todas sus partes el dictamen del Tribunal en lo relativo al asunto del señor don Valentín Ortigosa, se mandaba cerrar la Nun- ciatura, se disponía que cesase el Tribunal de la Rota, y, en fin, se extrañaba de estos reinos a don José Ramírez de Are- llano, ocupando y reteniendo sus rentas eclesiásticas y los sueldos y obvenciones que recibía del Estado, y cualesquie- ra || otras temporalidades que como eclesiástico le corres- pondieran 5. Las disposiciones contenidas en el mencionado decreto se efectuaron del modo más pronto y ruidoso que decirse pue- da. Es hasta ridículo ver aquella ostentación de actividad y energía para extrañar al vicegerente de la Nunciatura, cual si se tratase de una persona cuya presencia en la capital pu- diera comprometer por instantes la tranquilidad de la na- ción. Después que hemos visto tanta humillación ante las exigencias y desmanes de la Gran Bretaña, tantas vergon- 5 «Atendiendo a los sólidos fundamentos de la consulta del Tri- bunal Supremo de Justicia, de 26 del actual, la Regencia provisional del Reino, a nombre y en la menor edad de Su Majestad la Reina Doña Isabel II, viene en decretar: »1.° Se declara insubsistente, y en caso necesario se revoca el asentimiento regio para que don José Ramírez de Arellano despa- chase los negocios de la Nunciatura apostólica en estos Reinos. »2.° Cesará inmediatamente este suje'o en la Vicegerencia, y se declara que, aunque hubiese tenido una personalidad legal, no se re- conocería en él el derecho de oficiar al Gobierno en los términos en que lo hizo por sus comunicaciones de 5, 17 y 20 de noviembre último. »3.° Se aprueba en todas sus partes el dictamen del referido Tri- bunal Supremo de Justicia en lo relativo a la orden comunicada por el Ministerio de Gracia y Justicia en 1.° del citado mes, y a lo demás concerniente al asunto del reverendo obispo electo de Má- laga don Valentín Ortigosa, con las prevenciones y protestas que propone dicho Tribunal. »4.° Se procederá a cerrar la Nunciatura y se dispondrá que cese el Tribunal de la Rota, poniéndose en segura custodia todos sus pa- peles, archivos y efectos; y recogiéndose los breves de 11 y 14 de marzo de 1839 que conferían ciertas facultades al Ramírez de Are- llano, en las cuales cesa, pero sin que por ello se cause perjuicio a los actos ya consumados en favor de terceros. »5.° El Tribunal Supremo de Justicia, previa la instrucción del oportuno expediente, consultará lo que se le ofrezca y parezca para [12, 204-206] ESPARTERO 121 zosas transacciones con los motines, tanta impotencia, tan- ta indecisión y timidez a la vista de graves peligros, es cu- rioso recordar la firmeza y valentía de || que se hacía gala para un eclesiástico indefenso. Sin demora debía nombrarse un jefe que se hiciese cargo y respondiera de la persona del señor Ramírez de Arellano, y que con la fuerza de un subalterno y veinte caballos del ejército le condujese a la frontera, y en el entretanto que se preparaba para empren- der la marcha el jefe nombrado por el capitán general, de- bía quedar encargado de la custodia del señor Ramírez de Arellano el sargento mayor de la plaza, quien debía hacer la entrega del mismo al citado jefe. La orden es comunicada el 31 de diciembre, y el señor de Arellano salía de Madrid a las seis de la mañana del día 1.° de enero. Hay en estos su- cesos tanta pequeñez, que ni siquiera merecen que los ca- lifiquemos de injustos y crueles. | Conducta de Espartero con el Papa Tan temeraria conducta no podía menos de producir fru- tos muy amargos. En efecto : Su Santidad, cuyo ánimo alta- mente afligido por los excesos de la revolución durante seis años, estaba siguiendo con ansiosa mirada el curso que iban a tomar los negocios una vez concluida la guerra civil, se alarmó, no sin justísimo motivo, al ver la marcha antirreli- giosa y perseguidora emprendida por la Regencia provisional. Semejante conducta debía causar tanta mayor extrañeza, in- fundiendo recelos de ulteriores designios, cuanto que el go- bierno obraba de propio impulso, sin que pudiese alegar la excusa de que le andaban empujando las oleadas de la revo- lución. Esta, si bien exigente en otros puntos, se mostraba con bastante indiferencia en lo tocante a negocios eclesiás- ticos ; por manera que en las Cortes, que fueron el producto del pronunciamiento de septiembre, recibió posteriormente el señor Alonso una lección muy dura, por querer arrojarse que ninguno de los negocios pertenecientes al Tribunal de la Rota sufra retraso, ni falten a los españoles las gracias que concedían los muy reverendos nuncios, y por los citados breves Ramírez de Arellano, sin necesidad de acudir a Roma, lo cual evacuará el Tri- bunal Supremo como lo requiere la urgencia e importancia del asunto. »Y 6.° Se procederá sin dilación a extrañar de estos Reinos al don José Ramírez de Arellano, ocupando y reteniendo sus rentas eclesiásticas, los sueldos y obvenciones que recibía del Estado, y cualesquiera otras temporalidades que le correspondan como ecle- siástico, pero sin comprender en la ocupación sus bienes propios, patrimoniales o adquiridos por otro título, de cualquiera clase que sean. Tendréislo entendido, y dispondréis lo necesario a su cumpli- miento.—El duque de la Victoria, presidente.— Palacio, a 29 de di- ciembre de 1840.— A don Joaquín María de Ferrer.» 122 BIOGRAFÍAS [12, 206-208] al planteo de un sistema cismático. El Sumo Pontífice creyó llegado el caso de levantar su voz para que el silencio no se atribuyera a debilidad o aquiescencia ; y en el Consistorio secreto de 1.° de marzo de 1841 dirigió a los cardenales una sentida alocución en que se lamentaba de la dilatada serie de atentados que se habían cometido y se estaban cometien- do en España contra los derechos de la Iglesia. Figuraban entre los agravios de que se quejaba el Santo Padre el re- ciente extrañamiento del señor Ramírez de Arellano, || vice- gerente de la Nunciatura, y demás providencias sobre el Tri- bunal de la Rota, todo lo cual calificaba el Papa de violación manifiesta de su jurisdicción sagrada y apostólica, ejercida sin obstáculo en España desde los primeros tiempos de la Iglesia. Publicada la alocución de Su Santidad, preciso es confe- sar que el gobierno había recibido una herida profunda, pues que no sólo se había perdido toda esperanza de que durante su administración se restableciesen las relaciones amistosas con la Corte de Roma, sí que también las desavenencias ha- bían llegado a un punto de tal gravedad y acritud, que era muy temible no viniésemos a parar a un escandaloso rompi- miento. Este era el primer resultado de la conducta ilegal, injusta e impolítica del gobierno presidido por Espartero : la nación, que tenía derecho a exigir de quien la había re- vuelto para apoderarse del mando que al menos la gober- nase conforme a sus verdaderos intereses, veía con dolor que se la llevaba a un cisma religioso, exponiéndola a una dis- cordia intestina que podía encender de nuevo la guerra civil. Ya que la Regencia había provocado el golpe, estaba en su interés el que procurase atenuar sus efectos por medio de una conducta digna y mesurada. Pero muy al contra- rio '; creyó remediarlo todo publicando el famoso manifiesto de 30 de julio de 1841 firmado por el ministro do Gracia y Justicia don José Alonso, donde se prodigan a la Curia Ro- mana los mayores denuestos, "y se le achacan al Sumo Pon- tífice segundas intenciones, que ni tenían cabida en el ánimo de Su Santidad, ni se hallaban en la letra ni en el espíritu de la alocución impugnada. || Fiel la pandilla dominante a su sistema favorito de con- vertir en cuestiones de partido y en elementos de discordia los negocios más grandes, se empeñó en dar a entender que la alocución del Sumo Pontífice debía considerarse «como una declaración de guerra contra la Reina Isabel II, contra la seguridad pública y contra la Constitución del Estado ; como un manifiesto en favor del vencido y expulsado preten- diente, y una provocación escandalosa de cisma, de discor- dia, de desorden y de rebelión». Imaginóse el gobierno que [12, 208-209] ESPARTERO 123 con tan crueles invectivas lograría interesar en su favor la mayoría del pueblo español; como si éste no hubiese leído con sus propios ojos la alocución de Su Santidad, en la cual se tenía sumo cuidado de separar la cuestión religiosa de la política ; de manera que, tratándose de los eclesiásticos expulsados de España, se advierte expresamente que algu- nos lo habían sido, «no porque hubiesen tomado parte en la querella civil con uno u otro partido, sino porque defendie-, ron valerosamente la causa de la Iglesia contra las preten- siones del gobierno». Deseosa la Regencia de acriminar de todos modos al Sumo Pontífice, se dejó llevar hasta el extremo de atribuirle no sólo intenciones, sino expresiones que jamás figuraron en la alocución mencionada, diciendo que el manifiesto «era en realidad una violenta invectiva en que el gobierno y la na- ción española se ven acerbamente acusados de perseguido- res de la Iglesia, de sospechosos en la fe, y como amenaza- dos de ser excluidos del gremio de la cristiandad si no vuel- ven sobre sí». Esta insigne falsedad, que bien fuera merece- dora de calificación más severa, está desmentida por || las palabras de la alocución del Santo Padre. No es verdad que se amenace con censuras a los autores de los hechos ; se les recuerda, sí. que éstas existen para los perpetradores de se- mejantes atentados, que se incurren ipso jacto en fuerza de lo prevenido en las constituciones apostólicas y en los decre- tos de los concilios ecuménicos. Mas el Sumo Pontífice se abstiene de conminar, y hasta tiene la dignación de diri- girse a los mismos que le insultan, habiéndoles un lenguaje tierno, sentido, digno del Sumo Sacerdote y del Padre co- mún de los fieles. «En cuanto a los autores de estos hechos, dice, que se glorían en el nombre de hijos de la Iglesia cató- lica, les invitamos y suplicamos en el Señor que abran sus ojos hacia las heridas hechas a esta madre bienhechora, y que se acuerden sobre todo de las censuras y de las penas espirituales que las constituciones apostólicas y los decretos de los concilios ecuménicos imponen ipso fado a los invaso- res de los derechos de la Iglesia ; que cada uno de ellos tenga piedad de su alma, presa con lazos invisibles, y que piensen que el juicio es más duro contra los que mandan si conside- ran seriamente que hay una presunción poderosa en el mismo juicio, si alguno de ellos llega a morir lejos de la comunión y preces de la comunidad y comercio religioso.» ¿Dónde está la amenaza, dónde está la acerba acusación de perseguidores de la Iglesia, de sospechosos en la fe? ¿Cómo se atrevió el gobierno a asentar que el Sumo Pontífice hubiese dirigido una violenta invectiva a la nación española cuando le ha- cía justicia del modo más terminante? «También alabamos igualmente, dice, al pueblo católico, cuya inmensa mayoría 124 BIOGRAFÍAS [12, 209-211] persiste || en su antiguo respeto hacia los obispos y pastores de menos dignidad canónicamente instituidos, y estamos es- peranzados que el Señor, rico siempre de misericordia, mira- rá su viña con ojos propicios.» Lejos el gobierno de imitar semejante lenguaje, lejos de buscar palabras que suavizasen algún tanto la dureza del sentido, anduvo en busca de las más fuertes que le fué posible encontrar, como si le tardase el día en que pudiera arrojarse a un rompimiento definitivo. Allí se habla de «tea incendiaria arrojada por el Padre co- mún de los fieles sobre el no bien apagado incendio, para que no deje de verter sangre el pueblo cristiano» ; allí se dice que «por fortuna no estamos ya en los tiempos, de odiosa memoria, en que a un amago del Vaticano temblaban los tronos y se agitaban las naciones» ; allí se califica la conduc- ta del Papa de «dura e injustamente obstinada» ; allí se re- cuerda «la eterna disputa entre el sacerdocio y el imperio sobre lo temporal de la Iglesia, la contienda inacabable en- tre las pretensiones de la Curia Romana y las regalías de los príncipes», añadiendo que «de las quejas que acumula Su Santidad en su escrito no hay una sola en verdad donde no transpire esta idea, no hay una sola donde no vaya envuelta la intención de una mejora, de una usurpación eclesiástica sobre la autoridad civil» ; allí niega el gobierno que el Sumo Pontífice haya ejercido en España su jurisdicción sagrada y apostólica desde los primeros tiempos de la Iglesia, allí se asegura que «nunca como ahora se atrepellaron con tan poco miramiento los fueros y facultades de la potestad temporal, ni se ha hecho insulto mayor a las regalías siempre recono- cidas || de la España y de sus monarcas»; allí se insulta hasta de un modo grosero al Sumo Pontífice, preguntando «cuál es el origen de esta repentina y desusada confianza en la Curia Romana, si es por ventura la situación de nuestras cosas pú- blicas la que le da tales bríos, y espera que, aun cuando no encuentre eco que la ayude, esta reclamación orgullosa pa- sará cuando menos sin notarse o sin vindicarse por medio del conflicto ruidoso de los partidos» ; allí, tomando un tono indigno de la persona a quien se dirige y que asienta muy mal en boca de un gobierno, se añade: «Engáñase mucho el Santo Padre si así lo piensa ; y esté seguro de que no habrá opinión, no habrá partido, no habrá individuo, a me- nos que pertenezca al interés más vil o a la superstición más inmunda, que no ayude y sostenga a la Reina Doña Isabel II y a su gobierno contra esta inaudita agresión.» ¡Qué olvido más lamentable de todas las leyes del de- coro! ¡Hablando con un soberano, con el Sumo Sacerdote, con la cabeza de la Iglesia católica, con el jefe de la religión profesada por todos los españoles, decirle que se declaran contra él todas las opiniones, todos los partidos, todos los in- f 12, 211-213] ESPARTERO dividuos, a menos que pertenezcan al interés más vil o a 'la superstición más inmunda! Quien a tanto se atrevía no es extraño que recordara con maligno placer las palabras del Rey de Castilla Juan II, al verse reconvenido por la prisión de un prelado ; no es extraño que procurase recopilar en pocas palabras todas las desavenencias que mediaron entre los papas y los reyes de España, desde Fernando el Católico hasta Isabel II. Si los intereses de la religión y el respeto debido |' al Sumo Pontífice no bastaban a detener a la Regencia provi- sional, por lo menos debiera ser más circunspecta en dar otros pasos que la presentasen como poco cuidadosa de los intereses de la civilización y de la humanidad ; debiera no obrar de tal suerte que desterrase de España aquellas salu- dables instituciones que se hallan establecidas en casi todos los países del mundo, sin exceptuar los protestantes. Pero tal era el encono con que procedía la Regencia, tanto el ahinco de mortificar de todas maneras a los católicos, que no quiso ni aun tolerar que disfrutasen lo que no se les nie- ga bajo ningún gobierno medianamente civilizado. Saben nuestros lectores que con la mira de favorecer las misiones católicas, difundidas por toda la faz de la tierra, se ha for- mado, de algunos años a esta parte, la asociación que se titula Obra de la Propagación de la Fe. Extraña esta pia- dosa asociación a todo cuanto no sea contribuir con limos- nas al socorro de las necesidades de las misiones, parece que no debía inspirar recelos de ninguna clase a la Regencia pro- visional, mayormente cuando el centro de la asociación no está en Roma, que es lo que podía alarmar a quien con tal dureza trataba al Sumo Pontífice. Sin embargo, y a pesar de tan particulares circunstancias, no quedó tranquila la sus- ceptibilidad del señor Becerra ; era preciso aprovechar to- das las ocasiones y pretextos para herir la religiosidad de los españoles, y la Regencia provisional quiso valerse de la que se le presentaba. España había sido uno de los últimos países católicos donde se había introducido la Obra de la Propagación de la Fe; pero la piadosa institución comenzaba a ser conocida, y al || parecer llevaba señales de extenderse y arraigarse. La Regencia acudió al peligro con la firmeza y energía que se deja suponer, saliendo a luz una severa circu- lar que, acompañada de un prólogo harto significativo, y no muy favorable a los directores de la asociación, mandaba que no se consintiese ni tolerase en España la sociedad de la Propagación de la Fe6. «Las leyes del Reino prohiben expresamente qua se establez- can y toleren cofradías, congregaciones, juntas o sociedades de cual- quier denominación, ni aun con pretextos espirituales y piadosos, 126 BIOGRAFÍAS [12, 213-214] 'No sabemos qué escándalos y bullicios podía producir la Obra de la Propagación de la Fe ; y no debía olvidar la Re- gencia que las leyes a que se refiere eran para otros casos y otros tiempos. Lo que no miraban con recelo los gobiernos protestantes no parece que debiera causarlos a un gobierno católico ; y si tan escrupulosa era la Regencia para que se observasen || las leyes, podía mandar que los asociados pi- diesen la autorización, de cuya falta se queja. Pero no era esto lo que se quería ; no era el celo de la observancia de las leyes lo que dictaba la circular; y así es que los artícu- los se extendieron mucho más allá que el mismo prólogo en que se los motivaba. Se deseaba que la asociación desapare- ciese, para no renacer jamás, y así se la prohibió terminan- temente sin ninguna clase de limitaciones; se ofrecía, ade- sin que preceda la autorización y consentimiento del gobierno en- cargado de evitar escándalos, bullicios y otros males y daños en los pueblos. También prohiben las leyes que los extranjeros hagan cues- taciones ni pidan limosnas en España, cualquiera que sea el objeto, sin obtener previamente real licencia. Sin embargo, es ya un hecho averiguado que se ha introducido en España una asociación con el título de la Propagación de la Fe, que, nacida en Lyon de Francia, y teniendo allí su junta directiva, ha encontrado apoyo y protec- ción en algunos eclesiásticos españoles y en otras personas que por su influjo y relaciones llevan en pos de sí a las clases sencillas y candorosas. Aun ha habido algún prelado que, llevado de un celo indiscreto, y no teniendo en cuenta las consideraciones debidas a la potestad temporal, ha prescindido enteramente de lo que mandan las leyes, y ha dirigido sus exhortaciones por escritos impresos y en actos públicos para que sus diocesanos se inscriban en la sociedad mencionada. El objeto de esta institución en su último término po- drá ser santo y laudable; pero en su término inmediato no es otro que el de sacar dinero a los españoles para enviarlo a Francia, sin darles en los negocios de la sociedad otra parte ni intervención que la de contribuir con las limosnas. Considerándolo todo con la me- ditación que exige su importancia, y en el deber de hacer que se cumplan y ejecuten las disposiciones legales, ha resuelto la Regen- cia provisional del Reino: Que no se consienta ni tolere en España la referida sociedad de la Propagación de la Fe. »2.° Que las autoridades así civiles como eclesiásticas impidan su existencia, sus reuniones y comunicaciones. »3.° Que impidan también la introducción y circulación de sus escritos y papeles. »4.° Que los jueces y alcaldes procedan a ocupar y remitir al Ministerio de Gracia y Justicia todos los relativos a la sociedad en cualquier parte que se hallen. »5.° Que del mismo modo ocupen, embarguen y depositen cua- lesquiera fondos o caudales que puedan descubrir pertenecientes a aquélla, dando cuenta al mismo Ministerio. »6 ° Que las Audiencias y jefes políticos, según sus respectivas atribuciones, cuiden y dispongan lo conveniente para que todo lo referido se cumpla y ejecute como corresponde. »De orden de la Regencia provisional lo digo a usted para su in- teligencia y cumplimiento en la parte que le toca. Dios guarde a us- ted muchos años. Madrid, 19 de abril de 1841. — Alvaro Gómez- Señor...» [12, 214-2161 ESPARTERO 127 más, la oportunidad de zaherir a la Junta directiva, y oca- sión tan bella no debía malograrse, ya que se trataba de una cosa francesa, y el ministro tenía la pueril complacencia de decir que el «término inmediato de la asociación era || sacar dinero a los españoles para enviarlo a Francia)}. Así comprendían estos hombres sus deberes ; así obraba la Regencia, personificada en su presidente Espartero ; así entendía este hombre el labrar la prosperidad de la nación y abrir para sí un porvenir de ventura y gloria. Proyectos cismáticos Las vejaciones, los atropellamientos, las ruidosas causas contra personas eclesiásticas de todas categorías, no eran más que aplicaciones particulares del sistema general adop- tado por el gobierno ; sin embargo, todavía se abstenía éste de adoptar providencias universales que pudiesen conducir inmediatamente al cisma ; y, a decir verdad, quedaba algu- na esperanza para cuando fuese nombrado Regente único el general Espartero. «Quizás, se decían a sí mismos los hom- bres de sanas intenciones y de juicio sosegado y cuerdo, qui- zás en habiendo llegado "al encumbrado puesto que su ambi- ción anhela, el soldado de fortuna conocerá sus propios in- tereses, y en obsequio de ellos procurará que amaine esta tempestad que ahora se mueve sin motivo ni pretexto. Qui- zás en la actualidad, simple presidente de la Regencia pro- visional, juzga necesario contemporizar, halagar algún tan- to las pasiones revolucionarias, con la mira de que no le salgan al paso temerosas de una reacción y le impidan levan- tarse al mando supremo. Quizás, cuando lo ocupe sin com- pañeros ni rivales, adoptará una nueva política más conforme con las || ideas y sentimientos de la inmensa mayoría de los españoles, más propia para cimentar y dar consistencia al poder, para hacerle respetable a los ojos de nacionales y ex- tranjeros.» ¡Vanas ilusiones! Tan pronto como el ministerio del Regente único tomó en boca el clero, le lastimó con pa- labras harto descomedidas: aseguraba con la fórmula acos- tumbrada que procuraría atender a su subsistencia, pero al propio tiempo se tomaba la libertad de amenazarle con seve- ridad, para el caso que se olvidase del cumplimiento de sus deberes. Así se expresaba el presidente del Consejo de mi- nistros al presentar a las Cortes su programa de gobierno: «Protección absoluta para todas las clases ; para el clero, pro- tección condicional.» O como si dijéramos: en una mano el pan, en otra el palo. Graves síntomas indicaban bastante claro que el gobierno se proponía dar un golpe atrevido tan pronto como se le 128 BIOGRAFÍAS [12, 216-218] ofreciese la oportunidad. Conocíase que Espartero no había comprendido su posición, que no trataba de ahogar las ideas revolucionarias, sino de fomentarlas en cuanto no amenaza- sen su poder de una manera inmediata y directa ; que, muy al contrario, intentaba remover todos los elementos de dis- cordia y anarquía, para que en medio de la confusión pu- diere él continuar con más desembarazo la obra, de llevar a cabo los ambiciosos designios que meditaba. Echábase de ver que durante el período de la Regencia, hasta la época en que debiera prolongarse la minoría de la Reina, se había propuesto reducir todo su sistema político a la fórmula si- guiente : «Sostenedme, y haced lo que queráis.» Pero todavía quedaba alguna duda de si llevaría tan lejos su desatiento |j en los asuntos religiosos y su encono contra la Iglesia, que se atreviera a tomar la iniciativa para arrojar la nación a un abismo insondable, haciéndola abrazar sin rodeos ni di- simulo el cisma con respecto al Sumo Pontífice. Ya en el dictamen fiscal sobre el negocio del vicegerente don José Ramírez de Arellano se notaban expresiones muy alarmantes que revelaban con bastante claridad los designios que se abrigaban en elevadas regiones. En otro dictamen que se publicó en la Gaceta de 4 de enero de 1841 se halla nada menos que un extracto de la Disertación sobre el poder de los reyes españoles en la división de obispados, publicada por Llórente en 1810, dedicada al rey José y escrita «para preparar y disponer la fácil y gustosa ejecución de sus rea- les decretos», siendo de notar que los fiscales llevan todavía más allá sus doctrinas que no lo había hecho el bien conoci- do Llórente, que por cierto no escrupulizaba mucho en pun- to a ortodoxia. En el citado informe se atrevían los fiscales a establecer «que Jesucristo ciñó la potestad de su Iglesia dentro de los estrechos límites de lo espiritual, interno y mental; dijo que su reino no era de este mundo; mandó dar al César lo que era del César, y El mismo dió una prue- ba de esta obediencia pagando los tributos de su capitación y la de San Pedro». Estas palabras, que son poco menos que una copia enteramente literal de las que se hallan en Lló- rente, no están siquiera explicadas en el sentido que lo hace este escritor cuando añade que «la potestad espiritual, inter- na y mental de la Iglesia incluye la de todos los actos exter- nos sin los cuales faltaría su ejercicio; || que el gobernar es- piritualmente la Iglesia comprende la facultad de congre- garse los obispos y establecer reglas para gobernar, sin con- tradicción a las leyes civiles que no se opongan al dogma y buena moral». El Tribunal Supremo, en la consulta motivada por el informe de los fiscales, se atrevió a decir «que el pa- tronato universal en las iglesias de España que tienen nues- tros reyes no le tienen por concesiones o privilegios de la [12, 218-219] ESPARTERO 129 Corte de Roma, sino por otros títulos, a la par que gloriosos, independientes de todo origen». No lo entendía así Felipe II, quien por cierto no era poco celoso de las regalías, cuando en la ley 4.3, tít. 17, lib. l.°, de la Novísima Recopilación decía que era patrón de las iglesias de estos reinos por derecho y antigua costumbre y justos títulos y concesiones apostólicas. Todavía estos indicios no eran bastantes para que se pudiese asegurar que Espartero abrigase expresamente el designio de hacer de la Iglesia de España una Iglesia protes- tante. El tuvo buen cuidado de no dejarnos en la incertidum- bre sobre este particular : así es que cuando se creyó asegura- do en el mando, es decir, después de la victoria conseguida sobre los sublevados de octubre, y después de apaciguada la revolución de Barcelona, dirigió sus tareas al premedita- do intento. El primer paso que se dió en el negocio fué el proyecto de ley sobre jurisdicción eclesiástica, leído por el señor ministro de Gracia y Justicia don José Alonso, en la sesión del 31 de diciembre en el Congreso de diputados. In- creíble parecía que a tanto llegase la audacia del ministro, bien que al someter a la deliberación del Congreso el pro- yecto mencionado || nos advierte que lo hace con la compe- tente autorización del Regente del Reino y del Consejo de ministros. Este malhadado proyecto era digno precursor del otro que se presentó a las Cortes por el mismo ministro en 20 de enero de 1842, donde se proclamaba el cisma de la manera más escandalosa. Bien valen la pena estos dos pro- yectos de que nos ocupemos un tanto de su examen, pues que de él resultará demostrado hasta la evidencia que Es- partero tenía el designio de abolir la religión católica en España ; y que si no introdujo el protestantismo en la Pen- ínsula fué porque no pudo, porque aquella planta maligna no encuentra dónde arraigarse en este suelo clásico de fe ca- tólica; porque la Providencia, que vela sobre los destinos de esta nación desventurada, no quiso que a tal extremo lle- gase nuestra cadena de infortunios. Dos partes contiene el proyecto de 31 de diciembre: la expositiva y la dispositiva ; en ambas se descubre bien a las claras cuál es el espíritu que guía la pluma de su autor. En la exposición comienza el señor Alonso asentando que en los obispos reside esencialmente la plenitud del sacerdo- cio cristiano, dejando entender con bastante claridad que en un principio todos los obispos eran iguales y que ninguno entre ellos obtenía el primado de honor y jurisdicción. «Su- cesores de los apóstoles, dice, tienen la misma potestad que a los últimos comunicó el divino Fundador de la Iglesia cuando les transmitió el Espíritu Santo, los envió del mismo modo que había sido enviado por su Padre, les concedió la facultad de atar y desatar, y los constituyó vicarios suyos, 9 130 BIOGRAFÍAS [12, 219-221] pastores y rectores de su Iglesia. || Así es cómo se estableció en ésta un solo obispado, en el que cada uno solidariamente tiene una parte.» «Siglos pasaron antes que la Iglesia introdujera otra je- rarquía diferente, que, sin embargo, no menguaba la potes- tad de los obispos.» ¿Dónde está la autoridad del Sumo Pon- tífice? ¿Dónde está el primado de San Pedro y de sus suce- sores, constantemente reconocido en la Iglesia como dogma católico? Explica después a su manera el origen de la jurisdicción eclesiástica en lo tocante a negocios temporales, resolviendo con rápidas plumadas cuestiones gravísimas; y pasando a la jurisdicción sobre causas puramente espirituales, falsea las- timosamente la historia de España, afirmando que la autori- dad del Romano Pontífice no tuvo ejercicio entre nosotros por espacio de muchos siglos, y establece con el mayor desenfa- do que la potestad civil está en su derecho haciendo de los tribunales eclesiásticos privilegiados lo que bien le parecie- re, otorgándole nada menos que la facultad de alterar la ac- tual disciplina de la Iglesia, volviendo a la que, en sentir del ministro, se reconocía y observaba en otros tiempos. Eñ cuanto a la parte dispositiva es tanto el atrevimiento del señor Alonso, resuelve con tanta ligereza los negocios más graves, concentra de tal modo en las manos de la potes- tad civil la jurisdicción eclesiástica, que basta la simple lec- tura de los artículos del proyecto para convencerse de que a los ojos del gobierno nada era la autoridad del Sumo Pontí- fice, nada los cánones, nada los concordatos T. || Parecía imposible llevar más allá el encono contra Roma 7 «Artículo I.0 No habrá en España para los juicios eclesiásticos otra jurisdicción que la ordinaria de los diocesanos, con las apela- ciones a los superiores inmediatos, según los cánones de la Iglesia española. »Art. 2.° La nación no consiente por lo mismo los juicios ecle- siásticos peregrinos, y en su consecuencia se terminarán éstos en las provincias metropolitanas de España. »Art. 3.° La nación renuncia al privilegio y gracia que a ins- tancia del señor Rey Don Carlos III se le dispensaron por el breve de 26 de marzo de 1774; y por consecuencia queda abolido el Tri- bunal de la Rota de la Nunciatura apostólica de estos Reinos. »Art. 4.° Renuncia igualmente la nación el privilegio obtenido por el señor Rey Don Carlos I, de que los nuncios de Su Santidad en estos Reinos ejerciesen jurisdicción; y, por consiguiente, queda abolida ésta en la Nunciatura española. »Art. 5.° La nación no permite que continúe la jurisdicción eclesiástica privilegiada de las órdenes militares; y en su conse- cuencia quedan abolidos el Tribunal especial de las Ordenes, ni de la Real Junta apostólica, el de las Asambleas de San Juan de Jeru- salén y las vicarías subalternas de éste y de aquél, así como las de los prioratos de las mismas Ordenes. »Art. 6.o La administración de las iglesias del territorio de las [12, 221.223] ESPARTERO 131 y el deseo de separar la España de la comunión con la cáte- dra de San Pedro ; pero el gobierno se reservaba dar todavía otro paso mucho más adelantado, || cual fué la exposición y proyecto de ley presentados a las Cortes por el señor minis- tro de Gracia y Justicia en la sesión de 20 de enero de 1842. Allí para negar el primado del Papa no se anda el gobierno || con rodeos y disimulo, sino que asienta expresamente que «la potestad de atar y desatar concedida a los apóstoles lo fué igualmente a los sucesores de éstos, los obispos ; que envia- dos aquéllos por el mundo a predicar el Evangelio ejercita- ron plenamente sin reservas ni restricciones aquella misma potestad, que sin contar con el primado de Roma no sólo los apóstoles, sino también sus discípulos elevados al obispado, |! Ordenes militares, y la jurisdicción eclesiástica en el mismo, que- dan agregadas a los diocesanos en que aquel territorio está respec- tivamente enclavado. »Art. 7.° No reconoce la nación las reservas de Espolios y Va- cantes de las prelacias del Reino, ni, por consiguiente, la Colecturía general de aquellos ramos, ni las abusivas comisiones de la reve- renda Cámara Apostólica, que para la recaudación de los Espolios y Vacantes se conferían antes del establecimiento de dicha Colectu- ría, que, por lo tanto, queda suprimida. »Art. 8.° Tampoco consiente la nación exención de los obispados de Oviedo y León, ni su pretendida inmediata dependencia de la Silla Apostólica; en su consecuencia tendrán la misma dependencia de los metropolitanos en cuyas provincias están enclavados por los demás sufragáneos con arreglo a los cánones. »Art. 9.° Del mismo modo no puede consentir la nación que cohtinúen los tribunales contenciosos de los conservadores eclesiás- ticos, ni los llamados de la Visita eclesiástica; y en su consecuencia cesarán todos los de esta clase que hoy existan en cualquiera dió- cesis. »Art. 10. Los prelados desempeñarán gubernativamente el car- go pastoral de la visita de las iglesias de sus diócesis respectivas, bien por sí, bien por visitadores delegados suyos, circunscribiéndose los unos y los otros a lo que sea puramente espiritual v eclesiástico. »Art. 11. En su consecuencia ni los obispos ni los visitadores po- drán exigir la presentación de testamentos ni de otras cualesquiera disposiciones de esta clase, como abusivamente se ha ejecutado has- ta aqui; pero podrán tomar noticias privadas acerca del cumpli- miento de las cargas de misas -u otras puramente eclesiásticas, y oficiar al juez secular competente para que lo haga efectivo si no- taren omisión en los herederos, legatarios o cualesquiera otras per- sonas a quienes correspondiere. »Art. 12. Se suprime el vicariato general de los ejércitos nacio- nales : los capellanes de los regimientos serán los párrocos de esta feligresía ; las causas eclesiásticas que ocurran corresponden al co- nocimiento del diocesano en cuyo territorio se halle el regimiento, con las apelaciones al superior inmediato. »Art. 13. Queda suprimido el tribunal contencioso de cruzada, pero ilesa al comisario general la autoridad gubernativa del ramo: de las causas tocantes a la hacienda de las bulas y composiciones particulares y cuentas de ellas conocerán los jueces, de primera ins- tancia de la hacienda pública, con las apelaciones a los tribunales superiores respectivos. »Art. 14. Desde la publicación de esta ley la Iglesia de España 132 BIOGRAFÍAS [12, 224-225] decidían en materias de fe, dispensaban en lo que se presen- taba necesario, y creaban obispos que para ejercer su po- testad no necesitaron obtener de Roma ni la confirmación ni las bulas que la acreditasen ; que Roma, halagada con las doctrinas de las falsas decretales, se arrogó las facultades es- pirituales concedidas como a él a sus coepíscopos» ; sigue después una serie de violentas invectivas contra la Corte de Roma, || amontonando las vulgaridades que se encuentran en algunos libros, y, pasando después a hablar directa- mente del actual Pontífice y expresándose en los términos sólo ejercerá jurisdicción contenciosa en las causas espirituales o puramente eclesiásticas. »Art. 15. Para evitar todo motivo de duda se declara que las causas de que trata el artículo anterior son las siguientes : »l.a Las de herejía o error en el dogma, con tal que haya per- tinacia. »2 a Las relativas a los sacramentos, sin entrometerse en la par- te de contrato civil que tiene el de matrimonio. »3.a Las de corrección y castigo de delitos puramente eclesiás- ticos cometidos por personas también eclesiásticas. »Art. 16. En las causas enumeradas en el artículo anterior sólo podrán imponerse penas espirituales, que son las únicas propias de la potestad eclesiástica, de ningún modo las que sean temporales. »Art. 17. Se abstendrán los prelados de publicar censuras y ex- comuniones sin previa formación de causa y audiencia del interesa- do por los trámites canónicos y legales, y sólo en los casos sujetos a su jurisdicción espiritual o puramente eclesiástica; y más particu- larmente se abstendrán de decretar entredichos que perturban la tranquilidad y quietud de los pueblos. »Art. 18. Los abusos o excesos en conocer y en la observancia de los concilios, los del modo, y de no otorgar las apelaciones que sean procedentes, y cuantos otros se cometen en el ejercicio de la jurisdicción eclesiástica, se reprimirán por medio de los respectivos recursos de fuerza en los tribunales superiores nacionales del distri- to en que resida el prelado que los cometiere, o en el Supremo res- pecto de los de la Corte, los cuales, además de la facultad de alzar las fuerzas, la tendrán para corregir los excesos por medio de aper- cibimientos, condenación de costas, multas y hasta extrañamiento del reino y ocupación de temporalidades según la gravedad del asunto. »Art. 19. Los abusos en el ejercicio de la potestad espiritual que sean públicos y salgan de la esfera de reservados, en que no quepa recurso de fuerza, se reprimirán por el de protección. »Art. 20. Los diocesanos o sus provisores no podrán proceder a formación de causa por obras, escritos o papeles que se suponga contener errores acerca del dogma, sin que primero sean calificados por el sínodo diocesano y oído el autor, a quien para la defensa de su obra, escrito o papel se le entregará la censura, y después de amonestado para que deponga su error, si no hubiere contes- tado satisfactoriamente, persista en aquél. »Art. 21. La degradación, consignación y libre entrega de los eclesiásticos condenados por delitos comunes en los tribunales secu- lares, la acordarán y ejecutarán los respectivos diocesanos a simple requerimiento de aquéllos, por medio de oficio acompañado de tes- timonio de la sentencia ejecutoriada, sin entrometerse a examinar la causa ni a formarla sobre este particular. »Art. 22. La jurisdicción eclesiástica, reducida según queda a [12. 225-226] ESPARTERO 133 más duros, afirma que la España no tiene otro medio para salvar su honor e independencia que cortar toda comuni- cación con la Corte de Roma, pasando en seguida a someter el proyecto cismático a la deliberación de las Cortes ; advir- tiendo, además, que para el efecto se halla autorizado por Su Alteza el Regente del Reino. I! En él quedan desconocidas y resistidas las reservas apostólicas, prohibida toda la corres- pondencia que se dirigía a obtener de la Curia Romana gra- cias, indultos, dispensas y concesiones eclesiásticas de cual- quiera clase que sean ; se prohibe acudir a Roma en solicitud de dispensas de impedimentos ; se prescribe a los muy reve- rendos arzobispos y reverendos obispos que dispensen por sí o por sus vicarios ínterin el código civil regulariza los im- pedimentos, y determina la autoridad que ha de dispensarlos y el modo ; se declara que la nación no consiente la reserva introducida de confirmar en Roma y expedir bulas a los pre- lados presentados para las iglesias de España y sus domi- nios; se impone la pena de extrañamiento del Reino y ocu- sus términos propios, se ejercerá en España con arreglo a los cá- nones en primera instancia por los obispos o sus provisores, y en segunda por los metropolitanos o los suyos. »Art. 23. Las apelaciones de las causas de que conocieren en primera instancia los metropolitanos en su diócesis propia, se admi- tirán para el metropolitano de la provincia eclesiástica más inme- diata. »Art. 24. Contra la sentencia dada en segunda instancia por el metropolitano sólo cabe: »1.° La revisión en el concilio provincial de aquellos juicios que según los cánones puedan tratarse en él. »2.° El recurso de protección en los tribunales reales. »Art. 25. Los tribunales eclesiásticos se arreglarán en los trá- mites de las causas a los prescritos por las leyes, y a su tiempo por los códigos; y en la exacción de derechos a los aranceles de los tribunales seculares, y se usará en aquéllos también el papel se- llado, exceptuándose, únicamente los que estén situados en provin- cias que por las leyes tengan exención expresa de usarlo. »Art. 26. Los pleitos pendientes en los tribunales que por esta ley quedan suprimidos, y que versen sobre materias que por la misma no quedan atribuidas a los tribunales eclesiásticos, se pasa- rán para su continuación, si pendieren en primera instancia, a los jueces seculares de ésta que sean competentes, y los que en segunda a los tribunales superiores de la misma clase. »Art. 27. Las causas pendientes en la Rota al tiempo en que fué cerrado este tribunal de orden de la Regencia provisional, pertene- cientes según esta ley al conocimiento de los tribunales eclesiásti- cos, si pendieren en instancia de apelación de sentencia pronunciada por los diocesanos hasta aquí exentos de Oviedo v de León, se re- mitirán al metropolitano de Santiago. »Si en grado de segunda o de tercera o ulterior apelación, ya sean de aquellas diócesis, ya de otras, pasará al metropolitano más vecino o próximo al de la diócesis en que respectivamente se hubie- ron principiado las causas; y con la sentencia de aquél quedarán ejecutoriadas, salvo los recursos preservados en el articulo 24. o ¿cf.rt J8j -S11™3", de™gadas todas las leyes que sean contrarias a esta. Madrid. 30 de diciembre de 1841.— José Alonso.» 134 BIOGRAFÍAS [12, 226-227] pación de temporalidades al eclesiástico presentado que in- tentare su confirmación en Roma o la expedición de bulas, o al metropolitano que gestionase para obtener el palio ; se suprimen las agencias de preces a Roma, establecidas en aquella Corte y en Madrid ; se derogan todas las leyes con- trarias y se renuncian todas las concesiones hechas a la na- ción por la Silla apostólica, y se amenaza la pena de extra- ñamiento del Reino y ocupación de temporalidades a los pre- lados que se negasen al cumplimiento de lo dispuesto en aquella ley. Como si no bastasen tantos desmanes, como si no fuera suficiente el haber desconocido de una manera tan escandalosa la autoridad del Sumo Pontífice, no parece sin© que se trató de insultarle y escarnecerle, estampando en el artículo 11 lo siguiente: «Respetando en el Sumo Pontífice la calidad de centro de la Iglesia»... ¿Qué centro de unidad era el Papa una vez planteado el proyecto del gobierno? || Nada le quedaba que hacer con respecto a la Iglesia de Es- paña; su autoridad resultaba tan nula como pudiera serlo en la de Inglaterra 8. 8 «Art. 1.° La nación española no reconoce y en su consecuen- cia resiste las reservas que se han atribuido a la Silla apostólica con mengua de la potestad de los obispos, bajo cuyo título se ha tenido y tiene hostilmente desatendida la Iglesia de España en sus más importantes necesidades. »Art. 2.° Se prohibe toda correspondencia que se dirija a ob- tener de la Curia romana gracias, indultos, dispensas y concesiones eclesiásticas de cualquiera clase que sean, y los contraventores se- rán irremisiblemente castigados con las penas señaladas en la ley 1.a, título 13, libro 1° de la Novísima Recopilación. »Art. 3.° Los breves, rescriptos, bulas y cualesquiera otras le- tras o despachos de la Curia romana que, sin haber sido solicita- das directamente desde España, vinieren a personas residentes en este Reino, no sólo no podrán ser cumplidas, ejecutadas ni usadas, pero ni aun retenidas en poder de las personas a quienes viniesen, por más tiempo que el de veinticuatro horas, que se señalan de término para entregarlas a la autoridad superior política, a fin de que las remita al gobierno. Toda infracción a lo dispuesto en este artículo será asimismo castigada con las penas establecidas en el anterior. »Art. 4.° Se prohibe acudir a Roma en solicitud de dispensas de impedimentos, y no se dará curso a ninguna solicitud de esta clase. »Art. 5.° Por ahora, y mientras que en el código civil se hace la debida distinción entre el contrato y el sacramento del matri- monio, se regularizan los impedimentos y determina la autoridad que ha de dispensarlos y el modo; los muy reverendos arzobispos y reverendos obispos de España usarán por sí o sus vicarios de las facultades que les competen para dispensar, siguiendo la con- ducta en este punto observada por prelados predecesores suyos, y arreglándose en ello a lo ordenado en el Concilio de Trento, que dispone que rara vez y siempre gratuitamente se dispense. »Art. 6.° Por ningún título ni bajo ningún concepto volverá a enviarse de España ni por cuenta de España dinero alguno a Roma directa ni indirectamente con destino a aquella Corte y su Curia por motivos religiosos, bajo la pena de perder con otro tanto lo que [12, 227-228] ESPARTERO 135 Espartero, que al parecer se había propuesto remedar a Napoleón, no debiera haber olvidado cuál fué la conducta de éste ya desde los primeros momentos de empuñar las rien- das del mando. La idea dominante del primer cónsul fué anudar las relaciones con la Corte de Roma, no obstante las muchas dificultades de todos géneros que era preciso supe- rar, antes de obtener el resultado que deseaba. En aquella nación habían tomado mucho arraigo las ideas de la escuela de Voltaire, que, combinadas con las del || jansenismo y del galicanismo, formaban un conjunto capaz de arredrar a hom- bres menos atrevidos que Bonaparte. Mas era tan profundo el convencimiento que éste había adquirido de que para or- ganizar y cimentar un poder era indispensable abrir de nue- vo los templos, levantar del suelo los altares, restituir al cul- to su esplendor y reponer al clero en la categoría corres- pondiente a su elevada clase, que, arrostrando todos los obs- se envíe, si fuere aprehendido, o de pagar una multa del doble de lo enviado, y de sufrir además el castigo que corresponda con arre- glo a la citada ley 1.a, tít. 13', libro 1.°, de la Novísima Recopilación- »Art. 7.° En ningún tiempo se admitirá en España nuncio o le- gado de Su Santidad con facultades para conceder dispensas ni gracias, aunque sean gratuitas ; las facultades que se les concedie- ren a este fin serán retenidas cuando presentaren sus bulas al pase. »Art. 8.° La nación no consiente la reserva introducida de con- firmar en Roma y expedir bulas a los prelados presentados para las iglesias de España y sus dominios; debiendo arreglarse este punto a lo dispuesto en el canon 6 del concilio XII de Toledo, y a la más pura disciplina de la Iglesia de España. »Art. 9.° El eclesiástico presentado para alguna de dichas igle- sias que intentare su confirmación en Roma, o la expedición de bulas tanto para ésta cuanto los metropolitanos para obtener el palio, y los que las obtuvieren subrepticiamente, serán extrañados del Reino y sus temporalidades ocupadas. »Art. 10. Las mismas penas expresadas en el artículo anterior serán aplicadas a los prelados que se negaren al cumplimiento de lo dispuesto en esta ley. »Art. 11. Respetando en el Sumo Pontífice la calidad de centro de unidad de la Iglesia, tendrán curso todas las comunicaciones que terminen a puntos de este naturaleza; pero deberán dirigirse to- das por conducto del gobierno, el cual las examinará para calificar las que sean de esta clase; las que no pertenecieren a ellas serán retenidas. »Art. 12. Quedan suprimidas las agencias de Preces a Roma, es- tablecidas en aquella Corte y en la de Madrid. »Art. 13. Se derogan todas las leyes, renuncia la nación todas las concesiones hechas a su favor por la Silla apostólica, y no con- siente las reservas contrarias a lo que en esta ley se establece y determina. »Art. 14. Se expedirán las oportunas circulares a los muy reve- rendos arzobispos y reverendos obispos del Reino para que cumplan con lo dispuesto en esta ley. y cooperen con la mayor eficacia a que se conserve la tranquilidad de las conciencias entre sus respec- tivos diocesanos, y les hagan conocer la justicia y necesidad con que las Cortes y el Gobierno han tenido que tomar estas disposiciones. «Madrid, 20 de enero de 1842.— José Alonso.» 136 BIOGRAFÍAS [12, 228-231] táculos, despreciando los murmullos, así de los impíos como de los refractarios y descontentos, trató de afianzar su do- minación sobre la anchurosa || base que debían prepararle el restablecimiento de las relaciones con la Corte de Roma y consecuente solución de las inmensas dificultades amonto- nadas por la dilatada serie de espantosos trastornos. Tan acertada fué en este punto la política de Bonaparte, que, a pesar de haber seguido una línea de conducta muy diferen- te en los tiempos sucesivos, jamás se arrepintió de haber dado aquellos primeros pasos, que tanto contribuyeron a su propio engrandecimiento calmando || la ansiedad de los áni- mos, tranquilizando las conciencias y haciendo que la reli- gión con su influencia benéfica y suave remediase lo que re- mediar no podía la débil mano del hombre. «Nunca se ha arrepentido Bonaparte, se lee en las Memorias de Napoleón escritas en Santa Elena, de haber ctlebrado el concordato de 1801 ; y las palabras que se le atribuyen con este moti- vo son falsas; no ha dicho jamás que el concordato era la falta más grave que hubiese cometido durante su reinado.» Sabido es que Napoleón, amaestrado por la experiencia, y tal vez exasperado por los infortunios, desaprobaba en su des- gracia algunos de los actos de su política de la época de la fortuna ; mas por lo tocante al restablecimiento de las rela- ciones con la Corte de Roma y arreglo de los asuntos ecle- siásticos, nunca le pesó de haber echado mano de los medios de conciliación, chocando con el encono del viejo liberalismo y de los jansenistas, eternos enemigos de la paz de la Iglesia. Muy diferente era la situación de España. Entre nosotros ni estaban arraigadas las doctrinas de Voltaire, ni tenían los jansenistas hombres de gran valía, ni se contaban entre los individuos del clero muchos que se distinguiesen por sus doctrinas contrarias a la reconciliación con la Sede Apos- tólica. La inmensa mayoría del pueblo español anhelaba vi- vamente el arreglo de los negocios eclesiásticos ; y tan lejos estaba de pensar en proyectos de cisma, que al oír mentar este nombre funesto se estremecía más que si le hubiera amenazado otra calamidad cualquiera. Hasta los mismos que tomaron un día más o menos parte en el empuje del carro de la revolución, que promovieron || la persecución del cle- ro secular y la destrucción del regular, que más declamaron contra los bienes de la Iglesia, instando con impaciencia para que se los incorporase al erario público, estaban ya fatigados de su propia obra. Satisfecha su codicia, calmadas sus pa- siones o escarmentada su inexperiencia, suspiraban por una nueva era de paz y tranquilidad ; y ya que algunos de en- tre ellos quisiesen continuar apartados de la fe de sus pa- dres, deseaban al menos que no se perturbasen las concien- cias de los que la habían conservado. Por manera que, quien [12, 231-233] ESPARTERO 137 a la sazón se hubiese propuesto restablecer las relaciones con Roma, apenas hubiera encontrado resistencia que ven- cer por parte de la nación ; muy al revés, ésta le habría ayu- dado y animado en la empresa, aplaudiendo con gozo y ale- gría los esfuerzos que a tal objeto se dirigieran, y contri- buyendo a remover los obstáculos que pudiesen entorpecer el pronto y feliz desenlace. La popularidad de Espartero habría subido a un punto difícil de describir, se habrían olvidado las circunstancias que le favorecían, para atribuir el buen resultado a la recti- tud de sus intenciones, a la habilidad de su política, a la firmeza de su carácter. En un pueblo como el español todo lo que se asienta sobre la anchurosa base de la religión adquie- re una estabilidad y robustez en que se estrellan los esfuer- zos de los hombres. Bastábale al Regente hacerles creer a los españoles que, una vez satisfecha su ambición de man- do, se proponía ejercer sus altas funciones cual cumplía al primer magistrado de España, bastábale probarles con algún acto positivo que deseaba || sinceramente reparar los daños causados a la religión por los anteriores gobiernos, para que se hubiesen excitado en su favor las simpatías de un in- menso número y el entusiasmo de no pocos. Entonces nada tuviera que temer del partido a quien había derribado para encumbrarse, porque este partido no tenía fuerza sino en cuanto se hacía el centinela avanzado de los intereses reli- giosos, el campeón celoso de los sentimientos nacionales. Así es de observar que la prensa que más vivamente combatía al nuevo poder tomaba por frecuente tema de sus fulmi- nantes discursos los proyectos o los actos del gobierno ofen- sivos de la religión. Y era porque conocía que así tocaba una cuerda que vibra fácilmente en los corazones españoles, que el secreto para hacer al poder guerra a muerte, para presentarle a los ojos de la nación cual monstruo aborrecible y detestable, era ofrecerle meditando designios impíos. Des- de que se arraigó el convencimiento de que efectivamente el gobierno de Espartero se proponía separar a la nación de la unidad con la Sede Apostólica, desde que se le hizo notar que la serie de vejaciones y ultrajes contra los ministros del santuario indicaban de una manera nada equívoca que el poder intentaba que desapareciese de España la religión, o que al menos de católica se trocase en protestante, desde en- tonces se hizo ya imposible que continuase por mucho tiem- po la dominación del soldado de fortuna, porque es impo- sible que un hombre continúe rigiendo los destinos de un gran pueblo cuando este pueblo considera al Supremo go- bernante con la frente herida por el anatema. || Y ya que la oportunidad se ofrece, no será malo recordar al partido que tan cruda guerra le hizo al caído Regente, no 138 BIOGRAFÍAS [12, 233-234] será malo recordarle ahora, que se halla dueño de la situa- ción, las terribles lecciones que ha podido aprender con el infortunio de su adversario ; no será malo recordárselas para que no olvide jamás lo que vale la religión a los ojos de los españoles, que no olvide jamás que las armas que con tanto éxito esgrimiera contra su enemigo se volverán indefectible- mente contra todos los gobiernos que se obstinen en dejar a la religión en el lastimoso estado de abatimiento a que la han conducido en España la turbación de los tiempos, el fu- ror de la revolución y la mala fe de muchos gobernantes. En medio de la dicha importa no olvidar el infortunio ; siquiera por interés propio, es preciso muchas veces hacer el bien: mejor será si éste es hijo de las convicciones y de la rectitud de la voluntad; pero, sea como fuere, si la nación experi- mentara buenos resultados, bendeciría la mano que se los proporcionase, sin cuidarse mucho de la intención que la di- rigía. Pero volvamos a la comparación del primer cónsul con el Regente único. Es curioso cotejar la conducta de Espartero con la de Bo- naparte, vencedor de Europa. Espartero decía por boca de su ministro Alonso : «La nación no consiente la reserva intro- ducida de confirmar en Roma y expedir bulas a los prelados presentados para las iglesias de España y sus dominios, de- biendo arreglarse este punto a lo dispuesto en el canon 6 del concilio XII de Toledo y a la más pura disciplina de la Igle- sia de España (proyecto de ley de 21 de enero, || artículo 8.°). El artículo 4.° del Concordato decía : «El primer cónsul nom- brará, en el término de tres meses después de publicada la bula de Su Santidad, a los arzobispados y obispados de la nueva demarcación. Su Santidad conferirá la institución ca- nónica según las formas que se observaban respecto de Fran- cia antes de la mudanza acaecida a su gobierno.» «Los nom- bramientos, continuaba el artículo 5.°, para los obispados que vacaren en lo sucesivo, se harán igualmente por el primer cónsul, y la Santa Sede dará la institución canónica con arre- glo al artículo anterior.» Por manera que Espartero, débil, insulta y ultraja ; Bona- parte, fuerte, respeta y venera. Espartero, mal seguro en su puesto, se atrae el odio de la inmensa mayoría de la nación ; Bonaparte, acatado en Francia y temido por la Europa, se apresura a echar mano de la religión para restablecer el orden y afianzar su propio porvenir. Y lo consiguió en efec- to, «porque, como dice De Pradt, de todos los actos de Napo- león fué el Concordato el que más le concilio el afecto de los pueblos, pues que era el que más adelantaba en el cami- no de la civilización; y se hallaban los ánimos altamente ofendidos por considerar la falta de religión como cosa irra- [12, 234-237] ESPARTERO 139 cional e injusta». «Preveía, dice Botta en su Historia de Ita- lia, que así como la paz con los reyes sería para él un me- dio excelente de acrecentar su poderío, fuera mayor todavía la paz con la Iglesia ; cuando después llegó a su noticia que el cardenal Chiaramonti había sido elevado a la silla de Roma, concibió mayores esperanzas porque conocía que esta- ba dotado de piedad sincera, y || que, por tanto, sería más fácil hacerle concurrir a sus designios.» Estas lecciones no debía olvidarlas Espartero ; pero, desgraciadamente, toda su carrera nos ha estado demostrando que no podía recordar- las porque carecía de capacidad para aprenderlas. || ARTICULO 5.° Ojeada sobre la conducta de Espartero Sumario. — Su alianza con los hombres de Ayacucho y los del año 12. Lo misterioso de esta conducta. Conjeturas sobre los motivos de ella- Indicio de proyectos ulteriores. Su comportamien- to" en la noche de la insurrección de octubre. Su ingratitud y crueldad después de la victoria. Diferente conducta de Espar- tero según era distinto el carácter de los motines. Rápido de- caimiento de su prestigio. Desencadenamiento de la prensa. Aislamiento de Espartero. Ignora hasta lo que se dice de él en los periódicos de Madrid. A poco de entronizado Espartero se echó de ver que ni tema arrojo bastante para aliarse francamente con la revo- lución y marchar a su cabeza, ni suficiente osadía para rom- per con ella y ahogarla de un golpe. El partido progresista, reducido como era, parecióle, sin embargo, demasiado gran- de ; no había menester tanto espacio ; viviente de escasas di- mensiones y de poco movimiento, bastábale un elemento de pequeña extensión. Para un cetáceo colosal no es suficiente el Mediterráneo, necesita el Océano ; para el pececillo una mezquina balsa equivale a un mar. Ya que no quería ni sabía ponerse al frente de la nación, al menos debía esforzarse en acaudillar un |¡ partido; al menos debía rodearse de los hombres más distinguidos e in- fluyentes, y tantear, si era posible, el modo de establecer un gobierno. Ni a esto alcanzar pudo ; incapaz para ser jefe de un partido, se convirtió en centro de pandilla. Y ¡qué pan- dilla! No parece sino que estuvo discurriendo de qué mane- ra podía desacreditarse más cumplidamente y hacerse odio- so a la nación. Los hombres de Ayacucho y los incorregibles del año 12; los primeros, emblema de nuestro abatimiento 140 BIOGRAFÍAS [12, 237-238J nacional, y los segundos, de nuestra anarquía. ¿Así compren- díais la gloria militar y política? Primer magistrado de la nación, ¿éstos eran los títulos que le presentabais para que os juzgase digno del mando? A los descendientes de Hernán Cortés y Pizarro, ¿queríais halagarlos con recuerdos de de- rrotas? Al pueblo de la religión y de la lealtad, ¿creíais halagarle con las personificaciones de la anarquía política y doctrinas volterianas? Es cosa digna de notarse, y que seguramente no carece de misterio, la tenacidad con que se aferró el Regente a su desastroso sistema ; al parecer debía convenirle excitar en su favor las simpatías nacionales, borrando el recuerdo de su encumbramiento, despertando los sentimientos religiosos y monárquicos, haciéndose el campeón del orden público y de las doctrinas organizadoras, y procurando rodearse de los hombres más cuerdos e influyentes ; pero nada de esto ; no daba un paso que no llevase el sello de una mezquindad ren- corosa, no desplegaba sus labios sino para herir la religiosi- dad española, para avivar los odios políticos y presentarse como la bandera del viejo liberalismo, tan profundamente despreciada por || todos los hombres de claro talento, tan aborrecido por los corazones rectos y generosos. Hemos dicho que semejante conducta no carecía de mis- terio, y nos lo hace sospechar la reflexión de que sólo se necesitaba sentido común para conocer que era errada, si no se hubiese creído conveniente seguirla, a causa de que se debió de considerarla como la única a propósito para lograr el fin apetecido. Con deseos de prolongar la minoría, y con ulteriores designios para después de terminada la prolon- gación, no consideró político la camarilla de Espartero remo- ver y poner en acción los sentimientos nacionales, porque entraban en estos sentimientos un vivo apego a la monar- quía y un tierno afecto a los vástagos de la real familia ; sentimientos que en la situación presente subían a más alto punto, por estar interesada la caballerosidad española a la vista de la debilidad del sexo, de la orfandad y de la ino- cencia. ¿Con quién podía aliarse mejor quien abrigase si- niestros planes, que con los declarados y personales enemi- gos del padre de la augusta niña, con los que odian profun- damente la dinastía, con los que profesan terrible aversión a todos los recuerdos monárquicos, los que llaman baldón a nuestra gloria, los que en los prodigios de El Escorial no ven más que un padrón de ignominia levantado por el des- potismo y la superstición? El odio a la religión de los españoles, el rencor y la in- solencia contra el Padre común de los fieles, eran consecuen- cias del mismo principio ; los que profanaban las regias mo- radas, los que habían logrado volverlas casi desiertas, los que [12, 238-240] ESPARTERO 141 tal vez se gozaran j en el cruel pensamiento de verlas un día completamente deshabitadas, obraban muy acertada- mente en mostrarse recelosos contra los hombres de fe reli- giosa : estos hombres no sirven para traidores. El desvío, la desconfianza, el temor con que eran mira- das todas las personas notables por su saber, virtudes o ele- vada posición es también uno de los cargos característicos de la Regencia única. Sólo los gigantes pueden presentarse sin recelo de que nadie levante más que ellos ; el pigmeo que ocupaba la suprema magistratura se helaba de espanto de pensar que en el consejo o en el campo podía encontrar- se con hombres aventajados. Tanta mezquindad y malicia excitó hasta un punto difí- cil de pintar la indignación pública, porque en este país don- de, como ha dicho un distinguido escritor, los hombres son todo corazón, nada cautiva tanto los ánimos como la lealtad y la hidalguía ; nada los irrita tanto como la perfidia y los manejos innobles. Sólo así puede explicarse aquel anhelo tan universal, tan vivo, tan impaciente que se apoderó de la na- ción, de ver la caída de un hombre que había escalado un inmerecido puesto, para mengua propia y desventura de Es- paña. Los mismos que le habían elevado le habrían despo- seído de muy buena gana, si se les hubiese ofrecido un me- dio para derrocarle sin exponerse a que se apoderaran de la situación sus adversarios políticos. Los partidos necesitan un punto de apoyo, y él se lo prestaba, aunque muy malo ; su regencia era una bandera de que se servían, no porque la estimasen, sino por carecer de otra. Cuando estalló la insurrección de octubre, el partido || que le sostenía pudo convencerse de lo poco que valía Es- partero, ni aun para defenderse a sí mismo, cuanto menos para servir a nadie de escudo. ¿Qué medidas supo adoptar para prevenir el golpe? ¿Qué rasgo de valor personal se le vió en los momentos críticos? Rodeado de guardias, encasti- llado en una casa erizada de cañones, dejó que transcurrie- ra la noche y que la suerte, que tan propicia se le mostraba siempre, le trajese también entonces un desenlace favorable. ¿No llamó traidores y regicidas a los que invadieron el real palacio? Pues él, que de lealtad blasonaba, ¿debía acudir al punto amenazado, y arrostrar todo linaje de peligros, antes que permitir que por largas horas estuviesen peleando en las escaleras del regio alcázar los pretendidos traidores? Cuan- do ya la insurrección se hallaba completamente desbaratada, cuando los principales caudillos estaban fuera de Madrid buscando su salvación en la fuga, cuando la luz del día per- mitía ver bien claros los objetos y no consentía emboscadas, nada menos que a las seis de la mañana, entonces se dejó ver Espartero y fué a presentarse a las excelsas huérfanas. 142 BIOGRAFÍAS [12, 240-242] Esta no era la conducta de un caballero que se hubiese pro- puesto defender a una Reina niña. Sucumbieron los sublevados de octubre, no por la habili- dad y energía del Regente, sino por habérseles desbaratado los planes, cosa muy peligrosa siempre en tan arriesgadas empresas: de cien conspiraciones las noventa y nueve pue- den calcularse desgraciadas. La victoria tan fácilmente al- canzada por Espartero proporcionóle ocasión oportunísima para afianzar su dominación : mostrándose generoso con || los vencidos, se captara la benevolencia del público, y diera realce al prestigio de su persona ; abriendo un tanto los ojos para conocer la errada senda en que se había empeñado, hi- ciera concebir esperanzas de un mejor porvenir. Después de una derrota tan completa, los partidarios del vencido se in- clinan fácilmente a transigir con el vencedor, y miran como arranques de generosidad las concesiones más insignifican- tes. Espartero no era capaz de comprender estas verdades, porque era incapaz de sentirlas ; así es que fusila, deporta, destituye, cebándose con increíble saña en los infortunados que no pudieron fugarse. Pero la sangre de las víctimas cayó sobre su cabeza : el pueblo y el ejército al mirarle vié- ronle manchado con la sangre de sus mejores amigos, y esto nunca lo olvidan los corazones generosos. ¡Son tan negras la ingratitud y la crueldad!... Tan inexorable como se mostró con los vencidos, se ma- nifestó débil con la revolución dondequiera que levantaba la cabeza ; y si en momentos críticos se le escaparon expresio- nes severas, bien pronto tuvo cuidado de enmendarlas con su conducta. La clave de su política con respecto a los pertur- badores del orden público fué: indulgencia completa para cuantos no ataquen mi permanencia en el poder ; castigo sin misericordia a quien atentare contra mi regencia. Viéronse disturbios y desmanes escandalosos en diferentes lugares; esto nada importaba ; pero hay quien se atreve a decir : ¡Abajo Espartero!; el poder rugía de cólera, estaba en peli- gro de que le arrebatasen la presa, y él no quería soltarla. Recobrado del susto el general Espartero, y || creyéndose asegurado en el mando, continuó en su malhadado sistema con incorregible obstinación. Desgobierno en el país, humi- llaciones en el extranjero ; he aquí compendiada su política. Ya hemos visto que, imaginándose sin duda que había lle- gado la oportunidad de dar un golpe decisivo, y con la ma- ligna idea de halagar todas las pasiones rencorosas, autorizó el famoso proyecto de Alonso sobre asuntos eclesiásticos, proclamando el cisma de la manera más abierta y escanda- losa. ¿Pensaba tal vez el desatentado Regente que su men- guado prestigio alcanzaría adonde alcanzó el poder de En- rique VIII, y que su autoridad saliera bien parada de tan [12, 242-244] ESPARTERO 143 arriesgado trance? Para fortuna suya y bien de la nación, el descabellado proyecto encontró en todas partes la acogida que merecía; los hombres religiosos lo rechazaron por cis- mático, los políticos por trastornador, y hasta los más ardien- tes revolucionarios lo miraron con desdén, como contrario por su intolerancia al espíritu del siglo. ¡El hombre llamado por las circunstancias a reorganizar la sociedad, extinguir odios, reconciliar los ánimos y tranquilizar las conciencias, lanzaba con mano impía una tea incendiaria, y pedía a las Cortes que le autorizasen para violentar las creencias de la inmensa mayoría de los españoles!... Incapaz e indolente en el gobierno, proponíase manifestar una energía facticia oprimiendo a los débiles y castigando a los inocentes. Olvi- dándose de las funciones de la Suprema Magistratura, soli- citaba autorización para perseguir ; y mientras se postraba a los pies del gabinete de San-James y esperaba sumiso las órdenes de la aristocracia inglesa hubiérase || empeñado de buena gana en un ruidoso cisma para hacer ridículo alarde de fuerza e independencia. La revolución misma fué más cuerda y generosa que él, manifestándole con ademán se- vero que, si bien había destruido al clero regular y despo- jado y abatido al secular, no quería encarnizarse con los vencidos, hasta el punto de entregarlos a manos de un per- seguidor, por el delito de continuar fieles al dictamen de su conciencia. De molde le viniera a Espartero el desastroso cisma para llevar adelante sus designios. Entonces hubiera tenido abun- dante cosecha de enemigos de la libertad que combatir, de encubiertos conspiradores que castigar ; entonces habría podido desarrollar en toda su amplitud el maquiavélico sis- tema de fingir tramas ajenas para ocultar las propias. El episcopado, todo el clero con rarísimas excepciones, habrían podido ser tratados de desobedientes y refractarios, y un in- menso número de españoles habría participado más o menos de la sangrienta tiranía de los procónsules del dictador. Li- bertad, ley, reacciones, inquisición, Don Carlos, la Curia Ro- mana, todas estas palabras resonaran incesantemente para encubrir medidas arbitrarias y crueles; la bastarda firmeza de carácter que ordena y ejecuta destierros, fusilamientos y bombardeos habría campado a sus anchuras; y entre tanto se ocultara la debilidad que se humilla ante la altivez de los motines, y que marcha a escape hacia las orillas del mar. sin volver la cara al enemigo que viene con espada en mano. Entre tanto el prestigio del Regente andaba perdiendo cada día, y su poder se encaminaba a la ruina guiado por su nulidad jamás desmentida, y que se || confirmaba a cada paso, con algún solemne desacierto. Cundía visiblemente en 144 BIOGRAFÍAS [12, 244-245] las filas del progreso la división, empeñándose unos en sos- tener semejante sistema, y arrojándose otros a combatirle con energía y calor. Ya de mucho antes los periódicos habían to- mado de su cuenta a Espartero ; los graves lanzándole ful- minantes anatemas, y los satíricos exponiendo al público su pequeñez y haciéndole objeto de ludibrio; pero en las Cor- tes, y en los círculos políticos a la sazón influyentes, todavía era respetada su persona, todavía se echaba mano de la dis- tinción entre los ministros y el poder irresponsable. Débil reparo para cubrir al Regente, y que el curso de los sucesos había de remover bien pronto : el sistema político no era de los ministros, era de Espartero ; era la expresión de su persona, la medida de su capacidad, el indicio de sus ulterio- res proyectos. Por eso, cuando la coalición derribó al mi- nisterio González nada obtuvo sino escarnio y befa ; no se quería el gobierno de una pandilla, y no parece sino que el poder anduvo buscando los medios más a propósito para que esta pandilla resultase más dominadora, con más exclu- sivismo, con más aislamiento de todos los partidos, convir- tiendo el centro del gobierno en un verdadero cuartel ge- neral. Entonces empezaron a ver claro hasta los más alu- cinados ; entonces conocieron, palparon, que elevando a Espartero a la regencia habían hecho gobierno el foco de intrigas del Mas de las Matas ; entonces, preciso es hacerles esta justicia, entonces se avergonzaron de su obra, entonces retrocedieron, protestando a la faz de la nación que su inten- to no había sido sujetarla a tamaña ignominia. || No embargante la oposición que cada día se presentaba más grave, el poder cobraba aliento y brío, mostrándose me- nos comedido y recatado de lo que era de esperar, atendida su natural timidez. No le faltaban ni órganos en la prensa, ni sostenedores en la tribuna ; y ambos manifestaban una osadía que bien anunciaba un próximo y estrepitoso rompi- miento. Al pensar en los peligros que podrían amenazarle, recorrería Espartero las listas de los afiliados, recordaría el tiento con que se había procedido en la distribución de los empleos para que recayesen en personas de confianza, la completa seguridad que se podía tener en los que ocupaban los destinos más importantes ; reflexionaría sobre la dificul- tad de que ni por un momento llegasen a coligarse republi- canos, progresistas descontentos, moderados y carlistas ; pen- saría en las destituciones y substituciones que había ejecu- tado en el ejército, desde octubre de 1841 ; y con tamaños medios, auxiliados por la influencia y el apoyo de una na- ción poderosa, debía de parecerle que sus enemigos, o no se atreverían a moverse, o, si tanto osaran, sufrirían el condig- no castigo. ¡Vana ilusión en que vivir suelen cuantos habi- tan dorados techos, respirando el perfume de las lisonjas! [12, 245-247] ESPARTERO 145 ¡Vana ilusión que menos que nadie debía abrigar Espartero, que, salido del pueblo y educado en los campamentos, podía conocer otros medios para alcanzar la verdad, de los que acostumbran las personas criadas en el regio alcázar! No damos exagerada importancia a los clamores de la prensa ; sabemos que a menudo respiran en ella la cólera de los partidos, la saña de las facciones y || hasta el mezqui- no rencor o interesadas miras de los particulares ; pero hay ciertos casos en que es tanta la unanimidad, en que es tanto el clamoreo, en que abandonan a un gobierno hasta los más decididos defensores, que entonces preciso es reflexionar so- bre este hecho ; preciso es investigar si la voz de la prensa no podría ser el eco de la indignación pública. Esto le acon- tecía a Espartero: en la capital, como en las provincias, la prensa se había desencadenado contra él ; ya se creía dispen- sada de todo linaje de consideraciones y miramientos ; y el jurado, absolviendo los más vivos ataques contra la perso- na del primer magistrado de la nación, declaraba con sus fa- llos que la irresponsabilidad había desaparecido. Pero ¡cosa extraña! Este hombre apenas sabia nada de cuanto se decía contra él, ni aun en los periódicos de Ma- drid ; así, unos con la mira de evitarle disgustos y enojos, y otros tal vez con interesados designios, le ocultaban la ver- dad: le dejaban caminar a su ruina con los ojos vendados, hasta que el clamor de la nación entera le puso sobre sí y le hizo mirar en su alrededor, para no ver ya más que el abis- mo en donde se iba a hundir. ¡Triste condición de los que ocupan puesto elevado! Les es sobremanera difícil el saber la verdad, contribuyendo a ocultársela los mismos en quie- nes depositan su mayor confianza. Contaba un íntimo alle- gado de Buenavista que cierta persona que en la actuali- dad comparte el infortunio del caído procuraba recoger de antemano todos los periódicos, y cuando el Regente pedía alguno para leer se excusaba de traérselo, alegando extravío u otro pretexto cualquiera. ¿Tanto daño le || hubiera hecho el enterarse de las sesudas amonestaciones de El Correspon- sal, el reflexionar algún tanto sobre las aterradoras invecti- vas de El Heraldo y de El Sol. y hasta el mirar de vez en cuando algunas caricaturas de La Posdata? La infatuación es el peligro inminente para los hombres que se han levantado con rapidez a puestos muy encumbrados ; el mejor modo de precaverla es mortificar con frecuencia el amor propio. || 10 146 BIOGRAFÍAS [12, 248-249] ARTICULO 6.° Sucesos de Barcelona en noviembre y diciembre de 1842 Sumario. — Sittiación de Barcelona. Situación de esta capital a prin- cipios de noviembre del mismo año. Actitud de los republica- nos. Documentos justificativos. Sucesos del anochecer del 13 de noviembre. La poca previsión del capitán general Van Halen. Sucesos del 15 y del 16. Carácter de aquella revolución. Lo que había en el fondo de ella. Razones que lo confirman. Pre- vención contra Zurbano. Los catalanes y las quintas. Juicio del general Van Halen. Tremenda actitud del pueblo. La Junta presidida por don Juan Manuel Carsy. Sus primeros actos. Do- cumentos justificativos. Comienzan las amenazas de bombardeo. Zozobra de la ciudad. Negociaciones con el capitán general. Conducta de la Junta de gobierno. Su jncertidumbre. Nuevo aliento que toma el general Van Halen. La Junta va perdien- do su fuerza. Salida de los prisioneros. Espartero delante de Barcelona. Lo que podía hacer y lo que hizo. Su dureza de co- razón. Su ceguera incomprensible. Sobre él pesa la responsa- bilidad del bombardeo. Ultimas negociaciones. Hechos notables narrados en la Reseña Histórica, publicada por los individuos de la penúltima Junta. Salida del venerable obispo. Inexorabili- dad de Espartero. El bombardeo. Ultimátum del capitán gene- ral. Horrorosa situación de Barcelona. Nueva salida del vene- rable obispo. Espectáculo que presentaba la capital pocas ho- ras antes del bombardeo. Desesperación de la ciudad. Ríndese Barcelona y entran las tropas. Marcha el Regente y se vuelve a Madrid. Su paso por Valencia. Fría acogida que encuentra en Madrid. Indignación producida por toda España por el bom- bardeo de Barcelona. || Situación de Barcelona La situación se iba empeorando por momentos, el des- contento se hacía más vivo y se expresaba de una manera harto significativa ; la prensa bramaba de cólera, los parti- dos se removían; se comunicaban, se ponían de acuerdo para aprestarse a una batalla que, más o menos decisiva, se había hecho ya inevitable. Espartero había arrojado el guante, y la nación lo recogió. Erase a principios de noviembre de 1842, y encontrábase la ciudad de Barcelona en aquel estado de agitación y zozo- bra en que tan a menudo ha solido hallarse esta población infortunada. Asuntos municipales de una parte y cuestiones políticas por otra tenían divididos y enconados los ánimos hasta un punto difícil de expresar; el lenguaje de la prensa estaba indicando bien a las claras que el encono rayaba en [12, 249] ESPARTERO 147 exasperación, y que bien pronto la discusión se entablaría en las calles y plazas. El partido que a la sazón bullía y que hacía cara al gobierno era el más extremado en principios democráticos: la república era encomiada sin rodeos, la in- surrección excitada sin rebozo \ La inmensa mayoría de Barcelona no simpatizaba por cierto con las doctrinas repu- 1 Para formarse una idea del lenguaje de la prensa léase el siguiente plan de revolución que publicaba cada día El Republicano: «Plan de revolución. — Cuando el pueblo quiera conquistar sus derechos debe empuñar en masa las armas al grito de ¡viva la Re- pública ! ENTONCES SERÁ OCASIÓN DE CANTAR EN CATALUÑA Ja la campana sona, Lo cañó ja retrona... Anem, anem, republicans, anem! A la victoria anem! I Ja és arribat lo dia Que el poblé tant volia: Fugiu, tirans. lo poblé vol ser rei. Ja la campana sona... II La bandera adorada Que jau allí empolvada, Correm, germans, a Taire enarbolem! Ja la campana... III Mireu-la que és galana L'ensenya ciutadana. Que llibertat nos promet si l'alcem. Ja la campana... IV Lo garrot, l'escopeta, La falc i la forqueta. Oh catalans!, amb valor empunyem! Ja la campana... Debe dar muerte a todos los que hagan armas contra él. ai°e* aniquilar o inutilizar todo lo que conserve algún poder como >4.° Interin la Junta dicta otras providencias, todos los jefes y oficiales de Milicia Nacional detendrán a cuantos ciudadanos que, sin pertenecer a la misma, se hallen armados y sueltos por las calles sin ocupar punto alguno, y los destinarán a donde crean más conveniente. »5.° y último. El que contravenga a los artículos precedentes será puesto a disposición de la Junta. «Barcelona, 16 de noviembre de 1842. — El presidente, Juan Ma- nuel Carsy — Fernando Abella. — Ramón Cartro. — Antonio Brunet. — Jaime Vidal y Gual. — Bernardo Xinxola. — Benito Garriga. — José Prats. — Jaime Giral, secretario.» 11 162 BIOGRAFÍAS [12, 273-2751 ble, repetimos, que el levantamiento no tomase un color po- lítico, y que no se tratase de derribar al gobierno de todos odiado. Así es notable lo mucho que había adelantado el negocio el día 17 con respecto al 16, pues que en una nueva proclama de la Junta se declaraba ya Cataluña independien- te con respecto a la Corte, hasta que se restableciera un go- bierno justo, protector, libre e independiente, con nacionali- dad, honor e inteligencia \ || Que la Junta no se proponía arrojarse a medidas sangui- narias y expoliadoras, a más de haberlo evidenciado sus ac- tos, lo indicaban ya desde entonces el lenguaje de que se vaha y sobre todo el proyecto anunciado || de rodearse de personas de luces y prestigio, nombrando inmediatamente una Junta auxiliar consultiva, cuyos nombres debían publi- 7 «Catalanes : Los individuos que forman la Junta, hasta ahora provisional, colocada a vuestro frente, desearían retirarse al seno de sus familias pasado ya el momento del peligro ; pero el clamor ge- neral se lo impide, obligándola a constituirse en Junta central de gobierno que reasumirá todo poder y se dirigirá a los pueblos y provincias de Cataluña sujetándose a las bases siguientes, estando prontos a retirarse sus individuos a la menor indicación del pueblo. »Bases. — 1.a Unión y puro españolismo entre todos los catala- nes libres, entre los españoles todos que amen sinceramente la li- bertad, el bien positivo, el honor de su país, y que odien la tiranía y la perfidia del poder que ha conducido a la nación al estado más deplorable, ruinoso y degradante, sin admitir entre nosotros la dis- tinción de ningún matiz político o fracción, con tal que pertenezca a la gran comunión liberal española. »2.a Independencia de Cataluña, con respecto a la Corte, hasta que se restablezca un gobierno justo, protector, libre e independien- te, con nacionalidad, honor e inteligencia; uniéndonos estrechamen- te a todos los pueblos y provincias de España que sepan proclamar y conquistar esta misma independencia, imitando nuestro heroico ejemplo. »3.a Como consecuencia material de las bases que anteceden, protección franca y justa a la industria española, al comercio, a la agricultura, a todas las clases laboriosas y productivas; arreglo en la administración, justicia para todos sin distinción de clases ni ca- tegorías. Integridad y orden, para justificar ante la Europa entera la pureza de vuestras intenciones, la nacionalidad y la grandeza de sentimientos que os animan e inflaman al acometer tan ardua em- presa, digna de un pueblo tan laborioso y libre como valiente, in- trépido e invencible, tan generoso como honrado. »Estas son las bases generales que abrazan los más ardientes deseos del gran pueblo catalán. Para llevarlas a cabo, deseosa ¡a Junta de rodearse de personas de luces y prestigio, nombrará in- mediatamente otra Junta auxiliar consultiva, cuyos nombres se pu- blicarán desde luego. La Junta provisional cree de buena fe en su íntima convicción ser fiel intérprete de vuestros sentimientos, y con la decisión y cooperación activa de todas las personas que sin distinción de color político puedan ayudarla desde este instante a completar la grandiosa empresa que habéis comenzado con una gloria que ni la maledicencia ni la vil impostura podrán obscurecer jamás, cuando los hechos hablan, y vuestra conducta os justifica ante los pueblos libres; aunque en medio del triunfo honroso qut habéis alcanzado es lamentable la sangre preciosa, sangre de valien- [12, 275-277] ESPARTERO 163 carse desde luego. Ya que la situación era eminentemente revolucionaria, creemos ->ue no fué un paso muy acertado el proyecto de una Junta consultiva, mayormente cuando el curso de los acontecimientos manifestó que no era éste un designio premeditado y que no se podía contar con unidad de pensamiento entre la Junta de gobierno y la consultiva. Los momentos eran críticos; era indispensable, urgente, aprovechar el tiempo, obrar con rapidez y energía, soste- ner el entusiasmo de la capital y alrededores, acosar al general Van Halen, provocar más y más un levantamiento en masa, aislar a Montjuich, propagar el incendio a lo res- tante del Principado, en una palabra, hacer que ni por un momento se durmiese la insurrección sobre la || victoria, sino que marchase siempre adelante, no dejando que cesase i ni el movimiento, ni el fuego, ni el toque de rebato. No se hizo, no se comprendió toda la gravedad del peligro ; se con- sintieron treguas, se pensó en negociaciones ; y el entusias- mo se amortiguó, comenzó a cundir el desaliento, y la ciu- dad de Barcelona del día 19 ya no era la ciudad del 16. En aquella fecha se publicó la proclama de la Junta en que se decía expresamente abajo Espartero y su gobierno. ya era tarde ; este grito debía levantarse el mismo día 16, o no levantarse nunca. Si se temía asustar a los medrosos, pre- sentándoles un compromiso demasiado grave, no era segu- ramente buen sistema el aguardar a ofrecérselo cuando ha- bía comenzado ya a cundir el miedo || Los sucesos marchaban con rapidez en sentido favorable al general Van Halen; ya tenía abastecido a Montjuich; ya podía, cuando bien le pareciese, dar un día de llanto y. luto a una ciudad de ciento sesenta mil almas y que encerraba además inmensos intereses. Preciso es hacer justicia a Espar- tes españoles, en cuya efusión espantosa no aparece más que el im- pulso abominable de un gobierno imbécil y corrompido, o más bien de un maléfico desgobierno que se ha atraído la pública execración. «¡Unión, valientes catalanes, unión fraternal entre todos los es- pañoles libres! Las tropas del ejército que permanecen en la ca- pital admiten nuestra causa y están convencidos con esta Junta, previas las formalidades del caso: mirad como hírmanos a esos leales jefes, oficiales y soldados. Entero y absoluto olvido de lo pa- sado, confiad en el éxito feliz de vuestra santa causa, la causa del pueblo, de la nación entera, que no tardará en seguir vuestro ejem- plo imitando vuestro asombroso valor. «Barcelona, 17 de noviembre de 1842.— El presidente, Juan Ma- nuel Carsy. —Fernando Abella.— Ramón Cartro.— Antonio BrunH — Jaime Vidal y Gual. — Bernardo Xinxola. — Benito Garriga. — José Prats. — Jaime Giral, secretario.» 8 «Catalanes : La ansiedad pública está clamando y hasta exi- giendo de esta Junta una manifestación franca y sincera del objeto a que se dirigen nuestros esfuerzos y sacrificios. Justa es la deman- da y vamos a revelaros, con toda la puroza d» nuestros sentimien- tos, el lema o la divisa que desde este momento inscribimos en la bandera que enarbolamos, a cuya benéfica sombra no habrá un solo 164 BIOGRAFÍAS [12, 277-278] tero : la idea de bombardear la ciudad no salió de su cabeza . fué invención exclusiva del general Van Halen, pues que el día 20 de noviembre, cuando el gobierno de Madrid no ha- bía tenido el tiempo suficiente para trazarle la línea de con- ducta, ni aun para contestarle a las comunicaciones en que le noticiaba el resultado de la insurrección, ya se dirigía a la Diputación provincial en estos términos : «En vista de todo lo dicho, ruego a Vuestra Excelencia contribuya por cuantos medios estén a su alcance a fin que se restablezca el orden, pues que, no debiendo dar || tiempo a que se realicen mis temores expresados sobre los carlistas en todas las provincias de Cataluña, me veré forzado a hos- tilizar esa ciudad hasta someterla a la obediencia al go- bierno nacional, por más sensible que sea a mi corazón, aun cuando sus habitantes, que un día me llamaron héroe y a quienes siempre he procurado el mayor bien, me merezcan la mayor compasión; pero la salud de la patria puede exi- girme este sacrificio, y los que, obcecados, me obliguen a ello habrán llenado los deseos, tanto de los que quieren vol- vernos al absolutismo como de aquellos que se proponen la destrucción de nuestra industria ; pues una vez roto el fue- liberal español que no abjure para siempre las miserables disiden- cias de partido, y que con la fe y el entusiasmo que inspira el sa- grado nombre de libertad y justicia vacile en estrechar ese lazo que ha de afianzar nuestra independencia, nuestra prosperidad y nuestra gloria. »Unión entre todos los liberales; abajo Espartero y su gobierno; Cortes constituyentes; en caso de Regencia, más de uno; en caso de enlace de la Reina Isabel II, con español; justicia y protección a la industria nacional. Este es el lema de la bandera que tremola- mos, y en su triunfo está cifrada la salvación de España. »La Junta no cree necesario exponer las razones públicas en las que se encierran sus deseos y esperanzas, porque públicas son por desgracia para todas las clases del pueblo español las perfidias del poder, nuestra visible y ruinosa decadencia, los amagos de tiranía y, sobre todo, ese descontento universal, ese clamor que resuena en todos los ángulos de la Península contra las tenebrosas maldades de un fatal y abominable desgobierno. Libertad, ley y buen régi- men administrativo queremos; y en tan noble demanda, por tan sagrados objetos, con denuedo y constancia combatiremos hasta morir. » ¡ Esforzados catalanes! ¡Valiente y libre ejército! ¡Españoles todos los que odiáis la tiranía! Unios con la confianza y firmeza de corazones libres, y abrazad el pendón que enarbolamos, en el que está escrita la más lisonjera esperanza de ese pueblo tantas veces sacrificado y tantas veces vendido. Venzamos el destino de la fata- lidad que preside las calamidades de nuestro país, y consolidemos de una vez la paz, el reposo, la justicia pública, la libertad, la suer- te de las clases laboriosas y el engrandecimiento de esta desventu- rada nación. «Barcelona, 19 de noviembre de 1842.— El presidente, Juan Ma- nuel Carsy. — Fernando Abella. — Ramón Cartro. — Antonio Brunet — Jaime Vidal y Gual. — Bernardo Xinxola. — Benito Garriga. — José Prats. — Jaime Giral, secretario » [12, 278-279] ESPARTERO 165 go no cesará hasta obtener la sumisión de los que quieran continuar en rebeldía, y el incendio y la destrucción de fá- bricas y edificios que son consiguientes.» Y más abajo añadía palabras que deseáramos no hubiesen salido de la boca de quien mandaba un ejército español: «Por más que repugne a mi corazón, si se me obliga a ello, estoy decidido a hacer quemar a los enemigos de la Reina Isabel II, de la Constitución y de la Regencia que la repre- sentación eligió entre las llamas de la ciudad.» Desgraciadamente no eran las palabras del señor Van Ha- len una simple amenaza, sino la expresión de un firme pro- pósito que a su tiempo comenzó a realizar, y que si no llevó enteramente a cabo no fué por falta de voluntad, sino porque se lo impidieron las circunstancias. Nada extraño fuera que, hallándose el capitán general arrojado de Bar- celona y colocado en situación sumamente crítica, hubiese procurado intimidar la ciudad con amenazas de bombar- deo, || con la mira de que la generalidad de sus habitantes, deseosos de salvar sus vidas e intereses, interpusieran su me- diación con los caudillos del movimiento para llegar a una transacción razonable que, sin desdoro del jefe de las armas, librase la población de tan espantosa catástrofe. Estamos íntimamente convencidos de que las amenazas eran suficien- tes para matar la insurrección, y que si se llegó a realizarlas fué por un lujo de crueldad tan innecesario como incom- prensible. Para evidenciar más y más estas verdades sigamos el cur- so de los acontecimientos. Tan pronto como circuló por la ciudad la noticia de que el general Van Halen estaba resuelto a bombardearla si no se efectuaba la rendición, se apoderó de la mayoría de los habitantes un terror tal, que contrastaba vivamente con el entusiasmo y denuedo que se manifestaran cuatro días an- tes. Desde aquel momento la revolución quedó muerta, por- que muere una revolución tan pronto como retrocede o vaci- la, y vaciló y retrocedió la de Barcelona porque se halló sin las simpatías y apoyo que anteriormente le dieran tanto brío y osadía. Viéndose que eran serias las amenazas del capitán ge- neral, comenzó la mediación de los cónsules extranjeros, lo que si bien infundía alguna esperanza, también indicaba la gravedad del peligro || 9 «Consulado británico de Barcelona.— 20 de noviembre de 1842.— Los subditos ingleses que se hallan bajo mi protección están en grande alarma. Creo de mi deber, bajo el carácter de cónsul, pedir a Vuestra Excelencia, según las leyes de las naciones, me dé aviso para que se retiren, si Vuestra Excelencia piensa sitiar, atacar o bombardear esta ciudad.— Tengo el honor de ser de Vuestra Exce- 166 BIOGRAFÍAS [12, 2801 Las contestaciones del señor Van Halen a los cónsules de Francia e Inglaterra no eran nada a propósito para tran- quilizar la ciudad, pues el general afirmaba en ellas que no podía garantir si haría o no fuego, ni tampoco anunciarlo con anticipación a los cónsules cuando fuese a romperlo contra la plaza, añadiendo que estaba decidido a hacerlo sin dila- ción en caso que los sublevados no se sometiesen a las leyes y al legítimo gobierno en muy corto tiempo ; previniendo que si éstos no se hallaban dispuestos a aceptar dentro de pocas horas las proposiciones que había hecho por medio de la Excelentísima Diputación, reclamasen los extranjeros el permiso de evacuar la ciudad, verificándolo lo más pronto posible. Estas comunicaciones son del 21 y por ellas se echa de ver que el general cobraba aliento y osadía en proporción que los sublevados iban cejando 10. || lencia con los más altos sentimientos vuestro obediente servidor. — Juan Story Penleaze. — A Su Excelencia el conde de Peracamps, ca- pitán general del Principado de Cataluña.» «Consulado de Francia en Cataluña. — Barcelona, 20 de noviem- bre de 1842. — Señor capitán general. — En el caso de que las hosti- lidades hayan de principiar, y por las que tenga que comenzar un bombardeo, suplico a Vuestra Excelencia se sirva manifestarme sus intenciones en los términos convenientes, a fin de preservar la vida de los numerosos franceses que residen en Barcelona. — Yo espero que esta súplica no será negada al agente de la Francia y al que ha tenido la fortuna de poner al abrigo de todo peligro la familia de Vuestra Excelencia, así como la del señor gobernador comandan- te general y la del señor jefe político. — Sírvase Vuestra Excelencia aceptar, señor capitán general, las nuevas pruebas de mi alta con- sideración.—El cónsul de Francia. — Fernando Lesseps. — Excelentí- simo señor capitán general de Cataluña.» 10 «Ejército de Cataluña. — E. M. — Yo no puedo garantir a Vues- tra Señoría si haré o no fuego, y manos anunciarle con anticipación si voy a romperlo contra la plaza, pues estoy decidido a hacerlo sin dilación, no sometiéndose los sublevados a las leyes v al legítimo gobierno en muy corto tiempo, pues los carlistas han empezado a sacar la cabeza, armándose los indultados en Vich v sus inmedia- ciones, que han quedado sin tropas; y sólo al patriotismo del Ayun- tamiento y M. N. de la misma ciudad se ha debido el que sean des- armados y puestos en prisión. Vuestra Señoría, dentro de la plaza, puede conocer si están dispuestos a aceptar dentro de pocas horas las proposiciones que he hecho por medio de la Excelentísima Dipu- tación; en caso contrario puede reclamar el permiso para que la evacúen todos los subditos de su nación, procurando que lo hagan lo más pronto posible. — Acompaño a Vuestra Señoría las alocucio- nes que he dirigido al país y al ejército, y luego que se imprima mi correspondencia con la Diputación provincial, las piezas justifica- tivas, la proclama y bando del Ayuntamiento y M. N. de Vich, se lo facilitaré a fin de que quede convencido, así como el mundo entero, de que nada he omitido para evitar más desastres.— Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Cuartel general de Sans, 21 de no- viembre de 1842.— El conde de Peracamps.— Señor cónsul de Ingla- terra en Barcelona.» «Ejército de Cataluña— E. M.— Yo no puedo garantir a Vuestra Señoría si haré o no fuego, y menos anunciarle con anticipación si voy a romperlo contra la plaza, pues estoy decidido a hacerlo sin [12, 281-283] ESPARTERO 167 Por momentos se aumentaban la zozobra y espanto en la infortunada ciudad : cuantos podían se apresuraban a huir de una mansión que de un instante a otro corría peligro de convertirse en un campo de devastación y de horror; la in- quietud estaba pintada en todos los semblantes, y si bien no faltaban algunos que abrigaban la esperanza de que no existía el verdadero || designio del bombardeo, y que sólo se trataba de amedrentar, el mayor número no prestaba cré- dito a estas palabras consoladoras, como dominado por un presentimiento de la catástrofe que había de realizarse en breves días. Y tenían sobrada razón los que abrigaban es- tos temores, los que se prometían poco de la humanidad del general. Su propósito era serio, firme, y así lo manifestaba en las comunicaciones dirigidas al gobierno, las cuales, no habiendo de ser leídas por los sublevados, no contenían va- nas amenazas, sino la fiel expresión de lo que el general intentaba : «Estoy decidido a hacer cuanto he anunciado a la Diputación provincial y a los cónsules, decía en su parte del 21 de noviembre, pero no puedo fijar el momento en que romperé el fuego contra la plaza; pues, resistiéndoseme, como es natural, el hacer la ruina de esta hermosa y rica ciudad, pienso darle un par de días para que resuelvan definitiva- mente su rendición, si antes no ocurriese el menor acto hos- til || por su parte, o supiese había estallado algún motín en otro punto del interior, en cuyo caso, a fin de sofocar esto lo más pronto posible, dándoles pocas horas de término, romperé el fuego, que no cesará hasta obtener la sumisión más completa ; pues para que la tranquilidad esté bien ase- gurado en Barcelona, y mucho más después de haber sabido dilación, no sometiéndose los sublevados a las leyes y al legítimo gobierno en muy corto tiempo, pues los carlistas han empezado a sa- car la cabeza, armándose' los indultados en Vich v sus inmedia- ciones, que han quedado sin tropas ; y sólo al patriotismo del Ayun- tamiento y M. N. de la misma ciudad se ha debido el que sean des- armados y puestos en prisión. Vuestra Señoría, dentro de la plaza, puede conocer si están dispuestos a aceptar dentro de pocas horas las proposiciones que he hecho por medio de la Excelentísima Dipu- tación; en caso contrario puede reclamar el permiso para que la eva- cúen todos los subditos de su nación, procurando que lo hagan lo más pronto posible. — Ya he manifestado a Vuestra Señoría mi gra- titud por cuanto ha hecho para salvar a mis hijas y otras señoras de las manos de los sublevados, que tuvieron la osadía de arran- carlas a viva fuerza bajo el pabellón francés; éstas las repito, lo mismo que al comandante Gatier, que tanto se desvela por su cui- dado.—Acompaño a Vuestra Señoría las alocuciones que he dirigido al país y al ejército, y luego que se imprima mi correspondencia con la Diputación provincial, las piezas justificativas, la proclama y bando del Ayuntamiento y M. N. de Vich, se lo facilitaré a fin de que quede convencido, así como el mundo entero, de que nada he omitido para evitar más desastres. — Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Cuartel general de Sans, 21 de noviembre de 1842.— El conde de Peracamps.— Señor cónsul de Francia en Barcelona.» 168 BIOGRAFÍAS [12, 283-284] por experiencia lo que vale un pueblo cuando quiere hostili- zar la guarnición, o ésta ha de ser muy numerosa, o no puede haber un solo habitante armado, hasta que se acostumbre al uso de la verdadera libertad.» Y es notable que el general abrigase designios tan terri- bles, cuando él mismo confesaba que no era obra del mo- mento acceder a sus exigencias, aun cuando se hubiese que- rido de buena fe. «Conozco que en el estado de Barcelona, decía en el parte arriba citado, aun cuando de buena fe (cosa que jamás podría esperar de los que han dirigido y ejecuta- do esta revolución) quisiesen hacer lo que ofrece la Diputa- ción provincial, no es obra del momento ; mas, sin embargo, más dilación en romper el fuego de las cuarenta y ocho ho- ras que me propongo la creería excesiva, y así mañana por la mañana advertiré que si a las doce del día siguiente no está completamente sometida la ciudad, en aquella hora romperé el fuego y no cesará hasta conseguirlo.» Si conocíais que le era imposible a la ciudad el someter- se desde luego, aun cuando hubiese querido de buena fe, ¿con qué principios de justicia y de humanidad os atrevíais a sumir en llanto y luto a una población de ciento sesenta mil almas, y a destruir e incendiar incalculables intereses? || Supuesta la actitud que había tomado el capitán general y el desaliento y postración que habían cundido por la ciu- dad, era preciso optar entre dos medios : o tratar seriamente de una transacción, apresurando cuanto fuese posible un desenlace pacífico, o crear una situación enteramente revo- lucionaria, saltar por encima de todas las consideraciones y miramientos, romper todas las negociaciones, mandar bajo severas penas que nadie se atreviese a comunicar con el enemigo, retándole al propio tiempo para que comenzase el fuego cuanto antes, provocándole a 'ello con el toque de re- bato. Este último medio era sin duda terrible ; de un mo- mento a otro podía poner la ciudad en espantoso conflicto ; pero los acontecimientos habían llegado a una crisis en que era preciso resolverse por la paz o por la guerra ; y esto sin vacilar, porque nada había peor que la prolongación de aquel estado de agonía en que ni se alcanzaba rti alcanzarse podía un momento de tranquilidad, ni se atajaba el inminente riesgo. Los directores del movimiento no comprendieron su po- sición ; todo se hizo a medias ; el general se fué envalento- nando, y, lo que es más sensible, no se pudo evitar la espan- tosa catástrofe. El día 20 de noviembre se publicaron los nombres de los señores que debían componer la Junta consultiva ; y en la alocución que precedía a la expresada lista manifestaba la [12, 284-2861 ESPARTERO 169 Junta central de gobierno su propósito de llevar adelante la revolución del 15 de noviembre u. || Mientras la Junta de gobierno manifestaba al público que la Junta consultiva había sido creada para vencer, la Dipu- tación provincial comunicaba al general Van Halen que la misma Junta había sido nombrada || para transigir, como se infiere evidentemente de la comunicación que le dirigía con la misma fecha del 20. Era de todo punto imposible que triunfase ni marchase una revolución que consentía a su lado un poder que hablaba de transacciones con el jefe de las fuerzas sitiadoras. Creemos que en esto mediaban inten- ciones leales y miras filantrópicas ; mas por esto no es me- nos claro que con un sistema tan indeciso y vacilante sólo se conseguía complicar más y más la situación, no adelan- tándose mucho para llegar a un desenlace pacífico, y ha- ciendo entender al general que la ciudad, de altiva e impe- tuosa, había pasado a medrosa y suplicante. La Junta de go- bierno, ¿quería transigir o no? Si lo primero, era preciso ponerse francamente de acuerdo con la Junta consultiva y 11 «Catalanes: He aquí la lista de los señores consultores que, elegidos por los electores de cuarteles, y cuyos nombres, esculpidos con letras de oro, legaremos a la posteridad, han de formar nuestra sabia, justa y fraternal Junta consultiva. »Ya nos lanzamos sin temor a la arriesgada empresa que motivó nuestra decisión y patriotismo. Si, sus sabias lecciones, sus sanos consejos nos conducirán, no hay duda, a nuestra salvación y pros- peridad. Seguros podemos decir, si bien lamentando las tristes víc- timas, TRIUNFAMOS. ¡Promovimos la revolución del QUINCE DE NOVIEMBRE ! Y si nuestras débiles fuerzas nos hicieron vacilar en obtener un feliz resultado, diremos con orgullo : «Con el apoyo, con las luces de nuestra Junta consultiva, alcanzamos la victoria.» ¡Qué mayor gloria, qué mayor dicha que juntos ceñir los laureles! »Oíd la expresión del pensamiento barcelonés. »1. D. José Xifré, propietario. — 2. D. José Maluquer, abogado y propietario. — 3. D. Jaime Badía, propietario y comerciante. — 4. Don Francisco Viñas, propietario y comerciante. — 5. D. Agustín Yáñez, catedrático de farmacia. — 6. D. Tomás Coma, comerciante y fabri- cante.— 7. D. Juan Agell, propietario— 8. D. Juan Monserdá, mer- cader.— 9. El brigadier Moreno de la Peña, militar. — 10. D. Juan Tomás Alfaro, magistrado. — 11. D. Valentín Llozer, magistrado y propietario.— 12. D. Juan Güell, comerciante.— 13. D. Pablo Torrens y Miralda, comerciante. — 14. D Valentín Esparó, fabricante y pro- pietario. — 15. D. Manuel Torres y Serramalera, comerciante. — 16. D. Macario Codoñet, mercader y propietario. — 17. El marqués de Lió. — 18. D. Vicente Zulueta. arquitecto. — 19. D. Ignacio Sanpons, abogado y propietario. — 20. D. Eleodoro Morata, militar. — 21. Don Bernardo Muntadas, fabricante y propietario. — 22. D. Nicolás Tous, fabricante y propietario. — 23. D. Pedro Terrada, médico y propieta- rio.— 24. D. Jaime Codina, farmacéutico — 25. D. Salvador Arólas, mercader.» »Barcelona, 20 de noviembre de 1842.— El presidente, Juan Ma- nuel Carsy. — Fernando Abella. — Ramón Cartro. — Antonio Brunet — Jaime Vidal y Gual. — Bernardo Xinxola. — Benito Garriga. — José Prats. — Jaime Giral, secretario.» 170 BIOGRAFÍAS [12. 286-287] con la Diputación provincial, ocuparse en calmar los ánimos y tomar las medidas más conducentes para preparar la so- lución definitiva; si lo segundo, entonces no debía permitir que la Diputación se dirigiese al capitán general con propo- siciones pacíficas, antes debía intimarle que o tomase parte directa en la revolución o que se retirase. Atenerse en un término medio era prolongar la agonía de la ciudad sin pro- babilidad de alcanzar ningún resultado, porque bien podía conocerse que en la situación en que se encontraba el gene- ral Van Halen no bastarían a cambiar su resolución las re- presentaciones y súplicas de la Diputación provincial. ¿Qué concepto debió de formar de la situación de la ciudad el jefe de las fuerzas sitiadoras, cuando de una parte leía la proclama de una Junta de gobierno animando a los habi- tantes con la esperanza de triunfo, y de otra se hallaba con || las amistosas representaciones de la Diputación, y con la súplica de que no ensordeciera a los gritos de la huma- nidad, asegurándole que se trataba de los medios de conci- liar el restablecimiento del orden con el derecho que asiste a la población, para manifestar sus quejas y necesidades, y se le lisonjeaba con la esperanza de que instalada la Junta consultiva se allanarían muchas dificultades, facilitándose un pronto y feliz desenlace? 12 || 12 «Diputación Provincial de Barcelona.— Excelentísimo señor.— Antes de recibirse el oficio di Vuestra Excelencia de hoy, el instin- to de sensatez de este vecindario y la intención de la Junta popular se habían combinado felizmente para la elección de las personas más notables que, representando a todas las opiniones e intereses, se ocupasen en los medios de conciliar el restablecimiento del orden con el derecho que asiste a la población para manifestar sus quejas y necesidades, formando una Junta que debe instalarse mañana con la denominación de auxiliar consultiva. — Sus nombres continuados en el adjunto impreso son la prueba más relevante del buen espí- ritu público de esta hermosa cuanto desgraciada capital, cuyos ha- bitantes en medio y después de las últimas lamentables escenas han acreditado de un modo positivo, no sólo el más alto grado de civili- zación y cultura, sino la nobleza y generosidad de sus sentimien- tos, tratando a los prisioneros con la mavor fraternidad y deján- dolos en la misma libertad que a los demás ciudadanos. — Estas circunstancias, cuya realidad no puede esconderse a Vuestra Ex- celencia como testigo ocular de los sucesos, y la consideración de los grandes intereses que encierra esta vasta población, alejan de todo pecho sensible el funesto presentimiento de que pueda veri- ficarse la amenaza de someterla a la obediencia del poder central por cuantos medios permite en otras situaciones el derecho terri- ble de la guerra. No consiste la ciencia del gobierno en el simple aparato y ejercicio de la fuerza material contra los pueblos que con razón o sin ella intentan desobedecer a las autoridades consti- tuidas. Un examen filosófico de las causas conduce naturalmente al hallazgo de los remedios; y de éstos el mejor sin duda es seguir con calma y prudencia el curso de los acontecimientos, a fin de pro- curarles una solución suave, tranquila y honrosa a todos sus auto- res.— Grande es el paso que se ha dado con el nombramiento de 112. 288-289] ESPARTERO 171 Es bien extraño que la Junta, toda vez que se había eri- gido en gobierno, permitiese comunicaciones continuas en- tre la Diputación y el capitán general, y que así consintiese que en el recinto por ella dominado se desconociese abierta- mente su autoridad, perdiendo de esta manera la fuerza y energía, únicas condiciones que en tales casos pueden sacar airoso a quien se ha empeñado en una crisis extraordinaria. Sin embargo, las comunicaciones continuaron cada día más activas, y los parlamentos del general dirigidos a la Diputa- ción entraban y salían a cada momento, || aumentando con- siderablemente la alarma y haciendo cundir la desconfianza de la victoria cuando se veía que se estaba tratando de com- posición amistosa. Sabedor el general Van Halen del efecto que producían en la ciudad sus continuas y terribles amena- zas, proseguía menudeándolas y tomando por instantes una actitud más imponente. «Me proponía, dice él mismo, que la alarma continua en que los tenía por temor de las bom- bas aumentase el número de sus enemigos, haciendo de este modo más difícil el que, aprovechando la abundancia de elementos que había en Barcelona, se organizasen de tal modo, que hubiesen podido hacer mucho más larga la resis- tencia» ; y lo conseguía en efecto, pues que la insurrección iba perdiendo por instantes su concepto y prestigio. Pocos' eran los que esperaban que se obtendría algún resultado ; los deseosos de la paz ansiaban por una capitulación pronta, y los que anhelaban que se derribase de aquella vez a Es- partero contemplaban con dolor aquella prolongación de un estado indefinible, que tenía a la ciudad en intolerables an- tantos ciudadanos respetables por su saber, arraigo, probidad y ci- vismo. La Diputación espera que con él se allanarán muchas' difi- cultades, facilitándose la consecuencia de un pronto y feliz desenla- ce, objeto común de los votos de Vuestra Excelencia y de todo español que anhele por la prosperidad y ventura de su patria. Tan- ta por esta causa como porque al efecto continúa la Diputación practicando todos los medios que se hallan a su alcance en la redu- cida esfera de su autoridad y posición que ocupa, le es imposible dar a Vuestra Excelencia por ahora una contestación tan satisfac- toria y general como hubiera apetecido, pero no duda que Vuestra Excelencia se hará cargo de la triste situación en que se ven to- das las clases de esta laboriosa y culta ciudad, en nombre de las cuales, de la humanidad y de la patria, a cuyo grito jamás Vuestra Excelencia ha ensordecido, no puede menos de recomendarle las vidas y fortunas de esta escogida porción de sus representados, con la esperanza de encontrar en el filantrópico corazón de Vuestra Ex- celencia la más favorable acogida. — Dios guarde a Vuestra Excelen- cia muchos años. Barcelona, 20 de noviembre de 1842. — Excelentí- simo señor.— El presidente accidental, José Pascual— José Borrell. Manuel Torrents. — Félix Ribas. — Manuel Cabanellas. — Antonio Gi- berga. — José Llacayo. — Manuel Pers. — José Vergés. — Manuel To- rrents.— Franciseo Soler, secretario. — Excelentísimo señor capitán general de este distrito militar.» 172 BIOGRAFÍAS [12, 289-291] gustias y que al fin no debía producir otro efecto que aca- rrearle una catástrofe. Dirigiéndose el general al pueblo de Sans se colocaba en posición más ventajosa y más a propósito para amenazar de cerca la ciudad y aumentar si cabía su zozobra y alarma. Establecido en dicho punto dirigió, con fecha 21 de noviem- bre, otra comunicación a la Diputación provincial, repitien- do sus acostumbradas amenazas, haciéndolo de una manera muy apremiante, fundado en que la unión de los carlistas, republicanos y moderados para destruir la Constitución || y el gobierno existente no podía dar otro resultado que con- ducirnos al espantoso absolutismo. No sabemos dónde veía el general Van Halen a los carlistas hostilizándole ya dentro de la ciudad, ya en el resto del Principado. En la misma tar- de del 15 nos dice Su Excelencia que concurrieron a la Ram- bla un gran número de personas que, aunque sin armas la mayor parte, se conocía las acababan de tener en la lucha, así como se veía en sus semblantes el odio a las tropas, y que entre estas gentes se encontraban, con aire de satisfacción, infinidad de personas pertenecientes a los partidos moderado y hasta carlista. Como suponemos que Su Excelencia no estaría en aquella tarde con ánimo muy tranquilo para an- dar mirando si los semblantes eran de exaltado, moderado o carlista, y qué, por otra parte, atendida su posición, no era natural que conociese personalmente a estas gentes, nos in- clinamos a creer que los emisarios le informarían mal, pues no podemos persuadirnos que Su Excelencia faltase a la ver- dad. Como quiera, lo cierto es que la ciudad de Barcelona en masa vió con sus ojos si eran o no los carlistas los que hostilizaron a las tropas; y hasta se puede añadir que, para quien conozca el espíritu de la población y las particulares circunstancias en que se encontraba al estallar la insurrec- ción de noviembre, será tan extraña la imputación hecha por el señor Van Halen a los carlistas, que no merecerá la pena de ser refutada y desmentida, de puro extravagante y ri- dicula. Pues ¿que no sabemos todos qué opiniones profesa- ban los que rompieron el fuego contra la tropa, los que lo continuaron, los que se pusieron al frente del movimiento? || En cuanto a los moderados, a quienes no escasea el señor Van Halen las acriminaciones, bien puede asegurarse que no le hostilizaron, que no fueron ellos quienes comenzaron el levantamiento, ni quienes le sostuvieron por algunos días. Las personas más conocidas e influyentes de dicho partido pertenecen casi todas a las clases más acomodadas y tienen, por consiguiente, poca afición a los disturbios. Mucho menos son a propósito para empuñar el fusil y batirse con la tropa en las calles y en las plazas. En sobreviniendo una crisis, su primer paso suele ser poner en salvo sus familias, retirar sus [12, 291-292] ESPARTERO 173 intereses y abandonar la ciudad amenazada. En aquellas cir- cunstancias en que la insurrección dominaba dentro, el ge- neral intimidaba desde fuera, y en que el cañón de Mont- juich podía tronar de un momento a otro, bien seguro podía estar el jefe de las fuerzas sitiadoras que los moderados de Barcelona no formaban proyectos de resistencia: unos ha- bían salido ya, otros trabajaban por salir. La situación del general era cada día más ventajosa ; las comunicaciones de la Diputación eran más explícitas en fa- vor de un arreglo amistoso, siendo notable que con fecha del 21 decía esta corporación que desde el momento que se reunió por mandato de la Junta popular y directiva, cono- ció la necesidad de calmar la efervescencia de las pasiones y disponer los ánimos al restablecimiento del orden, y que para el logro de este patriótico objeto no había perdonado ni perdonaba medio alguno. Estas palabras tan conciliadoras las acompañaba la Diputación con poderosas reflexiones para impedir que no se llevase a cabo || el horroroso intento de bombardear la ciudad 1S. Con el oportuno recuerdo de la conducta que observaron los franceses en el asedio de 1823, la consideración de que 13 «Ejército de Cataluña. — E. M. — Diputación provincial de Bar- celona.— Excelentísimo señor. — Desde el momento que la Diputación se reunió por mandato expreso de la Junta popular y directiva, co- noció la necesidad de calmar la efervescencia de las pasiones y dis- poner los ánimos al restablecimiento del orden. A este patriótico objeto no ha perdonado ella ni perdona medio alguno, y con el mismo ha tenido el honor de dirigirse a Vuestra Excelencia en va- rias comunicaciones. La Diputación no desconfía de llegar, auxi- liada de las luces, sensatez y patriotismo de las personas influyentes nombradas por el pueblo, a un término tan apetecido de todos los hombres honrados ; pero Vuestra Excelencia, conocedor de las revo- luciones y del corazón humano, debe considerar que un cambio tan absoluto no puede ser repentino, sino obra de la convicción, que para formarse necesita algún tiempo. Se hace preciso, pues, que Vuestra Excelencia evite aquellas medidas extremas autorizadas por el derecho de la guerra en ciertas ocasiones, y particularmente en guerras extranjeras; pero reprobadas por la humanidad y por el in- terés nacional, y jamás puestas en práctica en casos como el nues- tro en las naciones cultas, siendo esto tan positivo que en el año de 1823, a pesar de ser extranjeros los que asediaban esta bella, rica y populosa ciudad, no llegaron al extremo fatal de arrojar con- tra ella proyectiles destructores. — Si por estas cortas pero podero- sas reflexiones no se resuelve Vuestra Excelencia a obrar según los deseos que la misma Diputación deja manifestados, la Europa entera ahora, y a su tiempo la historia imparcial, juzgarán a Vues- tra Excelencia y decidirán a quién fué debido el éxito feliz o des- graciado de los acontecimientos. — Con lo que se contesta al oficio de Vuestra Excelencia de hoy. — Dios guarde a Vuestra Excelencia mu- chos años. — Barcelona, 21 de noviembre de 1842. — Excelentísimo sí- ñor. — José Borrell. — José Pascual — Francisco Bohigas — Félir Ribas Manuel Pers. — José Vergés. — Manuel Cabanellas. — Manuel Torrents. José Llacayo. — Antonio Giberga. — Francisco Soler, secretario. — Ex- celentísimo señor capitán general de este distrito.» BIOGRAFÍAS [12, 292-2941 no era posible llegar de repente a un cambio tan absoluto en la opinión para obtener un || desenlace pacífico, la segu- ridad de que la Diputación, auxiliada por las luces, sensatez y patriotismo de las personas influyentes nombradas por el pueblo, procuraba secundar los deseos del general para po- ner término a aquella situación tan violenta, se obtuvo de éste un pequeño plazo, bien que acompañado con la ame- naza de que si el 24, al amanecer, la ciudad por sí misma no había restablecido el orden y dado las garantías necesarias que no dejasen motivo a desconfiar del cumplimiento de sus ofertas, se rompería el fuego hasta conseguir su sumi- sión 14. || Es imposible describir el terroroso efecto que produjo en la ciudad la difásica de esta noticia. Estaba ya fijado el día para la horrible catástrofe, estaba señalada la hora, ya no era posible impedirlo sino prestándose a una condición que en tan breve tiempo ho era dado realizar. La consternación, el espanto tenían embargados los ánimos, mayormente sien- do tantos los obstáculos que encontraban los que deseaban abandonar la ciudad. " «Ejército de Cataluña — E. M. — Excelentísimo señor. — Des- pués de cuanto tengo dicho a esa Excelentísima Diputación provin- cial, nada me queda que añadirle. Nadie me gana en sentimientos de humanidad, ni en interés por esa hermosa y desgraciada pobla- ción, pero la salud de la patria y el sostenimiento del trono de Isabel II, de la Constitución que hemos jurado y de la Regencia me impone el sagrado deber de someter la ciudad al orden legal. He hecho más de lo que estaba a mi alcance para evitarle males: mi deseo es conseguirlo sin más desgracias, y si fuesen sinceros los que dirigen los acontecimientos de Barcelona, nada más fácil que lograrlo. — El sacrificio de un pueblo que así lo quiere es preferente a la suerte de toda una nación ; lo que ha hecho Barcelona es re- probado por todo ella, incluso el resto del Principado, probándolo en parte el manifiesto que acaba de publicarse en Tarragona, el del Ayuntamiento de Vich, y cuantos datos recibo de todos los de- más puntos del Principado; desde Zaragoza se me han ofrecido to- dos los recursos de Aragón para apoyar nuestros juramentos; por lo tanto, me haría hasta criminal si omitiese los medios que tengo a mi alcance para reducir a la obediencia a los autores de tantas desgracias. Así, pues, anuncio a esa Corporación que si para el jue- ves, 24, al amanecer, esa ciudad por sí misma no ha restablecido el orden y dado las garantías necesarias que no dejen motivo a des- confiar del cumplimiento de sus ofertas, se romperá el fuego hasta conseguir su sumisión ; entonces, los que hayan podido impedir desastres que yo deploro más que nadie serán responsables de ellos ante la ley, ante Dios y antt' el mundo entero. — No pido otra cosa al pueblo de Barcelona que la fidelidad a sus juramentos. »Se me ha dicho desde el primer momento que éstos eran sus mismos deseos; y a una porción de personas influyentes de Barce- lona en estos acontecimientos no les es dado dictar leyes a la na- ción : éstas se hacen en las Cortes y por todos sus representantes, de otro modo no hay sociedad posible. — Dios guarde a Vuestra Ex- celencia muchos años. Cuartel general de San Feliu de Llobre- gat, 22 de noviembre de 1842. — El conde de Peracamps. — Excelen- tísima Diputación provincial de Barcelona.» [12, 294-295] ESPARTERO 175 El insistir el general en su malhadado propósito, la repe- tición incesante de la cruel amenaza, si bien producía el efecto de desaliento y postración en la mayoría de los habi- tantes, también comenzaba a irritar algunos ánimos, lleván- dolos al furor de la desesperación. Ya hemos visto cuán amistosas eran las comunicaciones de la Diputación provin- cial, cuán comedido el lenguaje con que se dirigía a un hom- bre que, ciego de cólera, se obstinaba en no escuchar los con- sejos de la prudencia y de la humanidad. Levantaba la in- dignación el pecho al ver que un general que mandaba fuerzas españolas se iba a arrojar al inaudito atentado de re- ducir a cenizas una de las más ricas y más bellas ciudades españolas. Así es que la ¡| misma Diputación no pudo menos de cambiar su lenguaje, dirigiéndose al general con tono más firme que no lo había hecho hasta entonces, haciéndole sen- tir lo inhumano y horrible de la medida que se proponía consumar. Acto bárbaro e insensato apellidaba la Diputa- ción al bombardeo, amenazando que la execración del mun- do civilizado y la de la imparcial historia aguardaban inde- fectiblemente a los que por un ciego frenesí o funesto ren- cor habrían aconsejado o dispuesto semejante barbarie, y que sobre sus cabezas caería de gota en gota la sangre de las víctimas inocentes sacrificadas a su venganza e inmora- lidad I5. || 15 «Núm. 3. Diputación provincial de Barcelona — Excelentísimo señor. — En los varios escritos que la Diputación ha tenido el honor de dirigir a Vuestra Excelencia sobre la situación actual de Barcelo- na ha procurado inculcarle que todos los principios de sana política, los sagrados derechos de la humanidad y el ejemplo mismo de uno de los instrumentos de que se valió la Santa Alianza para la reduc- ción de esta plaza al gobierno absoluto condenaban los espantosos medios que Vuestra Excelencia parecía dispuesto a adoptar hasta haber vuelto las cosas al ser y estado en que se hallaban antes del 15 de este mes. El bombardeo de una ciudad, acaso la más pre- ciosa joya de la nación española, sería un acto tan bárbaro e in- sensato (fuerza es ya decirlo así) que la Diputación, cualquier hombre nacido con un corazón recto y sensible, se resistiera a creer- lo, si Vuestra Excelencia en su oficio de hoy no anunciase de nuevo su ejecución, y precisamente para el jueves próximo, despreciando el juicio de los contemporáneos y de la imparcial posteridad. Este cuerpo provincial se halla ya en el caso de traer la cuestión a su verdadero terreno y de indicar a Vuestra Excelencia el único me- dio tal vez posible de facilitar su decoroso término. Nacida de una lucha entre el pueblo y sus autoridades, que no lograron dominar la situación, contando con fuerzas y recursos de que esta Diputa- ción carece, ha venido al punto de no poderse determinar pacífica y honrosamente, sino con la intervención de personas extrañas a los acontecimientos. Pensar que un pueblo sublevado quiera tratar con los mismos hombres de quienes ha recibido verdaderos o supues- tos agravios, es desconocer las revoluciones y la índole del corazón humano. Por otra parte, abiertas están las Cortes, en donde el go- bierno no podrá menos de sufrir enérgicas y merecidas interpela- ciones. Negocio de tanto bulto bien debiera ser consultado por Vues- 176 BIOGRAFÍAS [12, 296-297] El deseo de salvar las vidas y haciendas de sus respecti- vos subditos, animado y avivado por la compasión que ins- piraba la infortunada ciudad, motivó la famosa reclamación de los cónsules extranjeros residentes en Barcelona, en que demandaban más tiempo, procurando juntamente inclinar el ánimo del general a que no se decidiera a consumar una catástrofe que, como decían los cónsules, era espantosa e inaudita. Aquella comunicación, que era una solemne protesta de la civilización europea contra un acto bárbaro || que la afligía y deslustraba, nada pudo obtener del señor Van Halen. «Re- soluciones de esta naturaleza, decía contestando a los cónsu- les, me es muy duro tomarlas, pero como ellas son produci- das por la convicción y por el deber, una" vez anunciadas ja- más me vuelvo atrás, si por parte del enemigo no se dan suficientes garantías que hagan conocer la sinceridad de sus ofertas.» Sin embargo, es de sospechar que el general no es- taba a la sazón tan animoso y resuelto como aparentaba, pues que cuando de una parte decía a los cónsules que no le era posible revocar su resolución y que las personas que quisiesen salir con sus efectos preciosos bien podían hacerlo en barcos de cruz remolcados por los tres vapores en el tiem- po que quedaba hasta mañana al ser de día, se ablandó al- gún tanto con las palabras fuertes y enérgicas que le dirigió la Diputación, como se echa de ver por el tono conciliatorio y suave que emplea en su comunicación de fecha 23 de no- viembre 16. tra Excelencia. ¿Y qué ministro querrá tomar sobre sus hombros la responsabilidad del bombardeo de Barcelona? Ya que Vuestra Excelencia tiene prevenido a este cuerpo provincial que no se val- ga de la mediación de los señores cónsules, significando que los extranjeros no pueden abrigar sentimientos de benevolencia hacia nuestra patria, séale lícito manifestar que el pensamiento de anona- dar a esta bella, rica e industriosa capital, sólo puede ser sugestión de los mismos extranjeros interesados en la ruina de nuestras fá- bricas y de cuyos perversos designios se haría Vuestra Excelencia instrumento. Pero la Diputación repite que la execración del mun- do civilizado y la de la imparcial historia aguarda indefectiblemen- te a los que, por un ciego frenesí o un funesto rencor, habrán acon- sejado o dispuesto semejante barbarie, y que sobre sus cabezas cae- rá de gota en gota la sangre de las víctimas inocentes sacrificadas a su venganza e inmoralidad. — Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. — Barcelona, 22 de noviembre de 1842. — Excelentísimo señor. — El presidente accidental, José Pascual. — Félix Ribas. — Ma- nuel Cabanellas. — José Borrell — Manuel Torrents. — Francisco Bohi- gas. — José Vergés. — Antonio Giberga. — Manuel Torrents. — Francisco Soler, secretario —Excelentísimo señor capitán general de este dis- trito.» 16 «Núm. 4. Ejército de Cataluña. — E. M. — Excelentísimo señor. — Para conocimiento de esa Diputación y el de todos los hombres que en Barcelona pueden influir para evitar los desastres que amenazan le acompaño un ejemplar del manifiesto de la Diputación provincial [12, 297-299J ESPARTERO 177 % Es verdad que con la misma fecha se dirigió a la || Dipu- tación procurando sincerarse de los cargos que ésta le ha- bía hecho y disculpando su conducta para el caso que hu- biese de realizar el bombardeo. Mas, a pesar de todo, se echa de ver que había cejado en vista de la actitud resuelta que acababa de tomar la Diputación, pues que para no rom- per el fuego ya no exigía que se le rindiese desde luego la ciudad, sino únicamente que se permitiese la salida a todos los jefes y oficiales que capitularon o fueron cogidos en sus casas y alojamientos, con sus armas, equipo y cuanto les perteneciese, como y también a los demás militares y em- pleados de los otros ramos que quisiesen verificarlo. Esta conducta, después de tan perentorias intimaciones, indicaba bastante claro que si, toda vez que no se quería capitular por de pronto, no se hubiese manifestado tanto te- mor a las bombas y se hubiese tomado una actitud imponen- te y amenazadora, es probable que el jefe enemigo lo hubie- ra meditado mucho antes de resolverse a dar la orden fatal, y que si a tanto llegara, conservando aún algunos elementos de vida la insurrección de Barcelona, quizás se reanimara con la exasperación y, combinándose la irritación que en todo el Principado debía producir el bombardeo, tal vez se promoviera el levantamiento que amenazó con tan graves síntomas en la tarde del 3 de diciembre y que contribuyó no poco a que Espartero mandase cesar el fuego, apresurándo- se a penetrar en la ciudad. Mucho dudamos que lo hubiese pasado bien el general Van Halen si el bombardeo comen- zara al amanecer del día 24: sus fuerzas eran pocas, su prestigio ninguno ; hallábanse todavía al frente de || la in- surrección los jefes del movimiento ; la milicia nacional no estaba ni de mucho tan desorganizada como el día 3 de di- ciembre ; en el casco de la ciudad había muchos más hom- bres capaces de empuñar las armas, no se habían verificado aún las reacciones interiores que se encaminaban a una transacción ; y, sobre todo, se abrigaba todavía no poca es- peranza de que el levantamiento sería secundado en otros puntos de España ; no existía ni de lejos la convicción dolo- rosa y desesperante de que Barcelona quedaba enteramente de Tarragona, y original, para que no quede la menor duda, la co- municación que acabo de recibir de la de Lérida. Ahórreme esa hermosa población el grande sacrificio que la patria y mi deber me exigen; concluyamos con abrazarnos como hermanos, aseguran- do para lo sucesivo la paz en Barcelona de un modo estable, cosa que tanto necesita para su riqueza, aumento de su industria y fo- mento del comercio. — Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. — Cuartel general de San Feliu de Llobregat, 23' de noviembre de 1842. — El conde de Peracamps. — Excelentísima Diputación pro- vincial de Barcelona» 12 178 BIOGRAFÍAS [12, 299-300J sola, desamparada, abandonada a todo el horror de su in- fausta suerte. La situación del general, su conducta y su lenguaje, todo contribuía a persuadir que si se le hubiese echado el guante para el día 24, si se le hubiese negado lo que exigía de que se permitiese salir a todos los jefes y oficiales que capitu- laron o fueron cogidos en sus casas y alojamientos, y a los demás militares y empleados, no se hubiera atrevido a rom- per el fuego. Desde el momento que cediera, que vacilara ante la im- ponente actitud tomada de nuevo por la revolución, estaba irremisiblemente perdido: dando un paso atrás hubiera en- contrado un abismo. La Junta creyó conveniente ceder a las exigencias, ha- ciendo que la Diputación pudiese contestar al general de una manera satisfactoria 17. || Bien pronto se pudo conocer el mal efecto producido por semejante conducta, pues que el lenguaje del general, en su comunicación de fecha 23 de noviembre, se hacía mucho más exigente que en la anterior, queriendo que salieran de la ciudad hasta los sargentos, cabos, soldados, tambores y cornetas, alegando que éste era el sentido de su primera co- municación, pero que al poner en limpio el borrador se ha- bía omitido la palabra tropa. Este olvido es bien notable en documentos que naturalmente debieron de copiarse con mu- cho cuidado, siendo más extraño que cabalmente el descuido 17 «Núm. 6. Diputación provincial di Barcelona. — Excelentísimo señor. — La Diputación provincial, tan luego como se ha enterado de los dos oficios que Vuestra Excelencia se ha servido pasarla con fecha de hoy, ha enviado una comisión di su seno a la Junta po- pular directiva, para que en vista de lo manifestado por Vuestra Excelencia resolviera lo que esta Diputación podría contistar con certeza y seguridad, y ha tenido la satisfacción de saber que la Junta había dado hasta ahora pasaporte a cuantos jefis oficiales, empleados y demás dependientes del ejército lo han solicitado con- forme a las capitulaciones ; y que iba a publicar un bando para que acudieran a pedirlo los restantes, tanto capitulados como no, dependientes del gobierno, que libremente quieran salir de esta ciudad, seguros de que sí les librará para donde apetezcan. La Diputación se lisonjea de haber contribuido tan directamente al logro de los deseos de Vuestra Excelencia en esta parte, y está pronta, como tiene indicado, a cooperar en lo que pueda a cuanto convenga al feliz desenlace de tan tristes acontecimientos. Con lo cual contesta esta Diputación a sus dos citados oficios, reservándose hacerlo sobre ciertos extremos del último recibido que la han afec- tado sensiblemente. — Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. — Barcelona, 23 de noviembre de 1842. — Excelentísimo señor. — El presidente accidental, José Pascual. — Félix Ribas. — José Borrell. Manuel Cabanellas. — Antonio Giberga. — Manuel Torrents. — Francis- co Bohigas.—José Vergés. — Manuel Torrents. — Francisco Soler, se- cretario.— Excelentísimo señor capitán general de este distrito mi- litar.» [12. 300-3021 ESPARTERO L79 recayese sobre la palabra tropa, es decir, sobre la que conve- nía callar por de pronto para tantear primero el ánimo de la Junta y ver si se prestaba a la exigencia de la salida de los jefes, || con la idea de exigirle luego que soltase también la tropa. Se había conocido ya que las bombas hacían mie- do, y así es que, empleando un lenguaje altanero y resuelto, decía el señor Van Halen : «Prevengo por última vez que si para las doce del día de mañana no se hallan incorporados en este ejército todos sus individuos existentes en Barcelo- na, en la forma que llevo referida, más cuantos empleados por el gobierno quieran salir de la plaza, a esa misma hora infaliblemente se romperá el fuego.» Parécenos que, teniendo enfrente un general que recu- rría al medio de alegar que se había omitido al poner en lim- pio el borrador la palabra más capital que éste comprendía, y que logrado parte de su objeto continuaba en sus exigen- cias y amenazas, hubiera sido mejor no amedrentarse tanto por la infalibilidad de la hora, y reflexionar que la salvación de la ciudad no estribaba en ceder el terreno a medida que el enemigo avanzaba, sino o en resolverse francamente a ca- pitular o en prepararse para vigorosa defensa. Muy al con- trario, el secretario de la Diputación le escribía con premu- ra al general, suplicándole por Dios que suspendiese siquiera por una hora dar la seña para el bombardeo 18, y en seguida se le contestaba de la manera más satisfactoria, prestándo- se || a todas las condiciones que se había servido imponer I9. 18 «Núm. 3. Diputación provincial de Barcelona. — Mi apreciado general : Le ruego por Dios tenga la bondad de suspender siquiera por una hora dar la seña para el bombardeo, pues se está acabando de convenir en los medios de darnos el fraternal abrazo que con Vuestra Excelencia deseamos. Creo quedará Vuestra Excelencia sa- tisfecho de lo que espero comunicarle antes de una hora, que pasa- ré a ésa quizás acompañado. — Suyo, Francisco Soler. — Son las diez y media da la mañana del 24.» 19 «Núm. 4. Diputación provincial de Barcelona. — Excelentísimo señor. — Hasta las ocho de esta mañana no se ha podido hacer pre- sente a la Junta popular directiva el oficio de Vuestra Excelencia recibido a las once y media de la noche pasada, y de que fué con- ductor el secretario de esta Diputación, pues en aquella hora no se hallaba reunida dicha Junta, la cual acaba de asegurar a este cuerpo provincial que hace desde luego extensivo el adjunto aviso a todas las clases de tropa que Vuestra Excelencia enumera, entregándoles pase libre juntos o individualmente para salir de esta ciudad, por si quieren reunirse al ejército del digno mando de Vuestra Exce- ' lencia. La Diputación ha dado este nuevo paso en obsequio a esta desgraciada población y a los vivos deseos que la impulsan para evitar la ruina de la industria del país y los terribles males que amenazan al vecindario.— Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos anos. Barcelona, 24 de noviembre de 1842.— Excelentísimo señor — francisco Bohigas — José Borrell— Manuel Torrents.— Manuel Caba- nellas.— Félix Ribas.— José Vergés.— Francisco Soler, secretario.— excelentísimo señor capitán general de este distrito » 180 BIOGRAFÍAS [12, 302-304] Lástima daba el curso que iban siguiendo las negociacio- nes: primero se exige la salida de los militares, después la de la tropa, y por fin se quiere que ésta vaya a reunirse al ejército sitiador con armas, vestuario y equipo. Para quien no desease capitular al instante era ya humillarse en dema- sía el prestarse a tamañas exigencias, y así es que se acordó tomar una resolución definitiva en una reunión de alcaldes de barrio, comandantes de la milicia nacional, comisión mu- nicipal e individuos de la Junta, en la que se adoptó el tér- mino medio de permitir la salida de la tropa, pero sin ar- mas, conforme a lo estipulado, y con eXas en el caso de que no se hostilizase la ciudad y se evacuase Montjuich por las tropas del ejército. Entre tanto se había constituido ya al lado del || general una comisión de Barcelona que mediaba en las negociacio- nes, lo que era un paso muy adelantado, supuesto que indi- caba el mal estado en que se hallaba la población. En los días 24 y 25 de noviembre incorporó el general a su ejército nada menos que ocho jefes, cuarenta y seis oficiales y ade- más dos mil quinientos noventa de la clase de tropa, los cuales, si bien desarmados, daban mucha fuerza moral al ejército sitiador, pues que eran una prueba patente de que la Junta se iba plegando poco a poco a todas las exigencias del jefe enemigo. La paciencia, no obstante, se iba acabando por momentos, la exasperación de los sublevados crecía por instantes y, cual si se arrepintiesen de haber cedido tanto, intentaban al parecer reanimar el entusiasmo que se había apagado para no enmendarse más. Conocióse por fin que los numerosos parlamentos enviados por el general que bloqueaba la plaza eran ardides para esparcir rumores de consternación. El día 25 dió muestras la Junta de haber comprendido un tanto lo crítico y peligroso de su situación, conoció que los enemi- gos del movimiento la iban minando a toda prisa, que se trabajaba en desacreditarla por todos los medios posibles, y así procuró neutralizar el golpe, publicando un manifiesto en que se decidía por fin a arrostrar el bombardeo y en que se mostraba el propósito de llevar a cabo la empresa comen- zada20. || Ya era tarde : la Junta había perdido su fuerza ; ya no le era posible dominar la situación; sus manifestaciones eran leídas con frialdad y desconfianza ; sus animosas protestas de que quería combatir y esperaba triunfar eran ya aprecia- 20 «Ciudadanos: Los enemigos de la patria, de la noble causa nacional de que hemos levantado la enseña, discurren todos los ar- dides para abatir el laudable orgullo que es la consecuencia de la victoria. Ellos hacen circular voces vagas, falsas, suposiciones que [12, 304-305] ESPARTERO 181 das en su justo valor: quien había dejado incorporar al ejército enemigo dos mil seiscientos prisioneros mal podía persuadir que estaba resuelta || a sostenerse con fundadas esperanzas de triunfo. En la noche del 27 al 28 se manifestó la reacción contra la ni han sido Imaginadas, y llegan al extremo de hacer acreditar como un hecho el soborno de que se ha valido la Junta para incli- nar al jefe de las fuerzas enemigas a evitar un bombardeo a la ciudad. »Sabed, pues, ciudadanos, que todas estas voces son pretextos para adormeceros y sumiros en la apatía, cuando os admira el mundo entero por vuestro valor y cordura. »Una de las primeras deliberaciones de la Junta fué la de no hacer uso de fondos sino para las necesidades perentorias, y aun así con la más delicada circunspección y fiscalización. «Los ciudadanos a quienes una voz seductora haya podido res- friar deben persuadirse de que todas estas maquinaciones son ur- didas por la astucia y por los deseos de adquirir una gloria que, en despecho de sus autores, se ha eclipsado para siempre. «Ciudadanos: Vuestros laureles son inmarcesibles. El ejército contempla con admiración vuestras acciones. Nunca habéis dado pruebas de mayor valor. Con esta virtud conseguiremos el triunfo de nuestra causa enlazada íntimamente con la prosperidad de la industria española y de la catalana que forma su mayor parte, sino de todas las que por su suelo o posición corresponden a cada una de las provincias que componen este hermoso país, cuya riqueza os querían arrebatar para beneficio de los ambiciosos extranjeros. Estos votos unidos con la consolidación del trono de Isabel II, con sus consecuencias emanadas del voto de unas Cortes constituyentes, son los que ha proclamado la Junta, destruyendo la arbitrariedad y los abusos de un poder ficticio. »La Junta no os ha dado conocimiento de las comunicaciones recibidas por los parlamentos, porque no las ha recibido directa- mente y porque el jefe que les oculta la verdad rehusa reconocer- la. Ellas han sido transmitidas, no obstante, por la Excelentísima Diputación, y las contestaciones han sido dictadas por los sentimien- tos de la Junta. Este jefe que se muestra tan exigente de lejos de- muestra su situación contemplando esta ciudad desde un campo que hace palpable nuestro glorioso triunfo. »La Junta, que siente la sangre que pueda derramarse de cual- quiera que sea y que desea evitar desgracias, advierte a los dueños de las casas de puerta de calle que, en el caso que la obstinación llegase en el extremo (lo que no esperamos) de dirigir bombas, abran las puertas para que se refugien los que pasen, o de lo con- trario se vería en la necesidad de hacerlas abrir. «Fuerza numerosa de caballería e infantería se está organizan- do, descansad tranquilos, muy luego habrá la correspondiente ca- ballería aguerrida, que con los diez mil hombres aue empuñan las armas podrán formar una división capaz de hostilizar y batir a los que, mal aconsejados, osasen combatir la justa y noble causa de los pueblos, a cuyo frente se halla gloriosamente la culta Bar- celona, objeto de la codicia extranjera y muro donde se estrellan los tiranos. «Patria y libertad. Barcelona, 25 de noviembre de 1842. — El pre- sidente, Juan Manuel Carsy. — Fernando Abella. — Ramón Cartro. — Antonio Brunet. — Jaime Vidal y Gual. — Bernardo Xinxola. — Benito Garriga. — Jaime Giral. — Por disposición de la Junta, Bernardo Xin- xola, secretario.» 182 BIOGRAFÍAS 12, 305-306] Junta. A la una y media de la madrugada se presentó al general Van Halen, como dice él mismo en un parte al go- bierno, el comandante de un batallón de la milicia nacional, manifestándole en nombre de una gran parte de la misma que quedaba toda formada, decidida a deshacerse de la Jun- ta y la pillería que la sostenía, para de este modo prestar su sumisión al gobierno. Bien parece que con estas noticias y otras que iba recibiendo de continuo podía darse por satis- fecho el general, supuesto que era ya evidente que la entre- ga de la plaza no podía hacerse esperar || mucho. A pesar de todo, dió la orden para que se rompiese el fuego, y ya esta- ban las mechas encendidas, ya las tenían los artilleros en la mano para disparar, cuando mandó que se suspendiese la ejecución, temeroso de que la reacción que se había pro- nunciado en favor del gobierno no se malograse si el bom- bardeo principiaba. En efecto, no cabía ya duda de que la Junta de gobierno había desaparecido, de que los partidarios de la capitulación eran dueños de la ciudad y de que la entrada de las tropas se facilitaría cuanto antes. La Junta había sido derribada de una manera violenta, y era ya imposible que volviese a apo- derarse de la situación, a no mediar sucesos imprevistos y nada verosímiles. Van Halen tenía noticia de todo lo ocu- rrido hasta los últimos pormenores, como se echa de ver por la relación circunstanciada que recibió de los sucesos de la tarde del 27, en la cual se le detallaban de tal manera las medidas tomadas contra la Junta, que ya le era imposible dudar de que se procedía de buena fe£1. ]| 21 «Núm. 5. Ayer, 27, a las cuatro de la tarde, sa reunieron los batallones nacionales y nombraron dos comisionados cada uno; he- cho el nombramiento se presentaron en las Casas Consistoriales, intimando a la Junta que cesase; pero ésta se resistió amenazando de muerte a las comisiones, apoyada por unos sesenta hombres re- publicanos, armados de puñales y pistolas. En vista de esto se tras- ladaron a Capuchinos, donde existe el principal de caballería, ha- biendo en la Rambla una gran parte de la milicia formada, cuyos comandantes estaban reunidos ya en el propio local con dichas co- misiones, y todas las puertas de la ciudad, muralla, Ciudadela y Atarazanas guarnecidas por la misma milicia. En este estado se llamó a Carsy, quien, a presencia de la milicia formada, preguntó qué querían, y respondiendo que allí estaban las comisiones para ma- nifestarlo, se avistó con ellas, las cuales hicieron presente que la voluntad del pueblo y de la milicia era que se retirase la Junta y se pasase el nombramiento de otra compuesta de personas de pres- tigio para que con la Diputación provincial, alcaldes de barrio y comandantes de milicia resolviese lo más conveniente para la ciudad. »Carsy pidió media hora de tiempo para trasladarlo a la Junta ; pero, conociendo que esta tregua podía ser un ardid para burlar el proyecto que se tenía formado y reunir entre tanto fuerzas de su partido, se tomaron las avenidas de la plaza de San Jaime por los nacionales, y a fin de no malograr la ocasión penetró en la Casa de la Ciudad una compañía de zapadores con las comisiones; y al [12 307-3081 ESPARTERO 183 Así las cosas, se andaba trabajando con actividad para llegar a la capitulación deseada : sólo faltaba saber quién se encargaría de entablar y dirigir las negociaciones, opinan- do unos que debía llamarse de nuevo a la Junta consultiva, siendo otros de parecer que se formase otra nueva a causa de haber desaparecido casi todos los individuos de aquélla, mientras otros || creían que lo más expedito era que la Dipu- tación provincial se encargase por sí sola de terminar el ne- gocio. Al fin se acordó que la comisión de la Milicia Nacio- nal y alcaldes de barrio nombrasen una nueva Junta com- puesta de veintiún individuos, quienes debían dar cima al desenlace de la espinosa situación en que se encontraba la ciudad23. || entrar en el Salón de Ciento, en donde se hallaban reunidos los in- dividuos de la Junta, algunos del nuevo Ayuntamiento y varios re- publicanos fueron acometidos por éstos con sables y puñales ; mas al ver dicha compañía de zapadores a la bayoneta se intimidaron, arrojaron las armas y pretendieron fugarse, verificándolo los de la Junta, a excepción de parte de ella, que está presa en la actua- lidad. Forman la representación de la ciudad y milicia las comisio- nes y alcaldes de barrio, corriendo en armonía con la Diputación provincial, a fin de arreglar definitivamente el negocio y entrada de las tropas de la manera que lo exige el buen nombre del pueblo y pacífico comportamiento de los propietarios, quienes en estos días han lamentado las desgracias ocurridas, temiéndolas mayores si hu- biesen permanecido en el poder los sublevados. Todas las torres de las iglesias están tomadas por personas de confianza para impedir que algún osado toque a rebato. La ciudad sigue muy tranquila, y hay fuertes retenes de nacionales con objeto de evitar todo des- orden, esperando por momentos la entrada de las tropas.» 22 «Núm. 1. Comisión de M N. y de alcaldes de barrio de la ciudad de Barcelona. — Excelentísimo señor. — Esta comisión, conse- cuente a la comunicación que ha dirigido a Vuestra Excelencia esta mañana, ha procurado reunir la Junta consultiva sin poderlo con- seguir, a pesar de haberlo procurado por cuantos medios han estado a su alcance. En esta situación, y viendo que era preciso nombrar inmediatamente una Junta de gobierno, ha recibido una comisión de cada uno de los cuerpos de M. N., y en unión con ellas acaba de formarla, eligiendo al efecto veintiún individuos, cuyos nombres tiene el honor de acompañar a Vuestra Excelencia con la adjunta alocución. En este concepto, esta comisión espera que Vuestra Exce- lencia se servirá dirigirse desde ahora a la citada Junta, que ha de instalarse mañana a las diez de ella. — Dios guarde a Vuestra Exce- lencia muchos años. «Barcelona, 28 de noviembre de 1842.— El presidente, Ramón Ne- grevernis.— Por acuerdo de la comisión, el vocal secretario, José Serra.— Excelentísimo señor don Antonio Van Halen, conde de Pe- racamps.» «Barceloneses: Las comisiones de los batallones de M. N. y los alcaldes de barrio en representación de esta ciudad acaban de ele- gir veintiún individuos para formar la Junta de gobierno que ha de dirigirnos en la crisis en que nos hallamos. «Sólo el deseo del acierto ha animado a las comisiones y repre- sentantes al hacer este nombramiento. Ojalá se vean cumplidos sus votos, que son los de la salvación del país, la defensa de las líber- 184 BIOGRAFÍAS [12, 309-310] Espartero delante de Barcelona Llegó por fin Espartero al campo del ejército bloquea- dor; Espartero, que tanto se había hecho esperar y que por cierto en su lento viaje de Madrid a Barcelona se olvidó de volar para ahogar la insurrección. Preciso es que nos deten- gamos un instante en examinar su torpe conducta en aque- llas circunstancias que de tal suerte le brindaban con exce- lente oportunidad para rehabilitarse algún tanto en la opi- nión pública. Los jefes del movimiento se habían fugado, la llamada Patulea había sido desarmada, hallábanse al frente de Barcelona hombres que inspiraban la mayor confianza y de cuyas intenciones pacíficas y leales no dudaba el mismo general Van Halen, como lo asegura en su comunicación de fecha 29 de noviembre. En semejante situación, ¿cuál era la conducta que debía observar un Regente? ¿Debía ocultarse, hacerse invisible a todas las comisiones que salían de la ciu- dad sitiada para tratar de capitulación? ¿Debía || no escu- char a los hombres de cuya adhesión no le cabía duda, ni a respetables eclesiásticos, ni al venerable obispo, que solici- taba una audiencia para interceder por su rebaño? ¿Qué representa ese ser misterioso que a nadie quiere ver ni es- cuchar, que niega lo que otorgan todos los jefes que se ha- llan sitiando una plaza, que no quiere conceder lo que con- cedieron siempre los más altos reyes y emperadores? Los caudillos de las hordas bárbaras que en tiempos antiguos inundaron la Europa prestaban gustosos atento oído a las súplicas de un obispo, de un eclesiástico, de un monje, y su brazo de hierro, presto a descargar el terrible golpe, se de- jaba desarmar por las palabras de un enviado del Señor que tades patrias y la prosperidad de los habitantes de esta populosa capital. »He aquí la lista de los señores que han de componer la Junta de gobierno : señor barón de Maldá ; don Salvador Bonaplata, fa- bricante y propietario; don Domingo Serra, fabricante y propieta- rio; don Valentín Esparó, fabricante y propietario; don Sebastián Martí, abogado; don Agustín Yáñez, farmacéutico y catedrático; don Cayetano Roviralta, abogado; don Manuel Gibert, abogado y propietario; don Nicolás Tous. fabricante; don Salvador Arólas, mercader; don Juan Monserdá. tendero; don José Torres y Riera, comerciante; don Juan Manuel Carsy; don Manuel Senillosa, ha- cendado; don Joaquín Gómez, militar; don José Armenter, físico; señor obispo; don Juan de Zafont, abate de San Pablo; don Barto- lomé Comas, comerciante; don José Ventosa, abogado; don Pedro Nolasco Vives, abogado. «Barcelona, 28 de noviembre de 1842. — El presidente, Ramón Ne- grevernis.— Por acuerdo de la comisión, el vocal secretario, José Serra.» [12, 310-312] ESPARTERO 185 le demandaba paz y perdón; y Espartero, hijo del pueblo, hombre que ayer formaba en humilde rango del ejército, que acaba de ser elevado al mando supremo por una revolu- ción ; Espartero, hallándose al frente de la nación española, en el siglo xix. a la vista de la Europa y del mundo, se en- castilla en su alojamiento de Sarriá, y allí se aisla do cuan- tos pudieran darle consejos de humanidad y de prudencia ; allí se establece como un genio maléfico cuya voz no han de oír los pueblos sino en el instante de mandar el incendio y ruinas. ¡Ah! La Providencia había permitido que se cegase a la vista de los muros de aquella misma ciudad donde co- menzara a desplegar los proyectos de su ambición desapode- rada ; allí, tal vez agobiado por terribles remordimientos, echaría una ojeada a su conducta de julio de 1840; allí le interrumpirían el sueño la imagen de una Reina proscrita y las ensangrentadas sombras de León y de sus compañeros de infortunio; y || por esto cayó en una estupidez inexplica- ble, no viendo lo que todo el mundo palpaba, no conociendo cuál era su deber y su propio interés, no advirtiendo que su desatentada conducta, si bien podía dar algunas horas de luto a la infortunada capital del Principado, también debía por necesidad conducirle a él a indefectible y estrepitosa caída. ¡Cuán fácil le fuera presentarse con dignidad y hasta con severidad, alcanzando el mismo resultado ! Debiera escu- char personalmente a los comisionados de Barcelona, repren- der con lenguaje firme y mesurado la conducta de la ciudad, intimarles que se rindiesen dentro un breve plazo, y, ya que se le ofrecía la entrada, aprovechar la ocasión, colocarse a la cabeza de sus numerosos batallones, penetrar en la ciudad, publicar una amnistía exceptuando a los jefes del motín si le hubiese parecido conveniente, desarmar en seguida la Mi- licia Nacional, enterarse por sí mismo de las causas del des- orden, atender a las quejas que contra esta o aquella auto- ridad le hubiese dirigido la población representada por per- sonas ilustres, templar la justicia con la clemencia, arreglar- lo todo, reorganizarlo todo, y en seguida dirigir a la nación un manifiesto en que le anunciase la feliz terminación del levantamiento de Barcelona, sin derramamiento de sangre ni de lágrimas, en que se amenazase a los revoltosos que en un punto cualquiera tratasen de alterar el orden, en que se mostrase el firme propósito de mantenerle a toda costa, marchando, sin ladearse a derecha ni izquierda, por solo el camino de la ley. Entonces se realzara su prestigio, entonces se diera a la España y a la Europa una alta idea de lo que || valía Espartero, pues que su sola presencia había bastado para terminar de un soplo una insurrección tan imponente : entonces no cayera sobre su cabeza el anatema que le ful- 186 BIOGRAFÍAS [12, 312-313] minaron los hombres de todos los partidos ; entonces no se convencieran sus adversarios de que a quien no empleaba otros medios que hierro y fuego se le debía también comba- tir con fuego y hierro. Dícenos el general Van Halen que la llegada del gobierno en nada alteró las atribuciones del mando de que se hallaba revestido, ni la más libre dirección de las operaciones, y que, antes al contrario, le proporcionaba la satisfacción de oír constantemente la aprobación de cuanto había hecho y se- guía haciendo. Creemos que es inexacta esta aserción, y quien la establece se daña a sí propio gratuitamente, cargan- do con responsabilidad que no le pertenece del todo. Ya he- mos visto más arriba que el mérito del pensamiento del bombardeo es realmente debido al señor Van Halen, y he- mos probado que sus amenazas en los primeros días del bloqueo de Barcelona andaban acompañadas del firme pro- pósito de poner en obra aquella horrenda atrocidad. Mas, por lo tocante a su ejecución, estamos convencidos que no es tanta su culpa como él propio se ha querido echar, y que tanto dista de ser verdad lo que él afirma de que la llegada del gobierno no alteró las atribuciones de su mando, que si el Regente no hubiese llegado al cuartel general no se hu- biera llevado a cabo la terrible medida. Sí, el Regente y sólo el Regente es el principal responsable del bombardeo de Barcelona. Van Halen no fué más que un simple instrumen- to que obedeció hasta con || cierta repugnancia, que prefirió manchar su carrera con aquel acto de crueldad a desagradar a un hombre que al cabo de dieciocho días le había de tra- tar con tanto desdén, diciéndole con sequedad, en su decre- to de Sarriá de 21 de diciembre, que había tenido a bien relevarle de los cargos de capitán general del 2° distrito y general en jefe de Cataluña, sin ni siquiera honrarle con la acostumbrada forma de que estaba satisfecho de su lealtad y buenos servicios. Para convencerse de que el señor Van Halen no es tan culpable de la ejecución del bombardeo, como él mismo nos ha querido dar a entender, basta una ligera reseña de lo acontecido desde el día 29 de noviembre hasta el 3 de di- ciembre, y de las negociaciones que mediaron al efecto de tantear si sería posible obtener una capitulación que evitara la catástrofe. Ultimas negociaciones La Junta elegida el día 27 de noviembre no pudo conti- nuar por falta de individuos; así es que en la noche del 29 al 30 fué nombrada otra, que se instaló desde luego y se ocupó de los medios de poner pronto término a la violenta [12, 313-314] ESPARTERO 187 situación en que se encontraba la ciudad ; los señores que la componían eran los siguientes: presidente, barón de Mal- dá, don Salvador Arólas, don José Armenter, don Juan de Zafont, don José Torres y Riera, don José Soler y Matas, don José Llacayo, don Antonio Giberga y el vocal secretario don Laureano Figuerola. En prueba de que la nueva Junta deseaba vivamente || la terminación pacífica de la crisis, hay un hecho que no con- siente réplica, cual es que desde los primeros momentos de su instalación procuró que se retirase don Juan Manuel Carsy, quien, no obstante los últimos acontecimientos, había sido nombrado para formar parte de ella. Negáronse los demás individuos a ser miembros de una Junta en que el señor Carsy tomara parte, creyendo que, habiendo sido él quien había estado a la cabeza del movimiento, bastaba su nombre para imposibilitar un amistoso arreglo. Tan pronto como se hubo establecido dicha Junta encon- tróse con un parlamentario del capitán general que le exi- gía que, como primera muestra de intenciones pacíficas, debía permitirse la ocupación del fuerte de Atarazanas, in- dicando que se asegurasen las personas de los autores prin- cipales de la insurrección 23. I1 23 «Ejército de Cataluña. — E. M— Son las seis de la mañana, y cuando tanto interesa a esa ciudad el poner término a la situación espantosa en que se encuentra, evitando de este modo los desastres que la amenazan, aun no he recibido la contestación terminante y decisiva, según pedía a esa nueva Junta en mi escrito de ayer ma- ñana, siendo así que a las dos de la tarde ya estaba constituida ; por lo tanto, y teniendo sobradas pruebas de que los que se llaman republicanos se han unido a los partidarios del Estatuto y sólo esperan la llegada (si es que no están ya en Barcelona) de los mis- mos caudillos que se pronunciaron en octubre del año anterior, para levantar su bandera, prevengo a ustedes me den con el oficial por- tador una contestación terminante; y si ésta se dirige al término pacífico como prueba de que sus sentimientos son verdaderos, y para apoyar los mismos deseos de la Junta y a cuantos individuos en Barcelona quieran sostener la fidelidad a sus juramentos, me manifestarán ustedes su conformidad a que ocupe el fuerte de Ata- razanas la fuerza que yo destine a él, tomando por su parte todas las medidas convenientes para evitar que individuo alguno haga el menor acto de hostilidad, pues en este caso, en unas cuantas ho- ras de fuego, sería arrasada la ciudad. A las diez en punto debo te- ner la contestación a esta comunicación, y de no acceder para esta hora a cuanto tengo exigido, y a la inmediata ocupación de Atarazanas, como primera garantía de la disposición a poner tér- mino pacífico a tantos desastres, en cumplimiento de mis deberes y de las órdenes de Su Alteza el Regente del Reino, que me han sido comunicadas por el ministerio de la Guerra, me veré en la sensible necesidad de romper el fuego acto continuo. Los autores principales de los males que afligen a la mayoría inmensa de Bar- celona no pueden quedar impunes: esa Junta, y cuantos de cora- zón sean fieles a la Reina, a la Constitución v a la Regencia estable- cida por la misma, deben conocerlos y asegurar sus personas para 188 BIOGRAFÍAS [12, 315-316] No pudo la Junta satisfacer los deseos del general, ni aun cuando hubiese podido no le pareció decoroso apode- rarse de la persona de Carsy, porque, en efecto, semejante proceder habría sido indigno de hombres generosos. Y así es que, procurando convencer al parlamentario de las razones que la asistían para no acceder a las exigencias del señor Van Halen, procuró ganar algunos momentos, que era lo || que importaba en situación tan angustiosa y apremiante. Deseosa, empero, de preparar el desenlace pacífico y de ofrecer al general prendas seguras de lealtad y buena fe, se ocupó desde luego del desarme de la fuerza que podía opo- nerse a la capitulación, publicando en el mismo día 30 un bando en que se mandaba que entregasen las armas todas las personas que las hubiesen tomado desde el 14 del mismo mes en adelante 2*. Salieron de la ciudad don Juan de Zafont, don Antonio Giberga, don José Soler y Matas y don Laureano Figuerola, que componían la comisión de la Junta que debía conferen- que sufran el castigo que las leyes les imponen por tanta sangre como han hecho derramar, y por la horrorosa e injusta insurrección que han ocasionado con su conducta y maquinaciones; en este nú- mero entran cuantos componían la Junta que se titulaba directiva, cuya bandera me es bien conocida, habiendo interceptado una carta de su presidente Carsy a un individuo de la Junta revolucionaria que se formó en Gerona, y que fué disuelta a las pocas horas por la lealtad de la M. N. y habitantes de aquella ciudad. Su Alteza Serenísima el Regente del Reino llegó ayer tarde a mi cuartel gene- ral, donde ha establecido el suyo, habiendo revistado antes, en medio del mayor entusiasmo, a todas las tropas que encontró en el trán- sito y a las acantonadas en Sans y La Bordeta. — Dios guarde a us- tedes muchos años. Cuartel general de Esplugas de Llobregat, 30 de noviembre de 1842. — El conde de Peracamps. — A la titulada Junta de gobierno de Barcelona.» 21 «Bando- — Constituida la Junta de gobierno de esta ciudad, debe ante todo adoptar medidas que aseguren la tranquilidad inte- rior de Barcelona y den a todos sus habitantes la garantía de que pueden permanecer tranquilos en el hogar doméstico. Por tanto, vie- ne en decretar : «Artículo 1.° Todas las personas que desde el día 14 del corriente en adelante hayan tomado las armas las entregarán inmediatamente en el cuartel de Atarazanas a la persona designada por la Junta. El que deje de cumplir esta disposición será castigado con todo el rigor de la ley. »Art. 2.° Se exceptúan únicamente de la disposición anterior las personas que hayan merecido la confianza de los señores alcaldes de barrio. »Art. 3.° El término para entregar las armas queda fijado des- de las tres hasta las cinco horas de esta tarde. »Art. 4.° Será también castigada severamente toda persona que, bajo cualquier pretexto, trate de perturbar el orden. — Barcelo- na, 30 de noviembre de 1842.— El presidente, barón de Maláá— Sal- vador Arólas. — José Soler y Matas. — José Puig. — José Arnventer.— Juan de Zafont— José Torres y Riera.— José Llacayo.— Antonio Gi- berga.— Laureano Figuerola, vocal secretario.» [12. 316-3181 ESPARTERO 189 ciar con el general Van Halen y con el mismo Regente. No cabía exigir mejor garantía || de sinceros deseos de transac- ción que el bando que acababa de publicar la Junta y que se estaba ejecutando en todas sus partes, mientras la expre- sada comisión andaba en busca del capitán general. En la Reseña Histórica publicada por los individuos de la expresa- da Junta se refiere que el jefe de E. M. don N. Martínez, con quien conferenciaron los comisionados antes de avistarse con el señor Van Halen, les manifestó que no serían bien acogi- das las proposiciones de que las tropas que guarneciesen Bar- celona no fuesen las mismas que la ocupaban antes y que no entrasen en la ciudad el general Zurbano ni el jefe político. No parece que fueran humillantes para el gobierno seme- jantes proposiciones, dado que, más bien que como condicio- nes de capitulación, se las debía considerar como miras de prudencia, mayormente en lo que tocaba a la entrada de Zurbano y de Gutiérrez. La exasperación de los ánimos con- tra aquel general había llegado a un punto difícil de des- cribir, y bien claro es que no era fácil desarraigar la creen- cia que tenía el vulgo de que toda la dureza, toda la cruel- dad venía de Zurbano. El pueblo se acordaba apenas de Van Halen en los días del levantamiento : sólo pensaba en Zurbano, sólo nombraba a Zurbano ; en su concepto Zurba- no era quien dirigía las tropas para hostilizarle, quien que- ría saquear la ciudad, quien estaba encargado de verificar la quinta, quien debía subir a Montjuich para realizar el bombardeo, quien debía encargarse del mando de Barcelona para castigar a los revoltosos ; en una palabra, Zurbano lo hacía todo, Zurbano lo era todo. En esto podía haber toda la falsedad, toda la || inverosimilitud, toda la ridiculez que se quiera; pero, supuesto que el pueblo lo imaginaba así, ¿era por ventura tan impolítico que se hubiese mandado al gene- ral Zurbano que no entrase en Barcelona hasta pasado el tiempo necesario para calmar los ánimos y desvanecer los rumores que circulaban sin fundamento? Semejante medi- da, ¿era acaso humillación del gobierno ni desaire del gene- ral que era objeto de ella? Todo el mundo hubiera visto aquí una providencia dirigida a tranquilizar la ciudad en lo tocante a la política que se proponía seguir el gobierno. En cuanto a Gutiérrez, he aquí cómo se expresan los indivi- duos de la Junta en su Reseña Histórica: «Todavía era ma- yor si cabe, más unánime y compacto el anatema popular contra el jefe político Gutiérrez. A su carácter arrebatado, a su brutal ignorancia, atribuía todo el vecindario los inmen- sos males que sufría, y no podía perdonar a la persona que, en vez de dispersar y neutralizar los elementos de desorden, había servido de mecha incendiaria para que se combinaran y estallaran.» 190 BIOGRAFÍAS [12, 318-320] La negativa con respecto a estas proposiciones indicaba bastante claro que el gobierno no trataba de calmar las pa- siones y que no le importaba nada el provocar de nuevo la efervescencia popular. El bombardeo era tal vez una medida decretada, quizás era preciso llevarla a cabo de todos mo- dos; y por esto convenía presentar de mal aspecto el nego- cio, infundir temores de terribles castigos para que la deses- peración sucediese al abatimiento de los espíritus, apresu- rándose la hora en que tronar pudiese el cañón de Mont- juich. |! El señor Van Halen afirma en su Diario razonado que sus justas observaciones no persuadieron el ánimo de los comi- sionados que insistían en su opinión de que la milicia con- servara las armas, tomándose la libertad de decir lo siguien- te: «Me propusieron que, sin decir desde luego mi resolu- ción de desarmar la milicia, permitiese que ésta formase para recibir a Su Alteza y a las tropas en la ciudad, y que luego, pasando seis u ocho días, se procediese al desarme ; a lo que les contesté que su proposición era muy ajena de mi franco modo de proceder, y que parecía una felonía el verificar el desarme después de haberles dado la más míni- ma esperanza de que no lo haría.» Pero estas palabras del señor Van Halen son rechazadas vivamente y desmentidas de la manera más explícita por los señores de la comisión. «La verdad, dicen, puesta en sus términos precisos y no con- tradictorios con la garantía que se pedía en la proposición segunda era : desde luego que pudiéramos asegurar a los na- cionales que conservarían las armas, saldría la milicia a reci- bir a Su Alteza, formaría pabellones en el glacis y paseo de Gracia, se abrazarían con los soldados los nacionales y entra- rían en la ciudad interpolados los batallones. Los comisiona- dos y demás miembros de la Junta se ofrecían en rehenes, marchando al frente del ejército para ser fusilados al me- nor desacato que se cometiera, y finalmente que, verificada la entrada y tranquilizado el vecindario sobre las siniestras intenciones que se atribuían al ejército, la Diputación y Ayuntamiento dentro ocho o quince días procedieran a la organización de la milicia. Si esto no se realizaba, los co- misionados manifestaban \\ que la Junta se retiraría, porque no tenía fuerza física ni moral para hacerse obedecer de otra suerte; los ánimos se irritarían, la desconfianza contra el gobierno renacería violentamente y la ciudad iba a ser presa de la anarquía interior, al par que de los ataques ex- teriores. Semejantes proposiciones no. eran ciertamente para des- preciadas, y así es que el general Van Halen resolvió consul- tarlas con el gobierno del Regente, pidiendo a éste audiencia en nombre de la comisión. Esta audiencia fué negada; sólo fl2, 320-322] ESPARTERO 191 e. ministro dió la contestación e instrucciones, reducidas a que Barcelona se rindiera a discreción, y que sólo así podía contar con la clemencia del gobierno. Entre tanto llegó a la comisión la noticia de que los ba- tallones de tiradores y el pelotón de provinciales de caballe- ría habían entregado las armas, que todos los oficiales de di- chos cuerpos estaban ya embarcados; en una palabra, que el bando estaba en ejecución en todas sus partes. Tan plau- sible nueva, que manifestaba bien a las claras la actitud pacífica de la ciudad, sorprendió al general Van Halen, quien, según se lee en la citada Reseña Histórica, pronunció estas terminantes palabras: «Esto ha cambiado de aspecto.» Des- de entonces pareció decidido el señor Van Halen a terminar en breve la crisis; se prestó a acompañar los comisionados a avistarse con el presidente del Consejo de ministros, an- duvo con ellos en un mismo coche desde Esplugas, y plati- caba con ellos de tal manera que sus palabras no dejaban duda de que consideraba ya terminado el negocio. Así les hablaba de asuntos que sólo podían tener lugar || dando por finida la crisis, y les decía amistosamente que tendrían que preparar alojamiento para el duque, como lo refieren los se- ñores de la Junta en la Reseña Histórica ya mencionada. Sin embargo, el señor Van Halen se engañaba lastimosamente ; ignoraba que el jefe del Estado, el que debía dar ejemplo de miras elevadas y conciliadoras, el que debía complacerse en señalar su carrera pública con rasgos de política y gene- rosidad, se proponía tratar a la infortunada Barcelona con inexorable dureza, con crueldad inaudita. El general Rodil se había constituido el intérprete de los sentimientos del Regente, y así comenzó por no recibir a los comisionados, por hacerlos aguardar en medio de la calle durante las altas horas de la noche, como nos refieren ellos mismos. Vueltos a la ciudad comunicaron a la Junta el resultado de su come- tido, convocando para las ocho de la misma mañana a todos los señores alcaldes de barrio y comandantes de la milicia para resolver lo que debía hacerse en situación tan aflictiva. Nos compadecemos profundamente de la angustiosa posi- ción de cuantos debían dar su voto en tan formidable trance. ¡Una ciudad de ciento sesenta mil almas, la capital del prin- cipado de Cataluña, la industriosa, la bella, la rica Barcelo- na, podía convertirse de un momento a otro en una pira fúnebre, en un montón de ruinas!... ¡Ah! En tan angustio- sos lances, cuando no hay consuelo sobre la tierra, cuando no hay que esperar en los hombres, cuando en éstos sólo se encuentra crueldad inexorable, el mortal levanta los ojos al cielo, invoca al Dios de justicia y de bondad; para aplacar su cólera anda en busca || de sus ministros, a quienes ruega también para que interpongan con los poderosos obstinados 192 BIOGRAFÍAS [12, 322-323] su mediación augusta. Nadie había podido convencer al mi- nistro, nadie había podido lograr una audiencia del Regente ; los individuos de la reunión se volvían en todas direcciones para encontrar un medio de evitar la catástrofe. Hallábase todavía en la ciudad el venerable obispo ; presentóse su ima- gen a los individuos de la reunión, pareciéndoles que si la comisión volvía al cuartel general con el respetable acompa- ñamiento de las canas y de las virtudes del prelado era im- posible que no se enternecieran los corazones más empeder- nidos. Espartero no había querido ceder a los ruegos de los hombres ; pero se le presentaba un ministro de un Dios de paz y de amor, un pastor que suplicaba por su rebaño, un sucesor de los apóstoles, un enviado del cielo, que hablaba a un hombre poderoso, en nombre de un Dios omnipotente. Ceder a los ruegos de un obispo no era transigir, no era hu- millarse ; era prestar el tributo de homenaje a la religión que amparaba a la humanidad, era engrandecerse a los ojos de la España, de la Europa, del mundo entero. Cuando la fama hubiera publicado que el Regente se hallaba a la cabe- za de un ejército numeroso delante los muros de una ciudad sublevada ; cuando se hubiera dicho que el dictador, irrita- do, tenía a su disposición una fortaleza inexpugnable, que en breve tiempo podía arrasar la ciudad ; cuando se hubie- ra dicho que, indignado por los desmanes de la insurrección, por la sangre de los soldados vertida en las calles, no había querido ni escuchar a nadie ni creer a nadie, que sólo que- ría sumisión completa, rendición || sin ningún género de condiciones, que se proponía castigar con mano fuerte a los rebeldes para asegurar de una vez el imperio de la ley, la España y la Europa hubieran dicho: He aquí un carácter firme hasta la obstinación que sabe hacer respetar la autori- dad que las Cortes depositaron en sus manos: la suerte de Barcelona es triste, es espantosa ; pero Espartero presen- ta algo de tiránico y cruel que envuelve por lo menos cier- ta apariencia de grandor terrible ; la suerte de Barcelona es bien triste. ¿Qué será de Barcelona? Pero un momento después la fama hubiera publicado una nueva consoladora expresándose en estos términos: «Ya las mechas de Mont- juich ardían en las manos de los artilleros, ya el ejército es- taba sobre las armas, ya el Regente a caballo, a la cabeza de sus soldados, daba las disposiciones para atacar al mismo tiempo la ciudad, ya echaba una mirada fulminante sobre aquellos muros en que ondeara poco antes el lema de abajo Espartero y su gobierno ya parecía que estaba cebándose en el cadáver de su víctima, que pisaba su ensangrentada cerviz con orgullosa planta ; cuando he aquí que salen de nuevo los embajadores de la ciudad, acompañados del venerable anciano que viene a interceder por sus ovejas descarriadas. [12, 323-325) ESPARTERO 193 Solicita hablar con el Regente, y la audiencia le es otorgada; pronuncia las palabras de paz y de perdón, y el semblante airado se calma, y sus palabras se ablandan, y dudando un momento y resistiendo todavía, cesan las amenazas, y envaina su espada, y responde por fin al prelado suplican- te: «No por los hombres, sino por Dios, en cuyo nom- bre me habláis, concedo perdón |¡ y paz; idos al templo a dar gracias al Todopoderoso, rogad por el sosiego de Barce- lona, por la tranquilidad de España, y no olvidéis a los va- lientes que perecieron pocos días ha en las calles y en las plazas defendiendo el orden y las leyes.» ¡Qué espectáculo más bello! ¡Qué escena más digna y más grandiosa! Enton- ces los amigos de Espartero hubieran dicho a sus adversarios: «¿Veis al hombre a quien queríais derribar, a quien insulta- bais y escarnecíais; veis cómo sabe sostener la altura de su posición? ¿Veis al hombre a quien achacabais que se humi- llaba ante los motines, cómo sabe refrenarlos con mano fuer- te, cómo sabe ser inexorable con los revoltosos? ¿No com- prendéis su tacto político y su religiosa generosidad en no dejarse ablandar por las súplicas de nadie y en condescen- der luego que le habla el venerable prelado?» ¡Vanas ilusio- nes! Vanas ilusiones que los hechos desmintieron de una manera atroz, que nos dolemos que no se convirtieran en realidades, para bien de España, para salvación de Barcelo- na, para gloria de Espartero. Sí, y nos duele profundamente, porque ya que los diez años de revolución habían turbado ei suelo de la infeliz España, ya que una cadena de miserias, de crímenes y desastres habían inundado de amargura nues- tra desventurada patria, agradáranos sobremanera que en el desenlace del formidable drama se hubiese presentado una figura digna, gigantesca, que con su grandor nos indemniza- ra de tanta mezquindad y pequeñez, porque cuando traza- mos con severa mano los tristes rasgos de la fisonomía del ex regente no lo hacemos con secreta complacencia, sino con el vivo pesar de que || en la persona del soldado de fortuna no nos deparase la Providencia un hombre grande. Ni los comisionados ni el obispo pudieron ver al Regente, ni obtener del ministro una palabra consoladora ; rogaba el obispo, rogaban con él otras personas respetables ; y el pre- sidente del Consejo nada sabía responderles, sino la España toda, la Europa entera nos está mirando; nada puede conce- derse; sumisión completa, rendirse a discreción... Sí, razón tenéis, la España toda, la Europa entera os está mirando, absorta, pasmada, al ver que españoles vais a incendiar la más bella ciudad española ; sí, razón tenéis, la España toda, la Europa entera os están mirando ; y esas palabras salidas de vuestra boca, ea un sentido que por decoro nos abstene- mos de calificar, entrañan para vos y para el hombre a 194 BIOGRAFÍAS [12, 325-3261 quien servís algo de fatídico y terrible ; la España toda os está mirando, para lanzar sobre el Regente su anatema tan pronto como estalle el cañón de Montjuich. Jefe de la na- ción, vais a destruir una de sus más preciosas joyas; dice bien vuestro ministro: la España toda os está mirando y se están dando también todos los españoles una mirada de inte- ligencia, para concertarse, para prestarse al combate, para levantarse todos juntos como un solo hombre, para haceros huir de Madrid, para empujaros hasta las playas gaditanas, para lanzaros con espada en mano a un navio extranjero ; para deciros en viéndoos ya en salvo : Idos, no queremos de- rramar vuestra sangre, no queremos entregarnos a la ven- ganza; idos, que vuestro castigo sea el recuerdo de las llamas de Barcelona y Sevilla, que nuestra venganza sean los re- mordimientos || que roerán vuestro pecho, allá bajo las tinie- blas de la sombría Albión. El bombardeo Pero sigamos el hilo de la historia. Volvieron los comisio- nados, a Barcelona, y en cumplimiento de su deber pusieron en conocimiento del público el verdadero estado de las cosas y los trámites que había seguido el negocio. Con fecha 1.° de diciembre publicó un manifiesto donde en breves palabras refiere la historia y el resultado de los pasos que acababa de dar para la salvación de Barcelona25. || 35 «Barceloneses : La Junta que vosotros elegisteis os debe una manifestación franca y sincera de todos sus actos, dirigidos única- mente a terminar la situación crítica en que la ciudad se encuentra. Apenas instalada en el día de ayer, procuró ponerse en comunica- ción con el excelentísimo señor capitán general don Antonio Van Halen, y proponerle las bases de un arreglo, bases que, aunque so- lamente presentadas de palabra, se reducían a correr un velo sobre los hechos que han pasado, que la M. N. continuara tal como esta- ba el día 14 de noviembre y que se tuviera toda la consideración posible con los oficiales" y soldados del ejército que hubiesen con- tribuido a aquellos hechos. «Viendo que no podían ser admitidas, formalizó la comisión en- viada al cuartel general otras más sencillas y que reasumieran los principales puntos en que creía deber insistir, tales son: 1.a Que la ciudad de Barcelona y su vecindario no sufriría castigo alguno por los hechos que han pasado, promovidos por los enemigos de su prosperidad. 2.a Que los milicianos nacionales que tenían las armas antes del 14 de noviembre último las conservarían, mientras que la Excelentísima Diputación provincial y Ayuntamiento organizaban la fuerza ciudadana conforme a reglamento. Su Excelencia consultó estas bases con el gobierno de Su Majestad, y manifestó que por las instrucciones que acababa de recibir no podía tampoco admi- tirlas y nos comunicó el siguiente escrito: «Que únicamente como medio que garantice el deseo de someter- se a la ley debe llevarse inmediatamente a efecto el depósito en Ata- [12, 327-328] ESPARTERO 195 Estando las cosas en situación tan desesperada, todavía trabajaba la Junta, todavía trabajaban de acuerdo con ella muchos ciudadanos, aconsejando una sumisión completa que previniese la horrorosa catástrofe. Eran las doce del día : cuando los ánimos se inclinaban ya a someterse a la exigen- cia del gobierno, cuando eran muy pocos los que trataban de resistencia, || cuando había fundadas esperanzas de que se allanarían todas las dificultades, entró en la ciudad un oficial parlamentario llevando el ultimátum del capitán ge- neral, cuyo contenido, terriblemente amenazador, fué cono- cido pór la población muy antes que el pliego fuese entrega- do al secretario de la Junta. Prescindiremos de quién fué el indiscreto o malicioso que en circunstancias tan críticas di- razanas de todas las armas sacadas de aquel parque, tomadas de los cuerpos y que han sido entregadas a la M. N. desde octubre de 1840 hasta el día, permitiendo la ocupación de dicho punto de Atarazanas para hacerse cargo del armamento y demás efectos de guerra toma- dos de los almacenes y de las tropas que capitularon; que los pro- movedores y directores principales de la insurrección serán casti- gados con arreglo a Jas leyes ; que los habitantes de Barcelona so- metiéndose al gobierno podrán contar con su clemencia, no debien- do dudar de la disciplina de las tropas, que no sólo respetarán la propiedad de todos los habitantes, sino que la defenderán igual- mente que las personas, según lo han hecho siempre. »Que no se admitirá más contestación que la ejecución en todas sus partes de cuanto va expuesto, o la negativa en el término de veinticuatro horas.» «Como la Junta nada podía resolver por sí, llamó a su seno a los señores comandantes de batallón y alcaldes de barrio para en- terarles del resultado de sus operaciones y explorar la voluntad ge neral a fin de saber si se adherían o no a las condiciones del citado escrito. Discutida detenidamente la cuestión, presentándola con toda verdad y sin hacerse ilusión alguna, se resolvió en sesión de esta, mañana que otra vez se presentara al cuartel general la misma co- misión de la Junta, acompañada de Su Excelencia el señor obispo, a quien se suplicó se dignara dar este paso en bien de una ciudad tan importante^ La comisión, si bien con desconfianza, no ha vaci- lado en ver por segunda vez no sólo al conde de Peracamps, sino que también dirigirse al presidente del Consejo de ministros. El resultado ha sido insistir en las mismas proposiciones que había ma- nifestado anteriormente. «Sabida esta resolución, el único deber de la Junta es comuni- carla al pueblo de Barcelona para que la milicia ciudadana, repre- sentada por sus comandantes, y el vecindario entero por los señores alcaldes de barrio, manifiesten a la Junta si se someten a las órde- nes del gobierno de Su Majestad para que pueda así comunicár- sele. »En el caso contrario, la Junta cesa de hecho, porque no ha podido realizar su cometido, y debe manifestar que el gobierno ha indicado que desde luego va a empezar las hostilidades contra la ciudad. »La Junta se abstiene de todo comentario: Barcelona entera está interesada y ella debe decidir de su suerte. — Barcelona, 1.° de diciembre de 1842. — Juan de Zafont. — José Soler y Matas. — José Ar- menter. — Antonio Giberga. — José Puig. — Salvador Arólas. — Laureano Figuerola, vocal secretario.» 196 BIOGRAFÍAS [12, 328-330] fundió la alarma ; sea como fuere, consignamos este hecho por lo que pueda valer, advirtiendo que la Junta, en su Rese- ña Histórica, lo hace notar como cosa muy significativa ; no sabemos si con datos particulares, o bien por mera sospecha fundada en la extrañeza del caso ; debiéndose añadir que el contenido del ultimátum se supo literalmente, como se ex- presa en la mencionada Reseña. || Entonces comenzó el terrible estado de indignación, de furor y anarquía en que se vió sumida la ciudad por espa- cio de largas horas. Inútil fué la voz de los prudentes, ya na- die escuchaba a los que aconsejaban sumisión completa : era sumamente peligroso pronunciar esta palabra, porque la de- sesperación y el despecho señoreaban los ánimos, cegándolos con espantoso frenesí. Suena de nuevo la campana de reba- to, el ruido de cornetas y tambores atruena la ciudad, las turbas desbandadas corren en todas direcciones pidiendo ar- mas, alentándose unos a otros, bramando de rabia contra el Regente y el general sitiador. Doloroso es recordar las esce- nas de aquella tarde, no porque aquellos desventurados de- rramasen ni una gota de sangre, no porque atrepellasen las casas particulares ni insultasen a los transeúntes, sino por- que es siempre cosa horrible ver a una población como Bar- celona en manos de fuerzas abandonadas a sí mismas, sin una autoridad, sin un jefe, sin un director siquiera. La Mi- licia Nacional ya no existía ; no hubiera sido posible re- unir cien hombres con alguna apariencia de organización ; no había más que grupos, individuos sueltos, que no sabían qué hacerse ni adonde acudir, aun cuando muchos de ellos no rehusaban arrostrar el peligro. Formóse una nueva Junta de la manera que se deja suponer; dió ésta algunas provi- dencias que nadie obedecía, como que intentaba tomar una actitud imponente, y llamaba a las armas, y mandaba for- mar barricadas, y amenazaba con pena de muerte a los que se negasen a acudir en el momento del peligro, y publicaba otras providencias semejantes, que bien se || podían compa- rar a las últimas convulsiones de un moribundo. Todavía salió otra vez de la ciudad el venerable obispo para ver si era posible detener el golpe; el ilustre prelado se presentó al alojamiento del Regente, pidió audiencia y le fué negada. Llegó la noche, que parecía cubierta con doble velo : las tinieblas aumentaban el horror en que estaba sumida la ciu- dad; de un momento a otro aguardábamos que tronara el ca- ñón de Montjuich y que empezaran a caer los proyectiles que por espacio de tantos días estaban como suspendidos sobre nuestras cabezas. Amanece, y el bombardeo no ha comenza- do aún ; la esperanza volvía a renacer ; el sol no se levan- taba claro y despejado sobre el bello horizonte de Barcelo- [12, 330-332] ESPARTERO 197 na, como que el ánimo se resistía a creer que el astro del día hubiese de presenciar la horrenda catástrofe. ¡Qué es- pectáculo tan desgarrador presentaba la infortunada ciu- dad en las horas que precedieron al primer estallido! Casi todas las puertas estaban cerradas, las calles desiertas; sólo las cruzaban de vez en cuando algunos paisanos con su ca- nana y fusil ; algunos hombres que conducían enfermos a lugar seguro ; alguna madre que, pálida y llorosa, iba a ocultar sus hijos debajo de una bóveda ; algún ministro del altar que iba a ofrecer el sacrificio de paz y de amor, supli- cando al Omnipotente para que detuviera el cruel propósi- to de un hombre desatentado. Pasaban las horas y el cañón no tronaba; Barcelona se parecía a un ajusticiado a quien se prolongan las angustias del cadalso, haciéndole aguardar mientras se preparan a su vista los instrumentos || del supli- cio. Todos cuantos podían ver el formidable castillo, todos fijaban en él su mirada, como el infeliz que va a expirar en el patíbulo no aparta los ojos del verdugo. Sonó, por fin, la hora fatal, tronó el cañón, zumbó el proyectil, y el estrépito del derribo de los edificios no dejó duda que la catástrofe comenzaba. Levantóse en muchos puntos de la ciudad una confusa gritería, un fatídico alari- do, en unos de espanto y horror, en otros de rabia y despecho, saludando al primer mensajero de incendio y devastación. Pero un momento después sobrevino un silencio profundo, cual si Barcelona hubiese dejado de existir. Es imposible for- marse idea de lo que estaba sucediendo ; es imposible conce- bir toda la barbaridad, todo lo gratuito y voluntario de aque- lla atroz medida, a no haber estado dentro de la ciudad en aquel formidable trance, a no haber recorrido sus calles du- rante las aciagas horas. Espartero se complacía en bombear una ciudad abandonada, donde apenas existían enemigos a quienes combatir, donde no había un jefe obstinado a quien fuese preciso doblegar. Bastaba dar una ojeada en todas di- recciones para convencerse de que nadie mandaba: ningún medio de defensa ; ningún resguardo contra los proyectiles ; todas las puertas cerradas; ninguna protección para soco- rro de los transeúntes ; nadie podía contar sino con sí mismo, porque faltaba la autoridad tutelar, que en semejantes ca- sos disminuye las desgracias y hace menos horrible el infor- tunio. Y suerte que todavía hubo quien providenció para acudir a los incendios que tan pronto se presentaron y que con tal rapidez || se propagaban ; pero tal era la situación de la ciudad, tal la falta de medios y prevenciones, que si al día siguiente hubiese continuado el bombardeo es probable que sufriera Barcelona un espantoso incendio que la borra- ra del mapa de España. Pero no, no era posible que continuasen las bombas otro 198 BIOGRAFÍAS [12, 332-333J ■día; a muchas leguas alrededor se oía el estruendo del ca- ñón; la sangre de los catalanes hervía en sus venas; los pueblos se conmovían ; la compasión excitaba el furor y la rabia contra el autor de tamaña catástrofe. Si Van Halen no ■mandara suspender el fuego, si no aprovechara el primer momento de penetrar en la ciudad, quizás un somatén gene- ral anunciara el momento de una conflagración espantosa, y la crueldad obcecada habría experimentado lo que puede la cólera de los catalanes tan indignamente provocada. Más diremos, Barcelona se rindió, abrió las puertas a las tropas, no precisamente por los proyectiles de Montjuich, sino por hallarse sin un caudillo que la alentase y dirigiese ; por ver que aquella resistencia era estéril, sin ni aun remota espe- ranza de algún resultado. No sabemos lo que le habría su- cedido si en aquella tarde hubiese desembarcado alguno de los caudillos que llegaron en junio a las costas de Valencia ; si se hubiese difundido la voz de que Narváez o Concha u otro general afamado acababan de llegar a la ciudad, y de encargarse del mando, y que recorría los puntos de la mu- ralla. Una chispa eléctrica arrojada sobre un montón de pólvora no hubiera producido un efecto más vivo e instan- táneo; los hombres más pacíficos hubieran corrido a las ar- mas y hubieran clamado que || se los condujese al encuentro del bárbaro que tan impunemente incendiaba sus hogares. Porque era cruel, era atroz, era desesperante, el pasar las horas con los brazos cruzados, oyendo un estallido y otro es- tallido, un zumbido y otro zumbido, y un estruendo y otro estruendo ; y ver que unos edificios se desplomaban y que se incendiaban otros, y que se estremecían todos ; era deses- perante el estar aguardando el momento fatal en que el proyectil caería envolviéndonos en las ruinas de la habita- ción sin poder resistir, sin saber adonde atacar, viendo de una parte una montaña inexpugnable vomitando hierro y fuego, y de otra al hombre feroz que contemplaba con cruel sonrisa su obra de devastación y de luto. Ríndese Barcelona y entran las tropas. Marcha el Regente y se vuelve a Madrid Rindióse la ciudad, entraron las tropas; mas parecía im- posible que el Regente, que había venido en persona a sojuz- garla, se volviese a la capital de la monarquía sin haber vis- to con sus ojos la desgracia que acababa de causar. Hízolo así, no obstante ; siguiendo una línea de conducta tenebrosa, suspicaz, indescifrable, se mantuvo encastillado en Sarriá, sin que los barceloneses supieran de su existencia sino por [12, 333-335] ESPARTERO 199 algún decreto que los afligía. Sin hablar a Barcelona, sin ha- blar a Cataluña, sin hablar a la nación, y después de tan graves y tan dolorosos acontecimientos emprende su camino de Valencia, silencioso, mudo, como avergonzado de lo que acababa de hacer, || y llevando en su corazón un punzante remordimiento, y presintiendo quizás su propia ruina, corre a distraerse pasando por debajo de los arcos de cartón, que, a despecho del pueblo de Valencia, le ha preparado uno de sus más humildes servidores. Espera una ovación, saluda a los circunstantes, se esfuerza en inspirarles entusiasmo. ¡Vanos esfuerzos! Los valencianos veían a la espalda del Re- gente la llama de los edificios de Barcelona. Cuando el grito de los desgraciados hacía estremecer a la nación entera mal podía ser vitoreado por hombres generosos el que tan gratui- tamente había querido ser la causa de tantas calamidades. El agudo grito de indignación y de horror, levantado en los cuatro ángulos de la nación al difundirse la noticia de la catástrofe de Barcelona, fué la señal' de alarma para derribar un poder que afeaba la legitimidad de su origen con la ne- grura de su conducta. Desde entonces ni paz ni tregua ; de- sertaron de las banderas del Regente crecido número de sus antiguos defensores; todos los partidos estaban acordes en que era preciso aventurar una batalla decisiva, o para de- rribar a un poder incorregible o para forzarle a entrar en un sendero menos indigno de la nación- Entre tanto, cegado Espartero de una manera incompren- sible, como que se esforzaba en exasperar más y más la in- dignación pública con la arbitrariedad de sus medidas, había impuesto a Barcelona la escandalosa erogación de doce mi- llones, y se empeñaba en llevar a cabo la injusta exacción, a pesar de la resistencia que encontraba en la ciudad. De esta || suerte, provocando a cada momento escenas desagra- dables y hasta peligrosas, dando lugar a reclamaciones de las corporaciones populares y de otras que se interesaban en el negocio, ocasionando que la prensa se ocupase de continuo de tamaña injusticia e ilegalidad, prestaba motivo a que le abandonasen hasta los puritanos constitucionales y a que pusiesen el grito en el cielo los que se gozaban ya en la próxima ruina del odiado enemigo. A su vuelta en Madrid encontró una acogida fría y des- deñosa, a pesar de los amigos que por diferentes causas se había granjeado en la Corte: tanta era la fuerza de los acontecimientos, que no fué posible no diremos excitar el entusiasmes mas ni siquiera la apariencia de la más ligera simpatía. Habiendo entrado por la puerta de Atocha no obs- tante la concurrencia atraída por la curiosidad y la hermo- sura del día, no pudo el bombardeador de Barcelona recabar 200 BIOGRAFÍAS [12, 335-337] algunos vivas de la multitud. Sólo uno que otro muchacho daba de vez en cuando algunas voces, que el Regente se apresuraba a contestar con amables saludos, esperanzado de que siquiera por cortesía le había de dirigir algunos víto- res el pueblo de la heroica villa. Todo fué en vano : la mul- titud se mantuvo silenciosa y sombría, y fuerza le fué al Re- gente cesar en sus saludos y trocar su semblante risueño en aspecto grave y disgustado. «¡Qué contraste tan significativo, ■decía a la sazón un periódico, presentan la entrada que ayer hizo el Regente del Reino y la que en octubre de 1840 hizo el duque de la Victoria! Si este personaje que hoy rige los des- tinos de España comprendiera y diese todo su valor a las causas |[ que producen tan grande diferencia, quizás cambia- ría de rumbo la nave del Estado y cesarían en gran parte los males que nos afligen.» Tan fría acogida, tan chocante diferencia entre la entrada de 1840 y la de 1843 revelaban con bastante claridad que el Regente estaba desconceptuado aun entre los mismos progresistas, los que no querían ya lisonjear a un hombre que tenía contra sí el anatema de la nación. || ARTICULO 7.'J Se prepara la resistencia Sumario- — Declaración de la prensa independiente. Sobre un tra- tado de comercio con la Inglaterra. Esfuerzos de Espartero para disipar los temores de la prolongación de la minoría. Nuevas elecciones. Manifiesto del partido moderado. Manifiesto de los progresistas. Duras calificaciones que se dan a la fracción aliada con Espartero. Indicaciones que en el mismo documento se ha- cen contra el Regente. Imposibilidad en que Espartero se en- cuentra de disipar el temor de la nación con respecto a la pro- longación de la minoría. Por aquellos tiempos corría muy válida la voz de que el gobierno, prescindiendo de los trámites constitucionales, se proponía celebrar con la Inglaterra un tratado de comercio, y daba más robustez a dicha noticia la conducta que se aca- baba de observar con Barcelona. La prensa independiente, justamente alarmada y deseosa tal vez de aprovechar la oportunidad que se le ofrecía, publicó una protesta contra cualquier tratado de comercio con la Inglaterra que no se hiciese con arreglo a la Constitución y que no fuese ratifica- do por las Cortes con plena libertad de deliberar y resolver. Los términos de la manifestación indicaban la mayor des- [12, 337-339] ESPARTERO confianza || y dejaban entrever temores de nuevas y funestas arbitrariedades \ Ya no le era posible al gobierno presentarse ante unas Cortes que habían desairado de un modo tan escandaloso, obrando de una manera diametralmente opuesta a las indi- caciones que le habían hecho los comisionados del Congreso. Así ya nadie dudaba de que serían disueltas cuanto antes, como en efecto lo fueron el día 3 de enero. Conocía a la sazón Espartero la impresión irritante que habían producido las voces de que trataba de prolongar la minoría de la Reina. Así es que en ofreciéndosele la ocasión procuraba convencer de que no abrigaba tales intenciones, y que tan pronto || como llegase el momento de cumplir Su Majestad los catorce años dejaría de ser Regente y entrega- ría a Su Majestad las riendas del Estado. Así lo aseguraba en el discurso con que contestó a la felicitación de los jefes y oficiales de la Milicia Nacional de Madrid el día de los San- tos Reyes. Hacía, sin embargo, estas protestas en tales térmi- nos, que bien dejaba conocer que con el tiempo sobreven- drían nuevos peligros para el trono y la Constitución que le obligarían a salir de nuevo del hogar doméstico, cuyo reposo anhelaba con tanto ardor. «Yo soy jefe de Estado, decía, Re- gente del Reino por la voluntad nacional, durante la menor edad de nuestra augusta Reina ; veintidós meses faltan, se- ñores, para que Su Majestad llegue a la mayor edad, porque la Constitución del 37, esa bandera que yo he sellado con mi sangre, marca la mayor edad de la Reina a los catorce años, y tan pronto como llegue aquel momento dejo de ser Regente; Mi corazón, señores, me anuncia que entonces podré decir: 1 «Declaración de la imprenta independiente. — En el estado de dependencia en que aparece constituido el gobierno español respec- to del gobierno de la Gran Bretaña, y en vista de la próxima ruina que amenaza a nuestra industria, y del peligro de que una cuestión tan ardua y de tan irreparable trascendencia como la de un trata- do de comercio con la Inglaterra se resuelva sin ninguna garantía de acierto y acabe de convertirse en una cuestión de fuerza y de influencia extraña, la imprenta independiente, guiada por un senti- miento de nacionalidad y fiel a su deber de prevenir y resistir, den- tro de los límites de la ley, todos los actos arbitrarios y funestos que puedan decretarse por el gobierno actual, se considera obligado a hacer la siguiente declaración: »La imprenta independiente protesta de la manera más solemne y enérgica contra la celebración de cualquier tratado de comercio con la Inglaterra que no se haga con arreglo a la Constitución y que no sea ratificado por las Cortes con plena libertad de deliberar y resolver. »Madrid, 2 de enero de 1843 — El Eco del Comercio.— El Heraldo, El Peninsular.— El Castellano.— La Posdata.— El Católico.— El Co- rresponsal.— Guindilla. — La Revista de Madrid. — La Revista de Es- paña y del Extranjero. — El Reparador. — El Sol.— El Pabellón Es- pañol.» 202 BIOGRAFÍAS [12, 339-341] Señora, tengo la gloria de entregar a Vuestra Majestad una nación grande, independiente, tan grande, señora, que no solamente es respetada por las demás naciones extranjeras, sino que es temida también. »Esto me dice mi corazón y creo no me engañará. Para- conseguirlo cuento con los esfuerzos de mis compatriotas. ¡Dichoso yo si así sucede! Entonces, al entregar las rien- das del Estado a Su Majestad, me retiraré al hogar domésti- co, me confundiré entre mis compatriotas y nada me que- dará que desear. Pero si desde el rincón de mi casa viere que peligraba el trono o esa Constitución que todos hemos jurado, volveré en su defensa, presentaré este pecho de dia- mante ante || nuestros enemigos y sacrificaré mil veces la vida, si es necesario, por salvar la libertad, el trono de Doña Isabel II y la Constitución que nos rige.» Estas últimas palabras eran profundamente maliciosas. «Me retiraré», decía, pero al propio tiempo anunciaba peli- gros que le harían necesario y que podría dar lugar a repetir las escenas de Barcelona en julio de 1840, cuando el general ■en jefe de los ejércitos reunidos, movido por el entusiasmo •de la libertad, preparó a la augusta Gobernadora el camino ele la emigración y allanó para sí el de la Regencia única. Es decir, que si la Reina hubiese cumplido los catorce años sin e forme, siempre es muy curioso que haya sido cabalmente un español, y del siglo xvn. es decir, de la época de nuestra decadencia, el que haya sentado con claridad y lisura los principios de una ciencia nueva ; siendo al propio tiempo lamentable que en este caso se verifique lo que en tantos otros, de que nuestra dejadez habitual haga que no vindi- quemos como podríamos las glorias nacionales, y que los golpes del genio, que en otros países producen un efecto eléctrico, queden entre nosotros confundidos en la obscuri- dad, y sean los extranjeros quienes se aprovechen de lo que en España se ha pensado o inventado por primera vez. No se crea, sin embargo, que pueda decirse con toda exactitud que Huarte fuese el primero que asentó prin- cipios de que se valen los frenólogos de nuestro tiempo: quizás fué el único que consagró expresamente || una obra a este objeto: pero se hallan esparcidas acá y acullá en au- tores antiguos proposiciones que indican con más o menos claridad que los conocimientos frenológicos no eran del todo desconocidos ; aun pasando por alto los trabajos de Alberto el Grande en el siglo xm, de Pieiro di Montagna a fines del xv, de Ludovico Dolci a mediados del xvi de que nos ha- bla el señor Cubí en su nombrado prospecto. Los antiguos, comprendiendo en este número los que vivieron en los si- glos medios y en los que inmediatamente los siguieron, que nosotros con demasiada generalidad apellidamos de tinie- blas e ignorancia o de mucho atraso, sabían sobre materias delicadas algo más de lo que comúnmente se cree ; y, si bien no disponían de los muchos medios que para aprender tene- mos nosotros a la mano, suplían, sin embargo, algún tanto esta falta con la asiduidad de sus trabajos y la profundidad de sus meditaciones. En las obras de Santo Tomás se hallan preciosas obser- vaciones sobre la relación y comunicación que media entre el alma y el cuerpo ; siendo de admirar que un escritor del siglo xm pudiese alcanzar a expresarse con tanta exactitud, con tan fino discernimiento, sobre hechos y fenómenos en extremo complicados, que en apariencia debían de ser in- descifrables, atendido el atraso en que se hallaban las cien- cias naturales. Los observadores modernos que tantos elo- gios tributan a nuestro insigne Huarte, por haber columbra- 278 MISCELÁNEA [14, 109-111] do ya en el siglo xvn los principios de una nueva ciencia, oirán con gusto, a no dudarlo, las palabras del santo que acabamos de citar ; y se quedarán |¡ agradablemente sor- prendidos al ver con cuánto tino se expresaba sobre delica- dísimas materias el humilde religioso del siglo xni. «El alma intelectual, dice, aunque por su esencia sea una, no obstante, por su perfección es múltiple en sus facultades. Y así para las diversas operaciones necesita diversas disposiciones en las partes del cuerpo a que se une. Y por esto vemos que hay mayor diversidad de partes en los animales perfectos que en los imperfectos, y en éstos que en las plantas.» He- mos procurado traducir con toda exactitud: pero deseosos de que el lector pueda examinar las expresiones del original, las transcribimos aquí : Et hoc competií animae intelectivae quae quamvis sit una secundum essentiam, tamen propter sui perfectionem est multiplex in viriute. Et ideo ad diversas operaüones indigat diversis dispositionibus in partibus cor- poris cui unitur. Et propter hoc videmus quod maior est di- iiersitas partium in animalibus perfectis quam imperfectis, et in his quam in plantis. (Summa theologica, pars 1.a, quaest. 76. art. 5, ad 3.) La sabiduría y el discernimiento de estas palabras son admirables ; pero falta todavía citar otro pasaje más curio- so en que se descubre con toda evidencia que el santo doctor tenía expreso conocimiento de las teorías frenológicas, y que otros ya entonces se hallaban en el mismo caso. Es notable la prudencia del santo: refiere, pero no juzga, aplicando con su ejemplo el principio de que en tratándose de fenóme- nos naturales, antes de afirmar es preciso observar. Hablan- do de los sentidos interiores, y señalando cierta facultad del alma, dice: «Por donde se llama razón particular, || a la cual le señalan los médicos determinado órgano, a saber, el centro de la cabeza.» Unde etiam dicitur ratio pardcularis cui medid assignant determinatum. organum. scilicet me- diam partem capitis. (Pars 1.a, quaest. 78, art. 4.) Eliminada ya la dificultad que podría levantarse sobre la incompatibilidad de los principios frenológicos con la espi- ritualidad del alma, y demostrado que esta espiritualidad nada tiene que temer de la multiplicidad de los órganos que en el cerebro se supongan, falta ahora determinar si en rea- lidad esta variedad de órganos existe ; y además cuáles son las partes de] cerebro donde se encuentran. Esta es la parte teórica de la ciencia, la que, no obstante, debe estar fundada en una serie de hechos observados con la debida exactitud y referidos con rigurosa verdad. Después falta investigar si es posible hacer una aplicación de estos principios deducien- do reglas prácticas para que, con la simple inspección o con- tacto de un cráneo, sea dable adivinar cuáles son las fa- [14, 111.113] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 279 cultades intelectuales de que está dotada la persona ; si es posible que se conozca cuáles son las disposiciones particula- res que la hacen apta para una ciencia o profesión ; de tal suerte que, sin haberla oído hablar sobre la materia, ni eje- cutar nada que pueda suministrar indicios de su capacidad, se conjeture la existencia de ésta, y hasta se calculen sus grados con alguna aproximación. Estamos esperando con ansiedad hechos que sin duda acumulará en crecido número el señor Cubí en la obra que tiene anunciada ; y deseamos sinceramente que sean de tal naturaleza, que basten a disipar las || dudas que suscitan todavía algunos sabios contra la frenología. Como las cien- cias naturales, a las que ésta pertenece también, no deben estribar en meras hipótesis o en razones de analogía más o menos convincentes, s.no que han de apoyarse en hechos ob- servados con rigurosa exactitud, será menester que se nos pruebe con ellos: primero, que el cerebro está distribuido en cierto número de partes de las cuales cada una sirve para una función determinada ; segundo, que se señale la localidad de las mismas y la respectiva facultad del alma de que son instrumentos ; tercero, que por la simple inspección o el contacto del cráneo se puede adivinar la existencia y el grado de dichas facultades ; cuarto, que se indiquen con al- guna precisión las causas que puedan inducir a error cuan- do se trate de formar esta conjetura ; quinto, que se expli- que, apoyándolo con hechos ciertos, cuál es el desarrollo y modificaciones que de la educación, de la instrucción, de las ocupaciones, del tenor general de la vida, u otras causas cua- lesquiera pueden resultar; sexto, que al ofrecerse las lá- minas que señalan dónde se encuentran los asientos de los órganos cerebrales, se indiquen las reglas que han presidido a la delineacíón, ora se trate de las cabezas en general, ora de las que se hayan desarrollado de una manera particular y notable, natural o artificialmente. En breve, deseamos que el señor Cubí eleve la frenolo- gía a toda la altura que reclaman el mismo decoro y la digni- dad de la ciencia, no dejando ningún pretexto a que se la pueda tachar de ilusión y charlatanismo. Deseamos que, en lo tocante a la práctica, || ni se la quite nada de lo que le corresponde, ni se la atribuya lo que no le pertenece. La exageración excita quizás un entusiasmo momentáneo ; sólo la verdad produce un efecto duradero. El crédito de las cien- cias debe fundarse en las convicciones arraigadas en el en- tendimiento, no en las lisonjas tributadas al amor propio, o en las frivolas puerilidades de una vana curiosidad. La dilatada experiencia del ilustrado profesor le habrá enseñado, sin duda, la necesidad de inculcar a sus discípulos las verdades que acabamos de indicar: pudiendo estar se- 280 MISCELÁNEA [14, 113] guro que en España hay un fondo de buen sentido para apreciar juiciosamente el mérito que en sus explicaciones se encierre, así como hay muy felices disposiciones para evitar los insinuados escollos ; disposiciones que le allanarán sobre- manera el camino para que pueda entrar en una exposición dilatada y profunda de los principios y aplicaciones de la ciencia, sin correr tanto riesgo como en otros países, de pro- ducir, en vez de alumnos instruidos y sensatos, entusiastas superficiales y extravagantes. Como quiera, y reservándo- nos volver otro día sobre tan importante materia, le desea- mos en Barcelona el mismo buen éxito que en Nueva Or- leáns ; de manera que los periódicos de esta capital puedan tributarle los mismos elogios que el titulado Picayune y El Correo de la Luisiana. || Estudios frenológicos* ARTICULO 1.° Sumario- — Seis principios asentados por el señor Cubí en su Ma- nual de Frenología: 1° Las facultades del alma son innatas. Nos hallamos de acuerdo con el señor Cubí. 2 o El cerebro es el órgano del alma. En qué sentido se puede admitir esta afirma- ción. 3.° Multiplicidad de órganos del cerebro correspondientes a la variedad de facultades del alma. La variedad de faculta- des del alma está fuera de duda. Diversidad da talentos. La multiplicidad de órganos en el cerebro es dudosa. Las razones de analogía entre la inteligencia y los sentidos valen poco. Los hechos aducidos no prueban la proposición. El argumento saca- do del soñar no es concluyente. Tampoco lo es el que se funda en las afecciones cerebrales parciales. 4.° El tamaño de un ór- gano cerebral, todo lo demás igual, es la medida de su potencia. Es imposible determinar la condición siendo lo demás igual. Esto no lo resuelve la inspección del cráneo. El principio, pues, aun siendo verdadero, no nos da medios de conjeturar las fa- cultades mentales. Una cosa es el tamaño del órgano y otra su perfección. 5 o El tamaño y forma del cerebro corresponden al tamaño y forma de la superficie de la cabeza. Nada debemos añadir a las observaciones emitidas al principio 4 .». 6 o Toda fa- cultad del alma tiene su lenguaje especial. Este principio puede admitirse con algunas aclaraciones. El pronosticar las faculta- des mentales por la inspección de la superficie del cráneo es operación sujeta || a muchas equivocaciones. No debe olvidarse la influencia del temperamento y de otras condiciones descono- cidas reconocida por el mismo señor Cubí. Condiciones a que deben sujetarse los experimentos. La superficie del cráneo no nos representa el volumen de los órganos parciales. Los estudios frenológicos pueden prestar alguna utilidad. En el primer número de esta revista nos ocupamos de la ciencia frenológica en sus relaciones con la espiritualidad del alma ; estableciendo algunos principios para precaver * [Nota bibliográfica. — Serie de tres artículos publicados en los cuadernos 3, 9 y 10 de La Sociedad, fechados en 15 de junio, 6 y 18 de julio de 1843', vol. I, págs. 337. 396 y 449. Los sumarios son nuestros! 282 MISCELÁNEA [14. 118-120] que los poco versados en estas delicadas materias incurrie- sen en equivocaciones sobre un punto de tan elevada impor- tancia, por afectar muy de cerca uno de los principales fun- damentos de la religión, cual es la distinción entre el espí- ritu y el cuerpo. Explicamos allí cómo pudiera entenderse en un sentido razonable y nada dañoso la doctrina que esta- blece que el alma posee diferentes facultades, las cuales ella manifiesta por medio de correspondientes órganos cerebra- les ; y con esta ocasión expusimos también cuál era la acep- ción legítima que podía darse a la proposición en que se asienta que el alma, mente o entendimiento, obra por me- dio del cerebro ; aduciendo autoridades respetables, así en el orden religioso como en el puramente filosófico. Ofreci- mos entonces a nuestros lectores el volver otro día a la discusión de este asunto ; y, si bien hubiéramos deseado hacerlo cuando se hubiese publicado una obra más extensa cuyo prospecto ha visto ya el público, no obstante, con la mira de que no nos veamos precisados a dilatar demasiado el cumplimiento de lo que tenemos prometido, entraremos hoy en amplio examen \ de la materia. Es tal su importan- cia y tan graves y delicados los puntos a que se refiere, que, habiéndose ventilado extensamente en esta capital, en oca- sión muy reciente, no podemos permitir que las graves cues- tiones que de ella surgen pasen desapercibidas y sin las co- rrespondientes aclaraciones. Seis principios asienta el señor Cubí, apoyándose en la autoridad de Gall, y mirándolos como la base de toda la cien- cia frenológica : 1. ° Las facultades o potencias del alma son innatas. 2. ° El cerebro es el órgano del alma o mente. 3. ° El cerebro es múltiple ; esto es, el cerebro es un compuesto o agregado de varios órganos por medio de los cuales manifiesta el alma sus varias facultades. 4. ° El tamaño de un órgano cerebral, siendo todo lo de- más igual, es una medida positiva de su potencia mental. 5. ° El tamaño y forma del cerebro es, con rara excep- ción, idéntico al tamaño y forma de la superficie externa de la cabeza. 6. ° Toda facultad del alma tiene su lenguaje especial; esto es, todo órgano cerebral, cuando se halla predominante- mente activo, produce un movimiento, expresión, gesto o ac- titud, que se llama su lenguaje especial o natural. (Manual de Frenología.) Antes de pasar a otras consideraciones, examinaremos rá- pidamente estos seis principios, o axiomas, o como se quiera llamarlos. El primero es: Las facultades o potencias del alma son innatas. En esto || nos hallamos de acuerdo con el señor Cubí : y creemos que en el mismo caso se encuentran [14, 120.121] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 283 todas las escuelas filosóficas. El hombre obra ejercitando sus facultades, pero no produce el mismo principio de su ac- ción, pues que ésta supone la existencia de aquél. Es cierto que ora consideremos las facultades del alma como identi- ficadas con su esencia, ora admitamos que son cosa distinta, la razón y la experiencia nos están diciendo que no podemos dárnoslas a nosotros mismos ; lo que en ellas podemos hacer es avivarlas, perfeccionarlas y pulirlas, nada más. Todo cuan- to en este sentido hacemos supone un cierto fondo de la na- turaleza que nos ha sido otorgado gratuitamente por el Cria- dor, y que, si no nos hubiera sido concedido, tan lejos estu- viéramos de poderlo producir, que ni siquiera alcanzaríamos a formarnos de él una idea. El segundo principio es : El cerebro es el órgano del alma o mente. Como en el discurso citado nos detuvimos en expli- car el sentido en que debía tomarse esta proposición, si se quería evitar el que se le dieran acepciones peligrosas, bás- tanos transcribir aquí lo que entonces decíamos: «Que hay una relación entre el entendimiento y el cere- bro, que éste es el centro de las sensaciones, que de su buena o mala disposición natural o accidental resultan los más variados fenómenos en el ejercicio de las facultades del alma, es una verdad que no consiente duda ; como que está reconocida por todos los filósofos antiguos y modernos y atestiguada por la experiencia de cada día. El delirio y la locura que de tal suerte trastornan las funciones del alma || tienen su origen en afecciones cerebrales ; de éstas dimanan también los sueños más o menos variados, más o menos ex- travagantes, habiendo podido notar cualquiera lo mucho que en esta parte influyen la cantidad y calidad de los alimentos y todo cuanto comunica al cuerpo estas o aquellas disposi- ciones capaces de afectar este órgano. Aun no suponiendo un trastorno tan completo como lo es el de una alienación men- tal, o un estado tan diverso cual el sueño respecto de la vigi- lia, ¿quién no ha notado la exaltación de las facultades del alma que se sigue a la inmutación del cerebro causada por agentes accidentales? Una botella de vino de champaña con- vierte quizás en animado hablador, facundo, variado y chis- toso, a un hombre que pocos momentos antes se mostraba indiferente, taciturno y frío. «Los diversos sistemas psicológicos ideados por las dife- rentes escuelas filosóficas, fueron excogitados con la mira de explicar la relación entre el cuerpo y el alma, y muy particu- larmente entre ésta y el cerebro. El influjo físico, las causas ocasionales, la harmonía prestabilita y las demás hipótesis más o menos análogas a las sobredichas, todas dimanan de la dificultad en que se encontraron las varias escuelas para dar razonada cuenta de una relación, de una comunicación. 284 MISCELÁNEA [14, 121-123] de ana recíproca influencia, tan ciertas como incompren- sibles. »Así, pues, ciñéndese, como manifiesta ceñirse el indicado profesor, a establecer este fenómeno generalmente recono- cido, estamos de acuerdo con él en que es un hecho incues- tionable. || »Bonald, copiando a Platón, ha dicho que «el hombre es una inteligencia servida por órganos», y entre éstes sin duda debe contarse como principal el cerebro, mayormente en lo tocante al ejercicio de las facultades intelectuales. Sin em- bargo, para no confundir los límites de la filosofía espiritua- lista y materialista, atribuyendo a lo que es puramente cor- póreo funciones que de ninguna manera pueden correspon- derle, es menester fijar con exactitud el sentido de la palabra órgano, para que, cuando se dice que el cerebro lo es del alma, no se entienda que por él se ejercen de alguna manera los actos del entendimiento o de la voluntad. Organo es el medio o conducto por donde una cosa se comunica a otra, o por el cual se ejerce alguna función ; así la lengua será el órgano de la palabra, los ojos serán el órgano de la visión,* el tímpano será el órgano del oído, en cuanto sirven estas partes del cuerpo para ejercer aquellos actos que con los in- dicados nombres se designan. Pero con la mira de evitar la confusión de las ideas en un punto de tanta importancia y trascendencia, emitiremos algunas observaciones que bas- tan, en nuestro juicio, a prevenir toda equivocación. El lec- tor nos dispensará si nos elevamos a consideraciones pura- mente ideológicas y metafísicas, quizás no muy fáciles de ser comprendidas perfectamente por los no versados en tan espinosas materias; procuraremos, no obstante, expresarnos con la mayor claridad y limpieza, acomodándonos a la ca- pacidad hasta de los menos inteligentes, en cuanto nos lo permita el objeto que nos proponemos dilucidar. || »E1 instrumento es el medio de que nos servimos para ejecutar alguna cosa ; el pincel es el instrumento del pintor, como el cincel lo es del escultor y la pluma del escribiente. En este sentido el cerebro no es ni puede ser instrumento del alma en el pensar ni en el querer. Si en este sentido se di- jese que el cerebro, u otra parte del cuerpo, son instrumen- tos u órganos del alma, la expresión sería no sólo inexacta, sino falsa ; porque entonces se daría a entender que el es- píritu elabora sus pensamientos por medio del cerebro, que éste contribuye inmediatamente a la formación de aquéllos: lo que daría por el pie a todo sistema espiritualista, que es- triba como sobre su cimiento en el siguiente principio: El pensamiento y la materia son cosas incompatibles. En efec- to ; aquél es esencialmente simple, ésta esencialmente com- puesta ; aquél supone por necesidad unidad del sujeto que lo [14, 123.125] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 285 ejerce, ésta es por necesidad múltiple, porque en su misma naturaleza entra el ser compuesta de muchas partes ; aquél existe en un ser que puede darse cuenta de stts actos a si propio, que con toda verdad y exactitud pueda decir yo, a pesar de todas las modificaciones que sufra por la diferencia de sus facultades y la diversidad de sus actos, cuando en ésta es imposible encontrar ese ser uno, indivisible, único sujeto de las modificaciones que experimenta ; pues lo que sufre una parte no lo sufre otra, y, por lo mismo, no es dable concebir en la misma ese yo uno, simple, indivisible, idea que necesariamente acompaña a todo ser que piensa o quiere. »Esta es la razón profunda de los singulares sistemas || a que han apelado todos los grandes hombres para explicar el misterio indescifrable de la unión del alma con el cuerpo de las relaciones que entre sí tienen, del modo con que re- cíprocamente se comunican y se afectan. Veían el hecho, lo palpaban en sí y en los demás, el fenómeno de la acción del alma sobre el cuerpo y de éste sobre aquélla, se les ofre- cía fuera de duda ; pero no era para ellos menos incuestio- nable la diferencia esencial de las naturalezas de estos dos seres, no acertaban a darse cuenta de la posibilidad de la acción recíproca, no comprendían cómo lo simple y lo com- puesto pueden influir lo uno sobre lo otro ; y por esto, en- tregados a profundas meditaciones, excogitaban sistemas qui- zás extravagantes y que provocaban la risa de los pocos ver- sados en estas materias. Los hombres vulgares no conocían toda la extensión y la fuerza de la dificultad que los prime- ros se propusieron salvar ; y por lo mismo no apreciaban el mérito del esfuerzo extraordinario, indicado por la misma singularidad de las hipótesis. «Queda, pues, sentado que no hay inconveniente en que se diga que el alma, mente o entendimiento, obra por medio del cerebro como por su órgano, mientras con estas expresio- nes se entienda que, dadas ciertas operaciones del alma, re- sultan determinadas funciones del cerebro ; y que, afectado el órgano de esta o aquella manera, resultan estas o aque- llas impresiones en el alma. Y nótese bien que no tratamos aquí de explicar cómo esto se verifica, ni de señalar prefe- rencia a ningún sistema filosófico ; y sí únicamente de dejar en su puesto el hecho fundamental || de toda ciencia psico- lógica, a saber, la imposibilidad de que el pensamiento resi- da en la materia. De esta suerte queda en salvo la espiritua- lidad del alma, queda fuera de duda la diferencia esencial entre espíritu y cuerpo, y nos hallamos, por consiguiente, desembarazados para entrar de lleno en la cuestión frenoló- gica, o sea en el examen de los hechos cuyo conjunto, unido a las consecuencias que de los mismos se sacan, se propone 286 MISCELÁNEA [14, 125-127] el distinguido profesor ofrecernos como un verdadero cuer- po de ciencia.» (Véase pág. 100.) El tercer principio es : El cerebro es múltiple ; esto es, el cerebro es un compuesto o agregado de varios órganos por medio de los cuales manifiesta el alma sus varias faculta- des. En esta proposición se contienen dos aserciones : multi- plicidad de órganos del cerebro y variedad de las facultades del alma. Examinémoslas por separado. En cuanto a la varie- dad de facultades, la experiencia propia y la ajena nos la de- jan fuera de duda, aun refiriéndonos a un mismo individuo ; que si se trata de diferentes personas, entonces el fenómeno se presenta tan de bulto, que no consiente réplica ni necesita explicación. Y esto no se verifica solamente con respecto a las facultades cuya variedad está fundada en la misma diferencia de su naturaleza, como, por ejemplo, el entendi- miento y la voluntad ; sino que es muy fácil observarlo has- ta en aquellas que perteneciendo a un mismo orden debie- ran, al parecer, presentarnos, si no completa uniformidad, al menos mucha analogía. Así es sobremanera curioso el notar los diferentes caracteres |1 que' ofrecen tas inteligencias, y la asombrosa variedad que en ellas se descubre, no tan sólo por lo relativo a sus grados de alcance y de fuerza, sino también por lo tocante a su capacidad y disposición para estos o aque- llos objetos. Hombres hay, y los conoce el que esto escribe, de talento felicísimo en todo lo que concierne a las ciencias políticas y morales, y que, sin embargo, lo poseen muy es- caso en tratándose de las naturales y exactas. Hasta ciñéndo- nos a un solo género, se observa una variedad singular cuan- do se desciende a las especies. ¿Quién no diría, por ejemplo, que uno que posea feliz disposición para una parte de las matemáticas debe poseerla igual para todas? No obstante, la experiencia está demostrando que no es así ; y, concretándo- nos a la aritmética universal, se encuentra que unos tienen muy buenas disposiciones para la numérica y no tanto ni de mucho para la algebraica, mientras otros se familiarizan sin ningún trabajo con la expresión abstracta del álgebra y se sienten embarazados con la concreta minuciosidad de los nú- meros. Si comparamos la aritmética universal con la geome- tría, la diferencia se hace mucho más sensible ; sucediendo a veces que una persona sobresaliente en uno de dichos ra- mos no pase en otro de mediana. En el tratado común de la vida es fácil observar esta misma variedad, ora se pongan en cotejo personas de cortos alcances, ora se comparen hombres de conocido talento. Aun cuando estén acordes en sus principios y hayan recibido una educación muy parecida, es, sin embargo, tan diferente su modo de mirar las |[ cosas, que se muestra clarísimamente la diferencia de facultades de que están dotados. Quién pene- [14, 127.128] tra hasta el corazón de los objetos, complaciéndose en des- entrañarlos, en analizarlos hasta en sus más recónditos plie- gues ; quién saca luego deducciones, atendiendo menos a la solidez de los principios o a la verdad de los hechos que a las consecuencias que de los mismos pueden inferirse ; quién se entretiene en minuciosidades, ajenas, quizás, del punto principal, mientras otro que las descuida se ocupa especial- mente del conjunto de las cosas, dirigiéndose, como suele de- cirse, al blanco de la dificultad ; quién, práctico y positivo, prescinde de todo linaje de abstracciones aplicando su aten- ción a los objetos tales como son en sí ; quién eleva al ins- tante su pensamiento sobre lo que tiene a la vista, y pasa a reflexiones generales que hacen perder a la cuestión su ais- lamiento y la levantan a la región científica : en una pala- bra, son tantas y tan variadas las gradaciones que ofrecen los ingenios, que quien las haya observado se habrá conven- cido de cuál difícil es, no diremos contarlas, pero ni aun clasificarlas. Así opinamos que la palabra talento es lo más vago que darse pueda ; y estamos en la profunda convicción de que sería de la mayor importancia para los adelantos de las ciencias, literatura, industria, y de todo cuanto ocupa el humano entendimiento, el atender algo más de lo que co- múnmente se hace a las disposiciones particulares con que el Autor de la naturaleza ha favorecido a cada individuo. Se abandonan ciegamente los hombres a la carrera que les vie- ne a la mano, sin pensar que quizás || se echa a perder un talento superior, que consume toda su vida en trabajar con escaso fruto en un ramo para el cual no había nacido. Por más cierta que sea la multiplicidad de las facultades del alma, y, por consiguiente, muy verdadera y exacta una de las partes de la proposición que estamos examinando, no parece que lo sea en igual grado la segunda. Y si bien este punto no pertenece propiamente a nuestro objeto, diremos dos palabras sobre él; no pretendiendo decidir la cuestión, sino manifestando nuestras dudas, en uso del derecho que la prensa adquiere sobre lo que se sujeta a la discusión pú- blica. En cosas puramente naturales nos guardaremos de de- cir imposible, a no tener para ello fuertes motivos ; ¿qué nos sabemos nosotros de los caminos incomprensibles del Criador y del infinito alcance de su omnipotencia? Pero esto no nos dispensa de proceder con la debida circunspección aconsejada por la sana lógica, y de que, el tratarse de dar asenso a una doctrina, no nos demos por satisfechos hasta verla apoyada en observaciones imparciales, numerosas y ajustadas. Se ha dicho que «nuestra conciencia nos hace sen- tir que observamos con la parte inferior y reflexionamos con la superior de la frente». ¿Quién es capaz de fijar esta clase de fenómenos? Es verdad que cuando para la observación 288 MISCELÁNEA [14, 128-136] necesitamos ejercer el sentido de la vista parece que hasta el pensamiento se agolpa, por decirlo así, sobre la parte cercana a los ojos, y que los movimientos que en aquella región se notan podrían indicar que en ella se verifica no sólo el acto de sentir, sino también el de observar. || Pero ¿cómo se deslinda en tal caso lo que toca al sentido y lo que corresponde al pensamiento? ¿Quién podrá decir si la reflexión y la observación se ejecutan por un mismo órgano, aun cuando, a causa de las circunstancias indicadas, se note alguna diferencia exterior que podría hacer sospechar distin- ta localidad en las funciones? Los sentidos tienen órganos diferentes, y en esto puede fundarse un argumento de analogía para probar que lo mis- mo ha de suceder en lo tocante a las operaciones íntimas del alma. Sin negar lo plausible, que es el argumento indicado, parécenos, no obstante, que pueden dársele dos respuestas. Es la primera que las razones de analogía por sí solas valen muy poco, necesitando, para que alcancen consistencia, ob- servaciones que manifiesten que es un hecho lo que se to- maba como una hipótesis. El motivo de la debilidad de esta clase de argumentos no es difícil de conocer: estriban en la semejanza, y como ésta sea una idea que siempre trae con- sigo alguna vaguedad, mayormente, cuando se trata de fenó- menos complicados, resulta muy a menudo que se juzga equivocadamente del uno por el empeño de colocarlo en la misma clase del otro, que, a pesar de algunas apariencias, pertenece a un orden muy diferente. Tal vez no será fácil señalar esta diferencia ; pero aun cuando no la veamos, no quedamos exentos de la obligación de mantenernos en pru- dente desconfianza sobre la verdad y exactitud de lo que se nos probare con argumentos de pura analogía. Si, empero, aconteciere descubrir esta diferencia, entonces sube de pun- to la necesidad de estar prevenidos || contra la ilusión. No nos lisonjeamos de haberla encontrado en el caso presente, pero sí que nos atreveremos a presentar una observación que podría hacer sospechar que la naturaleza ha tenido razones particulares para multiplicar los órganos de los sentidos, las que no existen con respecto al que sirve a las funciones ín- timas del alma. Esta será la segunda respuesta que al argu- mento de analogía vamos a dar. Sea cual fuere la teoría que se adopte para la explicación de los fenómenos que nuestros sentidos ofrecen, resulta in- dudable que los órganos que sirven para el ejercicio de la función que apellidamos sentir reciben inmediatamente sus impresiones de los cuerpos que los rodean. De este hecho tan palpable se infiere que, siendo diferentes las impresio- nes que se habían de recibir, debían serlo también los órga- nos afectados ; por manera que a los frenológicos se les pue- [14, 130.132] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 289 de hacer aquí una reflexión nada despreciable, a saber, que la diferente construcción de los órganos puede haber sido motivada no tan sólo por la función que se había de ejercer, sino también por la impresión que se había de recibir. Y como es bien claro que la luz, que el sonido, que los olores y cuanto afecta los sentidos externos, son cosas entre sí muy distintas, aun considerándolas prescindiendo de sus relacio- nes con todo ser viviente, y mirándolas tan sólo como meros cuerpos o movimientos corpóreos, salta a la vista que en la naturaleza misma de las cosas se encuentra la razón de la multiplicidad de los órganos de los sentidos externos. Ahora bien: cuando se || trata de las funciones internas, ¿existen las mismas causas para que debamos suponer una multipli- cidad semejante? ¿En el ejercicio de éstas se reciben por ventura impresiones de los cuerpos externos directa e inme- diatamente? Es cierto que no, y, por tanto, queda desde lue- go evidente una disparidad que, si no destruye de raíz la analogía, al menos la hace muy dudosa. En prueba de que el cerebro es multiforme se citan tam- bién los ejemplos de Vito Mangiamele. que resuelve intuiti- vamente los más intrincados problemas de aritmética; de Lope de Vega, que escribía buenos versos a los cinco años de edad; de Gall, que a los seis ya formaba raciocinios acertados sobre el carácter de las personas; de Mozart, que a los cuatro ya tocaba admirablemente el violín. «Si el cerebro, conti- núa el citado escritor, fuese uno y simple, y no múltiple y complexo como es, una parte sería absolutamente igual a las demás partes ; y, por consiguiente, Mangiamele debiera ser tan maravilloso poeta como es aritmético ; y, viceversa, Lope de Vega tan asombroso aritmético como era poeta, lo que •dista mucho de la realidad. Igual observación puede hacerse respecto a cuantos están dotados de ingenio especial y par- ticular. La pujanza maravillosa que alcanzaron los sabios je- suítas fué resultado de haber cimentado la educación que daban sobre este tercer principio frenológico.» (Manual de Frenología.) Parécenos que estos hechos, si bien notables por muchas razones, no prueban, sin embargo, lo que se propone el es- critor. El señor Cubí afirma que, si el cerebro fuese uno y simple, y no múltiple y complexo como es, una parte sería absolutamente igual a las demás ; esto no es verdad, porque la discrepancia entre los frenologistas y sus adversarios no está en que éstos nieguen y aquéllos afirmen la diferencia de perfección que puede existir y existe en la totalidad o en determinada porción de cerebro, sino en que los unos le su- ponen compuesto de partes, de las cuales cada una es un órgano destinado a una función particular, lo que niegan los otros. Resulta de aquí que los antifrenologistas, cuando es- 19 290 MISCELÁNEA [14, 132-134] tablezcan que el cerebro es órgano único, no se verán preci- sados a conceder que los cerebros hayan de ser iguales abso- lutamente, ni en su totalidad, ni en sus partes ; de la propia suerte que por ser órgano único el del paladar no se infiere la igualdad de todos los paladares. Es necesario llamar la atención sobre las equivocaciones a que podrían inducir las palabras uno y simple. Es cierto que los seres simples en todo el rigor de la expresión, es decir, no compuestos de par- tes, siendo de una misma especie, serán iguales entre sí en cuanto a su esencia ; pero la unidad y simplicidad del cerebro no pertenecen a esta clase, pues es bien patente que el cerebro es una cosa extensa, compuesta, y que, por tanto, no se le puede llamar simple sino en sentido muy impropio ; es decir, en cuanto se le supondría órgano único y no forma- do de otros destinados cada uno a su función respectiva. Nadie niega que no existiese diferencia entre el cerebro , de Mangiamele y el de Lope de Vega, así como es indudable también que el de los hombres vulgares || no debe de aseme- jarse al de aquellos prodigios de la naturaleza. Creemos que hasta ahora ha estado de acuerdo todo el mundo en dichas verdades, mas de esto no se infiere la variedad de órganos, sino la mayor o menor perfección de uno mismo. Pero en- tonces, se nos replicará, ¿cómo es que Mangiamele no era tan maravilloso poeta como aritmético, y Lope de Vega tan asombroso aritmético como poeta? Si el órgano es uno, y la perfección es grande en ambos, ¿por qué no producía los mismos efectos? Pero ¿por ventura, responderemos nosotros, la perfección no puede entenderse en muchos sentidos? Aca- so comparados los órganos únicos de dos personas, ¿no pue- de suceder que bajo cierto aspecto cada cual lo tenga de mayor perfección? De dos paladares muy delicados, ¿no" acontece con frecuencia que el uno es más propio para cierta clase de sabores? Si esto se verifica en el órgano de un sen- tido externo, sin que por esto se infiera la multiplicidad, ¿quién sabe lo que podrá acontecer tratándose de los que sirven para las operaciones interiores? «El soñar, dice el señor Cubí, es inexplicable sin suponer múltiple el cerebro. Si esta viscera fuese una y simple, de- biera estar o toda despierta o toda dormida a la vez; en cuyo caso el soñar se desconociera. Suponiéndola múltiple, ya no es ningún misterio ; porque los órganos de la razón pueden estar, y en realidad están dormidos, cuando los de la imaginación están despiertos, que es lo que en efecto consti- tuye el soñar.» Este argumento, a la verdad muy especioso, tampoco parece concluyente del todo. Para que lo fuese, || sería necesario demostrar que no es posible que una viscera esté afectada de tal suerte que resulte incapaz de una deter- minada función, mientras al propio tiempo pueda servir para [14, 134-135] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS otra. Una observación muy sencilla arrojará abundante luz sobre la presente materia. El cerebro de un hombre sumido en un profundo letargo no está por cierto destituido de toda función, pues que ejerce cuando menos las necesarias parí la conservación de la vida. En tal caso, el individuo no tie- ne despierto el cerebro lo bastante para pensar ni imaginar, y, sin embargo, lo conserva con la acción necesaria para vi- vir; luego no es imposible lo que hemos dicho de que una misma viscera se halle afectada de tal manera que, estando despierta o en actividad para ciertas funciones, esté dormida o en inacción con respecto a otras. La misma respuesta puede darse a los argumentos que se fundan en la existencia de «la manía y de heridas parciales y afecciones cerebrales en que sólo se ven afectadas algunas potencias del alma, quedando las demás en un estado de completa salud». Hasta ahora nadie ha podido explicar satisfactoriamente el modo con que es afectado el cerebro a consecuencia de las impresiones de los sentidos y de las operaciones del alma : ni tampoco cómo se verifica que dichas impresiones lleguen a ésta por conducto de aquél ; así no podemos tampoco deter- minar los diferentes estados en que se encuentra y encon- trarse puede nuestro cerebro, ni hasta qué punto será dable que, hallándose en buena disposición para un orden de fun- ciones, esté impedido para el ejercicio de otras. ! Pero sea como fuere, no es difícil concebir que este fenómeno puede muy bien acontecer. Lo haremos sensible con algunos ejem- plos. El órgano del paladar es único, y no obstante vemos a cada paso que, conservando las funciones vitales, tiene tras- tornadas las sensitivas ; y una cosa semejante se observa en los demás sentidos. Aplicando al cerebro estas observaciones, inferiremos que es muy posible y hasta probable que acontezca con res- pecto a él un fenómeno semejante. Atendidos los inconve- nientes que consigo trae el sistema en que se pretende ex- plicar las impresiones del cerebro suponiéndolas como una especie de huellas que correspondan a las varias sensacio- nes e ideas, parece más conforme a razón el decir que sólo consisten en movimientos y vibraciones que, modificándose de infinitas maneras, llenan el objeto que les ha destinado el Criador de servir para las muchas funciones cuyo auxilio necesita el alma cuando ejerce las suyas. En esta hipótesis, es claro que podrá muy bien suceder que el cerebro esté dor- mido para una cosa y despierto para otra ; porque no hay inconveniente en que se halle afectado de tal manera que sea capaz de ejercer ciertos movimientos y vibraciones que corresponden, por ejemplo, a la imaginación, y no lo sea con 292 MISCELÁNEA [14, 135137] respecto a movimientos y vibraciones que se refieren a un orden diferente. El cuarto principio es el siguiente: El tamaño de un ór- gano cerebral, siendo todo lo demás igual, es una medida po- sitiva de su potencia mental. «Este principio, continúa el señor Cubí, es en sí mismo evidente. || De dos listones de madera, aquel tendrá más fuerza que más grande sea. Por supuesto, si uno de los listones es de pino y el otro de roble, el tamaño ya no puede servir de norma de comparación res- pecto a fuerza. Por esto nunca debe perderse de vista el siendo todo lo demás igual, cuando se quiere que el tamaño sea la medida del poder.» Si suponemos que dos cerebros son en todo iguales, excepto en el tamaño, de suerte que en perfección y delicadeza el uno no aventaje al otro, parece en realidad que podrá inferirse que el mayor es un indicio de potencia mental más grande, sobre todo si tenemos pre- sente lo que se observa en el del hombre comparado con el de los brutos animales. Esto, sin embargo, no lo vemos evi- dente, sino probable ; porque ignoramos si podrían venir ca- sos en que un tamaño excesivo diese lugar a ciertas afeccio- nes más o menos constantes que impidiesen el buen ejerci- cio de las facultades del alma. Pero la principal dificultad la tenemos en aquellas palabras que restringen la generalidad de la proposición : siendo todo lo demás igual; porque nos parece imposible el determinar cuándo se verificará o no semejante condición. Aun concediendo que el tamaño y for- ma del cerebro sea, con rara excepción, idéntico al tamaño y forma de la superficie externa de la cabeza ; es claro que la inspección de un cráneo sólo puede darnos conocimiento del tamaño, pero de ninguna manera nos indicará si todo lo demás es igual o no. ¿Quién es capaz de conocer el con- junto de circunstancias de que depende la mayor o menor perfección de un cerebro? Y debiendo ser éstas tan ¡| deli- cadas, ¿qué indicios externos pueden existir que nos con- duzcan a adivinarlas? Si por la inspección de una cabeza no podemos inferir otra cosa relativamente al cerebro que su tamaño y configuración, resulta evidente que, aun dada como indisputable la verdad de dicho principio, no puede servirnos de guía para conjeturar las facultades mentales. Los ejemplos aducidos por Gall tampoco prueban lo que se propone. No nos opondremos a lo que dice el señor Cubí «que una lengua cubierta de mamilas nerviosas y prominen- tes conduce a colegir con certidumbre que el sentido del gusto es más delicado ; que narices grandes y bien abiertas anuncian un olfato exquisito; que un pecho elevado y abo- vedado nos hace deducir que los pulmones son volumino- sos y que la respiración es libre : que, al contrario, un pe- [14, 137.139] ESTUDIOS FRENOLOGICOS 293 cho pequeño, hendido y estrecho indica pulmones chicos y una respiración difícil; que la anatomía comparada nos en- seña que en todos los animales, mientras sean de más fuer- tes y gruesos nervios, tanto más finos son sus sentidos», pero tampoco se disipan con estos hechos las dudas que llevamos expresadas. En primer lugar salta a los ojos que no es lo mismo observar la lengua o el cerebro ; aquélla la tenemos a la vista, y no se halla como éste encajonada y oculta en el robusto receptáculo dispuesto por la naturaleza. Además, ¿podría decirse que el sentido del gusto sea proporcional con el tamaño de la lengua? Parece que no ; y ni el mismo Gall indica semejante idea, pues que sólo habla de la que está cubierta de mamilas nerviosas y prominentes, lo que nada tiene que ver ; con el tamaño del órgano. No sabemos lo que habrá de cierto en que unas narices grandes y bien abiertas anuncien un olfato exquisito : pero aun cuando esto sea así, ¿qué paridad hay entre las narices y el cerebro? En cuanto a lo que se añade de que un pecho elevado y above- dado nos hace deducir que los pulmones son voluminosos y que la respiración es libre ; así como, al contrario, un pecho pequeño, hendido y estrecho indica pulmones chicos y una respiración difícil, nada tenemos que objetar; pero desde luego ocurre que el argumento no es concluyente, porque si bien es claro que el aire circulará con más desembarazo en proporción de la magnitud de los conductos que atraviesa, también lo es que no se trata aquí del tamaño del órgano precisamente, sino de su mayor o menor perfección ; y no creemos que, ni aun ateniéndonos a los pulmones, pueda asegurarse que la perfección sea proporcional a la magnitud. El quinto principio es : El tamaño y forma del cerebro es, con rara excepción, idéntico al tamaño y forma de la super- ficie externa de la cabeza. Sobre éste nada tenemos que ob- servar, por cuanto hemos emitido ya nuestra opinión sobre las consecuencias que podrían inferirse del mismo, aun en el caso en que se le suponga indisputable, y no se levante con- tra él ninguna dificultad de las que quizás podrían levantar los peritos en la materia. Lo propio diremos del sexto, pues también nos hallamos de acuerdo con el señor Cubí en que las facultades del alma, cuando están predominantemente activas, tienen su lenguaje especial o natural, mayormente si se trata de || las que tienen relación con las pasiones; pues en cuanto a las demás, el principio debiera quizás modificar- se. ¿Cuál será el lenguaje especial y natural de aquellas fa- cultades que tienen por objeto ideas abstractas? Por lo que toca a pronosticar las facultades mentales, ateniéndose a la simple inspección de la superficie exterior del cráneo, parece que, aun suponiendo verdaderos los prin- cipios frenológicos, es operación sujeta a muchas equivoca- 294 MISCELÁNEA [14, 139-141] ciones. El mismo señor Cubí confiesa ingenuamente que son trascendentales los efectos que produce el temperamento so- bre el tamaño cerebral ; que una cabeza proporcionalmente chica, pero que esté bajo el influjo de un temperamento ner- vioso sanguíneo, muy activo, manifiesta más actividad y fuerza mentales que otra proporcionalmente grande, embo- tadas sus funciones por la demasiada grasa de un prepo- tente temperamento linfático, o de un temperamento general poco activo ; de lo que inferiremos que cuando se examina una cabeza es preciso no atender únicamente al tamaño de los órganos, sino también al temperamento de la persona ; y como los temperamentos, aunque en general reducidos a pocas clases, son, sin embargo, variables en gran manera, combinándose de mil modos el nervioso, el sanguíneo, el bi- lioso y el linfático, y siendo infinitas las graduaciones de todos y las proporciones en que respectivamente pueden encontrarse, resulta que, dado el tamaño de un órgano, será muy aventurado el determinar la facultad mental a que co- rresponde. Preciso es hacer justicia a la ingenuidad del se- ñor Cubí || en este punto, pues que confiesa sin ningún rodeo que «conviene mucho formarse idea cabal y completa del influjo favorable o desfavorable del temperamento, de lo contrario se cometerán errores crasos al querer pronosticar carácter y disposiciones mentales por el examen de la exter- na superficie de la cabeza» (Manual de Frenología, pág. 20). Esta Observación del señor Cubí levanta una gravísima difi- cultad contra los pronósticos sobre las facultades mentales formados por el examen del cráneo ; porque, siendo indis- pensable atender al temperamento, es claro que el simple tamaño no es para el acierto una guía segura. No se escapó al señor Cubí esta consecuencia, y así, co- nociendo el uso que de su confesión pudiera hacerse, trató de prevenir la objeción añadiendo: «que como el temperarr'en- to, sea el que fuere, es idéntico en todos los órganos cuyo conjuntó forma el cerebro, su tamaño es casi siempre una medida exacta de la potencia mental que manifiestan». Pero esta prevención del señor Cubí no basta a desvanecer la dificultad, y esto por varias razones. Aun siendo idéntico el temperamento en todos los órganos que forman el con- junto del cerebro, podrá resultar que la actividad que les comunique sea igual, comparados entre sí los de una misma cabeza, mas de esto no se sigue que el tamaño sea una me- dida exacta, pues aquí no se trata de comparar los órganos de una misma persona, sino los de diferentes. Expliquémo- nos con más claridad, hasta admitiendo hipótesis favorables a la opinión contraria. Supondremos dos individuos de los cuales el uno tenga el temperamento |¡ linfático y el otro nervioso ; si damos que el temperamento es igual en todos [14, 141.142] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 295 los órganos de cada uno de ellos, y que el efecto que produ- ce con respecto a la actividad es idéntico, resultará que si en el primero el órgano del cálculo numérico, por ejemplo, ateniéndonos sólo al tamaño, es como 4, y el efecto causado por el temperamento es como 3, la actividad del órgano ven- drá expresada por el producto de los dos factores, y, por con- siguiente, será igual a 12. Entonces, si examinamos otro órgano cualquiera del mismo individuo, por ejemplo, la localidad, si el tamaño nos da 5, estribando en la misma hi- pótesis de la igualdad de la influencia del temperamento expresada por el factor 3, la actividad total estará represen- tada por el producto de 5 por 3, o sea 15; y así sucesiva- mente se irían determinando las demás facultades; pero cuando pasemos al examen de la cabeza del otro individuo, ya no nos servirán para nada las suposiciones anteriores; entonces habrán cambiado los dos datos del problema ; será preciso atender a nuevos tamaños y a nuevo temperamento, y así, aun suponiendo que en el primero lo hubiésemos he- cho con la precisión que se ha dicho, lo que es más fácil de imaginar que de ejecutar, ¿cómo podría verificarse en el otro? Nada importaría que se dijese que en cada uno todos los órganos tiene un mismo temperamento ; pues que, tra- tando de diferentes individuos, lo que al uno se aplica po- drá no ser aplicable al otro. Así, pues, según esta doctrina siempre será preciso atender a lo menos a dos cosas : al ta- maño y al temperamento, y combinar acertadamente || la respectiva influencia ; operación que, según parece, no ha de ser nada fácil. Contra la indicada prevención del señor Cubí milita, ade- más, otra razón nada despreciable. Dada la igualdad de tem- peramento en todos los órganos de una misma cabeza, ¿es bien cierto que la influencia de éste sea igual también sobre todos ellos, de suerte que pueda estar expresada por un fac- tor constante como más arriba suponíamos? Esto es lo que se nos debería probar. Personas conoce el que esto escribe, en quienes se nota para muchas funciones una inacción, una especie de postración, que qu-zás dimanen del temperamen- to linfático que en ellas predomina ; y, sin embargo, para otras muestran una facilidad, una viveza que contrastan de una manera singular con la apatía de las primeras. Esto, ¿no podría indicar que ciertos órganos se resienten más del temperamento que otros? Y entonces, ¿cómo será posible graduar estas diferencias? Es muy natural que el tempera- mento influya también sobre los órganos de los sentidos ex- ternos, pero no lo es tanto que esta influencia sea igual para todos. ¿Quién no ve, por ejemplo, lo mucho que va de la vista al oído, y lo muy diferentes que deben de ser las causas que contribuyan a la perfección respectiva? Y ¿qué 296 MISCELÁNEA [14, 142-144] diremos comparando estos dos sentidos con el del paladar, el olfato y el tacto? ¿Por qué no podrá suceder lo mismo con respecto a los órganos internos? Si realmente existiesen los dos órganos de la alimentividad y de la sublimidad, ¿no es muy probable que las causas que los modificarían serían de orden muy distinto? ¡¡ En el caso de influir al mismo tiem- po sobre ambos una misma causa, ¿no puede conjeturarse que este influjo obraría sobre el uno de muy diferente ma- nera que sobre el otro? ¿No podría también acontecer que lo que para aquél fuese favorable, para éste fuese dañoso? Ve- mos a cada paso que cierta disposición del cuerpo desarrolla ciertas facultades, mientras embota o adormece las otras ; lo que se verifica accidentalmente, ¿por qué no podrá suceder por ley constante? Y cuando esto decimos no pretendemos establecer nuestra opinión sobre ninguno de estos extremos ; desde un prin- cipio hemos confesado nuestra incompetencia para el fallo, y así sólo nos proponemos apuntar las dificultades que nos van ocurriendo, deseosos de que una discusión más abun- dante deje en su puesto la verdad. Además, que el mismo señor Cubí conviene expresamen- te en que es muy difícil el pronóstico, cuando, después de haber sostenido que el tamaño y forma del cerebro es, con rara excepción, idéntica al tamaño y forma de la superficie externa de la cabeza, restringe de tal suerte el principio que hace nacer la mayor incertidumbre sobre las probabilidades de acierto del arte en que dicho señor se ejercita. Sus pa- labras son las siguientes: «Pero no siempre se desarrolla el cráneo de manera que se haga tan patente a la vista el crece o desenvolvimiento extraordinario de uno o más órganos cerebrales. Las fibras que los constituyen pueden adquirir mayor vigor, las venas y arterias que los reponen más ensanche y actividad, \\ sin necesitar mayor espacio para obrar, o con sólo adelgazar el cráneo por la parte interior, sin que a la vista se haga inmediatamente muy perceptible : bien así como la textura de una pierna, que se vuelve, con el bien dirigido y continuado ejercicio, más apretada, más compacta, más fuerte, sin que de golpe lo perciban los sen- tidos.» (Ibíd., pág. 20.) Aquí tenemos que el señor Cubí1 confiesa dos cosas a cual más notables: 1.a Que en ciertos casos la fuerza de un ór- gano puede no depender del tamaño, sino del mayor vigor de las fibras que lo constituyen, y del mayor ensanche y ac- tividad de las venas y arterias que lo reponen. Luego, al menos en estos casos, el tamaño es un signo falible. Lo que sucede en éstos, ¿por qué no podrá suceder en otros y otros? ¿Por qué se ha de suponer que el fenómeno sea extraordina- rio? ¿No vemos a cada paso que la fuerza de los miembros [14, 144.146] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 297 y de los órganos que tenemos a la vista no es proporcional con el tamaño de los mismos? ¿No es ley general de todos los seres corpóreos que su actividad y demás calidades no de- penden precisamente de su magnitud, sino también de la clase de partes y elementos que los forman, y de la manera con que aquéllas y éstos se arreglan y combinan? 2.a Que el cráneo puede adelgazarse por la parte interior, dejando ma- yor espacio a los órganos, sin que en la exterior se haga sentir el aumento. Otra prueba de que la configuración del cráneo puede conducirnos a equivocación, si por ella quere- mos pronosticar las facultades del alma. El señor Cubí trata al parecer de disminuir el mal ¡| efec- to que pudiera producir una confesión tan terminante, con- tinuando : «Digo de golpe porque a poco que se examine de- ben percibirlo ; puesto que una pierna, o una cabeza, u otro órgano cualquiera, si se ejercitan mucho tienen otra aparien- cia y son más calientes al tacto per la más rápida circula- ción de sangre que hay en ellos, que una pierna, una cabeza u otro órgano cualquiera que se mantienen inactivos.» No negaremos que una parte muy ejercitada adquiere mayor fuerza, y que hasta presenta señales que no la dejan equivo- car con otra que se mantenga inactiva, como vemos a cada paso comparando las manos que sólo manejan libros o plu- mas, con las que se ocupan en faenas penosas. Pero fácil- mente se echa de ver que lo que puede conocerse muy bien con respecto a miembros cuya contextura interior se pre- senta a la vista y al tacto, sólo cubierta con endeble cutis, no es ni siquiera posible tratándose de órganos metidos den- tro una cavidad tan robusta y tan bien forrada como es el cráneo. No quedará, pues, otro medio que el mayor o me- nor calor que se observe en la parte; pero ¿quién no ve a cuántas y cuán varias causas puede estar sujeto este fenó- meno y cuán difícil es apreciar por este medio el desarrollo de los órganos internos? Enhorabuena que una cabeza muy caliente indique el estado de viva acción en que se hallen las funciones cerebrales; mas ¿qué sacaremos de aquí para for- mar juicio sobre el estado habitual de las mismas, ni sóbre- la mayor o menor extensión de las facultades mentales? El mismo señor Cubí, tratando de las condiciones desco- nocidas, || viene a confirmar lo mismo que estamos dicien- do : «Nótanse a veces fenómenos de prodigiosa, sana activi- dad, especialmente en los órganos de la región superciliar, cuyas cavias no pueden hallarse ni en su tamaño, ni en nin- guna de las favorables circunstancias que pueden modificar* lo. Comparado, por ejemplo, el tamaño del órgano del cálcu- lo de Vito Mangiamele con el de otra persona que lo tenga normalmente desarrollado, lo consideraremos algo grande, sí, pero de ninguna manera se presentará tan desmedido 298 MISCELÁNEA [14, 146-148] como debiera esperarse de su milagroso y sobrehumano vi- gor y rapidísima actividad. Blaise Pascal es otro singular fenómeno. A los once años, encerrado en su cuarto, sin que jamás hubiese saludado a la geometría, inventó casi todas las proposiciones de Euclides, y a los dieciséis ya había es- crito una obra excelente sobre secciones cónicas. Bellini, Pa- ganini y Rossini no tienen al parecer los órganos, ni las fa- vorables circunstancias conocidas, de cuya combinación nace la música, más desarrollados que otras personas, las cuales, después de haber pasado toda su vida estudiando aquella noble arte, nunca llegaron a ser más que buenos composito- res o ejecutores.» ¿Puede darse argumento más fuerte para hacer bambolear todo el edificio de la frenología? Si en los casos más notables y característicos, donde no caben ilusio- nes sobre la mayor o menor fuerza de una facultad, la na- turaleza nos muestra que no hay proporción entre dicha fuerza y el tamaño del órgano cerebral, ni ninguna de las favorables circunstancias que pueden modificarlo, ¿cómo po- dremos estar satisfechos || con los principios establecidos? Esto, se nos dirá, son raras excepciones; pero ¿quién nos lo asegura? ¿Quién sabe si se repiten con tanta frecuencia que lleguen a formar una regla? ¿Cabalmente las leyes freno- lógicas salen fallidas en los casos en que más de bulto debie- ran presentarse? Pero oigamos de nuevo al señor Cubí : «Se cuentan casos milagrosos de memoria verbal ; yo he conocido varios. A nin- guno de estos portentos les he hallado ni el órgano corres- pondiente cerebral, ni las circunstancias modificativas, tan prodigiosamente desarrolladas, como debieron haber sido a no mediar por aquella portentosa retentiva, alguna otra causa o condición auxiliar que aun desconocemos. Walter Scott jamás se olvidaba de lo que había una vez oído. Cuen- ta Lockart, su biógrafo, que el caballero Hogg se le presentó un día con mucha pesadumbre por haber perdido un poema que hacía algún tiempo había compuesto. Consolóle Walter Scott diciéndole que creía poderle ser útil en recobrarlo; y, en efecto, a pesar de que no lo había oído más que una sola vez en su vida, lo dictó entero a su mismo autor, quien lo había olvidado. «Para tamaña retentiva, confiesa francamen- te Combe, no tenemos ninguna señal externa; si bien depen- de indudablemente de alguna condición especial del cere- bro.» Nuevos motivos para aumentar las dudas sobre los principios frenológicos. Y nótese bien que, hablando el se- ñor Cubí de los casos milagrosos de memoria verbal, dice que el órgano correspondiente cerebral ni las circunstancias modificativas, tan prodigiosamente desarrolladas como de- bieron haber sido, || no lo ha hallado en ninguno de estos portentos. Esta confesión, que honra mucho la ingenuidad [14, 148.149] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 299 del señor Cubí. pues que da una prueba de que no repara en dar armas a sus adversarios cuando lo exige la verdad, ata- ca los fundamentos de la frenología, porque nos inclina a creer que debe de ser una ley bastante general el que los principies de esta ciencia no son aplicables cuando se trata de facultades extraordinarias. «El presentarse de vez en cuando estos casos milagrosos, dice el señor Cubí, en nada afectan ni la utilidad, ni los prin- cipios de la frenología. Nunca se ofrecen donde no existe un desarrollo más que regular y casi siempre grande de los ór- ganos cerebrales y de las circunstancias favorablemente mo- dificativas, de que les supone depender la frenología, y de que en gran parte realmente dependen.» No podemos conve- nir en la opinión del citado escritor; y para que se vea la razón en que estribamos, preguntaremos: ¿Cuál es el prin- cipio fundamental de la frenología? Si no nos engañamos, consiste en suponer el cerebro compuesto de muchos órganos, con cierta proporción entre el tamaño de éstos y las faculta- des mentales ; es así que, según vosotros mismos, una expe- riencia constante atestigua que esta proporción no existe en los casos en que precisamente debiera hacerse más sensible ; luego tenemos grandes motivos para recelar que los princi- pios frenológicos no están fundados en la naturaleza. Parécenos que. si en esta materia se han de hacer expe- rimentos que puedan conducir a resultados verdaderamente científicos, conviene que se escojan objetos || en que las cua- lidades sean algo singulares ; del contrario, hay el riesgo de no determinar bien ningún fenómeno. En efecto : suponga- mos que para examinar el órgano del cálculo numérico se eligen cabezas comunes donde esta facultad no tiene más que un desarrollo ordinario ; será imposible adelantar nada. En primer lugar, ni el mismo que la posee es capaz de darse cuenta a sí mismo de la graduación más o menos alta que disfruta. Sabrá que aprendió con más o menos facilidad, que calcula de la propia manera; pero ¿quién es capaz de for- marse ideas exactas sobre esos más o menos? En segundo lugar, es necesario atender al tiempo gastado en aprender, al empleado en ejercitarse, a la clase de operaciones en que se ha verificado la práctica, y a las circunstancias de vida, de fortuna, de carácter, que pueden haber avivado o debilitado la atención ; es preciso pesarlo todo, combinarlo, comparar- lo, y, viendo, finalmente, la destreza adquirida, cotejarla con el tamaño del órgano. ¿Quién es capaz de prometerse ni me- diano acierto, teniendo que llevar en cuenta tantos y tan diferentes datos, a no ser que se trate de fenómenos muy marcados, y que ofrezcan, por decirlo así, abultado cuerpo a la observación? «De lo que acaba de exponerse, continúa el escritor, no m MISCELÁNEA [14, 149-151] es difícil deducir que existe la posibilidad de pronosticar fuerza mental por el volumen, configuración y apariencia de la cabeza. Porque, si se sabe que el cerebro es la máquina que mueve el alma para manifestarse; si se sabe que las varias facultades del alma se manifiestan por medio de va- rias partes constitutivas |¡ del cerebro ; si se sabe que el ta- maño de un órgano es una indicación segura, por lo común, de su fuerza mental, y si, por fin, se sabe que lo mismo es ver o palpar la superficie externa de la cabeza, para juzgar de la forma y volumen del cerebro, que el mismo cerebro, salta a los ojos que, según sea el tamaño de un órgano cere- bral, examinado en el exterior de la cabeza, así será la fuerza mental que él sea capaz de manifestar.» Respetamos las convicciones del señor Cubí en punto a la certeza de la ciencia frenológica, pero quizás en este pasaje se abandona demasiado a su entusiasmo, pues que hasta tal punto lleva la seguridad de los pronósticos que se formen por el mero exa- men de la superficie externa de la cabeza. Creemos que las dificultades que acabamos de presentar, si no son bastantes para destruir esta certeza, al menos pueden hacerla vacilar algún tanto, y, sea cual fuere el juicio que sobre las mismas se forme, al menos será preciso convenir en que no son para despreciadas. Y todavía conviene no olvidar que al suscitar dudas sobre los principios frenológicos nos hemos ceñido a la teoría pro- piamente dicha, y no hemos descendido al examen de su práctica, sino relativamente a un solo órgano comparado con su correspondiente potencia. Pero las dificultades propuestas adquieren mucha mayor fuerza si se tienen en consideración las complicaciones que por necesidad ha de traer consigo el examen de muchos órganos a la vez, infiriendo por su tama- ño la facultad del alma que indican. Para no confundir las ideas, agrupando muchas |] de un golpe, hemos supuesto que el tamaño de un órgano podía examinarse tal como era en sí ; suposición que permitíamos, pero que estamos muy lejos de aceptar, y sobre la cual va- mos ahora a decir nuestra opinión. Cuando se examina un órgano por medio del cráneo, aun cuando se suponga que la configuración exterior corresponda exactamente a la inte- rior, no podrá inferirse que se haya determinado el tamaño del que ocupa la localidad examinada. Para que esto pudiera inferirse con certeza, sería necesario saber si, a más de la parte de cerebro contenida en la concavidad indicada por la convexidad, no hay otra que se prolonga hacia lo interior, en esta o aquella dirección, aumentándose así el tamaño del mismo órgano. Aclararemos nuestra idea con un ejemplo. Su- pongamos que, examinando el órgano de la destructividad, hallamos una convexidad en el cráneo que nos presenta un [14, 151.153] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS volumen de media pulgada cúbica ; en la hipótesis de que la parte interior corresponde exactamente a la exterior, de- duciremos que existe un órgano del mismo volumen. Pero como no sabemos que este órgano acabe allí, a no ser que supongamos también que todos estén tan limitados a las con- cavidades del cráneo, como si pasasen planos secantes que les impidiesen extenderse por la parte de dentro, resultará que tendremos muy poco adelantado cuando conozcamos la parte indicada por la convexidad exterior. Es evidente que así el cerebro como todas sus partes no son una mera superficie, sino un volumen ; y que, cuanto más múltiple se le suponga, tanto más || difícil se hará el determinar la porción que de dicho volumen corresponde a cada uno de los órganos. Considerando el cerebro como ór- gano único, sería el examen mucho más sencillo ; y, si el ta- maño debiese indicar las facultades mentales, los pronósti- cos estuvieran menos sujetos a error. Así, por ejemplo, si diésemos que midiendo las dimensiones de un cráneo nos re- sultasen N pulgadas cúbicas para el volumen del mismo, el valor de N expresaría también el volumen del cerebro ; y, como en tal caso no tuviéramos que distribuir esta cantidad entre los demás órganos, sólo podríamos incurrir en la equi- vocación que proviniese de la poca exactitud de la medida de las dimensiones, o de la falta de correspondencia que hu- biese entre lo interior y lo exterior de la cabeza. Pero su- poniendo múltiple el cerebro, cuando tengamos su volumen total nada habremos adelantado para determinar la fuerza respectiva de los órganos, porque el valor del volumen ex- presado por N será menester distribuirlo entre muchos ; siendo evidente que semejante distribución puede hacerse con más o menos igualdad y de infinitas maneras. Para los que gusten profundizar más la materia, y for- marse ideas precisas y exactas, presentaremos la dificultad valiéndonos de términos geométricos. Supongamos que, exa- minando la superficie, hallemos que un órgano ocupa un casco o casquete esférico de unas dimensiones cualesquiera ; ¿conocemos por esto el tamaño del órgano? Ciertamente que no : porque no sabemos si está limitado precisamente al seg- mento esférico, o si, extendiéndose por lo interior, se apro- xima || más o menos a un sector esférico, o se prolonga en configuraciones irregulares. Y, como es evidente que si esto se verifica será mucho mayor el tamaño, resulta que, en no teniendo observaciones que nos demuestren cuál es la con- figuración de cada uno de los órganos, cuanto se diga sobre el volumen respectivo estará tan destituido de fundamento como si por la superficie de un casquete esférico pretendié- semos averiguar el volumen que corresponde a porciones 302 MISCELANEA [14, 153-154] heterogéneas de una esfera, no sabiendo si por la parte inte- rior se limitan al segmento, o si llegan a formar sectores, o conos truncados, o si toman otras formas regulares o irregu- lares. Cuenta el señor Cubí treinta y nueve órganos correspon- dientes a otras tantas facultades del alma ; y, como es pro- bable que no se hayan descubierto todos, debemos inferir que, en caso de que el cerebro fuese múltiple, existirían otros que no conocemos, y que nos iría revelando ia expe- riencia. Reflexione el lector si ha de ser poca la dificultad de deslindar los unos de los otros tratándose de una superficie tan reducida como es nuestro cráneo; que si a esto añade las precedentes consideraciones que se refieren a la confi- guración interior, a las ramificaciones con que pueden enla- zarse, particularmente los que ocupan lugares inmediatos, echará de ver la necesidad de mantenerse en prudente re- serva, siguiendo la regla que debe siempre guiar a quien se ocupe del estudio de la naturaleza, no prestar fácilmente asenso, hasta verse obligado a ello por el número y certeza de las observaciones, y por la exactitud de los raciocinios |] que manifiesten la legitimidad de las consecuencias. Pues bien, se nos dirá, ¿pensáis que la frenología es una teoría destituida de todo fundamento? ¿Opináis que no es más que un sueño de algunos entusiastas? ¿Creéis que todos los hechos que exponen, que todas las razones que aducen son puras falsedades y quimeras? No decimos tanto: insi- guiendo en nuestro sistema de respetar las convicciones aje- nas, nos hemos abstenido de calificaciones duras, y hemos hablado de las personas con el debido decoro. Más diremos: si se nos pregunta si estamos convencidos que el cerebro sea órgano único, responderemos que en nuestra opinión éste es todavía un secreto de la naturaleza ; si se nos pregunta si juzgamos imposible la multiplicidad de los órganos cerebra- les, responderemos que no : pues de la propia suerte que to- dos estamos acordes en que el cerebro es órgano del alma, entendiendo esta expresión en el sentido arriba explicado, tampoco es lícito negar que Dios, en vez de darle uno solo, podría haber formado el cerebro compuesto de varias par- tes, de tal manera que cada una ejerciese su función pecu- liar; si se nos pregunta si creemos que, bajo este aspecto, nada tenga que hacer la ciencia, y que la observación de las cabezas se haya de descuidar como cosa enteramente inútil y vana, responderemos que no ; porque es indudable la rela- ción entre el cerebro y las operaciones del alma, y porque la simple vista de las testas de los talentos extraordinarios está indicando que hay aquí algo que estudiar. ¿Quién no ha re- parado en la espaciosa frente de casi todos los hombres céle- [14. 154-156] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 303 bres por || su elevada capacidad? Las señales que nos da la inteligencia, ¿por qué no podrían dárnoslas otras facul- tades? Esta confesión está manifestando que escribimos con im- parcialidad, con buena fe, deseosos de que la verdad brote radiante y pura del mismo choque de las discusiones. Pero, por lo mismo que este fin guía nuestra pluma, somos enemi- gos de la exageración, y no podemos consentir que pase por cosa cierta lo que es muy dudoso, y que se dé por fallada la causa cuando pende todavía en el tribunal de la razón. ¿Quién negará que la observación de las fisonomías no pueda servir en algunos casos para conjeturar sobre algu- nas cualidades personales? Nadie ignora lo mucho que se ha escrito sobre este particular ; como y también que la de- masiada importancia que se quiso dar a este arte contribuyó a su descrédito. Somos amigos de la verdad, y por lo mismo no lo somos de la exageración : que la exageración mata las doctrinas como los partidos. No alas, sino plomo: máxima que no nos cansaremos de repetir, porque jamás la tiene demasiado inculcada el espí- ritu humano. Si Bacon volviese al mundo todavía encontra- ra en qué ocuparse. Hablando el señor Cubí de la filosofía de Descartes, dice que, si la frenología no hubiese hecho más que ahorrar en lo sucesivo el precioso tiempo que ingenios privilegiados emplearían en fútiles especulaciones de esta clase, todavía sería acreedora a las alabanzas que se le tri- butan. Creemos que el señor Cubí hace a la frenología un honor que no le corresponde, pues no |j ignora dicho señor que no es Gall quien ha desterrado los sistemas hipotéticos. Como quiera, conviene guardarse de ellos, y, en tratando de establecer proposiciones en materia de ciencias naturales, lo que importan son hechos, y no más que hechos. Esta es nues- tra opinión, la misma que manifestamos ya en el primer artículo cuando decíamos: «Como las ciencias naturales, a las que ésta pertenece también, no deben estribar en meras hipótesis o en razones de analogía más o menos convincen- tes, sino que han de apoyarse en hechos observados con ri- gurosa exactitud, será menester : primero, que se nos pruebe que el cerebro está distribuido en cierto número de partes de las cuales cada una sirve para una función determinada ; segundo, que se señale la localidad de las mismas y la res- pectiva facultad del alma de que son instrumentos ; tercero, que se nos muestre que por la simple inspección o el contac- to del cráneo se puede adivinar la existencia y el grado de dichas facultades ; cuarto, que se indiquen con alguna pre- cisión las causas que puedan inducir a error cuando se trate de formar esta conjetura; quinto, que se explique, apoyán- dolo con hechos ciertos, cuál es el desarrollo y modificacio- 304 MISCELÁNEA [14, 156-158] nes que de la educación, de la instrucción, de las ocupacio- nes, del tenor general de la vida u otras causas cualesquie- ra pueden resultar; sexto, que, al ofrecerse las láminas que señalan dónde se encuentran los asientos de los órganos ce- rebrales, se indiquen las reglas que han presidido a la deli- ncación, ora se trate de las cabezas en general, ora de las que se hayan desarrollado de una manera particular y nota- ble, natural o artificialmente.» || Por lo tocante al modo con que debe hacerse uso de la ciencia repetiremos también aquí lo que dijimos allí : «En breve, deseamos que el señor Cubí eleve la frenología a toda la altura que reclaman el mismo decoro y la dignidad de la ciencia, no dejando ningún pretexto a que se la pueda tachar de ilusión y charlatanismo. Deseamos que en lo to- cante a la práctica, ni se la quite nada de lo que le corres- ponde, ni se la atribuya lo que no le pertenece. La exagera- ción excita quizás un entusiasmo momentáneo ; sólo la ver- dad produce un efecto duradero. El crédito de las ciencias debe fundarse en las convicciones arraigadas en el entendi- miento, no en las lisonjas tributadas al amor propio, o en las frivolas puerilidades de una vana curiosidad.» Otro día nos ocuparemos de la frenología en sus relacio- nes con la religión y la moral. Procuraremos aclarar las ideas para que los incautos no incurran en errores peligro- sos. No disimularemos la verdad, ni reprenderemos sin moti- vo, porque deseamos que nuestros escritos lleven el doble sello de la austeridad de la razón y de la imparcialidad de la justicia. || ARTICULO 2.° Sumario— Es achaque antiguo el deseo de conocer las disposiciones intelectuales y morales del hombre, guiándose por señales exte- riores. Zopiro y Sócrates. Plauto y los adivinos. El materia- lismo y el fatalismo son dos escollos en que puede tropezar la frenología. La doctrina del señor Cubí sobre las facultades im- pulsativas y afectivas o instintos ciegos. Confesamos la existen- cia de tales facultades. No estamos de acuerdo con él en poner las facultades religioso-morales entre los instintos ciegos. No todas estas facultades miran al bien ajeno o al tiempo futuro. No siempre están en lucha los impulsos animales con los reli- gioso-morales. No es cierto lo que afirma el señor Cubí que el hombre obra mal cuando sólo obra por el interés ajeno. Vidas heroicas consagradas al interés ajeno. Achaque es, y muy antiguo, el deseo de conocer las dispo- siciones intelectuales y morales del hombre guiándose por señales exteriores : lo que no es de extrañar, porque, siendo [14, 158.160] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 305 la curiosidad una de nuestras inclinaciones más vivas, na- tural es que se investigue con empeño qué es lo que se en- cierra en ese interior que con tantos velos se encubre. Aris- tóteles, Aulo Gelio, Cicerón y otros escritores antiguos nos hablan de los fisonomistas y astrólogos de su tiempo ; y el pobre Sócrates, a quien parece que los adivinos profesaban enemiga, se vió tratado de necio por un tal || Zopiro, a quien se le antojó regalarle este dictado, porque diz que tenía la parte anterior del cuello muy carnuda. Teniendo presente sin duda aquello de «el mentir de las estrellas es muy seguro mentir», se dieron muchos a pronosticar por lo que de sí arrojaban los astros, suponiendo no sé qué relaciones entre ellos y nues- tras inclinaciones naturales; y, para contrariar este peligro- so error que podía conducir al fatalismo, se dijo aquella pro- funda sentencia : Sapiens dominabitur astris. Contra la va- nidad de semejantes supersticiones nos previno la Sagrada Escritura condenando de la manera más explícita y termi- nante las insensatas prácticas de los gentiles, con respecto a pronosticar por medio de los astros aquellos acontecimien- tos que dependen de la libre voluntad del hombre. Las historias antiguas y modernas están llenas de rela- ciones en que se echa de ver con cuánto ahinco se ha procu- rado en todos tiempos excogitar expedientes para aventurar pronósticos sobre los actos de nuestra voluntad ; pero ha su- cedido con harta frecuencia que la realidad ha venido a di- sipar las vanas predicciones de la preocupación o de la mala fe. Ya entre los mismos gentiles habían caído en mucho des- crédito estas artes ; y cuéntase que en Roma no podían los agoreros mirarse recíprocamente sin reírse. «¡Cuántos y cuántos arúspices tuve yo!, decía donosamente || Plauto ; si me prometen bien, llega muy tarde ; si mal, lo tengo luego encima.» He heu quam ego habui hariolos arúspices, qui si quid boni promittunt, pro spisso evenit, id quod mali promittunt, praesentiarum est. Estos hechos nos indican la viva inclinación que se abri- ga en el corazón humano de buscar por medios extraordina- rios el conocimiento de las cosas ocultas, por lo cual es de la mayor importancia aclarar bien las ideas sobre todos los puntos que puedan tener algunas relaciones con cualquier linaje de pronósticos. Aun en nuestros tiempos, estamos viendo que el vulgo se deja alucinar fácilmente, cuando el que augura sabe hacerlo con sagacidad; no siendo raro que 20 306 MISCELÁNEA L14, 160-162] algunas personas busquen por caminos tenebrosos y extra- vagantes noticias y previsiones a que el hombre no puede alcanzar por sus propias fuerzas. Por lo que dijimos al fin del artículo anterior, se deja co- nocer que no consideramos como del todo inútil el estudio y la observación sobre la configuración del cráneo en sus rela- ciones con el tamaño del cerebro, y con las facultades del alma ; pero en materias tan delicadas conviene no olvidar que es muy fácil que se traspasen los límites debidos, y que, salvando los de la ciencia, se entre en el terreno de la ilu- sión. Por esto hemos indicado la raíz del mal ; pues que una vez conocido su origen se hace más fácil atajarle. Propuestas ya las dificultades que se ofrecen con respec- to a la proporción del tamaño de las partes del cráneo con las potencias del alma, nada nos queda que || decir sobre este particular ; porque lo que se lleva aplicado a la parte intelectual puede decirse también de la moral ; y militará en pro o en contra de ésta lo que milite en pro o en contra de aquélla. Sin embargo, como la cuestión puede ser mirada bajo dis- tintos puntos de vista, y además es mucha la trascendencia de todo cuanto concierne a relaciones morales, bueno será que examinemos la frenología con respecto a la moral; no sea que deslizándose equivocaciones peligrosas sufra menos- cabo alguno de los grandes principios sin los cuales no pue- de vivir ni la sociedad ni el individuo. En su lugar procura- mos evitar que la mala inteligencia no introdujese el mate- rialismo; ahora nos proponemos cerrar la puerta al fatalismo. Oigamos primero al señor Cubí: «Son las facultades im- pulsativas i afectivas unos instintos ziegos, que nos impelen i conmueven. Su atribuzion no es perzibir o dar conozimien- to de los objetos estemos ni de sus relaziones, sino produzir una tendénzia o propensión házia una aczion determinada, i una conmozion o afecto correspondiente al resultado de la misma aczion. La filojenitura, por ejemplo, produze una pro- pensión a estar en la compañía de criaturas, i un afecto al mismo tiempo que llamamos «amor de hijos» que corres- ponde al resultado de aquella propensión satisfecha.» (Ma- nual de Frenología, pág. 25.) La experiencia de lo que sentimos en el fondo de nuestra alma nos está diciendo que en realidad tenemos ciertos mo- vimientos interiores de que no podemos darnos completa razón, sin que sepamos de ellos otra || cosa sino que son unos impulsos que nos llevan a buscar un objeto o a huir de él, aun antes de que hayamos reflexionado. ¿Quién no se ha encontrado de repente con la presencia de una persona amada, de un padre, de un hijo, de un hermano, de un ami- go, y no ha tendido involuntariamente los brazos para estre- [14. 162.163] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 307 charle contra su corazón? ¿Quién ignora el hechizo instan- táneo con que obra sobre un pecho juvenil una pasión fas- cinadora? ¿Quién, al verse acometido, no se ha colocado instintivamente en actitud de defensa, o apelado a la fuga? Que si hablar quisiéramos de los apetitos puramente anima- les, y exclusivamente dirigidos a la conservación del indi- viduo o de la especie, se hace más sensible, si cabe, la existencia de estos instintos. Sin que hayamos menester reflexión, el hambre nos inclina al alimento que tenemos a la vista, y la sed nos hace tender la mano a la copa en que ondea el licor con que podemos apagarla. Así, no tenemos inconveniente en confesar la existencia de esas facultades impulsativas y afectivas, o instintos cie- gos, o como se quiera apellidarlos ; y aun creemos cjue na- die podrá oponer reparos a una verdad que todo el mundo conoce, y a cada paso señala. «Las pasiones son ciegas»; «los apetitos deben ser gobernados por la razón, si no queremos asemejarnos a los brutos», y otras expresiones por el mismo tenor se oyen continuamente hasta en boca de los más ig- norantes. Pero no podemos estar de acuerdo con el señor Cubí en lo que afirma a continuación, y nos parece que o este señor se expresa con inexactitud o que su doctrina entraña errores muy graves. «Las facultades impulsativas, || dice, son : unas, animales, i otras, relijioso-morales. Las. facultades animales no deséan sino una satisfaczion puramente egoísta o .indivi- dual, i momentánea. Las facultades relijioso-morales, deséan una satisfaczion que también se refiere al bien ajeno o al tiempo futuro, o a ámbos. Las primeras residen en la parte inferior de la cabeza desde las sienes házia atrás, i las se- gundas, en la parte superior de la cabeza, según se ve mar- cado en la figura que está en frente de la portada. Los órga- nos limítrofes partizipan mas o menos de la naturaleza mo- ral i animal, según su pos:zion relativa. Entre los impulsos animales i los relijioso-morales, esto es, entre el deséo de mirar esclusivamente para sí en el momento actual, i el de- séo de mirar prinzipalmente para otros i lo futuro, hai en el hombre una constante lucha mental. Si sobrepujan esclusi- vamente los primeros impulsos, es el hombre absolutamente egoísta, obra solo para sus intereses i fines individuales; si sobrepujan absolutamente los morales, se olvida de sí el hombre, i no obra mas que para el interés ajeno. En uno i otro caso se obra mal, i se sufre el irremisible condigno cas- tigo. Ambas rej iones deben obrar simultáneamente, prepon- derando la relijiosa-moral dirijida por un conozimiento po- sitivo de resultados, que lo subministra el intelecto perzepti- vo i reflecsivo bien intelijer.ziado. Solo en este último modo 308 MISCELÁNEA [14, 163-165] de obrar se zifra la relijion, la virtud i la moral, lo demás es debilidad, vizio o crimen.» (Ibíd.) Como son muchas las ideas contenidas en este pasaje será conveniente examinarlas por separado. En || primer lu- gar parece muy impropio, por no calificarlo de otra manera, el poner las facultades religioso-morales en la clase de los instintos ciegos; esto, cuando menos, exigía una aclaración de que no se debía prescindir. Si se hubiese dicho que nues- tra alma abriga naturalmente sentimientos que pueden ape- llidarse religiosos y morales por el objeto a que se endere- zan, hubiérase dicho lo mismo que tal vez desearía signifi- car el señor Cubí ; pero la expresión habría sido más pro- pia, y sobre todo más acomodada a la capacidad del común de los lectores, no permitiéndoles confundir cosas que perte- necen a un orden muy distinto. Preséntase de improviso a nuestros ojos un infeliz que nos tiende la mano en actitud de suplicante ; nuestro corazón se siente herido, y, o busca- mos desde luego el medio de socorrerle, o tratamos de apar- tarle de nuestra vista para no padecer. En esta afección que experimentamos hay dos cosas que deslindar : la impresión primitiva, dolorosa, que nos hace compartir en algún modo el sufrimiento del desgraciado, sin que nos sea posible evi- tarlo ; y en esto no hay, propiamente hablando, ni religión ni moral, es una sensación como las demás, y cuya mayor o menor viveza depende de la organización y otras circuns- tancias más o menos conocidas. Con aquel sufrimiento que experimentamos a la vista del infortunio, nace en nuestro pecho el deseo de socorrer; socorriendo nos sentimos alivia- dos, desahogados, el corazón late dulcemente, y asoman a nuestros ojos lágrimas de apacible ternura. He aquí otra in- clinación natural que puede denominarse moral y religiosa, porque nos impulsa a llenar un deber que || nos prescriben la religión y la moral; pero que no será verdaderamente digna de tal nombre hasta que obre dirigida por la razón y gobernada por la libre voluntad. Creemos que ésta será la mente del señor Cubí ; y en tal caso, lejos de dirigir un ataque a su doctrina, no habremos hecho más que aclararla. Nadie ha negado nunca la existencia de estos sentimien- tos naturalmente buenos ; nadie puede dudar que la inefable bondad del Criador nos ha favorecido con ellos para que nos sirviesen de impulso en el camino de la virtud, para que nos guiasen recordándonos la senda del deber cuando nos em- peñemos en abandonarla. Vive el rico en medio del lujo, de la disipación y de los placeres, consumiendo lastimosamente una fortuna que, bien empleada, llevaría el alivio y consue- lo a centenares de familias ; al ostentarse ufano y rozagante con soberbio ademán y costosos aderezos, le sale inopinada- [14 165.167] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS mente al encuentro un infeliz cubierto de andrajos y tran- sido de miseria, haciendo resonar a sus oídos un penetrante plañido ; el semblante del rico se demuda, y muestra que el corazón padece: ¿negamos nosotros este sentimiento natu- ral, instantáneo? No : antes decimos que es la voz de la mis- ma naturaleza que obedeciendo al precepto del Criador le dice : «Cumple con tu deber, o sufre.» Establece el señor Cubí una diferencia muy notable en- tre las facultades animales y las religioso-morales, la cual consiste en que aquéllas «no desean sino una satisfacción pu- ramente egoísta, individual y momentánea, y éstas desean una satisfacción que también se refiere al bien ajeno, o al tiempo futuro, o a ambos». || Si no nos engañamos, esta mis- ma distinción está indicando que tan pronto como obran es- tas facultades en lo que tienen -de instinto se les agregan al- gunos actos de la razón y voluntad. En efecto : si así no fuese, ¿cómo sería dable concebir que tuviesen por blanco el bien ajeno, o el tiempo futuro, de tal suerte que entrasen ya en algún modo en el orden de la religión y de la moral? Tanta verdad es lo que acabamos de decir que, si la doctrina del señor Cubí no se modificase con este correctivo, se segui- ría de ella que también los brutos tienen instintos religioso- morales. La razón de esta consecuencia está en que tam- bién los brutos están dotados de ciertos instintos, que miran al bien ajeno o al tiempo futuro: por lo que, si estas circuns- tancias bastasen para constituir el carácter religioso-moral, también lo disfrutarían algunos instintos de los brutos. En- tre los animales, la madre que da la leche o de comer a sus pequeñitos no busca el bien propio, sino el ajeno ; así como el ave que forma su nido no mira al tiempo presente, sino al futuro. No hay, pues, religión ni moral propiamente dichas en los instintos, en cuanto se consideran con abstracción de todo acto de razón y de voluntad; y, si se quiere darles tal nom- bre, es preciso no confundir las ideas, no atribuyéndoselo en otro sentido, sino en cuanto son una especie de aguijones y auxiliares que para obrar el bien nos ha otorgado el Criador. Todavía, a pesar de estas aclaraciones y correctivos, paré- cenos que resulta muy inexacta la doctrina que estamos examinando ; y no podemos convenir en que estén bien cali- ficados ni designados los instintos || religioso-morales dicien- do que son los que miran al bien ajeno o al tiempo futuro o a ambos. ¿Por qué se honra con el dictado de religioso- morales tan sólo a los instintos que reúnen estas circuns- tancias? ¿Por ventura no existen otros que, no mirando di- rectamente al bien ajeno ni al tiempo futuro, se enderezan, no obstante, a un objeto que puede estar muy acorde con la religión y la moral, y hasta ser un riguroso precepto de que 31€ MISCELÁNEA [14. 167-1691 al hombre no le sea lícito dispensarse? El instinto de apar- tarnos de un inminente peligro de la vida, ¿no lleva al hombre a un acto a que le obligaría también la razón, si me- diase el tiempo de reflexionar? Y, sin embargo, entonces no se trata ni de bien ajeno, ni de tiempo futuro. En la inclina- ción a comer, o como la llama el señor Cubí, la alimentivi- dad, se verifica lo mismo que en el deseo de conservarse o conservatividad, y por cierto que tan obligatorio es a los ojos de la religión y de la moral el apartarse de debajo de un edificio que se desploma, o el comer cuando es necesario para conservar la vida, como el dar limosna al pobre que se halla en la necesidad más extrema. Si bien se observa, no hay instinto o sentimiento en el hombre que no pueda servir para el bien como para el mal, según el uso que de él se haga ; y, por tanto, lejos de cali- ficar a estos o aquellos de religioso-morales, hablaremos más exactamente diciendo que en sí son indiferentes, pero que sus actos son buenos o malos según se conforman o no con la razón, o, lo que es lo mismo, con la ley eterna. ¿Qué cosa más moral a primera vista que la compasión? Y, sin em- bargo, || en ciertos casos el escuchar sus inspiraciones podría ser una infracción de las leyes, un atentado contra la socie- dad. ¿Qué diríamos de un juez que declarase inocentes a los grandes criminales, por compadecerse del mal que les irro- garía con la aplicación de la pena? La acometividad, que pu- diera comprenderse en el nombre de ira, o en el de alguno de sus efectos, podrá llevar al crimen o al heroísmo según las circunstancias que la acompañen. El soldado que cum- pliendo con su deber acomete decididamente al enemigo arrostrando todo linaje de peligros ejerce un acto de acome- tividad, virtuoso y heroico. El mismo soldado, arrojándose con espada en mano sobre el compañero de quien se cree ofendido, ejerce un acto de acometividad criminal, digno de ser castigado por las leyes divinas y humanas. La filogeini- tura, o amor de los hijos, puede ser también virtuosa o cul- pable, según la manera con que se la pone en práctica. Si conduce a cuidar bien de la manutención y educación de los hijos, es digna de alabanza ; pero si los echa a perder con desmedidas consideraciones, si permite o causa que se des- arrollen sus inclinaciones malas y que vegeten en la igno- rancia, entonces es merecedora de duro vituperio. De esto se infiere con toda evidencia que hay cuando me- nos mucha inexactitud en la clasificación del señor Cubí, y que la denominación de religioso-moral está aplicada con im- propiedad. Supuesta la inteligencia y el libre albedrío, es moral todo lo que se conforma con la ley eterna, es inmoral todo lo que se opone a ella : he aquí en breves palabras cuanto puede || decirse en esta materia : lo demás es diva- [14. 169.170] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 311 gar apartándose de lo que enseña la sana filosofía y de lo que nos está dictando el sentido común del humano linaje. Sin inteligencia no es posible concebir moral, y por esto no se la encuentra en los brutos: cuando el hambre obra sin el uso de ella, no obra como hombre, sus actos no podrán nunca ser considerados como morales. Todas las inclinacio- nes son buenas y por tanto morales si de ellas usamos bien, si no les permitimos que nos impulsen a ejercer actos con- trarios a la ley eterna, si las empleamos para mayor cumpli- miento de nuestros deberes ; todas son malas e inmorales si, dejándoles cual caballo sin freno, consentimos que nos arras- tren al olvido de nuestras obligaciones y a la infracción de la ley. Nunca se percibe mejor la inexactitud de una definición fundamental, que a medida que se van desarrollando las doctrinas que en la misma estriban, haciéndose de ellas al- gunas aplicaciones: entonces se experimenta el vacío o el error que no se había conocido a primera vista ; como acon- tece con los instrumentos mal construidos que engañan qui- zás con su hermosura, pero que ponen de manifiesto sus defectos tan pronto como se los usa. Esto se verifica cabal- mente en la definición del señor Cubí : mirada superficial- mente es muy especiosa, encierra un no sé qué de filosófico que deslumhra y seduce ; pero examinada a fondo se descu- bre que lo interior no corresponde con la superficie. Vamos a probarlo. Explicando el citado escritor la lucha de inclinaciones que siente el hombre, dice que ésta es constante || entre los impulsos animales y los religioso-morales, esto es, «entre el deseo de mirar exclusivamente para sí en el momento ac- tual y el deseo de mirar principalmente para otros y lo futuro». Hagamos resaltar toda la falsedad que aquí se en- cierra recordando un ejemplo doloroso y harto frecuente. Hállase un hombre con una pistola en la mano, y se siente inclinado a dispararla contra su frente; el instinto de conser- vación le detiene, y hasta, prescindiendo de toda idea de la otra vida, le retrae de su atentado, le aconseja que mire ex- clusivamente para sí en aquel momento. ¿Por ventura son inmorales en este caso las inspiraciones del instinto? ¿De- jando de mirar por si en aquel momento, no ejercería un acto muy malo? «Si sobrepujar/ exclusivamente los primeros impulsos (los animales), continúa el escritor, es el hombre absolutamente egoísta, obra sólo para sus intereses y fines individuales; si sobrepujan absolutamente los morales, se olvida de sí el hombre, y no obra más que para el interés ajeno. En uno y otro caso se obra mal y se sufre el irremisible castigo.» He aquí la chocante consecuencia a que se halla conducido el 312 MISCELÁNEA [14, 170-172] señor Cubí por la mala definición de los términos. Siempre se ha creído y se cree todavía que el absoluto predominio de la parte moral hacía al hombre bueno, perfecto ; pero, se- gún se acaba de ver, la preponderancia absoluta de los ins- tintos morales hace también que el hombre obre mal, que sea digno de irremisible castigo. ¿Querrá significar el señor Cubí que el hombre llegue a ser malo obrando muy bien? Estamos seguros que no ; pero antes había asentado que los instintos religioso-morales || eran los que miraban al bien ajeno y al tiempo futuro, y como es evidente que por este oamino podemos obrar mal, pues tenemos también riguro- sos deberes que cumplir con respecto a nosotros mismos y al tiempo presente, resulta que, tomada la moralidad en senti- do tan impropio, podía un hombre hacerse inmoral a fuerza de ser moral. Expresión absurda a no ser que se hablase con aquella discreta indulgencia que empleaba el papa Inocen- cio XII cuando, después de haber condenado la obra del in- mortal Fénelon, decía que el piadoso arzobispo había peca- do por un exceso de amor de Dios. La belleza y sublimidad de las acciones que suponen gran desprendimiento de sí mismo resplandecen sin duda en primera línea cuando se trata de apreciar acciones morales ; pero esto no autoriza para trastornar las ideas hasta tal pun- to que no se vea moral sino allí donde el hombre piensa para los otros o para el tiempo futuro. Debemos amar a los de- más, pero tampoco estamos obligados a olvidarnos de nos- otros mismos ; y esto es tanta verdad, que la ley de Dios al prescribirnos el amor del prójimo nos dice que lo amemos como a nosotros mismos : Sicut te ipsum. No creemos que pueda sostenerse sin restricción lo que asienta el señor Cubí de que el hombre obre mal cuando no obra sino para el interés ajeno; porque semejante doctrina pudiera conducirnos hasta el extremo de condenar aquellas vidas heroicas que se consagraron enteras al servicio y con - suelo de la humanidad. ¿Y quién a tanto se atreviera? ¿Quién no pronuncia con respeto los nombres de aquellos santos || que, fijo su corazón en el cielo, se miraban a sí mismos como una víctima que se debía sacrificar en prove- cho de sus hermanos? El cimiento de la religión cristiana, el augusto misterio de nuestra redención, ¿no es por ventura un acto de sublime desprendimiento, de negación de sí mis- mo, para entregarse sin reserva a los tormentos y a la muerte? Resulta, pues, que el error contenido en la definición del señor Cubí, ora le lleva a trastornar la verdadera idea de la moral, no condecorando con este nombre sino aquellas inclinaciones que tienden al bien de los otros o al tiempo futuro, ora le conduce a condenar (sin intención, sin duda) [14, 172.174] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 313 aquellas vidas que se consagran enteras al interés ajeno. Pero, se nos dirá, esos hombres de heroico desprendimiento también miraban en algún modo para sí mismos, pues obra- ban con la esperanza de alcanzar el galardón en la morada de los santos ; mas esta réplica en nada obsta a las dificul- tades objetadas a la doctrina del señor Cubí, porque este escritor, cuando habla de mirar para sí. se refiere a los ins- tintos animales, egoístas, que sólo tienden a objetos pre- sentes; luego, según él, los hombres que no los hayan sa- tisfecho, que los hayan combatido mientras vivieron sobre la tierra, que murieron según la carne para vivir sólo en espíritu, se excedieron dejando prevalecer únicamente los instintos morales, y por lo mismo obraron mal. Esto es un error grave, gravísimo, porque destruye nada menos que el espíritu de perfección, aparta a los hombres de la práctica de las virtudes austeras, se opone directamente al Evange- lio, que no se contenta || con imponernos los preceptos cuyo cumplimiento nos es necesario para alcanzar la vida eterna, sino que nos indica el camino de la perfección, que consiste en desprenderse de sí mismo, en negarse a sí mismo, en abrazar la cruz y seguir a Jesucristo. ¿Quién no recuerda los muchos pasajes del Evangelio donde se inculca tan su- blime doctrina? ¿Quién ignora que la vida de los apóstoles y de todos los santos fué una imitación del ejemplo que les dió el divino Maestro, siendo el primero en practicar lo que enseñaba? Dice el señor Cubí que en uno y otro caso, ora prevalez- can exclusivamente los instintos animales, ora los morales, se obra mal, y se sufre el irremisible castigo. ¿De qué casti- go habláis, cuando son los morales los que predominan? ¿Os referís tal vez a la extenuación y a las enfermedades del cuerpo? En tal caso, si no hay más que una sobreabundan- cia de moral, el resultado dañoso al cuerpo será un mal físico, mas no un castigo. Si tuvierais a la vista una hermana de la Caridad con el semblante flaco y demudado por haber pasado muchas noches a la cabecera de un enfermo, ¿osa- ríais pensar en castigo descargado por el Criador sobre aque- lla heroica y angelical criatura? Lejos de hablar de pena hablaríais, sin duda, de altas recompensas, y por vuestra parte se las ofrecierais ya, tributándole la expresión de vues- tra admiración y entusiasmo. Que si se nos dijese que la naturaleza, contrariada y trastornada en sus funciones, re- clama sus derechos, haciendo sufrir al imprudente que aten- ta a la armonía de sus leyes, entonces responderemos que no hay culpa y, por consiguiente, ni castigo | cuando se que- branta la armonía de la naturaleza en fuerza de otra armo- nía superior, que es a la primera lo que el espíritu al cuer- po, lo que el cielo a la tierra. 314 MISCELÁNEA [14, 174-175] Si bien se observa, la admirable armonía de la creación se sostiene con esos aparentes trastornos que, subordinados al plan del Supremo Hacedor, contribuyen a la perfección y hermosura del universo. Pierden su vida las plantas, y esta pérdida sirve a conservar la de los animales ; de éstos, algu- nos se sustentan con la destrucción de los demás ; y el hom- bre, para su alimento y otros usos, se ve precisado a dar la muerte a los brutos y a los vegetales. Así no hay falta de armonía, no hay culpa, no hay merecimiento de pena ; cuan- do un ser que por su naturaleza está destinado a sacrificarse por otro ser, cumple el objeto que le ha señalado el Cria- dor; y, por consiguiente, cuando los instintos animales se comprimen y hasta se ahogan en obsequio de grandes fines morales, no hay desorden, no hay falta, no hay nada que castigar ; hay, sí, un desprendimiento loable, una abnega- ción sublime que, lejos de que merezcan ser calificadas de mal, deben, al contrario, ser miradas como un bien; y bien muy raro que dispensa Dios a los hombres privilegiados a quienes se propone distinguir del común de los mortales. Es esto tan cierto, es tan conforme a la sana razón y a los sentimientos del corazón humano que, tan pronto como se ofrece a nuestra vista un fenómeno semejante, le admira- mos, le contemplamos con entusiasmo ; y el solo pensamien- to de condenarle nos pareciera una profanación sacrilega, fl En todos los pueblos de la tierra se ha reconocido esta verdad, porque en todos se ha rodeado de veneración y aca- tamiento la austeridad de la vida, la práctica de las virtudes más contrarias a las inclinaciones de nuestra naturaleza. Re- corred las páginas de la historia, atended a las lecciones de la experiencia, prestad oído a las voces más íntimas del alma, y en todas partes hallaréis la misma enseñanza de que el hombre moral es aquel que domina los instintos anima- les, el que los sojuzga de tal suerte que nada les consiente de contrario a la ley eterna ; y que el hombre perfecto, el hombre por excelencia, es aquel que llega a sofocar esos instintos hasta tal punto que se olvida de su cuerpo y sólo piensa en el cumplimiento de sus deberes, en sacrificarse por Dios y por sus hermanos. Y entonces, se nos dirá, ¿cómo se cumplen los deberes que cada cual tiene consigo mismo? ¿Cómo? Muy sencilla es la respuesta. La historia está llena de vidas consagradas al culto de Dios y al servicio de la humanidad, y que, sin em- bargo, no duraron menos que las del común de los hombres. Y es que el ardor de la caridad no destruye la prudencia; ni el secreto de conservar la salud y alargar la vida está en la satisfacción de los instintos animales. Casos hay ciertamente en que el hombre entregado a los impulsos de virtudes superiores quebranta su salud y abre- [14. 175-177] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 315 via su vida ; pero recuérdese que no hay profesión, no hay ocupación de ninguna clase en que no pueda suceder lo mismo. Dominado el hombre por un vehemente deseo, no siempre advierte que | se daña a sí propio; pero ¡dichoso daño el que se acarrea al cuerpo por querer caminar más aprisa en el camino de la virtud! ¡Dichosa abreviación de la vida, la que nos hace entrar más pronto en la mansión de los justos! A los hombres de caridad ardiente que sacrificaron sus vidas por el bien de sus semejantes, la religión los colo- ca sobre los altares, la humanidad agradecida les consagra monumentos y les erige estatuas. A pesar de la inexactitud de su definición, el señor Cubí ha tributado un homenaje a nuestra doctrina. A los instintos que sólo miran al interés propio y presente los apellida ani- males; a los que tienden al ajeno o futuro los denomina mo- rales; esto, como hemos visto ya, es inexacto y hasta falso ; pero, ¿qué es lo que ha dado ocasión al error? Es, sin duda, el carácter de sublime moralidad que consigo llevan la ab- negación y el desprendimiento. No creemos que el señor Cubí tenga nada que objetar a lo que acabamos de exponer ; esperamos que abundará en los mismos principios ; porque no podemos persuadirnos que profese doctrinas que tiendan a quebrantar el vuelo del es- píritu y a sofocar los más nobles sentimientos del corazón. Otro día proseguiremos nuestra tarea, escribiendo sobre la frenología el tercero y último artículo. || ARTICULO 3." Y ULTIMO Sumario. — La frenología y el fatalismo. Los fenómenos del orden moral y religioso no pueden explicarse como simples resultados de la organización. Comentarios a las teorías de Cubí contra la pena de muerte. Se examinan las doctrinas de dicho señor so- bre el libre albedrío. La propensión a la veneración, la concien- ciosidad, la maravillosidad, la individualidad, y los respectivos órganos de estas facultades según Cubí. Errores en que incurre conducentes al fatalismo. La religión no es un simple juego de sentimientos naturales. Exagerando el poder de los órganos se puede llegar a la negación del libre albedrío. Es preciso salvar la espiritualidad del alma y el libre albedrío. En el artículo anterior indicamos que la frenología, se- gún como se la explicase, podía conducir al fatalismo; va- mos ahora a desenvolver aquella indicación, procurando aclarar las ideas y dejando en su puesto la verdad.- Dicen los frenologistas que el hombre está dotado de di- ferentes propensiones, inclinaciones, instintos o llámense como se quiera; que a cada una de estas facultades corres- 316 MISCELÁNEA [14, 177-179] ponde un órgano cerebral, y que del tamaño y demás cali- dades de éste dependen la mayor o menor energía de aqué- llas. Cuando asientan la diversidad de inclinaciones, nada afirman los frenologistas || en que no estén de acuerdo, no diremos las escuelas filosóficas, sino el linaje humano. Escu- chad al padre de familia más sencillo y más rudo, y le oiréis que, hablando de sus hijos, os dice: «Este es de un genio pronto y ardiente, que por una friolera se irrita ; aquél es terco, que no sabemos cómo regirle, ni desviarle de sus te- mas ; ese otro es dócil, blando como una cera, se deja llevar como uno quiere.» Quién se queja de que tiene un niño ato- londrado, quién se congratula de que el suyo es sosegado y quieto ; quién se lamenta de que en tierna edad ya se des- cubren los gérmenes de vicios funestos que podrán perder al individuo y quizás cubrir de afrenta a la familia ; quién se complace en hacer notar cómo despuntan ya en un cora- zón infantil los pimpollos de virtudes generosas y bellas. No hay, pues, aquí nada que combatir, ni tienen los fre- nologistas nada que probar ; los hombres nacen con inclina- ciones muy varias que influyen mucho sobre el curso de su vida. La instrucción y la educación fundadas en la religión y en la moral son las que han de corregir lo malo, y fomen- tar y perfeccionar lo bueno. En esto nos hallamos de acuer- do, y con nosotros el mundo entero. La frenología no puede lisonjearse de haber descubierto estas verdades, sin ponerse en ridículo por su vanidad. Además, que a dichas inclinaciones correspondan órganos diferentes, que haya cierta relación entre aquéllas y éstos, que existan o no ciertas señales para conjeturar en este pun- to, nada tienen que ver oon ello la religión y la moral, como no tienen que ver en las || opiniones de los que fundan la di- ferencia de inclinaciones e índoles en las diversas clases de temperamento ; atribuyendo a éste la melancolía, a aquél la alegre vivacidad ; a uno la ira, a otro la pacífica calma, y otras cosas por este tenor. Cuestiones semejantes pertenecen a las ciencias puramente filosóficas ; cada cual puede abun- dar en su sentido, sin herir los principios religiosos y mora- les. Pero desde el momento que la frenología nos quiera explicar los fenómenos del orden moral y religioso como simples resultados de la organización, desde el momento que nos quiera explicar la vida entera del hombre como el sim- ple efecto de las combinaciones de las partes del cerebro, . desde aquel momento será la frenología contraria a la sana razón, a la experiencia, a la historia, a la religión y a la moral, destructora de todos los cimientos de la sociedad, opuesta a lo que nos dicta el sentido íntimo, repugnante a la dignidad humana, merecedora de que la rechacen todos cuan- tos abrigaren en su pecho el noble sentimiento del grandor [14, 179-181] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 317 de su naturaleza, de la altura de su origen y de la elevación de su destino. Los hombres dominados de una idea suelen echar a per- der lo que podría encerrarse en ella de verdad o utilidad, exagerándola, y haciéndola, por lo mismo, inadmisible. For- man un sistema, y todo ha de caber en él: «Cual refiere la fama de un tirano que a su bárbaro lecho de tormento ajustaba por fuerza el cuerpo humano.» ]| Disimúlenos el señor Cubí si le decimos francamente que ha caído en este defecto : defecto de que no hablaríamos si- quiera si en ello no se interesasen los principios fundamen- tales de la sociedad. ¿Quién, por ejemplo, podrá sufrir que, ponderando la fuerza de la organización, se llegue al extre- mo de afirmar que ía costumbre de quitar la vida a los que cometen actos de violencia es inmoral a la par que injusta? Sabemos lo que se ha dicho sobre la abolición de la pena de muerte, sabemos lo que se ha trabajado y se trabaja para suavizar la legislación penal, sabemos lo muy conveniente que es el procurar que los encerrados en cárceles y presidios no se desmoralicen más, y la necesidad de hacer de manera que la pena sirva al propio tiempo de escarmiento a los de- más y de corrección y enmienda al que la sufre; pero de aquí a declarar inmoral e injusta y en oposición directa a lo que claramente se ve ser la voluntad del Supremo Le- gislador, la costumbre de quitar la vida a los que cometen actos de violencia, ni aun de encerrarlos en cárceles y presidios, hay una distancia inmensa que no se puede sal- var, sin atacar la moral, sin combatir todas las legislaciones que han existido, inclusa la de los israelitas, sin ponerse en abierta contradicción con la misma Biblia, con esa Biblia que manifiesta acatar el señor Cubí y en la cual pretende apoyarse una que otra vez. Pero dirá el señor Cubí : «Yo hablo del caso en que la destructividad está Enferma o muy pervertida.» Pero bien, ¿habláis del hombre en sano juicio o del hombre loco? Si del primero, queda en pie la objeción; || si del segundo, ningu- na legislación lleva al suplicio a los dementes. Es cierto que al principio habla de la destructividad enferma o muy per- vertida, y, por consiguiente, se podría entender que se refie- re tan sólo a un estado de exaltación cerebral que, o consti- tuya la demencia, o esté muy próxima a ella ; pero luego, arrastrado por su pensamiento dominante, se expresa en ge- neral con las palabras que acabamos de citar, hasta adelan- tarse a decir que «ha visitado presidios, cárceles, penitencia- rías en todas las naciones del mundo civilizado, y apenas ha 318 MISCELÁNEA [14, 181.182] hallado, en cada cien presos convictos, uno solo de cuyo cri- men real o imputado no tuviese la culpa la misma sociedad por su desgobierno y voluntario moral desquiciamiento». To- dos cuantos se interesan en los progresos de la religión y de la moral se lamentan de que no sean más favorecidos los establecimientos en que se las fomenta; pero ¿qué tiene que ver esto con descargar tan ligeramente de la culpa al indi- viduo, y achacarla toda a la sociedad? ¿Puede avenirse se- mejante doctrina ni con el libre albedrío del hombre, ni con la seguridad pública? Así podrá el criminal marchar al pa- tíbulo con la frente erguida diciendo a la sociedad: «Yo soy inocente, el verdadero culpable eres tú; yo no soy más que una víctima a quien con refinada crueldad haces expiar tu propio crimen.» Tan penetrado está el señor Cubí de que la culpa de los criminales debe recaer sobre la sociedad, hasta tal punto hace pesar sobre ella la responsabilidad de los delitos, que llega a afirmar que está en manos de la misma el evitarlos todos. «Los inútiles millones, |l dice, que hoy se gastan en levantar monumentos que deberían caer en desuso, después de los descubrimientos frenológicos, sobrarían para estable- cer instituciones correctivas y educativas, cuyo sostén nada costaría al erario nacional, y desterrarían de una vez y para siempre hasta el nombre del crimen.)) ¿A nto alcanzar pueden los descubrimientos frenológicos? ¿Se ha olvidado el señor Cubí de que el corazón del hombre está inclinado al mal desde su adolescencia? ¿Hasta tal punto desconoce ¡a naturaleza humana? Al leer semejantes expresiones nos sen- timos inclinados a recordarle aquellas palabras que le decía Demodoco a su hija, cuando en los días de invierno, apoya- da en una columna, se ocupaba en hilar a la luz de una lám- para resplandeciente: «¡Oh hija de Epícaris! Temamos la exageración que destruye el buen sentido: pidamos a Miner- va que nos conceda la razón que formará en nosotros aquella moderación, hermana de la verdad, sin la cual todo es men- tira»1. || 1 Para que en ningún caso sea dado tacharnos de que altera- mos o truncamos el texto del autor, fingiendo adversarios a quie- nes podamos combatir, insertamos por entero el pasaje a que nos referimos : «Cuando la destructividad está enferma, dice el señor Cubí, o es mui pervertida, produze una aczion ecsaltada. i entónzes no se respiran sino muertes, asesinatos i destruczion, ni se profie- ren mas que maldiziones, blasfémias i terribles desatinos. Muchos han sufrido un castigo infamante en un patíbulo por algún acto produzido a causa del estado anormal de este órgano. Mientras dure la inmoral a la par que injusta costumbre de quitar la vida a los que cometen actos de violénzia, o de enzerrarlos en cárzeles i pre- sidios donde todavía se desmoralizan mas, en vez de colocarlos en instituziones represivas, educativas, i curativas; haziéndoles pro- duzir un valor igual o mayor al que consumen, la lejislazion crimi- [14. 183-184] FSTUDTOS FRENOLÓGICOS 319 Si algo de verdad se encerrase en la frenología sena la multiplicidad de órganos cerebrales correspondientes Ja Xas tantas facultades y propensiones, siendo la utilidad que podría reportar un conocimiento conjetural de las disposicio- nes intelectuales y morales otorgadas por la naturaleza a cada individuo. Es claro que nada de esto llegaría a mas que a ilustrar sobre el modo con que se debiera instruir y edu- car a los hombres según su índole y capacicad: pero no des- aparecieran la ignorancia y las malas inclinaciones, no se- ría dable satisfacer todas las necesidades; por tanto, que- darían los gérmenes de vicio y de crimen que, mientras viva el hombre sobre la tierra, se podrán debilitar, mas no destruir. - Dése a la instrucción y educación moral y religiosa toca la importancia que se quiera, nadie nos excede en encare- cerla; pero no debemos olvidar que sus saludables leccio- nes encontrarán siempre grandes obstáculos con que luchar, y que, por más puras y elevadas que se las suponga, su apli- cación dependerá del libre albedrío. de esa .Toble facultad de que el hombre tan a menudo abusa. Si directa o indirectamente se ataca el libre albedrio, si atribuyendo sobrada influencia a los órganos cerebrales se nal se hallará en un lamentable estado de atraso, i en ooosizion directa a lo que claramente se ve ser la voluntad del Supremo Lejislador. Los inútiles millones, que hoi se gastan en levantar monumentos, que deberían caer en desuso, después di los descubri- mientos frenolójicos, sobrarían para establezer instituziones correc- tivas i educativas, cuyo sosten nada costaría al erário nazional, i desterrarían de una vez i para siempre hasta el nombre de cri- men. Yo he visitado presidios, cárzeles penitenziárias en todas las naziones del mundo zivilizado, i apénas he hallado en cada zien pre- sos convictos, uno solo de cuyo crimen, real o imputado, no tuviese la culpa la misma soziedad, por su desgobierno i voluntario moral desquiziamiento. ¿Hasta cuando, hasta cuando creerán los lej isla- dores que pueden hazet^ leyes para el gobierno moral del hombre sin conozer ni estudiar su naturaleza? Jamas podrá repetirse bas- tante que ahora, el lejislador militar solo considera al hombre como una máquina de destruir, el lejislador economista, como una má- quina que es tanto mas perfectamente organizada cuanto mas produze i ménos consume, el lejislador despótico, como una má- quina de pasiva obediénzia, el lejislador cortesano, como una máqui- na de disimular i engañar ; pero la realidad del hecho es, que el hombre es una criatura animal, relijiosa-moral e intelectual, quien, aunque debe constantemente activar sus pasiones sin que jamas sal- gan del dominio de la razón i la moral, está sujeta a vezes, por la ignoránzia de la soziedad que no ha sabido o querido dirijir bien su educazion o colocarla en el propio lugar donde la tenía Dios destinada, a lo que se llama crimen. Toda lejislazion cuyas ten- dénzias no conduzcan a hazer las pasiones del hombre mas potén- tes i enérjicas, sus sentimientos relijioso-morales mas fuertes i vi- gorosos para que puédan siempre dominar a las pasiones, i el in- telecto mas ilustrado, para guiar todas las poténzias mentales a los fines de satisfaczion i dicha porque fuéron creadas, es una lejisla- lazion imperfecta » (Manual de Frenología, pág. 150 320 MISCELÁNEA [14, 184.186] establece la existencia de propensiones irresistibles, la buena moral se destruye, la sociedad peligra, la dignidad del hom- bre desaparece. Nada importa que se diga que en tales casos el individuo está tocado de una especie de demencia ; por- que, en extendiendo esta enfermedad más allá de los límites que le señalan la razón y el sentido común del humano lina- je, se viene a parar al fatalismo orgánico, sean cuales fueren los nombres con que se le revista. En || tal caso los asesinos de profesión estarán tocados de la demencia que procede- rá de la preponderancia del órgano de la destructividad; los rateros y los salteadores de caminos, de la demencia que di- manará del órgano de la adquisividad; los licenciosos, de la que resultará del órgano de la amatividad; los glotones y bo- rrachos, de la que nacerá del órgano de la alimentividad; y así andaremos excusando todos los crímenes, declararemos injustas todas las leyes penales, se convertirán los hombres en máquinas que, si funcionan mal, será porque se ha des- arreglado alguna rueda. ¿A qué castigar una máquina? Sólo se debe tratar de componerla. Ese fatalismo que estamos combatiendo se derrama por diferentes partes de la ciencia frenológica ; y se lo haremos notar al señor Cubí con tanta mayor confianza, cuanto nos inclinamos a creer que dicho señor quizás no haya reparado en ese veneno que se va filtrando en su c ictrina. Así, cuando le parece que asienta principios favorables a la religión, la hiere sin advertirlo. Pondera mucho el señor Cubí los beneficios que la freno- logía ha dispensado a la religión, probando que el hombre está dotado de una tendencia innata a adorar; sin duda que al decir esto se habrá olvidado de que hace ya más de dieciséis siglos que, proponiéndose Tertuliano expresar la inefable ar- monía que existe entre la religión y el alma, dijo que ésta era naturalmente cristiana; y que mucho antes Cicerón y Platón y todos los filósofos de la antigüedad habían recono- cido que los hombres tenían sentimientos naturales || que los impulsaban a la adoración de un Ser Supremo. Al través de los extravíos de la superstición y de las groseras falseda- des y ridiculeces de la idolatría, no hay quien no descubra una idea verdadera, pero adulterada y desfigurada, una incli- nación buena, pero pervertida ; si esto nos ha enseñado la frenología, nada nuevo nos ha enseñado. ¿Qué añade a la realidad del hecho, bajo su aspecto moral y religioso, el que se nos diga que en tal o cual lugar de la cabeza hay un órgano que corresponde a estas facultades que nos inclinan a reconocer y adorar al Criador? Establece el señor Cubí diferentes grados de veneración, o como él la define, propensión religioso-moral a obrar con deferencia, sumisión o respeto hacia nuestros semejantes, a [14, 186-188] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 321 obedecer a los que tienen autoridad, y adorar un Supremo Hacedor. Del tamaño y demás calidades del órgano cerebral hace desprender el que esta veneración sea grande o peque- ña, llamándola devoción, cuando se halla en vigorosa activi- dad. Nadie desconoce las equivocaciones a que puede pres- tarse una explicación semejante. Según ella, la reverencia que tributamos a Dios nace de un órgano, que del mismo modo nos inclina a respetar a nuestros semejantes; la dife- rencia está en que el órgano se halle en un grado más o me- nos alto de la escala. La misma conciencia se reduce a una función orgánica : los remordimientos no son el resultado natural de las ma- las acciones, son una función de un órgano que se apellida concienciosidad; y el señor Cubí se adelanta a decir que nada es más erróneo que la | idea de que todo el mundo padece remordimientos después de haber cometido una acción mala. Hasta aquí se había creído que esos remordimientos eran el gusano roedor del corazón de los mayores criminales, las fu- rias que los perseguían de día y de noche, sin otorgarles tre gua ni permitirles descanso ; en adelante habremos de decir que los hombres faltos o escasos de cierto órgano pueden arrojarse a los más horribles delitos sin que padezca su alma después de haberlos cometido. ¿Quién os ha asegura- do que haya hombres que no sienten remordimiento después de haber obrado mal? Los grandes criminales, ¿os han abier- to su corazón? ¿Ignoráis por ventura que todos cuantos han cambiado de vida han confesado unánimes que habían re- cobrado la tranquilidad, que sentían en el fondo de su alma un placer indecible, que habían alcanzado una felicidad des- conocida? Si tanta influencia se atribuye a los órganos, no siendo posible que éstos sufran notable alteración en muy breve tiempo, ¿cómo será dado explicar las mudanzas, ora lentas, ora súbitas, que estamos viendo a cada paso, ya en bien, ya en mal? ¿Cómo es que el hombre que ayer era religioso se ha hecho hoy incrédulo, el que poco tiempo antes era de- voto ha pasado después a ser un impío que se burla de todo dogma y de todo culto? Y al contrario: ¿no se ha visto y no se está viendo todavía que hombres que han pasado lar- go tiempo en la incredulidad y en el libertinaje se mudan de repente, abrazan la religión, lloran sus extravíos y pasan quizás a expiarlos con una vida de penitencia en las soleda- des del claustro? ¿Quién se || atrevería a explicar esos fe- nómenos aplicando los dedos a esta o aquella parte de la cabeza? «La maravillosidad, dice el señor Cubí, que es la reali- zación de y consiguiente creencia en lo nuevo, lo grande, lo sobrenatural, lo misterioso, lo extraordinario, lo incom- 21 322 MISCELÁNEA [14, 188.189] prensible; añadiendo que la maravillosidad pone al hombre en relación con cuanto el intelecto no puede comprender, que realiza los misterios que Dios no ha querido revelar a su razón, y que, sin embargo, existen ; que por ella cree el hombre lo que no puede probarse, o cuyas pruebas no puede comprender.» ¡También un órgano para la fe! ¿Qué significa el^ realizar misterios que Dios no ha querido revelar a la ra- zón? ¿Cómo será que el hombre crea hoy y no crea mañana, y que hoy tenga fe viva y ardiente el que ayer se mofaba de ella? «Hay en el hombre, dice el señor Cubí, y, por lo tanto, en la sociedad, una natural tendencia a excitar y aplacar órganos especiales en épocas determinadas, lo cual explica las guerras políticas y las religiosas, los tiempos de escepti- cismo, de fanatismo y de verdadero espíritu religioso, el en- salzamiento y derribo de personas determinadas, las opinio- nes ya en favor, ya en contra de una misma institución.» Está visto: todo se explica por los órganos; lo hemos dicho y lo repetimos, se quiere hacer de la frenología el lecho de Procusto. Sería curioso el investigar la diferencia que va de las cabezas de ahora a las de los siglos medios, siendo nuestra época de duda y escepticismo, y aquélla de fe apasionada y viva. Por cierto que, si tanto valen los órganos hasta en ma- terias religiosas, los de |¡ veneración y de maravillosidad de- ben de haber sufrido una disminución considerable: si en- tonces eran tamaños como una nuez, no serán ahora como una almendra. Hablando el citado escritor de la «individualidad, o sea facultad intelectual que percibe aquella cualidad de los objetos que los separa unos de otros, dando a cada uno de ellos una existencia particular, única, aislada, individual», explica el origen de las visiones de un modo alarmante, no tan sólo para los católicos, sino también para cuantos acatan las narraciones de la Biblia. Después de haber observado cómo se concretan las ideas abstractas, cómo se crean imá- genes que no se apartan de lo verosímil, o que corresponden a un estado de adelanto realizable; después de haber dicho que la virtud, la belleza, la esperanza son sentimientos abs- tractos, impulsos ciegos a que las facultades intelectuales, movidas o inspiradas por la idealidad, la sublimidad, dan una bella y sublime existencia individual, material y positiva, continúa : «Estas pocas observaciones explican el hecho real y verdadero de que podemos tener y hay quien, en efecto, ha tenido visiones.» Dejemos aparte la incalificable proposi- ción, que cuenta la virtud, la belleza, la esperanza entre los impulsos ciegos, y parémonos tan sólo en la manera peregri- na de explicar las visiones. Al parecer, no serán éstas otra cosa que un simple efecto de los órganos, pues que las obser- [14. 189-191] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 323 vaciones que sólo versan sobre ellos explican el hecho real y verdadero de que podemos tenerlas, y hay quien, en efecto, las ha tenido. Podríamos tolerar muy bien que se disputase || sobre la mayor o menor autenticidad de visiones particula- res de esta o aquella persona virtuosa, y que se atribuyese a una imaginación exaltada lo que parecía efecto de una re- velación divina : semejantes cuestiones son del dominio de la crítica, y la misma Iglesia nos enseña con su ejemplo a no entregarnos imprudentemente a una credulidad excesiva. Pero pretender explicar por meros principios frenológicos todo linaje de visiones, contarlas entre las funciones de un órgano, sin hacer ninguna excepción, es cosa que no debiera hacerse, siquiera por respeto a la Biblia, que con tan ter- minantes palabras nos refiere muchos prodigios de esta cla- se. Las visiones de los apóstoles, de los profetas, de los pa- triarcas del Antiguo Testamento, ¿deberán explicarse por el órgano de la maravillosidad? Quien lo tuviese como Isaías, Jeremías, Ezequiel o Daniel, ¿disfrutaría también de las mismas visiones de que ellos disfrutaron? Para saber si un hombre será favorecido del cielo con misteriosas apa- riciones, ¿será preciso examinar su cabeza para conocer has- ta qué punto está desarrollada su maravillosidad? O bien, todo cuanto se nos refiere en el sagrado texto sobre estas materias, ¿deberá ser considerado como la simple narración de meras ilusiones, que sólo tenían de real y efectivo el ser uno de tantos fenómenos de la naturaleza? No podemos creer que a tal extremo quiera llegar el señor Cubí, mayormente cuando en su Manual protesta tan a menudo de su afecto a la religión, empeñándose, además, en persuadir que entre ésta y las doctrinas frenológicas existe una íntima alianza. Pero esto no nos || dispensa de hacer notar las funestas con- secuencias de su doctrina, si no se la entiende con las debi- das restricciones ; porque con buena intención se confunden a veces lastimosamente las ideas, se destruyen las creencias y se introducen errores de gran monta. No reprobamos que se encarezca que la religión es en cierto modo natural al hombre ; al contrario, consideramos muy saludable que se hagan resaltar las sorprendentes ar- monías que existen entre el mundo de la naturaleza y el mundo de la gracia ; obras inmortales se han escrito bajo este punto de vista ; y cada día están saliendo a la luz pú- blica en todos los países innumerables escritos que tienden al mismo objeto ; pero guardémonos de hacer de la religión un simple juego de sentimientos naturales, de impulsos ciegos, nacidos de la disposición más o menos favorable de estos o aquellos órganos. Enhorabuena que reconozcamos la hermo- sa índole de algunas almas privilegiadas que, con su candi- dez nativa y sus inclinaciones rectas, parecen destinadas de 324 MISCELÁNEA [14, 191-193] una manera particular a recibir los favores del cielo ; no negamos nosotros estas verdades; no decimos que el Cria- dor en sus profundos designios no disponga de una manera privilegiada la naturaleza que intenta inundar con los rau- dales de su gracia ; no decimos que, por ejemplo, el alma de Santa Teresa no fuera naturalmente más hermosa, no estu- viera enriquecida de más preciosos dones naturales que la de Jorge Sand; en una palabra, no nos proponemos limitar en ningún sentido la omnipotencia del Criador ; pero no lu- chando con la evidencia de los hechos naturales, sean los que fueren, no podemos || consentir que la religión y la mo- ral se conviertan en fenómenos físicos, es decir, que se las destruya por su base. Sobre todo recelamos mucho que la exageración del po- der de los órganos no conduzca a la negación del libre albe- drío, y que caiga de esta suerte toda religión, toda moral, toda ley, toda sociedad. Así temblamos por estos sagrados objetos cuando, después de lo notado más arriba, vemos que el señor Cubí dice sin rodeos: «La demencia, el vicio, el pe- cado, las impropiedades de toda clase, son hijas de la acción de algún órgano u órganos, al cual la voluntad o intelecto no puede poner coto o freno, ya por debilidad, ya por igno- rancia, ya por enfermedad del órgano afectado.» (Ibíd., pá- gina 72.) Reasumiremos en breves palabras lo dicho hasta aquí. En primer lugar, la espiritualidad del alma, dogma de la religión y teorema filosófico, debe quedar a cubierto de todo ataque. Nada prueba contra ella la multiplicidad de órga- nos cerebrales que intenta demostrar la frenología. La ex- periencia enseña que existe una relación entre el cerebro y algunas funciones de nuestro espíritu. Que este órgano sea uno o múltiple nada tiene que ver ni con la naturaleza del alma, ni con el carácter de sus operaciones. No se pierdan nunca de vista estas ideas; distíngase bien entre el órgano y el ser que se sirve de él, entre el cuerpo y el espíritu ; en lo demás queda expedito el camino al raciocinio y a la ob- servación, sin que tengan de qué quejarse ni la religión ni la psicología. En segundo lugar, es necesario respetar delicadamente || la existencia del libre albedrio. Admítanse diferentes incli- naciones, distribúyaselas en tantas clases como se quiera ; señálese la causa de esta diferencia en los órganos, en el temperamento, o expliqúese por otro sistema que plazca ima- ginar: todo esto poco importa: sobre semejantes puntos se ha disputado siempre ; si por medio de sus observaciones la frenología puede suministrarnos más luces de las que se han tenido hasta ahora, se lo agradeceremos. Establézcase que hay hombres que tienen fuerte propensión a determinados [14, 193-195] ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 325 vicios ; pero no se llegue al extremo de suponerles imposibi- lidad de resistir, a no ser que estén en la imbecilidad o en la demencia. Encárguese a la sociedad la instrucción y edu- cación moral y religiosa, encarézcase la conveniencia de atender a la capacidad y a la índole de cada individuo ; añá- dase, si se quiere, que la frenología puede suministrar luces para conjeturar o pronosticar las disposiciones naturales; échese en cara con generosa libertad a los gobiernos y a la sociedad el descuido de la instrucción y de la educación, per- mitiendo el desarrollo de las inclinaciones perversas; pero, por un celo excesivo, no se llegue hasta el punto de disculpar al criminal, no se le suponga sometido a una necesidad or- gánica, no se diga que no pudo resistir a la propensión, no se ensanche tanto el número de los dementes que la mayor par- te de los hombres culpables de un delito puedan alegar el descargo de que al cometer un acto criminal obraban por necesidad, estaban faltos de razón. Asiéntese, si place, que entre las razas humanas || hay diferencias notables, hijas de la acción del tiempo, de los climas o de otras causas; dígase que unas están dotadas de mayor inteligencia que otras ; afírmese que las semillas na- turales de virtud o de vicio se hallan en más actividad en éstas que en aquéllas : lo que sucede entre los individuos de una nación y aun de una familia, no negaremos que acontez- ca o acontecer pueda entre razas diferentes. Lo que haya en esto de verdad ha de decidirlo la observación. Pero no se condenen a vivir en la estupidez y en el embrutecimiento a ninguna de las ramas que, por más que se diferencien en la actualidad, sabemos que procedieron todas de un mismo tronco. La luz de la razón, el libre albedrío, son patrimonio de la humanidad entera ; son facultades del alma que Dios nos comunicó al inspirar en nuestros rostros el soplo de vida. El hombre puede en diferentes países encontrarse de- gradado, mas no deja por eso de ser hombre. Cuando suene la hora señalada en los arcanos de la Providencia, no lo dudéis, levantará al cielo su frente diciendo con nobleza: «Yo también fui criado por Dios y para gozar de Dios; mi destino en la tierra es un viaje de breve duración, mi fin es Dios en las inmensidades de la eternidad.» Advertimos esto porque sabemos que el señor Cubí ha di- cho que ciertos misioneros, hablando de pueblos cuyo nom- bre no recordamos, habían afirmado que era imposible cris- tianizarlos antes de civilizarlos; nosotros creemos, al con- trario, que el orden es inverso, y que el medio más seguro para introducir en un pueblo la civilización es hacerle cris- tiano; si se nos contradice, || ahí están la filosofía y la histo- ria que vienen en nuestro apoyo. Por lo que toca al dicho de los expresados misioneros, preguntaremos si eran católicos o 326 MISCELÁNEA [14, 195-196] si pertenecían a alguna de las sectas separadas ; en este últi- mo caso no respondemos de nada, porque entre los disidentes hay tantas opiniones como cabezas; pero, si eran católicos, exigiremos las pruebas del hecho, y hasta que se produzcan no daremos fe a semejante relación. El señor Cubí no lo ha- brá oído de boca de los mismos misioneros, su buena fe ha- brá sido engañada. Que si se nos demostrase que realmente uno o más misioneros católicos han soltado semejante expre- sión, tampoco se concluye nada contra esta doctrina. Jamás los católicos han dicho que este o aquel misionero particu- lar fuesen infalibles. Jesucristo, al enviar a sus apóstoles a predicar el Evan- gelio, no les previno que mirasen si los pueblos eran civili- zados o no ; no les encargó que examinasen la forma de las cabezas para ver si los órganos de la religión estaban des- arrollados o no ; sino que les dijo que fuesen por todo el universo, que enseñasen a todas las gentes, que predicasen el Evangelio a toda criatura, que bautizasen, sin distinción de razas, en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La Iglesia católica no ha olvidado nunca esta sublime doctrina. Cuando la codicia y la crueldad han querido su- poner a los negros o a los indios como de una especie infe- rior, como de una raza destinada a servir a las demás, «no, no, ha respondido la Iglesia, esto no es verdad, esto es una infamia ; todos los hombres son iguales ante Dios, todos son hermanos en Jesucristo, || por todos vertió la sangre el Sal- vador en la cima del Calvario ; los desgraciados que viven en las tinieblas y en las sombras de la muerte son por esto mismo más dignos de que la caridad cristiana redoble su so- licitud y su celo para llevarles las luces de la fe, y con ellas el sentimiento de su dignidad». Que no lo olvide el señor Cubí : éstas son las doctrinas verdaderamente generosas ; los que por codicia u otros motivos están interesados en que continúe *. infame tráfico de los negros y el embrutecimien- to de otras razas pueden sostener lo contrario ; los cristianos, los verdaderos amantes de la humanidad, no. La idea de Dios y los eternos principios de la moral son de todos los tiempos y de todos los climas: donde hay hom- bres allí están, porque allí ha llegado el soplo del Criador, allí ha hecho descender la luz para que pudiera ser recono- cida su augusta imagen. ¿Qüé importan contra esta verdad algunos tristes ejemplos de embrutecimiento y degradación? ¿Qué importan esas hordas que al parecer han caído del rango de hombre para colocarse entre los brutos? Nada ; porque también en otros tiempos y en otros países andaban otros hombres con el entendimiento en tinieblas y el corazón en el polvo ; compadecióse de ellos el cielo, iluminólos con un rayo de sus inefables resplandores, y de en medio del 114, 196-197 J ESTUDIOS FRENOLÓGICOS 32? caos salió de repente un mundo lleno de orden, de regulari- dad y hermosura. No, no debemos atrevernos jamás a decir: «Estos hombres son incapaces de la religión cristiana: en ellos no tienen cabida ideas tan sublimes como en la misma se encierran» : no olvidemos que la sublimidad de la religión está hermanada || con la sencillez ; grande con los grandes, sabe, en cierto modo, hacerse pequeña con los pequeños. El que dijo de los niños: Dejadlos venir a Mí, de ellos es el reino de los cielos, se complace en acomodarse a todas las inteligencias, no se desdeña de hablar con lenguaje que com- prendan los más rudos e ignorantes. No busquéis, pues, si el órgano está muy desarrollado, si será capaz de recibir estas o aquellas impresiones ; recordad que el Todopoderoso sabrá suscitar de las mismas piedras hijos de Abrahán. No digáis: «El alimento es demasiado fuerte, esos hombres no podrán digerirlo.» Dios hará que el pan de los adultos sea leche para los niños. || \ Pensamientos sobre literatura, filosofía, política y religión* La ciencia es una antorcha que suele servir para ver la existencia de abismos, no para penetrar su fondo. No está la dificultad en conocer, sino en advertir. Buenas son las instituciones, pero se las falsea ; lo más precioso de ellas es un buen escudo. Entendemos más por intuición que por discurso : la in- tuición clara y viva es el carácter del genio. Tomamos la osadía por señal de fuerza, por eso nos ami- lana. Hay sabios de profesión y los hay de genio ; así sucede en todo. Pensamiento, imagen, sentimiento, sensación, cosas muy distintas en sí y en sus objetos; pero andan a veces en de- licado contacto y se toma la una por la otra. |¡ * [Nota bibliográfica. — De las dos series de pensamientos que se dan a continuación, la primera fué insertada en el cuaderno 24 y último de la revista La Sociedad, formado de cuatro fascículos, fe- chado en 7 de septiembre de 1844, vol. II, pág. 553. Allí se le dió el título de Miscelánea, seguido de un subtítulo igual al epígrafe que encabeza el presente escrito. Hemos suprimido la primera parte del título para evitar toda confusión, puesto que este volumen lleva ya el nombre Miscelánea. La segunda serie fué publicada el año 1910 en Reliquias literarias de Balm.es, pág. 67. Allí se puso la siguiente nota: «Este título lo puso Balmes a varios papeles sueltos en que apuntaba ideas lu- minosas que le asaltaban con frecuencia. Gran copia de ellas las publicó él mismo en La Sociedad, y muchas son como semilla que después se encuentra desarrollada en sus obras. Aquí se han reunido algunos que él ya tenía ordenados, con otros que fugazmente anotó en varios de sus apuntes íntimos, a veces en despreciables fragmen- tos de papel.» Alguno de estos pensamientos se refiere a los últimos años de la vida de Balmes, por ejemplo los dos en que habla del ministerio Isturiz, que se formó el día 4 de abril de 1846. Tomamos nuestro texto de las colecciones citadas, separando una serie de la otra sólo con estrellitas ] [14. 202-203] PENSAMIENTOS 329 «Pensamiento desleído.» He aquí una imagen exacta y bella ; más me gusta el ingrediente solo. Hay genio de entendimiento, como de fantasía y sensibi- lidad; no siempre andan juntos. Un genio se inclinará al sistema de las ideas innatas. Se habla mucho de equilibrios políticos: equilibrio no le hay donde hay movimiento. Hay muchos aficionados a la música y pocos músicos: lo mismo sucede con respecto a la poesía. En las bellas letras y artes hay mucho de natural ; pero de convencional hay más de lo que creemos. Muchos no quieren fe, ni aun en religión, ¡y la fe abun- da tanto, aun en las ciencias!... Hay bastantes cabezas que son libros y hasta bibliotecas ; pero pocas inteligencias. Los que han puesto a sus obras el nombre de personajes célebres conocían bien al hombre. Quien extrañe los delirios del reinado de la diosa Razón poco ha estudiado el carácter de la razón humana. El común de los hombres entiende tanto en política, en guerra y otras cosas semejantes, como en el cálculo infinite- simal ; pero en éste se usa un lenguaje peculiar, y no usual, y en aquellas ciencias no. Esta || es una de las causas de que todos hablen de lo primero y no de lo segundo. A la razón la daña no pocas veces el sentimiento, y mu- chísimas otras le hace gran falta. Por todas partes hay belleza, armonía : el caso está en percibirla. Nuestro corazón es un magnífico instrumento: sólo que se ha de afinar y tocar. Un genio de imaginación es como la naturaleza, produce sus bellezas : la imaginación de los otros es un lienzo más o menos apto para la pintura. Primores, y siempre primores, no es propio de una causa grande : la naturaleza prodiga sus riquezas tal vez con apa- rente desconcierto. La naturaleza sin la señal de la mano del hombre es más sublime. Con dificultad entiende los preceptos de pensar bien quien no piensa ya bien : es círculo de mala salida. El dar reglas secas de lógica a un niño me parece una teo- ría de andar explicada al niño que está en andadores. 330 MISCELÁNEA [14, 203-2051 Para aprender bien una lengua es poca cosa la gramática. El pensar es un misterio, el hablar es un misterio, el hom- bre un abismo. || Mucho nos gustan las cámaras obscuras, los daguerroti- pos, y no recordamos que nuestra cabeza es el mejor dague- rrotipo del mundo. Me parece que ha de ser un gusto el conocer desde la otra vida lo que vale nuestro saber actual. No basta conocer la moral, es menester sentirla y con frecuencia: la religión católica muestra en esto, como en todo, su alta sabiduría. Las pasiones a veces nos extravían, nos envilecen o co- rrompen ; a veces nos guían, nos inspiran, nos elevan. El mundo dice: «Engríete, si quieres, de tu mérito, pero has de ocultar profundamente tu engreimiento.» Aquí ha- bría delicadas reflexiones que hacer sobre la humildad cris- tiana. El hombre tiene necesidad de amar, y la base de la reli- gión es el amor. Estamos sedientos de saber, de conocer la verdad, y el premio que promete la religión es el conocimiento de una verdad infinita. Los pueblos niños despliegan imaginación; los bárbaros, pasiones fuertes ; los cultos (mientras siguen un sendero re- gular), ingenio; los cultos y en revolución, todo. La propagación de las hermanas de la Caridad sería un gran bien para la humanidad y para rehabilitar la religión en la opinión de los pueblos. || El divorcio de la religión y de la política es un imposible ; la razón lo convence, la experiencia lo atestigua. Si dijéramos que el único resorte del corazón del hombre es el propio interés, se seguirá que la religión ha dado tam- bién en el blanco. El poder social ha perdido de su fuerza; la religión, de su ascendiente ; y he aquí que vuelven a presentarse el due- lo y el suicidio. Cuando el corazón necesita una doctrina, el entendimien- to se la presta, aunque sea fingiéndola. Un genio es una fábrica, un erudito un almacén. En el estudio de la sociedad, aun tal como le tenemos con todo su aparato de análisis, debe de haber bastante poesía. [14, 205-2071 PENSAMIENTOS 331 Una buena lógica sería un vasto tratado de todo el hombre. La universalidad, viveza y energía del movimiento de la primera cruzada prueba la existencia de un espíritu públi- co: los pueblos tenían escasa comunicación; pues ¿quién le había creado? En el respeto por las cosas antiguas hay algún misterio. Lo que se llama pasiones políticas suelen ser pasiones comunes. || «La civilización es el vapor.» ¡Qué absurdo! Esto define a algunos economistas. Donde no hay cristianismo la mujer está esclavizada: esto será tal vez que allí se cumple con más rigor el castigo. Sub viri, etc., etc. Muy difícil ha sido siempre, y siempre lo será, bajo un gobierno cualquiera, el castigo de aquellos crímenes que o proceden de la exageración de los principios en que el go- bierno estriba, o al menos la llevan por máscara. Esto tiene raíces profundas en el mismo corazón del hombre, en su entendimiento y en la organización que en tal caso tienen casi por necesidad el gobierno y sus dependencias. ¡A cuán- tos gobiernos eso mata! En cada crisis social nace un genio ; la España está en crisis: ¿dónde está el genio? Las sociedades modernas, con la abolición de la esclavitud y con otros medios, han adquirido un fondo inagotable de movilidad: las instituciones fijas y robustas eran, pues, más necesarias que nunca. Quien se interesa mucho por las formas políticas, mos- trándose muy entusiasta de este o aquel sistema, o es am- bicioso o poco entendido. La ciencia moderna mira las cosas muy en globo ; y hace bien, porque las cosas no existen clasificadas, sino en globo: la dificultad está en la debilidad del entendimiento humano. Los grandes talentos son poco clasificadores y poco a propósito para componer obras |l elementales. Este carác- ter, o rumbo o espíritu de la ciencia, aumenta las dificulta- des de un buen plan de instrucción, y la dificultad de en- contrar buenos profesores. En tiempo en que no sea muoha la fuerza de las ideas pueden éstas hallarse en discordancia con las cosas; cuan- do las ideas tienen mucho influjo, no. 332 MISCELÁNEA [14, 207-208] Todos los partidos quisieran que el gobierno fuera una expresión de sus opiniones y un sostén de sus intereses : así es que todos quisieran influencia en el gobierno: es decir, que todos quisieran gobierno representativo si estuvieran se- guros de alcanzar mayoría. ¡Qué verdad más palpable! ¡Y cuan pocos piensan en ella! «Mandad, disponed como que- ráis ; yo ni quiero intervenir en ello, ni aconsejaros siquiera, aun en las cosas que a mí me atañen ; aun en lo tocante a mi dinero», no está en la naturaleza del hombre. La sociedad necesita ahora mucho la religión, por esto no podrá mostrársele esquiva. No es lo mismo conocer la sana moral que el sentirla vi- vamente; y va mucho de sentirla hasta con entusiasmo a practicarla cual se debe. Bien y mal; he aquí unas palabras de mal definir. Talento; ¡qué palabra tan vaga! Sus definiciones y clasi- ficaciones darían lugar a una grande obra. Hay espíritu de asociación, pero es un espíritu débil, le falta aliento, y sólo la religión puede dárselo. || Decís que el cristianismo ha civilizado el mundo ; esto es decir que el cristianismo es una verdad. Todo lo que está en contacto con las necesidades del hom- bre progresa, porque la necesidad es muy vivo acicate ; y por esto en la época actual progresarán las ciencias relativas a la sociedad porque los sabios ocupan la silla de mando. En el siglo pasado estas ciencias habían sufrido un horrible extra- vío, y, sin embargo, se creía que habían adelantado; y ¿por qué? Porque el hombre público gobernaba y el sabio soñaba en su gabinete: unid en una estas dos personas y veréis oómo se remedia el mal ; esto explica el cambio de ideas después de la revolución francesa y también varios fenóme- nos muy extraños. Un curso de oratoria bien entendido sería un excelente curso de lógica. A los niños se les enseña la retórica y la poesía: ¡pobres niños!, y luego la lógica: ¡pobres niños! En tanto como se habla del espíritu de provincialismo en España no sé que hasta ahora se haya fijado su carácter, ni aun probado su existencia. ¿Hay en España verdadera nacionalidad? ¿Sí o no? ¿En qué consiste, sus causas, sus indicios? He aquí apuntado el objeto de una extensa obra. [14, 208-210] PENSAMIENTOS 33* Arte de pensar y arte de no errar, y también de no de- jarse engañar ; son cosas muy diferentes : la primera quizás no existe ni existir puede; la segunda es difícil, pero no imposible. || Un viaje bien hecho es tarea muy ardua. Si bien se mira, la única religión de los pueblos civiliza- dos es el cristianismo ; esto dice mucho. Los mayores extravíos a veces proceden de abandonarse demasiado al sentimiento: las cuestiones sobre el suicidio, pena de muerte, formas políticas y otras semejantes son un buen ejemplo. Bueno es escuchar el sentimiento, pero si no se anda con prudencia en eso, bien pronto la verdad en mu- chas materias será tan varia como la organización y como las afecciones de nuestro cuerpo. Hay en el fondo de nuestra alma una luz superior a to- das las afecciones de momento, una luz que es común a to- dos los hombres y que es luz en todos tiempos; esto, a más de ser un aviso para no errar en muchas cuestiones, nos su- ministra una robusta prueba de que el alma no es el resulta- do de la organización. No es fácil opinar contra los propios intereses: éstos arrastran las opiniones. Bueno es el análisis ; pero miradas las partes, a veces no se conoce por eso el todo: si desmontamos una máquina, la mayor parte de los hombres no sabrán para qué sirven las piezas. Las clases sabias pervirtieron las ignorantes ; ahora pare- ce que tratan de enmendar el yerro, pero la cosa es difícil. || Por costumbre miramos el derecho de testar como in- cuestionable ; a la primera ojeada filosófica parece que tiem- blan sus cimientos, pero ahondando más se encuentran razo- nes profundas y delicadas de esta legislación. Es bien notable que una filosofía que apenas se acuerda de la religión sino como de un hecho humano, esté siempre poseída del pensamiento que preside a los destinos de la hu- manidad. Diríase que teme descubrir a Dios, y que Dios se le aparece en medio de una nube en el curso de sus in- vestigaciones. Se quiere popularizar la ciencia, y jamás había andado por reglones tan encumbradas. La historia no debe olvidar un hecho que quizás pocos han notado. Un hombre quería evitar la revolución francesa por medio de una reforma, y este hombre era el que se su- jetó humildemente al juicio del Papa : era Fénelon. 334 MISCELÁNEA [14, 210-212] Podríase hacer una excelente obra sobre las modificacio- nes que serían convenientes en la instrucción del clero, a causa de la nueva organización y nuevas necesidades de la sociedad : allí se podría discutir muy bien si es útil o nocivo el separar la teología de las universidades, encerrándola en los colegios. Economía política... También debiera haber economía moral. \\ El precepto contra las usuras es profundamente económi- co, pues que de suyo tiende a destruir zánganos, lo que es muy favorable a la producción. Dice Destutt de Tracy (Economía política, tomo II, pági- na 219) : «En materias algo difíciles, la práctica es provisio- nalmente bastante razonable mucho tiempo antes que lo sea la teoría, y puede suplir muy bien por ella.» Sobre este par- ticular pueden hacerse muchas reflexiones. Casi siempre se habla, se aplaude, se critica por costum- bre y sobre todo por autoridad ajena. Las imaginaciones muy fuertes y la sensibilidad muy viva no son los mejores amigos de la lógica. Conviene ver lo que hay : no más de lo que hay ; un hombre que se desvanece por debilidad de cabeza u otras causas, en el mismo instante que cierra los ojos a la luz, figúrase quizás que ve brillantísimas centellas, galanos co- lores y exquisitos matices. Hay cierta manía de análisis que lleva a confundirlo todo, y hay cierto espíritu de exagerada imparcialidad que hace a los hombres muy parciales ; éstas son enfermedades de difícil curación. Hay talentos claros porque son superficiales ; son como un arroyuelo de escasa profundidad ; enturbiada un poco el agua, todavía se distinguen la arena y piedrecitas del fondo. || Hay talentos profundos, pero claros: son una grande an- torcha que todo lo alumbra. El ingenio suple a veces el genio: es como el agua que nos ofrece una gran profundidad, reflejándonos la inmensi- dad del firmamento. Hay en el mundo un vacío ; los genios, si le padecen, lo sienten más porque lo tienen más grande. Hay entendimientos que parecen naturalmente falsos; siempre tienen la desgracia de verlo todo al revés. Guardaos de disputar con ellos. [14. 212-214] PENSAMIENTOS 335 Oís tal vez un solemne despropósito acompañado de una satisfacción admirable. ¿Por qué os cansáis en refutarle y en hacer entrar en razón a su autor? Quien lo ha dicho tan cumplido no es capaz de comprender la refutación. Desde la locura rematada a la cordura perfecta hay una escala de muchos grados : el mundo está distribuido en ellos. Los extremos son pocos. La prensa comenzó dando a luz la Biblia, y ha descendi- do hasta el lenguaje de las verduleras ; como la música na- ció en los templos, y ha bajado hasta las tabernas. Los poetas ramplones no desacreditan a Homero y Virgi- lio ; una miserable sonata de mandurria nada quita a Rossini ni a Mozart ; y los prodigios de Miguel Angel y de Rafael no se destruyen por los mamarrachos de patios y esquinas. || La lengua no es el lenguaje ; Ginés de Pasamonte habla- ba la misma lengua del gran Gonzalo y de fray Luis de León, y las mujeres del Rastro la misma lengua, pero no el lenguaje de Santa Teresa, los órganos de Marat la misma que Fenelón. En el mismo Capitolio triunfó el heroísmo y el parricidio. La revolución francesa fundió los elementos de la Fran- cia como metales en crisol, la convención sacó la masa in- forme, Napoleón la elaboró, cinceló y pulió. Generalmente hay homogeneidad; las diferencias que se notan son como las vetas de metales que no ligan. En Francia el gobierno representativo es la representa- ción de la administración, salvo el derecho de clamar. Si la prensa fuese el órgano de la opinión pública, en Francia el gobierno estaría siempre en abierta oposición con ésta. En política, como en religión, el entusiasmo supone la fe, la pura razón enfría. En España no debe haber tolerancia religiosa o de cultos, porque no se tolera lo que no existe. No hay disidentes. Hay incrédulos, las personas de éstos cumplidamente se toleran. Culto no tienen. El poder es violento cuando es débil. Sansón es la imagen del hombre : poder y debilidad. || La monarquía hereditaria es una especie de insaculación. La perfección de la prudencia consiste en desconfiar de sí misma. El vicio radical de ciertas escuelas políticas consiste en el olvido de esta regla. Fundan la sociedad en un pacto y pretenden gobernarla con sola la razón. 336 MISCELÁNEA [14, 214-215] Dido, pidiendo al rey Jarbas la permisión de comprar tan- to terreno como podría rodear con una piel de buey y cortán- dola después en tan delgadas tiras que ciñeron espacio capaz de comprender una ciudad, es un hermoso emblema de la política astuta de los pueblos comerciantes. Se ha dicho que Constantino, trasladando a Bizancio la silla del imperio, lo enflaqueció. ¿No podría decirse que lo conservó, al menos en Oriente, construyendo una última trinchera contra la irrupción de los bárbaros? Hay reputaciones que se parecen a los cadáveres que se conservan enteros en una caja bien cerrada : en dándoles el aire se convierten en polvo. La sátira se embota, la razón no. El pensamiento falso expresado con una imagen brillante es una mujer fea cubierta con hermoso velo. Los hombres ensalzados por los pueblos como emblema de libertad suelen tener la humorada de Marco Antonio, que, desposado con Minerva por el voto de los atenienses, se hizo pagar el dote que a tan noble consorte correspondía. || Los ambiciosos marchan a la tiranía, al lado de la ima- gen de la libertad, como Pisistrato a la fortaleza de Atenas, al lado de la gallarda doncella que representaba a Minerva. Conviene aprender las reglas y acostumbrarse a ellas como los músicos al compás: después lo llevan sin adver- tirlo. Los hombres son como las figuras de barro: conviene que se sequen en el molde ; del contrario no toman la forma. Pobre cabeza donde no hay presidente: éste falta a los hombres sin carácter. La parte inteligente de una nación ha de estar en movi- miento y dirigir; pero, ¿y si está loca o va errada? ¡A cuán- tos individuos no pierde una cabeza, un pensamiento falso! Virtud, salud, fortuna, honor ; todo lo echa a perder. He aquí la sociedad, con la inteligencia en extravío. ¿Qué me importa un artículo fulminante contra una exac- ción, mientras miro en casa los soldados del apremio? Estamos los españoles en medio del mar; es menester acostumbrarse a las tormentas. El pueblo comprende más pronto el lenguaje de las pa- siones que el de la razón. La sociedad actual es una mujer delante de un espejo. || [14, 216-217] PENSAMIENTOS 337 En la actualidad todo se hace por acto reflejo. La inteligencia es la luz que guia, la moral la ley que arregla y armoniza, la felicidad el término y el premio. Una política ciega no atiende siquiera a los hechos con- sumados, una política injusta los acepta y consolida, la jus- ticia y la prudencia no quieren ni uno ni otro. Dos hombres que no se entienden son dos instrumentos que no están en armonía. Se dice que la verdad nunca daña, lo niego. Un hombre con pereza es un reloj sin cuerda. Tenemos un nuevo pauperismo: los jóvenes ilustrados. España es un pueblo nuevo, aquí podrían hacerse grandes ensayos. En Cataluña tenemos la civilización española y la cultura francesa. Las sociedades no se mueven con la risa, sino con los intereses y la convicción. Nuestros padres abundaban en buen sentido, nosotros en razón. La verdad, ¿de qué parte está? ¿Se nos pretenderá dar la centralización francesa, el eclecticismo filosófico, la civilización vapor? De la impotencia gubernativa nace el pandillaje. || Quien no gobierna no tiene el apoyo de la nación ; el ins- tinto de conservación hace buscar un apoyo ; y de aquí el pandillaje, que es una compañía de seguros mutuos. Apo- yadme y yo os dejaré hacer. Es sencillo, pero peligroso. Para conservarse los grandes partidos, como los grandes hombres, gobiernan, los mezquinos intrigan, los malvados corrompen, los osados oprimen. Para constituir la dictadura completa son menester: 1.° Genio en el candidato. 2.° Disolución social y política. 3.° Ausencia e imposibilidad del gobierno legal. 4.° Fuerza e influencia exterior en la nación. Para mandar sirven los ambiciosos, mas no los vanos. ¿Queréis otra señal más sencilla? Ved qué hombres figu- ran en ella. ¿Queréis apreciar la fuerza de una situación? Ved qué ideas e intereses representa. 22 33S MISCELÁNEA [14, 217-219J ¿Qué valdría el respeto al trono si tuviésemos la anar- quía? La tempestad no dejaría de serlo por llevar respetuo- samente en sus alas una niña dormida. Mientras los cuerpos políticos hayan de arreglar todas las cuestiones políticas no saldremos jamás de la política, es decir, del malestar. Los poderes nacidos de una revolución tienen por el mis- mo hecho facultades discrecionales : su blanco y norma es la conveniencia pública ; su límite, la razón || y la moral. ¡Cuántas cosas ilegales son legítimas y cuántas cosas ilegí- timas son legales! Observan los químicos que los cuerpos que tienen poca afinidad, aunque puedan combinarse de diferentes maneras, dan un compuesto en que se notan las propiedades de los componentes : en una combinación de agua y azúcar, o de agua y sal, se descubren siempre las del azúcar y del agua, y las de ésta y de la sal. Este fenómeno lo recordamos al pen- sar en ciertas fusiones políticas. Vendaos los ojos que no veáis el líquido, tocadle con la punta de la lengua, y diréis luego: ((Aquí hay agua, aquí azúcar, aquí sal.» Hay ciertas soluciones en que los cuerpos no quedan mez- clados sino mientras dura el calor : en enfriándose el líquido se verifica la separación. No hay que hacer caso de ciertas mezclas, de cierta homogeneidad aparente: dejad que se enfríe el líquido. Cuando un partido político carece de convicciones está privado de vida ; entonces es como los cuerpos inorgánicos que no se nutren, sino que crecen por agregación o yuxtapo- sición; en tal caso son inoapaces de modificarse. Combinad- los con otro cuerpo cualquiera, siempre se separan y efec- túan la cristalización. Como se presentaban antes, se pre- sentarán después; si alguna vez los habéis medido, sabed que será la misma su figura; para conocer sus ángulos no necesitáis aplicar de nuevo el goniómetro; sin peligro de error podéis serviros de la medida vieja. |] No os alucine el ver que un metal ha perdido su dureza, y que corre y circula como los otros líquidos. ¿No veis que está expuesto a una temperatura muy elevada? Dejad que ésta baje ; el metal volverá a su estado primitivo. Para mantener en fusión dos cuerpos que se repelen es necesario un tercero que prepondere sobre la acción de cada uno de ellos, que, absorbiéndolos, los una. He aquí una ima- gen bastante fiel del poder monárquico. [14, 219-221] PENSAMIENTOS 339 La monarquía hereditaria es una especie de aplicación del sistema de la suerte. ¡Tanto teme la sociedad el poner en movimiento muchos voluntades en un negocio de importan- cia ! No se fía ni de los candidatos ni de los electores. Se dice que la repetición de una idea la gasta: la aser- ción es muy dudosa : una insigne falsedad, una solemne ex- travagancia, inculcadas de continuo y con serenidad, produ- cen no pocas veces un efecto sorprendente. Se suele decir el calor de la convicción. ¡Cuán a menudo podría decirse la convicción del calor! Hay hombres que no pueden sostener su reputación sino ocultos tras una mampara ; salen a las tablas ; se ve que era el mons porturiens; el público los silba. ¿Quién tiene la culpa? Quizás ahora se hace justicia a los hombres mucho más pronto que antes. La razón es porque un siglo de ]| ahora es más que diez siglos anteriores. La posteridad se anticipa, llega ya en vida de quien apela a su fallo. Hobbes decía que si hubiese leído tanto como otros, sería tan ignorante como ellos: ésta es una exageración que en- cierra un significado profundo. Conocemos más los libros que las cosas; y el ser sabio consiste en saber cosas y no libros. La educación es al hombre lo que el molde al barro: le da la forma. La inconsecuencia natural al hombre produce grandes males y grandes bienes. ¿Cómo? Un hombre religioso con- secuente sería un modelo : he aquí los males de la inconse- cuencia ; un impío consecuente observaría una conducta monstruosa : he aquí un bien de la inconsecuencia. También hay vanidad en la pretensión de no ser vano. La vanidad es la molicie del orgullo. El orgulloso será con frecuencia vano si no ejerce gran dominio sobre sí mismo. Y como este dominio es muy difícil sin virtud sólida, los orgullosos son vanos con más frecuen- cia de lo que ellos creen. Una niña que en la edad de la hermosura y de las ilusio- nes se consagra al servicio de los enfermos muestra más grandor de ánimo que todos los conquistadores del mundo. || «Bienaventurados los que lloran», dijo Jesucristo. ¡Qué palabra! ¡Y en qué siglo! Ella por sí sola anunciaba a la humanidad un nu?vo porvenir. 340 MISCELÁNEA [14, 221-222] El alma con las pasiones exaltadas es el cuerpo en calen- tura. Tirita de frío, y tal vez el ambiente está ardiendo ; se abrasa, y la atmósfera está helada. Lo primero que debiéra- mos hacer en un caso semejante es no juzgar de nada. La perfección del disimulo consiste en encubrirle. La condescendencia habitual no está reñida con una gran firmeza de carácter. Esta es una cualidad preciosa que con- viene economizar. No hay nada más insulso que la pretensión de ser gra- cioso. A los hombres grandes se los llama con sólo su nombre, a secas. Esto es muy significativo. Es que la idea principal no necesita ni consiente accesorios. La afectación es intolerable ; y la peor es la afectación de la naturalidad. Los hombres que alaban siempre son o simples o bajos , los que no alaban nunca o son imbéciles o envidiosos. Los hombres grandes son sencillos, y los medianos son ampulosos, por la misma razón que los cobardes son brava- tones y los valientes no. || Suele distinguirse entre la honradez política y la honra- dez privada ; a quien no ha manejado con delicadeza los ne- gocios particulares no le fiara yo la hacienda pública. Hay mayor cebo y menor peligro. Hay objetos que no se ven si no se sienten, y no se ven bien si se sienten demasiado. El sentimiento en tal caso es una especie de lente : es difícil acertar en la graduación más adecuada. Si se combinan en un mismo sujeto la riqueza, la igno- rancia, la inmoralidad, la presunción y la falta de educación, el resultado es una cosa intolerable. Cuando un objeto está presente sentimos su nada; por esto preferimos vivir de recuerdos y esperanzas. No es tolerante quien no tolera la intolerancia. Muchos hombres exageran sus fuerzas; pero también los hay que no las conocen. ¡Qué fortuna para ellos y para los demás si hubiera quien se las revelase! En la sociedad hay muchos hombres dislocados ; podrían ser útiles y no hacen más que dañar o embarazar. Si hubiese un medio seguro de descubrir las disposicio- nes particulares de cada uno, no es posible decir hasta qué punto se multiplicarían las fuerzas de la humanidad. [14, 222-224J PENSAMIENTOS 341 De un pensamiento expresado secamente a otro cubierto con una imagen feliz va la misma diferencia || que de una bala tirada con la mano a otra disparada con un fusil. Cuando uno recuerda lo que era la Europa cinco siglos atrás, la imaginación se asombra al pensar lo que será de aquí a cinco siglos. El porvenir de las naciones civilizadas entraña aconteci- mientos tan colosales y mudanzas tan profundas, que proba- blemente nosotros no nos formamos de ello ninguna idea, ni somos capaces de formárnosla. El medio para deshacerse de un hombre amante de con- tradecir es callar y escuchar reposadamente. Atacará prime- ro lo que habéis dicho, luego lo que pensará que queréis de- cir; esto es, vuestras opiniones reales o presuntas; pero al fin se cansa y se aburre, fastidiado de una víctima que se hace el muerto. Esos hombres, eternos impugnadores de todo, son como las balas de cañón : derriban una muralla de mucho espesor y muy recia, y pierden la fuerza en encontrando algunos col- chones. Para las cosas grandes y arduas se necesitan : combina- ción sosegada, voluntad decidida, acción vigorosa ; cabeza de hielo, corazón de fuego, mano de hierro. La religión es la mejor filosofía de la historia. Los perezosos suelen ser grandes proyectistas; así, estan- do faltos de realidad, se engañan con ilusiones; y, además, el trabajar sólo en proyecto se aviene || muy bien con el no hacer nada, suma felicidad del perezoso. El adelanto de la maquinaria va reclamando cada día es- tablecimientos mayores, éstos traen la acumulación de la ri- queza ; de la acumulación resulta la miseria del mayor nú- mero ; detener a la humanidad en su carrera es imposible ; ¿adonde vamos a parar? El entendimiento se abruma y el corazón se contrista. ¿Cómo se resuelve el problema? ¿Será que la Providencia tenga reservado para lo venidero algún arcano venturoso, pero que la prole de Adán no haya de alcanzarle sino después de mucho sufrimiento, como tantas veces le ha sucedido? Al ver cómo perecen a millones los individuos, cóm© su- fren inexplicables padecimientos generaciones enteras, tal vez durante largos siglos, para obtener el triunfo de una idea o el arraigo de una institución, saltan a la vista dos ver- dades : 1.a, que el destino del individuo humano no acaba en la tierra ; 2.a, que ese ser que llamamos humanidad está sub- ordinado a los designios de una Providencia. 342 MISCELÁNEA [14, 224-226] Si la Inglaterra desapareciese del mapa de Europa, resul- taría un desequilibrio que haría imposible la paz europea. Creen algunos que la Europa no puede ya pasar por con- flictos semejantes al de la irrupción de los bárbaros del Nor- te o de los árabes ; pero tal vez no han reflexionado bastante sobre lo que de sí podría dar el Asia gobernada por la Rusia. Mehemet-Alí con || sus ensayos en pequeño ha evidenciado que el Oriente es susceptible de grandes revoluciones. * * * ¿Queréis evitar las revoluciones? Haced evoluciones. Todo delito tiene un tribunal. Mendizábal es el genio de la revolución : hay que opo- nerle otro genio ; las discusiones generales servirán de poco : a práctica, práctica. González Bravo: he aquí el matador del partido progre- sista. No temáis nunca a hombres como Martínez de la Rosa, Pacheco, López: son la lengua de los partidos, y la lengua no vale el brazo. La verdad como tal vale poco entre los agitadores moder- nos. Es un objeto estimado no por lo que es. sino por lo que produce. Se habla de fuerte oposición en el Senado: para las in- flamaciones se necesita cierta sobreabundancia de vitalidad que no tiene el alto cuerpo. Hay en el mundo no vulgar menos criterio de lo que creía. Las circunstancias cambian la lógica. || El ministerio Isturiz-Mon no puede vivir : en esto convie- nen todos; y no puede morir por falta de heredero. ¡Qué atonía en la situación ! La aprobación de las actas del puchero es un antecedente que dará fatales resultados. Es menester cambiar radical- mente el sistema electoral. El Débats ha dicho que en los matrimonios españoles en- traba la monarquía española entera : traslado a lord Pal- merston. No creo en una economía que hace pobres y mata de hambre. [14. 226-228] PENSAMIENTOS 343 Había oro, no estancado, sino dirigido por ciertos cana- les: se han roto los diques, y ha sido primi capientis. Estos han sido pocos: ¿cómo se restablece un nivel? Problema. — Encontrar un medio para prevenir los malos efectos que atribuyen algunos a la amortización eclesiásti- ca ; asegurar al clero una subsistencia independiente ; no gravar el erario con un maravedí ; dar una gran lección de moralidad y justicia al país ; fomentar poderosamente la ri- queza nacional, y muy especialmente en el ramo de agri- cultura ; hacer llegar esta riqueza a muchas manos laborio- sas y necesitadas, y crear un conjunto de intereses legítimos, solidísimo apoyo del orden público. — La resolución de este problema es difícil, mas no imposible. Si el Parlamento quiere, el ministerio vive ; si no quiere, muere. ¿Dónde está el rey? || ■ Nuevas elecciones : un desengaño más. La independencia de los gobiernos no es un deseo, es un hecho. «El ministerio, dijo Isturiz, no se arrepienie ni se enmien- da.» ¿Quién hace otra cosa en política? Esto implica reflexio- nes sobre la utilidad de la discusión. En la complicación actual de España y de Europa, la cues- tión que preocupa los ánimos de nuestros hombres es ¡la presidencia del Congreso! Hay un eje a cuyo alrededor se hace girar todo, ¿no corre peligro de gastarse y luego de romperse? Si tres o cuatro hombres graves, llamados por Su Majes- tad para tratar de los mayores negocios del Estado y en circunstancias muy difíciles, hicieran lo que están haciendo las Cortes, ¿qué se diría? Las convicciones profundas son firmes y corren peligro de pasar por tercas. En ciertos hombres la tolerancia es la falta de convicción. Ridiculizarse y destrozarse en público, y apreciarse y que- rerse privadamente, no deja de ser difícil. La utilidad suele estar en razón inversa del ruido. Mon dijo en el Senado que había creído que en este país era necesario ser algo fanfarrón ; por fin tenemos || la clave para explicar varias cosas, sin esto inexplicables. La imagen de la estampilla es bastante curiosa: puede transformarse. 344 MISCELÁNEA [14, 228-229] Los empíricos de España, para curar al enfermo, le han aplicado el escalpelo al corazón. Todo lo que en las naciones rompe la continuidad de la vida las mata. En toda nación hay un cierto caudal de vida, como en los individuos: a este caudal debe acomodarse la organización política, la diplomacia y hasta la extensión del imperio. He- chos de nuestra historia. Hay en la capital una circulación inflamatoria, y en otras partes la muerte. Falta saber si el desarrollo material es por la revolución o a pesar de ella. El cálculo de lo que gastaba un clérigo o un religioso, combinado con las rentas que tenían, y con los beneficios que dispensaban, y con el estado actual de la riqueza, inspi- ra reflexiones económicas sumamente curiosas. Dicen algunos que la verdad nunca daña. ¿Se trata de la verdad en la cosa o en el entendimiento? Esto es curioso para la discusión. Los partidos, facciones y pandillas son los síntomas de que falta o se debilita el principio vital. Esto || da lugar a graves consideraciones sobre las teorías modernas que con- sideran los partidos como un bien. La fisiología suministra puntos de comparación muy interesantes. Los ministerios en España tienen la vida de un insecto. La reina, abriendo las Cortes, no constituido el Congreso, no sabe si las hay. Cuando las Cortes nacieron espontáneamente en toda Europa, algo tenían de natural en su origen y de útil en su objeto. Las suplantaciones de votos son suplantaciones de fir- mas : delito común. La contestación al discurso de la Corona está de más. Según expresión del señor Sartorius, había sobre la mesa muchas actas que vertían sangre. ~~' Si el parlamentarismo nos perturba, no será porque el poder haya tenido demasiada deferencia con el sistema y sus prácticas. El arma principal es el presupuesto, y todavía no se han examinado a su tiempo ni un solo año. [14, 229-231] PENSAMIENTOS 345 Los progresistas están divididas en la desgracia. ¿Qué harán en la fortuna? Los hombres que bullen se sitúan en la revolución, y des- de allí como que toleran a la religión y | a la monarquía ; nosotros nos situamos en la religión y en la monarquía, y desde allí procuramos utilizar las cosas nuevas. Esto es ca- racterístico. A priori y a posteriori se pueden descubrir los principios vitales de la sociedad española. ¡Qué disparate! La ejecución, en la cabeza, y la dirección, en los brazos, como dijo un filósofo alemán (Zacearías, me parece). El mayor impedimento para que pudiesen continuar en España las Cortes, tales como se hallaban en el siglo xvi, era su mismo número. Eran cuerpos de ejército que podían ser batidos en batalla. Con la conquista de Granada recibieron los moros el úl- timo golpe, y la misma conquista, engrandeciendo el poder real y rodeándole de un gran prestigio, abrió el sepulcr© a las Cortes de Aragón y Castilla. La revolución de las comunidades afianzó mucho- el poder real, y los excesos de los comuneros menoscabaron mucho el crédito de las ideas populares. Las mismas causas en cir- cunstancias semejantes producen efectos semejantes. Léase al ilustrísimo Osorio (De rebus Emmanuelis Regís) y se creerá leer la historia de las revoluciones, contemporáneas ; y cuenta que este obispo muestra por aquella causa muchas simpatías. En el reino de Valencia el rey tenía potestad legislativa sin contar con el concurso de las Cortes: por consecuencia necesaria podía también derogarlas [] todas, excepto las lla- madas paccionales (véase a Velluga, Speculum Principum) . La sociedad es como la naturaleza, presenta los fenóme- nos y oculta las causas ; y así como para adelantar en el es- tudio físico es necesario recoger hechos y combinarlos, si no para averiguar las causas, al menos para descubrir las leyes generales, así también en el estudio de la sociedad ; y así como se tendría por insensato quien quisiese que el mundo físico marchara conforme a las leyes que él se había imagi- nado, no lo son menos los que quieren vaciar la sociedad en el molde de sus vanas teorías. El mundo queda como es a pesar de los delirios de los filósofos, sólo que en materias so- ciales los delirios de los filósofos cuestan a las naciones ríos de sangre y de lágrimas. 346 MISCELÁNEA [14, 231-233] Se ha dicho que los grandes genios forman su siglo, que cambian la marcha de la sociedad y le trazan las sendas del porvenir: es verdad, pero debiera añadirse que los grandes genios nacen también de las situaciones en que se encuen- tran las sociedades, que no son más por lo común que la expresión de alguna de sus necesidades, un germen nacido por precisión de la fermentación... Léase la historia de las grandes revoluciones religiosas, políticas, civiles y literarias, y medítense sus lecciones ; enlácense los hechos con los de- signios de la Providencia, y se descubrirá un cuadro gran- dioso, que podría formar el objeto de un opúsculo profundo, útil, trascendental e interesante. Cuando la sociedad en algu- na de sus grandes crisis || demanda a un hombre extraordi- nario, la Providencia le tiene ya formado, y entonces el hom- bre sale. El error es siempre débil, sólo tiene alguna fuerza cuan- do es el núcleo de una facción o la bandera de un partido: entonces es más bien violento que fuerte ; cuando haya per- dido ese carácter se debilita por sí mismo y enflaquece. Es decir, que no tiene medio entre el arrebato del delirio o el abatimiento de la languidez. La razón lo demuestra y la his- toria lo atestigua. Me sirvo de los hombres y dejo marchar las cosas. (Ex- presión de Talleyrand.) Mihi nihil unquam populare placuit. (Cicerón citado por Bonald.) Cuando la fuerza de un gran Estado es un secreto, su destino es un problema. Dicho célebre que, si mal no me acuerdo, es de M. Bonald en un opúsculo sobre la unidad religiosa de Europa: lo dice hablando de la Prusia, cuya constitución llama militar. La duración del estado religioso de los judíos es tan ad- mirable como lo sería la vegetación de una planta cuyas raíces no tocasen en la tierra y navegasen en el vacío de la atmósfera. (El mismo en el propio lugar.) El mismo cita a Rousseau, que dice: Lo falso es suscep- tible de una infinidad de combinaciones, pero la verdad no tiene más que un solo modo de ser. || Facilidad. He aquí una de las más bellas, más necesarias, más indispensables cualidades del estilo. Los conceptos más elevados, las ocurrencias más felices, los sentimientos más delicados, todo pierde su lustre, todo amengua su mérito, si no los acompaña esta perla tan rara como preciosa. ¿Quién lo dijera que debía costar tanto trabajo el explicarse con natural facilidad, y que sólo a costa de mucho arte, al favor [14, 233-234J PENSAMIENTOS 347 de muchas reflexiones y de continuado ejercicio, se pudiera adquirir una cualidad que parece debiera nacer con nos- otros, y para cuyo (uso) sólo deberíamos atenernos a lo que dicta la naturaleza, abandonándonos a los impulsos de di- rección tan suave9 Y, sin embargo, nada hay más cierto, nada más constantemente atestiguado por la historia de las letras y por la experiencia cotidiana. El humano linaje, aun en su vida sobre la tierra, es con- ducido por la Providencia a un término misterioso y por ca- minos ignorados. Quien desconozca la transformación que en todas partes se realiza no ve lo que tiene delante ; querer asirse únicamente de las formas pasadas es confiar en el apoyo de un leve arbusto al bajar por una peligrosa pen- diente. Respetemos lo pasado, pero no creamos que en nues- tro estéril deseo lo podemos restaurar ; y al interesarnos por los restos de lo que fué no llevemos la exageración has- ta el punto de maldecir todo lo presente y lo venidero. Pues ¿qué? ¿No fué nuevo algún día lo que ahora pasa? ¿No ocupó en otros tiempos el lugar de cosas que a su vez pasa- ron también? La vida || del género humano, ¿no envuelve una transformación íntima? La historia, ¿es acaso más que una serie de magníficos lienzos en que se nos ofrecen a cada paso las novedades más asombrosas, las mudanzas más sor- prendentes? Guardemos intactas las verdades eternas : es- temos seguros de que no perecerán las cosas cuya duración estriba en promesas divinas ; pero lo demás mirémoslo como cosa perecedera, y al ver colosales construcciones, obra de la mano del hombre, recordemos aquellas palabras de Jesu- cristo: «¿Ves esas grandes construcciones? No quedará pie- dra sobre piedra.» || Bibliografía* i «Observaciones religiosas, morales, sociales, politicas, históricas y literarias, entresacadas de las obras del vizconde de Bonald». por don José Ferrer y Subirana Sumario. — El señor Ferrer ha superado las dificultades de traduc- ción. Discurso original que precede la obrita. Origen y espí- ritu de la filosofía de Bonald. Observaciones a su definición del hombre. Origen de las exageraciones de Bonald. Cuando estamos presenciando con harto dolor el prurito que a no pocos señorea, de introducir en España las produc- ciones extranjeras, particularmente francesas, sin que se tenga la debida consideración a lo que reclaman los buenos * [Nota bibliográfica. — Balmes huyó siempre de escribir su jui- cio sobre libros ajenos. Tres veces solamente hizo este oficio, obli- gado por sugestiones de amistad a que no pudo resistir, y una cuarta vez poco antes de morir, aunque en este caso fué por carta meramente privada (Epistolario, núms. 318 y 325). Damos aquí re- unidos estos tres artículos bajo el mismo epígrafe Bibliografía, aun- que al segundo Balmes puso por título Literatura. La obra que se critica en el primero era de su compañero de re- dacción en La Civilización, don José Ferrer y Subirana, que lle- vaba el siguiente título : Observaciones religiosas, morales, sociales, políticas, históricas y literarias, entresacadas de las obras del viz- conde de Bonald. Fué publicado en el cuaderno 32 de La Civiliza- ción, correspondiente a la segunda quincena de enero de 1843, vo- lumen III, pág. 380. De allí tomamos nuestro texto, suprimiendo una nota en que se indica la librería de Tauló como punto de venta. El sumario es nuestro. El segundo artículo fué publicado en el cuaderno 23 de La So- ciedad, uno de los cuatro últimos que aparecieron en un solo fas- cículo, con fecha de 7 de septiembre de 1844, vol. II, pág. 504. Des- pués de la muerte de Balmes se ha reimpreso varias veces en la colección de la revista. Nuestro texto es el de la primera edición. El sumario es nuestro. El tercer artículo tal vez sea el único que Balmes publicó sin su firma, o sin alguna señal externa que indicara ser cosa suya. Se encontró entre dos dificultades opuestas. Por una parte, tenía la resolución de no publicar escritos sino en periódicos dirigidos por él, como se ve en los núms. 302 y 304 del Epistolario; por otra [14. 237-239] BIBLIOGRAFÍA .349 principios y la sana moral, agrédanos sobremanera el notar que de vez en || cuando no falta quien se esfuerce en neu- tralizar de algún modo el daño, trasladando a nuestra len- gua alguna de aquellas obras que reúnen el doble mérito de ilustrar el entendimiento y elevar el alma. A esta clase pertenece el importante trabajo dado recientemente a luz por nuestro colaborador en esta revista, don José Ferrer y Subirana, titulado Observaciones religiosas, morales, so- ciales, políticas, históricas y literarias, entresacadas de las obras del vizconde de Bonald. El señor Ferrer ha sabido es- coger el momento oportuno para su publicación ; porque oportuno es sin duda, cuando la sociedad está fatigada de revoluciones y anhela colocarse bajo los principios tutela- res, el ofrecerle un libro donde en breves páginas encuentre reunido lo que está derramado por las voluminosas obras de uno de los escritores más religiosos y más profundos con que se honra el presente siglo. No son en reducido número ni de poca monta las dificul- tades que se ofrecen en una traducción de esta clase: por- que nada más espinoso que el hacer hablar en otra lengua a un grande escritor, y nada más arriesgado sobre todo, si lo que de él se escoge es lo más selecto, así en el pensamiento como en la expresión. Entonces es necesario colocarse, por decirlo así, a la altura del mismo, penetrar en su espíritu, identificarse con el entendimiento privilegiado donde se for- mó el concepto, y tener el arte suficiente para manejar el lenguaje con la destreza, con el tino, con la discreción que ha menester tan delicada tarea. El señor Ferrer ha compren- dido la dificultad, y ha sabido superarla. No es esto decir que una crítica minuciosa || dejase de encontrar acá y acu- llá algunas incorrecciones y descuidos, poco menos que in- evitables en semejantes casos ; pero no podrá negarse que el lenguaje es en lo general castizo y puro, y que la expresión es clara, exacta, concisa, cual conviene al género de la obra. En la publicación del señor Ferrer no hay el mérito de la originalidad ; pero es una relevante señal del mérito pro- pio el apreciar en su justo valor el ajeno. No todos estiman como es debido el de Bonald ; porque un pensador profundo sólo puede ser comprendido por pensadores profundos; y así no dudamos en asegurar que el distinguido traductor, proponiéndose hacer un servicio al público, se ha granjeado en la opinión de los inteligentes un título que le honra. parte, deseaba complacer a don Joaquín Roca y Cornet en lo que le pedía. Adoptó un término medio, que fué publicar su recensión sin nombre, pero haciendo saber a su amigo qua era cosa suya. El escrito salió en La Esperanza, diario carlista de Madrid, núm. 779, jueves, 15 de abril de 1847, página primera. De allí tomamos nuestro texto.] 350 MISCELÁNEA [14, 239-241] Precede a la obrita un breve discurso original, donde in- tenta el señor Ferrer presentarnos «una muy ligera reseña, así del curso de la vida de Bonald, no menos que del carác- ter y tendencia de su filosofía». Pocas son las páginas con- sagradas a este trabajo ; y, cuanto más nos agradan algunos de sus pasajes, más sentimos que no se le haya dado mayor extensión ; ya que lo consentía muy bien la importancia del asunto. Duélenos que tan pronto termine su discurso quien sabe ofrecernos tan preciosas muestras como las siguientes : «En esta obra (habla de la teoría del poder) se eleva M. Bo- nald al nivel de los hombres más pensadores. Noble y esfor- zado adalid salta a la arena en defensa de los principios tu- telares y conservadores; entonces, cuando removidas y al- zadas por la zapa revolucionaria las bases sobre que el edificio social había descansado, || era la Francia, en vez de un antiguo y soberbio monumento, un vastísimo campo de destrozos y de ruinas ; él enciende la fe en los espíritus cuan- do los hielos del desengaño y la fría duda habían apagado su luz y sus ardores; él proclama en alta voz el inevitable triunfo de la verdad y de la justicia, cuando en aquel terri- ble y universal cataclismo parece que la verdad y la justicia habían sucumbido y para siempre naufragado : él, alzando el velo del porvenir, descubre lo que más adelante ha de su- ceder, prediciendo el levantamiento del trono en Francia y el restablecimiento de los Borbones.» Hablando después de la elevación y firmeza del carácter de Bonald, dice asi : «El movimiento de julio le sorprendió lleno de consideraciones y de dignidad ; bien hubiera podido continuar sentándose en la Cámara de los pares, creyó que un deber imperioso le retraía de allí, a todo prefirió el ol- vido y el silencio : el vizconde se retiró.» «Hay hombres que tienen una conducta muy acomodati- cia, cuya conciencia transige siempre entre el honor y la utilidad, entre el deber y el interés, a quienes nunca faltan pretextos para seguir a éste, así como sobran siempre elo- gios para defender a aquél, hombres que la Inglaterra del siglo xvn los llamaba libertinos, que los tenemos aquí en España, que raras veces se hunden en los sacudimientos pú- blicos, que casi siempre salen gananciosos de los trastornos del Estado ; hombres que, cuando se aperciben que la revo- lución viene, dejan la monarquía para salir al encuentro de la revolución: que, cuando ven que la revolución || declina y necesita de su apoyo, abandonan la revolución para pre- sentarse antes que nadie y ser los primeros en echarse en brazos de la monarquía, sirvientes humildes de un partido cuando está arriba, encarnizados enemigos cuando el partido se halla abajo, que tiemblan ante el león, siempre que el león ruge, que le humillan y pisotean siempre que abatido [14. 241-242] BIBLIOGRAFÍA 353 está ; hombres que en Francia abandonaron a Luis XVI para saludar a la república ; que abandonaron a la república para saludar a Napoleón, que abandonaron a Napoleón para salu- dar a los monarcas restaurados, que abandonaron a los Bor- bones para saludar a los Orleáns, y que abandonarían a Luis Felipe y a todas las potestades del mundo el día en que viniesen al suelo y la desgracia los persiguiese.» Pasa en seguida a ocuparse de la filosofía de Bonald y, en sucintas y jugosas reflexiones, procura dar de ella una idea, señalando su origen y analizando su espíritu. Hale ocurrido al señor Ferrer una idea que conceptuamos feliz, bien que no podamos convenir con él en la manera de desenvolverla. Propónese descubrir el carácter y tendencias de las escuelas filosóficas por la definición que nos dan del hombre; y a la verdad que consideramos esto muy acertado, porque es poco menos que imposible que no se trasluzca algo en ella que revele el pensamiento de las mismas. Así estamos de acuer- do que cuando Saint-Lambert nos dice que el hombre es una masa organizada y sensible que recibe la inteligencia de todo lo que le rodea y de sus necesidades, expresa el mate- rialismo de la filosofía del siglo xvin. así como Bonald, de- finiendo al hombre || una inteligencia servida por órganos. pinta de una plumada el esplritualismo de Descartes, de Ma- lebranche y de Leibniz. Pero cuando el señor Ferrer, conti- nuando el paralelo de las escuelas filosóficas, inculpa la que ha definido al hombre animal racional, opinando que no hay aquí ni el esplritualismo decidido, ni el materialismo pro- nunciado, que se deja entrever la duda, que se abre la puer- ta a los dos, parécenos que no tiene la razón de su parte, y hasta nos creemos obligados a desvanecer este cargo. Ante todo observaremos que el intento del señor Ferrer condenando esta definición es increpar a la antigüedad pa- gana por no haber deslindado cual corresponde el espíritu de la materia ; y estamos seguros que habrá emitido su opi- nión sobre el particular, no advirtiendo que resultaban en- vueltas en la acusación aquellas escuelas cristianas que adoptaron la definición indicada. Pero, salvando la intención del señor Ferrer, no podemos dejar sin contestación sus pa- labras; que así se echará de ver la sinceridad de nuestros elogios, cuando tengan al lado la inflexibilidad de la crítica. Sabido es lo mucho que los escolásticos cuidaban de dar a sus definiciones toda la exactitud posible ; y que una de las leyes inviolablemente observadas era que constasen del género próximo y de la última diferencia. Es decir, que, tra- tando de definir al hombre, debieron buscar aquello en que convenía con los demás seres más aproximados, y esto lo en- contraron en el viviente sensible, o animal; luego investiga- ron en qué se diferenciaba el hombre del resto de los ani- 352 MISCELÁNEA [14, 242-244] males, || vieron que en la razón, y por esto concluyeron que la definición más exacta era : animal racional. No tratamos aquí de indicar las objeciones que pudieran hacerse a la dada por Bonald, ateniéndonos al rigor dialéctico, sólo nos proponemos explicar la escolástica, vindicándola de la incul- pación de favorecer el materialismo. Por lo que acabamos de indicar resulta bien claro que, cuando se llama al hombre animal racional, no se pone «el uno al lado del otro sin dar ninguna preeminencia al prime- ro sobre el último, ni al último sobre el primero», sino que, por lo mismo que se señala como diferencia la racionalidad, se da a la razón una preponderancia decidida, y se la mues- tra como la propiedad característica y constitutiva. Fácil nos fuera extendernos más en la aclaración de este punto ; pero creemos que lo dicho es bastante para deshacer la equi- vocación que gustosos hubiéramos dejado pasar por alto, si por la naturaleza del objeto no pudiese prestar margen a una mala inteligencia que no nos era licite consentir. Bonald escribía en aquellos momentos en que el espíritu se siente poseído de un vivo fastidio, cuando no horror, de todo lo presente, y echa menos todo lo pasado ; o cuando una revolución espantosa estaba trastornando la Francia y hacía estremecer la Europa entera, o cuando acababa de ser ahogada la revolución y se veía por todas partes su f ¡ mida- ble huella, como en suelo volcanizado después de erupciones terribles. El señor Ferrer se hace cargo de esta observación para poner en el debido punto de vista la filosofía || de Bo- nald, excusando de esta manera la exageración en que pue- de haber caído. Creemos nosotros que todavía puede señalarse otro origen a la exageración de Bonald. Este insigne escritor participa también algún tanto de su nación y de su siglo ; y en ambos prevalece de una manera particular el prurito de producir efecto, hiriendo la fantasía con imágenes brillantes y sor- prendiendo el espíritu con golpes de ingenio. Esto acarrea por necesidad la poca exactitud, porque, cuando se trata de ser exacto, es necesario detenerse en aclarar y restringir, trabas que se avienen muy mal con el propósito de producir efecto vivo e instantáneo. Pocos son los principios generales que no admiten limitación, pocas las reglas sin excepción ; y así es que quien no trata de pararse en limitar y excep- tuar cae precisamente en la inexactitud, si no en el error. En la actualidad dura todavía este prurito ; así se encuentra a menudo el ingenio al lado del genio ; y fortuna si una de- generada raza de escritores no se empeña en hacernos aplau- dir como sublimes arrobos de la fantasía los arrebatos de la demencia, y como prodigiosos esfuerzos del pensamiento los despropósitos de un insensato. [14, 244-247] BIBLIOGRAFÍA 353 No recelen nuestros lectores encontrar en Bonald un es- critor de tal ralea : una que otra vez podrán no estar de acuerdo con él, pero siempre admirarán su ojeada vasta y penetrante, su previsión admirable, la fecundidad de su in- genio en revestir de adecuadas imágenes todo género de pensamientos, y sobre todo quedarán hechizados descubrien- do en el hombre que |¡ habla un sincero amor de la verdad, una pasión por la justicia, un ardiente anhelo de hacerlas reinar sobre la tierra. Pocos libros conocemos que puedan ser de más provecho a quien desee estudiar con fruto la historia y observar acer- tadamente la sociedad ; no se encuentra un pasaje que no alumbre y que no convide al ánimo a concentrarse y medi- tar. Después de esas lecturas livianas que nada dejan en el espíritu sino distracción y frivolidad, no cabe mejor medio para confortarle y elevarle que tomar en manos las Obser- vaciones de Bonald, abrirlas al acaso y fijar los ojos en una página cualquiera : a buen seguro que se hallará el alma trasladada de golpe a una región superior, que hará olvidar en breve los pueriles juguetes en que se había entretenido. |] II Literatura. Obras de don Juan Manuel de Berriozábal, marqués de Casa Jara. Sumario. — Berriozábal conserva las creencias en todo su vigor y la piedad en toda su ternura. Sus traducciones El crucifijo, El him- no del ángel de la tierra después de la destrucción del globo, El hombre a lord Byron. Su trabajo de recomposición Nueva Cris- tiada. Trabajos originales: El alma del purgatorio, Los niños Las obras de literatura religiosa deben llevar un barniz filo- sófico. En este siglo de escepticismo e indiferencia, en cuyo tor- bellino perece tan lastimosamente la fe de muchos jóvenes víctimas de la inexperiencia y del irreflexivo amor a la no- vedad que acompañan la primavera de la vida, es sumamen- te grato y consolador encontrarse con uno que, reuniendo a sus cortos años esclarecidos títulos, pingüe fortuna, entu- siasmo por las bellas letras y dilatados viajes, no se haya de- jado contaminar por el emponzoñado aliento de la época, y antes bien conserve en sus escritos y en su corazón las creen- cias en todo su vigor, la piedad en toda su ternura. Tal nos parece el distinguido escritor don || Juan Manuel de Berrio- zábal, marqués de Casa Jara ; y tal les ha de parecer a cuan- tos se hayan saboreado en la lectura de sus obras. No se 23 354 MISCELÁNEA [14, 247-248] desdeña el señor de Berriozábal de escribir en prosa, y aun de ocuparse en traducciones que puedan ser útiles a la reli- gión, pero su afición favorita es la poesía : ha nacido poeta, compuso versos desde su niñez, y componiendo versos des- cenderá al sepulcro. De muy temprana edad había ya tradu- cido algunas composiciones de Lamartine que dió después a luz en 1839, mereciendo su trabajo tanta aceptación que fué luego reimpreso en París, y también en otro lugar que no nombraremos, donde se atacó el derecho de propiedad del autor y, lo que quizás le fué más doloroso, estropeándole las- timosamente muchos versos. Una traducción semejante era ardua empresa para un mozo de pocos años, pero es menes- ter confesar que el señor de Berriozábal no se mostró infe- rior a su empeño. No podía escogerse trabajo más a propósito para un en- sayo del talento poético, porque en él se había de palpar si el traductor sabía mostrarse poeta comprendiendo al poeta, si tenía el sentimiento de la religiosa ternura que respira El crucifijo, si acertaba a expresar el sublime lenguaje de El ángel de la tierra después de la destrucción del globo. y hacernos oír el acento de La desesperación en la boca del mortal que blasfema de la Providencia. El crucifijo, que por el doble título de su nombre y de su mérito ocupa dignamente, el primer lugar entre las compo- siciones traducidas, está vertido al español con suavísima unción y con aquella belleza || grave y melancólica que tan bien asienta a los recuerdos que excita un crucifijo recogido del seno de una persona querida que acaba de expirar. ¡Imagen de mi Dios, heredamiento de precio el más subido, que de su yerto labio he recogido con su final adiós y último aliento, símbolo para mí dos veces santo ! ¡Ay cuántas mi quebranto con encendido lloro ha bañado tus pies, que amante adoro, desde el sacro momento en que a mis manos trémulas pasaste desde el seno de mártir inocente, estando tú aun caliente con su postrer suspiro que guardaste! Fugitivo esplendor aun relumbraba en sus lánguidos ojos de dulzura; el sacerdote anciano murmuraba del dichoso morir el suave canto de celestial encanto, semejante al arrullo de ternura con que adormece maternal cariño al regalado niño. [14, 248-2501 BIBLIOGRAFÍA 35S De su esperanza pía en su frente la huella se veía; en su rostro bañado de insólita hermosura pasajero dolor hubo estampado su gracia y el donoso desaliño, su majestad la rpuerte grave y pura. Del funerario lecho un brazo le pandía ; lánguidamente el otro sobre el pecho plegado parecía || que aun con abrazo estrecho la dulce imagen de Jesús ceñía. Su labio se entreabría para estrecharle aún; su ánima, empero. entre los santos ósculos ya había veloz desaparecido. cual perfume ligero que la llama devora aun no encendido. Todo en su boca frígida dormía. Los inquietos latidos del corazón callaban ; sus párpados rendidos al sueño sepulcral medio caídos apenas ver dejaban sus ojos de tinieblas circuidos. En El himno del ángel de la tierra .después de la destruc ción del globo abandona el poeta ese sentimiento de blanda y melancólica ternura y deja que hable la divina sombra que no viendo en la tierra más que cenizas, míseros despojos de un lucero difunto, más que un hueso de fruta pestilente, que ha ya roído del gusano el diente, se expresa con aquel acento de sublime dolor que cumple a un querub que abandona el lucero confiado un día a su guarda, y que, no habiendo podido evitar su destrucción, acata los decretos del Eterno ; y el vuelo remontando desde lejos sacude de sus alas el polvo vil. y aun otra vez se inclina para tornarle a ver... | • La sorpresa del ángel, al mirar al globo reducido a un montón de ceniza fría, está expresada con suma maestría. Lamartine hizo un esfuerzo para levantarse a la altura del celeste espíritu ; y el joven traductor español no se quedó 356 MISCELÁNEA [14, 250-251] rezagado en el atrevido arranque : el mismo Herrera no des- deñaría, por cierto, el siguiente pasaje: ¡Y qué! ¿Tú eres tierra inanimada, tú eres la que yo vía, ¡ay Dios!, aun no hay un día, alanzarte inflamada del dedo de Jehová como centella, del amor y la vida en la hoguera encendida? Con ruboroso velo admiración y envidia a toda estrella cubrió la faz. Tú descendiste al cielo, y los astros saltaron al punto que te vieron, y las olas de azul apaciguaron bajo tu peso su bullir bramante, y tu globo espumante pacíficas mecieron. ¡ Sobre tu tierna frente que aun nacía, la luna, el sol brillaban a porfía! Con más grata dulzura que tu risueña aurora, y más que el mediodía resplandeciente y pura la mirada de Dios centelladora de la vida inmortal aun te vestía. ¿Cuál es tu destino?... ¡En su semilla ahogados de cuantos seres inmortales lleno debiera estar' tu seno! ¿Dó están? ¿Es cierto? ¿Es ya ceniza fría lo que en la eternidad vivir debía? || Acongójase el pecho al recorrer las terribles páginas de La desesperación, y al encontrarnos con la respuesta de la Providencia parécenos que despertamos de un ensueño infer- nal en la aurora de un hermoso día. Difícil parecía que en el corazón tiernamente religioso del joven traductor se ha- llase una cuerda que vibrase tan recio y que con tan bron- co sonido imitase el lenguaje de los condenados; lenguaje que penetra hasta el fondo del alma y que dejaría en ella una impresión funesta si luego, después que el hijo de la nada la existencia ha maldecido... no hablase el Supremo Hacedor defendiendo El propio su causa, y no aterrase a su débil criatura que blasfemaba lo que no comprendía, diciéndole: Para ser justo tú tienes un día y Yo la eternidad... [14, 251-2531 BIBLIOGRAFÍA 357 La tradueción de El hombre a lord Byron es también propia del terrible genio a quien va dirigida; la siguiente muestra dará a nuestros lectores una idea del desempeño del traductor: ¡Tú, cuyo nombre verdadero el mundo ignora todavía, misterioso espíritu, mortal, demonio o ángel, cualesquier cosa que tú seas, Byron, genio bueno o fatal, de tus conciertos la armonía frenética me agrada ; como me agrada el estallar del rayo y de los vientos el feroz rugido l| cuando juntan su voz en las tormentas de los torrentes al estruendo sordo! Es tu morada lóbrega la noche, tu dominio el horror. Aguila adusta, de los desiertos orgullosa reina, así rehuye los floridos prados; sólo le agradan, como a ti, las rocas, que el invierno nevoso ha encanecido y que el rayo partió; sólo le placen solitarias riberas, que el naufragio de sus despojos pálidos sembrara, o sanguinosos campos que ennegrecen los deplorables restos del combate : y mientras pone el nido entre las flores cabe el parlero arroyo Filomena ; ella salva la horrible de Athos cumbre, y en el declive de los agrios montes, viendo a sus plantas insondable abismo, el rudo nido impávido coloca; de palpitantes miembros rodeada, de ásperas rocas, donde verdinegra gotea sin cesar caliente sangre, baña su pecho de inhumano gozo con los chirridos lúgubres que arroja la desvalida presa que sus garras oprimen, ahogan, hieren, descuartizan, y que aun viva devora su atroz pico; y en jubilosa majestad se aduerme mecida en alas de la gran tormenta. Semejante al pirata de los aires eres, ¡ oh Byron ! ; del despecho insano son tu más dulce música los gritos, tu espectáculo el mal, y tu infelice víctima el hombre. Cual Satán tus ojos han medido el averno; allí tu alma, al sumergirse, a la esperanza ha dicho un adiós eternal. || Quien tan felizmente se había ensayado en traducciones emejantes, bien podía acometer empresas de mayor enti- lad ; y el señor de Berriozábal se sintió ya con fuerzas para 358 MISCELÁNEA [14, 253-254] poner la mano en la recomposición o renovación de un poe- ma épico. Hablamos de La Cristiada, de Hojeda, publicada por el joven poeta con el título de Nueva Cristiada. La rapi- dez con que vamos examinando las obras del señor de Be- rriozábal no nos permite entrar en cuestiones acerca las ven- tajas, inconvenientes y dificultades de semejante trabajo ; en el prefacio de su obra la ha tocado el señor de Berriozá- bal, y creemos que para dar ideas claras sobre el particu- lar nada más a propósito que sus mismas palabras : «El padre maestro fray Diego de Hojeda, dominico de Lima, hallándose de regente de los estudios de su convento, compuso en los primeros años del siglo xvn un poema, di- vino por su objeto, por la admirable maestría de su estruc- tura, por la inmensa erudición que encierra, por la eleva- ción de sus pensamientos, por la ardentía poética de sus afectos, por la extensión y grandeza de su plan, por sus imá- genes altas y atrevidas, y, finalmente, por su exquisito sa- bor de mística y de santidad. Empero este grandioso monu- mento de gloria para su autor quedó sepultado entre indig- nas cenizas en esa vandálica inundación del mal gusto, en que los Góngoras, es decir, los Alaricos y Atilas de la espa- ñola poesía, redujeron a escombros el floreciente imperio de las letras. Este amenísimo campo asolado con tal barbarie se vió en breve cubierto de malezas, las cuales por más de una || centuria hicieron olvidar las muchas preciosidades que bajo de aquellas ruinas se hallaban soterradas. En aquel tiempo fué moda vivir a obscuras. Sabido es que la aurora que disipó tan ominosas tinieblas fué la aparición admira- ble de Luzán, Cadalso, Moratín, Meléndez y otros benemé- ritos ingenios, cuyos nombres pronunciamos de pocos años a esta parte con poco respeto, con ingratitud : olvidamos lo que les debemos : olvidamos que no es lo mismo conquistar un reino que aprovecharse de las conquistas de nuestros predecesores: deslumhrados con los relumbrantes vuelos de algunas águilas extranjeras, las seguimos con peligró de abrasarnos en los rayos del sol, apartando la vista del gra- cioso y apacible revoloteo del colorín de Batilo. »Nadie ignora que con la restauración del buen gusto sa- lieron del olvido en que yacían algunos de los muchísimos buenos poetas del siglo de oro de la lengua castellana : todos se afanaron ñor estudiar la docta y castiza antigüedad del idioma y las bellezas de su poesía en los autores que había ultrajado la generación anterior ; los impresores los desagra- viaron haciendo de ellos nuevas ediciones ; diéronse a luz diversas colecciones, que, si bien carecían del gusto, orden y delicadeza para elegir que en ellas echan de menos los maestros del arte, presentaban el oro como sale de la mina, entremezclado con otras materias no tan dignas de estima [14, 254-256] BIBLIOGRAFÍA 359 ni de valor tan subido. Pero aun dormía Hojeda en el polvo del olvido, ni era llegado el tiempo de su resurrección; los restauradores de la buena poesía estaban demasiado ocupa- dos en cantar amorcillos profanos, y al otro lado del Pi- rineo recibía Voltaire el incienso de los ilusos. En otras na- ciones, principalmente en Alemania, agitaba la inspiración de Dios los ardorosos pechos de los vates; pero la Francia estaba de por medio. Las modas de esta nación vecina tarde o temprano suelen venir a España : aquélla se ha levantado del abismo de la impiedad que es una tumba hedionda, ha visto que era inmundo el traje del cinismo y ya lo arroja avergonzada para adornarse del antiguo timbre de muy cristiana : es dicha de su suelo que en él se estén dando un ósculo de paz la religión y las letras. Ya se deja entender que el siglo en que vivimos, a pesar de las tempestades que corre la nave del Estado, es más favorable que el pasado a la reaparición del grande Hojeda. El hecho lo confirma. En 1833 publicó don Manuel José Quintana una colección de los mejores trozos de nuestros poemas heroicos e insertó en ella diecisiete fragmentos de La Cristiada, y en el discur- so crítico que los precede leemos, entre otras cosas, lo si- guiente : «La parte sobrenatural de estos poemas, o llámese »máquina. que como condición épica es. según la opinión »general, un accesorio preciso en ellos, era en La Cñstiada »la esencia verdadera de su argumento, puesto que en ella »todo es maravilloso y divino. Su enlace, pues, y su oportu- nidad no era por lo mismo tan difícil aquí como en las fá- »bulas puramente humanas, aunque era a la verdad mucho »más arduo su desempeño. Pero no hay duda en que está «grandemente concebida en La Cristiada esta alta compo- »sición en que los hombres, sin saber lo que II hacen, persi- »guen, atormentan y ajustician a su Salvador ; en que los es- »píritus infernales, inciertos al principio del gran acto que »se prepara, dudan, averiguan, después tratan de impedirlo »por medio de equidad y de blandura, y, desengañados al «fin y furiosos de no poderlo estorbar, acrecientan hasta un «punto sobrenatural la rabia y crueldad de los sayones como sen venganza de la mengua que van a padecer, mientras que »los moradores del cielo, conmovidos a un tiempo de dolor, »de horror y de maravilla por lo que se consiente a los hom- »bres con el Hijo de su Hacedor, bajan y suben de la tierra »al cielo, del cielo a la tierra a suministrar aquí consuelos, «allí esperanzas, más allá firmeza y resignación, y algunas aveces terror y espanto, ya que no se les permiten ni la de- »fensa ni el castigo. Dios en lo alto, inmoble en sus decretos, Utevando a cabo la obra acordada en su mente para benefi- cio de los hombres, y su Hijo en la tierra prestándose al ^sacrificio y sufriendo con toda la majestad y constancia de 360 MISCELÁNEA [14, 256-258] »su carácter divino aquel raudal de amarguras y dolores que »vierte sobre El la perversidad humana. Así el cielo, la tierra, »los ángeles, los demonios, Dios y los hombres, todo está en «movimiento, todo en acción en este magnífico espectáculo, »donde la pompa y brillantez de las descripciones, la belleza «general de los versos y del estilo corresponden casi siem- »pre a la grandeza de la intención y de los pensamientos.» Hasta aquí el señor Quintana. »Quien lea este magnífico bosquejo se admirará, sin duda, de que La Cristiada no sea el poema más || célebre del mun- do, o al menos atribuirá su obscuridad a una causa grave y misteriosa ; pero el mencionado crítico desenvuelve este enigma^ haciendo una larga enumeración de los defectos que cometió el grande Hojeda al ejecutar el plan que había idea- do con tan prodigiosa perfección ; enumeración que me abs- tengo de copiar, porque los aficionados pueden verla en el autor que he citado como el único que ha hablado de esto. «Quisiera yo que no fuesen tan raros como son los ejem- plares de la antigua Cristiada, pues teniéndola a la vista se me podría disculpar y aun agradecer el atrevimiento de ha- ber derribado con ardor y con brío juvenil aquel viejo y des- medido edificio que yacía en la soledad y el abandono, para edificar sobre sus mismos cimientos y con el oro hallado en- tre sus ruinas otro nuevo palacio más hermoso para el Rey de los cielos. Pudiera haber hecho del todo mía la gloria de esta nueva fábrica construyéndola con el caudal de ideas y con el plan ajeno; pero ¿a qué fin aumentar el número de los plagiarios ocultos que, engalanados con robos, se aver- güenzan de decir: «Esto no es mío»? Tan lejos estoy de semejante ratería, que mi anhelo de engrandecer la memo- ria de Hojeda ha rayado en un entusiasmo no estéril ni in- fecundo, sino eficaz y activo, para con nueva lozanía levan- tarle de su sepulcro, y generoso para cederle las flores con que he retejido la corona de su inmortalidad. »Diré, pues, lo que he hecho para lograrlo. Copiar en mi- niatura su cuadro gigantesco. He dado más vida || a las fiso- nomías, rápido movimiento a las figuras, y a la acción más calor, más variedad, más energía, más vuelo. ¿Cómo? Con- servando en lo posible el grandioso plan del antiguo poema, sus ideas, y hasta sus versos cuando son buenos o pueden convenir a las nuevas dimensiones del mío ; creando imáge- nes nuevas ; retocando y avivando las antiguas ; suprimien- do todo lo frío, todo lo difuso, todo lo insípido ; poniendo de mi caudal las pinturas del infierno y los episodios de Pedro y de los milagros contenidos en el canto segundo, quitando algunos otros que con su excesiva monotonía hacían muy pesada su lectura, a pesar de sus grandes bellezas de primer orden, corrigiendo en su mayor parte la versificación o ha- [14, 258-2601 BIBLIOGRAFÍA 361 ciéndola de nuevo. A esto di el título de Covipendio cuando en 1837 publiqué en París el fruto de mi tarea, y envié aque- lla edición algo incorrecta a mi país ardientemente amado, la América meridional. La Crisiiada había nacido en el Perú, y después de más de dos siglos volvía a presentarse rejuve- necida por un hijo de aquella religiosa república ; y así era justicia que a ella volviese lo que por derecho le pertenecía. Algunos ejemplares traídos a España únicamente por rega- larlos a varios amigos y no pocos que se repartieron en Francia y en Italia, han granjeado a Hojeda una porción de admiradores, poetas y no poetas, cuyos elogios no era de esperar que se prodigasen a un trabajo que, si bien se había acometido con el hervorcillo que abrasa las venas del hombre en la fogosa y entusiasta edad de veintidós años, no podía prometer la cordura ni discreción necesarias para poner la mano || sin nota de temeridad en un argumento épico. Pero aquí se ha verificado aquella tan sabida sentencia : Audaces fortuna iuvat. Por lo cual me he resuelto a dar al público esta edición mejorada con los adelantamientos consiguien- tes que hacerse suelen en la juventud y con las observacio- nes que de varias personas he podido oír y recoger en estos cuatro años. En literatura y en moral soy de parecer que nadie tiene motivo de avergonzarse por dar a sus obras toda la perfección posible, corrigiéndolas una y mil veces. Sé que los frutos de nativa hermosura tienen la belleza de Eva an- tes de su pecado ; pero también arrebatan mi imaginación el maniqueo disoluto hecho doctor de la Iglesia, y la mujer im- púdica hecha ángel de los desiertos; Agustín y María la Egipcíaca transformados, por su corrección y enmienda, de carbones de iniquidad en soles esplendorosos de inmaculada justicia. Apliqúese esta idea a las producciones del ingenio y se la verá confirmada en la presente.» Dejando, pues, al juicio de los lectores el fallo sobre las cuestiones literarias que aquí podrían ofrecerse, nos conten- taremos con hacer notar algunas de las muchas preciosida- des que se encierran en la Nueva Cristiada. Otros poetas españoles se han ocupado en revestir de for- mas sensibles a los siete pecados mortales, presentándoles en personificaciones a propósito para expresar sus deformida- des características ; pero mucho dudamos que en esta parte se haya escrito nada superior a las magníficas pinceladas del señor de Berriozábal. f| al pintarnos a Jesús en el huerto de Getsemaní con la misteriosa vestidura de las siete fajas. Con pavoroso manto el firmamento la noche melancólica cubría, y con ronco zumbido el vago viento en la celeste bóveda gemía, y lúgubre clamor de sentimiento [14. 260-261] aun el monte más duro despedía, cuando a Getsemaní Jesús llagaba, y en ondas de dolores se anegaba. ¡ Ah, que de pecador tragedia triste en figura de todos representa, y de sus culpas una ropa viste tejida en maldición y vil afrenta! Intrépido vistióla y no resiste ser por ella arrojado en la tormenta : la vestidura siete fajas tiene y culpa grave cada cual contiene. En la primera está la majestosa libre Soberbia, grave y empinada, en ancha silla de marfil preciosa, con regia pompa de ambición, sentada. Ciñe su adusta frente nebulosa áurea corona de humo vil tiznada, y su erguida garganta collar rico, y para su altiveza el mundo es chico. La insaciable, tenaz, seca Avaricia, de tristes ojos y coraje hambriento, de oro cercada y llena de codicia, abre cien bocas, tiende manos ciento. Con aquéllas da paz a la injusticia, con éstas de su bien busca el aumento; de sangre de pequeños se mantiene, y en la ropa el lugar segundo tiene. ]| Los treinta escudos con que al ciego Judas por la sangre de Cristo gratifican, están pintados, y con lenguas mudas su nefanda maldad allí publican. ¡Oh buen Dios! ¿Que a pagar por él acudas ¡ay! con tus venas que tu amor explican? ¿Y él que te venda por tan bajo precio? ¡El altísimo Dios en tal desprecio! Entre lascivos fuegos abrasada, como en incendio de alquitrán terrible, en la tercera parte dibujada se mira la Lujuria incorregible: ostentando su faz desvergonzada, su mano carnicera, vientre horrible y altivo cuello, con inmunda boca a la encendida juventud provoca. Con arrugada frente y secos labios, lanzando chispas de sus turbios ojos y de la boca horrísonos agravios, y con las manos prometiendo enojos entre Silas, Pompeyos, Julios, Fabios, [14, 261-263] BIBLIOGRAFÍA 363 guerras, victorias, armas y despojos, está la Ira fatal de brazo fuerte: voces da, piedras tira, sangre vierte. Una mesa riquísima, de flores y diversos manjares adornada, cercando están valientes comedores de gesto ufano y vida regalada. Preciosos vinos, árabes olores rodean a la Gula destemplada que en los ricos palacios de los reyes impone torpes y brutales leyes. Sirven de rubias y tendidas hebras a la Envidia de aspecto formidable, || ensortijadas, hórridas culebras. que le ciñen el cuello abominable. Torva los hierros ve, mira las quiebras de la gente en virtudes admirable, e imperceptibles faltas desentierra que el hombre frágil, aunque justo, encierra. ; El postrero lugar ocupa ociosa lánguida la Pereza en torpe lecho, allí en calientes sábanas reposa puestas las manos en el muelle pecho ; allí sueña, allí duermj lagañosa, la noche prolongando sin provecho; y aunque despierte al retemblar la tierra, luego los ojos nuevamente cierra. Sentimos que el señor de Berriozábal cuidase hasta tal punto de la fuerza de la imagen en la descripción de la Pe- reza, que se dejase llevar hasta el mal gusto, permitiéndose el vocablo lagañosa; lunar que resalta tanto más cuanto que se tropieza con él, después de haber admirado lo magnífico de la versificación y de la poesía. Permítanos el ilustre autor tamaña severidad : bien sabe que en asuntos de críti- ca, si los trabajos han de ser concienzudos, es preciso dejar aparte las consideraciones de la amistad. El congreso de los espíritus infernales es también un pa- saje lleno de poesía. Después de tantas descripciones como se han hecho de la región de tinieblas y de sus terribles mo- radores, parecía difícil escribir nada que pudiese llamar la atención ; sin embargo, el autor de la Nueva Cristiada ha encontrado en su imaginación abundantes recursos para ha- cer su cuadro interesante, realzando además la fuerza y || brío del pensamiento con una versificación tan soberbia que hace resonar a nuestros oídos el fragoso estrépito de las bó- vedas del averno: 364 MISCELÁNEA [14, 263-264] Del monarca infernal el furor sube recelando que Cristo sea el Verbo: torbellinosa la de incendios nube más le devora el corazón protervo : la frente impía del infiel querube surcan más rayos y el dolor acerbo desgarrándolas vierte en sus entrañas todo el raudal de sus atroces sañas. Una torre de sierpes y alacranes sobre sus ígneas crines se encarama; en sus oídos zumban huracanes de alarido eternal que ronco brama; a sus plantas revientan cien volcanes; le anega mar de hiél, betún y llama; con lanzas de diamante agudas ciento está clavado al monte del tormento. Con la tartárea trompa hondisonante sus rugidoras iras sempiternas, estremeciendo, en son horripilante las pavorosas, lóbregas cavernas llaman al escuadrón centelleante, que de las claras bóvedas supernas cayó rodando a la mansión de llanto, do le horroriza perdurable espanto. La hondísima región de la tiniebla un mar de sangre espumajosa inunda; la retronante bóveda de niebla fuego devastador llueve iracunda : muchedumbre de crímenes la puebla; || la muerte con sus brazos la circunda ; y de la eternidad la pesadumbre, forma tu férreo muro y su techumbre. De Luzbel al acento soberano de espíritus se junta el bando fiero: blandiendo un rayo en su vibrante mano el altivo dragón llega primero que por Jove adoró ciego el romano: y el que Apolo fingióse palabrero, segundo viene envuelto en lumbre roja que cual sol infernal chispas arroja. Y el que sañudo presidió a la guerrá, llevando el mástil de un bajel por lanza, y a cuyo carro retembló la tierra, con ignívomos ojos de venganza, que al más robusto corazón aterra, ya del obscuro rey llega a la estanza: y el que Chipre adoró por Venus bella, y el que culto exigió de la doncella. [14, 264-265] BIBLIOGRAFÍA 365 ¡También el diligente mensajero, que falso padre fué de la elocuencia, alado en pies estuvo allí ligero, solemne ostentador de antigua ciencia! Espíritu en delirios lisonjero, gran pintor de fantástica apariencia; y el que a sus hijos devoró tirano, y el que fingió frenar el mar insano. Y el otro vil que presidió al becerro por Dios tenido, y en crisol forjado, efecto pertinaz del loco yerro del pueblo de Israel desatinado, el oro antiguo convertido en hierro, y de buey el aspecto conservado, [| bajó dando bramidos pavorosos con los dos de Samaría fabulosos. Ni los dioses en Méjico temidos di aquel horrendo cónclave faltaron, de humana sangre bárbara teñidos en que siempre sedientos se empaparon. Ni del Perú los ídolos fingidos que en lucientes culebras se mostraron; ni Eponamón, indómito guerrero, deidad altiva del Arauco fiero. Junto el Senado con solemne pompa, la boca, que parece catacumba, abre el tremendo rey: cual son de trompa, cual airado huracán su aullido zumba: tormenta atroz que en trueno bronco rompa, no con fragor tan hórrido retumba, ni terremoto que en tronante guerra derrumba montes y desgarra tierra. «¡Príncipes, dice, torcedor agudo hoy más que nunca me traspasa el pecho! Que Cristo sea el Verbo, ¡ay de mí!, dudo; y ¡oh dolor!, ¡oh dolor!, que lo es sospecho ¡Ay de Luzbel! ¡Ay de Luzbel sañudo! ¡Ay de Luzbel! ¡Ay de Luzbel! ¿Deshecho será mi imperio? ¿Cerrará mis puertas estando al hombre las del cielo abiertas? »¡Mas ay!... ¡Deliro!... Buscaré camino de saber la verdad. Id luego todos y notad si es humano o si es divino por estos nuevos y terribles modos. Si del trono de Dios excelso vino al cieno vil de los terrestres lodos, probado con deshonra y con violencia inhumana y atroz, tendrá paciencia. || MISCELÁNEA [14, 266-267] «Volad, y por caminos diferentes afrentas procuradle nunca vistas, rudas mofas, oprobios indecentes, a que Tú, Cristo, con valor resistas. Juntad soberbios pechos insolentes, manos y almas guerreras y malquistas. Id presto, furias del estigio lago, y haced que sufra carnicero estrago. »A los unos envidia mordedora y a los otros soplad soberbia altiva, y al vulgo adulador que en Salén mora, lisonja infame y abyección nociva » Al punto aquella horrífica y traidora alada multitud se lanzó activa, llevando al Salvador sañosa guerra y en vivo infierno convirtió la tierra. El aire con asombros ofuscaron, de fantasmas la opaca luz cubrieron. Con mentiras las almas perturbaron, de engaños los espíritus hinchieron: entre la ruda plebe se mezclaron, y en la gente más noble se injirieron, derramando doquier iras, furores, cual lava los volcanes tronadores. A más de las obras indicadas, tiene el señor de Berriozá- bal otras varias. Entre ellas, la traducción de un poemita ita- liano de Angel Mazza, titulado María al pie de la cruz, que ha publicado a continuación de las poesías de Lamartine, la de la historia de la milagrosa conversión del señor Ratisbon- ne del judaismo a la religión católica, escrita en francés por el señor barón de Bussiéres, y la de la Historia compendiada |i de la religión, escrita en francés por Carlos Francisco Lho- mond. Inútil es decir que en estos trabajos no se ha mostra- do inferior a sí mismo. La Historia compendiada de la reli- gión va precedida de algunos discursos del traductor, donde se encuentran pasajes verdaderos modelos por las majestuo- sas galas del estilo y la pureza y corrección del lenguaje, También es notable su Manual de los devotos de María, que contiene oraciones y ejercicios piadosos en honra de la Santí- sima Virgen, a los cuales están concedidas indulgencias por los sumos pontífices; noticias y documentos de dichas indul- gencias; y meditaciones para todos los días del mes sobre las perfecciones de su corazón, traducidas del italiano, y al- gunas poesías originales en loor de la misma Señora. En un siglo en que tanto campean la incredulidad y el indiferen- tismo no se avergüenza el señor de Berriozábal de manifes- tarse cristiano, y cristiano piadoso, que profesa la más tierna [14, 267-269] BIBLIOGRAFÍA 367 devoción a la Virgen y se complace en ofrecerle las pro- ducciones de su talento. El recreo poético religioso es una pequeña colección de poesías dedicadas a las hermanas de Caridad. «¿Y cómo sería posible, les dice el autor, que yo os negase estos pocos versos que se me han pedido para vuestro inocente recreo? Justo es que en medio de vuestros cuidados e incesantes ocupaciones tengáis algún pequeño desahogo ; pero aun éste dispuso vuestro fundador San Vicente de Paúl que se espiritualiza- se, por decirlo así, alimentando el divino fuego de vuestros corazones con diversos cantarcillos en alabanza de Dios y de sus santos. Para tan piadoso || objeto he formado esta colec- ciónela de miniatura, cuyas composiciones son todas de verso corto y de una sencillez parecida al bellísimo candor de vuestras almas.» Para dar una idea del género y estilo de estas composi- ciones trasladamos a continuación algunas muestras. Sea la primera la en que resuenan los tiernos gemidos de una niña dirigidos a su madre, donde hay pasajes de una delicadeza admirable. EL ALMA DEL PURGATORIO Así con flébiles voces desde el purgatorio grita un ánima sin consuelo a su madre olvidadiza : ¡ Ay madre, madre adorada, dulce amor del alma mía! ¿Tan presto me has olvidado y me abandonas cautiva? ¡ Cautiva estoy en la cárcel del purgatorio sombría, pidiéndote me socorras en tan horrenda desdicha! Un torbellino de fuego furiosamente me agita, el tormento es mi vestido, es el llanto mi bebida ; empero el dolor más vivo es carecer de la vista de aquel Dios de mis amores que ejerce en mí su justicia. Este mi esposo divino por mi libertad suspira, (| mas el romper las cadenas es cargo que a ti confía. El en tus manos ha puesto la salvación de tu hija. ¿Y así tú me desamparas • ni mis dolores alivias? MISCELÁNEA [14. 269-270] ¿Y dónde están las promesas que de no olvidarme hacías, cuando en mi lecho de muerte llorándome dolorida, con el ardor de tus besos «ni tez pálida encendías dándome en ellos el alma en la acerba despedida? Entonces cuando a mis ojos para siempre el mundo huía, de su fuga me burlaba con apacible sonrisa, pues nunca me enamoraron sus mentirosas delicias; y en aquella feliz hora a mi inocencia tranquila fué el morir un dulce sueño, que en el seno yo adormida de mi celestial esposo, gozaba de sus caricias. ¡Ay de mí, sólo el dejarte, érame, madre querida, una espada irresistible que el corazón me partía! Reclinada yo en tus brazos, mi ya lánguida pupila afanosa aun te buscaba cuando el alma ya salía. En tu semblante lloroso en ti sólo estaba fijo, cuando se apagó por siempre |j su centella fugitiva. Para ti, madre adorada, fué toda mi breve vida, para ti mi último aliento y el afán de mi agonía. Exhalé el alma y al punto hizo a la deidad propicia cubriéndome con su manto la excelsa Virgen María. ¡Eternamente en mis labios, ¡oh Providencia divina!, resonará tu alabanza, porque en flor aun no marchita, me cogiste para el cielo sentenciándome benigna a este fuego purgativo que a los justos purifica! Ya mi candida inocencia el cielo coronaría, mas por ti, querida madre, no me he visto toda limpia. ¡Por tu culpa he descendido a esta prisión encendida ; que aunque leve y diminuta no entra en el cielo mancilla! ¡Tu ejemplo, tú eres la causa de que prisionera gima! Y pudiendo tú librarme, ¿ni mis tormentos mitigas? ¡ No rezas por mi descanso ni un Padrenuestro! ¿Tan fría eres con la que te amaba más, mucho más que a su vida? ¿No salí de tus entrañas? ¿No soy parte de ti misma? ¿No fué el néctar de tus pechos, madre, mi primer bebida? [| En mi niñez inocente ya graciosa, ya festiva. ¿no fui tu dulce embeleso? Yo era toda tu alegría, para templar tus pesares los ojos a mí volvías, y al lanzarme yo en tus brazos ahuyentábanse tus cuitas. Tú me amabas tiernamente: yo en tu amor me enloquecía. ¿Y dónde tu amor es ido? ¿Qué sa han hecho tus caricias? ¿No eres tú la que llorabas si por pisar una espina alguna gota de sangre mi tierna planta vertía0 ¿No eres tú la que en mi auxilio volabas despavorida si en algún leve fracaso te llamaba asustadiza? ¿No eres tú la que velabas un mes y otro noches frías arrullándome amorosa cuando calentura tibia que lenta me devorara en la angustia te sumía? ¿Y ahora indolente me dejas abrasarme en llama viva? ¿O tu pecho se ha mudado y no eres ya compasiva? En suponerte tal cosa ¡grave injuria se te haría! ¡No, madre, no te has mudado! ¡Tú siempre serás la misma! Sí, lo dice la ternura con que a mis hermanas cuidas, el cariño que las tienes, |] el amor con que las mimas. 24 370 MISCELÁNEA [14, 272-273] Bien merecen tus desvelos mis amables hermanitas. Mas yo, infeliz, ¿he dejado, he dejado de ser tu hija? Ellas, cual yo, no padecen y gozan de tus caricias. ¡Ay de mí! ¡Qué desconsuelo! ¡ Sólo esta triste cautiva no merece una mirada de tus ojos, madre mía! No yo así contigo. El cielo sabe con qué ansia tan viva con incesantes suspiros ruego a Dios que te bendiga. Y el fuego con que te amaba en la tierra peregrina, ha crecido en esta cárcel que a compasión no te excita. ¡Ay cuántas veces, ay cuántas al verme tan dolorida mi ángel custodio volaba, por si a piedad te movía, a contarte mis dolores cuando estabas más dormida, y desechabas los sueños que mis penas te decían, juzgándolos sombras vanas porque te eran aflictivas teniéndolas por abortos de alterada fantasía! Cuando a esta prisión de fuego me vi súbito caída esperé que sin demora tú de aquí me sacarías exhalándote en plegarias tan tiernas, tan encendidas || al Dios de misericordia como las que yo le hacía pidiéndole por su muerte y sus amantes heridas que te consolara, oh madre, ¿te acuerdas?, en mi agonía. Esperaba en tu cariño... ¡Ay esperanza perdida! ¡Desengaño y no esperanza! ¡ Ilusión fué concebirla ! ¡ Ay de mí, desventurada ! ¡ Oye, madre, madre mía, este clamor de gemido quj el desamparo me inspira! Yo olvido, yo te perdono esa indolente apatía. [14, 273-274] BIBLIOGRAFÍA 371 mas penetre en tus entrañas el eco de mi desdicha, y finalmente se muevan a socorrerme con misas. No te exijo que empuñando una gruesa disciplina te ensangrientes las espaldas por abrirme al cielo vía. Sólo pido que te acuerdes de las penas de tu hijita y por mi alivio a los pobres des alguna umosnilla de los frutos y las rentas de aquella envidiada finca que mi papá me dejara y en mi muerte te hizo rica. Acuérdate que hace un lustro que no me das la comida. ( ¡ Otro tanto hace que gimo en esa mazmorra umbría!) Acuérdate que hace un lustro || que por mí no te fatigas y que todos tus desvelos se llevan mis hermanitas. Haz también, te lo suplica, que ellas por su hermana pidan, que rueguen por mí a la Virgen, que oye con gusto a las niñas. ¡ Ay, tal vez ya no se acuerdan que la cuna les mecía y sus llantos acallaba como que era mayorcita! Yo desde aquí me desvivo por su salud, por su dicha. porque no pierdan el lustre de su inocencia nativa, por ellas son mis suspiros, mis plegarias repetidas, y por ti, madre adorada, por ti, con santa porfía, a Dios pido que en su cielo te dé su gloria divina. Te la dará, dulce madre, pues como a esposa afligida no puede negarme nada su ternura compasiva, nada de cuanto le pido para mi cara familia, mientras nada obtener puedo que sea para mí misma. ¿Qué solaz, qué suave encanto no es pensar que en mi desdicha te soy mil veces más útil que cuando feliz vivía? 372 MISCELÁNEA [14, 274-276] Si hubiese Dios dilatado de mi existencia los días, ¡ay! tal vez no pocos de ellos te hubieran sido de acíbar. || ¡Ah! ¡Quién sabe si un esposo ingrato me tocaría, que con amargos disgustos te envenenara la vida, y a fuerza de sinsabores te abriera la tumba impía! Yo en un mundo de inconstancia, de ingratitud y perfidia y seductores engaños, ¡ay! tal vez olvidaría la obligación de quererte. Y aunque en tu amor derretida constante fuera en ser tuya, ¿de cuánto te serviría contra el enojo del cielo una mujer desvalida?... Mas ahora en el purgatorio, aunque víctima y cautiva, tengo a mi Dios por esposo, y es mío cuanto le pida, su riqueza y poderío, su inmensa sabiduría, su inmensa misericordia, su providencia infinita. Todo con mi Dios lo puedo y para ti, madre mía, todo para ti lo pido, aunque insensible me olvidas. ¿Y no han de ablandarse nunca y corresponderme finas esas entrañas de madre en que yo fui concebida? Los niños es también otra poesía de un género sumamen- te sencillo y delicado : el corazón del poeta se exhala en ter- nísimos versos, como la flor de la mañana en suavísimos aromos. |] LOS NIÑOS El amor entrañable que tienes a los niños, aunque no 1* dijeras, se conoce, Dios mío. ¿De dónde ha de venirles sino de Ti el hechizo con que del mundo entero se roban el cariño? [14, 276-277] BIBLIOGRAFÍA 373 Derramas en sus frentes el prodigioso río de tu gracia divina en el santo bautismo. Les envías un ángel que es su primer amigo, para que haga las veces de tu amor infinito. Y el hombre más adusto sonriese festivo y respira dulzura cuando se acerca a un niño Nadie me lo ha contado, pues mil veces lo he visto si ir lejos: la prueba la tengo yo en mí mismo. Señor, ¿por qué regarlo?, soy seco y desabrido, tanto que a muchas gentes con mi insulsez fastidio. || Sin embargo, en mi pecho, ¡cuánto amor a los niños encendiste y fomentas con tu soplo divino! No hay en el mundo nada tan amable y tan lindo, tan gracioso y tan dulce como un tierno niñito. Por eso nos pintaban en los tiempos antiguos el amor los poetas en figura de niño. Y a los ángeles ponen aun hoy por eso mismo pintores y poetas en forma de unos niños. Y a ellos mismos les damos el nombre de angelitos; lo son por la inocencia de que los has vestido. Ni la mujer conoce el que abriga escondido tesoro de ternura hasta que tiene un niño. 374 MISCELÁNEA [14, 277-2791 Entonces se descubre en el gran regocijo que le causa la vista de su recién nacido. Los dolores del parto y su mortal peligro, || entonces los bendice y los echa en olvido. Tú, Señor, Tú le has dado ese anhelo tan vivo de consagrarse entera al bienestar del niño. Tú haces hervir su peeho en néctar exquisito, que dulcemente fluya a la boca del niño. Néctar del todo ajeno al humano artificio que vivifica y nutre y acalla el ay del niño. El grande sacramento que santo al amor hizo lo instituíste sabio para bien de los niños. ¡Ellos son la corona de los esposos finos! ¡ Ellos el dulce blanco de sus tiernos suspiros! ¡ Ay ! Los tristes casados que carecen de niños sienten dentro del alma un inmenso vacío. ¡ Ay ! Si teme la esposa el furor del marido, ¡cuánto, cuánto le duele el no tener un niño! || ¡ Ay ! ¡Ve que otras dichosas el varonil rugido acallan colocando entre los dos al niño! Hasta la misma muerte se envidia al infantillo, pues volar a tu seno es la muerte del niño. [14, 279-280] BIBLIOGRAFÍA 375 ¡Oh Dios, si yo pudiera por medio de un prodigio, aunque es cosa inaudita, volverme otra vez niño! Mas lo que yo no puedo, Tú lo hiciste, Dios mío, por robarnos el alma con las gracias de niño. ¿Dónde hay mayor delicia que verte pequeñito en brazos de tu madre, oh gracioso Dios niño? Posteriormente ha publicado el señor de Berriozábal va- rias composiciones sueltas en prosa y en verso, todas de poca extensión y relativas a objetos religiosos. Después de haber tributado al distinguido escritor los elogios merecidos, justo es que nos detengamos un momento en examinar si la di- rección que ha dado últimamente a sus talentos poéticos es la más acertada para llenar las esperanzas que en sus prime- ros años hiciera concebir. Desde luego convendremos en que jamás se emplea mejor la poesía, jamás versa sobre |j objetos más propios que cuando se ocupa en asuntos de reli- gión. La poesía, así como la música y la pintura, nació en los templos, y para los templos debe reservar sus acentos más bellos y sublimes. Así es que aplaudimos que el señor de Berriozábal dedique su talento poético y su extremada facilidad de versificar a los asuntos de religión y piedad, desafiando con santa osadía la sonrisa del incrédulo. Sin em- bargo, opinamos que, sin dejar de ocuparse en tan dignos objetos, antes al contrario, al mismo tiempo que se ocupase en ellos, podría hacer en el género y estilo de sus trabajos algunas modificaciones, con las que tal vez con más rapi- dez y derechura podría llegar al mismo fin que se propone, que es : contribuir al triunfo de la religión y a la propaga- ción del espíritu de piedad. Por un conjunto de causas que sería inoportuno enu- merar, hay en este siglo un hecho que se podrá calificar de distintas maneras, pero que es imposible desconocer ; ha- blamos de cierta tibieza, de cierta indiferencia, de cierto sa- bor filosófico, que se encuentra aun en muchas personas que profesan sinceramente las creencias religiosas. La atmósfera en que vivimos nos contagia de tal suerte, que se pegan sin advertirlo muchos de los males de que ella está impregna- da; y así es que al mismo tiempo que ciertos hombres re- chazan la impiedad y no quieren de ninguna manera aban- donar la fe de sus padres, son, sin embargo, tan flacos cuan- MISCELÁNEA [14, 280-282] do se trata de hacer frente a ¡a incredulidad que ni aun se atreven a manifestar su fe, sino revistiéndola con el manto de las convicciones filosóficas. Esto || ha producido que las discusiones religiosas no sean aceptables a muchas personas, si no llevan un carácter eminentemente filosófico, y que pon- ga a las buenas doctrinas al abrigo de los tiros de la impie- dad, suministrando armas para que la filosofía pueda a su vez ser rechazada con otra filosofía. Esto será un mal tan grave como se quiera, pero es un hecho positivo, evidente, palpable, y del que conviene no desentenderse cuando se es- cribe en defensa de la religión. Claro es que si tal sucede en las graves discusiones reli- giosas, mucho más se habrá de verificar en la literatura ; la cual, dirigiéndose en buena parte a la fantasía y al cora- zón, puede prescindir mucho menos de la disposición en que se hallan así aquélla como éste, por la influencia del espíritu del siglo. Dejamos aparte las obras que sean propiamente de piedad, en las que es preciso andar con sumo tiento aun cuando se trate de las innovaciones más pequeñas : pues que éstas no se comprenden comúnmente bajo el nombre de li- terarias, ya que pertenecen a un orden superior, y merecen dictados más graves y augustos. Pero las obras que sean propiamente de literatura religiosa no alcanzarán en este siglo mucha nombradía, ni podrán ejercer grande influencia en los espíritus, si no llevan ese barniz filosófico de que he- mos hablado ; si el escritor no muestra a menudo que cono- ce y siente profundamente el siglo en que vive. Ese cono- cimiento y ese sentimiento sean enhorabuena para reprobar y condenar, pero es preciso que existan, es . necesario que resalten en todas las páginas de la obra ; su ausencia es un vacío que con nada se llena. |] No basta expresar conviccio- nes profundas, no basta derramar en abundancia los afectos ; es necesario que esas convicciones se presenten de tal suerte que se deje conocer que en su formación o conservación se han tenido presentes las doctrinas del siglo ; es indispensable que esos afectos no procedan de un corazón aislado, por tier- no, por delicado que sea : sino que salgan de un corazón que, aun cuando se mantenga íntegro y puro, deje entrever que se ha conservado así. a pesar de haber sufrido el soplo disol- vente de la época. Desearíamos, pues, que el señor de Berriozábal. sin dis- minuir en nada su piadoso fervor y tierno ascetismo, apro- vechase las bellas cualidades de su talento poético, dedi- cándose a trabajar en el sentido indicado, e imprimiendo a sus composiciones un sello filosófico que se hermanase con la pureza de la doctrina y la santidad de los afectos ; qui- siéramos que sus composiciones no sirviesen tan sólo de pábulo a la devoción de las almas piadosas, sino que el tibio. [14, 282-284] BIBLIOGRAFÍA 377 el incrédulo, el indiferente encontrasen en ellas pensamien- tos fuertes que excitasen vivamente su atención, y los convi- dasen a meditar afectos enérgicos que, sacudiendo honda- mente su corazón, hiciesen resonar a sus oídos el zumbido de una eternidad que viene, en pos de un tiempo que pasa ; quisiéramos que, al encontrarse los hombres sin fe con un es- critor que la tiene tan viva, los hombres sin amor ni espe- ranza, con quien canta tan hermosamente los consuelos y dulzuras de un alma que espera y ama, sintiesen que el poeta al fijar sus miradas en el cielo no se olvida || de las miserias de la tierra, que las conoce, que participa de ellas, que las compadece vivamente, que, al despedirse para unas regiones de paz y bienandanza, dice un tierno adiós a los desgraciados que ciegos de orgullo, o enflaquecidos por otras pasiones, continúan arrastrándose por este suelo de infortu- nio, esperando con insensata indiferencia la formidable hora en que un Dios indignado venga a pedirles cuenta de haber vivido largos años sin cuidarse de conocer su origen, de ha- ber mirado cuál se avanzaba hacia ellos la muerte sin pre- guntar lo que había más allá del sepulcro. Y no cabe decir que cada escritor tiene su talento par- ticular, y que es inútil y aun dañoso el empeño de dislocar- le : el señor de Berriozábal no carece de las dotes necesarias para emprender la carrera que le hemos indicado ; que de ellas no puede carecer quien ha traducido tan magnífica- mente algunas de las poesías de Lamartine, quien sabe imi- tar tan atinadamente el lenguaje de todas las ideas y senti- mientos ; quien sabe encontrar palabras para el ángel al apartarse del globo destruido, para la soledad, para la de- sesperación, para lord Byron. Nos hemos atrevido a dirigir al señor de Berriozábal esta amistosa excitación, no precisamente por atender a su gloria literaria, sino porque consideramos que con el mal sesgo que va tomando la literatura, con las infinitas traducciones de que se inunda la España, urge sobremanera que los amigos de la religión y de la moral salgan al palenque con armas bien templadas, y procuren atajar el daño que se está ha- ciendo | a las creencias de la nación y la brecha que se está abriendo a las costumbres. Aquí se puede aplicar muy bien aquello de que la mies es mucha y los operarios son pocos ; y ciertamente que el señor de Berriozábal, con su gusto severo y acrisolado, su instrucción vasta y variada, su caste- llano puro y castizo, su estilo correcto, su versificación her- mosa y fácil, su corazón delicado, y su fantasía galana y bri- llante, sería uno de los que aventajadamente pudieran con- tribuir a una obra en que se interesa la religión, se interesa la patria, se interesa la gloria literaria del país, si hemos de ser algo más que miserables imitadores de los extranje- 378 MISCELÁNEA [14, 284-286] ros, si no hemos de contentarnos con prostituir la dignidad y majestuosa gracia de nuestra lengua, cubriendo con sus galas los monstruosos engendros que nos vienen de allende el Pirineo. || III "Ensayo crítico sobre las lecturas de la época", por don Joaquín Roca y Cornet El señor don Joaquín Roca y Cornet, escritor ventajosa- mente conocido por sus producciones religiosas y literarias, acaba de publicar en Barcelona el primer tomo de una obra notable, t'tulada Ensayo crítico sobre las lecturas de la épo- ca. Por ahora sólo constará de dos tomos, aunque el autor parece tener concebido un plan grandioso que se propone desarrollar en varias series ; así lo hacen esperar sus mis- mas palabras, en la dedicatoria a la juventud española. «Por ahora, dice, se limitará mi Ensayo a la parte filosófica y so- cial, y formará obra completa. A vosotros dejo el juicio de mi obra ; y la acogida que ella os merezca me señalará lo que debo hacer : si detenerme en mi carrera o seguir des- envolviendo con otras series todo el plan que desde un prin- cipio me propuse. Vosotros decidiréis si he de pararme aquí o si he de hablaros después de la parte científica, literaria y religiosa.» El trabajo del señor Roca y Cornet no es una de || aque- llas producciones ligeras que sólo sirven al entretenimiento ; es una obra seria, grave, de un carácter científico, y que para su inteligencia se requiere sosegado estudio y no escasa me- ditación. Afortunadamente, materias tan difíciles han caído en manos de un escritor que sabe templar la severidad del esti- lo filosófico con las galas de la fantasía ; por manera que una lectura que, según las apariencias, debiera ser fatigosa se convierte en un trabajo suave, de utilidad y recreo. El lenguaje, la escritura, la imprenta, la clasificación de las ciencias, la certeza, su origen y caracteres, los sistemas filo- sóficos de Alemania y Francia no son objetos a propósito para bellezas ; sin embargo, el señor Roca ha intentado sembrar- las y lo ha conseguido. El autor del Ensayo crítico se distingue por un conoci- miento claro y un sentimiento vivo del carácter, necesidades y tendencias del siglo actual ; en todas las páginas de su libro se nota el efecto de las lecturas modernas con que se ha nutrido el escritor ; siendo una de sus dotes más aprecia- bles, que ha sabido guardarse de los extravíos en que incu- [14, 286 i BIBLIOGRAFÍA 379 rren tantos otros; y, firmemente unido a la causa de la ver- dad, se muestra celoso adalid de la religión y de la moral, y previene a los jóvenes contra las lecturas que pervierten las ideas y corrompen las costumbres. Honor a los escritores que, como el señor Roca y Cornet, comprenden la misión del talento y emplean sus dotes, que le ha otorgado la Pro- videncia, en propagar saludables doctrinas que llevan al seno de los espíritus la luz y la esperanza. |! Opiniones modernas sobre el Pentateuco* Sumario. — Clasificación de los exégetas modernos alemanes. Los que niegan que Moisés sea autor de la mayor parte del Penta- teuco. Los que sostienen que Moisés es autor de la parte ma- yor y más importante. Los que defendiendo su autenticidad admiten la introducción de pasajes. De la exposición hecha por Hengstemberg -resulta que los exégetas modernos de Alemania, considerados por sus opi- niones respecto al Pentateuco como obra de Moisés, pueden reducirse a las clases siguientes: 1. a Los que niegan que Moisés sea autor de la mayor parte del Pentateuco. A la cabeza de éstos se halla De Wette, quien sólo en las últimas ediciones de su Introducción (pá- rrafo 149) concede que sean de Moisés los cánticos de los Números (cap. XXI) y algunas de sus leyes; pero no reco- nociéndole por autor ni aun de la forma actual del Decálo- go. La misma opinión profesan Hartmann, Bohlen y Vatke, sino que este último niega hasta la autenticidad de los cán- ticos del libro de los Números. Gesenius, que en || su Historia de la lengua y la escritura hebrea parecía pensar como De Wette y Vater, hubo de retroceder después y estar a lo me- nos indeciso, pues en el prólogo a la décima edición de su Gramática (año 1831) decía que aun era cuestión de crítica si debe atribuirse a Moisés todo o parte del Pentateuco. 2. a Los que sostienen que Moisés es autor de la parte mayor y más importante del Pentateuco. Jefe de éstos es Eichorn. En las primeras ediciones de su Introducción opi- naba que era de Moisés todo el Pentateuco, bien que adicio- nado con algunos pasajes muy breves y de muy poca impor- tancia, pero en la última edición se explica diciendo que las principales partes del Pentateuco están tomadas de me- morias escritas ya por Moisés, ya por otros contemporáneos * [Nota bibliográfica. — Este escrito fué publicado en el libro Reliquias literarias de Balmes, pág. 101, acompañado de una nota en que se dice que el manuscrito no es de mano de Balmes y que no se tiene otra razón para atribuírselo -que el haberlo hallado en tre sus papeles. El sumario es nuestro.] [14, 290-292] NOTAS DIVERSAS 381 suyos, y que éstas y sus apéndices hubo de compilar no sabe quién, por los tiempos que mediaron entre Josué y Samuel La inconstancia de las opiniones de Eichorn proviene de su empeño en sacar airosas sus suposiciones racionalistas. Stand- lein defendió la autenticidad de las leyes de Moisés, pero sin declararse respecto a su historia, contra la cual debía nutrir cierta antipatía, llegando él mismo a confesar con in- genuidad «que su critica se había indudablemente resentido del odio que fomenta contra la Biblia un gran número de nuestros contemporáneos». Herbst piensa que las memorias de Moisés fueron recogi- das por un autor posterior, que al recopilarlas les añadió tantas y tan importantes adiciones, que no puede tenerle, como Jahn, por un simple glosador. || Cree que este autor se- ría Esdras, fundándose en dichos de los Padres que tienen sentido muy diverso del que, siguiendo a Vater, Bohlen y otros, les atribuye. Estas opiniones de su juventud parece que Herbst las corrigió posteriormente, según que fué ade- lantando en sus estudios. Blek atribuye a Moisés toda la legislación del Pentateu- co, no sólo la común, sino también la levítica, confesando, además, que «estas leyes suponen al pueblo hebreo en cir- cunstancias enteramente análogas a aquellas en que lo pre- senta la parte histórica». Conclusión importantísima, sobre todo si se considera que la deduce Blek de argumentos pu- ramente internos, que son los que malamente tienen todos estos autores por únicos admisibles. 3.a Los que, defendiendo la autenticidad mosaica del Pentateuco tal como lo tenemos, admiten, sin embargo, unos la introducción de glosas o comentarios, y otros la observa- ción de pasajes importantes. Es de advertir que los escrito- res de esta última clase, a pesar de la diversidad de sus creencias religiosas, convienen todos en declararse sobreña, turalistas. Jahn, sacerdote católico, hace concesiones tales que pre- sentan un flanco débil a los contrarios. A él se adhieren Hug y Morers, también católicos. Este último estudió detenida' mente las profecías anteriores al descubrimiento de la ley, y ha hecho observar que Jeremías y Sófocles [Sofonías] te- nian conocimiento del Pentateuco. Suelen citar como críti- cos de esta clase a Kelle, Fritzche, Scheibel, Kanne, Rosen- müller, || Sack, Ranke, Dettinger y Bauer. Pero Kanne trata sólo de ciertas contradicciones y anacronismos aparentes, y, a vueltas de algunos juicios arbitrarios, hace con frecuencia observaciones muy importantes. Sack ha hecho notar con mucha razón que, destruida la hipótesis de los fragmentos del Pentateuco, sale victoriosa su autenticidad. Alega contra el carácter mítico razones muy nuevas, de las cuales la más 382 MISCELÁNEA [14, 292-293] fuerte es que los personajes están pintados con una verdad tal, que nunca hubiese podido el mito retratarlos tan fiel- mente. «A este modo, dice, el carácter de Moisés se distin- gue de una manera tan precisa, y es siempre el mismo des- de aquel primer instante en que se manifestó en él el senti- miento del derecho de su pueblo, hasta que, haciendo de Juez, pronuncia su última sentencia.» Ranke, con escribir sus In- vestigaciones acerca del Pentateuco, ha compuesto la mejor obra que se ha publicado en favor de su autenticidad. Det- tinger ha probado sólidamente que las objeciones de inco- nexión y leyendas fabulosas no se deben atribuir sino a la falta de estudios y a los conocimientos sobradamente perju- diciales [superficiales] de los que las hacen. Finalmente, si se han de nombrar escritores extranjeros a la Alemania, pero de obras que estén en relación con las investigaciones que allí se trabajan, se hallan sólo dos: Hertz, obispo dinamarqués, y Pareau. La disertación publi- cada por el segundo con el título de Disputatio de mysthica sain codicis [mythica sancti] interpretatione , Vtrecht, 1824, y en la cual no ha fijado siquiera sus ojos la Alemania, || me- rece estudiarse con muchísimo detenimiento. No es, pues, tan compacta como se aparenta por algunos la doctrina iluminadora de la moderna crítica alemana, ni tan temible ese arco de hierro de la ciencia con que se pre- tende meter miedo. || Solemnidad religiosa en la inauguración del camino de hierro de Estrasburgo a Basilea* Sumarjo. — Cómo se entrelaza la religión católica con la nueva or- ganización social. Costumbre que se introduce en Europa de celebrar con una solemnidad religiosa la inauguración de los grandes artefactos industriales. La fiesta de la inauguración del camino de hierro de Estrasburgo a Basilea. Palabras del cro- nista de la fiesta. Los hombres vuelven su vista a la religión- La Iglesia no se muda, pero se adapta a las circunstancias varia- bles. El desarrollo industrial y mercantil producirá desastrosas revoluciones si la religión no lo dirige. Muy llena de vida es menester que se halle una institu- ción que, resistiendo a los embates de las revoluciones y a la acción roedora de los siglos, se conserve siempre la misma, siempre inmutable, presentándose más lozana cuando se la creía débil y moribunda, mostrándose joven y rebosando de salud cuando se la juzgaba vieja, gastada, decrépita, al bor- de del sepulcro. Estas reflexiones nos ocurren naturalmente al ver cómo se entrelaza lentamente la religión católica con la nueva organización social de los pueblos europeos, cómo se infiltra, por decirlo así, en los elementos que van a ejer- cer mayor predominio. 1 y cómo todo cuanto hay en la ci- vilización moderna de grande, de útil y de bello vuelve a ponerse bajo su sombra tutelar, como pidiendo a Su Majes- tad sublime inspiraciones de grandor, como buscando en su arrimo una parte de aquella solidez con que ella permanece intacta en medio del torrente de los tiempos. Está realizán- dose en Europa un hecho que no debe pasar desapercibido, y es la costumbre que se introduce de celebrar la inaugura- * [Nota bibliográfica. — Fué publicado este trabajo en el cua- derno 5." de La Civilización, correspondiente a la primera quince- na de noviembre de 1841, vol. I, pág. 226. Balmes, tomando pie de la descripción de la fiesta celebrada el 19 de septiembre de ,1841. que da en carta a un periódico de París un testigo ocular, transcribe y comenta algunos párrafos de la misma. Nunca hasta ahora se había reimpreso. El sumario es nuestro.] 384 MISCELÁNEA [14. 298-300] ción de los grandes artefactos industriales y mercantiles con una solemnidad religiosa. ¿Se bota al agua algún barco de vapor, se inaugura un nuevo canal, un camino de hierro? La bendición del sacerdote consagra la nueva empresa, y el in- menso concurso que acude a presenciar la fiesta solemne se mantiene en respetuoso silencio, mientras el mediador entre el cielo y la tierra invoca sobre la obra del pensamiento y de la actividad del hombre la protección del que crió el universo. Podríamos citar varios hechos, pero nos limitaremos al que acaba de verificarse en Francia, en Mulhouse, en la inauguración del camino de hierro de Estrasburgo a Basilea el día 19 del próximo pasado septiembre. El concurso era de lo más brillante, habiendo acudido a él personas de la mayor distinción, entre ellos el ministro de Trabajos Públicos. Ofi- ció el obispo católico, hombre muy estimado y venerado en el país por sus virtudes y sabiduría, siendo notable que du- rante la ceremonia religiosa reinó el orden más respetuoso, el más profundo recogimiento, no obstante de que la mayor parte de los concurrentes eran protestantes. Hemos leído la descripción de la fiesta |¡ en una carta escrita a un periódico de París por un testigo ocular, y creemos que no disgustará a nuestros lectores el que les presentemos algunos párrafos de ella, relativos a la nueva situación en que se encuentra el catolicismo, intercalando las reflexiones que nos vayan ocu- rriendo. Hace el autor algunas observaciones sobre lo inte- resante de un espectáculo en que se veía a la Iglesia católica tendiendo a la industria una mano protectora ; el hermoso contraste de una cruz al lado de una máquina de vapor, y una numerosa concurrencia, en su mayor parte protestante, recibiendo silenciosamente la bendición dada por un obispo católico y con todas las formas de la liturgia romana ; y lue- go continúa : «Nos parece que de algún tiempo a esta parte se prepara dignamente la Iglesia católica a recobrar el terreno que había perdido, y que está a punto de reconciliarse con las tendencias novadoras de la época ; y cuenta que no es un espíritu nuevo el que la anima ; su espíritu es uno, eter- no, incapaz de modificación y progreso; espíritu inmutable, porque es la misma perfección. El que ha dicho : «Ama a tu prójimo como a ti mismo» ha dicho la última palabra de Dios. Por lo que toca a la Iglesia, sólo puede tratarse de una nueva manifestación de su antiguo espíritu.» Habla en seguida el autor de la enemistad que habían concebido contra la Iglesia una parte de las clases deposita- rías de la actividad material e intelectual de los pueblos ci- vilizados, y pasando en seguida a pintar la actitud en que se mantenía la Iglesia durante esos* días de tribulación, ad- mira su serenidad en medio \] de la tormenta, y la exactitud [14. 300-301] NOTAS DIVERSAS 383 de los pronósticos que hacía a los pueblos cuando, al ver que se extraviaban del camino de la verdad, les advertía la insensatez de desvariados proyectos y la vanidad de crimi- nales esfuerzos. Copiaremos este interesante trozo : «La Iglesia aguardaba con paciencia el fin de la borras- ca. ¿Qué le importaban los clamores de los tiempos, tenien- do para sí la eternidad? Aguardaba porque sabía, y lo había anunciado de antemano, que al cabo del laberinto filosófico, encontrando las naciones el abismo de la nada, retrocederían con espanto. Aguardaba, envuelta en su manto, sentada so- bre la roca de las edades. A la vista del volcán que brama- ba, de las olas que venían espumantes a estrellarse contra la Santa Sede, el Soberano Pontífice, es decir, un hombre anciano, consumido por los años, que sólo podía esperar al- gunos días más sobre la tierra, permanecía, no obstante, se- reno, como animado por la certeza de señorear con un solo gesto los elementos desencadenados. Y ni uno solo de los titanes podía mirarle sin bajar los ojos; ¡tan imponente es la fe, tanta es la majestad que el sentimiento de la eterni- dad imprime en la frente de los más débiles! El momento pronosticado a un siglo mofador e incrédulo ha llegado ya ; nuestras naciones, que, saliendo presuntuosamente del camino, sacudiendo el polvo de sus pies y riendo con la risa de la burla, se habían lanzado en el dédalo de la filosofía escéptica, imaginándose que al extremo de sus vueltas y ;e- vueltas descubrirían un paraíso terrestre, han encontrado que el laberinto no tenía salida ; y helas aquí que vuelven || atrás.» Brillantes pinceladas que trazan en brevísimo cua- dro la historia de un siglo. La ilusión de un paraíso terres- tre adonde debía dirigirse la humanidad por el laberinto de la filosofía; el laberinto no tenía salida..., las naciones vuel- ven atrás con el desengaño en el entendimiento y la tristeza en el corazón... He aquí la historia de un siglo a esta parte. ¿Y adonde se dirigirán los hombres? ¿Cuál será su guía en el nuevo camino? El faro inextinguible resplandece todavía; el catolicismo no ha muerto, los hombres le dirigen una mirada como explorando su voluntad, y el catolicismo les tiende sus brazos; y se preparan para los hombres nuevos días de felicidad, y para la Iglesia católica nuevos días de gloria. «El antiguo tronco de Jesé, continúa el autor de la carta, está a punto de reverdecer; su savia es siempre la misma, siempre nueva, es la inmortal savia de la caridad ; vivifica diferentes ramos según la variedad de los tiempos, y el ramo de la industria le deberá también sus flores. »E1 clero francés dirige su atención y sus esfuerzos hacia la industria : leed las pastorales de sus prelados más sabios y piadosos, escuchad las predicaciones de sus apóstoles más 25 [14, 301-303] elocuentes, todos convidan al hombre al trabajo, como a un manantial de moralidad, todos honran y exaltan el decente bienestar que libra de crueles cuidados y de las siniestras inspiraciones de la miseria. La Iglesia acoge cada día más en el círculo de sus solemnidades las fiestas industriales. Ved, si no, en Nancy al obispo inaugurando los bateles de vapor del Mosa y del Meurthe, || en Estrasburgo al coadju- tor bendiciendo el canal del 111 y los barcos de vapor del Rhin a su entrada en la ciudad, y en Burdeos al arzobispo presidiendo a la abertura del canal de Landes y del camino de hierro de La Teste.» La filosofía del siglo de Voltaire se ha llevado a la verdad tremenda burla. Según ella, a medida que los hombres ade- lantarían en el conocimiento de la naturaleza, se habían de ir olvidando más y más de su autor; las verdades geomé- tricas y químicas habían de acabar con las verdades mora- les. Afortunadamente, la Providencia vela sobre el linaje humano, y, si permite momentos de delirio, envía en seguida un rayo de luz para apartarle de caminos insensatos. Los hombres vuelven hacia la religión su vista desolada, y los ministros de la Iglesia católica, de aquella religión que, en el lenguaje de los pretendidos filósofos, era la eterna ene- miga de los hombres, el eterno obstáculo para todo adelan- to, presiden y consagran con las augustas ceremonias del culto romano las fiestas que tienen por objeto la inaugura- ción de aquellos grandes artefactos que han nacido dol pro- greso de las ciencias naturales. «Y no se diga, prosigue el autor de la carta, que en esto se aparta el catolicismo de su línea y rompe con sus tradiciones. No, esto no es verdad, porque las fiestas de la agricultura, que también as una in- dustria, las solemnizó la Iglesia desde su origen, rodeándo- las de todas sus pompas y consagrándolas con interesantes oraciones. Lo que se ha mudado es el siglo, haciéndose ma- nufacturero, cubriendo la tierra de canales, de caminos de hierro, de barcos de || vapor; y la Iglesia no hace más que extender a las manufacturas, y a todas estas útiles creacio- nes del hombre, lo que antes había hecho para la agricul- tura.» Esta luminosa reflexión puede aplicarse a la conducta de la Iglesia en todas épocas. Ella no se muda, pero sí que se mudan los hombres y las circunstancias ; y conforme lo exi- gen las nuevas necesidades que se van ofreciendo, ella mo- difica su disciplina y sus ceremonias. La inflexibilidad ab- soluta sólo la tiene en el dogma ; en esto nunca transige, porque la verdad es una, y, por consiguiente, no puede ser objeto de transacciones. En lo demás, es en extremo condes- cendiente. Nunca se ha visto religión que la igualase en su- [14. 303-305] NOTAS DIVERSAS 387 blimidad de doctrina y en pureza de moral, pero tampoco en la prudencia de su legislación, en hacerse cargo de que trata con hombres ; es pura como un ángel, pero indulgente como una madre. Al verla que tiende sobre la industria su velo protector, llénase de entusiasmo el autor de la carta, y dice: «Felici- tárnosla por ello, y dárnosle las gracias con entusiasmo, por- que sabemos los sufrimientos y los peligros que envuelve para todos el sistema manufacturero cuando le falta un pensamiento religioso, que advierta a los unos que todos los hombres son hermanos, como hijos de un mismo Dios ; y a los otros que la sumisión es una gran virtud agradable al Señor, y que cuando el hombre sabe obedecer se hace digno de mandar.» Llamamos la atención de los lectores sobre la semejanza de estas observaciones con las que hemos emitido en el ar- tículo sobre el bienestar del mayor || número \ y sobre los peligros que amenazan a la sociedad por su nueva organiza- ción, si no se procura que a su rápido desarrollo presidan las ideas religiosas; si no se cuida de que ese vivo movimiento industrial y mercantil, que se despierta por todas partes, esté regulado por una mano cuerda, que le evite los extra- víos a que por su misma naturaleza se halla tan expuesto. No lo dudemos ; el desarrollo industrial y mercantil, que tantos bienes puede traer a la sociedad, está preñado de aza- res y trastornos que producirán desastrosas revoluciones so- ciales y que al fin no mejorarán el estado de las clases más numerosas si la religión no le dirige. Y la religión que ha de presidir a esta grande obra es el catolicismo ; oigamos, o si no, al autor citado : «En la Europa meridional no hay medio en religión, en- tre el catolicismo y un filosofismo egoísta, corruptor y sub- versivo ; y el sistema manufacturero sin la intervención de la religión, o será una palanca de anarquía brutal o el ins- trumento de una opresión degradante. A la sombra de la re- ligión, al contrario, servirá para constituir sólidamente la libertad práctica de que están sedientas las poblaciones, y, creando inmensas riquezas y repartiéndolas equitativamen- te, dotará el mundo de los elementos materiales de la igual- dad orgánica ; porque la ley de Cristo siempre fué ley de emancipación, al mismo tiempo que de disciplina. Y la igual- dad proporcional aquí en este mundo, ¿qué es sino una imagen terrena de la igualdad || de la otra vida, tal como el cristianismo la ofrece a los hombres en esperanza? [Véase el artículo 4U de la serie La Civilización, vol. XI. pág 64] 388 MISCELÁNEA [14, 305-306] »Si queréis convenceros de que, reapareciendo activa- mente en la escena del mundo el catolicismo, está al pre- sente, como lo estuvo en lo pasado, animado del amor de la libertad humana, volved a leer el reciente breve del So- berano Pontífice en favor de la abolición de la esclavitud, breve demasiadamente poco notado, en medio del ruido que hace nuestra mecánica parlamentaria. Brillante prueba de que el impulso a que hoy cede el clero es eminentemente jerárquico, y que la religión está en pie, conforme a las le- yes de equilibrio : es decir, la cabeza arriba y los pies abajo. ¿Podemos decir otro tanto de nuestra política perfeccio- nada?» He aquí cómo se piensa en Europa acerca del porvenir del catolicismo ; he aquí cómo, lejos de creérsele muerto, se le mira como el único elemento capaz de preservar la so- ciedad de los males con que le amenaza su nueva organiza- ción, sin cegar, empero, ninguna de las fuentes de la pros- peridad de las naciones. No ignoramos que al lado de esos filósofos juiciosos y previsores rebullen sectas insensatas que pretenden que el catolicismo es impotente para regenerar la sociedad ; pero sabemos también que estas sectas, con to- dos sus esfuerzos y delirios, no han llegado todavía a formu- lar un pensamiento social que sea, no diremos susceptible de completa aplicación, pero ni siquiera de ensayo. Entre tanto sigan desvaneciéndose en sus proyectos insensatos los fun- dadores de nuevas sectas; agote la filosofía todos sus || re- cursos ; el catolicismo lo ha pronosticado, y su pronóstico se cumplirá : la humanidad fuera de la religión andará siem- pre por un laberinto ; no le encontrará salida, y, si se la encuentra, será para un abismo. Desgraciadamente ya no necesitamos salir de nuestro país para saber en qué consiste este profundo sentimiento en que el alma se encuentra fatigada de teorías y de vanas palabras; en que, gastada y aburrida a fuerza de escánda- los, de escarmientos y desengaños, se desalienta y se abate en la mayor postración, volviendo afligida la vista a la reli- gión para pedirle un rayo de luz en tantas tinieblas, una gota de consuelo en medio de tanta amargura. Y no habla- mos, no, en el interés de los partidos; no hablamos, no, con la atención fija en estos o aquellos hombres ; cuando contem- plamos la sociedad desde la altura de las verdades religio- sas, los hombres y los partidos desaparecen a nuestros ojos ; sólo vemos la causa de la humanidad, de esa humanidad en- caminada a su destino por los senderos inexplicables que le ha señalado la Providencia. Y cuando abogamos por la con- servación del catolicismo en España, cuando le sostenemos con nuestras débiles fuerzas contra los tiros de sus enemi- gos, es porque obedecemos al doble impulso de nuestras creencias religiosas y de nuestras convicciones sociales; es porque nos duele en el alma de que no se aproveche ese precioso elemento de regeneración, único que puede curar nuestros males, único que puede preservarnos de la disolu- ción que de muchos años acá nos amenaza; es porque le miramos como un luminoso faro que podría sacarnos a puerto en la deshecha borrasca. || Antigüedades* Con mucho placer insertamos el siguiente documento, .porque tenemos satisfacción cumplida cada vez que podemos contribuir a realzar en algo el lustre de nuestra patria. Feli- citamos a los señores Subirana y Cerdá por su hallazgo, y -nos atrevemos a exhortarlos a que continúen dedicándose a una clase de tareas tan útiles como descuidadas. Sabemos que dichos señores no pierden de vista este negocio ; con respecto a las luces históricas que de aquí podrían resultar, nos reservamos hablar de nuevo de este interesante asunto cuando podamos hacerlo con mayor caudal de datos. Nuestros lectores descifrarán con poca dificultad el ana- grama del señor don Diego Lorpli; reconociendo en él al insigne anticuario don Jaime Ripoll, canónigo de la iglesia catedral de Vich, uno de esos hombres que honran el país en que nacen, a pesar de que su extremada modestia los in- duzca a envolverse en la obscuridad. Teniendo alguna noti- cia de los muchos trabajos del señor Ripoll, nos lamenta- mos de que los conserve ocultos en su bufete, y siempre tememos no queden perdidos para la historia preciosos apuntes que pudieran ilustrarla. || • [Nota bibliográfica. — Esta breve noticia arqueológica fué pu- blicada en el cuaderno 12 de La Sociedad, fechado en 15 de agosto de 1843, vol. I', pág. 564. Al pie de la página Balmes puso la siguien- te nota : «Al corregir las pruebas de este pliego hemos sabido el fallecimiento del señor Ripoll; el clero ha perdido un individuo ejemplar por sus virtudes, y la ciencia arqueológica uno de sus más ilustres profesores.» Copiamos el texto de la primera edición de 3a revista.] [14. 310-311] NOTAS DIVERSAS 391' INSCRIPCION ROMANO-IMPERIAL RECIÉN DESCUBIERTA EN EL CONGOST Y COPIADA POR DOS CURIOSOS INVESTIGADORES DE ANTIGUALLAS. OFRECE UN ENSAYO DE StT 1NTERPRET ACIÓN. SUJETÁNDOLE A LA CENSURA DE LOS MISMOS COPIANTES Y DEMÁS INTELIGENTES. DIEGO LORPLI M IMP CAES O SSIO C- TRAIANO CIO PIO FELICI INV C TO- AVG ■ DAC MAX PONT MAX OTRIBPOT_ IIII PP COS III PRO COS- ET QHEREN NIO- ET RVS C O MESSIO DECIO COS ET O \ HOSTIL «Descubrióse la presente lápida en febrero de 1842- abriéndose los cimientos para construir una calera enfrente de la casa o quinta propia de la casa de Terrés, de La Ga- rriga. sita a igual distancia de la villa de Centellas y pueblo de Ayguafreda, llamada el molino de las Canas, al pie y jun- to a la actual carretera de Barcelona || a Vich. Examináronla y copiaron por primera vez los diligentes anticuarios don José Subirana, farmacéutico, y don José Cerdá, vecinos am- bos de la misma villa de Centellas. Tiene la lápida unos cin- co palmos de longitud. »Suponiendo bien copiada la inscripción, deben enmen- darse los defectos del grabador y del tiempo. En la primera línea en vez de la O debe ponerse Q. Luego debe anteponer- se la M que está encima y entre la I y la O, y añadirse una E. En la segunda línea debe llenarse el vacío y poner- se DE. En la tercera falta la I. En la sexta falta la P. En la penúltima debe leerse Q y no O, luego Val., y en la última añadirse IANO al Hostil. Messio Decio. »Con estas correcciones y añadiduras, de las cuales no hay una siquiera que no esté apoyada en otras inscripciones publicadas por nuestro Finestres, Masdeu, Grutero, etc., po- drá leerse entera la inscripción en esta conformidad: • 392 MISCELÁNEA [14. 311-312] IMPeratori CAESari Quinto meSSIO Caio TRAIANO deCIO PIO FELICI INVIC -TO AVGusto DACico MAXimo PONTifici MAXimo Principi Optimo TRIBunitiae POTestatis ÍÍÍI (quartum) Patri Patriae COnSuli Til (tertium) PRO COnSuli ET Quinto HEREN NIO ETRVSCO MESSTO DECIO COnSuli ET Quinto VALenti HOSTILiano Messio Decio || «Extendida así la inscripción, podrá traducirse de este modo : (Memoria erigida) al Emperador César Quinto Mes- sio, Cayo, Trajano, Decio, Pío, Feliz, Invicto, Augusto, Dá- cico, Máximo, Pontífice Máximo, Príncipe óptimo, conde- corado con la potestad tribunicia cuatro veces, padre de la patria, cónsul por tres veces, procónsul: y a Quinto Herenio Etrusco Messio Decio.» El referido Lorpli concluye con estas palabras: «A esta interpretación, en caso que merezca la aproba- ron de los eruditos, se seguirán unas notas y observa- ciones.» |¡ Primeros Escritos PROLOGO DE LA EDICION «BALMESIANA» Este volumen de Primeros escritos balmesianos lo hemos formado, tanto para desembarazar los demás de fragmentos y tanteos literarios, como para tener reunidos todos los mate- riales que nos pueden ilustrar sobre los primeros pasos de escritor dados por Balmes y llegar, si es posible, hasta lo más íntimo de su espíritu en el sistema de desarrollar sus ideas. Por esto, aun contraviniendo a la definición de Obras com- pletas dada en el prólogo general, nos hemos decidido a in- cluir aquí algunas notas y sinopsis que eran meras apunta- ciones para auxilio de la memoria, sin ninguna ordenación a la publicidad. Creemos tener aquí documentos psicológicos de un valor excepcional, que nos agradecerán seguramente los que busquen conocer al hombre tanto o más que sus ideas. Epoca de los Primeros escritos llamamos a la que corre entre los años 1835 y 1841, que Balmes pasó recluido en Vich por causa de la guerra: pero algo |¡ hay en este volumen que juzgamos anterior o posterior. Anotaremos el tiempo a que nos parece se ha de referir cada escrito. En cambio, algún lector de la vida de Balmes echará me- nos el primer escrito suyo de que en ella queda recuerdo, o sea el discurso pronunciado en su grado de pompa, es decir, en el acto solemne de serle conferido el doctorado en teolo- gía, 17 de febrero de 1835. Todos los que oyeron aquella ora- ción, escrita en ocho días, se hacen lenguas del acabado tra- bajo que hizo sobre la reforma de los estudios superiores en las universidades, que tal fué el tema escogido por aquel joven de veintitrés años, en vez de las vulgaridades y adula- ciones a que todos se entregaban en esta ocasión. Desgracia- damente se ha perdido este primer fruto literario de Balmes. pero creemos que se puede encontrar la substancia y aun tal vez la letra del mismo, a lo menos en gran parte, en los seis artículos que el año 1845 dedicó al plan de estudios y que publicamos en el volumen XXIX de nuestra colección. || Fragmentos de autores clásicos* Discurso de Cicerón, «Pro Marcelo» El día de hoy, Padres Conscriptos, ha dado fin al largo si- lencio que, no por temor alguno, sino parte por dolor, parte por vergüenza, había guardado en estos tiempos: y el mis- mo ha dado principio a que, según mi antigua costumbre, exponga mi voluntad y parecer sobre los asuntos ocurren- tes. Esta mansedumbre, mansedumbre extremada, esta cle- mencia jamás vista ni oída, esta moderación suma herma- nada con el poder supremo, esta sabiduría increíble y casi divina, me fuerzan a interrumpir el silencio. Sí, P. C, resti- tuido M. Marcelo a vosotros y a la república, juzgo que no se os ha devuelto solamente M. Marcelo, sino también que se os ha conservado y restablecido mi voz y autoridad. Veía, P. C, no sin mucho dolor y angustia, cuán diferente era nuestra suerte, sin embargo de haber seguido el mismo partido, y viendo arrancado de mi || lado este compañero, émulo e imitador de mis estudios y fatigas, no podía deci- dirme y ni aun lícito juzgaba el continuar mi antigua ca- rrera. Con esto, pues, C. César, me has abierto el paso que tenía cerrado para volver a vivir como antes solía, y has ofrecido a todos los circunstantes una prueba nada equívoca de cuanto podían prometerse de ti para la salud de la repú- blica. En muchos asuntos tenía ya entendido, y principal- mente habíalo experimentado en mí mismo, que anteponías la autoridad de este orden y la dignidad de la república a tus resentimientos y sospechas ; pero restituyendo a M. Mar- celo al Senado y al pueblo romano, y esto después de ha- * [Nota bibliográfica. — Estos fragmentos se publican ahora por primera vez. Van copiados de los autógrafos de Balmes conservados entre sus papeles. Están en hojas sueltas y sin concluir, lo cual deja suponer que existieron otras hojas que se han perdido. No parece que sean tareas escolares de clase de latinidad, sino más bien tra- bajos voluntarios intentados como ejercicio de ambas lenguas. Por el carácter de letra, que en Balmes varió bastante, y por el papel mismo en que están escritos, conjeturamos que deben situarse en los años de sus estudios filosóficos o teológicos ] 3MS PRIMEROS ESCRITOS [2, 10-12] berse recordado sus agravios, lo has hecho evidente al mun- do entero. El, por su parte, ya por el unánime consentimien- to del Senado, ya por tu gravísimo y principal juicio, ha cogido en su restablecimiento el fruto de toda su vida pasa- da, y tú entenderás fácilmente cuán digno es de alabanza el que ha dispensado el beneficio, cuando al que lo recibe, por sólo el recibirlo, le resulta tanta gloria. Afortunado es, cier- tamente, M. Marcelo, de cuya salud apenas recibirá él mismo más alegría de la que tendrán los demás ciudadanos. Bien es verdad que no logra dicha tan singular sin merecerla ; pues, en efecto, ¿quién hay que pueda aventajársele en nobleza, probidad, aplicación a las bellas artes, inocencia, en una pa- labra, en ningún género de alabanza? Yo confieso ingenuamente, C. César, que no hay hombre de ingenio tan abundante, ni de tanta facundia y energía en hablar o escribir, que sea capaz, || no diré de ensalzar dignamente, mas ni aun de referir tus hazañas ; sin embargo, permíteme que lo diga, en ninguno de todos tus hechos te has granjeado mayor alabanza de la que en el día de hoy has adquirido. Acostumbro reflexionar muchas veces, y no pocas lo tomo con mucho gusto por materia de mis conversaciones, que to- das las hazañas de nuestros generales, de las naciones ex- tranjeras, de los pueblos más poderosos, de los reyes más ilustres, no pueden compararse con las tuyas, ni por la gran- deza de los empeños, ni por el número de las batallas, ni por la variedad de las regiones, ni por la diversidad de las guerras, ni por la velocidad en concluirlas : veo también que sería imposible a un simple viajero el atravesar con más prontitud que tú las distantísimas tierras que tú has recorri- do como vencedor. Grandes son, ciertamente, todas estas cosas y tanto que casi son inconcebibles: esto me es preciso confesarlo, si no quiero delirar ; pero, sin embargo, aun hay otras de mayores. Suelen muchos debilitar las alabanzas de la guerra y qui- tarlas a los capitanes, a veces también se comunican a los soldados para que no pertenezcan solamente a los generales. Y en efecto : a más de que el valor de los soldados, la opor- tunidad de los lugares, los refuerzos de los aliados, las ar- madas, los víveres, sirven de mucho para la prosperidad de los sucesos, aun la fortuna se lleva no sin razón la parte principal, y cuanto hay de feliz en ellos se lo atribuye todo a su poder. Pero en esta gloria, C. César, que poco ha has || adquiri- do, no tienes ningún compañero: todo cuanto, que cierta- mente es mucho, todo es tuyo. Ni los centuriones, ni los pre- fectos, ni la infantería, ni la caballería, se te llevan alguna parte. Y como jamás se mezcla la temeridad con la sabidu- [2, 12-13] FRAGMENTOS DE AUTORES CLÁSICOS 399 ría, ni se admite la casualidad en cosas que dependen del libre albedrío, la misma fortuna, aquella señora de las cosas humanas, no se presenta a reclamar algún derecho, sino que, cediéndolo todo a ti, ella misma confiesa que cuanto hay en esto de glorioso, todo te pertenece con exclusión de sí misma. Tú has domado gentes bárbaras hasta la crueldad, innumerables por su muchedumbre, esparcidas por inmen- sos países y provistas abundantemente de todo género de trofeos; pero supuesto que no hay cosa tan recia que no pueda debilitarse y aun romperse con el hierro y la fuerza, sojuzgando estas gentes, vencistes lo que era de tal natura- leza y condición que se podía vencer. Pero al hombre que sepa triunfar de sus pasiones, refrenar la ira, moderar la victoria y no sólo levantar del suelo, sino también ampliar la antigua dignidad de un contrario distinguido por su no- bleza, talento y virtud, a este hombre, digo, no le compa- raré yo con los varones más insignes, sino que le reputo por muy semejante a los dioses. Nuestras lenguas y escritos, y de las naciones extranjeras, celebrarán el esplendor de tus ar- mas, y en la posteridad más remota referirán con asombro tus glorias. Pero yo no sé cómo estas cosas de guerra, aun cuando se leen, parecen confundirlas algún tanto la gritería de los soldados y el sonido de las trompetas. Pero cuando oímos o |¡ leemos alguna acción hecha con clemencia, man- sedumbre, justicia, moderación y sabiduría, y esto principal- mente en el fuego de la cólera, enemiga de la deliberación, y en medio de la victoria, que por su naturaleza es insolente y soberbia, entonces, digo, ¡cómo inflaman no sólo los hechos positivos, sino también las ficciones, en amor de aquel a quien las más veces no hemos conocido! Pero a ti, C. Cé- sar, a quien miramos en nuestra presencia, y cuyos pensa- mientos, intenciones y semblante vemos que son de salvar todo cuanto en la, república se ha escapado por fortuna del furor de la guerra, ¿con qué alabanzas te ensalzaremos? ¿Qué afecto te profesaremos, con qué benevolencia te corres- ponderemos? Las paredes, C. César, las mismas paredes de esta curia me parece que se esfuerzan en darte las gracias, porque dentro de poco tiempo verán restablecida la autori- dad en estos asientos suyos y de sus antepasados. Virgilio, «Egloga 4.a» Musas de Sicilia: no gustan todos los hombres de los ar- bustos y humildes tamarices ; levantemos, pues, un poco nuestra voz, y si continuamos celebrando las selvas en nues- tros cantares, hagámoslo de tal modo que nuestros acen- tos no sean indignos de la majestad de un cónsul. Ya Hega 400 PRIMEROS ESCRITOS [2, 13-15] el siglo de oro del último de los vaticinados por la Sibila de Cumas, ya se desenvuelve un nuevo orden de siglos de gran- deza, la diosa de la justicia vuelve a manifestarse, |l el reino de Saturno empieza a florecer y la nueva generación va des- cendiendo del alto Olimpo. Y tú, casta Lucina, cuyo herma- no Apolo está ya reinando, favorece el nacimiento de este niño que acabará enteramente con el siglo de hierro y verá renacer en sus días la edad de oro. ¡Oh Polión! En el tiem- po de tu consulado empezará la gloria de tal edad, y en él empezarán su carrera los meses afortunados: con tu gobier- no se borrarán hasta los vestigios de nuestros furores crimi- nales y el orbe entero se recobrará de su temor perpetuo. El recibirá la vida de los dioses, tratará con los héroes mez- clados con los inmortales, y gobernará el mundo apacigua- do con las virtudes de su padre. Pero a ti, ¡oh niño!, la tierra, sin cultivo alguno, te ofrecerá sus presentes; a cada paso se verán la yedra entrelazada con la asarábaca, la púrpura colocacia crecerá mezclada con el blanco acanto, las cabras volverán a casa con las tetas llenas de leche, y los ganados no temerán los furiosos leones ; perecerán las ser- pientes, desaparecerá la engañosa hierba del veneno, y el amonio de Asirla se criará en todas partes. Mas cuando lle- gares a edad de leer las alabanzas de los héroes, las haza- ñas de tu padre, y de conocer la virtud, entonces las mieses se dorarán poco a poco con las espigas sazonadas, las uvas maduras colgarán de los incultos espinales y las secas enci- nas sudarán miel rosada. Sin embargo, en aquel tiempo que- darán aún algunos rastros de las miserias antiguas, que obli- garán a atravesar los mares, a ceñir con muros las ciudades y a surcar la tierra con el arado. Un nuevo || Tifis conducirá en otra Argos los héroes escogidos, y se verá partir a la gue- rra de Troya un segundo Aquiles. Pero cuando llegues a edad varonil, el mismo mercader se despedirá de los mares, las naves quedarán sin uso : sin que sufra la tierra el ara- do, ni la viña la hoz, en todas partes se criará todo género de plantas y de frutos, y el labrador robusto desunc'rá los toros de su yugo. La lana no se teñirá con colores falsos, los car- neros, en medio de los mismos prados, ahora se pintarán de grana, ahora se pondrán azafranados, y el sándix que pasta- rán los corderillos cubrirá su vello como el color de escarla- ta. Las parcas, conformándose al inmutable orden de los ha- dos, dijeron a sus husos: «Hilad estos siglos dichosos.» Ea. pues, hijo querido de los dioses, ilustre alumno de Júpiter, empieza ya a gustar de tan grandes honores: el tiempo de tu gloria va a llegar : mira cómo se inclina por su punte la bóveda del firmamento, la tierra, los mares, la profundidad de los cielos, todo se alegra con la llegada de tiempos tan felices. [2. 15-17J FRAGMENTOS DE AUTORES CLÁSICOS 401 ¡Oh!, si se prolongase mi vida hasta aquellos días ventu- rosos; ¡oh!, si respirase aún para cantar tus hazañas. Sea enhorabuena Orfeo hijo de Calíope, tenga Lino por padre al mismo Apolo, yo me aventajaría a los dos con mis can- tos. Sin rehusar la Arcadia por juez, yo disputaría al dios Pan, y, a pesar de ser aquélla su tierra favorita, le obliga- ría a cederme la victoria. Empieza, pues, tierno niño, a son- reírte a tu madre, y págale de este modo los trabajos que le hiciste sufrir por nueve meses. Comienza, || vuelvo a decir- te ; pues aquel a quien no se sonrieron sus padres no podrá sentarse a la mesa con los dioses, ni será digno de desposarse con una diosa. Virgilio, «Hipotiposis» (Geórgicas, lib. I o, v. 461-488) Por fin, si quieres saber qué tiempo hará por la tarde, si el austro húmedo prepara tus lluvias, o si otro viento agita- rá por el aire algunas nubes serenas, el sol te dará sus seña- les. Y ¿quién osará acusar de impostura este astro fiel, cuando muchas veces nos avisa de conspiraciones secretas y que se traman guerras ocultas? Y después de asesinado el César, ¿no indicó él mismo que se compadecía de Roma, cuando, cubriendo su resplandeciente rostro con un velo san- griento, amenazaba a esta generación impía con una noche eterna? Bien que en aquel tiempo la tierra, los mares, los inmundos perros, las importunas aves, todo daba sus seña- les a porfía. ¿Y cuántas veces no vimos que, rotas las hor- nazas de los Cíclopes, vomitaba el Etna globos ardientes y peñascos derretidos, abrasando con torrentes de fuego los campos que le rodean? En el cielo de la Germania se oyó un estrépito como de una armada numerosa, los Alpes tembla- ron con terremotos nunca vistos, en el silencio de los bos- ques resonaban voces espantosas, y en la obscuridad de la noche se presentaban pálidos y horrorosos fantasmas. Los ganados hablan, cosa terrible, los ríos || detienen su carrera, la tierra abre su seno, y las estatuas de bronce y de marfil que adornan los templos derraman lágrimas, corriendo por sus miembros un sudor helado. El Eridano, sal endo de ma- dre, asóla las selvas y los campos y lleva rodando en sus olas los apriscos y los ganados, en las entrañas de las vícti- mas se observan fibras funestas, y en el silencio de la noche resuenan las ciudades con los aullidos de los lobos. El cielo sereno lanzó tantos rayos, ni se vieron arder en el firma- mento... 26 PRIMEROS ESCRITOS [2, 17-L9] Virgilio, «Episodio de Niso y Euríalo» (Eneida, lib. 9.°, v. 175-500) Vigilaban los troyanos esparcidos por las murallas, apos- tados cada uno en su lugar, cuya defensa le había encarga- do la suerte. Estaba de centinela en la puerta de la ciudad un joven esforzado llamado Niso, hijo de Hirtaco, que, cria- do en el monte Ida, famoso por la abundancia de su caza, reunía a su esfuerzo una destreza increíble en lanzar dar- dos y saetas. Junto a él estaba su compañero Euríalo, man- cebo el más hermoso de cuantos siguieron a Eneas o vistie- ron las armas troyanas, y cuyo blanco rostro empezaba como a manchar ligeramente un bozo delicado. Estos dos jóvenes se amaban tiernamente ; en los combates peleaban sin separarse, y aquella noche guardaban juntos las puertas. «Mi amado Euríalo, dijo Niso, yo no sé si a veces se com- placen || los dioses en comunicaros ciertos impulsos de ar- dor, o si cada uno tiene por inspiración divina lo que no es más que un efecto de su pasión : lo cierto es que mucho rato hace siento en mí una especie de instinto de pelear o de em- peñarme en alguna empresa de importancia. Este sosiego de que gozamos me incomoda. Ya ves cuán confiados están los rútulos ; acaban de apagarse todas sus hogueras, postrados de sueño y llenos de vino están echados sin el menor cuidado, y todos los alrededores están sumidos en un profundo silen- cio. Mira, pues, lo que estaba proyectando. Sabes muy bien cuán vivamente desean llamar a Eneas, tanto el pueblo como el Senado, y hallar un nuncio seguro que se informe de la situación de la ciudad. Por debajo de este cerro que se nos presenta ahí delante yo creo que hallaré camino para llegar a la ciudad de Evandro. Lo que quiero pedir en premio quie- ro que se destine para ti, pues yo me juzgaré feliz si llego a oír que la fama veloz publica por toda la Troya una ac- ción tan generosa.» Euríalo, sediento de gloria, se paró por un momento, pero recobrado de su asombro habló a su ami- go en estos términos: «¿Conque tú, mi amado Niso, tú rehu- sas mi compañía en las grandes empresas? ¿Permitiré yo que tú solo arrostres tantos peligros? ¡Ah! No es esto lo que me enseñó mi guerrero padre Ofeltes, criándome entre los horrores de la guerra que asoló nuestra patria, no: ni jamás me he portado yo así contigo, mientras siguiendo al magnánimo Eneas me aventuré a los últimos trances. ¿Pien- sas acaso que no sé despreciar || la muerte, o crees que tengo en tan poco la gloria a que tú aspiras, que no la juzgue dig- na de comprarla con la vida?» «No, amigo, le respondió Niso, no pensaba ni podía pensar yo de ti tal cosa : así me devuelva triunfante el gran Júpiter o cualquier otra divini- dad que me mira con ojos benignos. Pero ya ves, Euríalo, [2, 19-21] FRAGMENTOS DE AUTORES CLÁSICOS 403 cuán peligrosa es esta empresa, tu tierna edad es más digna de conservarse, y si el irresistible hado u otro dios me arre- batan la luz de los cielos, yo deseo que me sobrevivas. Si muero en algún encuentro, quede a lo menos uno que rescate mi cuerpo y le entierre, o si esto no se puede, me levante algún sepúlcro haciéndome unas exequias honrosas. A más de que, joven amado, tu pobre madre ha despreciado para seguirte el seguro y sosegado asilo de la ciudad de Acestes. Ella es la única entre tantas madres, ella es la única que no ha querido dejar a su hijo: no quieras, pues, Euríalo, no quieras que yo le cause una desazón tan mortal.» «En vano, replicó Euríalo, te afanas buscando excusas: yo permanez- co firme en mi propósito. Ea, vamos.» Despierta al mismo tiempo los otros guardias, se ponen éstos en su lugar, y ellos dejando sus puestos van a presen- tarse al hijo de Eneas. Mientras los animales embebidos en las dulzuras del sueño olvidaban sus cuidados y fatigas, los jefes principales con la flor de la juventud troyana estaban reunidos en consejo para tratar de los negocios del reino: deliberaban sobre lo que habían de hacer y a quién envia- rían por mensajero a Eneas. Estaban en medio del campo apoyados sobre sus largas astas y teniendo || en las manos los escudos, cuando presentándose Niso y Euríalo, piden con aire de alegría que se les conceda audiencia. Añaden que no les pesará de haber interrumpido su consejo, porque van a proponer un negocio de suma importancia. Recíbeles As- canio con amabilidad, mandando a Niso que propusiese su demanda. Animado el hijo de Hirtaco con tan agradable acogida, se dirigió al consejo en estos términos: «Valientes compañeros de Eneas, prestadme benignos vuestra atención y no despreciéis nuestros proyectos, mirándolos como efec- to de una mocedad acalorada. En uno de aquellos dos cami- nos junto a la puerta más cercana del mar hemos observado un lugar muy a propósito para partirnos ocultamente. «Apenas se ven las llamaradas de algunos fuegos que se están apagando, no se descubre más que un espeso humo que sube cubriendo los cielos, y todo el campamento, harto de vino y sumido en el sueño, hace mucho rato que guarda el mayor silencio. Si dejáis aprovecharnos la ocasión que nos ofrece la fortuna, yo os aseguro que dentro de poco veréis lle- gar a Eneas cargado de despajos y saciado de matanza. Sabe- mos muy bien el camino de la ciudad de Palante, que andan- do a cara recorrimos toda la orilla de él, y aun por entre obs- curos valles llegamos a descubrir los techos de las casas.» Así había hablado Niso, cuando tomando la palabra Aletes, hom- bre respetable por sus años y por la madurez de su juicio, exclamó : «Dioses tutelares de Ilion, vosotros continuáis en proteger sus infelices restos, y |¡ pues que infundís a estos 404 PRIMEROS ESCRITOS [2.21-22] jóvenes tanto valor, no queráis borrar de la tierra el nom- bre troyano.» Diciendo esto estrechaba las derechas de los dos mancebos, e iban bañando su rostro las lágrimas que sa- lían de sus ojos. «Mozos esforzados, continuaba, ¿qué premio se os podría señalar, digno de empresa tan heroica? ¡Ah! La recompensa más brillante os la darán los dioses, y "vuestras mismas prendas, pero no os dejará Eneas sin ella, ni cuando Ascanio llegue a la edad madura se olvidará jamás de be- neficio tan insigne.» «Jóvenes magnánimos, empezó Ascanio, por los lares y penates de Asaraco, por el sagrario de la blan- ca Vesta, os suplico que hagáis que vuelva mi padre. En vuestras manos deposito mi fortuna y confianza. Nada teme- ré si llego a verle a mi lado, pero si él no vuelve, no podré escapar del peligro. A ti, Niso, en premio de tu valor te daré dos vasos de plata ricamente labrados que cogió mi padre en la toma de Arisba, dos trípodas, dos talentos de oro y una taza antigua que me regaló la reina Dido. Pero si vencien- do a nuestros enemigos llegamos a fijar nuestra mansión y establecer nuestro íeino en Italia, cuando vendrá el tiempo de dividirnos los despojos separaré para ti los arneses de oro de Turno, su escudo, sus plumas de púrpura y su caballo tan ricamente enjaezado. Mi padre te dará también doce ma- dres esclavas, doce cautivos bien armados y todas las here- dades que ahora posee el rey de los latinos. Pero a ti, joven ilustre, cuya tierna edad es casi igual a la mía, desde ahora te tomo por compañero en todas mis empresas, tú serás mi primer secretario I1 consejero, y tanto en guerra como en paz yo partiré contigo mis glorias.» «Hijo de Eneas, le con- testó Euríalo, sea que me favorezca o me sea contraria la fortuna, jamás se dirá que mi ánimo es inferior a tan osadas acciones. Pero voy a pedirte un favor que te lo agradeceré más que todos íos presentes. Mi pobre madre, descendiente de la antigua familia de Príamo, quiso seguirme cuando sa- limos de las riberas de Troya, y para no separarse de mí no pudo consentir a quedarse en la ciudad de Acestes. Nada le he comunicado de los peligros a que voy a exponerme, voy a dejarla sin darle siquiera un adiós, pues te juro por la noche y por la misma derecha, que yo no podría resistir a sus lágrimas. Suplicóte, pues, que protejas esta madre des- graciada y procures consolar en mi ausencia su doloroso des- amparo. Si esto puedo prometerme de ti, arrostraré con más valor cualesquiera peligros.» Mientras lloraban abundante- mente los dárdanos, enternecidos con las palabras de Euría- lo, lulo, en cuyo pecho se había enardecido dulcemente la piedad filial más que los otros, bañando su hermoso rostro, hablaba de este modo a Euríalo: «Joven valeroso, yo pro- meto corresponderte como mereces : sea cual fuere tu suerte, yo trataré a tu madre con el cariño de un hijo, pues no as Oí, 22-24] FRAGMENTOS DE AUTORES CLÁSICOS 405 digna de poco la madre que tuvo la dicha de parirte. Te juro por mi vida, por la que acostumbraba a jurar mi pa- dre, que haré con tu madre y linaje lo mismo que acabo de prometerte a ti si vuelves de tu expedición con salud y feli- cidad.» Así habló llorando, y quitóse luego del hombro una espada dorada, metida |l en una vaina de marfil, obra admi- rable de Licaón cretense, y la ciñó a Euríalo. Cambió tam- bién Aletes su yelmo con Niso, y despojándose Mnesteo de una piel de león que llevaba, se la extendió sobre las espal- das. Marchan al instante armados; y una multitud de jóve- nes y viejos, dirigiendo sus votos al cielo, los acompañan hasta las puertas. El joven Ascanio, que con la edad de joven juntaba un espíritu y previsión varonil, les encargaba mu- cho qué decir a su padre. «Pero en vano te cansas, mancebo cuidadoso, pues los vientos se llevan tus palabras y las colo- can en la región de los nublados.» Pasan la puerta, atravie- san de un salto el foso y, favorecidos de la obscuridad de la noche, se dirigen al campamento enemigo aquellos dos gue- rreros, que dentro de poco habían de hacer en él una horri- ble matanza. En los reales de los rútulos todo estaba en silencio: los soldados, calentados del vino y tendidos confu- samente por la hierba, dormían profundamente: veíanse al- gunas tazas de vino al lado de sus armas echadas al descuido, los carros estaban volcados por la orilla del mar, y por en- tre las riendas y las ruedas se oían algunos hombres que ron- caban fuertemente. Entonces el hijo de Hirtaco, dirigiéndose en voz baja a su compañero : «Euríalo, le dijo, ahora necesi- tamos el valor, la misma ocasión nos convida. Ahora estamos en el camino, tú, cuidando que no se levante por las espal- das alguna partida de enemigos, me irás siguiendo de lejos, y yo te iré demostrando el camino y degollando a cuantos se me ofrezcan.» Dicho esto cesa de hablar, se para. Oíase a corta distancia || la tarda y pesada respiración del rey Ram- netes, agorero muy estimado de Turno, que tendido sobre una alta cama de blandos tapices está profundamente dor- mido. ¡Ay, infeliz! No pudieron tus agüeros contrastar tu des- graciada suerte. Dirígese a su tienda el animoso Niso, mata inmediatamente a tres criados que dormían descuidados por entre las armas, corta la cabeza a su cochero que yacía en- tre los pies de los caballos, y haciendo lo mismo con el rey deja que se empape su cama y el suelo con la negra y ca- liente sangre que va saltando a borbotones de su informe y convulsivo tronco. Igualmente sufrieron Lamiro, Lamo y el hermoso joven Sarrano, que habiendo jugado la mayor parte de la noche se había por fin dormido medio borracho. Dicho- so si igualando el juego con la noche lo hubiese alargado has- ta el rayor del alba. Cual león hambriento que entrando en un rebaño de ovejas todo lo perturba, aquí despedaza una 406 PRIMEROS ¿SCRITOS [2, 24-26] oveja, allí arrastra otra, y mientras arroja de sus fauces en- sangrentadas un horrible rugido, las mansas reses pasmadas de miedo no se atreven a dar un débil balido. Encendido en cólera el joven Euríalo iba haciendo iguales destrozos. Mata a Fado, Hebeso, Reto, Abaris con otros muchos de la obscura plebe. Estaba velando Reto por casualidad, pero absorto de miedo se ocultaba encogido detrás de un grueso tazón, no atreviéndose siquiera a dar un grito. Descubrióle Euríalo, y mientras hace Reto un movimiento para levantarse, le atra- viesa el pecho con la espada. Quédase el infeliz sin aliento y expira vomitando sangre y vino. Enardecido || con sucesos tan felices y protegido de la obscuridad, iba corriendo a sorpren- der los compañeros de Mesapo, cuyos fuegos acababan de apagarse, y cuyos caballos atados con orden pacían quieta- mente, cuando, observándole nuestro Niso su desmedido en- carnizamiento: «Cesemos de matar, le dijo. Nos hemos abier- to camino saciándonos de sangre. La aurora no tardará a dar rayos y algunos momentos de luz podrían fácilmente per- dernos.» Cedico, hombre riquísimo, habiendo hospedado en su casa a Rémulo Tiburtino, le había regalado unos preciosos arneses con bandas tachonadas de oro. Cuando murió Ré- mulo dejó este presente a su nieto. Vencido éste en una guerra, se los quitaron los rútulos y los regalaron a Ram- netes. Se acomodó Euríalo sobre sus espaldas estos adornos y armas, dejando esparcidas por el suelo muchas armas de plata, copas ricamente labradas y muchos tapices de varios y hermosos colores. Púsose también el yelmo de Mesapo adornado de plumas y salen aprisa de los reales y marchan a ponerse en salvo. Acababan de llegar entonces al campa- mento rútulo trescientos caballeros acaudillados por Vois- cente, a quien enviaba por embajador a Turno el rey latino, mientras que la infantería, preparada ya para la guerra, se detenía un poco en el campo. Iban tomando el camino a la izquierda los dos troyanos, cuando el infeliz Euríalo, des- cuidando de quitarse el yelmo, que con la luz del crepúscu- lo brillaba como un relámpago, se hizo traición a sí mismo. Apenas les divisaron los latinos, cuando empezó a gritar su caudillo Volscente: «Ea, deteneos. || ¿Cómo estáis por ahí? ¿De qué partido sois? ¿Adonde vais?» Ellos, sin responder palabra, iban corriendo a una obscura selva, que cercada de espinas por todas partes y cubierta de negras encinas y es- pesas breñas les ofrecía por entre las zarzas un camino ex- traviado y oculto. Acuden volando los caballeros a cerrarles el paso ocupando las entradas del bosque. Euríalo, temblan- do de miedo, embarazado con los despojos y enredado con las ramas, había perdido el camino e iba tanteando entre las tinieblas, mientras que no pensando con el compañero, N'so, atravesando más veloz que un galgo el intrincado bos- [2, 26-28] FRAGMENTOS UE AUTORES CLÁSICOS 407 que, se había ya escapado del peligro. Ya estaba en los luga- res que se llamaron, después Albania, por haberse edificado en ellos la ciudad de Alba, terreno que ocupaban entonces los apriscos del rey latino, cuando, parándose y advirtien- do que no le seguía su compañero, empezó a exclamar : «Desgraciado Euríalo, ¿en dónde te he dejado? ¿Por dónde volveré a encontrarte?» Vuelve atrás sin perder tiempo, y andando errante por el silencioso bosque, siguiendo con cui- dado las huellas que había dejado poco antes, empieza a oír el relincho de los caballos, las señas y clamores de los ca- balleros que les iban persiguiendo, y pasados pocos momen- tos le hiere los oídos un nuevo alarido. Avanza intrépido y descubre por entre las breñas a su amado Euríalo, que, aturdido con un suceso tan imprevisto y enredado en aquel obscuro laberinto, estaba ya rodeado de enemigos y se es- forzaba en vano a defenderse. ¿Qué hará en tal apuro? ¿Cómo podía iibrar a su amigo? |¡ ¿Se buscará una muerte gloriosa arrojándose entre las espadas enemigas? Coge al instante una lanza, y con el cuerpo medio vuelto y el brazo tendido, levanta los ojos al cielo y hace esta oración a la luna: «Poderosa hermana de Apolo, ahora imploro yo vues- tro auxilio ; gloria del firmamento, Diana, reina de los bos- ques, si para adquirirme vuestra protección os ofreció mi padre algunas dádivas, si yo mismo he adornado vuestros templos fijando en sus cumbres los despojos de las fieras muertas en la caza, dadme fuerzas para disipar este escua- drón y dirigid por el aire mis dardos.» Dicho esto, lanza con toda su fuerza el hierro mortífero, que silbando entre las tinieblas y clavándose en la espalda de Sulmón se hace pe- dazos en sus entrañas. Cae Sulmón del caballo vomitando un torrente de sangre, hiélanse sus miembros y expira ja- deando roncamente. Mientras los rútulos asustados vuelven acá y allá sus cabezas, llega rechinando otra lanza y atra- viesa las sienes de Fago. Arde en cólera y no puede descu- brir la mano enemiga, y no sabiendo cómo vengarse: «Tú pagarás, dice, cayendo sobre Euríalo con espada en mano, tú pagarás con tu sangre la muerte de entrambos compañe- ros.» No puede Niso mirar en sosiego un espectáculo tan te- rrible ; y sin saber lo que hace, sale gritando de entre las tinieblas: «Yo soy la causa del mal, matadme a mí, rútu- los, os juro por los cielos y las estrellas que nada ha he- cho ni podido hacer mi compañero, y si tiene alguna culpa es el haberme querido demasiado.» Mientras decía las últi- mas palabras había atravesado la espada de Volscente el blanco pecho |] de Euríalo. Queda el joven un momento ex- tendiendo sus manos convulsivas, y corriendo la sangre por su blanco cuerpo, cae, inclinando dulcemente su lánguida cabeza sobre su espalda. Cual pierde su colorido de púrpura 408 PRIMEROS ESCRITOS [2, 28-29] una tierna flor que acaba de cortar la hoz del aldeano, o como se dobla sobre su tallo la adormidera que no puede resistir el peso de la lluvia. Ciego de furor se precipita Niso entre el escuadrón blandiendo su espada como un relámpago, cierra sobre Volscente como un rayo : en vano descargan so- bre él una lluvia de golpes ; no desiste de su obstinación hasta que entrándole la espada por la boca le sofocó la voz arrancándole la vida. Entonces, traspasado de heridas, se echa sobre el cuerpo de su amigo y ¡un sueño invencible vino a cerrar sus ojos! Jóvenes afortunados, si algo pueden los acentos de mi voz, no podrá obscurecer vuestra fama el transcurso de los tiempos, y mientras la descendencia de Eneas ocupará el Capitolio, mientras durará la gloria del im- perio romano, la posteridad asombrada no cesará de pronun- ciar vuestro nombre. Los rútulos, después de haber quitado a los dos troyanos sus armas y adornos, llevaban llorando al campo rútulo el difunto cuerpo de su caudillo. En los reales de Turno la muerte de Ramnetes, de Sarrano, de Numo y de tantos otros, lo tenía todo consternado. Los capitanes y los soldados, absortos de admiración, se apiñaban alrededor de los muertos, algunos infelices que aun no habían expira- do se revolvían en los arroyos de sangre que corrían por todas partes. Reconocen los despojos de Ramnetes, el yelmo de || Mesapo y todos los demás adornos que con tanto sudor habían ganado. Mientras la aurora, dejando el azafranado lecho de Titón, alegraba la tierra con sus rayos, y el sol, es- parciendo en el oriente sus rosas, empezaba a dorar las cum- bres de las montañas, Turno, preparado ya para la pelea, co- rría por todas partes llamando a las armas y los exhortaba a combatir con valor; los jefes se aprestaban a formar sus legiones en batalla. Los rútulos, que habían tenido la barba- rie de clavar sobre dos picas las cabezas de Niso y Euríalo. levantan un grito no usado, como para advertirlo a los tro- yanos. Como el río ceñía la ciudad por la derecha guardan- do los fosos y las torres, ocupaban los dárdanos la izquierda y contemplaban tristemente desde sus lugares aquellos páli- dos y ensangrentados rostros, objeto de lástima y espanto. Entre tanto la ligera fama, volando por la ciudad, anuncia a la madre de Euríalo la funesta suerte de su hijo. Hiélanse los miembros a la infeliz, y echando por tierra los instru- mentos de su labor, y sin atender a los peligros muchos, dando unos alaridos lastimosos, corre desmelenada por entre los soldados y se asoma con precipitación a la muralla. «¡Ay de mí!, exclamaba con una voz sofocada, ¿cómo te veo así, mi amado Euríalo? ¿Este es el descanso tan esperado que me preparabas para la vejez? Cruel, ¿cómo has podido de- jar sola tu pobre madre, sin decirle siquiera el último adiós? ¡Ay! Tú quedas por presa de las aves en una tierra deseo- [2, 29-31] FRAGMENTOS DE AUTORES CLÁSICOS 409 nocida y yo no he podido enterrar tu cuerpo ni cerrar tus ojos. ¿Por qué no pude a lo menos lavar tus heridas y || cu- brirte con el vestido que para ti trabajaba de día y de no- che? ¡Ay de mí! ¿En dónde buscaré tu cuerpo lastimado0 Esto he conseguido siguiéndote por mar y tierra. ¡Oh rótu- los!, si tenéis algún rastro de piedad, traspasadme con vues- tras flechas. Gran Júpiter, ya que no puedo acabar de otro modo una vida tan cruel, ¿por qué no me envías al negro tártaro quitándome con un rayo una luz que tanto aborrez- co?» Los troyanos, enternecidos con sus llantos, lloraban to- dos amargamente y apenas les quedaban fuerzas para pe- lear. Ascanio, llorando también con abundancia y viendo que con la vista de su hijo se agravaba su dolor, manda a Ideo y Astor que la conduzcan a su aposento. Cógenla éstos en sus brazos y se la llevan continuando sus lamentos. Horacio (Lio 3.°, oda 24 > Yo no moriré todo entero, la mayor parte de mí se esca- pará del poder de Libitina. La destructora lluvia, el furioso Aquilón, una serie innumerable de años, el transcurso de los tiempos, no podrán destruir el* monumento que acabo de levantarme, más duradero que el bronce y más encumbrado que las pirámides de Egipto, erigidas en sepulcro de sus re- yes. Mi gloria irá siempre en aumento. Mientras el Pontífice, acompañado de la silenciosa vestal, subirá al Capitolio, las gentes que oyen el estrépito del violento Aufido, y los pue- blos rústicos que apagan || su sed con las aguas del escaso Dauno, referirán mi ascenso gigantesco y dirán que fui yo el primero que acomodé a la lira italiana los acentos del cantor de Eolia. ¡Oh Melpómene! Perdóname esta arrogan- cia ; mis méritos... !| Fragmentos literarios* La buena crianza La buena crianza o la urbanidad no es convencional en su mayor parte. Cada país tiene sus usos ; la verdadera ur- banidad es general. No incomodar ni ofender nunca, ni da- ñarse a sí mismo, y concillarse siempre el agrado de los de- más: he aquí sus polos. Sus condiciones más generales e in- * [Nota bibliográfica. — Damos este título a diferentes trabajas, cuya redacción no fué terminada por Balmes, o bien pereció en parte. Los editores de los Escritos póstumos publicaron alguno de estos fragmentos, y otros fueron recogidos en las Reliquias litera- rias. Pertenecen casi todos a' la época de Vich (1835-1841). que es la que llamamos de los Primeros escritos. La buena crianza. Fué publicado en los Escritos póstumos, pá- ginas 157-159. El corazón humano. Fué publicado en los Escritos póstumos, págs. 165-168. Un carácter complejo. Fué publicado en las Reliquias literarias, págs. 86-89. Patriotismo literario. Fué publicado sin título en los Escritos póstumos, págs. 154-156. El patriotismo de Voltaire comparado con el de los jesuítas. Fué publicado en las Reliquias literarias, págs. 82-84. Este fragmen- to debió de ser escrito a raíz de la discusión habida en la Cámara francesa de los pares sobre la libertad de enseñanza, a mediados de abril de 1844, la cual motivó un artículo de Balmes titulado El conde de Montalembert y Af. Guizot. que se hallará en el volu- men XXV. Tendencia literaria. Fué publicado en las Reliquias literarias, págs. 92-94. Las cruzadas. Fué publicado en las Reliquias literarias, pági- nas 75-79. Las familias reales. Fué publicado en las Reliquias literarias, págs. 80-82. El genio. Este pequeño esbozo fué publicado en los Escritos póstumos, pág. 152, pero sin título. Nosotros le hemos puesto el que precede por la razón siguiente. En los tiempos de su fervor poético, antes de escribir los versos, Balmes solía vaciar en prosa poética las ideas que se le ocurrían sobre el tema que iba a des- arrollar. De estos tanteos quedaron algunos entre sus papeles, uno de los cuales es el presente, que sirvió de preparación para la com- posición titulada El genio. Apuntes para escribir la vida de Santa Teresa. Fué publicado [2, 35-36] FRAGMENTOS LITERARIOS 411 dispensables : dar a cada cual lo suyo y observar las leyes morales. Lo inmoral en el trato siempre es inurbano. De aquí resultan algunas reglas, unas generales, otras particula- res: aquéllas se refieren a todos los hombres, éstas a sus clases; según el sexo, edad, estado, condición, rango, méri- to, virtudes, superioridad, inferioridad, las cuales deben atenderse, no sólo con respecto al objeto de la urbanidad, sino también su sujeto. 1. ° No incomodar. Incomodamos en sus sentidos ; y por esto es inurbana toda acción o palabra o gesto asqueroso, gritos destemplados, silbidos, cantar a deshora, movimientos descompasados, sonarse con |¡ mucho estrépito, andar des- arreglado, patear, palmotear, hablar demasiado de cerca, sa- c«dir fuertes golpes aunque sea por chanza, impedir a los demás o el sol o la lumbre, en un pasadizo reservarse para sí el mejor camino, escoger la mejor tajada, llevar olores sobrado fuertes, tomar el puesto más cómodo, visitar a des- hora, etc. ; en una palabra, el causar una incomodidad física a otro sin motivo razonable. 2. ° Ofendemos el ánimo : como lastimando el pudor, hi- riendo el amor propio, despreciando, ridiculizando, motejan- do, haciendo recuerdos o alusiones que disgustan, mirar de hito en hito algún defecto por una u otra causa corporal, contradiciendo demasiado o con sobrada viveza o con tono agrio, reprendiendo a quien no nos toca, ponderando nuestro mérito, etc. Por manera que todo en esta parte puede reducirse a las siguientes preguntas: ¿Cumples con tu deber? ¿Incomodas a nadie? ¿Ofendes a nadie? Aquí reflexiones cristianas. Concierto admirable de las máximas evangélicas con la sola y verdadera urbanidad. Reflexiones sobre la humildad y la soberbia. Con sólo no incomodar ni ofender, dando a cada cual lo que le corresponde, ya nos concibamos el agrado de los demás. Si queremos otro medio seguro, es hacerles bien : 1.° Causándoles con oportunidad sensaciones gratas. 2.° Pro- duciendo en su ánimo impresiones agradables. 3.° Favore- ciendo sus intereses o, como suele decirse, haciendo favores. en las Reliquias ¡iterarías, págs. 98-101. Estos apuntes es probable que se tomaran en 1844, puesto que encontramos una carta de A. de Blanche, fechada en París el día 27 de marzo de este año, en que se dice a Balmes : «Veuillot le da gracias por los apuntes que usted se ofrece a recoger relativamente a Santa Teresa, y los acepta con gusto, pensando que siempre redundarán en provecho de la sana historia literaria y religiosa de los siglos más interesantes de la Europa. Así es que usted le hará un gran favor en recogerlos y re- mitírselos, si usted tiene para esto proporción.» ¿Qué ha de ser una lógica"' Fué publicado en las Reliquias lite- rarias, págs. 57-66 ] 412 PRIMEROS ESCRITOS [2, 36-39] Reflexiones cristianas. Concierto de las máximas evangélicas con la verdadera urbanidad. Una persona sólidamente virtuosa es urbana, aun |¡ sin pensarlo. Una persona muy corrompida tiene mucha dificul- tad en ser urbana. Es que siempre se ve obligada a afectar, a fingir, a ser hipócrita. Quizás podrían darse algunas reglas contra los vicios más comunes. Soberbia, envidia, obsceni- dad, ira, etc. Razones de conveniencia que inducen a la virtud. Enlace de la moral con la misma utilidad. || El corazón humano ¿Qué es el corazón del hombre? ¿Ese abismo tan rara vez sondeado, ese profundo arcano donde se encierran los secre- tos de nuestra existencia, de nuestro origen, de nuestro des- tino? Conservamos un confuso recuerdo de lo que deseábamos ayer, comprendemos apenas lo que deseamos hoy, ignoramos absolutamente nuestros deseos de mañana. Corremos afanosos en pos de la dicha; ¿dónde está esa dicha? Oculta, misteriosa, se substrae a nuestras miradas, y mucho más a nuestro alcance : así el niño se fatiga inútil- mente para detener el móvil reflejo que se hace juguetear en sus alrededores. Y, sin embargo, es cierto que deseamos ser felices ; la fe- licidad es el incesante objeto del sibarita como del anacore- ta : huímos de la infelicidad hasta en los terribles momen- tos en que nos abrumamos con ella atrayéndola con nues- tras propias manos : el suicida privándose de la existencia se propone dar fin a la serie de infortunios que no puede soportar más. ¿Qué nos enseña la ciencia sobre los misterios de nuestro corazón? ¡Ah! Esa débil antorcha no || brilla si se la hunde en aquella nebulosa atmósfera ; sus pálidos y moribundos resplandores sólo valen para revelarnos la negra inmensidad que nos circunda ; así al perdido navegante en la obscuridad de la noche sólo le sirve la endeble luz de su cubierta para mostrarle que los abismos se abren a sus pies. En la niñez el mundo es dorado como las sedosas hebras, de una cabeza infantil ; en la adolescencia, rosado y encen- dido, semejante a la aurora de un bello día, lozano, rebosan- te de esperanzas cual la naturaleza en gallarda primavera ; la edad juvenil descubre ya un horizonte sembrado de espe- sos celajes, si es que no brega con deshecha tempestad; y el cielo aplanado, descolorido, ceniciento, de las frías regio- nes del polo, no oprime más pesado el alma del viajero que [2, 39-41] FRAGMENTOS LITERARIOS 419 la existencia a la mísera vejez. Y, no obstante, el mundo es el mismo ; en las inocentes sonrisas de la cuna como en la ló- brega cercanía del sepulcro. La realidad, la terrible realidad, no varía ; nosotros, nuestro corazón es quien sufre la mu- danza. El hombre prefiere la vista de un objeto cualquiera a la de su propio corazón ; allí descubrimos cosas que no quere- mos conocer, oímos palabras que deseamos no escuchar; re- tirémonos con espanto de las mágicas orillas, a la manera de las gentes que evitan el aproximarse al lago sombrío de donde es fama en el país que salen voces siniestras y se le- vantan apariciones misteriosas. ¿De qué nos sirve huir? Este corazón es nuestro ser; cuando nos abandonamos a la fuga lo llevamos con nosotros mismos. Es un fuego de que no i nos es dable desprender- nos; corremos, nos tapamos los ojos para no ver; mas ¡ay' la velocidad de la carrera acrecienta y aviva la llama. Si se escuchan sus inspiraciones, desasosiega, atormenta, pierde ; si se las desatiende, si se le fuerza a separarse de todo, si no se le da pábulo de ninguna clase, si se derriba cuanto hay en sus alrededores dejándole arder solo, aislado, como la lámpara de una tumba, sus pálidos resplandores en- lutan el mundo ; producen una tristeza insoportable, un te- dio indecible : la existencia corre como aquellos ríos sub- terráneos en cuyas aguas no reflejó nunca la luz, que enca- jándose en hondos caminos murmullan sin ser oídos y se precipitan con sordo mugido en un lago sin fondo. La tierra agostada demanda la lluvia, el tallo abrasado espera ansioso el céfiro de la tarde y el rocío de la noche, la flor abre blandamente su capullo al tocarla los rayos del sol naciente; y el corazón necesita amar. Celestial o terreno, ha de amar algún objeto : vano es luchar con esta ley. Si nc lo tiene digno de sí, lo buscará inquieto, ansioso ; pero antes de permanecer inactivo se pegará a uno cualquiera. El ham- briento recoge del suelo una fruta inmunda y se la lleva con afán a la boca ; al viajero que muere de sed le parecen cris- talinas fuentes los más turbios charcos. || Un carácter eompAejo Frente noble, osada y altiva: ojos sombríos y suspiro- ees: sus labios y todas sus facciones con aquella contrac- ción que no es signo de tristeza, sino de un tedio molesto, de una incomodidad irritante: he aquí los rasgos que ofrece comúnmente el semblante del señor N. Sus modales guar- dan una exacta correspondencia con la expresión de su ros- 414 TRIMEROS ESCRITOS [2. 41-43J tro: bien que muy atentos y modestos, tienen, no obstante, una sequedad algo repugnante, y si con ese temple que tie- nen ya de suyo se combina alguna influencia a propósito, to- man cierto aire acre y altanero que raya en desabrimiento y aspereza. Su alma de fuego alimenta todas las pasiones; pero su virtud austera las doma con mano inflexible y las mantiene en la línea de la razón y del deber. A juzgar por su comportamiento y por sus modales, se podría creer que en su corazón no pueden albergar los sentimientos del pla- cer, y que no harían mella en su pecho las seductoras ilusio- nes de un encanto ; sin embargo, en la misma seriedad de su continente, en la misma modestia de sus ojos, y hasta en aquella aspereza que fluye de sus labios en todas las conver- saciones relativas || al bello sexo, un observador sagaz des- cubriría tal vez un corazón de cera y una fantasía de llama ; mirando todo aquel aparato de autoridad como el ademán de un hombre que se mantiene en actitud de firmeza y de- fensa en presencia de un enemigo fuerte y audaz y que amenaza con violentos ataques. Al hombre le es dado dirigir su corazón, mas no destruir- le ; enfrenar sus inclinaciones, mas no sofocarlas enteramen- te ; y así es que aquellas pasiones que a pesar de su vehe- mencia no pueden saltar la valla que les ha señalado una razón severa y una voluntad inflexible, se revuelven con despecho en el seno que las abriga y sin cesar le inquietan y atormentan. Tal sucede al señor N. ; y he aquí el origen de esa inquietud, de ese desasosiego, de ese tedio, de ese humor tan acre y tan extraño, que a veces tiene visos de irrita- ción y despecho, y que parece tanto más incomprensible en un hombre que a una razón ilustrada reúne un corazón abun- dante en sentimientos de amabilidad y tolerancia. La misma compresión en que mantiene todas las pasiones irracionales y mezquinas, hace subir de punto la vehemencia de aquellas que se presentaxi bajo el oropel de la grandiosidad y noble- za, y de aquellas otras que, hermanándose con la virtud, lle- van consigo la elevación de ánimo, la pureza de intenciones y un noble desinterés y desprendimiento. He aquí por qué se exalta su alma con la sola idea de una amistad sincera y ardorosa ; he aquí el origen de ese entusiasmo que le haría sacrificar su fortuna y hasta su vida para un amigo, de ese noble sentimiento de gratitud que agita tan fuertemente [! su alma, y que podría ser el móvil de acciones hermosas ; he aquí por qué chispean sus ojos al hablar de una fortuna gloriosa y brillante; y de aquí, finalmente, ese entusiasmo por la gloria y ese amor de la patria, dignos de los primeros republicanos de Roma. Lástima que una posición violenta haya doblegado un tanto su ánimo, y que en cierto modo le [2. 43-44] 415 haya precisado a aprender el arte de la ficción más tal vez de lo que convenía a la nobleza e integridad de sus senti- mientos y a la firmeza de su carácter. Su entendimiento es penetrante y profundo, pero en el genio del señor N. encuentra un enemigo fatal, una traba para los adelantos. Formado para la observación detallada y detenida, para los estudios sosegados y para las medita- ciones lentas y pausadas, necesita un temple flemático y pa- ciente que le diera tiempo para concebir los objetos, para digerir en calma las ideas y elaborar con cuidado los racio- cinios; y se aviene muy mal con un alma de fuego que le exige de continuo rapidez y vivacidad, estrechándole con premura para que le ofrezca luego al instante el fruto de sus lentos trabajos. Desde ese punto de vista ya no será difícil divisar la razón de cierta ligereza y volubilidad de que ado- lecen sus cálculos, y hasta tal vez sus opiniones, de su ten- dencia a señalar causas meramente hipotéticas, de que ra- ras veces se le halla enterado suficientemente para dar ra- zón aun de aquellos escritos que acaba de leer, y eso aun cuando posea todos los datos necesarios para su inteligen- cia ; y finalmente quedará explicado el raro fenómeno de que un hombre que ha hecho un estudio ¡| particular sobre el lenguaje no pueda muchas veces atinar con la palabra pro- pia para expresar su idea. Es verdad que él quiere defender su entendimiento cul- pando la poca soltura de su lengua : yo convendré en que su lengua no es ni muy veloz, ni muy suelta ; pero ¿es acaso culpa del órgano el que en toda conversación, aun en aque- llas en que el señor N. se expresa con bastante facilidad, tropiece siempre con una de aquellas expresiones que se le han hecho tan familiares: Com ho diré? No sé com ho diga?- expresiones que no hacen más que empañar la conversación, sin ser bastantes a ocultar el verdadero origen de la per- plejidad, a saber, la inexactitud y confusión en las ideas. Desengañémonos: la ideología, de acuerdo con la experien- cia, nos dice que cuando el concepto es claro y exacto lleva siempre consigo las palabras propias para expresarle más o menos en proporción con el conocimiento que el sujeto tiene de la lengua : si la naturaleza no nos ha favorecido con el habla desembarazada, y fácil, podremos detenernos un tan- to, diremos las palabras tal vez a trozos, pero las diremos. Pero me dirá el señor N. : ¿Cómo es que otros sujetos de menos instrucción, de menos talento y de índole menos re- flexiva no experimentan los mismos embarazos, si es verdad que éstos nazcan de poca elaboración en los conceptos? — ¿Por qué? Por eso mismo: porque tienen menos talento y menos reflexión, menos instrucción ; porque no hacen más que salpicar, desflorar los objetos, y no diciendo sobre ellos 416 sino U cosas triviales, o al menos muy comunes, les sobran las palabras para expresar sus ideas. Al contrario, cuando uno quiere salirse del sendero común, cuando quiere pene- trar en el seno del objeto para analizar su naturaleza, en- tonces se pone en necesidad de usar una lengua, por decirlo así, sabia y profunda, y siente la precisión de comprender perfectamente aquel nuevo orden de ideas si no quiere in- currir en una algarabía ininteligible. La naturaleza ha formado el talento del señor N. para ser útil en la sosegada calma, en los pensados trabajos de una co- misión ; pero el ardor de su genio le exige la rapidez, la vi- vacidad de los debates de una asamblea : acordémonos que es en vano resistir a la naturaleza, y que es peligroso siem- pre el sacar las cosas de su quicio. ¿Quién sabe si en la in- clinación que tiene el señor N. a las observaciones botáni- cas le había trazado la naturaleza la índole de su talento? ¿Quién sabe si le muestra el sendero que debe emprender para adelantar en las ciencias? Algo más podría decir sobre su entendimiento, y algo más también sobre su carácter y procedimiento ; pero hay cosas que no son para escritas, mayormente cuando se han dicho ya de palabra. Déme supercilio nubem: píerumque modestus occupat obscuri speciem, taciturnus acerbi. Hor., Epist. 19 '. |í Patriotismo literario Data ya de muy antiguo la malignidad y iigereza con que los escritores franceses hieren todo cuanto nos pertene- ce. No entendemos señalar como culpables de tal desmán a todos los escritores de aquella nación, sabemos que no han faltado entre ellos quienes nos han hecho cumplida justi- cia, sobreponiéndose dignamente a las preocupaciones de muchos de sus compatricios; pero es innegable que la pre- ocupación ha continuado, y que no pocos en Francia parti- cipan de la necia opinión de que la Europa tiene por aleda- ño los Pirineos, y que la península Ibérica sólo por equivo- cación pertenece a Europa. Injusticia tamaña sólo mereciera por contestación el más profundo desprecio, si desgraciada- mente no fueran de monta sus consecuencias y gravísimos los daños que nos acarrea. Sabido es que los franceses son los verdaderos corredores del entendimiento humano, siendo 1 [Esta cita pone Balmes en su manuscrito; pero la verdadera es: Epist.. lib. 1. XVIII, 94.] [2. 46-49] FRAGMENTOS LITERARIOS 417 imposible que ninguna idea, ninguna producción, ningún adelanto, llegue a disfrutar una fama que le asegure circu- lación y eficacia si no figura de un modo notable en los re- gistros franceses. Y adrede || echamos mano de la palabra registros, porque no puede disputarse al genio francés el es- píritu de pasar continuamente en revista el mundo entero para tomar nota de todo linaje de adelantos, sea para apro- vecharse de ellos, sea para transmitirlos a los demás pue- blos. De esto resulta que es muy dañoso para la nación es- pañola el ser menospreciada por los escritores franceses, pues que, no circulando otros juicios que los suyos en la mayor parte del universo, sirven sobremanera para manci- llar y amenguar nuestra reputación, contribuyendo a sumir- nos más y más en el desconcepto en que lamentables cir- cunstancias nos tienen hundidos ; y lo que es peor, como son muy leídos y creídos entre nosotros, aumentan de un modo particular nuestra postración y desmayo. No parece sino que las humillaciones de Pavía, de San Quintín y de Bailón sonrosan todavía su frente, y que sienten un secreto placer en desahogar su bilis insultándonos en la desgracia. Villano comportamiento, que no alcanza siquiera a concebir la generosidad española, y que es en literatura una fiel ex- presión de lo sucedido en la política. Mal haya la fatuidad de aquellos indignos españoles que, tan neciamente confia- dos en las magistrales aseveraciones de los franceses, mues- tran por su patria aquel desvío desdeñoso, quizás aquel pro- fundo desprecio, que si es injusto en los extranjeros es en españoles una ridiculez, una monstruosidad, una especie de parricidio. ¡Y qué! ¿Tan miserables somos que, si al presen- te tenemos poco, hasta carezcamos de historia y de porvenir? ¿Y ese poco que en la actualidad poseemos es tan poco como quieren suponer preocupados || y parciales extranjeros, y españoles degenerados y mentecatos? No cabe ocupación más digna de las plumas españolas que el desvanecer a la luz de la filosofía y... |l El patriotismo de Voltaire comparado con el de los jesuítas No habrán olvidado nuestros lectores que en la ruidosa cuestión sobre libertad de enseñanza, que tanto ha ocupado en estos últimos días la atención de la Cámara de los pares de la Francia, y aun de toda la Europa, los amigos del mo- nopolio universitario procuraron envolver siempre la causa del catolicismo con la de los jesuítas, o mejor diremos, con- fundir lo uno con lo otro, llamando jesuitismo a la religión católica y jesuítas a los católicos. No andaban en ello tan desavisados como a primera vista pudiera parecer: eso de 27 418 I RIMEROS ESCRITOS 12, 49-52] atacar directamente al catolicismo, tan respetable siquiera por su antigüedad y su extensión, y hacerlo bajo el mismo nombre que lleva, hubiera sido demasiado repugnante: pero si poniendo por delante a los jesuítas se los podía atra- vesar a ambos con una misma espada, si se podía rasgar la túnica inconsútil de Jesucristo fingiendo que sólo se rasgaba una sotana de jesuíta, esto era una excelente estrategia que no debía desaprovechar la proverbial buena fe de los ene- migos de la religión. Uno de los argumentos más formida- bles contra los jesuítas, || la prueba más convincente de su falta de patriotismo, era el que, según decían, uno de estos padres había tenido la humorada de llamar a Napoleón el marqués de Bonaparte y el generalísimo de los ejércitos de Luis XVIII. Esto de no reconocer las glorias francesas perso- nificadas en el gran capitán, de escrupulizar en llamarle em- perador, era un crimen de lesa nación del que por supuesto que debían ser responsables todos los jesuítas, aun los que ni de oídas conociesen al historiador. La Compañía había sido cogida in fraganti; el Diario de los Debates esforzaba la acusación ; en la Cámara de los pares no faltaba quien ci- tase con admirable seriedad un hecho semejante : hubiérase dicho que las cenizas de Napoleón iban a ser profanadas, y que de la tumba de los Inválidos salía una voz que clamaba : A los jesuítas, a los enemigos de las glorias francesas: testi- go el P. Loriquet. Esto es lo que se llama explotar bien un negocio, no cabe mayor habilidad, y sobre todo más buena fe Verdad es que en la prensa y en la tribuna los amigos de los jesuítas han negado el hecho, que han retado a sus ad- versarios a que produjesen un ejemplar de la obra donde se suponía que existían las palabras anatematizadas, que han apelado al testimonio de los moldes estereotípicos, que nada se ha podido contestar; pero ¿qué importa todo esto tra- tándose de los jesuítas? Desde la publicación de las Cartas provinciales hay la costumbre de calumniarlos, y en más de doscientos años la costumbre ha debido elevarse a derecho, siquiera por prescripción. Pero como los católicos se van cansando ya de || sufrir en silencio, y van cobrando afición a esa prensa que, puesta ex- clusivamente en manos de los enemigos del catolicismo, se- ría una cosa a pedir de boca, pero que en llegando a ser em- pleada por los católicos es un arma detestable, un arma... || Tendencia literaria Digna es ciertamente de llamar la atención de un obser- vador la peregrina tendencia literaria que se ha desplegado en nuestro siglo. Lóense con harta indiferencia las historias [2. 52-541 FRAGMENTOS LITERARIOS 419 de Grecia y Roma, inspírannos escaso interés las elegantes producciones de aquellos pueblos que un tiempo excitaron un entusiasmo sin límites, y, como si hubiésemos descubier- to de nuevo la vanidad de sus dioses y héroes, como si sus escritores hubieran perdido de golpe su mérito, mentamos apenas los nombres de éstos y casi llegamos a olvidar las ha- zañas de aquéllos. Devoramos con avidez una fantástica leyenda de los si- glos que apellidamos bárbaros, y sentimos un placer encan- tador, nos saboreamos escuchando los suspiros de un trova- dor obscuro, y en gracia de presentarnos una muestra, un recuerdo de su época, condonárnosle de buen grado la extra- vagancia de ideas, el desorden de sus pensamientos, la du- reza del metro y la ruda terquedad del lenguaje. Hasta las inimitables producciones de épocas más cercanas, de pro- ducciones que por estar escritas en las lenguas modernas después de llegadas éstas a su perfección, || no nos ofrecen las dificultades de aquellas que lo están en lenguas muertas y que nos presentan más de bulto todo linaje de bellezas ; estos escritos, con toda la corrección, pureza y hermosura de su lenguaje, con toda la gala y lozanía de su estilo, a pesar del gran fondo de saber que envuelven y de la delicadeza y sublimidad de sentimientos de que están, por decirlo así. inundados, no bastan, sin embargo, para excitar vivamente nuestro apetito literario, y, bien que tributemos un homena- je de admiración al autor, sentimos, no obstante, que sus cuadros no hieren lo bastante nuestra fantasía y que dejan con avidez los sentimientos del corazón. Y basta para exci- tar nuestra curiosidad el solo nombre de un antiguo castillo, basta para inspirarnos un vivo interés la historieta de un caballero o las hazañas o los amores de un cruzado. Y a buen seguro que tenga origen ese fenómeno en la semejanza de ambas épocas: ¿qué tienen que ver nuestros hombres y nuestras costumbres con los hombres y costum- bres de aquel tiempo? Reducidas a escasa población las vi- llas y ciudades, olvidadas las ciencias y las artes, disemi- nadas por el campo pobrísimas aldeas, descollaban solamen- te de trecho en trecho las soberbias almenas de un castillo, o la negruzca y elevada torre de la iglesia, o las vastas y ro- bustas murallas que formaban el casco de un monasterio so- litario. Llamados los pueblos por su señor acudían en tro- pel a rendirle su homenaje, y, si preciso fuera, vengar la injuria con que le ofendiera un señor vecino ; derramaban humildes su sangre sin || curarse de la justicia de la deman- da, sin esperanza de mejorar su suerte, adquiriendo al orgu- llo de su dueño un nuevo titulo de ostentación en sus bla- sones, o un rico trofeo que depositar en sus ostentosas ar- merías. 420 PRIMEROS ESCRITOS [2. 54-56] Consérvanse apenas al presente los restos de los antiguos castillos ; en vez de reducidas villas, de miserables aldeas, descúbrense por todas partes ciudades populosas, ricas y florecientes; al estampido de las armas, que al mero capri- cho de los señores se hacía sentir en diferentes comarcas, ha sucedido el ruidoso tránsito de cómodos caminos y espacio- sas carreteras ; al crujido de las puertas ferradas y de los puentes levadizos, el sonido apacible y pacífico ruido de los talleres, y al estrépito de las monterías señoriles, los espec- táculos del teatro y la libre y bulliciosa algazara de las di- versiones populares. Queda apenas leve vestigio de las cos- tumbres feudales ; la uniformidad de los trajes manifiesta la completa nivelación de las clases; y merced si, a fuerza de alegar las conveniencias y necesidad demostrada por duros escarmientos, pueden sostener contra el torrente de las ideas del siglo algunas diferencias en las categorías sociales. Nuestra vida es muelle y enervada, la suya era a la prueba de durísimas fatigas ; campeaba entonces el ardor marcial, el entusiasmo por las empresas temerarias, y ahora despunta por doquier el estímulo de comodidad personal y de especulaciones mercantiles ; su lenguaje era rudo, el nuestro es pulido y afectado ; su estilo natural como el fue- go de sus pasiones, || el nuestro mesurado y preciso como la expresión de la dialéctica ; con un corazón sencillo y lleno de fe sentían un amargo remordimiento por el crimen a que les arrastraba su fogosidad vehemente, cuando ahora se dis- frazan los más espantosos crímenes con falaces palabras ; lidiaban ellos en terreno igual por el honor de su nombre, o por el ídolo de sus amores, y ahora se encubre la más as- querosa corrupción con brillantes pulimentos, con espléndi- dos adornos, con pérfidos y dañados artificios. || Las Cruzadas El señor Martínez de la Rosa toca ligeramente en su Es- píritu del siglo el influjo que debieron de tener las Cruzadas en la marcha de la sociedad europea, pero lo hace de un modo muy débil y muy vago, y, según parece, no se aper- cibió de toda la extensión de este hecho. Lo enumera entre las causas, pero no como la principal, y le señala muchas hermanas que no fueron más que sus hijas. A mi entender debiera haber observado que las Cruzadas son el hecho más colosal, más extraordinario y podría decirse más práctico que se ofrece en la historia antigua y moderna. Levantarse un país de tanta extensión, armarse de un golpe, adunarse bajo Un mismo estandarte tantos pueblos de climas tan dis- tintos, diversos hábitos y diferentes costumbres, marchar, [2, 56-58] FRAGMENTOS LITERARIOS 421 arrojarse sobre un país lejano, como una tempestad lanzada sobre una comarca por el furor de los vientos, y esto no por- que le acosasen necesidades que le estimulasen la esperanza de nuevos goces, sino únicamente por motivos altamente generosos, es un acontecimiento desconocido hasta enton- ces, es un suceso que debía ser más bien un objeto de refle- xión y análisis || que no un blanco de frías y vanas decla- maciones. Los filósofos del siglo xviii, incapaces de apreciar en su verdadero valor ningún hecho verdaderamente grande, y que no sabían mirar ningún objeto sino bajo el aspecto que¡ se le ofrecía un prisma mezquino, empapado de preocupacio- nes irreligiosas y materialistas, era muy natural que conde- nasen las Cruzadas como una empresa insensata que sólo podían aconsejar la superstición y el fanatismo. No se trata aquí de calificar las Cruzadas miradas bajo un aspecto mera- mente religioso, ni tampoco de pesar los grados de prudencia y buena intención con que fueron emprendidas y continua- das, ni tampoco de aplaudir a sus autores por los bienes que de ellas se siguieron, ni de vituperarlos por los males que acarrearon ; trátase tan sólo de evaluar el hecho tal como es en sí, de observar su índole, de calcular el número y la extensión de sus efectos y resultados. Y ¿qué fueron las Cruzadas? Un levantamiento de gran parte de Europa para arrojarse sobre el Asia, con la idea de rescatar de manos de los infieles los santos lugares. A pri- mera vista se observa que este solo hecho debía de causar una tal fermentación en el espíritu de todos los pueblos, debía de dar tanto vuelo a la imaginación y al sentimien- to, debía, en una palabra, poner en tal movimiento todas las facultades del alma, que era imposible que un gran paso hacia la civilización y la cultura no fueran su efecto inevita- ble. Levantarse cada pueblo de por sí para una empresa tan osada y gigantesca, marchar a las órdenes de un caudillo hasta la orilla del mar para || reunirse a los ejércitos de los demás pueblos, hacerse a la vela para un país lejano y des- conocido, do aguardaban mil azares y peligros; ¡qué sacudi- miento tan grande! Pero analicemos más menudamente los efectos. Este roce tan vivo e inesperado de tantos pueblos tan numerosos y di- ferentes, la comunicación de tantos idiomas y dialectos dis- tintos, la vista y cotejo de tan distintos hábitos y costum- bres, debía de producir una revolución de ideas y senti- mientos, dando ensanche a la mente, vuelo a la fantasía, fle- xibilidad y fuego al corazón. Por más que las artes y cien- cias estuvieran en gravísimo atraso, por lo menos se reunía en un foco común todo lo que se sabía entonces., y esta sola convergencia de las luces bastaba para aumentar su brillo 422 PRIMEROS ESCRITOS [2, 58-60] y acrecentar su fuerza. El espíritu de viaje que debía dejar en pos de sí una empresa semejante, las fuertes y numerosas re- laciones que debía arraigar, esto solo bastaba para cortar todo aislamiento, para que siguiesen siendo más frecuentes las comunicaciones de todas clases, y para que entablasen entre sí un vivo cambio de ideas y sentimientos. Las cien- cias, artes y el comercio debían recibir un vigoroso impulso, y los adelantos que hicieron en seguida fueron un efecto muy natural y muy sencillo. La duda era hija del roce de las ideas y de la contradicción de los juicios, y el calor de las discusiones debía prender naturalmente en muchos en- tendimientos, y los pueblos que se hallaban de repente y como por una transformación los unos enfrente de los otros, comunicándose sus ideas y mostrándose sus usos y || costum- bres, debían entrar por fuerza en un sinfín de comparacio- nes y cotejos, y debían sentir un sacudimiento muy salu- dable para el progreso de todo linaje de conocimientos. Aun en el orden político, si yo no me engaño, debían ser muy colosales los resultados ; y si tal vez quisieran investi- garse las causas de los principales sucesos que se han veri- ficado posteriormente en Europa, tal vez se encontrara su germen en la época de las Cruzadas. Dos mudanzas capita- les y enlazadas entre sí con necesaria independencia sobrevi- nieron en Europa : la ruina del sistema feudal y el desarro- llo del elemento popular. Para ambas debió de contribuir poderosamente el acontecimiento de las Cruzadas. Sin que sea mi ánimo decir que tamaños sucesos no se hubiesen ve- rificado sin las Cruzadas, creo, sin embargo, que su desarro- llo hubiera sido más lento, su extensión más circunscrita, y no tan pronta y completamente se hubieran tocado los re- sultados. Porque si bien es verdad que el cristianismo, esa religión que tan altamente comprende la verdadera digni- dad del hombre, tiene una fuerte tendencia a mejorar todas las condiciones sociales, de manera que es imposible que en los países sujetos a su influencia no desaparezcan tarde o temprano todas aquellas desigualdades que, sin ser necesa- rias para el buen orden de la sociedad, no se avengan, por otra parte, con los sentimientos de la caridad fraternal que ella tanto recomienda ; sin embargo, también es cierto que su influjo, como todos los influjos que producen sólidos y du- raderos resultados, es lento y suave: y como que || es alta- mente enemiga de revueltas y trastornos, no cambia de gol- pe el aspecto de la sociedad ; y, echando saludables gérme- nes en el suelo, encomienda su desarrollo y crecimiento al transcurso de los siglos. De aquí es que sin el acontecimien- to de las Cruzadas, tal vez el sistema feudal hubiera sido de más duración; y aunque tuviese este sistema un princi- pio de antipatía en el cristianismo, éste, como que era el feu- [2, 60-61] FRAGMENTOS LITERARIOS 42:; dalismo un luchador violento, tal vez le hubiera concedido algunos siglos de treguas. Pero después de las Cruzadas, ¿cómo era posible tuviera larga duración el feudalismo? ¿Cómo era posible que los va- sallos, militando en la Cruzada, aunque bajo la enseña de sus señores, no se imbuyesen de un fuerte espíritu de libertad e independencia? Hombres que salían de sus hogares para marchar en tropel a reunirse y formar un numeroso ejército compuesto de tantas y tan diferentes naciones, que atravesa- ban los mares para abordar a playas lejanas y desconocidas, que luchaban por largos años con todas las crudezas del tiempo y los horrores de la guerra, y esto separados de sus esposas y familias, en países distantes, entre sucesos extra- ordinarios, fermentando en sus cabezas una idea grande y generosa, cual era la de rescatar de manos de los infieles el sepulcro de Jesucristo y de humillar el pendón de la media luna que con tono insultante amenazaba al estandarte cris- tiano ; hombres semejantes, repito, debían imbuirse por pre- cisión de ideales grandes y fecundos, de sentimientos fuertes y generosos, y cuando volvieron a su patria cubiertos de ci- catrices y embriagados || de gloria, no debían de ser los más a propósito para obedecer humildemente los caprichos de un señor altanero, y para encorvarse pacíficamente bajo el mismo yugo que sufrieron sosegados antes que se acostum- braran por largo tiempo a la disipación de los viajes y a la licencia de los campamentos. En este punto están de acuerdo la teoría y la historia ; y aunque fuera parte para comprobarlo el rápido enflaqueci- miento del feudalismo después de las Cruzadas, sin embargo, como esto pudiera tal vez atribuirse a otras causas, haré dos reflexiones que a mi parecer son concluyentes. Se ha notado que en España no echó el feudalismo tan hondas raíces como en otros países. Y ¿por qué? Porque desde la invasión agarena se verificó en España un hecho semejante al de las Cruzadas, porque el grito de religión e independencia alzado por Pelayo en Covadonga para suble- var a la España fué el mismo grito de Pedro el Ermitaño para sublevar a la Europa. Aun hay más. La Italia fué uno de los países en que más fermentó el espíritu de indepen- dencia, y en que con más calor fueron demandadas y defen- didas las franquicias municipales. Y ¿por qué? Porque la Italia fué el país que debió de sentir con más fuerza el in- flujo de las Cruzadas, a causa de ser el foco de aquel levan- tamiento, no sólo por razón de su posición geográfica, sino también por razón de residir en ella el Soberano Pontífice alma de aquellos grandes movimientos. || [2, 62-63] Las familias reales Cortado el vínculo que las unía con sus respectivas me- trópolis, las provincias de América más puede decirse que so encontraron repúblicas que no que se erigieran en tales ¿Qué forma de gobierno podían escoger? ¿La monarquía? Pero una monarquía no se improvisa, y no basta decir a un hombre: Seas rey, para que lo sea. En esta materia pa- rece haber algún gran secreto que sería conveniente investi- gar. En tiempo de una revolución, cuando se ha destronado el monarca reinante, es tal vez una gran fortuna que haya en la nación alguna familia que, por su mucha antigüedad, ilustre alcurnia y augustos y regios enlaces, no le falte más que empuñar el cetro para hallarse cubierta de toda la ma- jestad que debe rodear al trono : porque no hay medio, o la familia reinante ha de presentarse a la vista de los pue- blos como una familia de un orden semidivino, o el trono ha de perecer. Y no son esto vanas palabras, ni se contestará a esto con vanas teorías : sea esto por lo que fuere, lo cierto es que es así, y la razón lo enseña de acuerdo con la expe- riencia. La dignidad y poder real es tan grande, que sin esta misteriosa majestad sería insufrible || al orgullo del hombre : y he aquí descubierto un gran pensamiento políti- co abrigado en la ceremonia religiosa de la consagración de los monarcas. Y en estas reflexiones se hallará la razón de que en las revoluciones de las provincias unidas recayese el nombra- miento de Staloudher en la ilustre casa de Nassau, que se hiciera hereditaria en ella tal dignidad aun para las muje- res y que, después de suspendida esta dignidad de 1702 has- ta 1747, volviese a recaer el nombramiento en la misma fa- milia. En Portugal, cuando se emancipó del poder de Espa- ña, fué también reclamado rey el duque de Braganza ; y la Inglaterra, al destronar a Jacobo II, escogió por sucesor al yerno del mismo monarca, al famoso Guillermo de Nassau, príncipe de Orange. Y yo pregunto a los políticos si cuando la revolución de 1830, ¿no se hubiera visto la Francia en un lance apurado a no poder echar mano de la casa de Orleáns? A esos menguados políticos que creen en la virtud de las teo- rías para establecer los gobiernos, y que tienen siempre a la mano dos o tres formas generales para explicar todos los mo- vimientos y fenómenos de la sociedad, les preguntaría yo si otro francés cualquiera, por grandes que fueran sus talentos y virtudes, hubiera llenado el vacío del trono como el duque de Orleáns. ¡Oh!, que esto se debió a las grandes prendas del duque. Pero ¿qué? ¿Era acaso el duque tenido por el mayor militar, por el político más profundo, por el más há- |2. 63 66] bil y diestro diplomático, por el hombre más virtuoso de la Francia? ¿No || había a la sazón muchas reputaciones que en todos ramos se aventajaban en mucho a la del duque? Lo repetiré: un monarca no se improvisa a la voluntad de los pueblos; o ha de ser obra del tiempo, o de hazañas muy extraordinarias. Cuando los suizos se emanciparon de la casa de Austria, no hallaron en las gradas del trono a nadie que pudiera ocuparle, y se erigieron en república; y por la misma causa han adoptado esta forma de gobierno casi todos los Estados de América. ¿Quedó el Brasil en impe- rio? Pero fué porque tuvo a la mano a don Pedro de Bra- ganza ; y si después de haber echado a este príncipe no se erigió en república fué por hallarse con un niño, pero con un niño de la casa de Braganza, con un hijo del mismo em- perador destronado. Cuando uno observa estos misterios de la sociedad, esa fuerte tendencia hacia la distinción de las clases, en todas épocas, en todos los países, sea cual fuere el estado de su civilización y cultura, no puede menos de reírse de los modernos niveladores políticos y echarles una mirada de compasión por su miserable vanidad y profunda igno- rancia. Hubiera sido una fortuna para las provincias de América que al tiempo de su revolución hubieran tenido en su seno alguna familia de la misma rama de las casas reinantes ; entonces, por poco que esta familia hubiera sabido manejar sus intereses, se hubieran planteado sin violencia monar- quías más o menos moderadas. De aquí mismo se infiere cuán difícil es plantear una re- pública en un país en que se hayan arraigado || las formas monárquicas: jamás un presidente llegará a la majestad de un rey ; y por esta causa se ha visto a la Francia en medio de sus más horribles tormentos tender irresistiblemente ha- cia la monarquía. De aquí es también que las monarquías electivas no son más que monarquías a medias, y que dado cierto tiempo, o se convertirá en hereditaria o perecerá. Y aun es notable que la elección casi siempre recae en las familias que han tenido alguno de sus miembros en el trono. || E! genio ¿No viérades a la reina de las aves reposar en altísima cúspide de escarpada roca, donde no jamás llegara la planta del mortal? ¿No la viérades con lozano y atrevido arranque su vuelo remontarse hasta las nubes, contemplando la in- mensidad de la tierra, y la tortuosa corriente de cien ríos, y las olas del mar? ¿Quién le diera tamaña osadía? ¿Quién 426 FRIMER0S ESCRITOS [2. 66-68] amaestrarla pudo en surcar los aires con tanta gallardía y majestad? He aquí el genio: he aquí la imagen del mortal dichoso a quien los cielos, en la hondura de sus arcanos, otorgaran el sublime destello de inspiración creadora. Sin esfuerzo ni afán nacen en su espíritu los pensamien- tos grandes ; y, una vez concebidos, hierven, fermentan, se desarrollan como los anillos concéntricos de la órbita de ur cuerpo luminoso. Absorto en su inspiración, la contempla bajo las formas más bellas hermoseada con riquísimos ce-lo- res; ahora es su idea un tosco embrión, un momento des- pués ha tomado hechicera figura, y es un ser que rebosa de vida y lozanía. Vedle allá, en noche silenciosa, mientras la naturaleza l| descansa en profundo sueño, mientras los astros siguen tran- quilamente su carrera en la inmensidad de la bóveda celes- te; vedle allá encerrado en solitaria torre, arrobado, con los ojos clavados en el cielo, ora mostrando que el corazón le salta de contento, ora erguida su noble frente en elevada es- peranza. ¿Sabéis lo que hace? Pregunta al mundo por sus leyes, demanda a los astros la dirección y figura de sus ór- bitas, interroga la inmensidad del universo para que le revele el secreto de sus combinaciones sublimes. Contemplo, no discurre ; adivina, no calcula ; no conoce, ve. Espera pa- ciente e incansable el momento dichoso en que se romperá a sus ojos el sello del arcano ; su corazón le dice que este mo- mento llegará ; y llega, y desciende de lo alto una inspira- ración misteriosa, y se siente tocada su frente con una caña de oro, y se abren a la luz sus ojos ; y, vuelto a los mortales, les clama alborozado: Las vi, miradlas; ellas son. Siéntase, quizás, en medio de escombros y ruinas, leves indicios de grandes pueblos que se borraron de la faz de la tierra. Llama, y apíñanse a su alrededor antiguas sombras evocadas de la obscuridad de las tumbas. Las generaciones que pasaran, y cuya huella había desaparecido, vuelven a renacer. Desfilan a vuestros ojos con su figura propia, con su ademán nativo, con sus trajes peregrinos. Asistís a la ma- ravillosa escena de las incomprensibles artes de un mago... j¡ Apuntes para escribir la vida de Santa Teresa La misma santa, obedeciendo a su confesor, hizo este tra- bajo. Escrita con una humildad y una franqueza patética, merece el primer lugar entre los escritos de este género des- pués de las Confesiones de San Agustín. Se halla entre sus obras impresas, que enumera don Nicolás Antonio en su Bi- blioteca Nova Scrip. Hispaniae, como igualmente en las edi- ciones que de las mismas se hicieron. De la de sus cartas se 427 recomienda la que con notas publicó el señor don Juan de Palafox, obispo de Osma. Para apreciar el mérito de dichas obras puede verse la carta que dirigió el maestro fray Luis de León, clásico escritor español, a la priora y religiosas car- melitas descalzas del convento de Madrid, desde Salamanca en 1586, dedicándoselas, después de haberlas examinado y corregido para la impresión que de ellas acababa de hacerse en aquella ciudad. Luego que salieron a luz, Felipe II, este gran rey calumniado por el protestantismo, y tan mal juzga- do por la historia, procuró haber los originales y mandó ponerlos en su librería de San Lorenzo del Escorial, en donde se guardan con particular distinción y custodia. || Después de la mencionada vida debe consultarse la que publicó fray Diego de Yepes, religioso del orden de San Je- rónimo, prior que fué de El Escorial, obispo de Tarazona y confesor de la santa, con quien tuvo estrecha corresponden- cia. Fué impresa por primera vez en Madrid en 1599, y se re- imprimió en dos tomos en 4." en 1785. Esta obra manifiesta el mérito del estilo de tan piadoso autor ; su lenguaje es puro, culto y bastante correcto, y su dicción castiza. En su tomo II se encuentra la citada carta del maestro fray Luis. En 1602 dió a luz en Madrid, en 4.°, la vida de la misma santa, fray Francisco de Rivera, que en algún tiempo fué asimismo su confesor, con el título Vida de la Madre Teresa de Jesús. Fundadora de las Descalzas y Descalzos Carmelitas. Fué traducida al francés y se imprimió también en latín e italiano '. No fueron éstos los únicos que se ocuparon en escribir la vida de tan celestial religiosa. Lo hicieron en castellano : Bartolomé de Segura, quien la publicó en Madrid, en 8.°, con el título de la Amazona cristiana, o Vida de la Venerable Madre Teresa de Jesús. Fray Jerónimo Gracián, uno de los primeros que abrazó la reforma que en el orden del Carmen hicieron Santa Te- resa y San Juan de la Cruz, grande amigo de aquélla. Escri- bió un tratado titulado Diálogo || de las virtudes, feliz muer- te, libros y otras cosas de la santa Madre Teresa de Jesús. y otro: Espíritu de la beata, que dejó manuscritos en poder de su hermano Tomás Gracián, y de los cuales se encuentran fragmentos en el libro que imprimió en Valladolid en 1619, en 4.°, Andrés del Mármol, con el título de Excelencia, vida y trabajos del P. Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, recopilada de lo que escribieron de él Santa Teresa y otros. Pedro de Rivadeneira, jesuíta, que escribió la vida de San Ignacio, dió a luz por los años de 1590, en un volumen en 4.°. la de Santa Teresa. 1 [Equivocadamente se da al P. Rivera el título de Frav, pues- to que era de la Compañía de Jesús.] 428 Í'RIMEROS ESCRITOS [2, 70-72] Y Salvador Serra, catalán, la imprimió en Madrid en 1622, también en 4.°, con el título de Relación sumaria de la vida de la virgen Santa Teresa. Es un compendio de la del obispo Yepes. La escribieron en latín : fray Juan de Jesús María, Com- pendium vitae :B. M. Theresiae de Jesús. Romae, 1609, 4." ; Bruxellis, 1610, 4.° Y fray Sebastián de la Parra, Vita Stae. Theresiae a Iesu. Salmantiae, 1609, 8.°, y 1610, en 4.° También la poesía quiso embellecer con sus flores la re- lación de los hechos, ejemplar conducta y prodigios de la Di- vinidad por la intercesión de la santa. Pablo Verdugo publicó en Madrid en 1615, en 8.°, su vida en quintillas, y en 1722 Butrón y Múxica en 1691 octavas, en 4.° De sus obras publicó aforismos Alejo de Bofados y Lull. canónigo de Barcelona, con el título de Motetes espirituales en aforismos místicos sacados de las obras de Santa Teresa. Murcia, 1650 ; y Alonso || de Andrade, Avisos espirituales de Santa Teresa de Jesús comentados, que se imprimieron en Madrid en 1647, en dos tomos en 4.° Sobre sus milagros y más causas que motivaron su bea- tificación puede verse el libro impreso en Barcelona en 1621. en 8.°, titulado Beatae Theresiae vitae relationes a P>Mo V factae. Como la reforma que había hecho la santa en la orden del Carmen hubiese excitado los celos y contradicciones de muchos, al punto de tratarla algunos de, mujer turbulenta y vagamunda, sufrió persecuciones que llegaron a calmar su crédito y sus oraciones. Sobre ellas, los conventos que fun- dó y las reglas que dictó para su mejor gobierno, deberán consultarse, además de la citada vida del obispo Yepes, La reforma de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen. en dos tomos, de los cuales el primero salió a luz en Madrid en 1644, por fray Francisco de Santa María ; La vida del Ve- nerable Fr. Juan de la Cruz, primer Carmelita Descalzo, por fray Jerónimo de San José, Madrid, 1641, 4.° ; La historia de Segovia, por Colmenares, Madrid, 1640, en folio ; y la de las Grandezas de la ciudad de Avila, por Luis Ariz, Alcalá, 1601. folio. A instancias de Felipe III, de los arzobispos, obispos y universidades de España, beatificó Paulo V a Santa Teresa en 1614, cuya noticia se celebró con públicos regocijos en casi todos los pueblos principales de la península, de cuyas relaciones formó el padre fray Diego de San José el com- pendio que imprimió en Madrid en 1615, en 4* Para la fiesta que se )| preparaba en esta villa se propuso un certa- men poético en latín y castellano en alabanza de la santa. [2. 72-74] FRAGMENTOS LITERARIOS 42g del Papa y del rey. y se nombraron las personas que debían formar el tribunal de calificación de las piezas que se pre- sentaron. Uno de ellos fué Lope de Vega, quien abrió la se- sión recitando una oración y un discurso en alabanza de la santa. También concurrió al certamen Miguel de Cervantes, con una canción a los éxtasis de la venerable Madre, que se halla impresa en dicho compendio. || ¿Qué ha de ser una lógica? Van ya muchos siglos desde que los filósofos están escri- biendo unos tratados que llaman lógica; mas yo creo que aquí se atraviesa una cuestión muy capital, y es la siguien- te: ¿Es posible una lógica? Todo el mundo habla de lógica, todos los filósofos disputan sobre la lógica, y no veo que na- die piense en si es posible una lógica. Quizás llevan a mal los filósofos el que se entable cuestión semejante; observa- ré, no obstante, que la cuestión sería inoportuna y aun ex- travagante si se me pudiese mostrar una lógica. Yo veo mu- chos libros que se titulan con este nombre, pero si lo hacen con justicia, esto es lo que puede dudarse ; porque si la di- visión entre los escritores es indicio de que no han acertado en la verdad, verifícase esto en sumo grado con respecto a los que han escrito sobre lógica ; porque desde Aristóteles hasta Destutt de Tracy me parece que por su excesivo nú- mero no son para contadas las opiniones que se han disputa- do la arena. Dícese que la lógica es un arte que enseña a pensar bien : éste es el significado propio de esta palabra, dando ahora de mano a las disputas que se || han suscitado a veces de si era o no ciencia. Es decir, que con la lógica hemos de aprender a pensar bien. Y ¿qué es pensar bien? Aquí entran dos tér- minos: pensar y bien. Para dirigir bien una función es nece- sario saber en qué consiste. Y ¿qué es pensar? Tengo un vivo deseo de que estuvieran reunidos en torno de mí todos los filósofos que ha habido, hay, y aun me atrevo a decir los que habrá, y ver cómo me responden a esta pregunta : ¿Qué es pensar? Y digo que me gustaría verlos reunidos y dirigirles esa pregunta, no porque yo me figurase que los había de confundir con mis raciocinios, sino que, mantenién- dome en silencio, escucharía cuál, empezando entre ellos aca- lorada contienda, se hacen trizas recíprocamente sus defini- ciones y sistemas. Y cuenta que no pido yo la definición del pensamiento, llevando la cuestión al terreno metafísico, como exigiendo la explicación de la íntima naturaleza del pensar, y queriendb que se analice si es o no la misma substancia del alma, como pretendió Descartes, u otras cuestiones semejan- 430 PRIMEROS ESCRITOS \Z. 74-76] tes; nada de eso, sino que hablo del pensamiento suponién- dolo una acción, pasión o lo que se quiera, y prescindiendo de la substancia, y hasta de la facultad de que emana o en que se radica, y considerándole tan sólo con respecto a sus objetos, sólo en cuanto es una función. Si concentrándonos dentro de nosotros paramos la aten- ción en lo que allí sucede, notaremos que en nuestra alma hay una muchedumbre de actos entre sí que se ejercen a ve- ces por separado, a veces unidos, que se rozan y se compli- can de mil maneras, que |¡ participan quizás unos de otros hermanándose y apoyándose mutuamente, que a veces se oponen y están en abierta lucha, lo que ha dado origen a tantas clasificaciones como han hecho los filósofos. Se dice que hay percepciones, juicios, raciocinios, que abstraemos, que generalizamos, que analizamos, que recordamos, que imaginamos, que tenemos sentimientos, sensaciones, y qué sé yo qué más ; y aun es regular que anda corto el número de las denominaciones, y que está muy lejos de expresar to- dos los actos que ejercemos y que tan poco conocemos. De todo eso, ¿qué es lo que debe la lógica dirigir? Por supuesto, se me dirá por los de una escuela : Todas las ope- raciones intelectuales propiamente dichas; pero por lo to- cante a la parte o de imaginación, o de sentimiento, o de sensación, sólo en cuanto se refiere a la inteligencia, cuidan- do que no sirva de estorbo y sí de instrumento y de vehículo. Claro es, responderán otros, como pensar y sentir, idea y sen- sación son una misma cosa, no perder nunca de vista seme- jante hecho, y con riguroso análisis ir desenvolviéndolo has- ta que, siguiendo en todas sus fases las transformaciones de una sensación, seamos conducidos a un conocimiento limpio de lo que vienen a ser toda clase de ideas : entonces tenemos el hilo de Ariadna, y a la vez nos encontramos con una teo- ría ideológica muy fecunda y con caudal precioso de reglas de lógica. Estos dos sistemas lógicos, que estriban en otros dos sis- temas ideológicos, abarcan casi todo lo que se ha dicho en la materia: porque bien sabido es que, || prescindiendo de los matices que distinguen las varias escuelas, pueden éstas dis- tribuirse en dos grandes clasificaciones: la una que señala una línea divisoria entre las facultades intelectuales y las sensitivas, y la otra que, confundiéndolas, mira a las prime- ras como una transformación o modificación de las segundas. Mirado el primer sistema, no como lógico, sino como ideo- lógico, es ciertamente muy fundado, muy verdadero, dando al propio tiempo una idea grande del alma y de sus facul- tades; mientras el segundo, estribando en hechos mal asen- tados y peor comprendidos, todo lo confunde, trastorna y achica. No dejaré sin pruebas estas aserciones, exponiendo [2, 76-78] FRAGMENTOS LITERARIOS 431 y analizando los hechos con la posible brevedad. (Aquí se expondrá esta doctrina.) Pero, mirada la cosa bajo el punto de vista lógico, ya se encuentran defectuosos ambos sistemas: porque cuando se trata de dirigir bien las operaciones del alma, no basta sa- ber que las operaciones son distintas, ni tampoco bastaría tener una idea más o menos clara de cada una de ellas, sino que fuera menester un conocimiento de las relaciones que entre sí tienen. Llamo muy particularmente sobre este punto la atención del lector, porque me parece que aquí se encie- rra una de las diiicultades capitales de una buena lógica, y que aquí puede encontrarse una de las razones del extravío en que han andado todas las escuelas y la causa de que con tanto trabajo se haya alcanzado tan escaso fruto. Procuraré exponer mis ideas con la mayor claridad posible, no adop- tando ninguna opinión que no tenga por base los hechos. Por más que sea verdadera la diferencia que media entre el entendimiento y la imaginación, entre la idea y la imagen, entre la voluntad y las pasiones, entre el acto de voluntad y el sentimiento, entre la imaginación y las pasiones de una parte y las sensaciones de otra, tampoco cabe duda que todo se cruza y se complica de tal modo en nuestra alma que a veces es harto difícil señalar los lindes respectivos. Algunos ejemplos harán percibir más claro lo que quiero expresar. Estoy leyendo un pasaje de Homero, de Virgilio, de Tasso, de Demóstenes, de Cicerón c de Bossuet : uno de aquellos pasajes en que el alma se siente afectada en todas sus facul- tades, en que la razón es convencida, la voluntad arrastrada, la fantasía hechizada, las pasiones conmovidas. Si reflexio- no un instante sobre mí mismo, notaré que a la vez juzgo, discurro, quiero, imagino y siento ; casi al mismo tiempo mis ojos se arquean, mis facciones se contraen, mi cabeza se inclina para mostrar la percepción viva de una razón, mi convicción, mi asentimiento ; doy sin advertirlo una palma- da sobre el libro al encontrarme con una imagen que me sor- prende y embelesa, y suelto luego el libro de la mano por- que una palabra, un recuerdo, un no sé qué me ha herido el corazón y me ha arrasado los ojos de lágrimas. Los verda- deros literatos me comprenderán, ellos sabrán que es un hecho certísimo esa complicación en que todo se confunde de un modo inexplicable. Se me dirá que yo adrede traigo ejemplos || de poetas y de oradores, y de los más célebres : pues bien, vamos a otras consideraciones. Tomemos en ma- nos los filósofos: Platón, Aristóteles. Descartes, Malebran- che. Pascal u otro cualquiera. Cuando estos grandes pensa- dores van exponiendo sus sistemas notaréis que, aun cuando traten de expresarse con la mayor precisión, y hasta con la mayor sequedad, apenas saben abrir la boca sin que se les 432 [2, 78-80] escape alguna imagen brillante, alguna expresión bañada de sentimiento, alguna de aquellas reflexiones que hieren a la vez todas las facultades del alma. (Aquí ejemplos con su análisis: hay un hermoso campo.) Y esta imagen que embelesa, esta reflexión sentimental que tan vivo hiere, que parecen arrojadas como al acaso, son colocadas donde conviene para fijar la mente fluctuante del lector, para inclinarla, para dominarla. Es menester confesarlo : el mismo pensamiento que pre- sentado desnudo apenas llama nuestra atención, revestido de una imagen oportuna, o acompañado de un toque sentimen- tal, produce en nosotros un efecto sorprendente. A primera vista parece que todo esto no debería en nada embarazar las reglas de la lógica, pues que en sentando que toda la parte de la imaginación y de sentimiento deben des- cartarse y atenerse únicamente a lo que dice el entendi- miento dejado en toda soledad, queda desvanecido o remo- vido todo el obstáculo ofrecido por la complicación de las facultades del alma. Sin embargo, examinando más a fondo la cosa, se nota que no es así. En primer lugar es bien |l claro que semejante regla no podría servir con respecto al juicio que se forma sobre aquellos objetos en cuyo aprecio entran por necesidad la imaginación y el sentimiento. Quien exa- minase un cuadro de Rafael con el compás en la mano, y negándose a escuchar nada de cuanto le dijera la fantasía y el corazón ; quien escuchase a Rossini o a Bellini, y tra- tase sólo de juzgarlos por combinaciones matemáticas de los sonidos ; quien, analizando un trozo de Racine o de Lamar- tine, se esforzase en conservar su alma en toda sequedad, como quien examina un cálculo de Newton ; quien hiciera todo esto ni reconvenciones merecería: fuera este tal un hombre que ha equivocado su profesión, manejaría preciosi- dades sólo para ajarlas y estropearlas. Pero demos un paso más y manifestemos que no serían la única expresión de tal regla lo que se llaman bellas artes. Supongamos que tenemos en un púlpito a Bossuet o a Massillon, y que nos proponemos escucharlos diciendo antes : Tú no me sorprenderás, desde ahora cierro mi fantasía y mi corazón ; imágenes y sentimientos, todo lo rechazaré, por más brillante, por más tierno, por más grande y sublime que sea ; sólo he de escuchar lo que me diga la razón pura y neta, lo que pase por el crisol ; lo demás no sirve para ha- llar la verdad. Este tal observaría en su rigor la regla lógi- ca y, sin embargo, ¿se necesita advertir ni siquiera que un tal oyente no tendría sentido común y fuera poco menos que insensato? A la vista del magnífico y fúnebre aparato de las exequias de Luis XIV, a la vista del ataúd que encerraba los restos de Luis el || Grande, exclamaba un grande orador, [I, 80-81] FRAGMENTOS LITERARIOS 433 Massillon : «Sólo Dios es grande, hermanos míos» ; y esta palabra hace estremecer al auditorio. ¿No es verdad que se- ría un método bien singular si entonces nos propusiéramos analizar lo que significa la palabra grande, y grandeza lo que significa aquella limitación sólo, y examinar la proposición a la luz de la dialéctica, al solo crisol de la razón pura? Casi no seria posible contener la indignación. Pero bien, se me dirá, en materias de oratoria es otra cosa. Y ¿qué° ¿No he- mos de tener ninguna regla para escuchar a los oradores, para saber'cómo se han de portar las facultades de nuestra alma? ¿Que por ventura los oradores no proponen también la verdad? ¿Es acaso la oratoria un arte de fascinar? ¿Pen- sáis que los oradores no son también filósofos0 ¿ Pensáis que no hay una verdad en aquella exclamación, pero verdad grande, que a la vez se dirige a todas las facultades del alma, a todo el hombre? Rousseau os hablará a veces en el lenguaje de Pascal, Voltaire en el de Racine : el primero os extravía, el segun- do os guía: ¿cómo distinguir la verdad? El separar al en- tendimiento de la imaginación y del corazón no es tan fácil como se cree. Malebranche es un enemigo jurado de la ima- ginación, y, sin embargo, ¿qué imaginación más brillante que la suya? Por esto se ha dicho con mucha delicadeza que Malebranche era un ingrato. Además, aun cuando supiéra- mos que este divorcio se puede realzar muy bien, sería cosa harto dura, y que me parece que no estaría conforme ni con la naturaleza del hombre ni || de los objetos que se ofrecen a nuestra inteligencia. Cuál es la causa, no lo sé ; pero lo cierto es que un pensamiento revestido de una imagen nos ofrece a veces la verdad de un modo tan claro, tan fácil, tan bello y vivo, que sería una locura querer despojar el pensamiento de aquello que sin alterarle, sin cambiar en nada sus dimensiones, a la vez le cubre de luz y de hermo- sura. Nuestra pobre ideología y metafísica podrán no dar en el blanco para explicar estos misterios, pero el hecho existe, y nosotros somos un complejo de espíritu y cuerpo, y cuando pensamos pintamos, y por las pinturas entendemos.' El mundo mismo que nos rodea está lleno de secretas relaciones, de armonías inefables: el mundo físico, el moral, el intelectual, todo está enlazado con tan maravillosas rela- ciones, media entre todos tan hermosa semejanza, que es casi imposible hablar de un orden sin tomar al otro como pres- tados sus objetos. El cuerpo y el alma, el hombre y la so- ciedad, son cosas por cierto bien diferentes: su vida, su sa- lud, son palabras que expresan ideas de órdenes muy diver- sos: y, sin embargo, ¿quién habla del uno sin pasar aun sin advertirlo al otro? Bien se me puede hablar de hábitos, 28 434 TRIMEROS ESCRITOS [2. 81-83] de preocupaciones, de errores; pero estos hábitos, estas pre- ocupaciones, estos errores, que son tan generales, tan domi- nantes, que tienen bajo su señorío la humanidad entera, para mí valen alguna cosa : habrá por ahí secretos que yo no com- prendo, pero habrá algunos grandes hechos, y los hechos son verdades. El hombre sin duda es un misterio, el hombre sin duda yerra mucho; pero || cuando veo un sabio presumido que toma en manos ese hombre, ese misterio, que pretende como descomponerle en piezas, que a cada cosa quiere se- ñalar su lugar, a cada rueda su movimiento, ¿qué sé yo?, su saber, por grande que sea. me inspira muy poca confianza. Hay. además, que observar que el sentimiento y la ima- ginación inspiran no pocas veces al entendimiento, y muy poco ha pensado quien no conoce por experiencia este fe- nómeno. Cualquiera puede haber observado que en el calor de una conversación animada, o a la vista de un espectácu- lo que hiera vivamente la imaginación, le ocurren pensa- mientos que no le hubieran ocurrido jamás; y esto en una escala menor se verifica de continuo, y en todas partes se palpa de un modo particular y en una escala mayor en los hombres colocados en ciertas circunstancias. Fijemos la vis- ta e-n los grandes oradores parlamentarios que ha admirado la Europa de medio siglo a esta parte. ¿Escucháis con asom- bro a Mirabeau cuando truena su voz en la Asamblea cons- tituyente y derrama en pródiga abundancia sus pensamien- tos? Pues señaladle los mismos objetos de su pensar, pero arrancadle de aquella tribuna ; haced que se encierre en su gabinete y que escriba su discurso: ¿pensáis que será el mismo Mirabeau? No lo creáis. Y ¿por qué le habéis apar- tado de aquella escena que, hiriéndole vivamente, removía profundamente aquella alma volcánica, convertía su fantasía en una óptica, hacía de su corazón un ardiente cráter, y ha- cía que brotasen los pensamientos en su mente como los con- tinuados relámpagos en medio de una tormenta? || Peel es a buen seguro un orador parlamentario de tem- ple muy diferente del de Mirabeau; y, sin embargo, ¿cuán- do adquirió su más alta reputación? ¿Cuándo se agrandó su talento? Cuando las circunstancias le estrecharon de un modo terrible, cuando se vió zaherido en su honor, en la época en que se le apellidaba el Judas Iscariote del pelo rojo: es decir, cuando se agitó en su corazón uno de los sen- timientos más poderosos para conmover todo el hombre, el sentimiento del honor. Es tan fundada la observación que acabamos de hacer, que la historia religiosa, política, militar, literaria de todas las naciones, el curso ordinario de la vida, es decir, el linaje humano, nos suministraría a cada paso sorprendentes ejem [2, 83-84] FRAGMENTOS LITERARIOS 435 píos: siempre dondequiera que miremos al hombre encon- traremos su entendimiento inspirado por su fantasía y su corazón. Cuando una necesidad o una pasión nos aguijonean, na- die duda que nuestro entendimiento se hace más fecundo en idear recursos para satisfacerlos : y esto es nueva confir- mación de que los sentimientos influyen mucho sobre nues- tro entendimiento, y que empeñarse en separarle de ellos será no pocas veces cortarle el vuelo y disminuir su alcan- ce. Sigúese de esto que sería pésima regla para pensar bien el depurar enteramente nuestra alma de todo sentimiento, y abstraería en cuanto cabe de toda imaginación ; y aunque a primera vista podría parecer que sólo ofrece inconvenien- tes en cuanto debilita las fuerzas del entendimiento, aflojan- do el resorte || que le comunica la fantasía y el corazón, sin embargo no es así, sino que el inconveniente está muchas veces por parte del mismo objeto que se ofrece a nuestra consideración. Daré de mano a todo lo que pertenece a las bellas letras y artes, prescindiré de las vastas relaciones que tienen entre sí y con las ciencias, y. de consiguiente, de todas las observaciones que en esto podrían cimentarse sobre este complejo para manifestar la complicación én que están nuestras facultades; y así me ceñiré únicamente a ob- jetos científicos, a la esfera de las ciencias morales y polí- ticas. Examinemos estas proposiciones : «El agradecimiento es una virtud; la ingratitud es un vicio.» ¿Quién me las de- muestra con la razón pura? Y, sin embargo, con sólo oírlas pronunciar se excita en nosotros cierto sentimiento que me- jor que todas las razones y demostraciones nos asegura de cierta fealdad que hay en la ingratitud, de la belleza que hay en la gratitud. «El recato es uno de los más bellos ador- nos de una matrona ; el pudor es lo que más hermosea una doncella ; debemos compadecernos del desvalido ; el hombre es más grande cuando hace un beneficio sin esperar recom- pensa del favorecido ; es digno de alabanza y gloria el hom- bre que muere por su patria, etc., etc.» Estas y otras propo- siciones semejantes son sin duda verdaderas y muy ciertas; y, sin embargo, su verdad es percibida de un modo senti- mental, y su perfección se debilita cuando, a causa de que- rer recurrir al entendimiento en toda su pureza y abstrac- ción, nos proponemos hacer un análisis quizás imposible. |¡ Fragmentos de una novela El campanillazo La lluvia que caía a torrentes con el fragoroso estrépito de un diluvio, el viento que azotaba las selvas vecinas y que, batiendo reciamente las puertas y ventanas del convento, las hacía rechinar de mil modos diferentes, no dejaron que fray Pedro pudiese asegurar que el ruido que le acababa de sacar de su somnolencia era el de un campanillazo de la portería. Mas bien pronto vino a sacarle de su incertidum- * . [Nota bibliográfica —Durante mucho tiempo tentó la pluma de Balmes el ideal de una novela, inculcado, según creen algunos, por el P. Claret. Había concebido un plan vastísimo que se había de desarrollar en cuatro o cinco tomos. García de los Santos dice que él solo tal vez conocía este plan, y da de él una descripción que que- remos poner aquí para que el lector pueda apreciar mejor el valor de los fragmentos que nos quedan: «Pensaba poner en acción todos los principios con que en sus obras filosóficas había conquistado tan alto renombre, para conse- guir de este modo generalizar sus doctrinas en todos los sexos, eda- des y condiciones. La idea religiosa, la política y la social puestas en acción, siendo los protagonistas un monje y un proscripto, que era el título que anticipadamente había dado a su obra. Por no expo- nerme a alguna inexactitud no trazaré aquí el plan de ella con to- dos sus episodios : tuve la inadvertencia de no incluirlos minucio- samente entre los apuntes que formaba para esta obra, cuando me los refirió detalladamente; diré, sin embargo, el pensamiento que quería desarrollar. »La reacción política de 1823' hizo emigrar de España a un per- sonaje afiliado en el partido liberal por evitar la muerte a que es- taba condenado y de que pudo librarse huyendo de la prisión. Al llegar al extranjero pidió hospitalidad a un monasterio que había en despoblado, donde encontró un recibimiento altamente caritativo. Sus ideas sobre los monjes eran bastante desfavorables a éstos Los consideraba como nombres muy egoístas, víctimas unos de la igno- rancia, otros del fanatismo e incapaces de ideas elevadas en prove- cho de la humanidad. Pero el encargado de acompañarle los días que allí permaneciera fué un monje anciano 1 que había estado 1 Algunos creerán ver en esto un plagio del hermoso libro El Evan- gelio en triunfo; sin embargo, fácil será notar, por lo que me resta que decir, que en la novela proyectada por Balmes la idea religiosa era tal vez la parte que menos hubiera ocupado en la obra, siendo así que ésta es la que constituye todo el asunto de la del s^ñor Olavide — (Nota de Benito (Jarcia de los Santos.) [2, 89-90] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA IÍ37 bre otro más vivo y seguido de una especie de repique que indicaba la impaciencia de quien estaba llamando. A los po- cos momentos se oyó el gruñido de una puerta que se abría con cuidado y el de unas sandalias que pisaban más ligero que de costumbre para no interrumpir el silencio en que es- taban sepultados los larguísimos y angostos corredores de la solitaria morada. — ¿Quién llama? — Abrid por caridad. — ¿Quién sois? |¡ — El viento y la lluvia nos están ahogando. — ¿Hay alguna necesidad en las casas de la comarca? —¿Qué más necesidad que la de tan espantoso temporal, en estos lugares, y en el corazón de la noche?... Estas palabras, pronunciadas con tono algo desabrido, re- trajeron a fray Pedro de abrir ; y subió de punto su repug- largo tiempo en diferentes misiones y que reunía a la ciencia del hombre de estudio la experiencia de la edad pasada entre el infor- tunio, entre las pasiones, entre hombres de todas las clases de la sociedad y de muchos países, y la tolerancia del misionero que tiene que recoger los frutos espirituales a fuerza de caridad para atraer a los que van fuera del buen camino, con la mansedumbre del apóstol. »E1 monje, debiendo contestar a los argumentos del proscripto en materias religiosas, debía probar con los resultados la excelen- cia de la religión : he aquí ia idea religiosa. En la descripción de las misiones, denlos planes de los misioneros, que llevan la ilus- tración a países incultos, debía presentar el verdadero aspecto de la civilización, en lo que pensaba extenderse bastante cotejando las costumbres de diferentes países, con variados proyectos para el perfeccionamiento social que no adoleciesen de los errores de los que emite Eugenio Sué en sus inmundas obras, por basarlas en principios destructores de la sociedad. He aquí la idea social. La comparación de épocas con épocas, y sistemas con sistemas, y las escenas con un amigo del proscripto, darían lugar al desarrollo del sistema político, en el que bosquejaría la historia de la revolución : he aquí la idea política. «Conociendo las cualidades de Balmes y el espíritu del siglo que sabía inocular en todos sus escritos, aim en los más religiosos, había que esperar que estas cuestiones fuesen presentadas de un modo in- teresante aun para los mismos escépticos: sabiendo el estudio que tenía hecho de la revolución era de creer trazaría con verdad y con interés la historia de nuestras discordias, juzgando a veces con una sola palabra a los personajes de ella ; y sabiendo cuánto alcanzaba en ciencia social, debía esperarse trazaría magníficos proyectos en que se realizarían las utopías de los socialistas, que son utopías por faltarles la sólida base que Balmes desde luego les hubiera dado De la variedad de sus conocimientos, de su amenidad, de su belleza de estilo era de esperar que el monje hubiera sido una gran creación. «Interesantes episodios hubieran amenizado esta obra en que Balmes pensaba haber hecho un esfuerzo de imaginación La revo- lución le hubiera suministrado escenas palpitantes; los peligros de los misioneros hubieran movido el corazón al referir los sublimes sentimientos de los que arrostran el martirio por llevar a tierras lejanas la verdad del Evangelio; mas para que la relación de aque- llos sucesos de tanta importancia y trascendencia para la sociedad 438 PRIMEROS ESCRITOS [2. 90-91] nancia al oír las patadas de un caballo y las medias palabras murmuradas por «tro hombre y que al parecer no eran ben- diciones. El buen lego no se atrevía a cargar sobre sí la res- ponsabilidad de abrir la puerta a personas desconocidas en las altas horas de la noche ; tampoco se resolvía a dejar a aquellos viajeros a la puerta a merced de una horrenda tem- pestad que por momentos arreciaba ; todo el mundo estaba recogido en el convento, y no se atrevía a llamar a nadie. Ocurrióle que tal vez el P. Leandro, quien con mucha fre- cuencia estaba en su bufete hasta las dos de la madrugada, tal vez no se habría acostado aún, pues en el reloj del corre- dor acababa de dar la una. La luz que se veía por la cerra- dura indicó a fray Pedro que el P. Leandro estaba todavía en vela. El respeto que inspiraba este padre a la comunidad entera llegaba en el pobre fray Pedro a una especie de ve- neración religiosa y tenía algo de un acatamiento tímido, que toda la amabilidad del P. Leandro no había podido des- vanecer. Así comprenderán fácilmente nuestros lectores que se acercaría a la puerta conteniendo la respiración, que se pararía algunos momentos indeciso antes de dar, con los nudos i| de los dedos, dos golpecitos apenas perceptibles. — Adelante. — Deo gratias. — ¿Qué ocurre de nuevo?— dijo el padre, levantando la cabeza y dejando la pluma en el tintero. — Llaman a la puerta y yo no me atrevo a abrir: dicen que quieren guarecerse de la lluvia, pero oigo patadas de un animal, y al subir me parece haber oído el relincho de un caballo. — Abrid, abrid: por estas tierras los ladrones no llevan caballo. — Pero hay más de uno... — Tanto más motivo para no dejarlos perecer a la puerta. hubiesen excitado más el interés del bello sexo y éste tuviera per- sonajes por cuya suerte interesarse con el vivo sentimiento con que se afecta el tierno corazón de la mujer, hubiera presentado bajo todas sus fases el amor conyugal en la esposa del proscripto; el filial en el de una hija suya; el paternal haciéndole más simpático por la ausencia forzosa, presentando después el premio de una amis- tad sincera en el enlace de su hija con un joven de elevados senti- miento,'?, compañero inseparable suyo en la desgracia. Completaria el cuadro con episodios entre gente de la ínfima clase, dependientes de los personajes que figuraran en la novela, los cuales amenizasen con sus sencillas ocurrencias sobre el modo de resolver las cuestio- nes que no pudiesen tener cabida al lado de los personajes sublimes. »Tal era el pensamiento de la obra, la mayor parte de cuyas escenas me refirió de un modo tal, que revelaba la fe con que pen- saba en este ensayo.» Los fragmentos que nos quedan de este plan quedaron inéditos entre los papeles de Balmes, y fueion publicados en la página 113 de los Escritos póstuvws. De ellos tomamos nuestro texto.] [2. 91-93] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 439 — Creo que uno de ellos estaba maldiciendo. — Es que no todos los que maldicen son ladrones. — En fin, yo lo que vuestra paternidad me mande; pero... — Abrid, abrid, que está diluviando ; sobre mí la responT sabüidad — y, tomando la pluma, continuó escribiendo. No sin algún miedo cumplía fray Pedro las órdenes del P. Leandro ; y, olvidándose de los padres que dormían, agi- taba un manojo de gruesas llaves, hacía mucho ruido, como •diciendo: Ya voy. sin duda para calmar de antemano la có- lera del maldecidor. Abrióse por fin la puerta y. al resplandor de su linterna y de los continuos relámpagos, vió fray Pedro a los dos huéspedes, cuyas cataduras le tranquilizaron completamen- te. Era, el uno, un caballero || de apuesta figura que frisaba en los treinta y cinco años, y, por la elegancia del traje y finos modales, indicaba una persona de categoría no vul- gar; y el otro, que parecía su criado y cuyas maneras brus- cas revelaban una clase muy inferior, era un hombre que no bajaba de los cuarenta, con alpargatas, pantalón blanco, camisa azul con listas, chaleco y chaqueta de un aldeano del país y un pañuelo en la cabeza. — Usted había tenido miedo de nosotros — dijo el caba- llero pasando la puerta y sacudiendo su levita y pantalones, que estaban chorreando. — No..., pero... — Es cierto, es cierto ; a estas horas no hay que fiar. — Pero ¿a qué tener miedo? — dijo el criado, entrando con la capa, la valija y el bastón — . Por María Santísima, que nosotros no somos gente de robar a nadie. — El caballo, Pérez, el caballo.... que estaba sudando a mares cuando nos ha cogido la lluvia — dijo el otro, que no quería que el lego y el criado se trabasen de palabras. — Buenas noches, caballeros — dijo presentándose de im- proviso el P. Leandro. — Para servir a usted, padre — contestó inclinándose el ca- ballero, con un expresivo gesto de amabilidad respetuosa — ; tal vez le habremos incomodado a usted... ¡Cuánto lo siento! ... — Nada de eso ; no me había acostado aún ; y el buen hermano Pedro, que no las tenía todas consigo al verse con huéspedes tan a deshora, ha venido a contarme su cuita — dijo sonriéndose — ; y veo que no || me he equivocado, pues en vez de ladrones como él recelaba nos encontramos con amable compañía. — Mil gracias, padre — dijo el caballero, cuya fisonomía se dilataba agradablemente al oír el lenguaje cortés de aquel anciano, cuyo semblante, noble y sereno, bien que surcada 440 PRIMEROS ESCRITOS [2, 93-94] por los años y los padecimientos, conservaba todavía una dulzura que realzaba ios de severa gravedad que imprime en la fisonomía una larga práctica de las más austeras virtudes. — Este caballero necesita descanso — dijo el P. Leandro di- rigiéndose a fray Pedro — . Aparejad pronto cena y llamad algún hermano para que le disponga la cama en uno de los mejores cuartos, ínterin le proporcionáis uno provisional- mente para mudarse ese traje empapado en agua. — Os agradezco tanta solicitud, padre — respondió el ca-* ballero — ; y desearía que mi importuna llegada no prolon- gase vuestras vigilias más de lo acostumbrado. — Me es indiferente el acostarme tarde o temprano; de buena gana os acompañaría hasta el amanecer ; pero voy a dejaros para que estéis en completa libertad. Un saludo cordial puso fin a aquella conversación : el pa- dre se retiró a su celda, y el caballero fué a reponerse del cansancio y contratiempos del viaje. Mientras Pérez estaba hablando del mal tiempo, y del miedo de fray Pedro, y del caballo, y se ponía en íntimas re- laciones con los demás legos que se habían levantado para obsequiar al caballero, éste se hallaba sentado a la mesa su- mamente pensativo, |j olvidándose de que con su actitud dis- traída y meditabunda llamaba la atención de cuantos le ro- deaban. — Mi señor — dijo Pérez — , parece que el temporal le ha dejado a usted sin apetito. — Cierto ; y me hallo tan constipado que no sé si será prudente que mañana sigamos el viaje. — Sería una imprudencia — contestó fray Pedro con un aire de sincero interés que llamó la atención del caballero. — Pero ¿qué quiere usted? — replicó éste, como exploran- do el terreno — . Aquí estaremos incomodando, y esto no me gusta. — ¡Incomodando! — replicó un hermano que ansiaba to- mar parte en la conversación — . A los padres les agrada mu- chísimo que vengan visitas de personas como usted ; esto es tan desierto..., y se fastidian de no tener con quién conver- sar. Crea usted que no sólo se complacerán en que perma- nezca mi señor unos días para reponerse de la fatiga y del constipado, sino que desearían muchísimo que permaneciese aquí una larga temporada. Al oír estas palabras, el caballero no pudo contener la expansión del gozo que se pintó visiblemente en su fisono- mía; ¡el corazón del desgraciado se abre tan fácilmente a la esperanza ! . . . — ¿Y serán pocos los padres? — continuó. — No tan pocos ; en la actualidad son en bastante número. [Z. 94-96] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 44 i y. sobre todo, hay ese P. Leandro que vale por ciento: es un sabio y un santo ; desde que él ha venido parece que ha embalsamado la casa con el olor de sus virtudes. |! — ¿Hace poco tiempo que está aquí? — Cosa de un año ; vino de las Indias, donde ha estado mucho tiempo. — Será ya muy anciano. — Sí, anciano es, pero se conserva bastante bien. — ¡Oh! Estoy seguro que mañana le habéis de conocer a la primera ojeada entre toda la comunidad ; es de estatura regular ; más bien alto que pequeño ; su figura en extremo agradable ; su rostro conserva todavía la blancura y el son- rosado de la juventud; su frente es espaciosa y calva; con una mirada nos impone respeto a todos, y, sin embargo, no nos ofende ni aterra. — ¿De quién habláis? — dijo fray Pedro, que entró a la sazón atareado en arreglar no sé qué cosas con Pérez. — Del P. Leandro. — Pero si este caballero ha estado hablando con él... — ¿Aquel padre? — dijo éste, afectando una sorpresa que no sufría, pues rato ha que lo había adivinado. — ¡Ah! Sí, sí — dijo fray Pedro, con cierto aire de autori- dad y satisfacción — . Es muy hábil; de lo mejor que tenemos en la orden ; yo he oído a muchos, porque en otros tiempos abundaban más que ahora ; pero conozco que ni el P. Ger- vasio, ni el P. Marcelino, ni el lector Fulgencio, ni el defi- nidor Fernández le llegaban a la suela del zapato. — ¿No? — dijo el caballero, estimulando la gana de hablar de aquellos hombres. |' — ¡Ah! No, no — replicó gravemente fray Pedro, arreglan- do sobre la mesa los postres — , y quien le diga a usted lo contrario le engaña ; porque, al fin, tocante a cosa de argu- mentos y sermones, aquellos padres habían llegado al tér- mino ; pero éste lo sabe todo ; hasta habla no sé cuántas len- guas ; y en unos estantes cerrados tiene hasta los libros de los herejes y moros. — Vaya, que eso me admira. —Oiga usted, oiga usted, que no hemos dicho más que el abecé ; ha disputado con muchos, y dicen que ha convertido a varios; añaden que una buena parte de su correspondencia es de consultas de gentes que cojean ; yo no sé lo que hay ; lo cierto es que, si me da la curiosidad de leer algunos so- bres de los suyos, siempre se me antoja que son de gente gorda ; y recibe unas cartitas tan finas y tan bien adereza- das, que ya, ya... El caballero había sabido cuanto deseaba y podía saber por entonces; y no queriendo prolongar la conversación por no manifestar curiosidad, mostró ganas de recogerse, llaman- 442 FRIMEROS ESCRITOS [2. 96-98] do a Pérez, que, no interesándose en la conversación maldita la cosa, se había dormido en su silla, y, con la cabeza caída sobre el pecho, roncaba estrepitosamente. LOS EFECTOS DE LA LLUVIA El caballero había pasado gran parte de la noche refle- xionando sobre su situación, sobre los peligros || que ofre- cían tres largas jornadas hasta la frontera de Francia, y no se olvidaba de que era muy probable que encontrase vigi- lados los pasos del Pirineo. La soledad del desierto convidaba con un asilo; nadie había de pensar en que allí se ocultase un proscripto, y, además, no siendo conocido en el país, era muy posible una ficción que no permitiese a los frailes la más ligera sospecha. La presencia del P. Leandro y la inte- resante descripción que de él habían hecho los legos infun- dían alguna esperanza de que, en un caso extremo, se pu- diese hallar en el respetable anciano un hombre que se com- padeciese del infortunio y no se alarmase por revelaciones de cierta especie. De todos modos, el permanecer breves días allí no podía ofrecer ningún peligro. La dificultad estaba en encontrar un pretexto para prolongar el hospedaje. Los rayos del sol penetraban hasta la alcoba del recién venido, y todavía no le había sido dado pegar un momento los ojos ; muy al contrario Pérez, que, durmiendo en una pieza inmediata a la de su amo, había pasado la noche en un sueño, sin devanarse los sesos por lo que pudiera suceder mañana. No parecía sino que el peligro fuese su elemento natural, y que para él fueran indiferentes la vida o la muerte. Vano habría sido el empeño de ponerle mohíno o medroso ; lo escuchaba todo con desdeñosa sonrisa, iba mo- liendo el tabaco entre las palmas de la mano, plegaba el ci- garrito, y, contoneándose garbosamente, parecía conjurar todos los riesgos con un lo que fuere sonará. || Levantándose a la voz de su amo, se arrimó a la cama de éste, y se trabó en voz baja la conversación siguiente : — ¿Qué te parece? ¿Continuamos hoy el viaje? — Como usted quiera, lo que es piernas no faltan. — ¡Está tan lejos la frontera! — Pero ¿qué hacemos aquí? — Pasar unos días, y luego veremos. — No me parece mal; y, además, esos legos no son de mala casta, y a los dos días nos entendemos. — ¿Cómo nos entendemos? — Quiero decir que me han de querer a mí como la niña de sus ojos ; y más que nadie el que tenga la llave de la bodega. [2, 98-100] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 443 — Por Dios, Pérez, gastas tanto humor que me haces du- dar de si te acuerdas de la situación en que nos encontramos. — ¡Toma si me acuerdo! Pero le veo a usted con cara tan triste que, si yo me doy pena, han de conocer a cien va- ras de distancia que llevamos en manos algún mal negocio. — ¿Y de qué pretexto nos valemos? ¿Del constipado? — Mandarán venir al médico, y en cuanto le encuentre a usted tan fresco como rosa en la mañana, todo se lo lleva la' trampa. Además, ¿qué necesidad tenemos de llamar cu- riosos que nos contemplen de cerca las barbas y nos mue- lan a preguntas? — ¿Pues entonces? — Muy sencillo. Que suele usted padecer dolores reumá- ticos en el muslo y caderas, que se iba usted || a los baños, que con el chubasco de ayer se removió la cosa, y el médico no ha de venir, y. si viene, el más pintado no ha de conocer si le duele a usted el muslo. Este mal no obligará a cama ni dieta ; y si no entiende usted de fingirse el- cojo, yo le en- señaré a usted cómo se hace, que más de cincuenta veces me ahorró el arte de la cojera el estar de plantón en una ga- rita en las malditas noches de invierno. ¿Estamos? — Bien pensado. — Pues desde luego me voy a hacerme el atareado para calentar y ahumar unos paños con flor de saúco, y los buenos padres van a creer a pie juntillas que usted no puede hoy continuar el viaje, ni podrá mañana. Entre tanto explora- remos el terreno, veremos si pega ; y Dios sobre todo. — Como tú quieras. Las visitas Acababan los religiosos de poner fin a sus ocupaciones de la iglesia, y ya la habitación del huésped se hallaba llena de padres, que, solícitos, preguntaban al doliente sobre el estado de su salud. Pérez no se había olvidado de ayudar dos misas, de tomar parte en el arreglo de las cosas de la sacris- tía, de sacar agua de la acequia, de cuidar con su caballo los mulos del convento ; en fin, manifestábase un veterano en todo el sentido de la palabra. Al verle entrar y salir del cuarto de su amo, y ¡I hablan- do con todos los padres, y sabiendo ya sus nombres, y tra- tándolos con cierto aire de cortés familiaridad, se hubiera creído que llevaba ya largos días de residencia en el conven- to. Por lo tocante a cocineros y despenseros, la amistad con ellos era ya íntima y cordial. A poco rato entró también el venerable P. Leandro, que, saludando a los concurrentes con ademán afable, fué a sen- 444 PRIMEROS ESCRITOS [2. 100-101] tarse junto a la cama del enfermo, a invitación de los que ocupaban aquel puesto. Cual si la presencia de aquel padre les impusiera, se fueron retirando uno tras otro, hasta que- dar enteramente solos el caballero y el P. Leandro. — Sería bueno — dijo éste — que usted permaneciese unos días aquí para restablecerse completamente. — Pero la temporada de los baños se va pasando, y es preciso... — ¿Qué baños piensa usted tomar? — No sé... Todavía el médico no se ha decidido... Pero... El P. Leandro notó en el semblante de su interlocutor una turbación muy visible, y, sin empeñarse en una curio- sidad molesta, torció el curso de la conversación, hablando primero en general sobre el gusto que se iba tomando a los baños en todos los países de Europa, aprovechando la opor- tunidad para recordar las costumbres de los antiguos en esta parte, y sacando así discretamente al caballero del conflicto en que parecía encontrarse en lo relativo a expli- caciones sobre su enfermedad y remedio. — A propósito de antiguos — dijo el caballero, (j apresu- rándose a salir del apuro — , ¿hay buena colección en la bi- blioteca del convento7 — Mediana ; si usted gusta, al levantarse se lá enseñaré a usted; lo que es la biblioteca no es numerosa, pero sí bastante escogida. — Es para mí el mayor de los atractivos. — Entonces — repuso el P. Leandro — , deseamos que el atractivo llegue a la fascinación y que dure por mucho tiempo. El caballero inclinaba respetuosamente la cabeza con la expresión de la más amable gratitud, cuando entró repen- tinamente Pérez. El P. Leandro aprovechó la oportunidad, y se despidió cortésmente. LOS CORREDORES A poco rato se había levantado ya el recién venido, y. a pesar de todas las excitaciones de su criado para que se hi- ciera el cojo, no pudo resignarse a representar un papel que le parecía indigno de su persona. Resolvióse a decir que se sentía ya muy aliviado, y así no hubo inconveniente en que anduviera por aquellos corredores con paso bastante firme, y que ocultaba difícilmente los hábitos marciales. Hubiera de- seado visitar desde luego al P. Leandro ; pero, si bien la ama- bilidad y la discreción de este religioso le tenían encantado, le inspiraba algún recelo la penetración que en él había des- cubierto. El que está rodeado de peligros se inclina natural- [2. 101 103] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 445 mente a la suspicacia. Así fué continuando su paseo ¡| por los dilatados y estrechos corredores, parándose con frecuen- cia a mirar algunos cuadros viejos suspendidos a trechos en las paredes, hasta llegar a una puerta mayor que las otras, de la cual pendía un pequeño rótulo en que se prescribían algunas reglas para los que entraban en aquella pieza. Era la biblioteca. El corazón del caballero se dilató agradablemente con el encuentro de un lugar que le permitiera pasar las horas con distracción, sin conversación de curiosos o importunos, y apartado de los padres la mayor parte del día, sin ser cul- pado de misántropo o descortés. En el acto fingió sentir cu- riosidad de leer la primera obra de algún interés que le viniese a la mano, y de este modo lograba su objeto con un disimulo suave. Empujó, pues, la puerta y entró en la espa- ciosa sala, determinando poner en planta su designio. Estaba la biblioteca en una espaciosa sala rectangular, ocupada en su longitud por una serie de mesas de nogal, y a uno y otro lado estantes del color de madera, con unas cor- nisas de muy buen gusto, todo muy sencillo, pero muy asea- do, en algunos de los cuales había esferas armilares, globos terráqueos y algunos libros. Veíanse acá y acullá algunos re- ligiosos, quién escribiendo, quién leyendo, quién revolviendo volúmenes en ademán de buscar alguna especie o noticia. Junto a un grande armario de diferente madera y cons- trucción, y que por las puertas que tenía indicaba encerrar objetos que no franqueaban indistintamente I a todos, se hallaba el P. Leandro inclinado sobre un códice antiguo, apoyando su mano izquierda sobre un papel en que había algunas notas, y sosteniendo su frente con la derecha, en la cual tenía con descuido la pluma entre los dedos cordial e índice. El caballero se adelantaba pausadamente a lo largo de la sala, fijando la planta con suavidad y vacilando para hacer con las botas el menor ruido posible; mirando a derecha e izquierda para enterarse de la disposición de ella, saludando cortésmente a los religiosos a cuya inmediación pasaba, quienes le correspondían con una profunda inclinación de cabeza. Como el P. Leandro estaba inclinado sobre el códice y cubría su frente con la mano derecha, el caballero no le conoció hasta que estuvo muy cerca de él ; y, si bien sentía un ligero desagrado en verse precisado a entrar en conversa- ción, no obstante no pudo dispensarse de dirigir un saludo respetuoso al venerable padre, tan luego como éste levantó un instante los ojos. El saludo fué no sólo amablemente correspondido, sino que el P. Leandro se apresuró a levantarse y a ponerse en 44r PRIMEROS ESCRITOS [2, 103-105] disposición de acompañar al caballero, plegando con prisa el códice, metiendo sus notas en una bolsa de cuero que te- nia sobre la mesa y quitándose los anteojos. Mientras esto sucedía, el caballero se había acercado rápidamente al reli- gioso, y poniendo cortésmente su mano sobre el códice que plegado ya iba a ser metido en el armario : — No puedo permitir — dijo — que usted se moleste. || y siento sobremanera haberle distraído a usted. — Nada de eso — contestó, sonriéndose, el P. Leandro. — Sin embargo, no hay necesidad de... — Sea enhorabuena — replicó el padre — ; si usted se em- peña en que trabaje, trabajaré ; pero, a decir verdad, la pe- reza ahora tenía una disculpa excelente, y si usted me la quita no le queda otro remedio sino sufrir y callar. Estas palabras las acompañó el padre de una suave son- risa, encogiéndose de hombros, y como disponiéndose a em- pezar de nuevo su tarea. — No quiero, sin embargo, cargar con la nota de ingrato la de importuno — replicó el caballero — ; será para mí muy grata una interrupción que le proporcione a usted descanso y a mí tan respetable compañía. El P. Leandro se sonrió apaciblemente, expresando con una ligera inclinación de cabeza su gratitud, ínterin iba arre- glando y plegando el códice, que ya se descomponía de puro viejo. — Esta lectura no es para mí — añadió el caballero, que de- seaba saber cuál era la ocupación del P. Leandro. — ¿Por qué no? — contestó éste — . Pues no es de los más antiguos ; y, además, no está mal conservado. — Ya ; pero, aun cuando estuviese impreso en una bri- llante edición de París, se me había de alcanzar lo mismo que estando manuscrito. El P. Leandro metió tranquilamente su códice || en el armario, dando vuelta a la llave, sin responder una pala- bra a las indicaciones del caballero, como si no hubiese re- parado en ellas. El caballero había esperado picar algún tanto la vanidad del padre, empeñándole en conversación sobre el códice árabe y haciéndole caer en la red en que tan fácilmente se envuelven aun los hombres más distin- guidos cuando se les ofrece alguna ocasión de lucir sus cono- cimientos. Mas el P. Leandro era uno de aquellos espíritus superiores que, fundados sólidamente en los austeros prin- cipios de la humildad cristiana, juzgan indigno de su alma el saborearse en los perfumes de la lisonja. Cambiando, pues, la conversación con suavidad y sin afectación de ningún gé- nero: — ¿Sabe usted — dijo, mientras forcejaba por probar si |2, 105-107] FRAGMENTOS DE LiNA NOVELA 447 el armario quedaba bien cerrado — que hemos tenido que ase- gurar bien estas puertas para evitar el extravío de papeles interesantes? —¿Es posible? —Ya se ve ; como el hallarse el convento en despoblado hace que haya poca vigilancia en la biblioteca, todo ei mun- do, así los de casa como los forasteros, lo revolvía todo por sí y ante sí, de lo que resultaron algunas pérdidas sensibles. El caballero, que había tendido al P. Leandro el lazo de la vanidad, se quedó sorprendido al notar con qué natura- lidad y soltura había sabido evitarle el buen religioso ; des- de aquel momento comenzó a sentir hacia él un respeto pro- fundo. El efecto de la vanidad es directamente opuesto al que se propone el vanidoso: busca la buena opinión, la ala- banza de || los demás, y sólo se granjea el menosprecio y el ridículo ; pero el hombre que sabe sobreponerse al placer de la alabanza adquiere para ella nuevos y poderosos tí- tulos. Los deseos de entablar con el religioso alguna conversa- ción crecían tanto más en el caballero cuanto más modesto se había mostrado aquél : estaba expuesto a gravísimos peli- gros, estaba solo en el mundo y ansiaba descubrir en él al- gún rayo de esperanza. «¿Quién sabe, se decía a sí mismo, quién sabe si en este padre hallarías, ya que no protección, al menos saludable consejo?» Las noticias que sobre él le habían dado los legos en la noche anterior y la dulzura de su semblante, la finura de sus modales y la amabilidad y discreción de sus palabras, le habían hecho concebir la idea de que el P. Leandro debía de ser un hombre tolerante para toda clase de opiniones y compasivo para todos los in- fortunios. Al apearse la noche anterior a la puerta del con- vento había tenido la intención de salir de aquella mansión tan pronto como rayase la aurora, pues sólo las instancias de su criado, lo intransitable de los caminos y la violencia de la tempestad habían podido decidirle a detenerse en un lugar en su concepto tan peligroso. Sin embargo, aquel so- bresalto desapareció en gran parte con la presencia del P. Leandro ; pero tan pronto como pudo hablar con él sen- tíase vivamente impulsado a depositar toda su confianza en quien le parecía incapaz de una traición, y no poco a pro- pósito ya para aconsejarle, ya para auxiliarle quizás en un trance apurado. Antes se azoraba a la || sola vista del convento, y ahora aquella casa le parecía ya poco menos que un asilo seguro. Volviendo, pues, a anudar la conversación, dijo el caba- llero al P. Leandro : — Parece que la biblioteca es bastante numerosa. — Sí — respondió el padre — ; la lástima es que por falta 44g PRIMEROS ESCRITOS [2, 107-108] de fondos no se adquieren obras modernas, y así se va que- dando rezagada. Pero, tal como sea, si usted gusta de verla, esperaremos un momento a que entre el bibliotecario, que acaba de salir. — Como usted guste — dijo el caballero. — Porque, amigo — continuó, sonriéndose, el P. Leandro — . porque, anciano como usted me ve, no me atrevo a tomar de los estantes un libro por mi mano ; yo fui el primero que me quejé del abuso de que le he hablado a usted, y pro- puse el remedio ; así no puedo dispensarme de someterme a las reglas establecidas para los demás. — Sin embargo — dijo el caballero — , esto me parece que es llevar muy allá la delicadeza ; porque no puedo persua- dirme de que el superior no le tenga a usted por exento de la observancia de estas pequeñas formalidades. — Sin duda — replicó el P. Leandro — ; pero de esas for- malidades, pequeñas como son, depende el conservarse el orden, y aun la misma biblioteca. En general, no se com- prende bastante toda la importancia de cosas al parecer de escasa monta : si pudiésemos asistir a la descomposición de las cosas más grandes notaríamos que suele comenzar por averías pequeñas: la gangrena empieza por un punto quizás imperceptible || de la extremidad del cuerpo, y pocas horas después ya llega al corazón. — Ciertamente — dijo el caballero — ; pero preciso es con- venir en que se ha de hacer distinción de personas y de cosas. — Ya se ve — replicó el padre — ; pero cabalmente esta dis- tinción suele ser la rendija por donde se introducen los abusos. Todas las instituciones humanas están de continuo expuestas a la acción de las pasiones ; si el barco no está calafateado con escrupulosidad no tardará en hacer aguas. El caballero había descubierto ya en esta breve conver- sación el espíritu observador del P. Leandro ; conoció, des- de luego, que aquel modo de mirar las cosas y aquel len- guaje eran de un hombre distinguido por la claridad y cul- tura de su talento ; eso de elevar tan fácil y rápidamente la conversación trasladándose con mucha naturalidad desde el rigor de una pequeña regla a la consideración de las insti- tuciones humanas, le indicaba que el anciano religioso es- taba acostumbrado a meditar, y que era hombre de concep- tos elevados. En efecto, el P. Leandro era de aquella clase de ingenios que, dominados por un espíritu de modestia y verdadera humildad, no se esfuerzan por darse a conocer ; pero tan pronto como la conversación los pone en movimiento des- pliegan involuntariamente sus alas y se levantan a grande altura. No era muy amigo el recién llegado ni de comuni- [2, 108-110] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 449 dades religiosas, ni de observancias rigoristas ; pero, afi- cionado naturalmente al estudio del corazón humano, com- placíase II en filosofar sobre cuanto tenía relación con él. Así, aprovechóse gustoso de la disposición que había notado en su interlocutor, con tanto más gusto cuanto que concebía alguna esperanza de descubrir por este medio lo que desea- ba saber. Con la mira, pues, de andar con la sonda en la mano: — Convengo — dijo — en que a veces importa no despreciar- las pequeñeces, y que, sin esta precaución, todo lo humano está muy dispuesto a malearse ; pero tampoco se debe des- conocer que es necesario no llevar las cosas a la exagera- ción, de la cual, a su vez, resultan males gravísimos. — Ne quid nimis — replicó el padre — ; ésta es una regla general de prudencia ; pero no quiero yo decir que sea ne- cesario exagerar nada, ni aun proceder con excesivo rigor en todas las cosas. Antes al contrario: más a menudo me ofrezco por conciliar la suavidad con la rigidez. — Pero si hemos de seguir el sistema de observar rígida- mente las cosas más pequeñas nunca será posible la suavidad. — Pues yo veo las cosas de muy diferente manera. — Sin embargo, me parece difícil que... — Pues yo lo creo muy fácil. Una ley suave, ¿puede ser observada rígidamente? — No cabe duda. — Una ley severa, ¿puede ser observada flojamente? —Cierto. — Pues he aquí mi sistema : en las instituciones, en las leyes, en todo, no me importa que haya mucha || suavidad, mucha indulgencia, si se quiere ; pero, tales como sean, con- viene guardarse de quebrantarlas en lo más mínimo. Una vez dado el primer paso ya es difícil detenerse; y si las infracciones son muchas, aunque sean pequeñas, a pesar de su pequeñez darán por tierra con la institución o la ley. — Comprendo la idea: y me gusta mucho este modo de ver las cosas. La observación es luminosa, y desde luego se agolpan a la mente un sinnúmero de aplicaciones, así en el orden privado como en el público. Al pronunciar esta última palabra se encontraron los ojos de los dos interlocutores, cambiando una de aquellas mira- das en que dos espíritus escudriñadores se interrogan mu- tuamente sobre un asunto con respecto al cual nada sería capaz de hacerles entrar en explicaciones verbales. El uno parece decir al otro: ¿Qué piensas sobre esto?, y ambos pa- recen acabar por un secreto sentimiento de haberse adelan- tado en demasía. La mirada es un conducto de expresión mil veces más pronto, más universal que la lengua. En una mi- 29 450 PRIMEROS ESCRITOS [2, 110-112] rada se encierra a veces un discurso y un cúmulo de senti- mientos que muchas palabras bastan apenas a explicar. En este momento entró Pérez en la biblioteca trayendo en la mano las gacetas y algún diario de avisos que acaba- ban de llegar por el correo. Sin aire de pensar siquiera en el caballero, entregó los papeles al P. Leandro de parte del padre prior, que le acostumbraba dar siempre la preferencia. — Al fin veo la faja rota — dijo el padre — ; y || me ale- , gro, porque así conozco que el prior los ha leído ya. — No — contestó Pérez — : acaban de llegar ahora mismo; me los ha entregado el portero para subirlos a la celda prio- ral, y al padre prior se le ha roto la faja manejándolos ; pero no los ha leído. Entre tanto Pérez había pisado ligeramente al caballero, como una seña de que necesitaba hablar con él. saliéndose en seguida de la biblioteca. — Paréceme que está usted algo desazonado — dijo "el pa- dre Leandro al caballero. — Porque... 1 || Advertencia de los editores de «Escritos postumos» El editor ha creído deber publicar estos dos fragmentos encon- trados entre los papeles del señor Balmes, juzgando que en ellos se verá anunciado el pensamiento del fragmento de la novela que an- tecede, y las modificaciones que sucesivamente fué sufriendo hasta aparecer en la verdadera forma que el claro ingenio de su autor estimó más propia al fin que se proponía. Es muy creíble que el prisionero Alfredo, el hombre que, estan- do próximo a sufrir el último suplicio, encuentra en su centinela al soldado cuya vida salvó en otro tiempo a riesgo de la propia, sea el mismo proscripto que, errante, desvalido y casi sin aliento para luchar con su cruda suerte, busca en el claustro un momentáneo refugio, ínterin se le presenta ocasión para traspasar la frontera. El sentimiento de gratitud, que aparece vivo en el alma del solda- do, nos hace esperar que aprovecharía la ocasión presente para sa- tisfacer la deuda contraída en otro tiempo con el que tan genero- samente le libró de una muerte segura. Y tal vez este mismo guía y fiel compañero que sigue al proscripto, sin abandonarle en sus inminentes peligros, es el mismo centinela que le acompañó en su huida para librarse del rigor de la ordenanza militar. Pareceríale al autor que, tomando el asunto de tan lejos, si bien le permitía ya, desde luego, dar algunos rasgos característicos de estos dos personajes principales, perjudicaba un tanto el interés, satisfaciendo desde luego la curiosidad que excita en los lectores cualquier personaje cuyo pasado se presenta envuelto en las som- bras del misterio.. Así es que, en el segundo fragmento, Alfredo y 1 Aquí termina el fragmento más extenso que de esta novela dejó escrito su autor.— (Nota del editor de Escritos póstumos ) [2, 112-1 14] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 451 su || guia llegan al monasterio sin antecedentes sobre su vida an- terior; pero su entrada rápida, la pronta intimidad del primero con el P. Jenaro, privaban al novelista de aquella pintura enérgica y exacta que, dando al asunto cierto color local, caracteriza un tan- to a los diferentes personajes, y anuncia al lector el gran pensa- miento filosófico de la obra. Estas circunstancias ya las encontra- mos todas reunidas en los capítulos de la novela que se publican * * * El sol de la tarde bañaba con luz débil y rojiza la cima de los enormes paredones» que, consumidos por los siglos, parecían inclinarse sobre el profundo y angosto patio ; un soldado inmóvil velaba al frente de una reja muy calada y constreñida, y al través de las gruesas barras de hierro di- visábase de vez en cuando los movimientos de un hombre. Al parecer, no habían pasado muchos lustros sobre su cabe- za ; pero en sus facciones llevaba aquella marca cruel que nunca dejan de imprimir los grandes infortunios. Apoyado el codo sobre su rodilla, y sosteniendo con la mano su frente, manteníase largos ratos en ademán meditabundo, sólo que de vez en cuando cruzaba los brazos sobre su pecho y fijaba la vista sobre el patio, como si quisiera solazarse de sus pe- nas. El cuadro que se presentaba a sus ojos no era, por cier- to, halagüeño ; pero, en cambio, tenía aquel tinte melancó- lico y sombrío que mejor se acomoda con la situación de un desgraciado. Las paredes que cerraban aquel recinto habían adquirido aquel color de hoja seca, que recuerda una || larga serie de siglos; algunos copos de musgo de un verde obscuro con- trastaban bellamente con aquel color de ruina, y el fondo del patio acababa de completar lo lúgubre del cuadro. Veía- se el suelo cubierto a trechos de hierba ; y algunas flores pá- lidas y macilentas se arrimaban lánguidamente a las piedras de las paredes y como que pedían un rayo del sol ; una por- ción de gorriones chilladores e inquietos rastreaban y revo- loteaban por una y otra parte, reñían, se arañaban, descen- dían hasta el fondo del recinto y volvían a subir rápida- mente hasta la cumbre de aquellos negruzcos lienzos que cercaban una mansión de lobreguez y de silencio. Alfredo miraba con atención aquellas avecillas, seguíalas con ojos de complacencia cuando veía que iban a posar jun- to a la reja de su encierro, contenía el aliento para no es- quivarlas, y, ya que no tenía otro consuelo sobre la tierra, se ensanchaba su apesarado corazón al verse en compañía de aquellos inocentes animales. Pero cuando, después de ha- ber picoteado por el suelo, empezaban a levantar la vista en alto y echando a volar subían como una flecha hasta la cum- 452 PRIMEROS ESCRITOS [2, 114-116] ore del edificio, Alfredo las seguía también con mirada afa- nosa ; en su semblante se pintaba el dolor y la envidia, y, bajando de nuevo la cabeza, sus ojos brillaban como dos cen- tellas ; en su mente parecía revolverse algún proyecto atre- vido, daba en torno de sí una mirada desconfiada y escudri- ñadora, y volvía a apoyar su codo en su rodilla y a reclinar su cabeza sobre su mano. El centinela, fatigado de estar en pie, se había || apoyado ligeramente sobre el sitio que le ofrecía la ventana del ca- labozo, y, estribando ahora sobre un pie, ahora sobre el otro, descansando su brazo derecho sobre la boca del fusil, parecía contar el tiempo que mediaba hasta la hora del relevo y mostraba una indiferencia profunda por todo cuanto le ro- deaba. Rato hacía que Alfredo había vuelto a levantar la cabeza y tenía fijos los ojos sobre el rostro del centinela : conocíase muy bien a las claras que aquel soldado absorbía toda su atención, y cualquiera habría leído en su semblante la expresión de una mezcla de alegría, de incertidumbre y de sorpresa. Pasado un largo espacio, se entabló entre ambos la conversación siguiente : — Granadero, es mucho fastidio estar aquí tanto rato, ¿no es verdad? — Para el caso todo es uno — dijo encogiendo los hombros el centinela y dejando caer su bigote sobre la boca del fusil en ademán de indiferencia y de pereza. — Me parece que eres ya veterano ; estarás ya muy cerca de cumplido. — ¡Oh!, ¡cumplido!, y algo más, ya lo estaba cuando salí para América ; soy de la remesa que regresó hará como cosa de medio año ; conque eche usted la cuenta. — Así, ¿servirías toda la campaña de la Independencia? — Para servir a usted, y aun, cambiando el tiempo, traigo el recuerdo en ese maldito muslo. — ¿Y dónde recibiste la herida? || — En la batalla de... — ¡Qué terrible fué la acción aquella! — ¡Oh! si lo fué... ¿Estaba usted en ella? — Podría ser. El granadero había perdido ya su postura indiferente y perezosa, el recuerdo del campo de batalla había excitado fuertemente todas las facultades de su alma, su cabeza se presentaba ya con orgulloso erguimiento, empuñaba con mano firme el fusil, y sus plantas se asentaban ambas firmes sobre el suelo y en todo su continente se veía reanimado un viejo soldado. — ¡Cuánta gente se perdió aquel día! — prosiguió Alfredo. — ¡Oh!, mucha: todo mi batallón quedó prisionero. —¿Y tú no? [2. 116118] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA 45:-! —Yo me quedé herido en el hospital, y suerte, que siem- pre me ha parecido que nací aquel día. — Conque ¿fué mucho el apuro? — ¡Si lo fué!... Todo el batallón estaba ya rendido, ex- cepto la compañía de granaderos, que habíamos tenido tiem- po de tomar posesión de una pequeña colina ; por tres o cua- tro veces rechazamos la caballería, que nos cargaba terri- blemente ; pero al fin vimos que nos iban envolviendo a derecha e izquierda algunos batallones enemigos y tuvimos que retirar a toda prisa para atravesar el llano y reunimos a una columna nuestra que ocupaba una posición a nuestra re- taguardia. En viendo que saltábamos al llano cargó de nue- vo sobre nosotros un grueso pelotón || de húsares, y entonces caí yo herido de un balazo. — Sí que era terrible compromiso. — Fortuna que teníamos un capitán que valía por una di- visión. No he visto en mi vida hombre más valiente ; tenía allí su buen caballo, pero anduvo siempre a pie, colocado siempre a nuestra retaguardia, con sable en mano, que casi la alcanzaban ya los caballos ; marchaba y nos hacía mar- char como si estuviéramos en parada, y los caballos que más se nos arrimaban iban cayendo que era una bendición ; así que me vió herido me hizo montar en su caballo: algunas granadas y las descargas de unos batallones que se nos iban acercando a toda prisa dispersaron la compañía. No lo olvi- daré jamás: la sangre me chorreaba de la herida, y yo es- taba medio desfallecido sobre el caballo ; su asistente que- ría tirarme al suelo para que subiese el capitán. «¡Calla, in- fame!, dijo el capitán; sálvate tú, que yo pereceré al lado de ese infeliz.» Tomando entonces mi fusil con una mano y sosteniéndome con la otra, iba siguiendo su camino con la mayor serenidad del mundo ; entre tanto había llegado la caballería : el capitán encara su fusil al primer lancero que me iba a derribar del caballo. «Respeta a ese herido, dijo, o se acabó tu vida.» El lancero se paró, llegaron en tanto los demás, y ambos quedamos en poder del enemigo: yo me quedé en el hospital y al capitán se lo llevaron prisionero. — Sí que era fineza. — Lástima que no le he vuelto a ver jamás ; por él daría mi vida. || — ¡Oh! Habiendo pasado ya tanto tiempo..., las cosas se olvidan. — Jamás, eso no — dijo el granadero, y" sus ojos brillaron como una chispa — ; no pasa día en que no piense en él ; me parece que le estoy viendo : frisaría en los veinticinco años ; era el más arrogante mozo que había en el ejército. Entre tanto Alfredo se había arrimado más y más a la reja y como que andaba acechando receloso si asomaba por 4,34 PRIMEROS ESCRITOS [2, 118-120,1 allí alguien que pudiese oír la conversación ; y con el ade- mán de un hombre que se apresura para que no le escape una oportunidad, tiende de repente la mano, agarra el cue- llo de la casaca del granadero, y, tirándole hacia sí, le dice con voz ahogada y llorosa: — Alvaro, Alvaro, mi querido Alvaro: ¿sabes tú que es- tás haciendo centinela a tu buen capitán y que de aquí a poco le acompañarás al cadalso? Un rayo que hubiese caído a los pies del soldado no le hubiera dejado más inmóvil ; con la boca entreabierta y con los ojos desencajados mira el rostro de Alfredo, que se ha- bía arrimado muy bien a la reja para que Alvaro pudiera conocerlo. Iba a hablar el centinela, pero Alfredo le dijo: — ¡Calla! Si te acuerdas de mí, sólo te pido el silencio. — ¡Usted aquí, mi capitán! Usted es — dijo el soldado so- llozando y pegando su rostro a la reja, y forcejando con los estrechos cuadrados para estrechar en sus brazos al preso. — Sí, yo soy, mi querido Alvaro ; pero calla, por Dios. |j — ¿Qué me quiere usted, mi capitán? — Nada, por ahora nada; enjúgate esos ojos, que si vie- nen a relevarte... * * * Estaba la noche en medio de su carrera ; las tinieblas ex- tendidas sobre la faz de la tierra, como paño de gigantesca tumba, cedían apenas el paso a los endebles rayos de luz des- pedidos por las trémulas estrellas relucientes acá y acullá en la inmensidad del firmamento. Oíase un leve silbido en las hojas de los árboles blandamente mecidas por aura sua- vísima ; y el chirrido de ave nocturna posada en la hendidu- ra de una peña alternaba con el ruido de las piedrezuelas que iban cayendo de una escarpada roca. Arrastrábalas un misterioso viviente que descendía por un sendero sumamen- te escabroso ; la obscuridad no permitía conocer lo que era ; pero juzgaríase naturalmente que era un animal montés que aprovechaba la hora de las sombras para bajar a la llanura. i No lejos de la falda de la montaña estaba situado un gran- dioso edificio que se proyectaba en el espacio cual misteriosa sombra ; y la elevada torre que coronaba su frente indicaba la retirada mansión de piadosos solitarios. El hombre que acababa de descender del escarpado monte se acerca sose- gadamente a la puerta del convento, parándose un momen- to allí como si vacilase entre pensamientos opuestos. || Re- suélvese por fin, y una recia campanada, resonando largo trecho por los dilatados corredores, interrumpe el doble si- lencio del desierto y de la noche. — ¿Quién llama? — Sírvase usted abrir. [2, 120-121] FRAGMENTOS DE UNA NOVELA — No es posible, la noche está demasiado entrada. — Hay una necesidad. — ¿Qué padre pide usted? —Al P. Jenaro. — ¿Adonde ha de ir? ¿Quién es el enfermo? — Yo desearía hablarle ; tenga usted la bondad de avi- sárselo. — ¿De parte de quién? — Nada... Llévele usted el recado. Dudoso el buen lego de lo que debe hacer, se encamina a la celda del P. Jenaro, parándose un momento a la puerta para escuchar si [no] se había acostado todavía. El venera- ble anciano no solía retirarse a descansar hasta muy entrada la noche ; y a la sazón se ocupaba en contestar a las muchas cartas de sus compañeros de Asia y América. — Padre— dijo el lego- entreabriendo la puerta — , hay un desconocido que desea hablaros ; no ha querido decir su nombre. — Que suba — responde el anciano, inclinándose de nuevo sobre el papel y continuando su tarea. A pocos momentos se oían por los corredores los pasos de dos personas que caminaban con cuidado por no hacer ruido a deshora. Abrese la puerta del P. Jenaro y se le presenta un hombre de apuesto continente y gallarda figura, pero cuyo traje y facciones || indicaban, o el desorden de un de- mente, o los azares de un terrible infortunio. — Padre, perdonad si vengo a interrumpir vuestro repo- so; mi desgracia me fuerza a ello. — Caballero, no estaba descansando todavía ; además, me basta que seáis un desgracisdo para que me sea placentero recibiros a todas horas. Hacedme el favor de tomar asiento. Sentados los dos interlocutores, siguióse un largo rato de silencio. El desconocido mostraba hallarse en el mayor desa- sosiego, y. cual si no se atreviera a soltar las palabras, te- nía clavados sus ojos en la faz del anciano, observando su fisonomía y procurando leer en ella el efecto producido por tan intempestiva visita. Este, que a la primera ojeada había notado la turbación del recién venido, se esforzó en aparen- tar que nada advertía, dando a su serenidad cierto aire be- névolo ; pero, viendo que el desconocido caballero no salía de su embarazo, se apresuró en hacer el distraído, continuan- do en doblar y sellar un pliego que tenía sobre el bufete. El desconocido se convenció entonces de que su presencia no había hecho mella en el ánimo del religioso, y prosiguió de esta manera: — No ha mucho tiempo que tenía noticia de que, regresa- do a España de vuestras dilatadas misiones, os habíais reti- rado a esta soledad para pasar en ella el resto de vuestros 456 PRIMEROS ESCRITOS [2. 121-123] días ; pero no creía que tan pronto necesitase del amparo de vuestra caridad y de los consejos de vuestra experiencia. Si podéis socorrerme en mi espantoso infortunio, no dudo que lo haréis ; || y si no, estoy seguro de que no me parará per- juicio de ninguna clase por haberos revelado mi secreto. Sin duda que habréis oído hablar del proscripto que con tanto afán es buscado en el país hace largo tiempo ; este proscrip- to soy yo... y si bien opiniones... pero la caridad cristiana ... — Caballero — replicó el anciano, que había tomado una actitud de profunda atención y de vivo interés — , conozco que os ha desconcertado algún tanto la revelación que me acabáis de hacer; pero tranquilizaos; contad que vos solo sois dueño de vuestro secreto ; ya podéis suponer que no soy capaz de llevar a la muerte a un desgraciado que se arroja en mis brazos. Arrasáronse de lágrimas los ojos del proscripto y sus fac- ciones se reanimaron cual si entreviese un rayo de esperanza. — Vuestra posición es muy crítica, lo sé; y bien veo que no se os ocultan los graves peligros que os rodean ; pero confiad en Dios -y contad con todos mis medios y hasta con mi vida. El proscripto quiso articular algunas palabras, pero el llanto ahogó su voz, y ambos quedaron en completo silencio. — Padre — continuó el proscripto con voz conmovida — , vuestras palabras salvan mi existencia ; ya no podía sopor- tarla más ; esta noche le había señalado por término fatal ; pero he recordado vuestro nombre, que había leído no sé dónde, y, sin saber cómo, he resuelto venir a encontraros. ¡Hombre generoso! Habéis superado mis esperanzas. |j — Hermano — dijo el religioso — , ofreciéndoos mis auxilios cumplo con un deber que me impone mi Salvador ; en mis largas misiones y viajes yo también he necesitado más de una vez la ayuda de hombres caritativos para salvar mi vida ; y, por mi parte, si logro salvar la vuestra, no seréis el primer proscripto a quien he libertado de la venganza de sus adversarios. Próximo a descender al sepulcro, creía que a mi agitada existencia le estaban reservados en este de- sierto algunos días sosegados y tranquilos ; el Señor ha querido que se me ofrezca la oportunidad de hacer algún bien interesándome en negocio de tanta monta y dificulta- des como el vuestro : hágase su santa voluntad. |j Apuntes de teoría literaria* I — Relaciones entre la sociedad y la literatura Sumario— La literatura j la sociedad. Efecto sobre el hombre de la atmósfera moral que le rodea. Leyes del orden moral- Las ciencias morales en comparación con las naturales y las mate- máticas. Las ciencias morales ensanchan el corazón y agrandan el alma. No hay que olvidar las relaciones de las ciencias en- tre sí. Uno de los caracteres del siglo xvm es el haber olvidado tales relaciones. Se ha dicho que la literatura es la expresión de la socie- dad, y se ha dicho también que la literatura contribuye mucho a formar la sociedad ; estas dos opiniones al parecer opuestas, por señalar la primera a la literatura como efecto, cuando la otra la mira como a causa, convienen en un pun- to capital, en un hecho que es necesario notar y asentar, y es en que hay un estrecho enlace entre la sociedad y las le- [ Nota bibliográfica — Los editores de los Escritos postumos de Balmes publicaron cuatro fragmentos de teoría literaria, titula- dos : Relaciones entre la sociedad y las ciencias (en otro lugar di- cen entre la sociedad y la literatura); Influencia de la sociedad en la poesía; La escuela de Voltaire; Apuntes sobre Chateaubriand. Ig- noramos si estos títulos son de Balmes o de los editores. El cuaderno estaba escrito en 1838, puesto que en él se citaba el diario La Paz, que dejó de publicarse en noviembre de aquel año Nosotros los hemos agrupado bajo el título que antecede a esta nota bibliográfica por las razones que vamos a exponer. Consta por el Epistolario que cuando Balmes andaba en sus fer- vores de publicar las poesías en un volumen intentaba ponerles como prólogo un tema literario. Esto era el año 1838. Por la fecha, y por razones intrínsecas de estos escritos, creemos que eran frag- mentos de un estudio total sobre las relaciones de la literatura con la sociedad, destinado a prologar los versos; pero como éstos se quedaron en el cajón, así aquél se quedó, en gran parte, en el tin- tero. Era tema que estaba de moda en aquellos tiempos, y Balmes volvió a tratarlo más de una vez. Asentado el principio que la poesía es imagen de la sociedad, quiere comprobarlo en la historia de la literatura. Su plan era se- guir la poesía hebrea, la griega, la latina, la medieval, la italiana, la española, la francesa del siglo de Luis XIV, la época de Vol- taire y finalmente el siglo xix. De las literaturas antiguas sólo exa- 45? PRIMEROS ESCRITOS [2. 127129] tras, que hay entre ellas relaciones de suma importancia, siendo fácil inferir de aquí que para comprender || a en- trambas es necesario estudiarlas en conjunto con ojeada de comparación, atendiendo a la una sin perder nunca de vista a la otra. Cuando una experiencia, atestiguada por la histo- ria de todos los pueblos, no viniere en apoyo de esta verdad, fácil sería inferirla por el solo raciocinio. No puede negarse que en cada nación, en cada época, hay ciertas influencias físicas y morales que, ora procedan de hechos anteriores, ora dimanen de circunstancias presentes, con más o menos gene- ralidad, más o menos eficacia, producen y determinan con- vicciones, giro de ideas, carácter de sentimiento, fisonomía de hábitos y costumbres. El común de los hombres está su- jeto a los efectos de esa atmósfera moral que le rodea, y aun al hombre más privilegiado no le es dable substraerse enteramente a tamaña influencia. En el orden moral como en el físico hay ciertas leyes generales que eslabonan entre sí a los seres con una inmensa cadena, y si bien es verdad que las leyes tienen en el orden moral y en la inteligencia un carácter muy distinto de las que rigen en el mundo físi- co, no por eso dejan de ser generales, invariables y eficaces, salvas aquellas modificaciones que deben hacerles sufrir la naturaleza de los seres que forman el objeto de su arreglo. Así es que se puede formar un verdadero cuerpo de cien- cia con la colección de estas' verdades, y que, examinadas a fondo, analizadas con detenimiento y comprobadas con la piedra de toque de la experiencia, podrían formar una serie de verdades tan firmes como el que forman el conjunto de verdades comprendidas || comúnmente bajo la de ciencias naturales. Y no se diga que éstas son de su naturaleza más ciertas que las primeras por tener sus bases afianzadas so- bre la experiencia y las matemáticas, cuando las ciencias del orden moral parece que por su naturaleza misma o bien di- vagan por la región de las abstracciones o, no presentando Completas garantías de su firmeza, basta aplicar sus princi- pios a la realidad de los hechos, y que aun si quieren sujetar- se sus hechos a la luz de la experiencia presentan un aspec- to tan movedizo y variable que es poco menos que imposi- ble que presenten cuerpo para experimentos rigurosos y observaciones analíticas. Mal comprendiera el carácter de ambas ciencias quien tal afirmara; y muy menguadas mos- .'¡minó rápidamente la hebrea, la griega y la latina. Después escribió unas páginas sobre La escuela de Voltaire y unos Apuntes sobre Chateaubriand. * L . Por estas razones ordenamos estos cuatro fragmentos bajo el título Apuntes de teoría literaria, dejando a cada uno el rótulo de los Escritos postumos, escogiendo para el primaro, entre las dos cariantes que ponen en distintos sitios, Relaciones entre la sociedad .,y ta literatura. Los sumarios los hemos hecho nosotros.] [2, 129-131 J TEORÍA LITERARIA 459 traría sus luces en el ramo de la historia de las ciencias. Pues qué, ¿divagan las ciencias morales por las regiones de la abstracción? ¿Y no hacen otro tanto las ciencias naturales y hasta las ciencias matemáticas, y aun tomando en todo su rigor este nombre en cuanto comprende no más que la geo- metría y el cálculo? ¡Oh! ¡Van siempre con la luz de la evi- dencia! ¡Siempre! Lo niego, y me río de quien tal diga; de- jando aparte otros puntos que sería fácil tocar, aun de los que con más estrecha relación están enlazados con los gran- des descubrimientos y aun con los primeros elementos de física, ¿son evidentes todos los puntos del cálculo infinite- simal, aun aquellos en que se apoya todo este precioso cálcu- lo como sobre su base y su cimiento? En esta materia impor- tante, descubrimiento que inmortalizará la época que le vió || nacer, ¿hay algún autor hasta ahora que haya expli- cado su naturaleza con toda limpieza y claridad, sin palabras vagas, sin términos indefinibles, fijando sus principios, des- envolviendo sus consecuencias y demostrando con rigor la exactitud de sus aplicaciones? ¡Quién ha recorrido estas cien- cias sin que de vez en cuando se asomen a su mente ciertas dudas e incertidumbres, como negras nubes que vienen a eclipsar la belleza de un horizonte despejado y brillante! Pero la experiencia viene con sus hechos a disipar las dudas, y la exactitud de los resultados comprueba la certeza de los cálculos y el rigor de las aplicaciones ; enhorabuena, pero luego en esta parte no llevan ventaja a las ciencias morales, pues que si ambas tienen sus abstracciones, ambas tienen sus dudas, ambas necesitan para disiparlas acercarse a la piedra de toque de la realidad y de la experiencia. Entusiasta de las ciencias matemáticas y naturales, admi- rador de los grandes hombres cuyos talentos campean en esa esfera sin límites, reconociendo sinceramente en ellas uno de los monumentos más grandiosos que en el transcurso de los siglos se levantarán al genio humano, no puedo tolerar el fanatismo de ciertos hombres que desprecian cuanto no lleva el sello de una figura geométrica o no se presenta envuelto entre los misteriosos símbolos del cálculo: ni puedo ni he podido jamás hallarlas comparables con las ciencias que tie- nen por objeto a Dios, a la sociedad y al hombre. Muy exa- gerado me parece Bossuet cuando las apellida vaine páture des espñts füibles, pero sí que me parece muy digno de J| la grandeza del genio de Pascal el que, después de haber abar- cado en su mente las inmensas dimensiones de las ciencias matemáticas, se dedicara después con preferencia al estudió del hombre. / ; Sobre todo me- ha parecido descubrir en las ciencias mo- rales cierto • calor de sentimiento que robustece las convic- ciones, hace fermentar las ideas, ensanchando el corazón y 460 PRIMEROS ESCRITOS [2, 131-133] agrandando el alma ; no quiero yo decir que no se halle mucho de elevación en las ciencias exactas, pero es cuando el naturalista reconoce las grandes verdades morales que van envueltas en todos los pliegues de la naturaleza, es cuan- do al través de los misterios que va descubriendo en la na- turaleza al favor de sus simbólicos cálculos, se para un mo- mento para admirar la grandeza del Criador que con un acto de su voluntad sacara de la nada tanta inmensidad de por- tentos : entonces es cuando el naturalista es verdaderamente grande ; entonces es cuando Newton llamara a Dios el gran geómetra ; entonces es cuando Descartes, Pascal, Malebran- che y Leibniz cuentan con el lenguaje de un hombre inspira- do que, observando la naturaleza, han encontrado por todas partes el dedo del Todopoderoso y que, descorriendo el velo de la naturaleza, han visto el trono de la divinidad, y que, interrogando al universo para que les revelara sus arcanos, han oído que los cielos y la tierra entonaban al Criador un himno de gloria y alabanza. Es menester levantar muy alto la voz para que no se ol- viden estas relaciones de las ciencias, para que no se pierda de vista que semejante olvido fuera la ¡ gangrena que en el siglo xviii relajara todos los resortes de la sociedad, la cu- briera de asquerosas llagas y la condujera a los brazos de la muerte. Uno de los caracteres del siglo xviii es el haber ais- lado la naturaleza física, el no haber querido remontarse más allá de las leyes de gravitación y afinidad y el haberse empeñado en desconocer la suprema inteligencia cuando más evidentes se alzaban sus maravillas ; de aberración tan fatal debía resultar, necesariamente, un extravío funesto en todos los demás ramos científicos ; debían brotar como de una se- milla infecta en religión los delirios de Voltaire, en política los sueños de Rousseau y de Mabli, y en ideología metafísica las extravagancias de Helvecio y las absurdas hipótesis, el frío e insulso análisis del abate de Condillac. Pasaron, es verdad, aquellos tiempos, y en una ocasión solemne uno de los más ilustres representantes de la ilustración moderna ha dicho que Destutt de Tracy fué el último representante de esta es- cuela, llevando hasta el sepulcro sus convicciones, bien que acompañadas de una profunda tristeza y tal vez de un secre- to desengaño ; pero no podemos lisonjearnos que hayan pasado ya entre nosotros, entre quienes se hallan, y no en escaso número, hombres que se figuran estar al nivel de los últimos adelantos con sólo haber devorado sin tino ni dis- cernimiento las proaucciones del siglo xvni, hombres que no ven en la sociedad más que intereses materiales ; y cuenta que no adolecen solamente de tamañas enfermedades inex- pertos mozalbetes, sino que dejan sentir sus influencias hasta en los escritos ciertos hombres de |¡ aventajados talentos, de [2. 133-135] TEORÍA LITERARIA 461 larga experiencia, y que en materia de opiniones pasan plaza de moderado comedimiento y de juicio sensato. Tan difícil es que el hombre se substraiga a la influencia de los elemen- tos en que pasara su juventud y que evite los resultados de un venenoso nutrimiento. Contaminado en su raíz el árbol de ciencia se contaminan todos sus frutos, y echando una ojeada sobre la historia de las ciencias, particularmente de dos siglos a esta parte, fácil sería hacer palpar la muche- dumbre de sus relaciones y la estrechez de sus lazos ; pero como semejante empeño me alejaría sobrado de mi propósi- to, lo dejaré para otra ocasión, en que tal vez lo emprenda con más oportunidad y lo ejecute con una extensión que no consiente la estrechez de los límites que tengo prefijados. |! II. — Influencia de la sociedad en la poesía Sumario. — La duda actual es la del hombre cansado de extravíos; la duda anterior fué la que pervierte a un hombre de buenas ideas. La poesía empezó a principios del siglo xix a tomar un giro religioso La poesía es una expansión del alma y merece ocupar un puesto distinguido entre los fenómenos que expresan la sociedad. Los genios nacen del conjunto y combinación de circunstancias en que se halla la sociedad En la poesía hebrea se hallan marcados los caracteres, religión, usos y costumbres del pueblo hebreo La poesía de Homero es la del pueblo hele- no cuando adelantaba hacia la cultura conservando aún la tosca fisonomía de los antiguos pelasgos. La poesía romana no fué sino imitadora de la griega ; no obstante, en la forma de Virgilio adivinamos el siglo de Augusto. Un sordo vaivén agita en la actualidad las sociedades europeas y aun todas las del mundo civilizado y este vaivén es la duda que se ha filtrado hasta sus primeros cimientos. Cierto que la duda social es, como la duda del individuo, un principio de oscilación y mudanzas, un desasosiego, una in- quietud que no puede calmarse sino por un momento con las convicciones de la verdad o la obstinación en el error. Sin embargo, esta oscilación tan fatal para lo presente, |] y que parece alarmante para el porvenir, no es ahora de mal agüe- ro, y para los hombres observadores es un motivo de hala- güeñas esperanzas. La sociedad francesa, verdadero corazón de la sociedad europea, y cuyas pulsaciones deben observarse con mucho cuidado si se quiere comprender la verdadera si- tuación de Europa y de toda la civilización, dudaba en tiem- po de la regencia, en el reinado de Luis XV y duda no me- nos en el reinado de Luis Felipe: la situación es semejante, pero el orden es inverso ; entonces era un hombre de buenas ideas a quien la duda pervierte, ahora es un hombre cansa- 46£ PRIMEROS ESCRITOS [2, 135-137] do de errores y extravíos que duda de las erradas máximas que había abrazado con entusiasmo y que se afana por la verdad, por un punto de apoyo en que pueda reposar de sus errores y desdichas ; entonces rodaba por una pendiente sua- ve, pero peligrosa, que la conducía lentamente a la inmorali- dad, al ateísmo y a los horrores de la convención, ahora mar- cha también lentamente, pero es hacia la religión, hacia la moral y a la felicidad pública y doméstica. Muchos años ha que observadores profundos columbraron ya esta restaura- ción moral y religiosa ; grandes sacudimientos que han so- brevenido después en varios pueblos de Europa han parecido deshacer la realidad de sus previsiones, pero el sucesivo des- arrollo de los hechos encadenados entre sí con un orden ad- mirable va confirmando cada día la exactitud de sus cálcu- los, y, no hay que dudarlo, tarde o temprano una experien- cia completa vendrá a comprobarlos. Cuando se quiere estudiar la sociedad, cuando en |¡ los hechos pasados y presentes se quiere leer el porvenir, es pre- ciso encumbrarse muy alto para no respirar la atmósfera de hechos particulares, para no ver el poema en un episodio, para no equivocar la naturaleza y dimensión de los sucesos a causa de haberse colocado en un punto de vista poco domi- nante y rodeado tal vez de negra humareda o como de masa? informes de espesa niebla que se arrastran por las faldas de los montes rechazadas por los rayos del sol. Si queremos acertar el porvenir de la sociedad observemos el curso de las ideas, el giro de los sentimientos, las necesidades de la épo- ca, los hechos capitales e importantes, no los sucesos más rui- dosos, sino los de un influjo más general, más fuerte y dura- dero ; lo demás es querer coger el hilo del drama por un lance suelto y de mezquino resultado, es confundir la idea y los sentimientos del poeta con la música estrepitosa que resuena tal vez en los intervalos. La poesía, esta expresión de la sociedad, empezó a prin- cipios del presente siglo a tomar un giro religioso, y lo sigue hasta ahora, y lo continuará en adelante ; y este hecho, a que pocos dan toda la importancia que se merece, explica más co- sas que otros sucesos los más estrepitosos, y tiene ya ahora y tendrá en adelante más grandes resultados que todos los planes y combinaciones de los hombres. Los hombres no son nada ; los hechos lo son todo ; los proyectos del hombre se disipan como un leve vapor sorprendido en los aires por el furor del huracán ; y la Providencia parece complacerse en manifestar el polvo, Ta nada, de las obras que aquél, en su insensato |¡ orgullo, soñara de extensión inmensa y de dura- ción eterna. Pero qué, ¿es la poesía capaz de fijar Ias'mira- das del observador' cuando se quiere valuar el estado de'Iá sociedad, cuando se quiere penetrar en los arcanos del por- [2. 137-138] TEORÍA LITERARIA 463 venir? Voluble como una exhalación flotante en la inmensi- dad del espacio, rodeada de seres ideales y producciones fan- tásticas, hija del fervor, del entusiasmo, y amoldada en los caprichos de bellos delirios, ¿puede expresar alguna reali- dad social, puede servir de punto fijo, de norte para conocer las tendencias de la época, puede ser un rayo de esperanza para la generación naciente, una gota de consuelo para la que desciende al sepulcro? ¿Qué es la poesía? ¿Dónde está? ¿Quién la conoce? ¿Quién ha demarcado sus límites, ni fija- do su naturaleza? ¿Y cómo es posible que una vana sombra que sólo se alimenta de ilusiones, que pasa delante de los hombres cubierta con un veló misterioso e impalpable, baña- da de una luz celestial y centelleante como la plata, el oro y diamantes, pueda tener un influjo en los graves destinos de la sociedad, exentos de la influencia de todo lo que no sea realidad, robustez e importancia? Así hablarán algunos hom- bres, y hablen así enhorabuena aquellos para quienes es la sociedad un conjunto de hombres sin otras relaciones que las nacidas de las necesidades materiales, para quienes es el pensar del hombre una sensación y su corazón una tabla de cálculo, para quienes no hay ni bellezas morales, ni realidad en los encantos de la virtud, ni fealdad ni negrura en el vi- cio, para quienes no hay ilusiones en la cuna, ni esperanza || en el sepulcro : sus voces destempladas se ahogarán con el vigoroso sonido de armonías celestiales que existen entre la sociedad y la religión, entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre: y su palabra venenosa será sofocada, disipada, anonadada por la palabra verdad : como allá en los encanta- dos países del Oriente el aliento fétido y venenoso de un reptil se pierde y aniquila entre la fragancia aromática ro- ciada con las suaves exhalaciones de un vergel delicioso. ¿Qué importa que no pueda definirse la poesía? ¿Dejará por esto de ser una realidad y una realidad de alta trascen- dencia? ¿Quién ha definido jamás un corazón maternal? ¿Y es por esto una vana ilusión? ¿No es un hecho a que debe- mos nuestra vida y la sociedad su existencia? Menguado es el hombre que todo quiera definirlo : menguado es el hom- bre que no quiere apoyarse en hechos muy reales, sólo por- que están envueltos con bellezas ideales y fantásticas: este hombre no conoce ni la naturaleza, ni el corazón, ni el en- tendimiento ; es un miope que ha visto tal vez alguna cien- cia, pero no el orbe científico : ha visto un levísimo perfil y ha creído contemplar la fachada del edificio y la totalidad de sus partes. Quien al tratar de cuestiones poéticas, morales y religiosas pone siempre de parte el corazón ; quien afecta llevar el compás matemático sobre aquellos asuntos que abundan en inspiración y sentimientos, es para mí tan ri- dículo como el que dijera que para adelantar y no tropezar 464 PRIMEROS ESCRITOS [2, 138-140] en los escabrosos senderos del cálculo diferencial e inte- gral el método más seguro y expedito es entregarse al vuelo de la fantasía || y a los impulsos del corazón. Bástame saber que la poesía es una expansión del alma en que, impulsada por una inspiración misteriosa que se derrama en armonio- sos acentos, retrata los grandes espectáculos y las bellezas de la naturaleza, las escenas de la sociedad, bañando sus cua- dros de los sentimientos que experimentara al presenciarlos o recordarlos ; o que expresa tal vez una creación ideal, un nuevo mundo que viera su mente en un arrobo divino o que afectara su corazón con un latido celeste. Esto solo me basta para conocer su importancia, para confesar su reali- dad, para señalarle un puesto distinguido entre los fenóme- nos que expresan la sociedad y que anuncian con más certe- za los destinos de su porvenir: sí, porque nada hay más real y verdadero que el corazón : no hay expresión más Cán- dida y sencilla que la dictada por el fuego de la fantasía y el impulso del entusiasmo. Pero bien, ¿son acaso los poetas la sociedad? ¿Tienen acaso en sus manos los destinos de los demás hombres? No : pero se forman en la sociedad ; ésta les inspira, les comunica sus necesidades, les participa sus ideas y sentimientos; y cuando se cree que ellos se abandonan al fuego de su inspiración, al impulso de su entusiasmo, cuando se cree que sus creaciones son únicamente la obra de sus manos y que las formas con que las revisten y adornan son hijas únicamente de la índole de su carácter o del giro de su fantasía, no hacen más que expresar las ideas, ios senti- mientos, hasta los modales de la sociedad en que viven : y si éstas no se conocen y no se palpan es porque su lenguaje es sobre el lenguaje común || de los hombres; es porque las verdades pasan a ser en su boca inspiraciones celestes; es porque las necesidades se presentan bajo formas más gran- diosas y trascendentes; es porque el giro de su expresión está envuelto en una armonía divina, cuyas relaciones y con- tacto con las expresiones de los demás hombres sólo puede percibir un oído formado ; así como sólo puede comprender perfectamente el sentido de sus sublimes palabras y sentir todo el fuego de sus sentimientos un hombre dotado de una elevada mente, de una imaginación animada y de un corazón de llama. Como el hombre no puede dejar de respirar el aire que le rodea, tampoco puede substraerse al influjo de la sociedad en que vive: aun los genios más eminentes han sentido siempre esa influencia ; y cuando la han contrariado, cuando han creído que iban a darle un nuevo curso, ellos mismos no eran más que una expresión de la necesidad que existía en eDa, un órgano para anunciarla, un medio para desarro- llarla a la vista de los hombres, un instrumento para llevar [2. 140-142] TEORÍA LITERARIA 465 a cabo los medios de satisfacerla. Se ha dicho que los gran- des genios cambian a veces la dirección de la sociedad y su- cesos de la mayor importancia se atribuyen a un solo hom- bre. Yo pienso de otro modo : sin negar el influjo que pue- de tener y ha tenido repetidas veces el genio de un hombre en cambios religiosos y políticos de la mayor importancia, creo, sin embargo, que hay sobre esto una equivocación muy grande en no pensar que aquellos genios nacieron del con- junto y combinación de circunstancias en que se || hallaba la sociedad, que a ellos se debió el desarrollo de sus ideas y sentimientos y el resultado obtenido por sus proyectos y es- fuerzos. Con la historia en la mano podrá comprobarse se- mejante aserto y, si se lee con cuidado, se observará que han bastado a veces hombres medianos para cambiar el aspecto social de un pueblo y tal vez de muchos. Vamos a los he- chos : Lutero, un solo hombre, un hombre que ciertamente no era un genio, pero que a un talento más que mediano re- unía una exaltación sin freno, un arrojo sin límites y una expresión de hierro en ascuas ; pues este hombre con sus errores, con sus peroratas frenéticas hizo en Europa una revolución religiosa de tanta extensión y tan inmensas y fa- tales consecuencias, que dudo mucho pueda señalarse en la historia otro hecho que le exceda en la extensión de sus re- sultados así en el orden religioso como en el moral y políti- co. ¿Y por qué tuvo la empresa de Lutero un efecto tan des- comunal, mayor de lo que él mismo pudiera imaginarse? Porque era la ocasión más oportuna y favorable ; porque un conjunto de circunstancias aciagas cobijaban en el seno de la Europa el germen de tan grandes males ; porque Lu- tero no fué más que una centella que tocó en combustible preparado ; porque no se necesitaba otra cosa para causar una explosión terrible que pusiera en conflagración espan- tosa los cuatro ángulos del mundo civilizado. Y qué, ¿es esto una vana ilusión, un cálculo formado sobre el vaivén de con- jeturas fantásticas? Ahí está un hecho : Aun tardó muchos años a nacer Lutero, y el cardenal Julián, escribiendo al papa Eugenio IV, pronosticaba || tan a la letra la dilatada serie de desastres que se verificaron luego después, que, ha- biendo leído los disturbios y los horrores en que se vió en- vuelta la Europa por el heresiarca alemán, la sangre se hiela en las venas y los cabellos se erizan de asombro y espanto al oír el tono robusto y profético con que se dirige al Pontífice aquel grande hombre. Voltaire mismo, a cuya fecunda y flexible pluma debió la impiedad sus grandes progresos, no fué más que un com- plemento de causas amontonadas ya de antemano ; y cre- yendo deberlo todo a su pluma y a sus talentos, lo debía todo a las circunstancias de la época Leibniz pronosticaba 30 «66 PRIMEROS ESCRITOS [2, 142-144] la revolución religiosa y política sin pensar en Voltaire, aun antes de que naciera el filósofo de Ferney. Es preciso des- engañarse, es preciso atribuir mucho a la serie de los suce- sos y de las cosas, poco, muy poco al hombre y a sus talen- tos. La Providencia va dirigiendo la sociedad por los sende- ros trazados en el abismo de sus arcanos : los hombres que con sus talentos y sus virtudes producen grandes bienes son estrellas brillantes y benéficas que se complace en esparcir de vez en cuando en el firmamento social : los hombres que la trastornan son cometas de mal agüero arrojados en el es- pacio para espanto de los pueblos, exhalaciones fatales que se levantan del seno de una sociedad corrompida y que el Eterno permite que se inflamen en el aire con explosión es- pantosa para que derramen el terror, el veneno y la muerte sobre la misma sociedad que los cobijaba en la fermentación de sus apestadas entrañas. Pero dejemos estas reflexiones, que aunque || aplicables a todas materias lo son en grado eminente a la poesía ; dejémoslas aun cuando ellas solas bastarían para establecer el aserto de que el poeta es siem- pre más o menos una viva expresión de la sociedad en que vive y que sus creaciones son siempre el resultado del am- biente que respira. Pasemos de las consideraciones generales a las observaciones meramente literarias: no se diga que huímos el cuerpo al verdadero punto de la cuestión y que gustamos de llevar el entendimiento a cumbres elevadas para alejarnos de la realidad y entregarnos a vanas conje- turas o suposiciones aventuradas, a pruebas de imaginación y de sueño. Abramos la historia de la poesía y veamos lo que nos dicen sus páginas. Las poesías que nosotros conocemos, que forman época en los fastos literarios, aquellas sobre cu- yas relaciones con sus respectivas sociedades podemos pro- nunciar nuestro fallo porque tenemos delante de nuestros ojos sus obras maestras y porque han llegado hasta nos- otros la religión, los usos y costumbres de los pueblos en cuyo seno nacieron, son la poesía hebrea, la griega, la ro- mana, la de los siglos medios, la italiana y española en la época de la restauración literaria, la del siglo de Luis XIV el reinado de Voltaire, y, por fin, la poesía de nuestro siglo La poesía hebrea como inspirada por Dios pareciera deber excluirse de esta reseña y examen literario : porque no pa- rece que puedan dirigirnos en las investigaciones" literarias y humanas aquellas obras que dictara una inspiración divi- na. Esta reflexión que a primera vista pudiera presentar al gún embarazo [| se disipa con la sola observación de que Díoí se acomodaba al genio y a las costumbres del pueblo pan quien se escribían, y que, así como se dirigía a ellos en len gua hebrea se dirigía también en lenguaje hebreo, y así e giro de la expresión, del fondo y colorido de los cuadros, 1< [£. 144145] TEORÍA LITERARIA 467 naturaleza de la forma, la índole de los sentimientos, y, en fin. todo cuanto forma parte de la poesía, todo puede mirar- se como verdaderamente nacional y hebreo. A más de que, si en la poesía de este pueblo se hallan marcados los carac- teres de la nación hebrea, si en ella se halla una verdadera expresión de su religión, de sus usos y costumbres, y en ella se hallan retratados el entendimiento, la fantasía y el cora- zón hebreo tales como debieron formarles el origen, los su- cesos y la vida de este pueblo, entonces el carácter divino de su poesía dará inmenso peso a la verdad de la reflexión que vamos desarrollando ; pues que será sin duda una gran verdad aquella que ha realizado con su ejemplo aquel en cuyo seno están todas las verdades, aquel que ciertamente conoce al hombre y sus relaciones, pues que formó el corazón y que inspiró en su semblante un soplo de vida. Veámoslo. ¿Qué pueblo era el hebreo? Mecida su cuna en la cabaña pastoril, en la tienda de un errante viajero o bajo la pal- mera del desierto, esclavizado en su infancia bajo el cetro de hierro de Faraón, libertado por la mano del Todopode- roso a fuerza de estupendos prodigios, había visto el Egipto agobiado de plagas y cubierto de luto y de sangre por el dedo del Omnipotente y humillada la sabiduría y el poder del Egipto por la vara de un pastor misterioso I' venido de los desiertos de Madián : el mar, divididas sus aguas, se ha- bía puesto como un muro por ambas partes para franquear- le paso en su fuga y para tragar en seguida a Faraón con todo su ejército : delante de sus ojos había marchado de no- che una columna de fuego, a sus ojos se había levantado la llama y humareda de Sinaí ; y marchando por espacio de cuarenta años por un inmenso desierto había suspirado siem- pre por la tierra de Palestina en que habían peregrinado Abrahán, Isaac y Jacob. Conducido finalmente a ella al tra- vés de mil sangrientas peleas e inefables milagros, vivía solo, aislado, en guerra perenne con sus vecinos y separado enteramente de ellos por sus leyes, su religión y sus costum- bres. Lleno de las más grandes ideas del poder de la Divi- nidad, inculcadas éstas por la vista de estupendos prodigios, robustecidas y avivadas por las grandes escenas de la natu- raleza y por la peregrinación de cuarenta años~ en el de- sierto, objetos grandiosos recordados a cada paso por un sinnúmero de majestuosas ceremonias y simbólicos sacrifi- cios, esperando siempre la venida de un hombre extraordi- nario en cuyo nacimiento estaba encerrado el porvenir del universo ; es evidente que su mente debía ser elevada hasta lo más sublime, que sü fantasía nada podía tener de pue- ril ni endeble y que, flotante en grandiosos recuerdos 3 la esperanza de un inmenso porvenir, debía ser grande y fe- cunda como la naturaleza, tal vez ondulante como las olas 468 PRIMEROS ESCRITOS [2, 145-147] del océano, tal vez pronta y centelleante como el rayo que hiende las nubes en medio de una noche tenebrosa. Como no había sentido || jamás las delicadas impresiones de la vida muelle que señorea en las sociedades cultas y, llamado siem- pre al pie de las aras o a la tienda del campamento guerre- ro, no podía gozar por mucho tiempo las dulzuras de la so- ciedad doméstica, no podía nutrirse en su pecho aquel cau- dal de apacibles sensaciones, de blandos sentimientos que hormiguean entre los pueblos de una vida meramente do- méstica ; y avezado a respirar el humo majestuoso del in- cienso o la sanguinosa polvareda del combate, sus senti- mientos debían ser profundos y terribles: en hablando de Dios la sangre debía helársele en las venas y debía hundir su frente en el polvo: hablando de sus enemigos debía re- cordar tantas sangrientas refriegas, imprecándoles con voz enérgica la humillación, la ruina y la muerte ; y conmovido de continuo con grandes sucesos y agobiado de colosales re- cuerdos debía latir siempre con energía y robustez aun en medio de pacíficos intervalos, como el hueco bronce que he- rido por otro bronce conserva largo tiempo un estremeci- miento sonoro y vigoroso. Su expresión en nada podía pare- cerse a la de otros pueblos: sencilla como el lenguaje de la infancia y robusta como la voz del hombre del desierto ; sin afectación en sus giros, sin primores delicados en sus mane- ras, debía ser suelta y ligera como la cierva en el bosque, fuerte como el rugido de la leona, como la voz de trueno en la tormenta ; animada, instantánea como el rayo de luz que penetra en un abismo. Uná alegría ruidosa como el es- trépito de una música que resuena en medio de una fiesta numerosa ; un pavor natal como sobrecoge |l al viajero sor- prendido por horrenda tempestad en la inmensidad de un desierto ; una melancolía clamorosa como la de un pueblo sentado sobre los ensangrentados escombros de sus hogares ; una esperanza viva y exaltada como la de un niño que es- pera un objeto de la mano de su madre: he aquí algunos de los caracteres que debía tener el pueblo hebreo. ¿Lo ex- presa así su poesía? Léase la Biblia. La poesía griega, la del tiempo de Homero, la lira que resonaba en medio del pueblo heleno cuando se adelantaba hacia la cultura, pero que conservaba aún algunos caracteres de la tosca fisonomía de los antiguos pelasgos, es una poesía rica y lozana como lo era la naturaleza que se ofrecía a los ojos del vate; fuerte y robusta como los brazos de los at- letas que luchaban en los circos, animada y fecunda como la fantasía de los habitantes de un clima encantador y risueño, falsa y extravagante como sus altares y su cielo. Adulteradas las primitivas tradiciones con mil fábulas ridiculas, confun- didas las más sublimes verdades en un caos de ridiculeces [2. 147-149] TEORÍA LITERARIA 469 importadas de la Fenicia y Egipto y bañadas luego con el colorido fresco y animado de la Grecia, presenta Homero un cuadro elevado y sublime : pero mojado su pincel con un licor destemplado, lo afea luego con la falsedad de sus colores y como si se le cayeran graves y descompasados bo- rrones. Y esto es una verdad, por más que se alarmen los idólatras de Homero ; no hay belleza sin verdad : y un con- junto de extravagantes delirios jamás puede ser verdadero. Pero qué, ¿trato yo de negar a Homero la palma inmarce- sible que ha empuñado por tanto |] tiempo? No: pero no le admiro ciegamente; y me río de los hombres que se em- peñan en presentarle como único modelo y me compadezco de los que se figuran que basta para todo el haber leído la Ilíada. Así por más que me canse no me lo puedo figurar como el límite del alcance humano entre antiguos y moder- nos. Dígase enhorabuena que Homero es bello cuando pinta las escenas de la naturaleza ; delicado e inimitable cuando derrama como bálsamo aromático los suaves sentimientos del corazón ; que es sublime, terrible, cuando retrata en un rasgo el poder de Júpiter, el furor delirante de un combate o la furia de los elementos desencadenados : dígase que es- cribió como podía escribir en su tiempo y en esto quedará secundada mi idea principal: pero suponerle el manantial de todo lo bueno, un modelo inasequible, es una exageración inexcusable, un verdadero fanatismo literario. En una pa- labra : Homero debía entusiasmar al pueblo griego porque era su expresión poética ; debía gustar a los romanos por- que, teniendo grande analogía con sus ideas, era además un retrato algo parecido a costumbres antiguas cuya memoria estaba muy reciente en sus monumentos y tradiciones; mas pretender que produzca semejante efecto entre los modernos es no conocer ni la poesía, ni la sociedad, ni los hombres , es pretender que la Europa actual se levante en masa para vengar el desacato de Paris y Elena. Como en tiempo de Horacio las ideas y las costumbres habían ya sufrido una revolución muy grande, cuando el autor del Arte poética leía los poemas de Homero ya sentía de vez en cuando que se le caían de las |¡ manos: Quandoque bonus dormitat Ho- merus. decía en tono festivo y altamente enfático. Y des- engañémonos : para nosotros dormita mucho más ; y el en- tusiasmo que excita las más veces es un entusiasme fac- ticio, hijo de la idea de que uno lee lo mejor que existe; y es claro que uno se avergonzaría de no sentir tanta belleza y sublimidad : es claro que uno se esforzará en estudiarse a sí mismo para no formar bajo concepto de su gusto, y que, si es necesario, aun cuando el corazón esté frío como un hielo y la mente fastidiada y empalagada de tanto3 dioses extravagantes como hormiguean en sus páginas, procurará 470 PRIMEROS ESCRITOS 12. 149151] una admiración asombrosa y un insaciable anhelo de leer para evitar con tamañas arterías la nota de ignorante, gro- sero y menguado. ¡Ah! ¡Cuánta verdad hay en estas obser- vaciones ! Pongámonos la mano sobre el pecho. La poesía romana presenta un carácter muy distinto de la griega : ni la alcanzó en sencillez y naturalidad, ni se le igualó en belleza, ni tiene la apreciable calidad de expresar tan exactamente las ideas, las costumbres, ni la fisonomía del pueblo a que pertenecía. Para que no se extraviaran los jóvenes en sus composiciones poéticas les dirigía Hora- cio aquellas tan sabidas palabras: Vos eocemplaria graeca. nocturna vérsate manu, vérsate diurna. No seré yo ci que dispute en esta parte el fino y juicioso discernimiento del autor del Arte poética; pero sí diré que toda poesía imitado- ra pierde sus hermosos caracteres, cual es la originalidad, la sencillez y naturalidad, y que es casi imposible que un poeta imitador tenga todo el mérito || que tendría si se hubiera abandonado al impulso de sus propias inspiraciones. Convendré fácilmente en que tal vez no cometerá tantos de- fectos, pero tengo por indudable que marchitará muchas be- llezas. Si la poesía es el lenguaje de la inspiración y del sen- timiento, si no ha de entenderse por tal una estatua fría y sin alma, si no ha de bastar para ser poeta el que todas las proporciones estén tomadas con regla y compás, es imposi- ble que el que se propone imitar no pierda gran parte de su carácter poético, porque es imposible que no corte el vuelo a la fantasía y al entendimiento, secando así en su fuente el manantial de las más exquisitas bellezas. De aquí parece deducirse que la poesía romana, por ser imitada, no posee el carácter que hemos señalado como esencial a toda poesía, cual es el ser una verdadera expresión de la sociedad en que naciera. Hasta cierto punto es innegable la legitimidad de esta deducción, pero con tal que se limite su extensión y se fije su verdadero sentido. La Eneida de Virgilio está muy distante de expresar las ideas y las costumbres del siglo de Augusto; y por esta razón, y a pesar de todas sus preciosi- dades y bellezas, jamás podía llegar a ser una obra verda- deramente nacional y ni era posible que sus cuadros excita- sen entre los romanos un verdadero entusiasmo para que se apiñara el pueblo en torno de un rapsodista que cantara sus trozos escogidos. Pero, a " pesar de todo esto y a pesar de que al través de la Eneida estemos divisando su modelo la Ilíada, a pesar de que no sintamos latir el corazón del poeta con el fuego entusiasta que enardecía || el de Hóméro; aun- que por medio de la Eneida no podamos venir, en conocimien- to de las ideas y costumbres de "su siglo, en sola la ternura ■dé' ia expresión, en la elegancia" del estilo, en lá: belleza" de los cuadros y en la delicadeza de los sentimientos siempre [2, 151-153] TEORÍA LITERARIA 471 adivinamos el siglo de Augusto ; siempre vemos su retrato, siempre adivinamos que el poeta no derramaba sus versos en medio de una naturaleza lozana y semibárbara y en me- dio de una sociedad que tuviera una candidez infantil y el vigor de la adolescencia: si no...1 caracteres que brillan en modo eminente en la /liada y Odi- sea. La Ilíada es un lozano y hermoso arbusto que crece en medio de un bosque y cuyo vigor y robustez acrecientan los ardores del sol y el recio soplo de los vientos: la Eneida es el mismo arbusto trasplantado a un delicioso jardín do crece mecido y halagado por el aliento de los céfiros, regado y cultivado con esmero, guiados y dirigidos sus ramales por la delicada mano de una dama. Y he aquí cómo también la Eneida, sin embargo de ser una imitación, es también ex- presiva de la sociedad en que nació, y cómo aun en este caso respira la poesía el aire que formaba la atmósfera del poe- ta. Pero aun hay otra observación importante, cual es que la poesía imitadora expresa también un pueblo imitador ; un pueblo |! que ha tomado de otro sus ideas y costumbres y que altera su misma fisonomía amoldándola en los origi- nales del otro pueblo que ha tomado por modelo. Los que conocen la historia griega y romana podrán apreciar la ver- dad de esta observación, mayormente si recuerdan que en el siglo de Augusto los romanos ya no eran los descendientes de los Camilos, Régulos y Escipiones. y que se habían filtra- do entre ellos las ideas y costumbres de la Grecia, habiendo heredado sus vicios sin imitar sus virtudes. (Horacio.) !' III. — La escuela de Voltaire Sumario. — Significación de la palabra. La escuela poética de Vol- taire tenía por objeto cardinal cegar las fuentes de la poesía. Por tal razón no ha tenido alumnos poetas. Lo único sólido y apreciable de es¡ hombre fué su talento. La sociedad que le ro- deaba fué elemento a propósito para producirle. He aquí una palabra de aquellas que se adoptan para sig- nificar un conjunto difícil de concebir y calificar y que, ea- cerrando en su seno una muchedumbre de principios e ideas así en relación al orden literario y científico como en el re- ligioso, moral y político, envuelven un germen de reflexio- nes que, desenvuelto extensamente, pudiera sufragar cau- 1 El autor no concluyó esta fras¿. Hemos preferido dejarla como está en el original a suplir las palabras que fácilmente pueden so- brentenderse.— (Nota del editor de Escritos póstumos.) 472 PRIMEROS ESCRITOS [2, 153455] dal abundante para numerosos y abultados volúmenes. Pero, como quiera que el propósito del que escribe estas líneas sea encerrarse en los comedidos límites de un artículo, necesario será que las reflexiones se circunscriban al orden literario, y, aun así, difícil y trabajosamente se podrá evitar el incon- veniente de pasar como desflorando objetos que, por su alta importancia, demandan que se les trate con alguna exten- sión || y detenimiento; y concretándonos por ahora al as- pecto poético de la escuela de Voltaire, supuesto que la poe- sía era el ramo en que más ventajosamente sobresaliera el talento de Voltaire, casi me veo tentado de negarle hasta el nombre de escuela poética, pues que malamente pudiera arrogarse semejante dictado la escuela cuyo objeto cardinal era el cegar todas las fuentes de la poesía. Substituyendo el ateísmo a la religión, el interés privado a la santidad de la moral, y ei caos y la casualidad a la creación y a la inteli- gencia, anonadaba de golpe toda la sublimidad y hermosura del universo, secaba el manantial de los sentimientos más heroicos y bellos, esparciendo una sombra horrorosa sobre el origen y el fin del hombre, envuelto en el mundo inmenso como en un caos incomprensible, sin esperanza de luz que pudiera disipar tan espesas tinieblas. La duda, esa duda cruel que asomaba en los labios del mentido filósofo, como la len- gua triple que asomó en la boca de la hechicera serpiente, llevaba en su seno la destrucción de toda la poesía ; porque en poesía la duda es la muerte. Si esa prenda indefinible, si esa aureola radiante que orla la cabeza del hombre como una corona que colocara sobre sus sienes la mano de un án- gel, si no ha de perder su naturaleza, si no la han compren- dido mal cuantos poetas ha tenido el mundo, todo debe ser en ella inspiración en la mente, fuego y matices en la fanta- sía, entusiasmo y ardor en el corazón y concierto y armo- nía en los labios. Ahora bien : derribadas todas las convicciones, ridiculi- zadas todas la creencias, despreciadas las tradiciones ¡j más antiguas, pisado el velo que encubre los más profundos mis- terios, rotos los lazos que mantienen la unión y la armonía en la sociedad, la mente sin luz, sin fe en lo pasado,' sin consuelo al presente, sin esperanza en el porvenir, mal pue- de la imaginación del hombre fingir un mundo de bellezas ideales y fantásticas, derramando sobre ellas el bálsamo aro- mático de un corazón tierno y delicado; el caos mismo, tal como le concibiera esa mentida escuela, no lleva en sí el ger- men de una idea ni el resorte de un sentimiento. Cuando esa palabra tenebrosa vagaba allá en tiempos antiguos por la fan- tasía de los poetas, tenía en sí un no sé qué de poético que podía muy bien tener sus ecos en los acentos de la lira ; pero porque esa palabra expresaba entonces un recuerdo de tradi- [2, 155 157] TEORÍA LITERARIA 4T¿ ciones respetadas por su sello de antigüedad, porque era una obscura imagen de la tradición, era la mentira envolviendo con sus sombras la vordad, era al fin un caos animado por un principio vivificante, porque los antiguos, ya por un efecto de la tradición universal, ya por aquel instinto que enseña al hombre las grandes verdades, daban vida e inteligencia a cuanto tiene o produce los seres y el movimiento. Pero el caos de Voltaire era el caos concebido por una mente fría y burlona que, habiendo hecho desfilar por delante de sus ojos a todos los pueblos con sus costumbres y creencias. Ies había dicho en tono orgulloso que todos eran unos deliran- tes y fanáticos. Las bellezas de la naturaleza, que tan en- cantadoras fueron a la vista de los paganos, no podían serlo a los ojos del seco materialismo || cuya misión sobre la tierra es hundir la frente en el polvo, esparcir las tinieblas en la mente y disecar el corazón, como diseca el anatomista las membranas de un insecto. Y he aquí por qué semejante es- cuela no ha tenido alumnos poetas y por qué el único que tal puede llamarse es su afamado maestro. Sí, aunque deplora mos con amargura los daños incalculables que su pluma ve- nenosa ha causado al hombre y a la sociedad, no por eso Je negaremos el dictado de poeta ni pretenderemos excluirle de aquel número privilegiado que lleva con propiedad ese nombre. Orle enhorabuena su cabeza el lauro de la inspira- ción y de la armonía, pero cuando la posteridad vaya pidien- do los títulos para inmortalizar su nombre no podrá menos de reparar en que su lauro está salpicado de sangre y de polvo y que no puede contarse entre aquellos hombres pri- vilegiados que envía de vez en cuando el cielo a la tierra para que solacen con sus armoniosos cantos las penas de los míseros mortales; día vendrá, y ese día no está lejos, en que. examinado a la luz de la razón el mérito positivo de este hombre célebre, no se halle en él más de sólido y apreciable que su inmenso talento. Criado entre los sabores clásicos de la escuela de Luis XIV, amodelado en el bello gusto de Cor- neille, Racine y Boileau, luce la abundancia de su ingenio or- nada con toda la fluidez, gala y hermosura del estilo, y to- mando prestadas las inspiraciones y el entusiasmo de las creencias que él mismo despreciaba, desmiente con su propia experiencia la tacha de infecundidad y apocamiento con que motejara las ideas del cristianismo: || pero, en una posición tan violenta, sólo podía mantenerse con brillo un hombre del talento de Voltaire ; y si es verdad que aun así se mar- chitaron al nacer sus más hermosos laureles, si es verdad que los recursos de su genio quedaron como una mina mal explotada, ¿qué podía ser de otros que, menos robustos en fuerzas, menos ágiles en sus movimientos y menos astutos para acechar y explorar la ocasión y las circunstancias, se 474 PRIMEROS ESCRITOS [2, 157-159] arrojasen como paladines a tan arriesgada palestra?. Por esó ninguno de ellos ha medrado ; por eso sus nombres se han hundido en el polvo ; por eso la posteridad no conocerá sus ' nombres porque muy escasamente los conocen sus mismos ' contemporáneos. Aun el mismo Voltaire no hubiera gozado ni un momento de aquellos aplausos con que se vió lison- jeado en su caduca vejez si la sociedad que le rodeaba no hubiera sido elemento tan a propósito para alimentarle, me- jor diríamos, para producirle. Aquí se nos ocurre una refle- xión poco apreciada por aquellos que acostumbran estudiar aisladamente a los hombres sin atender a las circunstancias' que les rodean : error capital, origen fecundo de otros mu- ' chos, semejante al del botánico que se empeñara en califi- car y clasificar las plantas sin atender al suelo, al clima y al cultivo. En el curso de los sucesos que se empujan unos a otros como las oleadas de un mar tempestuoso, cuando se presenta de improviso un hombre que se eleva sobre sus semejantes, se le atribuyen con facilidad los sucesos más grandes, se le designa como la causa de las metamorfosis sociales, sin pensar siquiera que aquel hombre no era más que un producto ¡| de las mismas circunstancias y que en el ímpetu y en la dirección del vuelo que tome su genio influ- yen poderosamente las circunstancias morales que le rodean, así como en el desarrollo de las fuerzas físicas y en el des- envolvimiento de los órganos materiales tienen no poco in- flujo la atmósfera y los alimentos. En la época en que nació Voltaire la escuela de Luis XIV' caducaba ya, esa escuela que había vestido el Parnaso con los adornos de los palacios de Versalles y que había prestado a las musas de la Grecia las formas almibaradas de una corte' refinada que, sin comprender en toda extensión ni el fondo ni las "formas de las bellezas poéticas del cristianismo, había hecho una confusa mezcla de las musas de la Grecia y de la' musa de Sión, estaba tocando a su término, y, a pesar de su mérito incontestable, su duración debía de ser efímera, por- que efímero debe ser cuanto no tiene un cimiento y no ló tiene una poesía que no tenga su germen en las convicciones y su raíz en el corazón. Añádase a esto que, por un efecto del violento choque que acababan de sufrir por espacio de dos siglos las ideas morales y religiosas y por causas par- ticulares que no es ahora del caso señalar, pero que habían influido de un modo especial sobre la sociedad francesa, se hallaba ésta en un estado de languidez moral reflejado per- fectamente en la inmoralidad y corrupción de la regencia y de la corte de Luis XV. No de otra manera hubiera podido sücéder que apareciese un hombre tan singular como Vol taire y que ||"se captase esa nube de aplausos que llovieron sobre él con entusiasmo y con delirio. Si no nos engañamos. [2. 159161] TEORÍA LITERARIA Voltaire era una expresión de una buena parte de la socie- dad de la Francia : la Francia dudaba y Voltaire duda ; la Francia estaba en un alto grado de cultura y Voltaire es pri- morosamente culto; la Francia, por la corrupción de cos- tumbres, por la debilidad del poder y por la relajación de los vínculos sociales, por la fermentación y choque de ideas y sentimientos, estaba cercana a una disolución social y Vol- taire era el instrumento más a propósito para precipitar la catástrofe. Si se quiere estudiar a fondo los caracteres de este hombre extraordinario, tal vez se le pueda comparar a un brillante meteoro formado por las exhalaciones de un país próximo a una conflagración universal y anunciando con su resplandor siniestra la revolución que luego después cubrió de luto y de sangre a la Francia. |i IV. — Apuntes sobre Chateaubriand Sumario. — Chateaubriand es la expresión de una gran crisis de la sociedad francesa. El llega en el momento que la religión des- cendía de nuevo sobre la Francia. La religión no necesita res- tauradores poetas, pero acepta sus cánticos como una ofrenda. Cuán lamentable sea que un hombre como Chateaubriand haya llamado ahora la atención de Europa sobre las oeque- ñeces de su vanidad, bastante lo lleva demostrado la vigoro- sa pluma de Fonfrede, adversario temible que, afianzado en la certeza de los hechos, hechos que. además, ha sabido pre- sentar con habilidad y maestría, estrecha a Chateaubriand con robusto raciocinio y escogidas reflexiones y, dejando co- rrer su crítica con agradable desenfado, ha cubierto al ilustre autor de ridículo, sazonando sus artículos con la sal de un sa- tírico gracejo. Desmedida es por cierto la vanidad de Cha- teaubriand cuando se apellida el restaurador de la religión, y si el señor A., autor del artículo inserto en La Paz del 18 de junio, se hubiese contentado con echarle en cara ese culpable desvanecimiento, sus sentidas palabras, hijas sin |j duda de una loable intención y de un sentimiento generoso, hubieran sentado muy bien en la pluma de un escritor apreciable. Pero decir que Chateaubriand no haya hecho rnás que crear ese es- píritu frivolo, esa religión de moda que tanto .se acerca o, la impiedad, soltar las expresiones de flores retóricas, de pala- bras huecas, y eso hablando del autor de El genio del cris- tianismo y del cantor de Los mártires., me parece una exa- geración inexcusable, a no alegarse la rapidez y premura con que suelen redactarse ese linaje de escritos. Chateaubriand es uno de aquellos nombres que envuelven en sí una historia : es un escritor que es necesario conocer 176 PRIMEROS ESCRITOS L2, 161-163] a fondo, porque sus escritos son la expresión de una gran crisis de la sociedad francesa, de esa sociedad verdadero co- razón de Europa, cuyas pulsaciones conviene mucho observar, pues de ellas depende tiempo ha y dependerá tal vez por largo trecho, o el sasiego y tranquilidad, o el sacudimiento y los trastornos de la sociedad europea. ¿Qué es El genio del cristianismo? ¿Qué es el poema de Los mártires? Para comprenderlo veamos cuál era la posi- ción del autor ; o más bien, veamos cuál era la situación de la Francia en materias religiosas: echemos una ojeada so- bre la época que precedió a la publicación de aquellas obras, pues sólo de esta manera podremos conocer el origen de ellas, penetrar su espíritu, su tendencia, y calcular su influ- jo. Desde muy largo tiempo muchos y muy poderosos ele- mentos se iban combinando en Francia en contra de las creencias religiosas: al nacer el siglo xvin || un observador profundo hubiera notado ya síntomas muy alarmantes ; hu- biera visto en la sociedad francesa un enfermo atacado por una terrible dolencia, pero que tiene cuidado de encubrirla, hermoseando su tez con colores mentidos, ataviándose con brillantes ropajes y rodeándose de un ambiente aromático y fragante. La época de la regencia y el reinado de Luis XV pasaron sobre la Francia como aquellas constelaciones acia- gas que viene a desarrollar el veneno de una atmósfera pre- ñada de gérmenes malignos, apareciendo sobre el horizonte literario Voltaire como uno de aquellos siniestros resplan- dores, presagios de terrible tormenta. Desde entonces ni paz ni tregua: la política, las ciencias, las artes, todo se puso en juego para arrancar de cuajo la creencia cristiana, y colocado el poeta filósofo a la cabeza de la conspiración más nefanda que jamás concibiera la insensatez y el orgullo, seguido de un brillante cortejo en que la corrupción de costumbres, la ambición y el desvanecimiento del falso saber, andaban dis- frazados con ostentosos nombres y atavíos deslumbrantes, acaudillando siempre la empresa con increíble obstinación, con encarnizamiento inconcebible; llevó tan adelante su obra de iniquidad que, merced a sus sátiras indecentes y sarcas- mos crueles, la religión quedó en Francia cubierta de ridícu- lo y la turba de fanáticos prosélitos del filósofo de Ferney no reparaba en declararla a voz en grito como irreconciliable enemiga de la civilización y cultura. Estalló por fin la revolución, y, aplicadas a la sociedad, las doctrinas de tan insensata escuela inundaron || de san- gre a la Francia, cubriéronla de escombros y ruinas, y abor- tando catástrofes inauditas que llenaron de espanto y terror a la humanidad, presentaron el terrible fenómeno de un gran pueblo que, habiendo llegado poco antes al más alto grado de civilización y adelanto, de repente, y al solo in- [2, 163 164] TEORÍA LITERARIA 477 flujo de doctrinas disolventes, se hundía en el abismo de la degradación y barbarie. No tardó la Francia en recobrarse de su sorpresa y en lanzar una mirada de indignación sobre aquellos monstruos que convertían la sociedad en orgía de sangre; pero la sociedad estaba disuelta; ¿y cómo reorga- nizarla? Abundaban aún en Francia aquella casta de hom- bres para quienes la historia es muda y la experiencia esté- ril ; y creyendo que las grandes instituciones de un pueblo, esas obras de la sabiduría y de los siglos, podían improvi- sarse como un discurso oratorio, se afanaban en exprimir el más precioso jugo de sus caras teorías ; raza de hombres imbéciles semejante al mentecato facultativo que, siendo lla- mado para asistir a un infeliz que expirase en medio de vio- lentas convulsiones y punzantes dolores, creyese remediar al paciente extendiendo a toda prisa una extensa memoria so- bre la teoría de la enfermedad que le aqueja. Afortunada- mente el linaje humano no es tan insensato como los filó- sofos, y le basta el sentido común para conocer que el sostén de la sociedad no puede ser un pedazo de papel y que, para reconstruirla cuando esté disuelta, algo más se necesita que pomposas frases y declamaciones vacías. Una mano robusta que empuñara las riendas del poder y la religión que, con su poderoso II y suave influjo, restableciese los lazos socia- les : he aquí las dos ideas, las dos necesidades que se ofre- cieron a todos los ánimos, conmoviéndolos, estrechándolos con apremiadora exigencia ; y he aquí por qué la Francia colocó sobre el trono de Clodoveo al vencedor de Lodi y de Areola : he aquí por qué Napoleón se apresuró a restable- cer el culto católico a despecho de los discípulos de Voltaire. La literatura es la expresión de la sociedad ; y siempre que ésta revuelva en su mente algún sentimiento elevado, siempre que sienta latir en su pecho algún sentimiento gran- de y poderoso, bien puede asegurarse que no le faltará un genio sublime que la comprenda. ¡Cosa admirable! Siempre en las grandes crisis de la sociedad esa mano misteriosa que rige los destinos del universo tiene siempre en reserva un hombre extraordinario; llega el momento: el hombre se presenta ; marcha : él mismo no sabe adonde ; pero marcha a cumplir el destino que el Eterno ha señalado en su frente. El ateísmo anegaba la Francia en un piélago de sangre y de lágrimas, y un hombre desconocido atraviesa en silen- cio los mares, mientras el soplo de la tempestad despedaza las velas de su navio él escucha absorto el bramar del hu- racán y contempla abismado la majestad del firmamento. Extraviado por las soledades de América pregunta a las maravillas de la creación el nombre de su Autor, y el trueno le contesta en el confín del desierto, y la bella naturaleza le responde con cánticos de amor y de armonía. Embriagado 478 PRIMEROS ESCRITOS [2, 164-166] con los grandes sentimientos que le ha || inspirado el espec- táculo de la naturaleza, pisa de nuevo el suelo de su patria ¡ y encontrando por todas partes la huella sangrienta del ateís- mo, recordando la majestad de los antiguos templos, a la sazón devorados por el fuego o desplomados a los golpes de bárbaro martillo, vagando su mente por en medio de los se- pulcros cuya lobreguez ofreciera poco antes un asilo al cristiano perseguido ; al ver que la religión descendía de nuevo sobre la Francia como el soplo de vida para reanimar un cadáver, oye por todas partes un concierto de célica ar- monía ; y enajenado y extático canta con lengua de fuego las grandes bellezas de la religión, revela las íntimas y se- cretas relaciones que tiene con la naturaleza, y. hablando un lenguaje superior y divino, muestra a los hombres asom- brados la misteriosa cadena de oro que une el cielo con la tierra. Sí, antes de Chateaubriand se habían conocido tam- bién las bellezas de la religión, pero nadie como él había no- tado sus relaciones de armonía con cuanto existe de bello, de tierno, de grande y de sublime ; nadie como él había hecho sentir el inmenso raudal de beneficios con que esa hija del cielo inunda esa' tierra de infortunio ; nadie como él se ha- bía dirigido a la vez al entendimiento, a la fantasía y, sobre todo, al corazón, dejando en el fondo del alma, al par de ro- bustas convicciones, sentimientos elevados y profundos. Pero, prosigue el señor A., mal pueden parangonarse las fiestas de Venus con el misterio de la Cruz. ¡Y qué! ¡Acha- caréis, pues, a Chateaubriand como un exceso lo que forma su mérito más distinguido, lo || que sirve de pedestal a la inmortalidad de su nombre! ¿Cómo parangona Chateau- briand las divinidades de la fábula con la religión de Jesu- cristo? ¿Y por qué lo hace? ¿Queréis saberlo? Escuchad al cantor de Los mártires: «Voy a contar los combates de los cristianos y la vic- toria que los fieles consiguieron sobre los espíritus del abis- mo por medio de los esfuerzos gloriosos de dos esposos már- tires. »Musa celestial que inspiraste al poeta de Sorrento y al ciego de Albión, que colocas tu trono solitario sobre el Ta- bor, que te complaces con los pensamientos serios, con las meditaciones graves y sublimes, ahora imploro yo tu auxi- lio. Acompaña con el arpa de David los cánticos que he de entonar ; y sobre todo dales a mis ojos algunas de aquellas lágrimas que Jeremías derramaba sobre las desgracias de Sión: ¡yo voy a contar los dolores de la Iglesia perseguida! »Y tú, doncella del Pindó, hija ingeniosa de la Grecia, desciende también de la cima de Helicón : yo no despreciaré las guirnaldas de flores con que cubres los sepulcros, ¡oh divinidad risueña de la fábula, que ni aun de la muerte y de [2, 166-167] TEORÍA LITERARIA 479 la desgracia has podido hacer una cosa seria! Ven, musa de las mentiras, ven a luchar con la musa de las verdades. Un tiempo hubo en que, a nombre tuyo, le hicieron padecer grandes trabajos: adorna hoy su triunfo con tu derrota y confiesa tú misma que ella era más digna que tú de reinar sobre la lira.» Inútil fuera todo comentario. La religión no necesita res- tauradores poetas, y en esto dice muy bien |¡ el señor A., por- que la obra de Dios no necesita la débil mano del hombre ; pero acepta sus cánticos como una ofrenda agradable ; que no puede, no, disgustarle el que resuenen en la boca de los desgraciados mortales los ecos de las bellas y sublimes ins- piraciones que ella misma a manos llenas derrama de con- tinuo sobre ese valle de peregrinación y de lágrimas. ¿Ya qué viene decir en contra de Chateaubriand que el símbolo de la religión cristiana es el dolor? ¿Ignórase acaso que la musa es el dolor, vate el que llora? ¿Ignórase acaso que la verdadera poesía puede apenas avenirse con la alegría y la dicha, porque la alegría es frivola y es poco menos que im- posible el despojar a la dicha de cierto aire vano y distraído que le comunica su cortejo de juegos y sonrisas? Pero la tris- teza cristiana, ese sentimiento austero y elevado que se pin- ta en la frente del cristiano como un recuerdo de dolor en la sien de un ilustre proscripto, ese pensamiento sublime que templa los gozos de la vida con la imagen del sepulcro, que ilumina las sombras de la tumba con la luz de la esperanza, esa tristeza, ese dolor, es grande, es poético en grado emi- nente ; la religión no necesita al poeta, pero, en oyendo los acentos sublimes de la lira de Chateaubriand o del arpa de Lamartine, les dirige una mirada bondadosa y les dice : Vos- otros me habéis comprendido. || inopsís Sinopsis de «El protestantismo» Objeto de la obra 1. Principio fundamental del protestantismo. 2. Sus causas, su origen, su ocasión. 3. Carácter de los primeros reformadores. 4. Carácter de sus primeros sabios. 5. Por qué sedujeron algunos hombres ilustres. 6. Posición de la Iglesia romana en aquella época. 7. Caracteres del espíritu humano. * [Nota bibliográfica. — Balmes tenía la costumbre de hacer una sinopsis ideológica de cada trabajo antes de empezar su redac- ción definitiva. Con esto la pluma corría segura, pero sin perder su libertad. Algunas de estas sinopsis, escritas en pequeños pedazos de papel, quedaron perdidas en sus cajones. Los editores de los Escritos postumos dieron con una de ellas, y la publicaron con el título Reflexiones o breve discusión sobre el infinito. Otras que- daron traspapeladas, y fueron recogidas en las Reliquias literarias, entre las cuales tiene muy singular interés el primer plan de El protestantismo. La mínima expresión en esta clase de apuntes es la sencilla anotación de un título que se presentaba a la mente de Balmes como materia de un trabajo posterior. Hemos -recogido aquí todos estos fragmentos, preciosos en sí mismos, y muy importantes para entender el modo de escribir que tenía Balmes, porque creemos que todos pertenecen a la épo- ca de sus Primeros escritos. Dejamos la abreviatura del Nota Bene que puso en muchos sitios, porque indica la especial importancia que concedía a aquellas pensamientos. Sinopsis de «El protestantismo» Fué publicada en Reliquias li- terarias, págs. 286-296. Sinopsis del libro 8° de la «Filosofía fundamental», titulado «Lo infinito». Fué publicada en los Escritos postumas, págs. 256-274, con el título Reflexiones o breve discusión sobre el infinito. Sinopsis de los párrafos XII, XIII, XIV, XV y XVI del capítu- lo XXII de «El criterio». Fué publicada en los Escritos póstumos, páginas 160-164, con estos dos títulos: El Evangelio y las pasiones. La razón de la moral evangélica, que no creemos tengan nada que ver con este escrito. Otras breves sinopsis. Fueron publicadas sin título en Reliquias literarias, págs. 281-284, fuera de la última, que salió a luz en Es- critos póstumos, pág. 275.] [2, 171-173] SINOPSIS 481 8. Posición del espíritu humano en aquella época. 9. Amor de la antigüedad. 10. Nuevos descubrimientos. 11. Ordenes religiosas. 12. Los jesuítas. Véase Montesquieu, lib. 4.°, cap. VI. 13. Fanafismo. 14. Ateísmo. ¡| 15. Indiferentismo. . 16. Ciencias morales. 17. Ciencias teológicas. 18. Crítica. 19. Ciencias políticas. 20. Ideas políticas de algunos teólogos, juristas y cano- nistas. (Los textos sobre la esclavitud pueden servir aquí.) 21. Cuál es el verdadero problema social. 22. Libertad política. 23. Libertad civil. 24. Libertad religiosa. Jansenistas. 25. Filosofía. 26. Erasmo, Luis Vives, Budeo, Bacon, Descartes, Pico, Campanela, Maquiavelo, Cayetano, Suárez, Mariana, Laínez. 27. Inquisición: su origen, objeto, carácter, tendencias. 28. Carácter de las herejías desde el siglo n en adelante. 29. Unidad religiosa. 30. Porvenir con respecto a la unidad religiosa. 31. Qué hubiera sucedido en Europa a no sobrevenir el protestantismo. 32. Culto de los santos. 33. Imágenes. 34. Civilización cristiana. 35. Poder de los papas. 36. Misiones : influencia funesta del protestantismo. Em- barazos que ha puesto al desarrollo de la verdadera civiliza- ción en los pueblos de América e || Indias; no ha dejado obrar en unidad y acierto a la civilización europea ; así ha disminuido su fuerza propagadora. [Encajonados entre estos números apunta los siguientes pensa- mientos, que continúan en las otras páginas.] La adhesión de hombre a hombre de que habla M. Gui- zot también tiene su origen en el estado social, y puede se- ñalarse muy bien la causa. El nuevo estado del pueblo supone en su origen la ac- ción del cristianismo, y fuerte. El protestantismo lo debilitó, y esto crea a la democracia un embarazo, que no se ven- cerá sin la acción del catolicismo. La esclavitud se abobó en este supuesto. N. B. 31 PRIMEROS ESCRITOS \2. 173-175J El protestantismo favoreció en gran manera el despotis- mo, concentrando, a lo musulmán, el poder temporal y espi- ritual en unas mismas manos. Esto puede desarrollarse mag- níficamente. El ser teológico el desarrollo del entendimiento europeo hizo que fuera universal, pues que en la teología se tratan todo linaje de cuestiones. Esto puede ampliarse mucho. Chateaubriand observa que los modernos han alabado las repúblicas y los antiguos las monarquías. Nemo sua sor- te contentus. La celebración de tantos concilios era un gran medio de ilustración y civilización. Ahora no son tan necesarios. N. B. ' No es verdad que el espíritu de celebrar concilios que se nota en la España goda viniera del genio |! godo: venía del cristianismo, como lo prueba el verificarse el mismo hecho por toda la tierra. La Iglesia católica, conservando en su uso la lengua lati- na, hizo un gran favor a la civilización e ilustración europea. Sobre el espíritu de cultura de la corte de Roma en el siglo xvi. véase un trozo notable de Barthelemy en Chateau- briand, Genio, 4, cap. VI. Con el feudalismo hubiera prevalecido indudablemente el dominio y régimen de las castas, a no estorbarlo las ideas cristianas; pero cuando hay en la sociedad una institución que lucha con una idea más arraigada y más poderosa que ella, al fin la institución queda vencida. Intervención en los impuestos y leyes ; ya existía antes del protestantismo. Es falso que el protestantismo ande enlazado con la liber- tad política ; yerro de M. de la R. Observaciones oportunas sobre la libertad y repúblicas de Italia ; fenómenos de Ir- landa, Bélgica, España, Portugal en su emancipación de Es- paña, guerras de fueros en Cataluña, organización de Ale- mania, Suecia y Dinamarca, repúblicas en toda la extensión de América. La civilización de Europa ha de ser homogénea, a ello tiende siempre ; el protestantismo la impidió ; males que fueron, son y serán su resultado. El protestantismo desarro- lló el espíritu de una libertad turbulenta y feroz, cuyo ger- men se halla en todos los pueblos, pero que tal vez se ha- llaba de un modo particular en Europa. Impidió el esta- blecimiento suave \\ de gobiernos representativos; con sus excesos dió fuerza al poder real, y, si algo tuvo de despótico, él se lo comunicó; quitó el equilibrio y la lucha saludable para introducir otra encarnizada ; disminuyendo la influen- cia política del clero, hizo desaparecer una clase que había de contribuir mucho al establecimiento de gobiernos mixtos, porque de suyo tenía afinidades con la monarquía, aristocra- [2. 175-176] SINOPSIS 482 cia. democracia, pero no podía pertenecer a ninguna de un modo exclusivo. El catolicismo, con la consagración de los reyes y la im- portancia que les daba, contribuye al establecimiento de la sucesión hereditaria; cuando el poder real era muy. flaco, ya en teoría era fuerte (véanse los escritos de aquellos tiempos) ; los teólogos tenían entonces y han tenido después ideas muy sólidas sobre la sociedad y el poder (véanse) ; y muy con- formes a la dignidad del hombre y a una justa y razonable libertad. Los principios a veces se unen por afinidad, a veces por necesidad: diferencia muy capital. Recuérdese la guerra de los comuneros : el clero no traba- jó contra el pueblo. Recuérdese la expulsión verificada en 1537. Cuanto menos son los principios y las clases que luchan, hay tal vez mayor peligro del prevalecimiento completo de un solo principio, e impide la combinación. Las sociedades europeas, por falta de gluten, se van pul- verizando: esto dice mucho sobre la prudencia que ha ha- bido en suprimir toda clase de instituciones unidoras y con- servadoras; fórmanse ahora || asociaciones, tal vez alguna por instinto de necesidad, pero las asociaciones, si han de vivir y obrar, han de tener alma, espíritu. Culto católico, su esplendor, imágenes, todo muy a pro- pósito por ejercer grande influencia sobre el ánimo del pue- blo : las sociedades modernas que se ven abrumadas de esa población inmensa y miserable, lo necesitan más que nin- guna otra ; recuérdese lo que está sucediendo con el pueblo español: cuán manejables son sus masas cuando se trata de ciertas manos. La esclavitud que procede del despotismo de un hombre sobre una sociedad de alguna extensión, no puede envilecer tanto al hombre como aquella esclavitud, ora verdadera y estricta, ora feudal, que ejerce sobre el hombre su acción inmediatamente ; si bajo el despotismo el hombre no se des- envuelve más o menos rápidamente, será que las ideas reli- giosas del país carecen de verdad y de vida. En España, donde dominó en gran manera el espíritu re- ligioso, cundió y se arraigó mucho el espíritu de libertad. Recuérdense tantas cartas, y medítese. Recuérdese aquí la civilización goda, debida toda a la Iglesia ; recuérdese lo que dice Guizot. Recuérdense las ideas de los juristas en comparación con las de los teólogos en materias de poder, gobierno, le- ves, etc., etc. ; señálese la causa Dos democracias : dos espíritus de libertad. Véase Guizot, página 249. 484 TRIMEROS ESCRITOS [2, 176-178] Espíritu de deliberación, de intervención ; su origen, et- cétera, etc. La democracia ha tenido el mayor enemigo en sí || mis- ma; los procuradores españoles antiguos parece ya que en cierta ocasión querían un preludio del juego de la pelota ; iban sobrado aprisa ; por esto tropezaron los comuneros. El modo de gobernarse los monjes, templando el gobierno monárquico parte con aristocracia, parte con democracia, lo que trae origen de la Regía de San Benito (cap. III), debió influir en las formas políticas. Las cruzadas revelan un hecho, consuman otro y prepa- ran otro. En 1818 decía Ancillon : «No son las guarniciones de las plazas fuertes ni las fortificaciones federales las que nos protegerán contra la Francia, sino el muro de bronce del protestantismo.» ¡Cuántas reflexiones sugieren estas pala- bras! Se podría formar un estado de las calamidades de Ingla- terra, Francia y otras naciones, y viérase por guarismos la exageración que hay en ponderar los males que hemos su- frido de tres siglos a esta parte. Entonces se podrían formar curiosos cotejos sobre lo que se llama las víctimas de la In- quisición. Recuérdense las disputas de los reyes de España con Roma. Primero se compiló y sutilizó, después se criticó, después se meditó. En Europa sólo ha habido como una interrupción de go- biernos representativos. En los autores de los últimos tiempos se nota un lenguaje muy diferente del de los antiguos con respecto a los reyes y gobiernos: no es difícil atinar la causa. || El individualismo del protestantismo no es el individua- lismo europeo. ¿Qué significa entre los antiguos esa importancia dada al ciudadano? En la época del protestantismo y en adelante no debía ser tan sensible la influencia de la Iglesia en lo civil y políti- co, a causa de que, estando regenerada y organizada la so- ciedad, había salido ya de su caos, y, por tanto, podía ya marchar por sí misma. Esta es la causa de que la influencia política de la Iglesia iba a menos ; la Iglesia había ya llenado una parte de su misión; era un padre que tiene ya a su hijo en edad adulta, educado e instruido, que continúa en darle consejos, pero que no le lleva ya continuamente a su lado de la mano, dirigiéndole en todos sus pasos. La fuerza civilizadora entrañada por el catolicismo se oalpa comparando el Oriente con el Occidente. [2. 178-180] SINOPSIS 485 Aun cuando se concediera por un momento que el pro- testantismo desenvolvió el entendimiento humano, no se si- gue que ahora le fuese útil : el siglo xix no es el xvi. La conciencia pública de Europa, ¿a quién se debe? Los antiguos daban demasiada importancia a las tareas políticas, como se puede ver en lo que dicen Platón y Aris- tóteles sobre las ocupaciones propias del ciudadano. Los concilios contribuyeron a establecer el que se reco- giesen las costumbres y el pensamiento público para la for- mación de leyes. N. B. N. B. || La filosofía de Aristóteles prevaleció en Europa, y, sin embargo de ser tan contraria a los esclavos, no pudo impedir que el cristianismo aboliese la esclavitud. Si se examina el conjunto ofrecido por nuestra civiliza- ción, se verá aue es toda cristiana en lo que tiene de bue- no. N. B. N. B. Es notable que las breves épocas de terror y de barbarie que se han visto en Europa hayan coincidido con la perse- cución del catolicismo. ¡Ah!, ¡inhumanos! Ellos invocaban las repúblicas antiguas y las imitaban en sus males. El individuo era tenido en poco. Razones, poco desarrollo de la clase más numerosa. Espíritu de poder y de clase. Du- reza general de costumbres. Contraste con la época actual. Asesino de Luis XV. Véase Chateaubriand, excesos y cruel- dades de ciertas épocas. Tolerancia de los incrédulos : si existe, de dónde nace. Primero con moros y judíos, después con cristianos. Hacerse cargo de lo que han dicho los otros, pero sin re- petirlo. La conducta de Roma justifica el catolicismo. Vicisitudes. Las artes y el Papa. Lo que hubieran hecho los papas sin la oposición de los reyes. Crimen religioso ; lo que supone ^uando es muy raro. Desarrollo de las artes en Italia. Contribuye a la sua- vidad. Deseo del progreso. Qué es, qué se busca. Pompa |j del culto católico. Inmovilidad. Calumnia. Reformas continuas. Concilios. Disciplina. Ojo continuo en la disciplina. Espíritu de mejora. Perfectibilidad. Imagen de Dios. Gobierno, ima- gen también. Espíritu comunicado a Europa. Sentimiento de personalidad, relaciones con la vida ínti- ma de los modernos, con la literatura. Recuérdese que los pueblos del Norte han tenido una literatura cristiana y que ha sido más íntima. Ingleses, alemanes, etc., etc. Véase ma- dama de Staél. El catolicismo era belicoso en España. Guerras con los árabes. Quizás tendía más al empleo de medios violentos que en otros países. 486 PRIMEROS ESCRITOS [2, 130-182] Confesión notable de madama de Staél sobre la toleran- cia en el norte de Alemania, pág. 138. En ninguna sociedad salva al reo la consideración de que él estuviese convencido de la licitud o del mérito de la ac- ción que comete crímenes políticos. Aplicaciones. Contesta- ción a lo que puede decirse contra los castigos por herejía. Proceder de otra suerte acarrearía hasta la impunidad en los crímenes comunes. Conciencia invencible. Profundidad de la doctrina de la Iglesia con respecto al pecado de here- jía. Historia de la intolerancia. La religión es eminentemente positiva, entendiendo por positivo lo real, lo verdadero, lo que no se contenta con pa- labras huecas y sistemas aéreos. Desde que han caído en des- crédito los sistemas y que el espíritu analítico se ha exten- dido a la historia, la religión se halla en excelente terreno para defenderse de sus adversarios; no necesita decirles más || sino: Vamos a los hechos, consultemos la historia. Los filósofos del siglo xviii se empeñaron en separar la sociedad de la religión, y, ¡providencia admirable!, ellos han contribuido poderosamente a manifestarlas en su más ínti- mo enlace. El principio esencial del protestantismo es la negación de toda autoridad religiosa, o, en otros términos, el espíritu pri- vado ; examinándole en todas sus faces, en todas sus épocas, en su nacimiento y en su desarrollo, le hallaréis vario en todo, sólo constante en la resistencia a la autoridad. Es de- cir, que su elemento constitutivo es un principio disolvente. Si le ha quedado algo de cristianismo es porque en la prác- tica abjura, hasta cierto punto, sus principios, y porque a la verdadera autoridad le substituye al menos alguna sombra de ella, y porque no saca las consecuencias del principio que se le enseña. Sin embargo, es muy notable que ya por los años de 1570 anduviese muy valida en Francia la secta de los ateos: ¡tan pronto había dado su fruto de muerte el ár- bol de la reforma! Se ha dicho que el protestantismo había favorecido la li- bertad de los pueblos: si se entiende por libertad la licencia y el libertinaje, nada hay más cierto; pero si apellidamos li- bertad la que mejora la condición del pueblo, la que desarro- lla las facultades del hombre, la que se funda en institucio- nes civiles y políticas, racionales y templadas, nada hay más falso. Y es bien notable que la Europa tendiese a poderes más absolutos desde la época del protestantismo. No se me oculta que tal vez podría disputarse el hecho, || y que, aun supuesto, podríanse asignar otras causas: pero consúltese la historia, cotéjense los hechos y las épocas. Pero no puedo de- jar de emitir una observación que me parece importante; y es que desde entonces los gobiernos debieron sentir la ne- [*, 182-183] SINOPSIS 487 cesidad de robustecer más y más su poder, y aun cuando no lo reflexionen expresamente desde un principio, se lo debie- ron evidenciar los hechos. Cuando Lutero proclamó la in- dependencia de la razón en materias religiosas, se hallaba la sociedad política de Europa en un estado de verdadera transición, que yo no sé si se ha observado lo bastante. La autoridad de los monarcas se había acrecentado en gran ma- nera ; el poderío de los señores se hallaba enfrenado en al- gunas partes y menoscabado en todas, y el elemento popu- lar se desarrollaba con rapidez, y se presentaba ya robusto en la liza. Si el elemento popular debía tomar parte en el gobierno, preciso era que, ya que se acrecentaba de tal modo Sil influjo, fuera éste templado por algún principio que se elevara sobre las formas y vicisitudes políticas ; es decir, que entonces era cuando necesitaba más el freno suave y fuerte de la religión, [para que] no fuera abusando de su poder, no se precipitara, con el ímpetu que suele, a desmanes y excesos. La religión cristiana, revelando al hombre su dig- nidad, dándole ideas exactas sobre el poder social, estable- ciendo las relaciones civiles más racionales, desarrollando la inteligencia y enfrenando las pasiones, había resuelto el pro- blema cuya solución no habían alcanzado los antiguos sa- bios, a saber, hacer disfrutar a todos los hombres de las ven- tajas || sociales. Así es cómo había abolido lentamente la es- clavitud, y. sin causar ningún trastorno, iba colocando a todos los hombres en la línea de igualdad posible, atendida la naturaleza de la sociedad y de los hombres, y así es cómo encaminaba a los pueblos por el sendero de la verdadera política, sin necesitar ni de la esclavitud ni del despotismo de la patria potestad en que fundaba Roma su mal llamada libertad política. ¡Qué hubiera sido de la Europa, del mundo, si al tiempo de la invasión de los bárbaros, acaecida a principios del si- glo v. no hubiera tenido en sí un elemento tan poderoso de civilización y cultura cual es la religión cristiana! Providen- cia admirable la que hizo que se señorease del universo la religión un momento antes de la invasión de aquellas hordas, y que colocó al jefe de la Iglesia en Roma, que debía ser el punto que más debía de atraer aquellas innumerables hordas. Cuando renacieron las letras en el siglo xv se apoderó de los literatos una afición maniática a la lengua latina y cuan- to decía relación con la antigüedad : y esto tuvo tal vez efec- tos religiosos y políticos más grandes de lo que se cree. Para formarse una idea del delirio en que rayaba esa manía léase a Goujet (D. sur Vhistoire ecclés.. París, 1772) s. || 1 [Esta cita deoe hacer referencia al Discours sur le renou- vellement des études ecclésiastiques, por Claudia Pedro Goujet, publicado como una adición al Discours sur Vhistoire ecclésiastique. 488 PRIMEROS ESCRITOS [2, 184-185] slnofsis del libro 8.° de la «Filosofía fundamental», titulado «Lo infinito» Ninguna serie de las que los matemáticos llaman infinita lo es en rigor. Si tenemos la idea del infinito, ¿por qué tanta dificultad en aplicarla y explicarla? Si no la tenemos, ¿cómo sabemos lo que no llega a serlo? Si no hay idea tipo, ¿cómo haremos la comparación? Indefinido no expresa más que una gradación de percep- ciones; pero en sí no significa nada objetivo. Todo lo que existe es o finito o infinito. No hay medio entre el sí y el no. Si el infinito numérico es imposible, no podemos tener idea de él sino como de un absurdo. Luego no puede servir- nos de tipo para conocer cuándo el número no es infinito. Además, para conocer que es imposible es menester que tengamos su idea y la podamos comparar con su existencia para ver la repugnancia. No sabríamos que un círculo trian- gular es imposible si no tuviéramos idea del círculo y del triángulo. Por lo mismo que la idea del infinito, tal como la tenemos, la distinguimos en muchos órdenes y bajo distintas condi- ciones, parece no ser la del infinito uno, único y absoluto. \\ Si el infinito es el ser sin negación, y ésta no sólo pres- cindida o no advertida, sino expresamente negada, parece que la idea de infinito envuelve un juicio negativo de la ne- gación. Si fuese la negación simplemente prescindida, en conci- biendo la idea de ser concebiríamos lo infinito ; y la idea de infinidad parece se reduciría a la idea abstracta de ser, de realidad. La negación también se niega. La línea ABC no termina en B : he aquí una negación negada. Pero la ne- gación de una negación es una afirmación implícita de ser; quien niega, pues, toda negación afirma todo ser. Para poder negar la negación, ¿es necesario conocer el ser que implícitamente se afirma? Si niego que la línea AC termine en B, niego que sea la AB, privada de todo lo de- más: he de conocer, pues, que tiene algo más a lo menos en confuso ; y sólo será necesario que conozca claro la par- de Fleury. Del mismo Goujet y del mencionado discurso traduce Balmes un texto en el tomo IV de El protestantismo, vol. XVIII, página 309.] [2, 185-187] SINOPSIS 489 te BC. cuando no sólo quiera negar la limitación en B, sino que quiera afirmar todo lo que es la línea. ¿Tenemos alguna idea del verdadero infinito? A nuestras palabras infinito, infinidad, es cierto que corresponde algo fijo, pues nos entendemos recíprocamente, al menos cuando las aplicamos a cosas determinadas. Pero ¿es la idea de la infinidad verdadera? Parece una idea general, susceptible de modificaciones y aun limitaciones, y esto arguye contra || su infinidad objetiva. Por otra parte, se extiende a infinitos ór- denes, no se la agota nunca, y esto indica su infinidad. N. B. El tipo de la belleza no lo tenemos a priori, y no obstante conocemos las gradaciones más bellas. Tenemos la idea de ser y de su opuesto el no ser. En sí son ideas generales puras, pero aplicables a cuanto somos y a todo lo limitado. El límite supone un ser a quien iimita y un ser que excluye. A B C La línea AB, limitada en B, supone el ser línea hasta B y el no ser línea más allá de B. En toda limitación bien clara- mente concebida hay un juicio afirmativo de lo que hay y negativo de lo que no hay. El límite, como límite, no se con- cibe sino cuando se niega una cosa de otra. Nuestro ser pro- pio nos ofrece una actividad nunca agotada y siempre ter- minada, resistida por los objetos. El mundo externo nos presenta seres en asombrosa variedad de existencias y limi- taciones recíprocas. Todo, pues, nos da idea de lo finito ; es decir, de ser y no ser. Pero el ser que conviene a unos no conviene a otros, y el no ser, lo mismo. El bruto siente, mas no entiende. Es sensible, he aquí ser; no inteligente, he aquí un límite. El hombre es sensible e inteligente. El límite del bruto no es el del hombre. Entre los hombres, uno en- tiende ciertas cosas que otro no entiende, el límite de éste no es el de aquél, etc., etc. Pregunto ahora: ¿Podemos con- cebir en general la negación del límite, || es decir, la no po- sibilidad de aplicarle, de negar? Parece que sí. Pues en esto parece consistir la idea general de infinidad. En toda su uni- versalidad envuelve dos ideas: 1.°, la idea de ser; 2.°, la idea de negación, o el juicio negativo ; no tiene salida. Apliqúese a todos los órdenes de infinito y se verá que es así. El juicio de limitación, generalizado y negado, nos da al- guna idea de la infinidad en abstracto, pero no la idea de lo infinito. Pues ¿cómo se habla de él? De la manera que se puede, y no comprendiendo otra cosa que lo dicho o una aplicación. Las explicaciones de formal, virtual, etc., cuando se habla de la infinidad divina, apoyan mi teoría. 490 '.'RIMEROS ESCRITOS [2, 187-189} Si bien se observa, el hombre tiene muchas ideas de este género vago, suficiente para sus usos. Se le muestran a un ignorante muchos hombres sabios, y se le asegura que uno entre ellos sabe más que todos los otros juntos. El pobre ignorante no tiene ninguna idea ni del grado de la ciencia, ni de la ciencia misma, ni del que sabe más, ni de los que menos; pero tiene en general la idea de grado y de exceso de uno sobre todos los otros ; y esto le basta para hablar, et- cétera, etc. Apliqúese a pintura, escultura, artes de todos gé- neros, perfecciones de todas clases. — ¿Qué es perfección? Ser. — No todo ser es perfección para todo. — Unos seres excluyen a otros ; su reunión repug- na; ¿cuál es el preferible? — Extensión envuelve multiplici- dad; figura envuelve extensión: su perfección excluye la unidad absoluta. — ¿La acción? Según qué acción. La de afli- gir, de causar || daño, no es perfección absoluta. ¿La de mo- ver? Tampoco. ¿La de entender? En sí es hermosa, pura, inofensiva ; ni aun la inteligencia del mal es, en sí, mala. La inteligencia es la sola acción que puede tener un objeto cualquiera sin mancharse. El moralista, el político, el juris- consulto, el naturalista, el médico, etc., etc., pueden tener inteligencia del mal para evitarlo o remediarlo, etc. Compa- rada con la misma libertad, la aventaja en pureza. De la li- bertad en sí se abusa, porque es principio de acción ; de la inteligencia, en cuanto inteligencia verdadera y acto inma- nente, no. Sólo hay abuso de la inteligencia cuando se com- bina con ella la libertad. — Con la inteligencia hay vista de relaciones, hay moral, hay ciencia, orden, regla, arte, todo : sin inteligencia, nada. Concebid el mundo sin inteligencia. Sin ella preexistente es un caos ; concebible con el mismo or- den, y extinguiéndose ella es un hermoso cuadro ante la pupila fija de un muerto. — A medida que los seres se elevaa en el orden de la inteligencia los consideramos más perfec- tos. Cuando comienza el mundo de la representación comien- za un mundo nuevo, plantas, animales, etc., etc. — La moral es una ley de inteligencia que prescribe la conformidad de un tipo infinito y eterno de inteligencia. Sin Dios no hay moral. — Los teólogos que han dicho que el atributo especial de Dios era la inteligencia han dicho una verdad bien pro- funda.— La moral se funda en la inteligencia, no está en la moral. Con inteligencia, la moral nace, se explica ; sin ella, la moral es un absurdo. Lo propio es de la libertad. Inteli- gencia, |¡ como base; libertad, como principio de acción; moral, como regla dada por la inteligencia. — La inteligencia tiene sus leyes, sus deberes... sí; pero nacen de su mismo seno ; como el sol se alumbra a sí propio con la luz que produce. Toda causalidad propiamente dicha es ad etxtra. La cau- [2, 189-190] SINOPSIS 491 salidad sin inteligencia sería ciega ; sin objeto ni dirección, sin razón suficiente, el mayor de los absurdos. Con tal que toda determinación excluida pueda ser pro- ducida en lo exterior, hay la actividad, que vale más que la cosa. Lo virtual suple lo formal y mejor. N. B. La intensidad infinita de lo que no se excluye ; la actividad infinita respecto a lo que se excluye : he aquí una explicación que parece satisfactoria. La inteligencia es una actividad inmanente ; la fuerza productriz, una actividad transitiva : la primera no ha me- nester producción, o paso del no ser al ser; la segunda, sí. Con lo dicho hay la infinidad con la individualidad. Lo infinito es lo que es ; y no es las criaturas j hay, pues, el ser y la distinción necesarios para la individualidad. Los teólogos dicen que Dios produce con su imperio : esto es de un ser inteligente. Verdad profunda. Hay diferentes órdenes de infinidad. Se concibe una línea infinita ; mas no un valor lineal in- finito. Al lado de una puedo imaginar otra, y juntas tendrán más valor lineal que separadas, curvas, |j etc. — ¿En qué con- siste, pues, la infinidad de la primera? En la negación de un límite, en su continuación sin término. — ¿Dónde se halla, pues, el valor lineal infinito absoluto? ¿En un volumen infinito absoluto? En un volumen infinito ; es decir, en la plenitud de la extensión hay la de superficie y volumen.— Luego la infinidad geométrica no se halla en ninguna abstrae ción ni en ninguna determinación. — Toda infinidad geomé- trica no absoluta envuelve una condición ; como sea recta, única, etc., etc. — Estas infinidades no las imaginamos, pero las concebimos, las pensamos. Tenemos, no imagen, sino idea. Así hablamos de ellas con exactitud. — ¿Hay en el mundo ex- tensión infinita? N. B. Una sola serie infinita no lo es en rigor • a su lado póngase otra serie, y la suma será mayor. — Luego por tér- minos de ninguna progresión no pueden serlo nunca. — Ade- más, multipliqúense todos sus términos por un número e" tero mayor que la unidad, y el .resultado será mayor. — M así como se considera a parte post, considérese a parte y se dobla. — Más: una progresión geométrica decrer puede encerrarse en un límite. Tómese una parte cuak de ella, y, aplicándole la misma ley, saldrá otra infinit infinito dentro de lo infinito. N. B. Luego esos infinitos no son perfectos, no son a lutos ni como números: no son infinitos. — ¿Qué son, pu Hay una negación de un límite; en su misma naturaleza í encuentran otros límites; mas para la infinidad absoluta ? necesita la negación de todo límite. — El infinito absoluto ei 492 PRIMERO*- ESCRITOS [2, 190-19£] número j| no se concibe sino en un sólido infinito, sin vacío y formado de indivisibles. No veo que entonces se pueda exco- gitar número mayor. Están todas las series en toda longitud y en toda su divisibilidad. N. Dificultad. Supóngase el infinito numérico absoluto, con la existencia de un cuerpo infinito. Tampoco parece in- finito ; porque, si se supone que existen seres no corpóreos, la suma de éstos con la de los indivisibles será mayor que el número de los indivisibles solos. — Esto parece indicar que la infinidad actual es absurda. Dificultad. Si los indivisibles pudiesen formar extensión, ésta podría resultar de un conjunto de espíritus. Hay en nosotros la idea del infinito absoluto ; pues que encontramos la no infinidad aun de lo que se llama infinito. N. Sólo Dios infinito puede habernos dado esta idea. Una extensión infinita parece no repugna ; un número parece que sí. — Pero, si suponemos que Dios quiere producir todo lo que puede, esta potencia es infinita hasta con res- pecto al número; luego el efecto será infinito. ¿Y quién dirá que Dios no es libre para querer eso? — Si se dice que su po- der estaría agotado, se puede responder que Dios no puede lo absurdo ; y si suponemos que ha hecho todo lo que puede, es decir, lo infinito, claro es que el poder más sería absur- do.— El infinito numérico no puede existir sino suponiendo la existencia de todo lo posible, en todas las escalas, y su- poniendo que la gradación || sea hasta lo infinito en lo pe- queño y en lo grande. — La elevación hacia lo grande, ¿tiene límite? Si no lo tiene, parece que los seres criados pueden acercarse más y más a Dios, pero siempre llevan la condi- ción de ser finitos y criados; si lo tiene, ¿cuál será?, ¿y por qué? — Con el número infinito tiene relación lo de los in- discernibles de Leibniz. Si puede haber más de uno de una misma clase, el infinito es más difícil. La imposibilidad de un número infinito no se prueba con decir que siempre lo podemos concebir mayor ; esto no es ilativo a la cosa, sino a nuestra inteligencia; y, además, poder concebirlo mayor es porque no le hemos concebido mito. d£ idea de substancia finita es en nosotros un lazo de los fu-ienos, y en las cosas es la del ente sometido a ellos. — melve la identidad de un ser bajo la variedad. — Testigo lsntimiento del yo. — La actividad del yo nos sugiere la s. de substancia. — La pasión de un mismo objeto, o la va- dad de impresiones enlazadas con una impresión común ontinuada. Movimiento, etc., etc. — Llegamos al punto del •nlace: ¿qué es? Nos falta el conocimiento intuitivo de la -senda, y la experiencia no basta— La diferencia no está en [2. 192-194] SINOPSIS 493 poder, no poder d no ser concebido el uno sin el otro, pues la razón es igual, sino en no poder existir. Ejemplos externos e internos. Cuestión de causalidad de las criaturas. — Creación. — Substancias, accidentes. — Actividad. — Forcé. — Ser y no ser. [| Necesidad del análisis. — Algo corresponde a la palabra infinito. — Cierta idea general: ¿Podemos hablar sin idea? Infinito y no finito, no limitado, incomprensibilidad, sin fines, sin límites. — ¿Qué es fin o límite? La negación de continua- ción o de ser. Ejemplos : extensión, número, etc., etc. — Hay órdenes de infinitos, porque hay órdenes de seres. — Donde hay un ser, y bajo cierto aspecto se le niega el límite, hay cierta especie de infinito. — Ser: extensión, actividad o cau- salidad, inteligencia, orden moral. Dificultades. — ¿Qué es el ser infinito como ser? Parece el que no tiene ninguna negación de ser.— Entonces nada se podrá negar, todo afirmar, será todo ; ló que es absurdo.— Además, parece que no podrá tener ninguna determinación, porque determinación pone un término exclusivo de lo opues- to. Inteligencia excluye extensión ; luego no podría ser inte- ligente, lo que también es absurdo. — Libertad excluye nece- sidad, y viceversa : luego no podrá tener ambas cosas, lo que es absurdo. — El ser infinito tendrá toda perfección, conten- drá todo ser en cuanto no incluya imperfección. — ¿Qué es perfección? En esta idea se envuelve la de ser; pero ¿de qué ser? En los finitos la perfección es relativa ; la perfec- ción de una casa para fábrica sería imperfección para un templo. La perfección en lo finito es lo que conduce al fin del ser finito de que se trate; en lo infinito, ¿cuál será el fin? La perfección, pues, en lo infinito no puede ser relativa a un fin, ha de ser absoluta. — Si la perfección es ser, ¿de qué ser se habla? Si del determinado, hemos visto que lo hay que encierra || imperfección. Si ser determinado, no en cuanto incluye imperfección, sino perfección, deja de ser tal ser. — Si hablamos de ser absoluto, no habrá muchas per- fecciones, sino una; y ésta ¿qué será? ¿Qué es el ser sin ninguna determinación? — ¿No tendrá por lo menos la deter- minación de inteligente, valens, de activo, de libre? Las per- fecciones en que esto se afirma son verdaderas ; luego les co- rresponde la realidad. — Existencia de perfección, no virtual, sino formal, ¿cómo se combina con la unidad? Doctrina de Escoto. — Dogma de la unidad y simplicidad. — La distinción de personas no destruye la simplicidad.— ¿Cómo se entien- de la exclusión de distinción? Más dificultades. Todo perfección: ¿qué es todo? ¿Todos los posibles? ¿Qué es posible? ¿Los que no repugnan? ¿Cuá- les son éstos? Si algunos se excluyen, ¿en qué para la infi- nidad? Si hay exclusión, ¿hay límite fin?— Algo se puede PRIMEROS ESCRITOS |2. -194-196] negar de lo infinito ; pues hay proposiciones negativas ver, dáderas. — ¿Será p1 todo lo que se puede concebir? ¿Quién? ¿Nosotros? Es poco. ¿Quién? ¿El ser infinito? Cuidado en la petición de principio. — ¿Todo que no le repugna? ¿Qué? ¿A la perfección? — La repugnancia metafísica envuelve ser y nc ser; y como hay cosas que repugnan a la perfección, habrá por necesidad un no ser. El no ser, ¿envuelve siempre imperfección? — El no ser piedra no la envuelve. — La determinación, ¿envuelve siem- pre alguna imperfección? El ser inteligente no la envuel- ve;— El ser determinado, ¿envuelve alguna negación? La necesaria para la determinación. || La determinación, ¿trae límite? En intensidad de la de- terminación no. Una línea no es plano, y como línea puede ser infinita. — La inteligencia, pues, puede ser determinada como tal y ser infinita como tal. No se concibe bien lo que se expresa por ser sin ninguna determinación. Un ser abstraído de inteligencia, de activi- dad, de libertad, de todo, no nos ofrece más que la idea de ser en abstracto. La cuestión de simplicidad del ser infinito equivale a esta otra: si Dios es uno; y a esta otra: ¿una infinita per- fección puede resultar de una suma? — Las disputas de los escolásticos sobre el atributo constitutivo de la esencia di- vina tienen un sentido profundamente filosófico. Si hay perfecciones que se excluyen, no pueden estar jun- tas ; la falta de alguna de ellas no es una imperfección, por- que la infinita perfección no puede ser un conjunto de ab- surdos. Necesidad de definir. Lo condicional es lo que se pone si se pone otro que se apellida condición. Lo condicional, pues, incluye dependen- cia ; y lo incondicional es lo que excluye toda dependencia. El ser necesario es, pues, incondicional. Lo relativo es lo que tiene relación, lo que dice orden a otro. Lo absoluto será lo que no la tiene. Es de advertir que absoluto en todo su rigor, nosotros no lo concebimos. En Dios concebimos relación de causa con respecto a las cria- turas.— Un absoluto en rigor, ni lo concebimos, ni podríamos saber nada de su existencia. Si fuese absoluto en rigor, no podría || causar ni afectar a nuestra inteligencia ; no ten- dríamos, pues, escala para subir hasta él. ¿Qué es necesario absoluto? Aquello cuyo opuesto impli- ca contradicción. — Necesario absoluto es opuesto a absur- do.— La existencia de lo absurdo es imposible; la no exis- tencia de lo necesario es absurdo. — Conocemos muchas ver- dades absolutamente necesarias lógicamente; es dech\ que el' predicado conviene al sujeto ; pero llevan siempre un pos- [2. 196-197 J SINOPSIS 495 tulado contingente: su existencia. — Hay necesidad de esen- cia ; pero lo absolutamente necesario lo ha de ser de existen- cia. Así decían con mucha profundidad los escolásticos que sólo Dios es su misma existencia. — Distinguían muy bien el orden lógico del real. En la esencia del ser necesario ha de estar la existencia : su concepto la ha de envolver no sólo lógica concebida, sino realizada. — Ocurre una dificultad : si no tenemos el concepto, no podemos ver la necesidad. Este concepto lo tenemos, mas no intuitivo; y así la demostración de Descartes l}a encon- trado tantas dificultades. — Solución. — La sola idea de nece- sario envuelve la existencia, mas no real, sino lógica o con- cebida. Con sola la idea no se puede inferir la existencia rea- lizada. Pero por lo mismo que sabemos que existe algo, al menos nosotros, al menos esta percepción que ahora nos ocu- pa, y por otra parte del no ser no puede salir el ser. algo ha existido siempre. Algo hay, pues, necesario ; pues la no exis- tencia de lo que no ha existido siempre, sin otra causa, sin otra condición que la de su mismo ser, es absurda. Aquel ser excluye su no ser: siempre, y en todo || caso sin condi- ción, su no ser es, pues, contradictorio. Su ser se pone pri- mero, sin ninguna condición ; su no ser es excluido, absurdo. El ser es, pues, necesario absoluto.— Luego : I o Tenemos la idea de ser necesario. 2.° Nos consta su existencia. 3." Esta re- sulta no de la misma idea, sino de la simple suposición de que existe algo. 4.° Este conocimiento no ha menester nin- guna experiencia ; le basta el orden lógico de las ideas, que por necesidad ofrece su experiencia al entendimiento; no es necesario que exista el mundo ; basta que exista el ser que piensa, o su simple percepción, o su idea : basta, en una pa- labra, todo lo que no sea un puro nada. Lo absolutamente necesario no puede tener ninguna mudanza. — Hay en él algo necesario como se supone ; luego todo lo que en sí es y tiene es inmutable. Siendo libre, todas sus determinaciones esta- rán tomadas de toda la eternidad. — La mudanza en lo nece- sario no puede salir de él mismo ; porque, siendo necesario, no hay ninguna razón suficiente para que se mude. Lo que es, es por intrínseca necesidad; ¿de dónde saldrá la mudan- za? ¿Por qué no conserva el estado primitivo incondicional, necesario? Si tuviese sucesión de modificaciones, la sucesión sería necesaria, luego eterna ; luego sin primera ; luego una serie infinita en acto ; y esto no es posible, porque nunca habrían llegado a una dada, pues para esto se debía agotar lo inago- table. Si lo necesario no fuese infinitamente perfecto, no sería perfectible por ser inmutable; luego sería de peor condi- ción que lo contingente dotado de perfectibilidad. 496 PRIMEROS ESCRITOS [2. 198-199] Si lo necesario se mudare, los nuevos estados en que se hallare debían emanar de él mismo; luego todo lo que ellos encerrasen de ser, de perfección, debía tenerlo antes de la mudanza. Y entonces, ¿a qué mudarse? Si se suponen muchos seres necesarios, y se quiere expli- car la mudanza de ellos por la acción recíproca, tampoco se adelanta nada. — Tomados en su conjunto, ¿han tenido un estado primitivo? Si no lo han tenido, menos en la serie in- finita : si lo han tenido, era necesario, y no ha podido alte- rarse. La existencia del ser necesario excluye la no existencia, y ésta es absurda; luego un estado de él excluye su no estado, y éste es absurdo; es así que no puede mudarse sin pasar del estado al no estado ; luego, cuando se le exige mu- danza, se le exige un absurdo. Todo cuanto somos y vemos se muda ; luego nada de esto es necesario. Sinopsis de los párrafos xa, xrfit, xiv, xv y xvi DEL CAPÍTULO XXII DE «El CRITERIO» La humildad es la verdad. El orgullo hace aborrecible ; la vanidad, despreciable. La vanidad es la pasión más general. El orgullo va acompañado de una erección de ánimo ; lleva brío ; supone fuerza física o moral, o seductora ; es agresor. La vanidad es la complacencia en la alabanza ; aviénese con la debilidad ; || los niños, los viejos chochos, los miserables. La vanidad, como toda pasión, sacrifica lo futuro a lo presente; lo sólido a lo brillante; la utilidad al placer. Por lo mismo no es madre de grandes cosas. El amor de la glo- ria: quien tiene bastante fuerza de ánimo para esperarla postuma, o muy lejana, con más trabajo y otros auxilios sa- bría despreciarla. El móvil de los que han hecho lo primero no era solamente la vanidad. El orgullo supone erección, engreimiento. Tomándose a veces en buen sentido, se dice noble orgullo, mas no noble soberbia, noble vanidad; soberbio edificio, soberbio discur- so, etc., mas no orgulloso edificio, vano edificio. Orgullo, subs- tantivo, o aplicado directamente al hombre, como orgulloso de pertenecer a la familia española, etc., se toma en buen sentido. Soberbio, en sentido propio, se toma mal; en meta- fórico, bien ; vano y vanidad, siempre mal. Quizás en la eti- mología podría hallarse la razón. Oculos sublimes (Prov. 6, 17). Ubi fuerit superbia, ibi erit et contumelia (Prov. 11, 2). Inter superbos semper iurgia sunt (Prov. 13, 10). Domum superborum demolietur Dominus (Prov. 15, 25). Abominatio Domxnis est omnis arrogans (Prov. 16, 5). Antequam conté- [2. 199-201] SINOPSIS 497 ratur. exaltatur cor hominis; et antequam glorificetur humi- liatur (Prov. 18, 12). Vide alia et alio. Los caracteres fuertes propenden al orgullo ; los débiles, a la vanidad. El amor de la gloria es la vanidad en mayor escala. Esta pasión es la misma ; pero se modifica por el su- jeto y el objeto. El hombre se envanece del valor, la mujer de la hermosura; || uno y otra del saber: todo es vanidad; el artesano, de sus humildes artefactos; el guerrero, de sus conquistas ; el sabio, de sus obras ; el hombre de Estado, de su política : todo es vanidad. Hay vanidad que no se muestra, tiene la hipocresía. Hay la previsión de lo ridículo. Es propio de los avisados ; lo con- trario de los candorosos en demasía. Hay hombres que tie- nen una vanidad que se conoce, y a veces la injusticia de ella; entonces gana el más astuto. El avisado conserva su reputación ; el tonto se ridiculiza. Hay hombres vanos por carácter: se proponen siempre producir efecto. Se ocupan continuamente de sí mismos. El orgullo se ofende, se indigna. La vanidad se abate y con- trista si le falta la lisonja. A falta de otros, él propio toma buenamente el incensario, sin reparar que sea, al mismo tiempo, ídolo y sacerdote. ¿Cuál es la causa de que tengamos más vanidad de las cualidades naturales que de las adquiridas? Hombre de ta- lento: envanece. Aplicado, no, a no ser que sea expresivo de la fuerza de carácter. Un estudiante que se luce, procura ha- cer creer que lo hace sin estudio. Aquí se aplica muy bien : Quid habes quod non accepisti?, etc. Lo adquirido supone mérito; lo natural, no; ¿por qué, pues, lo primero envanece más que lo segundo? Helo aquí : el estudiante se envanece también del saber; pero la suposición de la capacidad se extiende a lo que resta por saber ; y así, ya que no se tenga el acto, se complace en que se le reconozca la facultad. La vanidad es de suyo una ilusión ; es el |! placer que recibimos de lo que piensan sobre nosotros los demás ; y así la idea de una calidad natural nos hace saborear el pensamiento de que a nosotros nos llevan a otras esferas, si no por lo que somos, al menos por lo que podemos ser. Esto tiene algo de vago, indefinido, susceptible de mucho ensanche, de exageración : es una potencia, y éstas no están sujetas a mesura tan es- trictamente como los actos. En breve : nos agrada engañar nos y engañar. Pagamos, si no con realidad, al menos con esperanza. En faltando la caridad natural, supónese que no es mucho lo adquirido. N. B. No es cierto que nos complacemos más en lo natural que en lo adquirido. Sería menester comparar dos cosas que fue- ran de igual estimación entre los hombres. Dos aritméticos 498 PRIMEROS ESCRITOS [2. 201-203] iguales, uno por natural, otro por estudio ; pero en el prime- ro se supone la ciencia, más la capacidad ; en el otro, no. Los nombres confiesan a veces que no saben, pero nunca que sean tontos : en lo primero no puede caber duda en cier- tas clases ; en lo segundo es más fácil. Si dicen que no tienen disposición para una cosa, indemnizan con respecto a otra. El barómetro de nuestra vanidad es lo que causa más efecto ; que excitará más estimación o interés por nosotros. Entre militares el valor, y después vienen las otras cualida- des ; entre calaveras la disipación, entre mujeres la hermo- sura, entre ancianos el juicio, entre mozos la gallardía, en- tre sabios la sabiduría, entre poetas el estro, entre devotos la devoción, entre estudiantes el talento, etc., etc. Todo es relativo. El || estudiante, entre sus iguales procura abultar el talento ; entre sus superiores, la aplicación. La humildad es la verdad. No nos permite exageración de lo que somos. Nos recuerda de dónde lo recibimos. No se opone al cuidado de la buena reputación moral. Consiente que deseemos ser reputados buenos; pero no que seamos buenos para ser reputados. Esto es tan justo y razonable, que nadie se atreve a decir que haga el bien para adquirir repu- tación ; si lo hace por esto, lo disimula. Otras breves sinopsis Análisis de las sensaciones. — Hay primero la sensación, esto es, la impresión exterior. Es cierto. Despierto y dormi- do, etc., etc. Los juicios que la siguen o acompañan. Existencia de ob- jeto exterior que la causa. — Conformidad de la apariencia con la realidad. — En el dormido hay la impresión interior y el engaño sobre la existencia del objeto. Lo mismo en el des- pierto, pero iluso. — En el que sufre como Pascal hay la im- presión y no el engaño. — En el que se engaña por una pers- pectiva hay impresión, objeto externo, pero engaño por la apariencia. — En el que no se engaña existe también la impre- sión, mas no el juicio falso.— Luego la simple sensación no es seguro testimonio. Ilusiones. Miras [?] el mundo es grande o pequeño. — Si nuestros ojos fueran microscopios o telescopios, || ¿qué su- cedería?— Un sentido solo y combinado.— Utilidades de cada uno, etc., etc. — Percepción de la belleza. — La vibración y el sonido. — La gracia de un movimiento. ¿Hay más de cinco sentidos? — ¿Se llama sensibilidad? — ¿Se podrían encontrar nuevos órganos? — No distan más cier- tos sentimientos de las sensaciones que éstas entre si. — La [2. 203-205] SINOPSIS 499 extensión, las direcciones y el modo y velocidad de andarlas es casi lo único que conoce la física. — Magnetismo. — Necesi- tan la acción de [?]. — También el sabor está con el tacto. — Pareceres de orden más elevado, como que tienen más relación con el corazón que con el cerebro. — Son deter- minantes de acción. — No siempre están en acción como los demás órganos. La humanidad y la filosofía. — ¿Qué se propone ésta?— ¿Buscar o consolidar la certeza? Es inútil. — ¿Debilitar? Im- posible.— ¿Señalar sus fundamentos? ¿Qué fundamentos esos que no sirven? — Además es trabajo estéril, porque hay un punto de que no se pasa. — Todo en teoría o es estéril o para en un hecho irresistible. — Hace como la anatomía y la fisio- logía: lo más señalan un vicio, difícilmente lo corrigen, nun- ca cambian la naturaleza de las cosas. — La cuestión es, pues, especulativa : no puede tener una aplicación universal, — La filosofía no ha encontrado el cimiento: mas el edificio no deja t! de existir. — Es imposible dar razón de todo: si asen- tamos hechos o principios enlazados, es menester llegar a uno primitivo. Si nos valemos de un procedimiento, la razón de proceder de una manera no puede siempre encontrarse en otro procedimiento. Sentimiento, inteligencia, raciocinio. — Visión beatífica. — Santo Tomás. Angeles. Ideas. Todas las ciencias se enlazan. Ejemplos. Gravitación uni- versal: principio fundamental de estática, aritmética, álge- bra.— Para todo hay medios; la dificultad está en encon- trarlo. * * * Los tres principios, Impossibile. etc., Quidquid in, etc., Ego cogito, etc., son de órdenes diferentes. El primero es de intuición intelectual, el segundo de reflexión, el tercero de conciencia. N. B. El primero y principal elemento. Relaciones delicadas y profundas en todos los órdenes de la sociedad. Males a que pueden dar lugar los errores en este punto. Texto sagrado. Diferencia de opiniones: su origen. Antiguos, modernos, declamaciones. || Diversos principios: su origen. Examen de estos principios. Varias cuestiones. soto PRIMEROS ESCRITOS [2. 205-206] ¿Es conveniente? Cómo y cuándo. ¿Está en mano del hombre? Matrimonio, celibato, libertinaje. Emigraciones, inmigraciones. Diversos modos de aumentar el nacimiento e inmigra- ción. Opuestos de disminución. Análisis ; el elemento más simple, la familia. Utilidad de este primer análisis, reflexiones sobre el ex- travío en esta clase de investigaciones, falta de sencillez. Lugo, etc. Dudas sobre la estadística antigua y sobre la moderna. Primer resultado necesario : mayor consunción ; su com- binación es de distintas maneras. Clases ; principios que se han sentado. Ley providencial, su examen. La Iglesia y el Estado. — El clero y la sociedad, y la po- lítica.— Importancia y dificultad. — Necesidad de ideas claras y exactas. — Gobierno, clero y pueblo. — Emperadores, baro- nes, reyes, tribunos— Razón y pasiones. — Iglesia y mundo. — Lucha natural. — Clericis laicus infensus, etc. — Temblar. — Un recuerdo. — El Evangelio. — La profecía y la historia. — El pue- blo judío. — Dolor y sufrimiento de los profetas. — || Campo- manes y Jovellanos. — El catolicismo y la sociedad. — La razón y las pasiones. — La autoridad espiritual y la voluntad. * * * La unión no es la unidad. — La poligamia acarrea la escla- vitud.— El feudalismo propendía a las castas. — Santo Tomás comparado con los últimos adelantos científicos. — Antigua- mente se robaban también blancos como ahora negros. Véase en Herodoto, lib. 1, 2, el caso de la hija de Inaco, rey de Argos, y otras compañeras. * * * Hay en el origen de las cosas una voluntad libre. Si hay causalidad secundaria. Influjo físico. Toda la realidad del efecto ha de estar virtual in causa. \\ Sermón de la Virgen de los Dolores Videte si est dolor sicut dolor meus. (Ieremias ,cire Lamentatio- num, cap. I.) «Ved si hay dolor como mi do- lor.» (Jeremías en sus Lamentacio- nes, cap. I ) Sumario. — Santa tristeza que nos inspiran los Dolores de María. En María las penas exceden a sus gozos. Después del gozo de la Anunciación vienen las terribles angustias causadas por las sombras que divagan por la mente de su esposo. Después del gozo del Nacimiento, las aflicciones que le causaron sus circuns- tancias y la persecución de que Jesús fué objeto. Después de las palabras gozosas de Simeón, el anuncio de la espada que traspasaría su alma. Su vida al lado de Jesús fué amargada con su pérdida en el templo. Más tarde ve a Jesús calumniado y perseguido. Cuando Jesús expiraba en el Calvario, su Madre estaba al pie de la cruz. El misterio de los Dolores de María. La terrible justicia de Dios manifestada por este misterio En él hallaremos lecciones de resignación y paciencia. Cercanos están ya. mis amados oyentes, cercanos están aquellos días de fúnebre solemnidad en que la Iglesia nues- tra Madre, para desahogar las angustias de su corazón ape- sarado, pide al Profeta Rey sus inspiraciones sombrías, a la Virgen de Sión su amargo !| llanto y al sublime cantor de la ruina de Jerusalén sus lúgubres lamentos ; cercanos están aquellos días en que la Esposa de Jesús crucificado se pre- >enta a nuestros ojos con aquel manto de majestuoso luto. * [Nota bibliográfica. — Fuera de las dos homilías que Balmes íredicó en sus oposiciones a la magistralía de Vich, año 1833, consta jue hizo cuatro sermones, dedicados respectivamente a la Virgen le los Dolores, a los Santos Mártires de la ciudad de Vich. al Santo Tristo del Hospital y a una Hermandad. Sólo ha llegado a nosotros ;1 primero y un fragmento del segundo. El sermón de la Virgen de los Dolores fué predicado en la igle- ia de los Dolores en Vich, el día de la fiesta titular del año 1840. ^ué publicado en Escritos postumos, pág. 169, con una nota en que e hace mención de los otros tres sermones predicados por Balmes. íl sumario es nuestro.] 502 PRIMEROS ESCRITOS [2, 210-211] que tan altas lecciones inspira al entendimiento, que cor tan sublimes y penetrantes afectos conmueve el corazón ¡ cercanos están ya : ella ya los presiente ; y por eso su peche se acongoja, su faz se anubla, y vemos que baña ya sus me jillas una lágrima de amargura. ¡Oh! ¡Y por cuán dichos* se tendría nuestra Madre la Iglesia, si alcanzara a comuni car a todos los fieles que abraza en su seno aquella eleva- ción de pensamientos, aquellas emociones profundas con que en estos santos días la favorece el divino Espíritu que la ani- ma! Estos son sus deseos, sus ansias más vivas, su más ar- diente anhelo. Para el propio fin, hace ya muchos días que por medio de sus solemnidades, por sus preceptos y por é, ministerio de la divina palabra, nos está llamando al reco gimiento espiritual, al ayuno, a toda clase de penitencias ; para que, purificadas nuestras almas por la divina miseri- cordia, estén debidamente preparadas y puedan prometerse abundantes frutos de la solemnidad de tan augustos mis- terios. Pero, ¡ah católicos!, que entre tantos medios como tiene a la mano la Iglesia para iluminar nuestra ceguera y ablan- dar nuestra terquedad, le faltaba todavía que completar une muy poderoso, muy eficaz, muy a propósito para penetrar en lo más íntimo de nuestro pecho, para grabar en el fonde de nuestra alma muy saludables verdades y excitar en el co- razón las más tiernas emociones. Bien habréis comprendido || que os hablo de los Dolores de María, de ese sombrío cuadre que se ofrece a nuestra consideración en la solemnidad del día de hoy: fijemos, mis amados oyentes, fijemos nuestras miradas sobre ese cuadro que, si bien entristecerá nuestra alma, será con aquella santa tristeza que, encaminando al cristiano por el sendero de la penitencia, le abre las puer- tas de una alegría perdurable ; será con aquella santa tris- teza en que aprendemos a conocer el verdadero espíritu de Jesucristo, y nos acostumbramos a tomar al divino Maestro por guía de nuestra conducta. A este fin se encaminarán las consideraciones que voy a presentaros en este breve rato Para que mis palabras produzcan fruto de vida eterna, im- ploremos el auxilio de la divina gracia por la intercesión de la Madre de los Dolores, saludándola con el Angel: Avt María. Videte. etc. etc. Todos cuantos hemos tenido la incomparable dicha de sei educados en la religión católica estamos acostumbrados, y¿ desde nuestra infancia, a compadecernos de los Dolores df María; y no se encontrará uno entre nosotros que no hayí sentido mil veces enternecerse su corazón al fijar la vista er |2. 211-213] SERMONES 50o esos cuadros en que nos presenta la Iglesia una ceremonia de los trabajos y aflicciones que llovieron sobre la Madre de nuestro Salvador en los días que tuvo de peregrinación sobre la tierra. Madre de los Dolores, Virgen adolorida, son pala- bras que salen de continuo de la boca de los cristianos, y ponderamos a veces de tal || manera lo amargo de estos do- lores que parece que comprendemos y sentimos toda su agu- deza y vehemencia. Sin embargo, si paramos algún tanto la consideración sobre el modo con que solemos contemplar la vida de María, notaremos que media un obstáculo muy gra- ve para que podamos formarnos una verdadera idea de sus dolores, y que obra sobre nuestro corazón un sentimiento que disminuye en él la pureza de impresión que sintiera al haberse representado en nuestra imaginación alguno de los pasos que inundaron de amargura el alma de la santa Virgen. Por graves que sean las penas que haya sufrido una per- sona, por agudos que sean los dolores que la hayan atormen- tado, si miramos todo esto como limitado a poco tiempo, si por otra parte nos figuramos la mayor parte de su vida como una dilatada serie de delicias, de contento y alegría ; la abundancia de la felicidad como que ahoga la parte que haya tenido de desdichas, ya éstas no nos excitan entonces aque- lla viva compasión a que nos mueve el infortunio cuando es muy duro, muy continuo y con poco o ningún consuelo, antes sí con mucha soledad y desamparo. Y heos aquí cabalmente lo que nos acontece con respecto a María : el solo nombre de Madre de Dios parécenos traer consigo de tal manera toda clase de felicidad y de gloria, que, aun limitándonos a esta vida, apenas juzgamos posible que la Virgen no alcanzara tantos días felices, inundados de consuelo, de gozos o com- placencia, que no compensasen con sobreabundancia todas sus aflicciones y dolores. Como a escogida para Madre del Verbo eterno. como a concebida sin mancha de pecado, miramos su cuna cubierta de flores, nos figuramos su infancia corriendo con inaltera- ble dicha como un manso arroyo entre matizadas alfombras, y al entrar en su adolescencia, con su entendimiento bañado de luces celestiales, con su corazón rebosando de amor divi- no, la contemplamos ya tan dichosa que nos parece que ya en esta vida debía empezar para ella aquella radiante glo- ria, aquella indecible bienaventuranza de que se halla a la sazón colmada en el cielo. Y ¿qué diremos, oyentes, de aque- llos años que pasó con su divino Hijo? ¡Oh! Allí no tiene tasa nuestra imaginación, allí nos figuramos para María un verdadero cielo, allí, confundiendo nuestros débiles pensa- mientos con los de un Dios hecho hombre, y tomando nues- tros deseos por realidades, vemos a María disfrutando una vida tan sosegada, tan feliz, tan abundante de dulcísimos 504 PRIMEROS ESCRITOS [2, 213-215] consuelos, de amables coloquios, que casi perdemos de vista los dolores que se agolparon sobre ella en los últimos días de su divino Hijo. No trato yo, católicos, de levantar el velo que encubre lo que el mismo Dios ha querido que fuera encubierto, ni ten- dré la presunción de evaluar los grados de felicidad o de pena que en la variedad de ocasiones y circunstancias se al- bergarían en el corazón de la Santísima Virgen ; pero sí que diré que a juzgar por lo que nos enseña sobre su vida el Sagrado Texto, y aun atendiendo al mismo espíritu de la religión de Jesucristo, a veces exagera mucho en los con- tentos de la felicidad de María nuestra debilidad e inadver- tencia. En lo que nos ha conservado la Sagrada Escritura | sobre la Santísima Madre de nuestro Salvador busco en vano los indicios de esa inexplicable dicha que nos figuramos de- bió de inundar el corazón de la Madre de Dios: busco esos indicios, mas no los encuentro, y lo que reparo con toda cla- ridad es que exceden sus penas a sus gozos, sus aflicciones a sus consuelos; véola un momento gozosa, pero cumpliéndo- se luego en ella aquella terrible verdad: Extrema gaudii luctus occupat. «En pos del gozo viene el llanto.» Receláis, católicos, que exagero ; sospecháis quizás que el recuerdo de los Dolores de María, lo sombrío de la presente solemnidad, el angustioso paso que está representado a la vista, me tienen tan entristecido el corazón, que me hacen esparcir tristes colores sobre los cuadros más risueños y apa- cibles; pero seguidme: demos una ojeada a la vida de Ma- ría, no tal como podría pintarla una imaginación demasiado afectada, no tal como la podría retratar la mano del hom- bre, sino tal como la encontramos en el libro infalible dictado por el mismo Dios. Salúdala el ángel llamándola llena de gracia y bendita entré las mujeres- en sus entrañas virginales se realiza el estupendo prodigio que acaba de anunciarle el celeste men- sajero. Vemos aquí un gozo, y grande en verdad ; pero ved luego el pudor virginal y la humildad que le hace ocultar profundamente el misterio, vedlos en lucha con aquellas sombras que divagan por la mente de su esposo, quitándole a él la tranquilidad y sosiego e inundando el corazón de la Virgen de aflicción y de amargura. ¿Por qué ponderar» ca- tólicos, las terribles angustias que entonces || sufriría el alma de la Virgen? Basta recordar que era una Virgen más pura que el rocío de la mañana, más cándida que la misma nieve : hay sentimientos delicados que mejor se perciben que no se explican ni encarecen. Nace al mundo Jesús, y, al ver al divino Infante en sus brazos, salta de alegría y contento el corazón de la Virgen Madre: pero ¡en país extraño, en un pesebre, en medio de [2, 215-217] SERMONES la mayor pobreza! ¡Ah! Bien conoceréis que todo esto de- bía de afligir sobremanera el alma de María ; bien conocéis que no podía ser insensible a las privaciones y penalidades que en semejantes circunstancias debía de padecer Jesús recién nacido. Si se me dijera que ya estaba enteramente re- signada a la voluntad de Dios, yo responderé que la resigna- ción ni extirpa ni ahoga aquellas afecciones que, no teniendo en sí nada de malo, tienen su raíz en la misma naturaleza : Jesucristo, en el huerto, también estaba resignado a beber el cáliz de amargura, también decía: Padre, hágase tu vo- luntad; mas no dejaba por ello de sufrir horrible agonía; no dejaba de estar bañado con copioso sudor de sangre que corría hasta el suelo. Celebran los ángeles el nacimiento de Jesús, adóranle los pastores, póstranse a sus pies los reyes y le ofrecen sus tesoros; pero ¿no veis entre tanto la faz sañuda del tira- no que, desde el alcázar de Jerusalén, está acechando al tierno Infante, poniendo en planta los medios más engañosos que le sugiere la astucia, los más atroces que le dicta la crueldad? Como que ensancha nuestro pecho el oír las pa- labras de || alborozo en que prorrumpe Simeón, aquel an- ciano venerable, que muere ya contento por haber tenido la dicha de estrechar entre sus brazos al Salvador del mundo ; pero oigamos con espanto las terribles palabras que dirige a María : Una espada traspasará tu alma. ¿Y qué privaciones, qué fatigas, qué trabajos no sufrirá la Madre de Jesús en su peregrinación a Egipto? ¿Qué presentimientos tan tristes no la acongojarían, al pensar cuál sería el término de la vida de su amado Hijo, cuando en los primeros días de su aparición sobre la tierra se veía ya perseguido de muerte, precisado a buscar un asilo en tierra extranjera7 Sin duda que durante el espacio en que vivió Jesucristo al lado de su divina Madre, ocultándose con su modestia y sencillez y como confundiéndose entre los demás hombres, viviría conforme al agrado de ella, sujeto a ella, y dándole aquellas muestras de sumisión, condescendencia y afecto que tan bien asientan a un hijo con respecto a su madre. Todo esto es verdad ; pero a veces nosotros pasamos más allá, nos- otros nos figuramos aquellos años como una cadena de feli- cidad y de contento; olvidando de esta manera que Jesu- cristo no había venido a dar la felicidad sobre la tierra, y que, si reservaba a su Madre un tesoro inagotable de bien- aventuranza, era para después de esta vida, después que ella se hubiese asemejado también al Hombre de dolores. ¿Que- réis indicios vehementes de que nos engañamos cuando su- ponemos a María muy feliz, aun en esta vida, por sólo tener a su lado a Jesucristo; de que andamos equivocados l| si pen- samos que Jesús se ocupa mucho en hacerla feliz ya sobre la 505 [2, 217-218] tierra? Oíd lo que nos refiere el Sagrado Texto. Tenía Jesu- cristo doce años, y había ido con la Virgen y San José a Jeru- salén a la solemnidad de la Pascua; vuélvense la Virgen y su esposo, y Jesús se queda en Jerusalén ; siguen ellos su cami- no, figurándose que va Jesús también en la comitiva ; pero, echándole de menos, le buscan entre los parientes y cono- cidos, y, viendo que no parece, retroceden hasta Jerusalén. Después de tres días, le encuentran en el templo sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándolos, de- jando pasmado a todo el auditorio con la discreción y sabi- duría de sus palabras. «Hijo, le dice al encontrarle su an- gustiada Madre; hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Apesa- rados yo y tu padre te andábamos buscando.» Fili. etc. Aquí es donde llamo yo, católicos, toda vuestra atención; ¿pen- sáis acaso que le dirige Jesús alguna palabra de cariño y con- suelo? No ; antes, como dejando traslucir un rayo de aque- lla sublime majestad que había de desplegar algún día, le responde : «Por qué me buscabais? ¿No sabéis que en los ne- gocios de mi Padre he de estar yo?» Quid est quod, etc. Yo confieso, católicos, que al oír a Jesucristo, a la edad de doce años, respondiendo a una Madre adolorida, en el momento en que acababa de encontrarle, después de haberle buscado afanosa y angustiada, cuando uno estaba como aguardando una palabra cariñosa, al oírle una respuesta tan grave y ter- minante, me causa una viva sorpresa, una impresión profun- da ; paréceme que estoy viendo cómo se realiza también en María que |l ésta es para nosotros una tierra de llanto, en que sólo podemos prometernos trabajos y aflicciones. ¿Que- réis más? Oíd : Estaban Jesús y María Santísima en el con- vite de las bodas ; falta el vino ; María, sabedora de que los tesoros de la Omnipotencia están encerrados en las ma- nos de su Hijo, le dice: «No tienen vino.» Vinum non habent. ¿Y qué le responde Jesús? Notad la sequedad y la gravedad de la respuesta, y pasmaos: «¿Qué a mí ni a ti. mujer? Aun no ha llegado mi hora.» Quid mihi, etc. Está hablando a las turbas; le avisan de que su Madre v parientes están allí deseando hablarle. ¿Y qué hace' Jesu- cristo? ¿Creéis que va presuroso a su encuentro, y a diri- girles palabras de cariño? Oídle con qué gravedad responde tan austero y majestuoso: «¿Quién es mi Madre, y quiénes son mis hermanos?» Extiende luego la mano sobre sus dis- cípulos y continúa: «He aquí mi madre y mis hermanos; pues cualquiera que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre.» ¡Qué lecciones tan elocuentes de austeridad nos ofrecen estas palabras, qué reconvención para nosotros, que no acer- tamos a dar un paso en el camino de la virtud, a no ser que [2. 218-220] SERMONES 507 el Señor nos llene de consuelos de todas clases! Veamos si era ése el camino por el cual subió al cielo la Santísima Virgen ; veámoslo en lo que indica esa conducta observada con respecto a ella por su divino Hijo. Mientras vivió en esta vida, trabajos, privaciones, aflicciones, angustias de to- dos géneros, en todos tiempos, en todas ocasiones: i. pero gustos, pero consuelos, pocos, muy pocos y mezclados siem- pre con la ley de las tribulaciones. :Ah! Ella era también una inocente criatura, escogida por el Altísimo desde toda la eternidad, y el terrible golpe de la justicia de un Dios in- dignado contra el linaje humano, que debía descargar sobre Jesús en la cima del Calvario, quería que alcanzase también a la purísima Virgen, escogida para Madre del Verbo Eter- no, a la criatura más amada que se ofrecía desde los días eternos a los ojos de la Trinidad Santísima. Madre dolorosa la llama la Iglesia, y Madre dolorosa la puedo llamar: Madre abrevada de dolores, porque, partici- pando de las contrariedades y persecuciones que sufrió Je- sucristo en su infancia y de los trabajos que amargaron el curso de su vida, le acompañó hasta la cima del Calvario. En aquellos días tan agitados de la vida de su divino Hijo, en que, divididos los ánimos sobre la verdad de su misión, unos le apellidaban impostor, otros sedicioso, otros procura- ban afearle con ctra clase de calumnias ; en aquellos días en que era ofuscada y confundida por la sabiduría de Jesús la orgullosa ciencia de los falsos doctores; en aquellos días en que se quebrantaba la altanera terquedad de aquellos hombres con la irresistible fuerza de la palabra divina : en que, puestas en claro sus virtudes hipócritas y sus vicios verdaderos y cotejada su vida con la santísima vida de Je- sucristo, se veía con toda evidencia que no eran más que sepulcros blanqueados, cuando el orgullo, acosado por todas partes, se concentraba en lo más , hondo del corazón para engendrar allí odio y envidia y abortar luego calumnias y venganza, ¿qué no padecería el alma de la Santísima Vir- gen al ver a la Inocencia calumniada, a la Majestad holla- da, a la Divinidad perseguida? ¿Cómo saltaría continuamen- te de zozobra su angustiado corazón al pensar en ios ultra- jes, en los tormentos, en la muerte que amenazaba tan de cerca al tierno objeto de sus ansias y cariño? ¡Oh! ;Y cómo lloraría en la soledad de su retiro! ¡Y qué tiernos y acongo- jados suspirosexhalaría su pecho! ¡Ah! Llora en soledad. Virgen inocente; sí. llora ea so- ledad, que no hay dolor semejante a tu dolor ; llora, sí, pero tu llanto no detendrá ya la mano levantada para herir; y a estas horas el Hijo amado de tus entrañas está postrado en el huerto, solo, entre las sombras de la noche, dormidos sus discípulos, y tanta es su angustia que va corriendo hasta el 508 PRIMEROS ESCRITOS [2, 220-222] suelo su sudor de sangre; llora, sí, Virgen inocente; llora en soledad, que a estas horas está ya en poder de sus crueles enemigos, sufriendo todos los ultrajes y escarnios. ¡Adonde va esa muchedumbre inmensa que circula por todas las calles de Jerusalén, que se agolpa a las puertas del tribunal, que pide con destemplados gritos la muerte de Jesús, que se abre en seguida en dos alas y deja entrever las hileras de los soldados conduciendo a un hombre al último suplicio ! ¿ Le conocéis, católicos? Su faz está lívida y bañada de sangre, su cuerpo está ultrajado, atropellado, agobiado de dolores ; desde los pies a la coronilla de la cabeza no tiene parte sana; ¿no veis cómo va marchando |] hacia el Calva- rio, escarnecido, insultado por sus enemigos que le llevan a la muerte? Sí, le conocéis sin duda; pues mirad: ¿veis una mujer que a duras penas se abre paso entre la muchedum- bre, que pregunta dónde está el hijo de sus entrañas, que desea verle, abrazarle antes de morir, que saca fuerzas del mismo exceso de su dolor y se presenta en el mismo lugar del suplicio, en la colina del Calvario? Pues es María; es María, cuyos dolores solemnizamos hoy. ¿Qué os diré yo, católicos, para ponderaros su dolor? ¿Por qué esforzarme en haceros sentir lo que, sin que yo lo encarezca, siente, sin duda, vuestro corazón'' Mejor será, sí, mejor, que, valiéndo- me de la expresión del Evangelio, tan sencilla como elo- cuente, os diga : Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre. Si, todo está dicho en estas palabras; Jesús estaba expiran- do en la cruz, y al pie de ella estaba su Madre ; si habéis visto jamás el desconsuelo de una madre amenazada de per- der a un hijo, si habéis visto jamás a una madre junto al lecho de muerte donde está agonizando una prenda tan cara a su corazón, entonces comprenderéis la fuerza del dolor, el horrible tormento que sufriría el alma de la Virgen, que no veía solamente a su Hijo cercano a la muerte, sino expirando en el último suplicio, cubierto de sangre y abrumado de escarnio y de afrenta. ¡Qué horror, católicos! ¡Qué horrible dolor, al oír cuál salían algunas palabras de su boca moribunda ; al oír que da un grito y exhala su espíritu! No hay dolor semejante a su dolor : no será bastante a templarle el que, después de finado, se lo coloquen ¡¡ en sus brazos; su rostro páhdo, sus ojos anublados, su cuerpo frío y sangriento, sus miembros caídos, todo despedazará cruelmente el corazón de la Ma- dre ; todo le recordará los horrorosos tormentos que prece- dieron a su muerte, todo le revelará una verdad tan terrible para el corazón de una madre : Tu hijo muñó. ¿Qué encuentra el cielo en esa Virgen inocente, que so- bre ella descarga tan terribles golpes? Concebida sin man- cha de pecado, pasando una vida cuya santidad no podría [2. 222 2241 SERMONES 509 encarecer una lengua mortal, siendo todos sus pensamientos, todos sus afectos, todas sus acciones, destellos purísimos del fuego de amor divino que ardía en su corazón ; arrobada en oración perenne, que se elevaba hacia el trono del Altí- simo, como aroma grato en cuyo dolor se complacía el Eter- no, esa Virgen tan pura, tan santa, tan amada de Dios, tan amante de Dios, escogida por Madre de Dios, llena del espí- ritu de Dios, objeto de las miradas del cielo, prevista desde toda la eternidad como la más hermosa y agraciada de todas las criaturas; esa Virgen, esa misma Virgen, tan inundada de dolores, tan agobiada de trabajos, tan abrumada de aflic- ciones, ¿cómo es posible? ¿Qué misterio se encierra aquí? ¿Necesita acaso el Eterno nuevas víctimas? ¿No basta el mismo Hijo de Dios, ofrecido en holocausto por la salud de los hombres? ¡Ah, católicos! ¡Qué verdades esto nos enseña, qué lec- ciones nos sugiere, qué reflexiones nos inspira! ¡Qué idea tan grande y terrible nos da de la justicia divina! Por- que, si tales cosas se hicieron en leño verde, ¿qué se hará en el seco? Si tantas angustias, || tantos dolores derrama la indignación del Altísimo sobre lo que se cubre úni- camente con la carne de pecado, ¿cuál será el castigo que prepara en el día de la venganza a los verdaderos pecado- res? Estremecimiento causa, por cierto, el ver que un Dios indignado con el linaje humano, que se había extraviado pol- los caminos de iniquidad, abre sobre él las cataratas del cielo, arroja sobre él las olas de la mar, borrándole de la faz de la tierra ; tiembla de espanto el corazón al ver cómo, indignado el Señor con las abominaciones nefandas de la ciudad de Pentápolis, descarga sobre ella una nube de fuego y reduce a ceniza los edificios y a sus habitantes ; terribles son los espectáculos de otros grandes castigos, cuyos cua- dros nos ha conservado con tan vivos colores el Sagrado Texto para que hieran vivamente nuestra fantasía, afecten profundamente nuestro corazón y no se borren de nuestra memoria; pero yo no encuentro cosa tan terrible para for- marme una idea de la justicia divina, de la enorme defor- midad de la ofensa de Dios, y de los castigos que Dios le tie- ne preparados, como el ver al mismo Hijo de Dios expiran- do en medio de los más acerbos tormentos ; y, después de esto, el ver a la Virgen sin mancha, tan agobiada de penas, tan traspasada de dolores, que bien pudiera exclamar: No hay dolor semejante a mi dolor. Cuando veo el crimen en un hombre o en un pueblo y veo descargarse sobre ellos la indignación del Eterno, veo un suceso análogo a lo que veo suceder cada día entre los hom- bres, veo el castigo en pos del delito. Pero la inocencia en pena, la inocencia | sufriendo, la Virgen tan amada del Al- 510 PRIMEROS ESCRITOS [2. 224-225 J tísimo sufriendo ; ella, que fué exceptuada de la mancha, sufrir tan terrible pena, eso me hace concebir una idea terri- ble de la justicia divina, que me hace recordar aquellas no- tables palabras de Jesucristo: «Si esto se hizo en el árbol verde, ¿qué se hará en el seco?» Esto es la pura veidad, católicos; amarga, en efecto, tal como nos la enseñan los dogmas de nuestra religión santa, tal como nos la recuerda la Iglesia, nuestra Madre, en estos días solemnes. Aprendámosla, católicos ; grabémosla profun- damente en nuestro corazón ; veneremos con un santo temor la justicia divina, que tanto resplandece en estos misterios ; pero aliéntenos también, al mismo tiempo, la consoladora es- peranza en su infinita misericordia. Porque, ¿se muestran acaso en poco grado los tesoros de la infinita misericordia en esta inefable transmisión de la pena merecida por nuestras culpas sobre el propio Hijo, sobre el Hijo de María? ¿Se ma- nifiesta acaso poco su misericordia en haber aceptado la pu- rísima ofrenda que de su alma le ofrecía en estos días la Santísima Virgen, en estos días terribles en que era como atormentada y crucificada con su propio Hijo? Sí, esto debe alentar nuestra esperanza, esto templar los inmoderados temores que a nuestra felicidad podría aca- rrearle la consideración del aspecto amenazador con que se manifiesta en los presentes misterios la divina justicia. Esa Virgen de los Dolores, cuya solemnidad estamos celebrando en este augusto templo, nos está mirando desde su morada de gloria con aspecto apacible y bondadoso. A nosotros, mi- serables || viajeros, que atravesamos este valle de llanto, que andamos bañando de lágrimas esta tierra extranjera, y que nos apiñamos en torno de su imagen para acompañarla en sus dolores, para compadecernos de sus penas y para derra- mar con ella abundantes lágrimas, no nos mirará ella con una mirada indiferente; bien lo sabía ella que tantos tor- mentos como sufría su santísimo Hijo todo era para nuestra redención, todo se enderezaba a limpiarnos del pecado y a abrirnos las puertas de la eterna bienaventuranza. Aprenda- mos, católicos, de esta divina Madre a sufrir con resignación los trabajos, con paciencia las injurias, con serenidad las humillaciones ; aprendamos de ella a mirar esta vida tal como es en sí, vida de llanto, vida de desengaño, vida de aflicciones y trabajos. ¿Pretenderemos nosotros ser más que la Virgen santa? Si ella para llegar a las eternas moradas tuvo que pasar por un desierto tan sembrado de espinas, ¿qué podemos esperar nosotros? ¿Querremos subir al cielo por un camino llano, anchuroso, sembrado de frutos y de flo- res? Sus inocentes sentidos tuvieron apenas un ligero gusto, y sufrieron tanta privación v mortificaciones ; nuestros sen- tidos culpables, esos sentidos que han nadado tantas veces en [2. 225-226] SERMONES 511 el placer, con infracción de la ley santa del Señor, esos sen- tidos, ¿no podrán sufrir ni una ligera penalidad, y nos in- dignaremos contra el primer objeto que les disguste? ¿Nada nos dirán tantas lecciones, nada tantos ejemplos, nada una Virgen traspasada de dolor, teniendo en sus brazos a su Hijo, al mismo que acaba de expirar en una cruz para nuestra salvación9 Temamos, || oyentes, temamos, y temble- mos, si tal fuera nuestra conducta : en la hora de la muerte sería para nosotros una pena terrible el haber desperdiciado tantos medios de satisfacción, el habernos hecho sordos a tan saludable enseñanza, el haberla recibido en un corazón he- lado para dejarla allí sepultada como una semilla infecunda. Ahora estáis en salud, reunidos en este recinto, oyendo la palabra de verdad que se os anuncia por boca de un indigno ministro ; vosotros no lo sabéis, vuestro corazón no lo pre- siente, y tal vez de aquí a pocos días, a pocos momentos, os asaltará la muerte ; tal vez está batiendo ya sus negras alas sobre vuestras cabezas, para hundiros en el sepulcro. De cada uno de nosotros, ¿quién sabe si será ésta la última vez que nos hallamos en este lugar solemnizando los Dolores de la Virgen? ¿Quién sabe si ya no volveremos a invocarla sino en el lecho de la muerte, mirando con velados ojos su ima- gen, y besándola con fríos labios, y pronunciando su nom- bre con desfallecido acento? Vivamos como si siempre hubié ramos de morir, celebremos en espíritu y verdad los miste- rios que hoy ofrece a nuestra consideración la Iglesia nuestra Madre, grabemos profundamente en nuestros entendimien- tos las lecciones que aquí se nos comunican, para que a la hora de la muerte podamos invocarla con firme confianza, para que podamos recordarle con filial ternura que fuimos sus devotos, que celebramos sus fiestas, no sólo de palabra, sino también de corazón, para que ella nos corresponda como a buena Madre, alargándonos su mano para subir a las eternas moradas de la gloria, etc., etc. || Sermón de los Luciano y santos mártires Marciano* derraman un torrente de amargas lágrimas sobre el tálamo manchado con el crimen y salpicado con sangre inocente! El rostro en tierra el fogoso santo en el camino de Damasco y el devastador de la Iglesia, el perseguidor de Jesucristo, el hombre que respiraba amenazas y muerte contra los discí- pulos del Señor, que transformado en vaso de elección para llevar el nombre de Cristo a la presencia de las gen- tes, de los reyes y de los hijos de Israel. No temáis: en su mano todopoderosa están los destinos de Luciano y Marcia- no y veréis cómo coloca en sus cabezas la radiante corona del martirio valiéndose para ello del perdón de una virgen y de la crueldad de un tirano: todas las apariencias huma- nas están en contra de tan feliz desenlace, mas no importa : en los arcanos de la Providencia está reservado un desig- nio incomprensible y sucesos imprevistos van a desenvol- verse. Bajo el imperio de Filipo no se ha perseguido a los cris- tianos ; la Iglesia, reposando de sus persecuciones pasadas, disfruta una profunda calma: mas || no importa... Un gene- ral de prestigio es enviado a la Panonia para reprimir los desórdenes y castigar con mano fuerte la insubordinación de las tropas. ¡Vanos consejos! El general es proclamado emperador por las legiones insubordinadas: se da la bata- lla. Filipo muere a manos de sus propios soldados, y el cal- dillo del ejército se sienta en el trono de Nerón. El es el tirano Decio: un decreto de muerte se publica en la capital del imperio, y los satélites del feroz tirano, sediento de san- * [Nota bibliográfica. — Este sermón ha llegado a nosotros in- completo, por faltar la mitad del cuaderno en que estaba escrito (véase la pág 207). La fecha en que fué predicado no nos consta pero ha de referirse a uno de los años que median entre 1835 y 1841. Ha sido hallado el autógrafo entre los papeles de Balmes y se pu- blica ahora por primera vez.] [2, 230-232] SERMONES 513 gre cristiana, derraman por todas partes el terror, la devas- tación y el exterminio : los tormentos más atroces, las in- venciones más crueles, el hierro, el fuego, las fieras, todo se agota para triunfar de los confesores de Jesucristo. ¡Qué horror! Los cristianos perecen a millares, y ni aun es permi- tido templar sus dolores con una lágrima compasiva. ¡Qué desolación! ¡Cómo se han dispersado las piedras del santua- rio! ¡Los sacerdotes gimen y las hijas de Sión sollozan tier- namente! ¡Esposa del cordero, que tus ojos cansados de llorar ya no se parecen a las aguas de las piscinas de Hese- bar! ¡Una aridez mortal cubre tus labios de rosa, y tus ca- bellos desgreñados ya no se parecen a los ramos de las pa- rras! ¿Dónde se ha ocultado tu esposo? ¿Dónde se ha ocul- tado aquel que golpeaba a tus puertas de cedro, cuando sus cabellos estaban mojados con el rocío de la mañana, que invocaba a los vientos del Mediodía para que oreasen los árboles de su jardín y esparciesen aromas y olores alrededor de su amada? ¿Cómo te ha dejado abandonada buscando un asilo en el silencio de las tumbas o en las ¡ cavernas del desierto? Nueva Raquel, tú lloras la sangre de tus hijos, que corre a torrentes: llora enhorabuena, madre tierna, ¿cómo verías sin acerbo dolor palpitantes sobre el cadalso las pren- das de tu corazón? Llora, pero no sea tu llanto como el de tu madre, cuyos lamentos se oyeron en los campos de Roma : tu esposo no te ha abandonado : mira cómo se multiplican tus hijos bajo la cuchilla del verdugo ; mira cómo el Omni- potente te prepara nuevos tiempos : sí. católicos, Luciano y Marciano ya están en la soledad : un vestido de penitencia y un áspero cilicio sucedieron al traje voluptuoso, y los cabe- llos, rizados antes con tanto esmero y que despedían olores exquisitos, están ya cubiertos de cenizas. Eí Señor se ha va- lido del exceso mismo de sus extravíos para llevarlos a su rebaño : en vano han procurado seducir a la inocencia y a la hermosura : el pudor ha sonroseado la frente de la casta vir- gen como se matizan de púrpura las Cándidas nubes. Ella, herida con los rayos del sol y postrada humildemente, ha levantado las manos al cielo dirigiendo sus fervorosos sus- piros al Dios de José y de Susana. Ardientes y obstinados los mancebos, en vano agotan los recursos de sus artes falaces: el santo de los santos tiene en su mano el corazón de la inocente doncella, y todos los amaños de la serpiente infernal no serán capaces de hacerle levantar sus ruborosos ojos para dar siquiera una mirada al fruto vedado. El amor es un delirio acompañado de una fiebre ardorosa. Luciano y Marciano no pueden sufrir más demora, y, entrando la desesperación en su pecho, || tiran en cara a sus fementidos dioses la nulidad de su poder y la 33 514 PRIMEROS ESCRITOS [2, 232-233] falsedad de sus artes. «Así nada puedo con ella, responde el ángel caído, tiene consagrada su virginidad a Jesucristo.» Los mancebos caen en el suelo como heridos del rayo, y el genio del mal se esconde confuso en las cavidades del abis- mo. Y he aquí el momento escogido por el Señor: un rayo de luz celestial penetra en las almas de Luciano y Mar- ciano, la gracia del Espíritu Santo se derrama sobre sus corazones y hace sentir un consuelo desconocido, como el bálsamo sobre la herida reciente. Vueltos en sí, arrojan un profundo suspiro, como el hombre que despierta de un en- sueño funesto ; ya arde en sus pechos aquel fuego que lleva en sus llamas turbulentas la desesperación y el furor; su corazón late blandamente al recordar el nombre de Jesús, y sus ojos levantados al cielo y anegados en lágrimas no buscan ya con la inquietud del delirio el objeto de sus deseos criminales. «Muy poderoso es Jesucristo crucificado, decía con asom- bro el uno al otro, El puede más que nuestros dioses y sus artes engañosas: es preciso convertirnos a Jesucristo, El nos valdrá más que aquéllos, a quienes vanamente reverencia- mos.» Poseídos entonces de una santa indignación, celosos de reparar la ruina de tantos hermanos como ellos habían descarriado, llevan a un lugar público los libros que enseña- ban los vanos secretos, y los entregan a las llamas en presen- cia de un numeroso pueblo que apenas podía creer lo que estaba viendo con sus propios ojos. «No os admiréis, decían ellos; el Señor nos ha iluminado |] y ya conocemos a Jesu- cristo, el verdadero Dios, y en El ponemos toda nuestra es- peranza.» Y recibiendo el bautismo y marchando a la sole- dad derramaban a raudales lágrimas de arrepentimiento: lágrimas hermosas cuando manan de unos ojos que brillan con la viveza de la juventud, inundando unas mejillas en que los años no han abierto ningún surco : el rocío que cu- bre las flores de la mañana no puede comparárseles y ellos son más agradables al Eterno que el incienso y los holocaus- tos. Los ayunos y las oraciones han robustecido ya la gracia de Luciano y Marciano, y, llenos de aquel celo que hacía despreciar a los apóstoles los riesgos más graves e inminen- tes, vuelven a la ciudad: y, viendo a la ciega muchedum- bre que aun vivía envuelta en las tinieblas de la idolatría, predican abiertamente a Jesús crucificado. No creáis que ig- noran el destino que les amenaza ; ya saben el decreto de muerte publicado contra los cristianos; pero ¡ah! que ellos ansian padecer por Jesucristo. ¡Qué anhelo para ellos si pu- diesen expiar con el último suplicio las injurias cometidas contra su Dios, si, exhalando el último suspiro en medio de los más acerbos tormentos, pudiesen ganar para el cielo a [2. 233-235] SERMONES 816 alguno de tantos hermanos como habían extraviado! Pero ¡ah! que ya oye el Señor sus deseos y un populacho feroz los lleva como cristianos a la presencia del procónsul. En vano el satélite de Decio agota todos los recursos de su astucia para obligarlos a abandonar la religión del Cruci- ficado y a derramar algunos granos de incienso ante los si- mulacros del error: nada pueden |¡ con ellos, ni las amena- zas, ni los halagos, y, desesperado el procónsul de conseguir su intento, fulmina contra ellos la sentencia de muerte. Una turba de gente se agolpa en las calles y plazas y se tiende a lo largo de la carrera: y ¡ah! que se oye de cerca un ruido acompasado, y es la marcha regular de los soldados que con- ducen las víctimas. Miradlos: ellos son Luciano y Marcia- no ; miradlos : ellos se divisan rodeados de capacetes y de lanzas ; miradlos cómo marchan al suplicio, con la manse- dumbre de dos corderos y la firmeza de dos héroes ; una co- lumna de espeso humo que se remonta ondeando por los ai- res : un raudal de llamas ardientes que esparce su resplandor a largo trecho indica el lugar del sacrificio. ¡Gran Dios! El corazón palpita y la sangre se hiela en las venas ; y Luciano y Marciano no tiemblan, y se adelantan alegres, y su rostro está sereno y placentero como el de un niño que alarga sus brazos a una madre cariñosa. Llegados al pie de la hoguera dirigen al cielo una oración fervorosa, y, arrojados al fuego, apenas se agitan algunos momentos en medio de las llamas y quedan como dos copos de nieve que se derriten con los rayos del sol. ¡Jóvenes afortunados! ¿Cómo habéis volado a las mansiones de la gloria? ¡Restos inestimables! Pero ¿os dejarán consumir con este fuego amortiguado? ¡Cenizas pre- ciosas! ¡Oh! ¡Y quién llenara mi pecho de un entusiasmo divino y me diera la lira de un profeta : yo me hincaría de rodillas en el mismo lugar del sacrificio, y, arrebatado de un respetuoso asombro, entonaría al Dios de Israel un cán- tico de alabanza! ¡I ¡Quién le dijera al fogoso procónsul que su obra de iniquidad ha colocado sobre las cabezas de las víctimas una corona inmarcesible! ¡Vanos consejos de los hombres! El ha creído borrar su nombre de la faz de la tie- rra, y él mismo los ha eternizado ; él mismo acaba de erigir un monumento más duradero que el mármol y el bronce. ¡Qué de siglos transcurrieron y el nombre de dos humildes cristianos, de dos jóvenes que expiraron en el último supli- cio, aun se conserva con espléndida gloria y se pronuncia con profundo acatamiento! ¿Dónde están las tumbas de tantos hombres célebres en las letras y en las armas? La segur del tiempo ha hecho pedazos sus soberbios sepulcros y el viento ha dispersado sus cenizas, y los restos de Luciano y Marciano se conservan aún después de haber resistido a las convulsiones de tantos siglos. ¡Cuántos trastornos! Des- 516 PRIMEROS ESCRITOS [2, 235-237] plómanse las abovedadas techumbres de los señores del orbe. Por aquí pasaron las legiones romanas, arrolladas por una nube de bárbaros ; por aquí pasaron el suevo, el alano, el vándalo, el godo, empujándose unos a otros como las oleadas de un mar borrascoso: aquí ondearon los estandartes de Mahoma y los pendones cristianos ; aquí chocaron mil y mil veces la cimitarra morisca y la lanza del caballero cruzado ; y todo ha desaparecido : todo ha pasado como desfilan en la imaginación de un delirante largas hileras de espectros y de sombras, y las cenizas de Luciano y Marciano se con- servan aún, y, sacadas por un milagro de las entrañas de la tierra, reciben sobre el altar las fervientes oraciones del pue- blo ausetano. ¡Salvador del mundo! Esta es || la suerte que reserváis a los despojos mortales de aquellos que os adoran en espíritu y en verdad y arrostraron por vuestro nombre los tormentos más atroces. Sí : y esta suerte debíais reservar- les : también quisieron sepultar en el olvido vuestro sacro- santo nombre el soberbio doctor y el hipócrita fariseo : tam- bién quisieron cubrir vuestra frente de ignominia y de opro- bio en el patíbulo de la cruz ; pero los pueblos se postran ante la señal de vuestra agonía, y vuestra imagen augusta está rodeada de rústicos festones en la choza del pastor, y de oro y de púrpura en el palacio del monarca. ¡Señor! Haced que no sean estériles nuestros cultos, que la devoción que nos rodea en torno de las cenizas de nuestros Luciano y Mar- ciano penetre hasta el fondo de nuestras almas, y que este contento y júbilo, en que rebosa el pueblo ausetano, sea ba- ñado con la unción de vuestro espíritu. Sí, CC, sin una fe viva en la intercesión de los santos, sin una confianza firme en el poder de sus oraciones, sin una devoción afectuosa y sincera, de poco os aprovecharán esas brillantes fiestas, esos pomposos obsequios. Si los santos nuestros vieran en vos- otros un corazón helado, si vieran únicamente una alegría mundana, recibieran con poco gusto vuestras oraciones, se- mejantes a flores sin olor, y tal vez no se acercarían a las gradas del trono del Altísimo para alcanzar sus misericor- dias. ¡Ah, CC. ! Nosotros no apreciamos en su justo valor la intercesión de los santos, no nos aprovechamos como debié- ramos de este consuelo imponderable que nos ofrece la reli- gión de Jesucristo || en nuestras angustias. Nosotros descar- gándonos nuestro agobiado pecho derramando algunas lágri- mas en el seno de un amigo, y no cuidando de postrarnos al pie de un altar derramándolas a los pies de Luciano y Marciano. ¡Ah! Si así lo hiciéramos, nuestro alivio fuera más dulce y duradero, no encontraríamos en ellos una son- risa cruel que insultara nuestra pena, no sentiríamos en sus beneficios aquel dejo amargo que tantas veces acompaña a los favores del hombre. Probados ellos como el oro en el [2, 237-239] SERMONES 517 crisol, purificados con la sangre del Cordero, asegurada su gloria por la mano del Todopoderoso, no experimentan los vanos temores, las ansias mortales, los deseos impetuosos, los negros temores que agitan continuamente a los desgra- ciados mortales, pero alimentan en su pecho un purísimo amor para con nosotros ; y poseídos de una ternura fraternal se gozan en nuestras prosperidades y se compadecen en nuestras desgracias. También se acuerdan de sus extravíos y miserias, de que fueron débiles como nosotros. ¡Ah! Cuan- do un joven siente brotar en su tierno pecho las ilusiones del placer, cuando siente circular en sus venas un fuego des- conocido y vacila entre la severidad del deber y las dulzu- ras de un encanto, se agosta como las ramas de un arbusto con el ímpetu de los vientos: si en medio de su turbación y ahogo levanta los ojos al cielo invocando a nuestros Luciano y Marciano, ¿cómo podrán menos de alargarle una mano compasiva? ¿Cómo podrán menos de acordarse de sus pro- pias flaquezas? Sí, allí mismo en las moradas de la gloria es- tán mirando a aquella ruborosa || doncella, objeto inocente de sus criminales devaneos: allí está, y sentada en el coro de las vírgenes lleva en su corona un esmalte en galardón de su difícil triunfo, seña inmortal que recuerda a Luciano y Marciano los milagros de la gracia y los vaivenes del en- deble corazón del hombre. Mis amados hermanos: no desaprovechemos con una in- diferencia culpable un favor tan singular del cielo, como es el habernos hecho depositarios de tan preciosas reliquias: descuido sería éste tanto más reprensible cuanto, para pro- fesar una devoción a Luciano y Marciano, apenas necesita- mos otro incentivo que escuchar los movimientos de nuestro corazón: ella ha nacido con nosotros, y los recuerdos más dulces de nuestra infancia- están enlazados con los nombres de Luciano y Marciano. Roncaba una tempestad amenazado- ra, y asustados por el estampido de los rayos y el resplandor de los relámpagos corríamos trémulos y llorosos a guare- cernos en el seno de nuestras madres : oíamos el nombre de la cruz alternando con el de Luciano y Marciano cuando la muerte cubría de luto a nuestras familias: se veía ella afligida con alguna vicisitud desgraciada, ya nos llevaban en brazos a este mismo templo y nos hacían pronunciar con len- gua balbuciente el nombre de Luciano y Marciano. ¿Menguaron acaso nuestras necesidades? ¿Entrados en más edad no necesitamos acaso recurso tan poderoso? ¡Ah! ¿Qué es el hombre sobre la tierra para desdeñar el amparo con que le brindan los moradores del cielo? Las necesidades de la vida le abruman : las pasiones le marchitan y los pla- ceres le gastan ; ¡| un accidente le arrebata en la flor de sus días, o encorvando su cuerpo al peso de los años va pasando PRIMEROS ESCRITOS [2, 239-240] por este valle de dolores come el arroyo que bate con melan- cólico murmullo una ribera solitaria. Lanzado aquí en la tierra como un punto invisible, rodeado de inmensidades y de misterios, pisa las cenizas de cien pueblos que se han hundido en el sepulcro y marcha por entre los destrozos del tiempo a experimentar el destino reservado a los hombres en un porvenir sin fin. Un paso más allá del sepulcro, en los umbrales de la eternidad, está sentada la fe, cubierto el ros- tro con un espeso velo, y con la luz de la lámpara que cuelga de su mano nos hace divisar al través de una lobre- guez sombría un paraíso de delicias. Pero ¡ay de nosotros, que también nos muestra con el dedo un abismo de llamas! ¡Ay de nosotros si nos hundimos en la eternidad, si nos pre- sentamos a los pies del Dios de la justicia, sin que nos prece- dan las oraciones de alguna intercesión poderosa: los justos tiemblan en su presencia y las estrellas de la mañana se pa- recen a un cristal ennegrecido con el humo! ¡Mártires del Señor! No seremos nosotros los que [mu- ramos] en apatía tan culpable: nosotros alimentaremos siem- pre para con vosotros una devoción cordial y afectuosa, y en las necesidades y peligros, en nuestros duelos y angustias, os invocaremos con firme esperanza: pero si gloriosos nuestros propósitos son volubles como la hoja del árbol y nuestra voluntad indolente como un hombre soñoliento. Vosotros que moráis tan cerca del manantial de las gracias, vosotros sois los que habéis de nutrir en nuestras almas una || devoción fervorosa. Hacedlo, santos gloriosos, y si os es grata esa nube de incienso que se remonta hasta los pies del Eterno, des- pués de haber perfumado vuestra urna sagrada y el simula- cro santo : si os son gratas las fervorosas oraciones de un pueblo, hincado humildemente de rodillas al pie del ara pre- ciosa, y que esparce sobre ella flores humedecidas con lá- grimas, postraos con nosotros a las plantas de la augusta víctima que van a ofrecer los sacerdotes del Señor, para al- canzar de su misericordia los beneficios que os debemos para que no descuidemos jamás en nuestra vida la invocación de vuestros nombres, hasta que, tendidos en el lecho de la muer- te, busquemos en torno nuestro vuestra imagen con ojos anu- blados: y pronunciando con labio trémulo y voz moribun- da: Amparadme, Salvador mío, Virgen Madre mía, Luciano y Marciano, expiremos en blando sueño para volar a abraza- ros tiernamente en la mansión de la gloria. [| Máximas entresacadas de las obras de San Francisco de Sales y distribuidas para todos los días del año* Prólogo del traductor español Penetrar en los más secretos escondrijos del corazón, des- envolver sus más apañados pliegues, sacar a luz todos sus defectos, desvanecer todas sus excusas, salirle al paso en to- dos sus rodeos, advertirle todos sus deslices, no perdonarle nada, no disimularle nada, y, sin embargo, no ofenderle, no fastidiarle, no esquivarle, son cosas por cierto difíciles de ejecutar: tal hace, empero, San Francisco de Sales. Herma- * INota bibliográfica. — El canónigo de Vich doctor Jaime So- ler pidió a Balmes que tradujese del francés las M'áximas entresaca- das de las obras de San Francisco de Sales y distribuidas para todos los días del año. El encargo fué cumplido por el mes de marzo di 1840, y el libro salió inmediatamente de la imprenta de Valls, Vich. La edición es anónima, pero por documentos de Balmes cons- ta auténticamente su filiación. Lleva un prólogo escrito por nuestro autor. En un papel autógrafo de Balmes, titulado Estado de las pu- blicaciones en abril d? 1842, encontramos lo siguiente: Máximas de San Francisco de Sales. Toda la edición está en poder del señor canónigo Soler, de Vich, excepto unos treinta que tengo en casa Colomines, de Vich, y unos cincuenta que hay en poder de Tauló.» Antonio Palau, en su Bibliografía cronológica de Balmes (Barce- lona, Jepús, 1915), lo mismo que en su Manual del librero hispano- americano (Barcelona, San Pablo, 41, 1923), vol. I, pág. 160, nos da una edición catalana de las Máximas, impresa en la misma ciudad, en la misma imprenta y el mismo año que la castellana. No sabemos que nadie más haya mencionado esta edición. Nosotros le hemos in- terrogado personalmente, y responde que él no sabe dónde la ha visto, pero que, puesto que hizo la papeleta, seguramente la vió. La papeleta es muy incompleta, pues sólo dice: «Máximas tretas de las obras de Sant Francesch de Sales, etc. Vich, Valls, 1840, petit-8.»» Tenemos vehementes temores de una alucinación. Hemos visto la siguiente edición: Máximas Escullidas de entre las Obras de Sant Francisco de Sales Distribuidas per cada dia del any per un sacer- dot rrancés (sic) y novament traduhidas al Idioma Catalá per ma- jor comoditat y profit deis fiéis Católichs. Vich. Imprenta de Ignaci Valls any 1845. Es propietat de Ignaci Valls. Esta edición lleva un prólogo Al lector distinto del Prólogo del Traductor español, impre- so en la edición balmesiana, prólogo, aquél, que no parece escrito por el traductor, sino por alguien que patrocina su obra Tiene ademas, una Divisa del Sant, una Oració al gloriós Sant Francisco 52U PRIMEROS ESCRITOS [2, 243-245] nando la austeridad de la moral con la dulzura más embe- lesante, cubriendo la aspereza del camino del cielo con las flores del divino amor, arrastra dulcemente las almas por el sendero de la perfección ; y hechizadas por la palabra ange- lical de aquel hombre, cuyo pecho está lleno del espíritu de Dios, cuyos labios destilan la unción del Hijo de María, pa- rece que nada encuentran áspero, nada difícil, nada que no sea muy llano y hacedero. ¿Quién no se || ha saboreado al- gunos ratos en la lectura de sus escritos encantadores? ¿Quién no ha buscado en ellos el consuelo en los infortunios, la fortaleza en las tentaciones, la calma en las inquietudes, la luz en las tinieblas? Pero como no todos tienen a la mano sus obras, ni siem- pre habrá bastante tino para acertar en la lectura de sus trozos más jugosos, fué por cierto muy feliz y loable pensa- miento el de entresacar de ellas una porción de máximas que, distribuidas para todos los días del año, ofrecieran en breves sentencias los recuerdos de las verdades eternas, las lecciones de la moral evangélica y los consejos de la más juiciosa prudencia : ésta fué la idea del sacerdote francés cuyos trabajos presentamos traducidos al idioma español. No dudamos que aquí hallarán leche los flacos y alimento los fuertes; y que se acomodará al gusto de toda clase de personas piadosas, porque lo elevado de los conceptos ofrecerá a los entendimientos más claros abundante pábulo de meditaciones, la llaneza de la expresión lo pondrá al al- cance de las almas más sencillas, y hasta en aquellas de gus- to más fino y de corazón más tierno excitará muy vivo inte- rés la gracia y delicadeza de muchos pensamientos. Para el mes de enero 1. No puede ser sino vanidad lo que no sirve para la eternidad. 2. En nada perjudica al alma el cuidado de |l los negocios domésticos, si es moderado y deja tiempo para la oración, lectura y recogimiento espiritual. 3. Es menester cuidar mucho de portarse con dulzura de Sales, y al fin el Pax íecum, que tampoco están en la edición castellana. Esto demuestra que la versión catalana de 1845 no es de Balmes, pero además hace improbable la edición citada por Palau. ¿Cómo se explica que Valls el año 1845 mande hacer por cuenta propia una nueva traducción, si tenía la de Balmes hecha en 1840? La papeleta de Palau no parece hecha de visu, sino por referencia, y en esto es muy fácil la alucinación. Por lo tanto, mientras no vengan pruebas más fehacientes, nos abstenemos de atribuir a Balmes una versión catalana de las Máximas de San Francisco de Sales.] [2. 245-246] máximas de san francisco de sales 521 en casa, ya con los parientes, ya con los domésticos, porque a veces tal parece ángel en la calle y es diablo en casa. 4. En pidiéndoos sobre algún punto vuestro parecer, dad- le con franqueza, pero sin tomar ningún interés en que sé adopte o no. 5. Las mismas miserias de la vida se convierten en deli- cias celestiales si sabemos encontrar en ellas el placer de cumplir la voluntad de Dios. 6. Lo que debemos procurar en nuestros ejercicios espi- rituales es el practicarlos con mayor perfección ; no multi- plicar los deseos. 7. Quien se deja dominar de su genio se turba, se in- quieta, se desalienta, en no saliéndole a su gusto las cosas! por pequeñas que sean. 8. Cuando sufrimos alguna pena o aflicción particular debemos alentarnos considerando que los santos las sufrie- ron mayores y con alegría. 9. El entristecernos del desprecio es sentimiento de la carne, el consolarnos de él es sentimiento del espíritu, si nos consuela es que seguimos los afectos del espíritu. 10. ¡Qué contento trae el amor cuando no hay riesgo de ser mal correspondido! El amor de Dios es más gustoso que todos los otros, porque nunca lleva tal peligro. 11. En la virtud no convienen refinamientos, sino since- ridad, llaneza y libertad del espíritu. || 12. La montaña del Calvario es la montaña de los aman- tes ; el amor que no dimana de la pasión de Jesucristo es un amor frivolo y peligroso. 13. Las personas a quienes naturalmente nos sentimos poco inclinados han de ser cabalmente, y con frecuencia, el objeto de nuestra dulzura y caridad. 14. Sucede a menudo que con tal ahinco deseamos ser ángeles del cielo, que nos olvidamos de ser hombres de bien en la tierra. 15. Nada hay más difícil que renunciar el dictamen pro- pio, y, sin embargo, nada hay más necesario para tener hu- mildad y llegar a la perfección. 16. Vale infinitamente más un acto en la aridez espiri- tual, que muchos en la ternura y en el tiempo de consuelo. 17. El conocimiento de nuestras miserias no debe in- quietarnos, antes al contrario, consolarnos, porque en ellos encontramos una defensa contra el amor propio y contra íá buena opinión que tenemos de nosotros mismos. 18. No consiste la perfección en no trabar ninguna amis- tad ; pero sí en no tenerlas sino buenas y santas. 19. No hay índole tan buena que con la repetición de ac- tos viciosos no pueda contraer malos hábitos y llegar a se¿ muy mala. 522 PRIMEROS ESCRITOS [2, 246-248] 20. Los que se aplican con preferencia a mortificar sus inclinaciones naturales se procuran con esto mayor abundan- cia de inspiraciones y de movimientos sobrenaturales. 21. No se pueden condenar los juegos y bailes || mien- tras sean únicamente por recreo y no por afición; mientras sean raros y poco duraderos, y con modestia, con decoro y con buena intención. 22. Hay personas tan prendadas de lo que hacen, que caen en una especie de idolatría ; sus acciones son otros tan- tos ídolos. 23. En todos los designios y empresas poned toda vues- tra confianza en Dios; y sea cual fuere el resultado no du- déis que es para vos el más ventajoso. 24. Haced de manera que vuestra devoción sea placente- ra y amable: ¿sí los demás la amarán y tendrán más ánimo para practicarla. 25. Nuestro temor con respecto a los juicios de Dios debe graduarse de manera que ni consienta presunción ni cause desaliento. 26. El solo no hacer ningún bien ya es un gran mal. 27. Dios mucho más exige de nosetros la fidelidad en las pequeñas ocasiones que nos pone a la mano, que no ardientes deseos de hacer grandes cosas que no están en nuestro poder. 28. No hay finura ni mejor ni más deseable que la mis- ma sencillez. 29. ¡Cuán dichosas son las almas que se emplean en el servicio de Dios! Por frioleras y cosas de nada las recom- pensa grandemente en este mundo y en el otro. 30. Hasta en el amor de las virtudes puede haber exceso, y sucede a veces que el desearlas demasiado acarrea su pér- dida. 31. Ni de Dios ni de cuanto pertenece a su || servicio nunca debemos hablar por vía de recreo ni de chanza, sino siempre con sumisión y respeto. Para el mes de febrero 1. En los vestidos procurad, en cuanto os sea posible, la sencillez y la modestia ; ellas son el mayor realce de la her- mosura y el disfraz de la fealdad. 2. Tener a Dios en la boca con bellas palabras, y en él corazón con buenos afectos, no basta : es necesario tenerlé como Simeón en los brazos, por medio de las buenas obras. 3. ¿Cuándo llegaremos a sufrir por caridad los defectos de nuestro prójimo? Esta es la principal y más excelente lecció i que nos han dado los santos : dichoso quien la haya aprendido bien. fr2, 248-2501 MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 523 4. Esforzaos en tener siempre una devoción viva, de ma- nera que no hagáis el bien por una especie de hábito, sino con elección y con entera aplicación del espíritu. 5. Quien está dotado de verdadera paciencia sufre con igual firmeza de ánimo la aflicción que acarrea oprobio, como la que trae la mayor estima. 6. ¿Puede haber mayor dicha que vivir, trabajar y ale- grarse en sólo Dios? 7. Jamás toméis tan a pecho un negocio, que el temor del mal éxito llegue a inquietaros : dejad el resultado en manos de Dios. P. Si obramos bien, ¿qué importa que el mundo regañe, que culpe, que murmure? Dejar que digan, || escucharlo, sufrirlo todo, no espantarse por nada y continuar con fideli- dad y buen ánimo. 9. ¿Por qué hemos de querer otra cosa que lo que Dios quiere7 Nuestra alma es una barquilla suya, El se ha en- cargado de conducirla, El la sacará felizmente al puerto. 10. El cuidado de los negocios es tanto más perfecto cuanto más se acerca y se parece al cuidado que Dios tiene de nosotros : Dios todo lo hace con la mayor actividad, a todo provee, en todo piensa, pero sin alterarse, sin perder nada de su tranquilidad y reposo. 11. Cuando se os impute alguna falta que no habéis co- metido, excusaos con la mayor dulzura posible ; si esto no basta para justificaros, apelad a la humildad y al silencio. 12. Miremos al prójimo con ojo sencillo y caritativo, sin pararnos mucho en examinar sus acciones. 13. En los ejercicios de devoción conservad siempre tal libertad de espíritu, que, si el caso se ofrece, sepáis interrum- pirlos con semblante alegre y sereno : los que carecen de esa libertad manifiestan en tales ocasiones desagrado y disgusto. 14. El amor propio sólo acaba con la vida ; es imposible no sentir sus ataques, basta, pues, esmerarse en corregirle y reprimirle poco a poco. 15. No os amilanen las tentaciones: el ser un alma muy tentada es excelente señal, porque es una prueba de que no se halla en poder de su enemigo. 16. No todas las verdades pueden decirse siempre, pero nunca es lícito combatir la verdad. 17. Cuando una persona sufre puramente por j| amor de Dios, ni se queja, ni siente apenas sus males, y se cura bien poco de que haya quien de ellos se conduela. 18. Nadie llegó jamás a la inmortalidad sino por el ca- mino de la aflicción ; y he aquí un gran motivo de consuelo para todo en nuestras penas. 19. Hasta las más mínimas acciones son grandes y ex- 524 PRIMEROS ESCRITOS [2, 250-251] celentes, si las hacemos con la única mira, y con la firme vo- luntad de agradar a Dios. 20. Lo mejor que podemos hacer en las enfermedades más dolorosas son actos de sumisión, de aceptación y de conformidad con la voluntad de Dios. 21. Para perseverar en la devoción se necesitan dos co- sas: firme resolución de cumplir las obligaciones del propio estado, y mucho ánimo para no turbarse ni abatirse en, co- metiendo alguna falta. 22. En los ejercicios más pequeños de piedad, y en los oficios menos distinguidos, no sólo hay más ocasiones de practicar la virtud, sino de hacerlo con más humildad, y por tanto con más perfección y más mérito. 23. A la hora de la muerte, ¿qué remordimiento sentire- mos por haber inutilizado con nuestra negligencia tantas ins- trucciones y avisos saludables como Dios nos ha dado para que adelantáramos en la perfección? 24. ¿Queréis que no os sea sensible la pérdida de las cosas del mundo? No deseéis con ansia lo que no tenéis, ni améis con exceso lo que poseéis. 25. La vana gloria de que se alimentan los hombres, o nace de cosas que se figuran tener, aunque || carezcan de ellas, o que no pueden atribuírselas a sí, dado caso que las tengan, o que no merecen gloria, aun cuando pudieran atri- buírselas. 26. Aprendamos de una vez a amarnos en este mundo, de la misma manera que nos amaremos en el cielo. 27. El honor que debemos ambicionar es el que se ad- quiere buscando la gloria de Dios y edificando a todo el mundo con el buen ejemplo. 28. Recogeos de cuando en cuando al interior de vuestra alma ; allí separado de los hombres podréis tratar libremen- te con Dios los negocios de vuestra salvación. 29. En cuanto os sea posible procurad conservaros en humor igual, para manifestar así la firme resolución de uni- ros con Dios. Para el mes de marzo 1. Es un error el pensar que somos menos agradables a Dios, sólo porque en su servicio no sentimos consuelo y ter- nura. 2. El que aspira a la eternidad pronto se consuela en las adversidades: porque al fin la vida dura tan poco, que sólo se trata de rápidos, ligeros y miserables momentos. 3. El deseo y el amor de la propia abyección es materia en que nunca debemos aflojar; ésta es una virtud necesaria [í, 251-253] MAXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 525 en cada instante, y para todos, aun para los más adelantados en el camino de la perfección. || 4. En el camino de la virtud debemos andar siempre sin pararnos jamás; que aun andando con alguna pausa no de- jaremos de adelantar mucho. 5. Pararse a examinar la conducta de los otros es cuan- do menos perder tiempo ; exceptuando, empero, a los que deben velar sobre los demás por razón de su cargo. 6. Dios no juzga de la perfección de nuestras acciones por el número de ellas, sino por el modo. 7. En los principiantes, y que acaban de dejar el pecado, no se ha de condenar cierto temor que raya en exceso y produce escrúpulos : al contrario, en tales casos es casi siem- pre señal de pureza de conciencia : perc con respecto a las personas que ya hace tiempo debieran haber llegado a aquel amor cuya propiedad es excluir el temor, no puede aprobar- se tal temor. 8. Es menester cuidar mucho de ocultar a los ojos de los hombres el mérito de las buenas obras, para que sólo sea conocido de Dios. 9. Dios hará brillar sobre nosotros su providencia, según nuestra confianza en El sea más sincera, más entera y per- fecta. 10. Aborrezcamos nuestros defectos, pero con odio tran- quilo, sin enojo ni turbación; ¿y no es mucho ya que, cono- ciendo nuestras miserias, tomemos de ellas ocasión de humi- llarnos y anonadarnos delante de Dios? 11. Creedme : la mortificación de los sentidos, el tener a raya los ojos, los oídos, la lengua, es mucho más meritorio que la cadena y el cilicio. || 12. Antes de juzgar al prójimo pongámosle a él en nues- tro lugar, y a nosotros en el suyo ; y a buen seguro que será entonces nuestro juicio recto y caritativo. 13. Cuando la fe es firme, y arraigada en el corazón, las dificultades no amedrentan ; porque entonces hay una con- vicción fuerte de que Dios no abandona, sino que ama a los que confían en El. 14. Vuestra humildad ha de ser noble y generosa, no hagáis nada para granjearos alabanzas, pero tampoco ha- béis de omitir nada de vuestro deber por temor de ser ala- bado. 15. ¿De qué sirve la inquietud y el cambiar de prácti- cas en el servicio de Dios? Acomodarse cada cual a su voca- ción, arreglar los ejercicios conforme a la propia condición y estado : esto basta. 16. En la vida espiritual es menester andar con llaneza, sin sutilezas ni refinamientos. ^26 PRIMEROS ESCRITOS [2, 253-255] 17. Si uno se deja vencer con frecuencia por los peque- ños movimientos de cólera, bien pronto se vuelve furioso e insoportable. 18. ¿Que no sois predicador? Enhorabuena; no os afli- ja eso: hay otro modo de predicar, y muy eficaz: el buen ejemplo. 19. Si por daros a la devoción se burla el mundo de vos, burlaos vos de él ; y alegraos por una humillación tan hon- rosa como lo es la que tiene por motivo lal virtud. 20. El servicio de Dios consiste en las cosas siguientes: ejercicio de la caridad con el prójimo, firme resolución de hacer la voluntad de Dios, humilde || y sincera confianza en él, y el sufrimiento de sí mismo en medio de las propias im- perfecciones. 21. El verdadero paciente, ni se queja de su mal, ni aun desea compasión. 22. En habiendo perfecta conformidad con la voluntad de Dios, no domina la tristeza ni la melancolía. 23. Sólo en la gloria se alcanza el perfecto consuelo y el verdadero reposo ; mientras dura esta vida, anda siempre el bien mezclado con el mal. 24. Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy di- fícil mirarse bien a sí propio. 25. Una onza de humildad vale y aprovecha más que mil libras de honores 26. Son de gran precio los buenos sentimientos encon- trados en la oración, y debemos estimarlos en mucho : pero debemos guardarnos de complacernos tanto en ellos, que to- memos de aquí ocasión de ser negligentes en la práctica de las virtudes y de lisonjear nuestras virtudes. 27. A nuestro director debemos abrirle nuestro corazón con entera confianza, como un hijo que nada oculta a su pa- dre, como el enfermo que manifiesta al médico todos sus males. 28. Si os sentís inclinado a la práctica de alguna virtud particular, escoged, no las más aplaudidas, sino las más úti- les a vuestra alma, las más sólidas, no las más brillantes. 29. Me parece que el conocimiento de nuestras imper- fecciones, lejos de turbarnos, debiera alegrarnos, porque es un medio de enmienda. || 38. Cuanto ostenta el mundo a nuestros ojos como a gran de es ilusión y mentira. 31. Si los enemigos de vuestra alma os dejan alguna vez en paz, no os fiéis de ellos: son enemigos que pueden ser rechazados, mas no destruidos del todo: y por pacíficos que se os muestren puede ser que a no tardar os declaren una guerra más cruel. [2, 255-257] MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 527 Para el mes de abril 1. Cuenta con las amistades mayormente con personas de otro sexo ; una indiscreción podría costaros cara, por más que al principio no tengáis otro motivo que la virtud. 2. Al presentarse una ocasión de hacer una buena obra pensar poco, hablar poco y hacer mucho. 3. Purificad bien vuestras afecciones; porque casi todo el mundo ama conforme a su inclinación, y muy pocos son los que aman como lo dicta la razón y según Dios. 4. He dicho varias veces que quien no es humilde tam- poco es casto : y lo he dicho porque Dios permite por lo re- gular las caídas en los pecados más vergonzosos, con la mira de abatir y corregir el orgullo del espíritu. 5. La conversación debemos por lo común sazonarla con moderada alegría. 6. Debemos portarnos bien con todos; pero en particu- lar con aquellos que nos necesitan, y a éstos debemos dis- pensarles más muestras de afección. |¡ 7. La discreción, dice San Antonio Abad, es una virtud sin la cual dejan las otras de serlo: sin ella ni la misma devoción es una virtud, si es que pueda haber verdadera devoción sin santa y verdadera discreción. 8. Es menester, en cuanto cabe, vencer el disgusto y la inquietud ; porque es grande obstáculo en el camino de la perfección. 9. No dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pen- samientos vanos e inútiles; si se acostumbra a éstos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y nocivos. 10. En las sequedades y adversidad se necesita la espe- ranza, en los consuelos y prosperidad el temor, en todos la humildad ; es decir, que es menester humillarse siempre. 11. Es imposible llegar a una verdadera unión del alma con Dios sino por medio de la mortificación. 12. Ea : resolved morir mil veces antes que preferir nada a Dios en vuestro amor. 13. Quien en el prójimo no mira a Dios, quien considera al prójimo sin relación a Dios, corre riesgo de no amarle con amor casto, tranquilo y constante. 14. Todo consuele que nace de la devoción, por pequeño que sea, contenta infinitamente más que las mayores diver- siones del mundo. 15. No creáis ser lo que los hombres os dicen, la mayor parte son aduladores, sin advertirlo a veces ellos mismos. 16. La libertad de espíritu consiste en la prontitud | para hacer la voluntad de Dios, sea ésta cual fuere. ; '17. Muchos aspiran a la perfección, pocos la alcanzan, PRIMEROS ESCRITOS [2, 257-258] ¿y por qué? Porque no caminan hacia ella con plena con- fianza en Dios, con entero abandono a su providencia pa- ternal. 18. Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien, sírvaos esto de aviso para obrar siempre con tranquilidad y calma. 19. Antes perderlo todo que perder la confianza, el áni- mo, la resolución de amar a Dios para siempre. 20. ¿Qué importa que los breves instantes de esta vida estén llenos de dolores, mientras seamos felices por toda la eternidad? 21. Si estáis con superiores, adaptaos a sus inclinacio- nes con tal que sean buenas ; y si vuestros ejercicios parti- culares no son de obligación, ocupaos en los que a ellos más les gustan. 22. ¡Oh! ¡Y cuán fácil es adquirir el fervor entretenién- dose durante el día en buenos pensamientos y en oraciones jaculatorias! 23. El hacer servicios a las personas a quienes se siente uno poco inclinado es mucho más meritorio, porque tiene menos parte en la acción el amor propio, y se obra única- mente por amor de Dios. 24. El mayor enemigo del hombre es él mismo. 25. El alma que pasa del pecado a la devoción no ha de pensar en hacerlo todo de una vez: la aurora disipa las ti- nieblas poco a poco. 26. Para quien Dios lo es todo, el mundo ha de ser nada. ¡ 27. Son infinitamente agradables a Dios los que por amor de El se complacen en ser despreciados y tenidos por nada. 28. La modestia exterior es muy útil a la interior, y con- tribuye también a conservar la paz y tranquilidad de es- píritu. 29. No basta observar los mandamientos de Dios y de su Iglesia ; es menester cuidar del cumplimiento de las obli- gaciones del propio estado ; sin esto será cualquiera enemigo de Dios, y se condenará aunque haya resucitado muertos. 30. Disponed vuestro corazón de manera que reciba de manos de la amorosa Providencia los consuelos y los traba- jos; todo, con igualdad de ánimo, con santa indiferencia, sin desear los unos, ni desechar los otros. Para el mes de mayo 1. Una sola comunión bien hecha puede hacernos santos y perfectos. 2. Si descubriese en mí alguna afición, aunque fuera [2, 258-260] MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 529 como un hilo imperceptible, que no viniera de Dios y no se refiriese a Dios, la rompería al instante. 3. Desear el martirio y al mismo tiempo descuidar las obligaciones del propio estado es una pura ilusión. 4. Tenemos mucho apego a nuestras opiniones, abunda- mos en nuestro propio sentido, le estimamos en |l mucho; y he aquí cabalmente por qué son tan pocos los que llegan a la perfección. 5. Tiene un alma la sencillez de la paloma cuando para servir a Dios emplea los medios que se le han prescrito, y no busca otros. 6. Fatigosos son los combates del espíritu, es verdad: pero ¡cuán consolador y glorioso es el salir de ellos con victoria ! 7. La burla es el modo más maligno de ofender al pró- jimo con palabras. 8. Evitemos, en cuanto nos sea posible, el tener ninguna afición a los placeres superfluos e inútiles, aun de los per- mitidos, a fin de mantenernos más alejados de los placeres ilícitos y criminales. 9. ¡Qué ilusión! ¿Puede haberla mayor que figurarse la virtud como cosa terrible, y el camino del cielo como im- practicable, cuando no hay cosa más agradable ni consola- dora que la ley de Dios? 10. Vivir según el espíritu es arreglar los pensamientos, las palabras y las acciones, no según las inclinaciones de la carne, sino conforme a las verdades sugeridas por el espíri- tu del cristianismo. 11. Sucede a menudo que, hablando de Dios, queremos ser tenidos por hábiles, y estamos muy satisfechos de nues- tros bellos pensamientos; y de aquí dimana que, en vez de llegar al perfecto conocimiento de la verdad, sólo nos llena- mos de vanidad. 12. La más pequeña falta hecha con plena deliberación daña más a la perfección que cien otras hechas por sor- presa. |i 13. Es preciso estar siempre aparejados, como si a cada instante hubiéramos de morir. 14. Esforzaos en adquirir una constante igualdad de áni- mo en medio de los accidentes de esta vida ; os hallaréis bien con ello. 15. Fastidioso e inútil sería si tuviéramos que pesar has- ta los sueldos y dineros : lo mismo sucede en la devoción ; no conviene pararse mucho en examinar el precio y mérito hasta de las más pequeñas acciones, sino obrar con desemba- razo y generosidad. 16. Dios se complace muy particularmente en los corazo- nes sencillos, humildes y caritativos. 34 530 PRIMEROS ESCRITOS [2, 260-262] 17. Todas las reglas tienen su excepción, menos ésta: Nada contra Dios. 18. Las sequedades espirituales son mucho más útiles cuando no se busca con ansia el salir de ellas. 19. No os apartéis jamás de las máximas siguientes: «Sed hijo sumiso de la Iglesia y del Papa ; sed humilde y fiel subdito de vuestro príncipe ; rogad por ellos, y confiad firmemente que obrando así tendréis a Dios por padre y por rey.» 20. Cuando la caridad lo exige, será bien no sólo ins- truir en lo necesario al prójimo, sino también consolarle. 21. Tengamos por cierto que, aunque nos llegue a faltar todo el mundo, Dios no nos faltará ; El es nuestro todo, y a El le debemos mirar como a nuestro todo. 22. Las mujeres son muy dignas de que uno se aplique a su adelanto espiritual; porque se dejan conducir a la devoción más fácilmente que los hombres: || éstos por lo regular son muy presumidos, se tienen por muy hábiles y no piensan que necesiten de nadie. 23. Un alma grande sólo aspira a la eternidad, y como ha de existir siempre, mira como debajo de sí todo lo que no es eterno: lo que no es infinito le parece sobrado vil para que pueda merecerle afecto. 24. Suframos con paciencia el vernos todavía distantes de la verdadera virtud y perfección: pero al mismo tiempo esforcémonos en alcanzarlas, y de todo corazón, y con buen ánimo. 25. Procurad vencer las pequeñas tentaciones de cólera, de sospechas, celos, envidia, terquedad, doblez, afectación, vanidad, malos pensamientos ; porque resistiendo a las tenta- ciones pequeñas adquiriréis mucha fuerza, y os haréis ca- paz de vencer las grandes. 26. Las virtudes formadas en tiempo de prosperidad son, por lo común, flacas e inconstantes : pero las que crecen en medio de las aflicciones son siempre fuertes y duraderas. 27. ¿A qué viene apresuraros tanto en lo que hacéis? Obrad sin prisa y con tranquilidad, haced unas cosas tras las otras y veréis cómo adelantáis mucho. 28. ¿El mundo no os estima? Enhorabuena: alegraos de que al menos esta vez no miente y juzga bien. 29. En no sabiendo contentarse con una decente media- nía, por más riquezas que haya, nunca hay bastante. 30. Es menester diferir a los sentimientos y parecer || de los demás; evitando, en cuanto cabe, disputas y alter- cados. 31. Todo el tiempo que se emplea mal, o con descuido en la oración, es tiempo robado a Dios. M [2, 262-263] MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 531 Para el mes de junio 1. Lo único que puede hacer difícil la ley de Dios es el no quererla observar sino er cuanto cumple a nuestros sen- timientos y satisfacción. 2. Yo quisiera que las personas devotas a quienes dirijo fuesen las mejor vestidas, pero las que gastaran en ello me- nos pompa y afectación. 3. No os quejéis nunca de vuestras aflicciones, ni por su número, ni por su peso, ni por su duraciónj porque Dios todo lo dispone con número, peso y medida. 4. La alabanza es un veneno dulce, que no se conoce. ¡Ah! ¡Y cuántas veces ese veneno ha dado muerte a la virtud y a la devoción de los más santos y piadosos! 5. Basta recibir los males cuando vengan, sin que haya- mos de prevenirlos con un desmesurado temor, afligiéndo- nos ya por adelantado. 6. Cuando se dice que nos hemos de despojar de nos- otros mismos, se entiende para revestirnos en seguida de Jesucristo crucificado. 7. No digáis nunca : fulano es un vicioso, aunque sepáis que haya caído una vez en algún vicio ; || pues que un solo acto no basta para formar un hábito. 8. Deseo ardientemente grabar en vuestro corazón una máxima muy saludable ; vedla aquí : «Ni pedir nada, ni rehusar nada.» 9. Dondequiera que fuereis recoged siempre cosas bue- nas ; haced como las abejas, que en volviendo a su colmena no traen sino miel. 10. No os inquieten tanto los malos pensamientos : mu- cho va de sentir a consentir. 11. La humildad hace que aceptemos las cruces con re- signación y los bienes con reconocimiento ; porque nos tiene bien convencidos de que merecemos aquéllas y no éstos. 12. En las conversaciones podréis entreteneros y recrea- ros honestamente, pero cuidad de no hablar sino cuando os corresponda, dejando a los demás su turno. 13. No debéis amar las buenas obras, tanto por su belle- za natural como porque agradan a Dios. 14. El que tiene el corazón desprendido goza siempre de un contento interior, sin perderle jamás hasta cierto punto ; la tristeza sólo se apodera de los apegados a las cosas del mundo. 15. Tomad por regla no censurar jamás la conducta y la devoción de los otros: este modo de lastimar la caridad es muy dañoso. 16. La perseverancia es una virtud que nos hace siem- 532 PRIMEROS ESCRITOS [>. 263-265] pre igualmente sumisos a la voluntad de Dios ; las afliccio- nes muy duraderas suelen dejar cierto tedio, que es un ene- migo muy peligroso: para resistirle es necesario armarse de mucho ánimo. |¡ 17. El verdadero humilde nunca sabe persuadirse que se le haga injuria en nada. 18. No perdáis jamás la confianza en Dios ; si permite que caigáis, no es para abandonaros, sino para que en ade- lante seáis más humilde y avisado. 19. Asienta bien el recibir como un regalo los honores ; pero el buscarlos y pretenderlos es ridículo. 20. Pensad en lo mucho que ha padecido Nuestro Señor, y estad cierto que, si ha sufrido tantos dolores, es por ganar vuestro corazón y vuestro amor. 21. Por cierto que la guerra espiritual es a condiciones bien ventajosas; basta la resolución de pelear siempre para estar seguro de la victoria. 22. El temer mucho la muerte no es pecado ; pero no deja de perjudicar al corazón, porque le impide la tierna unión con Dios. 23. ¡Vaya una locura sin igual, como es el imaginarnos que somos lo que no somos, que sabemos lo que no sabemos ! 24. Tan agradable es a Dios la obediencia, que bendice y hace prosperar los consejos que se toman de los otros, y muy en particular de los directores. 25. Nuestro prójimo, sea quien fuere, ocupa un lugar en el corazón del Salvador, y a quien mora en lugar tan sagra- do, ¿quién será tan duro que no le ame, que no sufra sus defectos? 26. Asistid con asiduidad a los oficios divinos públicos ; de ellos reportaréis más fruto y consuelo que de vuestros ejercicios privados, porque la voluntad de Dios es que lo pú- blico prevalezca sobre lo privado. || 27. En vuestras acciones no tanto debéis proponeros el mayor o menor mérito, como el mayor agrado de Dios y su mayor gloria. 28. No es posible conformarnos totalmente con el mundo viviendo conforme a sus usos, sin alejarnos de Dios, y, por tanto, sin perderlo todo. 29. Para que el alma no pierda del todo la estimación que debe tener de sí misma será bien que conserve cierta repugnancia y vergüenza por todo cuanto le asienta mal y es indigno de ella. 30. En la devoción sucede a veces que ciertos sentimien- tos tiernos son artificios del demonio: así procura el ador- mecer a las almas y persuadirlas que son ya santas. [2, 265-267 J MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 53;í Para el mes de julio 1. ¿Cómo es posible que, sabiendo que tres o cuatro días de tribulación nos han de producir consuelos eternos, no queramos aún sufrirla con paciencia? 2. Ea, imitemos a la Virgen Nuestra Señora : marchemos con alegría por doquiera que plazca al Salvador conducir- nos, sea el camino grato, sea penoso. 3. Un buen medio para adquirir la verdadera caridad es acostumbrarse a tener un corazón humilde, tratable y fácil a condescender, en las cosas permitidas, con la voluntad de los otros. 4. El corazón amante de Jesucristo crucificado ama tam- bién sus ignominias, sus dolores y su muerte; |¡ y si le cabe de esto alguna parte, se alegra y abraza la cruz de buena gana. 5. Guardaos de las angustias de espíritu, que son la pér- dida de la devoción. 6. Sed fiel en las cosas pequeñas, y Dios os afirmará en las grandes. 7. La humildad que se opone a la caridad no puede ser ni sólida ni verdadera. 8. Una moderación continua en la mesa vale mucho más que ciertas rigurosas abstinencias hechas de tiempo en tiem- po : pues que en pos de ellas viene por lo común grande relajación. 9. Si el mundo os estima no hagáis caso, que como es ciego nada entiende, ni ve siquiera. 10. Es mejor vencer la ira que no querer emplearla con moderación y cordura ; pues por poco que se apodere de un alma la domina y tiraniza. 11. Caridad, obediencia, necesidad; he aquí tres infali- bles indicios de la voluntad de Dios, de lo que El exige de nosotros. 12. Es indudable que satisfacemos por nuestros peca- dos cuando obramos con intención de agradar a Dios. 13. La esclavitud de los servidores de Dios vale incom- parablemente más que la miserable libertad de los hijos del mundo. 14. Cuando por amor del prójimo sufrimos alguna inco- modidad, entonces le amamos con más perfección, porque le amamos puramente por amor de Dios. 15. Si por practicar la devoción se os trata como || hipó- crita, y por perdonar las injurias se os moteja como hombre de poco valer, burlaos de todo eso, que una opinión tan falsa y engañosa no es bastante para deslustrar la virtud cristiana, que ha de ser preferida a todos los honores del mundo. 534 TRIMEROS ESCRITOS [3, 267-268] 16. Por cierto que no procuro ser tenido por sabio, ni hago ostentación de lo poco que sé; pero por el deseo de pasar por ignorante no quiero que quede inútil ese poco que sé. 17. La humildad nos hace desconfiar de nosotros mismos, ya que somos tan flacos y pobres ; pero la generosidad nos hace confiar en Dios, autor de todo bien, y por eso estas virtudes deben andar siempre unidas. 18. Una persona tiene tanto menos apego a su voluntad propia cuanto más sumisa está a la voluntad de Dios. 19. ¡Qué consuelo el de morir en el corazón con Jesu- cristo! Tan grande consuelo es éste, que es digno que se pro- cure con ahinco conservarle toda la vida. 20. No siempre está en nuestro poder hacer grandes co- sas ; contentaos con las pequeñas que se os ofrecen a cada paso : pero hacedlas con fervor y con amor. 21. La oración unida al santo sacrificio de la misa tiene una fuerza maravillosa : por este medio abunda el alma en consuelos celestiales. 22. Todos tenemos, naturalmente, muchas ganas de man- dar y mucha repugnancia a obedecer. ¡Oh! ¡Y cuánto más a cuenta nos sale el obedecer que el mandar! | 23. Amad a todo el mundo con amor de caridad ; pero amistad no la tengáis con nadie que no pueda serviros en algo para adquirir la virtud. 24. Siempre que os halléis en algún aprieto dad una mi- rada a la eternidad, y después no os embarace nada. 25. El modo de establecer sólidamente las familias no es amontonando cuantiosos bienes, sino enriqueciéndolas de vir- tudes y santo temor de Dios. 26. El arrepentimiento de los pecados ha de ser verda- dero y cordial, pero tranquilo y resignado. 27. Es opinión muy acreditada entre personas piadosas que contribuye mucho al fruto de la oración el hacerla con modestia y en postura .humilde y respetuosa. 28. Los peces fuera del agua pierden la libertad ; así el alma racional empieza a ser encadenada y esclava luego que se separa de Dios. 29. Toda inspiración que nos inclina a dejar un bien pre- sente y cierto, por la esperanza de otro lejano o incierto, debe ser tenida por sospechosa. 30. Sucede a menudo que uno se imagina amar a una persona con respecto a Dio?, cuando sólo es un pretexto para colorar y nutrir la inclinación propia y el placer que se en- cuentra en amarla. 31. La vida de los santos no es otra cosa que el Evange- lio en práctica 0 [2. 269-270) MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 535 Para el mes de agosto 1. Buenos son los consuelos espirituales, y quien nos los da es perfectamente bueno ; pero de esto no se infiere que seamos buenos los que los recibimos. 2. No discurráis jamás sobre vuestras aflicciones, recibid- las con docilidad y paciencia ; básteos saber que os vienen de la mano de Dios. 3. Debemos ser incansables en oponernos a los vicios de las personas confiadas a nuestros cuidados, hermanando la firmeza en la corrección con la dulzura y la calma. 4. Si bajáis los ojos por modestia, humillaos también in- teriormente ; y cuando manifestéis desear en todas partes el último puesto, deseadle en efecto. 5. Mientras que en las grandes tentaciones podamos de- cir: Viva Jesús, y esto de todo corazón, no haya miedo. 6. La verdadera caridad pide una perfecta unión de los unos con los otros, y para esto no conozco mejor medio que la dulzura y la condescendencia con la voluntad de los otros en todo lo que no se opone a Dios. 7. Hasta en medio de vuestras riquezas podéis conservar el espíritu de pobreza. ¿Y por qué les habéis de entregar un corazón que sólo ha de aspirar a las cosas eternas? 8. Aprovechad las ocasiones que se ofrecen de hacer bien ; sucede con frecuencia que, dejando de || hacerlo con pretexto de hacerlo mayor, no se hace ni uno ni otro. ' 9. El amor propio es muy emprendedor, en todo se mete, todo lo abarca, todo quiere hacerlo, y no hace nada. 10. Hay humildes con humildad mala y falsa : se niegan a emplear sus talentos en servicio de Dios y del prójimo bajo pretexto de que son débiles y susceptibles de orgullo. 11. La mayor parte de las faltas en los ejercicios de de- voción dimana de cuidar poco de la presencia de Dios. 12. Cuando advertimos los defectos que tenemos y las virtudes que nos faltan no debemos inquietarnos ; antes, sí, bendecir a Dios porque nos da a conocer lo que nos falta y lo que nos sobra. 13. En esta vida la paciencia ha de ser el pan de cada día: pero la necesitamos en particular para nosotros, por- que nadie se nos hace tan pesado como nosotros mismos. : 14. Yo no sé por qué hemos de andar regateando con Dios: El es nuestro Dueño, nuestro Padre, nuestro Rey, nuestro todo ; sirvámosle de corazón, El cuidará de favore- cernos. 15. Quien desee que no se afecte demasiado su corazón por los males terrenos, llévele al cielo con la santa Virgen ; déjele allí y le tendrá libre de penas. 336 PRIMEROS ESCRITOS [2. 270-272] 16. La alabanza y la gloria no se han de buscar; sin em- bargo, la caridad pide, y la humildad permite que procure- mos adquirir buena reputación ; ¡| pues que ésta sirve no poco para servir al prójimo y hacer el bien. 17. Para iluminar el entendimiento e inflamar la volun- tad no hay como la oración, y oración mental, en la que el corazón es el que ora. 18. Si os halláis precisado a oponeros al dictamen de otros, hacedlo ; pero con tanta dulzura y destreza que no parezca que tratáis de violentar los espíritus. 19. El buscar las conversaciones y el huirlas son extre- mos ambos defectuosos ; pero el uno más que el otro. 20 Haciendo la voluntad de los demás debemos pensar que hacemos la de Dios, manifestada en la del prójimo. 21. ¿De qué sirve el ser muy quisquilloso y delicado por conservar la reputación? Nunca ésta se conserva mejor que disimulando lo que puede serle contrario. 22. Deseemos, ¡oh almas cristianas!, deseemos con buen ánimo o morir o amar a Dios; ya que vivir sin amarle es infinitamente peor que la misma muerte. 23. Ciertas pequeñas tentaciones nos son muy útiles, por- que nos hacen entrar en nosotros mismos, nos recuerdan nuestra nada y hacen que recurramos a Dios con más fervor. 24. Como las abejas, que sacan la miel de toda clase de flores, así hemos de esforzarnos en imitar al prójimo en todo lo que notamos de bueno en su conducta. || 25. Pésimo juez es el mundo: sólo trata de absolver a sus partidarios, mientras condena sin piedad a los servido- res de Dios; ¡miserable mundo! 26. El mejor modo de servir a Dios es hacerlo como El quiere y ordena. 27. Nada hay tan contrario a la caridad como el no ha- cer caso del prójimo. 28. La vida más corta es la mejor, con tal que nos lleve a la bienaventuranza eterna. 29. Obrar siempre con diligencia, pero sin inquietud ni precipitación ; del contrario no haremos cosa de provecho. 30. Es necesario vencerse a sí mismo por más que nos cueste; pues que a toda costa es necesario procurar la sal- vación. 31. La doblez y poca franqueza, demasiado frecuentes en las confesiones y en los coloquios con el padre espiritual, traen consigo mucha tibieza y disipación de espíritu. Para ex mes de septiembre 1. Muchas veces el divino Amante nos deja enlodados en nuestras miserias para que aprendamos por experiencia [2. 272-274] MÁXIMAS DF SAN' FRANCISCO DE SALES 537 que, sin una gracia especial, no podemos estar libres de ellas. 2. ¡Terrible es la muerte! Pero ¡cuan apetecible es tam- bién la vida de' otro mundo, a la que Dios nos llama! || 3. Una hora ae disimulo remedia más males que un año de resentimientos. 4. El gran remedio contra las tentaciones es ponerlas en noticia del director con santa libertad ; porque lo primero que procura alcanzar del alma el maligno espíritu es que calle. 5. Sufrir una ligera palabra, reprimir un leve resenti- miento, condescender con la voluntad del prójimo, excusar una indiscreción, mortificar un pequeño deseo, he aquí una porción de actos virtuosos al alcance de todo el mundo y cuya oportunidad se nos presenta a cada paso. 6. Las ocupaciones menos conformes a nuestro gusto y a nuestra inclinación son las más agradables a Dios, y, por lo tanto, las que nos son más útiles. 7. Si al caer en algún defecto, en vez de disgustarnos y desalentarnos nos esforzásemos en animar nuestro corazón para ser más fiel otra vez, haríamos grandes progresos en el camino de la perfección. 8. Veinticinco años hace que soy director de almas, y la experiencia me ha enseñado que el santísimo sacramento de la Eucaristía, recibido con fe, con pureza y devoción, es de indecible eficacia para sostener, fortificar, consolar y divini- zar, en cierto modo, a las almas. 9. Todo lo que vemos hacer al prójimo lo hemos de in- terpretar del modo más favorable posible. 10. La señal segura de amar verdaderamente a Dios es hacerlo todo por la gloria y amor de Dios. 11. Una persona distinguida no sólo puede santificarse !' a sí misma, sino que puede también santificar fácilmente a toda la familia que gobierna. 12. Si el mundo no tuviera algo que decir de nosotros, ya no seríamos verdaderos servidores de Dios. 13. Las buenas obras hechas por consejo del director, a más de la bondad que de suyo encierran, tienen el mérito de la dependencia y sumisión. 14. He aquí una advertencia que merece, por cierto, toda nuestra atención : la vida de este mundo sólo se nos ha dado para adquirir la eterna. ¡Ah! Y ¡cuán desgraciados son la mayor parte de los hombres que no piensan en ello siquiera ! 15. Cada pasión se ha de corregir por su contrario : la vanidad con la seria reflexión sobre las miserias de esta vida ; la cólera pensando en las ventajas que trae la dulzu- ra : y así en las demás. 16. Cuando se desliza alguna imperfección en el modo de practicar la virtud es menester no abandonar las buenas Ó38 PRIMEROS ESCRITOS [2, 274-276] resoluciones, pensando que una que otra vez acaecía lo mis- mo a los santos. 17. Todos los estados tienen sus molestias, sus penas, sus amarguras ; hay, empero, un medio de acostumbrarse a ellas, y es el despojarse de la voluntad propia para abandonarse enteramente en manos de la divina Providencia. 18. Por cierto que Dios no es riguroso ni terrible para quien le ama ; como sabe que somos poco y que podemos dar poco, conténtase también con poco. 19. La humildad nos hace más perfectos a los ojos de Dios; la dulzura a los del prójimo. || 20. Muy diferentes son los jardines espirituales de los terrenos; en éstos las flores pasan, y sólo quedan las espi- nas ; en aquéllos las espinas pasan, y las flores quedan para siempre. 21. Si queréis conservar la castidad huid todas las oca- siones de perderla ; en esta materia el más ligero principio acarrea consecuencias funestas. 22. Bien es verdad que la afición a los pecados veniales no mata la caridad ; la tiene, empero, tan estrechada que no la deja obrar. 23. Palabras sin esperanza de provecho no salgan jamás de vuestra boca. 24. Vuestra modestia ha de ser tal que pueda reparar en ella todo el mundo ; y en cuanto os sea posible procurad siempre igualdad de humor. 25. ¡Cosa singular! El espíritu del hombre anda siem- pre solícito de saber la razón de todo, intentando hasta pe- netrar los más secretos misterios de Dios y de su santa vo- luntad. 26. La tentación nunca nos halla tan flacos como al estar ociosos. 27. Hay algunos que por la más ligera incomodidad echan mano de remedios, y deseando conservar la salud, la pierden ; asimismo hay algunos tan pundonorosos y delica- dos que, a fuerza de mostrar a cada paso sus resentimien- tos, llegan a pasar por caprichosos e insoportables. 28. Elevaos hacia Dios por medio de aspiraciones muy frecuentes ; sean breves, pero de fuego, y como arrobos de vuestro corazón. 29. Templad poco a poco la actividad de vuestro || espí- ritu, hasta acostumbraros a obrar con cierto placer y tran- quilidad. 30. Quien quiera servir a Dios ya puede contar con ten- taciones; prepárese a ellas; y el mejor preparativo es ar- marse de fortaleza para hacerles frente cuando vengan. . [2. 276 277] MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 539 Para el mes de octubre í. Con respecto al prójimo portaos siempre con mucha cordialidad y afecto, pero sin menoscabo de la virtud, ni ofensa de Dios. 2. El alma que no tiene un verdadero conocimiento de sus miserias y de su nada no puede llegar a tener verdadera confianza en Dios. 3. Si amáis a Dios hablaréis con frecuencia de El. 4. No hay ningún estado al que Dios no haya dado los medios necesarios para santificarse ; y las más altas virtu- des no son incompatibles con la debilidad del sexo. 5. Cuenta que, si estáis melancólico o de mal humor, no lo adviertan vuestros domésticos ; se figurarían que es un efecto de la devoción, y podrían mirarlo de mal ojo. 6. No es posible corregir en un día las imperfecciones y los malos hábitos ; es menester que toméis paciencia ; si en poco tiempo alcanzarais a dominar vuestras inclinaciones naturales, os volveríais muy soberbios. |j 7. Los que abundan en delicias mundanas carecen de las espirituales, y hasta son incapaces de ellas. 8. Es necesario no desalentarse por la resistencia de la parte inferior; hacer como los viajeros: dejar que ladren los perros y seguir su camino. 9. De sí mismo hablar todo lo menos posible, ni en bien ni en mal ; el amor propio nos ciega hasta cuando hablamos mal de nosotros. 10. Debemos ser modestos siempre, aun estando solos; pues que siempre estamos en presencia de Dios y a la vista de sus ángeles. 11. Más quiero un espíritu que en las ocasiones de turba- ción sabe tranquilizarse y conservarse en paz, que no otro que forme grandes y elevadas ideas. 12. En casa de ruido, querellas y discordia no entra el Espíritu Santo 13. ¡Qué indignidad! Sufrir que Dios dé a la puerta del corazón tanto tiempo y no quererle abrir; es muy temible que, viéndose despreciado de tal manera y ofendido de la negativa, no se retire enteramente 14. No estamos en este mundo sino para vivir conforme Dios nos ha prescrito; ¿cómo podremos, pues, gloriarnos de ser suyos, si nos denegamos a someter nuestra voluntad a la suya? 15. Toda vanidad es reprensible ; pero hablar siempre de sí, y con alabanza, es vanidad mucho más reprensible que la del traje y compostura. 16. Si os halláis en una conversación, de manera que no 540 PRIMEROS ESCRITOS [2, 277-279] tengáis suficiente crédito para corregir || las faltas que en ella se cometen, ni os sea dable apartaros, no atendáis a ella, llevad vuestro corazón a otra parte y pensad en otras cosas. 17. Decimos muy a menudo: «Estoy lleno de imperfec- ciones y defectos» ; pero si otro lo dijera de nosotros, y aun- que no tanto, a buen seguro que lo tomaríamos a mal. 18. Ni la echéis de sabio, ni os finjáis loco ; lo primero por no perder la humildad, y lo segundo por no faltar a la sencillez que aborrece las ficciones. 19. Cierto prurito de saber el grado de perfección en que se está, ni agrada a Dios, ni sirve para más que para conten- tar el amor propio. 20. El don de meditar no se adquiere por los esfuerzos de nuestro espíritu, sino por una dulce y tranquila humildad de corazón. 21. Para avanzar en la perfección cristiana sirve mucho menos la ciencia que la práctica: una simple aldeana pue- de amar a Dios tanto como el hombre más sabio del mundo. 22. Cuanto más nos gusta ser aplaudidos en lo que de- cimos, tanto más propensos somos a criticar lo que los de- más dicen. 23. El medio de hacer bien cuanto hacemos es pensar que Dios está presente : por cierto que si pensáramos que Dios está presente y que nos observa, no habríamos de ser tan temerarios que lo insultásemos. 24. El pecado es indigno de una persona bien nacida y que se precia de tener honor. 25. Cuanto más se aplica un alma a la mortificación || de las inclinaciones naturales, tanto más digna se hace de las luces e inspiraciones del cielo. 26. Las mujeres deben recordar lo que dijeroa el sabio y el apóstol: de no querer saber más de lo que les conviene. 27. Plantad en vuestro corazón a Jesucristo crucificado, y todas las cruces y espinas de este mundo os parecerán rosas. 28. Si el pensamiento de la muerte causa inquietud, el temor de morir causará más daño que provecho. 29. En la variedad de ocurrencias de esta vida conser- vad siempre igualdad de ánimo, que esto es mucha perfec- ción y muy grato a Dios. 30. Nada disminuye tanto el mérito y valor de nuestras buenas obras como el querer hacerlas conforme a nuestra elección y gusto. 31. Amar a Dios en medio de los consuelos, esto pueden hacerlo los más débiles, hasta los niños ; pero amarle cuan- do nos abreva de amargura y absintio, esto es propio de al- mas generosas y constantes. [2, 279-281] MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 541 Para el mes de noviembre 1. Obrar y sufrir: he aquí la ciencia de los santos y el camino por donde llegaron a la gloria ; y si por amor de Dios y con su ayuda nosotros sufriéramos como ellos con ánimo y perseverancia, adquiriríamos también la santidad y la gloria. 2. En las personas amadas todo nos parece excusable ; |¡ pero por lo que toca a las que no nos han caído en gracia, en todo hallamos qué decir. 3. Antes morir que pecar, eso sí ; pero si tenemos la desgracia de cometerle, primero perderlo todo que perder la esperanza, el ánimo y los buenos propósitos. 4. Cuando se os reprenda, o se os impute alguna falta, aun ligera, haced lo posible por no excusaros. ¡Oh cuán útil es esta práctica ! 5. Mientras se conserve la afición a los bailes, juegos y festines, cosas de suyo enemigas de la virtud, la devoción corre siempre mucho peligro. 6. Fijad vuestra mirada en Dios, fijadla en vos mismo; que ni a El le encontraréis jamás sin bondad, ni a vos sin miseria. 7. Hay personas que son devotas, pero ociosas: acabada la oración, es necesario ocuparse en obras que puedan abrir el camino de la eternidad. 8. Nada más natural que ocultar cada uno sus defectos; y siendo esto así, ¿cómo es que nos agrada tanto el que se descubran los ajenos? 9. Más defectos de nuestro corazón corregimos compa- deciéndonos de él, que no tratándole con rigor. 10. ¡Oh! ¡Cuán saludables nos son las tribulaciones! En medio de ellas recurrimos al celestial Consolador ; y cuando en la prosperidad nos olvidamos de El, en la adversidad bus- camos en El todo nuestro consuelo. 11. Tenemos demasiado apego a nuestras prácticas par- ticulares y demasiada facilidad en condenar en los otros los métodos que no son de nuestro gusto. 12. Estos modos de hablar: «Yo quisiera esto, |:| quisiera aquello, estaría mejor aqui, estaría mejor allá», no son más que tentaciones ; Dios dispone de todo, y sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. 13. Muchas personas no adelantan en la piedad por no descubrir a sus confesores cierta pasión dominante, de la que nacen todas sus faltas. 14. Cuenta con no burlarse del prójimo, injuriarle ni cri- ticarle ; poco a poco llegaríais a despreciarle y aborrecerle. 542 PRIMEROS ESCRITOS [2, 281-283] 15. El verdadero amor de Dios no sufre rival: quiere reinar como soberano ; cuando no, se retira. 16. La reputación de los virtuosos está bajo la protección de Dios ; para ejercitar su paciencia permite a veces que sean atacados en su honor; pero, lejos de dejarlo sepultado en el oprobio, vuelve a levantarle luego. 17. No sé por qué hemos de turbarnos tanto en faltando a la presencia de otro ; como si no estuviera muy conforme que se nos conozca tales cuales somos ; es decir, muy im- perfectos. 18. Bueno es mortificar la carne ; pero aun vale mucho más purificar el corazón de sus afectos desarreglados. 19. Por cierto que es bien inútil confesarse de un peca- do, por más ligero que sea: sin propósito de enmienda. 20. El Señor nos dará la paz en esta vida cuando nos ha- yamos humillado y estemos resueltos con paciencia a vivir en guerra. 21. El único objeto de la devoción es Dios ; hay varios modos de servirle, según la diferencia de estados, || y, por consiguiente, en todos estados hay medio de santificarse. 22. Si arrebatado por la ira os excedéis contra alguno, reparad vuestra falta desde luego, practicando exteriormen- te algún acto de dulzura hacia la misma persona 23. Gritar al lobo cuando se acerca al rebaño es acto de caridad; y por esto no debe callarse cuando hay peligro por parte de los enemigos de Dios y de su Iglesia. 24. Excepto el pecado, el mayor mal que puede sobreve- nir al hombre es la inquietud. 25. La prudencia humana no es más que un hormiguero de mentiras y vanas palabras. 26. He aquí una regla general : juzgar favorablemente e interpretar en bien cuanto hacen los otros ; y si esto no es posible, tenerles compasión y orar por ellos. 27. En vano es ponernos en la cabeza que mientras vivi- mos podamos estar sin imperfección ; esto es imposible, por- que al fin todos somos hombres : tanto el que enseña como el que aprende, el que manda como el que obedece. 28. Alegrémonos de corazón del bien que hacen los otros, ayudémoslos a ello en cuanto lo permitan nuestras fuerzas: tal vez Dios sacará más servicios de los demás que de nos- otros. 29. Sin devoción el hombre es altivo, poco arreglado, co- lérico; y la mujer es frágil y de una virtud vidriosa. ¡Oh cuán útil es la devoción! 30. En los negocios, si queréis concluir pronto ¡| y bien, obrad con reposo y madurez ; con la precipitación, o se ter- minan mal los asuntos, o se enredan de tal modo que ni se terminan siquiera [2, 283-284] MÁXIMAS DE san francisco de sales 543 Para el mes de diciembre 1. Recogimiento espiritual cada día y oraciones jacula- torias : he aquí los medios para que la grande obra de nues- tra perfección comience, crezca y se sostenga con vigor. 2. ¡Oh qué regla tan amable y tan útil, no hacer nada sino para agradar a Dios y dejar a Dios todo el cuidado de nosotros mismos! 3. Ni aun en las tentaciones más violentas, en no ha- biendo consentimiento no hay pecado: es arte del divino Amante el dejar sufrir y combatir a aquellos que le tienen amor sin que ellos se aperciban de tenérselo. 4. No decidáis jamás que una persona sea más santa que otra: las apariencias son engañosas; y tal vez quien parece menos santo a los ojos del mundo es el más santo a los ojos de Dios. 5. ¿Queréis llegar fácilmente a la verdadera perfección? Entre muchos directores escoged uno sabio, prudente y ca- ritativo. 6. En nosotros todo lo excusamos, en los prójimos, nada; queremos vender caro y comprar barato. 7. Las personas de vuestro trato sean pocas, virtuosas y bien reputadas ; pocas, porque el mucho número trae mu- chos inconvenientes ; virtuosas, por no || volverse malo con los malos, y de buena reputación, para conservar el buen nombre. 8. Un alma devota debe ser casta : debe ser pura en las manos, pura en los labios, pura en los oídos, pura en los ojos, pura en todo el cuerpo. 9. ¿Qué cosa más bella que un alma despojada de toda afección, pronta para todo acto de virtud y de caridad, indi- ferente por esta o aquella práctica, por el consuelo o la tri- bulación, y perfectamente contenta con tal que se cumpla la voluntad de Dios9 10. Si os halláis en la aflicción, pensad que Dios, que está viendo cómo sabéis sufrir por El y conformaros a su voluntad, os está mirando con ojos de Padre. 11. No debemos ser tan curiosos que deseemos saberlo todo ; pero tampoco hemos de ser negligentes en aprender lo que tiene relación con nuestra eterna salud. 12. Pretendemos demasiado ; queremos a la vez los mé- ritos del Calvario y los consuelos del Tabor, y aun quizá deseamos ser favorecidos al mismo tiempo de Dios y del mundo. 13. Un solo Padrenuestro, dicho con atención y fervor, vale infinitamente más que muchos recitados aprisa y por costumbre. 544 PRIMEROS ESCRITOS 12. 284-286] 14. Tres cosas tiene por objeto la modestia exterior: vestidos, postura y palabras ; los vestidos han de ser sin afec- tación y conforme al estado ; la postura, graciosa, mas no liviana ; y las palabras, afables y no arrogantes. 15. No hay estado sin molestias, sin disgustos, || sin amar- guras: y ésta es la causa por que, a excepción de -Jas perso- nas perfectamente resignadas a la voluntad de Dios, todos quisieran cambiar de condición. 16. A Dios le agrada un espíritu sencillo, como el de los niños, y dispone de él conforme a su voluntad ; pero no le agradan los espíritus altivos y sutiles. 17. La impureza es más fácil de evitar que de corregir. 18. Durante toda la vida tendréis siempre algo que co- rregir: pero no inquietarse por esto, sino humillarse y pro- curar siempre corregiros en algo. 19. Cuando sintáis deseos de hacer alguna cosa grande, empezad por humillaros y desconfiar de vos mismo: des- pués abandonaos en los brazos de Dios y tened confianza en El, que con su ayuda de todo saldréis bien. 20. El gran bien de un alma no consiste en pensar mu- cho en Dios, sino en amarle mucho. 21. Tocante a la abstinencia, conviene guardar un me- dio : si el cuerpo es muy gordo, no le podremos llevar, y si es muy flaco, él no nos podrá llevar a nosotros. 22. Un predicador (y lo mismo digo de toda persona que se ocupa en la utilidad del prójimo) es bastante hábil siem- pre que no quiere parecerlo más de lo que es. 23. Con las almas flacas no os quejéis nunca de las in- jurias ni de las penas que sufrís, porque sucede a menudo que, sin alcanzar ningún consuelo, les acarreáis a ellas daño. || 24. Haced de manera que no pase un solo día sin leer al- guna cosa que os instruya y os lleve a la devoción. 25. Jesús en el pesebre : he aquí una buena lección para aprender que todas las grandezas de este mundo son ilusión y mentira. 26. Nada disipa y desarregla tanto un corazón que as- pira a ser devoto como esa ligereza de espíritu por la que, una vez emprendido un género de vida, se le abandona e interrumpe. 27. Los ejercicios de devoción han de ser sin perjuicio de las propias ocupaciones; y nunca deben ser tan largas que fatiguen el espíritu y molesten a aquellos con quienes vivimos. 28. ¿A qué tanto anhelo de preferencias y honores? ¿No sabéis que el medio más seguro de adquirirlos es despre- ciarlos? [2, 286] MÁXIMAS DE SAN FRANCISCO DE SALES 54ñ 29. No os apeguéis a vuestro parecer ; pues por lo co- mún con nuestras razones nos alucinamos. 30. La desconfianza de sí propio es muy buena mientras sirva de cimiento de la confianza en Dios; pero si causa in- quietud, es necesario desecharla sin vacilar, porque es tenta- ción de tentaciones. 31. ¿Qüé remordimientos tendremos a la hora de la muerte, al pensar en los muchos medios e instrucciones que se nos han proporcionado para santificarnos y en el modo con que lo hemos despreciado? ¡Oh! Esta será entonces la mayor de las penas, el mayor de los dolores. || 35 Plan de enseñanza para la cátedra de matemáticas de Vich* Sumario. — El objeto de este establecimiento es propagar el cono- cimiento de las matemáticas para el fomento de las ciencias y las artes. Los métodos adolecen de uno de estos dos vicios: la superficialidad o escasez y un exceso de elevación o de abun- dancia. Es más común el vicio primero que el segundo. La enseñanza ha de ser tal que pueda ser germen de ulteriores estudios. Inglaterra debe el desarrollo de su industria a los conocimientos matemáticos- Aritmética. Algebra. Geometría elemental. Trigonometría rectilínea. Geometría práctica. Apli- cación del álgebra a la geometría. Principios de estática y di- námica. El que escribe estas líneas no tiene la presunción de creer que sus toscas observaciones puedan presentar ni una sola idea que no se haya ofrecido ya de antemano a la ilus- tración de Vuestra Señoría ; y si se atreve a consignar en este escrito sus opiniones sobre la materia, manifestando cuál sería el método que juzgaría más adaptado para llenar completamente el objeto que se ha propuesto la filantrópi- ca ilustración del muy ilustre ayuntamiento, es sólo con el fin de presentar el programa de la dirección que desearía dar a la |¡ enseñanza, en caso de ser acogidas benignamente sus pretensiones. ¿Cuál es el verdadero objeto del establecimiento de esa cátedra? La respuesta es muy sencilla : propagar el conoci- miento de las matemáticas para el fomento de las ciencias * [Nota bibliográfica. — El año 1837 el Ayuntamiento de Vich1 abrió un concurso para proveer una cátedra de matemáticas. El día 17 de agosto de este año Balmes presenta una solicitud optandOj por esta clase, acompañando una memoria rotulada con el titule que encabeza estas líneas El día I o de septiembre es nombrade profesor interino, y el 6 de noviembre recibe el título definitivo) Regentó esta cátedra hasta el año 1841 : su renuncia lleva la fechr de 28 de agosto^de este año. Esta memoria fué publicada en los Escritos postumos, pág 189; de donde tomamos el texto. El sumario es nuestro.] [2. 290-291 1 PL\N DE ENSEÑANZA BE MATEMÁTICAS 547 y las artes. ¿Cuál es la extensión que deberá darse a la ense- ñanza? ¿Qué método deberá adoptarse para que, al paso que la población reporte una utilidad positiva e inmediata, no se descuiden los fines más trascendentales que deben siempre tener los establecimientos de esta clase? He aqu; un problema cuya completa resolución no es tan fácil como pudiera parecer a primera vista : una cuestión para cuyo desenvolvimiento son necesarias detenidas reflexiones. Es una verdad reconocida por todos los sabios que toda enseñanza ofrece dificultades incalculables : y ésta es la ra- zón por que, entre las obras elementales, las que propiamen- te no son más que una serie de lecciones escritas y son tan pocas las que llenan cumplidamente su objeto, es mucho más fácil encontrar obras magistrales de mucho mérito que no elementales. Exponer con sencillez los principios de la ciencia, desarrollarla en todas sus partes con orden, claridad y exactitud, atemperarse a una muchedumbre de talentos muy diferentes por su extensión y por su índole, no remon- tarse a investigaciones que excedan la capacidad de un prin- cipiante y reunir a todo esto el talento de sembrar en la cabeza de los jóvenes la semilla de ulteriores adelantos : he aquí las atribuciones de un profesor ; pero he aquí un con- junto de calidades || cuya sola enumeración muestra la suma dificultad de poseerlas. Los métodos de enseñanza adolecen comúnmente de uno de dos vicios opuestos : la superficialidad y escasez de la rutina o un exceso de elevación y abundancia : el primero halaga la pereza del profesor o encubre tal vez lo menguado de sus alcances, el segundo lisonjea su vanidad imprudente, ahorrándole además la molestia de hacer un estudio detenido ' y minucioso para lograr que sus explicaciones se adapten a la capacidad de los discípulos; ambos encuentran en sus errados métodos un ahorro de trabajo, un secreto de comodi- dad y de holganza, pero ambos ahogan el fruto en su germen, engañando a la sociedad que les ha encargado el cuidado I de la juventud, es decir, de sus más caras esperanzas. Pero ' qué, ¿acaso la claridad está reñida con la exactitud? ¿Acaso no es posible desentrañar las partes de la ciencia sin abru- i, mar la capacidad de los principiantes? En matemáticas, como ü en todos los ramos científicos, hay ciertos puntos capitales jj dominantes que, una vez entendidos, facilitan la inteligencia jn de todos los otros ; y he aquí uno de los principales secretos io, de la enseñanza : saber conocerlos, saber colocarse en ellos y ta saber dirigir la vista en torno como quien contempla el te- 89 rreno desde las crestas de un monte elevado descubriendo de una sola ojeada los cerros, los valles y las llanuras. Para el' que posea este secreto todo se presenta con orden, claridad y desembarazo ; el que carezca de él no hará más que mos- 548 PRIMEROS ESCRITOS [2, 291-293] trar el terreno en detalle marchando entre continuos sudores y tropiezos, sin dar || jamás una cabal idea de su totalidad ni de la relación de sus partes. El profesor que adolezca de éstos abruma con su inútil abundancia la escasa comprensión de los jóvenes, encum- brando el vuelo se pierde de vista a sus ojos, los fatiga y desalienta sin provecho: el otro forma rutineros miserables, ignorantes que presumen poseer la ciencia porque conser- van en su bufete las certificaciones de sus cursos. Sin em- bargo, si he de decir ingenuamente lo que siento, me parece que es mucho más común el vicio de superficialidad que no su opuesto : y esto, aun cuando la experiencia no lo atesti- guara a cada paso, lo manifestaría muy claramente una ra- zón muy sencilla, cual es: que son muchos los hombres que no hacen más que desflorar los objetos, y son muy raros los que penetran hasta su seno para que puedan analizar su naturaleza y desenvolver sus propiedades. Es sabido que esta enseñanza superficial y rutinera se cubre con el especioso pretexto de que es preciso no abrumar la débil capacidad de los principiantes. ¿Y acaso un joven, por ser joven, no puede comprender perfectamente los principios de la cien- cia, coordinar con claridad y exactitud las ideas y recoger la semilla de los pingües frutos que tal vez ha de producir a su tiempo? No olvidemos que tal vez bajo un traje sencillo y quizá infeliz se oculta un talento extraordinario, que tal vez el hijo de un pobre artesano puede ser el lustre de su familia y el ornamento de su patria. No olvidemos que el principiante que, por mala dirección de su maestro, no sale en su vida de la clase de un miserable |[ rutinero, con una enseñanza acertada hubiera sido quizá un grande hombre. ¿Quién se lo hubiera dicho a la Inglaterra que aquel pobre muchacho que trabajaba en una de sus minas de carbón era un hombre destinado a ser uno de sus viajeros más ilustres, el grande Cook? No quiero yo decir que un establecimien- to de segundo orden, como ha de ser precisamente el de esta ciudad, esté destinado para formar hombres ilustres, no ; . sólo pretendo indicar que, a más de su fin inmediato, no ha de carecer de otros más elevados y trascendentales. Quie- ro decir que el catedrático debe presentar la ciencia bajo un aspecto sencillo para que puedan recoger las luces necesa- rias para sus respectivas carreras el comerciante, el artesano o el que trate de dedicarse a otros ramos más elevados ; pero es necesario que dando a la enseñanza una dirección atina- da, al paso que dentro de poco pueda decir a la ciudad: Yo he contribuido a mejorar y multiplicar tus fábricas, a dar mayor regularidad, solidez y elegancia a tus edificios, a vi- vificar y ensanchar tu comercio, a dar mejores direcciones a tus caminos para la mayor rapidez, comodidad y economía [2, 293-295] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 549 en los transportes, a fertilizar y hermosear tus campiñas con planes de canalización y riego; pueda también de vez en cuando decir a la sociedad: Protege este joven, que sus ta- lentos son de grandes esperanzas ; yo he desenvuelto su pri- mer germen, tú favorece su desarrollo, y con el tiempo te in- demnizará de los beneficios que le dispenses. Este es el verdadero punto de vista bajo el cual debe mi- rarse un establecimiento de esta clase: así lo || han mirado las naciones más ilustradas del globo, y éste es el camino que les ha guiado a esos grandes adelantos que nos llenan de ad- miración y de asombro: lo contrario es plantear cátedras ilusorias, derramar y esparcir sin provecho los sudores del pueblo ; es formar una porción de ignorantes, tanto más in- habilitados para aprender, cuanto más presumidos están de saber lo bastante para todo ; es practicar los medios para que las ciencias con todas sus dependencias permanezcan siempre estacionarias, y para que esa desgraciada nación, que en tiempos más felices marchaba a la cabeza de todos los adelantos, quede rezagada en la marcha de las ciencias y las artes, y se vea precisada a contemplar con envidia cómo- sus vecinos le llevan un siglo de ventaja. Si estas reflexiones son aplicables a todos los países, lo son ciertamente más al nuestro, en donde una negligencia imperdonable había sumi- do esta ciencia en un olvide casi completo. Recórranse las casas de comercio, los establecimientos fabriles, pregúntese sobre la materia al maquinista al albañil, al carpintero, y serán muchos, muchísimos, los que no podrán responder ni una sola palabra, y tal vez se hallen no pocos que ni aun ha- brán tenido noticia de que existiera una ciencia tan impor- tante. A buen seguro que si la Inglaterra no hubiera mirado con tan singular predilección este ramo, no se hubiera levantado su industria a una altura tan prodigiosa. Sería muy extenso este escrito si quisiera tocar ni aun ligeramente las innume- rables y útilísimas aplicaciones, particularmente en aquel país, que se || han hecho de los conocimientos matemáticos; pero no puedo pasar por alto un hecho que merecería escul- pirse en letras de oro y que ocupará un lugar muy oportuno en este escrito, por ser relativo a los tejidos de algodón, prin- cipal industria de esta ciudad. Nadie ignora que los conoci- mientos mecánicos están fundados en los conocimientos ma- temáticos, tanto, que forman un ramo de la parte que se llama matemáticas mixtas : y en aquel país se ha llevado tan adelante la perfección en este ramo y se han obtenido resul- tados tan felices y gigantescos, que fueran increíbles si no fueran hechos incontestables. Hasta estos últimos tiempos la India había llevado la pal- ma en punto a tejidos de algodón ; pero la Inglaterra, siem- •550 PRIMEROS ESCRITOS [2, 295-297] pre infatigable, ha dado al cabo con una aplicación mecánica tan feliz que los comerciantes ingleses van a buscar los al- godones al Asia, es decir, a cosa de cuatro mil leguas de dis- tancia, los traen a Inglaterra, los hacen manufacturar, los vuelven manufacturados al Asia y, a pesar de los crecidísi- mos gastos de un viaje de ocho mil leguas, sus manufacturas son aún tan baratas que estos mismos compiten con ventaja en los mercados de la India con los algodones hilados y te- jidos en el mismo país que los había producido; resultado colosal que bastaría por sí solo para que se diera por satisfe- cha la Inglaterra del ahinco con que ha favorecido la exten- sión y desarrollo de esta ciencia importante, procurando dar a la enseñanza una dirección sabia y atinada. Dígase ahora que un maquinista se forma más |¡ bien por instinto que por principios, abandónense los ingenios a los solos recursos de sus inspiraciones, y véase si podrían obte- nerse jamás resultados de tanta monta. No puede negarse que existen ciertos hombres privilegiados capaces por su solo instinto de ciertas construcciones mecánicas que tal vez no se ofrecerían a las combinaciones de un matemático ade- lantado; pero ¡a qué alto grado de invención no llegarían esos mismos hombres si a los recursos de su genio reunieran los conocimientos de la ciencia! ¿Acaso por ser grandes sus talentos deben dejarse sin cultivo? Esto sería pretender que no debe pulirse una piedra preciosa porque, aun al través de las groseras capas que la encubren, lanza de vez en cuan- do vivísimos reflejos. Con sumo gusto desenvolviera estas ideas, tanto más cuan- to la razón, de acuerdo con la experiencia, me ofrecerían abundantes materiales para aclararlas y robustecerlas : pero como esto me engolfaría en una disertación que no podría dejar de tener una extensión considerable, por más que yo cuidara de cercenar todo lo superfluo, y que por otra parte me alejaría demasiado del principal objeto de este escrito, me contentaré con hacer una breve reseña de las materias que deberán explicarse en la mencionada cátedra ; indicando el método que me parece más oportuno en cada una de ellas, anotando los principales inconvenientes que pueden ofrecer- se y apuntando los medios más adaptables para salvarlos con ventajas de los discípulos. Esta reseña, al paso que es el medio más apto para llenar el objeto que me propongo y || que ahorrará mucha extensión al escrito, me ofrecerá como a la mano la oportunidad de manifestar con aplicaciones prácti- cas la verdad y exactitud de cuanto llevo indicado, evitando a las reflexiones anteriores la nota de vagas e infundadas. Esto es tanto más necesario cuanto algunos estaban en la equivocada creencia de que la enseñanza de las matemáti- cas es muy difícil que adolezca de ninguno de los vicios indi- [2, 297-299] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 551 cados, mayormente del que he señalado con el nombre de superficialidad rutinera. ¿Acaso, dirán ellos, puede faltar el buen orden en las materias, la claridad en las ideas, el rigor en las demostraciones, en una ciencia en que todo es exacti- tud y evidencia? Menguado concepto de sus adelantos en la ciencia y de instrucción en la historia de ella daría cierta- mente quien se expresara en estos términos. Ignoraría sin duda que, aun dejando aparte las grandes disputas que han dividido a los matemáticos por lo tocante a las partes más sublimes de la ciencia, las hubo y de mucho ruido por lo que dice relación a las materias más elementales : ignoraría seguramente la cuestión propuesta por D'Alembert sobre las cantidades negativas, y no habría llegado a sus oídos el nombre de Nicolai: ignoraría por cierto que hay ciertos puntos, aun de los más elementales, en que, si no se fijan con suma escrupulosidad las ideas, puede uno ser conducido a ciertos absurdos que parecen minar los mismos cimientos de la ciencia. Verdades son estas tan incontestables que el cé- lebre Kant, ese filósofo que en el presente siglo ha dado tanto que pensar a todos los filósofos de Europa. || no tiene reparo en decir que si en actos públicos se disputara sobre matemáticas, como se practica con respecto a otras ciencias, se daría mucho que sentir a los geómetras : y esta misma es Ja opinión de uno de los hombres más pensadores que la Francia ha tenido en el presente siglo, el célebre Bonald. Digo lodo esto para que nadie pueda tildarme de exagerado cuando insisto con tanto ahinco en la necesidad de desterrar de esta cátedra un vicio que, carcomiéndola en secreto, po- dría inutilizar sus resultados, y que amenaza más de cerca a un establecimiento que se plantea en un país en que por desgracia están muy poco generalizados los conocimientos en la materia. Previas estas observaciones voy a practicar lo que llevo indicado. Aritmética Esta parte, tan sencilla en sí misma como extensa y útil en sus aplicaciones, es por 1c común enseñada de un modo miserable : para aprenderla se consume inútilmente mucho tiempo ; para usarla es necesario tener la pauta siempre a la vista, porque, no sabiéndose de ella más que cuatro reglas prácticas aprendidas por cantinela, falta la destreza para aplicarlas a otros casos que no sean muy semejantes a los que el maestro escribiera en la libreta ; y, si llega a faltar el ejercicio continuo en ella, se olvida en pocos días, por la sencilla razón de que es muy difícil retener en la memoria un número considerable de reglas de las || que jamás se han 552 PRIMEROS ESCRITOS [2, 299-30Ü] entendido los fundamentos ni se han visto las íntimas rela- ciones que constituyen su trabazón y enlace. Según tengo presentido, el reglamento aprobado para el establecimiento exige para la admisión del principiante el que sepa las cua- tro reglas fundamentales ; esta prevención es muy oportu- na, muy prudente, porque, ahorrando al profesor el molesto trabajo de dar a conocer los números, de mostrar su coloca- eión," etc., etc., le dejará mucho más expedito el tiempo para ocuparse en explicaciones menos mecánicas y de no menor utilidad y trascendencia. Pero muy mal hubiera comprendido el espíritu del re- glamento el profesor que se creyera dispensado de explicar- los primeros elementos de aritmética, y si tal vez se desde- ñase de explicarlos manifestaría no conocer su importancia. A mi entender, después de aclaradas algunas nociones preli- minares, debe empezar por una explicación muy detenida del sistema de numeración y por fijar con toda claridad la definición de cada una de las operaciones: pues entendidos perfectamente estos dos puntos se sabe ya más de la mitad de la aritmética. En efecto, la colocación de las columnas en las operaciones de sumar y de restar, la razón de empezar por la izquierda, de reservar para la columna siguiente con- tando como unidades las decenas que se vayan ofreciendo, de tomar una unidad de la columna siguiente contándola como decena en la precedente, de correr un lugar hacia la izquier- da los productos parciales, del orden de la colocación de los cocientes; ¿qué es todo esto sino consecuencias muy || sen- cillas del sistema de numeración y de la definición de las operaciones? No temo asegurarlo, una vez hecho bien pal- pable el sistema de numeración y fijada exactamente la definición de cada una de las operaciones, cosa que puede hacerse en una hora, lo demás exigirá apenas ligeras indica- ciones para que los principiantes puedan comprenderlo per- fectamente y por sí mismos. La parte relativa a los quebra- dos, ya comunes, ya decimales, es por lo común una de las más embarazosas y difíciles para los principiantes, sin em- bargo de que no puede haber cosa más sencilla. Gástese una lección o dos, si es necesario, en explicar, en hacer sensible, palpable, la verdadera idea del quebrado, y desaparecerán de un soplo todos los enredos que tanto abruman al prin- cipiante, como también la dificultad de retener en la memo- ria las reglas de las operaciones, dificultad que le inhabilita para usarlas después de haberlas aprendido. Una cosa análoga sucede con respecto a los números de- nominados, a las reglas de tres directas, inversas, simples, compuestas, de compañía, etc., etc. : en todas partes se halla siempre uno o dos puntos dominantes ; si éstos no se com- prenden hasta la evidencia, todo es confusión y tinieblas; si |2, 300-302] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 553 éstos se han entendido completamente, lanzan por todas partes una ráfaga de luz que disipa todas las dudas y desva- . nece todas las dificultades. || Algebra El álgebra es, sin duda, la parte más admirable de las ma- temáticas ; y si éstas a la par de las ciencias naturales han progresado de dos siglos y medio a esta parte de un modo tan maravilloso, tal adelanto se debe en gran parte a este precioso descubrimiento que, extendiendo por todas ellas su mágica influencia y señoreándose de todas sus partes, las ha llevado al más alto grado de perfección y engrandecimiento. Nada más sencillo que el mecanismo de sus operaciones, nada más fácil que el aplicarla a la resolución de algunos problemas; sin embargo, si se quieren fijar bien las ideas, si se quiere que éstas sean claras, exactas y cabales, si se quiere que los principiantes lleguen un paso más allá de lo que presenta a primera vista el puro mecanismo y que no aprendan a manejarla por ciega rutina, como maneja el artesano los instrumentos de su labor, es necesario una exac- titud y hasta una profundidad que no puede adquirirse sin reflexiones muy detenidas. La aclaración de algunos de sus puntos, aun de los más elementales, lleva consigo más em- barazos de lo que pudiera parecer a primera vista: ¿quién no dijera, por ejemplo, que es muy fácil comprender la naturaleza de los signos positivos y negativos, es decir, de una de las primeras ideas que se ofrecen al entrar en la explicación del álgebra? Si uno dijera que no es tan obvio y despejado como parece asomaría tal vez en los labios de algunos |í matemáticos una sonrisa de desprecio; sin embar- go, yo me atrevería a preguntarles si también les parecería una paradoja increíble el afirmar esto en el siglo pasado, cuando las matemáticas habían ya dado sus pasos más gi- gantescos, que la definición de estos nombres no estaba aún bien fijada para algunos matemáticos que habían adquirido un nombre europeo. D'Alembert, uno de los matemáticos más ilustres de Fran- cia, disputaba seriamente si las cantidades negativas eran menores que cero: ¿y qué supone esta cuestión sino poca claridad, poca exactitud en las ideas de los signos negativos? Dos ideas envolvía esta disputa, la de cero y cantidad nega- tiva: si el cero se toma por nada y el signe negativo por signo de substracción, es ridículo el preguntar si hay canti- dades menores que cero, porque a nada no se puede quitar nada : si suponiendo varias cantidades las unas en un senti- do, las otras en el opuesto, y se entiende por cero el princi- ' 554 PRIMEROS ESCRITOS [2. 302-304] pió de ellas, por el cual se pasa de unas a otras, entonces puede decirse con mucha propiedad : las cantidades negati- vas son menores que cero. Nadie dirá que el célebre catedrático de Padua, Nicolai, no fuera un matemático de alta nota ; y, sin embargo, en la ruidosa disputa que suscitó en Italia en el siglo pasado, pre- tendía nada menos sino que debían cambiarse las reglas más fundamentales del álgebra, pues que en su parecer con- ducían a resultados falsos y absurdos : como era, entre otros, que a = — a. ecuación que expresará un absurdo o una ver- dad incontestable según la distinta significación que se dé a \\ los signos. Es verdad que Julio Borremani, catedrático de la academia militar de Nápoles, deshizo las dificultades de Ni- colai ; pero siempre queda en pie ei objeto capital, y es que. si para hombres tan adelantados en la ciencia pudo haber alguna obscuridad en puntos tan elementales, será necesario explicarse con mucha precisión y exactitud si se quiere evi- tar que los principiantes se formen ideas equivocadas y tal vez absurdas. La teoría de los exponentes negativos es también un pun- to de los más elementales, ni ofrecen dificultad alguna si se atiende a su puro mecanismo: pero hágase la prueba, aun con algunos de aquellos jóvenes que se han adelantado bas- tante en un curso de matemáticas ; pregúntese sobre la ver- dadera naturaleza de un exponente negativo, exíjase de ellos algo más que una aplicación de puro mecanismo, y se halla- rá que serán muy raros los que expliquen su verdadera na- turaleza, los que fijen exactamente la idea envuelta en el signo para deducir de ella la aclaración de sus propiedades y la demostración de las operaciones que con ellas se practi- can. Y no obstante, la inteligencia fundamental áe esta par- te es de suma trascendencia para otros puntos capitales, como la traslación de los factores del numerador al denomi- nador o de éste al primero con sólo cambiar los signos a los exponentes : como la teona de los logaritmos, de las fraccio- nes, etc., etc. Podría desenvolver estas ideas haciendo algu- nas otras aplicaciones sobre algunos puntos más importan- tes. Diría con mucho gusto cuatro palabras sobre el discer- nimiento y buen tino || que exige la explicación de las cantidades imaginarias, y haría palpar cómo en un punto de trascendencia como éste es muy fácil que los jóvenes se for- men conceptos absurdos y monstruosos. Porque esto me con- duciría a discusiones sobrado extensas, me será preciso con- tentarme con las indicaciones que llevo apuntadas. Las reglas de tres, de compañía, etc., etc., pueden expli- carse por aritmética como por álgebra, pero me parece más expedita y más útil su explicación por procedimientos alge- braicos que no aritméticos: estos últimos, ofreciendo el ob- [2, 304<306] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 555 jeto más determinado, parecen llevar consigo alguna mayor claridad ; pero los primeros, presentándole con toda la gene- ralidad posible, fijan más puntualmente las ideas, ofrecien-: do campo para desenvolver con más desembarazo las pro- piedades y relaciones de las cantidades y para señalar la ra- zón de los procedimientos. Teniendo además la ventaja de. que, expresándolo todo con sencillez y claras fórmulas, se retienen con más facilidad en la memoria el total de las re- glas y los principios en que éstas se fundan. Concluiré este punto con observar que, así en aritmética como en álgebra, es un método muy equivocado el abrumar a los principiantes con una muchedumbre de problemas; si han entendido perfectamente los principios en que se funda la resolución, ellos por sí mismos resolverán los que se va- yan ofreciendo, y el catedrático debe tener siempre presente que, al llegar a la resolución de los problemas, podrá aho- rrar tanto más tiempo cuanto mayor sea el cuidado con || que haya explicado los principios, y que si ha sido negli- gente en la explicación de éstos será en vano que se esfuer- ce en llenar este vacío por medio de la multiplicación de los ejemplos. Siempre se verá precisado a llevarlos de la manó, porque siempre andarán por un camino de tinieblas y em- barazos en que no podrán adelantar un paso sin que tropie- cen y caigan. Geometría elemental El carácter de esta ciencia es la claridad, y su lenguaje, al menos por lo tocante a las primeras nociones, parece di- rigirse más a la imaginación que al entendimiento: no obs- tante, al internarse algún taito en ella no deja de ofrecer sus dificultades. El álgebra, que, como tengo indicado, ex- tiende su dominio por todas las partes de las matemáticas, también se ha introducido en la geometría elemental, amen- guando hasta cierto punto su sencillez primitiva ; pero esta ligera desventaja harto se compensa co i el rigor, exactitud ; y generalidad que llevan siempre consigo los procedimientos algebraicos. El profesor deberá ser discreto en el uso del cálculo para no abrumar a los principiantes, complicando con procedimientos enredados lo que tal vez se presenta des- ! embarazado y sencillo; pero también debe ser parco eñ*> echar mano de las expresiones falaces «es claro», «es evi- dente», etc., etc., so pretexto de no perjudicar con la compli- cación del cálculo a la claridad y sencillez || de la ciencia ; deberá ser cauto en no querer suplir con vanas palabras la inexactitud en las ideas y el poco rigor en las demostraciones. Para no dejar sin apoyo la indicación que acabo de hacer, 556 PRIMEROS ESCRITOS [2, 306-307] y para que no parezca una generalidad, citaré un hecho que cenfirmará hasta la evidencia la verdad de que en esta parte hay más riesgo del que podría creerse. Cuando se trata de demostrar que la diferencia entre la superficie de la pirámi- de inscrita en el cono y la de la circunscrita puede llegar a ser menor que cualquier cantidad dada, que lo mismo puede suceder con respecto a la diferencia entre la superficie del cuerpo circunscrito y la del cuerpo inscrito en una esfera, o a la diferencia de los volúmenes de dos cuerpos, el uno ins- crito y el otro circunscrito a una esfera ; no será difícil ha- cerlo como divisar y sentir de un modo vago y grosero: y aun podrán hacerse para ello algunos raciocinios que al pa- recer no dejarían ninguna duda sobre la materia ; y, no obs- tante, el señor Vallejo no vacila en afirmar que hasta el día, es decir, hasta que él ha señalado el verdadero camino para la demostración, estas proposiciones habían estado sin apo- yo alguno por ser insuficientes los métodos que se habían adoptado para demostrarlas. ¿Quién hubiera creído una cosa semejante y en punto de tanta trascendencia? Sin embar- go, éste es un hecho que cualquiera puede contemplar por sí mismo y, a más de descansar en la autoridad de un mate- mático tan eminente, hay la relevante circunstancia de que el citado autor confiesa cándidamente que hasta entonces había él mismo incurrido en la misma equivocación || en que los otros habían resbalado. Esto que dice el citado autor nos -da a conocer lo muy circunspectos que debemos ser en tomar por conocidas cosas que no lo son y aun en hacer ciertas hipótesis aventuradas que después se reconocen inexactas. Trigonometría rectilínea Esta parte, combinada con los logaritmos, es de una apli- cación tan útil como extensa. Por lo que toca a la exposi- ción de sus principios, nada le quedará al profesor que ha- cer, supuesto que haya dado una idea exacta del conjunto de las líneas trigonométricas, de sus construcciones geométri- cas, de sus fórmulas algebraicas y de la perfecta y general conveniencia de éstas con aquéllas. De aquí es fácil pasar a la aplicación y usos de la trigo- nometría, bien que para esto es necesario el conocimiento de las tablas trigonométricas y logarítmicas. Para cálculos que no exigen mucha exactitud, basta el conocimiento de una de aquellas tablas tan sencillas que su manejo apenas ofrece dificultad ; pero siempre será muy del caso que el pro- fesor emplee algún tiempo en dar una idea cabal de los lo- garitmos, habilitando a los principiantes para el manejo de algunas tablas algo extensas y complicadas, lo que les po- [2, 307-309] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 557 drá servir con el tiempo para dar mayor exactitud a sus cálculos, en caso de exigirlo así la naturaleza de las opera- ciones que practiquen. || Geometría práctica Pocas dificultades encontrará en ella quien tenga bien entendidos y presentes los principios especulativos en que se fundan sus procedimientos; pero la extensión que se podrá dar a esta parte dependerá, no tanto de los conocimientos del profesor, como del mayor o menor número y perfección de los instrumentos con que puede contar en su respectivo establecimiento : pero siempre será de su atribución el lle- varlos como de la mano desde la especulación a la práctica, haciendo de modo que no degeneren en prácticos rutineros ; inculcándoles la necesidad de tener siempre presentes los principios especulativos para evitar las groseras equivoca- ciones en que incurrirá mil veces un práctico que, siendo tal vez muy diestro en plantar o alinear los piquetes, en subir y bajar las miras, etc., etc., no sea tal vez capaz de señalar la razón de sus procedimientos y operaciones. Aplicación del álgebra a la geometría Este descubrimiento importante, obra del gran Descartes, ha cambiado en gran parte la faz de la geometría ; porque, comunicándole hasta cierto punto su concisión y generali- dad, la ha levantado a una altura a la que, sin este auxilio, jamás hubiera alcanzado. || En un establecimiento como el de esta ciudad apenas podrá hacerse otra cosa que estable- cer sus principios más fundamentales; pero, si el profesor es algo advertido, podrá aprovecharse de una ocasión muy oportuna que allí se le ofrece para dar nociones más cabales del álgebra, para entrar en algunas reflexiones sobre los signos positivos y negativos y sobre los diversos sentidos que pueden ofrecer según sean distintas sus aplicaciones. Todo esto, si bien puede hacer bastante en las construcciones geo- métricas de las ecuaciones de primero y segundo grado y al tratar de las ecuaciones de los puntos y de los rectos así en un plano como en el espacio, sin embargo, no es tanta la oportunidad como en el tratado de las secciones cónicas. Este importante tratado, si bien no se comprende comúnmente bajo el nombre de aplicación del álgebra a la geometría, no deja por esto de ser uno de sus ramos de más utilidad y trascendencia. En varios puntos de las ciencias naturales se hace un uso continuo de las curvas cónicas, y, aun contra- 558 PRIMEROS ESCRITOS [2, 309-311] .'enconos al objeio de un establecimiento como el de esta ciudad, será muy conveniente dar cuando menos alg\ina idea de esa materia tan trascendental e importante ; del contra- rio, ¿cómo será posible explicar el movimiento de los proyec- tiles en el vacío, lo que forma una de las partes más intere- santes de la dinámica, si no se tiene ningún conocimiento de la parábola? Pero cuando no hubiera esta utilidad y has- ta necesidad evidente habría siempre la razón poderosa de que difícilmente se hallará mejor oportunidad para comple- tar los conocimientos algebraicos ¡| y para hacer ver la exac- ta correspondencia de los signos, expresiones y cálculos al- gebraicos con los resultados de la:; construcciones geométri- cas. Y no se crea que esto sea de pequeña importancia : si se quiere conducir a los principiantes por el camino del verda- dero saber y de los adelantos, casi me atrevo a decir que es absolutamente necesario. Cualquiera habrá podido obser- var por experiencia propia que, al estudiar ios principios del álgebra, halla algunas expresiones, algunos resultados que esparcen en el entendimiento una semilla de sospechas y dudas que pueden ser muy fatales para el progreso de un joven, mayormente siendo los de talento más investigador y profundo los que más sienten estas perplejidades y sospe- chas. ¿Qué quieren decir, se pregunta a si mismo un joven pensador, qué quieren decir estas y otras expresiones seme- jantes: ± V o. ± V — a + o? ¿A qué viene el calcular sobre expresiones que a primera vista ofrecen absurdos in- concebibles? Pero cuando vea, cuando palpe que en las cons- trucciones geométricas tienen estas expresiones una utilidad muy positiva ; algunas manifestando con su misma absur- didad las propiedades de las curvas y determinando los pun- tos fuera de los cuales no se pueden éstas extender, como en el resultado imaginario de - + V — a ; otras teniendo a veces un sentido muy racional y verdadero determinando en qué puntos y en qué sentidos constan las ordenadas al eje de las abscisas, como son las expresiones de o, + o. +V o; enton- ces siente el principiante disiparse todas sus dudas, aclararse sus ideas, robustecerse sus convicciones, y, || animándose para proseguir, aprende a no aburrirse con pusilanimidad, a no juzgar con ligereza de la verdad o falsedad, exactitud o inexactitud, utilidad o inutilidad de las expresiones y pro- cedimientos, hasta que haya tenido ocasión de comprenderlos con mayor perfección, hasta que haya visto si tal vez podría tener una utilidad muy positiva lo que quizás le parecieran ridiculese absurdas. [2, 311-313] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 559 Principios de estática y dinámica A estos tratados pueden aplicárseles en gran parte las ob- servaciones que se acaban de hacer sobre las secciones cóni- cas, pero sería inútil repetir aquí lo que se acaba de explicar, mayormente cuando cualquiera que esté algo versado en la ciencia podrá hacer por sí mismo muchas y oportunas apli- caciones. La enseñanza en esta parte presenta más dificulta- des de lo que parece, y los yerros en ella son de tanta más consecuencia cuando la estática y dinámica están en tan ínti- mo contacto con las artes que puede decirse son la base de su perfección y progreso. Algunos autores, entre ellos el se- ñor Vallejo, hacen un uso continuo y abundante del cálculo y de sus fórmulas echando mano de senos, cosenos, etc., etc. ; otros presentan la ciencia bajo un aspecto más trivial y sen- cillo. ¿Qué método escogerá el profesor? Por de pronto se deja conocer que, si los últimos se aventajan en sencillez y facilidad, los primeros los superan |¡ en generalidad y exac- titud; además, salta a la vista que, por más que el profesor se haya esmerado a su tiempo en explicar los principios en que se fundan semejantes procedimientos, siempre quedarán en la cátedra un considerable número de discípulos, que podrían decirse rezagados, incapaces de alcanzar las explicaciones que no estén en la esfera de sus limitados conocimientos ; al paso que habrá cierto número más privilegiado en su talen- to, más asiduo en su aplicación, a quien se perjudicaría con- siderablemente si se omitieran las explicaciones de los mé- todos más generales y exactos. Para manifestar estos extremos no hay otro medio sino que el profesor, echando mano de los recursos de su saber y prudencia, al mismo tiempo que presente las materias bajo aquel aspecto que conviene a los más aventajados en aplica- ción o talento, cuide de hacer oportunamente algunas digre- siones en que se atempere en lo posible a la generalidad de los discípulos. Sería prolijidad inútil el manifestar con ejem- plos prácticos la posibilidad y aun la facilidad de este méto- do mixto ; pero puede asegurarse sin temor de equivocación que, si el profesor es medianamente diestro en la enseñanza, podrá adoptarle con muchas ventajas y con poca dificultad y embarazo. Antes de concluir este escrito tal vez no será inoportuno decir dos palabras sobre la obra que seguramente servirá de texto en la enseñanza: el Compendio de Vallejo. Esta obra es tal como debía esperarse de un hombre que ocupa sin disputa un lugar muy distinguido entre los matemáticos de Europa. || Orden excelente en las materias, claridad y exac- titud en las ideas, rigor y hasta escrupulosidad en las demos- 560 PRIMEROS ESCRITOS [2, 313-314J traciones, severidad, sencillez y desembarazo en los métodos, convicción y elegancia en las fórmulas, prudente sobriedad para no decir sino lo necesario o muy útil, un fino discerni- miento para no omitir nada de cuanto pueda fecundar el ta- lento de los jóvenes, a la par de un sumo cuidado para po- nerlos al alcance de los últimos adelantos ; he aquí a mi entender los caracteres de esta obra preciosa. Pero, a pesar de calidades tan relevantes, no se crea que su explicación no deje mucho que hacer al profesor; pues, a más de las dificultades que siempre envuelve la inteligencia de una obra elemental por perfecta que sea, usa el autor en algunos pun- tos de una concisión tan extremada que ofrecen al profesor ancho campo para lucir su aplicación y su talento. En el álgebra ocurren varios ejemplos ; hay también al- gunos en las secciones cónicas y se ofrecen con mayor abun- dancia en sus tratados de estática y dinámica, y también se encuentran algunos en la explicación de su nuevo método para la resolución de las ecuaciones numéricas de todos los grados. Supuesto que me viene tan a la mano no soltaré la pluma sin decir dos palabras sobre tan importante descu- brimiento y sobre el partido que, con respecto a su explica- ción, deberá tomar el profesor en el establecimiento que nos ocupa. Es sabido que el nombrado método es nada me- nos que la solución de un problema en que habían encallado todos los matemáticos del mundo. La resolución de las ecua- ciones superiores al || segundo grado había presentado siem- pre las mayores dificultades ; pues en llegando al quinto grado ya no hay fórmula general que pueda conducir a su resolución ; y aun las fórmulas para la resolución de las de tercero y cuarto grado son tan complicadas que, como ob- serva Vallejo, en la mayor parte de los casos vienen a ser lo mismo que si no existiesen. Se habían inventado varios métodos para la resolución de las ecuaciones numéricas, pero todos incompletos y muy complicados. Vallejo es el primero que ha dado una solución feliz de tan dificultoso problema, inventando ese método tan precioso por la extensión y utilidad de sus aplicaciones como admirable por su sencillez y elegancia ; método que, abra- zando la resolución de todas las ecuaciones por más elevado que sea su grado, tiene la increíble ventaja de que para la ejecución de operaciones tan colosales no exige más conoci- mientos que los contenidos en su aritmética de niños. Estas indicaciones bastarán para manifestar que reputaría por un descuido imperdonable en un profesor el que no cuidara de dar al menos una sucinta explicación de los principios en que se funda un método tan maravilloso e importante, ma- yormente cuando en la explicación del mismo aclara el autor la naturaleza de la regla de la falsa posición, regla importan- [2, 314-315] PLAN DE ENSEÑANZA DE MATEMÁTICAS 561 te que no había explicado bien ningún autor hasta que ese sabio español lo ha hecho de un modo tan magistral y tan profundo, que la misma regla, cuya aplicación estaba antes circunscrita a estrechos límites y sujeta a muchas equivo- caciones, ha pasado ahora a ser un secreto, cuyos resultados |j serían increíbles si no fueran tan evidentes y palpables. Esta reseña, a pesar de la suma brevedad a que por pre- cisión ha debido circunscribirla la naturaleza del escrito, es muy suficiente para dar una idea de un sistema de enseñan- za: sistema que puesto en práctica produciría considerables resultados, pero que exigiría del profesor una laboriosidad infatigable. El infrascrito, que ha tenido el honor de exponerle a la consideración de Vuestra Señoría, no se lisonjea de poseer ni las luces, ni los talentos, ni aquel juicioso discernimiento que se necesitan para plantearle en todas sus partes ; pero, si algo pueden el vivo deseo de contribuir al bien de la so- ciedad, el ardiente anhelo de la felicidad de su patria y un interés entusiasta para el progreso de las ciencias y las ar- tes, se propondría acometer esta ardua empresa, superior, sin duda, a sus reducidos alcances, mas no a su ardor y a sus deseos. || 36 Discjrso inaugural de la cátedra de matemáticas de Vich, pronunciado en i." de octubre de 1837* Sumario. — Prodigios que puede hacer la instrucción y funesto vacío que deja su olvido. La situación actual de la industria y del comercio exigen el fomento de las matemáticas y del dibujo Las sociedades antiguas podían prescindir de estos elementos sin comprometer su felicidad ni su preponderancia. Tiro, Alejan- dría, Roma. En las sociedades modernas son medios poderosos de brillantez y poderío. Venecia. La España de los Reyes Cató- licos- Holanda. Inglaterra. Ningún adelanto de monta pueden hacer el comercio y la industria sin el auxilio de las matemáticas y dibujo. D3 estas ciencias dependen las artes. De ellas tam- bién la mecánica. Con ellas están relacionadas la albañilería y la carpintería, el comercio y la agricultura. Las matemáticas son la llave de las ciencias naturales- No es cierto que los ade- lantos científicos arrastren a extravíos religiosos Descartes. Pascal. Leibniz. Newton. La religión y la naturaleza, emana- das de un mismo principio, no temen la luz Grande atractivo de las matemáticas. Los españoles no somos incapaces de igua- lar a otros países en sus adelantos. Al verme favorecido con el honroso cargo de trazar un cuadro de las incalculables ventajas que producirá el esta- blecimiento, cuya inauguración es el objeto de ese solemne aparato, mi alma rebosa de satisfacción || y de placer y mi corazón palpita de esperanza. ¿Y cómo pudiera menos, seño- res, al ver cómo se levanta de repente ese hermoso estable- cimiento, ese precioso plantel de benéficos adelantos, monu- mento indeleble de la ilustrada filantropía de sus fundadores, prenda segura de positivas ventajas y manantial perenne de brillante y útilísima cultura? ¿Al ver realizado aquel gran- de y fecundo pensamiento de que una de las primeras nece- sidades de la sociedad es la acertada instrucción de la juven- tud, y de que, aun en medio de las más azarosas circunstan- cias, no debe jamás dejarse en olvido un objeto de tamaña * [Nota bibliográfica. — Este discurso fué publicado en los Es- critos postumos, pág. 219, de donde lo tomamos nosotros. El sumario es nuestro ] |2. 320-322] DISCURSO INAUGURAL. MATEMÁTICAS 563 importancia? El Criador ha favorecido al hombre con el su-, blime don de la inteligencia ; pero si ésta no recibe un im- pulso que active su desarrollo, permanece como un metal precioso que la mano del artífice no ha sacado de la mina. ¿Queremos apreciar los prodigios que puede hacer la ins- trucción, v el inmenso y funesto vaco que deja su olvido? Echemos una ojeada sobre los varios países que en distintas épocas de la sociedad ha recorrido la civilización y la cultu- ra; los mismos pueblos que hoy vegetan en la abyección más estúpida eran en otro tiempo aventajados modelos en toda clase de conocimientos científicos y artísticos, mientras otros que a la sazón vivían desconocidos entre las malezas de sus bosques o no tenían otra nombradía sino la que les diera su ferocidad y su barbarie, rayan ahora al más alto punto en todo linaje de adelantos. ¿Acaso no brilla sobre el Egipto y la Grecia el mismo sol que en tiempos antiguos? ¿No es la misma su posición || geográfica? ¿No es el mismo su clima? Pues ¿a qué otra causa pudiera atribuirse, sino a la falta de instrucción que les acarrearon sus vicisitudes re- ligiosas y políticas, el que esos pueblos, antes tan famosos por la extensión de su saber y su brillante cultura como te- mibles por la habilidad y robustez de sus fuerzas, arrastren hoy día una existencia miserable, sumidos en la más estúpi- da ignorancia y plagados de humillación y de miseria, mien- tras esos europeos, a quienes ellos miraban con tanto des- precio, ostentan por doquier el fruto de sus progresos en las ciencias y en las artes, desplegando orgullosos las enseñas de su brillante poderío? Y, sin recurrir a ejemplos tan calami- tosos, ¿qué causa podría señalarse del atraso que en España se padece con respecto a las ciencias naturales y exactas, atraso que se extiende por necesidad a todos los ramos, agrí- colas, fabriles y mercantiles, sino la falta de establecimien- tos de instrucción en la materia, el descuido inconcebible con que se ha mirado un objeto de tan alta trascendencia? ¿Qué importaba que el gobierno procurase llenar en parte ese inmenso vacío, planteando algunos establecimientos en las ciudades de primer orden? ¿Qué es para una provincia, tal vez muy extensa, un solo establecimiento tratándose de una instrucción que, por su influjo universal, por su rela- ción inmediata con todas las necesidades y comodidades de la vida, debiera extenderse hasta las últimas clases de la so- ciedad, hasta el más retirado ángulo de los hogares domés- ticos? Y he aquí, señores, la razón, la necesidad, la impor- tancia de ese nu?vo establecimiento: || honor y prez a los hombres que concibieron la idea y promovieron su planteo ; honor y prez a la filantrópica ilustración del muy ilustre ayuntamiento, que, secundado en sus tareas por los asiduos trabajos de la muy ilustre junta directiva, ha salvado todas 564 PRIMEROS ESCRITOS [2, 322-323J las dificultades y removido todos los obstáculos que se opo- nían a su instalación o diferían su apertura. ¿Y con qué timbre más glorioso pudiera haberse honrado una corpora- ción municipal? Yo la felicito una y mil veces; yo le ase- guro las bendiciones de un pueblo que, dentro de pocos años, recogerá pingües frutos de esa semilla tan fecunda de sólida y brillante riqueza, al paso que me congratulo con indecible placer por haber sido el primero a quien haya cabido la li- sonjera suerte de ser el intérprete de sus ilustrados senti- mientos y el órgano de sus benéficas ideas. La situación actual de la sociedad con respecto a la industria y comercio y razo- nes morales de alta importancia exigen el fomento de las matemáticas y dibujo. He aquí mi discurso. Para que pueda formarse una idea cabal de la alta tras- cendencia que envuelven los intereses industriales y mercan- tiles, para que se comprenda la necesidad que tiene todo go- bierno de cobijar con su protección y fomento aquellos ramos de instrucción que son la base de todos los adelantos, se me permitirá echar una rápida ojeada sobre el estado actual de las sociedades modernas con respecto a la industria y comercio, pues sólo de esta manera es dado concebir la de- plorable suerte a que se condena un pueblo que los mire con indiferencia ; entonces, y || sólo entonces, se concebirá la razón por que algunas naciones que, por su ingenio, por su clima, por su situación geográfica, parecen llamadas al más alto grado de elevación y pujanza, presentan el triste fenó- meno de una debilidad y pobreza que raya en humillación y abatimiento. Es un hecho incontestable que en estos últimos tiempos han tomado la industria y comercio tan encumbrado vuelo y se han colocado en posición tan ventajosa y domi- nante que han llegado a crear en el centro de la sociedad como un poder de nueva clase, constituyéndose a la par ele- mento necesario de prosperidad y ventura, y arma poderosa e indispensable para que los pueblos puedan entrar en venta- josa lucha en todo linaje de palenques. No es esto decir que no hayan sido en todos tiempos una fuente de riqueza y po- derío, ni que no hayan debido entrar en todas épocas en los cálculos de un gobierno de previsora inteligencia ; pero sí que, por hallarse las sociedades antiguas en circunstancias muy diferentes de las modernas, podían prescindir más a menudo de ese poderoso elemento, sin comprometer ni su felicidad interior, ni aun su dignidad y preponderancia polí- tica. Cuando la mayor parte de las sociedades estaban aúr en su infancia, cuando no conocían otras necesidades quí un alimento frugal y un vestido grosero, ni otros gusto; que la caza o el ejercicio de la lucha, ni otras comunicacio nes que con los pueblos limítrofes o con algunos marinos qu« de vez en cuando desembarcaban éh sus playas, nada extrañe [2, 323-325] DISCURSO INAUGURAL. MATEMÁTICAS 565 era que a corta distancia de un pueblo floreciente por la abundancia y perfección de sus manufacturas o || por la ex- tensión y actividad de su comercio, se levantara otro pueblo que, hallando en sus bosques, campos y apriscos todos los medios de satisfacer sus escasas necesidades y sencillos gus- tos, no tuviese que mendigar nada de sus vecinos para todos los objetos de felicidad pública y doméstica, al par que, ha- llando en su misma sobriedad y sencillez un fecundo princi- pio de robustez y de fuerza, pudiese conservar la indepen- dencia de su país y señorearse tal vez de vecinos opulentos. Así se explica cómo a poca distancia de las ciudades famosas por su industria y comercio, Tiro y Alejandría, pudieron formarse pueblos bastante poderosos para sojuzgar su fiereza y humillar su orgullo ; así se concibe cómo Roma pobre arre- bató el cetro a la opulenta Cartago, y cómo la república romana pudo extender tan rápidamente sus conquistas, y cómo pudo hallarse ya muy cercana al cetro del universo, aun antes de conocer las ciencias y las artes, cuando los ciu- dadanos no entendían en el manejo de otros instrumentos que no fueran el arado o la lanza. Pero, a medida que los pueblos fueron adelantando en ci- vilización y cultura, a medida que sus comunicaciones fue- ron más frecuentes y extensas, creándose nuevas necesidades, nacieron desconocidos intereses, y desde entonces la indus- tria y comercio empezaban a ser una verdadera necesidad, un elemento imprescindible, so pena de calamitosas con- secuencias. Las continuas guerras que precedieron la caída del imperio romano, y la confusión que llevó consigo la dis- persión de los miembros de aquel coloso, || impidieron que se presentase con toda claridad y extensión ese fenómeno social, ya que desde entonces empezaba a verificarse ; pero, luego que fué restableciéndose la Europa del trastorno gene- ral en que la envolvieron las irrupciones de los bárbaros del Norte, mayormente desde el sacudimiento y fermentación general que llevaron consigo las empresas de las Cruzadas, despuntaron nuevamente los intereses industriales y mer- cantiles, empezaron a figurar como poderosos medios de bri- llantez y poderío, y pudiérase asegurar desde su nacimiento que había de venir un día en que llegarían al más alto grado de elevación y predominio. Venecia fué uno de los primeros pueblos que acometieron con inteligente denuedo la brillante carrera que se estaba ofreciendo a las sociedades modernas, y vióse desde entonces su orgullosa ciudad, levantando erguida frente en medio de las olas adriáticas, desplegando sus ricas flotas por todo el Mediterráneo, y, a pesar de la pequeñez de su territorio, cir- cunstancia que al parecer debía condenarla a la nulidad y abatimiento, medir su brazo con grandes potencias, tomar 566 PRIMEROS ESCRITOS [2. 325-3271 parte en todas las negociaciones europeas y tremolar el pa- bellón cristiano a la vista de los minaretes de Oriente. Pasaron los días de su poder y gloria, porque con el des- cubrimiento del nuevo mundo recibió su comercio un golpe de muerte. Los españoles, marchando con pasos de gigante por el camino de los grandes descubrimientos, surcaban ma- res desconocidos, saludaban nuevas islas, doblaban peligro- sos || cabos y, descubriendo y sojuzgando inmensos continen- tes, señalaban a los pueblos del orbe antiguo nuevos derro- teros y mercados para extender su tráfico, minas abundantes y preciosas, producciones las más raras y exquisitas y países vírgenes y encantadores donde se podía encontrar a cada paso una morada deliciosa. Cabalmente entonces acababan los Reyes Católicos de arrojar a los moros de la península ibéri- ca, la conquista de Granada había puesto fin a las dilatadas y encarnizadas luchas que los hijos de Pelayo sostuvieron con las bandas agarenas, uniéronse a la industria española las ricas fábricas que dejaron los árabes en los países que acababan de perder, y, concurriendo en un foco común la industria castellana, la arábiga y, por la uñ ón de las coro- nas de Aragón y Castilla, las fábricas y comercio de Catalu- ña y Valencia, elevóse de golpe la España a tan alto grado de riqueza y pujanza, que, combinándose con esto otras cau- sas políticas que acrecían su auge y poderío, podía aspirar al dominio de la mayor parte del universo. Por causas que ahora no es del caso señalar descuidáron- se luego tantos elementos de prosperidad y grandeza, y arre- batando sagazmente la Holanda la palma preciosa que el gobierno español dejaba escapar de sus manos, presentó al mundo el interesante fenómeno de que un pueblo de redu- cido territorio en clima ingrato, plagado de esterilidad y ago- biado de embarazos, un pueblo que al parecer debiera que- dar sumido entre el cieno de sus pantanos, llegó dentro de poco a tan alta preponderancia que, a más de |i hacer a gran parte del mundo tributario de sus productos fabriles y de su tráfico mercantil, adquiriese al mismo tiempo grande impor- tancia política y considerable influencia diplomática. Acechaba de cerca a la Holanda un pueblo sagaz e infati- gable, un pueblo que, por su posición insular y situación geo- gráfica, parecía llamado a obtener el cetro de los mares: era la Inglaterra, que. arrojándose diestramente sobre los mis- mos elementos que eran un manantial de riqueza para la Holanda, arrebatóle la supremacía industrial y mercantil, haciendo de esta manera suceder la lonja de Londres a la lonja de Amsterdam. Y he aquí, señores, en la industria y comercio, una de las principales causas de la grandeza y po- derío de la Gran Bretaña ; he aquí por qué cubren todos los mares sus numerosas y opulentas flotas, por qué se acata [2, 327-329] DISCURSO INAUGURAL. MATEMÁTICAS 567 en todas las orillas su soberbio pabellón, por qué dicta la ley en todos los mares y ejerce poderoso influjo en todos los continentes. Y esto no porque sus leyes sean las más perfec- tas, no porque no abrigue en su seno una clase numerosa que por su extremada pobreza es como un cáncer terrible que amenaza altamente para tarde o temprano su prosperi- dad y grandeza, ni porque sus instituciones políticas estén a cubierto de los vaivenes que agitan a casi todos los pueblos, sino porque su industria y comercio le sirven como de talis- mán para salir de sus apuros, como de manto de púrpura recamado de oro y diamantes con que oculta todos sus de- fectos y palia todas sus flaquezas. Bien conocido ]o tienen sus hombres de Estado, || y así es que, a pesar de la divergencia de opiniones, a pesar de los cambios de gabinete producidos por sus vaivenes políticos, siempre, sean cuales fueren las opiniones de los hombres que se hallan al frente de sus negocios, siempre se dispensa a la industria y comercio una protección vigorosa e incesante. Observadla en su interior y la hallaréis siempre animando I a los hombres que se distinguen por su ingenio y saber, ago- tando al efecto todos los medios de protección y de estímu- lo. Un solo ejemplo bastará para todos: cuando falleció el gran Newton, sólo por respeto a sus prodigiosos conocimien- ! tos en las matemáticas se le hicieron exequias semejantes a las de un rey: en la Cámara de Jerusalén se puso de mani- fiesto su cadáver en una cama imperial ; cuando fué trasla- dado a la abadía de Westminster, donde se hallan los sepul- cros de los reyes, llevaban el paño del féretro se's pares de Inglaterra, entre ellos el milord gran canciller, oficiando luego un obispo acompañado de todo el clero de la abadía. He aquí las muestras de respeto y veneración que se dieron , a los restos de un insigne matemático ; para un observador superficial todo esto sería una vana exterioridad ; para un hombre pensador será siempre el fruto de alta previsión y el germen de grandes y positivos resultados. En -su política ex- terior hallaréis sus miras políticas hábilmente combinadas con sus intereses industriales y mercantiles; teniendo en- vuelto todo el mundo en la red de sus relaciones comercia- les, domina secretamente por medio de sus manufacturas y barcos mercantes, cuando no le es dado |] hacerlo por medio de sus escuadras; en las carteras de sus comerciantes se ocultan no pocas veces combinaciones políticas de alta im- portancia, y bajo el aparato guerrero de escuadras formida- bles está envuelto un proyecto de un tratado de comercio. Bien pudiera yo recorrer otros países, presentar nuevos hechos y hacer patente a todas luces la alta importancia de la industria y comercio; pero bastará, señores, el decir que, multiplicadas las necesidades, avivados los otros gustos, ex- 568 PRIMEROS ESCRITOS [2. 329-331] tendidas y activadas ias comunicaciones, sus intereses mar- chan a la par de las más altas combinaciones políticas, do- minan casi todas las cuestiones, son el secreto resorte de grandes movimientos, un barómetro que los gobiernos no de- jan nunca de la mano para acertar en sus deliberaciones ; y que, por fin, no pudiendo ningún pueblo moderno trasladar- se a la sencillez de los tiempos antiguos ni prescindir de las nuevas necesidades creadas por el tiempo y las costumbres, la nación que desprecie el fomento de la industria y comer- cio se condena a la humillación, a la nulidad política y a la escasez y miseria. Ahora bien: ¿qué adelanto de monta pueden hacer estos ramos sin el auxilio de las matemáticas y dibujo? Utilidad y belleza: he aquí el programa de ]as artes, y ni una ni otra pueden alcanzarse sin aquellos conocimientos. Al hombre no le es dado producir de la nada, y así es que todos sus esfuer- zos se dirigen a aprovecharse de los beneficios de la natura- leza, explotando sus inmensos recursos, empleando sus me- dios de acción, ya acumulándolos, ya dividiéndolos |i o regu- larizándolos, según los fines a que se destina el objeto de la industria. Sin las matemáticas no puede adelantar ninguno de aquellos ramos que exijan conocimiento de la naturaleza, porque sin ellas es imposible conocerlos; sin el dibujo falta un medio necesario para llevar a cabo los proyectos ; y no conociéndose, sin su auxilio, ni la hermosa ley de las pro- porciones ni la gracia y armonía de los contornos, es difícil dar a las obras del arte ni solidez ni elegancia. Toda clase de máquinas dependen inmediatamente de aquella ciencia, y, aunque es verdad que algunos hombres privilegiados construyen por instinto algunas muy admira- bles, también es incontestable que, si sus talentos naturales no van guiados por los conocimientos científicos, jamás po- drán sus esfuerzos producir un impulso bastante poderoso para que el importante ramo de la maquinaria pueda pro- gresar con rapidez y proporcionar considerables ventajas; no contando la industria sino con pocas y groseras máquinas, nunca saldrá de su infancia ; sus productos serán siempre es- casos en número, mezquinos en su clase y costosos en su pre- cio, y no podrán competir en ningún mercado con las manu- facturas de pueblos más adelantados. Y es preciso desenga- ñarse : hasta que nos convenzamos profundamente de estas verdades, hasta que se promuevan con ahinco la instalación y fomento de establecimientos como el que va a plantearse en esta ciudad, no saldremos jamás de esa dependencia vergon- zosa en que por tantos artículos fabriles nos tienen de mu- chos años a esta parte |¡ nuestros inteligentes vecinos. Bueno será que el gobierno, por medio de discretas restricciones y bien calculados aranceles, procure impedir el que los extran- [2. 331-332] DISCURSO INAUGURAL. MATEMÁTICAS 569 jeros ahoguen nuestras fábricas inundando el país de sus manufacturas: bueno, muy bueno será todo esto; pero, si no se aplica el remedio a la raíz, si no se fomentan con par- ticular protección aquellos conocimientos que son la base de todos los adelantos artísticos, podrán neutralizarse algún tanto los efectos del mal, mas no remediarse enteramente, y, dominando el estímulo del interés particular a las conside- raciones de utilidad general, serán buscadas con preferencia las manufacturas extranjeras por ser más hermosas y más baratas, y el contrabando burlará siempre las providencias más severas del gobierno y la vigilancia más estricta de las aduanas. Aun con respecto a aquellos artefactos que no pue- den introducirse del extranjero, como son las obras de arqui- tectura, las construcciones de caminos y canales o aquellas otras que exigen para su construcción la presencia del objeto a que se destinan, siempre se verán figurar extranjeros en la dirección de los grandes trabajos en detrimento de la riqueza del país y en mengua de nuestra dignidad e inde- pendencia. Yo respeto la inteligencia de nuestros artesanos y aplau- do la incesante laboriosidad con que se dedican a toda clase de artefactos ; pero creo, sin embargo, que su candidez no se negará a confesar que a veces se hallan como trabados en el decurso de sus obras y que sienten faltarles algunos conoci- mientos para continuarlas con entera expedición y terminar- las || con asegurado acierto. ¿Cuánto mayor desembarazo no sintieran nuestros laboriosos albañiles y carpinteros si cono- cieran las leyes de la mecánica y dinámica? ¿No procede- rían con más soltura en sus trabajos, más sencillez y seguri- dad en sus métodos, y no alcanzarían más acierto en sus re- sultados? ¿No serían más diestros en hermanar la solidez con la regularidad y elegancia, si poseyeran aquella ojeada feliz que dan la geometría y los principios y la práctica del dibujo, si hubiesen aprendido a tener el compás en los ojos para dar a todos los artefactos aquel punto de feliz regula- ridad y armoniosa proporción que se hermana estrechamente con todas las miras de solidez y utilidad, que encanta los ojos, cautiva la fantasía y produce en el alma una impresión tan halagüeña? ¿Y cuánta mayor habilidad, destreza y buen gusto no lucieran todos nuestros artesanos si al empezar sus respectivas carreras estuvieran ya acostumbrados a la regu- laridad y precisión geométrica y a la proporción y bellezas del dibujo? ¿Qué diremos ahora si echamos una ojeada sobre las ventajas que esta clase de establecimientos acarrean al co- mercio? Un elemento de vida necesario para el comercio es la facilidad y rapidez en las comunicaciones y transportes, y ¿podrá lograr ninguno de esos extremos sin buenos inge- 570 PRIMEROS ESCRITOS [2, 332-334] nieros para la construcción de bien calculados caminos y bien dirigidos canales con que se faciliten la comunicación entre las provincias para el cambio de los respectivos artícu- los y la conducción de las mercancías sobrantes a las fron- teras y a las playas? || Aun la agricultura, que por su carácter peculiar pareciera estar exenta de la necesidad de las matemáticas, recibe de ellas beneficios cuantiosos con saludable y suavísimo influjo. Quiero pasar por alto las inmensas ventajas que alcanzarían varias provincias si, fomentándose la canalización del riego, no se viera el labrador expuesto de continuo a perder el fruto de sus afanes y sudores por la sequedad de algunos meses, o si la escasez e inseguridad del agua no le privase de la facultad de escoger entre diferentes clases de cosechas ; quiero omitir los adelantos que podría hacer su mecanismo, ya con la adquisición de nuevos instrumentos que simplifi- casen y mejorasen sus métodos, ya también con los preciosos conocimientos que le proporcionan las ciencias naturales y exactas ; quiero prescindir de todas esas consideraciones, pues sólo con atender al estrecho enlace que tiene la pros- peridad agrícola con el ramo de transportes se concebirá fá- cilmente que la agricultura debe también rendir su homena- je a las ciencias matemáticas, y que le es imposible eman- ciparse de su dependencia. En España tenemos provincias de una feracidad admirable, y en algunas de ellas sucede un fenómeno que, a los ojos de un observador superficial, pare- ciera tal vez vana paradoja, pero que, sin embargo, es un hecho muy natural y muy cierto : y es que a veces una cosecha muy abundante es para algunos grandes propieta- rios una muy pequeña ventaja y tal vez podría ser una des- gracia. ¿Y por qué? Porque, careciendo de medio de conduc- ción por falta de caminos o canales de transporte, se malogra en || las trojes un acervo inmenso de granos que, envilecidos en el país a causa de su misma abundancia, proporciona al dueño muy escasa cantidad de numerario, cuando, si fuese dado conducirle a poco coste a las playas o tal vez a pro- vincias poco lejanas, bastaría su venta para producirle su- mas de inmensa cuantía. Pero mi discurso sería interminable si quisiera tocar ni aun ligeramente la muchedumbre de hechos que se agol- pan para comprobar ei poderoso, útilísimo influjo que ejer- cen en todos sentidos las ciencias matemáticas. Lo diré de una vez presentando una observación que bastará para to- das : las matemáticas son la llave general para todas las ciencias naturales, un medio necesario para todas las opera- ciones que exijan conocimiento de su naturaleza, porque la naturaleza no revela sus secretos a quien la pregunta despo- seído de la geometría y del cálculo, y sus producciones se re- [2 . 384-3361 571 sisten al manejo de quien, no se haya preparado con la ad- quisición de tan poderosos auxilios. Nada hay más matemá- tico que la misma naturaleza, y el filósofo que llamó a Dios el gran geómetra dijo una verdad muy profunda. Todo cuan- to pasa a nuestra vista está sujeto a leyes físicas, todas calculadas con precisión matemática. ¿Veis la piedra que cae al suelo? Pues su caída obedece a cierta aceleración tan bien calculada que en vano ningún maquinista se esforzara a organizar un movimiento en progresión tan precisa y exac- ta. ¿Veis la misma piedra que arroja jugueteando el niño y que a los ojos del ignorante ejecuta un movimiento casual y sin regla? Pues es constante que describe una curva llama- da 'II parábola, y esto con una precisión y exactitud que asombra. La luz que llena el universo y que, al parecer, se extiende como un fluido derramado sin orden ni concierto ; el sonido que se difunde por los aires y que parece divagar a la mer- ced del capricho ; pues todos estos fenómenos y cuantos se presenten bajo la apariencia de la casualidad más capricho- sa, todos están sujetos a leyes geométricas fijas y constantes. Esos astros que giran sobre nuestras cabezas con tanta majestad y armonía, esos cometas que se presentan de vez en cuando bajo misteriosas formas y que se hunden en las inmensidades del espacio para no comparecer hasta pasados muchos años, todas esas moles estupendas, al paso que reco- rren órbitas inmensas con una rapidez inconcebible, mar- chan con una precisión matemática tan portentosa que osten- ta con sublime majestad el sello de la infinita inteligencia. ¡Qué campo tan vasto, señores, para ponderar la utilidad moral de unos estudios que nos corren el velo para que po- damos contemplar con ojo sabio tan sublimes perspectivas! ¡Qué ocasión más oportuna para dirigirme a aquellos espí- ritus, estimables sin duda por la rectitud de sus miras, pero dignos de lástima por el error de sus juicios, que tendrían quiméricos temores en emprender una carrera que conduce a la investigación y al análisis, recelando tal vez que los adelantos científicos los arrastraran a extravíos religiosos y morales, a novedades peligrosas ; que han oído tal vez que los grandes naturalistas, los |l grandes matemáticos, los gran- des sabios, son irreligiosos! ¿Quién ha tenido la osadía de pronunciar esa falsedad? ¿Quién ha esparcido ese germen de muerte? ¿Quién ha sembrado esas ideas, tan erradas como funestas, que apocan los corazones rectos y tímidos y echan a perder los atrevidos y orgullosos? ¿Con qué verdad, con qué conocimiento de la historia puede decirse que los gran- des sabios sean irreligiosos? El que tal diga es un profundo ignorante en la historia literaria ; mi erudición es poca ; sin embargo, me atrevo a decirle que yerra, y, para sostener mi 572 PRIMEROS ESCRITOS [2, 336-338] aserto, le emplazo con la historia literaria en la mano, y esto comprendiendo hasta estos últimos tiempos, hasta el día de hoy. Si no temiera alargar sobrado mi discurso, o distraerme de mi principal objeto, recorrería brevemente la historia de las letras, distinguiría los ramos, clasificaría las épocas, y con hechos incontestables demostraría hasta la evidencia la ver- dad de mi aserción y reduciría a polvo esa negra calumnia levantada al genio del saber. Pero ciñéndome a los hombres más ilustres en matemáticas, ¿fué acaso irreligioso el célebre Descartes, a quien deben tantos adelantos la geometría y el cálculo? ¿Lo fué Pascal, aquel matemático tan grande como precoz, que aun no había cumplido treinta años y entraba ya en victorioso palenque con los primeros matemáticos de Europa, y que en sus célebres Pensamientos respira la con- vicción religiosa más profunda? ¿Lo fueron los insignes ma- temáticos Ferinat, Cavalieri y Malebranche, el inmortal ba- rón de Leibniz, que parte con Newton la gloria || de haber inventado el prodigioso cálculo infinitesimal? ¿Lo era el gran Newton, ese hombre extraordinario que, después de ha- ber sujetado a sus profundos cálculos los fenómenos de la tierra y del cielo, había encontrado por todas partes y con tanta evidencia el augusto dedo del Todopoderoso, y había concebido un respeto y veneración tan profunda hacia el Criador de tantos portentos que, al pronunciarse en su pre- sencia el nombre de Dios, inclinaba respetuosamente su ca- beza? No se me oculta, señores, que en una época no muy leja- na, cabalmente cuando algunos de los grandes hombres que he citado acababan de bajar al sepulcro, se levantó un poeta demasiado célebre que, convirtiendo en daño de sus seme- jantes los grandes talentos con que le había favorecido el Autor de la naturaleza, y echando mano del despotismo que ejerció por algún tiempo sobre las reputaciones literarias, se empeñó en poner en lucha la religión con las ciencias, ex- traviando algunos talentos, dignos ciertamente de mejor cau- sa. Sin embargo, y a pesar de la brillante preponderancia que le daban la soltura y la flexibilidad de su pluma y los halagüeños coloridos de su pincel, jamás pudo contar entre sus discípulos ni a Delacaille, ni a Cassini, ni a Boscovich, ni a Eulero, es decir, los matemáticos más eminentes de aquel tiempo. Y tan luego como el transcurso de algunos años disi- pó la espesa niebla que habían levantado sus seductores prestigios, hombres eminentes de varios países levantaron un grito de reprobación contra sus funestas paradojas ; y en Francia, en ¡¡ la misma Francia, se condenan al desprecio sus ridiculas doctrinas, y los hombres que llevan a cabo una empresa tan sabia como social y religiosa viven aún y hon- [2. 338-339] DISCURSO INAUGURAL. MATEMÁTICAS 573 ran con sus talentos los escaños de las sociedades literarias de la Francia, y brillan en sus asambleas legislativas, y figu- ran en primer orden entre sus bandos políticos, y dirigen de vez en cuando las riendas de su gobierno. No, señores, la inteligencia divina no está reñida con su hermoso destello, que es la inteligencia humana, y la reli- gión y la naturaleza, como emanadas del mismo principio, no temen por ningún lado la luz, porque están seguras de la brillante victoria que acarrearán a su alianza por precisión las investigaciones profundas y cotejos más detenidos. De- jemos que digan lo contrario hombres ignorantes y superfi- ciales ; dejemos esas vulgaridades para aquellos hombres que no saben lo pasado ni conocen lo presente ni leen el por- venir, y cuyos estudios se limitan al folletín de un periódico o a un librito de faltriquera. ¿Sabéis dónde está el verdadero peligro de la juventud? En la ignorancia, en esa ignorancia que, no sabiendo cómo acallar el corazón que clama conti- nuamente por algún objeto, no atinando presentarle nada de grande, nada de útil, nada que no sea diversión y placeres, embota los ingenios más penetrantes, malogra las índoles más bellas, y, abriendo en el corazón todavía tierno la llaga de la corrupción y del orgullo, le inhabilita para todo lo bue- no, franqueándole ancha puerta para los mayores extravíos. Reciba un joven buena educación moral y religiosa || y dejad luego que se aficione a las matemáticas y ciencias na- turales, que se entusiasme por esa clase de estudios, que se acostumbre a pasar largas horas en la soledad de su gabi- nete embebido en sus meditaciones y en sus cálculos, y a buen seguro que su familia no tendrá que arrepentirse, an- tes podrá darse el parabién, no sólo por sus progresos cientí- ficos, sino por su conducta moral y religiosa. ¿Y qué? En los años más floridos de la vida, en esa edad de mágicos de- lirios en que la experiencia no ha rasgado aún el brillante velo con que se encubre la triste realidad, en que el mundo es para el joven un magnífico panorama, en que mira des- filar delante de sus ojos mil seductoras formas de ilusión y de encanto, en que siente deslizarse en sus venas el veneno mortal que le convida con la blandura de un sueño precursor de convulsiones y de muerte, ¿no es conveniente, no es ne- cesario, no es una medida altamente moral y religiosa, el despertar en sus tiernos pechos inclinaciones nobles y gene- rosas, el excitar la afición a las ciencias, procurando que se convierta en verdadero entusiasmo para neutralizar con esta pasión tan grande, tan útil y tan pura, la funesta violencia de otras pasiones mezquinas, germen fecundo de muerte para el individuo y de infortunio y calamidades para la so- ciedad entera? Todas las ciencias tienen sus atractivos, pero no hay otra 574 PRIMEROS ESCRITOS [2. 339 3411 que aventaje ni tal vez iguale a las matemáticas en absorber la atención y en distraer fuertemente el alma de toda clase de objetos. Los romanos acababan de tomar la plaza de Si- racusa y el célebre || Arquímedes estaba tan absorbido en la solución de un problema geométrico que todo el estruen- do de las armas no fué capaz de hacerle advertir la catás- trofe; y en tiempos modernos, el insigne Vieta estaba tan abismado en sus cálculos algebraicos, que pasaba tres días y tres noches sin que sus domésticos pudiesen arrancarle de su silla para hacerle tomar un poco de alimento o el más preciso descanso. Ea, pues, amables jóvenes, vosotros, cuya mente abunda de vigor y de vida y cuyo corazón está lleno de fuego y de esperanza, entrad con generoso anhelo en esa brillante y útilísima carrera que acaba de abriros la ilustración y el celo del muy ilustre ayuntamiento. Aquí, al par de una dis- tracción tan saludable como placentera, encontraréis una llave general para todas las ciencias naturales, un medio el más a propósito para todos los progresos artísticos. Borre- mos esa mancha con que ha pretendido cubrirnos el orgullo y la maledicencia extranjera de que los españoles pertene- cemos al Africa, de que somos incapaces de igualarles en sus adelantos. No escuchéis a aquellos españoles que os hablen con desprecio del ingenio nacional y que miran con sonrisa burlesca todo establecimiento que no esté en Francia o In- glaterra. ¿Es acaso poco que seamos desgraciados para que se haya de disputársenos hasta la capacidad de ser felices, hasta el consuelo de la esperanza? ¿Acaso la centella del genio y del saber ha lucido sobre otras naciones y se ha ne- gado a extender su brillo sobre el horizonte de nuestra pa- tria? Quien eso diga es ignorante, es indigno del nombre es- pañol: su mente || está en las tinieblas y su corazón en el polvo. ¿Acaso no eran españoles nuestros padres cuando dic- taban la ley a Europa, cuando marchaban al frente de todos los progresos en la civilización y en la cultura, cuando nues- tra lengua se había hecho casi general, cuando nuestras fá- bricas no cedían a ninguna otra de Europa, cuando nuestros navios abordaban nuevos mundos, cuando nuestros marinos daban los primeros la vuelta al globo, cuando nuestros gue- rreros esparcían el terror por el Africa y Europa, mientras sus compañeros de armas se internaban hasta el corazón de los continentes de América al través de tan heroicas haza- ñas que, a no ser hechos incontestables, parecieran cuentos caballerescos? Alcemos con noble erguimiento esa abatida frente que el orgullo y la avaricia extranjera han procurado hundir en el polvo, seamos laboriosos, incansables en toda clase de es- tudios, y entonces renacerá nuestro nombre científico, flore- [2, 341] DISCURSO INAUGURAL. MATEMÁTICAS 575 cerán nuestras artes y comercio, nuestra decaída marina vol- verá a su antiguo esplendor y auge, y reunidos esos elemen- tos de prosperidad y grandeza, la nación española volverá a figurar entre las grandes naciones ; entonces no seremos el juguete de las pasiones e intereses extranjeros, entonces no especularán con nuestra sangre y nuestros tesoros como se especula con un billete de banco, y nuestra desgraciada pa- tria ocupará el encumbrado puesto que le reservan sus altos destinos. He dicho !| Discurso sobre los males causados por la ociosidad* Sumario. — Asombroso misterio el del corazón humano. Ya se nos ve dominados por una cantidad excesiva de movimiento, ya nos sumimos en la inacción y en la apatía El ocioso, bato la apa- riencia de descanso, vive en perpetua desazón. Vive en una es- pantosa soledad, semilla de tedios y melancolías. La ociosidad fomenta el fuego de la impureza. El trabajo es un bálsamo que cura las llagas abiertas por las pasiones. La carrera literaria ofrece un vasto campo para el trabajo No deben arredraros la incomodidad ni la fatiga. La patria, la religión y la sociedad ne- cesitan apoyarse en vosotros El secreto de la felicidad es el cumplimiento del deber, y éste no se cumple sin trabajo. Amados jóvenes: Si jamás se presentó a los ojos del hom- bre algún objeto digno de la más seria atención y que ofrez- ca vasto campo a reflexiones profundas, es seguramente el hombre mismo. Un observador atento descubre en él, a la primera ojeada, una mezcla monstruosa de lo grande con lo pequeño, un grupo de elementos que, luchando continua- mente entre sí, chocan y se pulverizan ; y allá, en el fondo de ese caos, divisa una máquina compuesta de infinitas rue- das que marcha en ei más completo desorden. Ella es el corazón humano. Asombroso misterio, y que lo fuera || en más alto punto, si la religión, blandiendo una luminosa an- torcha, bien que al través de velos sagrados y sombras augus- tas, no nos ilustrara algún tanto sobre el origen de tanta con- fusión y desorden. Por un efecto de este desorden, de esta descomposición radical de que adolece nuestro corazón y de que se resienten más o menos todas nuestras acciones, ya se nos ve, dominados por una cantidad excesiva de movimiento, * [Nota bibliográfica. — Este discurso debió ser leído en alguna fiesta escolar celebrada en Vich entre los años 1838 y 1841. Tal vez sería una inaugural de curso o una conclusión para la distribu- ción de premios. Parece del texto que asistían no sólo los alumnos de matemáticas, sino también los seminaristas. Tomamos el texto de los Escritos postumos, pág. 244. donde fué publicado por primera vez. El sumario es nuestro.] [•>, 346-348] DISCURSO SOBRE LA OCIOSIDAD 577 arrojarnos sobre los objetos; ya se nos observa que. lángui- dos, desfallecidos, y como si careciésemos de todo impulso, nos sumimos en la inacción y en la apatía. Presentamos la imagen de un reloj descompuesto, que acelera, precipita sus movimientos, y pasado un instante los retarda y se para. ¡He aquí dos fecundos principios de nuestros males! ¡He aquí dos principios sobre los cuales es necesario tener siem- pre fija nuestra vista, si no queremos que nos inunden con un torrente de maldades y desgracias! El cotejo de ambos, el indicar el modo con que deben combinarse para que surtan el efecto del equilibrio y del orden, agotaría los caudales del mayor ingenio y los recursos de la más consumada pru- dencia. Mi pulso es poco seguro para manejar con acierto tan delicada materia, y así es que tendré que separar extre- mos y ceñirme únicamente a los males que uno de ellos lleva consigo, es decir, la ociosidad. ¿Y qué estado es, señores, el del ocioso? ¿Creéis acaso que allá, en el fondo de su alma, disfruta de aquella calma, de aquella felicidad, que busca huyendo de toda fatiga, de todo cuanto tenga sombra de trabajo? No, señores, no; esa impaciencia con que || aguarda el curso de las horas, ese afán con que busca algún medio de consumirlas, son indi- cios nada equívocos de que vive en perpetua desazón, y que, bajo la apariencia de un descanso no interrumpido, arrastra todo el peso de una existencia inútil. Ondean siempre delan- te de sus ojos ese tiempo precioso como una perla y fugaz como una sombra, ese talento que bien cultivado prometía abundancia de frutos ; y, precisado a sostener una intermi- nable lucha entre un impulso que le levanta la mano para el trabajo, y un enorme peso que se la mantiene caída, pasa una vida llena de disgusto, agitada por el remordimiento y agobiada de tedio y tristeza. Y si no: ¿qué son aquellos proyectos de que tanto abundan los ociosos, y que jamás se ejecutan? ¿Qué son aquellas mañanas que jamás llegan, sino falsas promesas para alucinarse a sí mismos, dilaciones para acallar los gritos de la conciencia, de esa voz elocuente que nuestro Criador hace resonar en nuestros oídos aun en medio de nuestros letargos? ¿A qué viene esa inquietud que lleva pintada en su semblante? ¿Qué son esos movimientos vagos, esas palabras sin objeto, esas acciones inciertas, sino señales evidentes de que lucha consigo mismo, y que, aban- donado a la ociosidad, contraría aquella tendencia a la ac- ción y al trabajo, que nuestra naturaleza arroja del íntimo de su seno? El insensato se empeña en ponerse en un estado de entera quietud, pero en vano, porque esto no cabe en nuestro corazón mientras se halla en esta vida. Nuestra alma se siente fuera del lugar a que la tiene destinada su Autor y no se puede reposar hasta haberle encontrado. || Arrojada 37 578 PRIMEROS ESCRITOS [2, 348-3491 fuera de su centro por un golpe fatal que recibió de una mano alevosa, detenida fuera de él con violencia e impelida por distintas fuerzas a moverse en direcciones que la aleja- rían más y más del objeto de sus ansias, le busca aun sin advertirlo, se agita, se mueve, y con sus movimientos imita las oscilaciones de un péndulo. Contrariada el alma del ocio- so en todas sus direcciones, cansada de pedir un objeto en que ocuparse y de luchar de continuo con la mano impru- dente que la detiene, se aisla, se encierra dentro de sí, y se queda abandonada a sí misma. Sería necesario tener poco conocimiento del hombre para ignorar que esta soledad es espantosa ; es una semilla fecunda de los más pesados tedios y negras melancolías. Es cierto que cuando el hombre se encierra dentro de sí propio, para entregarse en el silen- cio a meditaciones serias y graves, al examen y análisis de objetos complicados, o tal vez a una contemplación filo- sófica de sí mismo, se coloca en una posición que le es muy natural, y que, en cambio del bullicio del mundo, disfruta de la calma más apacible, y goza de cierto placer común- mente desconocido, tanto más puro y más grato cuanto más noble e inocente. Pero también es cierto que no hay morada más ingrata para el hombre que él mismo cuando se coloca dentro de sí por no tener otro lugar donde fijar sus pies, cuando va a ocultarse dentro de sí propio como buscando una guarida contra los tiros del remordimiento. Entonces es cuando siente el inmenso vacío que encierra, entonces lo comprende en toda su extensión, y, desesperando de poder llenarle, se || aburre y se siente sobrecogido de un tedio mor- tal que le hace mirar con aversión su propia existencia- Des- provisto el ocioso de aquel caudal de reflexiones que ne- cesitamos para poder fijar los ojos serenos sobre nuestras flaquezas, las contempla lánguido y desfallecido, y esto segu- ramente no puede hacerlo sin alterarse y afligirse. Porque es constante, señores, que el hombre con dificultad puede su- frir por un rato la vista de sí mismo, y así es que, si bus- cáramos el principio de ese estímulo que nos incita a di-, vertirnos y distraernos, le hallaríamos en el deseo de evi- tarla. Nosotros podremos a veces no advertir el origen de esta tendencia, pero lo advierte en secreto el orgullo ; ese. orgullo, cuyas delicadas fibras se estremecen al menor asomo de abatimiento, padece fuertes convulsiones cada vez que osa fijar la vista en un lago impuro en que sobrenada de continuo la ignorancia, la corrupción y la nada. ¡He aquí señores, las ventajas de la ociosidad! ¡He aquí el bienestai que proporciona al hombre ! Le pone en lucha abierta con sil conciencia y con las inclinaciones más propias de su natura leza, le aisla, le abandona a sí mismo ; y he aquí los ma nantiales de las desazones, los tedios, las negras tristezas qu< [2, 349 351 J DISCURSO SOBRE LA OCIOSIDAD 579 tiene que devorar de continuo, y he aquí cuán caros le cues- tan esos momentos que pudieran parecer de reposo. Una ligera fatiga le arredra, una incomodidad insignificante le mortifica, y, no queriendo llevar estos pequeños pesos, cru- za el incauto los brazos, y un momento después siente que gravita sobre sus delicados hombros una carga inmensa. Pero feliz el ocioso si esa carga que le agobia | fuese el término de sus males ; feliz si. por un efecto necesario de su indolencia, no diera lugar a un violento desenfreno de sus pasiones, y no le arrastraran furiosamente por el camino de la maldad. Nuestro Criador ha puesto en nuestras manos las riendas de ese ímpetu que nos lleva a la acción, pero esto ha sido para moderarle, dirigirle, pero no para contenerle del todo ; empeñarse en hacerlo es temeridad, es interponer una mano endeble para contener el curso de un cuerpo que corre con fuerzas inmensas ; la mano desaparece y el cuerpo sigue su curso. Esta temeridad, esa locura, es seguramente uno de los principios de las pasiones más violentas. Es preciso desenga- ñarse ; nacimos para entender, para amar, para estar siem- pre en acción ; reducir el espíritu a un estado de inercia, des- pojarle de uno de los principales caracteres que le distinguen de la materia es imposible: él es un fuego siempre ardiente, y es preciso darle pábulo si no queremos que se vuelva con- tra nosotros y nos haga víctimas de su voracidad insaciable. Ni hay que hacerse ilusión por algunos momentos de cal- ma ; mil causas pueden amortiguarle algún tanto, pero nin- guna apagarle ; cubierto de cenizas arde con más vigor, y si una mano imprudente se acerca a removerle, arroja de repente un raudal de llama. Bien sabes ser esto verdad, oh tú, incauto, que, sorprendido en medio de tu ociosidad por una ilusión seductora, alimentas en tu tierno pecho una llama voraz que te consume. Desvaneciéronse desde aquel momento fatal las halagüeñas esperanzas de tu talento, que se desarrollaba con tanta lozanía y hermosura; I1 deslustró- se aquel candor que tanto resplandecía en tu semblante, y aquellos modales que, antes modestos y finos, revelaban una índole excelente y una educación esmerada, lanzan por to- das partes chispas del fuego impuro que te devora. ¡Infeliz de ti si con la ociosidad continúas fomentándole! ¡Infeliz si para amortiguar esa llama no echas mano del trabajo! Sí, señores, el trabajo es uno de los bálsamos más efica- ces para curarnos las llagas que nos hayan abierto las pasio- nes; así como es uno de los preservativos más seguros para impedir el abrirlas. Remedio y preservativo cuyo descuido, entre nosotros, es tanto más sensible cuanto más extraño. Si se tratara de ociosidad entre hombres dedicados a cierta clase de profesiones, pudiera muy bien concebirse: el poco lustre de ellas, sus débiles atractivos, sus incomodidades y 580 PRIMEROS ESCRITOS [2. 351-353] los mezquinos premios con que en ellas se retribuyen las fa- tigas pueden muy bien hacer que el hombre las mire con indiferencia y aun con tedio. Pero, señores, hablando de la carrera literaria, de esa carrera que brinda con lo más bri- llante, más halagiieño, más grande que hay entre los hom- bres, esto de ociosidad debiera ser un fenómeno el más raro. No es así por desgracia, y a la marcha que llevan algunos no parece sino que están en el concepto de que la carrera litera- ria es un pequeño círculo, y que así con poco tiempo y poco trabajo es fácil recorrerle. Concepto fuera éste muy equivo- cado, fuera una señal evidente de no haber levantado jamás ni la punta del velo que oculta a los ojos del ignorante las inmensidades del || orbe de las letras. ¿Qué campo tan vasto no ofrecen todos los ramos de la carrera literaria aun cuando se miren por separado? ¿Y cuánto se agranda este campo si el literato no quiere aislarse en una sola ; si, como es ne- cesario para que los conocimientos le granjeen con razón el nombre de sabio, recorre lo más principal de las demás, cuando no sea con otro objeto que el de examinar los puntos de contacto que todas tienen entre sí y ser testigo ocular del mecanismo con que las luces en una materia reflejan sobre las otras? Entonces se descubre un horizonte sin límites, bri- llante, halagüeño, sí, pero cuesta algunos sudores si se quiere recorrerle. En la bóveda que le cubre están esparcidas las verdades como las estrellas en el firmamento ; pero como el hombre en esta vida tiene la desgracia de vivir rodeado de una atmósfera atravesada por espesos nubarrones, es preciso estar siempre sobre sí mismo, siempre con el instrumento en la mano, siempre alerta, siempre acechando el momento en que se despeja algún ángulo del cielo y llegan a la vista los rayos de algún astro. ¿Y qué? ¿Os arredrarían a vosotros las ligeras incomodi- dades del trabajo, para que no osarais lanzaros en esa arena sembrada de palmas y coronas? ¿No osaríais penetrar en el santuario de las ciencias por ese vano espantajo de la fatiga que, sentado en el umbral del templo del saber, parece com- placerse en asustar a la infancia literaria? ¿Y cómo os figu- ráis se formaron aquellos grandes sabios cuyos nombres pro- nuncia con respeto la posteridad más remota? Sepultados en reducidos gabinetes o sentados en ángulos || de vastas bi- bliotecas pasaban una vida llena de privaciones y agobiada de trabajo, triunfando, con imperturbable constancia, de los obstáculos más insuperables. Ellos trabajaban en el silencio de la obscuridad y el retiro, pero la mano de bronce del , verdadero mérito esculpía sus nombres en las tablas de la> inmortalidad, y las generaciones que pasan arrastradas por el torrente de los tiempos los leen con admiración y asom- bro. Ea, pues, amados jóvenes, en quienes la patria tiene [2, 353-355J DISCURSO SOBRE LA OCIOSIDAD 581 fijos sus ojos: vosotros sois sus esperanzas. La incansable segur del tiempo va estropeando las ruedas sobre que se apoya en su marcha y vosotros vais a relevarlas. ¡Y qué fue- ra de ella si vosotros, huyendo de la ociosidad y dedicándoos con ardor al trabajo, no formarais con una vuestro corazón y no atesoraseis con la otra el caudal de conocimientos ne- cesario para ocupar con provecho y esplendor vuestros res- pectivos destinos: Lo religioso, lo moral, lo político, lo físico, todo cuanto hay de más grande, más caro y más interesante entre los hombres, todo va a ponerse en vuestras manos, y sobre vosotros gravita la obligación de prepararos, de robus- teceros para sostener tanto peso. ¿Qué fuera de la religión si vosotros, porción escogida para el sacerdocio de Jesucristo, os entregaseis ahora a la ociosidad? No bastaría, no, para cumplir con vuestro alto ministerio, el que, postrados entre el vestíbulo y el altar, lloraseis los pecados del pueblo ; es necesario que al respeto que os atraerá de parte del pueblo el ver que ondea en vuestras manos el incensario reunáis el prestigio de la sabiduría ; es necesario que || sepáis derramar ¡ con tino y acierto sobre las llagas de la flaqueza y de la corrupción el bálsamo de la divina palabra ; es necesario ¡ que tengáis siempre a la mano un caudal de luces, para bañar con ellas cuanto concierna a la religión, y que sepáis fulminar rayos de verdad y de elocuencia para pulverizar los sofismas de la impiedad y de la ignorancia. ¿Y qué será de las vidas y haciendas de los ciudadanos, si vosotros, que vais luego a presentaros en los tribunales para discutir o fallar sobre ellos, para deslindar lo justo de lo injusto, no reconocéis ahora las luces que esto exige y no tenéis arma- do vuestro brazo para defender con vigor la verdad y la inocencia? ¿Qué de esos infelices que, postrados en el lecho del dolor, imploran con ayes moribundos el socorro de una mano que los arranque de las fauces del sepulcro, si vos- stros, que estáis destinados para el socorro de la humanidad doliente, gastáis el tiempo en la ociosidad, para propinar luego la copa de la muerte? ¿Y qué de vosotros mismos si, en medio de la ignominia de que os cubrieran vuestros des- aciertos en las respectivas profesiones, tuvierais que sufrir ■ nasta el último instante de vuestra vida el acerbo aguijón del • remordimiento? Preparaos, pues, amados jóvenes: no que- i "áis que por vuestro descuido lluevan sobre vuestros herma- s ios una infinidad de males. El secreto para hallar la feli- o :idad es el cumplimiento del deber, y éste no se cumple sin íl rabajo. No creáis encontrarla en este brillante nublado de la lusiones seductoras que os convidan por todas partes. No. a '.eñores: jamás moraron en el mismo alcázar la vida y la a- nuerte. Su || voz es la del encanto, y su eco la de esta muer- ie e. La sola idea del cumplimiento del deber os endulzará to- 582 PRIMEROS ESCRITOS [2, 355] das las fatigas, así como la conciencia de la maldad os lle- nará de amargura la copa de los más dulces placeres. En estos pocos momentos de existencia sobre ese montón de polvo que se nos ha concedido para prepararnos a una vida inmortal, el testimonio de la buena conciencia es un compa- ñero que jamás abandona, un amigo que nunca desampara. El nos consolará en los momentos terribles en que la muer- te, batiendo sus alas sobre nuestra cabeza, nos mostrará cómo se abre para nosotros la losa del sepulcro. El nos con- ducirá tranquilos hasta el borde del abismo de la eterni- dad, y hará que miremos con ojos serenos su profundidad insondable. El calmará nuestros recelos cuando, hincados de rodillas a los pies del Juez de vivos y muertos, aguarda- remos temblando el fallo eterno, y hará que recibamos so- bre nuestras cabezas la corona inmarcesible de la gloria. U Apuntes para un tratado de Trigonometría* I. — Trigonometría rectilínea A. Relaciones de las líneas trigonométricas entre sí 1. Sen A = % cuerda 2 A. Sen 30°= R: si R — 1. sen 30"= %. Tg 45° = R; si R = 1, tg 45° = 1. * [Nota bibliográfica. — Escritos inéditos a la muerte de Bal- mes, publicados en la página 276 de Escritos postumos con el título Colección de fórmulas trigonométricas, de las cuales parece se servía don Jaime Bálmes para ampliar sus explicaciones sobre Vallejo. Razones serias hemos tenido para mudar el título de este trabajo. García de los Santos, amigo y confidente de Balmes, en su libro Vida de Balmes, impreso en 1848, pág. 15, hablando de cómo des- empeñaba Balmes su cátedra de matemáticas en un establecimiento de Vich, nos dice : «Los tratados de trigonometría que él había es- tudiado no le satisfacían completamente, y escribió uno que sirvió de texto a los discípulos y que forma parte de una obra de matemá- ticas.» El mismo Balmes, con fecha de 26 di octubre de 1847, escribe desde Barcelona al mismo autor de la Vida de Balmes: «Me pregun- ta usted, excusándose, cuáles son mis actuales ocupaciones : traduzco en latín la Filosofía elemental; escribo una obra de matemáticas; me dedico con afición al hebreo.» (Epistolario, núm. 309.) Añadamos a lo dicho que en la lista de los manuscritos entrega- dos por Miguel Balmes a Antonio Brusi en 22 de febrero de 1850 tey uno así calificado : «Un Tratado de trigonometría, una libreta ie 28 páginas y otras 12 páginas de la misma», que debieron ser sin luda los originales de que se sirvió Brusi para su Colección de 'órmulas, etc., incluida en los Escritos postumos. El lector podrá :onvencerse, además, con la lectura del texto, que éste viene a ser -orno un resumen de la trigonometría elemental que, aun hoy día. ;e enseña en nuestros institutos. Creemos, pues, que el título que damos al presente escrito está llenamente justificado. Se colige de todo lo dicho que una parte de estos apuntes debió ■er escrita en el tiempo en que Balmes explicaba matemáticas en /ich. entre los años 1837 y 1841, y tal vez otra parte en 1847, cuan- 584 PRIMEROS ESCRITOS [2. 361-36 2. [a] Sen'2 A + eos2 A — R2 [c] [b] V sen2 A + eos2 A = R Sen2 A = R2 — eos2 A' sen A = V R2 — eos2 A Cos2 A = R2 — sen2 A eos A = 1/ R2 — sen2 A [e] [d [f; si R = 1 [a'] Sen2 A + eos2 A — 1 V sen2 A + eos2 A = 1 Sen3 A = 1 — eos3 A [b'] sen A = V 1 — eos2 A do él escribe a García de los Santos que se ocupaba en escribir u obra de matemáticas. Nuestro texto ha sido tomado de Escritos postumos, con las m dificaciones siguientes, impuestas por el mejor orden y la may claridad. Hemos puesto por nuestra cuenta la numeración que pi cede a las dos partes en que se divide el tratado, los cinco epígrai que subdividen la Trigonometría rectilínea, el epígrafe de la p: mera parte de las tres en que se subdivide la Trigonometría es) rica, y las letras de orden que preceden a todos estos epígrafes Los párrafos que en Escritos postumos van señalados con los n meros 1, 2 y 3 se han reducido a uno solo, que lleva el número de manera que vienen disminuidos en dos unidades todos los núrr ros restantes. La numeración de los párrafos viene en el centro en vez c margen, y en algunos sitios hemos separado las materias tratad en un mismo párrafo por asteriscos. Los números o letras indicadoras de fórmulas o apartados se h¡ puesto dentro claudátor. En los once primeros párrafos de Escritos postumos vienen r presentados los ángulos de los triángulos por las letras mayúsc las A, B, C, y en los siguientes por a, b, c, a', b', c', en letra cursiv Para dar homogeneidad al conjunto nosotros hemos conservado 1 mayúsculas para esta representación, lo cual nos ha obligado a correspondiente substitución de letras en las figuras 13 y 14. Las abreviaturas de Escritos postumos, dem , T.. fig., y la s ñal § han sido substituidas por las palabras enteras correspondía tes : demostración, teorema, figura, párrafo. Las figuras, que en Escritos postumos van en una sola lámina final del texto, han sido aquí intercaladas dentro del texto, en lugar que les corresponde; las figuras 3 y 15 han sido modificad para ponerlas en consonancia con el texto, y han sido añadidas 1 ligiuas que el texto cita con las expresiones 139 de Vallejo y 151 i Vallejo. Cualquiera modificación en el texto, a que nos haya obligado claridad o el cambio de notación, viene encerrado en claudátor.] [2. 362-363] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 585 Cos2 A — t— sen2 A eos A = V 1 — sen2 A [f '] Cos A : R : : sen A : tg A : : R : sec A [a] Sen A : R : : cos A : eot A : : R : cosec A [b] RsenA SecA = _gL [d] g cos A eos A „ . R cos A r , _ „ R2 rf-. Cot A = — [e]. Cosec A - [f] sen A sen A Si R = 1 sen A r „ . 1 r ,n tg A = -.- [c'] ; sec A = — - [d ] eos A eos A cos A . 1 r,,, cot A t~ [e ] ; cosec A = [f] sen A sen A 4. SenA= tgA"R [p] ]/ tg2 A +, R2 R2 Cos A - [g] ]/ tg- A + R2 Demostración. La fórmula [d] del párrafo 3 da eos2 A — — ^— [a] sec2 A y como el triángulo rectángulo da sec2 A = R2 + tg2 A subst tuyendo en [n] el valor de sec2 A tendremos eos- A = — : — — RJ ^ tg2 A y extrayendo la raíz de ambos miembros saldrá la ecua- ción [g]. Además, la fórmula [c] del párrafo 3 da 586 PRIMEROS ESCRITOS [2, 363-365] tg A ■ eos A tg A sen A = — = ■ eos A R K substituyendo en ésta el valor [g] de eos A será tg A R3 tg A • R sen A R VR2 + tg3A l/tg2A+Rs que es la misma ecuación [p]. Si hacemos R — 1 será ^ A r m sen A = [p J V tg2 A + 1 eos A = ■ 1 [g'] V 1 + tg2 A 5. Sec A = V7 R2 + tg2 A [a] esta fórmula la da el triángulo rectángulo. R Cosec A = -^j • v/fí^l^T Demostración. La fórmula [f] del párrafo 3 da cosec A = sen A substituyendo en ésta el valor [p] de sen A tendremos cosec A = R2 : -Ag Á ' R = R j/^Tlg7^ V tg2 A + R2 tg A que es la misma ecuación [b]. L. Q. D. D. * * * CotA=— -A [c] tg A Demostración. La fórmula [e] del párrafo 3 da eos A cot A = R sen A substituyendo en ésta los valores [g] y [p] de eos A y sen A del párrafo 4, será [2. 365-366] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 587 cotA = RVt^A + R1 tg A-R V tg-' A + R2 y ejecutando la operación y simplificando saldrá la fórmu- la [c]. Si hacemos R = 1, será sec A = V 1 + tg2 A [a'] cosec A = j^- . V i + tg2 A [b'] COtA=tgV [C'] 6. Sen {n — A)=sen A [a] sen ( % * — A) — eos A [b] sen (lA * + A) = eos A [c] eos (t — A) = — eos A [d] tg (x — A) = — tg A [e] sec (- — A) = — sec A [f] cot (- — A) = — cot A [g] cosec (t — A; = cosec A [h] || sen (A — 90°) = — eos A [1] eos (A — 90") = sen A [m] r = 180" A = 0 sen A = 0 ; eos A = 1 ; tg A = 0 ; sec A = 1 ; cot A = oo ; cosec A = oo [a] 0< A <^>r el signo de todas sus líneas es + [b] A = %n sen A = 1 ; eos A = 0 ; tg A = oo sec A = oo ; cot A = 0 ; cosec A — 1 [c] 588 PRIMEROS ESCRITOS [2. 366-367] }é r á «•) < A< 0 sen A = — ; eos A = + ; tg A = — : sec A = f cot A = — ; cosec A = + [m] 8. Sen % A = # 1/2R' — 2R1/R2— sen2 A . [a] Si R — \ sen }4 A = % V 2 — 2 ^ 1 — sen2 A " [b] 9. R • sen CA ± B; = sen A • eos B ± sen B • eos A [a] ñ • eos CA + B; = eos A • eos B + sen A • sen B [b] [2. 367-369] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 588 Si R = l sen (A B) = sen A • eos B sen B • eos A [a'] || eos f A ± B) = eos A • eos B + sen A ■ sen B [b'] , , n , R • sen (A ± BJ tg * senTA± B) = 1 — sen A • cos B + sen B • eos A |¡ [k] Sen 2 A = 2 sen A • eos A [1] Cos 2 A = eos3 A — sen2 A = 1 — 2 sen2 A [m] Cos 2 A = eos2 A — sen2 A = eos2 A — (1 — eos3 A) = = 2 eos2 A — 1 [n] Sen A = l/# (1 — cos 2~A) para ésta despéjese sen A en la [1]. [o] Cos A =V % (1 — eos 2 Á)~ para ésta despéjese cos A en la [m]. 10. R:R': : sen : sen' : : cos : eos' : ; tg : tg' : ; : : sec : sec' : : cot : eot' : : cosec : eosec' B. Resolución de triángulos rectángulos [Abreviaturas, áng = ángulo ; ag = agudo ; hip = hipo- tenusa ; cat = cateto; ady = adyacente ; op = opuesto.] || R:sen áng ag: :hip:cat op [a] sen áng ag op X hip cat op= ^ [b] R:cos áng ag: : hip: cat ady [e] cos áng ag ady x hip cat ady = LdJ K cat x R hip= ; [e] sen ang ag op . . cat x R hip = ; [f] cos ang ag ady PRIMEROS ESCRITOS [2, 372-3731 cat opxR sen ang ag = — eos áng ag = — hip t ady x R hip R : tg áng ag : : caí ady : cat op tg áng ag op X cat ady R cat op : ñ X cat op cat ady - tg ang ag ady cat op X R tg ang ag cat ady [g] m M [1] [ra] [n] C. Resolución de triángulos oblicuángulos 12. [Convenciones, a. b, c son los lados del triángulo, y A, B, C, los ángulos del triángulo, respectivamente opuestos a aquellos lados.] || Sen A sen B sen C . n [a] a be b tg % (A + B) [b] a — b tg % (A — B) La [b], a más de la demostración que da Vallejo, puede demostrarse del modo siguiente, notable por su elegancia. Por la [a] tenemos a + b sen A + sen B a—b sen A — sen B (haciendo A = p + g y B = p — g) sen (p + g) + sen (p — g) _ " sen (p + g) — sen (p — g) sen p.cos g + sen g eos p + sen p.cos g — sen g.cos p _ sen p.cos g + sen g cos p — sen p eos g + sin g.cos p _ sen p • eos g sen p . sen g tg p — eos p ■ sen g eos p ' eos g tg g tg % (A + B) tg y* (a — b) [2. 373-375] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 593 13. c2 = (v — *) [r] ' a b 38 594 PRIMEROS ESCRITOS [2, 375-376 Demostración. Cos A = eos ( % A + % A) = eos2 % A — sen2 % A = (considerando que eos2 %. A — l — sen2 % A) = 1 — 2 sen2 S A Igualando este valor de cos A con el de la [c'] será ba;+ c2 — a- . - „ , . r~ =1 — 2 sen- Y¡ A ¿be luego b2 + c2 — a2 = 2 b c — 4 b c sen- % A y despejando sen2 )í A será „ , 1 a2 — b2 — c2 + 2 b c sen- % A=- t— r = 4 b c _ a2^(b — cy- ~~ Abe ~ (considerando que la diferencia de dos cuadrados puede des componerse siempre en dos factores) (a + b — c) (a — b + c) _ = 4 b c ' ~ (añadiendo y quitando a cada factor del numerador la mi£ ma cantidad) |! (a + b — c + c — c) (a — b + c + b — b) — Tb~c (recordando que a + b + c = 2 p) (2 p — 2 c) (2 p — 2 b) _2 (p — c) 2 (p — b) = 4 b c 4 b c 4 (p — c) (p — b) ~~ 4 b c ~ _ (p — c) (p — b) ~ be y extrayendo la raíz cuadrada será sen % A= ±V rp-c;_(p-bj " be que es la misma ecuación [d']. Es evidente que con el mi mo procedimiento se sacaría las [e'] y [f]. Luego se tí ne L. Q. D. D. [2. 376-378] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 595 Si se quiere sacar las [d], [e] y [f] se ha de considerar que la [c'] se ha de convertir en ésta : eos A _ b2 + c2 — a2 R — 2b c lo que se consigue expresando siempre el radio en todos los procedimientos de que se usa para llegar a la ecuación [c] ; y advirtiendo además que se ha de principiar la demostra- ción que acabamos de dar de esta manera : R • eos A — R- eos ('j A + % A) = || (refiriéndose a la [b] del párrafo 9) = eos3 1 i A — sen2 1 a A y que. por consiguiente, será R . eos A—R2 — 2 sen- A (véase el párrafo 9) igualando después los valores de eos A sin prescindir jamás del radio y haciendo en lo demás las mismas operaciones se obtendrá lo que se busca. Para aplicar a estas fórmulas el cálculo logarítmico se hace del modo siguiente : Considerando que , u . (P~b) (p — c) R- sen2 <2 A = — b c se tendrá (v — b) (p — c) R log sen2 % A — log ó c y o , f/ A , (P — b) (p — c) R' 2 log sen 'A A = log r n c = log (p — b) -r log (P — C) + + log R + log R — 'log b — log c = = log (p — b) - log (p — c) + + (log R— log b) + (iogR — log c) = (considerando que el logaritmo del radio de las tablas es igual a 10, y que. por tanto, log R — log b = 10 — log b = comp. log b) = = log (p — b) + log (p — c) + comp. log b + comp. log c ¡| luego tendremos [g] log sen % A — = % H A = (p-b> (v~C) b c luego luego log sen* A = \og(p-h)(V b c 2 log sen % A — = log (p — b) + log (v — c) — log b — log c = = log Cp — b) + log (p — c) + comp. log b + comp log c luego tendremos log sen 'A A — — y¿ (log (P — bj + log Cp — c) + comp log b + comp. log c> que es la misma ecuación [g]. Encontrando el valor de sen j4 A se encontrarán fácil- mente por el mismo método los valores de sen A B y sen l/¡ C; o bien para estos últimos, supuesto que ya se co- noce el ángulo A, se podría echar mano de las fórmulas [a] y [b] del párrafo 12. Sigúese de todo esto que, conocidos los tres lados de un triángulo, se pueden encontrar todos sus ángulos ; y que de consiguiente se puede resolver el problema : dados los tres lados de un triángulo encontrar sus tres ángulos. || También se pueden obtener los ángulos, conocidos los lados, echando mano de estas fórmulas: [h] tg % A = [k] tg % B = [m] (a + b — c) (a + c — b) (a + b + c) (b+r— a) (b + c — a) (b + a — c) (a + b + c) (a + c — b) (b + c — a) (a + c — b) 5 7 - V (a + b + c) (a + b — c) Para llegar a estas fórmulas se debe advertir que las fórmulas [n] y [o] del párrafo 9 dan sen2 1 í A 1 — eos A eos2 ¡A A 1 + eos A y como sen2 % A [n] A A = tg2 % A, tendremos 1 — eos A r n == TTcoTA [o] [2, 379-381] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 597 y como la fórmula [c'] del párrafo 13 da . fr + c2 —a3 cos A = ~Tb-c substituyendo este valor de cos A en la ecuación [o] ten- dremos b2 + c- — a2 1 2b~c~ tg2 A = b- + cf — a2 l+-^Vc entonces reduciendo el entero a la especie de quebrado en ambos términos, simplificando y descomponiendo || en fac- tores las diferencias de los cuadrados que resultarán, se lle- gará luego a las fórmulas expresadas. D. Superficie de un triángulo dados ios tres lados 14. Dados los lados de un triángulo se puede encontrar su superficie ; llamando S a la superficie y 2 p a la suma de los lados, será S = Vp (p — a) (p — b) (p — c) [a] (Véase figura 1.) C Demostración. S = % AB ■ CP. AB = c, CP = AC ■ sen A = b-sen A luego substituyendo tendremos S = % c . b ■ sen A = 1 í b c ■ sen A || ahora buscando el valor de sen A en los valores que se nece- sitan tendremos 598 PRIMEROS ESCRITOS [2, 381-382] sen2 A = 1 — eos2 A por la ecuación [c'] del párrafo 13 tenemos ir + (p — c) (p — b) y extrayendo la raíz será 12. 382-383] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 599 . l/4 P (p — a) (p — c) (p — b) sen A = ±y — — ; = + 2V p (p — a) (p — c) (p — b) be y como antes teníamos S = lA b c x sen A, substituyendo en vez de sen A el valor encontrado será S = J b c • ± 2 l/p rp — aj (P — cj rp — bj_ b c (suprimiendo los factores comunes) = ± l/p fp — a; (p — b) (p — c) L. Q. D. D. E. Sistema de ecuaciones del cual se deducen LAS DEMÁS FÓRMULAS TRIGONOMÉTRICAS 15. Todas las fórmulas trigonométricas pueden sacarse del siguiente sistema de ecuaciones, cuyas letras se refieren a las figuras 2 y 3 [llamando A, B y C a los ángulos] 1 y a, b y c a los lados respectivamente opuestos: c — a ■ eos B + b ■ eos A [a] b = c- eos A + a • eos C [b] a = c • eos B ~ b . oos C [c] Para obtener estas ecuaciones, por ejemplo la [a], basta C considerar que c = BP + AP en la figura 2 y c = BP — AP en la figura 3 ; buscando entonces los valores de BP y AP con la consideración de los triángulos semejantes PAC, HAG, PBC y FBD; substituyendo en vez de las líneas los valores 1 [El texto de Escritos postumos dice: Llamando o, b, c los án- gulos A. B, C] 600 PRIMEROS ESCRITOS ¡ 2, 383-385 J trigonométricos, haciendo el radio igual a 1 y advirtiendo || que en la figura 3 el ángulo A del triángulo ABC tiene el coseno negativo, se tendrá lo que se busca. Haciendo cons- trucciones análogas para los demás lados, resultarían las otras ecuaciones. De las fórmulas [a], [b], [c] se saca a:b:c: :sen A .sen B:sen C [d] pues que, substituyendo en las ecuaciones [b] y [c] el valor del lado c sacado de la ecuación [a] se halla _ b- sen2 A eos A ■ eos B + eos C = a y también „ _ a-sen: B eos A ■ eos B +• eos C = r luego será a • sen2 B b ■ sen2 A b a que, quitando los divisores, da: a~ sen: B = b- sen: A. y ex- trayendo la l/ de ambos miembros resulta : a sen B = b sen A, y poniéndolo en forma de proporción da: a:b: :sen A : sen B; y como lo mismo se demostraría en los demás, se tiene L. Q. D. D. (Véase el párrafo 12.) De lo que se acaba de explicar puédese también sacar la fórmula que sigue: sen (A + B) — sen A . eos B - eos A ■ sen B [e] Demostración. La proporción [d] da [2, 385-387] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 601 c • sen A c ■ sen B a= senC y b~ serTC" substituyendo estos valores de a y b en la ecuación [a] se hallará sen C = sen A eos B + eos A sen B y observando que perteneciendo A. B. C a un triángulo te- nemos que C es suplemento de (A + B). inferiremos sen (A + B) = sen C - = sen A • eos B - eos A • sen B. L. Q. D. D. En esta demostración debe notarse que (A + B) expresa una suma menor que dos rectos, porque se han considerado como ángulos de triángulo en que el ángulo C tenga un va- lor cualquiera. Infiérese también sen (A — B) asen A ■ eos B — eos A . sen B [f] || Demostración. Por la ecuación [a] del párrafo 6 tenemos sen (A — B) = sen (180o— (A — B)) — (ejecutando la operación) = sen ((180o — A) * B) = (recordando la ecuación [e] del presente párrafo) = sen (180° — A) • eos B + eos (180o — A) ■ sen B = (recordando las ecuaciones [a] y [d] del párrafo 6) = sen A ■ oos B + ( — eos A - sen B) == = sen A • eos B — eos A ■ sen B. L. Q. D. D. * * * Tendremos también eos (A ± B) = eos A . eos B + sen A ■ sen B [g] Demostración. Por la [c] del párrafo 6 tenemos eos (A ~ B) = sen (90° + (A + B)) = = sen ((90° + B) + A) por lo mismo tendremos eos (A — B) — sen (90° + (A — B)) = = sen ((90o — B) + AJ ahora, recordando la [e] del presente párrafo y la [h] del párrafo 6, y haciendo las transformaciones [] correspondien- tes y enlazando los signos + y — en uno . se tendrá L. Q. D. D. 602 PRIMEROS ESCRITOS [Z. 387-388] 16. En las fórmulas del párrafo anterior se han considera- do A y B menores que 180°; pero se pueden generalizar también a los casos en que A>180" y B>180°. Para esto ob- servaremos que, como en el párrafo anterior, se ha conside- rado ya el caso en que A>90" y B>90", por suponer A y B ángulos cualesquiera de un triángulo, si ahora hacemos A =3 A' — 90° y B = B" — 90", tendremos también f A' = A + + 90° y B' = B + 90°, y por tanto A' y B' se podrán conside- rar como mayores de 180° ; pues que A y B ya se podían con- siderar como mayores de 90°. Esto supuesto tendremos por lo dicho antes [a] sen (A + B) = sen A ■ eos B ± eos A ■ sen B eos (A ± B) = eos A ■ eos B + sen A • sen B Se tiene también [b] sen (90* + (A±B)) = eos (A ± B) [c] eos (90° + (A+B)) = — sen (A ± B) [d] sen ((A — B) — 90") = — eos (A — B) [e] eos ((A — B) — . 90°) = sen (A — B) Tendremos, pues, por [b] sen (90° + A ± B) = eos A ■ eos B + sen A ■ sen B [b'] | y por la [c] eos (90° + A ± B) = — sen A ■ eos B + eos A • sen B [c'] y por la [d] sen (A — B — 90") = — eos A ■ eos B — sen A • sen B [d'] y por la [e] eos (A — B — 90°) = sen A • eos B — eos A • sen B [e'] Ahora recordando que por el supuesto tenemos : A + + 90° = A'; B + 90° = B'; si en el primer miembro de la ecuación [b'] substituímos A' en vez de (90° + A), la fórmu- la [b'] se convertirá sen (A' ±B) = eos A • eos B T sen A • sen B [b"] y si ahora en el segundo miembro de la [b"] substituímos en vez de A su valor (A — 90°), se convertirá en esta otra: sen (A'±B) = = eos (A' — 90°) • eos B + sen (A' — 90°) ■ sen B = (recordando que eos (A — 90°) = sen A' v que sen (A' — — 90") - -h eos A'j [2, 388-390] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 603 = sen A' • eos B + ( — eos A' • sen B ) = — sen A* • eos B ± eos A' • sen B [b'"] Si en el primer miembro de la ecuación [c'] substituímos A' en vez de (90° - A), y en el segundo miembro (A' — 90°) en vez de A. se convertirá en esta otra : eos (A' ±B) = = — sen (A' — 90°) • eos B + eos (A' — 90°) • sen B — = — ( — eos A' • eos B) + sen A' ■ sen B = — eos A' • eos B + sen A' ■ sen B [c"] Si en la [d'] substituímos en el primer miembro B' en vez de (B - 90°), y en el segundo (B' — 90") en vez de B. será sen (A — B') = = — oos A • eos (B' — 90u) — sen A • sen (B' — 90") = = — eos A • sen B' — sen A • ( — eos B') = = — eos A . sen B' - sen A ■ eos B' = — sen A • eos B' — eos A • sen B' [d"] Si en la [e'] hacemos las mismas substituciones que en esta última tendremos eos (A — B') -- = sen A • eos (B! — 90°) — eos A • sen (B' — 90") = = sen A • sen B' — eos A • — eos B' - sen A ■ sen B' + eos A • eos B' L. Q. D. D. Es claro que añadiendo a los arcos A' y B' otros 90° se podrían hacer consideraciones análogas con sólo advertir que A' se convertiría en A", etc. || 17. Por lo dicho en el párrafo 9 tenemos el siguiente sistema de ecuaciones : sen (A + B) + sen (A — B) —1 sen A • eos B [a] sen (A + B) — sen (A — B) =2 eos A • sen B [b] eos (A +B) + eos (A — B) = 2 eos A • eos B [c] [M] eos (A + B) — eos (A — B) = 2 sen A • sen B [d] sen 2 A = 2 sen A • eos A [e] Si ahora hacemos (A - B) — P: (A — B) = Q. tendre- mos que la mayor 604 PRIMEROS ESCRITOS [2. 390-391] A = >A P + *¿ Q = '2 fP 4 Q) y la menor B — % P — \'2 Q = X (P — Q) y substituyendo en las ecuaciones [M] se convertirán en es- tas otras: sen P + sen Q = 2 sen >^ (P + Q) • eos ^ (P—Q) [a"] sen P — sen Q = 2 eos (P + Q) • sen )/2 (P—Q) íbl eos P + eos Q = 2 eos % (P + Q) ■ eos ^ (P — Q) [c-] I M'] eos P — eos Q = 2 sen J¿ (P + Q) - eos '2 (P — Q) [d'l sen (P + Q) = 2 sen % (P + Q) • eos '<_, (P + Q) [e ] Se infiere de las [M'] esta otra : Demostración. Divídase ordenadamente la [a'] por la [c ] : luego después la [b'] por la [c']. simplifíquese, recuér- dese la [c'] del párrafo 3. enlácense en + los signos + y — y se tendrá L. Q. S. D. D. Divídase ordenadamente la [a'] por la [e'J y se ob- tendrá sen P + sen Q eos '2 (P — Q) sen (P - Q) eos % (P + Q) Divídase la [b'] por la [e'] y se tendrá sen P — sen Q _ sen 'A (P — Q) sen (P + Q) ~ eos % (P + Q) [«] [h] = cot % P Lk] 1 — eos P Demostración. La fórmula [1] del párrafo 9 da eos P= 1 — 2 sen2 V2 P o bien 1 — eos P = 2 sen2 'A P y como por la [k] del mismo párrafo 9 tenemos [2. 391-394] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 605 sen P = 2 sen í P • eos H P tendremos sen P 2 sen y2 P • eos 1 i P 1 — eos P eos % P 77-p = eot ', P L. Q. D. D. || 2 sen2 'A P sen II. — Trigonometría esférica A. Nociones y fórmulas generales 18. Véase Vallejo, tomo I, desde el párrafo 427 hasta el 431, y también el párrafo 473 del mismo tomo Sentada la defi- nición de los ángulos esféricos y el modo de medirlos, se al- canza fácilmente que los ¡| hay adyacentes y opuestos al vértice, rectos, agudos y obtusos, y que: [a] Los dos ángulos formados por un arco al caer sobre otro valen dos rectos. [b] Los opuestos al vértice son iguales. [c] Todos los formados alrededor de un punto valen cuatro rectos. [d] Nota. Cuando se habla de arcos, en no advirtiendo lo contrario, se entienden arcos máximos, pero menores [e] Si por un punto O (Vallejo, figura 139, tomo I) del diámetro DK se tira un plano BFAM perpendicular al diá- metro DK, todos los arcos DA, DB, DM, DF, etc., etc., son iguales porque sus cuerdas lo son. Lo mismo se verifica de los arcos KEA, KGB, etc., etc. [f] Polo de una circunferencia o arco es un punto equi- distante de todos los puntos de la circunferencia || o arco, 1 [Los párrafos de Vallejo aquí citados, desde el 427 al 431, tra- tan de la superficie originada por un polígono regular circunscrito a un círculo que se hace girar alrededor de un diámetro, de la es- fera engendrada por la rotación de un semicírculo alrededor de su diámetro, del sector y casquete esféricos, secciones de la esfera, círculos máximos y círculos menores y diversas propiedades de la superficie de la esfera. El párrafo 473, también citado, define y ex- plica lo que es el triángulo esférico, cómo él determina en el centro de la esfera un ángulo sólido, cómo los lados del triángulo esférico son la medida de los ángulos planos del ángulo sólido, y un ángulo del triángulo esférico tiene igual medida que el ángulo formado por las dos tangentes a los arcos tiradas en su vértice ] de 180°. 606 PRIMEROS ESCRITOS [2, 394-395] sean mayores los arcos o menores; de modo que los puntos D y K (fig. 139) son polos de todos los arcos formados por los planos enfilados perpendicularmente en el diámetro DK. [g] Nota. Las distancias sobre la esfera se miden por arcos de círculo máximo. [h] De la definición del polo [f] es fácil inferir que ha- ciendo centro en D o en K (fig. 139) con un hilo tirante sobre la superficie de la esfera o con un compás de piernas curvas se pueden trazar fácilmente tantos arcos y circunferencias como se quiera. Serán máximos o menores según se tome una longitud igual a un cuadrante o menor que un cua- drante. [k] Si un punto es polo de un arco, sea máximo o me- nor, el diámetro que pasa por aquel punto es perpendicular al plano del arco y pasa por el centro del arco. [1] Todo arco de círculo máximo que pasa por un polo es perpendicular a todos los planos de todos los arcos a que se refiere el polo : porque su plano pasa por el diámetro que pasa por el polo (véase [k] y tomo I, Vallejo, párrafo 378). [m] Todos los planos de los arcos que tienen un mismo polo son paralelos : porque todos son perpendiculares al diá- metro que pasa por el polo (véase [k]). [n] Si un arco de círculo máximo es perpendicular al plano de un aroo máximo o mínimo pasará por su polo (pro- longándole en caso necesario). Demostración. Porque si el arco perpendicular se con- sidera con respecto a otro círculo máximo tendremos || que, por ser ambos máximos, tendrá aquél de común con éste el centro de la esfera ; luego pasará por el diámetro que pasa por el polo. Para comprender esto último se ha de ad- D T [2. 395-396] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA vertir que si un plano es perpendicular a otro, si aquél pasa por un punto de éste en que se halle levantada una perpen- dicular, el plano aquel debe pasar por la perpendicular ; pues que de otra manera, si por la intersección de los dos planos haríamos pasar un nuevo plano que al mismo tiempo pasase por la perpendicular, este nuevo plano sería perpen- dicular al primitivo ; y, como por el supuesto lo era también el otro, tendríamos tirados por una misma intersección dos planos distintos perpendiculares a un tercero, lo que no pue- de ser. L. Q. D. D. Y si ahora observamos que, por lo dicho en [m], todos los planos de arcos que tienen un mismo polo son paralelos, quedará generalizado L. Q. D. D. [o] Todos los arcos tirados desde un polo al arco de círculo máximo correspondiente valen 90°: porque por el supuesto y por [k] el radio DC (fig. 139) es perpendicular a CG. CE. etc., etc. Luego los arcos DBG. DAE. etc., etc., que miden los ángulos formados valen 90°. L. Q. D. D. [p] Si un diámetro es perpendicular al plano de círculo máximo EGE, los puntos D y K serán polos del arco ; pues que los círculos DAE. DBG. etc., etc., serán iguales por me- didas de ángulo recto. [q] Los arcos formados por planos paralelos tienen un mismo polo. [| Demostración. Si D. K (fig. 139) es polo del arco de círculo máximo EGE. será también polo de su paralelo AMFBM': por ser D polo de EGE será DBG = DAE = etc., etc. y por ser los arcos paralelos será AE = BG = etc.. etc. restando esta ecuación de la primera tendremos DBG — -*BG = DAE — AE o simplificando DB = AD. etc. L. Q. D. D [r] Si un diámetro DK (fig. 139) es perpendicular al pla- no de un círculo menor AMFBM' pasará por sus polos, que serán D, K. Demostración. Por [p] tenemos que los polos del arco máximo EGE son D. K. y como EGE es paralelo a AMFBM' tendremos por [q] L. Q. D. D. [s] El diámetro DK (fig. 139) perpendicular a AMFBM' pasa por su centro O. pues que por pasar por D polo del arco tendremos cuerda DB = cuerda DA = etc.. etc. luego los triángulos DOB, DOA, etc., rectángulos en O tie- nen las hipotenusas iguales, y, como tienen el cateto DO co- mún, resulta igualdad ; y, por tanto, OB = O A — OM. etcé- tera, etc. L. Q. D. D. 608 PRIMEROS ESCRITOS [2. 396-S08.] [t] Recíprocamente toda línea tirada desde el centro del círculo menor es perpendicular a su plano. [u] Si dos puntos cualesquiera E, G (fig. 139) de un arco de círculo máximo distan de D 90°, D será ¡] polo del arco; pero con tal que E y G no sean extremos de un diá- metro : pues que aunque así lo represente la figura 139, nos servimos de ella sólo por ahorrar construcciones. Demostración. Por ser DBG y DAE iguales a 90» ten- dremos los ángulos DCG, DCE, rectos; luego DC perpen- dicular al plano EGE; luego D polo de EGE. L. Q. D. D. [v] Si un arco máximo EAD (fig. 139) es de 90° y per- pendicular al círculo máximo EGE, el punto D es polo del círculo máximo. Demostración. Por ser EAD perpendicular a EGE por [n] tendremos que pasará por su polo; luego el polo será uno de los puntos A; D, B, etc., etc. ; ahora el polo no puede ser ni A, ni B; luego ha de ser D; porque EADBG = 180° ; y por el supuesto EAD = 90° ; luego AE < ADBG; luego A no puede ser polo, y como lo mismo tendríamos de B, etc., etc., resulta L. Q. D. D. [x] De lo dicho [u] resulta que si haciendo centro en dos puntos de un arco máximo (pero que no sean los extre- mos de un diámetro) con una abertura de 90° se trazan dos arcos sobre la superficie de la esfera, la intersección de éstos determinará el polo del primero. [y] Si desde el punto n de la superficie de una esfera se quiere tirar un arco de círculo máximo perpendicular a otro AGBF. hágase centro en n y con una abertura de 90° trácese un arco que corte el arco AGBF en un punto tal como d; entonces haciendo centro en d tómese sobre el arco AGBF un |¡ arco dG que valga 90°; entqnces tirando un arco má- ximo por los puntos n y G. éste será perpendicular al ABF. (Véase figura 4.) B 12. 398-399J TRATADO DE Tl< IGONOMETRÍA 609 Demostración. Por construcción tenemos dn = 90" ; dG — = 90"; luego d es polo del arco nG; luego AGBF pasa por e! polo d del arco nG; luego por [1] será AGBF perpendicular a nG y recíprocamente. L. Q. D. D. [z] El ángulo esférico CÁB (Vallejo, tomo I, fig. 151), a más de medirse por el ángulo EAD formado por las tangen- tes EA. DA se puede también medir por el arco compren- dido por los arcos AbC. AcB, prolongados cada uno hasta 90' . En efecto : si suponemos que haciendo centro en A con una abertura de 90° trazamos un arco CaB, por ser la abertura i de 90° será el arco AbC de 90° y también lo será el AcB; luego los ángulos COA y BOA serán rectos ; luego las líneas \CO y BO (pertenecientes respectivamente a los planos de los arcos CbA y Be A) serán perpendiculares a O A intersec- i ción de los planos [| de los arcos ; luego el ángulo COB me- dirá el ángulo de los planos, que es el mismo que el de los arcos: es así que el ángulo COB es medido por el arco CaB: Luego CaB será la medida del ángulo esférico CAB. L. Q. D. D. 19. [a] Si se tiene el triángulo esférico ABC y desde los értices A, B. C, como polos se trazan los arcos de círculo laximo B'C. A'C, A'B', se formará un nuevo triángulo es- ?nco A' B'C. cuyos vértices' A', B'. C serán, respectivamen- i, polos de los arcos opuestos BC. AC. AB. 39 610 PRIMEROS ESCRITOS [2, 399-401] Demostración. Si desde A' se tiran los arcos || máximos A'B, A'C, éstos valdrán 90°, pues que A' es un punto de A'C del cual es polo B y es punto de A'B' del cual es polo C; luego por lo dicho (párrafo 20, [o]) A'B, A'C, valen 90°; luego el arco BC tiene dos puntos B, C, distantes 90° de A'; luego por lo dicho (párrafo 20 [x] se tendrá L. Q. S. D. D. (Véase fig. 5.) [b] Cada ángulo de uno cualquiera de los dos triángu- los ABC, A'B'C, será suplemento del lado opuesto del otro triángulo; es decir, que tendremos, por ejemplo, A' + +! B'C = 180°. Demostración. Si prolongamos los arcos AB, AC, has- ta D, E; por ser B' polo de ACE el arco B'E = 90°, y por ser C polo de ABD el arco C'D = 90° (párrafo 18 [o]); lúe. go será B'E + CE + DE = 180°, o bien B'C + DE = 180° pero DE mide el ángulo A por lo dicho (párrafo 18 [z]) ; lue- go en vez de DE se podrá substituir A y tendremos : B'C + + A = 180°. L. Q. D. D. || [c] Nota. El triángulo A'B'C se llama polar del ABC, y aunque con la construcción dicha resultan otros triángulos, como demuestra la figura, el A'B'C es el que se considera solamente ; éste se llama central y se conoce en que los án- gulos A, A' están situados hacia una misma parte de BC; los B, B' hacia una misma parte de AC, etc. [d] [Llamando A, B, C los ángulos de ABC] 2 ; a. b. c los lados opuestos a los ángulos A, B, C; [A', B', C, los án- gulos de A'B'C] \ y a', b', & los lados opuestos a los ángulos 2 [El texto de Escritos postumos dice: Llamando a, b, c los ángulos A, B, C] 3 [El texto de Escritos postumos dice: a' b\ c' los ángulos A\ B\ C] [2. 401-402J TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 611 A'. B\ C\ tendremos el siguiente sistema de ecuaciones por lo dicho en [b] : A + a = 180° [1] a + A' = 180° [4] B + b' = 180" [2] b + B' => 180° [5] C + c' = 180° [3] o + C = 180" [6] [e] Si suponemos a = b tendremos A' — B' [1] Si id. A = B ÍC4 a' - - b' [2] Si id. a> b id A'B id. a' < b' [4] La primera de estas ecuaciones nos dice que si dos lados de un triángulo son iguales, lo serán también los ángulos correspondientes del triángulo polar [1]. La segunda ecuación nos dice que si dos ángulos de un triángulo son iguales, lo serán también los lados correspon- dientes del triángulo polar [2]. La desigualdad [3] nos dice que si un lado es mayor || que otro, el ángulo correspondiente (en el triángulo polar) al primero será menor que el que corresponde al segundo. La desigualdad [4] nos dice que si un ángulo es mayor que otro, en el triángulo polar el lado correspondiente al primero será menor que el correspondiente al segundo. [f] Considéranse siempre triángulos esféricos cuyos la- ios sean menores que 180°, no porque no existan triángulos ■uyos lados sean mayores que 180°, sino porque la conside- ación y conocimiento de éstos depende de la de aquéllos. Demostración. Para concebir esto considérese la semies- 612 [2, 402-403] fera CAD'B'EDB convexa por la parte de C y asentada sobre el plano del círculo máximo AD'B'EDB. Si su superficie se ?orta por los círculos máximos D'CD. B'CB, resultará el tri- ángulo esférico ACB. pero también por la otra parte resul- tará otro triángulo ACB. cuyos ángulos serán A, C. B. y cu- A yos lados opuestos serán respectivamente BC. BDEB'D'A y AC. En el triángulo grande el ángulo C será mayor que 180° (párrafo 18 [c]) y su lado opuesto AD'B'EDB también será mayor que 180° ; pero conociendo el triángulo menor ACB se conocerá también el mayor ACB porque los lados AC y BC son comunes, el lado AD'B'EDB = 360° — AB, el ángulo C del mayor = 360° — C del menor,. el A del mayor = 180" — A del menor y el B del mayor = 180° — B del menor. L. Q. D. D. (Véase fig. 6.) || [g] Considerando como se ha explicado en [f] los trián- gulos esféricos, es decir, que cada lado sea menor que 180', tendremos que cada ángulo será menor que 180°. Demostración. Como por el supuesto AB <180°, AC <180". tendremos que para encontrarse se habrán de prolongar am- bos lados hasta A', extremo del diámetro AA\ línea de in- tersección de los dos círculos máximos; luego se formarán los ángulos adyacentes ABC. A'BC. Como por [a], párrafo 20 ABO + A'BC = 180°, será ABC < 180°. L. Q. D. D. (Véas< figura 7.) [h] La suma de los tres lados es menor que 360° y cadí lado menor que la suma de los otros dos. Demostración. Los tres planos de los arcos AB. BC. C/ determinan en el centro O un ángulo sólido. El lado AC es 1< 12. 403 405] TRATADC DE TRIGONOMETRÍA 613 medida del ángulo plano AOC. | el lado BC mide el ángulo plano BOC y el lado AB mide el AOB; pero AOC + BOC + -t AOB < 360°. porque la suma de los ángulos planos que forman un ángulo sólido es menor que 360" ; luego también AC + AB tBC< 3601. (Véase figura 8.) Además, en un ángulo sólido cada ángulo plano es menor que la suma de los otros dos; luego se verificará lo mismo en sus medidas, que son los lados dei triángulo esférico. L. Q. D. D. || [k] La suma de los tres ángulos de un triángulo esférico es menor que seis rectos. Demostración. Por [g] cada ángulo es menor que dos rectos : luego su suma será menor que seis rectos. L. Q. D. D. [1] La suma de los tres ángulos de un triángulo esférico es mayor que 180°. Demostración. El sistema de ecuaciones [d] nos da A + a' = 180° í B + b' = 180" ; C ~ e = 180" sumando ordenadamente será A~a' + B + b' + C + c' = 3x 180° lo que dará A + B-rC = 3x 180° — (a' + b' + c) = = 360° - 180"— ra' + b' + c) y como por [h] a' + b' - c-'<^360°. tendremos L. Q. D. D. [m] Si Á. B, C soh los ángulos de un triángulo esférico, tendremos A + B>180° — C; A B<180" — C Demostración. Por [h] tenemos c' < a' + b' substituyendo en vez de &. a', b'. sus valores sacados del sis- tema de ecuaciones [d] tendremos que la desigualdad se convertirá en €14 PRIMEROS ESCRITOS [2, 405-407] 180o — C< 180" — A + 180° —B \\ y ejecutando las operaciones, traslaciones y simplificaciones correspondientes se obtendrá A + B < 180a + C Además, por [1] tenemos A + B + C>180"; y trasladando C será A + B>180" — C L. Q. D. D. 20. Resumiendo lo dicho en el párrafo anterior, y conservan- do las mismas denominaciones, tendremos a + b + c < 360" [a] a + b > c [b] a + c > b [c] b + c>a [d] A + B + C > 180° [ej A + B + C <3 x 180 [f] A + B > 180" — C [gl A + B < 180'' 4 C [h] A + C< 180" - B [k] A + C>180° — B [1] B + C > 180" — A [m] B + C < 180" + A [n] [o] Nota. Como por el sistema [dj [párrafo 19] tene- mos una relación constante entre los valores de los ángulos de un triángulo con los lados de su || triángulo polar y recí- procamente, se infiere que los ángulos del uno se podrán expresar en valores de los lados del otro; por ejemplo: a = 180° — A'; A — 180" — a' A' - 180° — a; a' = 180° — A, etc. luego, teniendo demostradas las relaciones [b], [c], [d], subs- tituyendo en ellas a' b' & en vez de a b c, y luego después, en vez de a' b' c'. sus valores en valores de 180° y de A B C, se demostrarán las relaciones [g], [h] y [k], etc., etc.; y como si demostráramos primero estas últimas podríamos ha- cer substituciones análogas, se sigue que, así como de aqué- llas podemos inferir éstas, de éstas inferiremos aquéllas. [2, 407-409] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 615 21. . Si suponemos el triángulo rectángulo, por ejemplo, A = 90°, tendremos B + C> 90° [a] B + C<3x90° [b] B < 90° + C [c] C<90° + B [d] Demostración. La [a] se saca de la [e] (párrafo 20), la [b] de la [n] (párrafo 20), la [c] de la [e] (párrafo 20) y la [d] de la [k] (párrafo 20). L. Q. D. D. || 22. Enunciando en forma de teoremas las relaciones [a] y [b] del párrafo 21 diremos: [1] En un triángulo esférico rectángulo la suma de dos ángulos oblicuos es mayor que un recto y menor que tres rectos. Y como de las [c] y [d] se saca B — C< 90", C — B <90° diremos : [2] Que en un triángulo esférico rectángulo la diferen- cia entre los ángulos oblicuos es menor que un recto. 23. [a] Teniendo el triángulo ABC, si desde los puntos A y C como polos se trazan arcos de círculo con los radios AB, CB, y desde el punto h, en que se encuentran, se tiran los arcos de círculo máximo bA. bC. resultará un triángulo AbC, que será igual con ABC; es decir, que tendrá iguales con el otro todos los lados y los ángulos (los de las mismas denominaciones cambiando B en b). (Véase figura 9.) Demostración. El lado AC es común ; el AB = Ab y el CB = Cb por construcción. Ahora para demostrar la igual- dad de los ángulos tiraremos los || radios OA. Ob. OC. OB, los cuales determinarán dos ángulos sólidos en O, a saber: OAbC formado por los planos bOA. bOC. AOC. y el OABC formado por los planos BOA. BOC AOC. que es común a ambos ángulos sólidos. Ahora el ángulo plano bOA = BOA por ser medidos por los arcos iguales Ab. AB; por la misma razón bOC = BOC. el ángulo AOC común a ambos ángulos 616 PRIMEROS ESCRITOS [2. 409-410] sólidos; luego los dos ángulos sólidos están formados por tres ángulos planos iguales cada uno al suyo ' ; luego serán iguales ; luego los planos correspondientes estarán igualmen- te inclinados o formarán los mismos ángulos; es así que los ángulos de los planos son respectivamente los mismos ángu- los de los triángulos ABC, AbC; luego será L. Q. D. D. [b] Los ángulos sólidos OABC. OAbC. aunque sean igua- les, no pueden superponerse (a no ser que fueran isósceles, esto es, que en el primero el ángulo || plano COA = bOA y en el segundo COA = BOA; pues en este caso, haciendo en- trar el plano BOC sobre COb, por la igualdad de los ángulos BOC, bOC, se ajustarían exactamente, y por el supuesto se ajustarían también los otros). [c] Se llaman triángulos esféricos simétricos los que son iguales, pero no pueden superponerse ; y lo mismo se dice de los ángulos sólidos. Ambos casos están mostrados en la figura. [d] Luego si dados tres lados se construye un triángulo esférico, si con los mismos lados se construye otro, será igual al primero, porque se podrá superponer o sobre éste o sobre su simétrico. [e] Para mayor precisión y exactitud se podrán llamar iguales los triángulos cuando puedan sobreponerse, y simé- tricos cuando tienen sus lados y ángulos respectivamente iguales, pero que no pueden superponerse. [a] Dos triángulos esféricos son iguales (o al menos si- métricos) cuando tienen sus tres lados iguales. 1 L«A1 suyo» querrá significar «a su homólogo» ] B 24. [2. 410-412] "i RATADO DE TRIGONOMETRÍA til 7 Demostración. (Véase párrafo 23. [d].) [b] Dos triángulos esféricos son iguales o simétricos cuando tienen sus tres ángulos iguales. Demostración. Por lo dicho (párrafo 19) tendremos que los triángulos polares de los dos triángulos del supuesto ten- drán sus lados respectivamente iguales; luego tendrán tam- bién sus ángulos respectivamente || iguales; y como, por el mismo párrafo, la igualdad de los ángulos de los triángulos polares dará igualdad de lados respectivamente en los pri- mitivos, tendremos L. Q. D. D. [c] Dos triángulos son iguales (o simétricos) cuando tie- nen un ángulo igual comprendido por dos lados iguales. Demostración. En tal caso el uno podrá supei imponerse al otro, o al menos sobre su simétrico ; luego será L. Q. D. D. [d] Dos triángulos son iguales (o simétricos) cuando tie- nen un lado igual adyacente a dos ángulos iguales. Demostración. La igualdad del lado dará igualdad res- pectiva del ángulo en los triángulos polares y la igualdad de los dos ángulos adyacentes dará igualdad respectiva de los lados en los triángulos polares ; luego los triángulos polares tendrán un ángulo igual comprendido por dos lados iguales; luego serán iguales por lo dicho [c] ; luego lo serán tam- bién los primitivos. L. Q. D. D. [a] Si dos lados CB, CA de un triángulo son iguales, los ángulos opuestos CAB, CBA serán también iguales. Demostración. (Figura 10.) Si desde el vértice C se tira al punto P por m?dio de AB el arco máximo CP, los trián- gulos CPA. CPB serán iguales por || Ic dicho (párrafo 24, [a]); luego darán ángulo A = B. L. Q. D. D. Tb] Infiérese de [a] que el arco CP tirado al punto me- dio de la base es perpendicular a ella y divide el ángulo C en dos partes iguales. 25. ÍO 618 PRIMEROS ESCRITOS [2, 412-413] [c] Si los ángulos A y B son iguales, lo serán sus lados opuestos. Demostración. (Figura 5.) Siendo A = B, los lados C'B', A'C del triángulo polar serán iguales ; luego los ángulos A' B' del triángulo polar serán iguales por lo dicho [a] ; luego los lados CB y CA del triángulo primitivo serán también iguales. L. Q. D. D. [d] Luego todo triángulo equilátero es equiángulo y re- cíprocamente. [e] Si el ángulo CAB y CBA (figura 11), tendremos: CB > CA. Demostración. Siendo CAB ^> CBA podremos tirar el arco AD de modo que DAB = DBA; luego por [c] tendre- mos en el triángulo DAB, DB = DA; añadiendo a ambos miembros DC será DB + DC = DA + DC || y simplificando CB = DA + DC pero por lo dicho ([4], párrafo 19) DA + DC > CA luego CByCA L. Q. D. D. [f] Si BCyCA el ángulo CAB será > CBA. Demostración. (Figura 5.) Siendo BC> CA, el ángulo A' del triángulo polar será menor que B'; luego el lado B'C < A'B'; luego en el triángulo primero será A> B. L. Q. D. D. 26. [a] Si desde el punto A (fig. 12) de la superficie de una esfera se tira el arco máximo AMB, el arco AMB será más corto que otra curva cualquiera, o conjunto de curvas, que se puedan tirar de A a B, o, en otros términos, el arco de [2. 413-415] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 619 círculo máximo es la línea más corta que se puede tirar de un punto a otro en la superficie de la esfera. || Demostración. Teniendo presente lo dicho en [h] (pá- rrafo 21), si por el punto C tiramos los arcos máximos ADC, BEC_. será ADC + CEB>AMB si por el punto F tiramos los arcos máximos AF, CF, será AQF + COF> ADC y por lo mismo será también BPN + CSN > CEB y sumando ordenadamente AQF + COF + BPN + CSN y ADC +CEB>AMB si ahora por los puntos O, S, Q, P, etc., etc., se tiran ar- cos máximos, se demostraría del mismo modo que el con- junto de ellos y de los otros que antes se habían tirado era > AMB; luego AMB es tal que, al paso que crece, se C acerca a la curva AFCNB, pues que va teniendo más pun- tos con ella, luego es menor que ella. L. Q. D. D. || 27. [a] Cos a = eos b • eos c + sen b • sen c • eos A Cos b = eos a • cos c + sen a • sen c • cos B Cos c = cos a • cos b + sen a • sen b • cos C La demostración véase en Vallejo, tomo I, párrafo 474. [b] Si en el sistema de ecuaciones [a] se cambia en una ecuación cualquiera un lado en otro y los ángulos opues- tos, no se alterará la ecuación, pues que no hace más que transformarse en otra del mismo sistema. Por ejemplo: si 020 PRIMEROS ESCRITOS [2, 415-417] en la primera trocamos a en c. c en a. A en C. tendremos que se nos convertirá en esa otra : eos c =a eos b • eos a + sen b • sen a • eos C que es la ecuación tercera del mismo sistema ; y lo mismo sucederá en otra cualquiera, como se puede comprobar. [c] De lo dicho en [b] se infiere que podrá cambiarse o en b, b en a. A en B, B en A, en todas las fórmulas gene- rales que se saquen del sistema [a] ; ya que se ha visto que estas cantidades están entre sí en tal relación que cam- biar las unas en las otras no es más que pasar de una ecua- ción a otra. [d] Como el sistema [a] es general, llamando a', b\ c", A', B', C los lados y los ángulos del triángulo polar se con- vertirá el sistema en || [e] eos a' = eos b' ■ eos c' + sen b' • sen c' ■ eos A' eos b' == eos a* • eos c' sen a' • sen c^ • eos B' eos c' = eos a' ■ eos b' + sen a' • sen & ■ eos C Substituyendo en vez de a' su valor 180° — A, en vez de A' su valor 180" — a. y así sucesivamente se convertirá ese sistema [e] en este otro : eos (180° — AJ = eos (180o — B) ■ eos (180° — C) — sen (180o — B) ■ sen (180° — C) . eos (180° — a) etc., etc. luego si transformamos del modo dicho todo el sistema, y después recordamos que el seno de un ángulo es el seno de su suplemento, y que del coseno se verifica lo mismo con sólo cambiar el signo, tendremos : [f ] — eos A =a eos B • eos C — sen B • sen C • eos a — eos B — eos A ■ eos C — sen A ■ sen C • eos b — eos C = eos A ■ eos B — sen A ■ sen B • eos c [g] Para la demostración de las fórmulas [f] no hay ne- cesidad de recurrir a la consideración del triángulo polar como se ha hecho, sino que se pueden sacar directamente de las fórmulas [a]. En efecto: eliminando eos c en la primera y tercera de las [a], substituyendo (1 — sen- b) en vez de eos2 b, se encuentra [h] eos a ■ sen b — sen a ■ eos b • eos C + sen c • eos A Cambiando en la [h] A en B y a en b se encontrará la si- guiente : [k] eos b • sen a = sen b • eos a • eos C + sen c • eos B || eliminando eos b entre la [h] y la [k], substituyendo (1 — — sen2 C) en vez de eos2 C y en vez de sen c su valor [2, 417-418] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 621 sen b • sen C sen B sacado de las ecuaciones sen A sen B sen C sen a sen b sen c (que se demostrarán más abajo), se obtendrá la primera de la [f] y se obtendrán en seguida las otras cambiando a en b, A en B. etc.. etc. L. Q. D. D. [a] 28. sen A ^en B sen C sen a sen b ' sen c Demostración. Véase Vallejo, tomo I. párrafo 475, sólo advirtiendo que así como él dice : «y haciendo operaciones análogas con las otras dos [M]. etc.», se puede ahorrar este trabajo teniendo presente aquello de cambiar a en b, A en B. etc., etc. 29. Del sistema [a] (párrafo 27) se saca eos a — eos b • eos c [a] eos A [b] eos B [c] eos C sen b • sen c eos b — eos a ■ eos c sen a ■ sen c eos c — eos a • eos b sen a . sen b || 30 í laj sen U A = + [el sen ¡A C = ' sen (a + b — c) ■ sen ; /, (a + c- - b) sen b • sen c sen ¡ (a + b — c) ■ sen i A, se tendrá eos .',2 A ■ ■ . 1 — eos A tg2^ A=T-co^A (substituyendo en vez de eos A su valor sacado de la [a] (párrafo 29), y recordando lo ejecutado en el párrafo 30, se obtendrá la [a], y si después en ésta se substituye en vez de A su valor (180° — a), en vez de a, (180° — A), y así en b, B. etc., ejecutando las operaciones y teniendo presente todo lo relativo || a los signos de los senos y cosenos, y la relación de las líneas trigonométricas de los ángulos y sus complementos, se obtendrá la ecuación [b]). L. Q. D. D. * [En estas tres fórmulas hemos añadido el signo i , que pre- cede al segundo miembro, como lo puso Balmes en la fórmula de- mostrada al final del párrafo 30 ] 624 PRIMEROS ESCRITOS |2, 421-422] 33 [a] Tg (A + B) [b] Tg (A — B) eos \ = % (a — b) eos %A (a + b) sen % (a- b) — sen % (a + b) eos 'i (A- ■ B) ~cos J 4 (A + B) sen ] í (A- B> „ [c] Tg (a + b) = t ' ■ tg \í c [d] T§ (u~h)=^^(ATB)°^'ic Demostración. Las fórmulas [h] y [k] del párrafo 27 dan [e] eos A • sen c = = eos a sen b — sen a • eos b • eos C [ 626 PRIMEROS ESCRITOS [2, 424-425] 35. Es notable la forma [7], párrafo 34, por la suma sencillez con que da las proposiciones del párrafo 25; para sacarlas se debe tener presente que A<^180° y a<^ 180°, etc., etc., y que, de consiguiente, % (a — b) 90°, c>90°; si c > 90°, C < 90° ; si C = 90°, c = 90° ; y lo mismo de b y B. Demostración. Véanse las ecuaciones [4], [5], [8] y [9] del párrafo 38, háganse los supuestos de la cuestión y se observará que sólo verificándose lo que se acaba de sentar se puede salvar la verdad de los signos. L. Q. D. D. [b] En todo triángulo esférico rectángulo, si uno de los tres lados es<^90°, los otros dos lados son de la misma espe- cie entre sí; es decir, si suponemos a <90°, será que si b >90°, c >90°; si b <90°, c<90"; si b = 90°. c = 90ú; pero si uno de los tres lados es ^> 90°. los otros dos son de dife- rente especie entre sí ; es decir, si suponemos a > i)0" ; si b>90°. c<90°: si b<90°, c>90". Y si uno de los tres la- dos = 90°. uno de los otros dos será = 90°. Demostración. Véase la fórmula [2] (párrafo 36), recuér dése que eos 90° — 0, háganse los supuestos de la cuestión, recuérdese lo de los signos y se tendrá L. Q. S. D. D. Si desde un punto C (fig. 15) se tira una perpendicular CD [a una circunferencia situada en la esfera] y diferentes oblicuas, se verificará lo siguiente : [a] Las oblicuas equidistantes de la perpendicular se- rán iguales. 39. 40. 630 PRIMEROS ESCRITOS [2, 430-431] Demostración. Por la L2], párrafo 36, tenemos eos a = eos b • eos c ahora el triángulo BCD es rectángulo en D por el supuesto; luego (llamando p a la CD, l a la CB, d a la BD) eos í = eos p • eos d || y como el triángulo ECD es también rectángulo en D, lla- mando V al lado CE y d' a la distancia DE. será eos 1' = eos p • eos d' la primera de estas dos últimas ecuaciones nos da eos l -j = eos p eos d y la segunda nos da eos r y-, = COS p eos a luego será eos l eos v j = ^7 [lj eos d eos d Observando la [1] veremos que si las distancias son igua- les o bien d = d', será eos d = eos d', lo que dará eos I = eos V, y como í y V son positivos y menores que 180°, ya que eos l =3 eos V, será también l = í'. L. Q. D. D. Y como su- poniendo l = V resultaría d = d', tendremos demostrada tam- bién la recíproca. [b] Si la perpendicular p <^90', las oblicuas más distan- tes de la perpendicular serán más largas. Demostración. Por el supuesto y por [b] (párrafo 39), I y d serán entre sí de la misma especie. Supongamos que ambos sean > 90° y observemos la ecuación [2, 431-433] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 631 eos l = eos p • eos d si d crece menguará eos d; luego también menguará eos l; luego crecerá l. L. Q. D. D. Y como si l crece || menguará eos l y, por tanto, menguará también eos d, en cuyo caso crecerá d, tendremos demostrada la recíproca. Supongamos ahora que I y d sean ambos > 90°, en este caso sus cosenos serán negativos; si crece d crece (en cuan- to a su valor absoluto) eos d; luego crecerá también en el mismo sentido eos l; luego crecerá l. L. Q. D. D. Con un discurso análogo se demostrará la recíproca [c] Cuando la perpendicular p>90°, las oblicuas más distantes de la perpendicular serán las más cortas. Demostración. Por el supuesto y por [b] (párrafo 39). I y d serán entre sí de diferente especie ; ahora consideran- do la ecuación eos l = eos p • eos d veremos que si en ella se supone l > 90° y d <90u, si en este caso d crece, menguará eos d- luego también menguará eos l, y í >90u, menguando su coseno menguará I. L. Q. D. D. Ha- ciendo consideraciones análogas se demostraría lo mismo en otros supuestos, y lo mismo se demostraría de la recíproca. [d] Cuando la perpendicular p = 90°, todos los arcos CE, CB, etc., tirados del punto C a la circunferencia DEFGBD. son = 90° ; son, además, perpendiculares a la misma circun- ferencia, y el punto C es uno de los polos de la circunfe- rencia. Demostración. Tenemos eos I = eos p • eos d si se supone p = 90°, será |l eos í = 0 ; luego l = 90" que es lo primero Q. D. D. Siendo p = 90° v l = 90", será p = l; luego el ángulo CBD = CDB, y como por el supuesto CDB — 90°, será tam- bién CBD = 90° ; luego el lado CB. que es l, será perpen- dicular a la circunferencia, que es lo segundo Q. D. D. Siendo todos los arcos tirados del punto C iguales a 90°, el punto C distará 90° por todas partes de la circunferencia ; luego será el polo de ésta, que es lo tercero Q. D. D. [e] La perpendicular CD = p es la más corta que se pue- de tirar del •punto C a la circunferencia, y si la CD se pro- longa por la otra parte hasta encontrar la circunferencia en G, la CG será la más larga que se podrá tirar del punto C. Demostración. (Antes véase la fig. 15.) La longitud de las líneas que se tiran del punto C depende de las distan- cias DB. DE. etc., por lo dicho en [b] ; luego la que no dista TRIMEROS ESCRITOS [2. 433-435] nada, como es la DC. será la más corta y la que dista más. que es la CG. pues dista todo el arco DBG = 180". será la más larga. L. Q. D. D. [f] La distancia de un punto C a la circunferencia se mide por la perpendicular CD<^90°. Demostración. La medida de las distancias ha de ser un arco máximo, porque es la curva más corta que se pue- de tirar de un punto a otro : pero entre estos arcos el más corto es el perpendicular, con tal que sea < 90° por lo di- cho [e] ; luego será L. Q. D. D. || B. Resolución de los triángulos esféricos OBLICUÁNGULOS 41. Figura 13. Primer problema. Dados dos lados a y b y el ángulo comprendido C, encontrar A. B y c. Resolución. Las fórmulas [6] y [7] del párrafo 34 da- rán a conocer % (A + B) y M (A — B). Supongamos que se halla ', (A + B) = M; % (A — B) = N resultará % A +-. % B = M: % A — Vt B = N lo que dará % A — ] 'i M + y¿ N; k ' B= % M — % N o bien multiplicando por 2. A = M + N; B = M — N Ahora la [4] (párrafo 34) dará a conocer c; luego tam- bién c. L. Q. D. H. y D. No admite sino una solución o es determinado. Segundo problema. Dados dos ángulos A y B y el lado comprendido c, encontrar C. a y b. Resolución. Véanse las ecuaciones [4], [5] y [6] del párrafo 36, y háganse las mismas consideraciones que en el anterior, y se tendrá L. Q. S. D. H. y D. También es deter-' minado. Para buscar C podría usarse || de la [f] (párrafo 34) si se conociere la especie de C. Tercer problema. Dados los tres lados a. b\ c. hallar los tres ángulos A, B. C. Resolución. La fórmula [2] (párrafo 34) resuelve el pro- blema. Y si se quiere poner la ecuación en forma que le sea aplicable inmediatamente el cálculo logarítmico, recordan- do [9] (párrafo 13), tendremos 12, 435-436] TRATADO DE TRIGONOMETRÍA 633 2 log tg ' ■ 4 = log sen (p — b) + log sen (p — c) + comp. log sen p - comp. log sen (p — a) y haciendo lo mismo análogamente para B y C. se tendrá L. Q. S. D. H. y D. Es también determinado. Cuarto problema. Dados los tres ángulos A B. C, hallar ios tres lados a, b. c. Resolución. De la fórmula [3] (párrafo 34) y de [9] (pá- rrafo 13), análogamente al caso anterior, se sacará 2 log cot Vi a = log eos (P — B) + log eos (P — C) + comp. log eos (P — A) + comp. log sen (90° • 3 — P) Aquí debe observarse que en vez de — eos P se ha substi- tuido sen (90° • 3 — P). Para demostrar que — eos P = sen (90" -3 — P) se ha de considerar que sen (90" • 3 — Pj=sen (90° + 180" — P] = = sen (180"— CP — 90")) = sen (P — 90°) = (por [1], párrafo 6) = — eos P L. Q. D. H. y D. Quinto problema. Dados dos lados c y b y el ángulo A opuesto al lado a, encontrar los ángulos B y C y el lado c. |l Resolución. La [1] (párrafo 34) da sen A : sen B : : sen a : sen b entonces haciendo consideraciones análogas a las del caso anterior y con las fórmulas [4] v [6] (párrafo 34) se obten- drá L. Q. S. D. H. y D. C. Resolución de los triángulos esféricos en que HAYA UN LADO O UN ÁNGULO RECTO 42. Las resoluciones del párrafo anterior son generales a to- dos los casos ; pero en la resolución de los triángulos en que un ángulo o un lado es recto se puede hacer alguna simpli- ficación echando mano de sus fórmulas peculiares (párra- fos 36 y 39), y para esto sirve el párrafo presente. Primer problema. Dado el triángulo rectángulo en A y sus dos lados b y c, hallar su hipotenusa a y sus ángulos B y C. Resolución. Las fórmulas [2], [8], [9] (párrafo 36) da- rán L. Q. S. D. H. y D. Este problema es determinado. Segundo problema. Dado A recto, el ángulo oblicuo B y el lado c. hallar a. b. C. 634 PRIMEROS ESCRITOS [2, 436-438] Resolución. Las ecuaciones [5], [7], [8] (párrafo || 34) dan L. Q. S. D. H. y D. El problema es determinado. Tercer problema. Dado A recto, la hipotenusa a y el án- gulo oblicuo B, hallar b, c, C. Resolución. Las fórmulas [1], [3], [7] (párrafo 36) dan L. Q. S. D. H. y D. El problema es determinado. Cuarto problema. Dado A recto y los ángulos oblicuos ByC, hallar a, b, c. Resolución. Las fórmulas [3], [4], [5] (párrafo 34) dan L. Q. S. D. H. y D. El problema es determinado. Quinto problema. Dado A recto, la hipotenusa a y el lado b, hallar B, C, c. Resolución. Las fórmulas [1], [2], [6] (párrafo 36) dan L. Q. S. D. H. y D. El problema es determinado. Sexto problema. Dado A recto, el ángulo oblicuo B y el lado b, hallar a, c, C. Resolución. Las fórmulas [1], [4], [8] (párrafo 36) dan L. Q. S. D. H. y D. El problema admite dos soluciones. 43. Suponiendo a = 90°, se ofrecen seis problemas como en el párrafo anterior, con la diferencia de haber de echar mano de las fórmulas del párrafo 38. Nota. Si a más de ser A recto lo es también B, entonces tendremos que el triángulo será birrectángulo, || y lo mismo si a y b valen 90° ; de modo que, teniendo A = B = 90°, las fórmulas [4] y [5] (párrafo 36) darán b = 90°, y, además, C = c; y si a = b = 90°, las fórmulas [4] y [5] (párrafo 38) darán B = 90°, y, además, o = C, como es fácil comprobar. |j Notas de estudio sobre variables * cantidades A. El mismo Vallejo, en su Compendio de matemáticas. asienta el siguiente Teorema: Si dos variables X, Z, creciendo o menguando, se pueden acercar tanto como se quiera a dos constantes A, B, la rela- * [Nota bibliográfica. — Notas inéditas a la muerte de Balmes y publicadas en la página 327 de Escritos postumos, como uno de los párrafos incluidos en el título general: Observaciones acerca de al- gunas proposiciones que sienta Vallejo en su tratado de álgebra, con la demostración de un nuevo caso de igualdad y otro de semejanza de triángulos. Hemos desglosado los diversos párrafos que forman este capítulo en Escritos postumos para dar a cada uno su título apropiado y an- teponerle alguna observación que hemos creído oportuna Por lo demás, el título general que se les da en Escritos postumos no res- ponde con exactitud a las materias que contienen. En el presente escrito se nota la incongruencia de dar como in- exacto en A un teorema que sienta Vallejo en su Compendio de matemáticas, 4.a edición, de 1840 (que es la que tenemos a la vista), página 338, núm. 231, enunciado tal como lo da Balmes, mientras que en C nos da un teorema con igual enunciado, seguido de su demostración, como si lo tuviera por verdadero. Por otra parte, he- mos de notar la falsedad de los teoremas B y C, de los cuales el segundo está en Vallejo, como hemos dicho, y el primero no. Por el Epistolario vemos que Balmes intentó obtener aclaracio- nes de algunos señores, tal vez del mismo Vallejo, y que a ese fin redactó unas notas que hizo presentar por su amigo Antonio Ristol. encargando al mismo tiempo a otro, Juan Roca, alumno de matemá- ticas en Barcelona, que le informara sobre la explicación de un teorema de variables y constantes, que debe ser el A, reproducido en C. (Epistolario, núms. 3, 16, 23, 26 y 31. P. D.) Toda la corres- pondencia en que habla de este asunto pertenece, o al primer año de ejercicio de la cátedra, 1838, o al período de preparación, 1836 y 1837. Podría ser que las presentes notas fuesen las que mandó a Ristol para ser explicadas o tuviesen con ellas alguna conexión. De todos modos, es de lamentar que la desaparición de los manuscritos que tuvieron los editores de Escritos postumos nos imposibilite toda ulterior investigación sobre este escrito, que nosotros hemos consi- derado como simples notas de estudio, a cuya publicación nos hemos visto precisados por haber ya formado parte del conocido libro Es- critos postumos. Las letras de orden A. B. C, D las hemos puesto nosotros.] 636 PRIMEROS ESCRITOS [2, 441-443] eión de las constantes será la misma que la de las variables y se tendrá A :B : : X :Z. A primera vista se ofrecen algunas cuestiones que no ha sabido resolver completamente el que escribe estas líneas. 1. " ¿Es verdadero el teorema suponiendo las variables en cualquier punto de aumento o disminución? 2. a ¿Debe suponerse alguna ley fija de aumento o dismi- nución en las variables para que se verifique siempre el teorema? 3. a En tal caso, ¿cuál debe ser esta ley? 4. a Como podría hacerse palpable la verdad del teorema aplicándole el ejemplo siguiente : Se piden dos números cuya suma sea = 8. y otros dos cuya suma sea 18. Tendremos V + X = A = 8; Y ^ Z = B = 18 || en estos casos tenemos A. B constantes, V, X.. Y. Z varia- bles ; V puede acercarse tanto como se quiera a A; lo propio puede decirse de X; además, Y puede acercarse tanto como se quiera a B, y lo mismo puede hacer Z; resultará, pues. V : Y : : A ! :: B y X : Z : : A : B y, sin embargo, el que esto escribe no ha podido apear cómo pueda resultar siempre exacto ; si se hace la prueba dando alguno de los valores, sean éstos enteros o quebrados, de los infinitos que pueden tener las variables, se palpará la di- ficultad. Vallejo aplica este teorema para probar que las circunfe- rencias de los círculos son entre sí como sus radios o diáme- tros; pero esta aplicación no parece pueda servir para arro- jar luz sobre las cuestiones propuestas arriba. B. Teorema. Si dos cantidades X y Z son tales que se puedan acercar continuamente creciendo en una misma pro- porción a una misma cantidad A. dichas cantidades serán iguales. Demostración. Porque no podemos suponer que Z = X + + a, pues que entonces, creciendo Z crecería X + a; luego crecería la cantidad a, de manera que se tendría que, expre- sando por X' y Z' los nuevos valores que fuesen tomando X y Z, se tendría que Z — X'>Z, y como por ser A>Z se tendría A — X> Z — X. y como por el supuesto sería Z — X = a. resultaría A — X > a: luego X no se podría acer- car continuamente a A creciendo, y como || el mismo absurdo se seguiría de suponer Z < X, resulta que Z = X, que es L. Q. D. D. C. Teorema. Si dos cantidades X y Z son tales que se puedan acercar continuamente créciendo o menguando a dos constantes A y B. se tendrá que A:B: :X:Z 2. 443-444] NOTAS DE MATEMÁTICAS Y FÍSICA 637 Demostración. 1.a Supongamos primeramente A > X. B^>Z; entonces tendremos que — < 1. — < 1 A B ahora, si suponemos X = A — a tendremos que X _ A — -a 1 a_ A~= A A X luego la diferencia de la unidad a "j será menor que a, a no ser que a y A sean quebrados ; luego si A — X puede ser me- nor que cualquier cantidad dada, con más razón lo podrá X Z ser 1 — — , y como lo mismo se verifica de — , resulta (teo- A B rema precedente) que H°A:B::X:z Si a y A fuesen quebrados, entonces, suponiendo a = m b = — , A — — siendo m. n. b y c números enteros, tendre- n c mos que podrá hacerse crecer la X. hasta que se tenga « = m b d = — , expresando por d la cantidad dada; de manera n c m , b que se ha de demostrar que |! — . — X y B)> Z; expresando por la cantidad que se nos da, podemos hacer crecer X hasta que se tenga A — X A y Z > B haciendo menguar a X, hasta que re- sulte X — A <^A a, siendo a la cantidad dada; en cuyo caso tendremos aún con más razón X — AXyB>Z, suponiendo que Z crece B-c hasta que se tenga B — r<^Z, entonces ~~ — será un que- B-c brado, y considerando ahora Z como constante, A ^ sera una cantidad constante y menor que A; luego se puede ha- cer crecer la X hasta que se tenga [2, 445-446] NOTAS DE MATEMÁTICAS Y FÍSICA 639 que, multiplicando ambas cantidades por Z y ejecutando la operación indicada, resulta XZyAB—Ac o AB — XZ Z, B + A — g — ser"á una cantidad constante ; considerando a Z constante y mayor que A y suponiendo que X mengua has- ta que quitando el divisor y ejecutando la operación indicada re- sulta XZ A y Z < B, entonces podemos suponer otras dos variables tales como X'B, que se puedan acercar a A y B tanto como se quiera, creciendo X' con la misma ley que Z, y menguando Z' con la misma ley que X, y enton- ces tendremos que en cualquier estado de la cuestión será XZX'Z, y como XZ' y X' Z se pueden acercar a A B tanto como se quiera, resulta que con más ra- zón se podrá acercar X Z; luego resulta L. Q. D. D. |j Notas sobre algunas cuestiones de geometría y de física* I. Observaciones a una demostración de Vallejo Vallejo, en su Compendio de Matemáticas, edición 1835. § 331, esc. 4. pág. 359, raciocina del modo siguiente en el su- puesto de tener AD -.BC : :ad: be «Si los dos primeros términos de la proporción del su- * LNota bibliográfica — Notas inéditas a la muerte de Balmes y publicadas en las páginas 325, 331 y 332 de Escritos postumos, como párrafos incluidos en el título general ya mencionado en la nota bibliográfica precedente. En la cuarta edición del Compendio de Matemáticas de José Ma- riano Vallejo (que es el que tenemos a la vista), pág. 410, núm. 331, escolio 4.°, se da el siguiente enunciado: «Dos triángulos son seme- jantes cuando tienen un ángulo igual y los lados opuestos a dicho ángulo son proporcionales con las perpendiculares que se les tiren desde dichos ángulos.» De su demostración forma parte el raciocinio que reproduce y con tada razón rebate Balmes en la primera de las presentes notas- ABC y abe son los dos triángulos en que el ángulo BAC = bac, y además AD:BC: :ad:bc; siendo AD, ad las perpendiculares trazadas desde los vértices A, a, a los lados opuestos BC, be. Véanse en el Epistolario las notas, observaciones y hasta suspica- cias promovidas por esta refutación y por la dificultad presentada en el escrito anterior. (Epistolario, núms. 3, 16, 23', 26 y 31.) Las notas II y III las damos tales cuales las hallamos en Escritos póstumos. En la edición mencionada de Vallejo, 1840, no hallamos las proposiciones de la nota II ; pero al final de la demostración combatida por Balmes, el autor del libro dice: «En el apéndice puesto al fin de la segunda parte di la geometría, en la tercera edición del tomo I, parte segunda, demuestro otros cinco casos de semejanza de triángulos.» Además, en la pág. 369, núm. 273, cor. 7 o. pone otra nota así concebida : «En el apéndice puesto al fin de la segunda parte de la geometría, en la tercera edición del tomo I, parte segunda, demuestro otros seis casos nuevos de igualdad de triángulos » Es probable que, datando la 1.a edición de 1819 y siendo la que tenemos a la vista la 4.a, publicada en 1840, la de 1835, que cita Balmes, fuera ia 3.a y que en ella estuviesen contenidos los ca- sos de la nota II. Todos los títulos y los números de orden I, II, III, los hemos puesto nosotros. Además hemos alterado el orden de las notas ] [2. 449 4511 NOTAS DE MATEMÁTICAS Y FÍSICA 64: puesto los multiplicamos por AB y los otros dos por ab se nos convertirá en »AD • AB : BC • AB : : ad ■ ab : be ■ ab »Esta proporción compuesta la podremos descompo- ner (190) en las dos proporciones simples siguientes: »AD :AB::ad:ab y AB : BC : : ab : be.» En contra de tal raciocinio pueden hacerse al parecer las reflexiones siguientes: En el párrafo 190 se || dice que, si dos o más proporciones se multiplican ordenadamente, el resultado será una proporción ; mas no se afirma allí, ni pu- diera afirmarse, que, si teniendo una proporción, se descom- ponen sus términos en factores, y éstos se ponen en tal orden que, multiplicados ordenadamente, vuelvan a dar la proporción, ya se siga de aquí que los factores puestos en dicho orden están también en proporción ; y esto es cabal- mente lo que necesitábamos y lo que allí no se dice y, repito, que ni decirse podía En efecto: sea a : b : : c : d será también am : bm : : en : dn mas no por eso tendremos a:m::c:nnim:b::n:d porque alternando en ambas sería a:c::m:nym:n::b:d resultados falsos porque la razón a : c lo mismo que b : d son razones fijas, pues que son razones de cantidades dadas, cuando la razón m : n puede ser una cualquiera, pues que. sean cuales fueren, con tal que se multipliquen los dos tér- minos de la razón por una misma cantidad, satisfarán siem- pre a lo que se necesita. Para que esto se palpe hagamos una comprobación nu- mérica : sea AD = 12, BC = 16. ad = 6. be = 8, y tendremos 12:16: :6:8 || Si ahora suponemos AB = 7, ab = 3, será 12 x 7:16x7::6x3:8x3 o que, según el autor, nos daría las dos siguientes : 12:7: :6:3 y 7:16: :3:8 "esultados absurdos. Aun hay más : si de AD ■ AB-.BC ■ AB: :ad ■ ab:bc ■ ab [A] 41 642 PRIMEROS ESCRITOS [2, 451-45: salen las proporciones AD : AB: :ad:ab y AB:BC: :ab:bc [I Si suponemos que la del supuesto AD -.BC : :ad :bc [( se multiplica por AC y ac y en vez de AB y ab. en lo que i hay ni puede haber inconveniente, tendremos AD ■ AC : BC ■ AC : :ad ■ ac : be • ac [I y aplicando el raciocinio del autor será AD:AC::ad:ac [JV y además tendremos AC -.BC : :ac:bc [í Ahora bien : Ja primera de las [B] alternada dará AD :ad: : BC : be y alternando también la [M] será AD:ad: :AC:ac [j luego tendremos AB.ab: :BC:bc: :AC:ac resultado que nos diría que los triángulos son semejant aun sin suponer iguales los ángulos BAC — bac. lo qi es falso, pues que si no se exigiera BAC = bac se pued< construir muchos triángulos que tengan la condición AI BC: :od:bc. y, sin embargo, no sean semejantes. Ya se deja suponer que el que escribe estas líneas no atreverá a decir que Vallejo se haya equivocado y que ce que estas dificultades nazcan de la escasez de inteligenc del que las opera ; no obstante, quedaría muy agradecido infrascrito a quien se las deshiciese. II. Nuevos casos de igualdad y semejanza DE TRIÁNGULOS Teorema. Dos triángulos son iguales cuando tienen igu les las bases, alturas y ángulos opuestos a las bases. Demostración. Si superponemos (fig. 16) la base be a BC de manera que el punto c carga sobre C y b sobre J circunscribiendo' un círculo en el triángulo ABC, y tiranc por el punto A !a paralela MN, el punto a deberá caer p< la igualdad de las alturas en un punto de la paralela, y p< 2. 452-454] NOTAS DE MATEMÁTICAS Y FÍSICA 643 a igualdad || de los ángulos A y a en un punto de !a circun- erencia ; ahora si cae en el punto A quedarán confundidos ■ en el punto A' resultará que tendrán un lado igual adya- ente a dos ángulos iguales ; luego serán iguales, que es Q. D. D. Teorema. Dos triángulos son semejantes cuando tienen s bases proporcionales con las alturas e iguales los ángulos ouestos a las bases. Demostración. Si en los triángulos (fig. 17) ABC y abe iponemos mando en la AD desde A una parte igual a ad. y tirando )r su extremo d' la b'c' paralela a BC. los triángulos seme- ntes ABC y Ab'c' nos darán de esta proporción y la del supuesto resulta be = b'c' los iángulos abe y Ab'c' tendrán iguales las bases, alturas y igulos opuestos & las bases; luego son iguales, y los ABC abe semejantes, que es L. Q. D. D. A BAC = bac y BC :AD: :bc:ad || BC:AD::b'e':Ad\ y como Ad' = ad M4 PRIMEROS ESCRITOS [2, 454-455] III. Velocidad de un fluido que sale por un orificio muy pequeño Teorema. Cuando un fluido sale por un orificio muy pe- queño, estando el nivel del fluido a una altura constante, la velocidad del fluido que sale será la misma que adquiriría un cuerpo pesado cayendo libremente de una altura igual a la del fluido sobre el orificio. Demostración. Si expresamos por F la fuerza motriz o peso de la columna que descansa sobre el orificio, tendremos que la capa contigua al orificio correrá con movimiento ele- vado en el instante de salir un espacio expresado por el grue- so de una capa de fluido que, expresándolo por e y por v la. velocidad, se tendrá v = V 2 Fe. Ahora, expresando || por n el número de capas que contiene el fluido, expresando por A la altura, será A — ne y F = gn lo que nos da que es L. Q. D. D. || Poesías PROLOGO DE LA EDICION "BALMESIANA" .i Cosa rara parecerá; pero lo cierto es que la primera -vo- cación que sintió Balmes, como escritor, fué la de ser poeta. Tal vez incluyeron causas externas, como su compañerismo en Cervera con Camprodón; pero la causa principal fué in- terna, o sea la vocación de apologista combinada con el es- tado romántico de su época. El creyó que un poeta que tu- viera altos pensamientos religiosos y filosóficos, y al mismo tiempo sintiera el espíritu del siglo, podría hacer un gran bien a la juventud: este poeta quiso ser él. La primera noticia de sus versos la encontramos en el Epistolario el día 3 de abril de 1837, número 8. Sintió luego el prurito de publicar alguna composición en algún periódi- co, y encontró bella proporción en el diario moderado La Paz, que su amigo José Ferrer y Subirana con otros compañeros acababa de fundar, y \\ sólo duró desde el 1." de marzo hasta el 30 de noviembre de 1838. Allí salieron las cuatro composi-. dones que diremos luego. Por el mes de abril de 1839 Balmes propone ya a sus ami- gos el plan de un volumen de poesías que sumarían de tres a cuatro mil versos, con un prólogo sobre algún punto inte- resante de literatura. Los amigos le disuadieron buenamen- te, y así quedó inédito todo lo que había preparado, aunque, por atisbos que talen en las cartas, creemos que nunca dió Balmes por enteramente fracasado su primer plan. Conser- vó cuidadosamente los cartapacios, repitió copias y retoques de muchas composiciones, y todo esto llegó a los editores postumos, y aun ahora se conserva entre sus papeles, como un embrollo, que a veces cuesta de desenredar. La edición de las Poesías postumas se hizo un año des- pués de la muerte de Balmes, el 1849. El editor, o sea el que preparó los materiales para la imprenta, que sospechamos ser don Joaquín Roca y Cornet, puso delante del volumen un la estrella del matí : Cenyit de gloria admirable, al cor de verges briliant las donau premi inefable de sa puresa constant. Ellas ab casta alegria lliri sembran olorós, y ab dulcísima armonía cantan himnes al Espos. Dignauvos oir propici nostras súplicas, Senyor ; || que ni 1' pensament del vici contamini nostre cor. Digan gloria eternament justos y ángels en son cant : gloria al Pare Omnipotent. gloria al Fill y Esperit Sant. AMÉN ,\ IDILICAS EL Claro el día ya amanece, resplandece bello el sol ; de luz clara cielos ciñe, nubes tiñe de arrebol. Dulce canto, vario trino peregrino se hace oír ; sacudamos con presteza la pereza del dormir. || Golondrina deja el nido, su chirrido ya entonó ; suspendida de alta reja blanda queja ya exhaló. Nos convida la frescura de aura pura que el olor grato esparce, que en el prado ¡e ha prestado linda flor. Bala tierno ya el cordero, da el carnero AMANECER ronca voz; lanza el toro su mugido, su aullido can feroz. || Pasta hierba fresca y pura ea llanura mansa grey ; cruje el yugo del arado, muy pesado tira el buey. Ya comienzan avecillas en cuadrillas a trinar ; y en el bosque sus amores los pastores a cantar. Ronca sordo golpe crudo que da rudo leñador ; y del árbol ya tronchado derribado con fragor. || Hermosea nube cándida con sus rayos claro sol; purifican oro fúlgido |3. 216 220J IDÍLICAS 741 los ardores del crisol. Bate ronco bravo y férvido viento rudo* la ancha mar : hondos truenos suenan hórridos, vuelve el eco su bramar. UNA MAÑANA ¡Qué bello es el despertar del abril en la mañana al sonido de campana que comienza ya a llamar a la misa más temprana : Y escucha-- la golondrina, que saludando a la aurora gorjeando silba y trina, mientras sol naciente dora su pluma tan bella y fina : Y ver el sol que matiza de la ciudad los cristales, y el aura que se desliza entre los bellos rosales y sus hojas mece y riza : |l Ver la risueña campiña salpicada de rocío, y ver el ave donosa que en las arenas se posa de la corriente del río! Mientras tanto el labrador pasa con buey ayuntado arrastrando ya el arado para ganar con sudor de negro pan un bocado. Ya revuelve viento rápido denso polvo con furor ; negra mira nube túrgida tembloroso labrador. DE PRIMAVERA Ya la afanosa aldeana atravesando el sendero marcha a la villa cercana para que aquella mañana salga su fruto el primero. Natura que ya retoña contempla el pastor atento, y pasado algún momento el eco de la zampoña lleva en sus alas el viento. Y la hierba va comiendo el ganado quieto y manso, y el pastor va precediendo, || da un momento de descanso, y otra vez va prosiguiendo. Ya se escucha en la ciudad el ruido del martillo, y vese con claridad salir de la obscuridad las banderas del castillo ; y el crujido de las puertas que se abren de par en par, y el sol se comienza a alzar, y empiezan a murmurar las calles antes desiertas. EL RUISEÑOR Apacible ruiseñor, hechizo de la pradera, POESÍAS que con trino tan meloso saludas la primavera; mientras el céfiro blando lleva en sus alas donosas . el perfume de jazmines y el aroma de las rosas ; mientras el arroyo claro con murmullo se desata y serpea caprichoso con sus raudales de plata ; con el lustre de su arena, cual pece que se desliza con el brillo de oro puro que sus alitas matiza ; || tú escondido en la espesura que quiebra del sol el rayo, que te resguarda del viento y de la lluvia de mayo, en el hueco de una copa en verde y frondosa rama reposando un ruiseñor dulces trinos exhalara. Su soltura y desenfado y su manera galana a gran trecho del contorno el oído embelesaba. Tal vez silba de repente, tal vez un momento para, y otra vez el aire llena con voz sonora y gallarda. Después ahueca sus tonos y pía con voz pausada, y otra vez como un torrente caprichoso se desata. ¿Oís? Parece un suspiro de un pecho abrasado en llama que sus acerbos penares con dulce gemido calma. ¡Qué capricho! Ora gorjea, ora remeda algazara del estallar ruidoso de la alegre carcajada. [3. 222-224] IDÍLICAS Avecilla misteriosa que dentro el ramaje canias, no sé si cantas tu dicha o si tus penas amargas. Mas, o bien seas felice, o bien seas desdichada, te lo ruego: del jardín por largo tiempo no salgas. No temas, no tocaré ese verdor do te paras, esa sombría espesura que conozco que te agrada. Y si tienes allí el nido do hijuelos tiernos regalas, aunque escuche yo sus píos si a tu tierna prole halagas, || no te recates ; ni esquivo receles de mi mirada, que sería yo bien fiero y bien ingrato pagara el embeleso indecible que me das por la mañana, cuando tus trinos entonas antes de rayar el alba. || LA FLOR EN El, VALLE Linda ñor, que ufana creces a la margen de ese río, y que en soledad te meces con el aura del estío, dime quién te puso aquí, quién lanzó aquí tu semilla, que sola te encuentre ahí de esas aguas a la orilla : Verde tallo, la hoja bella de delicados colores, y en tu cáliz una estrella como reina de las flores. ¡Qué hermosa por la mañana cuando del aura al murmullo ostentas tu faz ufana desplegando tu capullo! |j 744 POESÍAS [3, 225-226 En los brazos de aire blando que te mece con dulzura tu cabeza reclinando acrecientas tu hermosura. El te da frescor templado, tú le das aroma suave, y él más ligero que el ave de su pliegue perfumado por la pradera derrama el aroma de tu aliento, mientras suspira en la rama con languidísimo acento. Le plugo a naturaleza el darte quien te resguarde, que no pierdas tu belleza con el calor de la tarde. Cuando el sol te ha regalado, te cubre la fresca sombra, y tu pie está rodeado de un tapiz de verde alfombra. De ti la abeja afanosa chupa jugo de ambrosía, |l y en ti juega todo el día la pintada mariposa. El reptil, que se desliza serpenteando en la grama y la pradera matiza con el brillo de su escama, no te daña con su huella, que cuando se acerca y mira y te ve tan tierna y bella, con largo rodeo gira. Bella flor, hermoso adorno de esas orillas amenas, otra flor no hay en contorno, mas tú su vacío llenas. Que me places más a mí en el valle retirada, que no si te viera aquí en bello jardín plantada. Y es más bella la natura con atavío sencillo, que la afectada hermosura ceñida de falso brillo. f| 227-230] IDÍLICAS 7-Í3 Si te llegare a tocar con sus dedos el humano, en vez de te hermosear te agostaría su mano. || EL ARROYUELO Cual fluye ese arroyuelo, así pasa la vida feliz, quien olvidado de pompa fementida sintiere que sus horas se deslizan tranquilas, cual corre mansamente la clara fuentecilla ; y el alma candorosa sin pliegue de malicia en limpio y bello seno retratara su dicha, que ese lindo arroyuelo bien muestra la arenilla, el oro y bellas perlas que en su seno se abrigan. |¡ LA FUENTE EN EL DESIERTO Hija amable del desierto, encanto de la pradera, que entre la flor y la hierba te deslizas tan ligera: Que esmaltas con ricas perlas de tus hermosos cristales esa arena por do corres entre espesos matorrales: Que con plácido murmullo a luengo trecho extendido das aliento al pasajero a quien la sed ha rendido : Dime, ¿quién te dió tan puras las aguas de tu corriente, quién hizo que aquí brotases en ese erial tan ardiente? || ¿Quién te dió que en las arenas de soledad abrasada 746 POESÍAS [3, 230-233] formases con tu frescura esa alfombra regalada? Que en ese desierto inmenso, ¡ay!, mal hado fuera el mío, si tus aguas se secaran con el ardor del estío. Con la boca ardiente y seca, sin aliento ya en el pecho, agobiado de cansancio, la posada a largo trecho... Mas ahora de tus aguas con la agradable frescura templada mi sed ardiente entre plácida verdura, refociladas mis fuerzas para seguir mi camino, me siento ya con aliento de llegar a mi destino. ¡Fuentecita! No sin pena me despido de tu orilla, |j y de tus verdes tapices, y de esa arena que brilla : Queda en paz, que aquí tal vez Dios de bondad te crió para conservar la vida a otro sediento cual yo. |¡ UNA ESCENA DE EDEN Las hierbas y flores tapizan el suelo, las aguas reflejan azulado cielo. Suave airecillo las halaga y mece, les imprime un beso y desaparece. || Arroyos serpean todo en derredor y esparcen en torno ligero rumor. De las ramas cuelga gracioso el nido cual cesto de mimbres de hermoso tejido. El árbol levanta su copa lozana con flores y frutas hermosa y ufana. Ei ave afanosa cantando su amol- le cubre y ablanda con hojas de flor. 233-235] IDÍLICAS 747 Sobre la blanda hierba reclinada en las aguas de fuente cristalina de Adán la compañera afortunada miraba su belleza peregrina. El apestado aliento del infierno aún no deshiciera la hermosura y la vida que el Eterno en su rostro imprimiera. Sus ojos respiran amor y ternura, sus labios destilan candor y dulzura. I1 La nieve y la rosa su tez hermosean. dorados cabellos ligeros ondean, y a veces jugando cúbrenla un instante, y después más bella descubre el semblante. El temor, los deseos turbulentos, la envidia, los dolores y los males, que hasta nuestros placeres y contentos nos cambian en angustias funerales, en tan afortunada criatura asiento no encontraban, y el asilo de cándida inocencia humildes respetaban. Plácida y complaciente la natura halaga, sí, un cuidado cariñoso, nada le ofrece que dañarle pueda ni su calma turbar y su reposo ; || mas el reptil infame. que con mágica maña nos hechiza, blandamente la lame mientras por su regazo se desliza. Tal vez al ruido de rama agitada vuelve de repente su faz sonrosada; y es Adán que coge manzana sabrosa para regalarla a su tierna esposa. Al verle le llama la fruta pidiendo, y Adán afanoso se la da riendo ; y al tocar sus labios la fruta exquisita, tierna lo agradece con blanda risita. 748 POESÍAS [3. 236 237] UNA NOCHE EN BARCINO ¡Qué dulzor y blandura es a mi pecho, en noche silenciosa, contemplar la llanura de la mar espaciosa y escuchar en la playa cuál murmura la luna plateada cruzando lentamente el firmamento, serena, despejada, y de estrellas sin cuento con majestad seguida y rodeada! Y en el confín postrero blanqueando la vela de la nave, y canta el marinero, y la brisa suave lleva hasta mí su acento plañidero. Y sin señal de vida, cual niño que reposa en blando seno, |¡ Barcino está dormida, y percibo ¡sereno!. por voz a largos trechos repetida. No venga, no, la aurora; que el día más hermoso y refulgente no me diera una hora tan plácida, cual siente mi alma anegada en el placer de agora. Y del penar del día los recuerdos aun vagan por el alma : blanda melancolía las pesadumbres calma de un pecho que rehusa la alegría. Que ni un solo latido no diera él de esperanza ni consuelo con mundanal ruido : y acreciendo mi duelo me sintiera más triste y dolorido Pesado compañero no alivia el corazón, ¡querida lira! A ti sola te quiero, y escuchar cuál suspira I tu cuerda con acento lastimero. ¡| [3, 238-2401 IDÍLICAS 749 LA PALOMA Blanca paloma que vuelas y que tan airosa subes a lucir tu bella pluma en el seno de las nubes : ¡Ay! Dejaste sin sospecha tus pichoncitos piando, y piensas tornarte luego y acallarlos arrullando: Mira, ¿no ves el azor volar rastrero y mañoso para hundir su fiera garra en tu pecho candoroso'' ¿No escuchas, con su chirrido cómo te avisan las aves, y tú en vuelo distraído dando vas giros süaves? || ¡Ay de ti! Llega el azor más leve que la saeta, y con negra y cruda garra tu pecho rasga y aprieta : Va cayendo a gruesos copos tu plumaje como nieve, y él dando crudo alarido se pierde de vista en breve. ¡| EL VUELO Era una hermosa mañana, el sol doraba ya el techo, y dejando el nido estrecho el ave echaba a volar ; y mientras se remontara por el aire en raudo vuelo, aliviaba yo mi anhelo con sólo la contemplar. ¡Avecilla! Tú dichosa con tus alas peregrinas el aire surcas y trinas con dulzura sin igual ; y yo gimo aquí en la tierra agobiado de penares, y con sombríos pensares acreciento más mi mal. | HUMORISTICAS A UN IMPORTUNO QUE ME PEDIA UNA LETRILLA Vaya que es mucha humorada y es pedirle maravilla a mi cabeza cansada exigirle una letrilla como quien no pide nada. Y letrilla cabalmente que, según dicen autores, ha de salir tan corriente, no cual nacida en dolores de una fatigada mente. Doce horas están ya dando y apenas la lumbre viera que ya estaba calculando cilindro, cono y esfera y A por B multiplicando. || Déjame aquí descansando, no vuelvas más a tu tema, o, si no, verás mezclado con versos el apotema, alturas, sección y lado. Y en vez de oír consonantes muy sonoros y bonitos, no verás sino cuadrantes y polígonos inscritos y puntos equidistantes. || AL MISMO ASUNTO ¡Una letrilla! Vaya que es cosa biei molestosa versos hacer, vena o no vena, buen o mal grado, ajeno enfado por distraer. [3, 245-249] HUMORÍSTICAS 751 ¿Tengo yo acaso sonoros versos, lisos y tersos como marfil, como quien guarda vino en bodega cual otro Vega solc entre mil? |l ¿Es cosa fácil, maldita rima que mete grima al más audaz, de los acentos distribuido bien entendido grato compás? Nada, no, pides; ¡una letrilla!, que es maravilla que salga bien ; verso corriente, fácil idea quieres que sea cosa de amén. Fácil idea, poco nos cuesta... réplica es ésta que yo no sé cuál la deshaces : calla y empieza, di con presteza, yo escribiré. |l Es tan difícil eso de fácil, que hasta el más ágil en escribir tiembla a su vista buscando en vano pesada mano no descubrir. Al más mimado hijo de Apolo verásle solo cuando escribió versos que piensas que en fácil pluma cual leve espuma musa sopló. Es que lo fácil no es que lo sea, que no se vea largo sudar: si poeta cuida su rudo anhelo con grato velo de disfrazar. || Siempre que leas cosa muy buena, juzga que pena larga costó : crear bellezas con gran soltura nuestra natura no concedió. Sea felice, fácil la vena, siempre gran pena cuesta y afán : cuando vencido fué del demonio, tal patrimonio nos dejó Adán. Blando y suave canto del ave, céfiro blando que murmurando mece el pensil : || Ni la armonía con que extasía la sonorosa cítara hermosa de oro y marfil, no place tanto cual tierno canto del triste poeta, cuando le aprieta su corazón la cuita impía que él no tenía 752 POESÍAS [3,249-253] cuando contento daba su acento grata canción. ¿Versos me pides? Versos diré, mas versos tales que yo no sé si tus oídos halagarán... ya que los quieres, versos ya van. || Como granizo que en el calor lanza la nube con gran furor ; cuando los rayos brillar se ven y agita el suelo loco vaivén. Ya que importuno me eres a mí, yo vengativo seré con ti ; ya que la musa quieres forzar, yo sus rigores te haré probar. Al menos quiero sepas lo que es comer sin pena de ajena mies; y ya que en ella metiste la hoz, escucha cuentos de áspera voz. || Es el del cuervo que se vistió con rica pluma que no le dió naturaleza cuando al nacer le dió negrura, no rosicler. Es de la rana falsa hinchazón cuando cansando ñaco pulmón el aire inspira noi remedar del corpulento ouey el ijar. Es de la dama tinta falaz con que colora ia vieja faz, malignos ojos venia entre mil, para sí dicen : «No eres de abril.» || Es de un cobarde villano ardid que torpe espalda volvió en la lid y huyendo en sangre armas tiñó en un cadáver que otro tendió. De inmundo zángano que el colmenar ocioso habita sin trabajar; ricos panales de dulce miel otros componen, cómelos él. Es del pobre asno la presunción que pasar quiere por un león; la asnal oreja vese salir, lluvia de palos ha de sufrir. || De papagayo vano charlar que nunca alcanza claro parlar; si voz pronuncia 3. 253-256] HUMORÍSTICAS 753 dará tal vez, luego el chirrido dice quién es. Más bien que versos vivas saetas, lo que son poetas luego sabrás. |l dilo. que luego versos tendrás. fc Tienes bastante? Si quieres más. UN SONETO IMPOSIBLE Tú, Camilo, me pides un soneto, y me pones con eso en tal apuro, que ni sé cómo empiece, y te aseguro que no quiero ponerme en ese aprieto No, no : yo en tal hondura no me meto, pues aunque un cuarteto compusiera, es cierto que del otro no saliera, • y cumplir lo imposible no prometo. Y si acaso lograra con gran pena uno y otro cuarteto ver formado, ya el tercero me diera más faena. Que eso me es imposible te he probado, mas si a ^llo tu gusto me condena, tómale: ya lo tienes acabado. || Guárdate bien de imitar al versista adocenado que de sus versos hinchado te los viene a recitar. Y te los hace escuchar por dondequiera que te halle, y con versos por la calle persigue al que ve pasar. || EL AJEDREZ TRADUCCIÓN Das un paso con destreza, y mi plan más bien trazado se ve ya desbaratado por la marcha de tu pieza : adelantas con fiereza. TRADUCCION (BOILEAU) 752 POESÍAS [3,249-253 cuando contento daba su acento grata canción. ¿Versos me pides? Versos diré, mas versos tales que yo no sé si tus oídos halagarán... ya que los quieres, versos ya van. || Como granizo que en el calor lanza la nube con gran furor ; cuando los rayos brillar se ven y agita el suelo loco vaivén. Ya que importuno me eres a mí, yo vengativo seré con ti ; ya que la musa quieres forzar, yo sus rigores te haré probar. Al menos quiero sepas lo que es comer sin pena de ajena mies ; y ya que en ella metiste .la hoz, escucha cuentos de áspera voz. || Es el del cuervo que se vistió con rica pluma que no le dió naturaleza cuando al nacer le dió negrura, no rosicler. Es de la rana falsa hinchazón cuando cansando ñaco pulmón el aire inspira poi remedar del corpulento buey el ijar. Es de la dama tinta falaz con que colora ia vieja faz, malignos ojos venia entre mil, para sí dicen : «No eres de abril.» || Es de un cobarde villano ardid que torpe espalda volvió en la lid y huyendo en sangre armas tiñó en un cadáver que otro tendió. De inmundo zángano que el colmenar ocioso habita sin trabajar; ricos panales de dulce miel otros componen, cómelos él. Es del pobre asno la presunción que pasar quiere por u n león ; la asnal oreja vese salir, lluvia de palos ha de sufrir. || De papagayo vano charlar que nunca alcanza claro parlar; si voz pronuncia 3. 253-256] HUMORÍSTICAS 753 clara tal vez, luego el chirrido dice quién es. Más bien que versos vivas saetas, lo que son poetas luego sabrás. || dilo, que luego versos tendrás. ¿ Tienes bastante? Si quieres más. UN SONETO IMPOSIBLE Tú, Camilo, me pides un soneto, y me pones con eso en tal apuro, que ni sé cómo empiece, y te aseguro que no quiero ponerme en ese aprieto No, no : yo en tal hondura no me meto, pues aunque un cuarteto compusiera, es cierto que del otro no saliera, * y cumplir lo imposible no prometo. Y si acaso lograra con gran pena uno y otro cuarteto ver formado, ya el tercero me diera más faena. Que eso me es imposible te he probado, mas si a ello tu gusto me condena, tómale: ya lo tienes acabado. |! Guárdate bien de imitar al versista adocenado que de sus versos hinchado te los viene a recitar. Y te los hace escuchar por dondequiera que te halle, y con versos por la calle persigue al que ve pasar. || Das un paso con destreza, y mi plan más bien trazado se ve ya desbaratado por la marcha de tu pieza : adelantas con fiereza. TRADUCCION (BOILEAU ) EL AJEDREZ TRADUCCIÓN 4S POESIAS derribas mis torreones, destrozas mis campeones, y en tal derrota me hallo que reina, torre y caballo valen menos que peones. || EPITAFIOS 1. ° Aquí yace un valentón que los mataba a destajo... ¡Chito! Que si se levanta, nos parte a los dos de un tajo. 2. ° No llores sobre mi tumba si no quieres que me ría, que quien ha sido llorón de las lágrimas no fía. 3. ° ¡Quién suspira por ahí! Cuidado en pisar la losa, que yace enterrada aquí una dama melindrosa. || 4:' Aquí yace un militar que de tiro ni lanzada no murió, sino de andar : era jefe de brigada. 5.° En descomunal batalla luchando con un gigante... «Será un caballero andante.» A las viudas y pobres mi dinero. «Ya, será algún usurero.» [3. 258 -260] HUMORÍSTICAS 755 7. ° ¡Qué blasón, cuántas armas, cuánto alarde'... «Y era un tonto y un cobarde.» 8. ° Quitad a este usurero, no fuera caso después que de su caja y cadáver nos pidiera el interés. '| 9. ° Aquí un rico mercader, hombre de muy justo trato, compraba al más alto precio y vendía al más barato. 10 Yace un recto magistrado en esta urna funeraria : es rica... Diz que era dado a la pena pecuniaria. 11 Aquí yace un guardacostas tan vigilante y entero, que su ropa, caja y clavos son de país extranjero. 12 0 Un pobrecito ahorcado0... «¡Dicen que robó a un señor!» ¿Y ese nicho tan dorado? «Ese robó por mayor.» ¡| 13 Aquí yace un usurero tan humano y compasivo, que restituyó, ya muerto, lo que robó cuando vivo. 14 Revocó el injusto trato ése con voz compungida. 756 POESÍAS [3, 260-262] bien que añadió con el pacto : «Si no volviera a la vida.» 15 Es tanto lo que querían a ese augusto soberano, que los pueblos llorarían si no muriera temprano. . 16 ¡Cuánto va escrito! ¡Y son versos ¿Quién los habrá aquí grabado"7 «Algún poeta enamorado.» || 17 ¿De un apoplético insulto, y atacado en nochebuena? «Si guardaras el ayuno, no te matara la cena.» 18 Una suegra y una nuera enterraron aquí juntas... «No habría tanto silencio si no estuvieran difuntas.» 19 ¿Y ése sin caja? ¡Qué horror!... Ya conozco el esqueleto, quiso meterse a escritor y llevó chasco completo. 20 Yace aquí un doctor muy sabio que jamás desplegó el labio. || 21 Yace aquí un poeta novel que en tan pesada faena perdió la pluma y papel y murió de pura pena. 262-263] HUMORÍSTICAS ¿Otro? También era poeta, y tal que murió de afán sin ganar una peseta ni siquiera para pan. 23 ¿Y quién es aquel tan alto? Es uno que fué ministro : suerte que aquí no se sepa que él es autor del registro. 24 ¿Y aquel pájaro quién es9 También tuvo un ministerio : a ver si querrán mandar hasta aquí en el cementerio. || 25 Yace en la edad más florida y en silencio muy profundo uno que salud y vida quiso dar a todo el mundo. 26 Aquí yace un redactor que murió de pura pena... Sería que el subscriptor le pidió página llena. 27 ¿Y ese otro de qué murió? «Yo me tuve que morir por no saber qué decir.» 28 Porque en sola una merienda me comí un gordo cabrito, no faltan ya malas lenguas que dicen morí de ahito. 758 POESÍAS [3. 264 267f 29 «.Este será algún grande hombre? ¡Hola! Y es grande de España... «Es que su tatarabuelo dicen que hizo gran hazaña.» 30 Aquí yace un escritor de poco fruto y gran rama... «¡Hombre! Sería el mejor para extender un programa.» |l EPIGRAMA Pedro clama contra el rico y desprecia la riqueza: si no fuera por pobreza no chillara así su pico. || SATURNO f Que a sus hijos se comiera Saturno, bárbaro padre, Cibeles cual buena madre con mucho dolor sufriera : y cuando la infeliz viera que a Jove se iba a engullir, una piedra de Abadir le dice ella que ha parido, y el comilón del marido se la traga sin reír. Nota. — Abadir: la piedra que Ops, mujer de Saturno, envolvió con lienzos para darla en lugar de Júpiter, recién nacido, a su marido, el cual se comía a todos sus hijos varones por el temor de que con el tiempo lo echasen del reino. EPIGRAMA «Versos quiero componer, más que Apolo lo resista, y he de seguirle la pista hasta cumplir mi querer.» Esto me decía ayer ¡3, 267 270] HUMORÍSTICAS 759 un vate sin voz ni vena... «Sí, dije yo, dura pena be encajaste en la mollera ; no tanto penar te diera de un presidio la cadena.» || UNA QUEJA DE ATLANTE (JUVENAL. Sát., 13.) TRADUCCIÓN LIBRE En tiempo más remoto y apartado tanta turba de dioses no existía, y no estando el Olimpo tan poblado mis hombros tanto peso no oprimía. |l TRADUCCIONES VARIAS DEL PASAJE DE JUVENAL . «O SANCTAS GENTES. QUIBUS HAEC NASCUNTUR IN HORTIS NUMINA!» ¡Que santidad tan rara y peregrina es la de aquel país afortunado en que turba de númenes divina nacer entre sus huertos se ha dignado! OTRA EN TONO FAMILIAR Santidad de santidades es esa de que en las huertas nazcan y crezcan deidades para llenar las espuertas. OTRA EN EL MISMO TONO Los dioses van a destajo, que hasta lo son las cebollas, I1 el nabo, la berza y ajo y cuanto hierve en las ollas. OTRA EN EL MISMO TONO ¡Vaya una cosa inaudita! ¡Qué santas las gentes estas! ¡Y qué tierra tan bendita que brota dioses a cestas! || 760 POESÍAS [3, 271-2721 EL DIALOGO A. — ¿Cuándo se acaba la guerra0 G. — Cuando el cielo se desplome y haga pedazos la tierra. A. — Estás de muy mal humor. G. — Es que el demonio en persona no lo llevara peor. A. — Vaya, vaya : a mí me gusta la gente un poquito más valiente. G. — De esa laya hallarlos has a destajo sólo tomando el trabajo de abordar algún corrillo. A. — Pero mira qué ganamos con devanarnos los sesos. G. — Tú siempre con tu estribillo, y entre tanto nos matamos, van siguiendo los excesos, || los robos y los incendios, mientras maman estipendios esa gente campanuda por andar rondando el campo como bestia muy sesuda. -A. — Vamos, que no estás de filis. G. — Hombre, sí; duerme y bosteza, guarda tranquila tu bilis, y al momento menos visto a ver si tendrás pereza cuando saltes liso y listo la ventana. A. — Oh, buen Gil, no va tan presto. G. — Mira, no sea mañana ; yo, a lo menos, ni siquiera en contra de eso no apuesto ni el pellejo de una rana. A. — Vamos, vamos, echa afuera esos frivolos temores; si las cosas no van buenas, tampoco no van peores. G. — Puede ser, será mi modo de ver : mas al fin, unos con bulla y motín, otros con senda cachaza, todos nos dejan pelados |] [3. 273-275] HUMORÍSTICAS 761 y rotos y magullados, cual agua el papel de estraza. A. — Si no creas que eso tú solo lo veas. G.— Toma. A. — 0Si será alguna carcoma? G. — Carcoma no lo sospecho. A. — Pues ¿qué piensas? G— Yo diré; que a veces quien más figura es un burro hecho y derecho. A veces andan un trecho en ufana compostura, mientras no viene premura ; pero en viendo que las cosas van urgiendo, veráslos desatentados sin saber a dó volverse, proyectos desbaratados que es cosa digna de verse; es decir. a veces es de gemir, que si mal yo no concibo, en ese tiempo que vivo andan muy raros los hombres : todo son farsas y nombres, todo pompas y boatos, mentirosos aparatos ; a los más, a pesar de su disfraz, por debajo del sombrero se les nota del carnero ia guedeja, bajo piel de un león ñero despunta la asnal oreja. " EL POETA HINCHADO I que en pomposa fiesta monarca ceñido No sé por qué dicen que basta ser poeta para morir de hambre en guardilla estrecha ; mas yo no concibo sea cosa cierta, pues a buen seguro de majestad regia, tanto oro no luce ni brillante piedra en manto de grana, ni rica diadema ; ni el salón ornado con gala soberbia, 764 POESÍAS i 3 283-2851 LA ORACION DE UN CLASICO AL PIE DE HELICON Un clásico pedia con fervor de las musas al bello y dulce coro que a su lira y su voz temple sonoro concedieran, y al pecho sacro ardor. Y hete ahí que un alegre ruiseñor que del orar del poeta a la sazón reposaba en un árbol de Helicón cantando las delicias de su amor: «Vate, dijo, vas mal encaminado, que por aquí no vive ya tal gente, y este monte tiempo ha que es despobiadc y ni canto ni lira en él se siente ; que si algún son oíste delicado, era yo que trinaba dulcemente.» ¡| APOLO MUSTIO Del Parnaso en la alta cumbre viera yo al divino Apolo triste, pensativo y solo mostrando gran pesadumbre. Estaba ya seca y mustia su faz tan fresca y rosada, que su cruel huella estampada le dejara negra angustia. Ni una ninfa en derredor, ni un solo acento canoro, ni sombra del sacro coro... ¡todo soledad y horror! Con sus cristalinas linfas los ríos bien serpenteaban, mas por ellos no bogaban ni las náyades ni ninfas. || Ni tampoco el río estaba con su verde cabellera sentado a la cabecera de la fuente que manaba. Por monte y selva se oían los silbidos de los vientos, T3 285-287] HUMORÍSTICAS S65 mas de ninfas a lamentos en nada se parecían. También pastores yo vi por el monte y la llanura, mas de ningún dios figura en ellos no descubrí. El sol por el horizonte se remontaba lozano, pero yo buscaba en vano el carro de Faetonte. Las olas bulliciosas se agitaban con estruendo, con furor acometiendo navecillas pavorosas ; mas nunca Neptuno padre sacó su gentil cabeza || para domar su fiereza cuando salían de madre. Ora ya veo el motivo (dije entonces para mí) que el pobre Apolo esté así tan :riste y tan pensativo. Es que ese mundo bendito ha salido del encanto, y el pebre perdió su canto y vió su lauro marchito. Y pasóse la ilusión y el reino de su mentira desde que se oyó la lira de natura y religión. Y del cantar del pagano ha quedado solo un fué, que el canto del cristiano es el canto de su fe. || EL POBRE Y EL RICO Hay quien diz que el más felice es el pobre en este mundo, y con razonar profundo quiere probar le que dice : en tal idea no abundo. rio POESÍAS [3, 287-289] De salón y de retrete sentir las penas no es dable al estado miserable en que se encuentra el pobrete... es una cosa indudable. Mas que su infeliz estado no dé mucho que sufrir, y que es dichoso inferir más que el rico y potentado... es un tonto discurrir. En todas las ocasiones no dan siempre al poderoso || un placentero reposo de pluma blandos colchones... se dice a roso y velloso. Yo pregunto si en la choza por doquier con ancha raja el pobre tendido en paja es mucho lo que se goza cuando la helada le cuaja. Que la gallina y pollito, las perdices y el pichón siempre el rico comilón coma con mucho apetito... no es tan necia mi intención. ¿Y al estómago de alguién la berza medio podrida y la carne consumida puede asentarse muy bien tan asquerosa comida? ¡Oh! Que el rico sufre mucho por lo que puede perder : ¿y no tener que comer, a no ser uno muy ducho, es cosa de complacer? || ¡Oh! Y no siente pesadumbre, como ya está acostumbrado... también tendrá el potentado de sus penas ya costumbre... ¡oh, no que es más delicado! ¿Sabe usted dónde está el cuento? Que del pobre nadie cura, y aunque lance en amargura 289-292] HUMORÍSTICAS 767 el más sentido lamento, eco no halla su tristura. Mas si el rico algo padece, todo el mundo ya le admira, suena del poeta la lira, y de su ¡ay! se compadece, y con él gime y suspira. || LA FABULA Y LA VERDAD (Florián) traducción Desnuda la Verdad salió un día del pozo, ajadas por los años sus formas y su rostro ; huían de su vista los viejos y los mozos ; confusa sin asilo y sin hallar apoyo la pobrecita estaba en un terrible ahogo. Mas hete aquí que llega con ademán donoso !a Fábula adornada con un traje muy mono, ricas plumas, diamantes, que, si bien falsos todos. ¡ con engañoso brillo deslumhraban los ojos. La Fábula admirada de ver aquel bochorno, a la pobre Verdad le dijo de este modo : «¿Qué hacéis aquí, señora, en tamaño abandono? —Aquí me estoy helando ; en vano asilo imploro de cuantos pasajeros descubro en el contorno ; de mujer pobre y vieja esquivos huyen todos. — Mirad, más vieja soy sin padecer sonrojo, y por doquier me aplauden. me festejan con gozo ; mas vos así desnuda es estimaros poco. Si queréis, yo os ofrezco compartir mis adornos, de modo tal que a entrambas nos sea provechoso. En casa de los sabios me serviréis de abono, y yo os daré la entrada en casa de los tontos; siguiendo a cada cual su gusto o sus antojos, vos con pláticas graves, yo con cuentos jocosos, la gracia nos ganamos de sabios y de locos.» || POESÍAS [3, 293-295 LETRILLA A LAS «VARIEDADES» DE «LA PAZ» DEL 7 DEL CORRIENTE ABRIL Vaya allá, señor doctor, usted que decía ayer que meditar y leer era el secreto mejor para llegar a saber. Yo tal táctica no entiendo, y si me veo en apuro, en una velada aprendo, compongo un escrito sendo, y de más cosas no curo. No crea usted que me mate leyendo crecidas hojas, que no soy tan botarate, que mis ojos yo maltrate con letras viejas y rojas. |[ Y en tal caso hay más de ciento magna stipante caterva, lanzan su papel al viento, que dicen que es farsa y cuento eso de invita Minerva. Un artículo leí, y era todo Variedades, luengas cosas allá vi que si no fueran verdades no se dirían allí. Y cabalmente era un punto que me diera gran trabajo, era ver en un conjunto toda la historia, y de un tajo quedar sabio en el asunto. Es verdad que allí reparo que se citan muchas obras ; pero allí todo está claro... comprar lo barato caro sería gastar de sobras. Largas cosas allá encuentro secretas que se revelan, el se las sabrá allá dentro; || mas puesto que impresas vuelan, en otras disputas no entro. Otros objetos desflora v no sin grande aparato ; [3. 295-296] HUMORÍSTICAS 769 de ésos callo por ahora, que lo que mi mente adora entre juguetes no trato. Otras porque fuera largo, y para versos no es cosa ; pero entienda, sin embargo, que si quiere, es a mi cargo el decírselas en prosa. A la palestra le invito, y eso sirva de cartel, sirva de cartel repito, que a propósito un poquito he derramado de hiél. ¿Decía usted de Lutero que era un hombre sin pudor? Oiga usted a aquel señor, le presenta al mundo entero cual de virtud nata y flor. Pues, hombre, ¿que no has leído lo que sabe todo el mundo? \\ Yo no estoy más instruido, allí lo hallo decidido y en aquel texto me fundo. Ha de reírse un protestante de sus más firmes secuaces... El texto irá por delante, y ha de callar al instante con palabras tan veraces. Pues ¡señor articulista!, no se encubra con misterio ; presentarse aquí a la vista, y seguiremos su pista en prosa de tono serio. En no sabiendo escribir, vale más dejar la pluma, que es mejor nada decir, que no columnas henchir con veneno y con espuma. Aunque escriba usted en La Paz, sea usted un poco guerrero, que yo, a fuer de caballero, de todo el mundo a la faz escribo mi nombre entero. Vich, 11 de abril de 1838. || 49 770 POESÍAS [3, 297-298] A DON VALENTI LLORER No'm pensaba, Valentí, que tan dols fos lo teu cant, tan hermós y peregrí ; compon versos, creume a mi, pochs serán qui pugan tant. He llegit ja cent vegadas Lo Frare d'Escornalbou. tan hermosas pinzelladas ab cent colps no'n teñen prou per ser ben saborejadas. Admirant lo teu llenguatje casi rabia m'ha agafat, que'm feya dir malbinatje qui parlar nos ha imposat que no es del nostre llinatje. || Y per qué no hem de poder, més que pesi a tot Espanya, en vers cátala a tot pler celebrar nostra montanya que produex un Llorer? Y qué'm dius del Aribau que'ns el en ve ja Castilla? Veus el llamp que del cel cau entre núvol negre y blau? Pues axis lo seu front brilla. Jo ja't dich, no'm venen ganas de tornarme castellá, y em semblan valents pavanas els que volen oblidar las paraulas catalanas. Lo parlar de nostra térra no es per cert cap cosa tonta; conta la terrible guerra que mata, crema y esguerra, la dolsa pau també conta. Jo veig que tu molt be pintas rosada que del cel plou, y tot seguit trovas tintas peí Frare d'Escornalbou. |¡ [Si 299] HUMORÍSTICAS 771 Per rich palau, trista cova, cel, infera, ángel, dimoni, per tot terme y giro trova; si volem d'axó la prova en Lloré es bon testimoni. Y per qué jo no podré, més que pesia a tota Espanya, catalá, com no diré, y en catalá ensalsaré aquella felís montanya? || ARTE POETICA DE (Fragmento) HORACIO TRADUCCION DE UN FRAGMENTO DE LA CARTA DE HORACIO A LOS PISONES, O SEA EL ARTE POETICA Si en cerviz de caballo humana testa prolongar a un pintor se le antojare, y uniendo extraños miembros los vistiera de varia pluma tal, que en pez horrible el monstruo terminare, que en faz bella de mujer comenzó ; decidme, amigos, ¿al contemplar tal cuadro dable os fuera la risa contener? Igual, Pisones, será el libro que imágenes ofrezca absurdas, cual de enfermo los delirios, sin que concierto ni unidad se vean. ¿Por él de amplia licencia no gozaron siempre vate y pintor? ¿Y quién lo niega? De buen grado la otorgo y la demando, mas no que en blando lazo mansa bestia con fiera cruel se hermane, y de ave y sierpe, cordero y tigre, amores se consientan. Grave es tal vez, magnífica la entrada ; || mas ¿a qué bosque sacro se nos muestra, de Diana el ara, presuroso arroyo que en torno gira de campiña amena, ora el Rhin caudaloso, ora del Iris el esmalte bellísimo, a manera de retazos de púrpura zurcidos que un necio lujo con afán ostenta? ¿Y era aquéste el lugar? ¿Tal vez retratas bellamente un ciprés? Mas ¿no te acuerdas que quien te paga quiere que le pintes náufrago sin aliento, entre ondas fieras? ¿Y si un vaso magnífico empezóse, por qué vil jarro da la loca rueda? Sencillez y unidad nunca descuides, que esta regla jamás sufre dispensa. Al vate, empero, oh padre y dignos hijos, mucho engaña de acierto la apariencia. [3. 304-3061 ARTE POÉTICA DE HORACIO 773 ¿Se esmera en brevedad? Raya en obscuro. ¿En pulidez? Desmáyase y se enerva. Hinchazón amenaza al muy sublime, se arrastra si por miedo no se eleva ; si rica variedad prodiga vano, en la onda al jabalí y entre las selvas retratará al delfín ; así el incauto huyendo de un escollo en peor tropieza. Ese mal escultor, que cerca mora del lugar donde Emilio esgrima enseña, || las uñas y el cabello delicados en bronce muy al vivo representa ; sin embargo, sus obras nadie estima, porque el todo a formar jamás acierta ; ojo hermoso, cabellos agraciados y espantosa nariz deforme y fea más quisiera ostentar, que el que mis obras a sus obras discordes se parezcan. Escritores, tratad en vuestras obras objetos ai alcance de las fuerzas ; largo tiempo probad de vuestros hombros medir la robustez ; facundia bella. Buen orden, lucidez, siempre se hermanan si la mente al objeto señorea. Toma el orden su mérito y encanto de atinada cordura que aconseja ora aquesto decir, ora callarlo hasta lugar más apto, muy discreto guiando al vate, que con gusto escoja y cumpla cuerdamente su promesa. Gran pulso, fino esmere, de las voces el orden y el lugar piden al poeta; prez merece, si alcanza a voz usada con enlace sagaz volverla nueva. El vate, nuevas cosas cuando exijan formar voces que antiguos nunca oyeran, disfrute del permiso con mesura. || con ligera inflexión de fuente griega dimanen, y verá cuál se acreditan ya mañana las voces que hoy inventa. ¿Lo que a Plauto y Cecilio otorgó Roma cómo a Vario o Virgilio se deniega? Y ya que Enio y Catón el habla patria aumentaron formando voces nuevas, ¿por qué a mí, si me adquiero un caudal corto, emplearlo con ceño se me veda? Fué y será siempre licito crear nombres, mientras sello corriente nos ofrezcan. 774 POESÍAS [3, 306-308] Gira el tiempo, y las selvas van mudando sus hojas; así mueren y se secan las palabras antiguas, mientras flores y juvenil vigor otras ostentan. Si al hombre más potente y a sus obras más grandes muerte aguarda, ora en la tierra anchos puertos abriendo al mar dé entrada guareciendo a las flotas de tormentas ; ora estéril laguna navegable en campos fértilísimos convierta; o al río que las mieses devastaba nuevo cauce le dé, y el curso tuerza ; todo perecerá; ¿sólo las voces de su estima y su lúcida belleza nada podrán perder? Caerán sin duda las ahora estimadas ; y las muertas || revivirán, si así pluguiere al uso que es árbitro del habla, y juez, y regla. Para insignes hazañas, guerras tristes el metro mostró Homero: acomodado en verso desigual cantó el lamento, e imitóle de amor el gozo blando ; mas quien breve elegiaco inventara de eruditos es pleito aun no fallado ; de su yambo armó a Arquíloco el despecho, y el zueco y el coturno fué adoptado cual para acción y diálogo muy propio y para el ruido teatral muy apto. Dioses, héroes, atletas vencedores, alazán que en carrera ha triunfado, de Venus y de Baco los placeres dióle Euterpe a la lira el celebrarlos. Y si forma y colores yo mezclara con torpe necedad, ¿seré tan vano que poeta me llame todavía prefiriendo ignorar a ser guiado? Verso heroico mal sienta en la comedia, ni la cena de Thy estes sufre el llano casi propio del zueco ; cada objeto en su propio lugar esté asentado. Mas tal vez alza el cómico su acento, y airado clama Chremes, y al pacato tono el trágico baja ; que en sonora || o hinchada voz no gimen desterrados y miserables Télefo y Peleo por mover a ternura en su quebranto. Ni les basta a los poemas la belleza. [3. 308-309] ARTE POÉTICA DE HORACIO 775 Dulces sean también y que a su grado señoree los ánimos el vate : ríe con los que ríen, muy humano llora con los que lloran, y si quieres llore, primero vea yo tu llanto. Entonces sí que, oh Télefo, oh Peleo, sentiráse mi pecho lastimado, que si mal tu papel representares te espera o sueño o risa. A rostro airado sienta horrible amenaza, lloro al triste, chiste al festivo, al grave hablar sensato : nos da natura para todo evento el efecto más propio, ora inspirando júbilo, ora a la cólera impeliendo ; ora en angustias tristes y postrados nos tiene, y luego la expresión nativa cual intéiprete fiel la pasa al labio. Noble y plebeyo pagarán con risa al que hablare discorde de su estado ; nunca puede en lenguaje parecerse ni Davo a un héroe, ni al maduro anciano joven fogoso, ni a señora ilustre su nodriza solícita, ni a aldeano || el traficante, ni al asirio el coico, vivaz argívo a estúpido tebano : concuerda o con su fama, o con sí propio, si es que inventas de nuevo su retrato. Fiero, activo, iracundo, inexorable, sin más ley ni derecho que su brazo. muestra en la escena a Aquiles, si es Medea implacable feroz, si es Ino en llanto : pinta traidor a Ixión, errante a lo, y a Orestes por las furias agitado. Si ensayando en la escena asunto nuevo persona osas fingir, hasta el fin sea tal como comenzó, la misma siempre. Más vale que en las tablas nos ofrezcas de ía Ilíada un cuadro, que no asuntos intactos todavía ; que hacer propio un asunto común es muy difícil. Harás propio lo público si evitas el ceñirte a vulgar y vil relato: y si imitas, palabra por palabra no vuelvas, cual intérprete en estrecho carril te constriñendo, de do no oses mover pie, temeroso que no peques contra la ley que tu obra haya prescrito. EFEMERIDES E INDICES PROLOGO DE LA EDICION «BALMESIANA» ?•-•• Este volumen se añade a las Obras Completas de Balmes para facilitar el manejo de las mismas y ayudar eficazmente a sus lectores a sacar de ellas el mayor fruto con el mínimo esfuerzo. La práctica habrá de decir si hemos acertado; pero séanos licito afirmar que en ello hemos puesto mucho traba- jo y toda nuestra buena voluntad. Expliquemos brevemente el contenido de este volumen. Ponemos en primer lugar unas Efemérides balmesianas, donde se fijan cronológicamente los hechos más notables de la vida de Balmes, con sus fechas ciertas o aproximadas, te- niendo ojo más particularmente a anotar la composición y edición de sus obras. Las fuentes de esta información son en gran parte originales, puesto que se derivan del epistolario y de otros documentos auténticos. Tres frutos muy particu- lares creemos que podrán recogerse de estas efemérides. El primero es la facilidad de tener una información rápida, completa y ordenada sobre la vida de Balmes, cosa siempre importantísima en la lectura de los grandes autores. El se- gundo es tener ante los [\ ojos un cuadro cronológico donde se nos dé el desarrollo natural de los escritos balmesianos. para comprender la evolución espiritual del autor. El tercero, finalmente, será el poder fijar en cada momento el tiempo, lugar y situación en que fué compuesto y publicado cada tra- bajo, lo cual en ocasiones es de grande importancia para la cabal inteligencia del mismo. Siguen después unas Efemérides históricas, que corren desde las Cortes de Cádiz, en 1812, hasta el año 1849, en que termina la guerra montemolinista, consecuencia inmediata fiel matrimonio real. No hay que decir que se refieren prin- cipalmente a la historia interna o externa de España, pero también hemos incluido algunos hechos extranjeros que tie- nen relación especial con los nuestros o vienen citados en es- tos escritos. Como la norma que ha presidido a la elección de 780 PRÓLOGO DE LA EDICIÓN «BALMESIANA» [33. 6-8] estas efemérides ha sido solamente la de facilitar la lectura de los escritos balmesianos, ya se comprende que ellas no pretenden ser históricamente completas, sino que quieren dar solamente aquellos nombres, hechos y fechas que recla- ma la inteligencia del texto. Hemos puesto cuidado en anotar la sucesión de ministerios, particularmente los constituciona- les, materia por una parte muy embrollada, y por otra muy necesaria para ahorrar tiempo y trabajo a quien, al leer los escritos políticos de Balmes. quiera tener un hilo con que orientarse dentro de aquel laberinto de gobiernos. Eji tercer lugar viene el Indice alfabético de nombres y cosas. Primero habíamos pensado, y aun queda insinuado en el prólogo general de las Obras Completas, poner un índice especial de los periódicos citados; pero luego hemos creído mucho más conveniente reducirlo todo a unidad en un solo índice general. Los títulos van con el mismo carácter de le- tra que los nombres propios o \\ comunes, personales, geo- gráficos o ideológicos, pero se incluyen entre comillas. Es necesario exponer aquí brevemente el criterio con que se han ordenado tan diversas materias. Los nombres de las personas van escritos exactamente como los pone Balmes. aunque éste de cuando en cuando incurra en alguna inexactitud, que corregimos a continua- ción. Cuando una persona solamente es citada por su cargo, hemos procurado indagar sil nombre y lo añadimos después. Igualmente ponemos los seudónimos tales como están en los escritos balmesianos. añadiendo, cuando ha sido posible, el nombre propio del autor. Después del nombre damos las fe- chas del nacimiento y de la muerte, siempre que nos son conocidas, o a lo menos la época aproximada de su vida, y luego añadimos unos breves calificativos que determinen la profesión eclesiástica, civil, científica, literaria o política del personaje. Finalmente siguen las citas de sus ideas o doctri- nas, si lo merecen; las de sus obras, si las tiene, y en último lugar las simples referencias de su nombre, todo según el or- den de los volúmenes de la colección y de las páginas dentro de cada volumen. El índice contiene también los títulos de los periódicos citados por Balmes. aunque no hemos pretendido ofrecer una descripción bibliográfica. Los periódicos españoles llevan sus títulos completos, c->n una breve recensión del carácter polí- tico de cada uno y de sus principales redactores. Lo mismo hemos procurado hacer en los periódicos extranjeros, aunque con menor fortuna. Balmes unas veces pone el título en su lengua original, otras lo traduce al castellano; nosotros se- guimos el primer sistema siempre que nos es posible. La parte principal del índire se la lleva la ideología |l bal- [33, 8-9] PRÓLOGO DE LA EDICIÓN «BALMESIANA» 781 mesiana. sobre todo en las materias que trató más de propó- sito, como son las religiosas, filosóficas, sociales y políticas. Coleccionadas ya las papeletas referentes a cada palabra, dos caminos se presentaban para ordenar las citas: uno que po- dríamos llamar topográfico, poniéndolas una tras otra según el orden de volúmenes y páginas; otro lógico, que sistemati- zase la materia dispeisa según el natural desarrollo doctri- nal. Desde luego optamos por el segundo cambio, a pesar de lo embrollado y trabajoso que se presentaba, porque enten- dimos que el índice ideológico de unas obras tan extensas y tan varias como las de Balmes. o ha de dar al lector una si- nopsis de cada materia y de la manera cómo se articula y desarrolla en el autor en los diversos pasajes de sus escritos, o servirá de muy poca cosa. Elegido el sistema lógico, era necesario hacer las sinopsis según el espíritu de Balmes, y en ello hemos puesto la mejor voluntad, deseando haber acer- tado siempre. Cuando el autor tiene ya expuesto su sistema doctrinal, como sucede aquí en los libros filosóficos, la tarea es poco complicada, porque él mismo nos ofrece el esquema; pero cuando se trata de materias derramadas por todos los escritos, sin que en ninguna parte tengan una exposición metódica, el lance es mucho más difícil y complicado, y re- sulta poco menos que imposible que el redactor no penga algo de la ordenación que lleva en su mente. Muchas de las ma- terias religiosas, morales, sociales y casi todas las políticas se hallan en este caso. Nuestro ideal ha sido que, tomando el lector en su mano nuestro índice, en pocos momentos pueda hacerse cargo de la amplitud, valor y estructura que cada idea tiene en los escritos balmesianos. para que pueda acu- dir directamente a lo que busca sin necesidad de recorrer todas las referencias de un artículo; y \\ como hay doctrinas que con igual comodidad caben debajo de diversos epígrafes, hemos sido generosos en repetir una misma cita en diferen- tes palabras, o a lo menos enviamos a ellas con mutuas re- ferencias. Detrás de este índice sigue el Catálogo bibliográfico de las ediciones balmesianas que han servido de original para las Obras Completas, según el criterio expuesto en el pró- logo general, y un breve Indice sinóptico de los XXXIII vo- lúmenes para facilitar el hallazgo de lo que se busca. Finalmente hemos de hacer acto de justicia y de gratitud dando público testimonio a todos los que han colaborado en la difícil composición de este volumen, y muy particular- mente a don Jaime Raventós, a quien se debe la parte ma- yor y más trabajosa. Pero sobre todo sean dadas infinitas gracias a Dios, que con tan amorosa providencia ha resuelto las dificultades, al parecer insuperables, que se oponían a esta edición, hasta conducirla a feliz término. || Efemérides b a 1 m e s i a n a s (1810 - 1865) 1810.— El día 28 de agosto de 1810 nació y fué bautizado en la catedral de Vich, Jaime, Luciano, Antonio Balmes Urpiá. 1817-1820. — Estudia los tres años de Gramática latina en el seminario de Vich. 1820-1822. — Estudia los dos años de Retórica en el semina- rio de Vich. 1822-1825. — Estudia los tres años de Filosofía en el semi- nario de Vich. 1824- 1825. — En este curso hace oposiciones a una beca de seminarista y, aunque fué el mejor opositor, le es negada. 1825. — El día 24 de julio recibe la primera tonsura en el palacio episcopal de Solsona de manos del obispo Manuel Benito y Tabernero. El día 28 de julio el vicario general don José Sala confie- re a Balmes el beneficio de San Rufo y Santa María en la iglesia parroquial de Prats de Rey. El día 30 de julio el vicario general interino confiere a Balmes un segundo beneficio, bajo el título de San Egidio, |l en la iglesia parroquial de Santa María de Manlleu. Le fué impugnado tres años seguidos por los Padres Dominicos de Tremp y por fin lo perdió. 1825- 1826. — Estudia un año de Teología en el seminario de Vich, que no le fué admitido en la universidad de Cervera. 1826. — El día 10 de octubre el obispo de Vich don Pablo de Jesús Corcuera le concede una beca para el Real Colegio de San Carlos de la universidad de Cervera, en el cual hace toda su carrera universitaria. 1826- 1827.— Estudia el primer año de Teología en la uni- versidad de Cervera. 784 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 12-13J 1827. — El día 23 de abril de 1827 tiene un acto mayor de Teología en la universidad de Cervera. 1827- 1828. — Estudia el segundo año de Teología en la uni- versidad de Cervera. Durante el curso pasó una grave enfer- medad en la que recibió los últimos sacramentos. 1828. — El día 30 de septiembre de 1828 el vicario general don Francisco Morros le confiere un legado pío, bajo el títu- lo de San Saturnino, en la parroquia de la Piedad de Vich. 1828- 1829.— 'Estudia el tercer año de Teología en la univer- sidad de Cervera. 1829- 1830.— Estudia el cuarto año de Teología en la uni- versidad de Cervera. 1830. — El día 9 de junio recibe el grado de bachiller en Teología gratis nemine discrepante. 1830- 1831. — Estudia el quinto año de Teología privada- mente en Vich, por estar cerrada la universidad. Tiene de profesor de Religión a fray Pedro de la Concepción, trinita- rio descalzo || de la ciudad de Vich ; de profesor de Moral, a fray Jaime Pontí, prior de los Dominicos de la misma ciudad. 1831- 1832. — Estudia el sexto año de Teología privadamen- te en Vich, por estar cerrada la universidad. 1832- 1833. — Estudia el séptimo año de Teología en la uni- versidad de Cervera, y enseña, como substituto de fray Pe- dro Barri, la asignatura de Institutiones Theologicae. 1833. — El día 8 de junio recibe el grado de licenciado en Teología nemine discrepante. Del 16 al 23 de octubre tienen lugar los ejercicios de oposición a la cátedra de Instituciones Teológicas de la uni- versidad de Cervera, habiéndole sido aprobados. Del 3 al 14 de noviembre se verifican los ejercicios de oposiciones a la Canonjía Magistral de Vich, en la que Bal- mes tomó parte. Fué el agraciado el doctor don Jaime Soler. El día 1.° de diciembre (primera dominica de Adviento) en el palacio episcopal de Vich recibe las cuatro ordenacio- nes menores de manos del obispo don Pablo de Jesús Cor- cuera. El día 12 de diciembre toma posesión del beneficio de Santo Domingo en la Seo de Manresa, al cual fué presenta- do por el obispo de Vich don Pablo de Jesús Corcuera. El día 16 de diciembre firma la instancia pidiendo una cátedra de substituto en la universidad de Cervera. El día 21 de diciembre, sábado de las témporas de Ad- [33. 13-14] viento, recibe el Subdiaconado, de manos del obispo de Vich don Pablo de Jesús Corcuera, en la iglesia de San Fe- lipe Neri de la misma ciudad. 1833- 1834.— Estudia el octavo año de Teología, o sea el primer año de Cánones, privadamente en Vich, bajo la di- rección del doctor Miguel Ciará. 1834. — El día 24 de mayo, sábado de las témporas de Pen- tecostés, recibe el Diaconado, de manos del obispo de Vich don Pablo de Jesús Corcuera, en la iglesia de San Justo de la misma ciudad. El día 20 de septiembre, sábado de las témporas de San Mateo, recibe el Presbiterado, de manos del obispo de Vich don Pablo de Jesús Corcuera, en la capilla del palacio episco- pal de la misma ciudad. |] El día 13 de octubre presenta una instancia pidiendo una cátedra de substituto en la universidad de Cervera. 1834- 1835. — Estudia el noveno año de Teología, o sea el se- gundo de Cánones, en la universidad de Cervera. 1835. — El día 17 de febrero recibe en Cervera el grado doctoral de pompa en Sagrada Teología. El día 3 de marzo arguye en conclusiones de Teología en la universidad de Cervera. El día 21 de mayo arguye en conclusiones de Teología. El día 27 del mismo mes arguye en conclusiones de Teo- logía. El día 4 de junio patrocina conclusiones de Teología. El día 5 de junio se le concede el grado de bachiller en Cánones gratis y riemine discrepante. Acabado el curso vuelve a Vich, donde permanece hasta el año 1841. En este año intenta entrar de profesor en la universi- dad de Barcelona, pero sin éxito. 1836. — Da lecciones privadas en Vich. Empieza a escribir sus composiciones poéticas. 1837. — El día 17 de agosto presenta una solicitud pidiendo la cátedra de Matemáticas de Vich. acompañando una me- moria titulada Plan de enseñanza para la cátedra de Mate- máticas de Vich. El día 1.° de septiembre el ayuntamiento de Vich le nom- bra profesor interino de Matemáticas. El día l.9 de octubre pronuncia el discurso inaugural de la cátedra de Matemáticas. El día 6 de noviembre recibe el nombramiento definitivo de profesor de Matemáticas. 50 786 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 14-15] 1838. — Desde 1838 trabaja en los escritos preliminares de El protestantismo. El día 10 de marzo publica su primera composición poé- tica, titulada La Lira, en el periódico de Barcelona La Paz. El día 25 de marzo La Paz publica la composición titulada La Vida. El día 1.° de abril La Paz publica la composición titulada El Ajusticiado. El día 11 de abril envía a los redactores de La Paz la || Letrilla a las Vanedades de La Paz, pero no es publicada. El día 13 de abril publica la composición titulada Recuer- dos del Santo Sepulcro en el mismo diario. El día 7 de julio el periódico de Nueva York titulado No- ticioso de Ambos Mundos publica La Vida. 1839. — El día 2 de abril manifiesta el plan de publicar un volumen de sus poesías, proyecto que nunca se llega a rea- lizar. En mayo. El Madrideño Católico publica su memoria so- bre El celibato del Clero, que había sido premiada en un concurso de la misma revista. El día 26 de mayo muere en Vich la madre de Balmes, Teresa Urpiá. 1840. — El día 1.° de marzo acaba el opúsculo Observacio- nes sociales, políticas y económicas sobre los bienes del Cle- ro, el cual sale a la luz pública por el mes de abril en Vich, imprenta de Valls. Por el mes de abril traduce al castellano las Máximas de San Francisco de Sales, que son publicadas aquel mismo año en Vich en la imprenta de Valls. En los meses de mayo y junio escribe su opúsculo Con- sideraciones políticas sobre la situación de España. A principios de julio se traslada a Barcelona para la impresión del opúsculo Consideraciones políticas sobre la situación de España. El día 28 de julio se firma el contrato con el impresor José Tauló para la impresión de este opúsculo, que sale a luz en agosto. En la segunda quincena de agosto vuelve a Vich. 1840-1841. — Enseña por última vez el curso de Matemá- ticas. 1841. — El día 1.' de enero está en Barcelona con propósito de permanecer allí seis días. El día 13 de febrero es propuesto por don Joaquín Roca y Cornet como socio de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, y el 26 del mismo mes es admitido como académi- co correspondiente. 33. 15 16] EFEMÉRIDES BALMESIANAS 787 A primeros de julio la familia Balmes se traslada de- finitivamente a Barcelona ; pero a los quince dias el padre se vuelve a Vich porque en Barcelona estaba triste. El día 1.° de agosto de 1841 comienza a publicarse en Barcelona la revista La Civilización, en la que colaboran || Balmes. Joaquín Roca y Cornet y José Ferrer y Subirana. El día 13 de agosto firma con don Antonio Brusi el con- trato para la primera edición de La religión demostrada al alcance de los niños, y se imprime en noviembre. El 28 de agosto renuncia definitivamente la cátedra de Matemáticas de Vich. A mediados de octubre sale para Vich por las revueltas habidas en Barcelona por el pronunciamiento moderado y reacción progresista, y permanece allí hasta últimos de no- viembre. El día 2 de diciembre firma con Tauló en Barcelona el contrato para la impresión del Manual para la tentación. El día 19 de diciembre hace Balmes su primer testamento conocido, que es hológrafo. 1842. — A principios de año publica en casa Tauló de Bar- celona el opúsculo Conversa de un pagés de la montanya sobre lo Papa, escrito en catalán. El día 15 de enero se firma el contrato con don Antonio Brusi y los redactores de La Civilización, que ya se publica- ba desde el 1." de agosto del año anterior. El 11 de febrero lee en la Academia de Buenas Letras de Barcelona su discurso de ingreso De la Originalidad. El día 1." de marzo La Civilización publica el prospecto de El protestantismo. El día 14 de abril se da al público el primer tomo de El protestantismo. El mismo día Balmes y Tauló firman en Barcelona el contrato para la edición francesa de El protestantismo. A principios de mayo Balmes y Tauló salen de Barcelona para París. El 27 de junio Balmes y el editor francés Bailly firman en París el contrato para la edición francesa de El protes- tantismo. El 29 de junio sale de París para Londres. El 1.° de julio del mismo año llega a Londres, donde ne- gocia la traducción de El protestantismo al inglés. El 19 de julio de 1842 sale de Londres y llega a París el día 21. A mediados de agosto sale a luz en París el primer tomo de la edición francesa de El protestantismo. El día 4 de octubre sale Balmes de París para Madrid. 788 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 16-17J A últimos de octubre Balmes sale de Madrid para Bar- celona. El día 13 de noviembre empieza la revuelta de Barcelona. El 14 de noviembre el Diario de Barcelona anuncia el se- cundo volumen de El protestantismo. Los días 2 y 3 de diciembre presencia en Barcelona el bombardeo de la ciudad por Espartero. || 1843. — El día 15 de febrero se publica el prospecto de La Sociedad y el último de La Civilización. Este mismo día sale a luz en París el segundo volumen de la edición francesa de El protestantismo. El día 1.° de marzo sale el primer número de La Sociedad. El día 2 de marzo el padre de Balmes vuelve de Vich a Barcelona. El día 10 de marzo Balmes y Brusi firman en Barcelona el contrato para la publicación de la revista La Socied.ad. El día 31 de marzo muere en Barcelona el padre de Balmes. El día 6 de julio La Sociedad anuncia el tercer volumen de El protestantismo en castellano. El día 5 de agosto Balmes presenta en Barcelona, al no- tario Juan Prats, su segundo testamento conocido, en un pliego cerrado. La noche de este mismo día Balmes sale ocultamente de Barcelona y va a esconderse en la casa de campo del Prat de Dalt, de San Feliu de Codinas. Aquí escribe su estudio sobre Espartero. Este trabajo comenzó a publicarse en la revista La Sociedad del 21 de diciembre. El día 14 de agosto Balmes vuelve a Barcelona. El día 3 de septiembre empezó en Barcelona la revolución llamada centralista por defender el gobierno de una Junta Central. El 1.° de octubre, al empezar el asedio y bombardeo de Barcelona, Balmes sale segunda vez de la ciudad y está mes y medio entre el Prat de Dalt. de San Feliu de Codinas. y el Cerda, de Centellas. En este tiempo escribe El criterio. El día 21 de noviembre, rendida Barcelona el día 19. Balmes entra de nuevo en la ciudad. El día 6 de diciembre el ayuntamiento de Barcelona nom- bra a Balmes miembro de la Comisión de Instrucción Pri- maria. 1844. — El día 20 de enero Balmes se dirige a Madrid para fundar un periódico político. El día 7 de febrero sale el primer número de El Pensa- miento de la Nación. A últimos de febrero sale el cuarto y último volumen de El protestantismo en castellano. [33. 17-18] EFEMÉRIDES BALMESIANAS 789 En marzo Balmes y Brusi firman el contrato para la se- gunda edición de La religión demostrada. Balmes firma en Madrid el día 12 y Brusi en Barcelona el día 18. || El día 3 de mayo se constituye el ministerio Narváez, el cual invita al marqués de Viluma, que estaba en la embaja- da de Londres, a que tome la cartera de Estado. Los primeros días de mayo sale a luz el tercero y último volumen de la edición francesa de El protestantismo. El 31 de mayo Balmes firma la carta en que presenta al Papa El protestantismo. El día 6 de junio ya está Viluma en Barcelona con la Corte y entra en el ministerio presentando su plan de go- bierno. El día 23 de junio llegan a Barcelona los ministros que quedaban en Madrid y Viluma presenta la dimisión, que no le fué admitida. El día 1.° de julio es admitida la dimisión de Viluma. El día 2 de julio llega Balmes a Barcelona. El día 4 de julio sale el decreto que disolvía las Cortes y convocaba otras para el 10 de octubre. Balmes dirige la campaña electoral, particularmente en Cataluña. El día 8 de julio Balmes y Brusi firman el contrato en Barcelona para la segunda edición de El protestantismo. El día 13 de julio el Papa agradece a Balmes la presenta- ción de El protestantismo. En julio o agosto va a La Garriga a tomar los baños. El día 28 de agosto El Pensamiento publica la proclama de la Comisión Central Monárquica, que probablemente es de Balmes. El día 31 de agosto sale la candidatura balmista de Bar- celona, encabezada por Viluma, frente de la moderada, en- cabezada por Narváez, con un manifiesto que probablemen- te es de Balmes. Del 3 al 7 de septiembre tuvieron lugar las elecciones, en que por malas artes del Gobierno naufragó la candidatura balmista en Barcelona y Madrid, pero salieron unos veinte diputados con Viluma. El día 5 de septiembre Balmes sale de Barcelona para Madrid, pasando por Valencia. El día 11 ya está en Madrid. El día 7 de septiembre está fechado el último cuaderno de La Sociedad, compuesto de cuatro fascículos de 48 páginas cada uno, disposición adoptada con el fin de evitar la apli- cación de la reciente ley restrictiva de la prensa. El día 16 de septiembre entra Martínez de la Rosa en el ministerio de Estado, vacante desde la renuncia de Viluma. El día 10 de octubre la reina cumplía catorce años, en- trando en la mayor edad constitucional. Este día el Gobierno abre las nuevas Cortes. Espartero, desterrado, publica un 790 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 18-19] manifiesto. Los carlistas comienzan a publicar La Esperanza. El día 18 de octubre el Gobierno presenta un proyecto || de reforma de la Constitución. Durante los meses de mayo, junio y julio Balmes había publicado ocho artículos pidiendo esta reforma. El día 4 de diciembre el Gobierno presenta un proyecto de ley de culto y clero. El día 21 de diciembre Viluma presenta una enmienda a este proyecto que el ministro de Hacienda señor Mon cali- ficó descortésmente. Todos los diputados balmistas se retira- ron y presentaron la dimisión. A fines del año empieza Balmes a preparar su campaña a favor del matrimonio de Isabel II con el conde de Monte- molín con su artículo Discusión del artículo relativo al ma- trimonio del rey. 1845. — El día 4 de enero los diputados balmistas publi- can un manifiesto al país. El día 8 de enero se firma el contrato entre Balmes y Brusi para la primera edición de El criterio. El día 29 de enero Balmes empieza a publicar en El Pen- samiento de la Nación una serie de ocho artículos con el tí- tulo Examen de la cuestión del matrimonio de la reina Isa- bel II. Durante los primeros meses escribe unas cartas, firma- das por un personaje carlista, para persuadir a Don Carlos que renunciase en su hijo. El día 26 de abril Balmes sale de Madrid para París, adonde llega el 4 ó 5 de mayo. En los primeros días de mayo sale la primera edición de El criterio. El criterio es traducido inmediatamente al francés fur- tivamente. El día 18 de mayo Don Carlos renuncia a favor de su hijo el conde de Montemolín y éste acepta. El día 23 de mayo Montemolín publica su manifiesto a los españoles, que ciertamente es de Balmes. Este documento y los anteriores se llaman de Bourges, porque fueron fecha- dos en esta ciudad, donde estaba desterrada la familia de Don Carlos. El día 16 de julio sale el primer número de El Conciliador. dirigido por don José María Quadrado. La segunda quincena de julio Balmes hace un viaje a Bélgica, donde se encuentra con Mons. Pecci, el futuro León XIII, entonces Nuncio en aquella nación. El día 31 de julio, fiesta de San Ignacio de Loyola, lo pasa en Nivelles, donde los jesuítas españoles tenían su casa de formación. [33. 19-20] EFEMÉRIDES BALMESIANAS 791 El día 3 de agosto ya está de vuelta en París. En septiembre se firma entre Balmes y Brusi el contra- to || para la tercera edición de La religión demostrada. Bal- mes firma en París el día 13 y Brusi en Barcelona el día 22. A principios de octubre sale de París para Madrid por Bayona ; el día 14 de octubre ya está en Madrid. A principios de noviembre parte de Madrid para Barcelo- na, en donde permanece unos cuatro meses. El día 24 de noviembre se firma el contrato entre Balmes y Brusi para la primera edición de la Filosofía fundamental. El día 9 de diciembre sale el último número de El Con- ciliador. 1846. — En J.° de enero es denunciado el índice del tomo II de El Pensamiento de la Nación (año 1845) por un epígrafe que empieza así : Carta de Su Majestad el señor Don Car- los V, etc. En 29 de enero tuvo lugar la vista de la causa. Fué aboga- do defensor don Santiago de Tejada. La sentencia dictada el mismo cía fué absolutoria. El día 12 de febrero se firma el contrato entre Balmes y Brusi para la segunda edición de El criterio. El día 23 de marzo Balmes y Brusi firman en Barcelona el contrato para la primera edición completa de las Cartas a un escéptico. En la segunda quincena de marzo vuelve Balmes a Madrid. Después del mes de marzo Balmes escribe unas bases in- teresantísimas de gobierno. En la primavera escribe unas bases fundamentales para el matrimonio de la reina con Montemolín. Por el mes de junio concibe el plan de la Filosofía ele- mental. El 1.° de julio sale de Madrid para llegar a Barcelona el 4. Permanece cinco días en esta ciudad para corregir las últi- mas pruebas de las Cartas a un escéptico y algunas del tomo III de la Filosofía fundamental. El día 10 sale para Vich. El día 16 de julio Balmes tiene una interesantísima con- ferencia con el P. Claret en Vich. El día 5 de agosto El Español publica un artículo calum- nioso contra Balmes. El día 13 de agosto Balmes contesta a El Español con su Vindicación personal, fechada en Vich y publicada en El Pensamiento el día 19 del mismo mes. El día 27 de agosto escribe en Vich el artículo Todo de una vez. destinado al número 2 de septiembre de El Pensa- miento de la Nación, pero fué suspendido, porque con fe- 792 EFEMÉRIDES E ÍNDICES 133, 20 21 | cha 28 de agosto la reina había publicado su real determina- ción || de contraer enlace con Don Francisco de Asís. La mis- ma suerte cupo a otro artículo destinado al número 9 de septiembre, mandado desde Vich, en el que se comentaba la elección de Su Majestad. A principios de septiembre Balmes va de Vich a Bar- celona. El día 10 de octubre se celebra el matrimonio de la reina y de su hermana la infanta María Luisa. El día 16 de octubre se acaba de imprimir la primera edi- ción de la Filosofía fundamental. El día 1.° de noviembre Balmes se va a Madrid por haber llegado a su noticia que, caso de un levantamiento monte- molinista en Barcelona, sería él arrestado en la Ciudadela. Por el mes de noviembre escribe en veintiocho días la Lógica de la Filosofía elemental. El día 31 de diciembre se publica el último número de El Pensamiento de la Nación. 1847. — Comienza el año 1847 trabajando activamente en el Curso de filosofía elemental, que escribe e imprime simul- táneamente en casa Aguado. En este año Balmes concibe el plan de una inmensa edi- torial católica. El día 29 de enero Pío IX concede a Balmes oratorio pri- vado. El 8 de marzo se añaden seis rescriptos con diversas gracias pontificias. El día 17 de febrero llega a Madrid la falsa noticia de que había sido denunciada en Roma la Filosofía fundamental. Por el mes de marzo llega carta de Roma aclarando las cosas. Por el mes de mayo empieza en Madrid la edición de los Escritos políticos. El día 16 de julio está ya acabada la edición del Curso de filosofía elemental, en cuatro volúmenes. En este mismo día sale Balmes de Madrid para Santan- der y Ontaneda. El día 29 de agosto sale de Santander para París por Ba- yona. Llega a París el día 5 de septiembre. Por el mes de septiembre se le da el título de director de la Asociación Defensora del Trabajo Nacional de Barcelona. El día 1.° de septiembre Balmes es nombrado socio de la Academia de Religión Católica de Roma. El día 14 de octubre estaba en Bayona de vuelta de Pa- rís para Madrid, adonde llegó el día 18. Empieza en seguida el Pío IX. y después la traducción latina de la Filosofía ele- mental, que no pudo acabar. || 793 El día 30 de noviembre es nombrado socio de honor y de mérito de la Academia Científica y Literaria de Profesores de Madrid. Los últimos días de noviembre o los primeros de diciem- bre hace un viaje de Madrid a Toledo. A mediados de diciembre sale a luz el Pío IX. 1848. — El día 10 de febrero es propuesto para socio de la Academia de la Lengua Española. El día 11 de febrero firma el apéndice a los Escritos po- líticos, y pocos días después sale a luz el volumen. El día 14 de febrero, sintiéndose enfermo, sale por última vez de Madrid para Barcelona. El día 18 de febrero la Academia de la Lengua le elige por unanimidad como miembro de la misma en substitución del ilustrísimo señor Amat, obispo de Astorga. No pudo lle- gar a tomar posesión. El día 24 de febrero tiene lugar la revolución francesa, seguida del destronamiento de Luis Felipe y la proclama- ción de la república en Francia Balmes empieza su último escrito República francesa, que no pudo terminar. El día 1.° de marzo se firma el contrato entre Balmes y Brusi para la segunda edición de la Filosofía fundamental. El día 28 de marzo muere en el Prat de Dalt el íntimo amigo de Balmes, José Cerdá. El día 11 de mayo Balmes tiene su última entrevista con Quadrado y Piferrer. El día 12 de mayo se le dirige una consulta pontificia so- bre el derecho de nacionalidad. El día 14 ó 15 de mayo tiene un ataque que le priva de todo trabajo. El día 25 de mayo firma en Barcelona la última carta que conocemos, dirigida al marqués de Viluma. El día 27 de mayo hace su último viaje de Barcelona a Vich y se aposenta en casa Bojons. El día 11 de junio, Pascua de Pentecostés, sale de casa por última vez. El día 22 de junio, fiesta del Corpus, se dice misa en su habitación y comulga privadamente. El día 26 de junio hace su último testamento, firmado con mano muy temblorosa. El día 28 de junio, a petición suya, le es administrado so- lemnemente el Santo Viático. El día 7 de julio pide la Extremaunción, que le es ad- ministrada. El día 8 de julio, a la madrugada, entra en agonía. El día 9 de julio, a las tres y cuarto de la tarde, muere santamente, ü 794 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 231 El día 11 de julio se hace el entierro y honras fúnebres con toda solemnidad, y son depositados sus restos en un ni- cho provisional. Sale a luz en casa Brusi el primer volumen del Cursus Phüosophiae Elementalis, que es la Lógica. 1849. — Salen a luz el segundo y tercer volumen del Cur- sus Phüosophiae Elementalis, que son la Metaphysica y la Ethica. 1850. — Sale a luz el cuarto volumen del Cursus Phüoso- phiae Elementalis, que es la Historia Phüosophiae. 1853. — El día 31 de octubre los restos de Balmes son tras- ladados al primer monumento erigido en el cementerio de Vich. 1865. — El día 4 de julio los restos mortales de Balmes son trasladados del cementerio al panteón definitivo elevado en los claustros de la catedral. |¡ Efemérides históricas (181'a - 1849) 1812. — El día 19 de marzo, en plena guerra de la Indepen- dencia, estando prisionera de Napoleón la familia real espa- ñola, es promulgada en Cádiz, ante las Cortes Constituyen- tes, la Constitución de 1812. Sus autores y partidarios fue- ron llamados doceañistas. 1813. — El día 19 de octubre se decide contra Napoleón la batalla de Leipzig llamada de las naciones. El día 11 de diciembre el tratado de Valency acaba la guerra de Napoleón en España. 1814. — El día 7 de marzo Fernando VII recibe los pasa- portes de Napoleón y el 13 sale de Valency. El día 22 de marzo Fernando VII entra en España, atra- viesa el Fluviá, se dirige a Gerona y a Reus y, contravinien- do el itinerario señalado por las Cortes, se dirige a Zaragoza, de donde va a Valencia. El día 31 de marzo, vencido Napoleón, entran en París los aliados. El día 6 de abril el Senado francés destituye a Napo- león I. Es llamado a ocupar el trono Luis XVIII, hermano de Luis XVI. El día 12 de abril, 69 diputados españoles firman el ma- nifiesto llamado de los persas, favorable al poder absoluto. Es entregado al rey en Valencia. El día 16 de abril el rey llega a Valencia. El día 3 de mayo, entrada de Luis XVIII en París. El día 4 de mayo Fernando VII decreta la nulidad de La Constitución y de los acuerdos de las Cortes, y el 5 sale de Valencia para Madrid. |! El día 11 de mayo son detenidos en Madrid varios diputa- dos liberales y los individuos de la Regencia. El día 30 de mayo se firma la primera paz de París. En septiembre tiene lugar en Pamplona el pronuncia- 796 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33 26-27 f miento de Espoz y Mina contra el Gobierno absoluto de Fer- nando VIL El movimiento fracasó. El día 8 de octubre se abre er Congreso de Viena. 1815. — El día 20 de marzo entra nuevamente en París Na- poleón I. El día 25 de abril se decreta la supresión de la prensa política española, a excepción de la Gaceta y del Diario de Madrid. El día 18 de junio es vencido Napoleón por los aliados en Waterloo. El día 22 de junio abdica Napoleón después del reinado llamado de los cien días. El día 19 de septiembre se pronuncia en La Coruña el guerrillero Juan Díaz Porlier. Fracasado el movimiento, fué ejecutado el día 3 de octubre. El día 26 de septiembre se firma en París la Santa Alianza por los reyes de Francia y Prusia y los emperadores de Aus- tria y Rusia, con el fin de defender sus coronas contra los movimientos populares. El día 20 de noviembre es firmada la segunda paz de París. Por ella Bélgica sale del dominio francés y es unida a Holanda, formando los Países Bajos Unidos, gobernados por la Casa de Orange. Los reines y ducados de Italia son devueltos a sus legítimos soberanos. El día 17 de diciembre es dictada una real orden man- dando a presidio varios diputados liberales que estaban dete- nidos. Entre ellos Arguelles, Calatrava, Muñoz Torrero, Mar- tínez de la Rosa, Quintana, etc. 1816- — El comisario de guerra Richard se pronuncia en Madrid contra el gobierno absoluto. Fracasa y es ahorcado. 1817. — El día 5 de abril se pronuncian en Caldetas (Cata luña) los generales Lacy y Milans del Bosch. Fracasado el movimiento, Lacy fué fusilado el día 4 de julio en el castillo de Bellver (Mallorca) 1818. — Pronunciamiento fracasado del coronel Vidal en Valencia. Fué ejecutado él y varios conjurados. || 1819. — En julio hubo un pronunciamiento liberal en Puer- to de Santa María, que fracasó. 1820. — El día 1.° de enero, sublevación de Riego er. Ca- bezas de San Juan en pro de la Constitución de 1812. El día 2 de enero, sublevación de Quiroga en San Fer- nando, en igual sentido que la de Riego. El día 28 de enero, por fallecimiento de su padre Jor- ge III, ciñó la corona de Inglaterra Jorge IV. El día 13 de febrero es asesinado en París el duque de [33. 27-28] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 797 Berry. hijo segundo del conde de Artois. que fué más tarde Carlos X, rey de Francia. El día 21 de febrero, sublevación en La Coruña en favor de la Constitución de 1812. El día 4 de marzo se reforma el Consejo de Estado. El día 6 de marzo se convocan las Cortes, que se abren, el día 9. El día 9 de marzo el rey jura la Constitución de 1812. En abril se forma un ministerio liberal con Pérez de Castro en la Presidencia y Estado, Arguelles en Interior. García Herreros en Gracia y Justicia, Canga-Arguelles en Hacienda, Porcel en Ultramar, Jabat en Marina y el mar- qués de las Amarillas en Guerra. Más tarde entró en Gue- rra Valdés y en Ultramar Gil de la Cuadra. El día 2 de agosto estalla en Portugal una revolución constitucional. El día 14 de agosto son expulsados los jesuítas. El día 4 de septiembre fué ahorcado en Valencia el ge- neral Francisco Javier Elío, acusado de haber promovido un levantamiento antiliberal. El día 1.° de octubre se da una ley suprimiendo algunos monasterios, prohibiendo nuevas fundaciones y pasando al Estado los bienes de los monasterios suprimidos. 1821. — En el mes de marzo cambia el ministerio. Es pre- sidente y ministro de Estado, Bardají y Azara; de Goberna- ción. Valdemoro ; de Ultramar, Félix ; de Gracia y Justicia, Manuel Cano ; de Hacienda, Barata, y de Guerra. Moreno. El día 4 de mayo es asesinado en la cárcel de Madrid el cura de Tamajón, Matías Vinuesa, de ideas realistas. 1822. — En el mes de febrero forma gobierno Martínez de la Rosa, quedándose con la Presidencia y la cartera de Esta- do, ocupando Moscoso de Altamira, Garely y Sierra Pam- bley las carteras de Gobernación, Gracia y Justicia y Ha- cienda. El día 20 de abril se abre el Congreso de Verona entre las potencias que firmaron la Santa Alianza. En el mes de agosto forma ministerio Evaristo. San Mi- guel, quedándose él de presidente y ministro de Estado, en- trando Gaseó en Gobernación, Navarro en Gracia y Justi- cia, Capaz en Marina, Vadillo en Ultramar, López Baños en Guerra y Ejea en Hacienda. El día 30 de octubre el Congreso de Verona acuerda que Francia intervenga en España en favor del gobierno ab- soluto. En el mes de octubre el rey de Portugal Juan VI jura la Constitución. 798 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 28-29] 1823. — El día 15 de febrero el rey con las Cortes parten para Sevilla. En marzo de 1823 el ministerio San Miguel es substituido por otro presidido por Flórez Estrada, con Díaz del Moral, Zorraquín, Calvo de Rozas, Torrijos, Romay. El día 7 de abril entra el duque de Angulema en España con los cien mil hijos de San Luis para restablecer el go- bierno absoluto de Fernando VII. En el mes de abril, prisionero el rey de los constitucio- nales en Sevilla, se forma una regencia absolutista con el barón de Eróles, Bautista Erro y Gómez Calderón, presidi- da por el general Eguía. Esta regencia nombra el ministe- rio siguiente : Víctor Sáez, ministro interino de Estado ; Bau- tista Erro, de Hacienda; García de la Torre, de Gracia y Justicia; San Juan, de Guerra; Salazar, de Marina, y José Aznárez, de Interior. Pronto este gobierno sufre modifica- ciones, pasando por la Presidencia y Estado el marqués de Casa Irujo y después el conde de Ofalia ; por el departamen- to de Gracia y Justicia, Ofalia y después Calomarde; Cruz entró en Guerra, Ballesteros en Hacienda. En otras modifi- caciones ocuparon la presidencia Cea Bermúdez, el duque del Infantado y el general Salmón, etc. Sólo Calomarde y Ballesteros permanecieron diez años en sus departamentos. El gobierno constitucional en Sevilla es presidido por Pan- do y forma parte de él Calatrava en Gracia y Justicia. El día 23 de mayo entra en Madrid el duque de Angu- lema. El día 11 de junio las Cortes en Sevilla destituyen a Fer- nando VIL Después con el rey se retiran a Cádiz. El día 28 de agosto muere el papa Pío VII y el 28 de sep- tiembre es elegido León XII. El día 1.° de octubre Cádiz se rinde al duque de Angu- lema. Queda libertado el rey. || El día 7 de noviembre es ahorcado Riego en Madrid. Em- pieza un período de represión abundante en ejecuciones. Durante este año una reacción absolutista entroniza el régimen antiguo en Portugal bajo el cetro del príncipe Don Miguel primero y de su padre Juan VI después. 1824. — El día 16 de septiembre muere Luis XVIII de Fran- cia, sucediéndole su hermano Carlos X. El día 9 de diciembre se pierde en el Perú la batalla de Ayacucho, hecho que ocasiona la pérdida de las colonias de América. Sus generales repatriados fueron llamados despre- ciativamente ayacuchos. 1825. — -En enero Inglaterra reconoce la libertad de las co- lonias españolas en América. |33. 29-30] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 799 1826. — En el mes de marzo muere el rey de Portugal Juan VI ; su heredero Pedro I otorga una Carta. El día 2 de mayo Pedro I, emperador del Brasil, renun- cia el trono de Portugal en su hija María de la Gloria, de siete años, bajo la regencia de Miguel, hermano de Pedro y prometido de la reina. 1828. — En el mes de febrero entra en Lisboa don Miguel de Braganza como regente durante la menor edad de su so- brina María de la Gloria. El día 30 de junio don Miguel de Braganza es proclamado rey legítimo de Portugal contra los derechos de María de la Gloria, y empieza la guerra entre absolutistas y cartistas. 1829. — El día 10 de febrero muere el papa León XII. y el día 31 de marzo es elegido su sucesor Pío VIII. El día 13 de abril las Cámaras inglesas aprueban el bilí de emancipación de los católicos, dándoles entrada en el Parlamento y en los cargos oficiales. El día 17 de mayo muere María Amalia de Sajonia. ter- cera esposa de Fernando VIL El día 21 de diciembre Fernando VII contrae su cuarto matrimonio con María Cristina, su sobrina, hija del rey de las Dos Sicilias. 1830. — El día 19 de mayo Fernando VII promulga una pragmática, aprobada en 1789 por las Cortes, derogando la ley sálica. ¡| El día 25 de junio falleció el rey de Inglaterra, Jorge IV, y le sucedió su hermano Guillermo IV. El día 27 de julio estalla una revolución en París, que obliga a Carlos X a abandonar a Francia. El día 31 de julio Luis Felipe de Orleáns ocupa el cargo de teniente general del reino. El día 19 de agosto Luis Felipe es proclamado rey de Francia por las Cortes. Su primer ministro es Lafitte, liberal. El día 25 de agosto empieza en Bélgica la revolución se- paratista que pretende librarla del yugo de Holanda y de la Casa de Orange. En el mes de septiembre se proclama la independencia de Bélgica y se establece un gobierno provisional. El día 10 de octubre nace Isabel II. El día 15 de noviembre ocupa el gobierno de Inglaterra lord Grey, del partido de los whigs. con John Russell, Mel- bourne, Palmerston y Brougham. El día 1.° de diciembre muere el papa Pío VIII. 1831. — El día 2 de febrero es elegido Papa Mauro Capella- ri. quien tomó el nombre de Gregorio XVI. El día 13 de marzo de 1831 ocupa el cargo de primer mi- nistro en Francia Casimiro Perier. parlamentario del centro. 800 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 30-31] El día 26 de junio Francia e Inglaterra en el tratado de Londres reconocen la independencia de Bélgica y a su rey Leopoldo I de Sajonia-Coburgo. Durante este año abdica en su hijo el emperador del Brasil Pedro I y parte para Europa para reponer en el trono de Portugal a su hija contra las pretensiones de Don Miguel. También en este año comenzó la lucha entre el bajá de Egipto, Mehemet-Ali, y Turquía, con las consiguientes com- plicaciones internacionales. El proceso y desenlace de esta cuestión véase en la nota histórica, vol. XXIII, pág. 195. 1832. — El día 16 de mayo, por muerte de Perier, Luis Fe- lipe se encarga personalmente de la presidencia del consejo y gobierno, con Montalivet y Sebastiani. El día 18 de septiembre Fernando VII. por consejo de Calomarde, deroga la pragmática, quedando vigente la ley sálica. El día 1.° de octubre, por influencia de la infanta Luisa Carlota, es destituido Calomarde y substituido por Cea || Bermúdez. Este ocupó la presidencia y la secretaría de Esta- do, José de la Cruz la de Guerra y Marina, Gualberto Gonzá- lez la de Gracia y Justicia , Antonio Martínez la de Hacienda y el conde de Ofalia la de Fomento. Más tarde pasó éste a la secretaría del Consejo de gobierno y entró en Fomento Javier de Burgos. También dejó su cartera José de la Cruz, entrando Antonio Ramón Zarco del Valle en Guerra. El día 6 de octubre el rey anula la derogación de su pragmática, quedando abolida la ley sálica. El día 11 de octubre es nombrado primer ministro de Luis Felipe, Soult, quien forma gobierno con Broglie, Thiers, Guizot y Humann. El día 15 de octubre se decreta una amplia amnistía. El día 31 de diciembre se publica solemnemente en Es- paña la pragmática que deroga la ley sálica. 1833. — El día 13 de marzo de 1833 Don Carlos, hermano de Fernando VII, mal avenido con el derecho de las mujeres a la sucesión del trono, es obligado a salir para Portugal. El día 29 de abril Don Carlos proclama sus derechos a heredar la Corona. En junio las Cortes juran reconocer a Isabel como here- dera de la Corona. El día 25 de julio de 1833 Don Pedro, emperador del Brasil, interviene en Portugal y se apodera de Lisboa en lucha con su hermano Don Miguel. El día 29 de seDtiembre muere Fernando VII. En este mes de septiembre es repuesta en el trono de Portugal María de la Gloria, bajo la regencia de su padre Don Pedro y con el régimen de la Coria de 1826. [33 31-32] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 801 El día 1.° de octubre Don Carlos da el manifiesto de Abrantes (Portugal), reclamando sus derechos al trono de España. El día 3 de octubre Cea Bermúdez pone a la firma de la reina madre un manifiesto cuyo objeto era atraer a la causa de Isabel II a los realistas y católicos. De este manifiesto son los siguientes párrafos : La religión y la monarquía, primeros elementos de vida para la España, serán respetadas, protegidas y mantenidas por mí en todo su vigor y pureza... la religión que profesa- mos, su doctrina, sus templos y sus ministros serán el pri- mero y más grato cuidado de mi gobierno... Tengo la más íntima satisfacción de que sea un deber para mí conservar intacto el depósito de la autoridad real que se me ha con- fiado. Yo mantendré religiosamente la forma y las leyes fundamentales de la monarquía sin admitir innovaciones peligrosas... Un poder estable y compacto fundado || en las leyes antiguas, respetado por la costumbre, consagrado por los siglos, es el instrumento más poderoso para obrar el bien de los pueblos... Yo trasladaré el cetro de España a manos de la reina, a quien lo ha dado la ley, íntegro, sin me- noscabo ni detrimento, como la ley misma se lo ha dado... Las reformas administrativas únicas que producen inmedia- tamente la prosperidad y la dicha, que son el solo bien de valor positivo para el pueblo, serán la materia permanente de mis desvelos. En este mismo día comienza la guerra carlista con el alzamiento en Talavera de la Reina, dirigido por Manuel González. El día 17 de octubre el gobierno declara a Don Carlos usurpador y conspirador. El día 27 de octubre son desarmados los voluntarios rea- listas de Madrid. Por este tiempo Sarsfield deja el mando del ejército liberal del Norte y lo asume Jerónimo Valdés. A últimos de año el marqués de Miraflores en un men- saje a la reina pide la convocatoria de las Cortes, y los ge- nerales Quesada, capitán general de Castilla la Vieja, y Llauder, que lo era de Cataluña, en sendas exposiciones so- licitan la destitución de Cea Bermúdez y la reunión de las Cortes. 1834. — El día 16 de enero Cea Bermúdez es substituido en la Presidencia y en Estado por Francisco Martínez de la Rosa, con Nicolás Garely en Gracia y Justicia, Justo Ara- nalde interino en Hacienda, José Vázquez y Figueroa en Marina, Zarco del Valle en Guerra y Javier de Burgos en Fomento. Más tarde en Hacienda, sucesivamente, José Imaz 802 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 32-33] y el conde de Toreno (en junio) y en Fomento Moscoso de Altamira. Fué nombrado ministro en Londres el marqués de Miraflores y en París el duque de Frías. El ministerio es liberal moderado. En el mes de febrero dimite Valdés el mando del ejér- cito del Norte y le sucede Quesada. El día 10 de abril se promulga el Estatuto real para con- tener a los constitucionales. El día 22 de abril se firma en Londres un tratado o cuá- druple alianza entre España, Portugal, Francia e Inglaterra, conviniendo una acción mancomunada de las cuatro poten- cias contra Don Miguel, pretendiente del trono de Portugal, y contra Don Carlos, pretendiente del de España. En conse- cuencia interviene España en Portugal y Don Carlos huye a Inglaterra. En mayo Quesada deja el mando del ejército del Norte, poco afortunado contra los carlistas, y lo asume Rodil. || En el mes de mayo se firma entre Pedro y Miguel de Bra- ganza la convención de Evora, que pone fin a la guerra mi- guelista. En julio Don Carlos huye de Portsmouth (Inglaterra), en donde se hallaba residenciado, atraviesa Francia y entra en España. El día 12 de julio Don Carlos da su primer manifiesto en España, el de Elizondo. El día 17 de julio se ejecuta la matanza de religiosos en Madrid. El día 24 de julio se reúnen los Estamentos de proceres y de procuradores creados por el Estatuto real. El segundo, en desacuerdo con Martínez de la Rosa, pide diversas refor- mas democráticas en un documento firmado por Antonio González, conde de las Navas, Caballero, Trueba-Cosio, Ma- nuel Cano, Joaquín López y Chacón. En este mes de julio Rodil deja el mando del ejército del Norte, poco afortunado en su lucha contra Zumalacárregui. En el mes de septiembre es proclamada mayor de edad la reina de Portugal María de la Gloria. Esta se casa con el duque de Leuchtenberg y muere el regente Don Pedro. En el mes de octubre toma el mando del ejército liberal del Norte Espoz y Mina. El día 2 de noviembre entra en Guerra Llauder El día 10 de noviembre, en Francia, Soult deja la presi- dencia a Carlos Dupin, demócrata. En el decurso de este año, en Inglaterra, el gobierno whig de Grey fué substituido por uno tory presidido por Peel. 1835. — El día 15 de enero es nombrado capitán general de 13S. 33-341 EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 803 Castilla la Nueva el general Canterac, tildado de reaccio- nario. El día 18 de enero hubo una sublevación militar en la casa de Correos. Al presentarse Canterac para reducirla es asesinado. El gobierno pacta con los sublevados que sus pe- ticiones serán llevadas a las Cortes. En el mes de enero Martínez de la Rosa modifica el mi- nisterio, quedando Juan de la Dehesa en Gracia y Justicia, Toreno en Hacienda, Vázquez Figueroa en Marina, Jeróni- mo Valdés en Guerra y Diego Medrano en Fomento. Llauder vuelve a la capitanía general de Cataluña. El día 2 de marzo muere el emperador de Austria Fran- cisco I y le sucede Fernando L Metternich, su primer mi- nistro, queda árbitro de la situación. El día 18 de abril, poco afortunado Espoz y Mina en el mando del ejército del Norte, es substituido por Jerónimo Valdés. || El día 21 de abril el general Valdés en las Amezcuas em- prende una retirada desastrosa sobre Estella. El día 28 de abril se efectúa entre los ejércitos liberal y carlista el convenio Elliot sobre la seguridad de los prisio- neros. El día 11 de mayo, al salir de la sesión del Estamento de procuradores, turbas de sediciosos atenían contra Martínez de la Rosa. El día 20 de mayo el gobierno pide inútilmente al de Francia su cooperación para terminar la guerra carlista. El día 29 de mayo el gobierno cierra las Cortes. El día 7 de junio ocupa la presidencia del gobierno y el departamento de Estado el conde de Toreno, encargándose también interinamente de Hacienda; en Guerra el marqués de las Amarillas, en Gobernación Juan Alvarez Guerra, en Gracia y Justicia Manuel García Herreros y en Marina Mi- guel Ricardo de Alava. Más tarde entró en Hacienda Men- dizábal. La tendencia del nuevo gobierno es progresista. El día 3 de julio deja el cargo de jefe del ejército del Norte el general Valdés y le sucede Luis Fernández de Cór- dova. El día 15 de julio es herido Zumalacárregui en el sitio de Bilbao. Los carlistas levantan el sitio, y el general herido muere a los pocos días. El día 16 de julio Córdova, con la cooperación de Espar- tero, gana contra los carlistas la batalla de Mendigorría. El día 22 de julio son asesinados varios religiosos en Reus. El día 25 de julio son asesinados varios religiosos y des- truidos muchos conventos en Barcelona. En el mes de julio Toreno restablece la pragmática de Carlos III contra los jesuítas. 804 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 34-35J El día 5 de agosto, en Barcelona un motín popular pene- tra en el gobierno civil y muere asesinado el general Bassa. El día 6 de agosto se ejecuta la matanza de religiosos en Valencia. El día 15 de agosto se subleva en Madrid la milicia nacio- nal. Quesada domina el movimiento. En la segunda quincena de agosto menudean las subleva- ciones de carácter liberal: el día 16 en Valladolid, el 17 en Salamanca, el 18 en Málaga, el 19 en Cádiz, el 25 en Algeci- ras, el 29 en Granada, el 30 en Sevilla ; siguen luego en Al- mería, Córdoba, Jaén, Ferrol, Coruña, Pontevedra, Lugo. Orense y también en Aragón y Cataluña. A últimos de agosto se modifica el ministerio, entrando en Gobernación Manuel de la Riva Herrera, en Guerra el du- que de Castroterreño y en Marina el almirante Sartorius. |j El día 6 de septiembre el general Córdova obliga a levan- tar el bloqueo de Bilbao puesto por el general carlista Ma- roto. El día 14 de septiembre cae Toreno y le sucede Mendizá- bal en Presidencia, Estado y Hacienda, con Martín de los Heros en Gobernación, Alvaro Gómez Becerra en Gracia y Justicia y el conde de Almodóvar en Guerra. El nuevo minis- terio es marcadamente progresista. En el mes de septiembre Espoz y Mina va de capitán ge- neral a Cataluña. El día 11 de octubre el gobierno decreta la supresión del clero regular. El día 24 de diciembre los moderados, en el Estamento de procuradores, derrotan al gobierno con motivo de un pro- yecto de ley electoral. El día 27 de diciembre es disuelto el Estamento de pro- curadores. En este año muere el rey consorte de Portugal, y la reina contrae segundas nupcias con Fernando de Sajonia-Coburgo. En el decurso de este año el gobierno tory de Peel es substituido por uno whig de Melbourne, con lord Palmers- ton en el ministerio de Negocios Extranjeros. En este año el gobierno prusiano extiende a las provin- cias renanas un real decreto de 1803 mandando que los hijos de los matrimonios mixtos fueran educados en la religión del padre, en vez de ser educados en la católica, como exige el Concilio de Trento. El arzobispo de Colonia, Clemente Augusto Droste Vischerin, de acuerdo con las prescripciones pontificias, exigió a los católicos, para autorizar tales matri- monios, el compromiso de educar los hijos en el catolicismo. El arzobispo y algún otro prelado fueron arrestados por el gobierno prusiano. [33. 35-36] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 805 1836. — El día 4 de enero un motín en Barcelona asesina los prisioneros carlistas y pide la Constitución de 1812. El día 19 de febrero el gobierno decreta la venta de los conventos extinguidos. El día 22 de febrero, en Francia, Dupin deja la presiden- cia del gobierno a Thiers, partidario de la intervención in- ternacional, principalmente en España. El día 5 de marzo es decretada la redención de los censos de propiedad monacal. Siguen diversas disposiciones anticle- ricales, entre ellas la prohibición de conferir órdenes ma- yores. El día 6 de marzo un motín en Valencia pide la Constitu- ción de 1812. El día 22 de marzo se abren las Cortes nuevas. El Esta- mento || de procuradores consta de una gran mayoría de progresistas avanzados. El día 23 de marzo estalla un motín en Zaragoza en favor de la Constitución de 1812. El día 15 de abril se verifica un desafío entre Mendizábal e Isturiz. A últimos de abril es modificado el ministerio. Mendi- zábal se queda en la Presidencia y en Hacienda, Rodil entra en Guerra, Almodóvar pasa a Estado. El día 10 de mayo la regente se niega a separar de sus mandos los generales moderados Córdova, Quesada y otros. El día 15 de mayo cae Mendizábal y forma ministerio Is- turiz, antiguo progresista pasado a los moderados. Este entra en la Presidencia y Estado, con Alcalá Galiano en Marina, el duque de Rivas en Gobernación, y más tarde Barrio Ayu- so en Gracia y Justicia, Méndez Vigo en Guerra y Félix D'Olaberriague en Hacienda. El día 17 de mayo las Cortes se muestran en abierta oposición al gobierno de Isturiz. negándole recursos eco- nómicos. El día 21 de mayo el Estamento de procuradores vota una proposición de desconfianza al ministerio Isturiz. El día 22 de mayo Isturiz disuelve el Estamento de pro- curadores. Este mismo día la regente María Cristina da un manifiesto anunciando una nueva ley electoral y acusando a los progresistas de las Cortes disueltas. El día 26 de mayo empieza en Málaga una revuelta pro- gresista. El día 16 de junio, en Cartagena, un motín popular ase- sina a diversas personas tildadas de carlistas. El día 25 de julio, en una sublevación popular y militar en Málaga son asesinados los gobernadores civil y militar, conde de Donadío y Saint-Just. 806 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 36-37] Ei día 31 de julio el desorden se propaga a Córdoba. En el mes de julio se verifican elecciones de procurado- res. Obtienen mayoría los moderados y los progresistas de derechas. A principios de agosto cunde la revolución en toda Es- paña, pidiéndose la Constitución de 1812. El día 12 de agosto hay un pronunciamiento de sargen- tos en La Granja y un motín en Madrid. Los moderados cre- yeron que no era ajeno al movimiento el embajador inglés lord Clarendon. El día 13 de agosto la regente promulga la Constitución de 1812. Como consecuencia el general Córdova deja el man- do del ejército del Norte. El día 14 de agosto se forma un ministerio progresista con José María Calatrava en la Presidencia y en Estado, Joaquín Ferrer en Hacienda, Ramón Gil de la Cuadra en |¡ Gobernación, y más tarde el marqués de Rodil en Guerra y Landero y Corchado en Gracia y Justicia. Después entra Joaquín López en Gobernación y Mendizábal en Hacienda. El día 15 de agosto los amotinados prenden y asesinan en Hortaleza al capitán general de Castilla la Nueva, Quesada. El día 6 de septiembre el marqués de Rodil, ministro de la Guerra, asume el mando del ejército liberal del Norte. El día 6 de septiembre, en Francia, Thiers deja la presi- dencia a Guizot, quien forma un gobierno de derechas con Duchatel, Gasparin y Molé. El día 9 de septiembre el gobierno decreta la ocupación de las temporalidades de los prelados expatriados, y siguen otras expoliaciones de la Iglesia. El día 17 de septiembre Baldomero Espartero toma el mando del ejército del Norte y la capitanía general de las Vascongadas. El día 24 de octubre se reúnen Cortes Constituyentes con gran mayoría progresista. En ellas se proyecta una nueva Constitución. Durante los meses de septiembre y octubre las partidas carlistas de Gómez y Cabrera penetran en Castilla, Andalu- cía y Extremadura. A mediados de noviembre Rodil deja el ministerio de la Guerra y le sucede Camba. Por este tiempo Camba encarga a Ramón Narváez la organización del ejército del Centro. El día 25 de noviembre Narváez derrota al cabecilla car- lista Gómez en Baños de la Reina y parece inminente la captura de Gómez en Alcaudete. El día 29 de noviembre, en Cabra, la división de Alaix se amotina contra Narváez. En este tiempo se ponen de ma- nifiesto las rivalidades entre Narváez y Espartero. Este mo- tín impide la captura de Gómez y ocasiona la salida de Cam- [33. 37-38] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 007 ba del ministerio y su substitución por el interino Rodríguez Vera. El día 29 de noviembre es sofocada en Madrid una su- blevación de la guarnición contra el gobierno. El día 1.° de diciembre Narváez pide la licencia absoluta. El día 24 de diciembre Espartero, con la cooperación de Oraa, gana la batalla de Luchana contra los carlistas y ad- quiere el título de conde de Luchana. En este año, después de la revolución de La Granja, se entablaron negociaciones secretas para el arreglo de la cues- tión dinástica con el casamiento de Isabel con Carlos Luis, hijo de Don Carlos. Intervino en ellas Luis Felipe. Tal vez fué resultado de ellas la expedición de Don Carlos a Ma- drid. || Durante este año una revolución triunfa en Portugal, y María de la Gloria jura la Constitución de 1822 y suprime la Carta. 1837. — El día 15 de abril, en Francia, Guizot deja la pre- sidencia a Molé, inclinado a las derechas y bien visto de Austria. El día 15 de mayo comienza en Estella la expedición de Don Carlos hacia Madrid. El día 22 de mayo Don Carlos llega a Huesca, y el 24 derrota las tropas liberales del general Iribarren entre Hues- ca y Almudévar. Iribarren muere en la contienda. El día 2 de junio, al salir Don Carlos de Barbastro, lucha con las divisiones de Oraa y le obliga a retirarse. El día 11 de junio la expedición de Don Carlos sufre un contratiempo en Gra luchando con el barón de Meer. El día 18 de junio es promulgada la nueva Constitución llamada de 1837. El día 20 de junio Don Carlos pasa por Solsona. El mismo día muere el rey de Inglaterra Guillermo IV, y le sucede su sobrina Victoria I, hija del duque de Kent, hijo cuarto de Jorge III. El día 29 de junio Cabrera gana la batalla de Cherta con- tra Borso de Carminati, dejando libre el paso del Ebro a Don Carlos. El paso tiene lugar el día 30. El día 7 de julio Espartero pasa por Logroño en dirección a Madrid para proteger la capital contra Don Carlos. El día 13 de julio, luchando con Oraa, el ejército de Don Carlos sufre un contratiempo en Chiva. El día 4 de agosto el ejército de Espartero pasa por Daroca. El día 8 de agosto la expedición de Don Carlos llega a Polo. 808 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 38-39] El día 15 de agosto el ejército de Espartero llega a vis- tas de Madrid. El día 16 de agosto, setenta y dos oficiales de la brigada de Van-Halen, del ejército de Espartero, se sublevan en Po- zuelo de Aravaca y mandan una exposición a la reina pidien- do la destitución del ministerio. Se creyó que Espartero no era ajeno al suceso, puesto que no reprimió la insubordi- nación. El día 16 de agosto, en un motín de soldados, es asesinado, en Miranda de Ebro, Rafael Ceballos Escalera, jefe de Esta- do Mayor. El día 18 de agosto la reina encarga la presidencia y el ministerio de la Guerra a Espartero, el de Hacienda a Pita Pizarro, el de Marina a Evaristo San Miguel, el de Goberna- ción a Manuel Vadillo, el de Gracia y Justicia a Ramón Sal- vato. Espartero no acepta. || El día 22 de agosto es presidente y ministrb de Estado Eusebio Bardají y Azara ; de Gobernación, Diego González Alonso ; de Gracia y Justicia, Juan Alonso Castejón, substi- tuido luego por Pablo Mata Virgili; de Hacienda, Antonio María de Seijas; de Guerra, Francisco Ramonet, substituí- do luego por el barón del Solar de Espinosa y éste después por Evaristo San Miguel. El ministerio es un complejo de elementos moderados y progresistas. El día 25 de agosto, en Pamplona, algunos batallones su- blevados asesinaron al general Sarsfield y al coronel Men- dívil El día 25 de agosto el ejército de Don Carlos, en su ex- pedición a Madrid, derrota a Buerens en Herrera de los Na- varros. El día 6 de septiembre la expedición de Don Carlos llega a Salvacañete. El día 10 de septiembre la expedición de Don Carlos llega a Saelices. El día 12 de septiembre la expedición de Don Carlos llega a Arganda, a las puertas de Madrid. El día 13 de septiembre empieza la retirada de Don Car- los a Mondé jar. El día 19 de septiembre Don Carlos, en su retirada, es atacado por Espartero en Anchuelo. El día 15 de octubre Don Carlos, en su retirada, tiene un encuentro, que le es desfavorable, con Espartero en Re- tuerta. El día 30 de octubre, en Miranda de Ebro, fueron fusila- dos los tenidos por culpables del asesinato de Ceballos Es- calera. El día 4 de noviembre son disueltas las Cortes Constitu- yentes. [33, 39 40] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 809 El día 16 de noviembre fueron fusilados en Pamplona el coronel Iriarte, el comandante Barricat y varios sargentos cómplices de la sublevación que costó la vida a Sarsfield. El día 19 de noviembre se abren Cortes nuevas con ma- yoría de moderados. El día 16 de diciembre obtiene la presidencia del gobier- no y el departamento de Estado el conde de Ofalia, con Ma- nuel Latre en Guerra, Alejandro Mon en Hacienda. Fran- cisco de Castro en Gracia y Justicia, marqués de Somerue- los en Gobernación y Manuel Cañas en Marina. Espartero, invitado, no acepta el ministerio de la Guerra. El ministerio tiene color moderado, de acuerdo con la mayoría. El día 19 de diciembre vuelve al servicio del ejército el general Ramón Narváez, encargado de organizar un ejército de reserva en Andalucía. Durante este año Gregorio XVI protestó ante el gobier- no || prusiano del arresto del arzobispo de Colonia y del obispo de Posen, lo cual fué causa de tirantez entre el go- bierno de Prusia y las provincias católicas. 1838. — El día 22 de enero el gobierno solicita sin éxito la intervención de Francia contra los carlistas. El día 28 de enero los carlistas toman la ciudad de Morella. En el mes de enero el nuevo ministerio presentó un pro- yecto de ley de Ayuntamientos, que ha de ser más tarde la causa de la caída de la regente. El día 6 de marzo es asesinado en Zaragoza el general Esteller, con pretexto de que estaba en inteligencia con los carlistas, que entraron subrepticiamente en aquella ciudad. El día 22 de julio gana Espartero la batalla de Peñace- rrada a los carlistas. El día 17 de agosto Cabrera derrota a Oraa y le obliga a levantar el sitio de Morella. A últimos de agosto, después de la batalla de Morella, se cierran las Cortes. En los meses de julio y agosto Narváez expulsa los car- listas de la Mancha. A principios de septiembre deja el poder Ofalia y le su- cede el duque de Frías en la Presidencia y en Estado, el mar- qués de Montevirgen en Hacienda, el de Vallgornera en Gobernación, Pouzo en Marina, Domingo Ruiz de la Vega en Gracia y Justicia y el general Aldama en Guerra. Las exi- gencias de Espartero motivaron el cambio de gobierno. El día 27 de septiembre Narváez es nombrado capitán ge- neral de Castilla la Vieja y separado del ejército de Andalu- cía. En este tiempo se pronuncian las rivalidades entre Es- partero y Narváez. 810 EFEMÉRIDES E ÍNDICES 133, 40-411 El día 29 de septiembre Cabrera derrota a Pardiñas en Maella. El día 14 de octubre Narváez con su ejército entra en Madrid y es ovacionado como el pacificador de la Mancha. El día 23 de octubre el gobierno, para complacer a Nar- váez, decretó ampliar su ejército hasta cuarenta mil hom- bres, debiendo ser su campo de operaciones las provincias meridionales y las del Centro. El día 23 de octubre, como consecuencia de las batallas de Morella y Maella, estalla en Valencia un motín y es ase- sinado el capitán general Méndez Vigo y varios prisioneros carlistas. Sucesos semejantes acaecieron en Zaragoza y en otras ciudades. El día 31 de octubre Espartero dirige desde Logroño una exposición al gobierno contra el nombramiento de Narváez f| y la organización del ejército de Aragón. Naiváez presenta su dimisión. El día 3 de noviembre se amotinan las milicias de Ma- drid contra el gobierno. El día 8 de noviembre cae el duque de Frías y pasa a la Presidencia y Estado Pérez de Castro, con Alaix en Guerra. Pita Pizarro en Hacienda, Lorenzo Arrazola en Gracia y Justicia, Homponera de Cos en Gobernación y Chacón en Marina. Con este gobierno se pretende satisfacer a Espar- tero. El día 13 de noviembre empieza una sublevación en Se- villa que parece favorecer los planes de Narváez y de Córdova. El día 6 de diciembre, desde Logroño Espartero acusa a Narváez y a Fernández de Córdova de ser cómplices de la sublevación de Sevilla. Se abre un proceso y los dos gene- rales huyen a Francia. El día 21 de diciembre Narváez, desde Sanlúcar de Ba- rrameda, se defiende, en un manifiesto, de las acusaciones de Espartero. 1839.— El día 18 de febrero Maroto, ya en tratos con Es- partero, fusila en Estella a los generales García, Sanz y Guergé, intransigentes. El hecho es desaprobado por Don Carlos. El día 14 de marzo Molé deja la presidencia del gobierno francés a Soult. El día 10 de mayo es modificado el ministerio, entrando en Gobernación, Marina y Hacienda, Carramolino, Primo de Rivera y Giménez, respectivamente. Más tarde el último es substituido por Ferraz y éste por San Millán. Queda de presidente Pérez de Castro. El nuevo gobierno tiene signi- ficación avanzada. T33, 41-42] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 811 El día 11 de mayo se decidieron a favor de Espartero y contra Maroto las acciones de Ramales y Guadarmino, en Santander. Por ello fué agraciado Espartero con el título de duque de la Victoria. El día 1.° de junio, por imposición de Espartero, son di- sueltas las Cortes de mayoría moderada. En las nuevas Cor- tes sólo figura un moderado, Antonio Benavides. El día 31 de agosto es el abrazo o pacto de Vergara entre Espartero y Maroto. Espartero ofrece conservar los fueros de Navarra y Vascongadas. La guerra carlista queda virtual- mente terminada. El día 1.° de septiembre se abren nuevas Cortes, con gran mayoría progresista. El día 7 de octubre es la llamada sesión de los abrazos. con aparente reconciliación de los grupos parlamentarios, el del cuartel general y el progresista, después del abrazo de Alaix con Olózaga. || El día 19 de noviembre, estando en desacuerdo el go- bierno con los progresistas exaltados, la reina disuelve las Cortes y después modifica el gobierno en sentido moderado, quedando con Pérez de Castro en la Presidencia y Estado, Francisco Narváez en Guerra. Montes de Oca en Marina. Saturnino Calderón Collantes en Gobernación, Arrazola en Gracia y Justicia y San Millán en Hacienda. Se preparan nuevas elecciones. Por este tiempo, Linage, en nombre de Espartero, desde el cuartel general de Mas de las Matas, da un manifiesto censurando la disolución de las Cortes y las coacciones elec- torales, y dando público testimonio de estar al lado de los progresistas. El gobierno pretende destituir a Linage, lo cual no consiente Espartero. Las nuevas Cortes tienen gran mayoría de moderados. 1840. — El día 10 de febrero la reina Victoria de Inglaterra se casa con su primo Alberto de Sajonia-Coburgo. El día 24 de febrero, con motivo de discutirse las actas de Córdoba, un motín popular pretende asaltar el Congreso, cuya puerta defiende Montes de Oca con un puñado de hom- bres hasta que llegan las tropas. El día 28 de febrero los carlistas pierden la plaza de Segura. El día 1.° de marzo Soult deja la presidencia del gooierno francés a Thiers. El día 18 de marzo se constituyen las nuevas Cortes con gran mayoría de moderados. Se presentan proyectos en fa- vor de la prerrogativa regia, del clero y del antiguo pro- yecto de Ayuntamientos. Por este tiempo muestra Espartero 812 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 42-43] su disconformidad, y el gobierno, en desagravio, concede la faja de mariscal a su secretario Linage. El día 8 de abril dejan sus ministerios Francisco Narváez. Montes de Oca, Calderón Collantes y San Millán, partida- rios de la destitución de Espartero, y entran Agustín Ar- mendáriz en Gobernación, Ramón Santillán en Hacienda, Juan de Dios Sotelo en Marina y Fernando Norzagaray en Guerra, substituido más tarde por Cleonard. El día 30 de mayo Espartero se apodera de Morella. Ca- brera se refugia en Cataluña. El día 8 de junio Cabrera llega a Berga. El día 11 de junio salen las reinas de Madrid para Bar- celona y llegan a esta ciudad el día 30. El día 4 de julio, con la toma de Berga por Diego León, termina la guerra civil en Cataluña, huyendo Cabrera a Francia, entrando en ella el día 6. El día 13 de julio Espartero entra en Barcelona aclamado por la multitud. i| El día 14 de julio María Cristina sanciona la ley de Ayuntamientos. El día 14 de julio Espartero, en desacuerdo con la reina por la ley de Ayuntamientos, renuncia todos sus cargos y dignidades. La reina no admite la renuncia. El día 18 de julio hay en Barcelona un motín progresis- ta contra el gobierno. Espartero y Van-Halen exigen de la reina la exoneración del ministerio. Se forma un ministeri» interino con Castillo Ayensa en Estado, Valera y Limia en Guerra, Francisco Armero en Marina. Emigran Pérez de Cas- tro y el general Cleonard. Durante el motín muere en las calles de Barcelona un capitán de milicia y abogado llama- do Francisco Balmes, tildado de moderado. El día 19 de julio la reina acepta el ministerio impuesto por Espartero: Antonio González en la Presidencia y en Gracia y Justicia, Mauricio Carlos de Onís en Estado, Vi- cente Sancho en Gobernación, José Ferraz en Hacienda, Va- lentín Ferraz en Guerra y Francisco Armero en Marina. Sancho no acepta la designación. El día 10 de agosto dimite el ministerio por discrepancias con la reina, la cual no quiere disolver las Cortes ni suspen- der las leyes votadas. El día 22 de agosto se forma el siguiente ministerio: Va- lentín Ferraz en la Presidencia y en Guerra, Onís en Estado, Armero en Marina, Manuel Agustín Silvela en Gracia y Jus- ticia, Francisco Cabelle en Gobernación y Secades en Ha- cienda. El día 24 de agosto las reinas parten para Valencia en un vapor mercante con los ministros de Estado, Guerra, Ha- cienda y Marina. [33 . 43-44] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 813 El día 27 de agosto la reina nombra un ministerio conci- liador con Modesto Cortázar de presidente, Antoine y Za- yas, Fermín Arteta y el general Azpiroz. El día 2 de septiembre triunfa en Madrid un motín pro- gresista y se forma una Junta central presidida por Joaquín Ferrer. El día 4 de septiembre la Junta central se dirige a la reina pidiendo la suspensión de la ley de Ayuntamientos. La reina, en carta autógrafa, ordena a Espartero la repre- sión del motín. El día 7 de septiembre Espartero manda una representa- ción a la reina apoyando el programa de la Junta de Madrid. El día 12 de septiembre la reina nombra un ministerio progresista con Vicente Sancho, Gómez Becerra, Dionisio Capaz, Facundo Infante y Domingo Giménez. Los nombra- dos no aceptan. El día 16 de septiembre la reina encarga a Espartero que forme gobierno. Lo forman Joaquín María Ferrer en Esta- do, || Manuel Cortina en Gobernación, Gómez Becerra en Gracia y Justicia, Agustín Fernández Gamboa en Hacienda. Pedro Chacón en Guerra y Joaquín de Frías en Marina. El día 3 de octubre la reina acepta el ministerio. El día 9 de octubre el ministerio presenta su programa ,a la reina. El día 12 de octubre la reina firma el decreto de disolu- ción de las Cortes y abdica la regencia en el gobierno. El día 17 de octubre la reina se embarca para Marsella en el vapor Mercurio. El día 2 de noviembre el gobierno regencia da un mani- fiesto insultante para los diputados que formaban la mayo- ría en las Cortes disueltas. El día 6 de noviembre varios diputados moderados de las Cortes disueltas firman una protesta contra el manifiesto del gobierno regencia. El día 14 de noviembre el gobierno regencia decreta una división parroquial en Madrid. El día 17 de noviembre la nunciatura protesta del ante- rior decreto. El día 31 de diciembre el gobierno regencia destierra al nuncio José Ramírez de Arellano, ocupa sus temporalida- des y cierra el tribunal de la Rota. A fines de año Thiers dejó la presidencia del gobierno francés a Guizot. Durante este año, Federico Guillermo IV, que entró a gobernar en Prusia, restableció la paz religiosa, reintegran- do al obispo de Posen, libertando al arzobispo de Colonia, a' quien se dió un coadjutor que rigió la diócesis, y aceptando EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 44-45] en la cuestión de los matrimonios mixtos los puntos de vista de Gregorio XVI. 1841. — En el mes de enero, el gobierno del cantón suizo de Argovia acuerda la supresión de los conventos, contravinien- do al pacto federal de 1815. Los cantones catóücos recurren a la dieta federal. El proceso y desenlace de esta cuestión se halla en las notas históricas (vol. XXIII, pág. 181, y volu- men XXXII, pág. 352). El día 19 de marzo se reúnen Cortes nuevas, en las que figura un solo moderado, Francisco Pacheco. Es elegido pre- sidente del Congreso Agustín Arguelles. El día 1.° de marzo Gregorio XVI, en el consistorio secre- to, se lamenta de las disposiciones del gobierno español. El día 19 de abril es suprimida la obra de Propaganda Fide. El día 8 de mayo, por 153 votos contra 136, se vota la re- gencia única, y por 179 es elegido regente Espartero, con- tra 103 votos en favor de Argüelles. || El día 10 de mayo queda formado el nuevo gobierno, con Antonio González en la Presidencia y en Estado, Facundo Infante en Gobernación, José Alonso en Gracia y Justicia, Pedro Surrá y Rull en Hacienda, Evaristo San Miguel en Guerra y Camba en Marina. El día 10 de julio Argüelles es elegido tutor de la reina Isabel II. El día 19 de julio María Cristina protesta desde Francia de la elección de tutor. En el mes de julio el nuevo gobierno sanciona la supre- sión de los diezmos y la desamortización de la propiedad te- rritorial eclesiástica. El día 30 de julio el ministro Alonso redacta un mani- fiesto insultante contra el Papa. El día 28 de agosto, en Inglaterra, cae el gobierno whig de lord Melbourne y le sucede uno tory, presidido por Ro- berto Peel, con lord Aberdeen en el departamento de Nego- cios Extranjeros. El día 27 de septiembre se pronuncia O'Donnell en Pam- plona en favor de la regencia de María Cristina. En el mes de septiembre la Cámara de los lores en Ingla- terra revocó la sentencia que pesaba sobre O'Connell. El día 4 de octubre se pronuncia Piquero en Vitoria y se forma allí una regencia provisional, presidida por Montes de Oca. El mismo día se pronuncian La Rocha en Bilbao y Urbiztondo en Vergara. El día 7 de octubre, en Madrid, los generales León. Con- "cha y Pezuela pretenden apoderarse de la reina y de la infanta. [33. 45-46] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 8<5 Todos estos movimientos fueron dominados, acabando con el fusilamiento de los generales Diego León y Borso de Car- minati, del brigadier Quiroga y del coronel Fulgosio, en Ma- drid, y del ex ministro Montes de Oca en Vitoria. O'Donnell, Pezuela y Concha lograron huir a Francia, y con ellos lla- món Narváez, quien no había tomado parte en los pronun- ciamientos. La sentencia contra León aparta del partido progresista a Luis González Bravo, quien, como letrado, ha- bía asesorado al defensor general Roncali. El día 12 de octubre el gobierno pide al de Francia la expulsión de María Cristina. El día 18 de octubre Guizot contesta negativamente la an- terior petición. El día 23 de octubre el pueblo se amotina en Barcelona y derriba la muralla interior de la Ciudadela, levantada por Felipe V. Los disturbios continúan hasta el 15 de noviembre. El día 29 de noviembre Espartero, de vuelta de provin- cias, es ovacionado en Madrid. En el mes de noviembre, en Inglaterra, O'Connell es ele- gido lord corregidor de Dublín. || En el mes de diciembre el embajador francés en Madrid. Salvandy, no obtiene la presentación de sus credenciales directamente a la reina. El día 26 de diciembre se abren las Cortes. Se dibuja en ellas la oposición a Espartero de las fracciones progresistas de Joaquín López, Salustiano Olózaga y Manuel Cortina. . El día 31 de diciembre el ministro Alonso lee un proyec- to de ley sometiendo la jurisdicción eclesiástica a la ordina- ria de los diocesanos. El Papa condenó este proyecto como cismático y el gobierno separó de sus diócesis a varios obis- pos que no se ajustaron a las órdenes del gobierno. 1842. — El día 6 de enero el gobierno francés retira su em- bajador de Madrid. El día 20 de enero Alonso presenta un proyecto de ley sobre asuntos eclesiásticos, negando eficacia a las disposicio- nes de la curia romana. A principios de mayo el ministro catalán Surrá y Rull. atacado por su gestión, deja el ministerio y se separa de la mayoría. Es substituido por Mendizábal. El día 28 de mayo se vota en el Congreso una censura al gobierno por las represiones del pasado octubre. El día 19 de junio, después de muy laboriosas gestiones, forma gobierno ol marqués de Rodil, quedando para él la Presidencia y el departamento de Guerra, con el conde de Almodóvar en Estado, Torre Solanot en Gobernación, Juan Antonio Zumalacárregui en Gracia y Justicia, Ramón Cala- trava en Hacienda y Dionisio Capaz en Marina. 816 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 46-47] El día 13 de julio muere el duque de Orleáns, heredero del trono de Francia, de una caída de caballo. En los días siguientes es presentada por el gobierno, discutida y aproba- da una ley de regencia por la cual quedará de regente en su tiempo el duque de Nemours, hijo segundo de Luis Felipe, y la tutela del heredero correrá a cargo de su madre. Se es- tablece la mayor edad del rey en los dieciocho años. El día 16 de julio el gobierno cierra las Cortes. Progre- sistas y moderados inician una fuerte campaña contra Es- partero, le acusan de querer prolongar la minoría de la reina, de proyectar el sacrificio de la industria catalana en favor de Inglaterra, y son llamados despectivamente ayacu- chos sus partidarios. El día 30 de octubre muchos periódicos moderados y pro- gresistas subscriben un manifiesto contra todo intento de dictadura, en favor de la libertad de imprenta y de la ma- yoría de la reina a los catorce años. Subscribieron el mani- fiesto: El Eco del Comercio, El Heraldo, El Castellano, La Posdata, El Trono, El Peninsular, El Católico, El Correspon- sal, || La Guindilla, El Español, independiente, La Revista de Madrid y La Revista de España y del Extranjero. El día 13 de noviembre hay un levantamiento general en Barcelona contra la dictadura de Espartero, contra sus pro- yectos de sacrificar la industria algodonera en provecho de Inglaterra, contra las quintas y contra las arbitrariedades de Zurbano, inspector de Aduanas en Cataluña. Van-Halen es el capitán general de Cataluña. El día 14 de noviembre se reúnen las Cortes. El día 15 de noviembre Van-Halen, impotente para res- tablecer el orden, recoge las tropas en la Ciudadela y Ata- razanas. El día 16 de noviembre Van-Halen sale para Sarriá. Ca- pitulan Atarazanas y el cuartel de los Estudios. El día 2 de diciembre Espartero llega a Sarriá. El día 3 de diciembre Espartero bombardea Barcelona. El día 22 de diciembre, restablecido el orden en Barce- lona, Espartero parte para Madrid. Durante este año, en Portugal, Costa Cabrales se erige en dictador y substituye la Constitución de 1822 por la Carta otorgada por Pedro I en 1826. 1843. — El día 1." de enero Espartero es fríamente recibido en Madrid. El día 2 de enero la prensa independiente de Madrid subscribe una manifestación contra el proyectado tratado de comercio con Inglaterra. El día 3 de enero son disueltas las. Cortes. El día 6 de febrero Espartero da un manifiesto reclaman- 33, 47-48] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 817 do la unión de los progresistas en la próxima lucha elec- toral. El día 3 de aorü se reúnen Cortes nuevas, de las cuales es elegido presidente Manuel Cortina, enemigo de Esparte- ro, aunque progresista. El día 9 de mayo forma gobierno Joaquín María López en la Presidencia y en Gracia y Justicia, con Manuel Aguí- lar en Estado, Fermín Caballero en Gobernación, Mateo Mi- guel Ayllón en Hacienda, Francisco Serrano en Guerra y Joaquín Frías en Marina. Muchos de ellos son enemigos de Espartero. El día 16 de mayo el gobierno propone el relevo de los generales Linage, Zurbano, Tena, Valentín Ferraz y mar- qués de Rodil, y de los jefes políticos de Badajoz y de Va- lencia Cardero y Camacho. todos amigos personales del re- gente. Espartero se niega a firmar los relevos de Zurbano y Linage. El día 17 de mayo dimite el ministerio después de apro- bado un voto de confianza, y se forma el nuevo con Gómez Becerra en la Presidencia y en Gracia y Justicia, Olegario ¡| de los Cuetos en Marina e interinamente en Estado, Pedro Gómez de la Serna en Gobernación, Mendizábal en Hacien- da y el general Hoyos en Guerra. El día 19 de mayo son suspendidas las sesiones, originán- dose un gran tumulto. El día 20 de mayo vuelve a celebrarse sesión, y el pre- sidente protesta de la forma en que recibió la orden de sus- pender las sesionas, y acto seguido Olózaga pronunció un histórico discurso, terminando con las frases : Dios salve al país. Dios salve a la reina. El día 23 de mayo se subleva Málaga contra Espartero, propagándose el alzamiento a Granada y Almería. El día 26 de mayo el regente disuelve las Cortes. El día 27 de mayo se sublevó Prim en Reus, plaza que tuvo que abandonar, partiendo para Barcelona. El día 29 de mayo empieza la agitación antiesparterista en Barcelona y Sabadell. El día 10 de junio se subleva Valencia y pierde su vida el jefe político Camacho. Siguen los alzamientos de Alicante y Cartagena. El día 13 de junio Van-Halen sale de Madrid para sofo- car el movimiento de Andalucía. El día 14 de junio Espartero da un manifiesto de disculpa. El día 17 de junio se subleva Sevilla. El día 19 de junio Espartero da explicaciones en otro ma- nifiesto. El día 21 de junio sale Espartero de Madrid a sofocar las insurrecciones. 52 818 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 48-49] El día 23 de junio Seoane y Zurbano. que se dirigían a Barcelona, impresionados por las deserciones, se retiran a Lérida. El día 24 de junio se subleva Valladolid y luego Burgos y Soria. Azpiroz toma el mando de los sublevados en Castilla. El día 25 de junio Espartero llega a Albacete, donde per- manece inactivo varios días. El día 27 de junio llegan a Barcelona Serrano y González Bravo para dirigir el levantamiento. El mismo día desem- barcan en Valencia los generales Narváez y Concha y el brigadier Pezuela con igual fin. El día 29 de junio se forma en Barcelona un gobierno pro- visional, con Joaquín María López de presidente y el general Serrano en todos los ministerios. Este contrae ante la Junta central de Barcelona ei compromiso de delegar el gobierno en una Junta central que se formará en Madrid con delega- dos de las provincias. Al terminar el mes de junio están sublevadas todas las capitales, excepción hecha de Madrid, Zaragoza y Cádiz. || El día 2 de julio sale Narváez de Valencia en dirección a Madrid. Simultáneamente Concha parte para Andalucía en persecución de Espartero, y Serrano y Prim salen de Bar- celona para Madrid. El día 2 de julio Van-Halen, esparterista. entra en Cór- doba. El día 4 de julio Narváez, vencida la división de Ena. en- tra en Teruel. El día 6 de julio Van-Halen se halla en Ecija amenazan- do a los sublevados de Sevilla. El día 11 de .íulio Azpiroz, con los sublevados, llega a Guadarrama, el día 12 establece su cuartel general en El Pardo y el día 13 se apodera de la Casa de Campo. El día 14 de julio Narváez llega a FuenearraL mas luego retrocede, en busca de Seoane, hacia Alcalá de Henares. El día 18 de julio ei general esparterista Van-Halen em- pieza el bombardeo de Sevilla, que duró hasta el 27. El día 19 de julio los generales esparteristas Seoane y Zurbano, procedentes de Cataluña, llegan a Guadalajara en dirección a Madrid. El día 22 de julio, puestas en contacto las tropas de Seoa- ne y de Narváez en Torrejón de Ardoz, se pasan al segundo muchos batallones del primero y Seoane cae prisionero El día 23 de julio Madrid se entrega sin resistencia a Az- piroz. Este y Narváez entran en la capital. Este mismo día es completado el gobierno, quedando López en la Presiden- cia y Estado, Serrano en Guerra, Joaquín de Frías en Mari- na, Ayllón en Gobernación y Fermín Caballero en Hacienda. Ramón Alaría Narváez se queda de capitán general de Cas- [33, 49-50 J 819 tilla la Nueva, el duque de Bailen es tutor de la reina y Olózaga su ayo. Espartero, en este mismo día, procedente de Albacete, se reúne a Van-Halen frente a Sevilla, mientras Concha recluta insurrectos para perseguirle. El día 27 de julio recibe Espartero la noticia de la en- trada de Narváez en Madrid y es levantado el sitio de Se- villa. En este mismo día Concha se halla en Villamartin per- siguiendo a Espartero. El día 29 de julio Espartero y Van-Halen, abandonados de sus tropas, huyen con sus escoltas al Puerto de Santa Ma- ría, mientras Concha llega a Cádiz. El día 30 de julio Espartero embarca en Puerto de Santa María en el Betis en dirección a Cádiz, que está también sublevada. A bordo del Betis firma su protesta, y sin tomar tierra pasa al vapor inglés Malabar. El día 1.° de agosto el nuevo gobierno disuelve el Senado. El día 3 de agosto zarpa de Cádiz el Malabar, llega el 6 a Lisboa, y sin tomar tierra sale de allí Espartero el 16, || embarcado en el vapor inglés Prometheus. para llegar el 20 a Portsmouth. El día 8 de agosto el gobierno promete declarar la mayor edad de Isabel II. El día 13 de agosto empieza en Barcelona la agitación centralista, exigiendo la formación de una Junta central en Madrid, según promesa de Serrano. El día 16 de agosto, por un decreto se priva a Espartero de sus títulos, grados y honores. El día 17 de septiembre la agitación centralista se extien- de a Zaragoza y luego a León, Valladolid, Valencia, Zamora, Vigo y otras capitales. Todas ellas son dominadas. En el mes de septiembre, en el castillo de Eu, se verifica una entrevista entre los reyes de Inglaterra y Luis Felipe, asistiendo Aberdeen y Guizot. Se convino que Inglaterra se abstendría de favorecer, para rey consorte de España, a ningún príncipe no Borbón, y que, asegurada la sucesión al trono de este país, no pondría obstáculos al casamiento del duque de Montpensier. hijo de Luis Felipe, con la infanta española María Luisa Fernanda. El día 1." de octubre se formaliza el bloqueo de Barcelo- na, y el día 7 y siguientes es bombardeada. El día 15 de octubre se reúnen Cortes nuevas. Es elegido presidente del Congreso Olózaga. González Bravo por estos días organiza el partido de la Joven España. El día 28 de octubre acaba de ser vencida la insurrección centralista en Zaragoza. El día 6 de noviembre, en Madrid, se atenta contra Nar- váez y es herido mortalmente su ayudante Baceti. El día 8 de noviembre es votada la mayor edad de Isa- ■820 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 50-51] bel II, y el día 11 de noviembre la reina jura la Constitución. El día 19 de noviembre capitula Barcelona. El día 20 de noviembre el gobierno provisional deja su lugar al siguiente: Olózaga en la Presidencia y en Estado. Manuel Cantero en Hacienda, Claudio Antón de Luzurriaga en Gracia y Justicia, Joaquín Frías en Marina y Serrano en Guerra. El día 26 de noviembre se otorga una amnistía por de- litos políticos y se revalidan los grados otorgados por el regente Espartero. El día 28 de noviembre es elegido presidente del Congre- so Pedro José Pidal, contra el candidato del gobierno López. Se hace patente el rompimiento entre moderados y progre- sistas. El mismo día, por la noche, Olózaga presenta a la reina el decreto de disolución de las Cortes y la reina lo firma. El día 29 de noviembre la reina declara ante el presiden- te del Congreso y otros personajes que el anterior decreto || se lo arrancó Olózaga por la violencia. Se levanta acta de la acusación. Olózaga es destituido y el decreto revocado. El día 1.' de diciembre, ante las Cortes, lee González Bra- vo el acta de acusación contra Olózaga, produciéndose un grave escándalo y una discusión de diecisiete días. El día 5 de diciembre González Bravo presenta a la reina el siguiente ministerio : Luis Mayans en Gracia y Justicia, José Justiniani, marqués de Peña Florida, en Gobernación, Manuel Mazarredo en Guerra y Filiberto Portillo en Marina. El día 10 de diciembre entra de ministro de Hacienda Juan José García Carrasco. El día 27 de diciembre son suspendidas las sesiones. El día 30 de diciembre la reina decreta una ley de Ayun- tamientos semejante a la que motivó la abdicación de Ma- ría Cristina. 1844. — El día 8 de enero el gobierno decreta que continúe la venta de los bienes del clero. El día 19 de enero son llamados los obispos desterrados. El día 28 de enero estalla una sublevación progresista en Alicante y el día 29 en Alcoy. El día 29 de enero muere Luisa Carlota, esposa del in- fante Don Francisco de Paula, hermano de Fernando VIL El día 1.° de febrero estalla una sublevación progresista en Cartagena y el 3 en Murcia. El día 6 de febrero, habiéndose propagado el movimien- to progresista, se declara el estado de sitio en toda España. El día 7 de febrero aparece en Madrid El Pensamiento de la Nación, semanario dirigido por Balmes. 33, 51 52] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 821 El día L° de marzo se abre el tribunal de la Rota, cerra- do desde el decreto de Espartero de enero de 1841. El día 6 de marzo se somete Alicante. El día 8 de marzo es fusilado en Alicante el jefe de la rebelión, Pantaleón Bonet, con veintitrés de los conjurados. El día 23 de marzo vuelve a Madrid la reina madre Ma- ría Cristina. El día 24 de marzo se somete Cartagena. La intervención de los cónsules evita fusilamientos. Durante los meses de febrero y marzo son reprimidos du- ramente algunos alzamientos carlistas en el Maestrazgo y en Galicia, y es desarmada la milicia nacional. El día 10 de abril el gobierno da un decreto de imprenta, exigiendo a los periódicos un depósito de 45.000 a 120.000 rea- les, dando responsabilidad al director y al autor de los es- critos y sujetando al jurado el conocimiento de sus delitos. |l El día 12 de abril se decreta crear la Guardia Civil. El día 3 de mayo González Bravo, combatido por los mis- mos moderados, cede el poder a Ramón María Narváez. quien se queda de presidente y de ministro de la Guerra, con Pedro José Pidal en Gobernación, Alejandro Mon en Hacienda, Luis M.iyans en Gracia y Justicia y Francisco Ar- mero en Marina. Para la cartera de Estado es llamado el marqués de Viluma, Manuel Pezuela y Ceballos, quien esta- ba camino de Londres para ocupar la embajada. El día 20 de mayo sale la reina con Narváez de Madrid, llega a Valencia el día 29, a Castellón el día 2 de junio, a Tortosa el día 3. a Tarragona el día 4 y a Barcelona el día 5. En el mes de mayo, en Irlanda, O'Connell es detenido, procesado como conspirador y sentenciado a un año de pri- sión y dos mil libras de multa. El día 6 de junio llega a Barcelona el marqués de Vilu- ma, nombrado ministro de Estado. El día 23 de junio llegan a Barcelona los demás ministros, y el marqués de Viluma presenta un plan de gobierno que respondía a las orientaciones dadas por Balmes en los artícu- los La discusión y el gobierno, La incertidumbre del go- bierno. La instabilidad ministerial y la incertidumbre de la situación y El nuevo ministerio (véase el tomo III de Escri- tos políticos, vol. XXV). Los demás ministros manifestaron que estaban conformes con el plan en cuanto al fin, pero no en cuanto a los medios de conseguirlo. El día 1.° de julio es aceptada la dimisión de Viluma. El día 4 de julio son disueltas las Cortes. Comienzan los preparativos electorales del partido monárquico constitucio- nal, que es el del gobierno, y del monárquico nacional, o sim- plemente monárquico, capitaneado por el marqués de Vilu- ma y apoyado y aconsejado por Balmes. 822 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 52-53] El día 8 de agosto una real orden suspende la venta de los bienes del clero secular y de las comunidades de monjas. El día 28 de agosto aparece en El Pensamiento de la Na- ción el manifiesto de la comisión central del partido mo- nárquico. Del 3 al 7 de septiembre tienen lugar las elecciones. El partido de Viluma saca una veintena de diputados. El día 16 de septiembre Martínez de la Rosa es ministro de Estado. (Complete el lector estas notas con la lectura de las efe- mérides de la vida de Balmes desde julio a septiembre de 1844, para enlazar los hechos históricos aquí señalados con la intervención que en ellos tuvo Balmes.) En el mes de septiembre vuelve la corte a Madrid. El día 10 de octubre, fecha de la mayor edad de la reina según los preceptos constitucionales, Espartero, desde Lon- dres, dirige un manifiesto a los españoles, protestando de su fidelidad a las instituciones. || El mismo día se abren las Cortes nuevas. El día 13 de octubre reciben públicamente la bendición nupcial la reina madre y Fernando Muñoz, duque de Rián- sares. El día 27 de octubre es reprimida una asonada progresis- ta en Barcelona y fusilado el oficial Antonio Saint-Just. El día 4 de noviembre un consejo de guerra condena a Prim a seis años de prisión por presunto autor de un plan de conspiración. Pronto fué indultado. El día 11 de noviembre se subleva Zurbano en Haro, y el día 13 se apodera de Nájera. El día 17 de noviembre, por los lugares de Hecho y Ansó (Pirineo de Huesca) algunos emigrados progresistas penetran en España, desarman la guarnición y matan algunos oficiales. El día 18 de noviembre es leído en el Senado el proyecto de reforma de la Constitución de 1837. El día -23 de noviembre está reprimida la sublevación de- Hecho y Ansó. Hubo algunos fusilamientos. Los días 26 y 30 de noviembre, reprimida la sublevación de Zurbano, son fusilados dos hijos suyos. El día 4 de diciembre el gobierno pide autorización a las Cortes para reorganizar los ayuntamientos y diputaciones. El mismo día, Alejandro Mon presenta un proyecto de dotación de culto y clero, al que presentaron enmiendas los diputados vilumistas. El día 5 de diciembre fué presentado al Congreso el pro- yecto de reforma de la Constitución y quedó aprobado antes de Año Nuevo. Esta Constitución fué llamada de 1845. El día 21 de diciembre se retiran del Congreso y renun- cian sus actas los diputados vilumistas, ofendidos por unas 33. 53-54] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 823 palabras del ministro de Hacienda, Mon, al discutirse una enmienda de aquéllos al proyecto de dotación del culto y clero. El día 27 de diciembre es presentada a las Cortes la ley de presupuestos. 1845. — El día 1.° de enero es sancionada la ley autorizando al gobierno para la oiganización de ayuntamientos y dipu- taciones. El día 4 de enero los diputados vilumistas. retirados del Congreso, dan un manifiesto al país. El día 8 de enero se da el decreto organizando los ayun- tamientos y las diputaciones. El día 21 de enero fué fusilado en Logroño el general Zurbano. El día 4 de febrero las Cortes votan el proyecto de con- solidación de la deuda presentada por el señor Mon. || El día 17 de febrero es presentado a las Cortes un proyec- to de ley de devolución al clero secular de los bienes no enajenados. El día 23 de febrero se aprueba una ley fijando en 159 mi- llones de reales la dotación del culto y clero. El día 3 de abril se sanciona una ley votada en Cortes sobre devolución al clero secular de los bienes no enaje- nados. El día 18 de mayo, en Bourges, abdica el pretendiente Carlos V sus derechos en su hijo Carlos Luis, conde de Mon- temolín ; éste acepta la cesión de su padre. La abdicación pudo tener por motivo hacer posible el casamiento de Mon- temolín con Isabel II. Por este tiempo se agudiza la cuestión del matrimonio de Isabel. Balmes con algunos políticos abogan en favor de Montemolín. Se proyectó el casamiento con el conde de Trá- pani, hermano de María Cristina, pero el proyecto vino a ser impopular. Fué pretendiente de Isabel su primo Enrique María de Borbón, hermano de Francisco de Asís, y am- bos hijos del infante Francisco de Paula y de Luisa Carlota. Francia había puesto el veto al candidato Leopoldo de Sa- jonia-Coburgo, patrocinado por Inglaterra, como lo había puesto Inglaterra a un hijo de Luis Felipe de Orleáns, rey de Francia. Se habló también de un casamiento con el he- redero de Portugal. El día 23 de mayo son sancionadas por la reina la nueva Constitución y la ley de presupuestos. Son cerradas las Cortes. El día 24 de mayo la reina parte para Barcelona v llega allí el día 5 de junio. El día 21 de junio, en casa de Pacheco, jefe de los llama- dos puritanos, se reúnen buen número de diputados y pe- 324 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 54-551 riodistas, quienes convienen en rechazar la candidatura del conde de Trápani para marido de la reina. El día 6 de julio se dicta un real decreto definiendo los delitos de imprenta y creando un tribunal especial para los mismos. A principios de julio, estando en Barcelona la familia real, la aplicación de las quintas produce alborotos. El día 7 fueron fusilados dos mozos en San Andrés de Palomar. Los desórdenes se produjeron también en Saba- dell, Tarrasa, Manresa, Igualada, Villafranca, Gerona, Olot y Figueras. Fueron duramente reprimidos. El día 21 de julio sale la reina de Barcelona, llega a Pamplona el día 31, a San Sebastián el día 1.° de agosto, pasa algunos días en los baños de Santa Agueda, entra en Bilbao el día 29, en Pamplona por segunda vez el día 1° de septiembre, en Vitoria el día 9 y está de vuelta en Madrid el día 13. El día 28 de julio es disuelto el Senado para rehacerlo de acuerdo con la nueva Constitución. || El día 19 de agosto la aplicación del nuevo sistema tri- butario ocasiona disturbios en Madrid. Hubo un fusilamien- to y muchos sentenciados a presidio. El día 5 de septiembre abortó un movimiento progresista en Madrid. Hubo algunas víctimas. El día 17 de septiembre un real decreto establece un nue- vo plan de estudios. En este mes va de capitán general a Cataluña Manuel Bretón. En el mes de octubre, en unas elecciones parciales re- sultan elegidos diputados por Salamanca y Valladolid los progresistas Cortina y Cantero, expatriados desde 1843. Pen- dientes como estaban de proceso, fueron absueltos por el tribunal. En el mes de noviembre la prensa de Madrid se ocupa del casamiento de la reina. En este tiempo los progresistas no tienen candidato propio, los moderados se inclinan al infan- te Don Enrique y los de extrema derecha al conde de Mon- temolín. El día 18 de noviembre se crea el Cuerpo de Alabarderos. El día 15 de diciembre se abren las Cortes con el discurso de la Corona. El día 31 de diciembre el infante Don Enrique, candidato a la mano de la reina, da un manifiesto de tonos progresis- tas, con el cual pasa a ser el candidato de éstos y pierde las simpatías de los moderados. El gobierno lo expulsa de Ma- drid y los destina al navio Manzanares, en El Ferrol. 1846. — En el mes de enero, muchos diputados de diversos partidos subscriben una manifestación contra la candidatura 33. 55-56] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 825 Trápani y exigen del gobierno que no autorice semejante casamiento. El día 26 de enero el gobierno declara que no se opon- drá a la intervención del Parlamento en el matrimonio real. En el mes de febrero, las actas de Cortina y Cantero, después de discutidas en el Congreso, son anuladas. En febrero, en Polonia, estalla una revolución cuyo foco es la república independiente de Gracovia. El día 12 de febrero dimite el gobierno Narváez. Vilu- ma rechaza el encargo de formarlo. Recibe el encargo el marqués de Miraflores, quien guarda para sí la cartera de Estado y da a Isturiz la de Gobernación, a Arrazola la de Gracia y Justicia, a Peña y Aguayo la de Hacienda, a Ron- cali la de Guerra y a Juan Bautista Topete la de Marina. Narváez recibe el nombramiento de capitán general de los ejércitos de la reina. El día 16 de marzo se produce un escándalo parlamenta- rio por haber presentado algunos diputados una proposi- ción ü que tendía a limitar la regia prerrogativa en la elec- ción de ministros. Miraflores dimite y Narváez es otra vez gobierno con las carteras de Guerra y Estado, entrando Pe- dro Egaña en Gracia y Justicia. Francisco Orlando en Ha- cienda, Javier de Burgos en Gobernación y Juan de la Pe- zuela, hermano del marqués de Viluma, en Marina. Son suspendidas las sesiones. El día 18 de marzo el gobierno da un manifiesto soste- niendo el libre ejercicio de las regias prerrogativas. En el mismo día se dicta un real decreto restringiendo la libertad de la prensa y castigando con la suspensión de- finitiva del periódico las injurias a las familias reales nacio- nales o extranjeras, y dejando vigentes los decretos de abril de 1844 y julio de 1845. El día 20 de marzo se comunica a Don Enrique, en El Fe- rrol, que debe fijar su residencia en Francia. Se le cree con> plicado en una conspiración. Don Enrique obedece la orden. El día 26 de marzo dimite Pezuela porque los demás ministros no apoyan su proyecto de ley de bolsa. El día 2 de abril, en Lugo, el coronel Solís se subleva al grito de ¡Viva la Constitución de 1837! Se adhieren al mo- vimiento las tropas de Oviedo, Santiago, Gijón, Segovia, la guardia civil y los carabineros. Se mantienen fieles las guar- niciones de La Coruña, Ferrol y Orense. El día 4 de abril, no habiendo aceptado la reina el mi- nistro propuesto para substituir a Pezuela, dimite Narváez. no admite el cargo de embajador de Nápoles y es desterrado. El día 12 de abril se forma nuevo ministerio con Istu- riz en la Presidencia y en Estado, Mon en Hacienda, Pidal en Gobernación, Sanz en Guerra y Armero en Marina. Ega- 826 EFEMÉRIDES E ÍNDICES [33, 56-57! ña, que había conservado la cartera de Gracia y Justicia, la cede a los pocos días a Joaquín Díaz Caneja. El día 23 de abril el general Concha entra en Santiago y se apodera del sublevado Solís y de otros jefes. El día 26 de abril son fusilados en el Carral, cerca de Santiago, el coronel Solís, el comandante Velasco y diez capitanes. A fines de abril son dominados los movimientos revolu- cionarios de las ciudades andaluzas, eco de los de Galicia. El día 11 de mayo un levantamiento liberal en Portugal obliga a Costa Cabrales a dejar el poder y crea una situa- ción anárquica, dividido como está el país en absolutistas, cartistas y constitucionales. El día 1.° de junio muere el papa Gregorio XVI. El día 8 de junio es castigada una intentona progresista en Bañólas (Gerona) El día 16 de junio es elegido Papa Juan María Mastai- Ferretti, que reinó con el nombre de Pío IX. || El día 27 de junio se decreta la división de las 49 pro- vincias españolas en 349 distritos electorales. El día 29 de junio, en Inglaterra, deja el poder Peel y lo toma John Russell, con Palmerston en el departamento de Negocios Extranjeros. El día 15 de julio aborta una sublevación progresista en Pamplona. El mismo día el infante Francisco de Asís, con mando en Pamplona, es invitado a un baile de palacio para el día 24. El infante se excusa. Por este tiempo había escrito una carta a Montemoiín aconsejándole el casamiento con Isabel y la renuncia de sus pretendidos derechos. El día 16 de julio el Papa otorga una amplia amnistía en sus Estados. El día 16 de agosto va a Madrid el infante Don Francisco de Asís, tenido ya por futuro rey consorte. El día 28 de agosto la Gaceta da cuenta de que Isabel II ha elegido para marido a su primo Don Francisco de Asís, duque de Cádiz. El día 8 de septiembre la Gaceta anuncia el futuro enla- ce de la infanta María Luisa con el príncipe Antonio Felipe Luis de Orleáns, duque de Montpensier, quinto hijo de Luis Felipe, habiendo de realizarse en un mismo día la boda de la reina y la de la infanta. Palmerston protesta de la boda de la infanta cerca de los gobiernos de Francia y España. El día 9 de septiembre el infante Don Enrique protesta desde Gante de cualesquiera derechos opuestos al tratado de Utrecht que pudieran recaer en los hijos del duque de Mont- pensier. El día 12 de septiembre Montemoiín da un manifiesto a 33 57-58] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 827 los españoles, ratificándose en sus pretensioes. En este tiem- po empieza la guerra montemolinista, o de los matiners, en Cataluña, con el levantamiento de Benito Tristany en Sol- sona. El día 14 de septiembre se abren las Cortes. Isturiz lee los decretos de Su Majestad relativos a las bodas. El día 15 de septiembre el Senado felicita a Su Majestad y se niega a darse por enterado del mensaje de Don Enri- que. En este mismo día Montemolín huye de Bourges y, pa- sando por Orleáns, París y Ostende, se dirige a Londres. Los días 17 y 18 de septiembre el Congreso discute el mensaje de Don Enrique, apoyando sus declaraciones Pastor Díaz. Nocedal y Pacheco. Por fin es aprobado el dictamen de la comisión felicitando a Su Majestad. En este mes de septiembre aparecen partidas montemoli- nistas en Cataluña, además de la de Tristany. El día 5 de octubre Don Enrique escribe a Espartero de- plorando los actos a que se ha visto arrastrado. || El día 10 de octubre se celebran en Madrid las bodas reales. El día 17 de octubre se da un decreto de amnistía. Por todo el mes de octubre la prensa española y extran- jera comenta las bodas reales. La inglesa se caracteriza por la violencia de sus comentarios relacionados con la boda de Montpensier y ataca duramente al gobierno de Francia. El día 19 de octubre Don Enrique escribe a Su Majestad acatando sus decisiones. El día 31 de octubre son disueltas las Cortes. El día 16 de noviembre Austria, Prusia y Rusia estable- cen la anexión de Gracovia al Austria. Este acto fué con- siderado como una represalia al golpe político dado por Luis Felipe con la boda de Montpensier, su hijo, con la infanta española Luisa Fernanda. En los días 6 y 7 de diciembre tienen lugar las elecciones. Los progresistas obtienen unos 60 puestos y 20 los puritanos. El día 31 de diciembre se abren las Cortes. En la elec- ción de presidente del Congreso, unidos los progresistas y conservadores disidentes, eligen a Castro Orozco contra el candidato del gobierno, Bravo Murillo. Cae el ministerio Isturiz. 1847. — El día 28 de enero, después de muchas intrigas, forma ministerio el duque de Sotomayor. quedándose él con la Presidencia y el departamento de Estado, y entrando Bravo Murillo en Gracia y Justicia, Seijas Lozano en Go- bernación, Santillana en Hacienda, Pavía en Guerra. Bal- dásano en Marina y Roca de Togores en el ministerio de Comercio e Instrucción Pública, de reciente creación. Poco 828 EIEMÉRIDES E ÍNDICES [33. 58-59] tiempo después Pavía es substituido por Oráa y Baldásano por Alejandro Oliván. En aquellos días María Cristina, disgustada por el des- acuerdo entre los reyes, parte para Francia. El día 15 de febrero Benito Tristany se apodera de Cer- vera, y el día 7 de marzo sorprende el destacamento del co- ronel Manzano en Tarrasa. El día 10 de marzo Pío IX concede varias reformas en sus Estados, creando un consejo de ministros o asesores para gobernarlos. El día 13 de marzo el marqués de Novaliches. Manuel Pavía, substituye a Bretón en el mando de Cataluña. El día 28 de marzo la reina, no dispuesta a destinar fue- ra de Madrid al general Serrano, destituye el ministerio y se encarga del gobierno Francisco Pacheco en la Presidencia y en Estado, Antonio Benavides en Gobernación, Salaman- ca || en Hacienda, Pastor Díaz en Instrucción Pública, Ma- zarredo en Guerra, Sotelo en Marina y Vaamonde en Gra- cia y Justicia. En el mes de abril son amnistiados Olózaga, Mendizábal y Godoy, el antiguo príncipe de la Paz, que queda con el titulo de duque de Alcudia. El día 15 de mayo cae prisionero en Llanera Benito Tris- tany, y el día 17 es fusilado en Solsona. El día 16 de mayo es sorprendido y muerto en Clariana el cabecilla montemolinista Bartolomé Porredón, llamado Ros de Eróles. El día 21 de mayo se firma en Londres un pacto encar- gando a España el restablecimiento del orden en Portugal, al que debía cooperar Inglaterra por mar. Manda las tropas españolas el general Concha El día 16 de junio el general Concha entra en Braganza. El día 7 de julio el general Concha entra en Oporto. que- da dominada la revolución y es entregado el poder al gene- ral Saldanha. El día 1.° de agosto se plantea la nueva ley de aranceles con la consiguiente crisis fabril en Cataluña e incremento de la guerra montemolinista. El día 31 de agosto cae Pacheco. Llamado Narváez, no admite la imposición de Salamanca como ministro de Ha- cienda y declina el encargo. Salamanca se encarga de for- mar gobierno. El día 1.° de septiembre Pavía es substituido por Concha, marqués del Duero, en el mando de Cataluña. El día 12 de septiembre, después de laboriosas gestio- nes, queda formado el nuevo ministerio, con Florencio Gar- cía Goyena en la Presidencia, Modesto Cortázar en Estado. Patricio de la Escosura en Gobernación, Sotelo en Marina. [33. 59-60] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 829 Córdova en Guerra, Ros de Olano en. Instrucción Pública y Salamanca en Hacienda. Este era propiamente el director del ministerio. El día 25 de septiembre se da un decreto de desamorti- zación y venta de ermitas, santuarios y cofradías pertene- cientes al clero secular. El día 26 de septiembre, por otro decreto, se enajenan los establecimientos de beneficencia. El día 3 de octubre fué exonerado el ministerio García Goyena-Salamanca y formó gobierno Narváez, quedándose él con la Presidencia y el departamento de Estado, y obte- niendo Lorenzo Arrazola el de Gracia y Justicia, Francisco de P. Orlando el de Hacienda, Luis Sartorius el de Gober- nación, Córdova los de Guerra y Marina y Ros de Olano el de Fomento. Modifícase luego y entra el duque de Sotoma- yor en Estado, Beltrán de Lis en Marina, Bravo || Murillo en Fomento, quedándose Narváez con la Presidencia y el de- partamento de Guerra. En otras modificaciones pasan por Hacienda el conde de la Romera y Alejandro Mon, entra en Estado Pedro José Pidal y en Marina Mariano Roca de To- gores. El día 13 de octubre se reconcilian los reyes. El día 9 de noviembre vuelve a tomar el mando de Ca- taluña el general Pavía. 1848. — En el mes de enero Espartero obtiene permiso para residir en Madrid. A su llegada es bien acogido por Narváez. El día 22 de febrero estalla la revolución en París, capi- taneada por Luis Blanc y el obrero Albert. Abdica Luis Fe- lipe en su nieto el conde de París. El día 24 de febrero, reunidas las Cortes de Francia en Asamblea, se niegan a proclamar rey al nieto de Luis Feli- pe. Es expulsada de Francia la familia real y proclamada la república. El día 10 de marzo Pío IX nombra un ministerio refor- mista. El día 13 de marzo hay un levantamiento en Viena con- tra Metternich, quien abandonó Austria y fué substituido por Pillensdorf. El día 14 de marzo Pío IX otorga una Constitución a sus Estados. El día 26 de marzo fracasa en Madrid una sublevación progresista. En abril aparecen partidas de republicanos en la pro- vincia de Gerona. 8,30 EFEMÉRIDES E ÍNDICES f33, 60-611 El día 7 de mayo es reprimida una sublevación republi- cana en Madrid. En la lucha murió el capitán general Ful- gosio. Fracasaron también diversos levantamientos en Se- villa el día 13 y en Barcelona el día 29. Toma incremento la guerra montemolinista en Cataluña por este tiempo. El día 17 de mayo el emperador Fernando I abandona Viena a causa del movimiento revolucionario. El día 18 de mayo Narváez da los pasaportes al embajador inglés Bulwer, presunto favorecedor de los movimientos re- volucionarios, y el gobierno inglés da por respuesta el des- pido del embajador español en Londres, Isturiz. El día 23 de junio entra Cabrera en Cataluña por Osseja y toma posesión del mando de los montemolinistas. El día 11 de julio Cabrera, Masgoret y Castells vencen al brigadier Paredes en Sant Jaume de Frontanyá. A mediados de julio los montemolinistas entran por Gra- cia en los arrabales de Barcelona. |' En agosto Cabrera sufre un descalabro en Estany. Fra- casa su intento de llevar la guerra fuera de Cataluña. Aumentan las partidas armadas de republicanos, que al- gunas veces combinan sus movimientos con los montemoli- nistas. El día 10 de septiembre Pavía es relevado, y el 19 toma el mando de Cataluña Fernando Fernández de Córdova. El día 28 de septiembre fracasa un movimiento republica- no en Barcelona. El día 17 de octubre el emperador de Austria, Fernan- do I, abandona Viena por segunda vez a causa del movimien- to revolucionario. El día 15 de noviembre estalla en Roma un movimiento popular y es asesinado el primer ministro Rossi. El día 16 de noviembre Cabrera copa la columna de Man- zano en Avinyó, cerca de Manresa. El día 24 de noviembre el Papa huye de Roma a Gaeta. A últimos de noviembre Córdova es substituido por Con- cha en el mando de Cataluña. El día 2 de diciembre el emperador de Austria, Fernan- do I, abdica en favor de su hijo Francisco José I. En diciembre hay varias defecciones entre los cabecillas montemolinistas de Cataluña. 1849. — En el mes de enero termina el movimiento repu- blicano en la provincia de Gerona, pasando la frontera el brigadier Ametller. El día 27 de enero Nouvilas vence a Cabrera en Amer. El día 4 de abril es detenido en la frontera francesa e in- 33. 61] EFEMÉRIDES HISTÓRICAS 831 temado en Francia el conde de Montemolín. que pretendía entrar en Cataluña. El día 6 de abril el cabecilla Marsal cae prisionero y su partida queda disuelta. El día 19 de abril Cabrera es batido en San Lloreng deis Piteus. El día 23 de abril Cabrera pasa la frontera por Err, y poco después el cabecilla Estartús. quedando así terminada la guerra montemolinista en Cataluña. |¡ INDICE ALFABETICO DE NOMBRES Y COSAS A. T. Abdón Terradas. Catalán, re- dactor de "El Republicano" y autor del "plan de revolución", transcrito en 8, 146-7. Abbon (850-923). Monje de Saint- Germain-des-Prés. Obra citada: "De bello Parisiacae Urbis" (poema his- tórico), 4, 532. Abelardo (Pedro) (1079-1142). Filó- sofo y teólogo francés. Sobre él Gui- zot, 4, 732-3. Sus errores, 735, 754-5, 756: 3, 473. No defendió el libre pen- samiento, 4, 736. Improvisación de Abelardo sobre Ezequiel, 744. Sus sutilezas, 744 - 5. Comparación con San Bernardo, 745-6. Los obispos de Sens sobre sus errores, 755. San Ber- nardo sobre su método y sus erro- res, 756. Su condenación por Inocen- cio II, 3, 473-4. Su arrepentimien- to, 473-4. Obra citada: "Introduc- ción a la teología", 4, 736-37. Cita- do: 1, 714; 4, 441, 731, 732-9, 744-6, 754-7 ; 5, 111; 2, 12-13; 3, 473-5; 7, 215-6. Abella (Fernando). 8, 162, 162-3, 163-4. 169. 181-2. Aben Ezra o Abraham ben Mei'r ben Esra (1092-1167). Judío raciona- lista. 3, 469. Abenamar. Seudónimo de Santos López Pelegrín (1801-1846). Funda- dor del periódico "El Mundo" (1836) y redactor de "Nosotros" y de "El Correo Nacional". También escribió algunos artículos en "El Castellano" y en "El Observador". Sobre la se- sión de los abrazos, 8, 82-3. Cita- do: 6, 17-8, 58. Aberdeen (Lord). Jorge Gordon Hamilton (1784-1860). Estadista in- glés del partido tory, 6, 307; 7, 444, 449-50 ; 866-7. Abito (San). Obispo y monje de San Benito. 6, 125-6. Aborrecido (El). Juicio falso de las causas de su situación, 3, 702. Aborrecimiento. De sí mismo : có- mo ha de ser, 5, 358. Aboubekre o Abu-Bequer. Médico, filósofo, matemático y poeta musul- mán nacido en Guadix en 1126. 3, 469. Abrahán. 5, 122-4. Abrantes (Duque de). Diputado VI- lumista en 1844. 6, 1039, 1047-8. Absolutismo. Su predominio data de la aparición del Protestantismo, 4, 670. No es lo mismo que despotis- mo, 672-3. Fué favorecido por el Pro- testantismo, 681-2. En España el Ca- tolicismo no fué causa del absolutis- mo, 696-7. Cuáles fueron las causas del absolutismo, 698. Félix Amat so- bre el de Fernando VII, 5, 187-8. Sus relaciones con el sistema represen- tativo y la república, 6 , 364. Su im- posibilidad en España, 623-4 ; 7, 88-9. Consecuencia de él es el gobierno militar, 6 , 626. Es innecesario, 7, 90-1. No lo defendemos, 160. Su compati- bilidad con los voluntarios realis- tas, 341, No es defendido por "La Esperanza", 657-8: ni por el conde de Montemolín, 790, 752-3: está en contradicción con los hechos, 931-2. La Igrésia y el absolutismo, 978-9. Su ruina en Austria y Prusia (1848), 1050. La monarquía absoluta según la "exposición de los persas", 669-70. Absolutistas. Sobre su alianza con los exaltados, 6, 468. Su comparación con los revolucionarios, 783. Abstracción. En la generalización, 2, 326. En la idea de espacio, 375-6. En la razón universal, 485. En la idea de ente, 528. En la de tiempo, 517, 568. Abulense (El). Alfonso Madrigal Tostado de Rivera (1400-1450). Obis- po de Avila desde 1449. 4, 687. Acacio. Patriarca de Constantino- pla en 471. Sobre su excomunión, 6, 178-9. Academia. Vieja, nueva v media, 3, 455. Su filosofía, 455-6. La novísi- ma, 456. Academia de Buenas Letras de Barcelona. Fundada en 1729. Admi- sión de Balmes, 1, 646-8, 651-2. Visi- ta de Balmes a ella, 656, 657-8. Cita- da : 629. Academia de la Lengua (Real) . Fun- dada en 1714. Citada: 1, XXXVIII, 630-1. Diccionario, 2, 94-5. Academo. Ciudadano de Atenas en cuya casa se enseñaba filoso- fía. 3, 437. Acaso. Significación de la pala- bra, 5, 164. Es nada, 3, 388-9. No pu- do producir ni ordenar el univer- so, 5, 164; 3 , 388; ni ordenar las par- tículas de cada astro, 5, 172-3; ni Las cifras en negrita indican el volumen; las que siguen a ellas, las páginas. 27 S34 EFEMÉRIDES E ÍNDICES formar el cuerpo humano, 3, 389-90. Accidental. En lo sensible, 2, 372-3. Accidente filosófico. Excluido en la idea de Dios, 2, 653. Depende de la substancia, 670-1, 672. La substan- cia es independiente, 669-70. Mani- fiesta la substancia, 670. Relaciones con los cuerpos, 670. Determina el concepto de substancia, 673. Com- paración con la idea de efecto, 712-3, 715-6. Accidente gramatical. En el nom- bre, 3, 312-3. Género, 312-13. Núme- ro, 313. Caso, 314. En el verbo: per- sona, número y tiempo, 327-8. Modo, 329-30. Voz, 331-2. Acción. Relaciones de acción, 2, 377. Unión de acción, 2 , 548-9. En las causas secundarias, 774 - 5. Acción moral, 3, 132. Su clasificación, 2, 771. Sus fines secundario^, 700-1. Acción gramatical, 3, 222. (Vid. Actividad.) Acción política. Fuerza social sin •ella, 6, 392. Necesidad de un hombre para la acción rápida, 447-8. Arbi- trariedades de la gubernativa, 671. La revolucionaria de los progresis- tas, 7, 897. La legislativa en las re- laciones entre el capital y el tra- bajo, 1045-6. Acento. Como falacia de dicción, 3, 72-3. Ackebar (1542 - 1605). Emperador del Mogol. 3 , 289-90. Acometividad. Facultad según Cu- bí, 8, 310. Acosta (José de) (1539-1600). Je- suíta poeta, cosmógrafo e historia- dor. Tal vez se refiere a él la ci- ta, 8, 46-7. Acquaviva (Claudio) (1542 - 1615). Quinto general de los jesuítas, ele- gido en 1579. 4, 561. Acreedores del Estado. 6, 877-8. Actas electorales. 6, 889. Actividad. Es condición de inteli- gibilidad, 2, 77. Innata en nuestro espíritu, 2, 501-2. Innata en la idea de tiempo, 597- 607. No excluye la imperfección, 657. En Dios, 659. En la inteligencia, 657-8, 780. La idea de actividad, 753, 779-80. Transitiva e Inmanente, 780. Relaciones con la causalidad, 764-5; 3, 271. En las cau- sas secundarias, 352. Dificultades de esta cuestión, 353. En los cuerpos, 358, 478. Es principio de perfecciona- mientos y transformaciones, 2, 783, y principio de determinación, 783-4. Posibilidad de la corpórea, 784-5. Opinión de Malebranche, 784-5. Con- jeturas sobre su existencia, 787. Ac- tividad interna en los actos libres, 790. En los no libres, 792-3. Influen- cia del sentimiento, 3, 26-7. Condi- ciones sociales de la intelectual, 288-9. (Vid. Causalidad, Acción.) Es necesaria a las comunidades religiosas, 5, 437-8, 440-1. La social en Grecia y Roma, 458-9 ; en Fran- cia, 459 ; en Alemania e Inglaterra, 459-60. No define la civilización, 459. Actos. Acto intelectual, 2, 421-2. Simplicidad de los humanos, 546. Simplicidad de los del espíritu, 548-9. Los de libre albedrío, 594. Los que no lo son, 596. Su moralidad, 819-20; 3, 131. Juicio sobre los humanos, 92. Los prácticos del entendimiento, 102-3. Finalidad, 102-3. Actos internos y externos de las pasiones, 5, 362-3. Prohibición nece- saria de ambos, 363-4. Derecho de Dios sobre los actos internos, 368. Adán. El primer pecado, ¡>, 119. Castigo y consecuencias, 261. Ademaro de Chabannes (988-1034). Monje e historiador. Obra citada : 'Ohronicon Aquitanicum", 4, 431. Adivinos. 8, 304-5. Adjetivo. Nombre, 3, 311. Verbo, 332. Adón (San) (799-874). Arzobispo de Viena. Historiador. Obra citada: "Historia universal (Crónica)", 4, 430-1. Adoración, 5, 348; 8, 320. Adquisividad. Facultad según Cu- bí, 8, 320. Adriano I. Papa de 772 a 795. 4, 178. Adulación en la prensa, 7, 199-200. Adulterio. En tiempo de Abrahán, 5, 122-3. Adverbio. 3, 336. Advertir y conocer, 8, 328. Afectación. 8, 339-40. Afecto. 3 249 Affre (Dionisio) (1793-1848). Arzo- bispo de París desde 1840, herido y muerto en la revolución de 1848. 3, 4-5. Aficionados (Los). 8, 329. Afilosofado. 8, 258-9. Afranicesamiento de España por los progresistas, 7, 826. Africa. Fases de su civilización, 6, 150-1. Agamenón. Personaje de la "Ilía- da", jefe del ejército sitiador de Tro- ya. 4, 573. Agar y Sara. 5, 126-7 Agell (Juan). 8, 169. Agitación. No es lo mismo que progreso, 5, 457-8, 641. La verdad y los agitadores, 8, 342. Agricultura. Para corregir la vida errante, 5, 692-3. Falta de capitales en la de Cataluña, 5, 932-3. Riegos posibles en Cataluña, 932-3. El ca- nal de Urgel y el del Ter, 933. Pro- vecto de un establecimiento agríco- la, 1, 780-81. Aguado (Eusebio). Librero e im- presor de Madrid que imprimió "El Pensamiento de la Nación" desde el número 12 al 64, la 4.a edición de 'La Religión demostrada", la 1.a del folleto "Pío IX" y la 1.a de la "Filo- sofía elemental". Cartas al mismo, 1, 634-5, 638-9, 663, 696-7, 702-3, 774- 5 , 779, 827, 847. Citado: 630 , 634, 635- 7, 640, 662, 689-90, 717-8, 734, 840-1; 5, 91; 3, 3-4. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 825 Aguessau (Enrique de). Canciller de Luis XIV y escritor (1668-1751). 8, 229-30. Aguilar (José). Profesor de Bal- mes en el seminario de Vich. 7, 776-7. Aguilar (Mariano). Presbítero de Vich, profesor del seminario en 1834; fundó un colegio privado en 1845 y fué ibi'bliotecario de la episcopal has- ta 1868. Un proceso suyo, 1, 659, 661- 2. Su colegio, 783-4; 7, 418. Citado: 1, 659-60, 661, 784; 7, 418-9. Aguiló y Fuster (Tomás) (1812- 1884). Poeta y escritor mallorquín, colaborador con Quadrado del pe- riódico "La Fe". 1, 729-30. Agustín (San) (354-430). Padre y doctor de la Iglesia latina, obispo de Hipona desde 396. Su ciencia, 5, 816-7. Sobre la permisión del mal, 8, 65-6. Sobre los reinos sin justicia, 69-70. Sobre los nombres de las he- rejías, 4, 21. Heredó el genio de Pla- tón, 44-5. Sobre las costumbres de los paganos, 137-8. Sobre la libertad del hombre, 175-6. Sobre el origen de la servidumbre, 186. Sobre la vida de los anacoretas, 416. Sobre las for- mas políticas más convenientes, 718- 9. Sobre la primacía del Papa, 6, 177. Sobre la falibilidad de los hom- bres, 3, 640. Sobre el tiempo, 2, 560- 1. Sobre el tiempo y la eternidad, 510. Su filosofía, 3, 466-7. Obras ci- tadas: "De civitate Dei", 4, 137-8, 138-9, 175-6, 516-7 ; 2, 11-2; 'KJancio- nes", 4, 546: 2, 510; "Confesiones", 8, 426-7; 2 , 554-5, 560-1, 570; "Epísto- las", 4, 433; "De libero arbitrio", 4. 416; 718-9; "De morihus ecclesiae", 416; "Soliloquia", 3, 556-9, 557. Cita- do:^, 682. 816-7, 825, 829-30, 831, 833- 4; 4, 20-21, 44-6, 137-9, 175-76, 283-4, 915-16 421, 438-9. 516, 517. 527-8, 546, 571, 597-8, 687, 715, 746-7, 752, 756; 5, 24, 290 , 317, 371-2, 392-3, 413-4, 424- 5, 633; .3 , 39-40, 65-6, 69, 260-1, 355-6; 3, 556-7, 618-9 , 640 ; 2, 12-3, 441, 555; 560, 570, 611-2 ; 3, 8. 365-6, 381, 472-3, 511, 538 ; 6, 150-1, 175-6, 178, 477-8; 7, 215-6. Agustín (San). Monje benedictino y primer arzobispo de Cantorbery, llamado el apóstol de Inglaterra. Murió probablemente en 606. 4 , 430. Ahorros (Cajas de). Institución conveniente. 5, 993-4. Ahrens (Enrique) (1808-1874). Fi- lósofo alemán adepto de Krause. Obra citada : "Curso de filosofía", 3, 529-30. 531-2. Citado: 527. Ahriman. Divinidad persa, 3, 418. Aimón de Aquitania o Aimoin. Monje del siglo X. Obra citada: "Historia de los francos", 4, 430-1. Ajedrez. Ejemplo de intuición, 3, 652-3. Alaba (Francés de). Militar y em- bajador en Francia de Felipe II en 1568. 4 , 395. Alabanza. 8, 339-40. Alabe (Isidro) (1790-1853). Militar esparterista, ministro de la Guerra en el gobierno de Arrazola (1838- 1839), cuando fué firmado el conve- nio de Vergara y por esto condeco- rado con el título de conde de Ver- gara. Substituto de Espartero en la campaña carlista, 8, 72-3. En el mi- nisterio de la Guerra, 79-80. Su abra- zo con Olózaga, 82-3. Citado: 80. Alarico I (370-410). Rey de los vi- sigodos, saqueador de Roma. 4, 277. Alba (Duque de). Fernando Alva- rez de Toledo (1507-1582), estadista. 6, 556-7; 7, 717-8. Albedrío (Libre). Doctrina de Lu- tero y Calvino, 4, 102-3. La del Cato- licismo, 233-4. Cubí sobre él, 8, 324; lo defiende, 324-5. Actos libres, 2, 790. No libres, 792-3. En el orden moral, 3, 111-2. Su existencia, 273, 353. Lo destruye el panteísmo, 2, 738-9; 3, 397-8. (Vid. Libertad.) Albert (Alejandro) (1815-1895). So- cialista francés, presidente de la co- misión de talleres nacionales. 7, 1026-7. Alberto. Príncipe de Sajonia-Co- burgo-Gotha (1819-1861). Casado en el año 1840 con la reina Victoria de Inglaterra. 7 , 724-5. Alberto Magno (1193-1280). Domi- nico filósofo y teólogo. Su sabiduría, 5, 794. Citado: 4, 454; 8. 277-8; 3, 474. 486-7. Albigenses. Su propagación, 5. 307-8. Albión. Artículo, 8 , 260. "Album Pintoresco Universal, ador- nado con exquisitas láminas inter- caladas en el texto. Colección de ar- tículos relativos a toda clase de cien- cias y artes; parte recopilados de las obras europeas más acreditadas, y parte originales escritos por los principales escritores españoles, co- mo son: Don Pedro de Madrazo, Don Eugenio de Ochoa, Don Pedro Pi- dal, Don Patricio de la Eseosura., Don Antonio María Segovia (El Es- tudiante). Barcelona. Imprenta de Don Francisco Oliva, Editor, calle de la Platería". Empezó en junio de 1841, y de él hemos visto dos to- mos correspondientes a 1841 y 1842. Fué continuación de otra revista que se venía publicando desde noviem- bre de 1838, titu'ada "El Museo de Familias". Solicita la colaboración de Balmes, 1, 656. Citado: 656-7; 5, 895. Alcalá de Henares. Su universi- dad, 4, 760-1. Alcalá Galiano (Antonio) (1789- 1865). Escritor y político, primero progresista, después ministro mode- rado con Isturiz (1836) y Narváez (1865). Juicio de Balmes sobre él, 6, 335. Reforma de la Constitución, 7, 923. Organización del país, 967. Ci- tado: 923-25, 927, 928-9. Alcalde de Tarragona (noviembre de 1843). 1, 710-11. S3G EFEMÉRIDES E ÍNDICES Alcaraz (Fermín de) (1774-1855). Capuchino, y desde 1849, obispo de Cuenca. Estuvo en Roma desde 1836 a 1842 1 832-3 Alcibía'des (450-404 a. de J. C). Político y general ateniense. 5, 312; 8, 236-7; 6, 124-5. Alcuino. Filósofo en la corte de Carlomagno. 3, 468-9. Alegre (L.'). Obrero de Vioh. 1, 671-72. Alejandría. Sus eclécticos. 3, 464. Alejandro II. Papa desde 1061 has- ta su muerte en 1073. 4, 318-9. Alejandro III. Papa desde 1159 hasta su muerte en 1181. 4, 645-6. Alejandro Magno (356-323 a. de J. C.J. Rey de Macedonia. Relación de Quinto Curcio sobre sus hechos, 3, 666. Narración bíblica, 666-7. Jui- cio sobre sus actos. 666-7. Diógenes, 447. Citado: 4, 126-7, 246, 254-6; 5, 18-9, 45-6, 312, 458-9; 3, 64-5, 441. Alemania. La incredulidad en ella, 4, 79. Su apóstol San Bonifacio, 430. El despotismo en la Alemania pro- testante, 675-6. Esplritualismo de su filosofía, 5, 332; su obscuridad, 336-7. Su filosofía en España, 337-8; y en Francia, 354. Su política comparada con la de Francia, 506-7. Su régi- men federativo, 6, 112-3. Sistema de mejoras, 125. Actitud de Pío IX con la protestante, 7, 798. (Vid. Colo- nia.) Alembert (Juan le Rond d') (1717- 1783). Geómetra, filósofo y político francés. 8, 550-1; 4, 576. Alfarabi. Filósofo árabe que mu- rió el año 950. 3, 469. Alfarrás (Marqués de). Joaquín Desvalls. 1, 780. Alfonso X el Sabio (1221-1284). Rey de Castilla y de León. Obra citada : "Las Partidas", 7, 110-1. Alfonso XI. Rey de Castilla y de León desde 1312 a 1350. 7 , 659-60. Alfonso María de Ligorio (San) (1696-1787). Teólogo y moralista. 4, 510; 5, 633-4. Algazel o Algazali (1050-1111). Fi- lósofo árabe. 3 , 469. Algebra. Su enseñanza, 8 , 553. Aplicada a la geometría, 557. Sus signos, 2, 556. Alianza (Cuádruple). La estable- cida entre Inglaterra, Francia, Por- tugal y España en defensa de los principios liberales. Fué firmada el día 22 de abril de 1834. Su ruptura por el matrimonio Montpensier, 7, 917-8. Alianza (Santa). Firmada en Pa- rís por los reyes de Francia y Pru- sia y los emperadores de Austria y Rusia con el objeto de auxiliarse mutuamente contra los revoluciona- rios. Se firmó el día 25 de septiembre de 1815. Inglaterra no quiso adherir- se a ella. Francia se separó de ella después de la revolución de 1830, que destronó la rama de los Bor- bones y entronizó la Casa de Or- leáns. ISu rivalidad con Inglaterra, 7, 926. Ella y la Iglesia, 998. Alianzas. No le convienen a Es- paña con Inglaterra, 6, 289; ni con Francia, 296-7, 298, 589; 7, 51-2. Ma- les que ésta nos ha producido, 6, 303; 7, 828. La franco-inglesa, 889; su ruptura por el matrimonio Mont- pensier, 859 , 889-90, 917-8. La del orden con la libertad, 6, 359-60. La del trono con la revolución, 7, 911-2. Alianzas de los partidos : de los revolucionarios con los absolutistas, 6, 468, 702, 992-3 ; 7, 287-8; de los re- volucionarios con los moderados, 6, 678, 732-3; 7, 169-70, 206; de los mo- derados con los monárquicos, 6, 724-5, 736-7; 7, 288-9; de progresistas, mode- rados y monárquicos, 6, 733; de mo- derados con el poder militar, 7, 326-7. Alianzas posibles de los par- tidos, 6, 729; modo de entenderlas los moderados, 7 , 373-4. Alicante. Después de su insurrec- ción, 6, 661-2; los fusilamientos, 304-5, 757-8 ; 7, 239-40, 322-3. Alier (Agustín). 1, 646-7. Alier (Pedro). Presbítero vicense amigo de Balmes. Cartas al mis- mo, 1, 691, 698-9, 703-4, 711-12 , 729, 783-4, 799-800, 817-8, 829-30, 831-2. Ci- tado: 1, 637-8, 646-7, 697-8, 710-11, 834-5, 837-8, 856-7, 895. Alimentividad. 8, 309-10, 320. Alkendi o Alkeadi. Filósofo, mate- mático y médico árabe, que vivió en Basora (Bagdad) y murió el año 873. 3, 469. Alma humana. Su existencia, 5, 8-9. Sus facultades, 8, 275; 3 , 666. Sus fuerzas latentes, 8, 282; 3, 716-7. Es inteligente, 2, 75. El alma y el pensamiento, 101-2. Su inteligibili- dad según Santo Tomás, 125, 708-9. Id. según Cayetano, 2, 75-6. Inde- terminación de este conocimiento, 707-8. Si el alma es espíritu puro, 390-1. Separada del cuerpo, 391-2, 396- 7, 680-1. Intuición de la idea de ex- tensión, 2, 407. Unidad, 2 , 430, 679- 80; 3, 352. Facultades distintas, no separadas, 8 , 275, 285-6 ; 2, 471-2. Es imagen de Dios, 478-9. Intuición de sí misma, 679. Su substancialidad, 1-2, 87-8; 3, 349. Errores de Kant, 2 , 681-2, 689 ; 3 , 349-50. Paralogismo de la personalidad según Kant, 2, 689-90. El alma según Leibniz y Des- cartes, 695-6. Su simplicidad y espi- ritualidad, 8, 324; 2 , 697-8 ; 3, 351. Error de Kant, 2, 176. Su inmortali- dad, 5, 10; 3, 185-7, 389. Explica la vida del hombre, 192-3. Su presencia en el cuerpo, 2, 381. Su comunica- ción con el cuerpo, 3, 355. La armo- na de Leibniz, 355. La causalidad ocasional, 355. El influjo físico, 357. Residencia del alma; Descartes y Buiffón, 356; los aristotélicos, 359; Santo Tomás, 8, 278; 3 , 360-1. Los materialistas, 361. El alma y el ce- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 837 rebro. 8, 275; 3, 373. El ángulo fa- cial. 364. Las dimensiones del cere- bro, 36o. La frenología, 367. Punto de vista fisiológico, 367-8. Id. psico- lógico, 369. Criterios de juicio, 370. Creación del alma, 401-2. El alma en la filosofía de la India, 412-13, 414-5. Según Meng-tsen, 416-7. Se- gún Ferecides, 420-1. Según Pitágo- ras, 424. Según Empédocles, 432. Según Platón, 437-8. Según Aristó- teles. 445. Luz del alma (pensamien- to), 8, 333. (Vid. Espíritu.) Alma de brutos. 2, 218; 3, 371. Opi- nión de Descartes. 371, 293-4. No es espiritual, 2, 217-8; 3, 373. Es inma- ¡terial, 2, 217-8; 3, 373. Su destino, í, 219. Sobre su supervivencia, 219. Comparación con el alma humana, 3, 374. Rutina de los brutos, 375. No tienen ideas ni sentimientos mora- les, 376. Almeric. Vid. Amaury de Char- tres. Alocución. De Manuel Carsy a la í milicia nacional de Barcelona, 8, 159-60. La del Papa a los cardena- les en marzo de 1841. 6, 36-7, 94-5; consiguiente manifiesto del gobier- no. 94-5; la del Papa no inculpa la nación, 106. La de Pío IX en julio de 1846, 7, 794-5. Alonso (José). Ministro progresis- ta del gobierno González en 1841, autor de un proyecto cismático. Mu- rió en 1855. Torres Amat favorable a sus proyectos, 5, 179, 201-2, 212-3. Su manifiesto de 30 de julio de 1841 contra el Papa, 8, 122; 6, 96. Su pri- mer proyecto de 30 de diciembre so- bre jurisdicción eclesiástica, 8, 128-9; 6, 172; parte dispositiva. 8, 130. Su segundo proyecto de 30 de enero de 1842, 130-1; 6. 172; parte dispositi- va, 8, 134-5. Citado: 5, 71; 8, 110, 114-5, 115-8, 121-2, 122, 128-30, 131, 132-3, 133-4, 136, 137-8 ; 6. 172, 264, ! 654, 562, 988 ; 7, 10, 234 . 979. Aló Amat de Palou y Pont (Félix) (1750-1824). ArzobisDo de Palmira en 1803 y confesor de Carlos IV en 1806. Nació en Sabadell. Crítica de sus opiniones sobre la legitimidad de los gobiernos, 4, 606. De sus ob- servaciones pacíficas, 5, 179-80; pro- hibición de sus obras, 182-4, 187-8, 200: sus opiniones comparadas con las de Santo Tomás y Bossuet, 184; sobre el restablecimiento del abso- lutismo ipor Fernando VII, 187; sus relaciones con el Nuncio, 188-9, 209- 10, 226; sus falsas imputaciones al conde rde Maistre, 189-90, 192-3, 226: sus relaciones con el obispo de Vich, 193; y con el de Barcelona, 194; y con el arzobispo de Tiro, 194. Rehusa la retractación, 195-6. Comparación con Fenelón, 196. Ma- la vindicación por el obispo de As- torga, 201. La condenación no fué resultado de intrigas, 208-9. Las re- laciones con el arzobispo de Valen- cia, 229-30. Su falta de previsión política, 231. Sus inconsecuencias, 232-3. "Apología" de su sobrino To- rres Amat, 179-234. Vid. Torres Amat (Félix). Obras citadas: "Car- tas a Irónico", 182-3, 187-8; "Diseño de la Iglesia militante", 4, 606; 5, 179, 184; "Historia eclesiástica", 220; "Observaciones pacíficas sobre la potestad eclesiástica", etc., 1, 714-5; 5, 179, 179-80, 182-3, 184, 187-8, 188-9, 193-6, 198-9, 210, 223-4, 230, 230-1, 234. Citado además: 4 , 608-9; 5, 180-2, 189-90, 192-93, 199-200, 209- 10, 220, 225. 226-7, 229, 231-4. Amat (Félix Torres). Vid. Torres Amat (Félix). Amat (Juan). Sobrino de Félix Amat. 5 , 295-6. Amatividad. Facultad según Cu- bí. 8 , 320. Amaury de Chartres o Almarico de Bene o Almeric. Murió en 1206. Profesor de teología de París con- (José Antonio de). Diputado ! denado por Inocencio III. Su pan- vilumista en 1844. Su enmienda lativa a la dotación del clero, 6, 961. Citado: 960, 961, 1047-8, 1060-1. Alteraciones orgánicas. Su distin- ción de las sensaciones, 3. 199-200. Igs^ del cerebro según Morgagni, Al vara do (Francisco). Vid. Filóso- fo rancio (El). Alvarez Maldonado (Manuel). Mi- litar isabelino. 8, 74-5. Alvarez Pérez (Gregorio). Tra- ductor de Balmes. 4, 4-5. Alvarez Pestaña (José María). Político moderado. 8, 202-3 : 7, 534-5. Alvear (Diego de). Diputado mo- derado en 1840. 8, 112-3. Amadeo I de Sabova (1845-1890). mST de España de 1870 a 1872. 7, Amalia de Sajonia (María Jose- fa) (1801-1829). Tercera esposa de Fernando VII desde 1819. 6, 388. teísmo según Leibniz, 2, 69. Cita- do: 4, 745, 748-9 ; 2, 69; 3, 270. Ambición. Sus inconvenientes, 5, 408. En las ciencias, 507. Los am- biciosos, 8, 336-8. Ambrosio (San) (340-397). Padre y doctor de la Iglesia latina y arzo- bispo de Milán desde el año 374. Los cautivos, 4, 163-4, 185. Teodosio, 314-5. La primacía de Roma, 6, 177. Obras citadas: "Comentaria ad epís- tolas B. Pauli", 4, 45-6; "De offi- ciis", 163-4, 185; "In Lucam", 6, 177. Citado: 4, 45-6; 310, 314-5, 547-8; 5, 290. Amelia de Borbón (María) (1782- 1866). Esposa de Luis Felipe de Orleáns desde 1809, hija de Fernan- do I, rey de las Dos Sicilias, y nie- ta de Carlos III. 7, 810. América. Según "El Conservador", 6, 146-73; las provincias separadas, 146-7; su raza, 148; conducta de In- S3S EFEMÉRIDES E ÍNDICES glaterra con nuestras colonias, 151; su estado social al emanciparse, 153-4, 349. El despotismo en sus re- públicas, 258. Sus relaciones con la Santa Sede, 277. Ametller. 1, 659-60. Amezcuas. Alusión a esta bata- lla, 8, 79 "Ami (I/) de la religión et du roi. Journal ecclésiastique, politique et littéraire". Así se tituló este perió- dico defensor de la restauración bor- bónica, fundado en 1814 ipor Michel Picot. Salía dos veces por semana y combatió a Lamennais aun cató- lico. En 1830, al ser proclamada la dinastía de Orleáns, quedó con el título "L'Ami de la religión", salió tres veces por semana, acentuó sus campañas contra Lamennais y su periódico "L' Avenir", y combatió a Luis Felipe. En 1840 fué director el barón de Henrion, y sus ideas evo- lucionan en sentido moderado. En 1844 entra como copropietario el abate Genoude. En 1845 lo dirige Vessyéres, y defiende los puntos de vista de Dupanloup. En 1848 es di- rector el eclesiástico Cognat, amigo también de Dupanloup, y se mues- tra transaccionista frente a "L'Uni- vers". En 1855 lo dirige el eclesiás- tico Sissons. En marzo de 1859 pasa a ser diario. En 1861 se produce una escisión entre sus redactores, y des- aparece en mayo de 1862. Fueron redactores del mismo Mons. Boulo- gne, Frayssinous, Licuy, Bonald, Henri de Riamcy, Romani Cornut, Montalembert, Ravignan, Fallout, etcétera. Biografía de M. Bastón, 5, 179-80. Citado: 1, 777-8; 5, 228. Amigo. Convertido en monstruo, 3, 677. Amistad. La verdadera, 1, 569. Ammonio Saccas (275-141 a. de J. C). Filósofo neoplatónico de Ale- jandría. 3, 258-9. Amnistía. La de 1832, 6, 237. La de los carlistas, 550. Su convenien- cia en 1846, 7 , 725-6. La concedida por Pío IX, 7, 947-9, 981. Amor. Proceso de esta [pasión, 4, 249-50; sistema de represión, 253; el matrimonio, 253-4. Norma del ver- dadero, 5, 356-7. En la visión 'beatí- fica, 397, 398-9. Religión y amor, 8, 330. Amor de Dios a sí mismo, 2, 813-4, 818. Amor de Dios funda- mento de la moralidad, 813, 816, 818; 3, 130. Precepto del amor, 129-30. Explícito e implícito, 2, 816, 818-9; 3, 130. Amor a sí mismo, 5, 355, 356, 359 ; 3, 137-8. No es término del hombre, 138-9. Amor propio, 5, 359; 3, 138. Ana Iíolena (1500-1536). Segunda esposa de Enrique VIII de Ingla- terra y madre de la reina Isabel. Fué decapitada por orden del mis- mo rey. 5, 557. Anabaptistas. Herejes de princi- pios del siglo XVI. Sus excesos, 4, 77-8, 506-7 ; inconsecuencia de Lu- tero al condenarlos, 463. La guerra contra los ricos, 5, 490. Anacleto (San). Tercer Papa, des- de el año 78 al 91. Obra citada: "Epístola ad omnes episcopos et fi- deles", 4, 46. Anacoretas. Su época, 4, 402-3. Su aparición, 414-5. Su número, 415-6 Su influencia moral, 416, 420-1. Sar Agustín sobre su vida, 416. San Pa- blo el primero de ellos, 496. "Anales de Cirugía de Francia" 3, 16-17. Análisis. 8, 333, 334. De las ideas 3, 625-6. Del principio de contradic- ción. 2, 116. Del de evidencia, 131-2. De la objetividad de las sensacio- nes, 2, 236-7. De la idea de número 2, 550. De la fórmula de la veloci- dad, 575-6. Posibilidad del de Ioí principios, 606-1. Del principio di precedencia, 755. Distinción de la síntesis, 3, 98. En la investigación 98-99. Analogía. En los argumentos, 2 93-4; 3, 72. Anarquía. Peligro de ella en las sociedades modernas, 6, 83. La de las ideas, 86. Es preferible el or den, 502. La verdadera legalidad e: la que la mata, 683-4. La oposiciór germen de anarquía, 7, 462. La ac tual (1S46) en el poder, 621. Er Portugal (1846), 674-5. Anarquía > despotismo, 4, 675; ambos apuestos a la religión, 7, 1001. Anarquía re ligiosa en el Protestantismo, 5 370-1. Anaxágoras de Clazomenes (500 428 a. de J. C). Filósofo v geóme tra griego. Su filosofía, 3, 208-9. Ci tado: 209, 225, 247. Anaximandro (610-547 a. de J. C.) Filósofo y geómetra griego. Su filo sofia, 3, '207-10. Anaximeno (550-500 a. de J. C.) Filósofo griego. iSu filosofía. 3. 421-2 Anrillon (Federico) (1767-1837). Es tadista y filósofo prusiano. 8, 484 Andalucía. Su estado en febrerc de 1844 , 6, 392-3. Andrade (Alonso de) (1590-1672) Teólogo jesuíta. Obra citada: "Avi- sos espirituales de Santa Teresa de Jesús comentados", 8, 428. Andrés (Juan) (1740-1817). JesuíUl literato. 4, 69. Andrónico de Rodas. Filósofo grle go del siglo I a. de J. C. 3, 231 Anemolio. Personaje de la "Uto pía" de Tomás Moro, 5, 590. Aniibolog-ia. Falacia de dicción 3, 72-3. Angla (Jos.4). Discípulo de Bal mes. 1, 600, 603-4 , 605, 608-9. Anglada (Imprenta de) en Vioh 5, 51. Anglicanismo. Contra Newman, 8; 62-3. Su debilidad en Inglaterra, 6 ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES V COSAS 839 205-6. Comparación con el Catolicis- mo, 215-6. Angulo facial. Según Camper, 3, 364. Aníbal (247-183 a. de J. O. Cau- dillo cartaginés. Su intuición estra- tégica. 3. 653. Citado: 5, 128 : 8 , 260; 3, 606-7. 617-8. 651-2 : 6, 150-1. Aniceto (San). Papa en el período 167-175. 6, 176-7. Aniquilamiento. Del alma de los brutos, 2, 219-20. No lo hay en el alma humana, 3, 186. Anomalías. En la idea de infini- dad, 2 . 620-1, 660. En la de línea in- finita, 619-20. 629-30. 660. En la de número infinito, 621-2. En la de su- perficie infinita, 622, 630-1, 660. En la de sólido infinito. 622, 631, 660. Explicación de las que presenta la situación de España, 6 , 29, 1037. Anónimo. Se han considerado ta- les los diccionarios, colecciones y otras obras o documentos que no tienen autor determinado y también las obras de autor desconocido. Biblioteca Popular, 5, 11. "Biogra- fía eclesiástica completa", 1, XXX- XXXI. "Biografía universal. Vida de Muratori", 5, 223. "Bul'arium or- dinis militiae Sancti Iacobi, etc.", 1, 714; 4, 637. "Carta de hermandad de los reinos de León y Galicia con leí de Castilla", 642. "Cartas edifican- tes de los PP. de la Compañía de Jesús", 3, 416. "Código de Justinia- |no", 4, 46, 757-8. "Colección hispana de cánones". 5, 978. "Crónica de Clu- ny", 474. "Chu-King" (libros sagra- dos de la China), 417. "Dictionnaire biosrraphique", 1, 658. "Education practique", 5, 473 , 477-8. "Exposición de varios 'eclesiásticos al deán y ca- bildo de Toledo", 6, 819. "Exposición del clero de Murcia al Congreso", 1026. "Exposiciones del clero de Huesca al Congreso", 1026. "Exposi- sión de varios vecinos de Santiago a S. M.", 789. "Exposición de varios vecinos de Mataró a S. M.", 788-9. "Exposición de varios vecinos de "Barcelona", 788-9. "Fuero juzgo", 4, 325-6; 5, 97-8. "Historia de la Aca- demia de Ciencias de París", 3 , 290. "Historia de la Compañía de Jesús", 290. Historia insurreccional de Irlan- da desde principios del siglo XVIII", publicada en la "Revista Españo- la", 8, 8. "Ordenamiento de Alcalá", 5, 102-3. "Logaritmos", 1, 684-5. "Ma- nifestación de varios ex diputados a Cortes" (6 de noviembre de 1840), 8, 111-2. "Manifestación declamato- ria contra el despotismo ministerial, etc." (1840), 95. "Manifiesto de los partidos coligados" (21 de agosto de 1843), 6, 488-9. "Manifiesto de la comisión central del partido monár- quico constitucional" (1844), 739. ,¡Manifiesto de la comisión central monárquica" (1844), 759. "Los Márti- res del Japón", 4, 420. "Misceláneas", I 3, 607. "Novísima recopilación", 8, 1128-9, 135-6: 6, 795-6. "Nueva recopi- lación", 4, 389-90, 391-2; 6, 607-8, 666, 795-6, 945 ; 7, 110-1, 666-68. "Reseña histórica del levantamiento de Bar- celona en 1842", por la Junta de go- bierno, 8, 146, 189-90, 190-91, 191, 195-6. "El sistema representativo en España", artículo publicado en "El Castellano", 6 , 859. "La situación y el carlismo", artículo publicado eñ "El Clamor Público", 7, 161-2. "El Trágala" (canción), 144. "Los Vedas" (libros religiosos de la India), 7, 822, 823 , 824. Anquetil - Duperron ( Abraham ) . Orientalista (1731-1805). 3, 414-5. Anseáticas (Ciudades). 4, 648T9. Anselmo. Personaje hipotético. Ejemolo de variación en el juicio. 3, 675. Anselmo (San) (1033-1109). Arzo- bispo de Cantorbery, teólogo y filó- sofo. Sobre la obediencia al poder civil, 4 , 543-4. Su método racional. 739; su método de exposición, 745-6. 751-3. Comparación entre él y Ros- celin. 745. Sobre la fe en dogmas inexplicables, 751-2. Su demostra- ción de la existencia de Dios, 753; 3, 472. Su método de conciliar la ra- zón v la fe, 472. Obras citadas: "Mo- nologium", 1, 714; 4, 739, 745-6, 751-2; 3. 472; "Prosologium", 4, 745-6. 753-4. Citado además: 543-4 . 545-6 , 731, 733- 5, 738-9 , 740, 745-6 , 752-5 : 2, 12-3, 441; 3 , 472, 473-4, 485, 493, 538. Ansó (Pronunciamiento de) en el año 1844. 6, 993; 7, 113-4, 239-40, 322-3. Antas (Conde de las). Francisco Javier de Silva Pereira (1793-1852). General portugués, presidente de la Junta de Onorto en el pronuncia- miento de 1846. 7, 872. Antecedente. En las Droposiciones condicionales. 3, 55-6. En los silo- gismos condicionales 67-8. Antieh (Noy). 1, 696-7. Antígono (320-239 a. de J. C). Rey de Macedonia. 4, 573. Antigüedades. Inscripción roma- no-imperial, 8, 390-1. Antiguo (Lo). 8. 330-1, 346-7. Do antiguo y lo nuevo en Esipaña, 5. 510. Su conciliación. 510-11. Antíoco Ascalonita. Filósofo del siglo I a. de J. C. 3, 457. Antístenes (444-399 a. de J. C.L Filósofo de Atenas. Su filosofía, 3. 447. Citado: 447, 524. Antonio Pío (86-161). Emperador romano desde el año 138. 4, 232, 238-9. Antonio Vero. Emperador romano desde el año 180 hasta 189. 5, 297-8. Antonio (Marco Cayo) (143 - S7 a. de J. O. Triunviro con Octavio y Lépido. 6, 255, 256. Antonio (Nicolás) (1617-1684). Bi- bliógrafo español. Obra citada : "Bi- blioteca nova scriptorum Hispa- niae", 8, 426-7. 840 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Antonio Abad (San) (250 - 256). Anacoreta. 8, 527 ; 4, 421. Apariencias. Distintas de la rea- lidad en el mundo corpóreo, 2, 360. Apetitos. 3, 241-2. Apocamiento. No sigue a la hu- mildad, 5, 375. Apodíctiea. Clase de demostra- ción, 3. 285-6. "Apología católica do las Obser- vaciones pacíficas del Ilustrísimo Si'. Arzobispo de Palmira, etc.", por Félix Torres Amat, obispo de As- torga. Impugnación de esta obra, 1, 714-5, 716, 179-234. Apolonio de Tiaiía. Filósofo pita- górico del siglo I. 7, 859-60. A posteriori. Demostración, 3, 285-6. Apostólicos. Secta del siglo XII. Sus extravíos, 4, 447-8. Appony (Antonio Rodolfo, conde de) (1782-1852). Embalador austría- co en París en 1846. 7, 941-2. A priori. Demostración, 3, 285-6. Apuleyo (Lucio). Nació en 120. De origen africano, cultivó la jurispru- dencia y la magia. Estando arrui- nado casó con la rica viuda Emilia Pudentila de Trípoli. 4, 143. Aquila (Conde de). Luis de Bor- bón (1824-1897). Hermano de doña Cristina. 7, 702. Arabes. Sobre la posibilidad de su transformación, 4, 421-2 Causas de su progreso. 424. Su filosofía, 3 , 469. Aragón. Su unión con Castilla, 5, 776. Mariana sobre sus fueros, 4, 587. Sus Cortes, 7, 666-7. Aragón (Alfonso de). Arzobispo de Zaragoza desde 1478 a 1520. 4, 370-1. Aranjuez (El motín de). 6 , 427. Aravaca (Manifestación de). Agos- to de 1837. 6 , 539-40. Arcesilas. Su filosofía, 3, 455-6. Archivo municipal de Vich. 1, 897. Archivo notarial de Barcelona. 1, 892. Archivos donde se conservan las cartas de Balmes, 1, 897. Arete o Aretea de Cirene. Mujer griega, cultivadora de la filosofía. Argirópilo o Juan Argirópulos (1404-1486). Filósofo griego. 4, 759-60; 3, 487. Argovia (La cuestión de). 6, 108: 7, 1007; insurrección de los católi- cos, 910-11 ; la supresión de conven- tos, 911-2; la lucha entre católicos y protestantes, 912-3; el régimen fe- deral, 914-5. Arguelles (Agustín) (1776-1844). Po- lítico liberal, redactor de las Cons- tituciones de 1812 y 1837, tutor de Isabel II. Ataca al clero en 1841, 5, 751-2. Candidato a la regencia, 8, 106. Juicio sobre él, 6, 335. Su poli- tica, 7, 5-6. Citado: 6, 50-1, 55-6, 492- 3, 624, 647-8, 810-11; 7, 125-6. Argumentación. Vid. Raciocinio. Arias Montano (Benito). Eclesiás- tico y polígrafo español (1527-1598). Sobré su Poliglota, 4, 380-1 ; 8, 48-9. Carta a ól de Felipe II, 4, 387-8, 395. Obra citada: "La Poliglota de Am- beres" o la "Biblia regia", 377-8, 380- 1, 387-88, 395; 8, 44, 48-50. Arias Tejeiro (Veremundo). Ar- zobispo de Valencia desde 1814 has- ta 1824. Su opinión sobre las "Obser- vaciones pacíficas", de Félix Amat, 5, 229-30. Citado: 230, 230-1. Aribau (Buenaventura Carlos). Poeta, periodista y economista ca- talán (1798-1862). Citado: 1, 650-1, 710, 720, 723-4, 733, 770; 5, 923-4. Ariovisto. Bárbaro del siglo I a. de J. C. 4, 268-9. Aristides (540-467 a. de J. C). Po- lítico ateniense. 8, 236-7. Aristipo. Filósofo del siglo IV a. de J. C. Su filosofía, 3, 448. Cita- do: 602. Aristocracia. Sus rivalidades con la democracia v la monarquía a fi- nes del siglo XV, 4 , 631, 679. Prepon- derancia de la monarquía sobre ella, 635 , 679-80. Como forma políti- ca, 639-40. Sus dos clases: nobleza y clero, 639-40. Causas del poder de la nobleza antigua, 641. Su necesidad, 641. Su decaimiento, 641-2; 8, 56. La del talento, fomentada por la Igle- sia, 4, 664-5. Su rivalidad con la de- mocracia causó la ruina de ambas, 679-80. Mariana sobre la aristocracia, 8, 56. Sobre la de España, 6, 90, 461, 657-8. La de Inglaterra, 8, 14; 6, 217- 8, 659-60. La aristocracia inglesa y O'Connell, 8, 14. Suplida por el alto clero, 6, 462. Es conveniente formar- la en España, 462; fracaso del Es- tatuto de Martínez de la Rosa a es- te propósito, 462. Imposibilidad de improvisarla, 660. Su misión social, 660-1. La aristocracia industrial en Cataluña, 5 , 948, 996. Aristófanes (450-385 a. de J. C). Poeta cómico griego. 3, 617-8. Aristón de Chío. Filósofo estoico del siglo III a. de J. C. 3, 454-5. Aristóteles (384-322 a. de J. C). Filósofo griego nacido en Estagira. Sobre los esclavos, 4, 142; sobre su naturaleza, 148-9. Sobre el individuo y la sociedad, 227. Sobre el infanti- cidio, 237. Sobre el ciudadano, 237-8. Sobre los destinos del pueblo, 643-4. Destronado por Descartes, 5, 502. Obscuridad de su lenguaje, 336; 3, 640. Sobre el espacio, 2, 311. Sobre los fenómenos intelectuales, 411-2. Sus categorías, 799 ; 3, 443. Vicios de argumentación, 72-3. Su filosofía, 441. Su ideología, 441-2. Su dialécti- ca, 443. Su cosmología, 443-4. Sobre el alma, 445. Sobre la divinidad, 446. Obras citadas: "Economía", 4, 142; "Etica", 600-601; "Política", 142, 148-9, 221 - 2, 227, 237 - 9, 600, 643 - 4, 685 - 6 ; "Retórica", 686-7. Citado además: 221, 600, 643-4, 685, 686, 743-5, 764 ; 5, Indice alfabético de nombres y cosas 841 248-9, 285, 336, 502, 526 ; 8, 304-5; 3, 640; 2, 12-13, 311, 355, 356, 411-2, 441, 799 ; 3, 72-3, 113-4, 365-6, 413-4, 428, 441-7, 455, 459, 467-8. 469, 470-1, 454-5, 484-5, 487, 536-7, 538. Aristotélicos. Su entendimiento, agente, 2, 427, 431, 433-4, 472. Las sensaciones y la imaginación, 432. Los fenómenos intelectuales, 432. Comparación con la doctrina de Kant, 2, 434. Aritmética. Su enseñanza, 8, 551 ; 5, 609. Sistema decimal, 2, 556. Ariz (Luis). Benedictino que es- cribió en el siglo XVII. Obra cita- da: "Historia de las grandezas de la ciudad de Avila", 8, 428. Armenter (José). Médico catalán. Murió en 1886. 8, 184, 186-7, 188-9, 195-6. Armero y Teña randa (Francisco) (1804-1867). Marino y político mode- rado. Ministro de Marina en los go- biernos de Castillo Ayensa, Antonio González y Valentín Ferraz (1840), en el de Narváez (mayo de 1844-fe- brero de 1846) y otras veces. Juicio sobre él, 7, 617-8. Citado: 8, 75; 6, 715, 881; 7, 620. Armero (J.). Diputado moderado en 1844. 7, 620. Armero (Luis). Diputado modera- do en 1840. 8, 75. Armonía. Del universo, 3, 722-3. De lo real, lo fenomenal y lo ideal, 2, 372. Preestablecida de Leibniz, 768-9 ; 3, 305-6, 505. Entre la mora- lidad y la belleza, 2, 822-3. Entre ia higiene y la moral, 3, 144. Entre la razón y la fe, 472. Arnaldo de Brescia. Hereje y re- volucionario, ejecutado en 1155. Con- tra el poder «temporal de los Papas, 7, 992. Citado: 4, 447; 7, 965. Arólas (Salvador), 8, 169, 183, 184, 186-7, 195-6. Arquelao. Filósofo griego del si- glo V a. de J. C. 3, 436. Arquímedes. Nació el año 287 a. de J. C. Geómetra y físico griego. Su abstracción, 3 , 560. Citado: 8, 574; 3, 649-50 ; 2, 341-2; 6, 851, 852. Arrazola (Lorenzo) (1797-1873). Ju- risconsulto y político moderado, mi- nistro de Gracia y Justicia en los gobiernos de Pérez de Castro (ia38- 1840), de Miraflores (1846), de Nar- váez (1847-1849) y otras veces. So- bre el matrimonio de Isabel H, 7, 103-4. Citado: 6, 513-4; 7, 179-80 , 686- 7, 1022-3. Arrio. Heresiarca que murió el año 336. 4, 25, 735, 956-7 ; 5, 111, 289- 90; 7, 215-6. Arruinado (El). Falso juicio sobre la causa de sus desgracias, 3, 702. Arte. Las matemáticas en las ar- tes, 8, 228. En Ftama y Grecia, 228. En el Catolicismo y en el Protes- tantismo, 4, 761-2. Deberes de las bellas artes, 3, 682-3. Tendencia a la unidad, 2, 31. Lo relativo en las ar- tes, 359. El arte de pensar, 8, 332-3. El de viajar, 333. El arte ramplón, 334-5. Articulaciones. (De la voz.) Sim- ples y compuestas, 3, 301-3. Artículo. Determinado e indeter- minado, 3, 316. Artim (Barón de). Embajador de Prusia en París en 1846. 7, 941-2. Artington (Enrique). Fanático in- glés del siglo XVI. 4, 719. Arzobispo de Burdeos. Fernando Francisco Augusto Donnet (1795- 1882). Lo fué desde 1836 y cardenal en 1852. 7, 784. Arzobispo de Cambray. Pedro Gi- raud (1791-1850). Lo fué desde 1842 y cardenal desde 1847. Sobre Pío IX, 7, 962-3. Algunas veces se cita a Fe- nelón por arzobispo de Cambray. (Vide Fenelón.) Arzobispo de Colonia. Clemente Augusto, barón de Droste de Vis- cherin (1773-1845). Nombrado en el año 1836. Cuestión con el Gobierno de Berlín, 6, 148-9. Obra citada: "De la paz entre la Iglesia y el Estado", 7, 22-3. Arzobispo de Granada. Pedro Gra- nada, que lo fué desde 1546 hasta su muerte en 1576. 5, 219. Arzobispo de Malinas. Engelbert Sterkx. Nombrado en 1832 y carde- nal en 1838. Invita a comer a Bal- mes, 1, 778-9. Arzobispo de Manila. José Seguí, 0. S. A., desde 1830 a 1844. Inter- viene en el asunto de una edición clandestina de "El Protestantismo" en Manila, 1, 711-2. Arzobispo de Santiago. Vid. Vélez (Rafael de). Arzobispo de Sevilla. Francisco Javier Cienfuegos. Lo fué desde el año 1825 al 1847, 7 , 784. Arzobispo de Tarragona. Vid. Echa- nove. Arzobispo de Tiro y delegado apostólico de Madrid. Vid. Giusti- niani (Santiago). Arzobispo de Toledo. Vid. In- guanzo. Arzobispo de Valencia. Vid. Arias Te.jeiro. Asambleas. Comparación entre las modernas asambleas y los antiguos concilios, 4, 163-4. Sobre la consti- tuyente de la revolución francesa de 1789, 5, 471. Descuido de las asambleas en los negocios de Ha- cienda, 6, 785-6. Su infecundidad, 447, 875-6. Las pasiones y la debili- dad de la razón en ellas, 904. Fuer- za absorbente de las populares, 800- 1, 803. Sobre la impecabilidad de las asambleas, 7, 122. Ascanio. Obisipo de Tarragona. Ya lo era en 465. Murió en 468. Carta a él del papa San Hilario, 5, 85-6. Ci- tado: 84. Ascetismo. Entre los gentiles y entre los cristianos, 4, 494-5. Asesinatos. De sacerdotes en 1834 842 EFEMÉRIDES E ÍNDICES y 1835, 5, 716-7. De Escalera y Sars- field, 717: 7. 79-80. 364-5. De Quesa- da, 5, 717-8; 7, 79-80, 364-5. De Bas- sa, 5, 982. 984 ; 7, 79-80, 364-5. De Ca- macho, 57-8. De Saint-Just, Dona- dío, Canterac, Méndez Vigo y Es- tener, 79-80. Del duque de Berry, aludido en 6, 85-6. Asia. Diferencia entre sus monar- quías y las de Europa, 4 , 659-60; so- bre esto el conde de Maistre. 660-1. Fases de su civilización, 6, 150-1. Asociación. De representaciones en la imaginación. 3, 228-9. De ideas v palabras, 229-30. De hombres en la sociedad, 3, 257-8; es condición de prog-reso, 158. De los primeros cris- tianos, 4, 4C2. De las ciudades an- seáticas, 648-9. Espíritu de asocia- ción, 8, 331-2. E.n Cataluña, 5, 933-4. Asociación nacional de Irlanda, 8, 26-7. Astrólogos. Los antiguos, 8, 304-5. Astros. La medida del tiempo, 2, £33-4. Astucia. Su política, 8, 335-6. Asuntos eclesiásticos. Sobre el proyecto de Alonso de 20 de enero de 1842. 6, 172, 280-1. Situación lasti- mosa del clero, 26-1, 900-1, 1025. Fal- ta de obispos. 265-6; de instrucción eclesiástica, 266 - 7. Prohibición de conferir órdenes, 268. Necesidad de un concordato o convenio, 276. 283- 4; 7, 4, 17; 8, 136, 163 , 333-4, 537, 598- 0. 915-6. Sobre la confirmación de obispos sin el Papa, 6, 284-5. Incom- petencia del poder civil en los asun- tos eclesiásticos. 6 , 511, 563-4 , 566-7, 824, 937-8; 7, 152-3. Contraste entre el ministro de Gracia y Justicia (Mayans) v el de Hacienda (Carras- co) en 1844, 6. 578. Llegada a Ma- drid de los obisipos de Palencia y Calahorra. 583. Exposición del par- tido de Vich en favor de un arreglo 317-8. Atolondrados. Ejemplo de aten-J ción defectuosa, 3, 558-9. Atomismo. En la constitución de¡ los cuerpos, 2, 673. El de Leucipo >t Demócrito, 3 , 429-30. De Gassendif 495-6. Atributo. En un juicio, 3, 43-4. Los atributos de Dios, 5 , 7-8, 403. Audición. Como sensación, 2, 215 3, 203, 210-1, 216. Audiencia. La de Granada contra las arbitrariedades de la acción gu bernativa, 6, 671. Augusto. Vid. César Augusto. Augústulo (Rómulo). Ultimo em perador romano de Occidente, de puesto en 475 por el rey de los bár baros Odoacro. 7, 951. Aulés. Citado: 1, 687-8. Aulo Gelio (125-175). Crítico y gra mático. 8, 303-4. Aumale (Enrique Eugenio Felip< Luis, duque de) (1822-1897). Cuart. hijo de Lurs Felioe, rey de Francia Atentado de Quenisset, 6, 117-8, 129 30. Citado: 7, 943-4. Aupertho o Autperto o Auberto Obispo de Cambray en 633 e impul sor de las letras. 4, 430. _ Aureliano (Claudio) (214-275). Em perador romano desde 270. 5 , 297-8 Aureliano rías, 637. Criterio de los modera- >s en la obediencia, 7, 373. Origen i la autoridad civil. ("Vid. Políti- k) Autoridad humana, 4, 68; 2, 2; 3, 93-4; 283. Condiciones para i valor, 593 , 93-4. La científica; su ilidad, 663. Sus modificaciones en s tiempos modernos, 198. Certeza i que produce; 2, 25. Criterio de au- toridad. 3. 82. La paterna, 3, 151. La legítima, 133. Avaricia. 5, 408-9. "Avenir (L,')". Periódico fundado en octubre de 1830. Cesó en no- viembre de 1831. Fueron redactores del mismo: Lamennais (director), Gerbert, Rohrbacher, Lacordaire, Charles de Coux, Ad. Bartels, Mon- talembert, Daguerre, Ault. Dume- nil. Sostuvo el liberalismo político, la soberanía del pueblo, la libertad de conciencia, de pensamiento y de la prensa, la separación de la Igle- sia y del Estado, etc. Sus doctrinas fueron condenadas en la encíclica "Mirari vos", de agosto de 1832. La- mennais no se sometió y se separó de sus compañeros y de la Iglesia católica. 6, 571-2. Aven-oes (1126-1198). Filósofo ára- be cordobés. 3, 469. Avicenna (980-1037). Médico y fi- lósofo árabe, natural de Persia. 3, 469. Aviles (Pascual). Presbítero de Villacañas en 1844. 6, 568-9. Aviraneta (Eugenio). Intrigante al servicio del Gobierno liberal. Sobre el abrazo de Vergara, 8, 293. Axiomas. Falsos, 3, 84-5. Científi- cos, 285-6. Ayacuchos. Nombre que se dió despreciativamente a los militares que eran reputados como responsa- bles de la derrota de Ayacucho, que hizo perder la América para Espa- ña. La mayor parte de ellos eran esparteristas en el período de la pu- janza de Espartero (1839-1843). Su alianza con Espartero, 8, 348. Ayala y Moría (Pablo). Diputado moderado en 1840. 8, 112. Ayuntamientos. Perturbaciones producidas por la lev de Ayunta- mientos en 1843, 6, 393-4. Su fuer- za, 432-3. Sometidos al trono, 435-6. Necesidad de reformarlos, 964-5. Dis- crepancias de los liberales en cuan- to a su organización, 7. 898-9. Azara (José Nicolás). Marqués de Nibiano (1730-1804). Diplomático de Carlos III en Roma. En defensa de Palafox, 5, 219-20. Azpiroz (Francisco Javier) (1797- 18G8T. Militar adicto a los modera- dos. Pronunciado contra Es-artero, en julio de 1843 entró con Narváez en Madrid, 6, 336. B J. C. Tal vez deba decir D. J. C, iniciales de D. Jaime Cabot, pres- bítero catalán, impugnador de las doctrinas de Torres Amat. Obra ci- tada : "Algunas serias reflexiones sobre la carta pastoral del ilustrí- simo Sr. D. Félix Torres Amat...", 5, 199-200. Citado: 224-5, 225. Babel. La confusión de lenguas, 5, 122. 844 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Babra (Librería), en. Barcelona. 1, 897-8. Bacon (Roger) (1214-1294). Fran- ciscano inglés, físico, filósofo y teó- logo, llamado "Doctor mirabilis". Su método científico, 3, 486-7. Citado: 5, 848. Bacon de Verulamio (1561-1626). Estadista y filósofo inglés. Sobre el arte de observar, 3, 557. Sobre filo- sofía y religión, 698; 2, 405. Su mé- todo, 3, 489. Obras citadas: "De dig- nitate et augmentis scientiarum", 557, 489; "Novum organum", 489. Ci- tado además: 5, 848; 4, 35-6; 5, 285; 8, 303; 3, 617-8; 2, 12-3, 405; 3, 486-7, 489, 496. Badía (Jaime). 8, 169. Bailen. El monumento a la batalla do Bailén, 7, 881. Idea nacional, no de partido, 881-2. Bailtv. Fundidor e impresor en París, 1, 775-6, 779, 796. Balansó (S.). Apoderado de la ca- sa editorial Tauló en 1844. 1. 736-7. Balbo (César) (1789-1854). Litera- to y político piamontés. 7, 1027. Bale. Su universidad, 4, 760-1. Balmaseda (Juan Manuel) (1800- 1846). General carlista que no acep- tó el convenio de Vergara. 6, 712. Balmes (Ana). Hermana de Jai- me Balmes. 1, 696-7, 707, 894-5. Balmes (Francisco). Abogado en Barcelona y capitán de milicia, que por ser tildado de moderado fué ase- sinado en las calles de Barcelona en el motín esparterista de julio de 1840. ¡8, 94-5; 7, 780. Balmes (Jaime). Curtidor en Vich, padre de nuestro Balmes. Su tras- lado a Barcelona, 1, 695-6; su vida en Barcelona, 697; su muerte, 697-8, 698-9. Citado: 892, 894, 895. Balmes y Urpiá (Jaime). Notas biográficas : "Efemérides balmesia- nas", 8 , 783; "Vindicación personal", 7, 772; urólogos editoriales, 1, 659; 8, 395, 647; 5, 653; 4, 3; 5, 3, 241, 751, 891: 2. 4; 3. 3: fi. 3. 183, 379. 99S, »?7; 7, 3, 205, 423, 631, 821. Las hay tam- bién numerosas esiparcidas en el "Epistolario", 1. (Vid. Viajes de Bal- ines.) Balmes (Magdalena). Hermana de Jaime Balmes, casada con Pedro Boada. 1, 691-2 , 894, 895-6. Balmes (Miguel). Hermano mayor y heredero de Jaime Balmes, cur- tidor de pieles en Vich, trasladado a Barcelona en 1841, en donde tuvo un obrador para la fabricación de sombreros y hules. Nació en 1808. Cartas al mismo, 1, 563 , 673-4, 677- 8, 687-8, 689-90, 727, 838. Sobre la impresión de "El Protestantismo" en inglés, 673-4, 687-8. Sobre la edi- ción francesa de 'El Protestantis- mo", 674-5, 678-9 , 6S1, 689-90. Sobre el éxito de este libro en España, 675. Sobre el viaje a París y Lon- dres en 1842, 674-5. Sobre unas má- 1 quinas de cortar el pelo de las pie- les, 679. Sobre el viaje de París a Madrid por Burdeos (1842), 690. So- bre el viaje de Madrid a Santan- der (1847), 888. Tiradas de la "Filo- sofía elemental", de 'Escritos poli- ticos" y de la 5.» edición de "La Religión demostrada", 888. Le con- suela por la muerte de su hija, 727. Citado: 563, 582-3 , 634 , 652-3 , 654-59, 662, 663-4 , 665-7, 670-2, 673-4 , 677-8, 687-8, 683-90, 695j6, 704-5, 709-10. 711, 727, 737. 737J8, 749-50, 806, 806,7, 808-9, 809, 817-8, 830, 834-5, 838, 854-5, 893-6. "Balmes y su crítico" o raciocinio» y sentimientos. Defensa que hizo de Balmes el presbítero Manuel Mar- tínez, guardando el incógnito, mo- tivada por dos folletos que impug- naron el "Pío IX" de Balmes, uno de autor anónimo, titulado "Crítica del fol'eto Pío IX" (Madrid, 1848), y otro, "Reflexiones sobre los escritos del nresbítero D. Jaime Balmes", por D. Tomás Mateo, doctor en ju- risprudencia (Madrid, 1848). 1, 854-5. Bal mis ta (Minoría). Llamada también vilumista o monárquico-na- cional. Sobre ella, 6, 827. Su enmien- da al provecto de dotación del culto y clero, 1036-7. Su retirada del Con- greso, 1036. (Vid. Partidos.) Barba (Félix). Socio de Balmes en la edición francesa de "El Pro- testantismo" y diputado a Cortes en 1840. Carta al mismo, 1, 681. So- bre la edición francesa de "El Pro- testantismo", 681-2. Citado: 641-2, 677-8. Bárbaros. La Iglesia ante su irrupción, 5 , 684 , 54. Después de ella, 685-6 . 290. Los del Norte seerún Thierry, 697-8. Su estado social, 700-1. Su individualismo, 702. La sociedad entre ellos según Guizot, 4, 208-9. El individuo entre los bárbaros ger- manos, 210-1. Su respeto a la mujer, 267. Sobre sus costumbres, 275-6. El cristianismo en la irrupción de los bárbaros, 276-7. Misión providen- cial de los bárbaros, 276-7. Sidonic sobre los bárbaros, 276-7. Las eos-I tumbres desnués de su irrupción,|i 310, 311. Particularidades de su có- digo crimina], 324-5. Guizot sobrti) los castigos de los bárbaros, 325. i La transformación de los bárbaros! en Occidente, 421. El cristianismo contrarrestando la barbarie, 440-1. La civilización triunfa de los bár- baros en la Edad Media, 462-3. La, filosofía después de la irrupción, S. 467-8. Barcelona. Su antiguo comercio, 4, 662; sus gremios, 651-2. Una epide- mia en 1839, 1. 613-4. Venida de la reina gobernadora, 8, 85-6; 6. 17; entrada de Espartero, 8, 86. Sucesos de 1842, 146. Los republicanos, 146-7. Parte del capitán general al gobier- no en 14 de noviembre de 1842, 150-1; el del día 15, 152; su comunicación ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS S45 a la* Junta provisional de gobierno en 15 de noviembre de 1842, 152. Carácter del levantamiento, 151,2. Enojo contra Zurbano. 156, 189. Ma- nifiesto de Juan Manuel Carsy a los catalanes en 15 de noviembre de 1842, 159-60. Constitución de la Junta popular provisional, 160-1 ; su manifiesto" en 16 de noviembre de 1842, 161. Constitución de la Junta central de gobierno, 162; su mani- fiesto de 17 de noviembre, 162; el del 19, 163; el del 20, 168-9; el del 25, 181-2. Van-Halen proyecta el bombardeo, 165. Constitución de la Junta consultiva, 168-9. Comunica- ciones de la Diputación Provincial al capitán general: del 20 de no- viembre, 170; del 21, 173-4; del 22, 175: del 23, 177-8; del 24, 180; del cónsul británico al mismo, 165: del francés, 166; del capitán general a los cónsules, 166, 167; del mismo a la Diputación Provincial del día 20 de noviembre, 163-4; del 22, 174; del 23, 176-7. Constitución de la segunda Junta de gobierno, 183. Vie- ne Espartero, 184. Responsabilidad de éste en el bombardeo, 185-6. Constitución de la tercera Junta de gobierno, 186-7; su manifiesto de 30 de noviembre. 188-9; de 1 de di- ciembre. 194. El bombardeo, 71-2, 194; 5, 905; 6, 196, 452. Da rendición, 8. 198-9. Erogación de doce millones, 199. Devantamiento contra Espar- tero en 1843, 1, 703-4 ; 8, 216. Diálo- go de Barcelona y Montjuich, 905. La religión en Barcelona, 909. En la antigua, 909. En la actual, 909. Cultos de acción de gracias, 913. Arraigo de la religión, 920. Serie de seis artículos sobre Bar- celona, 955. Causas de su prosperi- dad, 955-6. Coteio con Madrid, 955-6. Sus enemigos, 957. Su preponderan- cia, 959. La cuestión del derribo de las murallas, 962-3. Las causas de sus revueltas, 973. No son debidas al provincialismo, 974. Situación cuando la guerra de la Independen- cia, 981. De 1814 a 1820, 981. La revo- lución de 1820, 981. La restauración de 1823. 981-2. Situación en 1832, 981-2. Las revueltas de 1833, 982. Asesinato del general Bassa, 982- 7, 79-80, 364-5. El incendio de los con- ventos en 1835. 5. 982. Reacción sub- siguiente, 982-3. Formación del par- tido conservador. 983. El desarme de la milicia en 1837, 984. Caída del barón de Meer, 984-5. La elevación de Espartero en 1840. 984-5. Pertur- baciones en 1841, 1, 659 ; 5, 985. In- surrección de Barcelona en 1842, 985; la antiesparterista en 1843, 1, 704; 5, 986; la centralista, 1, 708-9 ; 8, 66-7; 5, 986. Situación actual (1844), 987. Cuestiones industriales : discor- dias entre fabricantes y trabajado- res, 988. Enflaquecimiento de ideas religiosas, 989-90. Sobre los grandes I establecimientos, 993. Sobre la so- ciedad de tejedores, 997-8. Medios conciliatorios, 998. Cajas de ahorros, 999. Tribunal regulador de salarios, 1000. Exposición de vecinos sobre los bienes del clero, 6, 788-9. Homenaje que debe a Balmes: artículo de Bru- si, 5, 892-3. Barclay (Roberto) (1648-1690). Teó- logo escocés, apologista de la secta de los cuáqueros, 4 , 73-75. Barcos de guerra. Su construcción en España, 6, 533-4. Bardají v Azara (Eusebio) (1776- 1842). Diplomático y político. Fué presidente del Consejo de agosto a diciembre de 1837. 1. 633-4. Baronio (César) (1538-1607). Histo- riador eclesiástico, cardenal en 1596. 4, 627. Barri (Pedro). Dominico, profesor de teología de Balmes en Cervera. 7, 777-8. Barrot (Camilo Jacinto Odilón) (1791-1873). Político francés que con- tribuyó a la revolución de julio de 1830 y a la de febrero de 1848 con ser de ideas monárquicas. 6, 581-2. Barthelemy (1716-1795). Arqueólo- go francés. 8, 481-2. Bartulo (1313-1357). Jurisconsulto italiano. 4, 689-90. Basiano. Presbítero enviado del papa Siricio a Himerio, obispo de Tarragona a últimos del siglo IV. 5, 76-7. Basilea. Ferrocarril, 8, 383. Basílides. Obispo de Astorga, que apostató a mediados del siglo III. Sus relaciones con el papa San Es- teban, 5, 71-2; con San Cipriano, 72-3. Citado: 73. Basílides. Hereje que vivió en los comienzos del siglo II. 4, 132; 5, 289. Basilio (San) (323-379). Obras ci- tadas: "Constitutiones monasticae", 545-6; 'Epístolas", 495-6. Citado ade- más: 5, 290. Bassa (Pedro Nolaseo). General asesinado en Barcelona en 1835, 7, 79-80 364-5. Bastard "(Conde de) (1783-1844). Jurisconsulto francés. 6, 117. 118. Bastón (Guillermo) (1741-1825). Eclesiástico del cual va una exten- sa nota biográfica en 5, 228. Impug- nador del conde de Maistre, 226-7. Su biografía por "L'Ami de la Reli- gión", 228. Obras citadas: "Antídoto contra los errores y refutación del "Ensayo sobre la indiferencia" de Lamennais", 229-30; "Memoria con- tra las "Observaciones" de Muzarel- li", 229; "Memoria justificativa", 229- 30; "Reclamaciones por la Iglesia de Francia y por la verdad contra la obra de M. Maistre", 229-30; "Solu- ción de una cuestión de derecho ca- nónico", 229-30. Citado: 226-7. Batilo. Poetastro virgiliano, 8, 358-9. 846 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Batlle. Tal vez se refiere la cita al pintor y grabador Jaime Batlle y Mir (1801-1858). 1, 721. Bauer (Jorge Lorenzo) (1755-1806). Exegeta racionalista. 8, 376-7. Bausset (Luis Francisco de) (1748- 1824). Cardenal desde 1817 y minis- tro de Estado de Luis XVIII. Obra citada : "Prólogo" a las obras de Bossuet, París, 1814, 4, 84. Bautismo. Destino de los niños que mueren sin él, 5, 388. Bautista. Hebraísta citado por Ma- riana. 8, 46-7. Bayle (Pedro) (1647-1706). Filósofo librepensador y crítico francés. Su opinión sobre la incredulidad de Eu- ropa, 4, 89-90. Su diccionario escue- la de incredulidad, 92. Su escepti- cismo, 92. Sobre Spinosa, 3, 498. Obra citada : "Diccionario crítico", 4, 92; 3, 498. Citado: 4, 87; 3, 488. Bayo o Miguel de Bay (1513-1589). Teólogo precursor del jansenismo. Su condenación, 5, 393-4. Bayona (Constitución de). 6, 546-7. Beattie (Jacobo) (1735-1803). Poe- ta y filósofo escocés. Tal vez se le- fiere a él la cita, 4, 620. Beaumont de la Bonniniére (Gus- tavo Adolfo) (1802-1866). Publicista francés. Obra citada : "L'Irlande so- cial, politique et religieuse", 8, 6, 14. Bocearía (César Bonesana) (1735- 1794). Filósofo, economista y juris- consulto italiano. 3, 664-5. Becerra. Vid. Gómez Becerra (Al- varo). Becold. Vid. Juan de Leyde. Beda (El Venerable) (672-735). Monje benedictino, historiador y doctor de la Iglesia. 4, 430; 3, 468. Beira (Princesa de). María Tere- sa de Braganza, primogénita del rey de Portugal Juan VI y segunda es- posa del pretendiente Don Carlos. 7, 290. (Vid. Carlos María Isidro de Borbón). Belarmino (Beato Roberto) (1542- 1621). Jesuíta, teólogo y polemista, nombrado cardenal en 1599. Sobre el origen del poder civil, 4, 516-7; sobre la comunicación del poder ci- vil, 518-9; sobre el origen del poder eclesiástico, 520-1. Citado por Maria- na, 8, 46-7. Obras citadas: "De Lai- cis", 517, 518-9, 520-21; "De Romano Pontífice", 625-6. Citado además: 5, 82S-30: 4, 510. «17, 518-22. 523-4; 4, 611, 613-14, 621-2, 625-6, 759; 5, 518, 519, 632-33; 8, 46-7, 58; 7, 215-6. Bélgica. Los católicos contra Ho- landa, 6, 553. Belmonte (Mateo). Diputado en 1844. 7, 196. Beltrán de Lis (Manuel). Político moderado, diputado en las Cortes de 1844 y varias veces ministro. 6, 985. Bellart (Nicolás Francisco) (1761- 1826). Magistrado francés y fiscal del tribunal supremo en tiempo de Luis XVIII. 8 , 32-3, 36, 37. Belleza. Ideas generales, 2, 31. Armonía con la moral, 2 , 822-3 ; 3, 103-4. Relaciones con la ciencia, 23, 23-4. Bellini (Vicente) (1802-1835). Com- positor italiano. 8, 432, 297-8 ; 2, 247. Bembo (Pedro) (1470-1547). Litera- to y cardenal desde 1539 , 4. 759; 8, 16-7. Benavides v Navarrete (Antonio) (1808-1884). Político de tendencias moderadas, varias veces ministro. Su discurso sobre la organización del país, 6, 167. Benedictinos de Solesmes. Proyec- tan traducir a Balmes, 1, 839 ; 2, 4. Benedicto XIL Papa de 1335 a 1342, con residencia en Aviñón. El Petrarca le escribe sobre el traslado de la Silla apostólica a Roma, 7, 992. Citado: 992-3. Benedicto XIV (1675-1758). Elegi- do Papa en 1740. Contra el tráfico de hombres, 4, 198-9, 201. Concorda- to con Fernando VII, 5, 94-5. So- bre las prohibiciones de los libros, 187. Su constitución "Sollicita ac próvida", 209-10, 223. Prohibición de una abra de Luis Muratori, 223. Obras citadas : "Letras apostólicas en 1741", 4, 201; Constitución "Solli- cita ac provida", 5, 209-10. Citado además: 4, 198-9, 201; 5, 94-5, 187, 209-11, 223. Beneficencia pública. No existía en las sociedades antiguas, 4, 327. Son necesarios sus establecimientos, 328- 9. Es producto de la caridad cris- tiana, 5, 693-4 ; 4, 328-9. Intervención en ella de la Iglesia, 5, 694-5, 728-9; 4, 329, 337. El Catolicisrno impone su criterio eor Espartero, 142-3. Cisneros (Francisco Jiménez de) (1436-1517). Franciscano español, con- fesor de Isabel la Católica, arzobis- po de Toledo en 1495 y gobernador de Castilla en 1506 v otra vez en 1516. Su fuerza de voluntad, 3, 753. Cita- do: 4. 479. 667, 696-7, 703-4; 3, 617-8, 753 : 6, 988-9 ; 7, 951. Ciudadano. El individuo y el ciu- dadano, 4 , 208. Platón y Aristóteles sobre él, 237-8. El ciudadano com- parado con el montañés, 5, 898. Ciudades. Vid. Capitales. Civilización. Idea de civilización, 5, 457. Incluye la perfección de la sociedad, 457-8. Definición de Gui- 862 EFEMÉRIDES E ÍNDICES zot; su ambigüedad, 458. No puede definirse por la actividad, 464; movi- mientos convulsivos de la civiliza- ción moderna, 459. Sus tres elemen- tos inteligencia, moralidad y bien- estar, 463-4, 938-9. Sus relaciones con la inteligencia, 465-8; no se cifra en la sola inteligencia, 466-7; el desarro- llo de la inteligencia es saludable a la moralidad, 466-7; y al bienestar, 467-8. Inteligencia superior e infe- rior, 467-8; diverso camino que lle- van, 467-8; ejemplo del siglo de Luis XIV, 468; y de la Francia ac- tual, 468-9; mutua influencia de las dos esferas, 468-9. Necesidad de que la inteligencia se hermane con las ideas e instituciones sociales, 469- 70; el saber de la Edad Media, her- manado con la religión, 470; la filo- sofía del siglo XVIII, apoyada por el espíritu de la época, 470-1. Fuer- za destructora de la inteligencia sin moralidad, 471-2. Relaciones de la civilización con la moralidad. 472-3. Daños que causa la inteligencia sin moralidad, 472-3; prudente conducta del Catolicismo, 474-5; estadísticas de criminalidad, 475-6. Relaciones de la civilización con el bienestar. 482: la esclavitud antigua, 482-3; la civi- lización cristiana frente a ella, 485- 6; y frente al socialismo. 487; v frente al proletariado moderno, 488. El curso de la civilización, torcido por el Protestantismo, 5, 713: 4, 461, 465, 489 ; 7, 997. Carácter particular de la española, 5, 771. Se propaga con sangre, 128-9. Falsedad de la ci- vilización antigua, 318-9. La civilización no es espontánea, 2, 798-9. Fases de la civilización en Asia, Cartago y Grecia, 6, 150-1. La europea, debida al Catolicismo, 4, 124. Debilidad de la de Oriente y ro- bustez de la de Occidente, 124-5. La europea no es debida al Protestan- tismo, 125-6. El Catolicismo en la civilización, 202-3. Cuadro de la ci- vilización moderna, 202 - 3. En los pueblos no cristianos. 204. Superio- ridad de la europea, 205. Elementos de la civilización: el individuo, la familia, la sociedad, 205-6. Salvada por el cristianismo, 276-7. El Pro- testantismo contra su unidad, 461- 2, 465-6, 694-5. Cómo triunfa de la barbarie en la Edad Media, 271-2. Importancia de los jesuítas en la historia de la civilización, 282 - 3. Pensamientos sobre la civilización, 8, 331-3, 337. Serie de cuatro artícu- los sobre la civilización, 5, 457-92. "Civilización (La)". "Revista reli- giosa, filosófica, política y literaria de Barcelona". Revista quincenal, en la que colaboraban Balmes, Roca y Cornet y Ferrer y Subirana. Princi- pió en l.o de agosto de 1841 y ter- minó en 15 de agosto de 1843. Géne- sis e historia de la revista, 1, 648-9, 656-8; 5, 452. Elogiada en "L'Unl- vers", 1, 687. Reimpresión de artícu- los de Balmes en ella, 786-7, 819-20. Citada: XXXI-III, XXXV, 658,661-3, 666-9, 673-75, 681, 685-6, 692-6, 731-2, 737-8, 750-1; 5, 755, 810; 4, 9-10, 3-4, 59 , 71, 91, 241-2 , 452-3 , 493 ; 8, 5, 32, 44; 5, 892; 8, 226, 242, 348, 382-3; 6, 3-7, 94, 108, 116-7, 146, 161, 172, 113- 15, 200, 203 , 220 ; 7, 772 780-1. "Clamor Público (El)". Diario pro- gresista de Madrid (7 de mayo de 1844-27 de octubre de 1864 con algu- nas interrupciones). Fueron sucesi- vamente directores Fernando Corra- di, Francisco Orgaz y Juan Antonio Rascón. Sobre los fusilamientos por los moderados, 6, 1033-4. Polémica sobre los confesores no absolventes, 7, 161-2. Amenazas a "El Pensamien- to", 169-70. Calificado por Balmes, 760. Sobre el matrimonio real, 934-6, 941-43. Sobre la anexión de Gracovia al Austria y el casamiento del du- que de Burdeos, 944. Citado además : 1, 785-6; 6, 776, 1032-3; 7, 158, 161-70, 275, 288-9, 506, 696-7, 760, 763 ; 7, 896-7, 934-5, 941-4. Clanxet y Sanmiguel (Dr. José). Carta a Balmes. 1,' 867. Ciará (Miguel). Bibliotecario en Vich. 1, 563. Clare (Condado de). Eligió dipu- tado a O'Connell, 8, 21. Claret (Antonio María), presbíte- ro. Sus misiones. 1, 875. Clarendon (Eduardo Hyde, conde de) (1608-1674). Canciller del rey de Inglaterra Carlos II. Tal vez se re- fiere a él la cita, 3, 406-7. Clarendon (Lord). Embajador in- glés en Madrid, que no fué tal vez ajeno al pronunciamiento de La Granja en 1836. 6, 293. Claret (Venerable Antonio María) (1803-1870). Sacerdote catalán, fun- dador de los Misioneros Hijos del Corazón de María, arzobispo de Santiago de Cuba en 1851 y de Tra- janópolis "in partibus" en 1860. Su- giere a Balmes la idea de escribir una novela, 1. 748. Citado: 8, 436. Clarete (Ibrahim). Seudónimo que usaba ern "El Guirigay" Luis Gonzá- lez Bravo. Vid. González Bravo (Luis) . Claridad. Es excepción, 5 , 447-8. Clarke (Samuel) (1675-1729). Filó- sofo inglés y sacerdote anglicano. Sobre el espacio, 2, 315. Su doctrina conduce al panteísmo, 315-6. Polé- mica con Leibniz. 316. Obra citada : "Cartas entre Leibniz y Clarke", 316, 642-3. Citado además: 314-21, 324-5, 510. Clases sociales. Las acomodadas no cumplen su destino, 5, 486-7. Las industriales en Francia en la Edad Media, 649-50. El clero, mediador en- tre las clases y poderes, 681-2. La media y el bienestar social, 5, 487-8. Las clases directoras en Cataluña, 923-4. Discordias de clases en Cata- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS SG3 luña, 948. Las ricas y las pobres, 947, 950. Necesaria caridad de las ri- cas, 948. Obligaciones de los gobier- nos, 951-2. Las clases sabias, 8, 333. La media en España, 6, 100; es poco compacta. 157-8. Su nivelamiento en España, 461 ; hecho anterior a la re- volución, 461-2. Los poderosos, re- presentados en la cámara de los lo- res en Inglaterra. 425: no existen en Francia ni en España, 425. Aba- timiento de las altas en España, 657. Si el clero debe equipararse a las demás, 1021. Clasicismo. Revolución contra el literario, 8, 240-1. Cluvio (Cristóbal) (1537-1612* Je- suíta alemán matemático. Citado por Mariana, 8, 46-7. Cleantes (300-232 a. de J. O. Fi- lósofo griego. Obra citada : "Retó- rica", 3, 493. Clement (Jacobo). Asesino de En- rique III de Francia, ejecutado en el año 1589. El asesinato de Enri- que III, 4, 352-3, 365; 8, 52-3; los de- litos de este monarca, 174-5. Sobre él Mariana y Enrique de Valois. 52-3. Clemente I (San) (siglo I). Cuarto Papa desde San Pedro. Sobre el res- cate por substitución, 4, 163-4, 197-8. Ejerce su supremacía, 6, 176-7. Ci- tado: 5, 317. Clemente IV. Murió en 1268. Papa en 1265. Su reforma del calendario, 5, 848. Citado: 4, 496-7. Clemente V (1264-1314). Papa en el año 1305. Favorece el estudio de las lenguas sabias, 4, 760. Traslada la Silla apostólica a Aviñón, 7, 992. Citado : 4, 760 : 7, 990, 992-3. Clemente VI (1291-1352). Papa en el año 1342. 4. 558. Clemente VII (1478-1534). Papa en el año 1523. 4, 645-6. Clemente X (1590-1676). Papa des- de 1670. 8, 114-5. Clemente XI (1649-1721). Papa des- de 1700. 4, 90. Clemente XIII (1693 - 1769). Papa desde 1758. Obra citada : "Monitorio de Parma", 6, 413-4. Citado además: 7, 978-9, 979-80. Clemente de Alejandría (siglos II y III). Doctor de la Iglesia. Su fi- losofía. 3, 464. Obra citada: "Stro- matum". 4 , 545-6. Citado: 516-7; 3, 464-5, 538. Cleóbulo de Lidia (siglo VI a. de J. O. Uno de los siete sabios de Grecia. 3, 420. Cleombato de Ambracia. Filósofo griego del siglo IV a. de J. 3, 437-8. Cleopatra (69-30 a. de J. C). Rei- na de Egipto. 6, 255. Clero. Sus relaciones con la socie- dad. Su influencia en todas las re- ligiones, 5, 755; característica de la que ejerce el clero católico, 759; por eu independencia, 759-60. Luchas de la Iglesia por su independencia, 761- 2. Influencia del clero católico en Francia, 764-5; en Inglaterra. 767; en Rusia y Prusia, 767-8; en Espa- ña, 768-9. Influencia del clero por su comunicación con el pueblo, 778-9. Causas de esta comunicación: uni- dad y fijeza del dogma, 778-9; de- claración y enseñanza del dogma por el clero, 781; carácter de la je- rarquía eclesiástica, 782-3; el celi- bato del clero, 786; la vigilancia so- bre las costumbres, 793-4; la magni- ficencia del culto, 801; la dispensa- ción de los sacramentos, 803. Bene- ficios dispensados por el clero, 8, 343-4. Los sacerdotes censores de las sociedades modernas, 4, 283. El Protestantismo contra su influencia, 293-4. El poder del clero fué natural y legítimo. 310-1. El clero y la no- bleza, 639-40. El alto clero supliendo la aristocracia, 6, 462. Comparación del clero con las demás clases so- ciales, 1021-2. El sacerdocio cristia- no no es una casta, 4, 645; Grego- rio IX, contra la sucesión heredi- taria de las dignidades eclesiásti- cas, 645-6. Su fuerza moral deriva del celibato, 647. El quebrantamien- to de su poder favorece el absolu- tismo, 681. Fué" el mediador entre las clases y los poderes, 681-2. Fa- voreció la democracia, 683-4. Mal- tratado por la revolución, 6 , 278, 783- 4. Es contrario a las innovaciones, 281. El clero francés, contra Cou- sin, 5, 346-7. 353. El clero, sumiso al Papa, 7, 148-9, 1002-3. Contrariedades sufridas por t el clero. 5, 879. Su difícil situación actual, 879. Persecuciones de Jesucristo y de su Iglesia, 880-1, 289 ; no pre- valecerá el infierno, 885-6. Asesina- tos de 1834 y 1835, 716-7. \ El celibato del clero. Reflexiones so- bre el del clero católico, 635. Con- duce al bien de la sociedad, 656-7. Es condición para la misión religio- sa, 661, 786. No es una temeridad, 662-3. Consecuencia del Catolicismo al establecerlo. 664-5. Ahorra al cle- ro loá cuidados domésticos, 666-7; le permite un trabajo asiduo, 669. No "es antisocial. 670. Se rebaten los argumentos de Rousseau, 673-4. Es un sacrificio en favor de sus seme- lantes, 786-7. Realza el prestigio del clero, 661-2, 790. Es impugnado por los enemigos de la religión, 792-3. El del clero no perjudica el aumento de población, 4 , 260-1. Conveniencia del celibato religioso, 262. El dere- cho a él, 262. Por qué lo combatió el Protestantismo, 396-7. Impide que el sacerdocio se convierta en una casta, 645. Es causa de la fuerza moral del clero, 647. La instrucción del clero. Su necesi- dad, 5, 807-8. Falta de medios, 811. La instrucción, base de su influencia y de su virtud, 813-4. Los grandes doctores cristianos, 816. Debe con- tini'a.r esta tradición, 818-9. Esfuer- 864 EFEMÉRIDES zos del clero español, 820. Los estu- dios eclesiásticos en las uiniversida- des, 823-4. Adaptación de la Iglesia a las circunstancias, 827. La ciencia apologética, 829. El clero, al nivel de la época, 830-1. La instrucción en los seminarios, 831. Adaptación de éjsta a nuestro tiempo, 833-4. La ins- trucción del clero (pensamiento), 8, 343-4. Los bienes del clero. Observaciones, 5, 677. Es un hecho antiguo, 680; y legítimo, 680-1 ; y conforme al derecho civil, 681-2. Obedeció a cau- sas sociales : la muerte del im- perio remano, 682. Intervención de la Iglesia en los pueblos, 684. Fruto de ella su riqueza, 687-8. Esta fué provechosa a la sociedad, 689; y me- dio para su misión social, 690-1. Sus establecimientos agrícolas, 692-3. Los de beneficencia, 693-4. Su misión ci- vilizadora con los bárbaros, 696. Su resistencia a los sarracenos, 704. De- fiende el pueblo frente al feudalis- mo, 706. Provoca el renacimiento de las artes y ciencias, 711-2. Injusti- cia de su desipojo, 712. Este, inicia- do por Lutero, 713-4; y consumado por la revolución, 715-6. Este despo- jo, precursor de otros, 718-9, 742-3. Despojo sin indemnización, 720. Va- lor- de la garantía del erario, 720. La propiedad del clero, justa y necesa- ria, 721-2. El erario, perjudicado por el despojo, 724. Perjuicios al crédito público, 731-2. El despojo, perjudi- cial al pueblo, 732-3. Acumulacicin de riquezas en los capitalistas, 736. Arguelles contra el desipojo del cle- ro, 740. El despojo del clero, con- culcación del derecho de propiedad, 741; y elemento de disolución, 744. El concilio de Tren t o sobre los bie- nes eclesiásticos, 203-4. Refutación de las opiniones de Torres Amat, 201-2. Dificultades en detener la ena- jenación!, 91. El sistema revolucio- nario de desoojo. 6. 789-90. Exposi- ción del partido de Vich pidiendo la devolución de los bienes del clero, 584. Exposición de vecinos de Bar- celona, Mataró y Santiago, 788-9. La venta de los bienes del clero, 751-2, 789. Sobre el decreto de suspensión de la venta de los bienes del clero secular, 789. El gobierno, contra la devolución, 791. Justicia de la devo- lución, 791-2, 956-7, 1017-8; Martínez de la Rosa en 1840, 792; Pidal en el año 1840, 794-5, 807-8; "El Correo Nacional" en 1841, 796, 805-6; Mendi- zábal en 1840, 796-7. Conveniencia de la devolución, 798, 956-7; y faci- lidad, 798-9. Exposición de la Dipu- tación de Oviedo sobre la devolu- ción al cabildo de Covadonga, 802. Polémica com "El Heraldo", 802-3, 812-3. El hecho del despojo no crea el derecho, 795. No puede alegarse la prescripción, 804-5. Cotejo de esta cuestión con la de un tratado con el E ÍNDICES extranjero, 841. Suspensión de las ventas, 706-7. Enmienda de los dipu- tados vilumistas pidiendo la devo- lución, 1044-5; y la suspensión de las ventas de bienes del clero regu- lar, 1045-6. Proyecto del Gobierno sobre devolución de bienes no ven- didos, 7, 105. El Gobierno confiesa la justicia de la devolución, 105. Dis- cusión en el Congreso: opiniones in- admisibles de Pacheco, 108; de Mar- tínez de la Rosa, 108-9; de Bravo Murilio, 109. Narváez sobre la legi- timidad de las compras, 115. Buena doctrina de Pidal, 117-8. Opinión in- admisible de Donoso Cortés, 118-9. Roma sobre la justicia de la devo lución, 137-8. Conducta del clero con los compradores, 158-9. "Venta de bie- nes del clero por los gobiernos pro- gresistas y moderados, 28-9. Los bie- nes del clero ante el convenio con Roma, 137-8, 315-6. Sobre la revisión de las ventas de los bienes del cle- ro, 567-8. Dotación del clero Presupuesto ne- cesario, 5, 766-7, 748-9; para el cle- ro parroquial, 7, 765; para el clero catedral, 5, 727-8; para los semina- rios, 728-9; déficit y dificultades pa- ra cubrirlo, 729. Pacheco a favor del clero, 751-2; respuestas de Arguelles y Mendizábal, 752-3. Dificultades del problema, 6, 53. La contribución del culto y clero, 705-6; protestas de Barcelona, Mataró y Santiago con- tra ella, 787-89. Conviene una sub- sistencia independiente, 756-7. Dis- cusión del artículo 797 de la Consti- tucicin reformada, 955. Enmienda de Alós sobre una dotación indepen- diente del clero, 960-1. Desdén del Congreso para con el clero, 989. Pro- yecto de dotación del culto y clero de Mon. 1007-8; necesidades del cle- ro, 1008; recursos, 1009-10, 1012-3, 1016-7. El clero no puede comparar- se a las demás clases. 1021-2. Articu- lado del proyecto, 1024. Voto par- ticular de Peña y Aguayo, 1024-5. La enmienda de los vilumistas, 1036- 7, 1043, 1047-8; insulto de Mon a esta minoría. 1037: retirada de la mino- ría, 1039. 1051. Otras enmiendas, 1048-50. Discurso de Fernández Ne- grete, 7, 20-1; de Gonzalo Morón, 21; de Egaña, 22-3, 28-9; de Cela y An- drade, 24-5; de Donoso Cortés, 26. La subsistencia del clero en Frusia y en Francia, 22. La dotación del clero es una obligación, 178-9; en ca- lidad de indemnización, 178-9; debe ser decorosa e independiente, 179; recursos con que podría contarse, 186. La subsistencia del clero ante el convenio con Roma, 315-6. Anun- cios de un nuevo proyecto de dota- ción del clero, 541. Nuevo proyecto de Peña y Aguayo, 561. Es semejan- te al de Mom, 562. La subsistencia del clero, dependiente del tesoro, 560. Conveniencia de una contribu- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS S65 clón en frutos y la revisión de las ventas, 567-8. Exposición del cabildo de Toledo contra este proyecto, 583. Su situación lastimosa, 6, 264 , 900- 1, 1025. Falta de obispos, 265-6; de Instrucción eclesiástica, 266-7. Pro- hibición de conferir órdenes, 268. Ne- cesidad de un concordato, 276 ; 7, 4. 77-8, 136, 163 , 333-4 , 537, 915-6. Sobre el proyecto de Alonso, 6, 280-1. Sobre la confirmación de obispos sin el Papa. 284-5. Exposiciones del clero de Huesca v de Murcia sobre su falta de medios, 1026. "Clero Católico (Del)". "Obras Completas de Balmes", 5, 653-887. Clima. Su influencia en el aumen- to de la población, 546-7; en la raza, 6, 148-9; en las costumbres, 149; y en los fenómenos sociales, 149-50. Clitómaco. Filósofo del siglo II a. de J. C, nacido en Cartago, 3, 457. Clodoveo (466 - 511). Rey de los francos desde el 481. 4, 168-9. Clorduín. Padre agustino. 1, 875. Cloyne (El filósofo de). Vid. Ber- keley. Coalición. La de los partidos no es lo mismo que fusión, 6, 320. La de progresistas y moderados contra Es- partero, 487 - 8; su manifiesto de 21 de agosto de 1843 , 488-9. La de to- dos los progresistas en 1844, 698. Im- posibilidad de que gobierne una coa- lición de nartidos. 856. Supuesta coa- lición carloprogresista, 7, 854; no es más que simultaneidad, 856-7. Cohurgo (Príncipe de). Leopoldo de Sajonia-Coburgo, primo de Al- berto, rey consorte de Inglaterra. Su candidatura al matrimonio con Isa- bel II fué patrocinada por Inglate- rra, 7, 728. (Vid. Matrimonio real.) Cochrane (Carlos). Excéntrico in- glés. Nota histórica, 6, 900-1. Cues- tión entre él v el embajador inglés Bulwer, 902. Citado: 900, 902-3. Código criminal. Particularidades del de los bárbaros, 4, 787-8. Codina (Buenaventura). Nació en Barcelona. Sacerdote catalán de la congregación de los Paúles y direc- tor de las hermanas de la Caridad en todo el reino. En 1847 fué consa- grado obispo de Canarias. Murió en 1858. Sobre la venta de las obras de Balmes en Méjico, 1, 890. Debe ser el mismo que viene citado como general de las hermanas de la Ca- ridad v general de los Paúles en 763, 764. Citado: 808-9. Codina y Franch (Jaime) (1805- 1881). Farmacéutico catalán. Tal vez se refiere a él la cita, 8, 169. Codoñet (Macario). 8, 169. Coexistencia. 3, 579-80 ; 2, 581; 3, 90. Cuándo supone enlace o depen- dencia, 580, 90-1. Niega la sucesión, 2, 581-2 Colra. Diputado moderado en 1844. 6, 1049-50. Colección. Beneficios que reportó la de Graciano, 4, 431-2. La de cá- nones de la Iglesia hispana, 5, 96-7. Versión árabe de la misma, 96-7. Colegio notarial de Barcelona. 1, 893. Colegio privado de Vich. Sobre un recurso del mismo, 1, 786. Colegio romano. Mariana en él, 8, 46-7. Colegios electorales. Proyectados por Balmes, 6, 637-8. Colegios reales. En el nuevo plan de estudios, 7, 798-9. Colignv (Gaspar de Chatillon, se- ñor de) (1519-1572). Calvinista y jefe de los hugonotes franceses, víctima de la matanza de San Bartolomé, 4, 365. Colmenares (Diego de) (1586-1651). Historiador y literato español. Obra citada : "Historia de Segovia", 8, 428. Colomines ( llamón ) . Sacerdote amigo de Balmes residente en Vich. Cartas al mismo, 1, 695-8. 701, 704, 708-10, 722, 741-2. Citado : 603, 666-7, 699, 707, 830-1. Colón (Cristóbal). Murió en 1506. Descubridor de América. 4 , 463, 692- 3; 5, 128-9; 8, 234-5 ; 3, 617-8; 7, 951. Colonia (ciudad). El asunto de su arzobispo, 5, 767-8: 6. 125-6. Edicio- nes de Mariana en Colonia, 8, 55. Colonias. Comparación entre las españolas y las inglesas de Améri- ca, 6, 151." Sistema de colonización inglés, 5, 990-1. Color. La sensación, 2, 237 ; 3, 13, 217. Su objetividad, 2, 237. Su cono- cimiento en un ciego de nacimien- to, 458-9. No es sensación represen- tativa, 3, 217. Columbano. Monje de mediados del siglo IX. 4, 430. Collantes (Agustín Esteban) (1815- 1876). Político moderado, diputado y secretario de. Pidal en 1844 y varias veces ministro después de 1853. 6, 914-5. Coma (Pedro Mártir). Catalán, profesor de Balmes en Vich y ca- nónigo magistral de Solsona, 7, 776-7. Coma (Tomás). 8, 169. Comas (Bartolomé). 8, 184. Combe (Jorge) (1788-1858). Frenó- logo escocés. Obra citada : "Compen- dio de frenología". 8, 270, 298. Cornelia, 1, 659-60. Cornelias (Sebastián). Impresor en Barcelona en 1616. 4, 568. Comercio. Utilidad de las mate- máticas em él, 8, 564-5. El Catolicis- mo favoreció su desarrollo, 4, 648. El de la Barcelona antigua, 648-9. El de Italia en la Edad Media, 649-50. Comensurabilidad. Relaciones, 2, 377. Comerma. Recomendado por Bal- mes a Juan Roca, 1, 624-5. Comes y CoU (José Miguel). Na- ció en 1816. Fué favorecido por Bal- 866 EFEMÉRIDES E ÍNDICES mes. Entró jesuíta y después salió de la orden. 5, 243-4. Cominea (Felipe de la Clyte, señor de) (1445-1509). Político e historia- dor francés. 4, 688-9. Composición. Fuerza del entendi- miento, 2, 530-1. No existe en Dios, 653. Falacia de dicción, 3, 13. Idea de composición, 261-2. Compradores de bienes del clero. Seguridades ofrecidas por Mon, 6, 955-6 ; las ofrecidas por Narváez, 931 ; las que derivarían de un arre- glo con la Santa Sede, 1003-4. Comprensión. De un término, 3, 48. Del predicado en la afirmación, 48; en la negación, 48-9. Compren- sión y memoria de los niños, 5, 607. Comprobación. De una definición, 3, 38-9. Comunicación. Del capitán gene- ral de Barcelona al Gobierno el día 14 de noviembre de 1842, 8, 150-1; el del día 15, 152. Del mismo a la Junta provisional de gobierno de Barcelo- na el día 15, 152; a los cónsules francés e inglés, 166, 167; a la Dipu- tación Provincial del dia 20, 163-4; del 22, 174 ; del 23, 176-7. De la Dipu- tación Provincial al capitán general el día 20, 170; el día 21, 173-4; el día 22, 175; el día 23, 177-8; el día 24, 180. Del cónsul británico al capitán general, 165; del cónsul francés, 166. Por la palabra, 2, 454-5; 3 , 289 , 346- 7. Del orden ideal con el real, 2, 457. De movimientos entre cuerpos, 671-2. Condición de desarrollo del espíri- tu, 696-7; 3, 289. De nuestro espíritu con otro superior, 2 , 797. Del alma con el cuerpo, 3, 355. De los espiri- tus rechazada por el panteísmo, 399. Comunicaciones. Su estado defec- tuoso en Cataluña, 5, 934. Utilidad de un proyecto, 7, 727. Comunidades. En el sistema so- cialista de Owen, 5, 578-9. El poder real y las comunidades, 8, 345. Comunidades de Castilla. Efectos de la derrota de Villalar, 4, 700-1; 6, 75. Comunidades religiosas. "Vid. Ins- titutos religiosos. Concepto. Conocimlemto de Intui- ción y de concepto, 5, 397-8. Descom- posición de conceptos, 2, 156-7, 167-8. Concepto según Kant, 2, 434-5. In- completo e indeterminado, 459. Conceptualismo. De Abelardo, 3, 473. Concesiones. Ellas no satisfacen a la revolución, 6, 782. Gonzalo Morón sobre las políticas que son necesa- rias, 869. Las de los monárquicos al espíritu de la época. 7 , 794. Das po- líticas de Pío IX, 949, 981. Concesivo. Modo del verbo, 3, 331. Conciencia. 2, 43. La universal y el panteísmo, 47. Como medio de percibir la verdad, 88-9. Sus verda- des son hechos, 90. Comparación con la evidencia, 91-2. Principio de con- ciencia de Descartes, 99-100 ; 3, 278- 80. Este no es un emtimema, 2, 99- 100; 3, 279. Criterio de conciencia, 2, 88-9, 136, 203; 3, 76-7, 281-2. Valor del mismo y reglas de aplicación, 2, 138-9; 3, 77;8, 282. Directa y refleja, 2, 135-6; 3, 77. De la sensación, 2, 303-4. De la experiencia, 347-8. La de la unidad del "yo", 676-7 ; 3, 206-7. La de la substancialidad del alma, 2, 679-80. La de la multiplicidad de substancias, 719 - 20. Sobre la con- ciencia única, 720-1. El "yo" sin con- ciencia de Fichte, 726. Intuición de su actividad, 182-3. Recta, errónea, cierta, probable, dudosa, 3, 186-7. Se- res sin conciencia, 241. Con una pu- ramente subjetiva, 241. Con una re- presentativa, 241-2. Su unidad de- muestra la simplicidad del alma, 351. Conciencia pública. Qué es en el orden ideológico y en el moral, 4, 277; está influida por el entendi- miento y el corazón, 278-9; es suma de las conciencias privadas, 279. La de la sociedad cristiana, 279-80. Me- joró por el cristianismo, 281-2. Pro- duce el sentimiento del honor, 288. Sus beneficios sociales, 290-1. El Pro- testantismo contra ella, 292-3. La conciencia pública y la opinión, 7, 476. Conciencia religiosa. Su voz en los incrédulos, 5, 385; en los creyentes, 385-6. Turbación en algunas diócesis por la dudosa legitimidad de sus go- bernadores, 6, 265-6, 563; en la dió- cesis de Toledo, 814, 816-20; em la de Guadix, 933. Concienciosidad. Según Cubí, 8, 320-1. Conciliación de la familia real. Deseada por los monárquicos, 6, 546; 7, 792-3; allanada por el mani- fiesto de Don Garlos Luis, 217; pro- puesta en 1839 por el marqués de Miraf lores, 271-2; exigida por las actuales circunstancias políticas, 344. Sobre las divisiones en la fami- lia real, 221-2, 500-1, 807, 841-2. (Vid. Matrimonio real, Carlos Luis.) "Conciliador (El)". Periódico po- lítico, religioso y literario, fundado por consejo de Balmes para defen- der diariamente su pensamiento po- lítico. Principió el 16 de julio de 1845 y cesó el 9 de diciembre. Fué su director José María Quadrado. Fue- ron redactores del mismo Vicente de la Fuente, José Vicente y Cara- bantes, García de los Santos, Juan Tió y Manuel Muñoz Garnica. Géne- sis e historia del periódico, 1, 759, 764-7 , 769-73 ; 6, 4-5. Elogios, 1, 777-8, 781-2. Prenuncios de su desapari- ción, 784-5. Su desaparición, 788-91. Comentarios a un artículo, 790-1. Ci- tado: 783-7 ; 7, 205-6, 427-8, 433-4, 455, 470-2. Concilios. Importancia de sus co- lecciones, 4, 318. Comparación entre ellos y las modernas asambleas, ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 867 663-4. Su poca frecuencia en nues- tros tiempos, 665-6. Concilios citados: Agde (506), 4, 161-2, 170-1, 184-5, 193, 311-2, 495-6, Alejandría (366), 46. Ancira (314), 496. Angers (453), 311-2. Aquisgrán (813), 315-6. Id. (816), 333-4. Arbogen (1396), 321-2. Arlés (451), 311-2. Ar- damach (1171), 171, 194-5. Aviñón (1209), 320-1. Bérg-amo (697), 191-2. Boneuil (616), 165-6, 189. Calcedonia (451), 45-6, 332-3 , 496. Cartago (253), 45-6, 495-6. Celchite (816), 170-1, 193-4. Ciptines (743), 192. Clermont (1095), 318-9. Id. (1130), 320-2. Coblenza (922), 165, 188-9. Constanza (1414), 529, 611-2. Córdoba (852), 5, 103-4. Ohalons (650), 4, 168-9. 192-3, 312. Elvira (305), 344 , 369. Epaona (517), 344-7, 369. Granges (324), 340-1. Ge- rona (1068), 318-9. Landaff (tres concilios en 560), 313-4. Lérida (546), 312, 327-8. Letrán (1179), 321-2. Idem (1215), 405-6. Id. (1515), 5, 456. Lile- bone (1080), 4, 318-9. Londres (1102), 165, 188-9. Lyón (566), 165, 187-8. Id. (583), 164, 333. Macón (581 ó 582), 168-9. Id. (585), 162-3, 183-4, 186- 7. Mérida (666). 157. 173-4. 182-3. 196-7. Montpellier (1215), 320-1. Nar- bona (1045), 317-8. Id. (1054). 317-8. Orange (441), 160-2, 193. Orleáns (538), 168, 190. Id. (541), 168, 170-1, 190, 193-4. Id. (549), 155, 160-1, 182-4, 344. Oxford (1222), 321-2. Palencia (1129), 321-2. París (614), 184-5. Reims (625 ó 630). 163-4, 186-7, 165, 187- 9, 192. Id. (874), 333-4. Id. (119), 320-1. Id. (1157), 321-2. Roma (494), 46. Id. (597), 172, 195. Rouen (1096), 319. Saint-Gilles (1043), 316-7. San Patricio en Irlanda (450-456), 164, 187. Semlis (Svlvanectense, 863), 195. Sens (1140), 735, 737-8, 755 ; 3, 473-4. Soissons (1121), 473-4. Telusris (1047). 4. 317-8. Toledo (400). 5, 78-9. Idem (589). 4, 160-1, 168-9, 184-5, 190-1, 327-8, Id. (633), 161-2, 173-4, 182-5, 191-2, 196-7. Id. (655). 173-4, 196-7. Id. (656), 169-70. Id. (675), 158. 182-3. Id. (694), 182. Tours (566), 333. Trento (1545- 1563), 5. 786; 4, 24, 337-8 ; 5, 203-4, 212-3, 219; 6. 477-8, 795-6. 957 ; 7, 22-3, 78-9, 140-3, 168. Troya (1093), 4, 318-9. Id. (1115), 319-20. Tubuza (1041), 316-7. Vaison (442), 327. Verneuil (844), 163-4, 187-8. Viena (474), 337-8. j Worsmes (868), 312-3, 346-7, 370-1. Coníina (Daniel) (1687-1756). Do- minico italiano, teólogo y polemis- ta. Sobre el derecho divino del poder civil, 4, 524-5; sobre su comunica- ción, 526-7. Obra citada: 'Theologia christiana dogmatico-moralis", 524-7. Citado: 510. Conclusión. En la argumentación, Concordancia. En la sintaxis, 3, 340. Concordato. El obispo de Canarias en favor de un nuevo concordato, 5, 91. Origen y obligaciones del real patronato, 94-5. Entre Pío VII y Napoleón, 6, 274; 7. 21-2. Necesidad en España, 6, 276, 283-4 ; 7, 4, 77-8, 136, 163, 333-4, 537, 598-9, 915-6. Sobre el propuesto por el embajador en Roma Castillo y Ayensa, 128, 311-2. (Vid. Asuntos eclesiásticos.) Concha (Manuel Gutiérrez de la) (1808-1874). General español anties- parterista. Sobre su pronunciamien- to en 1841, 6, 134-5 ; 7, 57-8. Persigue a Espartero en 1843, 8, 68, 70, 219. Citado: 1, 715-6; 6, 394; 7, 239-41. Condenación. Por el papa Grego- rio XVI de una pastor?! de Félix Torres Amat, 5, 182. Por la Con- gregación del Indice de las "Obser- vaciones pacíficas", de Félix Amat, 183-4. La del "Diseño de la Iglesia militante", del mismo, 184. Por el paipa León XII de esta obra, 184. La de la Iglesia sobre una obra no recae sobre el autor, 186. Sobre la del libro de Fenelón "Máximas de los santos" por Inocencio XII, 197. Benedicto XIV sobre la forma de las condenaciones de libros, 209-10. De una proposición de Bayo, 393-4. Condenación eterna; no la hay sin culpa, 5, 393-4. Condescendencia, 8, 334. Condición. En lo condicional, 2, 748-9. No implica causalidad, 766, 769-70. Condicional. Ser, 2, 746-7. Impo- sibilidad de una serie infinita de condicionales. 746-7. Supone lo in- condicional, 747. Proposición, 3, 647- 8; 55. Conelillac (Esteban B o n n e t de) (1715-1780). Eclesiástico y filósofo materialista. Análisis de las ideas, 3, 626. La existencia de los cuernos, 2, 15. El origen de los conocimien- tos, 37-8. Su hombre estatua, 37-9. La percepción de sí mismo, 2, 107-8. La superioridad del sentido del tac- to, 250-1; 3, 223-4. La extensión y el sentido de la vista, 2, 255-6. El ciego de Cheselden, 260. Los fenómenos in- telectuales, 411-2. El ocasionalismo, 412. Sus sensaciones transformadas, 413-4. Funestas consecuencias y fal- sedad de su sensualismo, 416-7. Su ideología comparada con la de Kant y la de los escolásticos, 437-8, 452. Los signos de los números, 553-4 ; 3, 511. No explica la idea de tiempo, 2, 592-3. Su filosofía en general, 3. 510. Cotejo con Locke, 510. Obras citadas: "Tratado de las sensacio- nes", 2, 39-40, 255-6, 412-3, 417, 452. "Ensayo sobre el origen de los co- nocimientos", 107-8. Citado: 1, 602; 6, 460, 244-5 ; 2 . 39-40, 102-4, 250-1, 259-60, 411-21, 431-2, 439, 452-3, 489-90, 555, 591, 593-4, 612; 3, 223-7, 243, 245- 6, 439, 442. Conducta. Reglas para juzgar la S6S EFEMÉRIDES E ÍNDICES de los hombres, 3, 587-8. Influencia de las cualidades y de las circuns- tancias, 589-90. Dirigida por la re- ligión, 733. Según moral y razón, 740-1, 108. Mal dirigida por los sen- timientos, 740-1. Confesores. Sobre la cuestión de los no aibsolventes, 7, 141-2, 158, 164-5; incompetencia de los magis- trados, 142-3; están en su derecho, 143, 166-7; no deshonran al peniten- te, 143, 168. Confirmación. La de obispos ; so- bre ella el concilio de Trento, 5, 212-3. La de obispos en el futuro concordato, 7, 156-7. La de los obis- pos de ultramar, 535-6. Confucio. Filósofo chino del si- glo VI a. de J. C. Obra citada: "Ta- hio", 3, 416-7. Congreso del Instituto Histórico de París; el 8.», 8, 242; memoria leí- da por Martínez de la Rosa, 242-3. Congreso de Diputados. Uno de los cuerpos colegisladores representan- te de las clases papulares ; era tam- bién llamado Cámara Popular, Cá- mara de Diputados, y en el Estatuto real, Estamento de Procuradores. En Inglaterra era y es llamado aún hoy día Cámara de los Comunes. Fuerza absorbente del cuerpo po- pular, 6, 365. Igualdad ilusoria de facultades entre él y el Senado, 367-8. Reforma de las condiciones de elegibilidad, 636, 664-5, 891. La elec- ción del Congreso en la Constitu- ción reformada (1846), 887-8. La ele- gibilidad de los eclesiásticos, 985-6. Debate en 1841 sobre la dotación del clero, 5, 747, 751-2. Su composición después de las elecciones de 1844 , 6, 829-30, 913-4; 7, 513. Discusión de las actas elec- torales de Navarra: discurso de Egaña, 6, 910-1 ; coacciones denun- ciadas, 911. Discurso de Martínez de la Rosa sobre la legitimidad de Isabel II, 904. Discurso de la Coro- na en octubre de 1844, 919; discusión del párrafo relativo a la reforma de la Constitución en la contesta- ción al discurso de la Corona, 919-20; Pastor Díaz, 920; Posada Herrera, 921-2; Alcalá Galiano, 923. Proyecto de reforma de la Constitución, 881-2; dictamen de la Comisión, 941 ; Per- piñá, contra la totalidad, 948-9. Dis- cusión del artículo 11, sobre dota- ción del clero, 955; enmiendas de Rufino Carrasco y Yáñez Ribade- neira, 955-6: la de Alós, 961; discur- so de Tejada, 969-70; respuesta de Martínez de la Rosa, 972 ; enmien- da de Isla al preámbulo, 977-8; la de Eguizábal sobre la admisión de eclesiásticos en el Congreso, 985. Discusión del artículo relativo al matrimonio del rey, 996; Roca de Togores, 996; Perpiñá, 998; respues- ta de Mon, 998-9; de Martínez de la Rosa, 1000-2; discurso de Ega- ña, 1002-3; res/puesta de Sartorius, 1003-4; de Pidal, 1004-5. Discusión de la autorización para la reorganización del país; discur- sos de Burgos y Pidal, 966-7; de Alcalá Galiano y Benavides, 967. Presentación de un proyecto para la dotación del culto y clero, 6, 1007-8; explicaciones de Mon, 1007-8; dictamen de la mayoría de la Co- misión, 1024-5; voto particular de Peña y Aguado, 1024-5; enmienda de los vilumistas, 828, 1036-7, 1047-8; otras enmiendas, 1048-50; palabras insultantes de Mon, 1037; la expli- cación, 1037; actitud del Congreso, 1038; renuncia de los diputados vi- lumistas, 1039, 1051; manifiesto de éstos, 1055. Discurso de Fernández Negrete, 844, 851; de Gonzalo Mo- rón, 844-5; de Egaña, 846-7, 851; res- puesta de Mon, 847-8; discurso de Cela y Andrade, 848-9; de Donoso Cortés, 850. Proyecto de devolución al clero de bienes no vendidos, 7, 105. Dictamen de la Comisión. 107. Discursos de Seijas, 108, 111-2; de Pacheco, 108; de Martímez de la Rosa, 108-9, 114; de Bravo Murillo, 109, 112; de Nar- váez, 115; de Pidal, 117-8; de Dono- so Cortés, 118. La oposición conservadora del Congreso contra la candidatura de Trápani, 7 . 474-5. Discurso de la Co- rona en diciembre de 1845: su dis- cusión en el Senado, 510-1. Discu- siones en el Congreso en diciembre de 1845: sobre la observancia de la legalidad. 513; la cuestión de Ro- ma, 514-5; el matrimonio de la rei- na, 516-7: golpe contra la candida- tura de Trápani, 517. Proyecto de Peña y Aguayo (1846) sobre dotación del culto y clero, 7, 561. Sobre la proyectada disolución del Congreso, 654-5. Sus felicitacio- nes ipor el matrimonio real, 833. Sobre supresión del registro inte- rior; enmienda, 7, 195. Al provecto de sistema tributario; enmienda de Viluma, 511. La presidencia del Congreso (pen- samiento), 5, 790-1. Conerreso de Viena (18141. No fa- voreció al catolicismo, 7, 998. Conjunción. Gramatical, 3. 337. Conjuntiva. Membrana del ojo, 3, 302. Conocer y advertir, 8. 328. Cono- cer y sentir la moral, 330-2. Conocimiento. De sí mismo por la humildad. 5, 372. En la visión bea- tífica, 397. De intuición y de con- cepto, 397-8. Por los sentidos, 3, 573, 579. De los hombres; reglas, 587-8. De la naturaleza de las cosas, 614, 96-7. De sí mismo, 731-2. Su origen según Condillac, 2, 37-9. Es una ac- ción inmanente, 56-7. Su dualidad, 58-9. Su origen según Vico. 176. Puro y empírico de los escolásticos, 186-7. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 869 Principios fundamentales, 203. De las sensaciones por la extensión, 2, 292-3. Sintético "a priori" de Kant, 445. Intuitivo y discursivo, 449-50. De los colores en un ciego de na- cimiento, 458-9. De esencia y de existencia, 458-9. Su intuición, 459-60. El que tiene Dios de las negacio- nes, 526-7. Y del pasado, 585. De los principios, 600-1. Del alma, 707-8. Sobre esto Santo Tomás, 708-9. De nuestras fuerzas, 3, 104. De los cuer- pos por los sentidos, 227. Experimen- tal e ideal, 276-7. Necesidad del trabajo para ad- quirirlos, 3, 99-100. El trato y la con- versación, 99-100. La meditación, 102. Conrado III (1093-1152). Empera- dor de Alemania desde 1138, 7, 992. Consalvi (Hércules, marqués de) (1757-1824). Cardenal desde 1800, se- cretario de Estado de Pío VII y em- bajador del Papa en el congreso de Viena (1814). 7, 969-70. Consecuencia. El argumento, 3, 61. Consecuente. En la proposición condicional, 3, 55-6. En los silogis- mos condicionales, 67-8. Consejo de Ciento de Barcelona. Instituido por Jaime I en 1265 y di- suelto por Felipe V. A Felipe II sobre la obligación que tiene de res- petar los contratos con los vasallos, 4, 618. Obra citada: "Proclamación católica a la majestad piadosa de ¡ Felipe el Grande, etc.", 1, 752-3 ; 4, 618. Consejo de Estado. En la Consti- tución de 1812, 6, 371-2. Consejo municipal. Creado por Pío IX, 7, 984-5. Consejos evangélicos. Sobre el amor propio, 5, 358-9. Distinción en- tre los consejos evangélicos y los preceptos, 596-7. Consentimiento. El consentimien- to común como criterio único según Lamennais, 2, 197-201. Conservador. Das escuelas conser- vadoras son hijas de la revolución, 4, 566. (Vid. Partido.) "Conservador (El)", revista sema- nal de política, ciencias y literatu- ra. El día 5 de septiembre de 1841 principió "El Español-, que en el nú" mero 2 tomó el título de "El Con- servador". Parece que cesó el 27 de febrero de 1842. Colaboraron en él Francisco de Cárdenas, Nicomedes Pastor Díaz, Francisco Pacheco y Antonio Ríos Rosas. Sobre un ar- tículo suyo titulado "Españoles-ame- ricamos", 6, 146. El estado social de los países americanos, 146, 148-9, 151-2. (Los defectos del pueblo espa- ñol, 154. El Gobierno representativo en España, 156-7; el carácter de su Monarquía, 158, 162-3. Progreso ma- terial de las razas española e in- glesa, 158-9. Presagios del porvenir, 159-60. Réplica de "El Conserva- dor" y aclaraciones, 161. Citado: 146-9, 151, 153-5, 160-3, 166, 170-1. Conservatividad. Según Cubí, 8, 309-10. "Consideraciones políticas... sobre la situación de España". Primer es- crito político de Balmes. Se anuncia la impresión, 1, 634-5. Proceso de su publicación, 6, 17; 7, 780. Contrarie- dades en su venta, 711-2. "El Trueno" sobre este folleto, 714. Liquidación con José Tauló, 725. Referencias a este folleto. 685, 705-10, 712, 725, 767. Texto, 6, 17-93. Consistorio. Protesta de Grego- rio XVI en el día l.o de marzo de 1841. 8, 121-2. Consonantes. 3, 301 - 2. Labiales palatinales, guturales, 302. Labio- dentales, 302-3. Linguodentales, 303. Linguopalatinales, 303 - 4. Palatogu- turales, 304. Palatolinguales, 304-5. De la región interna de la boca, 304-5. De la región media, 305. De la región externa, 305. Constant (Benjamín) (1767-1830). Político francés, partidario de Luis Felipe. Obra citada: "Derecho cons- titucional", 3, 664-5. Constantino el Grande (274-337). Emperador de los romanos desde 732. Interpelado por Osio en pro de la independencia de la Iglesia, 5, 759- 60. Influencia de su conversión, 4, 135. Los institutos religiosos en su tiempo, 403-4. Citado: 5, 681-2, 289- 90: 8, 267-8. Constitución política. Las consti- tuciones antiguas sesrín la "exposi- ción de los (persas", 7, 659-70. La dte Bayona (1808), 6, 546-7. La de 1812, 5, 231; 6, 28-9, 369-70, 605, 795-6, 927; 7, 173-4, 680; defendida por Félix Amat. 5. 231: iuzrada en la "exposi- ción de los persas", 7, 66-7 ; procla- mada en 1820 v situación creada en Barcelona, 5, 982. El Estatuto real (1835), 6, 23 , 237-8, 375, 462. 641: 7, 173-4; crítica del mismo, 6, 641-2, 665, 667-8. La Constitución de 1837: su carácter popular, 50-1; su fle- xibilidad. 50-1. 720-1: no es sistema de g-obierno, 50-1: de es,nfritu inde- terminado, 51; desarrollable según las opiniones de cada partido, 54-5. Debe desenvolverse en sentido mo- nárquico, 82-3. Es poco querida del partido moderado, 249-50, 715. En ella la igualdad del Congreso y del Cenado es ilusoria. 367-8. Diversos defectos, 64*0-1. Infracciones contra ella, 613, 671-2, 682-3; no existe, 713-4. Su ilegitimidad, 916, 926-7 ; 7, 680; no fué gloriosa, 6, 946-7. Su comparación con la de 1812: por lo que toca al rey, 369-70; y al patri- monio de la Iglesia, 795-6. Reforma de la Constitución de 1837, 6, 602-70. La prensa puede tratar de ~'!a 602-3: la sociedad tiene dere- cho a la reforma, 604; este derecho reside en el rey con las Cortes, 608. La reforma es oportuna, 612-3; y 870 EFEMÉRIDES necesaria, 675 Constantes infraccio- nes, 613, 672-3 ; 7, 684. Imposibilidad de cumplir la Constitución de 1837, 654 ; 6, 673-4. La mejor forma de gobierno, 620. L>a monarquía y la república, 620. El absolutismo, 623-4. El despotismo ilustrado de Cea, 625. Los sistemas representativos, 626-7. La votación de los imrpuestos, 628. La Constitución en dos artículos, 629. Ensayo de una lev electoral, 630. Formación del Senado o Cáma- ra Alta, 648; de la popular o Con- greso, 664-5. Intentos del partido monárquico constitucional, 743-4. La reforma efectuada en 1844, 6, 891-99, 916-32, 941-54, 989-89, 996-1066. El discurso de la Corona, 919; dis- cusión del párrafo relativo a la re- forma, 919-20; Pastor Díaz, 920; Po- sada Herrera, 921-2; Alcalá Galia- no, 923. Provecto del gobierno, 881-2; el preámbulo, 884; artículos refor- mados, 886, 893-4. Dictamen de la Comisión, 941; obra de Donoso Cor- tés, 941 ; falso concepto del derecho divino, 942-3; éste no implica inac- ción ni tiranía, 944; deja en salvo el derecho de los pueblos, 945; con- tradicciones del dictamen, 947-8; s\i inoportuna timidez, 948. Perpiñá con- tra la totalidad, 948-9. Discusiém del articulo 11 sobre dotación del cle- ro, 955; enmiendas de Rufino Ca- rrasco y Yáñez Ribadeneira, 955-6; de Alós, 961; discursos de Tejada, 969-70; de Martínez de la Rosa, 972: enmienda de Isla Fernández, 977-8: de Eguizábal sobre la admisión de los eclesiásticos en el Congreso, 985. Adición relativa al matrimonio del rey, 949-50. Es ofemsiva al rey, 950-1; es insuficiente, 951; y circunstan- cial, 951-2; por lo tanto, inconve- niente, 952; implica la exclusión de los hijos de Don Carlos, 952; que es inicua e inútil, 952-3; e indecorosa, 953-4. Discusicm del artículo relati- vo al matrimonio del rey: Roca de Togores, 996; Perpiñá, 998; Mon, 998-9; Martínez de la Rosa, 1C00-1. 1003-4; Egaña, 1002-3; Sartorius. 1003-4; Pidal, 1004-5; ineptitud del Parlamento para la reforma, 1055. Discurso de Tejada sobre la re- forma de la Constitución, 6, 969-70: su actualidad, 971-2; contra el ré- gimen representativo parlamentario. 972- 3; no insulta a les carlistas, 973- 4; defiende la devolución de bie- nes a la Iglesia, 975-6; sumario del discurso, 977. Respuesta de Martínez de la Rosa, 970-1; esquiva la cues- tión, 971-2; recrimina a los carlis- tas, 974; su lenguaje relativo a los bienes de la Iglesia es aceptable, 976-7. Enmienda de Isla Fernández sobre el preámbulo de la reforma constitucional, 977; sumario de su discurso, 977-8. Discurso del mar- qués de Miraflores, 978-9. E ÍNDICES El poder militar contra la Cons- titución, 6, 1034. La nueva no será ningún remedio, 1034. Por qué no se publica, 7, 171. Sobre la nueva Constitución (1845), 175. Infringida en la ley de imprenta, 305-6. Ideas del gobierno sobre ella, 324-5. Dis- crepancias de los liberales en juz- garla, 898. Constitucional (Sistema). Inconve- nientes de la Constitución reciente, 6, 24-5. El espíritu del régimen an- tiguo, 52-3; indeterminación del nue- vo, 52-3. La inviolabilidad del rey en él, 261. Constitución verdad; su necesidad, 325, 675; 7, 680. El inglés como modelo, 6 , 545-6. El pandillaje en él, 494 ; 7, 5-6. Vicios de este ré- gimen, 6, 549-50. Inutilidad de la le- galidad constitucional, 633. Consti- tucionalismo hipócrita del gobierno Narváez, 7119-20; 7, 654-5. El sistema constitucional y los bienes del cle- ro, 6, 800-1. Falso constitucionalis- mo de la oposición, 7, 655. Monte- molín ante el sistema constitucio- nal, 753-4. No se fabrican las monar- quías como las constituciones, 7, 1041-2. "Constitucional (El)". Diario de Barcelona que empezó el 1." de agos- to de 1837 y fué suspendido el 16 de octubre del mismo año por dispo- sición del jefe politico. En 23 de ju- nio de 1839 empieza una segunda etapa y se califica como "periódico político, literario, económico y mer- cantil". El último número fué del 24 de noviembre de 1843. Era liberal progresista, dirigido por Pedro Fe- lipe Monláu, y sostenía frecuentes polémicas con "El Guardia Nacio- nal", moderado. Colaboraron en él Pedro Mata, José Ronquillo y Vi- dal, Antonio Ribot y Fontseré, Nar- ciso Blanch e Illa, 1, 669-70. "Constitutionnel (Le)". Diario pu- blicado en París, órgano de Thiers. Citado algunas veces por "El Cons- titucional". Su respuesta al comu- nicado Rubio, 7, 698; Francia rehu- sa la candidatura Montpensier; im- posibilidad de la de Montemolín, 700; veto a la de Coburgo, 700-1: obstáculos a la de los hijos de Francisco de Paula, 701; sobre la de Trápani, 701-2. Sobre el casa- miento del duque de Burdeos y la anexión de Gracovia al Austria, 944-5. Citado: 6, 573-4 ; 7, 314, 695, 699-700, 702-3, 705-6, 708-10, 712, 731, 760-1. Construcción. En la sintaxis, 3, 339. Cónsul. Comunicación del inglés en Barcelona al capitán general en 20 de noviembre de 1842, 8, 165; del francés en el mismo día, 166. Res- puestas del capitán general, 166-7. Consulta de Estado. Creada por Pío IX, 7, 985-6. índice alfabético de SOMBRES V COSAS 871 Contacto. Su idea no explica la de distancia. 2, 306-7. Contar. Necesidad de signos, 2, 653-4 Contemplación. La de la natura- leza, 5, 851-2. Continencia. La sacerdotal en las religiones antiguas, 5, 658. Sus re- laciones con el ministerio religioso, 660. Tendencias a ella del catolicis- mo, 665; v del sacerdocio católico, 665-6. (Vid. Celibato.) Contingencia. La de las relaciones corpóreas, 2, 382. No la afirmamos de Dios, 653. No la exiplica el pan- teísmo, 791-2 Ser contingente, 3. 230. Imposibilidad de una serie infinita de contingentes, 382-3. Continuidad. Elemento de la ex- tensión, 2 , 240-1, 350-1. 370, 401; 3, 220-1. La fenomenal realizada, 2, 352. Continuidad de la vida (pensa- miento), 8, 343-4. Contrabando. Sobre él, 7, 726. Contradicción. El principio de con- tradicción, 2, 96, 115-G, 203, 461, 823-4; 3, 61-2, 278-80. Contiene la idea de tiempo, 559 , 600, 607. Y la de ser y no ser, 505-6, 823-4. Lo contradice el panteísmo, 737-8. Contradicción en la idea de espacio-nada, 305-6. En la de un ser infinito no existente, 516. No le implica una substancia inmu- table, 713. Contradicciones en que incurren los incrédulos, 5, 361-2. Las que ha sufrido la Iglesia, 882. El silencio ante la contradicción (¡pensamien- to), 8, 346-7. Contradictorio. Todo lo que no lo es en las ideas intuitivas se afirma de Dios, 2 , 654 , 661. Proposiciones contradictorias, 3, 50-1. Contraposición. En las proposicio- nes, 3, 48-9. Contrato. Obligaciones derivadas de él, 3, 133. Contreres (Francisco de) (1543- 1630). Consejero de Estado des- de 1625. Sobre Mariana, 8, 58. Contribución. La del culto y cle- ro, 6 , 636-7, 1010, 1014-5, 1019-20'. Pro- testas contra ella, 788-9. Convenien- cia de una en frutos, 567-8. Cobro anticonstitucional de contribuciones, 404. (Vid- Tributos.) Controversia. No se oipone a ella el catolicismo, 4, 788-9. La contro- versia religiosa, 5, 109; conducta que debe seguirse en ella, 33, 37-8, 60-1, 131, 330-1; orden lógico en ella, 266, 295. Conducta del sacerdote al dis- cutir con el incrédulo, 867, 326-7. Convención francesa. No pudo anular la influencia del clero, 5, 764-5. Desconceptuada en los Esta- dos Unidos, 9.3-4. Convencional. Lo convencional y lo natural, 8, 329. Convenio. El de Vergara con los carlistas (1839), 6, 49; 7, 55, 801-2. Con Roma propuesto por Castillo y Ayensa (1845), 128, 131, 311-2, 319-20; el reconocimiento de Isabel II por S. S., 128; el despojo de la Iglesia y la indulgencia del Papa, 128-9; motivos que habrá tenido éste, 130-1 ; polémica con "El Tiempo", 136; se defiende "La Esperanza", 139-40, y "El Católico", 139-40. Prudencia y espíritu de paz del Papa, 144-5; no es ratificado, 311-2; extracto y co- mentarios, 312, 319-20; la religión de España, 312-3; los semimarios. 313; los conventos, 314; los bienes del clero y de la Iglesia, 315-6; los compradores, 317-8. El convenio de los hombres y la verdad universal, 2, 484. Conventos. Su desaparición en In- glaterra determinó el pauperismo, 4, 594-5. Incendio de conventos en Barcelona ein 1835, 5, 982. Decreto de suspender su venta, 7, 151 ; por interés artístico, 151-2. Ventas a precios irrisorios, 153-4. Los con- ventos en el convenio con Roma, 152, 317-8. "Conversa de un pagés de la mon- tanva sobre lo Papa". Opúsculo de Balmes, 5, 51. Conversación. Medio de adquirir conocimientos, 3, 101. Induce a la meditación, 102. Conversión. De proposiciones, 3, 48-9. Convicción. Naufragio de las con- vicciones filosóficas, 5, 249-50. Fir- meza de las religiosas, 250. Pedro Leroux sobre las de Cousin, 286. El calor de la convicción, 8, 338-9. Falta de convicción, 343. Las con- vicciones profundas, 343. Cónvuges. Sus deberes, 820. Cook (Jacobo) (1728-1779). Nave- gante y explorador inglés. 8 , 548-9. Cooper (Jacobo) (1789-1851). Nove- lista norteamericano. 4, 209-10. Copérnieo (Nicolás) (1473 - 1543). Astrónomo polaco, fundador de la teoría planetaria heliocéntrica. 3, 438. Coppinger (Edmundo). Fanático inglés que murió ein la prisión en 1591. 4, 78-9. Cópula. En un juicio, 3, 136. Corazón. Su influjo en la concien- cia., 4, 278-9; sobre el entendimien- to, 5, 442-3 ; 8, 330-1; 3, 667; precau- ciones contra este influjo, 675-6. El corazón humano (fragmento), 8, 412. Sus misterios, 576; óu felicidad, 5, 405-6. Corbaria (Pedro de) o de Corteara. Framciscano antiipapa en 1328 con el nombre de Nicolás V. 4, 558. Corceon (Roberto de) o Roberto de Courcon. Cardenal francés, le- gado de Inocencio III en Francia en 1215. 4, 320-1. Corcuera y Casería (Pablo de Je- sús). Obispo de Vich desde 1825 has- ta su muerte en 1835. Concede una beca a Balmes, 7 , 776-7. Citado: 1, 699 . 874. Córdoba (Buenaventura de) (1806- 1854). Abogado tortosino y biógrafo de Balmes. Obra citada: "Noticia 872 EFEMÉRIDES histórico-literaria del Dr. D. Jaime Bal mes, Dregb tero" 1 778-9. Cita- do: 608, 610, 635-6, 644-5. Córdoba (Luis Fernández de) (1798-1840). Militar español que fi- guró entre los absolutistas en tiem- po de Fernando VII y a su muerte entre los moderados. Ganó contra los carlistas la batalla de Mendigo- rria. Obra citada: "Memoria que eleva al Excmo. Sr. General Jefe del Estado Mayor Central del ejér- cito", 8, 79; 6, 975 ; 7, 85. Citado: 8, 72-3; 6, 335 ; 7, 261-2, 849-50. Cordura y locura, 8, 334-5. Co-regencia. Ambicionada por Es- partero, 8, 96. Cormenin (Luis María de Lahage, vizconde de) (1788 - 1868). Politico francés de ideas muy variables. 7, 835-36. Córnea. Membrana del oío, 3, 200. Gorneille (Tomás) (1625-1709). Poe- ta dramático francés. 8 , 473, 234-5; 3, 617-8. Cornelio (San). Papa elegido en 251 y murió en 252. 5, 73-4. Cornelio a Lápide (1567-1637). Exe- geta jesuíta belga. Sobre la obe- diencia al poder civil, 4, 545-6. So- bre el origen divino del poder, 546. Coroides. Membrana del ojo, 3, 200-1. Coronel (El) y el Noy Coronel, apodo del recadero de Vioh. I, 587-8 613-4. • Corporaciones. Su derecho a la propiedad, 5, 719-20. Corpuscular. Teoría; objeciones de Leibniz, Vico y Kant, 3, 478-9. Corradi (Fernando). Político y pe- riodista progresista, diputado en 1843. Fundó "El Clamor Público", desde el cual combatió a Narváez en 1846, por lo cual fué preso. 7, 786. Corrección. Es objeto de la pena, 3, 179-80; pero no objeto único, 182. Correlatividad. De las ideas de tiempo y movimiento, 2, 564-5. De las de necesidad e imposibilidad, 743-4. De las de causa y efecto, 3, 271. "Correo Francés (El)" o "Le Cour- rier Francais". 7, 960-1. "Correo de la Luisiana (El)". Pe- riódico de Nueva Orleáns. 8, 279-80. Correo Nacional (El)". Diario mo- nárquico constitucional o modera- do, que principió en Madrid a 16 de febrero de 1838 y cesó en 15 de ju- nio de 1842. Colaboraron en él An- drés Borrego, Alcalá Galiano, Abe- namar (Santos López Pelegrín), Bravo Murillo, Donoso Cortés, Pa- checo, Sartorius, etc. Varios de sus redactores colaboraron después en "El Heraldo". Artículo de Andrés Borrego sobre el despojo del clero, 6, 796, 802-3, 805-6, 838-9. Polémica con "El Heraldo" sobre el mismo. 802-3, 838-9. Intervención del autor con una carta, 838-9, 843. Citado: 1, 743-4, 17-8, 97, 356, 362-3, 367-8, 370, 838-42. E ÍNDICES '*Correspondant (Le)". Periódico francés. 1.a etaípa. Fundador: Ed- mundo de Cázales. Aparece en 1829 semanal y como órgano de "L'Asso- ciation pour la defense de la reli- gión catholique", presidida por el duque de Havré. Colaboran Bailly de Su rey, Seré de Riviére, Louis de Carné, Edouard de Cázales. Cesa en agosto de 1831 absorbido por L' Avenir" de Lamennais. 2.a eta- pa: reaparece en enero de 1843 con algunos de los antiguos redactores y además Proisset, Leoncio de Vogüe, Montalembert, Lenormant, Champe- gny, etc. Acepta los proyectos de enseñanza de Falloux em 1849, lo cual le origina una polémica con "L'Univers" de Veuillot. Por este tiempo colaboraron en él Albert de Broglie. Ozanam, Montalembert, Le- normant, Gratry, Froisset, Crochin, Freppel, Sissons, etc. Todavía se publica hoy día dos veces al mes. I, 776-8. "Corresponsal (El)". Diario publi- cado en Madrid de principios mo- nárquico-constitucionales. Principió el 1.» de junio de 1839 y cesó el 14 de mayo de 1844. Su director fue- Buenaventura Carlos Aribau y en- tre sus redactores figuraron Alfre- do Adolfo Camús, Ignacio Escobar, Serafín Estévanez Calderón, Julián Manzano, Luis María Pastor, etc. El día 4 de febrero de 1844 publicó un artículo de Aribau sin firma ti- tulado "Literatura religiosa", en el que se hacia el elogio de Balmes. 1, XXXVII, 667-8, 716, 720; 5, 182; 8, 145, 201; 6, 550-1. "Corresponsal de Nuremberg (El)" ("Le Correspondamt de Nuremberg"). Sobre el efectuado matrimonio real, 7, 933, 935-36, 940-1. Corresponsales (Libreros). Carta a los mismos, 1, 752. Corridas de toros. Juicio sobre ellas, 4, 306. Cortada (Juan) (1805-1868). Cata- lán, colaborador del "Diario de Bar- celona" y diputado por Tarragona en 1843. Sobre la supremacía de Boma, 6, 180. Obra citada: "Leccio- nes de Historia de España", 180. Corterales, coterales o coteraux. Aventureros del siglo XII al servi- cio de los herejes. 4, 448. Cortes. Mariana sobre las Cortes, 4, 686-7; 8, 54-5. Márquez sobre su intervención en los tributos, 4, 688-9. Sobre las antiguas Cortes, 6, 628; 7, 659-670. Las de Valladolid (1298 y 1307), cómo fueron convocadas por Fennando IV de Castilla y de León, 659-60; las de Madrid de 1329 convocadas por Alfonso XI, 659-60. Cuándo debían convocarse según ■Las Partidas", 663. Las de Valla- dolid (1518) piden a Carlos V que guarde las leyes fundamentales, 663-4; las de 1520 reclaman del mis- mo rey su intervención en las de- claraciones de guerra, 663-4; las de ÍNDICE ALFABÉTICO DF. NOMBRES V COSAS 873 Valladolid de 1506 y las de Madrid de 1607 recomiendan a los reyes res- pectivos Doña Juana y 'Don Felipe y a Felipe III se atengan en sus disposiciones a las diversas costum- bres y derechos de las provincias, 664-5; las de Segovia (1276) dan la Corona a Sancho IV, 665; las de Madrid (1534) se quejan de ser des- atendidas por Carlos I, 665; la "Nueva Recopilación" sobre la in- tervención de las Cortes en los tri- butos, 666-7. Sobre las Cortes de Aragón y Navarra, 662-3. Sobre el derecho del rey a convocarlas y di- solverlas, 668. El "manifiesto de los parsas" con- tra las de Cádiz, 7 , 650-63, 668-71. Las de Cádiz contra Felipe II y la inquisición, 4, 375. Escasa duración de las nuestras, 6, 247-8. No pueden curar nuestros males, 247-8. Su indiferencia en ma- terias de Hacienda, 354. Ilusoria Igualdad de facultades entre los dos cuerpos, 367-8. Fuedem ser disueltas por el rey, 512. Son del color del ministerio, 513-4. Tienen la repre- sentación falseada, 633-4; las del Estatuto, 634; las constituyentes de 1836, 634; las de 1840, 1841 y 1843, 634. Condiciones convenientes de ele- gibilidad, 635-6. Su intervención en los presupuestos, 667-8, 752-3. Cómo han de ser, 752-3. Docilidad dudosa de las próximas (1844), 830. Inuti- lidad de sus discusiones, 865. La ad- misión de los eclesiásticos en ellas. 985-6. La necesidad de unas Cortes verdad, 7, 17. Mansedumbre de ellas, 176. Posibles con un trono fuerte, 598-9. Su realce no debe darlo el fobierno, 684-5. No mide la fuerza e un partido su representación en Cortes, 756. Pensamientos sobre las Cortes, 8, 343-5. Las futuras de 1844 serán consti- tuyentes, 6, 741; su misión, 829; su dudosa docilidad, 830; la izquierda. 831- 2; el centro, 832-3; la derecha. 832- 3: influencia de ésta, 835. La apertura y discurso de la Corona, 872; la reforma de la Constitución, 931-2; su incapacidad después de la retirada de los vilumisras, 3054-5: el matrimonio real en las Cortes, 999-1000; su mansedumbre, 7, 176. Su felicitación por el matrimonio real, 833. (Vid- Congreso.) Cortesanos. Los tribunos coinverti- dos en cortesanos, 6, 332. Cortina (Joaquín Fernández). Vi- cario eclesiástico de Madrid en 1844. 6, 939-40. Cortina y Arenzana (Manuel) (1802-1S79). Político español progre- sista, ministro de la Gobernación en el ministerio-regencia de 1840 v ene- mieo de Espartero en 1843. Sobre la revolución de septiembre de 1840. 8, 88-9. Citado: 5, 751; 6. 488, 523-4, 538. 611, 805, 832 ; 7 , 6-7, 239-40, 465-6, 624-5. Corzo, 7, 534-5. Cosas. Sus esencias en Dios, 2, 552-3. El número de ellas, 552-3. El tiempo no se distingue de ellas, 551, 359-60. Es inseparable, 569, 606. Si- multaneidad de las que no se ex- cluyen, 579. De Dios con todas ellas, 579. Las ideas y las cosas, 8, 331-2. Los libros y las sosas, 339. Para las aiduas, 341. Hombres y cosas, 346. Cosielles (Ramón). Librero de Oviedo. 1, 755-6. Cosmología. Ciencia, 3, 287. La de Pitágoras, 424. La de Empédocles, +32. La de Aristóteles, 443-4. La de los estoicos, 454. Costa Cabral (Antonio Bernardo da) (1803-1889). Político portugués carlista, dictador de 1842 a 1846, Coste y valor de una cosa, 5, 619, 6'21. Costumbres. Las de los bárbaros. 4, 275-6. Su corrupción en las so- ciedades antiguas, 280; lucha de la Iglesia contra ella en la Edad Me- dia, 281-2. Suavidad de costumbres; en qué consiste, 303; excluye la vio- lencia, 303-4; no es lo mismo que molicie, 305, 308-9; las de las socie- dades antiguas eran muelles, no suaves, 305; el derecho de vida o muerte opuesto a la suavidad do costumbres, 305-6; y algunos juegos» oúblicos, 306. La suavidad traída por el cristianismo, 308-9. Las cos- tumbres después de la irrupción ce los bárbaros, 310-1. El cristianismo en lucha con las violencias, 311. La.s costumbres vigiladas por el clero. >, 793-4. Cousin (Víctor) (1792-1867). Polí- tico y filósofo francés, ministro de Instrucción Pública en 1840. Pedro Leroux sobre sus convicciones, 5. 286. Su escuela filosófica, 346. Jus ta oposición del clero francós, 346-7. 353. Niega la demostrabilidad de la existencia de Dios, 346-7. Su pan- teísmo y su substancia única, 347 Sobre la adoración de Dios, 348. Su falso cristianismo. 350-1. Sobre la libertad humaría, 351. Destruye toda, religión, 351-2. Cotejo con Sócrates 507. Sobre la autenticidad de "Los pensamientos de Pascal", 3, 612-3. Su escuela, 664. Sobre Malebranche v Descartes, 2, 64. Su panteísmo. 741-2; 3, 525-6. Su filosofía, 525. Su substancia vínica, 525-6. La creación 526. Su cristianismo, 526. Obras ci- tadas: "Historia de la filosofía: cur- so de 1818", 5, 347-8, 351 : 3 , 525-6 •Idem id., curso de 1820", 5, 351, 3, 474-5. "Fragmentos filosóficos 5, 349-50 ; 2, 64; 3, 325-6, 526. "Obra? completas de Platón" (traducción) 5, 262-3. 280. 285, 2S6-7. 332-3, 347-50, 352-3, 506-507; 8, 249 ; 2, 54-5, 741; 3, 474-5; 6, 555-6, 572-3. Coux (Carlos, conde de). Político, economista y periodista católico francés aue colaboró en "T,'Av°nir" (1830), eñ "L'Univers" (1845-18+8) v en "L'Ere Nouvelle" (1848). 5, 529-30 874 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Covadonga. El abandono del san- tuario; exposición de la Diputación de Oviedo (1844), C, 802. Covarrubias y Leiva (Diego) (1512- 1577). Teólogo y jurisconsulto espa- ñol, obispo de Ciudad Rodrigo en 1560, de Segovia en 1565 y presiden- te del Consejo de Estado en 1574. Obra citada: "Practicarum quaes- tionum liber singularis", 4, 515-6. Crammer (Tomás) (1489-1556). Ar- zobispo de Cantorbery desde 1533 y fundador con Enrique VIII de la Iglesia anglicana. Fué ejecutado en el reinado de María Tudor. 5, 482-3. Cráneo. Relaciones con el cere- bro: Magendie, 3, 368-9. Richeraud, 369. Crantor. Filósofo y poeta griego del siglo IV a. de J. C. 3, 455-6. Crates de Tarso. Filósofo griego del siglo II a. de J. C. 3, 455-6. Crates de Tebas. Filósofo del si- glo IV a. de J. C. 3, 447-8. Creación. iSu idea. 2. 754; 3. 271-2, 400- 1. Activa y pasiva, 2, 764. Se distingue de la modificación, 764; 3, 401- 2. Creación por imperio de Dios, 2, 776-7; 3, 401. Su posibilidad, 2, 777; 3, 401. Doctrina de los escolás- ticos, 477. De Leibniz, 504. De Cou- sin, 526. La creación del hombre, 5, 8, 44. Credibilidad. Los mártires, motivo de credibilidad religiosa, 5, 295-6. La de la religión, 448. Creencia. Universal en Dios, 3, Creyente. Comprende el espíritu de un incrédulo, 5, 328-9. Sus tenta- ciones, 329. Crianza. La buena crianza, 8, 410-1. Criaturas. Su actividad y causa- lidad, 2, 764-5. Su amor a Dios es un acto libre, 814-5, 818-9. Su mora- lidad es el amor a Dios, 816, 818; 3, 130. Su fin, 136-7. Crimen. Distinción entre repara- ción y castigo, 4, 324-5. La lenitud de su castigo indica su frecuencia. 326. La tolerancia de los crímenes políticos, 352-3. Sobre la responsa- bilidad del criminal, 8, 317-8. Crisantio o Crisanto de Sardes. Filósofo del siglo IV. 3, 466. Crisipo. Filósofo estoico del si- glo III a. de J. C. Obra citada: "Re- tórica", 3, 454-5. Citado: 457. Crisis. La del ministerio de Gon- zález Bravo (1844), 6, 597, 1030-1. La de Viluma en el primer ministe- rio Narvá-ez (1844), 679, 1031: docu- mento sobre ella, 915. La del pri- mer ministerio Narváez (febrero de 1846), 7 . 546; intrigas, 547-8; resis- tencia de los demás ministros a di- mitir, 549; su falta de respeto a la reina, 550-1. La del ministerio Mi- raflores (marzo de 1846), 586. La del segundo ministerio Narváez (abril de 1846), 609; era inevitable, 609-10: Narváez estaba solo, 610; su falta de pensamiento político, 612. La del ministerio Isturiz en 1847, 1, 830. Crisis social encarnada en Chateau- briand, 8, 475. El genio y la crisis social, 331. Crisóstomo. Así Balmes cita al- guna vez a Vidaoiifo (Crisóstomo). Vid. Cristalino. El del ojo, 3, 201. Cristiada. Mérito de la de Hojeda, 8, 357-8. Crítica de Quintana, 359. Arreglo de Berriozábal, 357-8. Cristianismo. Su culto y su mo- ral, 5, 794-5. Falso cristianismo ex- plicado por los protestantes, 4, 49. Informa las sociedades modernas, 100-1. No esclaviza, 124-5. Su apari- ción en el mundo, 129. La idolatría al aparecer el cristianismo, 129-30; la ciencia, 132; leyes y costumbres, 133; los jurisconsultos romanos. 134-5; la organización política, 135-6. Su superioridad frente al paganis- mo, 137-8. Cristianismo y catolicismo, 4, 272-3; el cristianismo de algunos fi- lósofos, 273-4; no teme el examen, 274. El cristianismo en la irrupción de los 'bárbaros, 276-7, 412-3, 440-1- Su intervención en las Cruzadas, 433-4. La asociación entre los pri- meros cristianos, 402. El Protestan- tismo contra la propaganda del Cris- tianismo, 469-70. Los ascetas genti- les y los cristianos, 494-5. Los pri- meros ascetas cristiamos, 495-6. La persecución de Decio, 496. Plinio a Trajano sobre ios cristianos, 508. Los primeros cristianos ante los gobier- nos ilegítimos, 604. El cristianismo en favor del pueblo, 643-4; da ori- gen a una democracia razonable, 672-3. Cotejo con la idolatría, 5, 46-7. Un cristianismo extraño, 141. Los pretendidos reformadores, 141; có- mo lo consideran, 142; odio que pro- fesan al Catolicismo, 145-6. La mo- ral de esta escuela, 148-9. No mori- rá, 286. Los mártires, argumento en su favor, 298-9. Su maravillosa pro- pagación, 309-10. Progreso reporta- do por él, 319. No teme la transición social, 323-4. El falso de Cousin, 350-1; 3, 526. Sobre el amor a nos- otros mismos, 5, 356. Su influencia en la moral, 383. Los cristianos viciosos, 5, 377-8; escándalo que causan, 378. Explica- ción de tal /tocho, 379. Ejemplos: el jugador, 379-80; el disipador, 380-1. Resultados del cristianismo, 383. La voz de la conciencia en los imcrédu- los, 385; en los religiosos, 485-6. Re- laciones del cristianismo con el bienestar, 482. Cómo mejoró la si- tuación de los pobres, 561. Compati- bilidad con el adelanto social, 601. Cristianismo y civilización, 8 , 332-3, 333. Cotejo con el estoicismo, 3, 453-4. La filosofía anterior a él, 460. La filosofía entre los cristianos, 466-7; San Agustín, 466-7; los Padres de la Iglesia, 467. (Vid. Religión, Cato- licismo, Iglesia.) índice alfabético ue nombres y cosas 875 Cristina, (Doña María) (1806-1878). Hija de Francisco I, rey de las Dos Sicilias, nieto de Carlos III de Es- paña. Fué la cuarta esposa de Fer- nando VTI desde 21 de diciembre de 1829 y madre de Isabel II. A la muerte del rey (29 de septiembre de 1833) fué regente del reino hasta su renuncia (12 de octubre de 1840). Cesada en 1834 morganáticamente con Fernando Muñoz, recibió públi- camente la bendición nupcial en oc- tubre de 1844, y su matrimonio fué autorizado por las Cortes en abril de 1845. (Vid. "Efemérides históri- cas", 8.) Su decreto de amnistía (oc- tubre de 1832), 6, 237. Su manifiesto a la muerte de Fernando VII (oc- tubre de 1833). 237-8 El "Estatuto" de Martínez de la Rosa (abril de 1834), 237-8. El pronunciamiento de La Granja (agosto de 1836), 237-8. Su viaje a Barcelona en 1840, 85-6; conducta de Espartero con ella, 68, 86-7, 95; su salida de Esoaña (octu- bre de 1840), 68, 86, 238"; su mani- fiesto de Marsella, 8, 90; su viaje y acogida en Roma, 6, 96-7. Pronun- ciamientos a su favor en octubre de 1841: O'Donnell, 133-4; Concha, 134-5; León, 135; Montes de Oca, 136-7; carácter de la insurrección. 137. Su regreso (1844), 451. Cotejo entre su primera y segunda venida, 454-5. Sus deberes de reina madre, 455. Su oposición a la candidatura de Montemolim, 7, 295-6. Thiers afir- ma el odio de Doña Cristina a los hijos de Luisa Carlota, 690; y sus preferencias por el duque de Mont- pensier, 698-9. Antonio María Rubio lo defiende tardíamente, 690, 695; carta de Doña Ciistina a Luisa Car- lota en 1836, 697. Su conducta en la candidatura de Trápani, 701-2. Su enemistad coi el partido pro- gresista, 900-1. Citada: 1, 699-700, 768-9, 858 ; 8, 68, 82, 90, 98, 111-2, 154; 6, 17, 97, 144-5, 264 . 387-8. 413-4, 469. 503 , 605-6. 772. 776. 893-4 . 994-5 : 7, 33, 42, 66-7, 123-7, 205, 290, 292, 294, 297, 299-301. 340. 423-4. 679-80, 689-90. 695-6, 698, 701, 7C5, 779-80. 809 , 935-6. 828-9, 870, 903, 924-5, 892-94. Cristóbal, obispo de Tyna. Cristó- bal Rojas Spinola. obispo de Tyna (1668) y de Neustadt (1686). En la corte de Hannover gestionó la unión de protestantes v católicos. Su co- rrespondencia con Molano, 4, 90, 96-7. Criterio. Criterio periodístico de Balmes, 1, 789, 791, 619, 823. Valor del criterio político de los hombres. 7, 839-40. Falta de criterio, 8. 342. "Criterio (El)". Obra de Balmes, 8, 551, 755. Génesis de esta obra, 1, 7C5-6, 726, 749-50; 3 , 556-7. Tratos para la primera edición, 1, 757-8; 3, 551 ; referencias a la misma, 1, 759 - 60, 762 - 65, 767 - 8, 777, 793 - 4. Tratos rara la seerunda edición, 795-6 ; 3, 795-6. Referencias a la mis- ma, 1, 795-6, 805 , 823-4 , 828-9 , 843. Sobre la primera edición francesa en 1850, 2 , 4. Sinopsis de algunos de sus párrafos, 8, 496. Referencias di- versas, 3, 3, 7, 8-9; 7 , 782-3. Criterios de verdad. En general, 2, 87-8, 203; 3,76, 281. El de concien- cia, 2,88-9, 129-30 ; 3, 76-7, 281-2. Re- glas de aplicación, 2, 138-9; 3, 77-8. El de evidencia, 2, 90, 140 ; 3, 78-9, 281-3. Su veracidad, 2, 145-6. Reglas de aplicación, 3, 80-4- El del sentido común, 2, 92-3, 189 ; 3, 80-1, 281-3: Reglas de aplicación, 2, 194-5. El consentimiento universal de Lamen- nais, 197-8; 3, 524. El de los sentidos externos, 573 ; 2, 94, 192; 3, 12, 81-2, 283. Su testimonio inmediato, 573. Errores posibles, 574. Su testimonio mediato, 579. Reglas de aplicación, 574, 12. El de imaginación, 21. El de autoridad, 592; 2, 93-4; 3, 82, 283. Reglas de aplicación, 592 , 93-94. Pe- riódicos, 599. Relaciones de viajes, 602. Historia, 606. Alianza entre los diversos criterios, 2, 204-6; 3, 284. La causalidad, criterio de Vico, 2, 113; 3 , 503-4. Negación de todo cri- terio, de Sexto Empírico, 462-3. Des- cartes sobre el de evidencia, 492-3. Según Buffier, 508-9. El sentimien- to, criterio único, según Jacobi, 531-2. Critias el Mayor. Filósofo del si- glo V a. de J. C. 3, 433-4. Crítica. En el Catolicismo y en el Protestantismo, 4, 757-8 La de las "Falsas decretales", 757-8. De las "Observaciones... de las obras del vizconde de Bonald", compuestas por Ferrer y Subirana, 719-20. De las "Obras" de Berriozábal, 723-4. Del "Ensayo crítico, etc.", de Roca y Cornet, 745-6. CromweU (Oliverio) U599-1658). Dirierió la revolución inglesa que de- capitó a Carlos I (enero de 1649) y gobernó dictatorialmemte en Ingla- terra. Su fanatismo, 4, 74-5. Com- paración con Espartero. 8, 100, 102. Su dictadura. 103; 6. 255-6. Citado: 4, 678; 8, 85, 99-100, 102-3 ; 3, 496-7 ; 6, 796, 651, 951. Cromweil (Tomás) (1485-1540). Es- tadista inglés encargado de los asuntos eclesiásticos en el cisma de Enrique VIII. Fué decapitado. 5, 557; 8, 12; 6, 291. Crueldad. De la moral irreligiosa. 5, 368. "Cruz (La)", "periódico de religión, de literatura y de política". Princi- pió el 1." de marzo y cesó el 9 de agosto de 1842. 6, 568. Cruzadas. 8, 419-20; 4, 436-7: 8, 330-1. Cuadra. Diputado moderado en 1844. 6, 1048-9. Cuadra (Marqués de la). 1, 780-1. Cuakerismo. En Inglaterra, 6, 205-6. Cubí y Soler (Mariano). Nota bio- gráfica, 8, 270. Su libro de frenólo- S76 EFEMÉRIDES E ÍNDICES gía, 270-1. Su religiosidad, 271. Sus principios frenológicos, 282. Sobre la multiplicidad de órganos del cere- bro, 289. Sobre las relaciones entre el tamaño del cerebro y la potencia mental, 291-2. Sobre el pronóstico de las facultades mentales, 293-4. So- bre el número de órganos cerebra- les, 301-2. Sobre las facultades afec- tivas, 306. Sobre las facultades ani- males y religioso-morales, 307-8. La "alimentividad" y "conservatividad". 309-10. La "acometividad" y la "fi- logenitura", 310. Sobre la pena de muerte, 317. La "destructividad", 317. La irresponsabilidad de los cri- minales, 317-8. La "adquisividad", la "amatividad", 320. La tendencia a adorar, 320. La "concienciosidad", 320-1. La "maravillosidad", 321-2. La "individualidad" y las visiones, 322-3. El libre albedrío, 324. Obra citada: "Manual de Frenología", 270-1, 282, 289, 306, 319, 323. Carta suya, 1, 867- 68. Citado: 272, 275, 277-9, 281, 290, 303-4, 306-9, 311-13, 315-8, 325-27. Cuerpo humano. Inconvenientes de uno sano con un espíritu enfer- mo, 3, 57. La presencia del alma, 2, 381. El alma separada, 680-1. Co- municación con el alma, 8, 277-8; 3, 355; cita de Santo Tomás, 8, 278. Distinción del alma, 3, 361. Parale- lismo entre su desarrollo y el del alma, 361-2. Su incapacidad para pensar, 362. Sus relaciones con el alma, 362-3. Sistemas que las expli- can, 370. No procede del acaso, 389-90. Cuerpos o substancias corpóreas. Definición, 2, 668. No les repugna la extensión infinita, 638. Unidad y multiplicidad en su idea, 670. Su idea inseparable de la extensión, 281, 293-4; sin que sean idénticas, 301-2, 350. Certeza de su existencia, 2, 15; 3, 227. Relación de la subs- tancia corpórea con los accidentes, 2 , 670. Si son distintos del espacio, 115-6, 129-30, 132. No hay distancia entre dos solos, 132. Sin ellos no hay dirección ni movimiento, 140-1. Tam- poco lo hay en un cuerpo solo, 133-4, 140-1. Relatividad de su situación, 140-1. Su continuidad, 158-9. Cuerpo matemático y cuerpo natural, 111-2. Su impe/netrabilidad, 184-5. Unidad de los organizados, 547-8. Idea de substancia aplicada a ellos, 665. Cambios de figura, 671. Comunica- ción de movimientos, 671-2. Identi- dad en sus transformaciones, 673-4. Su constitución; atomismo: móna- das de Leibniz, 673-4 ; 3, 478. Según los escolásticos, 2, 674-5. Su unidad, 675-6. Su constitución según Aristó- teles, 3 , 444. Según Descartes, 450. Si hay medio entre cuerpo y espí- ritu, 2, 312-3. Cuerpos colegisladores. El alto cuerpo colegislador, 6, 364, 369-70. Su carácter de mediador en el go- bierno representativo, 364. Fuerza absorbente del cuerpo popular, 365. Reorganización del alto cuerpo, 372-3. Sus felicitaciones por el ma^ trimonio real, 7, 833. (Vid. Congre- so, Senado, Cortes.) Culpa. Supone libertad, 5, 352-3. No hay condenación eterna sin ella, 392-3. En qué consiste, 2 , 805-6 ; 3, 132. Culto. Acompañado de la moral en el cristianismo, 5, 794-5. Magni- ficencia del culto católico, 801. Cul- to interno y externo, 801-2; 3, 134-5; legitimidad del externo, 5, 801-2; 3, 135. El culto a los santos, 5, 414-5; su razón de ser, 417. El de las imá- genes, 378-9, 417-8 ; 6, 207-8; el de las reliquias, 341. Cultos de acción de gracias en Barcelona, 5, 913. Dota- ción del culto y clero. (Vid. Clero.) Cultura. Civilización y cultura, 8, 337. Curado (Francisco). Diputado mo- derado por Jaén en 1840. 8, 112-3. Curatos. Su provisión es de com- petencia exclusiva de los obispos, 6, 531. Curcio (Marco). Personaje roma- no del siglo IV a. de J. C, el cual, según la leyenda, aplacó a los dio- ses arrojándose en la sima abierta por un terremoto. 4, 223. "Curso de Filosofía elemental". Obra de Balmes. Génesis de la pu- blicación, 1, 803, 819; 2, 3. Fases de la impresión, 1, 833, 437-8 ; 3, 3-4. Proyecto de traducción francesa, 1, 839: 3, 4-5. Proyecto de traducción latina, 1, 854; 3, 4-5; primera fase de la misma, 1, 763; 3, 48. En las "Obras completas de Bal- mes": "Lógica y Etica", 3, 1-193; mietafísica", 195-407; "Historia de la filosofía", 411-538. Cusa (El Cardenal). Nicolás de Krebs (1401-1464). Teólogo alemán, cardenal y obispo desde 1450. Con- tra las falsas decretales, 758-9. Cutheberto o Cutberto. La cita tal ves se refiere a un monje bene- dictino inglés de mediados del si- glo VIII, discípulo de Beda. 4, 430. Chacón (Pedro) (1527-1581). Huma- nista y matemático español. 4, 88-9. Chang-Ti. Divinidad en China, 3, 417. Charlatanismo. Adversario de la filosofía, S, 258. Charoles. Fábrica de Miguel Bal- mes y José Cerdá. 1, 603-5, 614-7, 621, 555-8. Chateaubriand (Francisco Renato, vizconde de) (1768-1848). Escritor y político francés, ministro de Estado de Luis XVHI en 1814 v 1822. Bal- mes proyecta un artículo sobre él, l, 590; apuntes, 8, 475. Contra el ateísmo de Francia, 4, 109. Sobre la reforma protestante, 761. Sobre la literatura de los autores protes- tantes, 762-3. Su frase sobre la ver- dad filosófica y la religiosa, 763; in- terpretación que puede dársele, 764. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 877 Sobre San Jerónimo, 5, 441. Obras citadas: "El genio del cristianismo", 1, 590 ; 8, 475-6, 480 ; 4, 138, 763-4 "Los mártires", 8, 475-6; 4, 763-4 "Estudios históricos sobre la caída del imperio romano y el nacimiento y progreso del cristianismo", 763 "El Congreso de Verona", 7, 1051-2. Citado: 8, 457, 478-9; 4, 162-3; 5, 319, 518-9; 8, 32, 42 ; 5, 905 ; 8, 237-8 ; 7, 772-3. Chaves (Fr. Diego de). Confesor de Felipe II. Sus errores sobre el poder de los reyes y su retracta- ción, 4, 394-5. Cheselden (Guillermo) (1688-1752). Médico inglés. Sus observaciones con un ciego curado, 2 , 36, 260-4 ; 3, 224-7. Cheste (Conde de). Vid. Pezuela (Juan de la). Chiaramonti (Bernabé), después Pío VII. (Vid. Pío VII.) Childeberto I. Murió en 558. Rey de los francos, 4, 333. China. Religión y filosofía anti- guas, 3, 416. Libros sagrados, 417. Chinchilla. 7 , 534-5. Chío. La esclavitud en Chío, 4, 142. Chiva. Acción de Chiva contra los carlistas, 8, 78. Chu-king. Libros sagrados de la China, 3, 416. Daguerrotipo. La cabeza daguerro- tipo, 8, 330. "Daily News". Diario londinense. Sobre el matrimonio Montpensier, 7, 934. Dámaso I (San) (304-386). Papa desde el año 366. Carta de San Je- rónimo reconociendo su primacía, 6, 177. Obra citada: "Epístola ad uni- versos episcopos", 4, 47. Citado: 45-6. Dante Alighieri (1265-1321). Poeta. 4, 463-4 ; 5, 276-7. Danton (Jorge Jacobo) (1759-1794). Revolucionario francos jefe de los jacobinos. Fué guillotinado en el mando de Robespierre. 7, 684-5. Daoiz y Torres (Luis) (1767-1808). Héroe del 2 de mayo. 4, 238-9; 8, 262-3- Darío I. Rey de Persia que murió ■el año 485 a. de J C. 3, 667-8, 64-5. David (Jorge) (1501-1556). Hereje de los Países Bajos, fundador de la secta de los davidistas. 4, 719. David de Dinant (siglos XII y XIII). Filósofo pamteísta. 4, 745 ; 3, 487-8. Debécourt. Librero de París. Car- tas al mismo, 1, 689, 754-5. Citado: 681-2, 696-7. Deberes. La idea del deber, 2, 819. Definición, 3, 131. Del hombre con Dios, 2, 920: 3, 134-5, 146-7. Consigo mismo, 2. 920; 3, 136, 146-7 Relati- vos al entendimiento, 2, 920; 3, 138-9. Relativos al orden sensible, 2, 820-1; 3, 141, 146-7 Conyugales, 2, 920 ; 3. 149-50. De los padres con sus hijos, 2, 920; 3, 140-50. De los hijos con sus padres, 151-2. Independientes del or- den social, 155-6. Fundados en el or- den social, 2, 920-1; 3, 157-8. Felici- dad causada por el cumplimiento del deber, 8, 583. El cristianismo da con- ciencia del deber, 4, 230-1. Decio (Mesio Quinto Trajano). Emperador romano desde 249 hasta su muerte, en 251. Persigue a los cristianos, 4, 496. Citado: 8, 512-3; 5, 297-8. Declinación. Del nombre, 3, 314. Casos por terminación y por adición de partículas, 314-5. Decretales (Falsas). Su crítica por el cardenal Cusa y otros, 4, 757-8. Citadas: 73-4 , 78, 203-4 , 211-2 ; 6, 177-8. Vid. Mercator (Isidoro). Decretos (Reales). Sobre el de suspensión de la venta de los bienes del clero secular y de las monjas, 6, 789; su preámbulo, 790-1. El de febrero de 1836 sobre "bienes nacio- nales", 844. El de julio de 1844 sobre bienes nacionales, 844-5. El de sus- pensión de venta de los conventos, 7, 151 ; relacionado con las negocia- ciones con Roma, 152. Sobre ense- ñanza de Pidal, 377 ; su preámbulo, 377-8; el plan, 379. Contra la pren- sa, 536. Organización del país por decre- tos en el plan Viluma, 6, 681-2. Deísmo. Herejía del siglo XVI. 4, 87-8. Defensa. El derecho de defensa, 3, 335-6. Definición. Inexacta, 3, 630-1. Qué es definición, 645-6, 38. Esencial y descriptiva, 645-6, 39. De un nom- bre y de una cosa, 646-7, 38. Con- diciones de una buena, 646-7, 38. Reglas, 39-40. Conceptos no defini- bles, 2, 459-60. Redundancias y me- táforas. 3, 40-1. Delacaille. Nicolás Luis Delacail- le (1713-1762). Astrónomo francés, 8, 572. Delincuencia. Desgracias que caen sobre ella, 5, 406. Delito. Su impunidad, 4 , 353. El delito y el tribunal, 8, 342. Los im- putados a los judíos, 4, 369. Los de imprenta en la reforma constitucio- nal, 6, 886. Abolición de la pena de muerte para los políticos, 7, 1046-7. Demarato o Demaratos. Rey de Esparta en el siglo VI antes de J. C. Destronado, se puso al lado de Da- río y Jerjes contra su propia pa- tria. 6, 550. Demetrio I (337-283 a. de J. C). General de Alejandro el Magno y uno de sus sucesores. 5, 312. Democracia. Su rivalidad con la aristocracia y la monarquía a fines del siglo XV, 4, 631, 679. Preponde- rancia de la Monarquía sobre ella, 635, 680. Como forma política; lu- Erar oue ocunaba en la Edad Me- dia, 642-3. Dos democracia =• una razonable, 670-1; que deriva del Cris- S7S EFEMÉRIDES E ÍNDICES tianismo, 672-3; otra democracia errónea, 673; favorecida por el Pro- testantismo, 675-6. Sus luchas con la aristocracia arruinaron a ambas, 679-80. El influjo del clero favore- cía la democracia, 683-4. Los ata- ques a la religión dañan a la de- I mocracia, 716. Su falseamiento en Francia, 6, 348. La democracia en España, 461 ; no ha dimanado de la revolución, 461-2; la científica y li- teraria, única que se mueve, 466-7; la industrial no existe, 466-7. La de- mocracia en España contra los sis- temas liberales, 7, 207-8. Demócrito. Filósofo griego del si- glo V a. de J. C. Su filosofía, 3, 429-30; su risa escéptica, 430. Cita- do: 5, 282-3. 638-9 ; 3, 413-4, 430-1, 443-5, 451, 455-6, 476. Demococo. 8. 318. Demón. El de Sócrates, 3, 435. Dem6sten.es (384-322 a. de J. C). Orador y estadista ateniense. 8, 431; 4, 284-5 ; 8, 234-5 ; 3, 16-7. Demostración. La científica, 3, 285. Simple y compuesta, directa e indi- recta, "a priori" y "a posteriori", apodíctica y no apodíctica, 107. Dentici (Fabricio) (siglo XV). Con- certista de laúd italiano. 4, 394-5. Denuncia del índice de "El Pen- samiento", 1, 793-5; 7 , 533; vista de la causa, 534-5; defensa de Teja- da. 535-6. Dependencia. Deducida de la co- existencia o sucesión, 3, 580-1, 90-1. Dereoho. Incluye deber, 3, 131. In- dependientes del orden social, 155-6. El de seguridad individual, 155-6. De defensa, 156-7. Fundados en el or- den social, 160. El interés público, 160-1. El de propiedad, 165. Morales y religiosos, 121. Derivados de la ley civil, 174. Percepción de tribu- tos, 177. El cristianismo da al indi- viduo conciencia de sus derechos, 4, 231-2. El derecho al celibato, 262. El de vida y muerte es opuesto a la suavidad de costumbres, 305-6; el del gobierno de castigar los de- litos políticos, 352-3; y los comunes, 353-4; y la manifestación de ciertas doctrinas. 352, 354-5, 357-8. Los del Estado, 361. Derecho divino del poder civil. (Vid. Política.) El derecho de resis- tencia a los gobiernos, 4, 601-2. Los jesuítas a favor del de los pueblos, 6, 575. El de la sociedad a reformar su Constitución, 604; quién lo tie- ne, 606-7. El hecho y el derecho en el despojo del clero, 795. El de los compradores de bienes del clero, 7, 124-5. Los de los confesores, 164-5. El de la prensa a defender la can- didatura de Montemolín, 456. La protesta de Don Enrique ante el derecho constitucional, 831. El de censurar el enlace regio, 831-2. El de propiedad de las corporaciones, 5, 719-20. De Dios a recular los ac- tos internos, 368. De los religiosos a la libertad, 430. De testar, 8, 333-4. Derecho electoral falseado, 6, 349-50. Desamortización. Campomanes fa- vorable a ella, 5, 734-5. Sus resulta- dos negativos, 7, 181. Desarrollo de la idea según Hegel, 5, 340-1. El material y la revolución, 8, 343-4. Condiciones del de nuestro espíritu, 2, 20, 796-7. Paralelismo en- tre el del cuerpo y el del alma, 3, 361. Descartes (Renato) (1596-1650). Fi- lósofo francés. Flexibilidad de su atención, 3, 560. Su genio, 561. Su análisis de las ideas, 626. Sobre la existencia de los cuerpos, 2, 15. Su expresión general geométrica, 32. Su religiosidad, 64; 3, 490-1 Su filoso- fía: método de duda, 4, 58-9; 3, 639-40; 2, 104; 3, 490. Es aceptable como una suposición, 2, 104, 108. Res- puesta al P. Mersenne sobre esta cuestión, 101-2, 108; 3, 492. Princi- pio fundamental del "yo pienso", 2, 41-2, 96, 203 ; 3, 491-2. Triplicidad del principio, 2, 41-2. No es un en- timema, 99-100, 103 ; 3, 491-2. Es la consignación de un hecho, 2, 101, 108-9. Ambigüedad de su lenguaje, 102-3, 115-6. Qué entiende por pen- sar, 101-2, 106-7; 3, 492. Valor de su principio, 2, 110. Opinión de 'Lamen- nais, 198-9. Descartes sobre la exten- sión, esencia de los cuerpos, 281-2, 309, 383, 718-9; 3, 498. La extensión infinita del mundo, 2, 642; 3, 493-4. El espacio, 2, 309. El vacío, 3, 247-8, 493-4. Los fenómenos sensibles ei in- telectuales, 2, 411-2; 3, 494. La natu- raleza del alma, 2, 695-6. Su demos- tración de la 'existencia de Dios, 744- 5. Sobre la residencia del alma, 3, 359. El alma de los brutos, 371, 493-4. Las ideas innatas, 494. Su influen- cia en la filosofía, 494-5. Sus dispu- tas con Gasendo, 495-6. Obras cita- das: '^Cartas", 494-5: "Carta a En- rique Moro", 494; "Discurso sobre el método", 2, 108-9; 3 , 490-3: "Medi- taciones", 2, 103-4; 3, 490-1, 493; "Pen- samientos", 4, 765-6; "Principios de la filosofía", 2, 101-2, 103, 106-7, 309-10: 3, 492-4; "Respuesta a las objeciones recogidas por el P. Mersenne", 491-2; "Tratado del hombre", 567. Citado: 8, 431-2, 459-60, 557, 562, 571-2 ; 4, 57-8, 60-1, 480-1, 724, 729, 733, 745-6, 753, 764-5; 5, 248-50, 285, 319, 500-2 ; 8, 303, 351; 3, 563-4 , 617-9, 640 ; 2, 12-3, 32, 40, 43, 48-9, 52-4, 64, 97, 98, 100-2, 105-8, 132, 145, 198-9, 304-5, 308-9, 311-3 , 316-7, 325, 334-5, 411. 420, 441, 506, 612, 642-3, 717, 721-5, 743 : 3 , 251-2. 278-9, 281-2, 372, 472, 475-6, 485, 487-90, 496, 501-2, 504, 511. Descomposición. De conceptos, 2, 157-8, 165-6. Desconfianza. Daños de la que es excesiva, 3, 718. Desconocido. Por lo conocido, 2, 462-3. Descubrimiento. De talentos ocul- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 879 tos, 3, 667-8 De una inscripción ro- mana, 8, 390- 1. Desdicha. En qué consiste, 2, 821. La de los delincuentes, 406. La de los viciosos, 408. Deseo. El de una mala acción, 5, 362-3. Necesidad de prohibirlo, 364. Desgobierno. El de España debi- do a la minoría, a la guerra de su- cesión y a la revolución, 6, 328. El actual, 552, 1031-2; 7 , 750-1: no será peor con el matrimonio Montemolín, 751-2. El que siguió a la guerra de la Independencia, 636-7. Desigualdad. Beneficios de la so- cial, 5, 706-7. La social corregida por la riqueza del clero, 706-7. Desmoulins (Camilo) (1760-1794). Revolucionario francés jacobino, gui- llotinado en el mando de Robes- pierre. 5, 753; 7, 1026-7. Desobediencia. A la potestad civil; si es lícita, 4, 591; 5, 207-8. Despeñado (El). Ejemplo de su- posición gratuita, 3, 636. Despotismo. Fomentado por el Pro- testantismo, 4, 554. La religión se opone a él, 574-5, 759-60 ; 7, 1001; opiniones de los teólogos católicos, 4, 581-2. No es lo mismo que abso- lutismo, 4, 477-8; ni lo mismo que monarquía, 6, 258; ni lo mismo que orden social, 7, 1000-1. Sus relacio- nes con la anarquía, 4, 675. Es fru- to de una falsa democracia, 675; y de la debilidad de los gobiernos, 6, 257, 323-4, 338 ; 7, 90-1, 571-2; ejem- plo de Turquía y Roma, 6, 257. El de Enrique VIII, 4, 669-70; el de la Inglaterra anglicana, 676; el de la Alemania protestante, 675-6. Inuti- lidad de las represiones tiránicas, 7, 852. Procede del estado social, 6, 258-9. En Europa es más temible la anarquía, 6, 83. El despotismo ilus- trado de Cea, 234-5, 625. Si es la causa de nuestros males, 412-3. El despotismo de Carlos I, 7, 665; de Felipe II y Carlos III, 665-6. Despropósitos. Opuestos al senti- do común, 3, 706-7. Destino eterno. El de los niños que mueren sin bautismo, 5, 273-4. El de los infieles, 153, 392. Nadie condena- do sin culpa, 393-4. Destino de las almas de los brutos, 2, 219. Destructividad. Según Cubí, 8, 317, 320. Destutt de Tracy (Antonio Luis Claudio) (1754-1836). Filósofo y eco- nomista francés. Sobre la población y los medios de subsistencia, 5, 670-1. El valor de las cosas, 615. Obra ci- tada: "Economía política", 1, 574-5; 8, 334. Citado: 1, 602; 8, 429, 460; 5, 671-2, 332-3, 529-30. Determinación. La actividad prin- cipio de la misma, 2 , 783-4. Dettinger. Así citado. Tal vez se refiera a Martín Deutinger (1815- 1864), presbítero y filósofo alemán católico que pretendió hermanar el 1 Catolicismo con el racionalismo, 8, 381-2. Diaconías, o lugares de beneficen- cia, 4, 332-3. Diágoras (siglo V a. de J. C). Fi- lósofo griego. 3 , 433-4. Dialéctica. De Aristóteles, 3, 443. De Carncades, 455-6. De Abelardo, 476. (Vid. Raciocinio.) Dialectos. 3 , 306. Su formación, 306-7. "Diario de Avisos". Fué fundado en febrero de 1768 y mudó de título varias veces. En 1845 llevaba el de "Diario de Madrid". Siempre tuvo carácter oficial. 7, 23-4. "Diario de Barcelona". Fundado en 1.° de enero de 1792 por Antonio Brusi y Mirabente. De 1838 a 1866 lo dirigió su hijo Antonio Brusi y Ferrer. En la época balmesiana co- laboraron en él Juan Cortada, Pi- ferrer, Roca y Cornet. Rubio y Ors, José Semís, Aribau, Mañé y Fla- quer (éste empezó a colaborar en 1847), etc. Sobre un homenaje debi- do a Balmes, 5, 891-2. Citado: 1, 675, 814-5, 825 ; 5, 894 ; 6, 220, 900-1. ''Diario de las Sesiones de las Cor- tes". Principió en Cádiz durante la guerra de la Independencia en 1810 y en Madrid con la sesión de 1.° de marzo de 1814. Cesó el 10 de mayo del mismo año. Reapareció en el período constitucional de 1820 a 1823 y otra vez en 1834 con las sesiones de los Estamentos del Estatuto Ci- tado: 6, 811-2, 1041-2; 7, 31, 40, ' 105, 108-10, 172-3. "Diario de los Debates". (Vid. "Journal des Débats".) Díaz Arguelles (Rafael). Diputa- do moderado por Oviedo en 1840. 8, 112-3. Dicción. Falacias, 3, 71-2. Dictadura. Si era posible en Es- paña, 8, 102. Si Espartero pudo ser dictador, 102-3. Condiciones reque- ridas, 103 , 337-8. Las dictaduras en la historia, 6, 255; la de Julio Cé- sar, 255; las de Cromwell y Napo- león, 255-6. La dictadura escolásti- ca de Santo Tomás, 4 , 749-50. Dido. Fundadora de Cartago en el siglo IX a. de J. C. 8, 335-6; Diezmo. Cuestión económica, po- lítica, religiosa y legal, 6, 5-4. Modo de substituirlo, 7, 349. Diferencia última. Parte de la de- finición, 3, 40. Dificultades. Las de un escéptico contra la religión : sobre la multi- tud de religiones, 5, 255-6; sobre la salvación de los infieles, 389; sobre la visión beatífica, 397; sobre el pur- gatorio, 401 ; sobre la felicidad en la tierra, 404; sobre el culto de los santos, 420-1 ; sobre el de sus reli- quias, 426; sobre los milagros, 442-3. En pronosticar las facultades por la inspección del cerebro, 8, 294. Dignidad. La del hombre desco- nocida de los antiguos, 4, 221; de 880 EFEMÉRIDES los griegos y de los romanos, 221-2 ; en Lacedemonia, 221-2; en la socie- dad cristiana, 227-8; realzada por el Catolicismo, 229. Platón sobre la dignidad del hombre, 236-8. La de la mujer elevada por el Catolicis- mo, 239-40. La del hombre funda- mento de la democracia razonable, 671. La Iglesia contra la sucesión he- reditaria de las dignidades eclesiás- ticas, 645-6. Dilema. Forma de argumentación, 3 70 648 Diluvio universal. 5, 119-20. Dimensiones. Independientes de la naturaleza de los cuerpos, 2, 351. Su fijeza no prueba la subjetividad de la extensión, 352. Dinámica. Enseñanza de sus prin- cipios, 8, 558-9. Dinastía. No se improvisan las dinastías, 6, 84-5; 7, 499-500, 1041-2. Las de Europa: Orange, Orleáns, 6, 84-5. Inauguración de la france- sa en España, 7, 828. Dinástica (Cuestión). En España, 6, 46, 558-9 ; 7 , 54, 740-3 , 801. Incluye un principio religioso y social,' 6, 43-4, 559-60. Queda resuelta con el matrimonio Montemolín, 7 , 55, 59-60, 740-1, 800-1. Su estado después del reconocimiento de Isabel II por el Papa, 133 ; y después del matrimo- nio de ésta con Francisco de Asís, 807. Cómo ha de resolverse la cues- tión de sucesión en el matrimonio Montemolín, 101 ; dificultades para resolverla después del matrimonio con Francisco de Asís, 1009-10 La cuestión dinástica en Portu- gal, 7, 673, 4. Dinero productivo y satisfactivo, 5, 625-6. Los diques del oro, 8, 342-3. Diócesis. Sin obispos, 6, 265-6. No recibirían obispos cismáticos, 286. Turbación de conciencias en varias diócesis por la dudosa legitimidad de sus gobernadores eclesiásticos, 265-6. 563; en la de Toledo, 814, 816-20; en la de Guadix, 933-4. Diocieciano (245-313). Emperador romano desde 284. Contra los ma- niqueos, 4 , 365-6. Citado: 5, 297-8. Diógenes de Apolonia (siglo V a. de J. C). Filósofo griego. 3, 422. Diógenes el Cínico (413-323 a. de J. O. Filósofo griego. Su filosofía, 3, 447. Citado: 5, 282-3; 3, 447, 493-4. Dionisio el Pequeño, o el Exiguo. Monje escita del siglo VI, canonis- ta. 5, 96-7. Dios. La idea de Dios. La de un ser absolutamente infinito, 2, 649, 661. Contiene toda la realidad de las ideas indeterminadas, 652, 661 ; las ideas de ser y substancia, 652, 710-1, 713; la de simplicidad, 653: la de cau- salidad, 653 , 657 , 764-5. No contiene la de accidente, de composición, de efecto y de contingencia, 653. Con- tiene ío no contradictorio de las ideas intuitivas, 654. No la de sen- sibilidad pasiva, 654. Sí la de cau- E ÍNDICES salidad de las sensaciones, 654-5. La percepción de objetos sensibles, £55. La de inteligencia y voluntad, 655-6, 661. Cómo concibe a Dios la huma- nidad, 657. La idea de Dios en la India, 3, 412, 414. Según Lao-Tseu, 416. En la China, 417. En Persia, 418. Según Tales de Mileto, 420-1. Pitágoras, 424. Empé\docles, 432. Só- crates, 435. Aristóteles, 446. Hpicu- ro, 451. Entre los estoicos, 453-4. Los escolásticos, 485. Descartes, 493. Spi- n o s a , 497. Malebranche, 498-500. Leibniz, 5, 333-4 ; 3, 564. Cousin, 5, 346-7 ; 3, 525. Krause, 530. Hegel, 5, 310. Existencia de Dios. 5, 7, 27-8, 43-4, 161; 3, 690-1; 2, 481-2. Como creador y providencia del hombre, 5, 44; como creador y ordenador del uni- verso, 162-3, 171-2; 3, 690-1, 381-2. Deducida de la imposibilidad de una serie infinita de seres contingentes, 382-3. De la comunidad de razón en- tre los hombres, 2, 481-2; 3 , 383-4. Como ordenador del universo, 385. Por la creencia universal, 386. Por las consecuencias del ateísmo, 387-8. Sobre la demostración de Descartes, 2, 744-5 Sobre la de San Anselmo, 4, 753; '3, 472. Cousin niega su de- mostrabilidad, 5, 346-7. Atribuios de Dios. 5, 7-8. Cómo tie- ne toda perfección, 2, 321-2. Cómo está presente en todas las cosas, 379-80. Cómo está en todo lugar, 380. Es necesario e inmutable, 3, 403. In- finito, 403-4. Inteligente y libre, 403-4. Unico, 404. Providencia del univer- so, 404. Su misericordia y justicia, 5, 267-8, 392-3. Dios en ei. orden moral. Es origen del orden moral, 2, 803-4 ; 3, 126-7. Su santidad, moral absoluta, 2, 811-2; 3, 130. Ella está en el amor de sí mismo, 2, 813-4, 818. Y es de nece- sidad intrínseca, 813-4; 3, 127-8. De- beres del hombre con Dios, 134-5. El amor a Dios, 2, 815-6; 3, 129, 134-5. Explícito e implícito, 2, 816, 818-9: 3, 130. Culto interno y exter- no, 135. Este amor es la moralidad de los actos humanos, 2, 816; 3, 130. Instinto de este amor, 2, 819. Re- sultados de esta teoría. 822. Cuestiones diversas. La divinidad re- flejada en la unidad del mundo y de la filosofía, 2, 62-3. Si Dios ion- tiene la extensión, 321-2. Intuición divina, 464-5. El alma imagen de Dios, 478-9. Dios luz de todos los entendimientos, 486; y origen de la unidad de la razón humana, 491. Las verdades finitas conocidas en El, 522-3; y por El. 523. El conoce las negaciones, 526-7. Cómo están en El las esencias de las cosas, 532-3. Su eternidad según Fenelón, 571. Su si- multaneidad con todas las cosas. 579. Sucesión en todo lo que no es Dios, 579-80. Cómo conoce el pasado, 585. La creación por imperio de su vo- luntad, 814. Dios autor del lengua- je, 797-8; 3, 294. Y fin de toda exis- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 881 tencia, 391-2. Cómo conocemos a Dios, 485. Teodicea de Cousin, 525-6. (Vid. Ateísmo, Panteísmo.) Su providencia sobre la Iglesia, 4 . 453-7. Es conocido por los dogmas del Catolicismo, 724. Porque permi- te el escepticismo, 5, 253-4; y la multitud de religiones, 261. La fe don de Dios, 326. Cousin sobre la adoración a Dios, 348. Derecho de Dios a regular los actos internos, 368. Dios y la filosofía, 8, 333-4. Diplomacia. Ella en la devolución de bienes al clero, 7, 105-6. En el matrimonio real : actitud de Roma, 428-9; de las potencias del Norte, 430; de Francia, 236, 435, 700, 707-8; de Inglaterra, 224-5, 227-8, 450-1. La ; diplomacia europea después del ma- trimonio Montpensier, 883. Ella y la ¡j política de Pío IX, 996. i Diputaciones provinciales. Necesi- dad de reformarlas, 7, 964-5. La de Oviedo .sobre la devolución de los L bienes al santuario de Covadonga, i. 802. La de Soria pidiendo se libren r fondos para el clero, 900-1. La de l Barcelona; su actitud en la insu- ;, rrección de 1842 y comunicaciones i, entre olla \ el capitán general, 8, 163-4 170. 173-80. Diputados a Cortes. Desconocen :• los asuntos de Hacienda, 6, 355. So- lí bre la elección directa v la elección i, por distritos, 636, 637. Los partida- ). ríos de la contribución de frutos a favor del culto y clero, 1011-2. Re- 1, nuncia de actas de los vilumistas, ia36-7, 1051; su manifiesto, 1055 i, (Vid. Congreso de diputados, Cor- tes.) Dirección. No existe sin cuerpos, I. 2 , 336. Director de "L'Ami de la Reli- si gion". Desde su fundación en 1814 hasta 1840 lo fué el eclesiástico Mi- j. chel Picot (1770-1841). 5, 228. (Vid. 5, "Ami (T/) de la ReliRion".) Disciplina. En la Iglesia católi- 6, ca, 5, 760-1. Desconocida en el Pro- r- testantismo. 784. Su alteración con- li duce al cisma, 874-5. 0. Discordia de clases en Cataluña, tr 5, 943. Esta no la ha de resolver la política, 944: es un hecho antiguo, e- 950. Discordia de clases en los paí- y ses europeos, 988. Discreción. En el uso de las fa- in cultades. 3, 666. Discurso. Es una serie de argü- ís mentos, 3, 61. Diferencia entre él y !a la intuición o inspiración, 4, 301-3; u 8, 328; 3, 649. Discursos. El de doctorado de Bal- as mes en Cervera, 8. 397; 7, 779. Tra- El ducción del de Cicerón "ipro Mar- >u cello". 397. Sobre los males causa- ii- dos por la ociosidad. 562. Sobre la B. costumbre de contestar el discurso * de la Corona, 512. El de la Corona ii al Parlamento inglés en 1844, 6. 409. o- El de la Corona en la apertura de ¡. las Cortes españolas en octubre de 1844, 872; es el programa del go- bierno Narváez, 873; relaciones ex- tranjeras, 873-4; la reforma de la Constitución, 875; reformas de la administración, 876-7; otros extre- mos, 877-8; nada de religión, 878-9. El de Martínez de la Rosa el día 24 de octubre de 1844 , 904; contra la candidatura de Don Carlos Luis, 905. De Egaña sobre las actas electora- les de Navarra, 910. Discusión de la contestación al discurso de la Corona, párrafo de la reforma de la Constitución: Pas- tor Díaz, 6, 920; Posada Herrera, 921-2; Alcalá Galiano, 923. Sobre el proyecto de reforma de, la Constitución: Perpiñá, 6, 948-9; sobre el artículo 11 : Rufino Carras- co y Javier Ribadeneira, 955-6; Alós, 961; Tejada, 969-70; Martínez de la Rosa, 972; Isla Fernández, 977-8; Eguizábal, 985; artículo relativo al matrimonio del rey: Roca de Togo- res, 996; Perpiñá, 998; Mon, 998-9; Martínez de la Rosa, 1000-1, 1003-4; Egaña, 1002-3; Sartorius, 1003-4; Fi- dal, 1004-5. Sobre la autorización para la or- ganización del país : Burgos y Pi- dal, 6, 966-7; Alcalá Galiano v Be- navides, 967. Sobre el primer proyecto de do- tación del culto y clero (1844) : Mon, 6, 1007-8, 1037; Peña y Aguayo, 1024-5; Fernández Negrete, 7, 20-1, 27-8; Gonzalo Morón, 21; Egaña, 22-3, 27-9; Mon, 23; Cela y Andra- de, 24-5; Donoso Cortés, 26. Sobre el proyecto de devolución al clero de Dienes no vendidos: Seijas, 108, 111-2; Pacheco, 108; Martínez de la Rosa, 108-9, 114; Bravo Murillo, 109. 112; Narváez, 115; Pidal, 117-8; Do- noso Cortés, 118-9. De la Corona en diciembre de 1845, 510 Discusión de la contestación en el Senado, 510-1 .' duque de Frías, 487; Viluma, Luzu- riaga y Serrano, 511. El de Tejada en la causa de la denuncia del "In- dice" de "El Pensamiento", 535-6. Discusión. No la teme la religión, 5. 521. En el Congreso del Instituto Histórico de París, 8, 242-3. La del presupuesto, 344-5. La mala fe en las discusiones, 5, 503-4. Las de la prensa, 504. Parcialidad de éstas. 505. Es un medio de adquirir co- nocimientos, 3, 101. (Vid. Contro- versia.) Su infecundidad para gobernar, 6, 447, 547, 875. Sobre las discusio- nes públicas: Pedro de la Hoz, 547; Gonzalo Morón, 865. La de los pre- supuestos como arma política. 667-8; en la Constitución reformada. 889. Consecuencias de la discusión de la reforma de la Constitución: se mata la Constitución, 925-6: se daña la nueva. 927. La del matrimonio real: su conveniencia, 7. 475-6; su legali- dad. 794. Resultado de las discu- siones parlamentarias en diciembre de 1845 y enero de 1846, 510 Sobre las discusiones de proyectos varios 882 EFEMÉRIDES E ÍNDICES en el Parlamento. (Vid. Congreso, Senado, Discursos.) Disimulo. 8, 339-40. Disipador. Su pasión, 5, 380-1, 409-10. Dislocados (Los). 8, 340-1. Disputas. Del espíritu de disputa, 3, 101-2. (Vid. Controversia, Discu- sión.) Distancia. Su percepción por la vista, 2, 260. En el vacío, 305-6. Su idea no se explica por la de contac- to, 306-7. No existe sin cuerpo in- termedio," 327-8. Ni entre dos cuer- pos solos, 327-8. Es la interposición de un cuerpo, 327-8. La de tiempo no existe entre dos mundos sucesi- vos, 587-8. Distinción. La idea, 2, 526-7; 3, 261. Es compuesta y opuesta a la de identidad, 2, 526-7, 546-7. Incluida en la idea de número, 551, 557-8. Su contradicción con el panteísmo, 737. Dithmar (976-1018). Cronista ale- mán benedictino. Obra citada: "Cró- nicas históricas", 4, 430-1. Divinización. La del "yo" por Fich- te, 2, 727. Divisibilidad. La de la materia, 3, 363-4. La del tiempo, 586 División. Qué es, 3, 645-6, 40-1. Fí- sica, metafísica y lógica, 40-1. Con- diciones de una buena, 587, 42. Fa- lacia de dicción, 72-3. Divorcio. No lo admite el Catoli- cismo, 4, 247. En el .Protestantismo, 248-9. Mad. Staél sobre el divorcio de los protestantes, 257. Doctorado. En Madrid, 7, 403-4. Exclusión de los no doctores en las cátedras, 412-3. Documentos transcritos. Relativos al plan de Viluma, 6, 688. Relativos a las elecciones de 1844: manifiesto del partido monárquico nacional en Madrid, 759-60; en Barcelona, 760-1. Manifiesto de los diputados vilu- mistas después de su renuncia, 1055. De Bourges relativos a la abdica- ción de Don Carlos y aceptación del conde de Montemolín, 7, 250. Mani- fiesto del conde de Montemolín, 251-2. Reales órdenes de los minis- terios de la Guerra y de Goberna- ción y circular del capitán general de Madrid consiguientes a los de Bourges, 261. Manifiesto del infante Don Enrique, 508. Epístola de los redactores de "El Heraldo" al di- rector de "El Pensamiento", 602. Memoria de un individuo influyente de la oposición conservadora (Pa- checo), 685-6- Comunicado de Anto- nio María Rubio sobre la afirma- ción de Thiers de que Doña Cristi- na odiaba a los hijos de la infanta Luisa Carlota, 695. Carta de Doña Cristina a su hermana Luisa Car- lota, 697. Apuntes sobre el matri- monio Montemolín, 723-4: de políti- ca general y especial, 725. Dogma. En la Iglesia católica, 5, 760-1. Uvidad del mismo, 778-9, 829. Su enseñanza por el clero, 781. El del pecado original, 16, 47; 8, 40-1. El del infierno, 267. Sobre los niños que mueren sin bautismo, 389. El de la visión beatífica, 399-400. E3 del derecho divino del poder civil, 4, 532. Los del Catolicismo nos dan a conocer a Dios, 531; y son semilla de adelantos filosóficos, 533. San An- selmo sobre los dogmas inexplica- bles, 559. Ravignan sobre la exposi- ción de los dogmas, 8, 39-40. Dogmatismo. En filosofía, 2, 19. Dolci (Ludovico) o Dolce (1508- 1566). Literato y filósofo veneciano. 8, 277-8. Dolor. El sensible, 3, 236-7. Su ne- cesidad y sus causas, 237. Sensacio- nes sin él, 237-8. Pasiones deriva- das, 237-8. Dolores (Virgen de los). Sermón de su fiesta, 8, 501. Domat (Juan) o Daumat (1625- 1695). Jurisconsulto francés que asistió a la muerte de Pascal 7, 409-10. Domiciano (51-96). Emperador ro- mano. 5, 297-8. Domingo de Guzmán (Santo) (1170- 1221). Fundador de la orden de pre- dicadores. Su orden, 4, 450. Citado: 5, 841-2; 4, 10. Donadío (Conde de). Gobernado- civil de Málaga asesinado en 1836, 7, 79-80. Donoso Cortés (Juan). Marqués de Valdegamas (1809-1853). Político, orador y publicista. Progresista en sus primeros tiempos y moderado en 1837, abjuró sus ideas liberales en 1849. El estilo de su dictamen sobre la reforma de la Constitución, 6, 941. Su discurso apoyando una adición al proyecto de dotación del clero (enero de 1845), 7, 26. Su dis- curso sobre el proyecto de devolu- ción al clero de los bienes no ven- didos, 118-9; crítica de su oratoria, 218-9 ; sobre la impecabilidad de las asambleas, 122 ; su teoría sobre la prescripción, 125 Su intervención en la candidatura de Trápani, 702-3. Citado: 6, 941-2, 944-5, 947-8, 951-2; 7, 117, 119-27, 805, 822-3. Dos (Número). Su idea y su sig- no, 2 , 550, 554. Dos de Mayo. Un acto solemne, 7 , 635; carácter del alzamiento, 636. Dos Sicilias (Reino de las). Vid. Ñapóles (Reino de). Dotación del culto v clero. 5, 747, 751-2; 6, 955, 960. 1007-8, 1016, 1043, 1046 ; 7, 19, 178, 186, 541, 561. (Vid. Clero, Congreso.) Dracón (siglo VIiI a. de J. C). El primer legislador de Grecia, au- tor de una legislación severísima 5, 312. Droz (Francisco J. José) (1773- 1850). Moralista y economista f ran- eéis. Tal vez se refiere a él en 5. 529-30. Dualismo. El de los maniqueos, 5, 117-8. El de la religión persa, 3, 418. Duchatel (Carlos María Tanneguy, ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 883 conde de) (1803-1867). Político y eco- nomista francés. Tal vez se refiere a él en 5, 529-30. Duda. La de los escépticos, 2, 18-9. Estado del entendimiento, 3, 60-1. Los pirrónicos, 460. La de Sexto Empírico, 461. De Descartes, 4, 58-9; 3, 639-40; 2, 104; 3, 490. (Vid. Escép- tico, Pirrón, Sexto Empírico, Des- C11DudÍth (Andrés) (1533-1589). Poe- ta húngaro y obispo de Tyna que abrazó el Protestantismo, 4, 54-5. Dudon (Pablo). Jesuíta francés nacido en 1859, biógrafo de Blanche- Raffin. 1, 560-1. Duelo. Exaltación del ánimo en éJ, 5, 300. El duelo y el suicidio, 8, 330-1. Dugald-Stewart (1753-1828). Filó- sofo escocés. Sobre la identidad de las ecuaciones, 2, 158-9. Su filosofía del alma, 163-4. Analogías de su doctrina con la de Vico, 186. Sobre los conocimientos matemáticos, 187-8. Obra citada : "Elementos de la filosofía del espíritu humano", 158-9, 174-5, 188 ; 3, 509. "Historia de la, filosofía", 496-7. Citado: 2, 155, 159, 163-4, 182, 186-87. Dupanloup (Félix Antonio Filiber- to) (1802-1878). Luchó con Ravignan y Montalembert en favor de la li- bertad de enseñanza en los últimos años de Luis Felipe, fué obispo de Orleáns desde 1849. 2, 4 ; 6, 809-10. Dupin (Andrés) (1783-1865). Políti- co y jurisconsulto francés orleanis- ta. En el debate sobre la libertad de enseñanza, 6, 573-4. Citado: 5, 479-80; 8, 42; 6, 577; 7, 409-10. Du,pont de l'Etang (Pedro) (1765- 1836). General francés que mandaba el ejército derrotado en Bailtta. 7, 881. Dupont de l'Eure (Jacobo) (1767- 1855). Estadista francés, presidente del gobierno provisional después de la revolución de 1848. 7, 1026-7. Duración. La del tiempo según Buffier, 2, 560, 562. (Vid. Tiempo.) fcbión. Supuesto fundador de la sec- ta de los ebionitas o de los cristia- nos que conservaban la ley judaica. 4, 132; 5, 289. Eclecticismo. La escuela de Ale- jandría, 3 , 464. Entre los filósofos cristianos, 464. San Clemente de Ale- jandría, 464-5. El de Cousin, 525. Eclesiásticos. Número de los ne- cesarios en España, 5, 727. Censo de los existentes, 749-50. (Vid. Clero, Asuntos eclesiásticos.) "Eco del Comercio (El)". Diario progresista publicado en Madrid des- de 1.° de mayo de 1834 a 11 de di- ciembre de 1849. Fundado por An- gel Iznardi y dirigido algún tiempo por Francisco Mendialdua. Entre sus redactores, Mateo Aillón, Juan Bautista Alonso, Fermín Caballero, Fernando Corradi, Joaquín María López, etc. Su significación política, 7, 760. Citado: 8, 201; 6, 715, 723-4, 1032-3; 7, 75-6, 275. Economía política. Como ciencia social, 5, 988-9. El bienestar, ele- mento de civilización, 463-4, 482, 938-9- 3, 161-2. La doctrina del inte- rés privado, 4, 282-3; es insuficiente a conservar el orden, 299; no es re- gla de moral, 3, 112-3. El derecho de propiedad, 165; su fundamento, 165-6. El derecho de transmitir la propiedad, 167-70. La usura. 170. El trabajo: su necesidad, 8, 580-1; con- cepto cristiano del mismo, 5, 865: fundamento de la propiedad, 3, 167 ; mejoras en su organización, 5, 991-2; sus relaciones con el salario, 999- 1000; sus relaciones con el capital después de la revolución francesa de 1848, 7, 1044. La riqueza de un oaís en qué consiste, 5, 735-6, 619-20; su distribución y circulación, 737-8, 940-1; su acumulación, causa del pauperismo, 992-4. El valor, 615, 620; distinto del coste, 615. Teorías diversas sobre la población, 529. El socialismo, 557-8; el de Owen, 564- 584;' el de Tomás Moro, 584-601. La ciencia económica que hace pobres, 8, 342-3. Ecuaciones. Sistemas de ecuacio- nes trigonométricas fundamentales, 8, 583-4, 599-600, 619-20. Echanove y Zaldívar (Fernando de). Arzobispo de Tarragona desde 1825 hasta su muerte, en 1854. Car- tas al mismo, 1, 701-2, 833-4. Cartas suyas: 869, 871. Citado: 732-3; 4, 5; 7, 784. Edad. La de los pueblos, 8, 330. Edad Media. Sus emperadores contra los papas, 5, 762. La civili- zación triunfa de la barbarie en la Edad Media, 4, 462-3. Instinto de libertad en los reinos de España, 637. Lugar que ocupaba la democra- cia, 642-3. El elemento democrático en Francia, 648-9; y en Italia, 648-9; y en Aragón, 650; y en Barcelona, 651-2. Tendencia hacia la monar- quía en la Edad Media, 659. Edesio. Filósofo del siglo IV. 3, 466. Edipo. Personaje mitológico, rey de Tebas. 5, 460. Eduardo I. Rey de los anglosajo- nes desde 901 a 924. 4, 688-9. Educación. La de los sentidos, 3, 17-8. La del sentimiento, 27-8. Por influencias sociales, 267-8. Es el mol- de del hombre, 200-1, 306-7. Educa- ción e instrucción, 6, 315. La del en- ciclopedismo, 5, 509-10. Institutos religiosos dedicados a ella, 4, 487-8. (Vid. Carácter.) Efecto La idea : no la afirmamos de Dios, 2, 653. Su relación a la cau- sa, 712-3, 715-6. 750-1; 3, 20, 271. Con- tenido de la idea de efecto, 2 , 750-1; 3, 271. Efectos inteligibles en sus causas. 2. 81. Existen causas y efec- tos, 752-3. Causalidad de los posi- 884 EFEMÉRIDES bles, 777. (Vid. Causas, Causalidad.) Egaña (Pedro de) (1804-1885). Po- lítico moderado ministro de Gracia y Justicia con Narváez en 1846. Amigo de Balmes. Carta al mismo, 1, 801-2. Su discurso sobre las elec- ciones de Navarra (1844), 6, 910-1; el referente al matrimonio real, 1002-3; 7, 103; sobre la dotación del clero, 22-3. Citado: 6, 910, 911-15, 920-1, 928-9, 1003-6, 1037, 1039; 7, 19. 23, 26-9, 141-2, 456, 770-1, 801-2. Egipto. Su filosofía y religión, 3. 419. Sus monjes, 4, 424. Campañas de Mehemet Ali (1831- 1840), 6, 116-7; tratados internacio- nales, 119. Egnacio Mecenio. Personaje roma- no del tiempo de Rómulo. 4, 256-7. Egoísmo. En el orden moral, 3, 651-2; 2, 822-3; 3, 137-8. (Vid. Orgu- llo, Vanidad.) Eguía (Nazario) (1777-1865). Gene- ral carlista que ganó la batalla de Arlaban (1836). 7, 62. Eguizábal (José Eugenio). Dipu- tado vilumista por Toledo en 1844. Sobre la admisión de los eclesiásti- cos en el Congreso. 6, 985. Citado: 985, 988-9, 1039, 1047-8, 1061. Eichorn. Juan Gottfredo Eiohorn (1752-1827), orientalista protestante alemán. Tal vez se refiere a él en 8, 380-1. Ejecución El deseo v la eiecución en las pasiones, 5, 362-3. Prohibi- ción de ambos, 363-4. Ejemplos. De fuerza de atención, 3, 560. De elección de carrera, 563. De hechos que parecen imposibles, 569-70. De imposibilidad de sentido común, 571. De errores en los sen- tidos, 574-5. De error al relacionar los hechos, 583. De virtud puesta a prueba, 587-8. De pusilanimidad, 590. De errores inducidos por la autori- dad humana, 593, 595-6. De buena percepción, 622-5. De percepción de- fectuosa, 624-5. De análisis deficien- te, 626-7. De suposiciones gratuitas, 635. De inspiración : Arquímedes, 649; Santo Tomás, 649-50. De intui- ción, 651-2. Del influjo de las pasio- nes sobre el entendimiento, 669, 672-3, 675; el amigo convertido en monstruo, 677: el poeta y el monas- terio, 680-1. De que cada cual es hijo de sus obras: el aborrecido,. 702; el arruinado, 702; el instruido quebrado y el ignorante rico, 702-3. De mudanzas por pequeñas causas, 738-9. De certeza no reflexiva, 2, 21- 22. De sensaciones en ciegos cura- dos, 36-7. De identidad, 156, 160-2. De ideas generales vagas, 627-8. Ejercito. La reducción del ejérci- to, 6. 878-9; 7, 347-8. Sus excesos. 6. 902-3. Su indisciplina, 7, 638-9. (Vid. Poder militar. Insurrecciones.) Elcano (Juan Sebastián de) (1476- 1526). Navegante español. 5. 266-7; 6, 148. "Elección (La) del infante don Francisco de Asís". Artículo de Bal- E ÍNDICES mes destinado a "El Pensamiento" del día 9 de septiembre de 1848 y que no fué publicado. Véanse las referencias a este hecho en 1, 819; 7, 806. El artículo, 806-7. Elecciones. Poco interés del país, 6, 76-7. No curarán nuestros males, 247-8. El derecho electoral falseado, 349-50. Conveniencias de reformar el sistema electoral para el Sena- do, 372-3. Ensayo para una nueva ley electoral, 620; elección de dipu- tados directa y por distritos, 636-7; número de electores, 637; formación de los colegios, 637-8; la mesa elec- toral, 638-9; los elegibles en el Es- tamento de próceres del Estatuto, 647; los elegibles para el Senado, 664-5; los elegibles para la Cámara popular, 664-5. Defectos de nuestro sistema electoral, 881-2. Sobre las condiciones de elegibilidad la expo- sición de los persas, 7, 661. Eleccio- nes de 1843: manifiesto del partido monárquico constitucional, 8, 202; del progresista, 204. Segundas elec- ciones en Madrid (enero de 1844), 6, 392-3. Las de septiembre de 1844, 1, 741 ; 6 , 595; artículos preparatorios, 695, 709, 718, 729, 739, 749-50; no convie- ne el retraimiento de los realistas, 701-2; ni entregarse al partido do- minante, 702; levanten bandera pro- pia, 702-3; programa, 702-3; el en- lace de la reina, 703-4; la reconci- liación de los españoles, 704-5; la milicia y la prensa, 705; cuestión religiosa, 705-6; manifiesto del par- tido monárquico constitucional (mo- derado), 739; se trata de Cortes constituyentes, 741 ; manifiestos del partido monárquico nacional: en Madrid, 759-60; en Barcelona, 760-1. El resultado, 768; influencia de este movimiento, 769. Sobre las actas electorales de Na- varra, 6, 910; coacciones, 911; los carlistas en las elecciones, 912-3. Los progresistas y los carlistas elegidos, 955 Resultados electorales en 1834- 36-39-40-41-43-44, 955. Elena. Amante de Simón Mago. 4, 71-2. Elíaea (Escuela). 3, 449. Elío v Ezpeleta (Joaquín) (1806- 1876). General carlista. 6, 469 ; 7, 872. Eloísa (1101-1164). Amante de Abe- lardo. 4, 736. Elpidio. Presbítero español del si- glo V. 5, 79. Embajadores Sobre su nombra- miento, 7, 725. Emery (Santiago Andrés) (1732- 1811). Religioso de San Sulpicio y escritor apologético. Obra citada: "Exposición de la doctrina de Leib- niz sobre la religión", 4, 55; 2, 69. Empédocles (siglo V a. de J. C). Filósofo griego. Su filosofía, 3, 432. Citado: 432, 455-6. Emperador de Austria. Vid. Fer- nando I. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS SS5 Emperador de Rusia. Vid. Nico- lás I Pawlowich. Emperadores. Los de Oriente con- tra la independencia de la Iglesia, 5, 760-1. Los de la Edad Media con- tra los papas, 762. Emperatriz de Austria. Ana de Sabaya, hija de Víctor Manuel de Cerdeña, casada con Fernando I. 7, Empirismo. Juicios empíricos de Kant, 2, 443. Idea empírica de tiem- po, 598, 606 ; 3, 273-4. Conocimiento empírico de los principios, 2, 600-1. Sexto Empírico, 3, 461-2. Los empíricos de España, 8, 343-4. Empleados. Formando parte del Estamento de proceres, 6, 645; de la Cámara alta, 664. El exclusivis- mo de los empleos v el matrimonio de conciliación, 7, 99. Sobre el au- mento v reducción de empleados, 348-9. 350-1. Las catedráticos con- vertidos en cuerpo de empleados, 417. Encéfalo. Sistema, encefálico, 3, 205. Enciclopedia. Escuela enciclopédi- ca, 8, 471-2; 4, 284, 692 ; 3, 628. El en- ciclopedismo en la educación moder- na, 5, 509-10. Lectura de enciclope- dias, 3, 100. "Eneida". Traducción del episodio Niso v Eurialo, 8, 401-2. Enemistados. Contra los enemis- tados; el concilio de Agde (506), 4, 311-2; el de Arlés (443 ó 452), 311-2; el de Lérida (546), 321; el de Wors- mes (868), 312-3. Enesidemo (siglo I a. de J. O. Filósofo griego. Su filosofía, 3, 451, 463. Enfermo. Su imaginación, 3, 21. Engaño. Sobre él Cousin, 5, 352-3. Interés en engañar, 3, 596-7. Enmiendas. Al artículo 11 de la Constitución (cuestión del clero) ; de Rufino Carrasco v Yáñez Ribadenei- ra. 6, 955-6. La de Alós. 961. La de Isla Fernández al proyecto de re- forma de la Constitución, 977. La de Eguizábal sobre la admisión de los eclesiásticos en el Congreso, 985. La de los vilumistas al provecto de dotación del culto y clero, 828, 1036-7, 1047-8: otras dos enmiendas al mis- mo. 1048-50. Sobre supresión del re- gistro interior, 7, 195. De Viluma sobre el sistema tributario, 511. Enna (Manuel). Murió en 1851. Mi- litar esparterista vencido en Teruel por Narváez en 1843. 8, 219-21; 7, Ennio (Quinto) (239-169 a. de J. C). Poeta latino. Obra citada: "Anales", 5, 107; 3, 388. Ennis (Ciudad). La elección de O'Connell, 8, 21. Enoch. En el Génesis, 5, 120 Enrique III (1551-1589). Rey de Francia desde 1575. Asesinado por Jacobo Clement, 4, 352, 365 ; 8, 52-3. Su intervención en el asesinato del duque de Guisa, 4, 365. Mariana so- bre Enrique III, 8, 56-7. Citado: 7, 1033. Enrique IV (1553-1610). Rey de Francia desde 1589. Murió asesinado por Ravaillac. Protege el Protestan- tismo. 5, 308. Citado: 3, 563-4 ; 7, 951, 1033. Enrique IV (1050-1106). Emperador de Alemania desde 1056. Sostuvo la guerra de las investiduras, 5, 755-6. Enrique VIII (1491-1547). Rey de Inglaterra desde 1509. Su divorcio de Catalina de Aragón, no reconoci- do por el papa Clemente VII, dió motivo al cisma anglicano. Llevó al cadalso a Tomás Moro y a dos de sus esposas, Ana Bolena y Catalina Howand. Usurpa el poder eclesiásti- co, 5, 762-3 ; 4 , 595. Sus crímenes, 17-8. Sus polémicas con Lutero, 18. Su lucha con la Iglesia, 554-5; 5, 308. Su despotismo, 759; 4, 669-70. Cita- do: 5, 841-2; 4, 117, 241, 329-30, 340, 476-7, 676-7, 696, 716; 5, 61, 104-5, 308, 557, 584 ; 8, 103-4, 142-3 ; 6, 225-6, 286-7, 329-30, 567 ; 7, 87-8. Enrique Caroli. Arzobispo de Up- sal desde 1384 hasta su muerte, en 1408. 4, 319. Enrique María Fernando de Bor- bón (Don) (1823-1870). Infante de España hijo de Don Francisco de Paula y de María Luisa Carlota y hermano del rey consorte Don Fran- cisco de Asís. Fué pretendiente de Isabel II y a él se inclinaban los moderados, pero su manifiesto de tonos progresistas (31 de diciembre de 1845) le alejó del trono. Fué des- tinado al mando del guardacostas "Manzanares" en El Ferrol y en marzo de 1846 se le ordena trasla- darse a Francia por creerlo conspi- rador. Tal vez no fué ajeno al pro- nunciamiento de abril en Galicia. Cuando se hizo público el proyecto de matrimonio real protestó de todo derecho a la Corona que pudiera recaer en los hijos del duque de Montpensier ; en octubre escribe a Espartero deplorando los actos a que se ha visto arrastrado y algu- nos días despuás a la reina some- tiéndose. Su destierro, 7, 424-5. So- bre su manifiesto, 499, 506; texto del mismo, 508. Su protesta por el en- lace Montpensier, 929-30; examina- da ante el derecho constitucional, 831. Intentos de una revolución a favor de Don Enrique, 869-70. Su sumisión, 902-3. Su candidatura a rey consorte. (Vid. Matrimonio real.) Citado: 294, 298-301, 423-4, 427-8, 499, 503-4, 506-8, 521-2, 606-8, 649, 689, 701, 728, 731-4, 791, 807, 810-1, 815, 825-6, 837-8, 841, 869-70, 891-2. Enrique Sanglier. Obispo de Sens desde 1122 hasta su muerte, en 1142. 4, 755. Enrique de Valois. Vid. Enri- que III, rey de Francia. "Ensayo crítico", por Roca y Cor- net. Crítica, 8, 378. Enseñanza. Método, 3, 650-1. Su 886 EFEMÉRIDES E ÍNDICES objeto, 656. Descubrimiento de ta- lentos ocultos, 657. Necesidad de es- tudios elementales, 660. La de la historia según Bossuet, 660-1. Los profesores, 662. La primitiva del hombre, 2, 791. Enseñanza por sín- tesis, 3, 98-9. Plan de la de matemáticas, 8, 546; elección de método, 548-9. La de la aritmética, 551; 5, 609; del álgebra, 8, 553; d« la geometría, 555; de la trigonometría, 556-7; de la geome- tría práctica, 557; del álgebra apli- cada a la geometría, 557; de la es- tática y dinámica, 558-9. La del dog- ma, dé competencia exclusiva del clero, 5, 781. Necesidad de institutos religiosos dedicados a ella, 4, 488-9. Fundación de universidades anterio- res al Protestantismo, 760-1. Ense- ñanza de los fundamentos de la re- ligión, 5, 6. Enseñanza de los niños, 8, 332-3. La instrucción eclesiástica, 5, 830-1; 6, 266-7; plan de la carrera de teología (gobierno González Bravo), 528; crítica del mismo, 529-30; en el proyectado convenio con Roma, 7, 313; en el plan de estudios de Pidal, 391, 401-2. La libertad de enseñanza en Fran- cia, 8, 417-8; 6, 571-2, 577; contra ella Villemain y Cousin, 572; a favor de ella Montálembert, 572-3. El decreto de Pidal en 1845, 7. 377; el preámibulo, 377-8; el plan de estudios, 379; su espíritu centraliza- dor, 379-80 ; las cátedras sin oposi- ción, 382; nombramiento de recto- res, 382-3. La segunda enseñanza elemental, 384-5; la de ampliación, 387-8; facultad de filosofía, 387-8; el latín, 388-9; la incorporación de los seminarios, 390-1; el monopolio universitario, 391 ; el examen sin la asistencia, 392; la filosofía y la teo- logía, 393-4. Los diversos estableci- mientos de enseñanza, 399; los ins- titutos superiores y los colegios rea- les, 399-400; los institutos de tercera clase, 399-400; las universidades, 401-2; la facultad de Teología y los seminarios, 401-2. Privilegios de la universidad de Madrid, 403-4. Esta- blecimientos privados, 405-6. El cuer- po de catedráticos, 414. Un establecimiento en Vich de Mariano Aguilar, 418. Ensimismados. Ejemplo de aten- ción defectuosa, 3, 558-9. Peligros de su imaginación, 577-8. Ente. La idea de ente, 2, 505, 537-8, 582-3, 823. Está comprendida en el principio de contradicción, 505-6. Y en el de Descartes, 506. Sin ella no hay pensamiento, 506-7, 527-8, 538. Su simplicidad. 507, 537-8. No es in- tuitiva, 508, 537-8. Es forma del en- tendimiento, 517 , 538. No es la úni- ca, 517-8, 538. Idea de ente posible, 522. Idea de negación de ser, 524. Origen de la idea de ente, 527-8, 539. No es innata, 529 , 539. Es indeter- minada, 529-30, 537-8. Cómo es per- cibida, 530, 539. La idea depurada por reflexión, 531-2, 539. Ideas deri- vadas de la de ente, 823. (Vid. Ser.) Entelechia. De Aristóteles, 3, 445. Cicerón sobre esta palabra, 445. Entendada. Obrero de Vich, 1, 621. Entendimiento. Qué es, 2, 477; 3, 10-1, 29, 483. Necesita las demás fa- cultades, 11. Se distingue de la ima- ginación, 2 , 420. Y de las faculta- des sensitivas, 212-3, 427; 3, 483-4. El entendimiento según Vico, 2, 176; según Kant, 443. Sus relaciones con la sensibilidad, 497. Entendimiento, agente de los escolásticos, 355, 427, 432, 472; 3, 483-4. Fenómenos intelectuales, 2, 411-2. 432, 477 ; 3, 11, 30, 483. Su división: percepción o idea, 621; 2, 411; 3, 29- 31; juicio, 629, 645, 647; 2, 151-2, 510, 538; 3, 30, 43; raciocinio, 640, 30, 61. Percepción de sí mismo, 2, 13-4; 3, 485. De la intuición sensible, 2, 430. Sucesiva y multiforme, 157-8. Facul- tad de componer y descomponer, 157-8, 530-1, 799. No produce la ver- dad universal, 484. Entender no es causar, 2, 799. La verdad, 58-9. La certeza, 59. La duda, 60-1. El ente objeto del entendimien- to, 84. Actos especulativos y prácti- cos, 3, 564-5, 102-3. Influencia de las pasiones, 381-2, 442-3 ; 3 , 665, 677, 27-8, 291-2. De la imaginación, 8, 431 ; 3, 680. Entendimiento práctico, 700. Sin sentido común, 706-7. Torcido. 707. Latente, 716-7. Reglas para los juicios prácticos, 735-6. Deberes re- lativos al entendimiento, 180-1. La autoridad : Su punto de apoyo, 4, 49-50. Su debilidad, 51, 61, 71-2. Su escasa independencia en las cien- cias, 59-60. Su presunción según Sé- neca, 62-3. Su esterilidad en las cien- cias morales, 67-8. Su influjo en la conciencia del individuo, 278-9. Cul- pabilidad de sus errores, 355-6. El Catolicismo favorece su desarrollo. 721, 731 ; éste no es entorpecido por el dogma. 722; ni en el conocimien- to de Dios, 723; ni en el estudio del hombre. 725-6; ni en las ciencias mo- rales, 727-8; ni en las sociales, 730; ni en las naturales, 730. Sus rela- ciones con el cerebro, 8, 272. Su desarrollo desde el siglo XI, 4, 740, 757; comparación con el de los pueblos antiguos, 741; San An- selmo, 745-6; San Bernardo, 746; el estudio de la antigüedad, 748-9; San- to Tomás de Aquino, 749-50. El Pro- testantismo no aventajó al Catoli- cismo en la erudición ni en la cri- tica, 757-8; ni en la controversia, 758-9; ni en el estudio de las len- guas sabias, 759. Creación de cen- tros de enseñanza anteriores al Pro- testantismo, 760-1. Chateaubriand so- brn la influencia del Protestantismo en las artes, 761; influencia de la Iglesia en ellas, 762-3. La ascética y la mística, 764-5: la filosofía de la historia, 765-6; la literatura, 766. Su superioridad en los tiempos moder- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS SS7 nos, 5. 526. El corazón y el enten- dimiento, 8, 330-1. Entimema. Especie de argumenta- ción, 3, 642-3 , 648 ; 2, 161; 3, 70. No lo es el principio de Descartes, 2, 99-100. 103, 491-2. Entusiasmo. 5, 299. Eón de la Estrella. Hereje del si- glo XII. 4, 435-6, 447. Epicteto. Filósofo estoico, esclavo en Roma en el siglo I. Pudo sentir la influencia del "Sermón de la mon- taña", 5, 798-9; 4, 75-6; 3 , 453-4. Epicuro (341-270 a. de J. C). Su filosofía, 3, 451. Su sistema religio- so, 451. Su moral, 451-2. Cicerón so- bre él, 452. Su discípulo Metrodoro, 452. Obra citada : "Canónica", 451. Eptfanio (San) (310-403). Obispo de Salamina y doctor de la Iglesia. 5, 290. Epiquerema. Especie de argumen- tación, 3. 70. Episcopado. Situación del de Es- paña, 6, 266. Su sumisión al Pontí- fice, 1, 148-9. El episcopado en el Senado actual, 7 , 484-5. (Vid. Obis- pos.) "Epistolario". "Obras Completas de Balmes". 1, 559-898. Equivocación. Falacia de dicción, Erasmo (Desiderio) (1467 - 1536). Teólogo y humanista holandés, con- sejero de Carlos I de España. So- bre Lutero, 4, 18. Sobre los nova- dores del Protestantismo, 31-2. Sobre la historia de la Iglesia, 37-8. Cita- do: 463-4, 757-9 ; 3, 617-9, 488. Ercilla y Zúñiga (Alonso de) (1533- 1594). Militar v poeta español. 4, 120; 234-5; 3, 562-3; 6. 148. Eretríaca. Escuela, 3 , 449. Erfgena. "Vid. Escoto (Juan). Error. La tolerancia del error, 4, 342; no merece respeto, 342-3: erro- res inocentes y culpables, 355-6. "Ven- cible e invencible, 3, 132. El senti- mentalismo en los errores modernos, 5, 268-9. Alianza del error y el vi- cio, 109-10. Debilidad y violencia del error, 8, 345-6. ErHdu-ión. En el Catolicismo y en el Protestantismo, 4, 757-8. El genio v la erudición, 8, 330-1. Esaú. En el Génesis, 5, 119-20. Escalafón. El de catedráticos, 7, 414. Escalante. Jefe político de Madrid en abril de 1843. 1, 699-700 : 7 , 781-2. Escalera. Vid. Ceballos Escalera. Escarmiento. Producido por la pe- na, 3, 179-80. Escepticismo. Su duda, 2, 18-9. Combatido por la naturaleza, 26-7. Destruye la ciencia y la concien- cia, 144. El de Lutero, 4 , 594-5. El de Ber- keley, 2, 17-8; 3, 503. Hume, 2, 18; 3, 509-10. Pirrón, 2, 20; 3, 450. Con- duce a él el sistema de Vico, 2, 179-80 ; 3, 504. Zenón de Elea, 429. Protágroras de Abdera, 433. Gorgias Leontino, 433-4. Enesidemo, 461-3. Conduce a él la filosofía de Lamen- nais, 524-5. En la ciencia moder- "Cartas a un escéptico", 3, 241-448. Cuestiones sobre escepticismo, 5, 54-5, 245. Ante la muerte y el infor- tunio, 874-5, 252. Tedio y postración que causa, 252-3, 310-1. Es plaga de los tiempos modernos, 253-4. Sobre su tolerar cía, 4, 346 ; 5, 326-9. Sus equivocaciones sobre el amor propio, 355; sobre la humildad, 370-1; sobre el destino de los niños sin bautismo, 388-9; sobre el de los infieles, 392, Sus dificultades relativas a la vi- sión beatífica, 397; al purgatorio, 401; a la felicidad terrena, 404; al culto de los santos, 414; al de las imágenes, 417-8; a la intercesión de los santos, 420-1; al culto de las re- liquias, 426; a lo extraordinario, 442-3. Su parcialidad, 412. Culpabi- lidad del escéptico, 5, 874. Conducta del sacerdote con él. 874-5. Utilidad de buenos libros, 875. Escévola (Cayo Mucio). Hétroe ro- mano del siglo VI a. de J. C. Su fortaleza, 5, 301-2. Citado: 4, 223; 5, 295. Escipión (Publio Cornelio) (234-183 a. de J. C): Llamado "el Africa- no". Vencedor de Aníbal. 4, 290 ; 8, 236-7 ; 3, 617-8. Esclavitud. Abolida por el cristia- nismo, 4, 140-1, 180. Errores de Gui- zot sobre la tolerancia del cristia- nismo con la esclavitud, 141-2, 146, 176-7; no se pudo abolir de golpe, 142; por qué la Iglesia recomendó a los esclavos que obedeciesen a sus dueños, 177-8. La esclavitud antigua, 5, 482-3, 560-1. La esclavitud en Atenas, 4, 142; en Chío según Tucídides, 142. Observaciones de Platón y Aristó- teles sobre los esclavos, 142. La es- clavitud en Roma, 142-3; en Tiro, 143; en Galia según César, 143, 145-6. La Iglesia católica contra la es- clavitud, 4, 147 ; doctrina de la Igle- sia sobre ella, 148. Sobre la natura- leza del esclavo; Homero, Platón y Aristóteles, 148-9; San Agustín, 175- 6; Santo Tomás, 176-7. Consejos de San Pablo a los esclavos, 152, 153: la Iglesia les recomienda la obedien- cia, 177-8; decisiones del concilio de Granges (324), 152. Insurrecciones y matanzas de es- clavos en Roma, Grecia y Asia, 4, 153; malos tratamientos que se les daban, 153-4; matanza de los escla- vos de Pedanio Secundo, 154-5. San Pablo a Filemón intercediendo por el esclavo Onésimo, 155-6; contra la costumbre de maltratar o matar los esclavos; el concilio de Elvira (305), 155-6, 181; el de Epaona (517), 156-8, 181-2; el de Toledo (604), 182; el de Orleáns (549), 155-6, 182; el de Mé- rida (666), 157, 182-3; el de Toledo (675), 158, 182-3; el de Worms (868), 158, 183. La Iglesia defiende los manuml- 888 EFEMÉRIDES tidos; el concilio de Orange (441), 160- 1, 183; el de Orleáns (549), 160-1, 183; el de Macón (585), 183-4; el de París (614), 184-5; el de Toledo (589), 161- 2, 184-5; el de Toledo (633), 161-2, 184-5; el de Agde (506), 161-2, 184-5. El rescate de los cautivos ; se re- gistran casos de substitución, 4, 162- 3; testimonio de Clemente 'I, 163- 4, 197-8. El rescate aun con bie- nes de la Iglesia: el decreto de Gra- ciano, 125-6, 185; San Ambrosio quie- bra y vende los vasos sagrados. 163-4, 185; San Cipriano, 185-6; el concilio de Macón (585), 163-4, 186-7; el de Reims (625), 163-4, 186-7; el de Verneuil (844), 163-4, 186-7; el de Lyon (583) recomienda a los obispos los cautivos rescatados, 164, 187; el de San Patricio (Irlanda, 450) re- prueba que se facilite la fuga a los esclavos, 164, 187 ; San Gregorio I no quiere se restituya el precio del rescate, 164-5, 187. La Iglesia limita la extensión de la esclavitud: el concilio de Lyon (566) condena a los que atenían con- tra la libertad de las personas, 4, 165, 187-8; el de Reims (625) hace lo mismo, 165, 188-9; el de Londres (1102) condena el tráfico de hom- bres, 188-9; el de Coblenza (922) con- dena a quien esclaviza o vende un cristiano, 165, 188-9; el de Boneuil (616) dispone que quien se haya vendido pueda recuperar la libertad devolviendo el precio percibido, 165-6, 189. La Iglesia defiende los cristianos esclavos de judíos o gentiles : el con- cilio de Orleáns (538) prohibe de- volver a los judíos los esclavos que han buscado asilo en las iglesias por causa de malos tratos, 4, 168, 190; lo mismo el de Orleáns (541), 168, 190; éste, además, castiga al iudío que pervierte un esclavo cris- tiano, 168, 190; el de Macón (581) prohibe a los judíos adquirir nue- vos esclavos cristianos y autoriza el rescate de los existentes por doce sueldos, 168-9, 190-1; el de Toledo '589) repite aquella prohibición y declara libre el esclavo que haya sido inducido al judaismo, 168-9, ">90-l : las leyes de Ina, rey de los sajones, declaran libre el esclavo a quien se haya obligado a trabajar en domingo, 191-2; el concilio de Rérgamo (697) declara libre el es- clavo que hava sido obligado a que- brantar la abstinencia. 191-2; el de Toledo (633) prohibe a los judíos te- ner esclavos cristianos, 191-2. Prohi- ben la venta de esclavos cristianos a judíos o gentiles el concilio de Reims (625), 192; Gregorio III, en su carta al obispo Bonifacio, 192; el de Ciptines (743), 192: el de Cha- lons (650), 192; el de Toledo (656), 169-70, 192-3. La Iglesia impide la reincidencia en esclavitud de los manumitidos; San Gregorio I, 4, 169-70, 193; el con- E ÍNDICES cilio de Agde (506), 170-1, 193; el de Orleáns (541), 170-1, 193. La Iglesia da el ejemplo en su- primir gradualmente la esclavitud: el concilio de Celohite (816) dispone que a la muerte de cada obispo se dé libertad a algunos esclavos, 170-1, 193; el de Ardamach (Irlanda, 1171) resuelve la libertad de todos los in- gleses, 171, 194-5; las decretales de Gregorio IX ordenan que los escla- vos de la Iglesia no puedan salir de su dominio sino para ser libres, 171; el concilio de Seulís (864) pro- hibe la permuta de los esclavos de la Iglesia como no sea para ser li- bres, 195. La Iglesia se preocupa de que los esclavos no sean impedidos de abra- zar la vida monástica o de ser or- denados; el concilio de Roma (597) dispone que se dé libertad a los es- clavos para la vida monástica, 4, 172, 195; el papa Gelasio corrige al abuso de ordenar esclavos sin el permiso de sus dueños, 172, 195-6; el concilio de Mérida (666) permite a los párrocos escoger para clérigos algunos siervos de la Iglesia, 173-4, 196-7; los de Toledo (633 y 655) que los obispos den libertad a los escla- vos para ser ordenados, 173-4, 196-7. La Iglesia proclama el derecho de los esclavos al matrimonio sin el permiso de los dueños ; el papa Adriano I, 4, 178; Santo Tomás so- bre esta cuestión, 178. Diversos papas condenan el trá- fico de hombres: Paulo III, 4, 197-8; Urbano VIII y Benedicto Xrv, 198-9; Pío II, 198-9; Pío VII, 198-9, 201-2; Gregorio XVI, 197. La esclavitud obstáculo para la suavidad de costumbres; cotejo en- tre la esclavitud antigua y el pro- letariado moderno, 5, 853. La escla- vitud en la "Utopía" de Tomás Mo- ro, 825. Esclerótica. Membrana del ojo. 3, 200. Escocesa (Escuela). Buffiery Reid. 2, 186-7; 3, 504. Dugald-Stewart, 2, 186-7; 3, 509. Escolampadio (Juan) (1482-1531). Eclesiástico alemán zuingliano. 5, 518. Escolasticismo. Su filosofía, 3, 474- 5. Sobre la constitución de los cuer- pos, 2, 674-5 ; 3, 475-6. Generación y creación, 477. Actividad de los cuer- pos, 478. Cuerpos vivientes, 479-80. Facultades vitales. 481. El entendi- miento, 2, 73; 3, 483. El entendimien- to agente, 2, 355, 427 , 431-2 ; 3, 482-3. Las ideas, 2, 186-7, 437-8; 3, 484. Sen- saciones e imaginación, 2, 432; 3, 481-2. Contra las ideas innatas, 2, 498-9 ; 3, 484. La substancia, 2, 710-1. Su teología y su moral, 3, 485-6. Es- cuela escotista y nominalista, 485-6. Juicio de Leibniz, 2, 188. Escotistas. Filósofos, 3, 485-6. Escoto (Juan). Scotus Erigena. Poeta y filósofo irlandés del siglo IX. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 888 Sobre él Guizot, 4, 732-3; su doctri- na e influencia, 733; no defendió el libre pensamiento, 736. Citado: 731-6. Escoto (Juan Duna). El "Doctor subtil" (1274-1308). Religioso francis- cano, filósofo y teólogo. Su escuela, 3, 664, 485-6. Citado: 2, 76-7. "Escritos políticos". Edición bal- mesiana. Impresa en 1847-1848. Se anuncia el libro, 1, 836-7. Su confec- ción. 837-8: 6, 4-5. ¿Edición de las "Obras Completas de Balines", 6-7. Escritura. Su utilidad, 3, 340-1. La ideográfica, 341-2. La fonográfica o fonética, 342. La ideográfica en las matemáticas, 344-5. Sus ventajas 345-6. Ampliación de la palabra, 347-8. Escritura (Sagrada). No basta pa- ra saber la revelación, 5, 30. Escuelas filosóficas. Jónica, 3, 420. Pitagórica, 423. Eleática, 426. So- crática, 436. Acadtaiica, 437; Peri- patética, 441, 487-8. Cirenaica, 448. Elíaca y Eretríaca, 499. De Mega- ra, 449. Pirrónica, 450. Estoica, 453. Ecléctica de Alejandría, 464. Neo- platónica, 465. Escolástica, 475. Sen- sualista e idealista, 2, 441-2; 3, 471. El idealismo puro y no puro, 2, 441-2; 3, 471. Escuela escocesa, 2, 186-7; 3, 508. La del siglo XVIII. 8, 471-2: 4, 284, 301-2. 689-90 ; 3, 628. La de Cousin, 5, 346; destructora de la re- ligión, 351-2; imitadora de la alema- na, 354. Utilitaria de Bentham, 3, 663-4. Escuelas políticas. La conservado- ra moderna hija de la revolución, 4, 566. La del siglo XVIII: sus doc- trinas políticas, 692; su comparación con las modernas, 692-3; compara- ción de una y otras con las anti- guas, 693. La escuela política mo- derna es un retroceso a la antigua, 694. Esencia. Las ciencias naturales no penetran las de las cosas, 2 , 384. Conocimiento de la esencia de las cosas, 458-9. Como están en Dios las esencias, 511. Distinción entre esen- cia y existencia. 532, 539-40. En la esencia de Dios ha de estar la exis- tencia, 744-5. La de los cuerpos se- gún Leibniz, 3, 478. Según Descar- tes, 2 , 281-2, 309, 383, 718-9 ; 3, 493. Según Krause, 528-9. Esfera lógica de Hegel, 5, 344. Espacio. Dificultad de su conoci- miento, 2, 304 ; 3, 246. Sentido de la palabra, 2, 305; 3 , 246-7. Absurdo del espacio vacío, 2, 305-6, 327,8, 336-7, 408-9 ; 3, 246-7. Descartes sobre el espacio, 2, 305-6. Impugnación de su doctrina, 309-10. Doctrina de Leib- niz, 310-1. De Aristóteles, 311. Si el espacio es distinto de los cuerpos, 312, 408-9 ; 3, 247. Si es la inmensi- dad de Dios, 2, 314. Doctrina de Clarke, 315. Conduce al panteísmo, 315-6. De Newton, 315-6. Polémica de Leibniz y Clarke, 316. Doctrina de Fenelón, 321. Se impugna, S23. Qué es el espacio y su idea, 325, 409; 3, 247. Génesis de la idea, 2, 325-6. Imaginación del espacio ilimitado, 326-7, 409. Doctrina de Kant sobre el espacio, 388-9, 732; 3, 513. Su idealismo, 2, 339-40. Se impugna, 339-40. Confunde la imaginación con la idea, 340-1; 3, 514. Semejanza de las ideas de tiempo y espacio, 2, 566-7, 589, 605-6. Diferencias, 568-9. La idea de espacio como fundamen- tal en las ciencias naturales y exac- tas, 608; 3, 249. España. Distribución de la rique- za, 5, 738-9. Necesita la influencia de la religión, 744-5. Influencia del clero a la caída del Imperio, 768-9, 771-2; desde los Reyes Católicos, 771. Carácter de su civilización, 771. Su espíritu nacional formado por la re- ligión, 772-3. La reconquista y la religión, 773-4. Influencia del clero desde 1808, 776-7. Efectos que produciría el Protes- tantismo en ella, 4, 106-7. Su fuerza nacional según Pitt, 116-7. Posibles tentativas de importar el Protes- tantismo en nombre de la toleran- cia, 117. Desacuerdo entre la polí- tica y la sociedad, 119. Su fuerza ha sido 'la unidad religiosa, 119-20. La inquisición en España, 4, 366-7; contra los moriscos, 373-4: contra el Protestantismo, 377. Reacción producida en España por el Protes- tantismo, 382-3. Injusticia de los ene- migos de Felipe II, 385-6, 393-4; es- píritu religioso de su época, 386-7. Los excesos de la inquisición, 388-9; peligros que acarreaban los judíos y agravios que cometían, 389-90. España y los jesuítas, 4, 479. La monarquía de España y el po- der espiritual, 4, 596. Su resistencia al poder ilegítimo de Napoleón I, 602. Instinto de libertad en la Es- paña de la Edad Media, 637. Coin- cidencia del predominio del Catoli- cismo y del absolutismo, 696-7. el g rimero no causó el segundo, 697. ausas del absolutismo, 697-8. Cau- sas de la pérdida de la libertad po- lítica: su desarrollo prematuro, 698; la heterogeneidad de las regiones, 700; el predominio del centro, 701; la posición militar v conquistadora de los monarcas, 702-3. Independen- cia constante de la Iglesia en Es- paña, 5, 91. La filosofía alemana en España, 337-8. Lucha en España en- tre lo nuevo y lo antiguo, 510: po- sibilidad de una conciliación, 510-1. Designios de Inglaterra, 921-2; 8, 261. Su centro exánime, la vida en las extremidades, 5, 928-9. El pau- perismo, 941. Su literatura del siglo de oro, 8, 233; la decadencia, 234; influencia literaria de Francia, 238-9. España (Carlos, conde de) (1775- 1839). De origen francés luchó en España como realista y como car- lista. Murió asesinado por una fac- ción de su partido en Organyá. En Barcelona (1832), 5, 981-2. Su cam- 890 EFEMÉRIDES E ÍNDICES paña contra Meer, 6, 236. Citado: 5, 982. "Español , 246, 282. 285-6, 292-3 , 407 , 468, 666-7, 822-3; 3, 219-20. La extensión y el espacio, 2 , 281, 301, 325. Su idea, in- separable de la de cuerpo, 281, 293-4, 408-9. Descartes las identifica, 281-2, 718-9; 3, 493. Independiente de las sensaciones de ver y tocar, 2, 282-3, 285-6; 3, 222-3. La extensión en el misterio de la Eucaristía, 2, 285. Subjetivamente no es sensación, si- no idea, 286-7, 361. Hecho primario de nuestro espíritu, 287; 3, 221, 379- 80. Fecundidad de esta idea, 2, 388, 406 ; 3, 219-20, 248. Base de las cien- cias naturales y exactas, 2, 286-9, 290, 609, 823-4 ; 3, 219-20. Fijeza de la idea de extensión, 273-4. Realidad de la misma, 275. Distinta de la de cuerpo, 281, 282-3 , 327-8. No necesita lugar, 307, 378. Como receptáculo es una ilusión, 2, 334-5. Sus dimensio- nes, independientes del cuerpo ex- tenso, 351-2. Esto no prueba su sub- letividad, 352. Fenomenal y real, 354-5. Si hay puntos inextensos, 366. Noción trascendental de la exten- sión, 369. Cuantitativa y sacramen- tal; "in ordine ad se et in ordine ad locum", 404-5. Comparación en- tre las ideas de ser v de extensión, 539-40, 582-3, 822-3. 'No incluye la idea de substancia, 666-7. Ni la de actividad, 782-3. Cómo la explican Spinosa v Descartes, 718-9. Los pan- teístas, '3, 298-9. Los escolásticos, 478. Kant, 513. Extensión infinita: Si es concebi- ble la idea, 2, 821. Si es posible la representación sensible, 635, 661. Po- sibilidad de ella misma, 323, 636, 661. Su existencia, 642. Extensión del predicado en las proposiciones, 3, 43-4. Extraordinario. Lo extraordinario en religión, 5, 442-3. Ante la (filosofía, 444. Del lenguaje, 445; del origen del hombre, 445; en el mundo, 445-6. Eynardo o Eginhardo (770 ap.- 840 ap.). Secretario de Carlomagno y de Ludovico Pío y monje. Obra E ÍNDICES citada: "Vida de Carlomagno", 4, 570-1. Fábregas, 1, 831-2. Fabricantes. Sus discordias con los trabajadores, 5, 988. Acumula- ción de riquezas en sus manos, 493-4. Situación de los de Cataluña, 997. Conducta que deben seguir con los trabajadores, 997-8. Garnier-Pages sobre los de Cataluña, 6, 397-8. Facciones y pandillas, 8, 337, 337-8, 343-4 ; 6, 494 , 750 ; 7, 5-6. Facultades. Las del alma, 8, 275. 282. Su multiplicidad, 275, 285-6. Su analogía con los sentidos, 288. Su re- lación con el cerebro, 291-2. Su pro- nóstico, 293-4. Animales y religioso- morales según Cubí, 307-8; alimen- tlvidad y conversatividad, 309 - 10, 320; acometividad y f ilogenitura, 310-1; destructividad, 317, 320; ad- quisividad y amatividad, 320; ten- dencia a adorar, 320; conoiencio- sidad, 320-1; maravlllosldad, 321-2; individualidad, 322-3. Sensibilidad externa, 2 , 213-4, 448-9; 3, 10. Imaginación, 10, 22-3, 225. Sen- sibilidad interna, 10-1, 25. Entendi- miento, 2, 477; 3, 9, 29. Voluntad, 2, 477-8. Sensitivas representativas y no representativas, 215. Intuitivas y no intuitivas, 448-9. Suponen la unidad del sujeto, 214-5, 392-3; 3, 352. La sensitiva en el alma sepa- rada, 2, 391-2, 396-7. En los espíri- tus puros, 393-4, 396-7. Ejercicio si- multáneo de todas, 471-2; 3, 10-1. Su desarrollo no es reflexivo, 2, 26-7. Dirigidas por la lógica, 3, 9-10. Su desarrollo por la comunicación, 111. Las del alma según Meng-Tseu, 416-7. Las vitales de los escolásti- cos, 481. (Vid. Sentidos. Entendi- miento, Imaginación, Voluntad.) Fages de Roma (Narciso) (1813- 1884). Jurisconsulto y economista agrario de Figueras. La casa está hoy día representada por su hijo Carlos Fages de Perramón. Carta al mismo, 1, 645-6. Citado, 637-9, Faieco (G. 31.). Traductor italia- no de Balmes, 2, 4. Falacia. De dicción y de cosa, 3, 72. Falces. Diputado moderado en 1844. 7, 195. Familia. La sociedad doméstica, 2 , 820 ; 3, 149-50. La autoridad pater- na, 151. Deberes mutuos, 2, 820, 149, 151-2. Es un elemento de civiliza- ción, 4, 205-6. Lo que le debe la fa- milia al Catolicismo, 239-40. La fa- milia en el paganismo y en el Cato- licismo, 593-4. (Vid. Matrimonio.) Familia real española. División anterior a la guerra de la Indepen- dencia, 7, 221-2; en los últimos años de Fernando VII, 221-2; en 1846, 500-1, 807, 841-2. Su conciliación: de- seada por los monárquicos, 6. 546; 7, 792-3; allanada por el manifiesto ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 895 de Bourges, 222; proouesta en 1833 por Miraflores. 271-2; exierida por las actuales circunstancias, 344. Su oposición constante al partido pro- gresista, 900. Familias reales. En general, 5, 480- 1; 7, 503. Sobre las de Europa, 6, 84-5. (Vid. Dinastías.) fanatismo. Sus extravíos, 5, 757-8. Su origen, 4. 70. Es producido por el Protestantismo, 70-1. El de los pro- testantes, 76. Definición del fanatis- mo, 81; el religioso, 81-2. Medios que emplea la Iglesia para curarlo, 83-4. No lo tienen los fundadores de las órdenes religiosas, 84. Las visiones ilusorias de los protestantes y las de los santos, 84-5. Fanfarronería, 6, 343. Faríngea. Personaje del "Judio errante", 8, 315-6. Fatalismo. En la frenología, 8, 315-6. Fat.ió y Vilas (Tío). Abogado en Barcelona contemporáneo, 1, 892-3. Faugére (Armando Próspero) (1810-1887). Literato francés. Sobre la autenticidad de "Los pensamien- tos", de Pascal, 3, 612-3. Faulf. Tal vez esta palabra haya sido leída v transcrita equivocada- mente. Parece ser "Tauló". 1, 673-4. Fe. Instinto de fe, 4, 56. Dificul- tades para la propagación de la fe, 467: de dónde nacen, 467-8. La uni- dad de la fe no se opone a li- bertad política, 715. La te no entor- pece el desarrollo del entendimien- to, 722; ni en el conocimiento de la divinidad, 723: ni en el estudio es- peculativo del hombre, 724: ni en las cuestiones morales, 727-8; ni en I las sociales, 730; ni en las ciencias I naturales, 730. San Anselmo sobre la fe en dog- | mas inexplicables, 752. Auxiliada por la ciencia, 5. 39. Ante la filo- sofía, 114-5; 3, 698. Da tranquilidad de espíritu, 5, 254-5. Don de Dios, 326. Meritoria por las tentaciones, 329-30. Sitrue al corazón, 442. Su acuerdo con la filosofía, 3 , 698. Mé- todo de San Anselmo para conciliar- la con la razón, 472-3. "Fe (La)", revista religiosa, polí- tica v literaria. Se publicó durante el año 1844, fundada por José María Quadrado, Tomás Aguiló y José María Vidal y Pont. Colaboró con ellos Joaquín Rubió y Ors. La co- lección tiene dos tomos, el primero de 384 oáe-inas v el seeundo de 392. 1. 729-30, 789 ; 6, 431, 786. Federico II el Grande (1712-1786). Rey de Prusia desde 1740. Sobre la situación política de Francia, 6, 303. Citado: 310-1: 7, 87-8. Federico III (1609-1670). Rey de Dinamarca desde 1648. 4 , 678. Federico Guillermo IV (1795-1861). Rey de Prusia desde 1840, 7, 946, 969-70, 1026-7. Fedón de Helis (siglo IV a. de Je- sucristo). Filósofo griego. 3 , 449. Felicidad. En el cumplimiento del deber, 8, 582. La eterna como fin, 5, 357-8. A ésta contribuyen el conoci- miento y el afecto, 397. La terrena de los malos, 405. La de la virtud, 405-6. Aparente y real, 411. No está en la satisfacción de las pasiones. 600-1. Inteligencia, moralidad y fe- licidad, 8, 337. La moralidad no consiste en ella, 2, 808-9. Pero conduce a ella, 822-3. La suprema felicidad según la es- cuela cirenaica, 3, 448-9; según los epicúreos, 451-2. La felicidad de los pueblos y el aumento de su población, 4, 260-1. Felipe I el Hermoso (1478-1506). Marido de Juana la Loca, reina de Castilla y regente en 1506. Las Cor- tes de Valladolid (1506), 7, 664-5. Ci- tado: 4, 479, 703-4. Felipe II (1527-1598). Rey de Es- paña y Portugal desde la abdicación de su padre Carlos I en 1556. Las Cortes de Cádiz contra él, 4, 375. No fundó una nueva inquisi- ción, 375. Parcialidad de los juicios de Lacordaire sobre él, 375-6. Su lu- cha con los protestantes, 376. La in- quisición de su tiempo, 376-7. Su in- tervención en la causa contra Ca- rranza, 379. Felipe II enfrente de la política protestante, 383-4 ; 5, 308-9. Injusticia de sus enemigos, 4 , 385-6, 393-4. Espíritu religioso de su épo- ca, 386-7. En favor de la ilustra- ción ; "La Poliglota de Amberes", 387-8, 395; 8, 48-9. Motivos de su pro- ceder contra los encubridores de los moros en Granada, 4, 391. La inqui- sición de su tiempo, 393-4. Libertad de los escritores en su tiempo, 560-1, 567-8. El Consejo de Ciento de Bar- celona a él, 618. Su intervención en la supresión de las instituciones po- pulares, 704. Su renuncia sin con- curso de Cortes. 7. 665-6. Ejemplo de fuerza de voluntad, 3, 753. Documen- to citado: "Carta a Benito Arias Montano", 4, 395. Citado: 8. 426-7; 4, 379-81, 384 , 387-8, 474-5, 596, 638-9, 651, 696-7, 705 : 5, 508-9 ; 8, 53-4, 128-9; 5, 977-8; 6, 202, 229-30, 257-8, 290-1, 299-300, 313-4, 314, 397-8. 411-2, 414-5. 426-7, 433-4 , 543-4 , 556-7, 665, 676-7: 7, 14-5, 47-8, 201-2, 207, 346-7, 642, 672-3, 807-8, 829-30, 951, 965. Felipe III (1578-1621). Rev de Es- paña desde 1598. Las Cortes de Ma- drid (1607). 7 , 664-5. Citado: 8. 428; 4, 391-2, 560-1, 626-7; 7, 14-5, 672-3. Felipe IV (1605-1665). Rey de Es- paña desde 1621, 4, 638-9 ; 5, 96, 977; 7, 14-5, 672-3. Felipe V (1683-1746). Proclamado rey de España a la muerte de Car- los II (1700) sostuvo una guerra de sucesión contra el archiduque Car- los de Austria, después emperador con el nombre de Carlos VI. La gue- rra terminó con el tratado de Utrecht (abril de 1713). A favor del archidu- que se interesaron especialmente los 896 EFEMÉRIDES países del reino de Aragón, y por esta razón perdió sus fueros Cata- luña. La España de su tiempo, 6, 32-3. Guerra de sucesión, 32; 7. 665- 6, Citado: 5, 96, 974-5 ; 6, 413-4, 560-1; 7, 430, 447, 744, 877-8, 987, 937-8, 941-2- Felipe Neri (Padres de San). So- bre el restablecimiento en Vich de una comunidad, 1, 722, 741-2. Félix. Obispo de Astorga (252-254) en substitución del "libelático" Mar- cial, 5, 72-3. Félix. Obispo de Zaragoza desde el año 254. 5, 72-3. Félix de Valois (San) (1127-1212). Cofundador con San Juan de Mata de la orden de la Santísima Trini- dad. 4, 459-60. Feller (F. X. de). Autor de "Bio- graphie universelle". 1, 873, 875. Fenelón (Francisco de Salignac de la Mothe) (1651-1715). Arzobispo de Cambray desde 1695. Compara- ción con Félix Amat, 5, 196. Proceso del libro "Máximas de los Santos"; intervención de Bossuet, 196; conde- nación del libro por Inocencio XII, 197; su retractación, 197-8; interven- ción de Luis XIV, 197, 199; y del obispo de Saint-Omer, 199. Su carta a M. Ramsav. 199. Fenelón y las re- formas, 8, 333-4. Sobre el sentido común, 2, 197. So- bre el esnacio. 321. Impugnación de su doctrina. 323. Sobre la eternidad de r>ios, 571. Obras citadas: "Exis- tencia de Dios". 77-8, 321, 559-60. "Máximas de los Santos", 5, 197. Ci- tado: 776- 4, 480-1. 724: 5, 193, 196-9: 8, 312, 333-5; 2, 197, 320-3 , 441; 6, 545. Fenicios. Origen de sus viajes, 5, 127-8. Su filosofía, 3, 419-20. Fenómenos. Tas sensaciones son aligo más, 2 , 228. Caracteres de los internos, 229, 233-4, 417, 432 , 677. De- muestran la unidad del "vo", 678-9. Y la simplicidad del alma, 608-9. Es- tos no se explican sin el mundo ex- terno, 233, 353. Relación entre los fiscos v las sensaciones. 272. Los fenómenos según Kant, 354-5, 434-5; 3, 512-3. Armonía entre la idea, el fenómeno y la realidad, 2, 372-402. Distinción entre fenómeno y reali- dad, 372. Confusión de Descartes, 383. Los fenómenos intelectuales se- gún Aristóteles, Descartes, Male- ibranche, Locke y Condillac, 411-2. Los espontáneos internos, 794-5. Ferécides (siglo VI a. de J. C). Filósofo griego, 3, 420-1, 413. Feria (Duque de). En 1612 lo era Lorenzo Suárez de Figueroa, quien fué gobernador de Milán y virrey de Valencia y Sicilia. Murió el año de 1634. 4, 626-7. Fermat (Pedro) (1601-1665). Mate- mático francés. 8, 571-2; 3, 617-8, 488. Fermín (Don). Vid. Gonzalo Mo- rón (Fermín). Fernández (Francisco). Presbíte- ro, 6, 499. E ÍNDICES Fernández de la Hoz (Jpsé María) (1812- 1887). Jurisconsulto, que fué ministro de Gracia y Justicia en el gobierno de Isturiz en 1858. Sobre la exclusión de los hijos de Don Car- los al matrimonio real, 7, 103-4. Fernández del Pino (Juan). Dipu- tado moderado por Málaga en 1840. 8, 112-3. Fernández Negrete ( Santiago ) . Diputado moderado en 1845 y varias veces ministro después de 1851. Su discurso sobre la devolución de los bienes del clero, 7. 20-1. Citado: 19, 21-2. Fernando I (1793-1875). Emperador de Austria desde 1835 hasta su ab- dicación en su sobrino Francisco José en 1848. 7, 944, 946. 1026-7. Fernando II de Aragón y V de Castilla, el Católico (1452-15Í6). Rey de Aragón desde 1479 y de Castilla por su casamiento con Isabel des- de 1469. Su enlace con Isabel, 5, 776. Citado: 772-3 ; 4, 339-40, 368-9, 376, 398-9, 392 , 596, 667, 684-5, 701, 703-4; 8, 50, 57-8, 124-5 ; 6, 426-7, 725 ; 7, 952. Fernando II de Sicilia (1810-1859). Rey de las Dos Sicilias desde la muerte de su padre Francisco I en 1830. Era hermano de la regente de España María Cristina. 7, 943-4, 951. Fernando III (San) (1199 - 1252). Rey de Castilla desde 1217 y de León desde 1230. 4, 386-7. Fernando IV. Rey de Castilla y de León desde 1295 a 1312. llamado "el Empecinado". Motivos de la con- vocatoria de Cortes en Valladolid en 1298 y en 1307, 7, 559-60. Femando VI (1713 - 1759). Rey de España desde 1746. Concordato con Benedicto XIV, 5, 94-5. La España de su tiempo, 6, 32-3. Citado: 5, 96; 6, 32-3, 413-4; 7, 14-5, 525-6. Fernando VII (1784-1833). Rey de España desde la abdicación de su padre Carlos IV en 1808, prisionero en Valency mientras duró la guerra de la Independencia, libertado en el año 1814. Tuvo cuatro esposas: María Antonia de Borbón (1802-1806), Isabel de Braganza (1816-1818), Ma- ría Josefa Amalia de Sajonia (1819- 1829) y María Cristina (1829-1833). De la última tuvo a Isabel II. Los principales hechos de su reinado van consignados en las "Efemérides his- tóricas". Félix Amat sobre el resta- blecimiento de su poder absoluto, 5, 187-8. España a su muerte, 6, 43- 4. Las discordias de El Escorial, 7, 221-2. El motín de Aranjuez, 6, 427-8. Génesis de la guerra carlista, 388; 7, 221-2, 650-1. "La exposición de los persas", 659. Su voluntad en el ma- trimonio de la reina, 695. Citado : 5, 232-3 ; 8, 57-8; 5, 981-2; 6, 22-3, 99- 100, 195, 197-8, 254-5, 395-6, 425, 429, 506, 560-1, 604-5, 607. 621, 623-4, 628, 974-5, 979; 7, 12, 41-2, 53-4, 66, 89-90, ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 897 207, 222, 229, 250-1, 257-8, 290, 292, 299-300, 341, 350-1, 428-9, 430, 438-9, 500-1, 540, 569-70 ; 7, 659, 673-4 , 689- 90, 694-5, 697. 741-4, 757-8, 807, 815-6, 845-6, 864-5, 870, 876-7, 883-7, 880, 916- 7, 924-7, 932, 941-4, 1006-7, 1012-13, 1016. Ferrer (Francisco de). Por apodo •Rol". Individuo de la Junta direc- tiva del establecimiento de enseñan- í de Matemáticas de Vich. 1, 570- 592-3, 621, 624, 664-7, 697, 701-2. Ferrer (Magín). Mercedario. 1, 887. Ferrer y Cafranga (Joaquín Ma- ^ría (1777-1861). Político español pro- )r 'jgresista, de la junta de Madrid en * el movimiento de 1840 que destronó " ja María Cristina y ministro de Es- tado del gobierno regencia. Su in- le tervención en el negocio de la nun- 1 ciatura (1840), 8, 115-6. Citado: 121. a Ferrer y Subirana (José). Murió '' en 1843. Jurisconsulto y escritor na- \ cido en Olost, colaborador de Bal- >- mes en la revista "La Civilización". ¡ Cartas al mismo, 1, 574-80, 582-5, 590, ! 595, 599 - 602 , 606, 617, 619-20 . 625-6, ' 642-3, 648-9, 673, 683-4, 686-7, 692-3. 1 Crítica de Palmes de las "Obser- 1 vaciones" de Ferrer, 8, 348-9. Obra ci- ( lada : "Observaciones... entresacadas de las obras de Bonald", 348-9. Cita- do: 1, 559-60. 564-5 . 583, 594 , 597-8, 601, 603-5, 607-8, 611-3, 615-6, 625, i 642, 647-8, 654, 659-61, 673-5, 678-9, 685, 687-8, 695-8 ; 5, 452-3; 8, 5, 348-52. '' Ferrer y Valls (Jerónimo). Nació 1 en Santa Coloma de Queralt en 1797. ; Periodista y cónsul en el Yucatán. ' 1, 758 ; 5, 923-4. Ferrettl (Cardenal). Primo del 1 papa Pío IX y su secretario de Es- 1 tado desde la dimisión de Gizzi en 1 julio do 1847 hasta febrero de 1848. 'Feudalismo. Su caída, 8, 422-3; 5, 1 J13. En Europa, 707-8. Corregido por las riquezas de la Iglesia, 709. Sus 1 causas v sus resultados, 487. No fué causa de realce de la mujer, 4, 264. Halló la mujer realzada por el cris- tianismo, 266-7. Fichte (Juan Teófilo) (1762-1814). Filósofo alemán panteísta. Sus erro- res, 5. 335-6. Su filosofía. 2. 16. 48. 344-5, 721-2 ; 3, 518. Esterilidad de la Slosofía del "yo", 43-4, 47-8, 56. Opi- nión de Mad. Staél sobre el sistema ie Fichte 48. El acto miro d° mn. ciemcia, base de este sistema, 50, 722- 1; 3, 518. Comparación con el de Des- cartes, 2, 48-9, 52; 3, 518-9. Refuta- ción, 3, 722. Conduce al panteísmo idealista, 53-4, 720; 3, 519. Relaciones de su sistema con el de Kant, 2, 344- 5, 732. Obras citadas: "Ciencia del conocimiento", 727-31. "Doctrina de i la ciencia", 16, 48, 130-1, 133-4, 140, 142-3, 146; 3, 506-7. Citado: 5, 332-3, í35-7 ; 2, 14-5, 19, 43, 45-6, 48-54, 68-9. 97-8, 146-7, 344-5, 445-6, 718. 721-22, 729-34. 740-41 ; 3, 517-20, 522. Fieschl (José) (1790-1836). Por ha- ber atentado contra Luis Felipe fué guillotinado. 6, 118. Figuerola v Ballester (Laureano) (1816-1903). Político catalán, varias veces ministro después de 1868. 8, 186-9, 195-6. Figura. La de los cuerpos, 2 . 289, 671; 3, 13. Las figuras del silogis- mo, 64-5. Falacia de dicción, 72-3. Filangieri (Cayetano) (1752 - 1788). Jurisconsulto y economista napoli- tano, autor de "La scienza della le- gislazione". 3, 664-5. Filantropía. Su comparación con la caridad, 4, 280. Filarco. Magistrado en la "Uto- pía" de Tomás Moro. 5, 588. Filenrftn. Carta de San Pablo, 4, 155. Filipinas. Venta de obras de Bal- mes, 1, 748. FUipo II (382-336 a. de J. C.) Rey de Macedonla. 8, 512; 5, 458 - 9 ; 3, 666-7 ; 2, 391- Filogenitura. Según Cubí, 8, 310. Filolao (siglo V a. de J. C). Fi- lósofo griego, 3, 424-5. Filón (siglo I). Filósofo judío. 5, 317. Filón de Larisa. Filósofo griego del siglo II a. de J. C. 3, 457. Filosofía. Su objeto, 8, 257; 2, 26- 7; 3 , 539. Variabilidad de la filosofía anticristiana, 5, 151-2. La alemana; sus extravagancias, 2, 43-4. La filo- sofía y la religión, 3 , 698 ; 2, 63-4, 401-405 ; 3, 537-8. La del siglo XVIII. 2, 611-2. La filosofía del lenguaje, 3, 195, 295. Su historia, 295. Filosofía en la India, 412. China, 416 'Persia. 418. De los caldeos, 418-9. De Egip- to, 419. De Fenicia, 419-20. Escuela jónica, 420. De los pitagóricos, 423. De Jenófanes, 426. Parménides, 427- 8. Zenón de Elea, 429. Leucipo y De- mócrito, 429-30. Heráclito, 431. Em- pédocles, 431. Sofistas y escópticos, 433. Sócrates, 434 - 5. Platón, 436 - 7. Aristóteles, 441. Cínicos, 447-8. Es- cuela cirenaica, 448; elíaca y ere- tr'aca. 449. De Megara. 449 Pirróni- cos, 450. Epicúreos, 451. Estoicos, 453. De la Academia nueva y la no- vísima, 455. Cicerón, 458. La filoso- fía de Roma imita la de Grecia. 8. 229-30. Fnpsidemo y Sexto F-^DÍrico. 461. Eclécticos de Alejandría, 464. Neoplatónicos, 465. Entre los cristia- nos, 466-7. Después de los bárbaros. 467-8. Arabes v judíos, 469. Gerber- to, 469-70. Roscelin, 470-1. San An- selmo, 472. Abelardo, 473. Santo To- más, 4, 751; 3, 474. Escolástica, 475. Roger Bacon, 486-7. Epoca de tran- sición, 487. Bacon de Verulam, 489. Descartes, 489 - 90. Gasendo, 495 - 6. Hobbes, 496. Spinosa, 497. Malebran- che, 498. Locke, 501. Berkeley. 503. Vico, 503-4. Leibniz, 504. Escuela es- cocesa, 508. Hume, 509-10. Condillac, 510. Kant, 5, 334-5 ; 3. 511-12. Fichte, 898 EFEMÉRIDES 5. 335-6 ; 3, 518. Schelling, 5, 336; 3, 521. Hegel, 522. Jacobi, 523. Lamen- nais, 524. Cousin, 5, 334-5, 525. Krau- se, 527. La filosofía del porvenir, 5, 280; Jouífroy, 283-4. La filosofía ale- mana en España, 337-8; en Francia, 354. La del siglo XVIII, 4, 284, 692; 5, 144, 550; 2, 611-2. La de Bonald, 8, 350-1. Filosofía de la historia: Qué es. 8, 258 ; 3, 685. Su estudio, 685-7; sus errores, 688. Esta ciencia en el Ca- tolicismo y en el Protestantismo, 4, 765-6; sobre ella Bossuet, 765-6; nos da su clave la religión, 5, 117, 562-3; 8, 341; la Providencia, 4, 127-8. El Cristianismo de algrunos filóso- fos, 4, 273-4 Preocupaciones de los filósofos del siglo XVIII, 284. Este- rilidad de las escuelas filosóficas en el orden moral, 300. La religión y la filosofía del siglo XVIII, 301-2. La tolerancia no es fruto de la filosofía moderna, 347. Intolerancia de los fi- lósofos del sie-lo XVIII. 349. La filo- sofía incrédula, hija del Protestan- tismo, 397. El Catolicismo es semilla de adelantos en filosofía, 726-7. Li- bertad que la Ielesia deja a los filó- sofos, 729. La filosofía en el Catoli- cismo y en el Protestantismo, 764. La fe ante su tribunal, 5, 114-5. La historia de Moisés ante ella, 117. Va- riabilidad de la anticristiana, 151-2. El examen en ella, 249-50. Los mis- terios del hombre ante el'a, 263-4. No es producto de las ideas de las masas, 285-6. Lo extraordinario ante la filosofía, 443-4. El charlatanismo contra ella, 8, 258. En la literatura, 258-9. 375-6. El filósofo y el afiloso- fado, 258-9. Pensamientos sobre filo- sofía, 3128. Dios y la filosofía (pen- samiento), 333-4- Filosofía (Facultad de).. En el nue- vo plan de estudios, 7, 387-8. Los es- tudios de filosofía en este plan, 393. Falta la filosofía moral, 393-4. "Filosofía fundamental". Ediciones balmesianas. Génesis de su publica- ción, i, 782 ; 2, 3. Fases de la publi- r-anión de 1» r,ri™<"-« eH¡nión i 7sq_ 803, 805, 814-5, 819-21, 823-4. Proyec- to de una edición francesa, 1, 810-1; 2, 3-4. Proyecto de una edición ita- liana, 4. Fases de la segunda edi- ción, 1, 828-9 , 845. Sobre una su- puesta censura eclesiástica contra este libro, 831-2, 834. Primera tra- duocióm francesa (1852), 2, 3-4; la italiana (1851), 4. Exito de la obra, 7, 782-3. Sinopsis del libro 8.°, 8, 488. En las "Obras Completas de Bal- mes", 2, 13-4. Filósofo. El tintorero y el filóso- fo; ejemplo de análisis deficiente, 3, 626. Cicerón sobre el origen de la palabra "filósofo", 425. Filósofo de Antaño (El). Seudóni- mo de D. F. A. B. Polemista que publicó una serie de cuadernos en E ÍNDICES Cádiz en 1813 con el título: "Prodi- giosa vida, admirable doctrina, pre- ciosa muerte de los venerables her- manos los filósofos liberales de Cá- diz", etc. 6, 196-7. Filósofo Rancio (El). Seudónimo del P. Francisco Alvarado (1756- 1814). Dominico español autor de unas cartas de polémica religiosa, 6, 196-7. Fin. El de nuestros actos, 2, 815- 6; 3, 103-4. El de todas las criatu- ras, 136-7, 391-2. Fincas. Las del clero vendidas de 1835 a 1844 . 7 . 28-9. Las vendidas durante el gobierno moderado. 29-30. «•■inito (T.„). Ta Idea, 2, 63. 617. 626-7, 659-60 ; 3, 263. fc-iol. J, 431-2. Firmeza. De voluntad, 3, 749. No es lo mismo que energía o ímpe- tu, 751. Fisher (Juan) (1459-1535). Obispo ¡ de Roehester en 1504 y cardenal i en 1535, d-ecapitado ñor orden d" En- i ñique VIII, por haber desaprobado su divorcio. 5, 557. Física. Anticorpuscular de los es- colásticos, 3. 475-6. Atomística de Gasendo, 495-6. Ciencias físicas: su certeza, 2, 385; 3, 503-4. Algunos pro- blemas de física, 64H2. Fisiología. De la frenología, 3, 367-8. Fisonomistas, 8, 304-5. Fitz-Gerald. Competidor de O'Con- nell en las elecciones por el condado de Clare en 1828. 8 , 20-21. Flahaut de la Billarderie (Augus- to Carlos Jos,4) (1785-1850). General y diplomático francés. Tal vez a éste se refiere la cita, 7, 935. Flaviano (San). Murió el año 449. 6, 178. Fleury (Claudio) (1640-1723). Ecle- siástico francés, escritor y confesor de Luis XIV. Obras citadas: "Dis- cours sur l'histoire ecclésiastique", 8, 487; "Histoire ecclésiastique" (in- cluida en el "Indice"), 4, 37-S. Citado además: 5, 290-1. Floriáji (1755-1794). Escritor fran- - cés autor de un libro de fábulas. Flourens (Juan Pedro) (1794-1867). Fisiólogo francés. Sobre la frenolo- gía. 3, 368. Obra citada : "Examen de la frenología". 368-9. Fluido. Su velocidad de salida, 8, 643-4. Folache de Orozco (Luis). Magis- trado contemporáneo, 1, 893. Folchs (Fernando). Se le reco- mienda el expediente del exclaus- trado Benito Reixach, 1, 803-4. Cita- do además: 810-11, 816-7. Fomento del Traba jo Nacional. En- tidad de Barcelona. 5 , 929. Fonfréde (Enrique) (1788-1840). Es- critor francés. Escribió una obra ti- tulada: "Réponse á la brochure de M. de Chateaubriand intitulé*: De la nouvelle propositlon relative au ÍNDICE ALFABÉTICO 1>F NOMBRES Y COSAS bannissement de Charles X". Sobre Chateaubriand, 8. 475. Citado: 7, 835-6. FonoUar (Conde de). Ramón Ca- yetano de Despujol y de Villalba (1772-1848). Perteneció a la junta carlista de Berga. Sus relaciones con Balmes, 7, 774-5. Font (Manuel). Secretario del es- tablecimiento de enseñanza de ma- temáticas y dibujo de Vich. en el cual tenía Balmes su cátedra. Carta de Balmes a él" anunciando la re- nuncia a la cátedra de matemáti- cas, 1, 665. Fontenelle (Bernardo le Bovie-r, señor de) (1657-1757). Polígrafo fran- cés. Sobre Leibniz, 4, 55; 2, 191. Ci- tado además: 5, 333; 2, 188-9; 3. 437. Poriohon (L.>. Sacerdote v medico !francí«s. Obra citada: -'Impugnación del materialismo y de la frenología", 3. 366. Forma. La del universo, 2. 330-1. La substancial de los escolásticos, 474-5; 3. 476. La accidental, 478. Formación. Su idea distinta de la de creación. 3, 271-2. La del universo por el acaso. 388. Por las fuerzas de la naturaleza, 391. Formalidades en la ley, 5, 438. Fórmulas. La de las matemáti- cas A A; su análisis, 2, 155, 163-4. Análisis de la de la velocidad, 575-6. La que expresa las condiciones de la causalidad, 769-70. Fórmulas generales de la trigono- imetría rectilínea. 8. 583-4; de la es- férica, 606. Fortaleza ante los peligros, 5, 300- 1. De Régulo y Escévola. 301-2. De los mártires, 302-3. Fortuna de los malos, 5, 405; es aparente, 410-1. Fourier (Francisco María Carlos) (1772-1835). Filósofo francés socia- lista. Sobre la libertad de las pasio- nes. 5, 596. Citado: 564-5, 587. Fox (Jorge) (1624 - 1691). Inglés :'undador de la secta de los cuákeros. 3us extravagancias según O'Cal- laghan, 4, 74-5: origen de ellas, 82-3. hitado además: 78-9. "Fr. Gerundio". Peiiódico satirice Jolítico qüe principió a publicarse jemanalmente en León el 4 de abril le 1837. El l.o de julio de 1838 se :rasladó a Madrid. Cesó el 26 de ju- lio de 1842. Tuvo varias interrupcio- les. Su redactor únicn fue Modesto iLafuente. Citado: 7, 739-40. Fragmentos de autores clásicos; raduceiones. 8, 397. Fragmentos li- erarios: "La buena crianza", 412; Un carácter complejo", 413; "Pa- riotismo literario", 416-7; ''Pntriot'S Ino de Voltaire". 417-8: "Tendencia ¡iteraría", 418; "El genio", 425-6. Frag- mentos de una novela. 438. "Frunce". Diario de París. Sobre el matrimonio real español. 7, 930 - 2. 937-8. Sobre la anexión de Gracovia al Austria, 944-5. Francia. Su estado interior. Sus cla- mes industriales en la Edad Me- dia, 4, 649-50 El movimiento filosófi- co, 763-5. Sus filósofos espiritualis- tas, 332. La filosofía alemana en Francia, 354. Su estado social, 6, 144; estado de sus clases pobres. 5, 940-1. Estadística de su criminali- dad. 475-u. L,n revolución francesa de 1789, 764-5 ; 8, 104; 6, 164-5. 226-7, til, 544-5; ha sido impotente contra a Iglesia, 5, 764-5; diferencias entre -;u revolución y la españo.a, 6, 164- 227, 311, 811-2; entre ella y la de los Estados Unidos, 4, 716-7. La di- nastía de Orleáns, 6, 84-5. Asesina- tos y atentados contra sus reyes, 85, 117-8, 128-30. La muerte del duque de Orleáns y la ley de regencia, 245-6; 7, 1007. Flaqueza de Francia y falta de estabilidad, 6, 303-4, 590-1. Juicio sobre Luis Felipe, 304; y so- bre .sus políticos. 301-5; son hijos de la revolución, 307. Sus principios po- líticos, 304-5; son también hijos dé- la revolución, 312. Su centralismo, 310-1; su libertad, 347 - 8; su falsa democracia, 348. Diferencias entre Francia y España, 360-1. La cáma- ra de los pares. 365-6, 649-50. Su po- lítica comparada con Alemania, 5, 506-7. El pandillaje, 6, 494. Su cam- paña de Marruecos, 874-5. La revo- lución de 1848 y la caída de Luis Fe- lipe, 1, 849-50, 854 ; 7, 1026. Predomi- nio de París, 1033: enervamiento de las provincias, 1033 - 4. Problemas planteados por la revolución de 1848: posibilidad de la forma republicana, 1036; cambio de relaciones entre el capital y el trabajo. 1044. Prime- ros actos de la república francesa : sobre su lema: "libertad, igualdad, fraternidad'. 1046; la abolición de la pena de muerte para los delitos po- líticos, 1046-7. La religión. Los m&niqueos en el siglo XI, 4, 447-8. El clero francés antes de la revolución, 6, 63-4; y después, 64; 7, 57. La revolución im- potente contra la Iglesia, 5, 764-7. Renacimiento de los institutos reli- giosos, 4, 399-400. Conducta religiosa del gobierno, 6. 88. La tolerancia de la Francia moderna, 349-50. Cuándo cundió la irreligión, 6, 190-1. Los ca- tólicos franceses por la libertad, 554- 5. La cuestión de la libertad de en- señanza, 8, 417-8; 6, 571-2, 580. Rela- ciones de Francia con el nuevo pon- tificado de Pío IX, 7, 721-2. £»i relación con España. Influencia literaria de Francia en España, 8, 238-9. Influencia política, 6, 201, -109-10; por la prensa, 201-2; data de los Borbones. 202. Su alianza no es conveniente a España, 296 - 8, 303, 589; 7, 51-2, 814-5, 828; provocaría la indignación de Inglaterra, 8, 296-7. 590. La lucha entre estos dos países, 900 EFEMÉRIDES K ÍNDICES causa de muchas desgracias en Es- paña, 398; 7, 828, 926-7; poco valor del apoyo de Francia contra Ingla- terra, 872-3. Sus equivocaciones so- bre la situación de España, 6, 395-6. La intervención de Francia en la pacificación de España, 503. España víctima de Francia, 7, 808. Aversión de progresistas y carlistas contra Francia, 815. El partido moderado y la Francia, 828-9. Francia y Es- paña en favor de la reacción de Lisboa, 870-1. Conflictos producidos a Francia y España por la boda Montpensier, 859, 877-8, 888, 890-1, 926-7, 1009-10. Conducta de. Francia en la cuestión del matrimonio real español, 236, 296-7, 424 , 435, 707, 723, 807, 829, 837-8. La prensa francesa sobre el matrimonio Montpensier; "France", 930-2, 944-5; "Le Natio- nal", 930 , 935, 942; "L'Esprit Public", 932-3, 938-43; "Le Siécle", 940-1; "Journal Des Débats", 941-2; "Le Constitutionnel", 944-5. En relación con los demás países. Su influencia en Europa, 8, 32-3. Su re- conciliación con Europa, 6, 119. Riva- lidad con Inglaterra, 8, 2ül. Francia e Inglaterra en la cuestión de Etgip- to, 6, 120. De acuerdo con Inglate- rra, 409. Los intereses de Francia e Inglaterra son opuestos y su acuerdo es ficticio, 422. Abandona a Mehemet-Ali, 530 - 2. Ruptura con Inglaterra por el matrimonio Mont- pensier, 7 , 859. Influencia en Euro- pa de la revolución de 1848, 1049. Francisco de Asís (San) (1182- 1226). Fundador de la orden de frai- les menores. Su orden religiosa, 4, 450. Citado: 10. Francisco de Borja (San) (1510- 1572). Virrey de Cataluña de 1537 a 1543, jesuíta en 1546 y tercer ge- neral de este instituto en 1565. Sus relaciones con Mariana, 8, 46. Francisco de Sales (San) (1567- 1622). Teólogo y polemista, obispo de Ginebra desde 1602. Sobre la humildad, 5, 372-3. Su tolerancia, 4, 343. Obras citadas: "Introducción a la vida devota", 5, 374. Los nom- bres de los papas en 4, 44-5, están sacados de sus "Controversias". Ci- tado: 8, 518-9: 5, 790-1; 4, 45-6; 343, 499 ; 5, 320, 329-30, 372-3. Francisco Javier (San) (1503- 1552). Compañero de San Ignacio en 1534 y apóstol de la India y del Japón desde 1541 hasta su muer- te, 4, 470. Francisco I (1494-1547). Rev . Gómez Marañón (Manuel). Canó- nigo de Córdoba en 1845. Propone organizar la venta de obras de Bal- mes en Méjico, 1, 782-3. índice alfabético de nombres y cosas DOS Gómez Te-relra (siglo XVI). Filó- sofo y médico español. Obra citada: "Antoniana Margarita", 3, 493-4. Gomia (Francisco). 1, 704. González (Antonio) (1792 - 1876). Político progresista y esparterista, presidente del ministerio durante la regencia de Espartero. Sobre la venta de los bienes del clero, 5, 751. Su gobierno (mayo de 1841-junio de 1842) : conducta con el Papa, 6, 94. Su manifiesto respuesta a la alocución del Papa, 95-6. Su modo de atraer a los moderados, 96-7. Por qué el Papa no confirmó a los obisnos presentados, 99-100. La ex- pulsión del vicegerente de la Nun- ciatura, 103-4. Citado: 8, 144 : 6, 322. González Bravo (Luis) (1811-1871). Político progresista hasta 1841, pre- sidente de un gobierno moderado en 1843 y otra vez en 1866, derriba- do por la revolución de 1868, en cuya fecha con su cuñado Cándido Nocedal se pasó al carlismo. Gon- zález Bravo y los progresistas, 8, 342. Su gobierno (diciembre de 1843- mavo de 1844) : el ministerio, 6, 379, 1030; cambio verificado después de las sublevaciones de Alicante y Car- tagena, 435; ataiados los desmanes de los progresistas, de las milicias y de la prensa, 435-6. Conviene dis- minuir la presión, 457: incertidum- bre de este gobierno, 506: debe vol- ver a la legalidad, 459-60; su plan de la carrera de teologia, 528; no debe coartar las facultades de los obispos, 531; la administración de Carrasco, 489-90; debilidad de este gobierno, 537; manda un partido, 537-8; su actuación en las cuestio- nes políticas y sociales, 557; la cuestión de los gobernadores ecle- siásticos de jurisdicción dudosa, 562- 3, 566: restitución de obispos a sus diócesis, 578, 583; disposición de Ha- cienda ordenando se active la venta de bienes nacionales, 581; obstácu- los removidos, 600-1; caída del go- bierno González Bravo, 597. Actitud de González Bravo en la cuestión Olózaga, 6, 501-2, 2029-30. Su intervención en el proyecto de matrimonio real . con el conde de Trápani, 7, 702-3. Citado: 1, 722. 733-4; 8, 500-1, 538, 539-40, 553, 597, 602, 511, 679-80, 685-6, 830-1, 1027 1030-1; 7, 45-6, 87, 91-2, 145, 175, 198-9, 290, 306, 465. 612-3, 680-1, 684-5, 687-8, 725-6, 753-4, 910, 857-8, 902. González Romero. Diüutado mo- ierado en 1844. Sobre la exclusión le la familia de Don Carlos al ma- :rimonio real, 6, 1003-4; 7, 456-7. Gonzalo de. Córdoba o Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Ca- Mtán (1454-1515). 4, 120 ; 8, 335; 3, ¡09, 617-8, 647 ; 2, 391-2; 6, 148. Gonzalo Morón (Fermín). Diputa- I lo moderado por Valencia en 1844 1 y colaborador en diversas publica- ciones. Sobre su opúsculo abajo ci- tado, 6, 864; las tendencias del si- glo, 864-5; las discusiones en las Cámaras, 865; la división de pode- res. 865: la responsabilidad minis- terial, 865-6; la libertad de impren- ta, 865-6; los resultados del gobierno representativo, 866; diversos esta- dos de la sociedad, 867-8; conce- siones necesarias, 869. Su discurso en favor de la Iglesia y de los in- tereses del clero, 7, 21. Obra cita- da : "Ensayos sobre las sociedades antiguas y modernas y sobre los go- biernos representativos", 6, 864. Ci- tado: 1, 741; 6, 1020-1, 1048-9; 7, 19, 21-2, 26. Gor (Mauricio Alvarez de Bohor- ques, duque de). Murió en 1858. Pin- tor. Fué diputado moderado en 1840. 8, 112. Gorchs. Dependiente de la impren- ta de Antonio Brusl en 1844. 1, 694, 706-7, 714, 723-4, 726. 829-30. Gorgias Leontino (siglo VI a. de J. C). Sofista griego. 3, 433-4. Gotama. Indio fundador de la filo- sofía Nyaya. Anterior al siglo IV a. de J. C. 3, 413-4. Gottil (Vicente Luis) (1664-1742). Dominico y cardenal desde 1728. Obra citada: "Tratado de las leyes", 2, 524. * Goujet (Claudio Pedro) (1679-1767). Sacerdote historiador y literato, con- tinuador de la "Historia eclesiásti- ca" de Fleury. Obra citada : "Dis- cours sur le renouvellement des étu- des ecclésiastiques", 8, 487; 4, 760-1 Citado: 759. Gra. El barón de Meer en la ac- ción^ de Gra contra los carlistas, Gracián (Jerónimo) (1545 - 1614). Carmelita descalzo, literato, mate- mático y mé.dieo español. Obra cita- da: "Diálogo de las virtudes, feliz muerte, libros y otras cosas de la santa madre Teresa de Jesús", 8, 427-8. "Espíritu de la beata Teresa de Jesús", 427-8. Gracián (Tomás) o Lucas Gracián Dantisco. Vivió en el siglo XVE. Es- critor. 8. 427-8. Graciano. Monje y canonista ita- liano del siglo XII. Publicó una co- lección de cánones llamada "Decre- to de Graciano". Su primera parte está dividida en "distinciones" y "cá- nones', y suele citarse por "dist. can.", expresando el número de unas y otros. La segunda parte va divi- dida en causas, cuestiones y cáno- nes, y suele citarse por "caus. quaest can.", expresando también los nú- meros que llevan en el decreto. Uti- lidad del "Decreto de Graciano", 4, 431-2. Citado el "Decreto": 163-4, 172 173 185, 187-8, 431-2. Citado: 7. 381.' Gracos (Los) (siglo II a. de J. C ) Los dos hermanos Tiberio y Cayo 906 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Sempronio que defendieron la causa popular y murieron asesinarlos, 5, 483. Cracovia (República de). Su ane- xión a Austria, 7, 888: como repre- salia de la boda Montpemsier; opi- niones de : "El Clamor", "El Católi- co" y "France", 944; "La Opinión", "Le Constitutionnel", "France", "Mor- ning Chronicle", 944 - 5; "Morning Chronicle", ,VE1 Católico", "Oesterrei- chische Berbackter", 945-6. El de- creto de anexión. 946. Gramática. La leingua y la gramá- tica, 8, 329-30. Es parte de la meta- tísica, 3, 195, 295. El estudio de las lenguas, 296. Granada. Comunicación de la Au- diencia sobre las arbitrariedades de la acción gubernativa, 6, 671. Granada (Luis de) (1504-1588). Do- minico, predicador y escritor ascé- tico clásico. 4, 724; 8, 247, 254-6. Grandes de España. En el Sena- do, 6, 281-2; 7 , 485. Granell. Impresor de Tarragona que imprimió en 1844 y sin permiso una edición catalama de "La Reli- gión demostrada". 1, 737. Granja. El motín de La Grania (agosto de 1836), 5, 717-8 ; 6, 237-8, 539-40, 926-7; 7, 680. Granollers. Paso de Balmes por Granollers, 1, 803-4. Gratry (Augusto José Alfonso) (1805-1872). Eclesiástico escritor y filósofo. Perteneció al partido cató- lico transigente con Lacordaire y Dupanloup. 6, 572. Gravitación. Demostración "a prio- ri" de la universal, 2, 332. Su modo de actuar, 332-3. Grecia. Su poesía, 8, 466-7. La dig- nidad del hombre em ella, 4, 221-2. Sus censores, 283. La intolerancia en ella, 348-9. Transiciones en la Grecia antigua. 3, 312. Roma imitadora de su arte, 245-6; y de su filosofía, 247-8. Sus 'Siete sabios", 3, 420. Fases de su civilización antigua, 6, 150-1. Sus desavenencias con Turquía en la his- toria moderna, 124. Gregori Romano (Luis de). Médi- co. Obra citada: "De las cataratas de los ciegos de nacimiento. Obser- vaciones teórico-químicas", 2, 36-7. Gregorio Naciance.no (San) (330- 390). Padre de la Iglesia de Oriente y obispo de Constantinopla, cuyo primer concilio ecuménico presidió (381). 4, 688. Gregorio Turonense (San) (538- 594). Obispo de Tours. 4, 627. Gregorio I el Grande (San) (540- 604). Monje benedictino y papa des- de 590. Padre y doctor de la Iglesia latina. Dispensa del reintegro del rescate a los cautivos rescatados con bienes de la Iglesia, 4, 164-5, 187. En- salza la manumisión de los escla- vos, 169-70, 193. Concede la libertad a los esclavos para la vida monástica, 172, 195. Manumisión de dos escla- vos suyos, 193. En el asunto del obispo Januario, 5, 89-90. Obras ci- tadas: "Epístolas", 4, 164-5, 169-70, 183, 187, 195-6. "Morales", 574. Cita- do: 573-4. Gregorio III. Papa desde el año 731 hasta su muerte en 741. Reprueba la venta de los esclavos para ser sacrificados, 4, 192. Obra citada : "Epístola al arzobispo Bonifacio". 192. Gregorio VII (San) o Hildebram- do. Papa desde 1073 hasta su muer- te en 1085. Antes de su elección ha- bía sido consejero de los papas León IX, Víctor II, Esteban X, Ni- colás II y Alejandro II. Nota his- tórica de su pontificado, 5. 755-6. Defiende la independencia de la Igle- sia, 755-6, 762. Los abusos de su tiempo, 4, 28-9. Sobre él Guizot. 732- 3. Sus reformas en la Telp<=ia. 6, 477-8. Citado: 5, 763-4; 4, 30, 430, 627; 5, 89-90; 6, 288 ; 7, 717-8, 951. Gregorio IX (1147-1241). Papa des- de 1227. Contra la sucesión heredi- taria de las dignidades eclesiásticas, 4, 645-6. Obra citada; "Decretales", 171, 645-6. Gregorio XI (1329-1378). Elegido Papa en 1329 em Aviñón. Traslada la sil'a apostólica de Aviñón a Roma a instancias de Santa Catalina de Sena, 7, 992. Citado: 992-3. Gregorio XIII. Papa desde 1572 hasta su muerte en 1585. Sobre la censura de la "Poliglota de Ambe- res", 8, 49. Gregorio XVI (1765 - 1846). Papa desde 1831. Su nombre era Mauro Capellari. Sobre un ejemplar de "La Sociedad" dedicado a él, 1, 732-3. Carta de Balmes ofreciéndole "El Protestantismo", 4, 7; aceptación de Gregorio XVI, 7. Sus letras apos- tólicas contra el tráfico de hombres, 197, 201. Su encíclica sobre las so- ciedades bíblicas, 5, 235. Su alocu- ción em 1,« de marzo de 1841 sobré la conducta del gobierno español, 8, 501; 6, 36, 94-5; en el'a nada hay contra la reina Isabel, 95-6: no in- culpa la nación, 106; prudente len- guaje del Papa, 106. Consiguiente manifiesto del gobierno, 95-6; dure- za de su lenguaje, 105-6. Afectuosa acogida em Roma de Doña Cristina, 96-7. Mala impresión producida en el gobierno. 97. Sobre el reconoci- miento de Isabel II, 99. Su actitud con Don Carlos, 99. Motivos de no confirmar los obispos presentados, 99-100. Anuncio de un convenio propues- to por Castillo Ayensa, 7, 928; moti- vos de indulgencia de Gregorio XVI, 130-1; sobre el reconocimiento de Isabel II, 130-1; con éste la cues- tión dinástica muda de aspecto, 133; fvntcF ufm?ftico nr nombres y cosas 907 el convenio no es ratificado por el gobierno, 311-2: examen de su ar- ticulado: 1.°, la Religión católica úmica en España, 312-3: 2.", la edu- cación del clero v la instrucción re- ligiosa, 313; 3.". conservación de mo- nasterios y restablecimiento de los suprimidos, 314 : 4.", devolución al clero de bienes no vendidos, 315-6; 5.° y 6.", dotación del culto y clero. 316; 7.", derecho de adquirir y po- seer de la Iglesia, 316-7: 8.", so- bre los beneficios eclesiásticos, 317; 9.", inviolabilidad de los bienes de la Terlesia. 317: 10.". no serán mo- lestados los compradores de bienes eclesiásticos. 317-8: 11." y 12.". res- tablecimiento de las relaciones di- plomáticas, 318. Extracto del conve- nio. 319-20. El Papa favorable al matrimonio Montemolin. 7, 428-9. Muerte de Gre- gorio XVI en 1846. 715, 947-8; elogio del mismo. 715; su política. 973. Obras citadas: Encíclica "Mirari vos" contra las doctrinas de Lamen- nais, 4, 174. "Alocución" en el con- sistorio secreto de 1.° de marzo de 1841, 8, 122-4: 7, 137: "Letras apos- tólicas" del 3 de noviembre de 1839 sobre el tráfico de hombres. 4, 197, 201. Citado además: 5 . 97-8. 128-9; 5, 235, 238; 6. 178-9, 1021; 7, 722, 784-5. 953 , 955, 973 - 4 . 979-80 , 997, 1013-4. Gregorio ile Tiferno (1419 - 1469). Profesor de griego. 4, 759-60. Gremios. Eor la divina justicia, 270-1; y por ?1 orden del universo, 271-2. Impo- sibilidad de comprender este dogma. !72; que no es exclusivo del Catn- 'icismo, 276. El infierno de Virgi- lio, 277-8. Infinitivo. Modo del verbo, 3, 331. Infinito (Lo). Tratado, 2. 611-62. "Jso de esta palabra, 611. Indica una ■^acción contra el materialismo, 611-2. La idea : importancia de su -xamen. 615 659-60, 661. Existencia de la idea. 615-6; 3, 263. Su dis- tinción de la de indefinido. 2, 616-7. Es contradictoria de la de finito, 6iR. No es negativa, 618-20, 660 ; 3, 263. Su aplicación a diversos ordenes: anomalías, 2 , 620, 660. A la linea. 620. 629-30, 660 ; 3 , 265. A la super- ficie, 2 , 622, 631, 660. A un sólido. 622, 631, 660. La idea no es intui- tiva, 624 . 660 ; 3. 203-4. Es abstracta e indeterminada, 2, 624-5 660; S, 263-4. Su explicación fundamental. 2, 626, 660; 3, 264-5. Sobre la idea de extensión infinita y su posibilidad. 2 , 323 . 634-5, 650. Sobre la de núme- -o infinito. 621-2 632-3, 660 ; 3, 266. Sobre la de tiempo, 2, 569. Idea d34; "Morning Post", 935-6. En relación con los demás países. Po- 'ítica inglesa en Portugal, 8, 261. Inglaterra en el equilibrio europeo. ~!41-2. Sus proyectos con Portugal v Francia, 3, 927. EUa y Francia en la cuestión de Egipto: nota his- tórica, 6, 116-7; comentarios, 120. Discurso de la Corona (1844) : Peel declara el acuerdo con Francia. 409; este acuerdo es ilusorio, 420. Rela- ciones de Inglaterra con el nuevo pontificado, de Pío IX, 7, 906. Ingolstadt. Su universidad, 4, 760-1. Inguanzo Rivero (Pedro) (1764- 1836). Fué diputado en las Cortes de Cádiz (1810-1813), obispo de Za- mora en 1814, arzobispo de Toledo y cardenal desde 1824. No defendió a Félix Amat, 5, 230-1. Inherencia. Del accidente a la substancia, 2, 672. La no inherencia es distinta de independencia, 715-6. Inmaterialidad. Condición de inte- ligibilidad, 2, 77. La del alma de los brutos, S. 373. Inmensidad. Si la de Dios es el ÍNDICE alfabético DE NOMBRES V COSAS 917 espacio, '!, 3.14. La de Dios explica- da por Santo Tomás, 379-80. Inmortalidad. La del alma huma- na, 5, 10; 3, 185-6. Explica nuestro deseo de felicidad, 186-7; y nuestra libertad, 187; y nuestro modo de pensar, 188-9; y nuestras faculta- des, 188-9; y la vida terrena, 189. Inmutabilidad. Del Ser necesario e incondicional, 2, 748; 3, 403. Su idea no contradice la de substan- cia, 713. Innata. Actividad innata de nues- tro espíritu, 2, 501-2. Productora de algunas ideas como la de ente, 529, 539; y la de tiempo, 597, 607; y la de extensión, 406-7. Ideas innatas; si las hay, 406-7, 498; 3, 255-6. No lo son las repre- sentaciones sensibles, ni las ideas que se refieren a ellas, 2, 500-1 ; 3, 255-6; ni las ideas intuitivas, 2, 500; 3, 256; ni las no intuitivas, 2, 500-1 3. 256; ni las universales determina- das, 2, 501; 3, 256-7; ni las indeter- minadas, 2, 501 ; 3, 256-7. Cómo las entendía Descartes, 494-5. Innovación. Sus partidarios son los progresistas, 6, 116-7. Hay que guardarse de las innovaciones ma- las, 362. Prurito de innovar, 477-8. El clero regular contra las innova- ciones, 474; y también el secular 475. Deben proceder de la autoridad legítima, 478. Amenaza de continuas innovaciones, 929. Inocencio I (San). Papa desde 402 a 417. Su carta a los Padres del con- cilio de Toledo, 5, 78-9. San Agustín le escribe reconociendo su prima- cía, 6, 177. El le proclama en su car- ta a los obispos de Africa, 177-8. Pelagio apela a él reconociendo la primacía de Roma, 178. Obras ci- tadas: "Carta a los obispos del con- cilio de Milevi", 4, 694. "A los de Toledo", 5, 78-9; ''Epístola 29", 6, 177-8. Citado además: 177-8. Inocencio II. Papa desde 1130 a 1143. Condena las doctrinas de Abe- lardo, 4. 756-7 ; 3, 473-4. Sus luchas por el poder temporal, 7, 992. Cita- do: 4, 320-1, 754-5; 7, 990. Inocencio III. Papa desde 1198 has- ta 1216. 4, 433. Inocencio XII (1615 - 1700). Papa desde 1691. 5, 196-7, 219-20. Inquisición. Sobre ella, 4 , 363-395. En sí misma, 365-6. Contra los ma- niqueos, 365-6. Contra las sectas de los siglos XI, XII y XIII, 366. El espíritu de su época, 366. En Es- paña, 366-7 ; en tiempo de los Reyes Católicos, 366-7; contra los judíos, 366-7. Indulgencia de la inquisición en Roma, 370-4, 392. El Catolicismo irresponsable de sus destemplanzas, 372-3. La de España contra los mo- riscos, 374. La de Felipe II: éste no fundó una nueva, 375; la de este tiempo contra el Protestantismo, 376-7. La causa que siguió contra Fr. Bartolomé Carranza, 377-8. La causa de Arias Montano, 380-1. La de Fr. Luis de León, 380-1. Sus ex- cesos en España, 388-9. La inquisi- ción contra el excesivo poder de los reyes, 387, 394-5. Comparación en- tre la inquisición de Felipe II y la de los Reyes Católicos, 393-4. Inscripción. Descubrimiento de una romanoimperial, 8, 390-1. Insensibilidad. De la materia, 3, 206, 208-9. Inspiración. Vid. Intuición. Instinto. El intelectual del hombre hacia la unidad, 2, 30-1. Su instinto de amor a Dios, 818-9. Instinto intelectual o criterio de sentido común, 2, 93, 184; 3, 81-2. Ordenes que abraza, 2, 93-4. Induce a aceptar la autoridad humana, 93-4, 192 ; 3, 82-3; a objetivar las sensaciones y las ideas, 2, 94, 191-2; 3, 81-2; a aplicar el principio de cau- salidad, 585; 2, 192-3. Los instintos ciegos de Cubí, 8, 308. Los instintos animales del hom- bre en lucha con los religiosos, 311-2. El de los brutos, 3, 376. Instituciones. Las populares para limitar el poder de los reyes, 4, 661-2. Contra ellas el Protestantismo, 669- 70. Su ruina data de la aparición del Protestantismo, 669-70. Las crea- das por la democracia razonable, 671-2. Pérdida de las instituciones populares de España y causas de el'a, *98; su desarrollo prematuro, 698; heterogeneidad de los miembros, ZOO; el predominio del centro, 701; la posición militar de los reyes, 702-3. Falseamiento de las instituciones políticas, 8, 328. Variabilidad de las que rodean el trono de Isabel II, 24-5. Condiciones de las representa- tivas, 77-8. España las necesita sóli- das, 81. El poder público es una ins- titución, 254-5. Dificultad de refor- mar las arraigadas, 476. Las políti- cas en relación con el estado social, 553; no son sino medios para fines sociales, 61, 553 ; 7, 116, 641-2. Ejem- plos, 6, 62-3, 554 ; 7, .87-8. Fingidfc) entusiasmo por las formas políti- cas, 6, 556. Los excesos de la ins- titución armada, 902-3. La del pon- tificado, 7, 717. Instituto Católico. Sociedad de Londres. 6, 199. Instituto Histórico de París. Su octavo Congreso, 8, 242. La memo- ria de Martínez de la Rosa, 242-3. Citado: 1, 675-6 ; 8, 242. Institutos de enseñanza. En el plan de estudios de Pida] : los supe- riores, 7, 399-400. Los de segunda clase, 399-400. Los de tercera clase, 400-1. Institutos religiosos. Su porvenir en España, 5, 835; su restablecimien- to, 835-6; formas que presentarán, !T! MrTMDFS E IN'DtCFS 836-7. Estab!rr:m, 475. Su relación con la criminali- dad, 475-6. Instrucción primaria ; su impor- tancia, 5, 603. El maestro, 603-4; su -onducta religiosa, 604-5. Utilidad de 'os religiosos, 605-6. La enseñanza le la aritmética, 609. Estado de la le España, 612. (Vid. Enseñanza.) Instruido. El instruido quebrado: Memplo de que "cada cual es hijo le sus obras", 3, 702-3. Insurrección. Sobre la legitimidad de la insurrección contra el poder livil, 4, 604-5; doctrina de Lamen- táis y comparación de ella con la le Santo Tomás, 614-5. Santo To- "*iás y Cayetano sobre la insurrec- ción contra el tirano. 622; Suárez. 125. El Protestantismo favorece la nsurrección, 616; y también la doc- trina de Rousseau, 616. La del "dos de mayo", 7, 635. La ie Barcelona en 1835, 5, 934. La de La Granja (agosto de 1836), 717-8: 1, 237-8, 539-40, 926-7 ; 7, 680. La de viadrid contra la regencia de Doña Cristina (septiembre de 1840), 6, 451, ¡76-7. La fracasada de octubre de '841 contra la regencia de Esparte- •o, 8, 140-1; 6, 133; 7, 57-8, 115. Uai le Barcelona en noviembre de 1842. 146; 5. 985: no fué republicana, 8, 153-4; ni Cristina, 154-5; ni social, 54-5; fué antiesparterista, 154-5; su período álgido, 159; su decadencia, ÍNÜICL ALFABÉTICO L>L NOMBRES V COSAS 165; mediación de los cónsules ex- tranjeros, 165; desarme de la "pa- tulea", 184; proposiciones de capi- tulación, 189; mediación del obispo. 193-4; el bombardeo, 194; la rendi- ción, 198-9. La que triunfó contra Espartero en julio de 1843, 1, 703-4 ; 6, 315, 336, 395, 560; ha sido ine caz 763-4; y desnaturalizada, 1031-2; a ella cooperaron los carlistas, 7, 67. La centralista en agosto y septiem- bre de 1843, 5, 986; 6, 608, 921-2; 7, 57-8. La de Alicante y Cartagena (enero de 1844), 6, 435/468; 7, 57-8, 239-40, 322-3. La de Zurbano en la Rioja (noviembre de 1844), 6, 990 ; 7, 57-8. La de los valles de Hecho y Ansó (noviembre de 1844), 6 , 993, 57-8, 239-40, 322-3. La de las quintas en Cataluña (julio de 1845), 284, 605. La de Madrid por el nuevo sis- tema tributario (agosto de 1845), 337. La de Galicia (abril de 1846), 621. Causas de las insurrecciones, 353-4. Intelectualismo. El puro y el no puro, 2, 441-2. Inteligencia. La idea: es intuitiva de orden subjetivo, 2, 477, 780, 782-4. La afirmación en la idea de Dios, 655, 661. Qué es, 2, 477; 3, 10-1, 29, 483. Su intuición, 2 , 464. Sus aspiraciones a la unidad, 31. Su actividad sin im- perfección, 657-8. Sus elementos pri- mitivos, 3, 253. Origen de la libertad y de la moral, 2, 658 ; 3, 109-10. Su desorrollo por el lenguaje, 2, 797-8. La del ser infinito, 658-9, 661, 773 ; 3, 403-4. Caracteres de una inteligencia elevada, 654. (Vid. Entendimiento.) Como elemento de civilización, 5, 463-6, 938-9. Ella no es la civiliza- ción, 466-7. Su desenvolvimiento es favorable a la moralidad y al bien- estar, 467. La superior y la inferior, 467-8. Necesidad que tiene de la re- ligión, 470. La extraviada causó la revolución francesa, 470-1. Sin mo- ralidad es nociva, 471. La extravia- da (pensamiento), 8, 127. Cabezas e inteligencias (pensamiento), 118-9. Inteligencia, moralidad y felicidad (pensamiento), 127-8. inteligibilidad. Activa v pasiva, 2, 74-5. Pasiva inmediata: Doctrina de Santo Tomás, 75. Comentario de Ca- yetano, 75-6. Condiciones de inteli- gibilidad inmediata, 77. Lo sensible y lo inteligible, 288. La del mundo sensible, 360-1. Dificultades, 362. Es- pecies inteligibles. 472-3; 3, 484. In- teligibilidad del mundo extenso, 2, 360. Intercesión. La de los santos, 5, 420-1. Interés. La doctrina del interés privado ante el Catolicismo, 4, 282-3; es insuficiente a conservar el orden, 278. El privado no es regla do moral. 3, 112-3, 118. Ni el social, 116-7, 119. A él conduce la moral, 172-3; y la religión, 173. Pensamientos, 8, 330-1, 333. Interjección. La gramatical, 3. 337-8. Interrupción. Sobre la del pensa- miento: Leibniz, 2 , 686. Confirma la permanencia del alma, 688-9. Intolerancia. La de los enemigos de la Iglesia, 5, 883-4. La del Cato- licismo con los matrimonios ileg ti- mos, 4, 341-3. La pretendida intole- rancia del Catolicismo. 338-9. La de Voltaire, 343-4. La del hombre que odia la religión, 345-6. La intoleran- cia hecho histórico, 348-9; en la Gre- cia y Roma antiguas, 348-9; en los tiempos modernos en Prusia e In- glaterra, 34S-50; en Rusia, 349-50: la de los filósofos del siglo XVIII, 349: en Suiza, 349. Inconsecuencia de los que culpan el Catolicismo de into- lerante, 356. Intolerancia religiosa o teológica y civil, 360. Instituciones de intolerancia religiosa, 363-5. Ac- tos de intolerancia no imputables a la religión, 364-5. La intolerancia popular contra los judíos. 367-8. La intolerancia religiosa contra el es- píritu del siglo, 5, 61-2. La de los incrédulos, 326-7. La de algunos ca- tólicos, 326-7. Intrigas. Castigadas, 5, 408. Intuición. Qué es, 5, 392-3; 3, 651: 2, 434-5, 447. La sensible, 371, 447'; no lo es toda sensación. 447-8; cómo la percibe el entendimiento, 430, 471 : sus elementos, 467-8. La intelectual. 449-50; 3, 254. Su existencia, 2. 453-4: 3, 254. Sus grados de perfección, 2, 464. Intuición de la sensibilidad pa- siva, 476, 782; 3, 288. De la activa, 2, 477, 780, 782; 3, 288. De la inteligen- cia, 2. 477, 780, 782 ; 3, 288. De la voluntad, 2, 278, 586 : 3, 288. Se re- ducen a la de dos modos de ser, 2, 783. De la unidad del "yo", 679. In- tuición posible del "yo", 680. De la idea de extensión, 407, 582-3, 822-3. De objetivos simples. 545-6- No tene- mos la de Dios, 814-5, 818-9. Intui- ción en Dios. 404-5. Intuición según Kant, 3, 512-3. Conocimiento sin in- tuición. 2, 459-60. La intuición del genio, 3, 649-51 : 6, 448-9. Ejemplos de intuición: el ajedrez, 3, 651-2; Sobieski. 652-3; Neper, 652-3: Aníbal, 653. La in- tuición y el discurso, 4, 301-2: 8, 328. La de la visión beatífica, 5, 398-9. Invención. Su método, 3, 713. Ta- lento de invención, 664-5. La de los signos numéricos, 2 , 534. Falta de invención en la filosofía moderna, 613-4. La del lenguaje no es huma- na, 797-8, 293-4. La inventiva de la imaginación, 22-3; principios que la dirigen, 23. &20 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Investigación. Métodos analítico y sintético, S, 98-9. Ira. Instiga a la venganza, 3, 727-8. Ireneo (San) (siglo II). Obispo de Lyón. Reconoce la primacía de Ro- ma, 6, 176-7. Obra citada : "Adver- sus haereses", 177. Citado además : 4, 75-6; 6, 175-6. Iribarren. General cristino que murió en la batalla de Huesca en 1837 8 78 Iris. ' Membrana del ojo, 3, 200-1. Irlanda. La emancipación de los católicos, 5, 767; 8, 18-9. Actuación de O'Connell, 5-6. Su opresión, 9-10; 6, 63, 218, 414. Sus insurrecciones, 8, 8. Conducta de sus sacerdotes ca- tólicos, 9-10. Actuación del ministe- rio Pitt, 10. El acta de unión, 10. Actuación de la "Asociación nacio- nal", 17-8. Su estado de agitación, 26-7. Su porvenir, 27-8. Su "rey men- digo", 28. Francis Burdett sobre su opresión, 28. Levantada por O'Con- nell, 59; 6, 414. Los católicos irlan- deses en favor de la libertad, 96, 554-5 ; 7, 87. Política de O'Connell, 6, 484. Irreligiosidad. Es más difícil en la sociedad que en el individuo, 4, 99. Trastorno que produce en la so- ciedad, 108-9. Su alianza con cual- quiera forma política, 715-6. En España no pasa de la super- ficie, 6, 187, 443. Propagada por los malos libros, 188-9; y por la perma- nencia de los franceses en España, 440. Dos clases de personas irreli- giosas, 191. No tiene en España hombres de talento, 442-3. Cómo se propagó en Francia, 190-1. (Vid. Es- cepticismo, Incredulidad, Indiferen- cia.) Irresponsabilidad. La de los cri- minales según Cubí, 8, 376. Irrupciones. Posibilidad de las de otros pueblos, 8, 341-2. Isaac e Ismael, 5, 127. Isabel I la Católica (1451-1504). Reina de Castilla desde 1474. En 1469 casó con Fernando II, que en- tró a reinar en Aragón en 1479. Jua- na la Loca, hija de ambos, reunió las dos Coronas. Su enlace con Fer- nando de Aragón, 5, 776. Citada: 772-3 ; 4, 339-40, 366-9, 372-3, 376, 384-5, 388-90, 392, 701, 703-4 ; 8, 50, 57-8, 261; 6, 299-300, 426-7, 778 ; 7, 969-70. Isabel de Inglaterra (1533-1603). Reina de Inglaterra desde 1558. Era hija de Enrique VIII y de Ana Bo- lena y sucedió en la Corona a su hermana María Tudor, hija de En- rique VIII y Catalina de Aragón. Contra la Iglesia católica, 4, 554-5. Su supremacía religiosa, 595. Cita- da: 340, 676-7; 5 , 508-9 ; 6, 290-1, 556-7. Isabel II (1830-1904). Hija de Fer- nando VII y de María Cristina, rei- na de España desde la muerte de su padre en 1833 bajo la regencia de su madre hasta 1840 y de Espartero hasta 1843. Un pronunciamiento mi- litar dirigido por Serrano y Prim la destronó en 1868. Los principales he- chos de su reinado hasta 1848 están consignados en las "Efemérides his- tóricas" de este mismo volumen. Su minoría, causa del malestar de Es- paña, 6, 19-20, 22-4, 144, 328, 338, 387-8, 851-2; 7, 12. Situación de Es- paña a su nacimiento, 6, 43. Gobier- nos europeos que no la habían re- conocido en 1840, 97-8. El asalto a Palacio por Concha v León (octubre de 1841), 135. Pronósticos políticos para su mayoría, 141-2. Su mayoría y efectos religiosos y políticos, 239, 270; no ha resuelto todas las cues- tiones, 541-2 ; 7, 39. Reconocimiento del gobierno de Nápoles, 6, 395-6. El asunto OI ó zaga, 403-4, 500-1, 1028-9; 7, 902. Su proyectado viaje a Cataluña y al Norte, 6, 569-70. El nuevo partido monárquico no es su enemigo, 775-6; lo son los revolucio- narios, 777-8. El discurso de la Coro- na en el Congreso (1844), 872. Su legitimidad, defendida por Martínez de la Rosa, 904. Sobre su reconoci- miento por el Papa, 7, 128, 1312-3, 537-8. No es digna de Isabel II la Real Orden de Narváez sobre los he- chos de Bourges, 260-1. El viaje de la reina al Norte (1845), 361; defen- dido por los monárquicos, 362; in- oportuno recuerdo de la batalla de Mendigorria. 363-4; su regreso a Ma- drid, 365. El discurso de la Corona en el Senado (1846), 487. Poco res- peto de los ministros exonerados en la crisis del segundo gobierno Nar- váez, 530-1. Mala defensa de su le- gitimidad por "El Tiempo", 742-3. Poco valor del apoyo de Francia al trono de Isabel II, 832-3. Coinciden- cias entre el principio de su reina- do y la época de su casamiento, 990-1. Difícil reconocimiento por las potencias del Norte, 877-8, 916. Opo- sición de Isabel II al partido pro- gresista, 902. La cuestión de su ma- trimonio. (Vid. Matrimonio real.) Citada: 5, 97-8; 8, 80-2, 84-5, 94-5, 120-5, 159, 163-5, 180-1, 202, 207-9 ; 5, 921; 6, 17, 96-100, 102-4, 144-5, 170, 234-5, 239-12, 316-7, 396, 399-400, 451-2, 459-60, 468, 485-6, 559-61, 587, 620-21, 624, 690, 696-7, 699-700, 772, 775-8, 782-3, 812, 833-4, 855, 882-3, 893-4, 905. 907-8, 911-2, 916-7, 941, 944-5, 951-4, 973-6, 979. 990-1, 993-4, 1000, 1002, 1005-6, 1054, 1059-60 ; 7, 7-8, 31, 33, 37-44. 46, 49-50, 52-5 58-61, 65-70. 73- 76, 81-2, 85, 91, 95-97, 102, 126-7, 133-4, 167, 205, 226-7, 229-30, 232-3, 236, 239-40, 248, 255, 269-70, 273 , 292, 294-7, 299-300, 323-4, 334, 337, 353, 359-60, 364 , 440-1, 444, 454-5, 503 , 506-9, 522, 538-40, 643, 672, 676, 689, 699-700, 730-1, 735-7, 740-9, 755, 757-8, 762-3, ÍNDICF. ALFABÉTICO DE HOMBRES y cosas 921 766-71, 774-5, 791-2, 797-8, 802, 810, 829-33, 835-6, 883, 885-6, 890-2, 903-6, 909-12, 914, 917-8, 924-6, 930-1, 934-5, 937, 939-42, 982-3, 1014-7. Isabel de Orleáns y de Borbón. Hija del duque de Montpensier y de Luisa Fernanda, hermana ésta de Isabel II. En 1864 casó con el conde de París Luis Felipe, nieto del rey Luis Felipe y jefe de la Casa de Or- leáns. 7, 810-1. Isidoro (San) (570-636). Arzobispo de Sevilla desde 599. Sobre el papa Siricio, 5, 78. Sobre las condiciones de las leyes, 7, 110-1. Obras citadas: •Etimologías" u "Orígenes", 4, 527-8, 686-7; 7. 110-1. "Los varones ilus- tres". 5, 78. Citado: 4, 430; 3 , 467-8; 7, 105. Isla Fernández (José de). Dipu- tado vilumista por Santander en 1844 y amigo de Balmes. Contribuyó con dinero a la fundación de "El Pen- samiento". Su enmienda al preám- bulo del proyecto de reforma de la Constitución, 6, 977-8; sumario de su discurso, 978. Citado además: 1, 806-7 , 821-2, 854-6 ; 6, 1047-8, 1061; 7, 797-8, 821-2. Isla Fernández (Hijo de José de). Sobre un folleto de éste, 1, 854-5. Ismael e Isaac, 5, 14-5. Isócrates (436-336 a. de J. O. Fi- lósofo, orador y jurisconsulto ate- niense. 3, 759. Israel. Su salida de Egipto, 5, 127. Isturiz (Francisco Javier de) (1790- 1871). Político español, progresista en sus primeros tiempos y modera- do después, presidente del Consejo dos veces (mayo-agosto de 1836 y abril-diciembre de 1846). "Su primer ministerio" (mayo-agosto de 1836), 6, 237-8. Su caída por el pronuncia- miento de La Granja, 237-8, 539-40, 926-7; 7 , 680. "Su segundo ministe- rio" (abril de 1846-enero de 1847). Espíritu del ministerio, 615; juicio sobre Isturiz, 619. Falta de pensa- miento político, 651-2; necesidad de un llamamiento al país, 653; fingido constitucionalismo del gobierno, 654-5; la insurrección progresista de Galicia, 621; la elección de Don Francisco de Asís para marido de la reina, 806-7, 824 , 832-4, 836-8; anun- cio del casamiento de la infanta María Luisa con el duque de Mont- pensier, 809-12, 824, 836-8; conflictos por el anuncio del casamiento Mont- pensier, 811-2, 824. La protesta de Don Enrique, 828-9, 831; los casa- mientos realizados de la reina y de la infanta; conflictos provocados en Europa, 859, 876, 883, 905, 908-9, 930; la revolución de Portugal, 672; la intervención española en Portugal, 867. Sobre su caída, 1, 832-3. Sobre el ministerio Isturiz-Mon, S, 342-3. (Vid. Matrimonio Montpensier, Ma- trimonio real, Portugal.) Citado ade- más: 1, 830; 8, 202-3 , 282-3, 328, 342-3, 385 ; 6 , 513-4, 587-8 ; 7 , 292-3 , 586-7, 615, 619-20, 626, 680, 918, 942-3, 1019. Italia. Desde la caída de Napoleón (1815), la península de Italia estaba dividida en los siguientes Estados: Estados pontificios, gobernados por el papa Pío VII hasta 1823, León XII hasta 1829, Pío VIII hasta 1830, Gre- gorio XVI hasta 1846 y Pío IX has- ta su expoliación en 1859 y la pér- dida definitiva de Roma en 1870. Reino de las Dos Sicilias, o de Nápo- les y Sicilia, cuyo trono ocupó Fer- nando I de Borbón hasta 1825, su hijo Francisco I hasta 1830, el hijo de éste Fernando II hasta 1859 y el hijo del anterior Francisco II hasta la anexión del reino al Piamonte en 1861. El reino Sardo (Piamonte y Cerdeña), gobernado por Víctor Ma- nuel I hasta 1821, su hermano Car- los Félix hasta 1831, por Carlos Al- berto, hijo de Víctor Manuel, hasta su abdicación en 1849 en su hijo Víctor Manuel II, quien reunió a su Corona los demás Estados italia- nos en 1859 y 1860. El ducado de Mó- dena, regido por Francisco IV de Austria-Este hasta su muerte en 1846, y luego por su hijo Francis- co V hasta su destronamiento en 1859, seguido de la anexión al Pia- monte en 1860. El ducado de _Parma, gobernado por la ex emperatriz María Luisa, separada de Napo- león I, desde 1816 a 1847, después por Carlos II, nieto de Carlos IV de España, hasta su abdicación en 1848, y finalmente por el hijo de éste, Carlos IU, asesinado en 1854. Una junta lo gobernó hasta su anexión al Piamonte en 1860. El ducado de Iiisiana, gobernado por Fernando III, hijo del emperador de Austria Leo- poldo, hasta 1824, y luego por el hi- jo de aquél, Leopoldo II, hasta su anexión al Piamonte en 1859. El du- cado de Luca, regido por María Lui- sa, hija de Carlos IV de España, desde 1815 a 1847, y luego por su hijo Carlos Luis hasta que se in- corporó a Toscana en 1847. Carlos Luis pasó a ocupar el ducado de Parma con el nombre de Carlos II. El Lombardo-Véneto, gobernado por el emperador de Austria desde 1815. La Lombardía fué cedida a Francia y por ésta al Piamonte en 1859 y Venecia fué anexionada al naciente reino de Italia en 1866. Su industria y comercio en la Edad Media, 4 , 649-50. Inquietudes revo- lucionarias en 1841, 6, 128. Su situa- ción al ser elegido Pío IX (1846), 7, 966, 994. Pío IX y su independencia, 968. Movimientos revolucionarios en 1847 y 1848, 1005-8. Ivón (San). Murió en 1115. Obispo de Chartres desde 1093. Obra cita- 922 EFEMÉRIDES E ÍNDICES K NOMBRES V COSAS 025 güello de esclavos en Tiro, 4, 153. Justino (San) (siglo II). Doctor de la Iglesia y mártir, oriundo de Palestina. Filósofo ecléctico. Sobre la obediencia al poder civil, 4, 507-8. Obra citada: "Apoloa-ias", 232, 507-8. Citado: 135, 153: 3, 453-4. 464. 538. Juvenal (Decio Junio) (47 - 127). Poeta satírico latino. Sobre el pue- blo romano, 4, 136. Sobre la esclavi- tud en Roma, 143. Obra citada: "Sá- tiras", 8 , 757, 760, 268-9. K añada. Filósofo indio. Su sisie- ma. 3, 413-4. Kanne. Exegeta alemán, 8, 381-2; Kant (Manuel) (1724-1804). El fi- lósofo do Kónigsberg. Sus errores contra la religión v contra la razón, 5, 334-5. Inflexibilidad de su aten- ción, 3, 560. El "yo" de Kant, 2. 43- 4; 3, 512. La sensación, 2, 434-5 ; 3. 512. La intuición empírica, 2, 434-5; 3, 512 - 3. Fenómeno y noúmeno. 2. 354-5 434-5 : 3 , 515-6. Entendimiento y sensibilidad, 2, 354-5 : 435-6, 732-3; 3. 515-6. Los hechos ideológicos, 2, 436-7. Conocimiento intuitivo y dis- cursivo, 450-1 : 3, 516. El espacio, 2, 338. 344. 378, 535 ; 3, 513. El tiempo. 2, 537, 593-4. 732 ; 3, 513-4. Niega, va- lor a !a experiencia, 2, 344. Sobre el principio de contradicción. 116, 119. Certeza apodíctica, 116-7, 126. Juicios analíticos y sintéticos, 118-9. Juicios empíricos. " 164-5, 443. Sintéticos "a priori", 165-6. 445, 733-4. Sobre los juicios matemáticos, 165-6. Sobre la realidad y la negación. 535. Concor- dancias v discrepancias entre él y los escolásticos, 437-8, 440-1; y con Condillac. 437-8. 452. Contra la de- mostrabilidad de la existencia de Dios. 3, 512, 513. Contra la demostra- bilidad de la substancialidad del alma. 2, 734-5; 3, 298, 517. El "para- logismo de la personalidad", 2, 689- 90. Cómo explica el sentimiento de la propia identidad, 692. Contra la demostrabilidad de la simplicidad del alma, 701. Contra la teoría cor- puscular, 3 , 478 - 9. Su idealismo; comparación con el de Berkelev, 2. 6S-9, 345-6, 433-4; 3. 514. Conduce al panteísmo idealista, 2. 734. Kant precursor de Fichte. 2 , 344- 5, 732. Conduce al sensualismo, 452. Destruve la metafísica y la razón, 445, 696. Falsedad de su esplritua- lismo. 734-5: 3. 516-7. La filosofía de Jacobi, reacción contra la de Kant, 523. Obras citadas: "Crítica de la ra- zón pura", 2 . 68-9 . 450-2, 454 , 682, 685- 6, 734-5; 3, 517. Id., primera edición, 2, 682. Id. Prefacio de Rosenkranz a la edición de Leipzig de 1838, 734. Id. Introducción, 117-8, 164. Id. "Ló- gica trascendental", 115-8, 121-2, 346- 7, 355, 435-7 , 732-34, 740-2. Id. id. "Dialéctica trascendental", 682. Id. id., "Idea sumaria de la legitimidad y de la única posibilidad de la de- ducción de los conceptos intelectua- les puros", 733-4. "Crítica de la ra- zón pura. Estética trascendental", 339, 344-7, 378-9, 434-5, 594-5, 602 , 731 : 3, 512-14. "Tratado de las sensacio- nes", 452. Citado: 8, 550-1; 5, 285. 332-6, 506-7 : 3, 617-8 ; 2, 43, 55, 68, 82- 3, 116-21, 124-6, 131-2, 161-3, 165-72. 338-41, 344-7, 354-5, 376-9, 431, 434- 46. 449-55, 459-60. 535-37, 539-40, 593- 96, 601-2, 625, 681-96, 701-10, 732-35, 740-1, 799 ; 3, 275-6, 349, 463, 485, 511- 8, 523. Kapila. Filósofo indio del siglo \ o VI a. de J. C, fundador del siste- ma filosófico llamado el Samkhya. 3, 413-4. Kchatrya. Casta india. 3, 413. Kelle. Exegeta alemán, 8, 381. Kempis (Tomás de) (1380 - 1471). Obra citada: "Imitación de Cristo". 4, 253-4. Keulero (Juan) (1571-1630). Astró- nomo alemán. 5, 173-4; 3, 617-8; 2, 783. King (Guillermo) (1650-1729). Obis- po de Derbv y después arzobispo de Dublín. Podría referirse a él la cita. Sobre el matrimonio del clero pro- testante, 5, 18. Klaproth (Enrique Julio) (1783- 1835). Orientalista alemán. 3, 416. Klopstock (Federico Teófilo) (1724- 1803). Poeta alemán autor del poema "La Mesiada", 4, 762-3. Knox (Juan) (1505-1572). Calvinis- ta escocés que influyó en la ejecu- ción de María Estuardo, 4, 616. Kongfutzee. Vid. Coníueie. Krause (Carlos Cristian) (1781- 1832). Filósofo alemán. Su filosofia. 3, 527. Unidad del ser, 527 - 8. Su substancialidad y totalidad, 528. Lo Infinito; sus órdenes, 528-9. Esencia, existencia, posibilidad, 528-9. Razón de una cosa, 529. El espíritu indivi- dual, 529-30. El universal, 530. Espí- ritu y naturaleza, 530. El infinito absoluto, 531. El panteísmo de Krau- se, 532. Citado: 2, 741; 3, 530-1. Krebs (Nicolás). Vid. Cusa (El cardenal) . La Bruyere (Juan) (1645-1696). Es- critor francés. Obra citada : "Les Caracteres", 3, 381. JLa Fontaine (Juan de) (1621-1695). Literato francés. Obra citada : "Fá- bulas", 3, 748. La Harpe (Juan) (1739-1813). Li- terato francés, sucesivamente amigo y enemigo de la revolución de 1789. Sobre Rousseau, 4, 533. Sobre Bur- fier, 3, 620-1. La Hoz (José María de). Herma- no del director de "La Esperanza". Pedro. Después del viaje a Ontane- da con Pedro, Balmes fué a París acompañado de José María. 1, 839. La Hoz (Pedro de). Director del diario carlista "La Esperanza" desde su fundación en 1844. Tuvo singular 926 EFEMÉRIDES E ÍNDICES amistad con Balmes y le acompaño en su viaje a Santander en julio de 1847. Carta al mismo sobre la traducción francesa de sus "Filoso- fías", l, 839. Sobre su folleto "Un monárquico a los parlamentarlos", 0 . 543. Cita este folleto, 543. Citado: 1, 561, 786, 838, 854-5. La Mettrie (Julián Offrov de) (1709-1851). Médico y filósofo fran- cés materialista. 5, 332; 8, 275. La Sagra (Kamón de) (1798-1871;. Naturalista y economista español, director de la "Revista de los Inte- reses Materiales y Morales" (1844- 1845) y después de otras revistas. 1, 640. La Sueur (Tomás). Fraile mínimo francés que murió en 1770 y fué coautor con el P. Jacquier de la obra citada: "Comentarios sobre los principios de Newton", 5, 848-9. La To.ja. Diputado moderado en el año 1844 . 6, 1049-50. La Torre (Jesús de). Presbítero. 0, 568. Laberinto. Del órgano del oído, 3, 203. Laboriosidad. Menos alabada que el talento, 8, 226-7. La del catalán montañas, 5, 900-1. Lac (Melchor du). Redactor de "L'Univers", religioso benedictino por algún tiempo y amigo de Balmes. 2, 4 ; 3, 4-5. Lacedetmonla. La dignidad del hombre en este país, 4, 221-2. Laricios do Oirene (siglo III a. de J. C). Filósofo. 3, 456. Lacordaire (Juan Bautista) (1802- 1861). Dominico francés y orador sa- grado. Colaboró con Lamennais en "L'Avenir'" y se separó de él. En el año 1848 formó parte de la Asam- blea constituyente. Su parcialidad contra Felipe II, 4, 375-6. Obra cita- da: "Memoria para el restableci- miento en Francia de la orden de Predicadores", 375-6. Citado: 5, 829- 30, 840; 4, 375; 6, 571-2, 574. Lactaneio. Murió el año 325. Apo- logista cristiano. 4, 547-8. Lafuente (Modesto) (1806 - 1866). Director del periódico "Fray Gerun- dio" y autor de la "Historia general de España". 1, 809. Lagrange (José Luis, condo de) (1736 - 1813). Geómetra de abolengo francés nacido en Turín. 3, 622-3. Lahave (Luis María). Vizconde de Cornemin (1788-1868). Literato, po- lítico y jurisconsulto enemigo de Luis Felipe. 7, 835-6. Lais (siglo V). Cortesana griega en Corinto. 5, 641-2. Lamartine (Alfonso María Luis de J'rat de) (1790-1869). Poeta y diplo- mático francés que como legitimista combatió a Luis Felipe. Obras cita- das: Poesías: "El ángel de la tierra después de la destrucción del glo- bo", 8, 352, 355; "El Crucifijo", 354-5; "La desesperación", 354, 356-7; "El hombre a Lord Byron", 356-7. Cita- do: 432, 479; 5, 505 ; 8, 42, 355-6, 366- 7, 892-3, 931-2, 1015-6. Lambnisrhini (Luis) (1776 - 1854). Prelado de origen genovés, cardenal en 1831 y secretario de Estado de Gregorio XVI en los últimos tiempos de este Papa. En el conclave que eligió a Pío IX era tenido por el jefe de los absolutistas. En el proyectado convenio entre España y Roma, 7, 312. Citado: J, 791; 4, 199; 7, 240-7, 311-2, 319-20, 469. Lamonnais (Hugo Felicidad Ro- berto de) (1782-1854). Sacerdote, fi- lósofo y publicista francés, fundador de "L'Avenir", que se obstinó en sus errores al ser condenado dicho perió- dico. Su filosofía, 3, 524. El consen- timiento común, criterio único, 2, 191-2; 3, 524. Su refutación del prin- cipio de Descartes, 2, 198-9. Origen de su error, 199-200; 3, 524-5. Sobre el sueño y la vigilia, 2 , 224-5. Sobre un sexto sentido, 271-2. Su doctrina conduce al escepticismo, 3 , 524 - 5. Sobre la toléramela religiosa, 4, 362-3. Impugnado por Gerbert, 613-4. So- bre la legitimidad de la insurrección, 614-5; su doctrina comparada con la de Santo Tomás, 614-5. Su exagera- ción democrática, 5, 463. Sobre la fundación de "L'Avenir" nota his- tórica, 6, 571-2. Balmes rechaza el calificativo de "Lamennais español", 7, 713. Obras citadas: "Affaires de Rome", 4, 613-5. "Ensayo sobre la indiferencia en materia de religión", 2, 197-8, 201, 271-2; 3 , 524-5. Citado además: 4 , 228-9, 362-3 , 611, 615- 7; 5, 211, 463 , 506 ; 8, 249 ; 2, 197-201, 224-5, 278-9; 3, 524, 537-8; 6, 57 , 336, 572; 7, 772, 7S3-4. Lanf raneo (1005-1089). Teólogo nor- mando, maestro de San Anselmo y arzobispo de Cantorbery desde 1070. 4, 430, 733-5; 3, 474. Langton (Ksteban). Murió el año de 1228. Cardenal y arzobispo de Cantorbery desde 1203. 4, 321-2. Lanjuinais (Juan Domingo, conde de) (1753-1827). Político francés re- volucionario girondino y más tarde monárquico constitucional. 3, 414-5. Lanuza (Antonio de). Así citado; pero se refiere a Juan de Lanuza, Justicia mayor de Aragón, decapi- tado por orden de Felipe II en di- ciembre de 1591, después de los su- cesos a que dió lurar el haber sido libertado Antonio Pérez, preso en Zaragoza. 4, 699-700. Laokiun. Filósofo chino. 3, 416. Lao-Tseu o Lao-Tse. Filósofo chi- no del siglo VII a. de J. C. 3, 416-7. Lapidge (Guillermo). Marino in- glés que tomó parte en la batalla de Luchana en 1836. 8, 75. Lasorre. 1, 814-5. Lastevrie (Jules, marqués de) (1819- 1883). Político francés adicto a la i.NPlCF. ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 927 casa de Orleáns. Sus el provincialismo tn 195-6. errores sobre España, 6, Laurentie (I'edro Sebastián) (1793- 1876). Político legitimista y perio- dista francés. 5, 479-80. Lavater (Juan Gaspar) (1741-1792). Filósofo protestante suizo fundador de la ciencia "fisiognómica". 3, 370. Leandro (San) (siglo VI). Arzobis- po de Sevilla desde 579. Contribuyó con el rey Recaredo a la unidad ca- tólica de España. 4, 627; 3 , 468. Ledesma (Bartolomé). Murió en el año 1604. Teólogo dominico y obispo de Guajaca (Méjico) desde 1604. Obra citada: "Suma de casos de concien- cia", 4, 525-6. Citado además: 515; 8, 46-7. Lectura. Como trabajo intelectual, 3, 99-100. Elección de libros, 100. La lectura de enciclopedias, 100. Reglas de lectura provechosa, 100-1. Induce a la meditación, 102. Las malas lec- turas condenadas por la Iglesia, 5, 873-4 , 37-8. Necesidad de las buenas para los escépticos. 875, 312. Lectura e ignorancia, 8, 339. Sobre la obra "Ensayo crítico sobre las lecturas de la época", 378. Ledru-Kollin (Alejandro Augusto) (1807-1874). Jurisconsulto y político, que promovió la campaña de los banquetes reformistas precursora de la revolución de 1848 y después de ella impidió la proclamación del con- de de París. 7, 1026-7. Legalidad. No es lo mismo que legitimidad, 3, 171-2. Ella y la con- veniencia como principios políticos, 6, 238-9. No existe, 236, 326-7, 407. Invocada por la revolución, 332. Es una hipocresía, 538-9 , 683-4. Impo- sibilidad de observarla, 500 , 611, 618- 9; sobre esto "El Castellano", 672-3. Sobre la legalidad del plan Viluma, 682-3; en qué consiste la verdade- ra, 684-5. Imposibilidad de observar la legalidad proclamada por el go- bierno, 7, 513-4. Legalidad de la dis- cusión del matrimonio real, 798 - 9. Todos los partidos liberales fuera de la legalidad, 845, 895-6. El orden le- gal, 909-10: fundamento de su posi- bilidad, 910; males de la revolución, 910-1: ésta es incompatible con los tronos, 911-2; los partidos en Espa- ña rehusan el orden legal, 912-3; des- pués del matrimonio real no cabe la alianza de los moderados y monár- quicos dentro del orden legal, 914. (Vid. Ley.) Legislación criminal. El sentimen- talismo en ella, 5, 270. Legitimidad. No es lo mismo que legalidad, 3, 71-2. L e i b n i z (Godofredo Guillermo) (1646-1716). Filósofo, matemático y teólogo alemán. Su filosofía, 5, 333 3, 504. La ición del mu 5, 333: ndo, el | sistema de optimismo, 504. La cons- titución de los cuerpos; "mónadas" 2, 66-7, 673-4, 504. Su idea de Dios 5, 333-4; Z, 67-8; 3 , 508. Contra el pan- teísmo, 5, 333-4; 8, 67-8. Sobre el al- ma humana, 5, 333-4; 2, 67, 695-6 ; 3, 355-6, 504-5: acción del alma sobre el cuerpo y la armonía preestableci- da, 2, 768-9; 3, 355-6, 505. La inte- rrupción del pensamiento, 2, 688. Representación por idealidad. 80-1. Los indiscernibles, 3, 505-6. El es- pacio, 2, 310-1. El vacío, 336-7; 8, 247-8. La extensión infinita, 2, 642-3. La substancia, S, 506. La esencia de los cuerpos, 478. Encomia a los escolásticos, 2, 188. Juicio de Fon- tenelle sobre Leibniz, 4, 55; 2, 188-9. Su abstracción en el trabajo, 3, 560. Sus estudios de cálculo infinitesi- mal, 577. Universalidad de sus co- nocimientos, 507. Su religiosidad, 5, 234. Sobre el culto a los santos, tl4, 424. Su concepto de las insti- tuciones católicas, 4, 55. Su corres- pondencia con Bossuet sobre la unión del Catolicismo y el Protes- tantismo, 89-90, 96-7; 6, 110-1. Obras citadas: "Carta a la princesa ae Gales", 2, 316; "Carta 3 a M. Re- mond de Montmort", 188-9; "Cartas entre Leibniz y Clarke", 5, 984; 3, 642-3; "Dissertatio de philosophía Diatónica, epístola ad Hanschium", 39; "Historia de Brunswick", 4, 427-8: Monadología", 2, 67-9; "Nuevos en- sayos sobre el entendimiento huma- no", 310-1, 318; "Pensamientos", 69; De primae philosophiae emenda- tione et notione substantiae", 3. 507; "Sistema teológico", 5, 424-5; 3, 478-9, 507-8. Citado además : 8, 457, 465-6, 562, 571-2 ; 5. 848-9: 4. 66, 87. 431. 724-5; 5, 249, 285, 319. 332-4, 412-4. 424-6, 445; 8, 351; 3. 560, 617-8 ; 2, 12-3, 32, 65-7, 139, 187-8, 213-5, 298, 304-5, 308-9, 315-21, 336-7, 441, 612. 642-3, 673-4, 676, 680-1, 688, 695-6, 724-5; 3 , 247-8, 251-2, 355-6. 365-6. 444-5, 472, 478, 504-7, 524-5, 538. Leipzig. Fundación de su univer- sidad, 4, 760-1. enguaje. Su necesidad, 2, 797-8; 3, 290. Sociabilidad natural del hom- bre, 292. Fué enseñado por Dios, 5, 445; 2, 797-8: 3, 293-4. La gramáti- ca, filosofía del lenguaje. 195, 295. Signos expresivos de las ideas, 298. Los gestos y la voz. 299. Formación de los sonidos simples o vocales, 301. Articulaciones o consonantes. 301-2. Alfabeto, 305. Escasos soni- dos del lenguaje, 2, 497; 3, 306. Ra- dicales y terminaciones, 2, 497: 3, 3G8. Relación estre el lenguaje y las ideas, 2, 495, 744-5. El buen sentido del lenguaje vulgar, 5. 615-6; 2, 497. En las ciencias, 8, 329. Lengua y lenguaje, 335. Lenguas. Utilidad de su estudio, 3, 295-6. Lenguas y dialectos, 30G. Letras, 306-7. Cambios de radicales, 928 EFEMÉRIDES E ÍNDICES 309. El estudio de las lenguas sabias en el Catolicismo y en el Protestan- tismo, 4, 759; sabios católicos ver- sados en ellas, 759-60; su estudio, promovido por Clemente V, 760. Len- gua y gramática, 8, 329-30. Lengua y lenguaje, 125-6. La lengua y el brazo, 132-3. León. Rey de Filiasia en el si- glo VI a. de J. C. 3. 425. León I (San). Papa desde 440 has- ta su muerte en 461. Su carta a To- ribio, obispo de Astorga, 5, 80. Su carta al concilio de Calcedonia usando de su primacía, 6, 178. Obras citadas: "Epístola 62", 4, 45-6; "In natali apostolorum Petri et Pauli", 46. Citado: 663-4 ; 7, 957-8. León III el Isáurico (675-741). Em- perador bizantino. 3, 467-8. León X (1475 - 1521). Papa desde el 1512. Durante su pontificado esta- lló el cisma de Lutero. Sobre la prensa, 5, 514-5; contra los excesos de ella, 522. Citado: 4, 44-5, 97-8, 761, 763 ; 5, 565-6 ; 8, 237. León XII (1760-1828). Papa des- de 1823. Prohibición de las obras de Félix Amat, 5, 184. Citado: 7 , 953. León XIII (1810-1903). Papa ele- gido en 1878. 8, 59. León (Diego de) (1807-1841). Mili- tar español moderado, jefe del pro- nunciamiento antiesparterista de oc- tubre de 1841. Fusilado el 15 de octu- bre. En la acción de Gra contra los carlisftis, 8, 77-8. Su pronunciamien- to en 1841, 6, 131-2; 7, 57-8, 115. Ci- tado : 8, 184-5, 208 ; 6, 134-6; 7, 364-5, 1048. León (Luis Ponce de) (1527-1591). Agustino español, poeta y escritor. Por una traducción castellana del "Cantar de los Cantares" y por cier- tas proposiciones enseñadas en su cátedra fué sometido a la Inquisi- ción y encarcelado en 1572, y ab- suelto y libertado en 1576. Sobre su causa, 4, 380-1. Citado: 8, 426-7; 4, 120. 724; 8, 235-6, 335; 6, 202. León Biendicho (Javier de). Dipu- tado vilumista por Almena en 1844. 6, 1047-8, 1060-1. Leonardo Aretino o Leonardo Bru- ni (1369-1444). Humanista e historia- dor. 4, 759. Leónidas (siglo Va. de J. C). Rey de Esparta, el héroe de las Termópilas. 4, 222-3. Leopoldo II de Toscana (1797- 1870). Archiduque de Austria y gran duque de Toscana desde 1824 hasta su abdicación, en 1859. 7 , 949, 1005-6. Leovigildo. Rey godo de España desde 569 hasta su muerte, en 586. Siendo arriano mandó ejecutar a su hijo Hermenegildo, católico. 4, 627-8. Lerdo (Ignacio María) (17S6-1861). Jesuíta mejicano, provincial en Es- paña y asistente en Roma. Carta al mismo sobre la supuesta censura. eclesiástica de la "Filosofía funda- mental", 1, 831-2, 869-70. Lerminier (Juan Luis Eugenio) (1803-1857). Publicista y juriscon- sulto francés. Sobre Hegel, 3, 522. Obra citada : "Au delá du Rhin", 5, 337 ; 3, 522-3. Citado: 5, 905. Leroux (Pedro) (1798-1871). Filó- sofo socialista. Sobre las conviccio- nes de Cousin, 5, 280, 286. Lesseips (Fernando de) (1850-1894). Diplomático francés que era cónsul en Barcelona en 1842. Más tarde fué el iniciador del canal de Suez. Su comunicación al capitán general de Barcelona en noviembre de 1842, 8, 166; respuesta de éste, 167. Lestrange. Carmelita colaborador de O'Connell. 8, 21. Letras. Pocas letras de la escri- tura fonética, 2 , 497 ; 3, 342-3. Radi- cales y terminaciones, 2 , 497, 306. Letrilla a las Variedades de "La Paz". Compuesta y mandada a "La Paz" como respuesta a un artículo irreligioso de este periódico. No fué publicada. Se halla en 8, 768. Mo- tivos para escribirla, 3 , 579-82 ; 8, 648-9. Leucipo (siglo V a. de J. C). Filó- sofo griego. 3, 429-30. Leuret (Francisco) (1797-1851). Mé- dico alienista francés, discípulo de Esquirol y de Pinel. Sobre el cere- bro del hombre y de los animales. 3, 366. Citado: 366-7. Levantamiento. Vid. Insurrección. Ley. Leyes del orden moral, 8, 458-9. Ley natural y eterna, funda- mento del orden moral, 2, 805-6; 3, 129; qué es, 2, 819-20; 3, 131. Ley positiva, 2, 819-20. Ley civil: defi- nición en "Las Partidas", 7, 110-1 ; definición de Santo Tomás, 4 , 582; 3, 174; 7, 111; ordenación de la ra- zón, 4, 583-4 ; 3, 174; dirigida al bien común, 4 , 504-5, 174. En la idea de ley no entra la de fuerza, 176; San- to Tomás sobre las leyes injustas, 4, 584-5, 597-8. Comparación entre la definición de Santo Tomás y la de Rousseau, 587-8. Condiciones de las leyes según San Isidoro, Santo Tomas y Palafox, 7, 110-1. No debe ser atea la ley, 5, 59-60. Las leyes naturales según Hegel, 344. Preser- vativos de corrupción de la ley, 437-8. La formalidad y la ley, 438. Los reyes, sujetos a la ley, 4, 634, 638-9 ; el gobierno del monarca y el de ¡a ley, 672. Leyes romanas al aparecer el cris- tianismo, 4, 133. La de Ina facili- tando la emancipación de los escla- vos, 191-2. Las de los visigodos y de los bárbaros, 324-5. La legisla- ción de la Iglesia sobre beneficen- cia, 332-3. Leyes de intolerancia re- ligiosa, 364-5. Leyes físicas y sociales, 8 , 234. La ley del progreso, 5, 316-7. En el gobierno representativo no expresa ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES V COSAS 929 la voluntad publica, 6, 352; ni la razón pública, 352; el rey gobierna si puede no sancionar un proyecto de ley votado, 551-6. Distinción con- veniente entre leyes fundamenta- les y secundarias, 627-8, 630, 633. Más que leyes, faltan gobiernos, 850. Si una ley injusta es ley; lo afirman Seijas y Pacheco, 7, 108; y Martínez de la Rosa, 108-9; y Bra- vo Murillo, 109; cómo lo definen Las Partidas", 110-1; y San Isido- ro, 110-1 ; y Santo Tomás, 111. No se debe obedecer una ley injusta, 112-3. No la infringen los confeso- res no absolventes, 167-8. Escánda- lo que da el gobierno al infringir las leyes, 309-10. Modo de hacerlas en la España antigua, 667. Sobre el proyecto de ley relativo a : suntos eclesiásticos (enero de 1842), 6, 172; el preámbulo, 173-4; contra- dice la supremacía del Papa, 174; datos históricos a favor de éste, 176-7. La ley de ayuntamientos de 1844 , 393-4. La ley de imprenta de 1844, 1, 731-2. Ensayo de una ley electoral, 630; debe ser secundaria. 630- 1, 633; puede ser obra del rey, 631- 2; o del gobierno, 634-5; condi- ciones de elegibilidad, 635-6; núme- ro de electores, 637; elección por distritos, 637. Comentarios a las le- yes sobre venta de bienes naciona- les, 844. Proyecto de ley de Mar- tínez de la Rosa sobre el tráifico de negros, 903. Proyecto de ley de Mon sobre dotación del culto y clero, 1043. Enmiendas al mismo, 1043-4, 1047-8. Proyecto de ley sobre devo- lución de bienes, al clero: su ori- gen, 7, 105; el preámbulo, 108; la discusión, 108; mala doctrina de Sei- jas y Pacheco. 108; y de Martínez de la Rosa y Bravo Murillo, 108-9; y de Narváez, 115. La nueva ley de imprenta (1845), 303; con ella se infringe la Constitución, 305-6. La exclusión de Don Carlos derivada de. la Constitución es una ley se- cundaria, 456; cabe su derogación, 157-8. Proyecto de ley de dotación de culto y clero de Peña y Agua- yo (1846), 561; el preámbulo, 561-2; la subsistencia del clero queda de- pendiente del tesoro, 566. Cómo de- be ser la ley de imprenta, 595-6, 599-600. Pacheco sobre la ley de im- prenta, 685. La ley de imprenta de Pío IX, 989. Imposibilidad de una ley para excluir de la sucesión a la Corona a la duquesa de Montpen- sier, 1015-6; o de restablecer la ley sálica. 1016. La nueva ley de pro- piedad literaria (1847), l, 835-6. Ley licinia. Dictada por el tribu- buno Licinio y que limitaba la pro- piedad territorial (siglo IV a. de Jesucristo). 5, 483. Ley sálica. Tal como fué introdu- cida en España por el tratado de Utrecht (11 de abril de 1713) al ser reconocido Felipe V por rey de Es- paña, privó de sus derechos al tro- no español a toda hembra, mien- tras hubiese en la descendencia un solo varón, con tal que éste fuese nacido y criado en España. El ob- jeto de esta ley fué evitar la unión de las Coronas de Francia y Es- paña en algún descendiente de Ma- ría Teresa de Austria, hija de Fe- lipe IV, casada con Luis XIV de Francia. Carlos IV en 1789 hizo aprobar por las Cortes una pragmá- tica derogando la ley sálica. Esta pragmática no fué promulgada en- tonces. La promulgó Fernando VII el día 19 de mayo de 1830, la anuló el día 18 de septiembre de 1832 y la implantó de nuevo el día 6 de octubre, quedando así como here- dera de la Corona Isabel II en vez de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, quien hubiera debido heredar la Corona de subsistir la ley sálica. Imposibilidad de resta- blecerla después del matrimonio Montpensier, 7, 1016. Lhomond (Carlos Francisco) (1727 - 1794). Sacerdote y pedagogo francés. Obra citada: "Historia com- pendiada de la religión", 8, 366-7. Liberales. Vid. Partidos. Libertad. De albedrío, 4, 233-4; i. 658, 783-4 , 800-1; 3, 273, 353. Demos- trada por el sentido íntimo, 353-4. Por el testimonio universal, 354. Es necesaria al orden moral, 109-10. La supone la culpa, 5, 392-3. Opiniones de Cousin, 351; de Owen, 572-3, 596: de Saint-Simon y Fourier, 596; de Cubí. 8, 324. La libertad en Dios, 3, 403-4. Análisis de la idea de libertad. 4. 121; 6. 345; vago sentido de la palabra, 4, 121; la libertad de pen- sar, 122-3; San Agustín sobre la li- bertad, 175-6; Cicerón, 411: recto significado de la palabra, 411; la li- bertad en el mundo, 6, 345-6; en el hombre, 346; en los pueblos, 347. El espíritu de libertad, causa su- puesta del Protestantismo, 4, 23-4. 32. Los jesuítas no se opusieron a la libertad, 480-1: 6, 575; ni tampo- co la religión, 4, 500; 6, 945; Lutero sobre la libertad del cristiano, 4, 501-2. El derecho divino del poder no la daña, 539. El Protestantismo no la afianza, 540-1. Felipe II y la libertad de los escritores de su tiem- po, 560-1; Mariana. 560-1; Saavedra. 562-3; otros ejemplos, 567-8. Los teó- logos católicos, en favor de la li- bertad, 581-2. El Protestantismo, poco amigo de la libertad, 628; fra- se de Guizot, 628. La Europa del siglo XV avanzaba hacia la liber- tad, 630. Instinto de ibertad en la España de la Edad Media, 633-4. Ne- cesidad de libertad civil en Europa. 688, 660.1. Ella fué fruto del Catoll- 30 &30 EFEMÉRIDES F. ÍNDICES cismo y nada debe al Protestantis- mo, 661-2. Los autores católicos an- tiguos, en favor de la libertad, 632. « La libertad política de España; cau. sas de su pérdida, 698. La unidad de la fe no se opone a la libertad po- lítica, 715. El Protestantismo, causa de la ruina de las libertades anti- guas en los países protestantes, 717; y en los católicos, 717-8. Libertad que deja la Iglesia a la filosofía, 729. La libertad individual, limitada por la organización social, 3, 163-4. La libertad en los Estados Uni- dos, 5, 93-4. Derecho de los religio- sos a la libertad, 430. La piden los católicos ingleses, 6, 62-3. No ha traído beneficios, 76. Su idea no mo- vió la guerra de la Independencia, 37, 193-4; 7, 824; nació por la per- manencia de los franceses en Espa- ña, 6, 37-8; 7, 636-7; la libertad elec- toral en el gobierno representati- vo, 810; una falsa alianza del orden con la libertad, 6, 750-1. Atenta- dos contra la libertad civil (1844), 671. Necesaria libertad de la Igle- sia, 706-7, 756-7; ésta, defendida por Pío IX, 7, 1015. La libertad no ma- tará la religión, 978. Necesaria li- bertad en las próximas elecciones (1844), 6, 739-40. No la hay contra el poder militar de Narváez, 1032-3. El liberalismo contra la democracia en España, 7, 207-8; para vivir ha debido desarmar las milicias, 341. Causas de la aversión de los mo- nárquicos a la libertad, 6, 197-8; 7, 642; y de la aversión del clero, 6, 477. Libertad, lema de la república francesa, 7, 999-1000. Las libertades públicas y la pren- sa, 5, 525; daños causados a la re- ligión por la libertad de la prensa, fi, 440; sobre el!a Gonzalo Morón, 865-6. La de enseñanza en Francia, 8, 417-8; 6, 571-2, 577; atacada por Vi- llamain y Cousin, 572: defendida por Montalembert, 572-3; falsa li- bertad ofrecida por Guizot, 575-6. Los hombres de la libertad (pensa- miento), 8, 335-6. Libreros. Exposición al gobierno sobre la venta de libros españoles impresos en el extranjero, 6, 901-2. Libreros corresponsales. Carta a ellos; lo que resta de la primera edición de "El Protestantismo", 1, 752. Libros. Conveniencia de los bue- nos para los escépticos, 5, 875, 412. La prohibición de los malos, 873-4, 37-8, 48-9. Libros y cosas, 8, 339. Los malos son propagadores de la irreligiosidad, 6, 188-9. Elección de libros para la lectura, 2, 100. Libros sagrados de la India ("Ve- das"), 3, 412; de la China ("Chu- King"), 417; de Persia f'Zend- Aves- la"). 418. Liceo. El de Aristóteles, 3, 441. Liclnio Calvo (Publio). Primer cón- sul plebeyo (398 a. de J. C). La ley licinia. 5, 483. Lícito. Idea de lo lícito, 2, 819; 3, 131. Licurgo (siglo IX a. de J. C). Le- gislador de Esparta, 4, 301-2. Límite. La idea, 2 , 618-9 , 626-7, 660 ; 3, 263. En sentido vulgar y en matemáticas, 2, 619. Es una nega- ción, 619-20, 659-60 ; 3, 263. Forma- ción de esta idea, 2, 626-7. Limita- bilidad de la extensión, 467-8. Limosna. Es obligatoria, 5, 854-5. Linaje (Francisco) (1795-1847). Mi- litar, secretario de Espartero. Su comunicado de Mas de las Matas en nombre de Espartero, 8, 88-9. Ci- tado: 7, 241. Linaje humano. Su corrupción, 5, 14-5; su reparación por Jesucristo. 16-7. Línea. La geométrica, 2, 299. Idea le línea infinita, anomalías v expli- cación, 620-1, 629-30, 660. Relaciones entre las líneas trigonométricas, 8, 585-6, 599-60. L i n k (Enrique Federico) (1767- 1851). Médico, químico y naturalis- ta alemán. Tal vez se refieren a él las citas. Sobre Hegel, 5, 345. Ci- tado : 339. Linneo (Carlos de) (1707-1778). Na- turalista sueco. 3, 617-20. Lió (Marqués de). 8, 169. Lisboa. La reacción de Lisboa (1846) contra los revolucionarios, apoyada por Francia, 7, 870-1. Lisoy. Hereje ajusticiado en 1017 con su amigo Heriberto. 4, 447-8. Literatura. Tendencia literaria, 8, 416. Apuntes de teoría literaria, 457. La sociedad y la literatura, 457. La religiosa en Francia y España. 5, 820. La antigua en Europa, 8, 230-1. La de España en el siglo de oro, 233; su decadencia, 234. El pa- ganismo en la literatura, 238-9. Una literatura propia de España, 239. Revolución contra la clásica, 240-1. Acepciones de esta palabra, 245. La caótica del siglo actual, 252. La fi- losofía en literatura, 258-9. Carácter- filosófico de la literatura, 375-6. En el Catolicismo y en el Protes- tantismo, 4, 761-2. Chateaubriand so- bre la de los autores protestantes. 762-3. Lobo (Juan Xepomuceno) . Amigo de Balmes. I, 810-1, 849-50. Locke (Juan) (1632-1704). Filósofo sensualista y político liberal inglés. Su filosofía sensualista, 3, 501. La sensación y la reflexión, fuentes de toda idea, 2, 107-8. 411-2; 3, 501-2. Concordancias y discrepancias con Descartes, 2, 103-4, 107-8 ; 3. 501-2: con Condillac, 510. Sobre las de- mostraciones matemáticas. 2, 187-8. Obra citada : "Ensayo sobre el en- tendimiento humano", 107-8, 324-6. ÍNDICL Al.FAUtllLo DE NOMBRES V CUSAS 931 Citado: 5, 248-9, 337, 340-1; 2, 15, i 102-4, 107-8, 411-2, 416-7, 420, 489-91, 612; 3, 442, 503, 510. '! Loekhart (Juan (Ubson) (1794- 1854). Yerno de Walter Scott y au- tor de "Recuerdos de la vida de Walter Scott". 8, 298. Locución. Interior, 2, 492-3. Locura. De la locura a la cordu- jj ra, 8, 334-5. ¿ Lógica. Qué ha de ser una lógi- ca, 8, 429; dos sistemas, 430. Su ob- 5 jeto y utilidad, 3, 8. Natural y arti- rlcial, 8-9. Arte y ciencia, 8-9. Fa- | cultades que debe dirigir, 9-10. La a del entendimiento enfc general, 29; | de la percepción, 31; de la delini- ción, 38; de la división, 40-1; de la ; proposición, 43; del raciocinio, 61; . la del método, 76. La lógica según Kant, 2, 435-6. La sutil de los estoi- ca eos, 3, 454-5. La lógica, de acuerdo ;¡. con la caridad, 586-7 , 591-2. Esfera s lógica de Hegel, 5, 400. Pensamien- I tos : la lógica y los niños, 8 , 329-30 ; buena lógica, 330-1 ; la oratoria y la ;. lógica, 332-3; lógica circunstancial, s. 342. él "Lógica". Vid. "Curso de Filosofía | elemental". Londonberry (Lord). Así citado. Ir Debe ser Carlos Guillermo Vane, marqués de Londonberry (1778-1854). General inglés. 7, 939. » Londres. Ojeada sobre Londres, 6, Í 203-4. Comparación con París, 204. Montesquieu sobre Londres, 204. 1 Lope de Vega (Félix) (1562-1635). Poeta y dramaturgo, 8, 429 ; 4, 120; *. 8, 24¡2-3, 253, 345-V; 3, 562-3, 617-8; I 6, 202. «■ López (Joaquín María) (1798-1855). ¡ Político español progresista. Fué !• ministro de la Gobernación 'con Ca- íe latrava (agosto de 1836 - diciembre a' de 1837) y presidente del gobierno 13 dos veces en 1843 (9-17 de mayo, I 29 de junio-20 de noviembre). Inter- * viene en la caída de Espartero, 8, 214-5. Poco temible, 8, 342. El minis- v terio López-Caballero, 6, 322. Juicio «r sobre él, 8, 342; 6, 335. Citado: 8, 116, 203-4, 215-6, 380-1; 6. 488, 523-4, * 539-40, 608-11, 805, 832; 7, 6-7, 624-5, * 680-1. * López Arruego (Manuel). Diputa- do vilumista por Zaragoza en 1844. 9 6, 1043, 1061. López Ballesteros (Diego). Diputa - ;. Filósofo, teólogo y escritor místico mallorquín. Obra citada : "Ars magna", 3, 486-7. Cita- do: 5, 248-9. Luna (Juan de). Diputado de Ara- gón decapitado en Zaragoza en 1592 por haber tomado parte con Juan Lanuza en los disturbios de libera- ción de Antonio Pérez, perseguido por Felipe II. 4, 700-1. Lutero (Martín) (1483-1546). Agus- tino iniciador de la reforma protes- tante, casado en 1525 con Catalina de Boré. Su carácter, 4, 18. Contra Enrique VIII, Erasmo, Caslostadio. los zuinglianos, los doctores de Lo- vaina y el Papa, 18. Sobre él Me- lanchton, 19. A Zuinglio sobre el li- bre examen, 53-4. Su fanatismo, 76. Sus luchas contra los anabaptistas, 78-9. Su escepticismo, 94-5. Matthel sobre su vida, 94-5. Su doctrina no subsiste, 97-8. Su doctrina sobre el libre albedrío, 103. Su libertinaje, 203, 258-9. Sobre la poligamia, 243-4. ÍNDICE ALFABÉTICO DI NOMBRES \ COSAS 933 Su sacrilega unión con Catalina Bo- ié, 258-9. Aparición del cisma de Lu- tero, 273-4; males causados por él, 5, 319-20. Su misión providencial, 4, 280. Sobre el sacerdocio, 293-4. Con- tra los judíos, 373. Sobre la liber- tad, 501-2. Contra los bienes ecle- siásticos, 5, 713-5, 490. Obras: "Obras de Lutero", edición latina de Eisle- ben, 4, 93-5; Id., edición latina de Wittemberg, 95 - 6. "De captivitate Babilónica", 18; "Coloquio de Leip- zig", 94-5; "Comentario sobre el Gé- nesis", 243-4; "El Fisco común", 5, 713-5; "Contra Regem Angliae", 4, 47-8. Citado además: 3, 465-7; 4, 22-3 , 25-7, 30-1, 72-3 , 76-8, 244 , 259, 363-4 , 373-4 , 380, 382-3 , 452-3 , 461, 465, 472, 499, 619-20, 650-1, 708-9, 760-1, 5, 31, 111, 319-20, 490, 518, 585; 3, 611- 2, 537; 6, 274 ; 7, 215-6, 897-8. Luzán (Ignacio de) (1702-1754). Di- plomático y escritor español. 8, 358-9. Luzuriagu. Senador en 1846. Se de- fiende de la nota de anarquista, 7, 506. Citado: 499, 512-3. Lyndhurst (Lord) o Juan Single- ton Copley (1772 - 1863). Estadista, canciller v ministro de Hacienda. 8, 25-6. Lyon (Los Pobres de). Secta he- rética. 4, 448. L lacayo (José). Diputado provin- cial en Barcelona en 1842. 8, 171, 173- 4, 186, 188-9. Llanas (Gabriel). Residente en Vich, yerno de José Safont, residen- te en Madrid, ambos en relaciones comerciales con Balmes. 1, 636-7. Llauder (Manuel). Marqués del Valle de Ribas (1789-1851). Político y militar español, absolutista en 1823 y constitucional en 1833. Ministro de la Guerra con Martínez de la Rosa (1834 - 1835) y varias veces capitán general de Cataluña. Su exposición contra el manifiesto de Cea. 6, 189- 90. Citado: 5, 981-2; 7, 680. Lletjós, l, 584-5. Llord (José). Presbítero expatria- do en París, donde se le encuentra en 1842 y aun en 1848, amigo íntimo de Balmes. 1, 674 - 5, 689 - 90, 754 - 5, 769-70, 780-1, 796-8, 809-10. Llorencet. Parece ser un individuo de la familia de mostn Ramón Co- lomines. 1, 704-5. Llórente (Alejandro) (1814 - 1901). Diputado moderado por Cádiz en el año 1844 y varias veces ministro deapués de 1852. Su polémica en el Congreso con Gonzalo Morón, 7, 21- 2. Citado: 6, 914-5: 7, 195. Llórente (Juan Antonio) (1756- 1823). Sacerdote que defendió la su- premacía del poder civil sobre el eclesiástico. Obra citada: "Diserta- ción sobre el poder que los revés españoles ejercieron hasta el si- glo XII en la división de obispados . etcétera, 8, 128-9. Llorer (Valentín). Amigo de Bal- mes, autor de un canto catalán subscrito por el seudónimo "Lo Mis- sioner d'Escomalbou", a quien Bal- mes dedicó un elogio en verso que se halla en 8, 768 - 9. Obra citada: "Lo frare d'Escornalbou", 768-9. Ci- tado además: 649. Llo/er (Valentín). 8, 169. Mabillón (Juan) (1632-1702). Bene- dictino francé-s. teólogo e historia- dor. 4, 496-7; 5, 290-1; 3, 617-20. Mably (Gabriel Bonnot de) (1709- 1785). Historiador v sociólogo co- munista. 8, 460; 5 , 459-60. .Macario Padua Melato. Seudónimo de Félix Amat en las "Observacio- nes pacíficas", etc. Vid. Amat (Fé- lix). Macaulav (Tomás Batington, ba- rón ele) (1800-1859). Periodista, escri- tor y político del partido de los whigs. Artículo citado: "Bute er Chatan", publicado en la "Edimburg Review", 1, 776. Mucedonio (siglo IV). Patriarca de Constantinopia v hereje. 5, 111, 289-90. Ma;k (Carlos), barón de Leibe- rich (1752 - 1828). General austríaco que perdió contra Napoleón la ba- talla de Ulm (octubre de 1805), que- dando prisionero. 4, 115-6; 7, 865-6. Madoz (Pascual) (1806-1870). Polí- tico progresista, ministro de Ha- cienda en 1855. 6, 791, 805, 832; 7, 239-40. Madrazo (Federico) (1815 - 1894). Pintor, autor de un retrato de Bal- mes. 1, 810-1. Madrid. El pronunciamiento de Concha y León en octubre de 1841, 6, 134-5; 7, 57-8. Entrada de Aspiro* y Narváez en 1843 , 8, 220 - 1 ; 6, 336. 597-8. Contraste entre el espíritu de provincias y el de Madrid, 392. Las segundas elecciones en enero de 1844. 392-3. Exposición de su clero sobre el gobierno eclesiástico de Toledo. 817-8. Regreso de la reina Isabel a Madrid después del viaje al Norte (1845), 7. 365. Carece de tradición científica, 380. Sobre la centraliza- ción de las oposiciones en Madrid, 380-1; sobre la del doctorado, 377; sobre los privilegios de la Universi- dad Central, 404, 416-7. Comparación con Barcelona, 955-6. "Madrideño Católico (El)". Perió- dico mensual que principió en agos- to de 1839 y cesó en julio de 1840. Fué dirigido por Inocencio Maria Riesco Le-Grand. En un concurso abierto por este periódico fué pre- miado el escrito de Balmes "Obser- vaciones... sobre los bienes del cle- ro". 1, 610. 618-9, 651-2: 5, 655-6. Madrigal Tostado de Rivera (Al- EtEMEKIDES E ÍNDICES fonso), o "El Abulense" (1400-1454). Teólogo y obispo de Avila desde el año 1449. 4, 687. Maestro. Dificultades de su mi- sión, 5, 603-4. Deben ser religiosos y morales, 604-5. (Vid. Instrucción.) Magallanes (Fernando de) (1470- 1521). Navegante portugués al servi- cio de "España. 4, 463 ; 5, 128 - 9 ; 8, 234-5 ; 6, 148. Magencio (Marco Aurelio Vale- rio). Murió el año 312. Emperador romano que pretendió restaurar el paganismo. Fué derrotado por Cons- tantino. 4, 404. Magendie (Francisco) (1783-1855). Médico creador de la moderna fisio- logía. Relaciones entre el cerebro y el cráneo, 3 , 368-9. Magnitud. Da geometría prescinde de ella como fenómeno, 2, 353. La fenomenal es relativa, 356. Su rela- ción al lugar nada es, 375-6. M a g u i r e . Franciscano irlandés amigo de O'Connell. 8, 21. Mahoma (570-632). Fundador del islamismo. Sus sectarios y los discí- pulos de Fox, 4, 82-3. Razones de la duración y exten- sión de su religión, 5, 24-5. Compa- ración de su religión con la de Je- sucristo, 46-7. Propagación del ma- hometismo, 307-8. Obra citada : "Co- rán", 4, 424; 7, 339-40. Citado: 4, 204- 5; 5, 24-6, 307-8; 8, 25-6; 3, 691; 6, 124-5. Maimónides (1135 - 1204). Méldico, filósofo y astrónomo que profesó el judaismo. 3, 469. Maistre (José María, conde de) (1753-1821). Filósofo, publicista y po- lítico católico. Ocupó cargos diplo- máticos. Sobre los nombres de las iglesias separadas, 4, 20-1. Sobre las monar- quías europeas y asiáticas, 660-1. Sobre la poca frecuencia de conci- lios en los tiempos modernos, 665-6. Sobre el poder de los papas, 713-4. Falsas imputaciones de Félix Amat, 189 - 90, 192 - 3. 226. Carta de Félix Amat sobre su libro "Du Pape", 225- 6. Carta del nuncio a Félix Amat sobre él, 226. Juicios de Bastón so- bre el libro citado, 228. Obras cita- das: "Del Papa", 4 , 20-1, 661, 663-6, 713-4; 5, 190, 225-6. "Veladas de San Petersburgo", 3, 502. Citado: 4, 657-8; 5, 190-93 , 226-9, 632-3 ; 3, 502; 6, 6; 7, Mal. Idea y naturaleza, 3, 201. El absoluto, 405. Físico, moral y meta- físico, 405-6. Origen del metafísico y físico, 405-6. Este forma parte del orden general, 406. El mal moral, 2, 817-8; 3, 76, 408. Su origen, 408-9. "Malabar". Navio en que huyó Es- partero (1843), S, 82-3. Málaga. Da cuestión de su gobier- no eclesiástico, 8, 116 - 7. Devanta- miento antiesparterlsta de 1843, 216. Malda (Barón de). 8, 183, 186-9. Maldonado (Francisco). Uno de los jefes de los comuneros decapitado en Villalar el 24 de abril de 1521. 4, 700-1; 8, 46-7. Malebranche (Nicolás) (1638-1715). Religioso del Oratorio, filósofo y ma- temático francés. Su talento filosó- fico, 3, 563. Sus causas ocasionales, 2, 784-5; 3, 498. Sobre el origen de los conocimientos, 626; 2, 19, 411-2; 3 , 499. Sobre él Cousin, 2, 64. No ad- mite el panteísmo, 64; 3, 500-1. Obra citada: "Investigación de la verdad", 2 , 64-5, 442, 784-5 ; 3, 498-500. Citado: 8, 431-3; 4, 480-1, 724 ; 5, 288-9, 285; 3, 6J.7-8; 2, 12-3, 15, 28-29 , 52-3, 304-O. 316-7, 411-2, 420, 441, 555, 612; 3, 498. 500-1, 511, 538. Malherbe (Francisco de) (1555- 1626). Poeta y crítico francés. "Oda , 3, 563-4. Malón. Eclesiástico profesor de la Universidad de Dovaina en 1845. 1, 778-9. Malthus (Tomás Roberto) (1766- 1834}. Economista autor de "An Es- say of the principie of population", etcétera. Sus teorías sobre el exceso de la población, 5, 671-3, 529-30. Maluquer (José). 8, 169. Malvar. Diputado moderado en el año 1844. 6, 1049-50. aiandamiento. Qué es, 2, 819-20; 3, 126. Natural y positivo, 2, 819-20; 3, 132-3. Manee (Eduardo). Nació en 1808. Escritor francés, admirador y tra- ductor de Balmes, 2, 4. Manelet. Ordinario de Vich. 1, 579- 80, 627, 659, 696-7, 806-7. Manes (215 - 276). Hereje que dió nombre a la secta del "maniqueís- mo". Fué ajusticiado por Bahram i. rey de Persia. Su dualismo, 5, 117-8. Citado: 289; 3, 725. Mangiamele. Vid. Vito Mangla- mele. Maniáticos. Ejemplo de imagina- ción perturbada, 3, 577 - 8, 212, 232, 234-5. Manifiestos. El de Cea Bermúdez a la muerte de Fernando Vil, 6, 43- 4 , 237-8, 580-1. El de Doña María Cristina en Marsella, 8, 90. El de la regencia provisional (1840), 111. El del gobierno motivado por la alocu- ción del Papa (1841), 122 ; 6, 95-6. El de la junta popular provisional a los catalanes (16 de noviembre de 1842), 8, 161. El de la junta de gobierno a los catalanes (17 de noviembre del año 1842), 162. El de la misma junta (19 de noviembre), 163. El de la prensa independiente de Madrid con- tra los tratados de comercio (enero de 1843), 201. El del partido monár- quico constitucional (enero de 1843), 202. El del partido progresista (ene- ro de 1843), 203-4. El de Espartero (febrero de 1843), 207-8. Del mismo (Junio de 1843), 217. El de la coali- ción de parlamentarios contra Es- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 935 partero (agosto de 1843), 6, 506. El de la comisión central del partido monárquico constitucional ( 1 84 4 ), 739. Del partido monárquico nacio- nal; comisión central de Madrid (1844), 759-60; a los electores de Bar- celona, 760-1. El de los diputados vl- lumistas al renunciar sus actas (di- ciembre de 1844), 1055. El del conde de Montemolín al aceptar la abdica- ción de su padre (1845), 7, 219-20, 251- 2. El del infante Don Enrique (di- ciembre de 1845), 499, 508, 902-3. El del conde de Montemolin después de anunciado el casamiento de la rei- na, 822-3; 7, 829-30. El de Don Enri- que a las Cortes en la misma oca- sión, 829-30. El abuso de los mani- fiestos reales, 867-8. El del socialista Roberto Owen en Londres, 5, 564-5. Manila. Edición de "El Protestan- tismo" en Manila, 1, 711-2. Manlqueos. Secta fundada por Ma- nes en el siglo III, que tenía por fundamento el dualismo. Revivió en la Edad Media y tuvo prosélitos en los siglos XI, XII y XIII. Dioclecla- no y Maximiano contra ellos, 4. 365- 6. La Inquisición contra ellos, 365-6. Dos de Francia en el siglo XI, 447-8. Manners (Lord John). Nació en el 1818. Político inglés de la extrema derecha tory, uno de los jefes del grupo La Joven Inglaterra. La in- terpelación en la Cámara de los co- munes inglesa sobre la detención de Don Carlos en Boursres, 6, 457-8; 7, 906. Citado: 6, 458-9. Manrique (Iñigo). Arzobispo de Sevilla desde 1482 hasta su muerte en 1485. 4, 371-2. Mantuano (Pedro) (siglo XVII). Autor de unas "Advertencias a la Historia del Padre Juan de Maria- na". Su polémica con Mariana, 8, 50. Citado: 50-1. "Manual para la tentación". Libro compuesto por Balmes de trozos de diversos autores. Génesis de su pu- blicación, 8, 254. Prólogo, 254. Indi- ce, 255-6. Manuel (Don). Así Balmes cita algunas veces a Vicuña (Manuel). Vide. Manumisión, manumitidos. Vide Ksclavitud. Maquiavelo (Nicolás) (1469-1527). Escritor y diplomático. Sostuvo el criterio que por la patria debía ser sacrificado todo, hasta la morali- dad. 1, 839 ; 7 , 934. Máquinas. Sobre unas de cortar el pelo de las pieles, 1, 679. Su influen- cia en el pauperismo, 5, 992-3. Marat (Juan Pablo) (1743 - 1793). Político revolucionario francés y diputado de la Convención en 1792. Murió asesinado, 8, 335. Maravlllosidad. Según Cubi, 8, 321-2. Marcelino. Personaje hipotético. Sus cambios políticos como ejemplo de la influencia del corazón sobre la cabeza, 3, 672-3 Marcelino (San). Papa desde 296 hasta que fué martirizado en 304. Obra citada: "Bpistola ad episcopos Antiochiae", 4, 46. Marcial (siglo III). Obispo de Mé- rida acusado y depuesto por apos- tasía. 5, 71-2. Marciano (San). Compañero de martirio de San Luciano, venerados ambos en Vich. Sermón en honor de estos mártir-es, 8, 512. Citado: 512. 518. Marció. Relación industrial de la casa Balmes, 1, 670-1. Marción. Hereje del siglo II, 11a- mádo obispo en algún documento antiguo. Acude a Roma en su que- rella, 4, 132; 6, 176-7. Marco Antonio (83-30 a. de J. C). Triunviro en Roma con Lépido y Octavio César, vencido y suplantado por el último el año 30. 8, 335-6. Marco Aurelio (121-180). Empera- dor romano y filósofo. 3, 453-4. Marchetti (Juan) (1753-1829). Fué arzobispo "in partibus" de Ancira y autor de la "Critica della Storia di Fleury", aludida en 4, 37-8. Mardonio o Mandonio. Caudillo de los ilergetes (siglo III antes de Je- sucristo). 4, 290. María Antonieta de Austria-Lore- na (1755 - 1793). Reina de Francia, casada con Luis XVI en 1770, hija del emperador de Alemania Fran- cisco I y decapitada en París por la revolución en octubre de 1793. 7, 1026-7. María Estuardo (1542-1587). Reina de Escocia. En 1567 tuvo que abdi- car la Corona en su hijo Jacobo VI. en 1568 se refugió en Inglaterra, don- de reinaba Isabel, y en 1587 fué de- capitada por orden' de ésta. 7, 836-7, S61-2. María Josefa Amalia de Sajonia (1801-1829). Tercera esposa de Fer- nando VII desde 1819. 6, 388. María Tudor (1515-1558). Reina de Ing'aterra desde 1553. hija de Enri- que VIII y Catalina de Aragón. Pro- curó restaurar el Catolicismo en In- glaterra y casó con Felipe n de España en 1554. 4, 284. María de la Gloria de Braganza (1819-18:3). Reina de Portugal desde el año 1826 por renuncia de su pa- dre el emperador del Brasil Pe- dro I, bajo la tutela de su tío y pro- metido Don Miguel. En 1835 casó con Augusto de Leutenberg, y muerto éste, con Fernando de Coburgo. Tu- vo que luchar contra los miguelis- tas y contra los revolucionarios. 7, 289-90, 672-6, 735 , 868-71, 916-8, 925-6. María Egipcíaca (Santa) (si- glo IV). 8, 361- Miirinna (Juan de) M536-1623), Je- 936 EFEMÉRIDES E ÍNDICES süita historiador y teólogo. Sobre su biografía escrita por Balmes en la "Revue Littéraire et Critique", 1, 690. Su libertad en los escritos po- líticos, 4, 560-1. Sobre el origen del poder civil, 561. Distinción entre el rey y el tirano, 561-2. Sobre los fue- ros de Aragón y sus procuradores de las Cortes, 687. Su biografía, 8, 44. Su obscuro nacimiento, 45-6. Su entrada en la Compañía de Jesús, 46. En el colegio romano, 46-7. En Sicilia y en París, 46-7. En Toledo, 47-8. Censor de la "Poliglota" de Amberes, 48-9. Su "Historia de Es- paña", 49-50. Polémica con Mantua- no, 5C. Su estilo, 51-2, 236. "De rege et regis institutione", 267. Sobre el tiranicidio, 267-8. "De mutatione mo- netae", 270. Otras producciones de Mariana, 270. Su prisión y proceso, 270. Su carácter, 271. Su previsión política, 271. Obrns citadas: "Histo- ria de España", 1, 714; 4, 687 ; 8, 44, 49-50, 52-4; 6, 415; "De morte et im- mortalitate", 8. 44, 55-6; "De muta- tione monetae", 44, 55-6; "De rege et regis institutione", 4, 560-1, 564-5, 687; 8, 44, 52-6. Citado: 1, 690, 853-4; 4 , 376, 508, 564-5, 686-7 ; 5, 633-4; 8, 44-58, 236 ; 6, 201-2, 415, 575. Mariano. Obispo de Trícala, su- fragáneo del arzobispo de Caracas. 5, 101-2. Marina. Vid. Martínez. Marina. Mario (156-86 a. de J. C). General romano plebeyo rival de Sila, re- presentante de la nobleza. 4, 223-4; 7, 684-5. Mármol (Andrés deW. Nació en el año 1594. Escritor y abogado. Obra citada: "Excelencias, vida y traba- ios del P. Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, recopilada de lo que escribieron de él Santa Teresa V otros", 8, 427. ' Maroto (Rafael) (1783 - 1847). Ge- neral carlista que tuvo el mando del Norte y firmó el pacto de Vergara. Acciones de Ramales y Guadarmi- no, 8, 80. Su influencia en la ruina del carlismo, 6, 48. Sus fusilamien- tos de Estella y sus tratos con Es- partero, 8, 80; 6, 49. Citado: 8, 84-5; 6, 49; 7, 54-56, 272-3, 437. Márquez. (Juan) (1564-1621). Teó- logo y escritor español agustino. So- bre los tributos, 4, 688; los tributos sin consentimiento de las Cortes, 688-9. Sobre la expropiación de ha- ciendas, 690. Obra citada: "El go- bernador cristiano", 1, 714; 4, 626-7, 688-90. Citado: 5, 485. Martí (Sebastián). 8, 183. Martiartu (Juan do Lapaza). Ami- go de Balmes en Madrid. 849-50, 854-5. Martíin (San) (siglo VI). Arzobis- po de Braga. Tal vez so refiere a él la cita, 4, 496. Martín d<> Sun Bernardo. Cister- ciense que en 1646 tradujo al italia- no el libro del P. Márquez "El go- bernador cristiano". 4, 626-7. Martínez. Jefe de Estado mayor en Barcelona en 1842. 8, 189. Martínez (Manuel). Autor del fo- lleto "Balmes y su crítico", defen- diendo a Balmes del folleto anónimo "Crítica del folleto Pío IX". Obra citada: "Balmes y su critico", 1, 855, 884. Martínez de la Rosa (Francisco de i-aula) (17&7-I862). Literato y po- lítico español, progresista primero y moderado después. Fué presiden- te de gobierno (enero de 1834-junio de 1835) y ministro de Estado (sep- tiembre de 1844 - (febrero de 1846). Balmes recomendado por él, 1, 675- 6. Su presupuesto para el clero pa- rroquial, 5, 749. Sobre las rentas de los bienes del clero, 750-1. Su previ- sión sobre Espartero, 8, 91. Sobre su memoria leída en el octavo congre- so del Instituto Histórico de París. 242-3 ; sumario de dicha memoria. 253. Poco temible (pensamiento), 342. Su gobierno (enero de 1834 - junio de 1835). No pudo satisfacer la re- volución con su "Estatuto real", 6, 23, 237-8. Atentado contra él en mayo de 1835, 237-8. El Estamento de pro- ceres del Estatuto, 375 , 463-4, 640. 664; el de procuradores, 665, 889. Su entrada en el ministerio de Estado en el primer gobierno de Narváez después de la crisis de Viluma (sep- tiembre de 1844 -febrero de 1846). Motivos de su entrada, 779-80; y de su anterior resistencia, 781; cuestio- nes que habrá de resolver, 782. Afir- ma la injusticia del despojo del cle- ro, 792. Proyecto de ley aboliendo el tráfico de negros, 903. Su discurso en el Senado en octubre de 1844, 904; contra el enlace de la reina con el hijo de Don Carlos, 905; su dureza con los carlistas, 905, 908-9; su leni- dad con los progresistas, 907. Segu- ridades dadas en el Congreso a los compradores de bienes del clero. 955-6; defiende la venta de eszos bienes, 958-9; contesta al discurso de Tejada en la discusión de la re- forma constitucional, 971. Se mues- tra favorable a discutir el matrimo- nio real, 1000-1; sobre la exclusión de la familia de Don Carlos al ma- trimonio real, 1003-4; 7 , 456-7. So- bre la devolución do bienes al cle- ro, 108-9; su teoría sobre las le- yes injustas, 108 - 9, 114. Contra el "matrimonio Montemolín, 295; carta suya a Balmes, 1, 858. Juicios sobre Martínez de la Rosa, 1, 596 - 7 : 6. 335, 617-8. Obras citadas: "El libro de los niños", 1, 615-6; "El espíritu del siglo", 592, 615. Citado además: 592, 615-6, 640, 675-6, 683, 699-701. 715-0, 791; 8, 419-20, 482; 5, 675. 749, 750-1; 8, 85, 91, 242-4 , 246. 253, 342; (i. JM>1U ALFABÉTICO DE NOMBRES V COSAS 937 S50-1', 55-6, 326-7, 469, 513-4, 538-9, 543- 4 , 587-8, 595 . 665-6, 779-83, 785, 789, 794-5, 806 - 8, 831 - 2, 854 - 5, 881, 889, 904-9, 921-2, 955, 969-72, 974-7, 989, 1000. 1004; 7 , 33-4 , 38, 54, 103. 105, 113-5. 118 - 9, 145 - 6. 175, 513, 515-7, 529. 555. 679-S0, 744. 780-1. 932. Martínez Marina (Francisco) (1754- 1833). Sacerdote escritor, autor de algunas obras de política fundamen- tal. Son suyas "Juicio critico de la Novísima Recopilación" y la que va citada. Sobre las regalías, 5, 102-3. Sobre el poder legislativo de los re- yes en España, 6, 665-6. Obra cita- da: "Ensavo histórico crítico" etc-, 5, 103-4. Mártires. Son motivo de credibili- dad, 5, 295. Su heroísmo. 296. Su asombroso número, 296-7. Pasaje de Prudencio. 297. No se movieron por pasión, 303. Sobre la fuerza propa- gadora de las persecuciones, 304. Caso de Sócrates, 307. Mas de las Matas. Manifiesto de Esipartero, 8, 83-4. . ; Mas y Estañol (José de). Emigra- do español en 1846. Recomendado por Balmes. 1, 793. Masas. No son producto de ellas la religión. 5, 2S3-4 ; ni la filosofía, 285-6. 3Iasdeu (Juan Francisco) (1744- 1817). Jesuíta barcelonés y escritor de tendencias galicanas, "juicio de su "Historia crítica" por el obispo de Canarias, 5, 99-100. Sobre las re- galías, 100. Obra citada: "Historia crítica de España", 99-100. Citado: 100-2. Masenius (Jaime) (1606-1681). Je- suíta alemán y escritor de materias religiosas, históricas y literarias. Su poema "Sarcotis" tiene por argu- mento la desobediencia de Adán y Eva. Aludido en 4, 762-3. Massillon (Juan Bautista) (1663- 1742). Orador sagrado francés, obis- po de Clermont desde 1717. 8. 432-3: 5, 829 ; 4, 986; 3, 617-9. Mastal-Ferrettl (Juan María). Vi- de Pío IX. Matar.'». Exposición de vecinos en pro de la devolución de bienes al clero, 6, 788-9. Matemáticas. Balmes, profesor en Vich. 1, 570-1, 575; encargos relati- vos a su cátedra, 570-4, 613-4; re- nuncia de la cátedra, 663-5; escribe una obra, 840-1. Su comparación con las ciencias morales, 8, 458-9. Plan de enseñanza para la cátedra de Vich, 546; mé- todos viciosos, 547-8; elección de mé- todo, 548-9. Utilidad de las ciencias matemáticas a la industria, 549, 564-5. Enseñanza de la aritmética, 551; del álgebra, 553; de la geome- tría, 555; de la trigonometría. 556-7; de la geometría práctica, 557; de las aplicaciones del álgebra a la geometría, 557: de la estática v dl- I mímica, 558-9. Discurso inaugural de la cátedra de matemáticas, 562. Uti- lidad de las matemáticas alas artes y oficios, 568-9: a las ciencias na- turales. 570-1. Atractivos de su es- tudio, 573-4. Sombras que ofrecen sus princi- pios, 4, 65-6. Sus igualdades son identidades, 2, 152-3. Sobre la certe- za de sus proposiciones, 186-8; S, 286-7, 503-4. Sistema de Vico apli- cado a ellas, 2, 183; 3, 305. El límite matemático, 2, 619. Escritura ideo- gráfica, en matemáticas, 3, 344-5. Sus ventajas, 345-6. Mateo de París. Murió en 1259. Be- nedictino inglés e historiador. Con- tra las órdenes mendicantes, 4, 496-7. Materia. No es inteligente, 2, 75; 3, 362. Ni inteligible. 2, 75. E inca- paz de sentir, 216; 3, 206, 208-9. Su divisibilidad. 2, 363-4. (Vid. Cuerpo.) Materia prima de los escolásticos, 2, 674-5; 3, 468. Su determinación por la forma, 477. Su cambio de forma, 477-8. Materialismo. No llena el cora- zón. 4, 484. El deducido de la filo- sofía de Hegel, 5, 342. En la cien- cia económica. 5, 989-90. El de Saint- Lambert, 8, 350-1. Reacción contra el materialismo filosófico, 2, 613. Su doctrina sobre las relaciones del al- ma con el cuerpo, 3. 361. Sobre ei alma de los brutos, 371. Matevad (Sebastián y Jaime). Im- presores de Barcelona en 1640. Se imprimió en su casa la "Proclama- ción Católica a la majestad piado- sa de Felipe el Grande", del Conse- jo de Ciento. 1, 752-3. Matheu (Manuel). Parece ser un financiero de París interesado en la cuestión de los bienes del clero. 6. 850. Matías Harlem o Juan Mattys. Murió en 1534. Hereje que organizó una insurrección religiosa en Miins- ter, pereciendo en la contienda. Tu- vo por sucesor a Juan de Levden. Su fanatismo, 4, 77-8. Citado: 350-1. Matrimonio. El de los ministros protestantes. 5, 655-6, 660-1. El del clero es. incompatible con su misión, 656-7, 790. Relación entre el número de matrimonios y el aumento de población, 670-1. Reforma del matri- monio por la Iglesia, 4, 241. El Pro- testantismo, favoreciendo matrimo- nios ilegítimos, 241; intolerancia de !a Iglesia con ellos. 241-3. La in- disolubilidad del matrimonio, 244; 3, 150-1. El Catolicismo ante los ma- trimonios desgraciados, 4, 246; per- mite la separación, 248-9; pero no el divorcio, 247. El amor y el ma- trimonio, 253-4. El matrimonio en "Utopía", de Tomás Moro, 5, 593. El de las clases obreras, 995-6. El de los esclavos. (Vid. Esclavitud.) Los matrimonios reales, 8, 342-3. Matrimonio Montpensier. El de la 938 EFEMÉRIDES L ÍNDICES infanta María Luisa Fernanda, her- mana de Isabel II, con el duque de Montpensie.r, hijo cíe Luis Feliipe, rey de Francia. Ei. matrimonio en proyecto. Compro- mete el equilibrio europeo, 7, 812-3; recelos de Inglaterra, 813, 861; y de las potencias del Norte, 813-4; ma- les de nuestra condescendencia con Francia, 814-5; 7, 828; ruptura de la inteligencia f rancoinglesa, 859; la humillación e indignación de Ingla- terra, 862; cansada por sus equivo- caciones, 863; disgusto de los pro- gresistas y carlistas, 815, 825-6; ma- la política del partido moderado con Francia, 828-9 ; conducta de Francia en la cuestión del matrimonio real, 829, 837-8: protesta del infante Don Enrique, 829-30; manifiesto del con- de de Montemo.lín, 830. El matrimonio realizado. Actitud de las potencias del Norte, 7, 836; no apoyarán la Francia contra Ingla- terra, 877; conducta que seguirán con Inglaterra, 878 ; venganza que puede tomar Inglaterra, 879-80; aco- gida de Montemolín en Inglaterra, 883-4 , 886, 905; consecuencias del ma- trimonio Montpensier en la política de Europa, 885-6, 1017; coincidencias y discrepancias entre Inglaterra y las potencias del Norte, 887-8; re- presalias de éstas: el matrimonio del duque de Burdeos, 888; la ane- xión de Gracovia al Austria. 888-9: ruptura de la alianza f rancoinglesa, 889, 1009-10; ella aleja el reconoci- miento de Isabel II por las poten- cias del Norte, 890-1, 916; y alien- ta a lo§ -'carlistas, 890-1; política que debió seguirse con Francia e Ingla- terra, 891; no hay medio de desar- mar la indignación de Inglaterra, 916-7; la renuncia a la sucesión de la Corona por la duquesa de Mont- pensier es imposible, 921-3, 1015; y además inútil, 922-3; y daría argu- mentos a la causa carlista, 924-5; la exclusión de la duquesa de Mont- pensier por una ley tiene los mis- mos inconvenientes, 1015-6. La opinión extranjera sobre el matrimonio Montpensier. La pren- sa francesa: "France", 7, 930-2, 944-5; •Le National", 930-1, 935, 942; "L'Es- prit Public", 982-3, 938-43; "Le Sié- cle", 940-1; "Journal des Debats", 942-3; "Le Constitutionnel", 944-5. La prensa inglesa: "Morning Chronicle", 930, 932-3, 935-8, 942-6; "The Times", 931-4; "Globe", 932-3, 943-4; "Daily News", 934; "Morning Post", 935-6. La prensa austríaca: "El Mercurio de Suabia", 930-1; "La Gaceta Uni- versal de Augsburgo", 930-1, 935-8; "El Corresponsal de Nuremberg", 933, 935-6 , 940-1 ; "El Observador Aus- tríaco", 945-6. La prensa alemana : "La Gaceta Universal de Prusia", 935-8. Referencias de periódicos es- pañoles: "El Español", 931-2, 935-42; "La Opinión", 932, 935-9 , 941-2, 944-5: ''El Clamor Público", 934-6, 941-4: "El Heraldo", 935-8; "El Católico". 939-40, 944-6; 'TEJI Tiempo", 939-40. Matrimonio real. El de Isabel II. Ideas generales. El porvenir de Es- paña depende de este casamiento: él es la clave del edificio político. 6, 240-1, 244-5, 703-4, 855, 996-7 ; 7, 33. Condiciones que debe reunir el en- lace, 6, 244-5 ; no ha de ser subor- dinado a influencias extranjeras, 246-7, 997-8. Manejos extranjeros en esta cuestión, 240-1, 246-7, 996-7 ; 7, 236-7. Es conveniente aplazarlo, 6, 703-4. Adición a la Constitución re- formada de un párrafo sobre el ma- trimonio del rey, 949-50; es ofensivo a la Corona, 950-1; es insuficiente y circunstancial, 951; implica la ex- clusión de los hijos de Don Carlos. 952. Discusión de este párrafo en el Congreso, 966; opinión de Egaña, 1003; explicación de Martínez de la Rosa, 1004. Conveniencia de dar no- ticia del matrimonio a las Cortes. 999-1000. La cuestión ha de ser tra- tada por la prensa, 7, 35, 227-8; en ella debe consultarse la nación, 36-7. Condiciones del marido de Isabel II, 38-9 ; éste ha de tener importancia política, 38-9; ha de ser consejero y defensor de la reina, 43. Importan- cia europea del enlace de la reina. 236-7. Candidatura de tjn príncipe napolitano. Puede haber motivado el reconoci- miento de Isabel II por Nápoles, 6, 395-9; esta candidatura nada repre- senta, 395-6; rechazada por todos los partidos, 7, 474-5. La del conde de Trápani, rechazada por todos los partidos, 260, 275, 427-8; la reunión Pacheco contra ella. 274; fué apo- yada por el gobierno francés, mal informado, 437; reservas de Inglate- rra, 445: cómo la juzga "El Espa- ñol", 502; trabajos realizados en ciertas regiones, 516-7; golpe que ha recibido en el Congreso, 517; mani- festación de la mayoría contra ella, 518; resultados de esta manifesta- ción, 525-7; sobre ella "El Castella- no", 519-20; promesas de Narváez, 528-9; polémica con "El Heraldo", 606; María Cristina rechaza el ha- ber intervenido, 691-2, 696-7; origen de esta candidatura, 696-7, 701-2; es- peranzas de Francia perdidas, 723; actitud de Olózaga, 702, 763; de Do- noso Cortés, 702-3; de González Bra- vo, 702^; de Narváez, 703; de María Cristina, 705. Sobre esta candidatu- ra, 3, 493-4; 7, 423-4, 427-8, 445, 606. 723. Candidatura de un príncipe heredero de Portugal. Obstáculos invencibles, 7, 46-7. Candidatura de un príncipe de la Casa de urleáns. Nos llevaría la influen- cia francesa, 6, 247, 313; no sería permitido el enlace por las poten- ÍNDICE ALPABÉTICO DF. NOMBRES Y COSAS 989 cias europeas, 313; abandonada por el gobierno francés, 399: combatida por la diplomacia europea, 7. 437; predilección de María Cristina por ella s e g i't n "Le Constitutionnel", 698-9; motivos de no haberla acep- tado Francia, según el mismo dia- rio. 698-9. Candidatura db un príncipe de Cobur- go. Era éste Leopoldo de Sajonia- Coburgo. Inconvenientes de este matrimonio. 7, 48, 675; actitud de Inglaterra. 447; el veto de Francia, 700-1. 731-2. Referencias a este pro- yecto, 423, 675, 723. Candidatura de Don Carlos Luis (con- de de Montemolín desde mayo del año 1845) Rumores sobre este enla- ce. 6. 139. Dificultades para un acuerdo entre moderados y carlis- tas. 139. El gobierno contra este enlace, 904. La exclusión de los hijos de Don Carlos en la nueva Consti- tución. 952 1002 ; 7. 456; es inicua e inútil, 546: e indecorosa. 546. Se defiende este matrimonio. 52-104, 226-7. 239. 427-61. 597-8 60ñ K44. 700. 707. 723-4. 728. 737. 747, 797-805; re- suelve la cuestión dinástica. 53-4, 59-60, 740-1. 800-1 : es deseado por los carlistas. 59. 713-4: asegura nues- tra independencia de influencias ex- tranjeras. 60-1, 801 : peligros del par- tido carlista manejado ñor un go- bierno extranjero, 61, 802-3; haría imposible el triunfo de la revolu- ción, 65-6. 69: lograría el apoyo de los principios monárquicos y reli- giosos. 71-2; no implica el peligro de una reacción religiosa si se bus- ca un nrevio arréelo con la Santa Sede. 76-7, 230-1, 754-5, 772; arreglo deseado por el clero. 78-9; y favo- rable a los compradores, 79; tampo- co implica un peligro de reacción en las formas políticas, 85. 230-1. 747. 752-3. 804; el carlismo ha su- frido mudanzas. 58-9, 92-3 , 646; tam- poco implica peligro de reacción contra las personas. 95. 232-3, 240: facilitaría el saneamiento de la ha- cienda. 97-8, 598: suprimiría el ex- clusivismo en los empleos, 99: en los contratos matrimoniales debiera resolverse la cuestión de sucesión, 101; la cuestión del matrimonio es muv seria, 102; palabras de Roca de Togores, 102; de Egaña. 103; de Peña y Aguayo, Fernández de la Hoz, Arrazola y Miraflores, 103-4. Los documentos de Bourges ; abdi- cación de Don Carlos y aceptación de Carlos Luis, 217-8, 250; el mani- fiesto de Montemolín, 219-20, 250-1; su tono pacífico, 220-1; v concilia- dor, 222-3: estos hechos facilitan el matrimonio de conciliación, 226-7: y han interesado la opinión, 227-8. Es- te enlace afirmaría el trono de Isa- bel, 229. La prensa española ante los documentos de Bourges, 234. "La Posdata" atribuye el manifiesto de Montemolín a la pluma de Balmes. 235-6. Francia allana el camino a Montemolín, 237. Conducta del go- bierno ante los documentos de Bour- ges, 253-4. Comunicado de Miraflo- res referente al enlace, 264. Sobre la posibilidad del enlace, 267-8. La renuncia de Montemolín restaría im- portancia política a su candidatura. 270-1. Polémica con "El Heraldo" so- bre la posibilidad del enlace Monte- molín, 294-5: "El Heraldo" pide una solución pronta, 294-5; teme que la fuerza de los hechos impongan el enlace Montemolín, 297. Actitud de la prensa de Madrid: enemigos: "El Heraldo". 294 , 433-4 . 592-3 . 604-5. 738: "El Tiempo". 427-8, 433, 708, 741-2. 749-50: "El Castellano", 427-8, 433-4: "La Posdata". 454, 460-1; "El Espa- ñol". 709-10. 737-8, 764: "El Impar- cial", 798. Favorables : "La Esperan- za", 427-8. 454, 799-800; "El Católico", 427-8, 455, 799-800: "El Conciliador". 427-8. 455. Actitud de las potencias europeas: a favor del enlace. Ro- ma, 428-9: las potencias del Norte, 430. Actitud vacilante de Francia, 236, 296-7, 424 . 435, 707. 723 , 807-8, 829, 837-8: ésta no tiene que temer que Montemolín apoye los legiti- mistas franceses, 436-7; opinión de "El Constitucional", de París. 700. Actitud de Inglaterra, 224-5 , 296-7, 449-50; no excluye a Montemolín. 227-8. Actitud de' los partidos: una parte de los moderados, con el go- bierno. 6, 904; 7, 730-1; otra parte, con los carlistas. 59, 713-4. 730-1. \ctitud de Doña Cristina, 295-6; de Mole. 723. Carta a Pidal v nolémica con "La Posdata", 457-8, '460-1; con "El Heraldo". 597-8. 606. Apoyo oue encuentra este enlace en la opinión. 476-7. 730-1. Bases de Balmes nara el matri- monio Montemolín. 7, 723-4. Polé- micas con "El Español". "El Heral- do" y "El Tiempo", 737-8. Examen de los argumentos contra el enlace Montemolín. 747, 804. Polémica con "El Tmparcial". 797-8: legalidad de 'a discusión del matrimonio real, 798-9; lesumen de los argumentos en Favor del enlace Montemolín. 800-1. Diversas referencias a esta candida- tura. 8, 205, 217, 253, 413. 631, 723. Candidatura de Don Enrique. 7 , 294, •*>8-9, 423-4, 427-8, 437, 499 , 606 . 701. 731-2, 791-2: patrocinada y abando- nada por "El Heraldo" y ñor una fracción del partido moderado. 298-9. 427-8, 731-2; nada resuelve. 299-300: patrocinada ñor el partido progre- sista, 503-4 , 507. 732, 791-2. Sobre su manifiesto de Gante, 499, 506, 508. Dificultades nue se oponen a esta candidatura, 731-2. (Vid. Enrique de BorlvSn.) Candidatura de Don Francisco de Asís. Referencias a ella, 7 , 423-4, 437. 632-3. Sobre ella "El Constitucional", de 940 EFEMÉRIDES Paris, 701. Elección de Don Fran- cisco para marido de la reina, 1, 821; 7, 806-7: no resuelve la cues- tión dinástica, 807: ni la diplomáti- ca. 807-8. El derecho a censurar el matrimonio regio, 831-2. Sobre las felicitaciones de los cuerpos colegis- ladores después del anuncio del ma- trimonio, 733. Matter (.Jaime) (1791-1864). Filó- soto e historiador francés protestan- te. Tal vez se refiere a él la cita, 1, 647. Matthei (Juan) o Juan Mathesius (1504-1565). Teólogo alemán, amigo de Lutero. Sobre el escepticismo de Lutero, 4, 94-5. Obra citada: "Vida de Lutero", 94-5. Máximas. Examen de éstas: "Des- pués de esto, luego por esto", 8, 582-3; "Piensa mal y no errarás", 586-7; "Quien mal no hace, mal no piensa", 590-1 : "Piensa el ladrón que todos son de su condición", 590-1. "Cada cual es hijo de sus obras", 701. "Máximas de los santos", de Fe- nelón. Su condenación, 5, 197. "Máximas de San Francisco de Sales". Traducción de Palmes. So- bre su r-recio de venta, 1, 641-2. Tex- to, 8, 519. Maximiano (Aurelio Valerio) (250- .310). César que compartió con Dio- cleciano el gobierno de'l imperio ro- mano. Contra los maniqueos, 4, 365-6. Citado: 5, 759-60. Maximino (Cayo Julio Vero) (173- 238). Emperador romano. A él se atribuye la sexta uersecución de los cristianos. 5, 297-8. Máximo de Efeso (siglo IV). Fi- lósofo, maestro de Juliano el Após- tata. 8, 75. Mnvans v Enrique/ de Navarre (Luis) (1805-1880). Político modera- do, ministro de Gracia y Justicia en el gobierno de González Bravo (di ciembre de 1843-mayo de 1844) y en el de Narváez (mayo de 1844-f'ebre- ro de 1846). Contraste entre su ges- tión y la de Carrasco en Hacienda (ministerio de González Bravo, 1844), fi, 578. Elogio de su circular del 6 de febrero de 1844 a los diocesanos, 578-9. Conducta que debe seguir en el asunto de los gobernadores ecle- siásticos de dudosa jurisdicción, 563, 823-4, 937-8. Elogio de su oroceder en la cuestión del gobernador ecle- siástico de Osma, 566, 824. Juicio político sobre él, 7, 616-7. Citado: f¡, 379-80. 563-4. 566-7, 569-70, 715, 881, 988: 7, 9-10, 616-7. Mayo] (Baudilio). Militar cristino. 8, 73-4. Mayol (Viuda de). Librero de Bar- celona. 4, 11. Mayorías. Teoría política de las mayorías, 5, 635. El sistema de ma- yorías y el de autoridad, 637. Ne- cesidad de un gobierno que repre- E ÍNDICES senté la mayoría de la nación, fi, 729. No ha existido hasta ahora, 729-30: es posible, 730-1; su progra- ma. 735. El gobierno de mayorías parlamentarias, 7, 844. Mazarredo (Manuel de) (1807-1857). Militar moderado, ministro de la Guerra con González Bravo (1843- 1844) y con Pacheco (1847). 6 , 379-80. Mazza (Angel) (1741-817). Poete 'taliano. Obra citada: "María al pie de la cruz". 8, 366. Medinaceli (Duque de) Luis To- más de Villanueva Fernández de Córdoba-Figueroa (1813-1873). Here- 1ó el título a la muerte de su pa- ire, Luis Joaquín, en 1840. 1, 713, 721, 8C6-7. Meditación. Operación intelectual. 3, 34-5; su preponderancia sobre la aristocracia y la democracia, 635; sus relaciones con la Iglesia, 635-6. Tendencias monárquicas en la Edad Media. 654-5. Su carácter en Euro- pa, 659-60; y diferencias de las de Asia, 659-60; sobre esto el conde De Maistre, 660-1. Su robustecimiento en Europa fué un hecho necesario. 066-7. Causas de que prevaleciese sobre la democracia y la aristocra- cia, 679-80. Sin religión tiende a ¡a tiranía, 716. Consideraciones sobre la monar- quía hereditaria, 4, 250-1; 8, 335-6, ::38-9: 6, 20, 84-5, 244, 258, 344-5: 7, • 99, 1031-2. Inconvenientes de las mi- norías en ellas, 6, 20. Influencia de las monarquías hereditarias en las naciones, 344-5; la electiva de Polo- nia, 345; la monarquía hereditaria vive de la tradición, 84-5; 7, 1041: las familias reales no se improvi- san, 84-5; 7, 1041. La fuerza del po- der y la monarquía, 6, 252; la mo- narquía no es el despotismo, 253; monarquías débiles, 253-4; las dicta- duras surgen cuando son necesa- rias, 254-5; limitación del poder real on las monarquías cristianas, 257; por qué en Europa ha sido suave. ;.'58, 261; el despotismo nace del es- lado social de los pueblos. 259-60. Si las monarquías representativas son ■ •I tránsito a las repúblicas, 354; opi- nión de Pedro de la Hoz, 547-8. Si la monarquía es siempre la mejor forma de gobierno, 620-1 ; imposibi- lidad de la absoluta en muchos pai- :;es, 621. Defensa de la monarquía en la prensa, 7, 199; debe hacerse sin exageración, 199-200: v sin adu- lación, 201. Arraigo de la monarquía en Es- paña, 6, 71-2, 82-3 , 85, 155, 158, 162- 1, 166-7, 426 , 698-9, 856 ; 7, 834-5; en España no ha sido siempre absolu- ta, 6, 72-3. Instinto de Europa hacia la monarquía, 83-4, 154-5. "Monarquía (La)". Periódico de Madrid que duró algunos meses en el año 1844 . 6, 715-6. Monárquico. Monárquico constitu- cional. Monárquico nacional. Vide S'artidos. Monasterios. Desaparición de los antiguos. 5, 314. (Vid. Institutos re- ligiosos.) Moner (Javier María). Compañe- ro de habitación de Balmes en el Colegio de San Carlos en Cervera v más tarde gobernador de Gerona. !, 637-9, 645-6. Monesclllo (Autolíu). Cura del ar- í.\ DICC ALFABÉTICO DI NOMBRES V COSAS 945 /.obispado do Toledo en 1835 - 1817, obispo de Calahorra en 1861, de Jaén en 1865, arzobispo de Valencia en el 1877 v de Toledo en 1892. 1. 741. Monie'r (F.) y C. ü. Schmitz, due- ños en París de la Libra irie Espa- gnole en 1845. 1, 760-1. Monistrol (Martillé» de). 7, 774-5. Monjas. Sobre el decreto de sus- pensión de la venta de sus bienes, 6, 789; es de justicia devolverles sus bienes, 791-2: y es también conve- niente, 798. Monjes. Vid. Institutos religiosos. Monogamia. Defendida por el Ca- tolicismo, 4, 241-3. Monopolio. El universitario en Francia, 8, 417-8; 6. 572; defendido por Villamain y Cousin, 572; ataca- do por Montalembert, 572-3. En Es- paña planteado por el plan de estu- dios de Pidal, 7, 391. . El monopolio gubernativo- de una minoría en España (1844), 6, 722-3, 750-1. Monrico (siglo VI). Rey de Cla- margón que asesinó al caudillo Ci- netha. 4, 314. Monserdá (Juan). 8, 169, 184. HonCagna (Pieiro). 8, 277-8. Montaigne (Miguel ele) (1533-1592). Filósofo y literato escéptico que mu- rió como católico. Su escepticismo, I, 147; su incredulidad, 96; su muer- te, 96. Obra citada : "Ensayos", 88-9, 96; 3, 488. Citado además: 5, 276-8, fi. 440. Montaigne (I'edro de). Murió en el año 1568. Magistrado, padre del lilósofo Miguel. Sobre el ateísmo de los protestantes, 4, 88-9. Montalembert (Conde de) (1810- 1870). Publicista y orador francés. Nota histórica relativa al mismo, 6, 571-2. Sus relaciones con Lamen - nais y otros personajes, 571-2. La libertad de enseñanza en Francia discutida en la Cámara de los pares, 572. Villemain y Cousin contra ella, 572; Montalembert a su favor y con- tra el monopolio universitario, 572- 3; respuesta de Dupin, 573-4; inter- vención de Guizot, 574 ; errores de éste sobre los jesuítas, 574-5; falsa libertad ofrecida por Guizot, 575-6. Citado* 577. Vid. "Univers (I/)" y "Correspondant lamas en 1841, 6, 138-9. Contra e! despojo del clero, 7, 20-1. Su fusila- miento. 6, 136-7: 7, 57-8, 115. Docu- mentó citado: Manifiesto de Vito- ria, 20-1. Montesquieu (Barón de) (1689-17551. Filósofo, jurisconsulto e historiador francés. Sobre las formas de go- bierno, 4, 283. Influido por el espíri- tu anticristiano de su tiempo. 284. Sobre el honor y la virtud en la so- ciedad, 286. Contra los frailes y los hospitales, 329. Bonald sobre "El es- píritu de las leyes". 330-1. Montes- quieu sobre Londres, 6, 204. Obra ci- tada: "El espíritu de las leves", 4. L~84 , 286-91, 330, 420. Citado además: !. 675-6 : 8 , 480 ; 4, 279. 285-8. 290, 327, -.90; 5, 529-30. Montjuich. Diálogo con Barcelo- na. 5, 905. .Montpensier (Duque de). Antonio María Felipe Luis de Orleáns, quin- ao hijo de! rev de Francia Luis Fe- lipe (1824-1890). Nota histórica rela- tiva al mismo, 7, 810. Sobre su boda con la infanta Luisa Fernanda. (Vi- de Matrimonio Montpensier.) Cita- do: 447-8. 698-700. 705, 809-17, 824. Í27-30, 836-38. 861-2. 873-4. 876-7, 891- 2, 916-7, 920-3, 925, 927-8. 930, 932. 934-5, 940-4, 1010-1. 1015. (Vid. Ma- ;riiiionio Montpensier.) Montpensier (Duquesa de). Catali- na María de Lorena (1552-1596). Se- cunda esposa del duque de Mont- pensier, Luis de Borbón, hija del segundo duque de Guisa, asesinado por el hugonote Peltrot, y hermana del tercer duque de Guisa, asesína- lo en palacio. Fué uno de los fac- ores de la Liga católica. Sobre el asesinato de Enrique III, 8, 52 - 3. Vid. también Luisa Fernanda de riorl>ón (María). Mora (Francisco). Del oratorio de San Felipe Neri en Vich y confesor de Balmes en tiempo de sus prime- ros estudios. La restauración de su comunidad, 1, 722, 741-2. Mora (José Joaquín de) (1783-1864). Al entra'- en la Real Academia de la Lengua en 1848 hizo el elogio de Balmes, cuyo sillón ocupó. Sus re- laciones con Balmes, 1, 675-6. Cita- rlo: 578-9, 676. Moragües (Barón de). 5 , 479-80. Moral. Orden moral: nociones fun- damentales, i, 811; 3, 120; supone la inteligencia y la libertad, 110; no destruye el libre albedrío, 111 - 2. Vinculo moral, 131. Responsabilidad moral, 131. Bien y mal moral, 2. 817-8; 3, 731, 405-6, 408. La moral práctica, 103-4. La pena en el orden moral, 2, 771. El orden moral no existe en los brutos, 3, 376. Dlferen- Me cía entre las verdades morales y las metafísicas, 8, 458-9, 806. La moral vigilada por la religión cristiana, 5, 793-4. Olvidada por el paganismo, 794. Necesidad de su predicación, 796-7. La católica no es acomodaticia, 797 - 8; ni opresora, 798; no se aviene con todas las creen- cias, 149. La del Evangelio, 149, 359- 60, 382-3; su sabiduría, 366-7. Cruel- dad de la irreligiosa, 368 ; su flaque- za, 386. La frenología ante la moral, 8, 306. Conocimiento y sentimiento de la moral, 330-2. Práctica de la moral, 331-2. (Vid. Moralidad.) Ciencias morales; relaciones con las demás, 8, 458,9. Morales (José). Militar cristino. 8, 75. Moralidad. Es un hecho, 2, 801; 3, 108. No es una preocupación, 2, 802, 804. Ni está al arbitrio del hom- bre, 3, 112. Su raiz en la naturale- za, 2, 802-3; 3, 112. No está en con- ducir a la felicidad, 2 , 808-9; o al bien común, 809-10. No se funda en el sentimiento, 3, 741-2; 2, 810; 3, 26. No está en el interés privado, 2, 808-9; 3, 112-3, 118; ni en el placer, 113-4; ni en la salud, 114-5; ni en el desarrollo de la inteligencia, 115; ni en la utilidad pública, 116-7, 119. No se explica por la conformidad con la razón, 2, 805-6 ; 3, 124-5. Ni como un hecho primitivo del alma, 126. Hay algo absoluto, 2, 811; 3, 126-7. Se funda en la santidad de Dios, 2, 811-2; 3, 126-7. La absoluta es el amor de Dios a sí mismo, 2, 813-4, 818. En la criatura es el amor a Dios, 816, 818; 3, 130. La ley eterna o natural, 2, 805-6 ; 3, 129. La mora- lidad de acuerdo con las inclinacio- nes naturales, 2, 818-9; 3, 137-8, 141, 240; y con la utilidad, 2, 818; 3, 121, 138, 140-1. En armonía con la higie- ne, 144; con la felicidad, 2 , 822-3; con la belleza, 822-3; 3, 103-4; con el interés social, 121-2, 171-3. Actos in- trínsecamente morales, 2, 819 - 20. Actos morales mandados, 819 - 20. Moralidad relativa al fin, 3, 103-4; relativamente a los medios, 3, 104. Destierra el egoísmo, 2, 819. La moralidad según Empédocles, 3, 432. Sócrates, 435. Platón, 438, 440. Según los estoicos, 453. Los escolás- ticos, 485-6. Hobbes, 496. Moralidad literaria y artística, 3, 689. Guía del entendimiento prácti- co, 722. Regla de conducta, 742 - 3. Daños de la instrucción sin morali- dad, 5, 814-5. Gana con la inspección del poder religioso, 4, 295-6. Elogio de los tratados de moral de Santo Tomás, 365-6. La moralidad elemento de civili- zación, 5, 463-4, 473, 475-6, 479-S1, 938-9. Favorecida por la inteligencia, 905-6. Olvido de ella en la sociedad moderna, 940-1. La de las facultades según Cubí, 8, 312. Moralidad, inte- Ugencia y felicidad (pensamiento), Morata (Eleodoro). Militar. 8, 169. Moratin (Leandro Fernández de) (1760-1828). Escritor y comediógrafo español. 8, 358-9. Morcante o Morganto (siglo VI). Rey en el país de Gales, que asesi- nó a su tío Friaco. 4, 314. Moreau (Christophe) (1799 - 1881). Sociólogo francés. Sobre los daños de la instrucción, 5, 480-1. More! de Vindé (Vizconde de> (1759-1842). Economista y agrónomo. 5, 529-30. Morella. Sitio de esta ciudad y re- tirada de Oraa, 8, 463. Moreno Cebada (Emilio). Presbí- tero de Jaén (siglo XIX). Obra ci- tada: "Aventuras de Apolinar Ca- rrasco", 1, 609-10. Moreno (Juan Ignacio) (1817-1884). Abogad» en Madrid en 1842, sacer- dote en 1849, obispo de Oviedo en el ano 1857, arzobispo de Valladolid en 1864, cardenal en 1869 y arzobis- po de Toledo en 1875. Amigo de Bal- mes, 1, 799, 810-1, 849-50. Moreno de la Peña. Militar. 8, 169. Moreno y Roig. Editores en Bar- celona en 1874. Imprimieron la obra de Emilio Moreno Cebada "Aventu- ras de Apolinar Carrasco". 1, 609-10. Morers. Tal vez se refiere a Franz Valentín Maurer (1795-1874), exege- ta alemán que abrazó el Protestan- tismo. 8, 391. Margagni (Juan Bautista) (1682- 1771). Médico italiano. Sobre las al- teraciones del cerebro, 3, 234-5. Moriscos. La inquisición de Espa- ña contra ellos, 4, 373-4. Peligros que acarreaban en España, 374. So- bre ellos Felipe II, 391. Su expul- sión por Felipe II y razones que tuvo," 391-2. "Morning Chronicle". Diario in- glés, órgano de lord Palmerston. Sobre las relaciones angloírancesas, 7, 862-3. Sobre el matrimonio Mont- pensier, 930, 932-3, 935-8, 942-6, 1016. "Morning Post". Diario inglés, ór- gano del partido ultratory. Sobre el matrimonio Montpensier, 7, 935-6. Moro (Enrique) o More (1604-1687). Filósofo inglés. Carta a él de Male- branohe, 3, 498. Moro (Tomás). Canciller de Enri- que VIII, rey de Inglaterra. Notas biográficas, 5, 557, 584. Su "Utopía", 584 ; contra la vagancia y el exceso de trabajo, 585. Organización de "Utopía", 587; la del trabajo, 587-8; la política, 588. Sobre la felicidad, 591. Sobre el suicidio, 592-3. Sobre la guerra, 593. Obra citada: "Utopía", 584-95. Moschus o Mochus. Filósofo e his- toriador fenicio antes de Jesucris- to. 3, 419-20. Mota (Juan Modesto de la). Dipu- INDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 947 tado moderado por Albacete en 1840. 8, 112-3. Movimiento. Su idea excitada por la vista. 2, 266-8. Por el tacto. 629. Qué es. 329-30: 3. 247-8. Si es posible en el vacio. 2, 307: 3, 248. Si es posi- ble el de un cuerpo solo, 2. 329: 3. 248. No se explica por ideas geomé- tricas. 2, 333-4. Sus relaciones con la idea de tiempo, 563. 605-6. Simulta- neidad. 580. Su comunicación entre cuerpos. 621-2. El movimiento según los escolásticos, 3 , 479-80. La unidad del pensamiento com- parada con la del movimiento, 2, 703. Movimiento intelectual produci- do por la imprenta, 5, 516-7: 3, 487-8. Movimiento excesivo de la socie- dad, 8, 576-7. Convulsivo de la socie- dad, 5. 461-2. Conciliable con la ver- dad, 511. El de las sociedades (pen- samiento), 8. 337. (Vid. Actividad.) Mozart (1756-1791). Compositor de música austríaco. 5, 513; 8, 334-5; 2, 248. Mudanza,. La idea. 2 , 577 . 606 : 3. 271-2. En los fenómenos internos, 2, 677-8. No es esencial a la substan- cia, 710 - 11. Mudanzas del mundo sensible. 3, 227-8. Muerte. El indiferentismo y escep- ticismo ante ella, 5, 132, 252. La de los niños sin bautismo, 388. Cubí so- bre la nena de muerte. 8, 234. Abo- lición de la pena de muerte sobre los delitos políticos, 7, 1046-7. Mnjer. Su ennoblecimiento debido al cristianismo, 4, 239-40, 266-7, 272: 8. 331; igualada al hombre, 4. 240-1. Solón y Platón contra la dignidad de la mujer. 256. Su degradación en la antigüedad. 256. La virginidad y el realce de la muier, 258. Su dere- cho al celibato. 262. Conveniencia del celibato religioso de la muier. 262. El realce a la mujer no es fru- to del feudalismo, 264: el feudalis- mo la halló realzada, 266-7. La mu- jer entre los bárbaros, 267; comuni- dad de mujeres entre los bretones, 269-70. Multiplicidad. Su idea, 2, 526. Com- prendida en la de extensión, 240, 370, 401, 718: 3. 272-3. La de subs- tancias, 2, 717, 719-20: 3. 265. Opues- ta al panteísmo, 2, 736-7. Unidad y multiolicidad en el hombre, 204-5. Müller (Juan) (1752-1809). Histo- riador y publicista alemán. Tal vez se refiere a él la cita. 4 , 636. Muncer (Tomás) (1489 - 1525). Fa- nático alemán que combatió a Lu- tero y capitaneó un levantamiento comunista de campesinos. Fué deca- pitado. Sus interpretaciones de la Biblia según O'Callaghan, 4, 73-4. Mundo. El externo y las sensacio- nes, 2, 227; 3. 227. Realidad del mun- do externo, 2. 246 - 7, 372. 408 - 9; 3, 227-8. Distinción y continuidad en él, 2, 352-3: 3, 227-8. Sus mudanzas, 227-8. Su inteligibilidad, 2 , 360-1. 409- 10. Si puede haber mundos coexis- tentes, 581. Antes de su creación no había tiempo. 587. Si es posible un mundo anterior. 587. Su extensión infinita según Descartes. 3, 493. So- bre el origen del mundo, 5, 445-6; 3, 535-6. "Mundo (El)", "diario del pueblo". Publicóse en Madrid desde el día 1." de junio de 1836 hasta el 2 de octu- bre de 1839. Reapareció más adelan- te y cesó en febrero de 1840. Volvió a publicarse desde el día 2 de octu- bre de 1843 hasta el 18 de febrero de 1844, en que suspendió su publi- cación el jefe político de Madrid. Reapareció aún por cuarta vez para cesar definitivamente en abril del año 1844. Fué fundado por Santos López Pelegrín, por seudónimo "Abe- namar", y escribieron en él, entre otros. Antonio de la Escosura y He- via, Mariano José de Larra, Juan López Peñalver, etc. Su suspensión gubernativa, 6, 437. Citado: 17-8. 435-6. 550-1. Muns y Seriñá (Ramón) (1793- 1856). Escritor y abogado barcelo- nés, secretario de la Diputación Pro- vincial de Barcelona, de la de Ge- rona, del Ayuntamiento de Barce- lona y de la Academia de Buenas Letras, y en 1848 archivero munici- pal de Barcelona. Carta al mismo. 1, 647-8. Muntadas (Bernardo). 8, 169. Muñoz Cárnica (Manuel). Redac- dor literario de "El Conciliador". 1, 792-3, 836-7. 839-40. Muñoz de San Pedro (José). Dipu- tado moderado por Cáceres en 1840. 8, 112-3. Murallas. El derribo de las de Barcelona, 5, 962; poca importan- cia que ellas tienen, 964; no com- pensan los perjuicios, 966; ventajas del derribo, 972. Murat (Joaquín) (1767-1815). Gene- ral de Napoleón y casado con la hermana de éste. Napoleón le pro- clamó rey de Ñapóles. Al querer recuperar el trono en 1815 fué pre- so v fusilado. 4, 602 : 7 . 673 . 828-9. Muratori (Luis) (1672-1750). Histo- riador y arqueólogo, archivero del duque de Módena desde 1700. Pro- hibición de un libro suyo. 5, 223: comparación entre el'a v la de las obras de Félix Amat, 224-5. Musa (Juan). Amigo y partidario de Lutero. Sobre el escepticismo de Lutero, 4, 94-5. Museo Episcopal de Vich. Cartas de Balmes guardadas en él. 1, 897. Citado: 560. Mutilación. Inmoralidad de la del hombre, 3, 146. Concilios contra las mutilaciones: de Mérida (666), 4, 157, 182-3; el de Toledo (675), 158. 182-3. Muzarell. Así citado: Debe ser Al- fonso Muzarelli (1749-1813). Jesuíta, EFEMÉRIDES K ÍNDICES teólogo de la Penitenciaría de Ro- i ma. Obra citada: "Observaciones so- bre la institución canónica de los obispos", 5 , 229. a< ¡cualidad. La de España, for- mada por la religión, 5, 772-3. L,í: nacionalidad, 8, 332-3. Nada. Sobre el espacio-nada, 2, 503. Ficción de la nada universal, 525-6. Napoleón I Bonaparte (1769-1821). Emperador de los franceses des- de 1804 hasta su abdicación, en 1814, y luego en el reinado de los cien días, desde marzo a junio de 1815. En esta última fecha fué vencido definitivamente en Water-loo y des- terrado a la isla de Santa Elena. Personificó la revolución francesa, l, 563-4; tí, 64, 554; y la consolidó, 8, 335; 6, 135-6, 554. Restablece la religión católica, 5, 765-6, 595-6; 8, 136. Su concordato con Roma, 138-9; 6, 274. Su conducta con los bienes de la Iglesia, 811. Experimenta la fuerza nacional de España, 4, 116-7. Comparación con Espartero, 8, 100, 102, 134-5; con Narváez, 7, 493-4; con Descartes, 3, 561. Obra citada; "Memorias" escritas en Santa Ele- na, 8, 136. Citado: 418; 5, 767; 4, 115-7, 120, 125, 128-9, 246 , 254-6, 491-2, 563-4 , 595-6, 602, 606, 678 ; 5, 228, 315-6, 465, 521, 533-6, 538 . 542 ; 8, 134-9, 155. 209-10. 261: 3, 561, 609-11, 617-8, 753-4 ; 2 , 391-2 : 6 , 59-60 , 74 119-20, 153-4, 194-5, 228-9, 276-7, 307. 330-1, 404 , 413-4 , 445-6, 523 . 608-9, 647-8, 806 . 811-2 ; 7, 21-2, 63, 87-8, 116, 218, 229-30 , 496. 635. 651. 684-5, 859-61 863, 865-6, 874-5, 889, 923. 925-8, 934-5, 951, 965, 977-81, 997-8, 1013-4, 1026-7, 1039-41, 1049-50. Napolejn III. Carlos Luis Napo- león Bonaparte (1808-1873). Tercer hijo de Luis Bonaparte, rey intruso de Holanda y hermano de Napo- león I. Fué proclamado emperador de Francia en noviembre de 1852 y destituido después de la guerra franco-prusiana en 1870. 7, 1026-7. Nápoles (Reino de) o de las Dos Sicilias. Reconoce a Isabel II (1844), fi, 395-6. Su situación en febrero de 1848, 7, 1005-6. (Vid. Italia.) Narraciones. Su veracidad, 3, 599. Narváez (Ramón María) (1800- 1868). Militar español, jefe del par- tido moderado desde 1844. Comba- tió victoriosamente la regencia de Espartero en 1843. Fué presidente del gobierno en mayo de 1844-fe- brero de 1846, marzo-abril de 1846, octubre de 1847-octubre de 1849, y otras cuatro veces en fechas poste- riores. Sus principales hechos de ar- mas y de gobierno se hallan en las "Efemérides históricas". Antes de su primer gobierno. Su ejér- cito de reserva en la campaña car- lista, 8, 79-80. Contra Espartero en el año 1843, 70; 6, 336, 597-8. Primer ministerio S'arváez (3 de ma yo de 1844-12 de febrero de 1846). "La Revista de Ambos Mundos" so- bre el ministerio, 6, 587; programa que les atribuye con relación a Francia, 587-8; no es conveniente el sistema francés. 588-9; ni la alianza con Francia, 589. Inacción de este ministerio, 597. Dificultades del mi- nisterio de Hacienda, 598-9. Obs- táculos removidos por el ministerio anterior, 600-1. Esperanzas que ha- bía hecho concebir, 679. La retirada de Viluma, 595, 681; sus divergen- cias con los demás ministros, 680-1. G88. El plan de Viluma, frente al del gobierno, 681-2^ 688. Canipaña electoral balmista en el año 1844. Conducta que han de se- guir los hombres amantes de la pa- tria, 6, 695-708. Es preciso que los carlistas entren como elemento de gobierno, 718-28. Posibilidad y con- veniencia de una alianza entre to- dos los monárquicos, 729-38. Sobre el manifiesto del partido monárquico ■onstitucional (moderado), 739-48. Programa del nuevo partido monár- quico nacional (vilumista o balmis- ta), 749-59; su manifiesto de Madrid, 759-61; el de Barcelona. 760-1. Re- sultados electorales, 762 - 78. (Vide Elecciones.) Proyectos políticos del gobierno, tí, 718; su excesiva flexibilidad, 718-9: hipocresía de su constitucionalismo, 719-20; monopolio gubernativo de un ?artido, 722-3. Entrada de Martínez le la Rosa en el ministerio de Es- tado, 779. (Vid. Martínez de la Ro- sa.) El gobierno contra la devolu- ción de los bienes al clero, 791. So- bre las próximas Cortes, 829 ; es dudoso que sean dóciles, 829-30; có- mo se formará la derecha, la iz- iiuierda y el centro, S30-1 ; conducta iue debe seguir la derecha, 833. No 30 ponen los medios de consolidar un gobierno, 852-3; el gobierno no cuenta con la nación, 861. El gobier- no sobre la necesidad de reformar- la Constitución, 881; y contra el en- lace de la reina con el hijo de Don Carlos, 904; 7, 295. Tareas de las Cortes. El discurso de la Corona (octubre de 1844), 6, ">19 : discusión del párrafo relativo i la reforma de la Constitución en la contestación, 919-33. Discusión de las actas electorales de Navarra. DIO. Proyecto de reforma de la Cons- titución, 881-99, 916-8; debates sobre el mismo, 941-54; articulo relativo al matrimonio del rey. 996-1006. Dis- cusión de la autorización pedida pa- va la reorganización del país, 1016- 20. Proyecto de lev de dotación del culto y clero, 1007-26. Proyecto de ley de devolución al clero de bienes no vendidos, 7, 105-27. El proyecto ÍNDICE M. [ ABÉTICO DE NOMBRES V LOSAS 949 ríe convenio con Roma, 128. 311-2. (Vid. Congreso, Clero.» La cuestión de los gobernadores eclesiásticos de jurisdicción dudosa, fl, 814-24. 933-40. (Vid. Gobernadores eclesiásticos, Mayang.) La insurrección de Zurbano en la Rioja (noviembre de 1844), 6, 990; 7, 57-8: la de los valles de Hecho v Ansó (noviembre de 1844), fi, 993; 7, 57-8. Situación difícil del gobierno entre progresistas y carlistas, 67-8. Debilidad del gobierno Narváez. 160-1, 238-9. La cuestión de los confesores no absolventes, 7, 164 - 5. Su inconse- cuencia al no publicar la nueva Constitución, 171. Conducta del go- bierno motivada por los documentos de Bourges. 205-6, 253; circular de Narváez a los capitanes generales, 253, 261 : lenguaje indigno de Isa- bel II, 255; circular de gobernación a los jefes políticos, 261-2. Desórde- nes de la quinta en Cataluña, 285: falsedad de la situación y sus cau- sas, 285; sobre la pretendida alian- za de los partidos extremos, 287-8; no gobierna el trono, sino Narváez, 292-3. La nueva ley de imprenta, 303: infringe la Constitución, 305-6. Elementos de oposición al gobier- no, 7, 290-1. La oposición manifesta- da en la prensa, 321. Carencia de ideas fijas en política, 325-6: y en los asuntos eclesiásticos. 325-6: su alianza con el poder militar, 326-7: su comportamiento con la revolu- ción. 324. 337. Desarrollo de la opo- sición. 329: ésta tiende a un cambio de gobierno, 332; respeta a Nar- váez, 332-3: esterilidad de un cam- bio de gobierno. 333-4. Disturbios de Madrid por la apli- cación del sistema tributario, 7, 337: impotencia de la revolución en Es- paña. 338: impopularidad del gobier- no. 338. El sistema tributario del ¡robierno. 345-6: oposición suscitada, 346; causas del mal estado de la Hacienda. 347; remedios. 349. Vide Mon (Alejandro). Viaje de la reina a las provincias del Norte. 361; opo- sición de la situación, 361: lo apo- yaron los monárquicos, 362; recibi- miento entusiasta. 362-3: inoportu- nidad de recordar la batalla de Men- d ¡corría, 363-4. El nuevo plan de estudios, 7, 377- 419. Vid. Pldal (Pedro José). La oposición al gobierno. 7, 462; es germen de anarquía. 462-3; la oposición progresista, 463-4: la mo- nárouica, 464-5; la moderada, 465-6. La fuerza de la oposición monárqui- ca está en la templanza, 466-7: y en tener ideas fijas, 468-9. Ataques a Narváez de la oposición conser- vadora, 493. Comparación entre Nar- váez y Napoleón, 493-4. La formación del nuevo Senado, 7, 478-9; éste debe aspirar a vida propia, 479-80; recuerdo del Esta- mento de proceres y del Senado de 1837, 481 : graves cuestiones que debe resolver, 481-2. El discurso de la Corona en el Senado (diciembre de 1845) y discusión de la contes- tación, 487: resultado de las discu- siones en el Senado, 510. (Vid. Se- nado). Manifiesto del infante Don Enri- que, 499, 508. Manifestación de al- gunos moderados contra el conde de Trápani, 7, 260, 274, 518-32. La res- puesta de Narváez, 529. (Vid. Ma- trimonio real.) Confirmación por Roma de los obispos de ultramar, 7, 537; no Im- plica el reconocimiento de Isabel II. 538. Anuncio de un nuevo proyecto de dotación del culto y clero, 541 : negociaciones con Roma, 541-2. La dimisión de Narváez, 7, 546: 'os demás ministros esperan la des- titución. 546-7; causas de la dimi- sión, 547-8, 554-5; y de la actitud de los demás ministros, 549, 554-5; su falta de respeto a la reina, 550-1. Ministerio del marqués de Miraflores CI2 de febrero-16 de marzo de 1846). Narváez, nombrado general en jefe después de la dimisión, 7, 554; falta política al hacer este nombramien- to, 557: Narváez no debería acep- tarlo, 559-60. La preponderancia mi- litar en España, 569; para destruirla es preciso fortalecer el trono, 570; ilusiones de Narváez, 572. Segundo ministerio Narváez (16 de •narzo-4 de abril de 1846). Imposi- bilidad de consolidar un gobierno con los dos partidos moderado y progresista. 7, 576. Hay que reunir todos los elementos buenos de todos los partidos, 581-2. Nuevo decreto de imprenta, 584. El actual minis- terio reüresenta el triunfo de Nar- váez y la derrota de los parlamen- tarios. 586: lo cual puede ser un bien o un mal, 586-7; su peligro es el aislamiento. 589-90. Caída de Nar- váez (4 de abril de 1846), 609: no ha sido un mártir de la libertad, i510; su soledad política, 610; su la- mentable legado, 611-2; su destierro. 012; su falta de pensamiento políti- co, 612; su posición en contradicción con su carácter personal, 613. Su •nterés en la candidatura de Trápa- ni. según "El Constitucional", 890-1. Tercer ministerio .Vanare (3 de oc- tubre de 1847-19 de octubre de 1849). Importancia de Narváez en el par- tido moderado, 7, 1019-20; su depen- dencia de la política francesa, 1021 : muerte de la oposición puritana. '022; comparación entre Narváez y Espartero, 1023. Sus medidas dicta- toriales en 1848. t. 850-1. Documentos citados: "Circular" motivada ñor los documentos de 'Jourges, 7, 261. Citado: 1, 733-4, S50-1 ; 8, 197-8 . 210, 220 : 6, 415, 539-40, 900 EFEMÉRIDES E INDICES 595, 597-8, 679 , 715, 781-2, 827-8, 881, 922, 975, 1027, 1032. 1034 ; 7, 3-4, 57-8, 79-80, 87-8, 94, 105, 115-6, 162-3, 175, 205-6, 256-8, 261-2. 288, 292-3, 295, 332-3, 335-6. 350, 423-5, 458-9, 463-4, 490, 492-8, 513-4, 525, 529-31, 546-51, 554-60, 569, 572, 576-7, 581, 584-91, 596-7, 606-21, 624-5, 639, 651-2, 654, 680-1, 684-6, 703, 723-4, 732, 753-4, 760, 786, 807, 829, 842-3, 897-8, 1019-24. Natal (Alejandro) (1639-1724). Do- minico francés historiador. 5, 296-7. N ataña el Jomtob. Seudónimo de Antonio Puig y Blanch en el libro abajo citado (1775-1840). Político ca- talán doceafiista. Obra citada: "La inquisición sin máscara", 4, 376. "National (Le)". Diario francés democrático, dirigido en 1846 por Armando Marrast. Sobre el matri- monio Montpensler. 7, 930-1, 935, 942. Naturaleza. De las cosas : su co- nocimiento, 3, 613. 95-6; reerlas del mismo, 96-7. Sus leyes no se expli- can por la geometría, 2. 333-4. Cómo castiga los vicios. 5, 409-10: 3. 184-5. Sus fuerzas no han podido formar el universo, 391-2. El infinito "na- turaleza" de Krause, 530. Su contemplación insnira senti- mientos religiosos, 5. 851-2. Sus le- yes no se explican sin Dios, 173; no explican la formación del mundo 173. La del hombre, en consonancia con el culto a los santos, 416. Sus misterios, 445-6. Navarra. Discusión de las actas electorales en 1844: discurso de Epa- ña, 6, 910; intimidaciones, calumnias v persecuciones, 910-1: derecho dé los carlistas a votar, 912-3. El rev v las Cortes en el antiguo reino, 7, 666-7. Navlor. Así citado. Debe referirse a Jaime Nayler (1617-1660). agitador inglés de la secta de los cuáqueros. », 78-9. Nebrija (Antonio . De Kant. 2, 354-5 : 3, 512-3. Novato (siglo 111). Sacerdote de la iglesia de Cartago. 5, 289. Novela. Balmes proyecta escribir- la por sugestión del P. Claret, 1, 811-2. Se refiere a la misma, 819. Fragmentos, 8, 438. Novísima Kecopilación. Formada por Juan de la Reguera por encar- go del ministro de Gracia y Justicia marqués de Caballero. (Vid. Caba- llero (Marqués de), Martínez Mari- na.) Sobre el patrimonio de la Igle- sia, 6, 795-6. Noy de la Noya. Tal vez se re- fiere al hijo de su hermana Mag- dalena y de Pedro Boada, 1, 656-7. Noya.' Tal vez se refiere a su her- mana Magdalena, casada con Pedro Boada, 1, 659. Nueva Recopilación. Formada en tiempo de Carlos I y de Felipe II y publicada en 1567. Trabajaron en ella Pero López de Alcocer, Escude- ro, Guevara, Pero López de Arrieta y Bartolomé de Atienza. Sobre la votación de los impuestos, 6, 628; 7, 666-7. Sobre la intervención de las Cortes en el gobierno, 6, 628-9; 7, 668. Sobre el patrimonio de la Iglesia, 6, 795-6. Sobre el oficio del rey, 945. Sobre las leyes injustas, 7, 110-1. "Nuevo Espectador (El)", periódi- co del pueblo. Diario progresista que se publicó en Madrid desde el 15 de julio al 29 de noviembre de 1846. Fué redactor del mismo Sixto Cá- mara. Respuesta a él sobre el go- bierno representativo, 7 , 789-90. Numa Pompilio (715-672). Rey le- gendario de Roma elegido por el Senado después de Rómulo. 4, 301-2; 3, 424-5. Numeración. Perfección de la ac- tual, 2 , 554-5. Los signos son fór- mulas, 556-7. Semejanzas con la ge- neralización, 557. Numero. Su idea, 2 , 356-7 , 541, 550, 608; 3, 244-5, 261-2. Implica distin- ción y semejanza de objetos, 2, 551, 557-8. Abstracto y concreto, 550-1. En las cosas y en el espíritu, 552-3. Su vinculación por el signo, 553. La idea, distinta del signo, 554-5. Aná- lisis de la idea, 552-3 , 555-6. Doctrina de Condillac sobre el signo y el nú- mero, 55.3-4; 3, 511. Contradicción en- tre la idea de número y el panteís- mo, 2, 736. Número infinito: su idea, 2, 632, 660; 3, 265; su imposibilidad, 2, 643-4, 661; 3, 265-6. Número: accidente gramatical del nombre, 313; del verbo. 327-8. Car- dinal, 317. Nunciatura apostólica. Carta a Félix Amat sobre De Maistre, 5, 226. Conducta de Espartero, 8, 113-4; «, 103-4. Comunicación al secretarlo de Estado, 115; a la regencia pro- visional, 116-7. Cerrada por orden . Monje y obispo de Helenópolis de Bitinia. autor de la "Historia lausiaca". Sobre los monjes de Egipto, 5, ¡«44-5; 4, 415-6. 424. Palafox (Venerable Juan de) (16C0- 1659). Teólogo y místico español, obispo de Puebla de los Angeles y después de Osma. Sobre las fa- cultades de los gobernantes, 4, 586. Sobre la votación de tributos, 687. Sobre la tiranía de los reyes, 687-;*. Su defensa por Nicolás de Azara. 5, 219-20. Obras citadas: "Historia real sagrada". 4 , 586, 687-8 ; 7, 111. "Memorial al rey por la inmunidad eclesiástica", 4, 687. Citado: 8, 426-7; 4, 579 ; 5, 633-4; 8, 254, 256. Palarea (Juan). Diputado mode- rado por Murcia en 1840. 8, 112-3. Palau (Antonio). Bibliógrafo mo- derno en Barcelona. Sobre una edi- ción catalana de las "Máximas de San Francisco de Sales", 8, 519. Obras citadas: "Bibliografía crono- lógica de Balmes" y "Manual del li- brero hispanoamericano". 519; 6, 5. Carta suya a Balmes, 1, 863, Palmerston (Lord). Enrique Juan Temple (1784-1865). Político inglés del partido de los whigs, ministro de Negocios Extranjeros con Grév (1S30- 1834), con Melbourne (1835- 1841). con Russell (1846-185D. Feli- cita a Espartero, 8, 92, 94. Su in- tervención en una interpelación so- bre la residencia de Don Carlos en Bourges, 6, 458-9. Sus compromisos con Espartero, 445-6. Su actitud con Montemolin después del casa- miento de la reina, 905; cordialidad entre ambos, 905; significación po- lítica de su actitud, 9C6: cambio en la política inglesa, 907. Citado: 5, 724; 8, 92-5; 5, 927-8; 8, 342-3; 3. 647-50: 7, 445, 449-50, 859. S65-6. 878-9. 883-6, 892, 905-7. 916-8, 920-1, 9.32-3. 935-6, 938-42, 944-46. 1011-2. Palou. 1, 637-8. Pamplona. El pronunciamiento de O'Donnell en octubre de 1841, 8, 133-4, 138-9. Pandillaje. En las formas consti- tucionales, B, 494. El monopolio de las pandillas en España, 950-1. Su origen, T. 5-6. Pensamientos. 8, 337- 8, 343-4. Pansa. Ordinario de Vich en 1838. 1, 576-7. Panteísmo. Sistemas fundados en la unidad de la ciencia, 2, 47, 65, 740. En la universalidad de la idea de ser. 740-1. En lo absoluto de la substancia, 741. En lo absoluto de la idea de infinito, 613, 741. El pan- teísmo es el ateísmo. 716; S, 392-3. El de Hegel, 5, 339-41, El idealista de Fic-hte, 2, 53-4, 721-2; 3, 520; ex- posición de su doctrina, 2, 722; el 958 EFEMÉRIDES "yo" absoluto y necesario, 725-6. Sus relaciones con las doctrinas de Kant, 732. Sus contradicciones con la idea de número, 736; de multiplicidad, 736-7; de distinción, 737; de nega- ción, 737; de relación, 737-8. Con el principio de contradicción, 737-8. Con la idea de contingencia, 738; con la de finito e infinito, 738; con la de orden, 738; con la de libertad de al- bedrío, 738-9; con los sentimientos morales, 739. El de Spinosa, 2, 69, 714; 3 , 393, 497. Exposición de su doctrina, 393. La substancia única, 393-4. Exami- nado en la región de las ideas pu- ras: contunde la diversidad con la distinción, 2, 714-5; 3, 343-4; falsea la idea de causalidad, 2, 715; 3, 394; y la de infinito, 2, 715-6; 3, 394-5. Examinado en la experiencia inter- na: la contradice, 2, 717; 3, 395-6; falsea la unidad del "yo", 2, 719-20; 3, 396-7; niega el orden, 397-8; y el libre albedrio, 397-8. Examinado en la experiencia externa: la contra- dice, 2, 717; 3, 820-1; niega la ex- tensión, 2, 718; 3, 821. Examinado en la comunicación de los espíritus : la contradice, 821-2; se opone al sentido común, 822. Sobre el panteísmo de Scheliing, 2. 60-1; 3, 5*1. De Valentín Vegelio, V 68-9. De Almeric, 69. Sobre las ideas de Clarke, 315-6. Sobre el pan- teísmo de Cousin, 5, 347; 2, 741-2; 3, 525-6. En la religión de la India, 412-3. El de Jenófanes, 426. De Par- ménides, 427-8. De Hegel, 522. De Krause, 532. Impugnación del pan- teísmo por Leibniz, 5, 333-4; 2, 69. Pantoja (Francisco). Presbítero exclaustrado de Villacañas. Su co- rrespondencia con el vicario ecle- siástico de Alcázar de 6an Juan, 6, 567. Tapa. Existencia y necesidad del sumo pontificado, 5, 29-30. Nombres que se le han dado y que expresan su primacía, 4, 45-6. Su primacía ne- gada por el ministro Alonso, 8, 131, 133-4; 6, 173-4; afirmada por Bos- suet, 174-5. Testimonios de esta pri- macía en la Iglesia de España: si- glo I, 171; siglo II, 171; siglo III, 5, 71-2; 6, 177; siglo IV, 5, 74-5; 6, 177; siglo V, 5, 78-9; 6, 177-8; si- glo VI, 5, 86-7 ; siglo VII, 89-90. Esta primacía fué instituida por Jesu- cristo, 6, 178-9. Errores de Romey en su "Historia de España", 179-80 ; y de Cortada en la suya, 180. El pontificado no es un hombre, sino una institución, 717. El Papa en la confirmación de obispos, 5, 212-3. Conversación sobre el Papa, 51. La inquisición y los papas, 4, 371-4, 392. Los papas protectores de los institutos religiosos, 404-5. Los pa- pas y los institutos religiosos del si#lo XIII, 452-3. Adhesión a ellos i índices de los jesuítas, 476-7. Ludovico Bá- varo contra el Papa, 558. Su inter- vención entre los pueblos y los re- yes, 616-7. Casos de lícita resisten- cia al Papa, 619-20. El Protestantis- mo contra el poder de los papas, 710-1. El poder temporal de los pa- pas, 710-1 ; su grado máximo, 717 ; su origen y raíz, 711-2; no es usur- pado, 712-3; su necesidad y benéfi- co influjo, 713; el conde De Mais- tre sobre « poder temporal, 713-4. Intervención de los papas en la fun- dación de las universidades, 760-1. Inconvenientes del protectorado ex- tranjero sobre los Estados Pontifi- cios, 7, 969. Conducta de Espartero con el Papa, 8, 121-2. Necesidad de arre- glar con el Papa los asuntos ecle- siásticos, 6, 276, 283-4, 707-8, 751; 7 , 4 , 77-8, 83, 163, 333-4 , 537 , 598-9, 915-6. (Vid. Catolicismo, Grego- rio XVI, Pío IX.) Papebroche (Daniel) (1628 - 1714). Jesuíta belga, hagiógrafo, colabo- rador en las "Actas Sanctorum" de los Bolandistas. 5, 296-7. Papin (Isaac) (1657-1709). Teólogo francés protestante que abjuró sus errores en manos de Bossuet en 1630. Su conversión y sus palabras sobre la autoridad de la Iglesia, 4, 54-5. Paracelso (Teofrasto) (1493-1541). Médico y alquimista suizo. 3, 488. Paralogismo. Argumentación vi- ciosa, 3, 255. El de la personalidad del alma según Kant, 2 , 689-90. Parcerisa (Francisco Javier) (1803- 1875). Pintor y litógrafo barcelonés, editor de "Recuerdos y bellezas de España", obra en la que colabora- ron Piferrer y Quadrado. 1, 791-2. Pareau. Obra citada: "Disputatio de mythica sancti codicis interpre- tatione", 8, 381-2. Pares. La Cámara de los pares en Francia, 6, 365-6. París. Cotejo con Londres, 6, 204. París es la Francia, 7, 1032-3. "Es- tablecimiento de los Oficios en Pa- rís", recopilación de estatutos de oficios mandada hacer por San Luis, rey de Francia, 4 , 649-50. París (Conde de). Luis Felipe de Orleáns (1838-1894). Nieto y herede- ro de Luis Felipe. Este renunció en él el trono al estallar la revolución de 1848, pero las Cortes no le reco- nocieron. 7, 1002, 1026-7. Parker (Guillermo) (1781-1866). Al- mirante inglés. 7, 860-1. Parlamento. Vid. Cortes. Pariría (Ducado de). Revolución de 1848, 7, 1027. (Vid. Italia.) Parménides de Elea (siglo VI a. de J. C). Filósofo griego. Su pan- teísmo, 3, 427-29, 488. Parra (Pedro de la) (siglo XVI). Jesuíta, miembro de una comisión formada por San Pío V para publi- car una nueva edición de la Biblia. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 959 Tal vez se refiere a él la cita, 8, 46-7. Parra (Sebastián de la). Cister- ciense español. Escribió la obra ci- tada en 1609. 'Vita Sanctae There- siae a Iesu", etc., 8, 427-8. Párroco. Reflexiones sobre el pá- rroco rural, 5, 861. Contrastes de su vida, 861; peligros, 862-3; interés por él de la Iglesia y el Estado, 863-4; su influencia, 864; sus estadísticas, 865-6. Parroquias. Necesidades de su cle- ro, 5, 727. El arreglo parroquial de Madrid decretado por la regencia provisional en 1840, 8, 117-8. "Partidas (Las)". Compilación de leyes ordenadas por el rey de Cas- tilla y de León Alfonso X el Sabio. Definición de "ley" y condiciones que debe reunir, 7, 110-1. Sobre la re- unión de Cortes a la muerte del rey, 663. Sobre el poder legislativo del rey, 667. Partidos. Ideas generales. Cada par- tido entiende la Constitución a su manera, 6, 54-5. Situación de los partidos en 1840, 55-6. Los partidos y la regencia provisional, 8, 110-1. Inconsecuencias de los partidos, 6, 61-2; sus utopías, 166-7. No tienen la fuerza de la religión, 278. No hay que confiar en su reconciliación, 319. Fracaso de su unión, 407-8. Conduc- ta que debe seguir Cataluña con los partidos, 5, 935-6. La nación piensa a espaldas de ellos, 6, 418. Origen, carácter y fuerza de los partidos en España, 472-99. El mando de un par- tido, 537-8. Imposibilidad del gobier- no de un partido solo, 855-6 ; 7, 573-4, 910. Ni de una coalición de parti- dos, 6, 856. Conveniencia de un po- der sobre los partidos, 857. La re- forma de la Constitución obra de partido, 914; en ella no hay trans- acción entre los partidos. 927-8. Origen de los partidos, facciones y pandillas, 7, 5-6. Disgusto de todos los partidos con el gobierno mode- rado, 326, 912-3. La situación de los partidos en 1845. 369. Los partidos extremos, 370-1, 681. La jefatura mi- litar de los partidos políticos, 572-4, 1022-3. Conviene reunir los elemen- tos sanos de todos los partidos, 366- 7. El ensanche de los partidos lega- les según Pacheco, 684-5. La fuer- za de los partidos no se mide por su representación en Cortes, 757; ni por su prensa, 759; ni por el ruido público. 761-2; sino por los hechos y la historia, 790-1. Reflexiones so- bre las discordias de los partidos, 842. Todos ellos están fuera de la ley, 845. El monumento de Bailén no debe ser obra de los partidos, 891-2. Situación de los partidos y medios con que quieren gobernar '1846), 186. Pensamientos: los par- tidos y el gobierno, 8, 331-2; parti- dos sin convicciones, 135-6; partidos pandillas, 135-6. Partidos liberales. Así llama Balmes a los partidos parlamentarios en oposición a los llamados realistas iue defienden el poder real. Entre ellos pone a los progresistas y al- gunas fracciones del partido mode- rado. Sus antipatías con el clero a raíz le la muerte de Fernando VII, 6, 279. División de los partidos en li- berales y realistas, 472-3. División le los liberales en exaltados y mo- derados, 472-3. Su oposición a la amnistía de los carlistas, 550. Los partidos liberales no pueden conso- lidar un gobierno, 723-4; 7. 579. Las dos fracciones de la España nueva contra la España antigua, 214-5. Su división y causas, 342-3. La inteli- gencia en los partidos liberales, 895; el amor a la ley, 895-6; la riqueza, 895-6; la moderación, 896-7; los prin- cipios sociales, 896-7; el espíritu re- volucionario, 897. Sus discrepancias relativas a la Constitución, 898; a la organización de los ayuntamien- tos, 898-9; a la milicia nacional, 899. La Hoz contra el sistema parlamen- tario, 6, 543. Partidos realistas. Así llama Balmes a los partidos que defienden el po- der real y combaten el parlamenta- rismo. Entre ellos se cuentan el partido carlista y alguna fracción del moderado, verbigracia, la que seguía a Viluma. También los llama simplemente monárquicos. Con es- tos elementos se esforzó Balmes en formar el partido monárquico na- cional en vísperas de las elecciones de septiembre de 1844. Su división en moderados y exaltados, 6, 472-3. Los realistas exaltados, 473-4; ene- migos de toda innovación, 474; por- que entre ellos figuró una parte del clero, regular y secular, 474. Rea- listas moderados, 479; los que pro- ceden de los liberales por retrogra- dación, 479; éstos quieren reformas iniciadas por el rey, 479-80; los que proceden de los exaltados, 480; ven los daños de las reformas, 480-1 ; pero aconsejan tolerancia, 482-3. In- convenientes del retraimiento de los realistas, 483-4. 701-2. El partido mo- derado es impotente para dominar los realistas, 677-8 ; alianza de és- tos con los realistas mediante con- cesiones, 678. Los realistas en las próximas elecciones (1844), 701-2; no les conviene la alianza con los pro- gresistas, 702; ni entregarse al par- tido moderado, 702; levanten bande- ra propia, 702-3; programa del nue- vo partido sobre el poder real, 702-3 ; sobre el enlace de la reina, 703-4 ; la reconciliación de todos los españo- les, 704-5; sobre la milicia y la pren- sa, 705; sobre asuntos religiosos, í>60 EFEMÉRIDES 705-6. El absolutismo apoyarlo en los voluntarios realistas, 7, 341. Partido parlamentario. Algunas veces se toma como sinónimo de liberal y en oposición al realista. Le lla- mó de un modo especial partido parlamentario la coalición de pro- gresistas y moderados que derribó a Esipartero en 1843. El partido par- lamentario no existe después de rota la coalición entre progresistas v moderados, 6, 487-8. Su manifies- to en 1843 , 488-9; carece de prin- cipios fijos, 489-90. No se puede go- bernar con el sistema político de los parlamentarios, 750. Partido carlista. Defensor del pre- tendiente Don Carlos María Isidro, a quien titulaban Carlos V y que, después de la abdicación de éste, defendió los de su hijo Don Carlos Luis, conde de Montemolín, cono- cido entre ellos por Carlos VI. Profundas raices de su principio, 6, 46-7. Arraigo del partido en el país, 46-7, 689-90 ; 7 . 54-5, 272, 291, 915 - 6. Germen de descomposición cuando el pacto de Vergara, 6, 48. Subsiste su principio, 49, 235, 274-5; 7, 56-7, 801-2, 850-1. Su posible alian- za con una parte de los modera- dos, 6, 137-8, 724-5, 772-3 ; 7, 288-9. Es inverosímil su alianza con los progresistas en las insurrecciones de Alicante y Cartagena (enero de 1844), 6, 453-4. Conveniencia de 7, 914. La amnistía negada a los carlistas, 6, 550. Su retraimiento, 483-4 , 751; 7, 914. Es un elemento de gobierno, 6, 721. Injustas acusa- ciones de Martínez de la Rosa, 905, atraerlo al orden legal, 471, 721; 974. En las elecciones de 1844, 911-3. Desmentida su alianza con los pro- gresistas en la insurrección de Zur- bano (noviembre de 1844), 992-3: ri- dicula noticia de "El Heraldo", 993- 4. Quiere el matrimonio de la reina con el hijo de Don Carlos, 7, 59, 799. Peligros de que sea manejado por una potencia extranjera, 61-2, 802-3. 907. Conducta de los carlistas en el alzamiento contra Espartero en 1843, 67. Modificaciones que ha sufrido el carlismo, 58-9, 92-3; 7, 642-3. 646. Es inverosímil su alianza con los revo- lucionarios en los sucesos promovi- dos por las quintas y por el sistema tributario, 287-8; éste ha sido tema obligado en diversas épocas, 287-8. Su comparación con el partido re- volucionario, 369:70; el carlista es conciliador, 370. Ideas y situación de este partido en 1846, 641; se muestra conciliador, 642-3; posibili- dad de una transacción, 644. Los carlistas o monárquicos en unas elecciones próximas, 656-7. La su- puesta debilidad del carlismo, 748. No hay coalición carloprogresista. después del matrimonio real, 834; E ÍNDICES pero puede haber simultaneidad, 856-7. Partido monárquico nacional. Tomó este nombre de combate el partido formado por inspiración de Balmes y capitaaieado por el marqués de Vi- luma en las elecciones de septiem- bre de 1844. A éü pertenecieron los diputados que renunciaron su acta el día 21 de diciembre de 1844. Es llamado también simplemente mo- nárquico. iNota Histórica, 6 , 595. Su progra- ma para las próximas elecciones (1844), 702-3, 749-50. Necesidad y po- sibilidad de una alianza de todos los monárquicos, 736-7. El nuen,-o partido monárquico no es enemigo de Isabel II, 775-6. Sus manifiestos electorales en 1844: el de la comi- sión central de Madrid, 759-60; el de Barcelona a los electores, 760-1. Re- nuncia de sus diputados el día 21 de diciembre de 1844, 1039, 1051; mani- fiesto de los diputados que renun- ciaron sus actas, 1055. Defiende el viaje de la reina al Norte, 7, 361. Su fuerza, 756; no se mide por la representación en Cortes, 757; ni pol- la prensa, 759; ni por el ruido pú- blico, 761-2; sino por los hechos y por la historia del país, 790-1; fuer- zas que constituyen el partido mo- nárquico, 791-2; la conciliación que desea, 792-3 ; las concesiones que hace al espíritu de la época, 794 ; sin abandonar sus principios, 795; cómo defiende la nacionalidad de España, 826. Su lucha en las próxi- mas elecciones (184«), 656-7. íVide Viluma, Tejada.) Partido moderado, monárquico consti- tucional o conservador. Con el nombre de moderado fué llamado el menos avanzado de los liberales. En las elecciones de enero de 1843 y sep tiembre de 1844 tomó el nombre de monárquico constitucional. En 1840 fué adicto a María Cristina y en 1843 derribó a Espartero con la coopera- ción de progresistas y carlistas. Des- de esta fecha tuvo por jefe a Nar- váez y fueron sus hombres de* ma- yor autoridad Martínez de la Rosa, Alejandro Mon, Pedro José Pida). Isturiz, González Bravo, formando su izquierda Pacheco, Pastor Díaz, etcétera. Por aquellos tiempos em- pezó a tomar también el nombre de conservador. Su falsa posición, 6, 68. Su formación en la escuela del si- glo XVIII, 69. Su actitud con la re- gencia de Espartero en 1840, 8, 89; 6, 97. No tomó parte en la insurrec- ción de 1841, 136-7. El partido con- servador en Barcelona, 5, 983. Fuer- za que adquirió aliándose con los carlistas contra los progresistas, 6, 1000. Su manifiesto electoral de ene- ro de 1843 , 8 , 202. Sus intenciones de derribnr la Constitución de 1S37, ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 961 6 , 249-50. Su enemistad con Inglate- n a, 295-6. El partido moderado en la caída de Espartero, 485; impre- cisión del calificativo 'moderado", 485-6; su alianza con los progresis- tas y ruptura de esta alianza, 487-8; a esta coalición le faltaron princi- pios fijos, 489-90. Coincidencias del partido moderado con el progresis- ta, 493 ; 7, 577, 895; el partido con- servador es conservador de la revo- lución. 6, 298, 1046: no se diferen- cian en la inteligencia, 7, 895; ni en el amor a la ley, 895-6; ni en la riqueza, 895-6; ni en la moderación, S96-7; ni en los principios sociales, S96-7; su talento de explotación, 8-9; la acción revolucionaria de los pro- gresistas y el goce revolucionario de los moderados, 897. No ha sido observante de la Constitución; ar- tículos infringidos, 6, 613, 671, 677. Es impotente para dominar los re- volucionarios y los realistas, 676-7; habrá de aliarse o con unos o con otros, 678. Diversos matices en el partido moderado, 700-1; con los que aceptan toda la obra de la revolu- ción no cabe alianza en las próxi- mas elecciones (1844), 701; con los demás sí, 700-2, 724-5, 772-3. El par- tido moderado no puede gobernar solo, 733-4; ni aliado con los pro- gresistas, 732-3. Esta alianza es im- posible, 733; 7, 10, 239-40. Es impo- sible una alianza de los progresis- tas, moderados y monárquicos, 6, 733. Manifiesto del partido monárqui- co constitucional (moderado) en las elecciones de 1844, 739; no explica qué reformas quiere, 743-4; ni el apellido nada dice, 744-5; respetará los hechos consumados, 747; no in- demnizará al clero despojado, 747. Alianza electoral de monárquicos y moderados no parlamentarios en las pasadas elecciones (1844), 772-3; in- tolerancia de muchos moderados con los monárquicos, 773. Cómo se for- mará su izquierda, su centro y su derecha después de las elecciones U844), 832. El partido conservador (o moderado) dueño de la situación después de las elecciones (1844), 872-3; su responsabilidad, 872-3; su primer programa, 873. Su inconse- cuencia al reformar la Constitu- ción, 919-20, 922-3. Los fusilamien- tos durante el gobierno moderado, 1033-4. El partido moderado y los bienes del clero, 6, 801; su inconsecuencia en esta cuestión, 803; opiniones sus- tentadas por Andrés Eorrego en "El Correo Nacional" en 1841, 796, 803, 838-9; las que sustenta ahora "El Heraldo", 804; "El Correo Nacional" representaba las personas influyen- tes del partido moderado, 839-40; lenguaje de algunos moderados so- bre los bienes del clero, 712. Alar- ma del partido moderado por la re- nuncia de sus actas de los diputados vilumistas, 1053. Comparación entre los partidos moderado y progresista, 7, 5; ori- gen, carácter y fuerza del partido moderado, 416-7 ; 7, 8 ; su alianza con el poder militar, 326-7. Es con- trario al viaje de la reina al Nor- te, 6, 526. Su estado de división (1845), 7, 281, 371-2; inconsistencia de sus doctrinas sobre el ejercicio de la soberanía, 372-3; sobre la obe- diencia a los poderes constituidos. 373 ; sobre la coalición con los de- más partidos, 373-4 ; sobre el poder militar, 374. El partido moderado en 1846: su división por la candidatura Trápa- ni, 6 , 526-7, 692-3; su estado de di- solución, 577, 625, 680-1; el comuni- cado Rubio sobre el partido mode- rado, 692-3. Defiende la influencia francesa, 828-9. Rivalidades entre progresistas y moderados, 857. Com- paración con el partido progresista, 895; discrepan en lo relativo a la Constitución, 898; a la organización de los ayuntamientos, 898-9; a la milicia nacional, 899. Importancia de Narváez en el partido moderado, 1019-20. (Vid. Narváez y los nom- bres de los políticos mod erados.) Oposición conservadora o puritana. Grupo dirigido por Francisco Pa- checo y Pastor Díaz que combatió los gobiernos moderados de 1844, IS45 y 1846, defendiendo el purita- nismo de las prácticas parlamenta- rias. Es de notar que en aquellas Cortes no existía la oposición pro- gresista, que contaba con un solo diputado, Orense, ni la carlista, que tenía también un solo diputado, Vi- da ondo. Elementos de oposición al gobier- no, 7, 290-1. La nueva oposición con- servadora iniciada por "El Tiempo ', 321; extendida a otros periódicos. 321-2; es contraria a la devolución de bienes eclesiásticas, 329-30; su condición es negativa, 331-2 ; tiende a un cambio de personas, 332; res- peta a Narváez, 332-3; nada se ga- naría con el cambio, 333-4: sobre las teorías puritanas de "El Tiem- ¡ po", 374; imposibilidad de aplicar- I las, 374-5, 465-6. La oposición con- servadora contra Narváez, 497-8. Su actitud en la candidatura de Trápa- ni, 518; su inconsecuencia, 520-1: su triunfo en esta cuestión. 528. Sus relaciones con el partido progresis- ta, 626-7. Su conducta consecuente al atacar el gobierno por conservar las Cortes elegidas según la Cons- titución de 1837, 654; su inconse- cuencia cuando le ataca por no que- rer reunirías, 655. La memoria de Pacheco programa de la oposición 31 962 EFEMÉRIDES conservadora, 682. (Vid. Pacheco, Pastor Díaz.) Partido progresista. Así fué llamado el más avanzado de los partidos li- berales, que defendía la soberanía del pueblo por encima de la del rey en lo puramente político, y con fre- cuencia se mostró enemigo de la religión, del clero y de la autoridad de los prelados y de la Iglesia en lo religioso. En sus procedimientos fué constantemente revolucionario contra Fernando VII, contra la re- gencia de María Cristina y contra los gobiernos moderados de los pri- meros tiempos de Isabel II. Entre los hombres civiles pertenecieron cons- tantemente a este partido Argue- lles, Calatrava, Merndizábal, Alonso, Joaquín María López, Olózaga, Cor- tina, etc. Entre los generales se dis- tinguieron Riego y Zurbano, y en 1839 se inclinó a él Espartero, que fuél su jefe, más o menos discutido, hasta 1856. Es esencialmente revo- lucionario, 6, 55-8, 492, 731-2, 766-7; 1, 5-6, 897. Sólo invocan el pueblo que participa de sus ideas, 6, 60-1; explicación de sus inconsecuencias, 66. Su aversión a las jerarquías an- tiguas y su individualismo, 67-8. Sus relaciones con Espartero, 8, 139. Su insurrección en 1840, 6, 138. Su ma- nifiesto de enero de 1843, 8, 204. Su caída en 1843, 6, 317. Dominado en 1844, 435-6. Su alianza con los carlistas en las insurrecciones de Alicante y Cartagena es inverosí- mil, 468. No cuenta con el país, 496-7. Ruptura de su coalición con los moderados contra Espartero en 1843, 487-8. Origen, carácter y fuer- za del partido progresista, 492; 7, 5-6. Coincidencias entre el partido progresista y el moderado, 131, 577, 895. Sobre una posible alianza com el moderado, 6, 678. Sobre la recon- ciliación de Espartero y Olózaga, 691 ; 7, 8. No es posible una alianza electoral con los realistas (1844), 6, 702. No puede gobernar solo, 731-2 ; ni es posible una alianza con los moderados, 732-3; 7, 10, 239-40: ni con los moderados y monárquicos, 6, 733. Lenidad de Martínez de la Rosa con este partido, 907. Son con- trarios a la reforma de la Consti- tución (1844), 919-20. La insurrec- ción de Zurbano, 990; es desmenti- da su alianza con los carlistas en esta ocasión, 992-3 ; noticia ridicula de '1E1 Heraldo", 993-4. Impruden- cias de su prensa, 7, 170. Enemigo de la España antigua, 214-5. Sobre su alianza con los carlistas en los desórdenes promovidos por las quin- tas y por el sistema tributario, 287-8. Sus relaciones con Inglaterra, 446-7. Su estado de disolución, 8, 344-5; 7, 578-9. Partidario de la candida- tura de Don Enrique, 503-4, 507, 732, E ÍNDICES 791-2. Sus relaciones con la oposi- ción conservadora, 626-7. Sus rece- los por el matrimonio Montpensier, 815, 825-6. Su aversión a Francia, 815. Su responsabilidad en el afran- cesamiento de España, 826. Temo- res de su coalición con los carlistas después del matrimonio de la reina, 854; puede haber simultaneidad, no coalición, 856-7. Rivalidades con los moderados, 857. Este partido no ha muerto (1846), 894. Se distingue poco del moderado, 895. Es de acción re- volucionaria, y el moderado de goce revolucionario, 897. Los dos parti- dos discrepan en lo relativo a la Constitución, 898 ; a la organización de los ayuntamientos, 898-9; a la milicia nacional, 899. Su enemistad con la Corte de España, 900. Partido republicano. De muy poca fuerza en aquellos tiempos. Sobre él, 6, 249-50. Partidos políticos en Inglaterra. Son el de los "torys" y el de los "whigs", que guardan cierta correlación con los llamados "conservador" y "libe- ral" en otros países. Desde abril de 1835 hasta agosto de 1841 gober- nó el partido de los whigs, presi- diendo el gobierno lord Melbourne. De esta fecha hasta junio de 1846 conservó el poder el partido tory en la persona de lord Peel, y de 1846 a 1852 el poder estuvo en manos de lord Russell, del partido de los whigs. Relaciones de los partidos con O'Connell, 8, 24-5. Triunfo de los torys en 1841, 6, 130. Pasado. Idea de tiempo, 2, 584-5, 606. Es relativa, 584-5, 606. Cómo la conoce Dios, 585. Pasado y porve- nir, 5, 503. Pascal (Blas) (1623-1662). Teólo- go, filósofo, físico y matemático francés que defendió el jansenismo de los teólogos de Port-Royal. So- bre la ignorancia humana, 4, 52-3; 5, 444. Su espíritu observador y su genio, 3, 563-4. Sus preocupaciones, 577-8. Cousin y Faugére sobre la autenticidad de "Los Pensamientos de Pascal", 612-3. Pascal sobre los pirrónicos y los dogmáticos, 2, 19. Su percepción geométrica, 163. Obras citadas: "Provinciales", 8, 418. "Pen- samientos", 3, 612-3. Citado: 8, 431-3, 459 , 562, 571-2 ; 4, 89; 5, 261; 8, 297-8: 3, 563-4, 577-8, 612-3, 617-8; 2, 163; 3, 489; 6, 617. Pascual (San). Papa desde 817 a 824. 4, 319-20. Pascual (José). 8, 171, 173-4, 176, 178-9. Pasiones. Su influjo sobre el en- tendimiento, 3, 667, 104; otros efec- tos, 5, 299-300 ; 8, 330, 339-40; pre- cauciones, 3, 776-7, 735, 104. Ejem- plos de este influjo, 877. Su lucha con la razón, 5, 596-7; 3, 721-2. Su hipocresía, 726-7. Dominio de ellas ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 963 por un esfuerzo intelectual. 736. Su aspecto ridículo, 737-8. Son instru- mentos de acción, 741; 2, 820-1; 3, 104. Dos sistemas de dirigirlas, 4, 204, 362-3. Curso ordinario de las violentas, 4 , 249 ; 5 , 379-80; el juga- dor, 4, 249 : 5 , 379-80; el disipador, 380-1; el amor, 4 , 249-50. La espe- ranza de satisfacerlas las excita, 250; 5, 364. No movían a los mártires. 5, 303. La moral evangélica v las pasiones, 361, 366-7; la moral de los imcrédu- los, 362. Necesidad de prohibir el deseo, 364. Crueldad del sistema de los incrédulos, 368. Libertad de las pasiones según Saint-Simón, Fou- rier y Oven, 596. Las pasiones po- líticas, 8, 330-1. I'asivo. Modo del verbo. 3, 300. Tasques (Luciano). 1, 741-2. Passarell (Jaime). Nació en 1800. presbítero catalán, contrincante de Balines en las oposiciones a la ca- nonjía magistral de Vich en 1833. 778-9. Pastor Díaz (Nicomedes) (1811- 1863). Literato y político de la frac- ción de los puritanos. Fué ministro de Instrucción Pública con Pacheco (1847) y posteriormente de otros de- partamentos. Contra la reforma de la Constitución, 6, 920. Sobre la im- pecabilidad de las asambleas, 7, 122-3. Citado: 919-23, 941. Pastoret (Marqués de). Amadeo David (1791-1857). Político francés legitimista y literato. 7, 932. Patandgali o Patandjali o Patañ- jali (siglo II a. de J. C). Filósofo indio, fundador del segundo "aRnkh- ya". 3, 413-4. Patino. Bibliotecario de S. M. en 1840. 1, 637-8, 640. Patria potestad. No es el origen del poder civil, 4, 508-9. Patricio (San). Murió en 493. Obis- po de Irlanda. 8 , 260-1. Patriotismo. El razonable de Eu- ropa, 4, 226. Patriotismo de Voltai- ■e comparado con el de los jesuítas, 8. 417-8. Patriotismo literario, 416-7. Patronales. Sociedades de Catalu- ña, 5, 923-4. Patronato real. Nace del concor- dato, 5, 94-5; 8, 128-9; v debe res- petarlo, 98. Patulea. Su desarme en los suce- sos de 1842, S, 184. - Paulo. Monje de Monte Casino. 4, 430. Paulo de Samosata. Obispo de An- tioquía en 260 y hereje. 5, 2s9. Paulo III (14G8-1549). Papa des- de 1534. Letras apostólicas de 1537 contra el tráfico de hombres, 4, 197-8, 201. Paulo Y (1550-1621). Papa desde 1G05. Carta del P. Mariana, 8, 5. Citado: 428. Pauperismo. En la antigüedad, 5, 560. En la sociedad moderna, 488-9: en Inglaterra, 4, 650-1: 5, 940-2. 488-9 ; 6, 217; en Francia, 5, 940-2: en España, 941; 6, 465-6. Sus cau- sas, 5, 992. El pauperismo de los ilustrados, 8, 337. La economía y los pobres, 342-3. Pavía (Jacobo de). Experiencias sobre ciegos curados, 2, 36-7. Pavía y Lacy (Manuel). Marqués de Novaliches (1814-1896). Militar español. Conspiró contra Espartero en 1843 y fué capitán general de Ca- taluña en 1847 y en 1848. 6, 469; 7, 288. "Paz (La)". Diario moderado bar- celonés que se publicó desde 1.° de marzo de 1838 hasta 30 de noviem- bre. Por un convenio con "El Guar- dia Nacional", este diario suplió "La Paz" después de su desapari- ción. Uno de sus fundadores fué José Ferrer y Subirana. Sobre la publicación de algunas poesías de Balmes, 1, 575-9, 582. Um artículo irreligioso de "La Paz" y una le- trilla de contestación de Balmes, 579-82 ; 8, 648-9, 768. Citado: 1, 576-8. 590, 728 ; 8, 647, 649, 767. Pecado. Qué es, 3, 132. Dogma del pecado original. 5, 16, 47. Su castigo y sus consecuencias. 118-9, 261. Los pecados de Pentápolis, 125. Inefica- cia de una pena temporal, 36. El pecado, causa de la esclavitud, 4, 178. Pedanio Secundo. Prefecto de Ro- ma asesinado por un esclavo. Ma- tanza de sus esclavos, 143, 154-5. Pedrerol (Francisco). Teólogo franciscano barcelonés, profesor de Balmes en Cervera. 7, 779. Pedro Armengol (San) (1238-1304). Mercedario catalán. En favor de los cautivos, 4, 460. Citado: 455. Pedro Damián (San) (1C07-1072). Doctor de la Iglesia y cardenal. So- bre los abusos de su tiempo, 4, 28-9. Citado: 30, 430. Pedro de Alcántara (San) (1499- 1562). Franciscano extremeño. 5, 378; 6, 411-2. Pedro de Arbués (San) (1441-1485). Canónigo de Zaragoza asesinado pol- los judíos. 4, 370. Pedro Xolasco (San). Murió en el año 1256. Francés de nacimiento, fundó la orden de la Merced en Bar- celona el año 1218. 4 , 459-60. Pedro I el Grande (1672-1725). Em- perador de Rusia desde 1682. 6 , 310-1. Pedro I de Braganza (1798-1834). Emperador del Brasil desde que es- te país se declaró independiente en 1822. A la muerte de su padre Juan VI renunció la corona de Por- tugal en su hija María de la Gloria v ía sostuvo contra las pretensiones de Miguel, su hermano. 8, 425 ; 6, 540 - 7, 673-4 , 869-70, 918, 976-7. 1006-'.. Pedro II de Braganza (1825-1891). 964 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Segundo y último emperador del Brasil desde la abdicación de su pa- dre Pedro I en 1831. Entró en su mayor edad en 1841 y fué destrona- do en 1889. 8, 425. Pedro V de Portugal (1837-1861). Hijo de María de la Gloria, suce- dió a su madre en 1853, y entró en su mayor edad en 1855. 7, 918. Pedro de Bruis. Hereje del si- glo XII, oriundo de Provenza y dis- cípulo de Abelardo- Sus ¡partidarios fueron llamados petrobusistas. Fué ajusticiado en 1126. 4, 447. Pedro de Corbaria. Murió en 1333. Fué antipapa protegido por el em- perador Ludovico el Bávaro. 4, 558. Pedro el Ermitaño (1050 1115). Francés. Dirigió la primera cruza- da que se apoderó de Jerusalén 8, 423 Pedro el Venerable (1092-1156). Be- nedictino francés que influyó en la conversión de Abelardo. 3, 473-4. Ci- tado: 4, 430-1. Pedro Lombardo (1100-1160). Teó- logo y arzobispo de París desde 1159. 4, 441, 748-9 ; 3. 474. Peel (Roberto) (1788-1850). Polí- tico inglés del partido tory. Fué va- rias veces ministro y presidió dos gobiernos, en 1834-1835 y en 1841- 1846. En 1829 presentó el bilí de emancipación de los católicos. Sus relaciones con O'Connell, 8, 18-9, 24-5. Sucede a Melbourne en el po- der, 6, 130-1. Su sistema conserva- dor, 131-2. La cuestión de los ce- reales, 132-3. En el discurso de la Corona en 1844 esquiva la cuestión española, 410. Su respuesta en la interpelación de lord Manners sobre la detencióm de Don Carlos en Bour- ges, 457-8; 7, 906. Sus relaciones con Espartero, 445-6. Citado: 8, 7, 18-9, 24-5, 434-5 ; 6, 133, 293, 398, 409-10, 420, 457 ; 7, 444, 449-50, 813, 905, 918-9, 920-1, 935-6. Pelagio (siglos IV y V). Hereje. Reconoce la primacía de Roma, 6, 525. Citado: 4, 20-1, 734-5; 5, 111; 6, 177-8, 215-6. Pelayo (Don) (719 - 737). Primer rey de Asturias, iniciador de la re- conquista. 8 , 423 ; 5, 775-6; 8 , 329-30; 6, 148, 426. Pena. Sanción del orden moral, 2, 819, 821; 3, 132, 176, 179-80. Su idea no entra en la idea de ley, 179-80. Penas infligidas por la naturaleza a los vicios, 5, 409-10; 3, 184-5. Las de la otra vida, 185-6. Eternidad del infierno, 5, 267. Ineficacia de una pena temporal para el pecado, 273-4. Penas que daban los bárbaros a los delitos, 4, 324-5; sobre esto Gui- zot, 325. La lenidad de la pena in- dica la frecuencia del crimen, 326. La pena de muerte para los delitos políticos, 7, 1046-7. Cubí sobre la pena de muerte, 8, 317. Penetración. La de los cuerpos, 2, i¡ i 399-400. "Peninsular (El)". "Diario del pue- blo". Empezó en Madrid en 1.° de abril de 1842 y cesó el 15 de abril de 1843. Su director fué Antonio García Uzal. Defendía los principios , libélales. 8, 201. Penitencia. Da de los santos, 5, 358-9. Su utilidad, 598. Modelos de ella, 407-8. Penitencia (Sacramento de la). Su utilidad. 5, 804-5. Abolido por el Pro- testantismo, 4, 294-5. No llegan a él ! las prerrogativas de la Corona, 7, : 159-60. El Tribunal de la Penitencia ante los jueces de primera instan- cia, 582-3. Pensamiento. Qué es según Des- cartes, 2, 100, 106-7. Su relación con las sensaciones, 205. No es una sen- sación transformada, 213. No deriva de él la verdad universal, 483-4. Es ' más veloz que la palabra, 493. No necesita de la palabra pensada, 493. No existe sin la idea de ente, 506-7. 527-8, 538. Sobre la interrupción del I pensamiento, 688. Ella demuestra la permanencia del alma, 688. El pen- samiento demuestra la simplicidad del alma, 698-9; 3, 351. No puede ser producto de substancias distin- tas, 2, 700. Unidad de representa- ción en él. 702. Comparación entre su. unidad y la del movimiento, 703. Con la resultante de un sistema de fuerzas, 704-5. El espontáneo nace de la enseñanza primitiva, 795-7. La | materia, incapaz de pensamiento, 3, 362. El pensamiento y la imagen, 8, 328, 335-6, 340-1. El arte de pensar. 329-30, 332-3; 3~, 553. Precauciones contra el influjo del corazón y de ¡ las pasiones, 676-7, 730, 104. Fuerza del pensamiento revestido de imá- genes, 623-4. El pensamiento, eleva- do por la religión, 4, 484-5. Guizot sobre la lucha de la Iglesia con el libre pensamiento, 731; su exposi- ción tendenciosa, 731-2; su falta de verdad histórica, 736; el libre pen- samiento no fué defendido por Eri- gena, Roscelin o Abelardo, 736. Ra- zonable independencia de pensa- miento de los autores católicos de I los siglos XI y XII, 746, 754-5; de San Anselmo, 745-6, 751-2; de San Bernardo, 746; de Santo Tomás de I Aquimo, 749-50. Fuerza que le da la prensa. 5. 522-3. Formado por la literatura, 8', 245-6. "pensamiento (El) de la Nación". "Periódico religioso, político y lite- rario". Fundado y dirigido por Bal- mes. Semanario que se publicó en Madrid desde el día 7 de febrero de 1844 hasta el 31 de diciembre de 1846. Notas históricas referentes ■M mismo, 6. 3-4: 7. 782. ^nhre su inminente publicación 1, 715-7. 720, 722-3. Ea prospecto, 6, 381. La cola- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBKKS Y COSAS 965 boración de Quadrado, 553-4; 6, 4-5; 7, 470. Historia de la denuncia del índice, l, 793-5 ; 7, 533. Sobre un ar- tículo de Muñoz Garnica, 1, 792-3. Suspensión del artículo "Todo de una vez", 817-8; y la del articulo "La elec- ción del infante Don Francisco", 819. La desaparición de "El Pensamien- to-, 819-21, 828-9; 7, 821-2, 908-9. Di- versos asuntos de "El Pensamien- to", 722-3, 729-31, 734-42, 749, 754-7, 770, 774-8, 733-4, 7SG-7, 791-4, 804-5. 809-10 812-3, 815 - 26, 828-9. Citado : XXX-I, XXXV, 719-20, 730-32, 748, 756, 766-8, 771-2, 774-5, 778-9, 784, 788-9, 791, 614-5, 835-6; 5, 653 , 463, 892-3; 2, 5; 6, 3-6, 9-10, 341, 357 , 379-SO, 38¿. 392, 395, 401, 409 , 411, 420, 425, 435. 438, 447, 451, 457, 461, 467 , 472, 500. 503, 506, 511, 525, 528, 533, 537, 543 553, 562, 571-2, 578, 587, 597, 602, 671 679, 695, 709, 718, 729, 739, 749, 781, 772, 779, 788, 814. 827-9, 838, 814, 851, 858, 864, 872, 881, 900, 904, 910, 916, 919, 933, 940, 955, 961, 969. 980, 985, 990, 996, 1007, 1027. 1036, 1043, 1051; 7, 3, 5, 12, 19. 31, 39-41, 54, 75-7, 99- 100, 117, 12S, 136-7, 139-40, 151, 158-9, 161-6, 169-71. 178, 196 , 205 , 207, 217, 253, 264-5, 267-8, 274, 284, 290, 294, 303-4, 311, 318, 321, 32-9, 337, 345, 353, 361, 369, 377, 427-8, 433. 435. 437-8, 452, 454-5, 460-2. 470, 478, 487, 490, 493-4 , 499, 510, 518. 525, 533-7, 546, 554-6, 561, 569, 576, 584-5, 592-4 , 601-2, 605-6, 615, 632-3 , 635, 641, 646-7, 654, 659, 672, 677, 689, 695, 707-10, 715, 723-4, 728, 737-8. 740-1, 747, 753, 756, 764-72, 780, 782-3, 788-91, 794-5, 797- 800, 806, 810-2, 821-4. 829-31, 842, 847-8, 854, -859, 867, 876, 881, 883, 894, 897, 905, 930, 948, 1004-5. pensante (Sujeto). Su unidad, 2, 705-6. Extensión de ésta a todos los seres pensantes, 707-8. pentápolis. Sus pecados, 5, 125; su castigo, 125-6. pentateuco. Opiniones modernas sobre él, 8, 380. Peña (Francisco de la) (1540-1612). Auditor de la Rota. 8, 56-7. Peña (Mariano de la). Vicario eclesiástico de Alcázar de San Juan en 1845. Su cuestión con Francisco Pantoja, 6, 567. peña Florida (.Marqués de). Vid. Justiniani (José). Peña y Aguayo (José). Nació en 1801- Político moderado, fué minis- tro de Hacienda en el gobierno de Miraüores (1846). Su presupuesto pa- ra el clero parroquial, 5, 749-50. So- bre las rentas de los bienes del cle- ro, 750-1. Su voto particular al dicta- men de la comisión sobre dotación del culto y clero, 6, 1024-5. Sobre el matrimonio de la reina, 7, 103-4. Contra el sistema tributario de Mon, 345. Su proyecto para la dotación del culto y clero siendo ministro de i Hacienda (marzo de 1846), 561: se- mejanzas con el proyecto de Mon. 562; exposición del cabildo de Tole- do sobre los inconvenientes del men- cionado proyecto, 581-2. Citado ade- más: 5, 748-9 ; 6, 1007; 7, 94-5, 561-2. 565-7. Poracamps (Conde de). Vid. Van Halen (Antonio). Percepción. Qué és, 3, 621, 645; 30-1, 249-50. Caracteres de la bue- na, 33; Reglas para percibir bien, 622, 33. Ejemplos de buena y mala percepción, 622. Mala percepción por excesivo análisis, 625 - 6; ejemplo, 626-7. Unilateral, 627-8. Demasiado rápida, 627-8; operaciones auxiliares para la buena percepción: definición, 645-6, 38; división, 646-7, 40-1. Per- cepción sucesiva, 2, 157-8. La per- cepción, embarazada por las repre- sentaciones sensibles, 394. Percep- ción de la identidad, 510. En todas nuestras percepciones, la idea de ente, 517-8 , 538; la de negación, 524-5, 539; la de tiempo, 559-60. Afirma- mos de Dios la percepción de lo sensible, 655. La percepción de la identidad propia y de la ajena, 691-2. (Vid. Entendimiento, Idea.) Perera. 8, 46-7. Pérez (Antonio) (1534-1611). Secre- tario de Estado de Felipe II en 1567. Caído en desgracia (1577), preso en Zaragoza y condenado a muerte, fué libertado por un tumulto popular. Este suceso fué causa de la. ejecu- ción del justicia de Aragón Juan de Lanuza. Obra citada: "Relacio- nes", 4, 387-8, 394-5. Citado: 497-80. Pérez (Luis). Administrador de "El Pensamiento", que vivió con Bal- mes en Madrid. Cartas al mismo, 1, 794-5, 799; sobre la denuncia del índice, 794-5; asuntos de 'El Pen- samiento", 794-5. Elogio de Pérez, 766; le recomienda a Egaña, 801-2. Cartas que guarda su familia, 791-2, 897-8. Citado: 741-2 , 756, 777-8, 786, 790-1. 799-800, 805, 819, 827, 838, 842-3, 855-6 ; 6, 10-1. Pérez Aloe (Gregorio). 8, 112-3. Pérez Calvo (Juan). Periodista de ideas progresistas que colaboró en "El Clamor Público". Durante el se- gundo ministerio Narváez (abril de 1846) fué preso con Corradi, di- rector de "El Clamor Público", y llevado a Cádiz al castillo de Santa Catalina, donde estuvo algunos me- ses. 7, 786. Pérez de Castro (Evaristo). Murió en 1848. Político progresista, dipu- tado en las Cortes de Cádiz, presi- dente del Gobierno después de la sublevación de Riego (abril de 1820- marzo de 1821) y por segunda vez (noviembre de 1838-julio de 1840). Discordancia entre su gobierno y el cuartel general de Espartero, 8, 85-6. Caída de su gobierno, 87-8. Su con- 966 EFEMÉRIDES E ÍNDICES ducta vacilante, 88. Citado: 5, 675; 6, 326-7, 513-4; 7, 175. Pereza. 3, 718. Ventaja sobre las demás pasiones, 718-9. Su origen, 719-20. La del espíritu, 719. La in- constancia, pereza hipócrita, 720-1. Sobre la pereza, 8, 337, 341. Perfección. La idea de perfección, 2, 651. Relatividad en la del ser fi- nito, 651. Cómo está toda perfección en el ser infinito, 321-2, 651-2, 750; opinióm de Fenelón, 321. La expan- sión de un ser es proporcional a la perfección, 396. La percepción, cuan- , to más perfecta, más objetiva, 396. I La intuición sigue a la perfección I de la inteligencia, 465. A mayor in- teligencia, mayor perfección, 658. La actividad, primcipio de perfección, 783. La moralidad, perfección in- trínseca, 811-2. En qué consiste la natural, 817. De ella es susceptible el hombre, 3, 137. La de la sociedad civil, 160. Esta es un bien público, 161. La de las profesiones, 554-5. Perfección evangélica. Los irostiitu- tos religiosos como medio de alcan- zarla, 4, 401-2. Perfectibilidad. No Ha tiene d Ser necesario e incondicional, 2, 750. La de los sentidos, 3, 17-8. La de la me- moria imaginativa, 18. Periandro de Corinto (625-585 an- tes de J. O. Tirano de Corinto y uno de los siete sabios de Grecia. 3, 420. Pericles (499-429 a. de J. C). Cau- dillo ateniense. 5, 565-6. Perier (Mad.). Gilberta Pascal, hermana de Blas (162U-1685). Obra citada: "Vida de Pascal", 3, 563-4. Periódicos. Sobre su veracidad, 3, 099. Su influjo en la historia, 601-2. (Vid. Prensa.) Peripatética (Escuela). 3, 441. Sus defectos, 487-8. #us enemigos, 488. perpiña (Francisco). Diputado moderado por Barcelona en 1844, que coincidió con la política de Bal- mes. Su discurso contra la totalidad del proyecto de reforma constitu- cional, 6, 948-9; sobre el artículo re- lativo al matrimonio del rey, 998-9. Citado: 1, 640; 6, 941, 948-9, 983-4, 999-1001, 1041-2, 1048-9. Perrone (Juan) (1794-1870). Jesuí- ta italiano y teólogo. Sobre el Pro- testantismo, 7, 784-5. Carta de S. S. al mismo, 960-1. Obras citadas: "Prelecciones teológicas", 784-5. "Dis- ciuisición teológica sobre la Inmacu- lada Concepción de la Virgen Santí- sima", 980-1. Pers (Manuel). 8, 171, 173-4. "Persas (La Exposición de los)". Nota histórica, 7, 659. Fragmentos v comentarios, 659. Comparación de las Constituciones antiguas con la de Cádiz: el modo de convocarlas y disolverlas, 659, 661, 653, 668; la li- bertad de imprenta, 659-60; la so- beranía de la nación y del rey, 660-1, S63-4; los diputados' elegibles, 661; la administración de justicia, 661; los jefes políticos, 651-2; los tribu- tos, 661, 2; no se debe la libertad a las Cortes de Cádiz, 662-3: despo- tismo iniciado con Carlos I, 665; ac- tos abusivos de FeliDe TÍ v Car- los III, 665-6; las Cortes de Aragón y Navarra, 666-7; modo de hacer la» leyes, 667; los límites de la sobe- ranía del rey, 668; composición de las Cortes de Castilla y sus funcio- nes, 668-9; la obediencia al re>. 6GS-9; qué es despotismo, 669-70; la monarquía absoluta y sus limita- ciones, 669-70. Persecución. Si es favorable a la propagación de una idea, 5, 304. Persecuciones sufridas por el clero, 879; las que sufrió Jesucristo, 880-1; las de la Iglesia en sus primeros tiempos, 881; 4, 496; 5, 297-8. La de los maniqueos por Maximiano, 365-6. Perseo de Citio (siglo III a. de J. O- Filósofo estoico 3 A5¿-5. Persia. Filosofía y religión, 3, 418. Persio Flaco (Aulo) (34-62). Poeta latino. Obra citada : "Satirae", 4, 5G7-8. Persona. En la conjugación, 3, 327-8. La del Verbo en la Santísima Trinidad, 2. 178. Personalidad. El paralogismo de la del alma segfún Kant, 2. 689-90- Petau (Dionisio) o Petavio (1583- 1652). Escritor jesuíta francés'. Sus relaciones con Grocio, 4, 54-5. Cita- do: 759; 3, 518; 7, 215-6. Petitbon. 1, 775-6, 779. Petrarca (1304-1374). Poeta, histo- riador y arqueólogo aretino. 4, 463-4; 7, 992-3. Pey, abbé. Obras citadas : "Obser- vatións sur la théologie de Lyon", 1. 887; "L'autorité des deux puis- sances", 880. Pezuela y Ceballos (Juan de la) (1809-1906). Primer conde de Ches- te. Escritor, militar y político es- pañol del partido moderado, herma- no de Manuel, marqués de Viluma. Tomó parte en los movimientos an- tiesparteristas de 1841 y 1843 v fué ministro con Narváez en 1846. Con- tra Espartero en 1843, 8, 219. Car- tas que se guardan en sus archivos, l, 897-8. Citado: 560. Piamonte. La revolución de 1848, 7, 1027. (Vid. Italia.) Piazzi (José) (1746-1826). Religio- so teatino y astrónomo italiano. 5, 345. "Picayune". Periódico de Nueva I Orleáns. 8, 65. Pico de la Mirándola (Juan) (1463-i' 1494). Filósofo y teólogo italiano. Su. conocimiento del hebreo, 4, 760. Ci- tado: 3, 488. Picot (Miguel). Fundador de "L'Ami de la Religión" y redactor ÍNDICE alfabético dk nombres y cosas 967 I de una hoja periódica editada por ■ Adrien Le Clerc titulada "Miscelá- :l¡ neas de filosofía", a las que podría M referirse la cita, 3, 454. 1 Pidal (Pedro José) (1800-1865). Po- I lítico moderado. Ministro con Nar- I váez (1844-1846), con Isturiz (1846), con, Narváez (1848-1849 y 1856-1857). Su inconsecuencia en la cuestión de i los bienes del clero, 6, 791; 7, 24-5. I Observaciones sobre sus discursos de 1840 sobre los bienes del clero, 6, 806; declaró la injusticia del des- , pojo, 807-8; y la justicia de la de- volución, 809; se pronunció contra los intereses creados, 809-10. No ha sido mutilado su pensamiento, 811. Su defensa de la autorización pedi- da para la organización del naís, 966-7. Sus explicaciones relativas a la adición al artículo de la Cons- titución reformada relativo al ma- trimonio del rey, 1004-5. Sus lamen- taciones en el Congreso sobre el lenguaje de algunos moderados, 7, 117-8. Su buena doctrina sobre los bienes del clero, 118. Su circular de Gobernación sobre los documentos de Bourges, 261-2. Su plan de estu- dios, 377; imitación del f raneéis, 379. (Vid. Enseñanza.) Carta de Balmes a Pidal, 452 ; sobre las amenazas de "La Posdata" a "La Esperanza", 452-3 : la prensa monárquica tiene el derecho de defender la candida- tura de Montemolín, 456; y de pedir la derogación de la exclusión de Don Carlos, 457. Pidal en el minis- terio presidido por Isturiz, 616-7. Do- cumento citado: "Circular a los je- fes políticos (abril de 1846)", 261-2. Citado además: 1, 640, 642, 733-4; 5, 675; 8, 112, 202-3; 6, 587, 715, 787-91, 794-5, 788, 800-1, 827-8, 881, 921-2, 963; 7, 105-6, 117-9, 263, 377-80, 382-3, 385-6, 388-9, 393, 396-7, 402-5, 408, 416-8, 452, 460-1, 513 , 518, 620, 626 , 684-5, 687-8, 725-6, 779-80. Piferrer. Librero en Barcelona. 1, 573-4. Piferrer y Fábregas (Pablo) (1818- 1848). Poeta, escritor y crítico cata- lán. 1, 770-1, 791-2. Pinel (Casimiro) (1800-1866). Mé- dico alienista francés. Sobre las re- laciones entre el cerebro y el alma, 3, 363. Pinera (Julián). Juez de la Rota en 1840. 8, 114-5. Pío II (1405-1464). Papa desde 1458. Contra la esclavitud de los neófitos, 4, 850-3. Pío IV (1499-1565). Papa desde 1559. Se propone la reforma del clero, 4, 24. Citado: 5, 102. Pío V (San) (1504-1572). Papa des- de 1565. En la causa de la inquisi- ción contra Carranza, 4 , 379-80. Su actitud can Felipe II en la misma cuestión, 379-80. Documento citado: bula "In Coena Domini", 689-90. Pío VI (1717-1799). Papa desde 1775. 'pío' VII (1740 - 1823). Pa,pa des- de 1800. Contra el tráfico de negros, 4, 198-9, 201-2. Obra citada: bula "De salute aniraarum", 7, 22. Citado: 5, 102. 229-30; 6, 811; 7, 22-3, 292, 562, 567-8, 590, Pío VIII (1761-1830). Papa des- de 1829. 5, 102. Pío IX. Juan María Mastai Ferret- ti (1792-1878). Papa desde el 16 de junio de 1846. Dió un decreto de am- nistía el 16 de julio, instituyó un consejo de Estado el 19 de abril de 1847, la guardia cívica el 5 de julio, un consejo deliberativo el 29 de diciembre, un gobierno de se- glares el 8 de febrero de 1848 y una Constitución el 29 de abril. El 15 de noviembre, un alzamiento popular asesinó a su primer ministro Rossi y obligó al Papa a huir a Gaeti. el 24. Volvió a Roma el 12 de abril de 1850. Perdió sus Estados en 1860 y la ciudad de Roma en 1870. Su elección, 7 , 659 , 947. Conjeturas, 715. Sus relaciones con Rusia, difícil- mente mejorarán, 717-8; la cuestión de Polonia, 719-20; sus relaciones con la Alemania protestante, 720; con Inglaterra, 720-1; situación di- fícil y peligrosa de Francia, 721-2; relaciones con las demás potencias, 722. Cualidades personales y datos biográficos de Pío IX, 950, 952-5. Sus primeros actos: amnistía, 947-8; concesiones políticas, 949; su alocu- ción de 27 de julio de 1846, 954-5: su encíclica de 9 de noviembre, 955: su sermón en San Andrés, 958; sus relaciones con los institutos religio- sos, 958-9; con los jesuítas, 960; la libertad de la Iglesia, 966; dificul- tades de la misión de Pío IX, 964-5. Situación política de Italia, 7, 966; Pío IX y la independencia de Italia, 968; el protectorado extranjero so- bre los Estados Pontificios, 969. Reformas políticas de Pío IX: po- lítica de Gregorio XVI, 7, 973; con- cesiones de Pío IX, 973-4; agitación subsiguiente, 974; sobre el sistema de resistencia absoluta, 976; la re- ligión y la libertad, 978; la religión y el absolutismo, 978-9; las formas políticas no son esenciales a la re- ligión, 980. La amnistía, 981; la guardia cívica, 982; el Consejo y Se- nado de Roma, 984-5; la Consulta de Estado, 985-6; el cuerpo de oi- dores, 987; la ley de prensa y la censura, 989: previsión y recursos del Papa, 990; necesidad' de la au- toridad temporal, 991-2. El Papa y los gobiernos italia- nos, 7, 994; y la diplomacia europea, 997-8 ; el Protestantismo y sus con- secuencias, 997; su último fruto, la revolución, 997-8. El Congreso de Viena y la Santa Alianza en rela- ción a la Iglesia, 998; la revolución 968 EFEMÉRIDES F. ÍNDICES de 1830, 998-9; el progreso y la re- ligión, 999-1000; anarquía y despo- tismo, 1001. Calumnias contra Pío IX, 347; le defienden los prelados, 7, 1002-3; ac- titud del clero y del pueblo de Es- paña, 1002-3. Citado, 7, 1001-2; 7, 715, 947-9, 951-4, 959-64 , 969 , 972-3, 982-3, 987-91, 999, 1003, 1007-8, 1027. "Pío IX". Folleto escrito por Bal- mes. Proceso de su publicación, 1, 841-2; 7, 948. Contradicciones que ocasionó a su autor, 1, 848-9, 855-6. Referencias al folleto, 845, 848. Tex- to del folleto, 7, 947-1003. Pirala y Criado (Antonio) (1824- 1903). Historiador. (Jura citada: •Historia contemporánea", 7, 518. Pirrón de Elea (365-275 a. de J. C. ). Filósofo griego- Su escuela v doctrina, 2, 20; 3, 450. Citado: 14-9, 278, 461-2, 524. Pisistrato (600J527 a. de J. O. Político de Atenas. 2, 130. Pita Pizarro (Pío) (1792-1845). Po- lítico español- En 1836 fué diputado de las Cortes Constituyentes, y en agosto de este año fué ministro de Hacienda por pocos días. 7, 28. Pitágoras (siglo VI a. de J. C). Filósofo y matemático griego, uno de los "siete sabios". 3, 421, 423-5, 488, 511-2, 535-6. Su filosofía, 423; la divinidad y la creación, 424; la me- tempsicosis, 424. Adopta el califica- tivo de "filósofo", 425. Pitt (Guillermo). El Joven (1759- 1S06). Político inglés del partido whig, hijo se»gundo de Pitt el Viejo, primer ministro en los períodos 1783-1801 y 1804-1806- Hizo aprobar el "Acta de unión" de Irlanda y fué el alma de la coalición europea contra Napoleón. Sobre el poder de Espa- ña contra Napoleón, 4. 115-6. ñu po- lítica en Irlanda, 8, 10. Citado: 4, 116-7 - 6, 208-9 ; 7, 859, 862-3, 865-7, 918. Pitt (Guillermo). El Viejo (1708- 1778). Conde de Chatham. Político inglés, varias veces ministro y pre- sidente del gobierno de 1766 a 1768. 7, 918. Pittaeo de Miíilene (652-570 a. de J. C). Uno de los "siete sabios" de Grecia. 3, 420. Pizarro (Francisco) (1475-1541). Conquistador del Perú para España. 4, 120; 8, 139-40, 234-5, 262. Placer. No es regia de moral, 3, 113-4. El sensible, 236-7. Su necesi- dad y sus causas, 236-7. Sensacio- nes sin él, 237-8. El inmoderado da- ña, 238. Pasiones derivadas, 238. Piantino (Cristóbal) (1514-15S9). Impresor en Amberes de la "Biblia poliglota". 4, 395. Platón (428-347 a. de J. O- Filó- sofo ateniense. ,Su filosofía, 3, 436-7; el mundo y el alma, 437 -S; el orden moral, 438, 440; su ideología, 436-7; su política, 440. Vislumbra el mis- terio de la Santísima Trinidad, 2, i 59-60. Sobre él Leibniz, 63. Sobre los esclavos, 4, 142; sobre la natu- raleza de los esclavos, 148-9. Sobre j la dignidad del hombre, 236-8; sobre '¡os niños deformados, 236-7; sobre | el ciudadano, 237-8; sobre las muje- res en los juegos públicos, 256. Obras citadas: "Obras de Platón, traducción de V. Cousin", 5, 347. "Diálogos sobre las leyes", 142; 3, 440; "República", 4, 221-2, 236-8. 2"6-7 : 3, 440. Citado: 8, 431-2. 484-5. 5, 798-9 ; 4, 44-5, 131-2, 142, 147, 221-2, 237, 301-2, 305-6, 569-70, 724 ; 5, 45-6, 249, 262-3, 285, 307, 333, 347, 352-3, 398-9, 403, 469-70 ; 8, 272-3, 284, 320; 2, 12-3, 55, 59-60, 69, 355-6, 441, 510, 612, 708-9; 3, 365-6, 414, 416. 425. 428. 436-445, 447, 455, 467-8, 470-1, 473-4, 479, 484-5, 487-8, 511-2, 525, 535-8 ; 6, 151. Planto (254-181 a. de J. C). Autor Cómico latino. 8, 305-6; 7, 933. Pletón. Jorge Gemisto (1389-14641. Polígrafo y filósofo griego. 3, 487. Plinio el Joven (62-114). Escritor latino, hijo adoptivo de Plinio el Vieio. Elogia los crj stÍTno= SOS. Plinio el Viejo (23-79). Polígrafo latino. 4, 143, 258-7. Plistano. 3, 449. Plotino (205-270). Filósofo de ori- gen egipcio. 3, 465-6. Plutarco (46-120). Historiador grie- go. Sobre la influencia de la reli- gión, 5, 759. Citado: 277-8 : 3. 493-4- Pobar (Marqués de). Diputado vi- lumista en 1844. 6, 1047-8. Población. Serie de tres artículos sobre ella, 5, 529-555. Efectos de su aumento, 529. Su relación con los medios de subsistencia, 5, 670-1, 531-2, 545-6. Si es ventajoso el aumen- to de población, 671-2, 533-4; fallo del sentido común, 537-8; población de menos y de más de cinco años, 544. Leyes de aumento en la pobla- ción y en los medios de subsisten- cia: ley de la progresión aritmética y geométrica, 545-6. Ley de Quete- let, 548-9. Curso de la población en Inglaterra, 553; en los Estados Uni- dos, 553-4. Su crecimiento y el pau- perismo, 992, 995- No causa la feli- cidad de los pueblos, 4, 260-1. El celibato del clero en relación con el aumento de la población, 5, 670 ; 4, 260-1. Pobres de Lyón, llamados tam- bién Valdenses. Secta fundada por Pedro Valdo, que empezó a propa- garse en Lyón el año 1180. 4, 448. Poder civil. Su origen, comunica- ción, obediencia debida, limitaciones y funciones. (Vid. Política.) El Ca- tolicismo no favorece la sedición, 4, 620; ni la tiranía, 620-1. Limitacio- ÍNDICE ALFABÉTICO DK NOMUK1 S V COSAS 969 nes del poder monárquico en Euro- pa, 661-2. Loa abusos del poder, 669- 70; condenados por la democracia razonable, 671-2. El clero, mediador entre el pueblo y el poder, 681-2. La tolerancia del poder civil, 346-7. Su derecho a castigar la manifestación de ciertas doctrinas, 352, 354-5, 357-8; y los delitos políticos, 352-3. La in- quisición contra .sus excesos, 387, 3S4-5 La beneficencia ejercida por el poder civil, 335-6. Relaciones del poder civil con el eclesiástico, 5, 179-60, 205. Intromisiones del prime- ro en el segundo, 759-60, 205, 208; 7, 142-3. Sobre su derecho a los bie- nes eclesiásticos, 5, 205. Debilidad del poder civil y causas, 6, 22, 24, 68, 244 , 252, 323-4, 328-9. 402, 430, 540-1, 697-8. 851-3, 857 , 859, 1034; 7, 14-5, 93-4, 285, 580, 621. Su debilidad es causa de tiranía. 6, 252-3, 257, 323-4, 338 ; 7, 90, 93-4, 571-2; poder débil y tiránico de Tur- quía, 6, 257. Necesidad y condicio- nes de un poder fuerte, 76, 252-3, 338, 402, 540-1, 702-3, 752-3, 857, 1084; 7, 292. El poder político ha de ser expresión del social, 6, 52-3, 366, 387, 745. El poder público es una insti- jución, 251-5. Gonzalo Morón sobre la división de poderes, 865- Pensa mientos diversos sobre el poder ci- vil, 8, 335, 337-9, 344-5. poder militar. Sus excesos e in- convenientes, 6, 902-3, 1032 ; 7, 493 548-9, 555-8, 569, 1022-3. Sus deberes, 6, 1035. Sus alianzas con el partido moderado, 7, 326-7. 374 , 573-4; y con el progresista, 359, 374. La absor- ción de poderes por Narváez en 1845, 256-7. Poder religioso. Vid. Catolicismo, Papa. Poesía. La sociedad y la ooesía, 8, 461, 464. La del siglo XIX, 462. La hebrea. 436- La griega, 466-7. La romana, 469-70. Sobre la publicación de poesías de Balmes en los periódicos, 1, 575-9, 582, 584-7, 590-1, 595, 613, 631. Pro- yecto de Balmes de publicar un to- mo de poesías, 606-9, 727-8. Poetas. La religión y los poetas, 8, 479. Sus errores sobre la vida campestre, 5, 457-8. Su impresiona- bilidad, 3, 996-7. Sus deberes, 998-9. Poggc. Juan Francisco Poggio Bracciolini (1380 - 1459). Humanista italiano, secretario de Bonifacio IX (1404) y de Eugenio IV (1423) y can- ciller de la república de Florencia (1453-1458). 4, 759. Polémica religiosa. Vid. Contro- versia. Polémicas. La de "El Pensamien- to": Con "El Heraldo" sobre la cues- tión de los confesores no absolven- tes, 7, 158; y sobre política, 160. Con "El Tiempo" y "El Globo" sobre los confesores no absolventes, 161. Con "El Clamor Público" sobre los bie- nes del clero, 162; y sobre los con- fesores no absolventes, 166-7. Con 'El Tiempo", "El Heraldo" y "El Castellano" sobre el matrimonio real, 433. Con "El Heraldo" sobre política general, 592-3, 599; sobre el matri- monio real, 597-8. Con "El Tiempo" y "El Español" sobre el matrimonio real, 708-9. Con "El Español", 'El Heraldo" y "El Tiempo" sobre el matrimonio real, 737. Can "El Es- pañol" sobre el matrimonio real, 764. Con el mismo: "vindicación personal", 772. Con "El Tiempo" so- bre la fuerza de los partidos. 788, 791. Con "El Nuevo Espectador" so- bre lo mismo, 789-90. La moderación de "El Pensamiento" en las polémi- cas, 162, 600-1, 764-5. Polemón (siglo III a. de J. C). Filósofo griego. 3, 453, 455-6. Poliearpo (San) (siglos I y H). Obispo de Esmirna. Reconoce la primacía de Roma, 6, 176-7. Policiano (Angel) (1454-1494). Hu- manista, poeta y filósofo italiano, 3, 488. Polieno (siglo III a. de J. C). Fi- lósofo griego. 3, 450. Polifemo. Personaje mitológico de la "Odisea" de Homero. 2, 244-5. Poligamia. Intolerancia del Cato- licismo y tolerancia del Protestan- tismo con ella, 4, 241 ; Lutero, 243-4. Entre los germanos, 268-9; y los bretones, 269-70. Polígono. Su idea y su represen- tación sensible, 2, 429-30 ; 3, 244. Política. La sociedad política. Su ori- gen, 3, 148; según Lutero, 4, 501-2; Rousseau, 501, 532-3; Hobbes, 541; Puffendorf, 541; Cicerón. 547-8: Ho- racio, 548-9; Santo Tomás. 511-2; Belarmi.no, 517-8; Billuart, 529; Saa- vedra, 552-3. Objeto de la sociedad: perfección social o civilización, 3, 160; 5, 457; ambigüedad de Guizot, 458; no es la actividad, 459; en qué consiste, 463-4, 938-9: inteligencia, 465-6 ; 3, 161; moralidad, 5, 471; 3, 161; bienes- tar, 5, 482; 3, 161; relaciones de la inteligencia con la moralidad, 466-7, 471-3; estadísticas de criminalidad, 475-6. Estructura de la sociedad : el in- dividuo, elemento simple, 4, 2C5-6: 3, 148, 3 53. La población y leyes de su desarrollo, 5, 670-1 ; 3, 529. Clases sociales: la nobleza y el clero, 4, 639-40; influencia del clero, 5, 755-77- el pueblo, 4, 642-3. La familia o so- ciedad doméstica, 2, 820; 3, 149-50, 153; la autoridad civil y su necesi- dad, 153; relaciones entre ella y la autoridad paterna, 4, 508-9; 3, 151. FA poder civil. Su origen, 3, 153. Lo derivan de un pacto: Rousseau. 4, 349-50, 501, 504, 533. 588-9. Hobbes. 541, 564, 588-9; Grocio. 5s3-9. Es de 070 EFEMÉRIDES E ÍNDICES derecho divino según Santo Tomás, 504; San Juan Crisóstomo, 505-6; Be- larmino, 516; Suárez, 522-3; Concina 525; Billuart, 529-30; San Anselmo, 543-4; Cornelio a Lapide, 545-6; Cal- met, 546-7; Saavedra, 562-3. Comunicación del poder civil : "me- diata" : Santo Tomás, 4, 509; Belar- mino, 519-20; Suárez, 522-3; Busem- baum, 524-5; Concina, 525-6; Bil- luart, 528; "Compendium salmanti- cense", 531; Cornelio a Lapide, 546, Calmet, 547; Saavedra, 562-3. Sos- tienen la comunicación "imediata": Bossuet, 502, 551-2; Bonald, 501-2; Jacobo de Inglaterra, 555; Ludovico Bávaro, 558; Ziegler, 551. Diferencia entre la comunicación mediata y la inmediata, 549. Obediencia debida al poder civil; Santo Tomás, 4, 515-6; San Ansel- mo, 543-4; Cornelio a Lapide, 544-5; Calmet, 546-7; exageraciones de Fé- lix Amat, 606. Si es lícita la resis- tencia:. Santo Tomás, 597-8, 622; Suárez, 625; Lamennais y compara- ción de su doctrina con la de Santo Tomás, 613-4; Belarmino, 626; Már- quez, 627. Sobre el tiranicidio : Ma- riana, 561; el concilio de Constanza, 611-2. Limitaciones del poder civil: Ma- riana, 4, 561-2; Saavedra, 562-3; Juan de Santa María, 568: Fernan- do de Ceballos, 574; el "Consejo de Ciento", 618. Funciones del poder civil. Protec- ción de la seguridad personal, 3, 162-3; de la libertad, 163-4; del de- recho de propiedad, 165; del orden social, 4, 489-90- Fomento de la inte- ligencia, 5, 465-8; instrucción pri- maria, 603; fomento de la morali- dad y de la religión, 59, 471-2; 3, 161; fomento del bienestar, 5, 482; 3, 161. La ley emanada del poder ci- vil, 4, 582 ; 3, 174; 7, 110-1. Sancio- nes, premios y penas, 3, 179. Tribu- tos, 177. Formas políticas. Monarquía, 4, 633. Aristocracia, 639. Democracia, 642-3. Cuál sea la mejor, 718-9; 6, 620; 7, 694-5. Valor secundario de las for- mas políticas, 6, 61, 553; 7, 85-6, 64)1-2. Ninguna es esencial a la re- ligión, 4. 715-6; 8, 86-7; 7, 980. De- ben estar de acuerdo con la socie- dad, 4, 657-8; 5, 52; 6, 52-3, 113-4, B56, 387, 404, £53, 745. El despotismo no procede de las formas políticas, 253, 253-60. Las monarquías absolu- tas, 4, 669-70; 6, 361; su predominio debido al Protestantismo, 4, 669-70, 675-6. Gobierno absoluto no es lo mismo que despótico, 672-3- Conside- raciones sobre las monarqu'as he- reditarias, 6, 20, 84-5, 244, 258, 344-5: 7, 49(9, 1042; y sobre las familias reales, 6, 84-5; 7, 499-500, 1041. Las formas representativas, 4, 675-6; 6, 77-8, 156-7, 349-50, 356, 364, 545. 626-7, 857 ; 7, 844; el poder real en ellas, 6, 261, 367, 511, 518. La división de poderes legislativo, ejecutivo y judi- 1 cial, 665, 668. 865 ; 7, 663-4. La reli- i gión y las formas representativas, j 7, 979. Las Cortes y el rey en este | sistema, 6, 512; 7, 598-9, 659-70, 844. Ilusoria igualdad de los cuer- pos colegisladores, 6, 367-8; fuerza absorbente de los cuerpos populares, i 365, 367-8. El derecho electoral y la I opinión pública, 350-2; agitación que , produce, 352-3. La responsabilidad ministerial, 7, 473-4, 681-2. Frutos y vicios del sistema, 6, 549-50, 552, 859- 60; Gonzalo Morón, 864; Tejada, 972-3. Necesaria intervención del país en los impuestos y negocios ar- \ dúos, 628. Guizot sobre las formas liberales, 4, 658. Sistema parlamen- tario: si es el tránsito a la repúbli- ca, 6, 364, 547-8; las discusiones en las asambleas, 447, 547, 875-6; si son I impecables, 7, 122; la oposición, 5, | 504; 7, 331-2, 462; la teoría de las i mayorías, 5, 635, 637 ; 7, 844. No se puede gobernar con este sistema, 6, 750. La Hoz contra él, 543. La for- ma republicana, 620; posibilidad de instaurarla, 7, 1036; la unitaria y la federal, 1037-8. Repúblicas y monar- quías según Montesquieu, 4, 283. Formas socialistas, 5, 557-602. instrumentos políticos. Los partidos: cómo se mide su fuerza, 7, 756;' se explican sus inconsecuencias, 6, 61- 2; espíritu de partido, 412; el pandi- llaje, 494, 750-1; 7, 5-6. Opinión pública: sobre ella, 5, 524, 643; sus extravíos, 643; no substitu- ye un pensamiento fijo, 644-5; no descubre el mérito real, 648; no se manifiesta en las elecciones, 6, 76-7. 349-50, 861-2; no es ilustrada por la prensa, 350-1 ; no se mide por la representación en Cortes, 7, 476, 757; ni por la prensa, 759; ni por el ruido público, 761-2, sino por la his- toria del país, 791. La prensa : da fuerza a las ideas, 4, 300-1; 5, 522-3; es disolvente de las opiniones, 4, 300-1; complica las discusiones, 5, 504; sus excesos, 504-5, 513; su influencia, 516-7; sus relaciones con la opinión pública, 524; 6, 350-1; contribuirá al triunfo de la religión, 5, 136, 521-2; su in- fluencia en las ciencias, 525; 3, 487-8; necesidad de que sea reglamentado, 6, 705-6; necesidad de luchas perio- dísticas, 7, 196. Cualidades de la buena prensa, 198-9. No mide la fuerza de los partidos ni la de la opinión, 137. Reflexiones políticas de carácter gene- ral. Para el conocimiento de los fe- nómenos políticos se necesita la ob- servación, 6, 29-30. Explicación de las inconsecuencias de las revolu- ciones y de las restauraciones, 61-2. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 971 Política de pasiones y de razón i'¡4. La legalidad y la conveniencia como normas políticas, 238-9. La unidad en el orden moral, científico, físico y social, 341-2. La libertad del hom- bre; su alcance, 345, 347. La ley en el régimen representativo no repre- senta ni la razón ni la voluntad pú- blicas, 352. El poder político ha de ser expresión del social, 36, 52-3, 113- 4, 366, 387, 404, 553, 745. Necesidad y condiciones de un poder fuerte, 76, 252-3, 338, 402, 540-1, 702-3, 752-3, 857, 1034 ; 7, 292. La debilidad del po- der causa de tiranía, 6, 252-3 , 257, 323-4, 338 ; 7, 90-1, 93-4, 571-2. Modes- tia, tolerancia y cautela, virtudes políticas, 6, 925. Sobre el poder mi- litar, 902-3, 1032, 1035; 7 , 493, 548-9, 555-8, 569, 1022-3. Posibilidad de pro- nósticos políticos, 838-9. Juicio sobre los hombres políticos, 839-40. La ab- soluta resistencia a las reformas en contradicción con los hechos, 976. Política especial de España. Estudio de su situación, 6, 17-8, 163-4, 185, 234, 243 , 328, 373 , 387-8, 392 , 439, 461, 537, 718, 762, 851, 1027; 7, 12, 207, 284, 353, 490, 569, 576, 648, 908-9. Causas de su malestar. Debilidad del poder, 6, 22, 24, 68, 244 , 252, 323- 4 . 328-9, 430, 697-8, 851-3 , 859 ; 7, 14-5 285, 580, 636-7, 910; minoría de la reina, 6, 19-24, 144, 328, 387-8, 851-2: 7, 12; la revolución, 6, 22, 33, 36, 40, 56-7, 62-3, 220, 227, 232 , 238-9, 329, 357, 387-8, 439, 455-6, 762-3, 777-8, 811- 2, 852-3, 990 ; 7, 12-3, 208-9 , 337, 353-4, 369, 910-1; la guerra de sucesión, 6, 22, 44-6, 79, 143-4, 198-9, 234-5, 329, 387-8, 458-9, 558-9, 698-9; 7, 52, 209- 10, 642, 801, 848; poco conocimiento de los problemas y falta de pensa- miento fijo en los gobernantes, 6, 29, 40, 69-70, 166-7, 490-1, 506-7, 764; 7, S-9, 13, 322-3, 469 , 612 , 619-20, 653, 1019-20. Otras causas. El indiferentismo de muchos, 6, 75: representación ile- gítima en las Cortes, 76-7, 349-50, 634 , 861-2, 913-4 ; 7, 17-8, 844-5; con- tinua variación de las instituciones, 6, 53-4 , 316-7, 357-8, 613 ; 7, 173-4; ex- cesiva flexibilidad de las constitu- ciones, 6 , 27, 50-1, 54, 718-9; limita- ción de facultades de la Corona, 67- 8, 511, 58, 857; poner el individuo por encima de la sociedad, 67-8; au- sencia de legalidad, 236, 324, 537-8, 633, 672. 1034 ; 7, 842-3; discordancia entre el orden político y el social, 6, 58, 366, 387, 404 , 745; condenación de todo lo antiguo por unos, 60, 262, 412; 7, 5-6, 207, 641-2; idea equivoca- da de libertad, 6, 194-5, 474; 7, 642; condenación de todo lo nuevo por otros, 6, 412, 473-4; 7, 208; personifi- cación militar del poder, 6, 1032; 7, 493, 557-8, 569, 1022-3. Elementos nacionales. La religión católica. 6, 71, 78-9, 83-4, 166-7, 185. 277-8, 439, 444-5; el sentimiento mo- nárquico, 71, 85, 155, 162-3, 166-7, 425, 688-9, 856 ; 7 , 834-5. La aristo- cracia en España. 6 , 90, 461, 656, 663. 799; la democracia, 154-5 , 461, 466-7; el absolutismo, 364 , 623-4 ; 7, 88-9, 657-8, 763 , 976-9, 1050; el despotismo, 6, 83, 234-5, 253, 257 , 323-4 , 338, 412-3, 625 : 7 , 56-7, 571-2, 1001; el despotis- mo ilustrado de Cea, 6, 234-5, 625; el gobierno representativo, 511; 626-7, 857; las constituciones anteriores a 1837, 28-9, 38, 41, 164-5, 237-8, 369- 72, 375, 462, 546-7. 605, 641, 667-8, 795- 6, 927; 7, 189-90, 680; la Constitución de 1837, 6, 24-7, 50-1, 54-5, 369-70, 404, 507. 613, 640-1, 671-2, 682-3, 713-6, 795-6, 803, 916, 946-7 ; 7, 680, los partidos políticos, 6, 54-5 , 57-8, 61, 68, 234-5, 411, 458, 472, 553, 598, 729, 829-30, 855-6 ; 7, 5, 369, 462, 641, 756, 788, 847, 894; las luchas políti- cas y sociales, 6, 61, 553; 7 , 85-6, 641- 2, 196, 234-5, 242-3; pretendidas in- fluencias del clima y de la raza en el modo de ser de España. 6, 146. 161; situación económica, 7, 179-80, 347; el provincialismo, 6, 316-7. Plan de gobierno. Respecto a la religión y libertad de la Iglesia, 6, 706-7. 757. Robustecimiento del trono y del poder, 76, 338, 402 , 540-1, 702-3, 752-3, 857, 1034 ; 7, 292, 570-1, 909- 10. Respecto a los elementos na- cionales vivos, 6, 92 - 3, 394; 7, 16. Conciliación de todos los españoles, 6, 704-5, 755-6; 7, 646-7. Cortes ver- daderamente representativas, 6, 703- 4, 752-3; 7, 16. Reconocimiento de los hechos nuevos, 76-7, 85, 95; 7, 208. Disolución de la milicia nacional, 6, 704-5. Alianza de los carlistas y una fracción de los moderados, 724- 5, 734-5. Reforma de la Constitución en sentido monárquico, 82, 602. Una ley electoral, 630. Reorganización del Senado, 364, 640; y de la cámara popular, 664-5. Salir de la política y preocuparse de los intereses inte- lectuales y morales, 89-90, 250, 338- 9, 362. Como clave de todo el sistema el enlace de la reina con el hijo de Don Carlos, 244-5, 703-4 , 855 ; 7, 33. Relaciones con Roma, b, 34 ; 7, 128, 362, 428-9, 535-6. 715, 722, 915-6, 1002-3. Política exterior. Con Francia. «. 201, 298, 385, 306, 420-1; 7, 237-8, 435, 698, 802-3, 807-8, 812-3, 824, 883, 891, 930, 1003-10- Con Inglaterra, 6, 283, 386, 397-8, 409, 420, 457, 590 : 7, 444. 802-3, £12-3, 8:9, 878, 885-6, 891, 905. 916. 930, 1003-10. Con las potencias del Norte. 6, 3S5; 7, 430. 878, 887-8. 915. Con Ñapóles, 6, 395-6. Con Por- tugal, 7 , 672. 837. Cuestiones diversas. El espíritu de li- bertad en la política, 4, 61. Organi- zación política al aparecer el cris- tianismo, 135-6. La tolerancia de los crímenes políticos. 352-3. Política de Felipe II frente a los protestantes. 383-4. Los hechos consumados en po- EFEMÉRIDES E ÍNDICES litica, G08-9. Mudanzas políticas, 5, 316. Intervención de la ciencia en la política, 306-7- Pensamientos de política, 8, 328. "Política" de Platón, 3, 438-9; la d-e la "Utopía" de To- más Moro, 5, 588. Polonia. Los católicos de Polonia por la libertad, 6, 554-5. 'La cuestión de Cracovia. ("Vid. Graeovia.) Poltrot (Juan) (1537-1563). Hugo- note que asesinó al segundo duque de Guisa, 4, 365. Pollión (Vedio). Adulador y con- fidente de Augusto César, de quien se cuenta que alimentaba las lam- preas de su estanque con sangre de esclavos. Mata a un esclavo suyo, 4, 153-4. Pombal (Marqués de). Sebastián José de Carvalho y Mello (1699- 1782). Político portugués, primer mi- nistro del rey José I desde 1756. Go- bernó despóticamente y como ene- migo del Catolicismo. ¡Contra los jesuítas, 8, 37-8. Citado: 7, 673. Pompadour (Marquesa de). Anto- nieta Poisson 01721-1764). Favorita de Luis XV. 7. 978-9. Pompeyo (107-48 a. de J C). Ge- neral romano que luchó y fué ven- cido por César. 4. 255-6 - 3. 64 - 6. 255. Poncell (Nicolás). Actualmente im- presor en Igualada. 1, XXXIX. Pons. Impresor en Barcelona. 1, 685, 794-5, 835-6, 842-3, 846-8. Ponzano (Ponciano) (1813 - 1877) Escultor aragonés. En Madrid co- noció a Balmes y dibujó al lápiz un retrato suyo, con intención de gra- barlo en Roma. Recomendado a Brusi, 1, 768; sobre el retrato de Balmes que dibujó. 782-3. "Popular (El)". "Diario de los in- tereses de Cataluña". Pedro Felipe Morclau fundó en Barcelona un se- manario de este nombre, del cual salieron siete números desde el 4 de mayo al 15 de junio de 1834. El mis- mo publicista lo hizo reaparecer co- mo diario el 1.° de abril de 184Í. La colección existente en el archivo municipal alcanza hasta el 31 de ju- l'o del mismo año. Era avanzado y anticatólico, 1, 669-70. "Popular (El)", periódico de la tar- de. Diario moderado que se publi- có en Madrid desde el día 15 de ju- nio de 1846 hasta el 11 de septiem- bre de 1851. Fué su director por al- gún tiempo Aniceto de Alvaro. So- bre el matrimonio real, 7, 714. Su dignificación política, 750 Citado ; 707, 760-1. Popularidad. 8, 346. Popularización de la ciencia, 8, 333-4. Porfirio (232-301). Filósofo origina- rio de Tiro. 3, 465-6. Pórtico. El de los estoicos, 3, 453. Portillo (Filiberto). Ministro de Marina en el gabinete de González Bravo (1843-1844). 6, 370-80. Port-Royal. Abadía de monjas cis- tercienses, centro de reunión, ense- ñanza y propaganda del jansenismo en el s. XVII, arrasado en 1711 por orden de Luis XIV. Entre los hom- bres de Port-Royal figuraron los her- manos Arnauld, Saint-Cyran, Tille- mont, Pascal, Racine, etc. 6, 164-5. Portugal. En las "Eiemerides his- tóricas" se hallan los principales sucesos históricos de este país des- de la proclamación de la Constitu- ción de 1822 hasta la intervención española en 184-6. Política interior. La revolución de Portugal en 1846, 7, 672, 734-5, 867. La unidad de Portugal y España, 672. Decadencia de Portugal, 673. Su cuestión dinástica, 673-4. Actual situación anárquica (1846), 674-5. Pe- ligros del trono de Portugal, 868-9. La reacción contra la revolución, 867-8. 870-1. Política religiosa. Dificultades de un arreglo con Roma, 6, 273-4. Política extranjera. La política in- glesa en Portugal, 8, 2G1. Apoyo que Francia y España prestan a la ac- tual reacción (1846), 7. 870-1. La in- tervención española, 871; recelos que eJla podría suscitar a Inglaterra, 671-2- Posada Herrera (José) (1815-1885). Político español. Fué progresista hasta 1843, enemigo de Espartero en esta fecha y moderado en las Cor- tes de 1844. Contra la reforma de la Constitución, 6, 922. Citado: 921- 2, 923. "Posdata (La)". Diario moderado que se publicó en Madrid desde el día 7 de enero de 1842 hasta el 7 de marzo de 1846. Fué su director An- tonio de las Heras, conde de Sa- nafe. Balmes supone que colaboró en él, aunque sin firmar, Pedro José Pidal, siendo ministro de la Gober- nación (1844-1846). Atribuye a Bal- mes el manifiesto de Carlos Luis desde Bourges, 7, 235-6. Sobre el ma- trimonio real, 427. Suposición de que Pidal colaboraba en "La Posdata", 453-4. Las amenazas a "La Espe- ranza", 454- Polémica con "La Pos- data" originada por una carta de Balmes a Pidal, 460-1. Citado: 8, 145; 7, 236, 365-6, 452, 461. Posibilidad. Su idea, 2, 512-3, 538: 3, 259-60. Es independiente de la idea de ser, 2, 513-4, 538. Su fundamen- to no es la reunión de entendimien- tos humanos, 486; es Dios, 486, 490, 515. Ejemplo de una verdad geomé- trica, 487. La de las ciencias fun- dada en la razón universal subsis- tente, 490. La posibilidad según Krause, 3, 485-6. Cuestiones de posibilidad, 3, 564-5, 569-70, 84. Metafísica, .física, ordi- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 973 naria y de sentido común, 565, 569- 70, 84. "88-9. De ella no se induce la realidad, 98. * Positivismo. El de nuestro siglo, 5, 844. Postulado. En las ciencias exac- tas, 2, 519-20. El de la existencia en toda ciencia, 518, 538-9. Postumas (Obras). Desconfianza que inspiran, 3, 611-2. Potamón (siglos II y III). Filó- sofo griego. 3, 464. Potencias del Norte. Así son lla- mados los Estados de Austria, Pru- sia y Rusia. En la cuestión de Sui- za, 6, 127. Su cordura en la política de España, 386- Su actitud con el carlismo, 7, 62; favorables al matri- monio Montemolín, 430. Sus recelos por el casamiento Montpensier, 813- 4. Su conducta después de este ca- samiento, 876-8; es difícil que reco- nozcan a Isabel II, 876, 916; y que apoyen a Francia contra Inglate- rra, 877-8; o a ésta contra aquélla, S78; coincidencias entre ellas e In- glaterra, 887-8; su actitud en la cuestión de la sucesión a la Corona de España suscitada por el matri- monio Montpensier, 1011. Pou (Vicente). Catedrático de le- yes en la Universidad de Cervera desde 1825 y rector del Colegio de San Carlos por los años de 1830. 3, 339-40. Pouget. 1, 714-5. Práctica. Entendimiento práctico, 3, 700-54. Uso de la inteligencia pa- ra ella, 706. Necesita de la teoría, 746 " 8 334 Pradt (De) (1759-1837). Eclesiásti- co francés, miembro de la asamblea de¡ los Estados generales en 1789, obispo de Poitiers en 1804 y arzo- bispo de Malinas en 1808. Renunció en 1815. Sobre el concordato, con Napoleón, 8, 138-9. Praga. Su universidad, 4. 760-1. Praise-God-Barebone (1596 - 1679). Filósofo y político inglés afiliado a la secta de los "santos". 4, 74-5. Prat (José). Amigo de Palmes, dueño del patrimonio "Prat de Dalt". Su casa está hoy representada por Francisco Galceran, casado con Car- men Boquet, nieta de los esposos José Prat y Carmen Cerdá. Cartas al mismo, 1, 851-2, 854-7. Asuntos : sobre la enfermedad y muerte de José Cerdá. 851-2. Citado: 559-S0, 664, 666-7, 705-7, 724-5, 766, 834-5. Prat de Dalt. Casa solariega del término municipal de Caldas de Montbuy y parroquia de San Feliu de Codinás. Balmes permaneció en ella algún tiempo y allí escribió "El Criterio", 559-60. 664. 705-6. Vid. Prat (José). Galcerán (Francisco), Bo- quet (Carmen). Pratosi. Diputado moderado en 1844. 7, 195. Prats (José). 8, 162-4, 169, 181-2. Prats (Juan). Notario paña, 106-7; sería causa de discordia, 111; la llevaría a perder su independencia, 114-5; tentativas posibles de importarlo, 117; en nombre de la tolerancia, 117- 8. No es causa de la civilización eu- ropea, 125-6. Su protección compa- rada con la del Catolicismo, 139-40, 293. El Protestantismo y el matrimo- nio: su tolerancia con los matrimo- nios ilegítimos y con la poligamia, 4, 241. Individualismo intelectual del Protestantismo, 233-4. El Protestan- tismo pone el matrimonio en manos del poder civil, 245. No garantiza la perpetuidad del matrimonio, 248-9. Contra la fijeza de conducta y la unidad de doctrina, 254-5. Multipli- cidad y movilidad en el Protestan-- tismo, 5, 784, 255-6, 199-200. Madama Staél sobre el divorcio en el Protes- tantismo, 4, 257. El Protestantismo contra la vir- ginidad, 6, 259-60. Contra la concien- cia pública, 292-3. Contra la autori- dad religiosa, 292-3. Incapaz de con- servar los principios morales, 294. Contra la influencia del sacerdote y contra el sacramento de la Peniten- cia, 294-5. Contra las instituciones. 329-30. Nada ha hecho en beneficen- cia, 331-2; es obstáculo para ella, 334. Se opoine a la culpabilidad de los errores, 355-6. La Inquisición en España contra él, 377; Felipe II con- tra él, 376, 383 - 4. España estuvo amenazada por el Protestantismo. 377; reacción que el Protestantismo produjo en España, 382 - 3. Efectos que hubiera producido el Protestan- tismo en España, 384-5. El Protestantismo y los institutos religiosos, 4, 396; se opone a los vo- tos, 396, 409-10; y al celibato del cle- ro, 396-7. Es padre de la filosofía in- crédula, 397. Su odio a los institutos religiosos, 405-6. Sus efectos sobre el curso de la civilización, 5, 713; 4, 461, 465 ; 7, 997; contra la unidad de la civiliza- ción, 4, 461-2; la aparición del Pro- testantismo, 464-5; lo que fuera Eu- ropa sin él, 466. Contra la propaga- ción del cristianismo, 469-70. Contra la organización de las misiones, 469- 70. Su furor contra los jesuítas, 476- 7. Errores de Guizot comparando el Protestantismo con los jesuítas, 481- 2. No afianza ni el orden ni la li- bertad, 540-1. El Protestantismo fomentando el despotismo de los reyes, 5, 763-4 ; 4, 554. El poder civil protestante con- tra la Iglesia, 554-5. Favorece la su- premacía religiosa de los príncipe;,, 594-5 ; 7, 997-8; ejemplos de Enri- que VIII y de Isabel, 4, 595. Favo- rece la insurrección contra el poder civil, 616. Inculpa al Catolicismo de sedicioso, 620; y de sostener la tira- nía, 620-1; explicación de esta con- tradicción, 620-1. El Protestantismo no ha favoreci- do las instituciones libres; frase de Guizot, 4, 628-9. Contra los paisanos, 650 - 1; contra la libertad política, 661-2; contra las instituciones popu- lares, 669-70; causa de la caída de las formas representativas, 675-6; en Alemania, 675-6; en Inglaterra, 676, en Francia, 676-7; en Suecia, Dina- marca y Holanda, 678. Favorece una democracia errónea, 675-6; quebran- tó el poder del clero, 681 ; y" facilitó los gobiernos absolutos, 681-2. Doc- trinas políticas dominantes antes del Protestantismo, 693. Contra la ho- mogeneidad de la civilización mo- derna, 694-5 ; pruebas históricas, 695- 6. Progreso social antes del Protes- tantismo, 708-9. El progreso moder- no no es debido a é&, 709-10. Causó ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 977 la ruina de las antiguas libertades, 717; en los países protestantes y en los católicos, 717-8. Comparación del Protestantismo con el Catolicismo con relación a la erudición y a la crítica, 4, 757-8; a la controversia, 758-9; al estudio de lenguas sabias, 759; a la fundación de universidades, 760-1 ; a la litera- tura y a las artes, 761-2; a la filo- sofía, 764; a la mística, 764-5; a la filosofía de la historia, 765-6. Alianza del Protestantismo y el Catolicismo según Guizot, 6, 110; es imposible, 111-2. Sobre la facultad de contraer matrimonio el clero pro- testante, 5, 655, 791-2; sobre esto Hume, 713-4. Favoreció el despojo del clero, 713-4. Sus dificultades con- tra la Iglesia romana, 28; la autori- dad de Roma, 29-30; la interpreta- ción de las Sagradas Escrituras, 30. Sus corifeos no tenían misión refor- madora, 31. Circunstancias de su propagación, 307-8. "Protestantismo (El)". Obra de Bal- mes. Texto, 4; Génesis de la mis- ma, 1, 631 ; 8, 451 ; 4, 3 ; 7, 779-80. Fa- ses de la publicación de la edición castellana, 1, 647-8, 650-1, 654-5, 673- 5, 678-9, 684, 687-8, 711-2, 714 ; 4, 3; 7, 780-1. Su éxito en España, 1, 675. Elogios de "True Tablet", 741; de di- versos prelados, 701 - 2 ; 7, 784 ; del P. Perrone, 784-5. Presentación de un ejemplar al papa Gregorio XVI, t, 702-3 ; 4, 7. Sobre la segunda edi- ción, 1, 722-3, 734-5, 737-8, 749, 813-4. Sobre la edición francesa, 661-2, 673- 5, 677-9, 681-2, 689-90, 701, 754-5, 796; 4, 3-4. Exito de la edición, 1, 761. Proyecto de una edición inglesa, 673- 4, 676, 687.-8 ; 4, 3-4. Sobre las tra- ducciones alemana e italiana, 4-5 ; 7, 784. Sobre una edición hecha en Manila, 1, 711-2; sobre una fraudu- lenta en Francia, 814-5. Sinopsis de "El Protestantismo", 8, 481. Refe- rencias a la misma obra : 510-1, 536-8, 553-5, 557-65, 570-1, 591-2, 601-2, 610, 618-9, 635. Protofilarco. Primer magistrado en la "Utopía" de Tomás Moro, 5, 588. Proverbio. Examen de los prover- bios: "piensa mal y no errarás", 3, 586-7; "cada cual es hijo de sus obras", 641-2. Providencia. La de Dios, 5, 44; 3, 404. Se descubre en la filosofía de la historia, 4, 127-8; 8, 346-7. La de Dios sobre ?a Iglesia, 4, 453-4. Los sufri- mientos y la Providencia, 8, 341-2. Provincialismo. No ha causado las revueltas de Barcelona, 5, 974. Ju- les de Lasteyrie sobre el de España, «, 396; no existe, 8, 332-3; 6, 396-7, 428-9, 431-2. El provincialismo y la centralización administrativa, 7, 595- fl, Contraste entre el espíritu de las provincias y Madrid, 6, 392. Enerva- miento en las provincias francesas y su absorción por París, 7, 1033. Provincias Vascongadas. El pro- yecto de viaje de la reina a ellas, 6, 525. El viaje realizado en 1845, 7, 361 ; inoportunidad del recuerdo de Mendigorría, 363-4. Proyectistas. Perezosos proyectis- tas, 8, 341. Proyectos de ley. Vid. I.ey. Prudencio. Poeta hispanolatino cristiano (348-410). Sobre el número de los mártires, 5, 297. Obra citada : "Liber Peristephanon", ibíd. Prusia. La intolerancia en la mo- derna Prusia, 5, 767-8; 4, 348-9. Sus reformas, 6, 125. La cuestión del ar- zobispo de Colonia, 5, 767-8; 6, 125-6. Su centralismo, 319-20. Bonald so- bre su Constitución, 5, 461. El clero en Prusia, 767-8; 7, 22. Su conducta en la cuestión del matrimonio de Isabel II, 431. Ruina del absolutis- mo en 1848, 1026-7, 1050. Psamético I. Fundador de la 26.a dinastía egipcia (666-611 antes de J. C). Cómo busca el primer lenguaje humano, 3, 289. psicología. Su origen, 2, 824. Par- te de la metafísica, 3, 195. Aspec- to psicológico de la frenología, 363- Puchero electoral, 8, 342-3. Pudentila (Emilia) (siglo III). Mu- jer rica de Trípoli, casada en se- gundas nupcias con el jurisconsulto Apuleyo. 4, 143. Pueblo. El derecho divino del po- der no se opone al derecho del pue- blo, 4, 501-2; 6, 945. No se oponen a él los jesuítas, 4, 480-1; 6, 575. Los pueblos no son para los reyes, 4, 585-6. Intervención de los papas en- tre los pueblos y los reyes, 616-7. La Iglesia lo defendió contra el feu- dalismo, 5, 709. Aristóteles sobre los destinos del pueblo, 4, 698-9. El cristianismo en su favor, 698-9; el Protestantismo contra él, 650-1. Ruina de las ins- tituciones populares, 669-70; data de la aparición del Protestantismo, 669- 70- La prensa y la intervención del pueblo en la política, 5, 524-5. Ven- tajas de la comunicación del pue- blo con los reyes, 6, 525-6. Su inter- vención en los negocios, 5, 508. Cuál invocan los progresistas, 6, 60-1. Escasa libertad de los pueblos, 6, 347. Importancia de la religión en su historia, 5, 757. La edad de los pueblos, 8, 330. Puente (Luis de la) (1584-16241. Jesuíta v escritor español. 8, 254, 256. Puerto Nuevo (Marqués de). Can- didato vilumista por Barcelona en 1841. 6. 749. Pufendorff (Samuel) (1632 - 16941. Jurisconsulto e histiriador alemán protestante. Sobre la autoridad de la Iglesia, 4, 52-3. Su doctrina del origen del poder civil, 541. Sobre la tolerancia religiosa, 554-5. Obra ci- 975 EFEMÉRIDES E ÍNDICES tada: "De monarcihia Pont, rom.", 35. Citado: 532, 54,1, 558-9. Puíg. 1, 681. Puig (José». 8, 188-9, 195-6 Puig y Esteve (Francisco) (1812- 1885). Fué canónigo arcipreste de la catedral de Barcelona y en colabo- ración con Balmes arregló el "Ma- nual para la tentación", i, XXXIII- IV. 673-4. 684-8 ; 8. 254. Puigblanch (Antonio) o Puig y Blanoh. Vid. Natanael Jorotob. Puigdollers (José) (1807-1878). Ca- nónigo lectoral de Vich desde 1861. 1, 830-1. Puigllat y Amigó (Mariano) (1804- 1870). Fué vicerrector del seminario de Vioh y desde 18S2 obispo de Lé- rida. Carta al mismo, 1, 659. Fallo de su proceso, 659, 662. Pujol. 1, 588, 603-4. Punto. Sobre el indivisible, 2, 380. Puntos cardinales. No son fijos, 2, 335. Pupila. La del ojo, 3, 200-1. Purgatorio. Su pena temporal, 5, 274. Dificultad del escéptico, 401. Ra- zón de justicia y de equidad, 401-2. Los sufragios, 402-3- Es tradición universal, 403. Puritanismo, Puritanos. Vid. Par- tidos. Pusey (Eduardo Bouverie) (1800- 18S2). Teólogo anglicano, proceden- te de la Universidad de Oxford. En 1833 empezó la publicación de "Tracts for 'the times" y con Newman fun- dó una nueva escuela contraria al liberalismo protestante y al estatis- mo con la pretensión de enlazar la iglesia actual con la de la Edad Media. En 1836 inició la traducción de las obras de I03 Santos Padres. Muchos de sus discípulos y compa- ñeros, Newman, Faber, Ward, Ben- son, etc., se convirtieron al Cato- licismo y con esto puede decirse que dejó de existir el "puseísmo". Pu- sey murió en sus errores. Doctrina de Pusey, 8, 59. La conversión de Inglaterra, 61-2. Pusilanimidad. 3, 590, 716 , 721, 104. Puyal (Mariano) (1792 - 1855). Je- suíta que ¡fué provincial en España y superior de la casa de Madrid. Había sido preceptor de los hijos del pretendiente Don Carlos María Isi- dro de Borbón. 1, 831-2, 870. Quadrado y Nieto (José María) (1819 - 1896). Nacido en Ciudadela (Menorca). Periodista, historiador y escritor ascético. Durante el año 1844 con Alguiló y José Maria Vi- dal y Pont ,publicó en Palma la re- vista "La Pe". En 1845, a instan- cias de Balmes, dirigió en Madrid el diario "El Conciliador". Cartas al mismo, 1, 729-30, 759 , 764-6, 769- 71, 784, 788-91, 802-3, 811, 816-9. Cam- bio de "El Pensamiento" con "La Fe", 729-30. Se propone a Quadrado la dirección de un periódico en Ma- drid, 759, 764-^ 769-70; aceptación de Quadrado y carácter del diario "El Conciliador", 770-1; más sobre "El Conciliador", 6, 4-5; 7, 205-6, 470. Colaboración de Quadrado en "El Pensamiento", 1, 788-91; 6, 4-5; 7, 470. Elogios a Quadrado, 1, 790-1. 811, 818-9; 6, 439-40. Sobre los ar- tículos de Quadrado, 1, 790-1, 811, 818-9; sobre el artículo "Reacción", 6, 435, 438: el artículo "¡Sobre la si- tuación", 779, 786. Citado: 1, 730, 773, 775-7, 780, 783-7, 789, 792-5, 817-8; 6. 435, 779 ; 7 , 533, 534-5, 546. Quenisset. Su atentado contra el duque de Aumale, 6, 117-8, 129-30. Quesada (Vicente Jenaro de) (1782- 1836). Militar realista hasta 1833 y constitucional después. Fué asesina- do en un motín progresista, siendo capitán general de Castilla la Nue- va. ¡Su exposición a la reina contra Cea Bermúdez, 6. 237-8 ; 7, 680. Es asesinado, 5, 717-8; 7, 79-80, 364-5. Quetelet (Lamberto Adolfo Jaco- bo) (1796-1874). Matemático y soció- logo belga. Ley del aumento de la población, 5, 548-9. Citado: 479-80. Quilon de Lacedemonia o Kilom de Esiparta. Político citado como uno de los "siete sabios" de Grecia. 3, 420. Quintana (Jaime). Manresano, ca- tedrático en Cervera desde 1803 y en Barcelona desde 1822. 1, 563-9, 642-3. Quintana (Manuel) (1772-1857). Poeta y político progresista. Duran- te la regencia de Espartero (1840- 1843) fué ayo de Isabel II. 8, 359-60. Quintas. Su impopularidad en Ca- taluña, 8, 156-7; 7, 284, 605, 726. Quintiliano (42-120). Escritor y orador de la época romana nacido en Calahorra. Sobre el estilo, 8, 52. Sobre los grandes hombres, 3, 640. Quintio Elaminio (siglo II a. de J. C). Personaje romano, tribuno en 208 y cónsul en 198, vencedor de Filipo de Macedonia. 4, 153-4. Quinto Curcio Rufo (siglo I). His- toriador latino. Se alude a su "His- toria de Alejandro Magno" en 3, 666. Quiroga (Gaspar) (1512-1594). Obis- po de Cuenca en 1572, arzobispo de Toledo en 1577 y cardenal en 1578. Sus relaciones con el P. Mariana, 8, 47-8. Racine (Juan) (1639-1699). Drama- turgo francés de la escuela de Port- Royal. Obra citada: "Athalia", 3, 620-1. Citado: 8, 432-3, 473 ; 3, 617-8. Raciocinio. Operación del entendi- miento, 3, 635, 645, 648, 30, 59-60. Su fundamento es el principio de con- tradicción, 61. Formas dialécticas: ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 979 silogismo, 640-1, 648, 62; entimema, 642-3 , 648, 70; epiquerema, 70; di- lema, 648, 70; sorites, 71-2. Falacias, 72. El raciocinio en la sintaxis, 338-9. Radicales. Letras ; su objeto, 3, 308. Ejemplos. 308-9. Sus cambios en diversas lenguas, 309. Rafael de UrbTño (1483-1520). Pin- tor italiano. Su "Transfiguración", 2, 239-40. Citado: 8, 432; 4, 207-8; 5, 319, 513, 892-3 ; 8, 334-5 ; 3, 617-9, 374-5. Rafols (P. Benito). 1, 874. Raimundo de Fitero (San). Mu- rió en 1163. Religioso cisterciense español. 4, 433 Raleagh (Lord). Su intervención en el proyecto de matrimonio del conde de Montemolin con Isabel II, 7, 447-8. Ramales. Acción de la guerra car- lista. Comportamiento de Esparte- ro. 8, 80. Ramírez de Arellano (José). Vi- cegerente de la nunciatura apostó- lica en 1840. Murió en 1844. Recla- mación por los atropellos de la Jun- ta de Madrid, 8, 114; por el destie- rro de varios prelados, 116; por el nombramiento de gobernadores ecle- siásticos, 116-7; por el arreglo pa- rroquial de Madrid, 117-8. Su ex- pulsión, 119-20. Sobre su muerte, 1, 716. Citado: 8, 110, 114-22, 128. Ramírez y Cotes (José) (1789-1855). Orador sagrado y escritor ascético en cuyo domicilio, en Madrid, vivió Balmes algún tiempo. Es citado al- gunas veces por Sr. D. José. Cartas al mismo, 1, 741, 774. Citado: 712-3, 726, 730-3 , 740-1, 774, 777 , 784 , 793-4, 834, 854. Ramón de Penyafort (San). Mu- rió en 1275. Dominico catalán. Su intervención en la fundación de la orden de la Merced, 4 , 459-60. Ci- tado: 460. Ramón Pascual (José). Contem- poráneo. Procurador de tribunales. 1, 892-3. Ramsay (Andrés Miguel) (1686- 1743). Fué preceptor de diversos personajes y en sus últimos años intendente del duque de Lorena. Fe- nelón le convirtió al Catolicismo. 5, 199. Ramus (Pedro) (1515-1572). Filó- sofo y humanista francés que abra- zó el Protestantismo y fué una de las víctimas en la noche de San Bartolomé. 3, 488. Ranke (Federico Enrique) (1797- 1876). Exegeta alemán y autor del li- bro "Investigaciones sobre el Pen- tateuco". 8, 381-2. Ratisbone (Alfonso María) (1812- 1884). Educado en el judaismo y convertido al Catolicismo en 1842. Fué primero jesuíta y después de la Congregación de Nuestra Señora de Sión. 8, 366. Raventós (Jaime). I, XXXIX. Ravignan (Gustavo Javier Lacroix de). Nota histórica, 8, 32. Biogra- fía, 32-3. Nacimiento y educación. 34. En el tribunal del Sena, 35-6. En la Compañía de Jesús. 37-8. Sus conferencias en Nuestra Señora de París, 39-40. Movimiento religioso de París, 42-3. Citado: 5, 829-30, 940: 8, 34-42; 6 , 574. Raza. Glorias de la raza española. 6, 147-8. La raza española y la in- glesa, 147-8. La de América no es española, 148. Influencia del clima en la raza, 148-9. La de España es la misma de Europa. 149. La raza y el clima en relación con los fe- nómenos sociales, 149-50. El males- tar de la raza española, 7 , 844. Razón. Certeza que produce, Z, 24-5. No puede demostrarlo todo. 98-9. Comunidad de razón entre los hombres, 480-1. Ella demuestra la existencia de Dios, 481-2. Dios, ra- zón universal subsistente, 485, 489- 90. La razón impersonal, 485-6 , 491. Destruyen la razón humana: Kant. 5, 335-6; 2, 696; Lamennais, 3, 524-5; Jacobi, 532. Conciliación con la fe por San Anselmo, 4, 738-9 ; 3, 472. La razón, regla de moral, 3, 742-3 ; 2, 805-6, 156. Gobernadora de las pa- siones, 721-2, 26. La ley, ordenación de la razón, 174. La ley, expresión de la razón general y no de la vo- luntad general, 4, 587-8. La Iglesia no es enemiga de la razón, 737-8. Su conformidad con la religión en lo tocante al alma, 5, 10-1. La im- personal de Hegel, 344. Su lucha con las pasiones, 596-7 ; 8, 336. La diosa razón, 329. La razón y el sen- timiento. 329. La razón y el entu- siasmo, 335. La sátira y la razón, 335-6. Razón y buen sentido, 337. "Razón y Fe". Revista de cultura general publicada por los Padres Jesuítas en Madrid. 5, 879. Razonamiento. Serie de argumen- tos, 3, 61. (Vid. Argumentación, Ra- ciocinio.) Reacción política. No la produci- ría la unión de los monárquicos, 6, 769-70. No la produciría el matri- monio de conciliación, 7, - 74, 230-1. 747, 804; ni en las formas políticas, 85 , 230-1, 747, 752-3 , 804; ni contra las personas, 95, 232-3, 240; podría evitaVse la religiosa con un previo arreglo con Roma, 767, 230-1, 758-9, 772. La de Lisboa (1846), apoyada por Francia y España, 7, 870-1. Realidad. Es la verdad, 3, 551, 553, 556-7, 8. Contingente y nece- saria, 2, 510-1. Realidad, categoría de Kant, 535-6. 540-1. En la ciencia geométrica, 297. En las ciencias na- turales, 299-300. Realidad y fenó- meno, 372; armonía entre ambos, 373; los confunde Descartes, 383. Realidad del mundo externo, 236-7, 373; 3, 214; de la extensión, 2, 242-3: 373; 3, 218-9; de la razón universal, 980 EFEMÉRIDES E ÍNDICES 2, 430. No la tiene lo indefinido, 61G-7. Realidades afirmadas de Dios, 652, 661. De la substancia corpórea, 668-9, 713. Verdad real, 3, 276, 286-7. Realismo. Escuela filosófica, 3, 470-1. Recaredo I. Murió era 601. Rey vi- sigodo de España desde, 586, hijo de Leovigildo y hermano de San Hermenegildo. En 587 se convirtió del arrianismo al Catolicismo. 5, 82-3, 187-8; 6, 72, 167-8. Recta. Infinita; su idea, 2, 620, 629-30, 660; 3, 265. Rector de Horta (1844). 1, 728. Rectores. Los de las universidades en el plan de Pidal, 7, 382-3. Redundancia. En la definición, 3, 40. Reflexión. Operación del entendi- miento, 2, 57-8; 3, 245, 255. La de la estatua de Condillac, 2, 413-4. Bn las ideas generales e indeter- minadas, 531-2. En la idea de ente, 531-2, 539 Producto de actividad in- terna, 790-1. No la explica el sen- sualismo, 3, 245. En la elaboración de las ideas, 502. La reflexión sobre las pasiones, 3, 732-3. "Reflexiones sobre el celibato del clero". Memoria premiada, 1, 609-10; 5. 655-6. Su reimpresión, 655-6. Pu- blicada por "La Religión", 1, 627-8; 5, 655-6. Texto, 655-74. Otras refe- rencias, 1, 615-6, 618-9. Reformas. Sus dificultades en las instituciones arraigadas, 6, 476. De- ben proceder de la autoridad legi- tima, 478. La resistencia absoluta a las reformas en contradicción con los hechos, 7, 976. La reforma de la Constitución. (Vid. Constitución.) Las reformas políticas de Pío IX, 949, 974, 981. Los modernos reforma- dores según Frayssinous, 5, 648. Las reformas legítimas en la Igle- sia, 5 , 785-6. Los corifeos protestan- tes no teníain misión reformadora, 31. Las eclesiásticas de Gregorio VII y del concilio de Trento, 6, 477-8. Fenelón y las reformas, 8, 333-4. Regalías. En Europa, 4, 559. La manía, dé las regalías en los mo- narcas españoles, 596. Sobre ellas Judas José Romo, 5, 94-5. A¡nte la colección hispana de cánones, 96. Intentos del ministro Caballero, 98-9. En tiempos de Carlos III, 4, 560; 5, 99-100. Sobre ellas Masdeu, 100; v Martínez Marina, 102-3. Las de la "Corona de Inglaterra, 104-5. El re- galismo, efecto del Protestantismo, '7, 997-8. Regencia. Sus inconvenientes en las minorías, 6, 20-1. Ambicionada por Espartero, 8, 85. Renuncia de Doña Cristina, 98-9. Partidarios de la regencia trina, 100-1. La de Espar- tero, 100-1, 127; sus designios de prolongarla, 210. Regencia provisional (septiembre de 1840-mayo de 1841) : Sus reía- I ciones con los partidos, 810-1; su manifiesto de noviembre de 1840, 111 ; reclamaciones de la nunciatura, 115-6; en la cuestión del destierro de los prelados, 116-7; en la de los gobernadores eclesiásticos, 116-7; su arreglo parroquial de Madrid, 117-8: expulsión del vicegerente de la nun- ciatura, 119-20; su conducta con el Papa, 121-2; supresión de "Propa- ganda Fide", 125-6. La ley de re- gencia en Francia a la muerte del duque de Orleáns, 6, 245-6. La de María Cristina y la de Espartero. (Vid. estos nombres.) Régimen. En la sintaxis, 3, 339. Registro interior. Su supresión, 7, 195. Régulo. General romano del si- glo III a. de J. C, el cual, vencido y hecho prisionero por los cartagi- neses el año 255, fué enviado por ellos a Roma para que negociase la paz. En Roma aconsejó la conti- nuación de la guerra, y cumpliendo su palabra volvió a su prisión de Cartago, en donde fué atormentado y ejecutado. 4, 162, 223 ; 5, 295, 301-2; 'Reid "(Tomás) (1710-1796). Filóso- fo escocéis. 2, 186-7; 3 , 508-9. Reinolds. Sobre la monarquía in- glesa (1848), 7, 1042-3. Reinoso (Félix José) (1772-1841). Eclesiástico y polígrafo que ocupó diversos cargos en Sevilla y fué juez de la Rota en Madrid, 8, 114-5. Reinoso (Mariano Miguel). Murió en 1863. Político español, diputado moderado por Valladolid en 1844. 6, 1058-9; 7. 21-2. Reixaeh (Benito). Dominico ex- claustrado. 1, 804-5. Relación. La idea, 3, 259, 314. Lo absoluto y lo relativo en moral, 2. 821. Conocimiento de las relaciones entre los seres, 3, 613. Entre las ciencias, 2, 32. De lo representante con lo representado, 71. De la idea con el objeto, 147-8. Necesarias, 161-2. Relación de lugar, 375-6. De comen- surabilidad. de generación, de ac- ción, 377^ Relaciones corpóreas: su necesidad o contingencia, 382. En- tre la idea y la representación sen- sible, 423-4. Entre la verdad uni- versal y la particular, 482-3. De las palabras con las ideas, 492, 797, 3, 36, 288-9, 291, 295-6. Del entendimien- to con la sensibilidad, 2, 497. La unión es relación, 547-8. La veloci- dad es una relación, 575-6. Relacio- nes de tiempo, 584-5, 606. De la idea de tiempo con la experiencia, 591, 607. De la substancia corpórea con los accidentes, 670; no es igual que la de causa a efecto, 712-3, 715-3. Del sistema de Fichte con el de Kant, 732. El panteísmo contradice la idea de relación, 737-8. Relación entre los principios de contradicción, causalidad y precedencia, 761-2. Re- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 981 lación de causalidad, 763. De lo existente con lo no existente, 777. Entre los fenómenos espontáneos y la organización. 794-5. Entre la sen- sación y el movimiento, 3, 205-6. Entre ¡a imaginación y el cerebro, 231, 233. Del sentimiento con la or- ganización, 239-40; con la inteligen- cia, 239-40; con la moral, 240. Entre las ideas, 275. Del alma con el cuer- po, 355; con el cerebro, 362-3. Entre el cerebro y el cráneo, 368-9. Relaciones expresadas por las pre- posiciones, 3, 335-6; por los adver- bios, 336-7; por las conjunciones, 337. Entre la sociedad y la literatura, 8, 457. Entre las ciencias morales, naturales y matemáticas, 458-9. En- tre las líneas trigonométricas, 585-6, ."99-600, 619-20. Relajación. La del clero en la Edad Media, 5, 815. Religión. Cuestiones fundamentales. Necesidad de conocer los fundamen- tos de la religión. 6, 114-5. Existen- cia de una verdadera, 5, 12, 44-5. Obligación de buscarla, 392-3; 3, 135. No todas las religiones son verda- deras ni agradables a Dios, 691. Existe una revelación, 693. La reli- gión católica es la verdadera, 5, 44-5, .392-3; 3, 696-7. Sus impugnadores 697 ; 5, 109-10, 378-9. Insensatez del indiferentismo religioso, 59, 138-9, 252. 689- La tolerancia religiosa, 4, 343. La religión es de interés social, 100-1. 567; 5, 134; 3, 171. Sus rela- ciones con la poesía. 8, 479; con las ciencias, 4, 301: 5, 48-9. Su influen- cia en la sociedad, 759 , 795-6. Es la filosofía de la historia, 117, 551; 8, 341. Multitud de religiones, 5. 255: es castigo del pecado original, 261. Jouffroy sobre el origen de la re- ligión. 283. No es producto de las masas, 283-4. La religión en la In- dia, 3, 412; en China. 416; en Persia. 418; en Egipto, 419. La de He.gel, 5, 339-40; la de Cousin, 348: la de Owen. 576-7: la de Tomás Moro en "Utopia", 589. Pensamientos sobre religión; 8. 330-2, 341, 344-6, 385, 387. (Vid. Catolicismo, protestantismo.) "Religión (La)". Revista de la cual fué director y redactor único Joa- quín Roca y Cornet desde que la fundó en 1837 hasta que cesó en 1841 para publicar "La Civilización" en colaboración con Balmes y Fe- rrer y Subirana. Cuando éste cesó en 1843, Roca y Cornet, en colabo- ración con Rubió y Ors, volvió a publicar "La Religión", pero a los los meses las excepcionales circuns- tancias por las que pasó Barcelona fueron obstáculo a su continuación. Se solicita la colaboración de Bal- ines, 1, 626-7. Su restablecimiento en 1843, 693. Referencias al mismo, i XXXVII, 625-6, 632-3, 642, 693-4, 731- 32; 5 , 653 , 452. I "Religión demostrada (La)". Obra I de Balmes. Texto, 5, 5- Fases de su publicación: la primera edición, 1, 601-2; la segunda, 693, 712-3, 716-7, 720-5, 731-33, 737-8, 761-4, 768; traduc- ción catalana clandestina, 735-6, 738- 3D; la tercera edición, 782, 805; pro- yectada venta de su propiedad, 826 : la cuarta edición, 837; la quinta, 838. Otras referencias, 5, 5; 7, 713. Religiosidad. No es signo de apo- camiento, 3 , 699. De Leibniz, 5, 334. De los grandes hombres, 447. La antigua en Barcelona, 909; la ac- tual, 912. La de Cubí, 8, 271. La de Bacon de Verulamio, 3, 698 ; 2, 405. La de Descartes, 64; 3, 490-1. Reliquias. Culto a. las de los san- tos. 5, 425. Reloj. Medida arbitraria del tiem- po. 2, 563. Remisa (Gaspar, marqués de la). Murió en 1847. Financiero residente en Madrid, de cuya casa Aribau era apoderado y en la cual Balmes te- nía cuenta corriente. En 1833 Ari- bau le dedicó su "Oda a la patria" como salutación onomástica. Cartas al mismo, 1, 756-7, 761-2, 768-9. Ci- tado: 713; 7 , 727. Remond de Montmort (Pedro) (1678-1719). Filósofo y matemático francés. Carta de Leibniz a él, 2, 188-9. Remusat (Abel) (1788-1832). Orien- talista y médico francés. Sobre Lao- Tseu, 3, 416- Ohra citada: "Miscelá- neas asiáticas", 416. Remusat (Conde de) (1797-1875). Filósofo y político. Fué ministro del Interior en el gabinete de Thiers (marzo-octubre de 1S40), dedicándo- se después a sus publicaciones. 6, 577. Renta. La de los bienes del clero, 5, 750-1. La del capital; su justicia. 6?"¡-6. "Reparador (El)". Diario que ya existía en enero de 1843. Debió ser católico y tuvo tal vez algún tro- piezo gubernativo en abril o mayo de 1844. 1, 715-6; 8, 201; 6, 550-1. Representación. La sensible en las sensaciones de la vista y del tacto. 2, 215; 3, 210-1. No existe en las del olfato, gusto y oído, 2, 215; 3, 210-1. La sensible interna o imaginación, 2, 419, 228. Es distinta, de la idea, 341-2. En la idea de espacio, 342-3. En la del triángulo, 342-3, 418-9 , 429- 30, 243. En la de un polígono de muchos lados, 2, 429-30; 3, 244. En la de número, 244-5. Elementos de la representación sensible, 2, 4G7-8; 3, 219-20. Clases: pasiva, 2, 468-9; espontánea, 469; libre, 469-70. Si la hay intermedia en'tre la sensible y el acto intelectual, 471. Si las puede tener un espíritu puro, 391-2. Cómo 982 EFEMÉRIDES E ÍNDICES embaraza la percepción intelectual, 394. Unidad de muchas en un solo pensamiento, 702- No son innatas, 500 ; 3, 255-6. La de extensión infini- ta, 2, 635, 660. La intelectual: su existencia, 2, 57. Su origen y objetividad, 63-4. Malebranche y Descartes sobre ella, 64. Representación por identidad, 70-2; ejemplos de la visión beatífica y de la inteligencia divina, 73. Por causalidad, 70-1, 80; ejemplo en el conocimiento que tiene Dios de las criaturas, 80-1. Por idealidad, 70-1, 80-1. Activa y pasiva,. 74-5. Representativo (Gobierno). Vid Política. República. La federal en Suiza y los Estados Unidos, 6, 112-3. Si la (monarquía parlamentaria es el trán- sito de la monarquía a la repúbli- ca, 364, 547-8. La república como for- ma de gobierno, 620. La república francesa, 7, 1025-6; posibilidad de la forma republicana, 1036; la repúbli- ca unitaria y federal, 1037-8. Los re- publicanos de Barcelona, 8, 146-8. Repúblicas y monarquías según Montesquieu. 4, 283. La república en la "Utopia" de Tomás Moro, 5, 587. "Republicano (El)". Periódico que empezó a publicarse en Barcelona el l.o de octubre de 1842, dirigido por Francisco de P. Cuello. Salían tres números por semana. En él publicó Aibdón Terradas su "Plan de revolución", reproducido en 8, 146-8. Citado: 151. Repugnancia. Intrínseca entre dos seres, 2 , 581-2, 606. Reputación. Falsa, 8, 338-9. Las reputaciones a prueba, 335-6; 6, 334. Responsabilidad. Moral; qué es, 3, 131. Negada por Owen, 5 , 574-5. Restañi (Abate). 8, 271. "Restaurador (El)". "Curso de doc- trina filosóficocatólica por D. N. G. de C." Se publicó en Madrid. Prin- cipió esta publicación por entregas el 6 de junio de 1840. La última en- trega del tomo I lleva el número 9 y la fecha 30 de agosto de 1840. Substituyó a "El Genio del Cristia- nismo". Su director fué Nicolás Je- rónimo de Carbonell. 1, 634. Retina. Del ojo, 3, 200-1. Retrato. Sobre uno de Balmes di- bujado por Ponciano Ponzano, 1, 768-9; otro pintado por Federico Ma- ri razo, 747. Reuehlin (Juan) (1455-1522). Hu- manista y hebraísta alemán, 4, 759-60. Reus. Levantamiento contra Es- partero, 8, 216. Revelación. Su posibilidad, 3, 692, 21-2. Su existencia, 694-5. Su acuer- do con la filosofía, 698. En la doc- trina de Lamennais, 524-5. Revilllagigedo (Conde de). Alvaro José de Armada Valdés, casado con la condesa de Revillagigedo en 1838. Fué diputado vilumista por Oviedo en 1844. 6, 1047-8, 1060-1. "Revista de Ambos Mundos" ("Re- vue des Deux Mondes"). Fundada en 1829 y que aun subsiste. Sobre el primer ministerio Narváez, 6, 581. Citado: 1, 776. "Revista de Edimburgo" ("Edin- bourgh Review"). Fundada en 1802. 1, 779. "Revista de España y del Extran- jero". Director y redactor principal, don Fermín Gonzalo Morón. Se pu- blicó en Madrid. Principió quince- nalmente el 15 de enero de 1842. En 1845 tomó el nombre de "Revista de España, de Indias y del Extran- jero". Fué una publicación política y literaria. 8, 201. "Revista de Intereses Materiales y Morales". Periódico de doctrinas progresivas en favor de la humani- dad, redactado por D. Ramón de la Sagra. Se publicó en Madrid. Prin- cipió el 1845 y parece que salieron dos tomos únicos, con 354 páginas en conjunto. 5, 627. "Revista de Madrid". Publicación literaria y política fundada por Pe- dro Pidal y Gervasio Gironella (1838- 1845). Solicita la colaboración de Balmes, 1, 649-50. "Revista Española (La)". Principió el 7 de noviembre de 1832, saliendo dos veces por semana al principio y tres veces desde el 27 de septiem- bre de 1833. Cesó el 26 de agosto de 1836. Fundada en Madrid por José María Carnecero y redactada por Antonio Alcalá Galiano, N. Cam- puzano, Mariano Carnecero, Juan Grimaldi, N. Rodrigo. 8, 8. "Revista Independiente" ("Revue Indépendante"). Publicada en París. Por los años de 1841 era el órgano del partido republicano y pretendía contrarrestar las doctrinas de la ''Revue des Deux Mondes". Uno de sus principales redactores fué Pedro Leroux. 5, 286. "Revista Peninsular", "bajo la di- rección de D. Andrés Borrego". Pu- blicación políticoliteraria que salió en Madrid en 1838. Tal vez a ella se refiere la cita, 1, 578-9. Revolución. Significado de esta palabra, 6, 55-6. El individuo y la sociedad ante ella, 4, .224-5. Es cau- sa de grandes despojos, 5, 716. Re- volución y evolución, 8, 342. Ante- cedentes en la España de Felipe V, de Fernando VI y de Carlos III, 6, 32- 3. Preparativos para la francesa, 33- 4, 544 - 5. Está próxima cuando adula al poder, 4, 559. La revolución francesa de 1789. 5, 766-7; 5, 470-1, 506 ; 8. 104; 6, 35. Fué impotente contra la Iglesia, 5, 766-7. Comparación con la inglesa y americana, 4, 716-7; 5, 506. La re- volución francesa, personificada en Napoleón, 4, 563-4; 6, 64; y conso- ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 983 lldada por él, 8, 335 ; 6 , 64 , 255-6, 564-5. Su conducta con la Iglesia, 5, 765-6; 4, 595-6; 8, 136, 139; 6, 274, Sil. La revolución francesa de 1830, 42-3. Repercusión de la revolución francesa en España, 36, 42-3, 164-5, 229. Cotejo entre la francesa y la española. 38. 143-4, 164-5, 190-1, 227, 311, 811-2. Anomalías de la revolución española, 40; no tuvo la opinión a su favor, 41, 56-7, 222-3. Epoca consti- tucional de 1820-1823, 6, 39. Conduc- ta de la revolución con la religión v con el clero, 103, 190-1, 278, 783-4. Aversión del clero regular al siste- ma revolucionario, 474; y del secu- lar. 475. Caracteres de la revolución española, 220; su esterilidad y mez- quindad, 220-1; su impopularidad, 222; vencida en 1814, 229; su des- crédito, 232. Cómo se han de portar los monarcas ante las revoluciones, 231. El trono ha sobrevivido a las revoluciones, 316-7. Si es preferible la revolución monárquica o un mo- narca revolucionario, 329-30. Si la revolución ha llegado a su término, 330, 332. La revolución invocando la legalidad. 332. Pone a prueba las reputaciones políticas, 334. Daños causados por ella, 362, 480-1 ; 7, 207-8. La revolución escudándose en el trono, 6, 388-9; 7, 340; y adulando a los reyes, 6, 655-6. Sentimiento monárquico en tiempos de revolu- ción, 429-30; la revolución amenaza la monarquía, 455-6; es temible, 771. La nivelación de clases en España es anterior a la revolución, 461-2. Ocasiones malogradas para matar la revolución, 506. El rey en la escue- la revolucionaria, 411. La discusión del presupuesto es arma de la re- volución, 668-9. Amenazas revolucio- narias después de la crisis Viluma (1844), 696-7. No se satisface con concesiones, 778, 782-3. La revolu- ción está en las instituciones, 7, 12-3. Revolucionarios sin principios, 364- 5. La revolución española, prote- gida por Inglaterra, 864-5; en 1846 nada aprovecharía a Inglaterra una revolución en España, 864-5; incom- patibilidad del trono con la revolu- ción, 911-2. La revolución, fruto del Protestantismo, 997-8. Todavía hay tiempos peores que los de revolución, 6, 357 ; aquellos en que se ataca de raíz la vida mo- ral. 359-60. Los desengañados deben unirse contra ella, 6, 70-1; inutilidad de anatematizarla, 407 ; políticos al pa- recer imparciales que se inclinan a ella, 416-7; medios de combatirla, 4S3. El partido progresista, esencial- mente revolucionario, 55-6, 492, 731-2, 766-7; 7, 5-6, 897. El partido conser- vador es conservador de la revolu- ción, 6, 493-4, 747-8, 1046 ; 7, 897. Los moderados, incapaces de dominar la revolución 6, 676 - 7. Las escuelas conservadoras modernas son hijas de la revolución, 4, 566; los revo- lucionarios son enemigos del trono, 6, 777-8. Los hombres de las dere- chas se esfuerzan en matar la re- volución, 836. Quedaría dominada con el matrimonio de conciliación, 7, 65-6, 69. La revolución y el go- bierno de Narváez, 324; algunos ser- vidores de la reina, auxiliares de la revolución, 851. Anuncios de una revolución a favor de Don Enrique, 869-70. Revolución francesa de 1848, l, 850-1, 854; 7, 1025-6. "Revue Critique et Littéraire". Fundada en París en 1840 como ór- gano de la "¡Societé de St. Paul", cofradía de hombres de letras. Tu- vo una vida efímera- 1, 690; 8, 44. Rey. La Inquisición contra el po- der excesivo de los reyes, 4, 387, 394-5. Fr. Diego de Chaves sobre el poder de los reyes, 387, 394-5. El Pro- testantismo fomentando el despotis- mo de los reyes, 554. Distinción en- tre el rey y el tirano según Maria- na, 561-2. Hobbes da poder ilimitado a los reyes, 564. Fray Juan de San- ta María sobre los reyes y las mo- narquías, 568. Santo Tomás sobre el poder de los reyes, 585-6, 600. Su in- violabilidad en las modernas cons- tituciones, 612-3. Intervención de los papas entre los pueblos y los reyes, 616-7. Los reyes sujetos a la ley, 637-9. Los abusos del poder real, 669- 70; condenados por lá~3emocracia razonable, 671-2. Distinción entre el gobierno del rey y el de la ley, 672. Palafox sobre ía tiranía de los re- yes, 687-8. Pretendida alianza del rey y el clero contra el pueblo en tiempos pasados, 705-6. El Papa y el poder civil de los reyes, 5, 57-8. Los atentados contra los reyes en Francia y España, 6, 117-8; 7, 834-5. Los reyes ante las revoluciones, 6, 231. El trono sobrevive a las revo- 'uciones en España, 316-7. Si es me- jor un monarca revolucionario o una revolución monárquica, 329-30. El poder real ante el popular, 367; la inviolabilidad del rey en las Consti- tuciones, 261. El rey en la escuela revolucionaria, 511. La revolución escudándose en el trono, 388 ; 7, 340. La máxima "el rey reina, pero no gobierna", 6, 511, 518. Ventajas de la comunicación del rey con el pue- blo, 525-6- Adulaciones de los revo- lucionarios a los reyes. 555-6. El rev en el sistema representativo, 512; 7 , 598 - 9, 659 - 70. La reforma de la Constitución es de la competen- cia del rey, 6, 610-1. La prerrogativa legislativa del rev, 665; de acuerdo con la historia, 665; 7, 659-70. Con- veniencia de robustecer el poder real, 6, 551-2, 702-3, 751-3, 857, 1034; 7, 292. Los amigos y los enemigos del trono, 6, 772. La iniciativa real 984 EFEMÉRIDES E ÍNDICES en la reforma constitucional, 916-7, 930. "La Nueva Recopilación" sobre el "oficio" de rey, 945. El Senado, independiente del rey, 980. Sobre la facultad del rey de elegir senado- res, 982-3. Discusión del artículo re- lativo al matrimonio del rey en la Constitución reformado (1844), 996. ¡Fuerza del poder rea! con el matri- monio de conciliación, 7, 90-1, 223. Las prerrogativas de la Corona no llegan al Tribunal de la Penitencia, 159-60- El rey y el poder militar, 257. La soberanía real en las Cons- tituciones antiguas, 660-1, 663-4, 668- 70. Sobre las cualidades personales de los reyes, 838-9. Abuso de los ma- nifiestos reales, 867-8. Pensamientos sobre el poder real, 8, 342-5. (Vid. Monarquía.) Rey de Bélgica. Desde 1831 lo era Leopoldo I de Sajonia-Coburgo (1790- 1865), casado con Luisa María de Orleáns, hija del rey de Francia Luis Felipe. 7, 940-1. Rey de Nápoles. Vid. Fernando II. Rey de Prusia. Vid. Federico Gui- llermo IV. Reybaut (Luis) (1799-1879). Litera- to y economista francés. Sobre la lucha entre la razón y las pasiones, 5, 596. Obra citada : "Estudios sobre los reformadores contemporáneos', 596. Rey (Joaquín) (1775-1850). Cate- drático en Cervera, varias veces diputado, presidente de la Academia de Buenas Letras de Barcelona en 1841 y rector de la Universidad de Barcelona en 1845. 1, 654-5- Reyes Católicos. Así llamados los esposos Don Fernando V, rey de Aragón, y Doña Isabel I, reina de León y de Castilla. Preámbulo de su pragmática pa- ra la expulsión de los judíos, 4, 388-9. Comparación entre su inquisición y la de Felipe II, 393-4. Documento citado: Pragmática para la expul- sión de los judíos, 389-91. Citados: 302-4, 479; 6, 315; 7, 14-5, 200-1. (Vid. Fernando II el Católico, Isabel I la Católica.) Ribadeneira (Pedro de) (1526-1611). Jesuíta y escritor ascético español. Obras citadas: "Relación sumaria de la vida de la virgen Santa Tere- sa", 8, 427-8- "Vida de San Ignacio", 427. Ribas (Félix). Diputado provin- cial en Barcelona er. 1842. 8, 171, 173-4, 176, 178-80. Ribera. 1, 641-2. Ribó (Manuel). Impresor de la "Biblioteca popular" en 1871. 5, 451. Rabote (Manuel). Juez del Tribu- nal de la Rota en 1840. 8, 114-5- Ricardo (David) (1772-1823). Eco- nomista inglés. 5, 529-30. Ricardo de San Víctor. Murió en 1173. De origen escocés, monje v teó- logo. 4, 748-9; 3, 474. Ricart (José). Catedrático en Cer- vera el año 1834. 7, 777-8. Riccl (Luis) (1742-1799). Economis- ta italiano. 5, 530. Richelieu (1585-1642). Político y cardenal francés, primer ministro de Luis XIII desde 1624 hasta que murió. 3, 617-8; 0, 988-9; 7, 951. Rioherand (Anselmo Baltasar) (1779-1861). Médico y cirujano fran- cés. Sobre el cráneo y el cerebro, 3, 369. Riego (Himno de). Compuesta su letra por Evaristo San Miguel y cantado por primera vez a la entra- da de Riego en Málaga en 1820. 7, 812. Riego (Rafael de) (1785-1823)- Mi- litar asturiano, ejecutado en Madrid por su pronunciamiento de 1820. ti, 223-4; 7, 872. Riegos. Los posibles en Cataluña. 8, 932-3. Los canales de Urgel y del Ter, 933. Riera (Dr.). Eclesiástico, catedrá- tico del Seminario de Barcelona en 1846, censor de los escritos relv'no- sos de Balmes. 4, 572-3, 673-4, 716, 762-3; 7 , 783-4. Riera (José de). Natural de Vich y amigo de Balmes. Cartas al mis- mo, 1, 640, 647, 687-8, 714- Le en- carga la corrección de pruebas de "El Protestantismo", 647, 714. Car- ta que guardan sus descendientes, 897. Riesco Le-Gran (Inocencio). Ecle- siástico, fundador y director de "El Madrideño Católico". Carta al mismo sobre el premio obtenido por Balmes en el certamen del mencionado pe- riódico, I, 609-10. Invita a Balmes a ser el corresponsal de una proyec- tada Sociedad bíblicocatólica, 615, 618-9. Obra citada: "Vida de Talley- rand", 615-6. Citado: 617-8. 637, 650-1. Riolan (Juan) (1539-1606). Médico francés. 3, 201-2. Ríos Kosas (Antonio de los) (1812- 1873). Orador y político español mo- derado. 8, 112-3, 202-3. Ripolí y Vilamajó (Jaime) (1775- 1843). Canónigo en Vich e historia- dor. Alguna vez tomó el seudónimo "Diego Lorpli. Su interpretación de una inscripción romana, 8, 390-1. Ci- tado: 1, 615-6, 625-6, 629 ; 8, 390, 392. Riqueza. En general, Vid. Econo- mía política. Historia de la del cle- ro, 5, 680-1 ; fué producto de una ley social, 681 ; debida a su legítima in- fluencia, 687; provechosa a la so- ciedad, 689; necesaria a su misión, 690-1; favorable a la beneficencia. 694-5; y a la reconstrucción de Eu- ropa, 703-4; suavizadora de las des- igualdades sociales, 706-7; obstáculo al feudalismo, 709. Ristol (Antonio). Condiscípulo de ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 985 Balines en Cerrera, nacido en To- na. Por sus ideas moderadas sufrió prisión en julio de 1843 en los pre- ludios de la revolución centralista. Fué promotor fiscal en Barcelona. El y Félix Barba prestaron algún capital a Balmes para la edición francesa de "El Protestantismo". Su biznieta Concepción Oriola Cortada de Ristol es poseedora de algunas cartas de Balmes. Cartas al mismo: 1. 563 - 9, 617 - 8, 628 - 9 . 634-6, 639-40, 642, 644-6, 650-1, 676, 703-4 , 845. Ci- tado: 572-3, 575, 577-8, 582, 620-1, 624, 629, 634 , 637, 646-7, 651-2, 675, 678-9, 681-3, 704 ; 4, 3; 6, 17. Rivadeneira v C.a (M.). Imprenta en Madrid. 1, 774, 777-8. Rivaherrera "(Manuel de la). 8, 202-3. Rived (Juan Pablo). Diputado por Navarra en 1840. 6, 273-4. Rivera (Francisco de) o Ribera (1537-1591). Jesuíta español escritu- rista. Obra citada : "Vida de la Ma- dre Teresa de Jesús", etc. 8, 427. Robespierre (Maximiliano) (1758- 1794). Revolucionario francés que ejerció funciones dictatoriales por algún tiempo durante la revolución. Acusado de preparar la restaura- ción de la monarquía, fué guilloti- nado. 4, 349; 7, 684-5. Roca (Antonia). 1, 605, 606-7. Roca (Juan). Vicense, amigo de Balmes v abogado en Barcelona. Cartas al mismo: 1, 570-3, 575-7, 583-5, 587-90, 592-3, 598, 600-1, 603-10, 624-5, 627, 629-30, 632-3, 661, 668-70, 687-8, 713, 720-1. Citado: 574-7, 579. 582, 606, 612, 615-S, 622-3 , 629 , 640-2, 647, 667-8, 692-3. Roca y Cornet (Joaquín) (1804- 1873). Barcelonés. Escritor religioso v político fundador de la revista "La Religión'. Cartas al mismo: 1, 627-8, 632, 641-2, 644-7, 667-8, 673-4, 731. ^35-6. Obra citada y elogiada por Balmes: "Ensayo crítico sobre las lecturas de la ¿!poca", 8, 378. Citado: 1, XXXVI-VII. 560, 625-6, 629 , 647-8, 651-2, 657-8, 663-4, 667-9, 673, 675, 684-8, 692-4, 731-2, 834-5; 8, 647; 5, 452-3 ; 8, 5, 32, 226, 348-9, 378-9 ; 2, 181. Roca (Viuda de). Poseedora en Barcelona de las cartas de Balmes a Joaquin Roca y Cornet. 1, 897. Roca (Marqués de la). Diputado vilumista por Tarragona en 1844. 6, 1047, 1061. Roca de Togores (Mariano). Mar- qués de Molins (1812-1889). Literato v politico moderado español, varias veces ministro. 6, 996-7 , 999-1002 ; 7, 100-1, 345. Rodil (José Ramón) (1789-1S53L Militar y político progresista, va- rias veces ministro, y presidente de) gobierno desde junio de 1842 a ma- yo de 1843. 8, 191, 206, 214 ; 2, 647-8. liodín. Personaje de "El judío errante". 7, 141 Rodrigo. Ultimo rey godo de Es- paña desde 708 hasta su desapari- ción en la batalla de Guadalete (711). 6, 426. Rodrigo (Pedro). Impresor en To- ledo en 1599. 4, 561. Rodríguez (Alejandro y José). Li- breros en Madrid. Citados con al- guno de estos nombres o con el de casa Rodríguez: 1, 712-3, 715-6, 720, 726, 737-8, 74-1-5, 349-51, 754-7 , 759-63. 765, 770. 801, 803-9, 813-4 , 827-9, 835-7; 8, 228 ; 6, 10-1. Rodríguez (Alonso) (1538-1616). Je- suíta español y escritor ascético. 8, 254-6. Rodríguez Solano (Cristóbal). Diputado vilumista por Salamanca en 1844. 6, 1043, 1061. Rol. Apodo de Ferrer (Francisco de). Vid. Roma. Su poesía y el pueblo, 8, 469-70. Sus censores, 5, 794; 4, 283. La esclavitud en ella, 142-3; y el in- dividualismo, 218-9. La dignidad del hombre, 221-2. Su intolerancia, 348-9. Fué imitadora, de Grecia en el arte, 8, 228; y en la filosofía, 229-30 ; 3, 458- Originalidad de su jurispruden- cia. 8, 230. Romana (Marqués de la). Pedro Caro Sureda (1761-1811). Militar es- pañol. Estaba en 1808 cooperando a la guerra de Napoleón contra la coalición europea en Dinamarca cuando recibió la nueva de la inva- sión francesa en España y del le- vantamiento del país. Logró, con parte de sus tropas, ser embarcado a España y fué el general del ejér- cito de la izquierda en la guerra de la independencia. 3, 609-10 ; 6, 808-9. Romero (Nicolás^. Arcediano de Guadix, nombrado por el cabildo go- bernador eclesiástico en 1840. El go- bierno no acepta la elección, 6, 933-6. Romeu (Juan). Presbítero, primo de Balmes, fallecido en Madrid po- co después de haber sido ordenado en enero de 1847- Su fallecimiento, 1, 829-30. Romey .(Carlos) (1804-1874). Histo- riador francés. Su error sobre la supremacía del Papa. 6, 179-80. Obra citada: "Historia de España desde el tiempo primitivo hasta el presen- te", 5, 74-5; 6, 179-80. Romo y Gamboa (Judas José) (1779-1855). Obispo de Canarias (1834), arzobispo de Sevilla (1848) y cardenal desde 1850. Escribió el fo- lleto "Independencia constante de la Iglesia hispana", que le ocasionó un proceso, 1, 860. Carta suya a Bal- mes, 859. Vid. "Nota histórica", 5, 91- Balmes se interesa por la venta de su folleto, 1, 696-7. Sobre el mis- mo, 5, 91. Juicio sobre Masdeu, 99- 100. Citado: 7, 784. 986 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Rómulo. Personaje legendario con- siderado como el fundador de Roma en 753 a. de J. C, 4, 256-9, 301-2. Roothan (Juan) (1785-1853). Jesuí- ta general de la orden desde 1829. 1, 861, 863. Ros (Jaime). Religioso dominico. 5, 913. Ros de Olano (Antonio) (1808- 1886). Militar español y político mo- derado, ministro de Fomento con García Goyena y con Narváez en 1847. 6, 920-1. Roscelin (Juan) (siglo XI). Filó- sofo francés, fundador del "nomina- lismo". Guizot sobre él. 4, 732-3. Sus errores y malas artes, 723-4 ; 3, 470-2. No defendió el libre pensamiento, 4, 736. Comparación con San Ansel- mo, 745-6. Citado: 1, 714; 4, 731-6, 740, 744-5 ; 3, 473-5. Rosenkranz (Carlos) (1805-1879). Filósofo alemán. Sobre las doctri- nas de Kant, 2, 734. Citado: 732. Rosenmüller (Juan Jorge) (1736- 1815). Exegeta alemán protestante. Tal vez se refiere a él la cita, 8, 381-2. Rosmini - Serbati (Antonio) (1797- 1855). Sacerdote italiano y filósofo. Sobre la idea de ser, 2, 512. Obra citada: "Ensayo sobre el origen de las ideas", 36-7, 512. Rossi (Pelegrín, conde de) (1787- 1848). Político y jurisconsulto ita- liano nacionalizado en Francia. En el año 1846 era embajador francés en Roma y en 1848 presidió el pri- mer gobierno constitucional de los Estados Pontificios. Murió asesina- do en 15 de noviembre de 1848. 7, 947-8. Rossini (Joaquín Antonio) (1792- 1868). Compositor de música italia- no). 8, 427-8; 5, 513; 8, 297-8, 334-5. Rothschild (Anselmo, barón de) a773-1855). Jefe de la casa Roths- child de Francfort desde 1812. 6. 131 Rousseau (Juan Jacobo) (±712- 1778). Filósofo y escritor nacido en Ginebra, el -más genuino represen- tante de la filosofía del siglo XVIII. Contra el celibato del clero, 5, 673-4. Sobre la invención del len- guaje, 3, 293-4. ¡Su doctrina sobre la tolerancia, 4, 360. Sobre el ori- gen de la sociedad y del poder ci- vil: pacto social, 501, 504 , 510-1, 533. La Üarpe sobre Rousseau, o33-4. Santo Tomás y iRousseau sobre la ley, 587-8. Rousseau sobre Hobbes y Groeio, 588-9. Sobre las faculta- des del poder civil, 588-9. Su doc- trina favorece la insurrección, 616. Descrédito de sus utopías, 664. Rousseau sobre Sócrates y Jesucris- to, 5, 19-20- Ejemplo de inteligen- cia sin moralidad, 471. Obras cita- das: "Confesiones", 4, 361-2; 3, 611- 2; "Contrato social", 4, 361, 501, 504, 533, 566-7, 616. Citado: 1, 602; 8, 433, 460 ; 4, 207-8, 357-8, 360-1, 501-2, 510-2, 517-9, 532-4, 547-8, 5S7-9, 616-S. 664 , 762-3 ; 5, 19-20, 471, 500-1; 8, 16, 346; 3, 611-2, 293-4, 381; 6, 9, 352. 650; 7 , 951, 977. ROviralta (Cayetano). Abogado. 8, 184. Rubio (Antonio María). En 1846 era secretario de la reina madre. Su comunicado defendiendo a Ma- ría Cristina, acusada por Thiers de tener odio a los hjjos de su her- mana Luisa Carlota, 7, 689-90, 695. La defensa es tardía. 690. Insopor- table responsabilidad de la candi- datura Trápani, 691-2. Sobre la vo- luntad del rey Fernando en lo re- lativo al matrimonio de Isabel II, 695. Carta de María Cristina a su hermana Luisa Carlota, 697- "Ei Constitucional", órgano de Thiers, convesta al comunicado Rubio, 638. Citado: 680, 689, 690-1, 693-4 , 701-3. Rubio y Ors (Joaquín) (1818- 1899) Catedrático de literatura en Valladolid desde 1847 y de Barce- lona desde 1858. El inauguró el re- nacimiento literario catalán con sus poesías en el "Diario de Barcelo- na", subscritas con el seudónimo "Lo Gayter del Llohregat", Obra citada: '"Roudor de Llobregat o sia los catalans en Grecia", 1, 729-30. Rufino Tyrannio (341-410). Escri- tor eclesiástico latino, autor de "Historia monachorum", 4, 415-6. Ruinart (Thierry) (1657-1709). Re- ligioso de San Mauro, francés, his- toriador y colaborador de Mabillon. Entre sus obras "Acta primorum martyrum", etc. 5, 296-7. Rusia. La intolerancia religiosa en Rusia, 5, 767-8; 4 , 349-50 ; 7. 508. Vigor del clero católico, 5. 76S-9. Su sistema de reformas políticas, 6. 125. Su actitud en la cuestión del matrimonio de Isaibel II, 7. 430-'. Sus relaciones con Pió IX, 504-5. Vi- sita del emperador a Pío IX, 507-8 Russell (Lord John) (1792-1878). Político inglés del partido whig. Fué ministro en el gobierno de Grey (1830-1834) y jefe del gobier- no (1846-1852). Sus coincidencias con O'Connell, 8, 28. Su comunicación a Espartero en 1S40, 93-4. Citado: 94; 7 . 939. Rutina. í>8 EFEMÉRIDES E ÍNDICES de 1826, cardenal desde 1832 y de- legado apostólico en Madrid de 1826 a 1832. 5, 199-200. Tiberio (42 a. de J. C.-37 de la era cristiana). Hijo adoptivo de Au- gusto. Le sucedió el año 14. 4, 627-8, «33-4; 5, 284-5. Tiedeman (Federico) (1745 - 1803). Filosolo e historiador alemán. So- bre el cerebro de los negros, 3, 365. Tiempo. La idea, 2, 559, 605-6. En el principio de contradicción, 559, 607. En todas nuestras percepciones, 559-60. Más amplia que la del es- pacio, 559-60. No parece distinto de las cosas, 559-60, 606. Dificultad en concebir su esencia, 560. El P. Buf- fler, 560, 562. San Agustín, 560 - 1. Como medida del movimiento, 56d, 598-9, 605-6. El reloj, medida arbi- traria, 563-4; y también los astro3, 563-4. Nuestro modo de concebir el tiempo, 564-5. Si es una abstracción, 566-8. Semejanzas y diferencias en- tre las ideas de tiempo y espacio, 566-8, 589 , 605-6. Es ley primitiva de nuestra inteligencia, 568, 666. Es in- separable de las cosas, 569 , 606 ; 3, 273. Ilusión del tiempo infinito, 2, 569. Su relación con el movimiento, 569-70. San Agustín sobre el tiempo y la eternidad, 569-70. Incluye la idea de sucesión: definición, 571, 606; 3, 273. No es algo absoluto, 2, 573-4, 606. La explicación de la velocidad, 575; y de la sucesión, 578, 606. Qué es la coexistencia, 581. El presente, tiempo absoluto, 584, 606. Relativi- dad del pasado, 584-5, 607; y del futuro, 585-6, 607. La divisibilidad del tiempo, 586. No existia antes de la creación, 587, 606. Posibilidad de un intervalo entre dos mundos, 587-8. Relaciones entre la idea de tiempo y la experiencia, 591, 597, 607. No es una sensación, 592. No se explica en el sistema de Condillac, 592- 3. Ni en el de Kant, 537, 539-40, 593- 4, 732. Su posibilidad objetiva, 595-6. Tránsito del orden intelectual al real, 598. El tiempo empírico, 598, 607; 3, 273. Sus elementos, 2, 598-9, 607; 3, 273-4. La idea de tiempo en el principio de contradicción, 2 , 600, 607; en la idea de ser contingente, 604, 607; en la del "yo", 605, 607. Ele- mento de las ciencias naturales y exactas, 608. Idea de la eternidad, 570; 3, 274. Tiempos del verbo, 3, 327. Simples y compuestos, 328. Puntos de refe- rencia, 329. Carácter distintivo del verbo, 334. "Tiempo (El)", "diario conserva- dor". Se publicó en Madrid desde el dia l.o de abril de 1845 hasta el 19 de junio de 1847. Fué su director Ma- nuel Moreno López. Defendió la po- lítica de los puritanos. Sobre la ad- ministración del ministro de Hacien- da Carrasco, 6, 533-4. Polémicas con El Tiempo" ; sobre la política riel partido monárquico nacional, 757-8: sobre la cuestión de los bienes del clero, 789-90, 800-1; sobre el conve- nio con Roma, 7, 136-7; sobre los confesores no absolventes, 161; so- bre su puritanismo parlamentario. 322-3; sobre el matrimonio real. 427-8, 433 , 708-9 , 742, 750-3, 790; sobre la fuerza de los partidos, 788. "El Tiempo" sobre la entrada de Mar- tínez de la Rosa en el ministerio. 6, 780-1; sobre los excesos del ejér- cito, 902-3; contra el gobierno de Narváez, 7, 321. Significación polí- tica de "El Tiempo", 760. Sobre el matrimonio Montpensier, 939-40. Ci- tado: 1, 743-4; 6, 4y¿J-4, 534-6, 749-00. 756-9 , 781-2, 789, 900 ; 7 , 93, 136-9, 158, 171, 176-7, 264, 275, 326-7, 365-6, 369. 374-6, 433-4, 475, 632, 657-8, 707-8, 710-2, 737, 739-45, 747, 749-54, 769, 788-9. Tien-Ti. Divinidad en China. 3, 417. Tierra. Hipótesis del acaso en su formación, 5, 172-3. La felicidad en ella, 175; y la justicia, 175-6. Tillem&nt (Sebastián) (1637-1698). Historiador francés. 5, 296-7. "Times (The)". Diario londinense fundado en 1785. Por los años de 1840-1848 era órgano de Roberto Peel y del partido tory moderado. Sobre los insultos de los protestantes a los católicos, 8, 25-6. Sobre la can- didatura de Trápani, 7, 802-3. Sobre el matrimonio Montpensier, 931-5, 943-4. Citado: 803-4, 855. Timócrates (siglo V a. de J. C). Filósofo griego. Carta a él de Me- trodoro, 3, 452. Timón (siglo V a. de J. C). Fi- lósofo griego. 3, 450. Tímpano. Del oído, 3, 203. Tintorero. El tintorero y el filó- sofo; ejemplo de un análisis abusi- vo, 3, 626-7. Tinzendorf (Conde de). Sin duda se refiere a Zinzendorf (Nicolás Luis), fundador en 1722 de la secta de los Hernbuters en la Alta Lusacia. 4, 78-9. Tió y Noé (Jaime) (1816-1844). Dra- maturgo e historiador tortosino. 5, 243-4. Tipografía. Consultas sobre el cos- te de un establecimiento tipográfi- co, 1, 84-7. Tiranía. Causada por la debilidad del poder, 4, 539; 6, 252-3 , 257, 323-4. 338; 7, 90-1, 93-4, 571-2. Da teoría del derecho divino no implica tira- nía, 4, 567-8: 6, 944. Sobre ella Ma- riana, 4, 561-2; 8, 52-3. Santo Tomás y Cayetano sobre la sedición con- tra el tirano, 4, 622; y Suárez, 625. Palafox sobre la tiranía, 687-8. A ella tiende la monarquía sin reli- gión, 716. Es ilícito el tiranicidio. 611-2. (Vid. Despotismo.) Tiranlo (siglo I a. de J. C). Filo- sofo originario del Ponto y amigo INDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 999 de Cicerón. Ciíándo Sila se anode- ró de Atenas, Tiranio se quedó con los manuscritos de Aristóteles que poseía Apelicón. 3, 441-2. Tiro. Degüello de esclavos según Justino. 4, 153. Tito (40-811. Emperador de Roma desde el 79. El año 70. gobernando su padre Vespasiano. tomó y des- truyó Jerusalén. 4 , 546. Tito. Discípulo y secretario de San Pablo, griego de origen. San Pablo le escribe sobre la obediencia al Doder civil, 4 , 546-7. Tito I.ivio (58 a. de J. C.-19 d. de Jesucristo!. Histo'-'sdor ls + 'no na- cido en Padua. 4 , 568-9 ; 8 , 253. Títulos. Sobre los de los libros, 8, 329. Tocqueville (Alexis) (1805-1859). Pol'tico y publicista francés. 6. 577 "Todo de. una vez". Artículo de Balines, 7, 797-8: suspendido de pu- blicación en "E! Pensamiento", 1, 817-8; 7, 797-8. Toledo. Influencia de sus concilios, 5, 770-2. La cuestión del gobernador eclesiástico de Toledo de jurisdic- ción dudosa ; varios eclesiásticos de Villacañas oue dudan de su legiti- midad, 6, 5f>7 : más sobre el hecho de estas dudas, 814; modo de arre- glar canónicamente el conflicto, 815- 16; exposiciones del clero de Uceda v del ayuntamiento de Humanes so- bre esta cuestión. 316: exposición del arclprestazgo de Guadalajara, 316-8; evnosir-i*n rt«l de-O d» Mi- drid, 818-9; gravedad del conflicto, 819-20: sólo el Papa debe resolverlo, 821; conducta que debe seguir el se- ñor Golfanguer, 821-2: y el minis- tro de Gracia y Justicia, 823-4; se resuelve la cuestión, 939 Exposición del cabildo de Toledo sobre el proyecto de dotación del clero de Peña y Aguayo, 7, 583. Toledo (Francisco de) (1532-1596). Jesufta, teólogo y cardenal cordo- bés. 8, 46-7. Tolerancia. Principio de la tole- rancia universal. 4, 340-1. Signirca- ción de la palabra, 341-2. Se aplica al mal o al error. 342. To'orancia y respeto de las opiniones, 342. La to- lerancia de un hombre religioso na- ce de la caridad y de la humiidad, 34-3. La de San Francisco de Sales, 343. Matices diversos de la toleran- cia en los hombres religiosos, 344. Es fruto del trato social, 344. La del hombre no religioso, 345-6. La del escéntico, 346. La tolerancia en la sociedad, 346-7: en el gobierno, 346-7. No es fruto de la filosofía moderna. 347: es resultado de una situación social, 347. La tolerancia en la Francia moderna, 349-50. El principio universal de la tolerancia religiosa, 349-50. Sobre la tolerancia con las doctrinas y con ios actos que de ellas derivan. 3"52 , 354-5 . 357-8. La de los crímenes polfticos. 352-3. Tolerancia religiosa y civil, 360. Doc- trina de Rousseau sobre la toleran- cia, 360. El pacto social de Rousseau no es origen de tolerancia, 361. Gro- cio y Puffendorf sobre la tolerancia religiosa. 361-2; Lamennais, 362-3. La tolerancia religiosa no es la in- diferencia. 5, 63-4- La tienen los ca- tólicos, 325. Pensamientos sobre ella. 8, 335, 340-1. 343. Toirá. Tal vez un cajista de casa Brusi. 1, 707. Tomás Alfaro (Juan). Magistrado. 8, 169. Tomás de Aquino (Santo) (122(>- 1274). Doctor de la Iglesia y filóso- fo que dió forma a la filosofía es- colástica. Perteneció a la orden de Santo Domingo y tuvo por maestro a Alberto Magno. Su ciencia, 5. 816-7. Sobre la causa de la esclavitud. 4, 176-7. Sobre el matrimonio de los esclavos, 178. En favor de las órde- nes mendicantes, 496-7. Sobre el de- recho divino del poder civil, 504. So- bre el origen de la sociedad y del poder, 511-2. Sobre el noder ejercido por los infieles, 515. Sobre la obe- diencia de un hombre a otro. 515-6: y al ooder civil, 516, 597. La lev según Santo Tomás 4. 582. Sobre las leyes injustas. 584-5, 597-8. SU doctrina comoarada con la de Rousseau. 587-8. Condiciones que de- ben reunir las leves. 7, 111. Sobre el poder real, 4. 600. Sobre la legiti- midad de la Insurrección. 614-5. 622. Comparación de su doctrina con la de Lamennais, 614-5- Sobre las for- mas políticas, 685. Servicios pres- tados al entendimiento humano. 749- 50. Su dictadura escolástica, 749-50. Su método. 750-1. Su opinión sobre la Ignorancia in- vencible. 5, 159. Sobre los niños que mueren sin bautismo, 390. Sobre la unión del alma y el cuerpo, 8. 278. Ejemplo de inspiración, 3, 649-50. Sobre las inteligencias elevadas, 654. Util lectura de sus obras, 654. So- bre la unidad y simplicidad de las ideas, 2, 29. El alma humana, 69. 221-2. La representación intelectual, 73-4, 355- La inteligibilidad del al- ma, 75. Cómo Dios conoce las cria- turas, 80-1. Si. el Verbo es renresen- tativo de las criaturas, 178. La ge- neración del Verbo. 178-9. El enten- dimiento agente, 355, La presencia de Dios en las cosas, 379-80; y en todo lugar. 380. La idea v la ima- ginación, 420-1. El origen de los pri- meros principios, 498-9. El conoci- miento del alma. 708-9. La lev. 3, 174. La residencia del alma, 360-1. Su filosofía y teología, 474. Obras cita'das: "Contra impugnantes Dei cultum et religlonem", 4 , 497 "Quod- 10O0 EFEMÉRIDES libeti", 2, 34-5, 73-4: "De regimine nrinc^num". 4, .,v>4. 511-4. 691, ¡W5-6, 600, 615-6, 622, 625-6: "Sumiría Theo- logica", 1, 714, 781-2: 4. 176-7, 515-6, 525, 531-2. 5S2-5, 615-6, 622, 626, 685-6, 751: 5, 300-1; 8. 278 : 2. 34-7 . 69 . 80-1. 118-9, 178-9, 221-2, 355-6. 379-81, 499, 517-8. 708-10 : 3. 687 683-91. 605, 700 Citado: 8, 499-500 ; 5, 829-30, 833-4 ; 4, 175, 441, 502, 509-10, 514-7, 528, 571-2. 579, 581-2, 591. 598-9, 611, 613-4, 617-8. 621-2, 625, 690-1, 740 : 5, 784-5, 371-4. 388, 413-4, 518-0. 632-3; 8, 39-40, 270-1: 3. 566. 664 : 2, 12-3 , 28-9. 73-7. 80, 222- 23. 350. 354-5, 420-1 441. 49S-9. 61 o 637, 701, 707, 709 ; 3, 174 , 360-1, 475, 485, 538 ; 7, 105, 111. Tona o Antonia. Esposa de Migue! Balmes. 1, 728. Topete (Juan B.) (1821-1885). Al- mirante español que bombardeó el Callao cuando la insurrección de América. 7. 810. Toreno (Conde de). José Queiipo de Llano (1786-18431. Político libe- ral doceañista, ministro de Hacienda en el gobierno de Martínez de la Rosa (1834-1835) v presi'dente del go- bierno (junio-septiembre de 1835). Su caída en 1835, 6. 237-8 Juicio sobre él, 335. Obra citada : "Historia del levantamiento, guerra y revolución de España", 1, 592. Citado: 640: 5. 675; 6. 326-7, 538-9. 587-8; 7, 292-3. Toribio (San). Obispo de As'torga en 444 . 5, 80. Toros. Juicio sobre las corridas. 4, 306. Torquemada (Tomás de) (1420- 1498). Dominico de Vailladolid, pri- mer inquisidor del reino. En su tiem- po fueron expulsados los judíos de Esipaña. 4, 373 Torras (Vicente). Impresor cata- lán en Londres. Acompañó a Bal- mes los días oue estuvo en Londres en 1842. 1. 673-4. Torre (jesús de la). 6, 567-8. Torrejón de Ardoz. Encuentro de Narváez y Seoane. 8, 220-1; 6, 597-8 Torren» y Miralda (Pablo). 8, 169. Torrents (Manuel). Diputado pro- vincial en Barcelona en 1842. Van citados dos diversos, al parecer, con el mismo nombre. 8, 171, 173-4, 176, 178-9. Torres (Canónigo). Debe referir- se a Valentín Torres Amat, canónigo de Vich. hermano de Félix. 1, 637-8. Torres Amat (Félix) (1772 - 1847). Nacido en Sallent, sobrino del ar- zobispo de Palmira Félix Amat y obispo de Astorga desde 1834. Tra- dujo la Biblia al castellano y pu- blicó un "Diccionario biográfico de autores catalanes" con materiales en gran parte recogidos por su her- mano Ignacio. Una pastoral suya vindicando a su tío fué incluida en el Indice. Torres Amat insistió en sus puntos de vista en un artículo E ÍNDICKS en "El Corresponsal", de Madrid, v en un folleto citado más adelanté. Sobre su "Apología de las "Obser- vaciones pacíficas, etc.", 5, 179-80. Su carta a "El Corresponsal" en 1843, 182. La prohibición de las "Observa- ciones pacíficas" fué aprobada pol- los obispos, 183-4; no fué debida a las opiniones políticas de su tío, 184; no fué contra justicia y equi- dad, 185-6. La negativa de retrac- tación de Félix Amat, 188-9; sus in- justos ataques al conde de Maistre, 189-90. Relaciones de Félix Amat con diversos prelados, 193. Comparación de su conducta con la de Fenelón. 196. La condenación, de la pastoral do Torres Amat. 20O-1 : sus opinio- nes sobre los derechos del poder civil, 201-2: v sobre la obediencia que se le debe, 206. No fué debida a intrigas la condenación de las "Observaciones pacíficas", 208-9; ni es anticanónica, 209-10. Torres Amat contra la disciplina de la Iglesia, 212-3. Se defiende de la nota de jan- senismo, 219. Su conducta ante la prohibición de su pastoral, 222-3. So- bre la "Vida de Félix Amat" com- puesta por él, 226-7. Carta de Bal- mes a él dirigida, 1, 635. Obras ci- tadas: "Apología católica de las "Observaciones pacíficas, etc.", 1, 714-9; 5, 177. 179-80, 187-8, 195-6, 199- 200. 202-3 , 220, 223-8. 233-4. Carta a "El Corresponsal", 182. "Carta pas- toral, 179-83, 199-202, 211, 214-16, 219. "Vida del limo. Sr. Amat", 226-7. Ci- tado: 1, 637-8. 640. 716-9 ; 5, 179-81, 183-4, 192-7, 199-200. 202, 204-6, 208, 210-1, 214-7, 220-2, 225-8, 232-4. Torres y Hiera (José). 8, 184, 186-9. Torres y Serramalera (Manuel). 8, 169. Torres y l'rgell. 1, 667. Torricelli (Evangelista) (1608-1647). Físico y matemático italiano, 3, 563-4. Torta des y de Orra (María de). Natural de Castañadell. hija de Ma- riano y María Ana, residente en Vich cuando se casó con Mariano de Boions. viudo en primeras nup- cias de Francisca de Espona. Mu- rió en 1850. 1, 691. (Vid. Bojons.) Tory. Partido político inglés. (Vi- de I'artidos.) Tosrana. Ducado de Italia. (Vido Italia.) Su situación en febrero del año 1848, 7, 1005-6. Toscana (Duque de). Vid. Leo- poldo II de Toscana. Totalidad. La del ser según Krau- se, 3, 527-8. Tous (Nicolás). 8, 169. 184. Towesend. 5, 529-30. Trabajadores. Vid. Obreros. Trabajo. Es título natural de pro- piedad, 3, 166-7; y justifica las trans- misiones de ella, 167 - 70. Su ne- cesidad, 8, 580-1. Concepto cristia- no, 5, 853-4. Mudanzas en su orgu- ÍNDICE \LF ABÉTICO DE NOMBRES Y COSAS 1001 nización, 315-6. Tomás Moro contra el exceso en el trabaio, 585. Su or- ganización en la "Utopía" de To- más Moro. 587-8. Sobre la entidad Fomento del Trabajo Nacional, 929. Hábito de trabajar en Cataluña, 927-8. Mejoras posibles en su orga- nización, 991-2. Sus relaciones con el salario, 999-1000. Sus relaciones con el capital después de la revo- lución de 1848, 7. 1044. Éa necesario para el estudio, 3, 655-6, 99-100. Es necesario al reli- gioso. 5, 437. Traducciones de autores clásicos: del discurso de Cicerón "pro Mar- cello", 8, 397. De la "Egloga 4.a" de Virgilio. 399-400. De las "Geórgicas" del mismo: "Hipotiposis". 401. Del emisodio de Niso y Euríalo de la ■Eneida", 401-2. De la oda 24 del libro 3." de Horacio, 409. Sobre las de Lamartine por Be- rriozábal: "El crucifijo". 8 , 354; "El ángel de la tierra", 355: "La deses- peración". 356-7; "El hombre a lord Byron", 356-7. Tráfico de hombres. La Iglesia contra él, 4, 200-1; Gregorio XVI, 197; Paulo III v Urbano VIII, 197-8, 201 ; Benedicto XIV, Pío II v Pío VII, 197-8, 201. Tragedia. La del hombre en la narración mosaica, 5, 124-6. Trajano (52-117). De origen es- pañol. Emperador de Roma desde el 92. Plinio a él sobre los cristia- nos, 4, 508. Citado: 308; 5, 297-8. Trajano. Subdiácono, legado del papa San Hilario a los obispos de la provincia tarraconense en 465. 5. 85-6. Tranivoro. Primer magistrado en la "Utopía" de Tomás Moro. 5, 588. Transformaciones. Identidad de la substancia corpórea en ellas, 2, 673-1, La actividad, principio de ellas, 783. Transición. Carácter de !a actual, ñ, 293 - 4. No es característica de nuestros tiempos, 312. En la anti- gua Grecia, 312; en la antigua Ro- ma, 312-3: desaparición de la escla- vitud y del feudalismo, 313; v de los antiguos monasterios. 314. Én el régimen de la propiedad, 314-5. En la organización del trabajo, 315-6; en la política, 316. Epoca de tran- 'sición en la historia de la filosofía, 8, 487. Transmisión. La gratuita como título de propiedad, 3, 167-8; y la no gratuita, 169-70. Trápani (Conde de). Nacido en el año 1829. Hi.io de Francisco I, rey de las Dos Sicilias, y hermano de la reina madre María Cristina. Fué candidato al matrimonio con Isa- bel II, pero este proyecto, apoyado por María Cristina y por la diplo- macia francesa, se malogró a causa de la impopularidad en España del príncipe napolitano. Sobre su candi- datura al matrimonio real. (Vide Matrimonio real.) Citado: 1, 791; 7, 237-8, 274-8, 281-3, 296-8, 424, 431-2, 435, 437-8, 449-50, 470, 474-5, 499, 503-4, 510, 517-8, 525, 529-33, 542-3, 548-9, 604-6, 631, 648-9. 652-3. 679-80, 690, 692-6, 698, 705-6, 728-34, 754, 763, 802-3, 808-10, 829, 838. 855-6. Trapense. (El). Antonio Marañón. Guerrillero de la Independencia, des- pués monje de la Trapa, y guerri- llero realista en 1822-1823. 7, 207-8. Trasímaco (siglo V a. de J. C.h Sofista griego. 3, 433-4. Tratado de comercio proyectado por Espartero con Inglaterra, 8, 200-1 : la prensa de Madrid, en con- tra de este tratado, 201. Trato. Como medio de instrucción, 3, 101. Tremía de Dios. Establecida por la Iglesia. 4, 316-7. Sobre ella los concilios de Tubuza (1041), 316-7; de Saint -Gilíes (1042), de Narbona (1045), de Telugis (1047), de Narbo- na (1054), 317-8; de Gerona ('1068), de Lilebona (1080), de Troya (1093). de Clermont (1095), 318-9; de Rouen (1096), 319; de Troya (1115), 319-20; de Reims (1119), de Letrán (1123), de Clermont (1130). de Aviñón (1209), de Montpellier (1215), 320-1. Tres. Invención de este signo nu- mérico, 2, 554. Trespalacios (Francisco). Diputado vilumista por Salamanca en 1844. 6, 1047-8, 1061- Triángulos. Su idea y su repre- sentación sensible, l, 418-9, 429-30: 3, 243. Resolución de los rectángu- los planos, 8, 591; y de los oblicu- ángulos, 591-2. La superficie en fun- ción de los lados, 597. Resolución de los esféricos oblicuángulos, 633-4; de los que tienen un ángulo o lado recto, 634; de los birrectángulos, 634. Nuevos casos de igualdad y seme- janza, 643-4. Tribunal. Fara reglamentar el tra- bajo y el salario, 5, 1000. El de la Rota; suspensión de sus miembros por la junta de Madrid en 1840, 8, 114- 5. Su clausura por la regencia provisional, 120-1. Ei supremo de justicia. Sobre su informe relativo a cuestiones eclesiásticas en 1840, 115- 6. Tributos. En el Estatuto y en la antigua legislación. 6, 628, 667-8; 7, 661-2. Necesidad de intervenir las Cortes en su votación, 6, 353, 628, 668, 752-3. Palafox, 4, 687; Márquez, 688. Cantidad, distribución e inver- sión, 3, 177. El sistema tributario de Mon, 6, 901-2; 7, 345; reprobado uná- nimemente, 346; el duque de Frías, 488-9; enmienda de Viluma, 511. Arreglo del sistema tributario, 599. Trigonometría. Su enseñanza, 8, 556-7. Apuntes pata un tratado, 5S3-4. Rectilínea, 583-4; esférica, 605. 1002 EFEMÉRIDES E ÍNDICES Trinidad (Misterio de la Santísi- ma). Ejemplo de distinción entre el sujeto y el objeto del conocimiento, », 59-60 En la filosofía de la China, 3, 415. Trismegisto (Hermes). Personaje del antiguo Egipto que fué divini- zado por su sabiduría. Su existencia se pone en el siglo XX a. de J. C. 3, 420. Trompa de Eustaquio. En el oído, 3, 203. Trono. Vid. Key, Monarquía. "True Tablet (The)". Periódico ca- tólico de Londres por los años de 1842. 1, 678-9; 6, 211. "Trueno (El)". "Periódico satírico, político y literario". Principió el 1.° de diciembre de 1840 y cesó el 27 de febrero de 1841. 1, 647-8. Trullas. Librero de Vich- 1, 704-5, 805. Tueídides. Historiador griego del siglo V antes de J. C. Sobre la es- clavitud en Atenas y en Chios, 4, 142. Cita'do: 759-60; 5. 179-80. Tuiston. Divinidad de los antiguos germanos. 6, 122-3. "Turnbul!. 6, 304. Turquía. Vid. Otomano (Imperio). Tusen. Profesor de Balmes en Vich v párroco de San Boy de Llu- sanés en 1846. 7, 767-7. Tutor. Diputado moderado en 1844. 6, 1048-9. Uceda. Exposición del clero de Uce- da sobre el gobierno eclesiástico de Toledo de jurisdicción dudosa, 6, 815-6. Ulibarrena (Sebastián). Militar cristino que murió en la batalla de Luchana (1836). 8, 74. Ulises. Rey de la isla de Itaco, uno de los personajes de la "Odisea" de Homero. 2, 244-5. Ulpiano (Domieio) (170-228). Ju- risconsulto romano, ministro del em- perador Alejandro Severo, asesina- do por la guardia pretoriana. 4, 318. Ultragotha. Reina de los francos a mediados del siglo VI, esposa del rey Childeberto. 4, 333. Ultramar, La confirmación de sus obispos, 7, 586-7. Ulloa Plmentel. Dimita do modera- do en 1844. 6, 1049-50. Unidad. La idea, 2, 541; 3, 261-2. Su universalidad, 2, 541-2. No es sensación, 541-2. Su simplicidad. 542. Es un aspecto de la de ser, 542-3, 547-8. Definición de los escolásticos, 543. Real y facticia, 543 ; 3. 261-2. Metafísica y cuantitativa, 2, 544; 3, 261-2. Unidad v simplicidad, 2 , 545-6. Facticia en las substancias com- puestas, 545-6. La idea es opuesta a la de distinción, 545-6. La facticia es opuesta a división, 545-6. Ten- dencia del espíritu a la unidad, 31, 62-3. Su origen objetivo, 547-8; sub- jetivo, 548-9. De su exageración na- ce el panteísmo, 65, 549-50 , 740. Uni- dad facticia de la substancia corpó- rea, 670. 675-6. La del ser sensitivo, 214; 3 , 206-7. La del "yo", 2 , 548-9. 676, 705-6. La del alma, 214-5, 679-80: 3, 352. La de representaciones en un pensamiento, 2 , 702. La del pensa- miento comparada con una resul- tante de fuerzas, 704-5. Extensión de la unidad a todos los seres pen- santes, 707-8. La del alma, destruida por el panteísmo, 3, 396-7. La uni- dad absoluta de Fichte, 519-20; de Schelling, 521; de Hegel, 522; de Krause, 527-8. Dios, origen de la unidad de la razón humana, 2, 491. Unidad religiosa. La unidad del dogma favorece la influencia del cle- ro, 5, 778-9. Sobre la unidad de doc- trina: Melanchton, Calvino v Beza, 4, 53-4; Grocio, Papin y Puffendorf, 54-5. La unidad religiosa ha sido la fuerza de España, 119-20. La de doc- trina existe en el Catolicismo y fal- ta en el Protestantismo, 254-5. Falta de unidad religiosa en el antiguo Oriente, 421. El Protestantismo con- tra la unidad de civilización, 461-2, 465-6. La unidad católica anterior al siglo XVI, 704. La unidad de "fe no se opone a la libertad política, 715. La unidad religiosa, elemento de bien, 6, 78-9. Unidad social. Falta en las socie- dades modernas, 6, 78-9. Sin unidad no hay orden, 341-2. Falta en Es- paña, 343. La unidad en Europa y en. América, 344. El poder de la uni- dad, 448. Uni6n. La del alma con el cuer- po, 8, 277-8: 2, 391-2; 3, 355. Del in- teligente con lo entendido, 2, 71-2. La unión es una relación, 547-8. La de espacio, tiempo y acción, 548. "I'nivers coste, 619, 621. Valla (Lorenzo) (1415 - 1465). Hu- manista e historiador italiano. 4, 759; 3, 488. Valla (José), oratoriano, autor de "lnstitutiones theologicae". Jansenis- ta. 1, 872-4. Vallejo (José Mariano) (1770-1847). Catedrático de matemáticas en el Instituto de Barcelona. Publicó va- rias ediciones de su "Compendio de Matemáticas", la primera en 1835 y la cuarta en 1840. Observaciones a unas demostraciones de Vallejo, 1, 564-5 , 575-6, 582, 589-90 ; 8, 635-6, 640- 1. Obra citada: "Compendio de Ma- temáticas", 559 , 606, 636-7 , 640-2. Ci- tado : 1, 570-4, 583-5, 593-4; 8, 558-61, 606-8, 610-1, 622-3, 628-9, 635-6, 643-4. Valls. Procurador en Vich en 1843. 1, 704-5. Valls (Ignacio). Impresor de Vich. Imprimió las "Máximas... de San Francisco de Sales" en 1840 y las "Observaciones... sobre los ¡bienes del clero" en 1840. 1, 627, 634 , 639-40, 661-3, 702-3 ; 8, 519; 5, 675. Valls (Jaime). Impresor en Vich. 'Tal vez un 'hijo de Ignacio Valls. 1, 628-9. Vallterra. Diputado moderado en 1844. 6, 1048-9. Van-Halen (Antonio). Conde de Peracamps. General español espar- terista, capitán general de Cata- luña en 1840. Ordenó el bombardeo de Barcelona en 1842 y tenia el mando de ¡Andalucía en 1843 a la caída de Espartero- Su conducta en Barcelona en 1842, 8, 148-9; 5, 967-8. Su "Diario razonado" de los suce- sos de Barcelona en 1842, 8, 149. Su primera comunicación al gobierno el día 14 de noviembre, 150-1; la se- cunda del 15, 150-1; su comunica- ción a la Junta provisional de go- bierno del día 15, 152; a los cónsu- les francés e inglés, 166-7; a la Dipu- tación Provincial el día 20, 163-4; a la misma el día 22, 174; fi, la misma el día 23, 177. Comunicaciones re- cibidas por Van-PLalen : de la Dipu- tación el día 20, .170; el día 21, 173-4; el día 32, 176; el día 23, 177-8; el día 24, 180; del cónsul inglés, 165; del francés, 166. Habla de la insu- rrección d« Barcelona, (i, 469. Obra citada : "Diario razonado de los acontecimientos que tuvieron lugar en Barcelona desde el 13 de no- viembre al 22 de diciembre de 1842", 8, 149, 157-8, 190. Citado; 146, 150-2, 164, 157-60, 162-5, 167, 169-74, 177, 179, 181-91, 194, 197-8; 7 , 241, 287-8. Vanidad. Daños que acarrea, 3, 710, 712-3. En los negocios, 713. Com- paración con el orgullo, 713-4. Ac- tividad sin ella, 721. Pensamientos sobre ella, 8, 337-9- 'La de Hegel, 5, 337. Várela Montes. Diputado modera- do en 1844. 6, 1047-8. Variables. Estudio de cantidadts variables, 8, 636-7. Vasco de Gama <1450-1525). Na- vegante portugués. 4, 463 ; 8, 260-1; 6, 148; 7, 673. Vater (Severino). Murió en 1826. Exegeta alemán, autor del "Comen- tario sobre el Pentateuco". Tal vez se refieren a él las citas, 8, 380-1 Vatke. Exegeta alemán protestan- te, que murió en 1882. Tal vez se refiere a él la cita, 8, 380. Vaton (Augusto). Editor parisién que publicó en francés "El Crite- rio" en 1850, "El Protestantismo" (2.« edición francesa) en 1850 y la "Filosofía 'fundamental" en 1852. "2, 4. Vaucanson (Jacobo) (1709- 1845). Mecánico francés, constructor de di- versos autómatas. Artefactos cita- dos: "Flautista" y "Aspid de Cleo- patra", 3, 563-4. Citado: 748. Vedanta. Sistema (filosófico en la India, 3, 413- Vedas. Libros religiosos de la In- dia, 3, 412-5. Y'eg-elio (Valentín). Filósofo pan- teísta del siglo XVII. Leibniz sobre su panteísmo, 2, 68-9. Velarde (Pedro». Héroe del dos de mayo i(180S). 4, 238-9; «, 262-3 ; 6, 589-90. Velasco (Barón de). Diputado vi- lumista ipor Soria en 1844 . 6, 1047, 1061. Velasco (Dr.). Sobre Fr. Hernan- do del Castillo, 4, 394-5. Veleyo. -Filósofo epicúreo citado por Cicerón. 3, 437-8. Vélez (Rafael de). Murió en 1850. Obispo de Ceuta en 1817, arzobispo de Burgos en 1824 y de Santiago en 1825. Autor de la "Apología del altar y del trono". 1, 731; 6, 196-7; 7, 784. Velocidad. Análisis de su fórmu- la, 2, 575-6. No es algo absoluto, 575-6, 606- 'Velocidad de salida de un flúido, 8, 643-4. Velleda. Sacerdotisa germana que murió cautiva en Roma. 4, 267-8. Velluga y Moncadu (Luis Anto- nio) '(1662-1743). Defendió la causa de Felipe V y fué obispo de Car- tagena en 1705, virrey y capitá* ge- neral de Valencia v Murcia en 1706. ÍNDICE ALFABÉTICO DE NOMBRES Y CUSAS 1005 cardenal en 1719. Renunció el obis- pado en 1724. Combatió las tenden- cias regalisías. Obra citada : "Specu- lum iprincipum", 8, 345-6. Venecia, La revolución de 1848, 7 . 978 (Vid. Italia.) \ enganza. Dos formas, 3, 727. Ins- tigada por la ira, 727-8. Con apa- riencia de celo, "729. Yeniier. 4, 78-9. V entallóla. 1, 766. Ventosa (José). Abogado en Bar- celona. 8, 184. Ventara ( P.>. General de los tea- linos desde 1840 y orador sagrado defensor de la política de Pío IX y de la unidad italiana bajo el cetro del pontífice. 7 , 949, 958. Veracidad. Del testimonio de los sentidos, 3, 573 ; 2, 138, 145, 198-9, 717-8; 3. 12, 283. Del sentido íntimo o conciencia, ■>, 88-9, 135, 203 ; 3, 76-7. 281-2. Del sentido común, 2, 24-5, 189-90; 3, 80-1, 281-3. El de la imaginación, 577, 21. De la autori- dad humana, 592; 2, 192 , 3 , 267 , 273; de líos periódicos, 599; de las rela- ciones de viajes, 602-3. La del cri- terio de evidencia, 2, 145-6 . 203 ; 3, 78-9, 281-2. La de Dios según Descartes, 2, 145. Veraguas (Duque (le). Cristóbal Colón de la Cerda- Murió en 1870. Kn 1844 era diputado vMumista por Zamora y ayudó económicamente a la fundación de "El .Pensamiento". I, 806-7, 821-2; 6, 1047-8, 1061; 7, 821-2. Verbo. (Gramática.) 3, 321. Su ca- rácter distintivo, 321-2; no es el significar acción, 322; ni el expre- sar un juicio, 322-3. Juicios sin ver- bo, 324-6. Utilidad del verbo, 327. Sus accidentes : de persona, núme- 10 y tiempo, 327-8. Tiempos sim- ples y compuestos, 328. Puntos de referencia en los tiempos, 329. Mo- dos: indicativo y subjuntivo, 329-30. Concesivo, imperativo, optativo, 330- Infinitivo, 331. Voces: activa y pa- siva, 331-2. Verbo substantivo, co- pulativo y adjetivo, 332. "Ser" subs- tantivo y "ser" copulativo, 2, 508; 3, 332. Participios y igerundios, 333. Definición del verbo, 334. Verbo. (Persona de la Santísima Trinidad.) Si es representativo de las criaturas, 2, 178. Su generación según Santo Tomás, 178-9. Verdad. Qué es, 3, 553 ; 2, 13-4; 3, 8- Distinción de la certeza, 2, 13-4. Subjetiva y objetiva, 3 , 556-7 ; 3, 8, 58-9. Modos de conocerla, 553, 9-10. Dificultades, 597-8. Es objirto del entendimiento, ill. La verdad en las proposiciones ccntradictorias, 51-2; en las subalternas, 51-2; en las con- trarias, 52-3; en las subcontrarias, 52-3; en las copulativas, 54; en las disyuntivas. 54; en las condiciona- les, 55-6. Deber de buscarla. 139-40. "Verdades reales e ideales, 2, 40-1; S, 275. Las ideales son necesarias, 2, 40-1; 3, 275. De las reales sólo una; Dios, 275-6; que conocemos por discurso, 2, 41 ; 3, 275-6. No hay una verdad real origen de las demás, 2, 41, 203; 3, 276; sin las ideales son estériles, 2, 4,1; 3, 276; aplicación al "yo pienso", 2, 43. No hay una verdad real origen de las demás, 85, 203; son estériles por si solas, 85. Verdades de sentido intimo, 88-9, 90; necesarias o de evidencia, 88-9, 91; de sentido común, 88-9. Verdades fundamentales; disputas, 95-6; el principio de conciencia o de Des- cartes, 98-116, 203; el de contradic- ción, 116-131, 203; el de evidencia, 131-5- Criterios de verdad: el de con- ciencia, 135-40; 3, 76-7; el de eviden- cia, 2, 140, 1SS-203; 3, 78-9; el de sentido común, 2, 189-201; 3, 81-2. Certeza de la objetiva, 2, 148. Cri- terio de Vico, 173; 3, 503-4; de La- mennais, 524; de Buffier, 508-9. La verdad en las ciencias físicas y geométricas, 2, 385. Las verda- des necesarias no derivan de la ex- periencia, 479-80; sus relaciones con las particulares, 482 - 3. Ni de la enunciación, ni de nuestras ideas, 483-4; ni de nuestra inteligencia par- ticular, 484; ni del convenio de los hombres, 484. Razón universal, 484. 439-90; 3, 277-8. Aplicación a las ver- dades geométricas, 2, 487. Todas co- nocidas en Dios, 522-3; y por Dios, 523. Kant destruye las verdades ne- cesarias. 443, 435, 459-60; 3, 275-6, 516-7. La humanidad no posee la verdad completa, 4, 299-300. Imposibilidad de comprender algunas verdades, ¡i, 272. La humildad es la verdad, 371- Su aimor y la fe. 442. Conciliable con el movimiento del siglo, 510-1. Chateaubriand sobre la verdad re- ligiosa y la filosófica, 4, 763. Pen- samientos sobre la verdad, 8, 330, 337, 342, 346. Verdugo (Pablo). Autor de una vida de [Santa Teresa. 2, 427-8. Vergara. Vid. Pacto de Vergara. Vergés (José). Diputado provin- cial en Barcelona. 8, 171. Vespasiano (7-79). Emperador ro- mano. 4, 267. Veuillot (Luis) (1813-1883). Publi- cista católico francés. Hasta 183f fué anticlerical y adherido desde 1830 a la política de Guizot, cola- borando en "La Charte de 1830", "La Paix" v "Le Moniteur de la Soir". En 1838, después de un via- je a Roma, se convirtió en cató- lico ferviente y empezó a colabo- rar en "L'Univers", desde cuyas pa- ginas sostuvo la causa del partido católico ultramontano. Vid. "L'ni- vPrs (!.')". Sus luchas con Monta- L0Q6 thtMÉKlULS 1. INDICtM Iembert, 6, 571-2. Citado: 8, 410; 6, 572. Veyan y Mola (Francisco). Obis- po de Vicn desde 1784 a 1815. En la cuestión de la condenación de "Ob- servaciones pacíficas" de Félix Amat, 5, 193-4 , 230-1. Viajes. Inexactitud de las relacio- nas, 3, 603-4. El arte de viajar, X. 333. Viajes . 224: 3, 212-3, 232. Vigilio. Papa desde 537 a 555. Su carta a Profuturo, 5, 88-9. Vila. 1. 564-5. Vilabella (Jíose). Notario de Vich que recibió el último testamento de Balmes en 1848. 1, 893. Viluma (Marqués de). Manuel de la Pezuela y Ceballos, segundo marque» de Viluma, hermano de Juan, el primer conde de Cheste. Político isabelino de la extrema de recha, que coadyuvó con Balmes a la fundación de "El Pensamiento' y adoptó el programa político bal- mesiano, viniendo a ser el jefe del partido monárquico nacional que lu chó en las elecciones de 1844 y cu- yos diputados •juntamente con su je- fe se retiraron del Congreso el día 21 de diciembre de 1844 después de insultados por el ministro de Ha- cienda Mon. Al formar Narváez su primer ministerio en 3 de mayo de 1844 le ofreció la cartera de Es- tado, cargo que dimitió el día 23 de junio por no haber aceptado su pian político los demás compañeros de gabinete. El día 12 de febrero del año 1846, caído el primer ministerio Narváez, la reina ofreció a Viluma el poder, quien lo rehusó. Cartas al mismo, 1, 784-5, 806. 809, 815-6, 820-1, 850-1, 856-7; sobre la próxima des- aparición de "El Conciliador". 784-3, la actitud del general Bretón, 806; alusión al artículo "Vindicación per- sonal", 814-5; anuncio de desapari- ción de "El Pensamiento", 820- 1 ; si- tuación política ante el inminente casamiento de la reina. 821; la re volución iráneesa de 1848 y las me- didas dictatoriales de Narváez, 850- 1; anuncio del viaje de Balmes de Barcelona a Vich en 1848, 856-7; en- fermedad de Balmes, 856-7; entrada de Balmes en la Academia de la Lengua, 856-7. Juicio de Balmes so- bre Viluma, 733-4. Caita suya a Bal- mes, 890. Su entrada en el primer ministe- rio Narváez, 6, 595, 679-80. Su dimi- sión, 595, 679, 1031. Divergencias en el ministerio Narváez-Viluma, 680-1. Plan político de Viluma: organiza - I clón del país por decretos, 680-1; la cuestión religiosa, 686-7. Documen- tos referentes al plan político Vilu- ma, 688. Gravedad de la situación después de la crisis Viluma, 695. Di- ferencias entre el plan Viluma y el del gobierno: son de principios, "766- 7. La minoría vilumista, 827; su re- tirada del Congreso, 828; 7, 3 ; su en- mienda al proyecto de dotación del culto y clero, 1043; texto de la mis- ma, 1047-8: renuncia de actas de los diputados vilumistas, 3, 4; su manifiesto al país, 6, 1055. Enmienda de Viluma al sistema tributario de Mon, 511. Documentos políticos di- rigidos por Balmes al marqués de i Viluma : notas históricas relativas a los mismos, 723; documento I; apuntes sobre el matrimonio de la reina con Montemolín, 723-4; plan de gobierno, 725-6. Citado: 1, 560-1, 640, 801-2 ; 6, 4-5, 599-600, 679 , 692-3, 729, 734-5, 749 , 760-1, 763-4 , 766, 768, 779, 826, 631, 1027, 1031 - 2. 1036 -7 , 1039, 1060-1: 7, 205-6, 510, 512-3, 641. 797-8, 821-3, 1025-6. Villa. Librero en Madrid, 6, 10-1. Villalar (Batalla de). En la que fueron derrotados los comuneros de Castilla por las tropas reales de Carlos I. Efectos de la derrota de las comunidades, 4, 700-1; 6, 75. i Villanueva (Joaquín) (1757 - 1837) j Eclesiástico, canónigo de Cuenca, capellán de honor de Carlos IV y ¡ diputado en las Constituyentes de ; Cádiz. Vivió emigrado eñ Londres , mucho tiempo. En 1823 fué enviado I a Roma como embajador por el go- ¡ bierno constitucional de España, y ¡ el no haber sido aceptado por el Papa dió lugar a la ruptura de re- I laciones entre Roma y Madrid. Es- cribió en Londres la obra abajo ci- tada. Sus errores sobre los "vicarios apostólicos" de Inglaterra, 6, 208-9. Obra citada: "Vida literaria del Dr. D. Joaquín Villanueva", 209. Villarreal. General carlista de la guerra de los "siete años". No fué 1008 de los convenidos en Vererara. 6. 469; 7, 62. Villarrobledo. Acción de guerra desfavorable a los carlistas, 8, 72-3. Villava. Diputado moderado en el año 3844. 7, 194. Villeniain (Francisco) (1790-1870). Literato francés, ministro de Ins- trucción Pública desde 1839 a 1844. Sus proyectos de enseñanza comba- tidos por los católicos fracasaron. Sobre los estoicos, 3, 453-4. Sobre las conspiraciones de Polonia, 7, 719-20. Obra citada: "De la filosofía estoica y del cristianismo", 3, 453-4. Citado: 5, 506-7 ; 3. 453-4; 6, 555-6, 571-3; 7, 141, 247. ViUena (Joaquín ", 8, 399-400; de la "Hipotipo- SÍS" de las "Geórgicas", 401; del epi- sodio ilc Niso y Enríalo ( "Eneida") , 401-2. Sobre su poesía, 469-70. Su infierno, 5, 277-8. El episodio de Di- do, fundadora de Cartago, 3, 666. Obras citadas: "Egloga a Pollión", 5, 282; Eneida", 8, 431, 470-1; 4, 220- 5, 45-6, 276-80, 317-8, 403, 469-70, 507. 513 ; 8, 253, 334 - 5 ; 3, 617 - 8, 666 ■ 2 193-4; 3 , 59-60, 64-5. Virginidad. Cómo realza la mujer, 4, 258. En el Catolicismo, 258. Lutero contra ella, 258-9. El Protestantis- mo contra ella, 259-60. San Basilio y Tertuliano sobre las vírgenes con- sagradas a Dios, 303; sobre lo mis- mo el concilio de Cartago (253) y el de Agde (206), 303; el de Ancira (314) y de Calcedonia (451), 303. Virion. Consejero del duque de Lorena en 1621. 4, 627. Virtud. Qué es, 3, 132. Sus relacio- nes con la urbanidad, 8, 411-2. Feli- cidad que causa, 5, 405-6. En los ne- gocios, 3, 723-4. Auxiliada por los sentimientos, 734-5. La virtud en la sociedad según Montesquieu, 4, 672. Visigodos. Sobre sus leyes, 711-2. Visión. Sensación de ver, 3, 202. (Vid. Vista.) Visión beatífica. 2, 73. Carecen de ella los niños que mueren sin bau- tismo, 5, 389-90. Dificultad del es- céptico sobre ella, 397; es intuitiva, 398-9; iproduce el amor, 398-9. Visionarios. Según Cubí, 8 , 322-3. Vista. El sentido. Su órgano, 3, 200. Su situación, 201 - 2. Organos protectores, 202. Su sensación re- presentativa, 2, 215; 3, 210-1. Supe- rioridad sobre el tacto, 2, 250-1 ; 3, 233. Su percepción de los colores, 3, 13, 223-4; de la distancia, 2, 250-1; 3, 224-5; de la superficie, 2 , 254-5; 3, 223-4; del volumen, 2, 264; 3, 223- 4; de la resistencia, 224; del movi- miento, 2, 267-8; observaciones en el ciego de Cheselden y otros, 2, 36- 7, 241-2; 3 , 224-5. Vito Mangiamele. Sobre el arte de contar, 3, 24. Citado: 8 , 289-90, 297-8. Vitoria. Pronunciamiento de Mon- tes de Oca en octubre de 1841, 6. 133-4. Vives (Luis) (1492-1540). Filósofo y humanista valenciano, maestro de María Tudor. Sobre la debilidad del entendimiento humano, 4, 62. Obra citada: "De concordia et discordia", 62-3. Citado: 377-8, 463-4, 757-9; 3, 617-9; 2, 12-3; 3. 462-3. Vives y ('ebria (Pedro Nolasco) (1794-1894). Abogado en Barcelona. 8, 184. Vocales. Sonidos de la voz, 3, 277. En las articulaciones, 301-2. Volney (Constantino, conde de) (1757-1820). Filósofo orientalista y viajero, autor de las "Ruinas de Palmira", 5, 332. Voltatre (Francisco María Arouet de) (1694-1778). Escritor v filósofo francés enciclopedista. Su patriotis- >l NOMBKBS V CUSAS ÍOUÜ mo comparado con el de los jesuí- tas, 8, 417-8. Su escuela, 471-2; no ha tenido poetas, 473. Su talento, 473. La sociedad de su tiempo, 474. Su ¿poca, 4, 92-3. Su intolerancia, 343. Obra citada: "Ensayo sobre la historia general", 242-3. Citado: 8, 410, 433. 457, 460, 465-6, 472-7; 5, 757- 8, 821; 4, 242-3, 357-8. 366-7, 663 ; 5, 137, 333 . 474-5, 518-9 ; 8, 16, 34-5, 134- 6 : 6, 9, 38-9, 212-3, 228-9. 274 , 305, 440, 571-2, 588-9, 650 : 7 , 642 , 951, 976- 7. 979-80, 997-8. Volumen. Percibido por la vista y el tacto, 4, 440-1, 450-1; 3, 223-4. idea de un volumen infinito, 2, 622, (331, 660. La del volumen vacío, 305- 6. 327-8, 336-7, 408-9; 3, 246. Voluntad. Facultad del alma ates- tiguada por ]a conciencia, 2, 477-8, 823-4. Origen de las ciencias mora- les, 824. Su relación con los fenó- menos internos, 229; con las sensa- ciones, 3, 214; con la imaginación, 230, 233-5; con el sentimiento, 240; con la inteligencia, 478; 3, 249; con la libertad, 2, 783-4, 800-1; 3, 353-4. La naturaleza de sus actos v la sim- plicidad del alma, 2 , 699. Fuerza de voluntad, 3, 749. Firme- za, energía, ímpetu, 749-51. La voluntad en Dios, 2, 655-6, 661; 3, 403-4. Necesaria y libre, 2, 655-0. Causalidad por su imperio, 676 - 7. Sus relaciones con la moralidad, S05-6. Debilitada por la indecisión, 4, 254 - 5. Voluntad y sentimiento, 8, 431. Voluntad pública. No produce la lev, 587-8; ni está expresada por ella, 6, 352. Votos electorales. Su suplantación, 8, 344-5. Votos religiosos. El Protestantis- mo contra ellos, 4 , 396, 409-10. De- fensa de los votos, 410-1. Voz. Su emisión en la palabra, 3, 300. Vocales, 301. Articulaciones, 301-2. Consonantes, 301-2. La del verbo: activa y pasiva, ¿, 331-2. Vyasa. Filósofo indio a. de J. C. Su nombre significa "compilador", según Colebroke. A él se atribuye la colección de libros del brahmanismo ortodoxo. 3, 413-4. Wals (Vizconde de). Personaje le- gitimista .francés, director del pe- riódico "La Mode" por los años de 1846. 7, 932. Walter Scott (1771-1832). Novelis- ta escocés. 8, 298; 3, 747-8 Wamford t'oll. Al iparecer es una casa financiera inglesa interesada ■en la compra de los bienes ecle- siásticos (1844). 6, 850. Washington (Jorgo) (1732 - 1799). C.eneral de la guerra de la inde- pendencia de los Estados Unidos y su primer presidente (1789-1797). b, 221-3; 7, 951. VVatelet (Claudio Knriuue). Mu- rió en 1786. Poeta y pintor trance». En su jardín de Molin-Joli, a ori- llas del Sena, está la inscripción que traduce Balmes. 8, 668. Watt (Jaime) (1736-1819) Mecáni- co escocés, el que concibió el prin- cipio del motor de vapor de doble efecto. 3, 618-9, 748. Weigl (Juan B.), canónigo de Ra- tisbona» 1, 861. Wellington (1769-1852). General in- glés que peleó en Portugal y Es- paña contra Napoleón, ganó a Soult la batalla de Tolosa en 1814 y a Napoleón la de Waterloo en 1815. Fue .presidente de un gobierno (1828- 1830) y ministro con Peel en 1831 V 1841*. 8, 18-9; 5, 927-8 : 6, 300-1. 1031-5; 7 , 444, 449-50 , 652-3 , 926, 1023. Wesley (Juan) (1703-1791). Teólo- go protestante inglés, fundador de la secta de los metodistas. 4, 78-9. Wessel (Juan) (1419 - 1489). He- braísta holandés, precursor de Lu- tero por sus opiniones. Su conoci- miento del hebreo, 4, 760. Citado: 758-9. "Wette (Guillermo de). Murió vn 1S49. Exégeta alemán. Obra citada: "Introducción al libro del Antiguo Testamento", 8, 380-1. WJiately (Lord). Sobre la freno- logia, 8, '271. Whig. Partido político inglés. (Vid. I'artidos.) Wielef (Juan de» (1324-13S4). He- reje inglés. 4 , 505-8 , 529, 614-5. Wttde. Diplomático inglés. 8, 92-4. Windischmann. Orientalista ale- mán que escribió a principios del siglo X)IX. Entre sus obras: "Zo- roastrische Studien", 3, 416. Hiseman (Nicolás) (1802-1865). Na- ció «n Sevilla, fué obisipo coadjutor de Westminster en 1810 y arzobis- po y cardenal en 1850. Sobre la fi- losofía india, 3, 414- Carta suya u Balmes, 1, 886. Obra citada: "Dis- curso sobre las relaciones que exis- ten entre la ciencia v la religión revelada", 392, 414-5. Citado: 7, 784-5. V.ithredo. Rev de Kent (Inglate- rra) a últimos del siglo VI. 4, 191-2. Xarrié (Francisco) (1792-1866). Do- minico barcelonés catedrático de Cervera. 7, 777-8. Xifré (Jos4). 8, 169. Xinxola (Bernardo). 8, 162-4, 169, 1S1-2. ■ añez Kibadeneira. Diputado mode- rado en 1844. Su enmienda al pro- yecto de dotación dei culto v clero de Mon, 6, 955-6; su altitud ' lauda - ble. 958-9. Citado: 955 , 959-60. 1047-K. L010 EFEMÉRIDES Yáñez y Girona (Agustín) (1783- 1853). Desempeñó cátedras en el Instituto y en la Universidad de Barcelona. 8, 1G9, 183. Yapes (Diego de). Murió en 1613. Religioso de San Jerónimo, confesor de Felipe II y de Felipe III y por algún tiempo de Santa Teresa. Fue obispo de Tarazona desde 1599. Obra citada: "Vida de Santa Teresa de Jesús", 8, 427. Yo. iSu esterilidad como elemen- to eientíitiico, 2, 43. Lo que de él sa- bemos, 45-6. El "Yo pienso" de Descartes, 2, 41-2, 96, 203 ; 3, 491-2. No es un en- timema, 2, 99-100, 103; 3, 491-2. Es la consignación de un hecho, 2, 101. Ambigüedad de Descartes, 102-3, 115- 6. Valor y análisis del principio de Descartes, 110: análisis de la ex- presión, 111-2; cómo es principio fundamental, 113-4, 203. El "yo" de Fichte. 2, 344-5, 721-2; 3, 518-9. Deducciones del "yo soy", 2, 722-3; 3, 519. Su proposición "yo soy yo", 2, 724. El "yo" sin concien- cia", 726. Su divinización, 727 ; 3, 009- El "no yo" de Fichte, 2, 730, 519-20. Semejanzas del "yo" de Fich- te con el de Kant, 344-5, 732-3. Substancialidad dei "yo" humano, 2 , 675-6. Unidad, 676. El "yo" suje- to de los fenómenos internos, 214-5, 678-9. Intuiciones posibles del "yo", 679. La idea de tiempo en la del "yo", 604-5, 607. Young (Arthur) (1741-1820). Eco- nomista y agrónomo inglés. 5, 529- 30; 6, 204. Zacearías (Enrique Alberto). Juris- consulto alemán. Tal vez se reliere a él la cita, 8, 345. Zafont y Ferrer (.luán de) (1789- 1847). Benedictino catalán que mu- rió siendo abad de San Pablo en Barcelona. 8, 183, 186-9, 195-6. Zariátegui. General carlista en la guerra de los "siete años". En 1837 dirigió la exipedición auxiliar de la de Don Carlos, llegando hasta Las Rozas, a cuatro leguas de Madrid. 7 , 62 , 240-1, 849-50, 872. "Zend-Avesta". Libro sagrado de la Persía, 3, 418. Zenón. Vicario apostólico del Papa y obispo de Sevilla desde 472 ap. á 486 ap. 5, 86. Zenón de Citium <362 ap.-264 ap. a. de J. C). Filósofo griego. 3, 453. Zenón de Elea. Nació el 504 antes de J. C. Filósofo griego. 3, 429, 433, 4«1, 488. l Indices Zenuvne Akerene. Divinidad de Persia. 3, 418. Zicgier (Gaspar) (1621-1690). Juris- consulto alemán. Sobre la comuni- cación inmediata del poder civil, 4, 558. Sobre sus doctrinas políticas Boecler y Bohemero, 558-9. Zonaras (Juan). Murió a media- dos del siglo XII. Historiador grie- go, monje de San Basilio, autor de unos "Anales". 4, 332-3. Zopiro. Calumniador de Sócrates. i, 304-5. Zoroastro (siglo XV a. de J. C ). Filósofo persa. Se le atribuye la co- lección de libros sagrados persati "Zend-Avesta". 3, 418-19. Zuinglio (Ulrico) (1484-1531). Ecle slástico suizo protestante que mu- rió en la guerra religiosa de Suiza. Su secta calificada ¡por Lutero, 4, 18. Carta de Lutero sobre el libre examen, 53-4. Su fanatismo, 76-7 Citado: 4, 499, 616; 5, 31. Zulueta (Yicente). Arquitecto en Barcelona. 8, 169. Zmmla< árregui (Tomás) (1788- 1S35). General absolutista en 1823 y carlista desde 1833. Gastó el presti- gio de los generales cristinos Sars- lield, Quesada, Rodil, Mina y Val- dés, y murió sitiando a Bilbao en julio de 1835. Su muerte, 8, 78. Su genio guerrero, 6, 47-8- Juicio sobre él, 336. Citado: 8, 79; 6, 47-8. 223, 050-1, 744. Zurbano (Martín) (1790-1S45). Mi- litar español esparterista, inspector de Aduanas en Barcelona (1842). Fueron fusilados él y dos hijos su- yos por su pronunciamiento en da Rioja en 1845. Antipatía de Barce- lona hacia él, 8, 156, 189. Su incom- prensión de los catalanes, 157. Su pronunciamiento en 1844, 6, 990, 992- 3; 7, 57-8. Citado: 1, 703-4 ; 8, 146, 156-7, 139-30, 216, 219-21; 6, 614-5, 930, 933 ; 7 , 57-8, 63-71, 239-40, 322-3, 581-2, 1048. Zurita (Jerónimo) (1512-1581). No- ble de Zaragoza, secretario de la Inquisición y autor de la "Historia de Aragón, hasta la muerte de Fer- nando el Católico". 6, 396-7- "Zurriago (El)". Periódico político. Su primera etapa, a la que se re- fiere la cita, principió el 14 de ene- ro de 1823 y 'cesó el 14 de abril del mismo año. Era redactado por Fé- lix Mejía y Benigno Morales. Fue el órgano de la sociedad secreta de los "comuneros", adherida a la po- lítica de Riego. 8, 81-2. CATALOGO BIBLIOGRAFICO DF. LAS EDICIONES BALMESIANAS QUE HAN SERVIDO DE ORIGINAL PARA LAS OBRAS COMPLETAS MÁXIMAS I ENTRESACADAS DE LAS GURAS | DF. i S. FRANCISCO DE SALES. I Y | DISTRIBUIDAS I PARA TODOS LOS DÍAS | DEL AÑO. | TRADUCIDAS DEL FRAN- CÉS AL ESPAÑOL. VlCH : | IMPRENTA Y LIBRERÍA DE IGNÁCIO YaLLS. | 1840. Líbrito de 56 páginas. Caja de 70 x no mm. Manual I para la tentación, I formado de trozos escogidos ¡ de los mejores 1 místicos españoles. | con licencia./ | barcelona. | imprenta de José Tawló. calle de la | Tapinería. — 184 i. Librko de 252 páginas. Caja de 51 x 90 mm. Conversa | de un pagés de la montanya, | sobre | Lo Papa. Ab llicen- cia. | Barcelona. | Imprenta de Joseph Tauló, carrer ' i>e la Tapine- ría. — 1842. Líbrito de 32 páginas. Caja de 51 x 86 mm. La ! Civilización. I Revista religiosa, I filosófica, política y lite- raria I de ; Barcelona. | Barcelona, | Imprenta de Brusi. Tres .tomo*. El I, de 576 páginas, comprende dote cuadernos numera- dos de 1 a 12 sin otra fecha que la del año 1841 los nueve 'primeros y la semanal y «le 16 páginas, exceptuando las irregulari- dades mencionarlas más adelante. La colección consta de tres tomos. El I comprende los números del i al 47, fechados respectivamente en 7 de lebrero y 25 de diciembre «le 1844. El pie de imprenta hasta «1 núm. ¡1 es : Imprenta del Pensamiento de la Nación. Del 12 al 41 : Madrid : IMPRENTA DE D. EUSEBIO AGUADO. CALLÉ DEL ARENAL", NÚMERO 22. Del | al 47 es : Madrid : Imprenta de D. Eusebio Aguado. Bajada de Santa Cruz. El tomo II contiene desde el núm. 48 al loo, respectivamente fe- chados en r.° de enero y 31 de diciembre de 184;. El píe de imprenta es : números 48 y 49 : Madrid ¡ Imprenta de D. Eusebio Aguado. Bajada di Santa Cruz. Del 50 al 64 : Madrid : Compuesto en la imprenta de D. Eu- sebio Aguado, ¿impreso en la máqujina di D José Rebolledo y compa- ñía, calle dei. Fomento, núm. 15. Del 6s al 76 : Madrid : Imprenta de M. RlVADENEYRA Y COMPAÑÍA. CALLE DE JESÚS DEL VALLE. NÚM. 6. Del 77 al 100: Madrid: Imprenta de la Socied\d de operarios del mismo ARTE, calle del Factor, núm. cj. El tomo III incluye los números de-M.lt- efl 101 al 148. Hasta el 145 el periódico salió regularmente cada semana, fechado el 101 en 7 de enero y el n.s en 11 de noviembre de 1846. Los nú- meros 146 y 147 fechados respectivamente en 20 de noviembre v 14 de diciembre, son de doble tamaño, o sea de ;,2 páginas. El número 148 y último es de 31 de diciembre del mismo año 1846 v 'consta de 40 páginas. 101 pie de imprenta en todos los números de este tomo es ¡ Madrid : Im- prenta de la Sociedad di: Operarios del mismo Arte, calle dei. Fac- tor, NÚM. g. En todos los números figura como editor responsable D. Juan Gabriei AYUSO. La caja es de 147 X 203 mm., a dos columnas. El ! Criterio. Por I Don Jaime Balmes, í presbítero. 1 Segunda edi- ción. 1 Con licencia. ' Barcelona : ' Imprenta de Antonio Brusi. Calli di' la llhretería núm.0 2. ! 1846. Un volumen de ;,Q2 páginas. Caja de 83 x 147 mm. Cartas \ un escéptico I en | materia de religión 1 por Don Taime Balmf.s, ! presbítero. I Con licencia. I Barcelona : ! Imprenta de a. Bru- si. I Calle de la Libretería n.° 2. | 1846. Un volumen de 392 páginas. Caja de 84 x 1 |6 mm. La I Rfxigión demostrada 1 al alcance de eos niños 1 por | D. Taime Balmes, I Presbítero. | Sexta edición. | Con licencia. | Madrid. — Impren- ta de la Sociedad de Operarios. I Calle del Factor, núm. o. ! 1847. Un volumen «le 122 páginas. Caja de 61 x 101 mm. Cl'RSo | DI ¡ FILOSOFÍA ELEMENTAL I POR | D. TAIME BALMES, ' PRESBÍTE- RO. I Madrid : | Imprenta y FUNDICIÓN DE D. E. AGUADO. 1 1847. Cuatro tomos, sin número de orden, con los títulos y número de pá- ginas siguientes : Lógica, 156 páginas. METAFÍSICA, 360 páirinas. Etica, J.S2 páginas. Historia de la FILOSOFÍA, 216 páginas. Caja de 81 x 138 mm. Pío IX. | Por I Don Jaime Balmes. ! presbítero. I Madrid. ! Imprenta y fundición de D. Eusebio Aguado. | 1S47. Uri volumen de 96 páginas. Caja de 87 x 164 mm. Escritos políticos i di: | 1). Jaime Balmes. | Colección completa, co- rregida Y ORDENADA POR EL AUTOR. ] MADRID. IMPRENTA DI LA SOCIEDAD de Operarios del mismo Arte, calle; del Factor, núm. o. ] 1847. Un volumen de 808 páginas a dos columnas. Caja de 127 x 132 mm. Lá cubierta del volumen, en rústica, lleva la fecha de 1848, porque la edición se acabó en este año. Filosofía fundamental. | por | I). Jaime Balmes. ¡ presbítero. I Se- gunda edición. ! Barcelona : 1 Imprenta di a. Brust. 1 Calle de la Li- 1013 Cuatro tomos de 37-. 368, 368 y 396 páginas respectivamente. Gaja de S.| x 1 4 5 nim. Poesías póstumas | del Docxob Don Jaime Balmes, | presbítero. I Barcelona. ; Imprenta de Antonio Brusi, calle de la Libretería .v.» 15. | 1849. Un volumen de 208 páginas. Caja de 84 x 140 mm. Escritos postumos del | Dk. l>. Jaime Balmes, | presbítero. ] Bak- celona : ¡ Imprenta de A. Brusi, calle de la Libretería núm. 15 | 1850. Un volumen ile 338 páginas y una lámina , IV (48), V (51), VI (52) y VII (57). 34 LOS GRANDES TEMAS DEL ARTE CRISTIANO EN ESPAÑA. Tomo I : Nacimiento e infancia de Cristo, por el Prof. Francisco Javier Sánchez Cantón. 1948. VI + 193 págs., con 304 láminas. Publicados los tomos II (f>.i< y ni (47). •3C MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO, del P. FRANCISCO SuÁREZ, S. I. Volumen I.* : Misterios de la Virgen Santísima. Misterios de la infancia y vida pública de Jesucristo. Versión castellana por el P. Galdos, S. I. 1948. XXXVI + 916 págs. Publicado el volumen 2.' (55). Og OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo V : Cuestiones disputadas so- ow bre el misterio de ¡a Santísima Trinidad. Colaciones sobre los siete dones del Espíritu Santo. Colaciones sobre los diez mandamientos. Edición en latfn t castellano, preparada y anotada por los PP. Fr. Bernardo Aperribay, Fr. Mi- guel Oromí y Fr. Miguel Oltra, O. F. M. 1948. VIII + 756 págs. Publicado el tomo VI (49). 07 OBRAS COMPLETAS DE JAIME BALMES. Tomo II : Filosofía funda- mental. 194S. XXXII + S2S págs. en papel biblia. Publicados los tomas III (42), IV (48), V (51), VI (52) y VII (57). OQ MISTICOS FRANCISCANOS ESPAÑOLES. Tomo I : FRAY ALONSO DE %Ja Madrid: Arte para servir a Dios y Espejo de ilustres personas; Fray Francisco de Osuna : Ley de amor santo. Introducciones del P. Fr. Juan Bau- tista Gomis, O. F. M. 1948. XII + 704 págs. en papel biblia. Publicados los to- mos II (44) y III (46). OQ OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo V : Tratado de la Santísima Trinidad. **** Edición en latín y castellano. Primera versión española, con introducción y notas del P. Fr. Luis Arias, O. S. A. 1948. XVI + 944 págs., con grabados. Publicados los tomos VI (50) y VII (53). Af\ NUEVO TESTAMENTO, de NAcar-Colunga. Versión directa del texto ori- ginal griego. fSeparata de la Nácar-Colunga.) 1948. VIII + 452 págs. en papel biblia, con profusión de grabados y 8 mapas. A\ SUMA TEOLOGICA de Santo Tomás de Aquino. Tomo II : Tratado de *• la Santísima Trinidad, en latfn y castellano ; versión del P. Fr. Raimundo Suárez, O. P., e introducciones del P. Fr. Manuel Cuervo, O. P. Tratado de la creación en general, en latfn y castellano ; versión e introducciones del Pa- ■ lre FT. Jesvs Valbuena, O. P. 1948. XX 4- 888 págs., con grabados. Publicado el tomo III (56). ¿O OBRAS COMPLETAS DE JAIME BALMES. Tomo III : FUosofía elemen- tal y El Criterio. 1948. XX -f- 756 págs. en papel biblia. Publicados los to- mos IV (48), V (51), VI (52) y VII (57). NUEVO TESTAMENTO. Versión directa del griego con notas exegéticas, por el P. José María Bover, S. I. (Separata de la Bover-Cantera.) 1948. VIII + 624 págs. en papel biblia, con 8 mapas. AA MISTICOS FRANCISCANOS ESPAÑOLES. Tomo II : Fray Bernardino de Laredo : Subida del monte Sión; Fray Antonio de Guevara : Orato- rio de religiosos y ejercicio de virtuosos; Fray Miguel de Medina: Infancia espiritual; Beato Nicolás Factor: Doctrina de las tres vías. Introducciones del P. Fr. Juan Bautista Gomis, O. F. M. 1948. XVI + S40 páginas en papel bibüa. Publicado el tomo III y último (46). LAS VIRGENES CRISTIANAS DE LA IGLESIA PRIMITIVA, por el P. Francisco de B. Vizmanos, S. I. Estudio histórico-ideológico seguido de una antología de tratados patrfsticos sobre la virginidad. 1949. XXIV + 1308 pá- ginas en papel biblia. AC MISTICOS FRANCISCANOS ESPAÑOLES. Tomo III y último : Fray ^W Diego de Estella : Meditaciones del amor de Dios; Fray Juan de Pineda : Declaración del tPater nosten; Fray Juan de los Angeles: Manual de vida per- fecta y Esclavitud mariana; Fray Melchor de Cetina : Exhortación a la ver- dadera devoción de la Virgen; Fray Juan Bautista de Madrigal : Homiliario evangélico. Introducciones del P. Fray Juan Bautista Gomis, O. F. M. 1949. XII + 870 páginas en papel biblia. 47 LOS GRANDES TEMAS DEL ARTE CRISTIANO EN ESPAÑA. Tomo III : La Pasión de Cristo, por José Camón Aznar. 1949. VIII + 108 páginas, con 303 láminas. 4g OBRAS COMPLETAS DE JAIME BALMES. Tomo IV : E! protestantismo *° campando con el catolicismo. 1949. XVI + 772 páginas en papel biblia. Publicados los tomos V (51), VI (52) y VII (57). 4Q OBRAS DE SAN BUENAVENTURA. Tomo VI y último : Cuestiones ** disputadas sobre la perfección evangélica. Apología de los pobres. Edición en latín y castellano, preparada y anotada por los PP. Fr. Bernardo Aperribay, Fr. Miguel Oromí y Fr. Miguel Oltra, O. F. M. 1949. VIII + 48* + 7S4 págs. CQ OBRAS DE SAN AGUSTIN. Tomo VI : Del espíritu y de la letra. De la **u naturaleza y de la gracia. De la gracia de Jesucristo y del pecado original. De la gracia y del libre albedrlo. De la corrección y de la gracia. De la pre- destinación de los santos. Del don de perseverancia. Edición en latín y cas- 43 45 tellano, preparada y anotada por los PP. Fr. Victorino Capá.naga, o. K. S. A.; Fr. Andrés Centeno, Fr. Gerardo Enrique de Vega, Fr. Emiliano López y I r. TORIBIO DE CASTRO, o. S. A. 1040. XII + 94S págs. Publicado el tomo VII (551. C-I OliRAS COMPLETAS DE JAIME BALMES. Tomo V: Estudios apologé- ricos. Cartas a un cscéptico. Estudios sociales. Del clero católico. De Ca- taluña. 1949. XXXII + 1004 págs. en papel biblia. Publicados los tomos VI (52) y vil (57). M OBRAS COMPLETAS DE JAIME BALMES. Tomo VI: Escritos POlilt eos : Triunfo de Espartero. Caída de Espartero. Campaña de gobierno. Mi- nisterio Narvácz. 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El l'as- Ruiz Bm -' Salaman- AS COMPLE Al hacer su pedido haga siempre referencia al número que la obra solicitada tiene, según este catálogo, en la serio de la Biblioteca de Autores Cristianos Dirija sus pedidos a LA EDITORIAL CATOLICA. S. A, Alfonso XT, 4, Madrid (España)